Estéticas disidentes en Ciudad Juárez: activismo político y biorresistencias más allá del Estado y del convencionalismo institucional

August 15, 2017 | Autor: S. Salazar Gutiérrez | Categoría: Antropología cultural, Estética Y Política
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Cuadernos Interculturales

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Volumen 1, Nº22, 2014 ISSN 0719-2851 versión en línea

Centro de Estudios Avanzados

Cuadernos Interculturales. Volumen 1, Nº22, 2014, pp. 135-152

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Estéticas disidentes en Ciudad Juárez: activismo político y biorresistencias más allá del Estado y del convencionalismo institucional1

Aesthetic dissident in Ciudad Juarez: political activism and bioresistence beyond the state and conventionalism institutional

Salvador Salazar Gutiérrez2

Resumen



El artículo plantea la construcción de un activismo de biorresistencia caracterizado por formas de vivir y significar lo político, en el escenario de Ciudad Juárez, México. En los últimos cinco años, la violencia generalizada presente en más de cincuenta mil muertos y desaparecidos, así como en la estrategia de militarización que ha puesto en marcha el Estado mexicano, si bien ha generado un sentido de indefensión en gran parte de la población de esta ciudad fronteriza, también ha favorecido como respuesta un creciente activismo por colectivos juveniles que a partir de diversas estrategias, como el hip hop, grafiti y performance, colocan un nuevo sentido de lo político transformando el marco axiológico del proyecto hegemónico moderno. Palabras clave: necropolítica, violencia sistémica, convencionalismo institucional, estética disidente, biorresistencia, Ciudad Juárez.

Abstract

The article proposes the construction of a bioresistance activism characterized by ways of living and signify the politics, on the city of Ciudad Juarez, Mexico. In the last five years, violence present in more than five thousand people dead or missing, as well as in militarization strategy that has launched the Mexican go-

1 Recibido: junio 2013. Aceptado: abril 2014.

El artículo es resultado del proyecto de investigación en curso  “La construcción simbólica de la relación vida-muerte en colectivos juveniles urbanos, en el contexto actual de la ciudad fronteriza del norte de México”, financiado por el fondo Ciencia Básica SEP-CONACyt, México, con el número 167845.

2 Profesor-investigador del Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México. Correo electrónico: [email protected]

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vernment, has generated a sense of defenselessness in much of the population of this border city, in response has also favored an increasing activism by youth groups which from diverse strategies, like hip hop, graffiti and performance, build a new sense of the political transforming the modern hegemonic project. Key words: necropolitics, systemic violence, institutional conventionalism, aesthetic dissident, Bioresistance, Ciudad Juárez.

1. Introducción

En los primeros días de noviembre del 2001, en el lugar conocido como “campo algodonero” en la “zona exclusiva” de la actual cartografía urbana de Ciudad Juárez, se descubrieron los cuerpos sin vida y con signos de haber sido violadas de siete mujeres jóvenes que días antes habían sido reportadas como desaparecidas por sus familiares. El 31 de enero del 2010, en un fraccionamiento de la zona suroriente de la ciudad fronteriza, mientras varios jóvenes celebraban una fiesta, fueron atacados por un grupo armado que llegó disparando con armas de “alto calibre” asesinando a 18 jóvenes en el lugar. En promedio, entre los años 2008 al 2011, se han contabilizado más de ocho mil homicidios en la ciudad, destacando principalmente ejecuciones a jóvenes, varones y mujeres, pertenecientes a sectores de la población en condiciones de pobreza y marginalidad. El número de homicidios favoreció un proceso de militarización de la vida cotidiana -con la implementación de operativos policiaco-militares en diversas ciudades del país-, en la que el Estado mexicano, apoyado por diversos actores, promovió entre otras estrategias la criminalización de la disidencia. Imagen 1: Ni una más. Ciudad Juárez, Chihuahua, México 2010

Fotografía: Judith Torrea

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Es en este contexto, de erosión de esperanzas para miles de individuos que enfrentan la amenaza constante de la violencia, y la cada vez más visible crisis de las instituciones encargadas de favorecer certidumbre a los proyectos individuales y colectivos, donde planteamos el concepto de estética disidente3. Con él referimos a un activismo caracterizado principalmente por: a.

b. c.

d.

Impulsar un nuevo marco axiológico, sostenido en el reconocimiento a la diferencia y la dignidad de la otredad, en oposición al prevaleciente y dominante en el escenario del proyecto hegemónico moderno, transgrediendo sus tres imperativos: masculino-adulto, letrado y secular; Separándose de los espacios tradicionales de un activismo partidario e ideológicamente contestatario y excluyente -propio de los modelos corporativistas-; Desenmascarando y visibilizando la crisis de las instituciones dominantes del proyecto moderno; Pero sobre todo, de un activismo que sostiene a la biorresistencia, entendida como las formas de vivir y significar el cuerpo por quienes se resisten al dominio de la biopolítica (Foucault, 1992).

Es a partir de estas cuatro trayectorias, que planteamos en el presente texto un recorrido analítico con el objetivo, en un primer momento, evidenciar la erosión del proyecto biopolítico hegemónico moderno y su convencionalismo institucional, sostenido en tres imperativos: masculino-adulto, letrado y secular. El segundo apartado muestra una estética disidente, que se observa en la práctica de varios colectivos de mujeres jóvenes -Kolectiva Fronteriza o Batallones Femeninos-, que a partir de expresiones como el hiphop, grafiti, y el performance, colocan el recurso de visibilidad de la protesta y la denuncia, restituyendo el debate público en relación a la defensa y reconocimiento de la diferencia. Por último, un tercer momento coloca la pregunta por la consistencia que esta disidencia puede favorecer como proyecto trasformador, ante un escenario que se ve enfrentado por el dominio de un proyecto hegemónico moderno y su convencionalismo institucional -que ve en estas manifestaciones de disidencia un recurso de justificación para promover sus estrategias de criminalización-, así como la presencia avasallante de la violencia. Una biopolítica, entendida como el conjunto de dispositivos establecidos por el proyecto moderno para controlar y disciplinar los cuer-

3 Si bien no es la intención del presente documento debatir el concepto “estética”, habría que considerar sus inicios que se ubican en 1735 con “reflexiones Filosóficas acerca de la poesía” de Alexander Gottlieb Baumgarten. Ahí se planteó, refiriéndose al origen etimológico del término, la diferencia entre “lo percibido” con “lo conocido”. A partir de ahí, la definición dominante y limitada ha sido la de una “doctrina de la sensibilidad” (Payne, 2008).

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pos, con la intención de reproducir la presencia de las tres columnas que sostienen su marco axiológico: mundo masculino, letrado y adulto. Frente a ella, el colectivo Batallones Femeninos y Kolectiva Fronteriza permiten observar la irrupción de una biorresistencia que desenmascara el velo propio de la biopolítica del proyecto moderno, y que a partir de la re-significación corporal, instituyen nuevos sentidos de reconocimiento por medio de estrategias en las que el cuerpo cuestiona, resiste, transgrede la normatividad, el orden jurídico y los sistemas de socialización que la biopolítica del proyecto masculino, letrado y adulto de la modernidad se ha encargado de reproducir. Imagen 2: No más sangre. Ciudad Juárez, Chihuahua, México 2011

Fotografía: Raquel Hernández “la Únika”

Por último, quisiéramos colocar una reflexión clave en el debate de la práctica disidente y los escenarios de visibilidad propicios para su cauce. Asumir que nadie puede sustraerse de la esfera de lo público, constituye un llamado a nuestra academia para salir de los espacios de comodidad y asumir el compromiso junto a aquellos que revalorizan el sentido del activismo político desde el llamado clandestino que promueve una estética disidente. Ni la creatividad, ni la invención, constituyen recursos propios o exclusivos de la academia. En la informalidad circulan una inmensidad de expresiones, que penetran con mayor presencia en los cauces del reconocimiento, y de los cuáles habrá que empaparse para comprender como se ha venido gestando un proyecto disidente alternativo en el contexto actual de la ciudad fronteriza del norte de México.

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2. El (des) dominio del Leviatán y la erosión del “contrato social”

Si algo viene caracterizando a nuestros contextos actuales, es la penetración de la incertidumbre como imaginario generalizado por una inmensa mayoría. Sobre todo en aquellos escenarios, como el caso específico de Ciudad Juárez, en los que la violencia, no sólo del narcotráfico sino de toda aquella expresión de lo amenazante, prevalece con una cada vez mayor penetración. El miedo, así como el aniquilamiento de las certezas, constituyen dos enclaves de un periodo actual caracterizado por una “indefensión expandida” (Reguillo, 2011), entre cientos de miles de individuos que se auto perciben como abandonados, no solo ante la amenaza que le significa en su vida cotidiana la presencia de la violencia, sobre todo en la inhibición de los marcos de certezas que el proyecto moderno se encargó de instituir. Imagen 3: Obeja Negra. Querétaro, México 2012

Fotografía: Ricardo Arceo

Proyecto que comprendió un proceso lento y profundo transformador del marco axiológico predominante en la época del medievo, formalizado no sólo con la puesta en marcha del Estado-Nación resultado de la Paz de Westfalia, sobre todo la institucionalización de una moralidad racional que estableció el principio “del deber” en una individualidad absoluta. El contrato social decimonónico, constituyó la referencia de una definición del deber que todo individuo asumiría, cumpliendo con la adscripción a un Estado que tendría en sus manos la defensa moral de una normatividad controlada y do-

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minada desde la figura de un poder absoluto. Un Estado que logró reproducir su proyecto dominante, teniendo como imperativos tres ejes: el predominio de lo masculino-adulto, lo letrado y lo secular. El contrato social se afianzó como la máxima normativa definiendo las prácticas sociales, así como el marco regulatorio que debería privilegiar cada uno de los actos del individuo. El Estado, en tanto cuerpo político único, domina la escisión entre la voluntad del hombre individual, y la voluntad del hombre ciudadano que es de interés general. Más allá del amor a sí mismo, su finalidad es exaltar el amor de pertenencia a una comunidad política sostenida en la aspiración de la soberanía y el predominio de la igualdad. Ahora bien, habría que asumir que para el caso latinoamericano, el proyecto moderno, y sus imperativos masculino-adulto, letrado y secular, dominaron gran parte de la configuración del inicio incipiente y desarticulado de proyectos nacionales que convivieron a la par con el predominio de estructuras político sociales propias del régimen colonial. Un proyecto hegemónico comenzó a gestarse, favoreciendo no sólo la definición igualitaria de la adscripción, sino también colocando la marca o estigma de aquel “Otro” maligno, criminal, aberrante, encontrando en el indígena, la mujer, el joven, el obrero, la figura que debía cargar con esta marca. El proyecto hegemónico moderno y su biopolítica sostenida en los tres imperativos, penetraron dentro de los miedos promovidos por diversos actores que buscaban defender los principios de universalidad e adscripción. La promoción de un proyecto en el que la oposición masculino/femenino dominó los parámetros de lo sexualmente aceptado, instituyendo el predominio de una cultura de lo masculino que penetra en los escenarios cotidianos de diversos sectores sociales en México. En el caso del mundo letrado, la institución escolar oficial se encargó de promover una enseñanza parroquial heredada por grupos dominantes que referían a un proyecto de Nación4. Y en relación al predominio de lo secular, si bien el proyecto moderno se sostuvo en la intención de separarse ante cualquier referencia de lo sagrado, la institucionalidad religiosa ha tenido una presencia importante en el contexto contemporáneo, pero sobre todo, lo secular también refiere a la entronización de un proyecto unificante y universal, que negó cualquier expresión de diferencia colocándola como manifestación anómica. Sin perder de vista, la importancia que exige un análisis más detallado para el caso específico del contexto mexicano la presencia dominante de este proyecto hegemónico moderno, lo que interesa destacar es que sus tres imperativos, masculino/adulto, letrado y secular, siguen prevaleciendo en la promoción del orden deseado por un convencionalismo institucional para el caso específico del contexto de la ciudad fronteriza del norte de México. En el contexto actual de predominio del proyecto Neoli4 No podemos perder de vista que la institución educativa formal, ubicadas en los centros formativos controlados por el Estado o por instancias promotoras del proyecto letrado –como la Iglesia-, se valieron del uso de una estética de lo sublime para exaltar figuras de personajes, los llamados “héroes de la Patria”, que permitieron reconstruir un proyecto de Nación.

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beral y dominio de una retórica de la seguritización, se observan cientos de miles de individuos que cargan con la pobreza como condición naturalizada de vivir, así como la presencia cada vez mayor de actores que se trasladan de lo clandestino a una posición privilegiada de dominio cada vez de mayor penetración, y que conforman lo que Reguillo (2010) denomina como el orden de lo paralegal5. El narcotráfico, el crimen organizado, han colocado un nuevo marco axiológico, valorativo que ha sido gancho de atracción para gran cantidad de expulsados o exiliados del privilegio que otorga el proyecto Neoliberal, encontrando en estos mundos un espacio no sólo acceso de consumo de bienes resultado de su inserción a las redes de mercadeo que permiten los miles de millones de dólares que el narcotráfico genera, sino también visibilidad y pertenencia dentro de un mundo clandestino, que se le son negadas frente al proyecto hegemónico. Junto a los imperativos masculino-adulto, letrado y secular propios del proyecto moderno, una gran cantidad de jóvenes ven en las filas del narcotráfico el espacio de pertenencia e identificación suprimido por los cauces del convencionalismo institucional. Imagen 4: Obeja Negra. México D.F. 2012

Fotografía: Taro González 5 Rossana Reguillo refiere con esta categoría la intención de ubicar los procesos a través de los cuáles, el narcotráfico y el crimen organizado generan un tercer espacio, “un espacio practicado que inaugura y gestiona sus propios códigos y valores, sus aparatos de gobierno y su sistema de ‘justicia’ fuera de los espacios tradicionales y dominantes del convencionalismo institucional (Ver Blog de Rossana Reguillo: http://viaductosur.blogspot.mx/2010/06/el-miedo-es-el-mensaje.html).

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3. Estéticas disidentes: la reconfiguración cultural del activismo político

“Nos pusimos a hablar al mismo tiempo que los discursos resueltos callaban, y que las autoridades guardaban silencio.”

(Michel de Certau, 1995: 14)

Ya en 1968, el cuestionamiento a los marcos normativos y axiológicos dominantes permitió una estética disidente que replanteó el sentido que el autoritarismo y los proyectos totalitarios se encargaron de instaurar. La palabra, convertida en lugar simbólico, mostró el espacio creado por una disidencia que se valió de un sentido distinto de la protesta, fracturando la estetización neutral presente en la sociedad contemporánea (Ranciére, 2005: 20). Tomando como referencia lo acontecido, la intención es encontrar una nueva lógica disidente, fuera de los marcos regulativos y morales que adquiere lo político en el orden del proyecto moderno, reducido a recurso instrumental de racionalización del orden público. Partimos de ubicar lo público, como la simple representación y actuación sensible de lo común, que busca un nuevo sentido de activismo colocando a lo estético como recurso central. Imagen 5: Marcha de coraje, dolor y desagravio. Ciudad Juárez, Chihuahua, México 2010

Fotografía propia

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Una estética disidente que se ubica en la escenificación de estrategias de debate, acuerdos y disputas, buscando restituir visibilidad a todos aquellos “monstruos” que han sido expulsados del reino controlado por el libre mercado, la conectividad y tecnificación global. Disidencia que resurge en actuales y múltiples manifestaciones de actores pertenecientes a movimientos indígenas, de jóvenes, mujeres o lésbico-gays, favoreciendo lógicas distintas de empoderamiento que se separan de los marcos regulatorios propios del proyecto hegemónico. En un empoderamiento clandestino, escenario de una sensibilidad anómica, esta nueva estética disidente se reproduce como un activismo autoreflexivo que cuestiona las estrategias tradicionales del activismo ortodoxo, que se fundamentaba en la adscripción a enclaves propios del convencionalismo institucional. Contra expresiones de membresía corporativista que caracterizó un activismo promovido por las estructuras totalitarias de proyectos nacionales, los diversos movimientos en Europa y América Latina en 1968 se caracterizaron por la toma de la palabra. A diferencia de aquel momento, ahora altamente potenciada por los nuevos espacios no controlados de las redes sociales. Ante una biopolítica del miedo y la barbarie, promovida por el proyecto dominante y la presencia de lo que Mbembe (2011) llama la expresión de una necropolítica6, en el caso específico del contexto mexicano podemos observar la puesta en marcha de estrategias de desaparición y muerte que diversos actores se han encargado de implementar7. En el contexto específico de México, si bien está presente un activismo con gran tradición en diversos sectores subalternos, como el movimiento estudiantil de los sesenta y setenta, o el movimiento urbano popular en los ochenta, en la última década se presenta una recomposición del activismo di6 Achille Mbembe (2001) en su texto “Necropolítica” se sitúa en el escenario de varios países del África central, caracterizados por gobiernos autoritarios que han encontrado en la eliminación de aquellos que constituyen amenazas a sus proyectos políticos y económicos. Para nuestro caso, este tipo de política que define quien debe vivir y quien debe morir, es un referente clave de la implementación de estrategias por parte del Estado mexicano con la implementación de operativos policiaco-militares que han resultado en cientos de homicidios y desapariciones justificadas por la llamada “Guerra contra el narcotráfico y crimen organizado” iniciada por el ex presidente Felipe Calderón y continuada por el actual gobierno.

7 El informe que publicó Human Rights Watch en 2013 muestra cómo una gran cantidad de desapariciones y homicidios fueron resultado de operativos militares, llevados a cabo por instituciones de seguridad del Estado mexicano con la justificación de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Si bien esta expresión de violación a derechos humanos por parte del Estado mexicano muestra el impacto de estrategias de terror y muerte, lo que destaca también es que el documento reconoce otro tipos de violencia generada por grupos de “vigilancia” pagados y patrocinados por colectivos empresariales con alto poder económico, y que se han valido de su posición privilegiada para llevar a cabo una violencia que se escapa de cualquier marco regulatorio. Ver: http://www.hrw.org/es/reports/2013/02/20/ los-desaparecidos-de-mexico.

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sidente que encontró referencia clave en el movimiento zapatista de la década de los noventa. El EZLN y sus bases de apoyo, replantearon el esquema de la resistencia no sólo en México, sino en diversos escenarios desenmascarando a los marcos interpretativos y de activismo políticos tradicionales que seguía sosteniendo una izquierda politizada. Su apuesta por la redefinición de un proyecto de nación que partiera de hacer visible y otorgar reconocimiento a la gran mayoría que había sido silenciada y excluida por el dominio universalista del proyecto masculino, letrado y secular. Es aquí donde colocamos como expresión de un activismo estético disidente, la práctica que diversos colectivos vienen llevando a cabo, principalmente en el contexto reciente de Ciudad Juárez8. Colectivos que han encontrado como estrategia discursiva, la producción de una retórica visual de disidencia que es visible en prácticas de intervención, que van desde la generación de murales, grafiti, esténcil en la vía pública, hasta presentarse en los nuevos micro escenarios de visibilidad que son favorecidos por el espacio virtual de las redes sociales. Para ejemplificar cómo se ha venido articulando una estética de lo disidente, nos valdremos de la referencia a Kolectiva Fronteriza o Batallones Femeninos. Un grupo de jóvenes, mujeres, ajenas a cualquier adscripción de convencionalismo institucional propio del proyecto hegemónico, que han logrado colocar a partir de la música hip hop, grafiti y performance, la marca sensible de un activismo estético disidente. En el escenario específico de Ciudad Juárez, la penetración de un imaginario de indefensión, ha sido resultado de acontecimientos como el descubrimiento de 7 cuerpos de mujeres violadas y asesinadas en el “campo algodonero” en los primeros días de noviembre del 2001, o el asesinato de 18 jóvenes estudiantes de nivel bachillerato por un grupo de hombres encapuchados en el fraccionamiento Villas de Salvarcar en enero del 2010. Un escenario dominado no solo por la violencia, sino a partir de una necropolítica, que se ha sostenido en la implementación de estrategias de eliminación de todo aquel que car8

La violencia en Ciudad Juárez, principalmente asociada a la penetración del narcotráfico y el llamado “crimen organizado”, ha dado como resultado más de ocho mil ejecuciones en un periodo de tres años. Pero consideramos, que si bien esta cifra muestra el grado de penetración que la violencia ha alcanzado, no es más que la expresión visible de una problemática más profunda, aquella que refiere a un proyecto de Estado colapsado. La situación de marginalidad en la que viven cientos de miles -jóvenes, mujeres, indígenas, etc.-, es la característica que enmarca a un escenario en el que el feminicidio y juvenicidio son dos expresiones duras de esta crisis. Para el caso específico de Juárez, el estudio de Julia Monarrez y Luis Cervera “Sistema de información Geográfica de la violencia en el municipio de Juárez: Georeferenciación y su contexto rural y urbano”, apoyado por el Colegio de la Frontera Norte, y la Comisión Nacional para prevenir y erradicar la violencia contra las Mujeres (CONAVIM, México), constituye una fuente clave que nos permite observar el número de homicidios en jóvenes en edades entre 15 y 29 años de edad.

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gue con el estigma de diferente. Homicidios en la vía pública, desapariciones forzadas llevadas a cabo por integrantes del ejército o de corporaciones de policía, prácticas de tortura, forman parte de un escenario cotidiano en el que surge como respuesta, un activismo que coloca no sólo la denuncia ante la violencia e impunidad, sobre todo por el reconocimiento a la condición amenazada de quienes cada vez se enfrentan a una exclusión creciente frente al proyecto dominante. En este sentido, estética disidente refiere a la potencialidad de una nueva práctica de activismo que coloca el sentido de lo político, más allá de la idea reproducida por el proyecto letrado de la política como simple instrumentalización del poder del Estado. Imagen 6: Batallones Femeninos. Ciudad Juárez, Chihuahua, México 2013

Fotografía: Edgar Domingo Villafuentes Iniestra “Tomas Bota Coraza”

Fundado en 2009 en Ciudad Juárez, el grupo Kolectiva Fronteriza o Batallones Femeninos surgió con la intención de mostrar y acceder a espacios que tradicionalmente eran dominados por colectivos de artistas varones. En un escenario con presencia de una cultura misógina, en que la mujer es vista como sujeto de placer y deseo por parte del varón adulto, se viene gestando una lógica distinta de activismo capaz de visibilizar la condición de exclusión y amenaza que enfrentan gran parte de las mujeres que viven en esta ciudad fronteriza, así como dignificar y otorgar reconocimiento a todo aquel que era invisibilizado o destinado a la exclusión por parte del proyecto hegemónico.

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Valiéndose del uso del hip-hop, Batallones femeninos genera una estrategia en la que expresan temas como el derecho a la decisión propia de su pertenencia sexual, a una individualidad diferente, a la no violencia contra la mujer, joven, indígena. Su propuesta busca penetrar en el imaginario dominante de la presencia masculinizada, letrada y secular del poder, a través de una apuesta por encontrar en la música, el teatro, la fotografía, el grafiti, el lugar propicio para un activismo callejero que juega con el arte urbano y la presencia en los espacios de la redes sociales. En el templete improvisado de la presentación callejera, las “batallosas” -nombre con el que se apropian las integrantes del colectivo- llevan a cabo una escenografía en la que el cuestionamiento y la denuncia constituyen los dos ejes articuladores. Con el uso del ritmo hip-hop, se organiza un ritual en el que converge juego de palabras con el movimiento rítmico del cuerpo. En un llamado constante a transgredir los esquemas definitorios del convencionalismo institucional, el vocabulario obsceno constituye un estandarte que se hace visible a lo largo de la escenificación, permitiendo exaltar el llamado a cuestionar toda aquella figura referida al gobierno, a la iglesia, a la escuela, etc. Imagen 7: Logotipo de Batallones Femeninos, 2011

Diseño por Margarita Castillo “Dilema”

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“Les pediré imaginar por un momento, derretirse al sol cubiertos por la arena del desierto, escucha atento!!! es la frontera, donde la vida pasa, gira, nadie espera, tiros de gracia ya en la cien, característica confiable, no les daré el placer de saborear el rico y cálido sabor, de un buen sable, culpables, todos aquellos responsables del consumo humano, a mi alrededor matan más gente que a marranos, escúchame, vengo furiosa, grito liberador, escrito en verso no en prosa, la vida no es color de rosa. Lo que siento así lo expreso hasta quedar sin aliento, siendo libre como el viento, mujeres en movimiento devórame dulce tormento…” (Dulce Tormento)

Ante la presencia que significó la violencia en el escenario cotidiano de Ciudad Juárez, con más de ocho mil homicidios en tres años y el incremento de las desapariciones y homicidios a mujeres y hombres jóvenes; una incipiente reflexividad encontró cauce de penetración, en un activismo conformado más por actores clandestinos ajenos al dominio institucional, junto a la presencia de quién comenzó a hacer escuchar el llamado de “ya basta”, “ni una más”, o “vivo se lo llevaron, vivo lo queremos”9. El uso de figuras como “grito liberador” o “libre como el viento”, constituyen un llamado a enfrentar el dominio de un proyecto que ve, en estas manifestaciones, una expresión de disfuncionalidad que es necesario aniquilar o reencauzar10. El principio de la anomia, expresión propia de la academia precursora del convencionalismo institucional y que ha sostenido la expresión de un moralismo institucional, observa en este tipo de prácticas disidentes, una amenaza a un orden deseado. 9

La puesta en escena de estos colectivos, está estrechamente relacionada al surgimiento de agrupaciones que han buscado defender el derecho a la justicia para familiares de las jóvenes que han perdido la vida. Ejemplo es la agrupación “Nuestras hijas de regreso a casa” fundado en febrero de 2001 como resultado de los hallazgos en el “campo algodonero” de 7 jóvenes asesinadas. A partir de este acontecimiento, un grupo de madres que buscaban a sus hijas jóvenes desaparecidas, convocaron a una serie de manifestaciones con la intención de exigir justicia ante las desapariciones y asesinatos. Entre las estrategias, colocaron cruces de color rosa, en diversos puntos de la ciudad, con la frase “ya basta, ni una más”.

10 En una serie de entrevistas a las integrantes del colectivo, expresaron la recurrente amenaza a la que se enfrentaban por parte de policías o integrantes del ejército. En varias ocasiones han optado por retirarse de Ciudad Juárez, al ser detenidas en algún operativo policiaco mientras participaban en un evento musical.

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“Cansada de lidiar con los tragos armados de la vida, Alcoholizo mi cuerpo y trato de perder el tiempo acompañada de tequila, La cruda es saber que ni con esto se te olvida, Pero por el momento, siento que es un buen pretexto para no encontrar la salida, Disfrazo trágicos momentos con falsas alegrías, Desvío mis sentimientos entre lágrimas y risas, Entre más pasa el tiempo, más lento y más violento, Es lo mismo cada día, porque esto no termina, Ha llegado el momento de acabar con tus mentiras, Comienza la función, está sonando mi canción, Mi revolución de rimas, batallones de guerreras femeninas, Fieras por naturaleza. El cisne no ha cantado su última melodía, Mi gente no se rinde, nunca esperen cobardía, Me han dado más fuerza para seguir cada día, Y decirle a los malos, no han podido todavía, Y llego un corazón de acero, Alzo mi voz al viento por mi ciudad que quiero, No se desesperen que últimos serán los primeros, Afuera pelafustanes, no engendrarán más el miedo, Y lo digo y lo recalco, de pólvora, de puños, de palabras saldré ilesa sin rencor, La fortaleza que el de arriba me enseñó, Al pueblo ya no convences con comida y diversión, De mi lado es distinto, prestamos más atención, Y llega la reacción, batallosas en acción, Ahora ya nadie nos calla con mi forma de expresión…” (Ninguna Guerra en mi nombre)

Kolectiva Fronteriza o Batallones Femeninos permite observar la configuración de un activismo que ha encontrado en la transgresión a los marcos dominantes defensores de lo visible, una práctica que se entreteje con el humor, la espontaneidad e invención. Contra los marcos normativos y regulatorios del activismo inserto en el convencionalismo institucional, masas corporativas características de proyectos totalitarios, el colectivo se desplaza en la clandestinidad propia de un mundo que se estructura a partir de una disidencia encontrando cauce de penetración en diversos mundos vida de sujetos excluidos por el proyecto hegemónico. Contra los imperativos instituidos de la masculinidad/adultez, el orden letrado, y el secularismo de la universalidad, se alza un llamado por erosio-

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nar la presencia de lo masculino-adulto, colocando no sólo a la mujer joven, sino al varón, homosexual, como los actores clave en la resignificación del reconocimiento. Contra el dominio letrado, y los cauces institucionales de la ortodoxia gramatical -como son la escenificación de los mítines corporativos en los que las masas son un dato más de voracidad partidista-, surge la palabra hecha voz de quienes han sido silenciados por el convencionalismo institucional. Frente a los dominios protocolarios de la adscripción, aquellos que encuentran en la lista clientelar su resguardo, se configura en el juego de la música con la letra de protesta y crítica, junto al movimiento del cuerpo, una horizontalidad que observa el reconocimiento de aquellos otros excluidos de los protocolos dominantes. Y por último, contra el dominio de lo secular, de aquel “contrato social” que predefine los parámetros deseados de un “deber ser” universal, se viene gestando la expresión de la diferencia que busca colocar el sentido del reconocimiento no en los marcos regulatorios de la “igualdad”, sino en la defensa de lo diverso. Contra la estrategia temerosa de un secularismo que se vale de la negación del otro para defender su propio proyecto de universalidad, se viene gestando una fuerza inventiva de promoción y defensa de la diferencia que ha encontrado cauce en los escenarios de clandestinidad propios de esta estética disidente. Es decir, contra el dominio y crisis visible del proyecto hegemónico, surge la potencialidad de lo subterráneo donde la estética disidente encuentra cauce como vector de desobediencia y de resignificación creativa.

4. Más allá de la disidencia, la búsqueda de una ruptura instauradora

Si caer en la epopeya ilusoria de la erosión de los metarrelatos como cierta perspectiva posmoderna ha querido colocar, y ante un escenario cada vez más caracterizado por la crisis de un proyecto moderno y la presencia de una necropolítica que decide quién debe vivir y quién debe morir, ¿qué nuevo sentido adquiere lo político, sobre todo ante el llamado fuera de los marcos regulados y normativos del proyecto dominante, y ante una estética disidente que colocan al acto de tomar la palabra, como la potencialidad de un proyecto de reconocimiento a la diferencia?. Si bien se advierte el descrédito a los “cuadros de referencia” tradicionales que volvía operativo el proyecto moderno, también se observa al convencionalismo institucional que resurge como proyecto de restitución de “certezas” por parte de quienes se ven amenazados por la violencia que implica vivir en el escenario de la ciudad fronteriza del norte de México. La Iglesia, la familia patriarcal, el formalismo escolar de la competencia, son lugares desde los cuáles el proyecto dominante busca an-

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clar su posición hegemónica. Ante ello, la ilusoria referencia de considerar al activismo tradicional como el cauce deseado de protesta, se ve enfrentada ante la mutación de una disidencia que observa en la “tocada”11, el momento para transgredir el código omnipotente de un sistema, dando a la iniciativa colectiva un espacio de creación simbólica que entreteje el cuestionamiento y la crítica, con la música, letra, y el movimiento de quienes buscan encontrar cauce subversivo más allá del tiempo propio del acto disidente. La toma de la palabra constituye un momento crucial en la configuración de la disidencia, y ésta debe favorecer lo que hasta entonces no se ha dicho. Como se puede observar en la letra de algunas de las canciones que han compuesto integrantes de este colectivo, plasman un relato de cuestionamiento y crítica, pero también de ironía y sarcasmo ante figuras que representan los esquemas normativos propios del imperativo letrado. En este sentido, si bien la presencia de una estética disidente se observa en la penetración de estos colectivos con la reconfiguración de la práctica transgresora, no podemos perder de vista que frente a la subversión contra las premisas del proyecto hegemónico, es urgente reconstruir un nuevo pacto de reconocimiento que no se diluya en una expresión simple de rebeldía. Si bien Batallones femeninos nos permite descubrir como se viene gestando en el contexto actual de la ciudad fronteriza del norte de México una disidencia clandestina, no debemos perder de vista que toda expresión de disidencia no trasciende su posición de crítica o cuestionamiento si no viene acompañada de una transformación del sistema dominante. Tomar la palabra, ante el silencio de una mayoría que encuentra en el miedo al otro un resguardo propicio, constituye una urgente práctica. Contra el convencionalismo institucional que sólo ve mecanismos de regulación propicios para reproducir el proyecto dominante, es necesaria refundar una institucionalidad de reconocimiento de la diferencia, para replantear nuestros marcos axiológicos. Frente a la negación del otro en favor de la universalidad, es indispensable el reconocimiento a la diferencia; frente a la creciente violencia y la instauración por parte del proyecto hegemónico de una necropolítica que se sostiene en la eliminación de todo aquel que cargue con el estigma de amenaza, es fundamental y clave visibilizar y tomar la palabra de quienes excluidos, encuentran en la estética disidente, la trayectoria de reconocimiento.

11 El término refiere a la reunión en que diversos grupos musicales se reúnen y toman el escenario para llevar a cabo su ritual expresivo.

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Imagen 8: Marcha de coraje, dolor y desagravio. Ciudad Juárez, Chihuahua, México 2010

Fotografía propia

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