Estereotipo del intelectual, la culpa es del Humanismo

July 19, 2017 | Autor: Bea Ramacciotti | Categoría: DOCENCIA UNIVERSITARIA
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Descripción

Bea Ramacciotti. Escrito en el marco del Seminario de Ciencias Sociales. Especialización en Docencia Universitaria. UNLP. 2012.

Estereotipo del intelectual, la culpa es del humanismo Cuando hojeamos una revista, un diario o miramos televisión o incluso cine y nos encontramos con una entrevista a algún personaje de la cultura, ya sea historiador, filósofo, sociólogo, escritor, ensayista, académico, un intelectual como se lo suele presentar, en general se nos muestra una imagen de la persona cuya toma fotográfica ha sido realizada en plano medio, plano que deja ver tanto facciones como actitud, sentada en un importante sillón, o detrás de un escritorio, en un espacio con mucha presencia de libros. Las paredes de la habitación están cubiertas por estantes abarrotados de libros, que ocupan desde el piso hasta techo; uno al lado del otro exhibiendo su lomo para ser identificados, como diciendo acá estoy. Si tuviéramos un zoom para mirar más de cerca, seguramente ellos estarán ordenados por tema, por autores, por géneros o por épocas. Cuanto más exótico el personaje entrevistado, más desordenados estarán los libros. ¿Cómo y cuando se construyó el estereotipo del intelectual? Sabemos que un estereotipo es una imagen, una representación aceptada por una mayoría como modelo de cualidades o de conducta, cargada de ideas, prejuicios, creencias y opiniones preconcebidas por una sociedad y una cultura, que se aplican de forma general a todas las personas pertenecientes a una categoría. Más o menos así lo dice Wikipedia. En la tradición humanística, cuando las letras constituían el núcleo del currículum, la educación era entendida básicamente como lectura. El hablar y el escuchar, el escribir incluso eran actividades que se sustentaban en la lectura. Según el planteo de Jorge Larrosa (2003), la relación con un texto escrito produce una determinada experiencia del libro, y la experiencia del libro esta ligada a una experiencia del tiempo. El libro trae al presente y mantiene lo dicho en el tiempo para poder ser repetido infinitamente. El tiempo de la cultura se hacía consciente de sí mismo en los anaqueles de la Biblioteca. En ese entonces las Bibliotecas no eran personales, es decir que nadie tenía una de ellas en su casa, sino que eran lugares de uso colectivo aunque de acceso para privilegiados. La formación se trataba de apropiarse de lo que estaba recogido en esas palabras memorables, recopiladas en forma de libros y guardadas en las Bibliotecas, que eran los espacios soberanos del saber. ¨La crisis de la educación humanística, entonces,

no está tanto en la

desaparición del libro de la escena pedagógica, sino en una transformación radical en la relación con el libro, de la experiencia de la lectura. Y acaso el tipo de temporalidad implicada en la lectura

sea el aspecto en el que la transformación de la experiencia del libro es más importante. Esto supone un cambio en la experiencia del tiempo¨ (Larrosa, 2003). La escritura supone una temporalidad más amplia que la de la vida de quien expresó esas palabras, por eso se puede decir que las letras son un instrumento de la memoria. La Biblioteca Humanista era el lugar donde el tiempo había sido recogido y conservado. El lector era un soberano de la lectura, la obra quedaba devorada en su interior. La educación humanista puntuaba el tiempo hacia el pasado, era conservación de una tradición.

Zipeando la historia Comprimiendo el paso del tiempo en pocos párrafos como si fuera un archivo ZIP, podemos decir que la humanidad lleva muchos siglos de cultura letrada. En sus comienzos eran textos escritos a mano, hoja por hoja y las lecturas eran transmitidas oralmente ya que cada libro era un ejemplar único y original, valga la redundancia, y pocos sabían leerlos. Luego transcurrieron muchos siglos de cultura letrada impresa es decir, reproducida mecánicamente. El paso del orador a los lectores permitió el acceso a la lectura a más personas y con ello la transmisión de saberes y la conservación de las tradiciones. Mucho más tarde con la racionalidad técnico-científica aparecieron nuevos mecanismos igualmente capaces de asegurar la continuidad y la identidad social. El surgimiento de la industria cultural y la cultura de masas. El paso de los lectores a los consumidores de cultura. La desaparición de la biblioteca es correlativa a la producción masiva de libros. Pero los libros como forman parte de nuestra cultura, no desaparecen sino que pasan a ocupar otros lugares y la relación con la lectura se modifica pasando a ser de ocio y consumo. Según Jorge Larrosa el lector contemporáneo ha perdido su soberanía y la Escuela sería el último lugar donde habitaría terco y vanidoso, el Lector Soberano.

Cuando calienta el sol Este verano en la playa una pareja disfrutaba de la lectura, en cómodas reposeras, con los pies en la arena. El leía un libro y ella leía algo en una tableta digital. Esta es una imagen actualizada del leer. En el marco de una sola generación se produjeron rápidamente muchas modificaciones en los hábitos de lectura y también de escritura. No se lee menos sino de otra manera. Estamos atravesando el primer cuarto de siglo de cultura digital. En las universidades ya recibimos estudiantes nativos digitales. Nuevas prácticas de lectura se han instalado y no alcanzan con exclusividad a los jóvenes. Las imágenes del leer y del escribir están mutando. La lectura a través de una interfaz, en vez de estar desplazando a la lectura tradicional se está complementando con ella. ¨En el entorno informacional la lectura y la escritura son

 

herramientas técnicas al servicio de la navegación y la conexión¨ (Corea y Lewcowicz). Estas operaciones basadas en la interpretación son pertinentes en un entorno de saber aunque sean ejecutadas de un modo no tradicional. Los libros no desaparecerán pero han perdido su soberanía o mejor dicho la comparten, ya no ocupan un lugar de privilegio en nuestra formación. El libro convive con múltiples y nuevas formas de lectura que lo complementan o viceversa. No desaparece ni la lectura ni la escritura sino que se transforman en nuevas prácticas de lectura y escritura. Por lo tanto si el libro deja de ser el referente sublime del conocimiento, surge una curiosidad: ¿Cómo se construirá el estereotipo del intelectual de las próximas generaciones?

Bibliografía Corea, C. y Lewcowickz, I., (2005). La destitución de la interpelación pedagógica. En Pedagogía del aburrido. Buenos Aires, Paidos. Larrosa, J. (2003). Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes. Trabajo presentado en Serie encuentros y seminarios, Dpto. de Teoría e Historia de la Educación, Universidad de Barcelona.

 

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