Esquemas y guiones

July 22, 2017 | Autor: Javier Sainz | Categoría: Knowledge Representation and Reasoning
Share Embed


Descripción

1 Sainz, J.S. (1991). Esquemas y guiones. En Mayor, J. y Pinillos, J.L. Tratado de Psicología General,IV. Mayor, J. y de Vega, M. Memoria y Representación, 307-374. Madrid: Alhambra Longman. ISBN: 84-205-1914-6. Esquemas y guiones Javier S. Sainz y Javier Gonzalez-Marqués

"Porque no es necesario atribuir a la percepción de los sentidos el hecho de que el pan y el agua producen todas estas cosas, sino que más bien hay en el pan y en el agua partes que sólo la razón puede contemplar". Anaxágoras. "No tenemos más remedio que escoger entre una razón sujeta a error y ninguna razón en absoluto". Hume.

1. Sistema y representación. Los conceptos de esquema y de guión se han propuesto en el ámbito específico de la psicología para justificar el orden formal que una serie de representaciones adquiere en un sistema de naturaleza simbólica. Una representación puede, precisamente, definirse como un orden contingente al que se somete una serie distribuida de sucesos físicos. Estos sucesos registran para un sistema de estas características las variaciones relevantes del medio permitiendo de este modo su adaptación. La naturaleza distribuida de tales sucesos físicos proviene de la realización en un sistema físico de una serie o repertorio reglado de representaciones. Su organización formal nace, por el contrario, de la sintaxis específica que el sistema aplica a dichos sucesos. En toda representación puede, por tanto, distinguirse entre su realización física y su realización semántica según se refiera a la naturaleza distribuida de sus sucesos o al orden que estos adquieren como componentes de una representación. Depende de cómo se describa la conducta así será posible reconocer la existencia de ciertas regularidades conductuales no deducibles de las propiedades físicas del sistema. Las descripciones que a este fin han de llevarse a cabo no constituyen, por ello, una definición neutral de su objeto, sino una perspectiva desde la cual es posible analizar y dar cuenta de sus fenómenos. Sólo si se observan regularidades conductuales no atribuibles a la arquitectura funcional del sistema pueden concebirse leyes no nomológicas contrarias a las leyes nomológicas o físicas que justifican la ciencia natural. Las nociones de esquema y de guión vienen a disolver tanto las explicaciones dualistas que en el pasado caracterizaron a una psicología orientada hacia la representación como a disolver las explicaciones reduccionistas de una psicología exclusivamente preocupada por entender la conducta en el reducido marco de la ciencia natural. El estatuto teórico de estos términos, su traducción operacional en diseños apropiados, los datos y condiciones sobre los que se apoyan y, en fin, las observaciones a las que dan sentido serán cuestiones que habrán necesariamente

2 de ocuparnos en estas páginas. Sin embargo, la ambigüedad de las definiciones hasta ahora aportadas, el uso extensivo y liberal de los términos e, incluso, las expectativas a menudo suscitadas en nada contribuyen a delimitar un tema de tanta repercusión como complejo en cuanto se propone justificar la conducta en términos de reglas y representaciones. 1.1. Niveles de explicación. Un esquema -o un guión- puede definirse por referencia a su forma o por referencia a su función. Por su forma, un esquema define la intensión o comprensión de una serie de conceptos o representaciones. Por su función, define la extensión de dichos conceptos o representaciones. En relación con su primera acepción, los esquemas permiten definir las transiciones semánticas entre representaciones por referencia a su pura forma. En relación con la segunda, los esquemas determinan como el sistema asigna orden a una serie física de sucesos o a una serie compleja de representaciones definiendo de este modo su base primitiva de datos o sus estructuras simbólicas más complejas. La forma que toman los componentes de una representación puede establecerse a priori -por la acción de principios de operación y de representación del sistema- y/o a posteriori -por la detección de un orden regular entre componentes primitivas o complejas. El concepto de esquema -entretanto se restringe su definición- se refiere o a una disposició nregular del sistema en virtud de la cual éste ordena sus representaciones o a una estructura o base de datos disponible en función de ciertos principios de operación y representación que el sistema aplica a su experiencia. Al distinguir por medio del concepto de esquema entre la forma y el contenido de una representación distinguimos, a su vez, la representación de lo que efectivamente se representa. Suponemos, de este modo, que el sistema provee a los componentes de sus descripciones de cierto orden que no proviene sensu stricto de la experiencia. En tanto no es posible en principio contar con una descripción independiente de la representación y de lo que se representa tampoco es, en principio, posible distinguir entre la forma y el contenido de nuestra representación. A partir de la crítica kantiana (Cf. Kant, 1787:1976) es evidente que nuestras creencias o representaciones se modifican independientemente de lo real según su ajuste a modelos alternativos de acción. La evaluación de dicho ajuste no proviene de algún tipo de habilidad metacognitiva por parte del sistema, sino que es el resultado de una relación que el sistema establece entre el contenido de sus creencias y los efectos que se derivan de las acciones que éstas inducen. Una descripción puede obtenerse, no obstante, al menos de los objetos y acontecimientos de nuestra experiencia, a partir de una descripción física del estímulo. Un sistema dotado de conocimiento, sin embargo, no actúa en base a la mera descripción física del estímulo sino de acuerdo con o recurriendo a reglas y representaciones. La cuestión es, por tanto, qué clase de regularidades pueden justificarse en términos de leyes físicas y qué regularidades, por el contrario, exigen el recurso a leyes semánticas o representacionales. El lugar natural para las primeras en un sistema de naturaleza simbólica es su arquitectura funcional; el de las segundas proviene, en cambio, del sistema en cuanto dotado de conocimiento. La conducta de este sistema puede imputarse, al menos en parte, a sus representaciones o creencias, razón por la cual puede adecuadamente describirse como un sistema cognitivo. El problema inicial

3 que presenta esta perspectiva teórica es, desde luego, cómo es posible que un sistema físico actúe sobre la base de descripciones semánticas suponiendo únicamente la existencia de variaciones ambientales legalmente conexas sólo al sistema físico en cuanto tal. Los seres humanos actúan, en efecto, en base a representaciones que se actualizan físicamente como códigos cognitivos. Su conducta deriva, por consiguiente, de las operaciones que a este fin se llevan a cabo sobre dichos códigos (Pylyshyn, 1984). La relaciónque el sistema cognitivo establece entre los términos de una relación son externos a ésta. La relación en cuanto tal no es objeto de experiencia sino que nace de una sintaxis que define el sistema sobre los fenómenos que experimenta. Las operaciones que a tal fin ejecuta no son, por ello, susceptibles de un análisis funcional toda vez que las representaciones mentales no se identifican por la sóla referencia a la actuación -al menos en tanto no se especifique la clase general de respuestas que el sistema puede proporcionar de acuerdo con dichas representaciones. Para explicar la conducta de un sistema de naturaleza cognitiva es preciso determinar en que nivel han de explicarse las regularidades en que exhaustivamente puede analizarse aquella. Para determinar en que nivel pueden explicarse ciertas regularidades de la conducta debemos distinguir entre pautas conductuales explicables en términos de la arquitectura funcional del sistema y pautas que sólo pueden explicarse si apelamos al contenido semántico de nuestras representaciones. Para distinguir entre ambos tipos de pautas y reconocer en que nivel es posible explicarlas, debemos determinar de que modo pueden sistemáticamente alterarse. En el caso en que estas regularidades dependieran de representaciones podrán sistemáticamente alterarse proporcionando cierta informaciónrelevante. El cambio de una pauta de conducta en relación con dicha información puede justificarse si suponemos que el organismo interpreta los acontecimientos de tal manera que las nuevas representaciones constituyan la base racional de sus acciones. Una explicaciónse se adecúa a lo que pretende justificar si permite establecer o definir ciertos enunciados legales acerca de un dominio de regularidades que reconoce y que de otro modo no podrían detectarse. El valor de verdad de un enunciado legal depende de que explique efectivamente una cierta serie de generalizaciones -expresión de un conjunto de regularidades detectadas en el dominio-, y de que sea posible invalidar la clase universal de sus enunciados contrafácticos. Sólo si disponemos de ciertas descripciones de índole cognitiva pueden ciertas pautas de conducta entrar a formar parte de una serie de enunciados legales. "Existen ciertas regularidades y generalizaciones (...) que no podrían reconocerse mediante descripciones que utilizaran términos conductuales o físicos (neurofisiológicos)" (Pylyshyn, 1984, p. 7). En este caso deberíamos distinguir, entonces, entre la determinación causal de los resultados perceptivos -por la acción de los transductores sensoriales según las variaciones que el sistema registra del medio- y la determinación causal del registro perceptivo -por la acción de una serie de procesos de inferencia que actúan sobre los resultados perceptivos. Cuando se reconoce un fenómeno siempre es en relación con un cierto dominio de referencia que determina cuales son las alternativas de estímulo y de respuesta (Sóinz, 1986; Farell, 1984). De este modo los estímulos se subsumen en descripciones dependiendo su valor del dominio cognitivo en que se integran.

4

1.1.1. Nivel físico de explicación. El sistema cognitivo funciona como un sistema cerrado en los mismos términos en que lo propone la teoría de sistemas. Un sistema se define en términos de una serie de propiedades o parámetros y una serie de funciones que definen su interacción. La conducta de un sistema cerrado no puede explicarse recurriendo a propiedades o variables extrínsecas al sistema ni se justifica por referencia a sus descripciones primitivas. Las causas de la conducta no son representaciones u objetivos como tales, sino una actualización física de sus códigos. El término arquitectura funcional denomina a un conjunto de operaciones básicas de las que se encuentra provisto el sistema, en virtud de su propia estructura física. La arquitectura funcional incluye mecanismos de registro de información-operaciones de registro ó codificación y de recuperación- y mecanismos de control de reglas eventualmente aplicables operaciones de selección, comparación y simulación. La distinción entre códigos simbólicos semánticamente interpretados y la arquitectura funcional surge cuando comparamos entre sí una descripción funcional y otra representacional. Las diferencias en la arquitectura funcional, aunque de hecho afecten a la conducta, no se relacionan con el contenido de las representaciones. Una representación puede ser idéntica aun cuando físicamente se realice en un distinto sistema. El mismo sistema físico puede admitir distintas descripciones funcionales, lo que justifica la independencia relativa entre el sistema físico y el sistema en cuanto tal de creencias y representaciones. "Cuando disponemos de principios de operació nque no pueden definirse en el marco de un cierto vocabulario -pero que pueden definirse en términos de otro más abstracto (de ahí funcional) al cual los términos del primero sustituyen de múltiples formas- tenemos un caso prima facie en que se verifica la existencia de un distinto nivel de descripción" (Pylyshyn, 1984, p. 33). Las constricciones de los mecanismos de la arquitectura funcional son independientes del contenido de las representaciones de que el sistema dispone. Distintas determinaciones justifican el carácter multicausado de la conducta. Sin embargo, para que las representaciones determinen causalmente la conducta han de participar en el único tipo de causación que es posible, a saber, la causalidad física. Sólo la forma material de la representación es causalmente eficaz. La eficacia causal deriva de ciertas propiedades físicas del estado representacional. La conducta del sistema es causada por las propiedades físicamente activas -códigos simbólicosque reflejan las distinciones relevantes a la conducta (Pylsyhyn, 1984). El nivel físico es el nivel en que se explican las condiciones que el sistema interpone en la realización física de las representaciones. Existen, sin embargo, dos distintos niveles por encima del nivel físico (o neurofisiológico) de explicación, un nivel sintáctico o simbólico y un nivel semántico o de conocimiento (Newell, 1982; Pylyshyn, 1984). 1.1.2. Nivel sintáctico. Una representación consiste de expresiones simbólicas en las que se codifica una cierta interpretación semántica. La sintaxis de estas expresiones registra ciertas relaciones entre el contenido de sus expresiones o códigos simbólicos componentes. Las representaciones, que una serie de expresiones o códigos simbólicos definen, pueden justificar causalmente una

5 cierta secuencia de respuestas en virtud de las pautas o sucesos físicos en que se actualizan. Sin embargo, entre el contenido semántico de una representacióny las expresiones simbólicas de las que puede estar constituida no existe ningún tipo de correspondencia biunívoca. Si cada expresión simbólica se correspondiera con un cierto contenido semántico bastarían las descripciones funcionales de la conducta para explicarla. En el nivel sintáctico-simbólico se define que forma toma en un sistema una serie de códigos físicos en orden a representar o describir la información potencialmente relevante del medio. La función de los transductores -que se justifica en este nivel- es convertir acontecimientos físicos semánticamente arbitrarios en propiedades potencialmente relevantes a procesos que se ejecutan en el sistema. Los estados relevantes a estas operaciones son un subconjunto de estados físicamente discriminables por la acción de los transductores. Los datos primitivos que de éstos se obtienen deben preservar, no obstante, toda la información relevante del estímulo, independiente de que lo sea efectivamente, información que ha de ser también relevante a la hora de explicar una cierta regularidad conductual. Los datos primitivos una vez interpretados en términos de expresiones formales primitivas constituyen la base de datos o estructura simbólica del sistema. En el sistema cognitivo humano existen procesos que sólo actúan a nivel del contenido semántico de las representaciones y no a nivel de los componentes simbólicos que éstas integran. El contenido semántico en cuanto tal no forma parte de nuestra explicación de la conducta. Si bien los estados del sistema se relacionan de algún modo con los objetos y/o acontecimientos a que se refieren en virtud de su contenido y no de su realización física (Pylyshyn, 1984), el contenido de una representación no es más que la actualización de una serie ordenada de expresiones simbólicas. El contenido semántico de una representación alude, pues, a su contenido conceptual, no a lo que la representación se refiere. Una vez definidas las expresiones primitivas existe un número indefinido de funciones potencialmente especificables sobre estas expresiones. En el nivel semántico o de conocimiento se definen las funciones que afectan a estas expresiones. 1.1.3. Nivel semántico. Dos condiciones deben satisfacerse para explicar la conducta de un sistema de naturaleza simbólica: 1) Debe representarse la conducta en tanto regida por reglas en términos de una serie de operaciones formales que se aplican a una serie de códigos o expresiones simbólicas; 2) Si el sistema se rige por representaciones, ciertas regularidades que se detectan han de referirse a su contenido semántico. Las reglas se aplican, entonces, a una expresión de acuerdo con su forma. La forma lógica expresa qué distinciones potencialmente relevantes a una regla afectan a su interpretación semántica. La "única hipótesis suficientemente explícita para explicar como es posible que un sistema físico muestre regularidades que deben explicarse como si el sistema "siguiera reglas" o, incluso, como si "estuviera gobernado por objetivos y creencias es la computación" (Pylyshyn, 1984, p. 7). Un proceso computacional puede interpretarse como un tipo de proceso de transformación regido por reglas que respeta ciertas relaciones semánticas explícitas en las

6 expresiones (Fodor, 1983; Haugeland, 1981). El proceso se limita a actualizar expresiones formales en términos de los códigos que integran y de sus relaciones. No existe ninguna descripción física que unívocamente se corresponda con un cierto estado computacional o representación (Pylyshyn, 1984). La interpretación semántica de una expresión no proviene de su actualización computacional sino de restricciones que operan sobre el valor de verdad de las expresiones o códigos que la integran. Dado que el sistema no tiene acceso a la interpretación semántica de los códigos de una expresión, las reglas se aplican a una expresión en función de la estructura formal que toman sus componentes. El término de regla enuncia una aplicación formal de un proceso, una operación a la que se somete una serie de expresiones formales. De acuerdo con esta definición una regla no difiere del orden que toman las expresiones formales a las que se aplica. Las reglas expresan regularidades que se detectan en el nivel de descripción que prescriben. Las regularidades conductuales de un sistema de naturaleza simbólica se definen en su nivel semántico por referencia sólo al contenido de sus representaciones. El contenido semántico de una representación se expresa en términos de una regla que se aplica a una cierta expresión simbólica en virtud de sus propiedades formales. Las reglas respetan la interpretación semántica de una expresión al aplicarse en el dominio específico de sus códigos componentes según las restricciones de su sintaxis. Los códigos preservan distinciones relevantes a la regla en virtud de las relaciones formales que adquieren en una expresión. Un proceso computacional es aquel cuya actuación depende del contenido semántico de sus estados. El proceso tiene lugar gracias a la existencia de un nivel sintáctico-simbólico que satisface las condiciones siguientes: 1. La estructura sintáctica de ciertas expresiones simbólicas se corresponde con diferencias físicas reales conductualmente relevantes al sistema; 2. Las estructuras simbólico-formales reproducen todas las distinciones semánticas relevantes a las que el sistema responde aplique o no ciertas reglas de transformación. De este modo cualquier distinción semántica relevante se traduce en una distinción sintáctica que se verifica en la estructura que toman las expresiones. La conducta del sistema puede, por ello, describirse "como si respondiera al contenido de sus representaciones -a lo que se representa- de un modo tal que es perfectamente compatible con el materialismo" (Pylyshyn, 1984, p. 74). Un sistema formal puede representar estados cognitivos en términos de expresiones simbólicas que se relacionan sistemáticamente a sus interpretaciones según la estructura formal que toman sus códigos o expresiones componentes y en términos de reglas que responden a la sintaxis de esta estructura de símbolos, no abandonando en ningón caso la causalidad física que gobierna el sistema como tal (Pylyshyn, 1984). 1.2. Representación del conocimiento. Las regularidades conductuales que se observan en un sistema de naturaleza simbólica pueden, en parte, imputarse al contenido semántico de sus representaciones, contenido que se expresa, formalmente, en la forma lógica de las expresiones que integran. El contenido semántico de una representación no deriva, por tanto, de sus referentes simbólicos sino del contenido conceptual de sus expresiones. La actuación del sistema se explica en función de la

7 realización física de estas expresiones en su arquitectura funcional. La competencia del sistema deriva, en cambio, de la forma lógica de estas expresiones en tanto definen formalmente la estructura empírica de los fenómenos en el dominio que representan (Cf. Evans, 1982; Falmagne, 1980). Las transiciones semánticas entre los estados o representaciones del sistema pueden justificarse recurriendo a un algoritmo que exprese formalmente -en términos de reglas y representaciones- las relaciones funcionales entre estímulos y respuestas. Una vez parece posible dar cuenta de la actuación simbólica de un sistema físico, debemos precisar en qué términos puede expresarse el conocimiento de que dispone y cuál es la naturaleza de los códigos simbólicos en que puede constituirse formalmente. Una teoría suficientemente explícita del sistema cognitivo deberá especificar un procedimiento efectivo o algoritmo, eventualmente modificable y computable en un cierto lenguaje de programación, de forma que exprese las relaciones funcionales entre alternativas de estímulo y de respuesta. El término de conocimiento se refiere a un sistema de datos y un sistema de procesos en función de los cuales el sistema cognitivo define las relaciones funcionales entre una serie de estímulos y una serie de respuestas. El término en cuestión denomina la información de que el sistema dispone para reducir la aleatoriedad de los efectos que se derivan de sus respuestas. De acuerdo con esta definición funcionalista, el conocimiento puede definirse más estrictamente como un sistema de procesos u operaciones que actúan sobre una estructura simbólica de datos o representaciones (Eysenck, 1984; Pylyshyn, 1984). El término de operación expresa la determinación formal de una regla; el de representación se aplica a una serie ordenada y distribuida de códigos o expresiones simbólicas. Es en el nivel semántico donde es posible describir y explicar en qué términos actúa el sistema cognitivo. Las regularidades conductuales de este sistema se justifican, en términos de conocimiento, recurriendo a reglas y representaciones. 1.2.1. Formalismos representacionales. Las leyes de la conducta que pueden establecerse por referencia al contenido semántico de las representaciones no son el resultado de una generalización funcional en el sentido habitual del término (Pylyshyn, 1984). La realización potencialmente múltiple de una representación impide que ésta se limite a una transcripción unívoca de propiedades eventualmente detectables en la arquitectura funcional del sistema. Los mecanismos de la arquitectura funcional son, de este modo, independientes del contenido de las representaciones que pueden efectivamente realizarse. Esta independencia funcional impone la adopción de un vocabulario propio, específico y descriptivo del nivel semántico en el que se reconocen ciertas generalizaciones predictivas de carócter representacional, independiente, por tanto, del que se requiere para una descripciónfísica de las representaciones que se actualizan. El lenguaje a que se recurra, con este fin, condiciona necesariamente las respuestas que pueden ofrecerse para explicar y comprender la conducta. En este sentido, la búsqueda de una notación simbólica suficientemente adecuada y explícita ha sido y es uno de los objetivos más básicos y prioritarios de la psicología. "La formulación de una notación adecuada en el sentido de capaz de representar todas las propiedades fundamentales es un requisito necesario para la construcción de un sistema teórico. De no disponer de dicha notación específica, asumiríamos

8 que el lenguaje natural es la representación indiscutible de los conocimientos manipulados en nuestras teorías cognitivas" (Santa Cruz, 1985, p. 97). El vocabulario adoptado condicionará la descripción del sistema al definir las propiedades que justifican formalmente su arquitectura funcional. Una notación simbólica expresa a qué nivel se analizan los procesos mentales en tanto permite reconocer los recursos funcionales de los que está dotado el sistema. El sistema cognitivo humano no cuenta con un número ilimitado de recursos para cumplir sus funciones o alcanzar los objetivos que se propone obtener, de ahí que uno de los criterios más básicos para adoptar una terminología o notación específica se refiera precisamente a cómo el sistema adopta sus decisiones y asigna los recursos apropiados a su ejecución, sin verse fundamentalmente afectado por el carócter finito de los que dispone en su arquitectura funcional, que afectan en última instancia, a su competencia y actuación. Este principio de economía no es un mero requisito teórico, eventualmente preciso en la construcción de una teoría suficientemente apropiada y explícita, sino que se deduce de la hipótesis que defiende la naturaleza homógenea de los códigos simbólicos en que se actualizan las representaciones y de los procesos computacionales que actúan en su articulación sintáctica. La primera distinción relevante es la que se presenta entre conocimiento declarativo y conocimiento procedimental. El término declarativo se refiere al conocimiento que se expresa en la estructura proposicional de las expresiones formales que constituyen la base de datos o estructura simbólica del sistema. El término procedimental se refiere, en cambio, al conocimiento de las reglas o procedimientos que le permiten al sistema la eventual actualización de su conocimiento declarativo. La relevancia de una u otra forma de conocimiento depende del modelo teórico que se adopte. En los términos en que lo propone Smith (1978) la cuestión fundamental es determinar la relativa importancia de la información registrada y de las operaciones o procesos de computación que le afectan. Depende, en efecto, de qué concepción se adopte para afirmar que el sistema dispone de una estructura simbólica relativamente compleja actuada por operaciones relativamente simples o que estas operaciones son complejas y que actúan sobre una información relativamente restringida y simple (Eysenck, 1984). En un sistema de recursos finitos, sin embargo, no se economizan recursos tan sólo en uno de los niveles en que se estructura el sistema. La complejidad de sus procesos o de su estructura simbólica puede, de hecho, reducirse si el sistema en cuestión dispone de reglas que proceden de la indefinida aplicación, directa o recursiva, a una serie homógenea de códigos simbólicos, de una serie de mecanismos u operaciones primitivas. El sistema puede producir, de este modo, un número virtualmente indefinido de expresiones formales consistentes e inéditas. Estos mecanismos u operaciones primitivas multiplican los niveles en que se estructura el conocimiento, reduciendo al mínimo la asignación de recursos. El sistema puede superar, en efecto, si dispone de reglas, los límites estrictos que de otro modo impondría un repertorio restringido de operaciones primitivas y un formato homógeneo de codificación para la expresión de sus representaciones. El sistema logra, precisamente, su adaptación complicando o alterando su estructura simbólica mediante cambios que afectan, en última instancia, al

9 dominio de aplicación de sus reglas. Una regla define cómo se aplica un conjunto de procesos u operaciones a un conjunto específico de representaciones. La distinción entre conocimiento declarativo y conocimiento procedimental no se refiere a dos tipos de conocimiento alternativos en sentido estricto. En una regla se expresa a) el conocimiento declarativo, en tanto afecta, al menos, a una descripción, a la que se aplica en virtud de sus propiedades formales; y b) el conocimiento procedimental, en tanto define la estructura de una descripción, es decir, la sintaxis a la que se someten sus códigos o expresiones componentes. En una serie de modelos computacionales que adoptan esta perspectiva, Holland y Reitman (1981), Langley (1982) y Langley y Simon (1981) muestran como un sistema de recursos finitos puede complicar su estructura simbólica a partir de una serie de datos y operaciones primitivas. En un programa que desarrolla Langley (1981), el sistema detecta ciertas relaciones entre una serie primitiva de variables, somete las descripciones que obtiene a una serie de procesos que le proporcionan nuevas descripciones, que puede, a su vez, tratar, mediante una nueva serie de operaciones; la secuencia puede continuar indefinidamente hasta que se satisface un nivel de abstracción que puede definirse de forma independiente. Las descripciones que el sistema obtiene en cada nivel proceden de la aplicación de una serie de reglas a una serie específica de representaciones. Las reglas pueden representarse, implícita o explícitamente, según su actualización dependa o de la mera distribución de las expresiones formales a que se aplica o de la articulaciónformal de éstas en una expresión simbólica que representa a la regla (Cf. Johnson-Laird, Herrmann y Chaffin, 1984). Una regla puede definirse por referencia a la mera distribución de las expresiones a que se aplica, si procede de la aplicaciónde una secuencia de operaciones a una serie distribuida de datos. Una regla se define, por el contrario, por referencia a su articulación formal si el sistema dispone de una expresión simbólica específica para expresarla. 1.2.2. Formalismos declarativos. El primer objetivo de una teoría semántica es especificar en qué forma se registra y estructura el conocimiento, lo que, en primer término, se expresa en el contenido semántico de las expresiones formales en que se actualiza. La estructura simbólica del sistema puede tratarse, en este sentido, como una base de datos interrelacionados o como una base distribuida de datos modulares. En una base interrelacionada de datos, éstos se disponen en forma de redes según sus relaciones semánticas. El acceso a un dato y/o su eventual modificación puede afectar, virtualmente, al estatuto y configuración de todos aquellos de que dispone el sistema. En una base distribuida de datos modulares, los datos se organizan, en cambio, en módulos o unidades independientes, regulando estas unidades su acceso y distribución. La distinción puede expresarse recurriendo a ciertos formalismos que representan el tipo de estructura a que se someten los datos en el sistema. Los términos de red declarativa y de esquema expresan, respectivamente, una base interrelacionada de datos y una base distribuida de datos modulares. El uso de estos formalismos no se reduce, sin embargo, a servir como instrumentos, útiles sólo cuando se trata de definir la forma en que se estructura una base de datos; su empleo supone, por el contrario, una teoría semántica

10 sumamente detallada, de ahí que la psicología contemporónea no trate estos formalismos sino como expresión de una hipótesis muy general de cómo se estructura el conocimiento y de cómo afecta a la competencia y actuación del sistema. Dicha teoría semántica debe especificar cómo el sistema determina el sentido y la referencia de una representación, lo que se expresa en: a) la comprensión o intensión de su contenido semántico; b) la extensión ó condiciones de verdad de las expresiones formales de que se constituye ó en que se actualiza; y c) en las reglas que rigen las transiciones semánticas en que participa. Depende de qué respuestas se dén a estas cuestiones qué formalismo ha de adoptarse para representar en qué forma se registra y estructura el conocimiento declarativo. 1.2.2.1. Redes declarativas. Una teoría semántica puede expresarse en términos de un sistema de redes declarativas dado que este formalismo permite, en principio, representar satisfactoriamente todos los recursos que un sistema de propósito general puede precisar. El sentido de una oración deriva de una expresión formal en la que se traduce la proposición que el uso de dicha oración contiene. La referencia se trata, en cambio, como una propiedad funcional de las expresiones formales en que se actualiza un uso lingüístico. Las transiciones semánticas en que las representaciones participan obedecen, por su parte, a una serie de reglas formales: una expresión se deriva de otra en virtud de la configuración formal de sus códigos simbólicos sin más constricciones que las que provienen, precisamente, de su sintaxis. En un modelo de red declarativa, el sentido y la referencia de una oración se explican recurriendo a la sintaxis de una expresión simbólica, expresión que caracteriza la proposición en que aquella se traduce. Las expresiones formales se tratan, de este modo, independientemente de su contenido semántico. Los modelos propuestos suponen, en efecto, que la comprensión de una proposición puede definirse sin recurrir a su extensión (Cf. Johnson-Laird, Herrmann y Chaffin, 1984). Las definiciones que proporciona la teoría semántica en que estos modelos se apoyan resultan, de otro modo, circulares: la teoría recurre a variables y relaciones que ella misma contribuye a definir. Esta circularidad se expresa, de hecho, en: a) la ausencia de restricciones empíricas, particularmente en lo que se refiere a las proposiciones que pueden teóricamente formarse; b) la falacia simbólica de las expresiones en qué se representan, que deriva de tratar el significado como una propiedad de naturaleza sintáctica; y c) la ineptitud de los diversos modelos para representar la extensión o condiciones de verdad de una expresión formal. No es posible deducir, sin embargo, de estos defectos que un sistema de redes declarativas sea intrínsecamente inadecuado para representar el conocimiento. No existe, en rigor, ninguna instancia interna al sistema que defina, en sentido estricto, la extensión o referencia de una representación. La referencia sólo puede tratarse como una propiedad funcional de las expresiones formales en que se actualiza el conocimiento. El problema es cómo tratar estas expresiones de manera que puedan representar toda la información que eventualmente sea relevante. Los modelos que emplean redes declarativas para representar el conocimiento se basan en la actuación de tres componentes: a) un mecanismo de asignación que define y distribuye la información que accede a la red; b) una memoria semántica, que consiste en un sistema de

11 enlaces entre los nudos de la red; y c) una serie de procesos que la interpretan. Las relaciones entre los términos de una oración se representan en una red semántica especificando los enlaces que existen entre los nudos que la definen. El primer componente utiliza esta información para construir una representación apropiada del uso lingüístico que analiza. Los procesos que actúan sobre una red semántica expresan el contenido de sus representaciones infiriendo la información relevante y definiendo las relaciones semánticas de las expresiones y de los términos que en éstas se actualizan. La información que puede deducirse no se especifica. El sistema registra una propiedad sólo en el nivel inmediatamente superior del definido por las expresiones a que dicha propiedad se aplica, de ahí que en una red declarativa se elimine, idealmente, toda la informaciónredundante que, de otro modo, se debería especificar. Los modelos de redes hasta ahora propuestos difieren entre sí en: a) la relevancia que conceden a la estructura simbólica respecto de la que atribuyen a los procesos que la interpretan; b) la clase de configuraciones que reconocen, en tanto permiten representar las oraciones que pueden darse en el lenguaje natural; c) las funciones que atribuyen a los nodos y/o enlaces de la red; d) las relaciones semánticas que pueden interpretar; e) la sintaxis de las expresiones formales que se actualizan; f) el tipo de explicaciones que ofrecen de las transiciones semánticas en que participan las representaciones; y g) la forma en que explican cómo actúa el sistema. Ratcliff y McKoon (1981, 1982) han llevado a cabo un pormenorizado anólisis de los modelos de procesamiento que se han propuesto para justificar como procede el sistema cognitivo cuando verifica ciertos enunciados. La revisión de estos modelos contribuye a cuestionar un sistema de redes declarativas como el tipo de estructura a que se somete la memoria semántica. El modelo de Collins y Quillian (1969), que propone una estructura de datos interrelacionados en forma de redes declarativas como base del conocimiento disponible en la memoria semántica, predice que el tiempo que emplea el sistema cognitivo en verificar una descripción es una función lineal de la distancia entre los conceptos tal como se encuentran representados en la memoria. Collins y Quillian (1969) confunden distancia jerórquica entre los conceptos y relación semántica (Conrad, 1972) lo que impide al modelo explicar la rópida falsación de juicios categoriales falsos que incluyen conceptos no relacionados. Los modelos de comparación de rasgos de Rips, Shoben y Smith (1973) y de Smith, Shoben y Rips (1974) corrigen algunos de los defectos del modelo de Collins y Quillian (1969) tan débilmente justificados por sus propios autores (Collins y Quillian, 1972). Smith y als. (1974) proponen un modelo de decisión en dos etapas para dar cuenta de los tiempos obtenidos en la verificación de descripciones categoriales. En la primera etapa el sistema cognitivo calcula la semejanza entre los conceptos comparando sus rasgos componentes; si obtiene un cierto grado de correspondencia de acuerdo con un criterio o esta correspondencia es menor que otro criterio entonces se efectúa la respuesta. Si la cantidad de correspondencia que se ha obtenido se encuentra entre estos dos criterios de respuesta entonces se lleva a cabo la segunda etapa. En esta segunda etapa el sistema computa la semejanza entre los conceptos

12 sólo a nivel de sus rasgos definitorios. El modelo predice que cuanto mayor es esta semejanza entre los conceptos más rápidas y eficaces son las respuestas positivas y más lentas y menos eficaces son las respuestas negativas. Holyoak y Glass (1975) comprobaron que las predicciones del modelo no se ajustan a las latencias obtenidas cuando se utilizan descripciones falsas integradas por términos opuestos. Holyoak y Glass (1975) proponen un modelo alternativo que denominan modelo de búsqueda de marca lóxica. El orden en que se efectúa la búsqueda en este modelo de red viene determinado por la frecuencia con que un término se produce cuando se trata de completar una oración. Sin embargo, este modelo no puede explicar las latencias que se obtienen cuando los sujetos evalúan oraciones anómalas. McCloskey y Glucksberg (1979) desarrollaron un modelo de comparación de rasgos en el que el sistema extrae rasgos secuencialmente para calcular de acuerdo con el teorema de Bayés las proporciones de evidencia positiva y negativa y efectuar entonces la respuesta apropiada. Aparte de ciertos defectos formales, tampoco este modelo explica los resultados obtenidos por Holyoak y Glass (1975) aunque justifica cierta influencia del contexto en la verificación de relaciones semánticas. El modelo de Memoria Asociativa desarrollado por Anderson y Bower (1973) supone que la información lingüística y la información perceptiva se codifican en términos de un sistema de redes declarativas en forma de una serie de proposiciones abstractas. El modelo se propone justificar el hecho de que se recuerde el argumento de las oraciones más que su estructura superficial y que en el proceso de comprensión se lleven a cabo inferencias a partir de la información presentada. Sin embargo, las dificultades que presenta el modelo lleva a Anderson (1976, 1983, 1985) a defender la teoría ACT, cuya versión más reciente trata de superar las limitaciones más evidentes de los modelos previos. Lindsay, Norman y Rumelhart (Rumelhart, Lindsay y Norman, 1972; Lindsay y Norman, 1977; Norman, Lindsay y Rumelhart, 1975) desarrollan un modelo en el que puede reconocerse la actuación de los tres componentes ya mencionados. El modelo permite distinguir entre el conocimiento representado y su uso específico al contemplar la existencia de cuatro tipos de nudos en una red semántica: a) un nudo conceptual, que representa un concepto y las relaciones que afectan a su definición, a saber, las que se expresan por las relaciones "ES UN" -inclusión; "ES" –atribución de propiedades-; y "TIENE" –atribución de partes-; b) un nudo primario, que representa una relación primitiva entre un término y la expresión que le define en la red; c) un nudo secundario, que representa un uso específico de un nudo primario; y d) un nudo de acontecimiento, que especifica las acciones y los objetos implicados en un cierto acontecimiento. El modelo supone que las propiedades generales se registran en un nudo específico, si bien pueden inferirse a partir de la información presentada. Un acontecimiento puede representarse en un nudo secundario, a partir de la descomposición de su estructura superficial en términos de sus primitivos semánticos. La estructura profunda se obtiene sustituyendo los términos de la estructura superficial por las expresiones formales que les corresponden en la red semántica. El modelo de Collins y Loftus (1975) es una versión actualizada del modelo original de Collins y Quillian (1969). Este modelo propone dos etapas en el proceso de verificación. En la primera

13 etapa se activan por un proceso de propagación los conceptos según su inserción en una red declarativa de datos. La activación se propaga paralelamente a partir de un concepto representado por un nudo en la red- y serialmente entre los distintos conceptos enlazados. En la segunda etapa, el modelo propone la intervención de un proceso de evaluación compuesto de varios subprocesos independientes que evalúan la evidencia positiva y negativa que permite efectuar la respuesta. La evidencia de distinto signo se reduce mutuamente. La decisión final es el resultado de un cálculo que se efectúa sobre esta evidencia de acuerdo con el teorema de Bayés. El modelo es capaz de explicar las distintas observaciones obtenidas pero presenta algunas debilidades. El mecanismo de evaluación es, presumiblemente, tan complejo que es díficil asignar alguna función a la primera etapa del proceso (Ratcliff y McKoon, 1982, p. 19). Estimando el tiempo de procesamiento de la primera etapa del modelo de Collins y Loftus (1975), Ratcliff y McKoon (1981) encuentran que el tiempo de activación es demasiado breve. En los experimentos que propusieron, los sujetos estudiaban ciertos pórrafos. Más tarde se les solicitaba que reconocieran alguna de las palabras que aparecían en él. Estas palabras venían precedidas por una palabra próxima o no a la de prueba en el párrafo que habían estudiado. A pesar de variar el intervalo de presentación entre la palabra de anticipación y la de prueba, y controlar la distancia en el párrafo presentado, el efecto de anticipación era homógeneo, lo que cuestiona el papel asignado a la propagación de la activación. Ratcliff y McKoon (1982, p. 19) sugieren que "el proceso de propagación de la activación no puede utilizarse para explicar diversos tiempos de respuesta en distintos tipos de juicios semánticos: las diferentes latencias deben explicarse por el proceso de evaluación". El modelo ACT (Anderson, 1983) se propone justificar estos resultados suponiendo que comparativamente con otros procesos el tiempo de activación es efectivamente pequeño y alcanza rópidamente su asíntota. Sin embargo, esta observación de Anderson (1983) no se justifica a la vista de la crítica de Ratcliff y McKoon (1982) quienes afirman que este proceso es, de hecho, redundante, al justificarse los resultados empíricos en términos de un proceso secundario de evaluación. En una nueva versión del modelo ACT, Anderson y Pirolli (1984) proponen que el conocimiento declarativo puede expresarse en términos de un sistema de redes declarativas, en el que sus nodos representen conceptos y los enlaces entre éstos sus relaciones semánticas. Anderson y Pirolli rechazan, explícitamente, en esta nueva versión, la teoría ACT clásica al pretender justificar los distintos resultados empíricos recurriendo al concepto de propagación de la activación. Anderson y Pirolli (1984) justifican, en efecto, las latencias de respuesta que se obtienen en la verificación de enunciados recurriendo ahora, más que al concepto de propagación como tal, a la complejidad de la decisión que el sistema debe adoptar y al nivel de activación de la red declarativa que le está asociada. El tiempo que el sistema emplea para que una producción se corresponda con la información que se encuentra registrada es proporcional al nivel de activación de la red semántica e inversamente proporcional a la complejidad de la condición que se pretende asociar. Si las latencias de respuesta que se obtienen en las tareas de verificación de enunciados pueden imputarse, de acuerdo con Ratcliff y McKoon (1982) y Anderson y Pirolli (1984), al proceso de decisión más que a la forma en que el conocimiento se encuentra registrado, los

14 modelos de redes pueden perder, al menos, parte de su valor. Los problemas que afectan a la validez de estos modelos no se limitan, sin embargo, a su estatuto empírico sino que afectan también al estatuto teórico del concepto de red declarativa. La evaluación de estos modelos nos permitirá apreciar si explican lo que tratan de explicar. Para evaluar los distintos modelos Ratcliff y McKoon (1982) llevaron a cabo ocho experimentos en los que se presentaban a los sujetos distintos tipos de oraciones simples. El sujeto y el predicado de estas oraciones podían incluir conceptos sinónimos, antónimos, o que mantenían entre sí una relación conceptual. Estas oraciones de estímulo incluían también descripciones perceptivas y descripciones semánticamente anómalas. Los resultados son ilustrativos de los problemas teóricos y empíricos de cada modelo, y una demostración indirecta del papel del proceso de evaluación en la verificación de juicios categoriales. Ratcliff y McKoon (1982) utilizaron dos procedimientos para contrastar las predicciones de cada modelo: uno clósico de tiempo de reacción y otro de señal de respuesta. Este último consiste en que el investigador solicita a los sujetos las respuestas manipulando el tiempo de procesamiento a fin de controlar su curso (Reed, 1973, 1976). Ratcliff y McKoon (1982) obtuvieron una función monotónica de las latencias cuando se verifican descripciones conceptuales en las que se presenta primero el nombre de la categoría y después el nombre del ejemplar, resultado éste que es inconsistente con los modelos de Collins y Loftus (1975), de Holyoak y Glass (1975), y de McCloskey y Glusksberg (1979). Este resultado es compatible con el modelo de comparación de rasgos de Smith, Shoben y Rips (1974) pero se viene abajo cuando se compara la función obtenida en las descripciones categoría-miembro con la obtenida invirtiendo la relación. El segundo resultado que obtuvieron Ratcliff y McKoon (1982) confirma que la verificación de descripciones antónimas es tan eficaz como cuando se verifican descripciones anómalas excepto si se proporciona más tiempo de recuperación. Este resultado es inconsistente con los modelos de McCloskey y Glusksberg (1979) y de Smith, Shoben y Rips (1974). La eficacia obtenida con descripciones antónimas está de acuerdo con las predicciones de Collins y Loftus (1975) y de Holyoak y Glass (1975) pero no ocurre lo mismo con estos modelos cuando se trata de descripciones anómalas. Por último, la comparación de los tiempos de reacción con los datos de señal de respuesta compromete todos los modelos. Las respuestas a oraciones de conceptos antónimos son más rópidas y menos eficaces que las respuestas a oraciones anómalas. A la vista de estos resultados no es posible mantener, como una hipótesis teórica vólida, un sistema semántico de redes declarativas, al menos, en los términos en que lo expresa el concepto de propagación de la activación y dado el estatuto de esta noción en los diversos modelos. Este concepto no puede justificar de hecho los efectos no homógeneos de la relación semántica. Estos efectos se deben a la activación de ciertos procesos de índole atencional que definen "la relevancia de las relaciones entre conceptos para la tarea en cuestión" (Durso, Mukherji y Schavanevelt, 1982, p. 11). La inespecificidad de los enlaces que los distintos modelos reconocen en una red declarativa no permite explicar los diversos tipos de relaciones intensionales que pueden darse en una oración, ni tampoco los juicios semánticos de los sujetos cuando un cierto tipo de relación se presenta (Chaffin y Herrmann, 1981, 1984; Chaffin, Winston y Herrmann, 1984).

15

La comprensión de una proposicióny las relaciones que se dan entre sus argumentos pueden, sin duda, definirse y analizarse (Cf. Evens, Litowitz, Markowitz, Smith y Werner, 1983). Las latencias de respuesta que se obtienen cuando los sujetos evalúan dichas relaciones pueden explicarse analizando en qué medida la relación en cuestión se corresponde con la que se especifica (Cf. Johnson-Laird, Herrmann y Chaffin, 1984). El juicio de si la relación entre los términos de una oración es antónima es más rópido si los términos que participan en la relación son efectivamente opuestos (Herrmann, Chaffin y Daniel, 1984). El juicio de una relación de sinonimia es más rápido si sus argumentos tienen de hecho la misma extensión (Herrmann, 1978; Herrmann, Papperman y Armstrong, 1978). La comprensión de un uso lingüístico sólo es posible, en efecto, en la mayor parte de los casos, si se recurre a la extensión de las proposiciones a que se traduce su uso. La interpretación de los términos de un enunciado depende de la situación a que se refiere más que del sentido de las expresiones en que se integran (Johnson-Laird, Herrmann y Chaffin, 1984). Un sistema que efectúe inferencias sólo a partir de la configuración formal de una serie de expresiones simbólicas carece de procedimientos efectivos que permitan restringir su número a las eventualmente precisas en el comportamiento (Cf. Rieger, 1975). En un sistema semántico el sentido de una proposición deriva, en efecto, de la estructura sintáctica de las expresiones formales en que se actualiza; su referencia ha de derivar, en cambio, de su contenido conceptual, que se expresa en la forma lógica de las expresiones que definen, formalmente, la estructura empírica de los fenómenos en el dominio que representan. Al explicar la referencia de una proposición en términos de su sintaxis, los modelos de redes ignoran el valor de verdad de las expresiones que permiten al sistema la descripción de un cierto estado de hechos. Los estados del sistema se relacionan sistemáticamente con sus interpretaciones según la sintaxis de dichas expresiones y las reglas a que responden en virtud de su estructura sintáctica. Sin embargo, al carecer de restricciones empíricas los modelos de redes no justifican como se representa y estructura el conocimiento. Si bien estas restricciones empíricas provienen sólo de la estructura sintáctica de las expresiones formales en que se actualiza el conocimiento, no pueden, en sentido estricto, depender de ella. La forma de estas expresiones permite, en efecto, representar ciertas restricciones que afectan a las transformaciones que se ejecutan sobre una base de datos, pero esta forma no se expresa a sí misma, sino que expresa, en cualquier caso, un cierto contenido conceptual en virtud del cual se justifican dichas restricciones. No es posible distinguir a priori entre las relaciones que son formalmente posibles y las que de hecho pueden darse de acuerdo con las acciones u objetivos del sistema. Una red declarativa no sería un formalismo apropiado para representar cómo se registra y estructura el conocimiento si no permite especificar todas las restricciones que de acuerdo con su uso operan formalmente sobre dicha estructura. A priori no es posible distinguir entre el sentido y la referencia de una expresión. La teoría semántica que subyace a los modelos de redes debe, en rigor, distinguir entre la clase de relaciones semánticas que son formalmente posibles en una red declarativa y las que de hecho se dan como para que dicha red permita caracterizar efectivamente una serie de hechos o acontecimientos. Al ser la referencia una propiedad funcional de las expresiones sólo puede tratarse en términos de los efectos que éstas inducen y que el sistema se representa.

16 1.2.2.2. Esquemas. Una teoría semántica puede, asimismo, expresarse en términos de una serie de esquemas, dado que este formalismo declarativo permite expresar todos los recursos que un sistema semántico puede precisar, se defina o no este sistema semántico como un sistema de propósito general. El término de esquema, cuya definición es, a menudo, imprecisa en la literatura relevante (Cf. Brewer y Treyens, 1981; Taylor y Crocker, 1981), se refiere a un sistema de expresiones formales cuya estructura sintáctica define ciertas relaciones entre una serie específica de categorías o subesquemas variables (Rumelhart, 1984). Por sus propiedades semánticas estas relaciones pueden ser: a) formales, si así se caracterizan por el contenido conceptual de sus expresiones; o b) funcionales, si se caracterizan por ser contingentes respecto del dominio que representan (Cf. Neisser, 1976). Estas relaciones no son distintas, de hecho, en cuanto a su expresión simbólica pero si lo son, en cambio, respecto de su justificación semántica. De acuerdo con su función, una relación es formal o necesaria si deriva del anólisis del contenido conceptual de sus términos -y se verifica en cualquier modelo del mundo que implique estas expresiones o sus equivalentes- y es funcional o contingente si sólo se verifica en un cierto modelo del dominio que se representa. Un esquema comporta la existencia de relaciones formales y funcionales. El término de guión puede reservarse para tratar de un tipo de esquema cuyas relaciones básicas son funcionales en el nivel específico en que se describe. Ciertos esquemas o guiones pueden articularse en planes (Brewer y Dupree, 1983; Lichtenstein y Brewer, 1980; Norman, 1981) de acuerdo con las metas, objetivos o temas a que el sistema responde (Cf. Schank y Abelson, 1977; Schank, 1982). De la relevancia de estas estructuras de representación complejas dan cuenta algunas de las discusiones más clósicas de la epistemología contemporánea (Cf. Woodfield, 1976). La sintaxis de las expresiones formales en que un esquema se actualiza no es independiente de su contenido semántico. Un esquema permite expresar, en términos de la sintaxis de sus expresiones, las restricciones que afectan a las operaciones que se aplican al esquema cuando se actualiza la información que contiene. En una base distribuida de datos modulares, el conocimiento declarativo se representa en términos de una serie de esquemas más que atendiendo a las expresiones formales e independientes que los constituyen. De su integración en el esquema depende el dominio específico a que como conjunto se aplican. Los esquemas proporcionan una estructura o marco a partir del cual es posible interpretar, en función del conocimiento previo, los datos que ingresan en el sistema (Brewer y Nakamura, 1984). La estructura a la que estos se someten facilita el procesamiento de nueva información, restringe la aplicación de ciertas operaciones a las que el sistema requiere y adecúa el procesamiento a lo que se espera en función del contexto específico en que el sistema cree que se encuentra. La teoría semántica en que se sustenta la teoría de esquemas postula la existencia de dos niveles de representación. En primer término, un esquema representa un proposición, a la que se traduce, cuando se actualiza o se usa su expresión lingüística, en virtud de la sintaxis de sus expresiones. En segundo término, un esquema representa un cierto estado de hechos en tanto la forma lógica de dichas expresiones caracteriza la estructura empírica de los fenómenos en el dominio que representa. Esta distinción implica la existencia de mecanismos

17 de representación específicos e incluso la existencia de estructuras de procesamiento diferentes actuando a distinto nivel. El primer nivel viene representado por la información genérica que contiene el esquema, que es específica del dominio a que se aplica en la experiencia; el segundo nivel se expresa en la información episódica que le actualiza. Un esquema puede, entonces, definirse como un sistema computacional, cerrado, de expresiones formales, que contiene, como tal, un conjunto de terminales abiertos -ranuras o radicales libres- que aceptan una serie alternativa de expresiones formales episódicas de la misma naturaleza. Una ranura es un dispositivo o mecanismo según el cual puede asignarse al esquema un cierto rango de expresiones o subesquemas variables. Los esquemas son, pues, sistemas distribuidos de datos, en virtud de cuya sintaxis es posible, mediante un mecanismo de asignación estricta, la sustitución de un dato por otro que pertenece a la misma clase. La información que se procesa activa un esquema definiendo las condiciones que debe satisfacer para que dicha información se le asigne. El primer nivel o nivel superior de un esquema es prescriptivo: la información que contiene es fija o invariable y representa un tipo de conocimiento que siempre se cumple en el contexto en que se aplica (Santa Cruz, 1985), su asignación es, pues, estricta en el dominio que el esquema representa; el segundo nivel o nivel inferior es predictivo: la información que contiene es variable y representa un tipo de conocimiento específico que depende del contexto en que se actualiza, su asignación es, pues, condicional en función de los valores que van tomando sus variables en dicho contexto (Brewer y Nakamura, 1984). El primer nivel se caracteriza por ser alternativo: proporciona una descripción que excluye cualquier otra en el mismo contexto. El segundo nivel es optativo o permisivo: proporciona una descripción eventualmente compatible ó no con otras que pueden efectuarse en el mismo contexto. La comprensión o intensión de una proposición deriva de la sintaxis de las expresiones formales que la representan y de las reglas que rigen sus transiciones semánticas; su extensión deriva, por el contrario, de la actualización del esquema y de la información que éste contiene en función de la información episódica que se procesa. Los valores que toman las variables de un esquema definen un modelo particular de un cierto estado de hechos que el esquema contribuye a caracterizar. Ambos niveles son necesarios para explicar como el sistema interpreta los acontecimientos y deduce la información que precisa y no ha sido proporcionada (Cf. Mani y Johnson-Laird, 1982; Ehrlich y Johnson-Laird, 1982). Al contrario que una red declarativa un esquema permite representar la información episódica de un estado de hechos interpretóndolo en el contexto de la información de que el sistema dispone (Johnson-Laird, Herrmann y Chaffin, 1984). Esta distinción entre un nivel superior y un nivel inferior de un esquema ya fue sugerida por Bartlett (1932) al oponer los conceptos de esquema e imagen mental para explicar cómo se registra y estructura el conocimiento frente a cómo se usa. Los esquemas ponen de manifiesto la tendencia del sistema cognitivo "a interpretar el material presentado de acuerdo con el sentido general de nuestra experiencia previa" (Head, 1916, p. 231) reconocióndose, en ello, su naturaleza activa y su responsabilidad en la producciónde respuestas adaptativas (Bartlett, 1932, p. 201). Un esquema prescribe cómo ha de organizarse la informacióny de qué naturaleza ha de ser la que no se proporciona. Su organización en dos niveles de representación justifica su carácter generativo y la índole abstracta o genérica de la información que contiene. La

18 información específica, cuya "persistencia (...) es un fenómeno innegable" (Bartlett, 1935, p. 107) "es, de hecho, un logro de la consciencia" (Bartlett, 1935, p. 225) de entre los más caracterizados y significativos. Esta distinción, apenas apuntada en la obra de Bartlett, multiplica el valor teórico y metodológico del concepto de esquema al articular en una teoría semántica unitaria los procesos de registro y de asignación, lo que exige reconocer la existencia de mecanismos específicos de cada nivel de representación. La teoría de esquemas, propuesta para justificar los fenómenos de conducta más complejos (Cf. Bobrow y Norman, 1975; Fillmore, 1975; Minsky, 1975; Rumelhart, 1975; Schank y Abelson, 1975; Schmidt, 1975), supone la actuación de dos componentes: a) un sistema de mecanismos o de procesos de activación, que opera sobre un sistema de memoria modular de acceso distribuido cuyos esquemas activa según el dominio a que pertenecen y altera si así lo decide el sistema tras su aplicación; y b) un sistema de mecanismos o de procesos de asignación, que actuando en el marco de un sistema de memoria activa o de control identifica las variables del esquema y distribuye la información proporcionando al sistema cognitivo un modelo específico de la asignación. El primer sistema de procesos permite construir una estructura básica de representación a partir de la cual es posible determinar el valor de sus variables. A pesar, sin embargo, del alcance de la teoría de esquemas, no existen, hasta ahora, modelos que justifiquen cómo es posible identificar un dominio a partir de un sistema modular de memoria distribuida y cómo es posible construir un modelo específico de la situación a partir de los esquemas activados. La teoría de esquemas adolece de precisión al carecer de un modelo explícito de procesamiento. El carácter general e impreciso de sus supuestos torna difícil sino imposible una demostración inequívoca de sus predicciones y postulados. A pesar de ello, no obstante, disponemos de un corpus teórico y empírico suficientemente riguroso y amplio que demuestra la existencia de una organización jerárquica y modular del conocimiento cuya estructura temática es posible reconocer así como la naturaleza y funciones de los mecanismos que intervienen en el procesamiento de nueva información. El concepto de esquema se opone a la concepción empirista dominante en la primera psicología científica (Brewer y Nakamura, 1984) al subrayar, frente a aquella, la índole activa del procesamiento de información, el carócter propositivo de la acción humana y la ilimitada capacidad del sistema cognitivo para tratar con un número indefinido de nuevas experiencias a pesar del número finito de sus recursos, tal como se permite recordar la teoría clásica (Cf. Boring, 1950; de Groot, 1965; Mandler y Mandler, 1964). La distinción de la teoría de esquemas entre un nivel superior y un nivel inferior de representación introduce, en efecto, una distinción paralela entre un sistema de procesos de activacióny un sistema de procesos de asignación. Esta última distinción se opone a la concepción empirista clósica al suponer que la información disponible es condición previa de la que se procesa. La teoría se enfrenta al problema de caracterizar qué información puede deberse a la acción de un proceso específico de asignación, ó, en otros términos, qué información procede de la información genérica del esquema y cuál es, en cambio, episódica y procede del procesamiento del estímulo. Depende de cómo se interprete, de si las representaciones se entienden en términos de la información registrada o en términos de su generación y uso qué responsabilidad puede atribuirse a uno u

19 otro sistema de procesos. La justificación de estos distintos efectos pasa por determinar qué función cumplen las imógenes mentales y qué papel cabe atribuir en su generación al conocimiento de que se dispone. La comunidad representacional entre percepción e imaginación (Cf. Farah, 1985) puede contribuir a explicar esta distinción entre la información que se requiere en la categorizacióny la generación de estímulos internos o externos y la que se hace explícita en la percepción (Brewer y Nakamura, 1984). Los productos de las operaciones que actúan sobre la información genérica del esquema son conscientes no así la estructura de datos que les sirve de soporte (Cf. Brewer y Pani, 1983). En una serie de experimentos que trata indirectamente este mismo problema, Jacoby y Dallas (1981) demuestran que variando previamente el nivel de procesamiento de una serie de estímulos es posible que quede afectado el reconocimiento que se basa en la memoria pero no su reconocimiento perceptivo. De este modo, Jacoby y Dallas (1981) distinguen entre un tipo de reconocimiento que exige recuperar información de la memoria y otro tipo de reconocimiento que se sirve de la información que se procesa en la percepción. Otras variables, por el contrario, afectan del mismo modo a ambos tipos de reconocimiento (Cf. Carroll y Kirsner, 1982). La repetición de una serie de estímulos mejora su reconocimiento perceptivo. A este efecto de la experiencia lo denominan Jacoby y Dallas (1981) fluidez perceptiva. Controlando este efecto, sugiere Jacoby y Dallas, es posible distinguir entre la información que se presenta y la que ya ha sido registrada. De acuerdo con este planteamiento, Gillund y Shiffrin (1984) suponen que los juicios de reconocimiento vienen determinados por la acción simultónea de dos procesos: un proceso asociativo entre los estímulos presentados -en rigor un proceso de búsqueda en la memoria- y un proceso de autocodificación- un proceso que, por repetición, produce el efecto de fluidez perceptiva. En dos experimentos que llevan a cabo para estudiar como intervienen estos procesos en el de reconocimiento, Johnston, Dark y Jacoby (1985) corroboran que la fluidez perceptiva -rópida identificación de un estímulo- es uno de los factores que contribuyen a que un estímulo se reconozca como habiendo sido ya presentado. La identificación de las variables del contexto que una vez manipuladas pueden afectar al rendimiento posterior en una tarea de reconocimiento y en una tarea de recuerdo es uno de los temas de estudio cruciales para decidir qué información se registra y cuól se usa a partir del contexto. De esta distinción de Jacoby y Dallas (1981), posteriormente corroborada, así como del hecho de que la memoria se sirva de los indicios proporcionados por el contexto (Tulving, 1976) para que el sistema pueda disponer de sus contenidos, se deduce que el sistema cognitivo conjuga en sus representaciones actuales la informaciónque ingresa y la registrada. Las expresiones formales en que se resuelve el contenido semántico de un esquema no son, necesariamente, primitivas. Un esquema puede consistir de una serie de expresiones elementales o de otras expresiones más complejas que las integran. Estas expresiones complejas pueden, eventualmente, constituir subesquemas formando parte de esquemas de nivel superior. Desde esta persepctiva, un esquema es una unidad compleja de información que se compone de expresiones formales ordenadas en estructuras jerórquicas de acuerdo con su nivel de complejidad (Fiske y Linville, 1980; Hastie, 1981; Rumelhart, 1984; Rumelhart y Ortony, 1977; Taylor y Crocker, 1981).

20 Un esquema proporciona un modelo específico de la situación en virtud de la estructura condicional de sus expresiones, que, a su vez, se caracterizan por su contenido conceptual y la naturaleza de las relaciones que adoptan las categorías o conceptos de que se constituyen. Atendiendo a la naturaleza de sus expresiones básicas un esquema puede ser formal o funcional (Neisser, 1976). Esta distinción, que permite distinguir, en sentido estricto, entre esquemas y guiones, no supone, sin embargo, que ambos tipos de esquemas difieran, de hecho, en su expresión simbólica o que no se rijan por los mismos principios de operación y representación. Todo esquema o guión comporta la existencia de ambos tipos de expresiones semánticas. Un guión es un tipo de esquema en que el orden contingente de sus expresiones varía según el dominio en que eventualmente se verifica. Una organización jerárquica estricta no explicaría la sensibilidad del sistema cognitivo al orden contingente en que ocurren los fenómenos, de ahí que un guión responda en su estructura interna a la necesidad de organizar temporalmente los acontecimientos como de hecho suceden en la experiencia (Abbott, Black y Smith, 1985). El sistema cognitivo decide por referencia al contexto y a los objetivos que se propone obtener qué descripciones son potencialmente adecuadas y en qué condiciones es posible, conformándose a ellas, la consecución de sus objetivos. Un esquema determina el curso de la acción al establecer en qué forma es lícito interpretar un acontecimiento del medio y con qué clase de acciones generales se asocia, de hecho, su descripción (Gibson y Spelke, 1983). La formación de jerarquías conceptuales inclusivas y transitivas se basa en el descubrimiento de una relación partitiva entre los miembros y las categorías que los agrupan como clases lógicas, organización que luego se complica con el reconocimiento entre los miembros de ciertas relaciones de semejanza que aseguran la transitividad de ciertas propiedades a distintos niveles (Markman, 1984). Las jerarquías conceptuales no son sólo taxonómicas, no se establecen sólo entre conceptos que se rigen por relaciones inclusivas y asimétricas estrictas. Por el contrario, las jerarquías conceptuales se forman también entre conceptos de naturaleza más compleja que no se atienen a una rígida relación transitivo-inclusiva. Esta disposición del sistema a reconocer no sólo relaciones taxonómicas sino relaciones de parte a todo justifica que la organización de la memoria progrese reconociendo relaciones jerárquicas estrictas entre conceptos previamente estructurados por sus relaciones temáticas (Whitney y Kunen, 1983). en el curso del desarrollo del lenguaje infantil, Murphy y Hutchinson (1984) han mostrado como los niños inducen el significado de los términos determinando su referencia a partir de dos supuestos. El primer supuesto indica que los términos lingüísticos, cuando se emplean, se refieren a objetos que presentan ciertas relaciones de semejanza y no se refieren a cómo se organizan temáticamente en la experiencia. El segundo supuesto indica que los términos tienden a ser exclusivos entre sí (Markman, 1984). La organización y significado de los términos del lenguaje natural depende, en primer término, de que el sistema circunscriba en qué contextos se usan, para luego, en un segundo término, decidir a qué objetos o acontecimientos específicos se refieren. Esta anterioridad en el desarrollo del léxico se justifica, precisamente, por el papel que los esquemas cumplen en la organización de la experiencia. El desarrollo que observan los términos del lenguaje natural justifican esta anterioridad psicogenética de los esquemas. La disposición de los términos lingüísticos para referirse a clases y colecciones no es sino una de las manifestaciones más

21 significativas de esta prioridad de los esquemas en la comprensión de la experiencia (Mandler, 1979; Markman, 1981). En un estudio experimental en el que analizan las distintas explicaciones que se han ofrecido del fenómeno de interferencia proactiva, Wickens, Moody y Dow (1981) proporcionan una serie de datos experimentales que justifican la realidad psicológica de los esquemas. Wickens y als. (1981) tratan de analizar dónde tienen lugar los efectos de interferencia y cuál es la naturaleza del proceso de recuperación que les afecta. Variando un procedimiento que es habitual en este tipo de estudios, y utilizando el paradigma de reconocimiento de Sternberg (1969), Wickens y als. (1981) controlaron el número de ejemplares de las respectivas categorías para determinar si el tamaño de éstas afectaba a su recuperación. Dos explicaciones se han propuesto para justificar el fenómeno de interferencia. La hipótesis perceptiva (Carey, 1973; Dillon, 1973; Kintsch, 1970; Turvey, Mosher y Katz, 1971), en palabras de Kintsch (1970, p. 170), explica de la siguiente forma el fenómeno: "puede ser que los nuevos ejemplares -los items o al comienzo de una lista o siguiendo a un cambio en el material- se atiendan siempre. Estos items acceden a la memoria a corto plazo, pero una vez en ésta rebasan su capacidad de registro para los casos ejemplares de una cierta clase, y así los items adicionales no siempre se procesan". La hipótesis alternativa sostiene que el fenómeno de interferencia es el resultado de un fenómeno de competición de respuestas que se hace evidente en la recuperación(Watkins y Watkins, 1975; Wickens, 1970). Wickens y als. (1981) confirmaron en todos sus extremos esta última interpretación encontrando el efecto de interferencia sólo en la memoria secundaria y un tiempo de revisión de los items homógeneo e independiente de la estructura de memoria implicada. Más importante es el hecho de que estos efectos de interferencia solo aparecían a nivel del conjunto de ejemplares que se presenta, no recuperóndose, sin embargo, cada ejemplar como tal. Lo que se recupera no es la lista sino un indicador o puntero, por eso "el tiempo de recuperación es independiente del número de items a los que este puntero remite, pero la presencia de otros punteros de lista semejantes retrasan el acceso al que comúnmente se desea (el efecto de interferencia)" (Wickens, Moody y Dow, 1981, p. 18). Además de confirmar las teorías de generaciónreconocimiento en relación con el proceso de recuperación(Cf. Anderson, 1976), la experiencia de Wickens y als. (1981) prueba directamente la estructura modular y distribuida del conocimiento registrado. En una nueva serie de experimentos, Wickens, Moody y Vidulich (1985) reproducen y amplían los resultados obtenidos por Wickens y als. (1981). El primer experimento consistía en presentar de dos a cuatro miembros de una serie de categorías seguidos por un ejemplar de prueba, miembro de esta misma categoría o de otra categoría alternativa. Este diseño era idéntico tanto en el caso en que se estudiaba el comportamiento de la memoria primaria como en el caso en que se estudiaba el de la memoria secundaria. El efecto de interferencia se controlaba presentando primero una serie de miembros de la misma categoría y cambiando a otra categoría despues de una serie de tres ensayos. El anólisis de resultados tenía en cuenta los efectos del tipo de memoria implicada (memoria primaria o secundaria), el tamaño del conjunto (o tasa de revisión), el tipo de miembro que servía de prueba y el nivel de interferencia. Se trataba de corroborar los resultados obtenidos en los primeros experimentos de Wickens y als. (1981). Los datos que obtienen Wickens y als. (1985) son, a

22 este respecto, inequívocos. El efecto de interferencia se debe únicamente a la memoria secundaria como se pone de manifiesto en la interacción que se observa entre nivel de interferencia y tipo de memoria. "Otro hallazgo conceptualmente relevante era la naturaleza paralela de las curvas de Memoria Primaria y Memoria Secundaria, que nos llevaron a la conclusión de que el conjunto de memoria se recuperaba como un todo y no miembro por miembro (...) independientemente del tipo de prueba y del tamaño del conjunto" (Wickens, Moody y Vidulich, 1985, p. 159). El segundo experimento de Wickens y als. (1985) fue diseñado para analizar los efectos del tamaño del conjunto de memoria que se presenta a estudio sobre el proceso de recuperación. La tarea inicial del proceso es recuperar la lista como tal. En el caso en que la información que se proporcione consiste de un único miembro es posible que el proceso de recuperació nproceda a recuperar el ejemplar en cuestión y no el puntero que determina la categoría a la que pertenece. Es, entonces, razonable esperar que el tiempo que se tarda en recuperar un item sea más breve si se accede directamente a este miembro que si este acceso tiene lugar a travós del puntero de lista. La cuestión es, pues, si un conjunto de memoria de un solo miembro difiere en tiempo de recuperación de conjuntos que se componen de un número mayor, donde el tiempo de recuperación se define como la diferencia que existe en el experimento entre las condiciones de memoria primaria y memoria secundaria. El hecho de que Wickens y als. (1985) no obtengan ningón tipo de interacción significativa entre tipo de memoria y tamaño del conjunto confirma que el tiempo de recuperación es independiente y que se recupera de la misma manera una serie de ejemplares de una categoría que uno sólo de sus miembros. Estas experiencias ponen de manifiesto, tentativamente, la naturaleza modular y distribuida del conocimiento registrado. La organización de la memoria semántica en esquemas es asimismo evidente en la investigación que Whitlow, Smith y Medin (1982) llevan a cabo. Whitlow y als. (1982) diseñaron tres experimentos en los que comparaban el nivel de recuerdo de un conjunto de oraciones cuyos predicados estaban relacionados con el de un conjunto de oraciones cuyos predicados no presentaban esta propiedad. Los sujetos aprendían estas oraciones y respondían posteriormente a una prueba de reconocimiento en la que se les presentaban ambos tipos de oraciones con oraciones distractoras formadas a partir de la combinación en un nuevo orden de los sujetos y predicados de las oraciones primitivas. En los dos primeros experimentos obtuvieron un efecto de difusión, tal como predice la teoría ACT (Cf. Anderson, 1983), sólo cuando se utilizaban oraciones cuyos predicados no estaban relacionados. Este efecto de difusión se manifiesta en las mayores latencias de respuesta cuando el número de hechos que integra un concepto aumenta. En el tercer experimento comprobaron que la correlación de predicados reduce o elimina el efecto de difusión sólo cuando los sujetos codifican de la misma forma los diversos predicados proporcionados. Cuando los sujetos varían la codificación las oraciones de predicados relacionados presentan los mismos efectos de difusión que se encuentran en el otro tipo de oraciones. La facilitación que tiene lugar en la codificación de las oraciones cuyos predicados se hallan relacionados procede de "la correlación de las interpretaciones proporcionadas a los predicados mas que de su estructura superficial" lo que explica, por consiguiente, que "el efecto de difusión se atenúe" (Whitlow, Smith y Medin, 1982, p. 399). Estos hallazgos confirman que en ciertos casos los sujetos

23 integran en unidades cognitivas superiores la información que procesan aunque ésta se presente de forma separada. La estructura que, como consecuencia de esta integración, adquiere esta información dota a estas unidades de un significado funcionalmente independiente y unitario entre cuyas propiedades emergentes se encuentra el efecto de facilitación hallado por Whitlow, Smith y Medin (1982). La naturaleza más compleja, como representación, de un guión deriva de la clase de conocimiento que contiene. Un guión se compone de un sistema de expresiones formales, ordenadas, según su función semántica, en una estructura jerárquica y temporal. Los guiones, que se constituyen formalmente a partir de otras expresiones más complejas (Schank, 1982), se caracterizan por las relaciones funcionales que adoptan sus componentes. Al igual que los esquemas y que los conceptos o categorías de que se componen, el conocimiento que los guiones permiten registrar procede del análisis de la estructura de los estímulos que afectan al sistema y del análisis de la estructura de las respuestas que éste lleva a cabo pretendiendo su adaptación (Cf. Sóinz, 1986). Un guión se constituye de a) un título o encabezamiento que expresa su estructura global, es decir, en qué condiciones y en qué contextos se aplica; b) una serie ordenada de escenas que caracterizan el contexto o situacióny las acciones generales que se les asocian; y c) una serie de acciones específicas que justifican la realización efectiva de las acciones generales expresadas en una escena (Abbott y Black, 1980; Bower, Black y Turner, 1979; Brewer y Nakamura, 1984; Graesser, 1981; Mandler y Goodman, 1982; Schank y Abelson, 1977; Walker y Yekovich, 1984). Por su estructura modular y distribuida la memoria semántica le permite deducir al sistema una serie de datos, y anticipar otros, a partir de una cierta configuración de esquemas y de guiones que se actualizan al procesar cierta información específica. Estos esquemas le permiten proveerse de un marco de referencia a partir del cual interpretar la situación concreta que se le presenta (Rumelhart, 1984). Las escenas y acciones que forman parte de estos esquemas y guiones no consumen recursos y se integran con los datos proporcionados cuando los sujetos tratan de reconocerlos o recordarlos en un contexto apropiado (Cf. Smith, Adams y Schorr, 1978). Los sujetos proporcionan una serie de escenas y acciones típicas cuando se les pide que describan el contexto o situación que el esquema o guión contribuye a interpretar (Bower, Black y Turner, 1979). Cuando tratan de decidir el orden en que aparecen, el tiempo que tardan resulta ser lo que de hecho sucede normalmente en la realidad (Galambos y Rips, 1982). La estructura jerárquica de un esquema es el tipo de representación más apropiado para llevar a cabo un plan y decidir las acciones que garanticen la consecución de un cierto objetivo (Sacerdoti, 1974). En la comprensión de un texto el sistema procede de acuerdo con los esquemas y guiones de que dispone para efectuar su análisis (Cf. Mandler y Johnson, 1977; Rumelhart, 1977; Thorndyke, 1977). Una narración parece responder a una jerarquía de procesos de solución de problemas: las acciones que conducen a su relación, o expresan un nivel jerárquico superior, se recuerdan mejor que las acciones de resultado incierto o que expresan un nivel jerárquico inferior (Bower y Black, 1980). En un reciente análisis experimental, Abbott, Black y Smith (1985) estudian como se representan los guiones en la memoria semántica, la estructura jerórquica que adoptan los distintos niveles en que se analizan y la organización serial o temporal que atañe a sus

24 contenidos en cada nivel específico. En uno de sus trabajos más clásicos, ya Smith (1981) encuentra que existe un efecto monotónico del número y relevancia de ciertas escenas ausentes en narraciones que se organizan en términos de escenas y un efecto no monotónico de estas mismas ausencias en narraciones que se organizan en términos de acciones. Sus resultados demuestran que las escenas y las acciones no representan el mismo nivel y que el orden temporal en que se suceden los acontecimientos forma parte de la representación que los sujetos forman cuando leen un texto. El efecto monotónico de estas ausencias sólo se presenta cuando el nivel permanece constante, lo que confirma la hipótesis de que estas representaciones se organizan en una estructura jerórquica. Una "representación jerárquica de los guiones predice una asimetría en la generación de inferencias entre títulos y acciones: procesar acciones lleva a deducir los títulos a que corresponden las escenas a que aquellas pertenecen, pero no al contrario. Una representación serial, por otra parte, no predice nada semejante; de este modo contamos con un procedimiento para distinguir empíricamente entre los dos tipos de representaciones que pueden, además, verificarse, en una tarea de reconocimiento" (Abbot, Black y Smith, 1985, p. 184). Los conceptos de esquema y de guión permiten, sin duda, resolver muchas de las ambigüedades más evidentes en el formalismo de red declarativa. La distinción que el término de esquema introduce, a nivel de la representación, entre el sentido y la referencia de una expresión se corresponde con la que, de acuerdo con este concepto, existe entre la sintaxis de las expresiones y su contenido semántico una vez se actualizan. Que un esquema no contenga información de hecho acerca de la extensión con qué se usa reduce el problema de la representación del conocimiento a la cuestión de cómo se especifican y estructuran sus expresiones, y cómo resolviendo su indeterminación primitiva se actualizan de modo que el sistema cognitivo responda a un modelo específico de la situación. 1.2.3. Formalismos procedimentales. El segundo objetivo de una teoría semántica se refiere a cómo especificar el conocimiento procedimental, a cómo se expresan las reglas y afectan a la información que se registra en una base de datos. La actuación del sistema se justifica recurriendo al contenido semántico de las expresiones que se actualizan y a las operaciones que actúan sobre su estructura sintáctica. El conocimiento declarativo supone el conocimiento de los objetos y acontecimientos del medio, y de las acciones y los efectos que, directa o indirectamente, causan sobre el propio medio y/o el organismo (Bobrow, 1975). Para utilizar este conocimiento es preciso que exista un sistema ó, al menos, una serie de procesos y operaciones, que hagan posible: a) la adquisicióny/o actualización de la base de datos; b) la recuperación de la información eventualmente relevante en un cierto contexto; y c) la manipulación sintáctica de dicha base de datos de modo que el sistema cognitivo pueda inferir cierta información útil a partir de la que le ha sido proporcionada (Cf. Gentner y Collins, 1981). Si no fuera posible la interacción de la información que se procesa con la que ya se dispone, el sistema no modificaría, de hecho, su comportamiento. Cuando la base de datos es suficientemente compleja y abstracta es, asimismo, fundamental que el sistema disponga de mecanismos que le permitan recuperar la información pertinente y/ó deducirla en un cierto contexto. El conocimiento declarativo y el conocimiento procedimental son, de este modo, complementarios. Depende de cómo se definan,

25 así es posible determinar sus respectivas características; de ahí que las opciones teóricas que se presentan cuando se trata del conocimiento declarativo, se presenten, en otros términos, cuando ha de tratarse del estatuto teórico y empírico del conocimiento procedimental. La mayor parte de los problemas que surgen en relación con el estatuto teórico y empírico del conocimiento procedimental derivan de la distinción que se introduce entre este conocimiento y el conocimiento declarativo. Esta distinción supone que es posible distinguir, de hecho, entre los procesos y operaciones del sistema y las expresiones simbólicas o representaciones sobre las que actúan. Aceptando esta distinción, es posible distinguir, entonces, entre las constricciones formales que un sistema de operaciones impone sobre una serie de expresiones simbólicas -constricciones que se expresan en la semántica formal a que apela el sistema- y las constricciones materiales que impone el contenido conceptual de sus representaciones -que se expresan en la semántica léxica de sus expresiones-. En tanto las primeras proceden de la arquitectura funcional del sistema, las segundas se justifican si se atiende a las condiciones específicas bajo las que se desarrolla la interacción del sistema cognitivo con su medio, es decir, si se atiende a lo que se representa. La distinción es, no obstante, inmediamente clara sólo si se acepta la que existe, a su vez, entre regla y operación. De otro modo sería posible diseñar un sistema de representaciones que sólo implicitamente incorporara un sistema de reglas -en tanto fuera posible expresarlas por el orden en que se activan y registran sus expresiones-, ó un sistema de procedimientos que sólo implicitamente incorporara un sistema de representaciones -en tanto pudieran reducirse a la asignación que efectúa el sistema de una serie de respuestas a una serie específica de datos de entrada. Un sistema declarativo, sin embargo, no dispondría, en este caso, de mecanismos que permitieran la actualización de sus datos ó, la deducción de otros a partir de los activados. Un sistema procedimental se reduciría a una aplicación indefinida de sus reglas sin los límites que imponen las representaciones a que se aplican. Un sistema que efectúe inferencias sólo a partir de la información que implícitamente contienen sus reglas puede ser incapaz de restringir su número a las eventualmente precisas (Cf. Moore, 1975; Rieger, 1975). La incapacidad de un sistema procedimental para delimitar el alcance de las modificaciones que sobre su base de datos induce el sistema, a través de los cambios que su propia acción provoca en el medio, hace, en la próctica, inviable la reducción del conocimiento declarativo a un esquema de representación de naturaleza procedimental. La defensa unilateral de alguna de las restricciones, formales o materiales, que constriñen la actuación del sistema conduciría a éste a uno de los dos problemas críticos que se han mencionado. El concepto de operación se refiere a cómo se expresa formalmente una regla; las reglas expresan, en cambio, las transiciones semánticas en que participa una serie de representaciones. Una regla es una operación sólo en tanto expresa una cierta relación funcional entre una serie de expresiones, a las que se aplica en virtud de su estructura sintáctica. El conocimiento declarativo y el conocimiento procedimental intercambian sus ventajas y desventajas cuando se representa en sus respectivos términos el conocimiento. Las posibilidades expresivas de un formalismo declarativo frente a un formalismo procedimental dependen de cómo quieran describirse los datos o procesos de que se supone dotado el

26 sistema. Un esquema de representación exclusivamente declarativo permite disponer de toda la información necesaria para describir un cierto estado de hechos pero es impreciso cuando se trata de definir las acciones que deben efectuarse a partir de dicho estado si éste representa un problema para el sistema. Un esquema de representación exclusivamente procedimental puede explicar los procesos ó, incluso, las acciones que debe emprender el sistema pero refleja mal la naturaleza de las representaciones implícitas que justifican, en última instancia, su actuación. La inaccesibilidad de los datos, la impermeabilidad del sistema a los cambios a medida que se requieren y la compleja interacción entre sus representaciones implícitas limitan la especialización de un sistema meramente procedimental y su disposición a satisfacer las demandas específicas de un sistema de propósito general, en tanto los argumentos de una función deben ser independientes de las reglas que los interpretan, aunque éstas no lo sean, a su vez, de la base de datos que identifican. En un sistema declarativo puede alterarse su base de datos ó extraerse inferencias demostrativas según la información que contiene. Un sistema declarativo carece, sin embargo, de dirección y sólo es posible la ejecución ciega de las acciones que eventualmente registra si conoce por completo el dominio que se representa y dispone, al menos, de un sistema de procesos u operaciones independiente de este dominio. El conocimiento procedimental puede describirse en términos de una serie de procesos u operaciones de ejecución algorítmica o en términos de una serie de procesos de ejecución heurística. Las diferencias que existen entre unos u otros procesos residen en: a) el distinto tratamiento de la base de datos; b) el diferente uso de los datos que se generan por acción del sistema; y c) el empleo diferente de los recursos de que presumiblemente se encuentra dotado. En un sistema procedimental algorítmico las acciones se ejecutan recurriendo únicamente a la información de que dispone el sistema, que, en última instancia, especifica los parámetros a que responde la ejecución. Los procesos aleatorios sistemáticos o algorítmicos no necesitan recurrir a más información que la que procede de la base de datos del sistema, ejecutándose las operaciones con independencia de la información que se genera durante el proceso. Un sistema procedimental algorítmico registra meramente asociaciones de las operaciones que ejecuta. Un sistema procedimental heurístico, por el contrario, no se limita a registrar las operaciones que ejecuta sino que registra enunciados de acciones que especifican en qué condiciones se activan. Un proceso heurístico no dispone sólo de la información que el sistema contiene sino que se sirve de la que se genera a medida que se desarrolla la acción. En un sistema de ejecución heurística la incertidumbre asociada a una decisión se resuelve evaluando la información de retorno que procede de la interacción del organismo con su medio y la que dispone o elabora a partir de los efectos que dicha interacción provoca en su base de datos. La elección de un sistema u otro de procesos, -algorítmicos o heurísticos-, depende de cómo se caracterice la actuación del sistema. Si el sistema se limita a la ejecución abstracta de una serie de procesos, que actúan sobre una base de datos sintácticamente indiferente, se define como un sistema de ejecución algorítmica. Si por el contrario, son los datos los que condicionan la actuación de una serie de reglas, ó son éstas mismas las que prescriben a qué estados o representaciones son sensibles, el sistema se define como un sistema procedimental heurístico. Las limitaciones de un sistema algorítmico son obvias a partir de su misma definición. Un sistema de procesamiento ciego dificilmente puede explicar la conducta humana

27 al imponer una distinción estricta entre el contenido conceptual de las expresiones y el control de la ejecución que se supone independiente. La estructura que adoptan los datos y los procesos de control que la activan determinan el tipo de tratamiento a que se someten. Una base de datos se define, en primer término, por el número, naturaleza y contenido de las expresiones primitivas que contiene de cuya articulación deriva el conjunto de representaciones de que dispone. Una representación explícita permite independizar el contenido conceptual y semántico de una expresión de los que dispone en su base de datos. Una red de transición ampliada es un formalismo que expresa como procede en la ejecución de una serie de operaciones un sistema algorítmico; un sistema de producción es un formalismo que representa como actúa un sistema heurístico. El sistema cognitivo humano se encuentra dotado de sistemas algorítmicos y heurísticos actuando a distinto nivel de acuerdo con la naturaleza de los datos y el tipo de resultados que el sistema requiere. Sin embargo, ambos conceptos se usan en su sentido restringido para referirse a la naturaleza de los procesos de decisión en virtud de los cuales el sistema resuelve su incertidumbre. 1.2.3.1. Redes de transición ampliadas. Una red de transición ampliada no es sino una red de transiciónrecursiva de estados finitos. Una red de transición de estados finitos es un tipo de mecanismo que consiste de un conjunto de estados -representados por nodos en la red- unidos entre sí por una serie de arcos representados por enlaces en la red- que llevan de un estado a otro. Este formalismo, concebido por Woods (1970) para justificar como procede el sistema cuando reconoce un uso linguístico, permite representar la gramótica de un lenguaje natural: a) el proceso de segmentación, es decir, la delimitación de la cadena linguística o, en otros términos, el uso de reglas gramaticales y otro tipo de conocimiento para determinar la función de las palabras en una oración con objeto de crear una estructura comprensiva que permita reconocer su significado; y b) el proceso por el que se usa la gramática, es decir, la forma en que la cadena linguística se contrasta con los esquemas de la gramática tratando de representar una cadena linguística en términos de una serie de pautas sintácticas significativas. Desde esta perspectiva, el lenguaje se define como un conjunto ilimitado de cadenas de longitud finita formadas a partir de un vocabulario finito de símbolos. La gramótica se especifica por medio de: a) categorías sintácticas, que se refieren a símbolos no terminales o variables -la oración y sus constituyentes gramaticales-; b) los símbolos terminales -los elementos que se integran en una cadena linguística, en general las palabras; c) las reglas de reescritura o producciones que especifican las relaciones entre cadenas de símbolos terminales y no terminales definiendo, de este modo, qué conjunto de combinaciones de entre las posibles respeta las reglas de la gramática de un lenguaje dado; y d) el símbolo de comienzo. En una red de transición de estados finitos los arcos se denominan de acuerdo con las relaciones que reconoce la gramótica expresando que elementos o palabras deben encontrarse en la cadena linguóstica para que pueda darse la transición especificada. Una red de transición acepta una secuencia de palabras sólo si alcanza un estado final a partir de un símbolo de partida. Una red de transición recursiva no es más que una prolongación natural de una red de transición de estados finitos en la que las etiquetas de un arco pueden incluir, además de

28 símbolos terminales, símbolos no terminales que representan a una nueva red a la que puede cederse temporalmente el control durante el proceso de segmentación de un uso linguístico (Barr y Feigenbaum, 1981). Una red de transición ampliada es una red de transición recursiva que incluye: a) una serie de retenes que registran cierta información generada durante el proceso en que se analiza un uso linguístico;b) una serie de arcos que, además de incluir clases de términos o categorías sintácticas, pueden disponer de tests que determinan qué condiciones deben satisfacerse para que se dé la transición especificada; y c) acciones, que pueden asociarse a un arco o ejecutarse una vez se haya producido la transición que este arco expresa. Frente a los formalismos que le preceden, una red de transición ampliada permite construir descripciones estructurales profundas de una oración. Una red de transición ampliada incluye, sin embargo, un componente heurístico al definir la transición entre los estados de la red según las condiciones que se especifican en los arcos que la constituyen y las acciones que les están asociadas. Este componente heurístico, aunque amplia el valor teórico de este formalismo, oscurece, al mismo tiempo, el significado que debe atribuirse a una interpretación algorótmica del conocimiento procedimental. 1.2.3.2. Sistemas de producción. Un sistema de producción es "un formalismo para expresar de qué modo un sistema de procesamiento puede responder al estado de conocimiento en que se encuentra (...). Una producción es una regla que consta de una condición y una acción asociada. La condición comprueba el estado de conocimiento actual del sistema (...). Si se satisface la condición, entonces se ejecutan sus acciones, cambiando el estado de conocimiento. A un conjunto de producciones que cumplen una función específica se le denomina un sistema de producción" (Klahr, 1980, pp. 129-30). Un sistema de producción consta de tres componentes: a) una regla base, constituida por una serie de reglas de producción; b) una estructura de datos registrada en un retén, que representa un contexto; y c) un intérprete, que controla la actividad del sistema. En un sistema de producción, una acción se ejecuta si el contexto satisface la condición de la producción que la activa. Las acciones que se ejecutan pueden modificar el contexto, activándose nuevas acciones a partir de las condiciones que, de este modo, satisface el nuevo contexto. El intérprete es un mecanismo o programa que decide en qué orden y qué acciones deben ejecutarse una vez el contexto satisface las condiciones de una serie de producciones. Los sistemas de producción operan mediante ciclos. En la primera fase se compara el estado de conocimiento del contexto con las producciones que se especifican en la regla base. En la segunda fase se resuelven los conflictos que surgen en el caso en que se active más de una producción. En la tercera y última fase se ejecutan las acciones activadas en la secuencia que ha establecido el intérprete. De las tres fases de que se constituye cada ciclo de ejecución de un sistema de producción, la primera es la que requiere recursos computacionales más complejos. El problema es cómo debe organizarse la regla base, en aquellos casos en que el contexto que permite la activación de sus producciones es suficientemente complejo, de tal forma que la recuperación de las producciones afectadas se produzca con rapidez y eficacia. Para determinar qué producciones

29 deben activarse en un cierto contexto, pueden agruparse en unidades funcionales de acuerdo con las condiciones que las especifican. En la fase de resolución de conflictos el sistema decide en qué secuencia han de ejecutarse las producciones activadas de acuerdo con una serie de principios de ejecución generales y los objetivos que se propone obtener. Las estrategias de resolución de conflictos afectan a la sensibilidad del sistema al contexto, a la estabilidad de la base de datos y a su habilidad para adaptarse a los cambios que se requieren cuando ha de llevarse a cabo una secuencia relativamente amplia y compleja de acciones. Por su estructura modular, las producciones de un sistema de producción pueden alterarse, añadirse o desaparecer sin que afecten a la serie de producciones que permanece inalterable. Aunque puede cambiar la ejecución del sistema, una regla de producción no tiene efectos directos sobre las otras reglas con las que se comunica sólo por medio de la estructura de datos del contexto. Al condicionar la interacción de sus reglas, un sistema de producción dificulta la adaptación del sistema conducióndole a una actuación deficiente (Rychener, 1976). En todos los sistemas existe algún tipo de interacción entre los datos de que dispone (Winograd, 1975); sin embargo, esta interacción no debe necesariamente atribuirse a los datos a los que se tiene acceso tanto como a los que proceden o resultan de estos recursos o que produce el sistema. Dado que en cada sistema de producción las acciones se ejecutan en una cierta secuencia según como se activen por el contexto las producciones de la regla base, es dificil que un sistema de producción sea eficiente en aquellos casos en que un proceso de razonamiento exija una secuencia de acciones predeterminada (Barstow, 1979). Respecto de este problema se han ofrecido algunas soluciones (Lenat y McDermott, 1977). Un sistema de producción, por último, es en la próctica incapaz de representar un proceso de ejecución algorítmica a menos que se renuncie a su estricta modularidad, a su naturalidad expresiva y a la uniformidad impuesta a las producciones de su regla base. Un sistema de producción describe sólo aquellas parcelas de conocimiento que se resuelven en la ejecución de ciertas acciones -naturalidad expresiva-, siendo, en cambio, incapaz de representar aquellas transiciones no estrictamente vinculadas a la actividad del sistema. La uniformidad de las producciones se expresa en el hecho de que ninguna producción contenga una jerarquía de subrutinas o subproducciones que permita representar el proceso de ejecución de un sistema algorítmico. Estas deficiencias no son, sin embargo, insuperables. Cuando el sistema se torna mas complejo, la condición de una producción puede venir representada por una función que puede alterar el contexto o la secuencia de control sin ser necesariamente activadas las acciones asociadas. Del mismo modo, la acciónde una producción puede incluir variables cuyos valores se precisan durante el proceso de ejecución, variables que pueden asimismo afectar a la ejecución de una serie de programas más que al contexto mismo. Estas acciones podrían afectar incluso a la activación o desactivación de otras producciones registradas en la regla base. Un sistema de producción puede aplicarse a aquellos dominios en que, a) el conocimiento es difuso frente a aquellos en los que se dispone de una teoría unificada; b) los procesos pueden representarse como un conjunto de acciones independientes más que como un conjunto de

30 acciones interdependientes; y c) el conocimiento declarativo y el conocimiento procedimental sean independientes (Barr y Feigenbaum, 1981). 2. Estructura modular del sistema cognitivo. El problema que afecta a todos los formalismos -declarativos o procedimentales-, empleados para expresar como se registra y estructura el conocimiento, es su incapacidad para representar los efectos que se deducen de las acciones que efectúa el sistema en el mundo y repercuten sobre la base de datos que lo representa. El sistema cognitivo actualiza su base de datos mediante una serie de procesos de fijación de creencias que afecta a cómo se registran y estructuran sus representaciones. Dado que no todas se encuentran directamente vinculadas a la actuación, el problema es cómo definir la función -que expresa las regularidades que se observan- de forma que en un cierto contexto el sistema mantenga sus representaciones correctas y altere, en cambio, aquellas que de no modificarse le conducirían a una mayor desadaptación. Una base de datos sólo se modifica si se requiere la manipulación sintáctica de la información que contiene, de ahí que provenga del anólisis de estos procesos los criterios por los que puede reconocerse de qué forma se estructuran las representaciones y actúan sobre ellas las operaciones de que dispone. 2.1. Modularidad funcional del sistema. ¿Cómo decide el sistema qué representaciones debe alterar, y cuáles, en cambio, mantener?. Este problema -conocido con el término "problema del marco de referencia"- no es fócil de resolver y las únicas alternativas de las que se sospecha que puedan conducir a su solución aceptan partir de la estructura modular del sistema y de la naturaleza modular y distribuida del conocimiento declarativo. La noción de modularidad define un tipo de sistema que se caracteriza por estar dotado de una base distribuida de datos modulares y una serie de sistemas de producción que especifican las condiciones en que se actualizan. El término sistema de producción sustituye, en este contexto, a cualquiera de los formalismos que expresan la estructura modular del conocimiento procedimental. El problema del marco de referencia puede presentarse atendiendo a: a) cómo se adquiere o actualiza el conocimiento; y/ó a b) cómo se recupera y utiliza la información. El sistema debe actualizar sus representaciones ante las nuevas experiencias de modo que su actuación sea eficaz tanto durante el desarrollo de una tarea como despues de haber concluido su ejecución. La primera forma en que se presenta este problema se refiere a cómo el sistema planifica su actuación, previendo los efectos que se derivan de su conducta sobre su propio estado, y cómo registra sus consecuencias tanto en el caso en que lleguen a ser demostrativas cómo en el más probable de que no lo sean. La segunda forma en que se presenta se refiere a cómo el sistema deduce, a partir de su base de datos, la información que le es, eventualmente, pertinente, recuperando, primero, la información que es relevante y manipulando o determinando, después, la estructura sintáctica de las expresiones que le sirven como premisas en el proceso. El sistema deductivo puede ser a) monotónico o no monotónico; b) consistente o inconsistente; y c) completo o autofinalizado.

31

El término de monotonicidad expresa que una proposición debe derivarse de una serie de proposiciones, si se deriva de un conjunto menor de las que dicha serie contiene cuando se aceptan como premisas. Dado que el sistema no puede responder, al menos en principio, a una lógica distinta según el tipo de representaciones comprometidas (Cf. Reiter, 1978), una base distribuida de datos modulares sólo puede interpretarse recurriendo a un sistema procedimental heurístico de ejecución modular y de acceso distribuido (Sainz, 1986); una red declarativa, en cambio, sólo puede interpretarse recurriendo a un sistema heurístico si se restringe la interacción entre sus representaciones. El término de consistencia define una propiedad del sistema deductivo según la cual todas las conclusiones que pueden extraerse se siguen necesariamente de las premisas cualquiera sea la forma en que se representen en la base de datos del sistema. Por último, un sistema deductivo es completo o autofinalizado según extraiga, a partir de una serie de premisas, todas las conclusiones ó establezca sólo la verdad de aquellas que el sistema requiere. Dado que ni el sistema cognitivo puede llevar a cabo un número indefinido de inferencias (Cf. Rieger, 1975), ni el conocimiento completo de un dominio le basta para extraer todas las conclusiones que eventualmente requiere (Moore, 1975), la consistencia y completud de un proceso de inferencia no son requisitos necesarios ó condiciones indispensables para su funcionamiento. Que el sistema cognitivo humano es inconsistente y autofinalizado es evidente a partir de un número extraordinario de datos experimentales aportados desde las más diversas perspectivas teóricas, y especialmente en lo que se refiere al proceso heurístico de resolución de problemas (Cf.Fernández González, 1986). Que el sistema deductivo es no-monotónico es evidente, asimismo, incluso en el tipo de descripciones de que dispone o el sistema efectúa cuando así se le demanda (Flannagan, Fried y Holyoak, 1981; Martin y Caramazza, 1980; Neumann, 1977; Sainz, 1985, 1986). Fodor (1983) ha caracterizado un sistema modular como un tipo de mecanismo computacional específico que reconoce sólo cierta clase de información, a saber, la que la estructura de este mecanismo caracteriza como específica de su dominio. Fodor (1983), que sólo reconoce este carócter modular a los sistemas de acceso de información, señala que un sistema cognitivo es modular cuando: a) puede delimitarse su naturaleza ó su estructura neurológica; b) la información que procesa es específica; c) su procesamiento es automático y obligatorio; c) ejecuta un tipo de análisis específico y característico sobre la información que ingresa; d) la información central a la que accede es limitada; y f) su ejecución observa una evolución y un ordenamiento característico. Los sistemas computacionales que entran en juego en el análisis perceptivo sólo responden a ciertas propiedades específicas de la información de entrada. Su especialización consiste en establecer una serie de condiciones sobre la información que puede acceder o las hipótesis que pueden proyectar cuando procesan cierta información que les es específica. Su objetivo básico es reducir el número de relaciones que es preciso considerar para identificar la información que ingresa en el sistema. De este modo, un sistema de entrada se limita a analizar y codificar la información de forma que el sistema central pueda identificarla y decidir sus respuestas de acuerdo con la descripción que le proporciona. Ninguna de estas propiedades, que explican el comportamiento de un sistema modular, puede atribuirse, según Fodor (1983), al sistema central que es responsable del proceso de fijación de creencias. Al suponer que el proceso de fijación de creencias es isotrópico -cualquier

32 hipótesis puede definirse sólo por referencia a los hechos que permite establecer- y quineano -el estatuto teórico de una hipótesis depende del conjunto total de las hipótesis-, Fodor (1983) asegura la naturaleza no-modular de los procesos de pensamiento, confirmando, de este modo, el problema del marco de referencia. La única forma en que puede resolverse explica Fodor (1983, pp. 116-7)- es si se reconoce que la información que se activa en un proceso de pensamiento -p. ej. en la solución de problemas- pertenece a un dominio específico de conocimiento y sólo a este dominio. Los formalismos declarativos y procedimentales empleados para resolver este problema -concluye Fodor- no sirven sino para confundir una notación simbólica con una teoría, que seguimos, por otra parte necesitando. Es en ésta dónde debe encontrarse una solución al problema del marco de referencia. Los postulados epistemológicos sobre los que se asienta la crítica de Fodor (1983) a las teorías que tratan de resolver el problema del marco de referencia no se ajustan, sin embargo, ni al estatuto teórico de la ciencia ni a su realidad histórica. Ni el conocimiento humano es isotrópico y quineano, ni la ciencia reune como producto, considerada desde una perspectiva histórica, estas cualidades. Fodor (1983) dá por buenos los argumentos de la epistemologóa clósica que defienden la unidad de la ciencia, y por tanto, la interacción incoercible de las distintas hipótesis teóricas sobre las que se asientan sus predicciones. Nuestra imagen de la ciencia debe ser justamente la inversa, lo que supone reconocer que existen distintas regiones, ámbitos o dominios de conocimiento cuyas hipótesis no pertenecen a la misma clase universal. En otros términos, las leyes científicas no son del mismo grado de generalidad o no se identifican en el mismo nivel de descripción. Si bien una notación simbólica no puede identificarse con una teoría en sentido estricto, tampoco puede identificarse con un instrumento, a menos que se defiendan, de nuevo, los antiguos argumentos, por otra parte periclitados, que cuestionan el valor de las ciencias formales en la comprensión de la naturaleza. Desde otra perspectiva, existen en la práctica procedimientos heurísticos que determinan la clase de efectos que la aceptación de una cierta hipótesis puede tener sobre el resto de las representaciones. El sistema cognitivo cuenta, en el curso de su acción, con: a) un dominio específico de representaciones, que puede alterar dependiendo de las consecuencias que se deriven de sus actos; b) un nuevo conjunto de representaciones, derivadas, que se relacionan o bien con los dominios a que pertenecen las acciones que suscitan ó bien con los dominios a los que afectan los objetivos que satisfacen; y c) una serie de relaciones formales que especifican qué representaciones deben alterarse, según su estructura sintáctica, de acuerdo con las nuevas representaciones. Una representación no se modifica, en sentido estricto, por referencia a su contenido conceptual sino por las relaciones que es posible especificar a partir de la estructura sintáctica de la expresión que la caracteriza y la de las que determinan su modificación. Un dominio de conocimiento sólo puede especificarse en relación con un contexto, lo que depende en última instancia de los procesos de control que operan en la ejecución y que deciden cómo se actualiza la base de datos. 2.2. Modularidad formal del sistema.

33 El sistema cognitivo debe tratarse como un sistema cerrado en el que las computaciones que se ejecutan dependen unicamente de la arquitectura del sistema y de las funciones que pueden especificarse entre sus estados. Cualquier distinción semántica, relevante para el sistema, se traduce en una distinción sintáctica que afecta al sentido o estructura de una expresión. Las regularidades que se observan derivan de la actuaciónde una serie de procesos que actualizan una serie reglada y circunscrita de representaciones. El sistema incluye una serie de mecanismos ó sistemas de registro de información y un sistema de control, al menos, que resuelve en qué sentido y dirección han de ejecutarse dichos procesos. La forma en que el sistema controla qué información ha de activarse y a qué secuencia de operaciones ha de someterse para la consecución de ciertos objetivos depende del tipo de procesos que se ejecutan y de los recursos de que dispone para su control. Ciertas sentencias de control regulan cómo se activan y modifican las estructuras simbólicas del sistema y en qué secuencia han de ejecutarse los procesos que actúan sobre ella dependiendo del contexto y de los objetivos que se pretenden obtener. La información de control puede expresarse: a) codificando las representaciones en un lenguaje de nivel inferior respecto del definido por su uso, de tal forma que en este nivel el sistema pueda reconocer los mecanismos que especifican los diversos procesos; b) especificando la forma en qué se establecen y registran los hechos; y c) definiendo un lenguaje adicional que permite expresar la información de control en el mismo nivel en que se especifican las representaciones. La primera alternativa teórica supone que la información que controla el sistema reside en una suerte de mecanismo o sistema central; la segunda y tercera alternativas suponen, en cambio, que esta información de control se encuentra distribuida en la propia estructura a que se someten nuestras representaciones. En un Sistema No-Unitario de Memoria Activa (Cf. Baddeley, 1986), esta información de control puede venir representada por una serie de principios de ejecución generales que especifican cómo procede el sistema al desarrollar ó ejecutar ciertas tareas. Un Sistema de Memoria Activa, dotado de un Subsistema Ejecutivo Central y una serie de Retenes de Modalidad específica de carócter auxiliar, no es sino una forma de especificar cómo se registra la información de control, definiendo una instancia que dispone de representaciones de un nivel diferente del que corresponde a los mecanismos o procesos que controla. El problema es como expresar, desde esta perspectiva teórica, la información de control, sin recurrir a un número indefinido de subsistemas centrales de distinta complejidad, problema que sólo puede resolverse si se recurre, en última instancia, a una serie de principios de ejecución que determinan como se cede el control a las distintas instancias, dependiendo de la información que se procesa, del estado en que se encuentra el sistema y de los objetivos que pretende obtener. La información de control puede asimismo especificarse recurriendo a la forma en que se registran y estructuran las representaciones. En una base distribuida de datos modulares, la información de control se expresa en la propia estructura jerárquica del esquema, en el orden en que se asigna la información que contiene dependiendo del contexto que le actualiza. Las

34 acciones que, entonces, se desencadenan responden a este contexto y a los objetivos del sistema en función de los que se interpreta. Estas distintas formas de presentarse la información de control no son incompatibles. El sistema cognitivo debe enfrentarse a la tarea de adecuar sus demandas a las condiciones que el contexto le impone para satisfacerlas. La Memoria Activa se comporta como un sistema de control, sensible al contexto, que decide cómo y en qué secuencia han de ejecutarse los procesos que actualizan la base de datos del sistema. Las inferencias y/o decisiones que toma se limitan a esquemas o dominios preespecificados según el contexto y la clase de conocimiento que se activa. El problema del marco de referencia puede resolverse, precisamente, especificando la información de control tanto en la propia estructura simbólica del sistema como en el subsistema que controla el mismo proceso de ejecución de acuerdo con las demandas del contexto y los objetivos que pretende obtener (Yates, 1985). 3. Estructura modular del conocimiento. El concepto de esquema permite expresar, en términos de la sintaxis de sus expresiones, las restricciones que afectan a las operaciones que actúan sobre la información que contiene. Este carácter nos permite proponer a la teoría de esquemas como una teoría modular del conocimiento declarativo. Los procesos que actúan y la estructura modular en que se reconocen no se encuentran, todavía hoy, bien definidos. La abundante literatura experimental en que se apoya, sin embargo, y el interés teórico y empírico que suscita hacen de esta teoría la concepción más elaborada sobre la estructura modular y distribuida de la base de datos y, probablemente, la única teoría unificada de cómo se representa y manipula el conocimiento. La teoría de esquemas defiende, en primer término, la naturaleza versátil y multiestable del conocimiento de que dispone el sistema. Los términos versatilidad y multiestabilidad definen una propiedad común de los esquemas, según la cual su contenido conceptual varía sin que esta variación afecte a su unidad temática, lo que repercute directamente sobre su propia estabilidad y la eficacia de sus acciones. A esta múltiple determinación interna de la información registrada la denominamos multiestabilidad funcional de la memoria. La nueva información, ó bien se integra en ciertas unidades ó configuraciones discretas, ó, determina la constitución de nuevos esquemas una vez que se reconocen inútiles los patrones ya activados. La sensibilidad del sistema al orden en que se suceden los acontecimientos y su capacidad para detectar constantes expresan, a este nivel, los procesos que actúan sobre su base de datos ó la estructura simbólica de que dispone. En segundo término, la teoría de esquemas defiende el carácter modular y distribuido de la base de datos del sistema. La interacción recursiva entre los componentes de un esquema le permite reducir la especificación exhaustiva de un acontecimiento a una especificidad vicaria que es producto de la activación de un esquema. Esta inespecificidad del esquema proviene de la naturaleza sumamente abstracta de sus descripciones que sólo se completan recurriendo a la información que proporciona el contexto. Por último, la teoría de esquemas defiende la naturaleza constructiva de la memoria al atribuir esta propiedad a los esquemas. Un esquema se actualiza dependiendo de la

35 información que contiene y la naturaleza del contexto que representa, propiedades éstas que afectan a la dinómica del sistema, y, en particular, a la eficacia o distorsión de sus representaciones y a la forma en que las constriñe un esquema en tanto es responsable de su articulación. 3.1. Rutinas de procedimiento. La teoría de esquemas distingue entre rutinas de procedimiento y rutinas de control. Estas rutinas son procesos que especifican el comportamiento del sistema dependiendo de los dos niveles en que se estructura un esquema. Un esquema proporciona un modelo específico de la situación dependiendo de la estructura de sus expresiones, de los procesos que operan sobre ella y de los procesos de control, la actualización de sus contenidos. 3.1.1. Componentes de codificación. En el proceso de codificación se integran, según la teoría de esquemas, los siguientes procesos: a) un componente de selección -un proceso que determina la información relevante proveniente del medio-; b) un componente de abstracción -un proceso que restringe la información a la que es significativa independientemente de su representación superficial-; c) un componente de interpretación -un proceso por el que se genera información eventualmente útil para la determinación conceptual del estímulo-; y, por último, d) un componente de integración -un proceso por el que se forma una representación unitaria que articula la información proporcionada por los productos de las tres operaciones previas (Alba y Hasher, 1983). La imbricación de estos componentes expresa que el proceso de codificación no puede describirse como un proceso lineal (Cf. Baddeley, 1978; Winograd, 1972). Las propiedades recursivas de este proceso de codificación que opera en la evaluación y verificación de las diversas etapas nos señalan que no es posible discernir entre las constricciones terminales de la información y el curso de su elaboración. Estas constricciones terminales -recuerdan Kunen, Green y Waterman (1979)- determinan que la integración de la información de que se dispone y la que se procesa dependa, en el dominio visual, de la extensión y calidad de los análisis perceptivos que se ejecutan sobre la entrada sensorial. La discriminación relativa de estas entradas afecta al rendimiento de la memoria si no se precisan, recurriendo a otros procedimientos, los códigos que interpretan una configuración de datos que es siempre fragmentaria (Federico y Montague, 1975). Los beneficios que se derivan de la activaciónde un esquema y la eficacia en el procesamiento provienen de esta sobredeterminación estructural y funcional de los datos en el esquema (Clifton y Slowiaczek, 1981; Schustack y Anderson, 1978). 3.1.1.1. Selección. En la teoría de esquemas (Abelson, 1981; Minsky, 1975; Schank y Abelson, 1977), los procesos de codificación actúan condicionados por los esquemas de que dispone el sistema. El ingreso de nueva información depende de a) la existencia de un esquema relevante a la informaciónque ingresa: b) la activación de este esquema; y c) la relevancia de la información respecto del

36 esquema activado. De estas condiciones depende cómo se comporta el proceso de selección (Alba y Hasher, 1983, p. 204). La ausencia de un esquema o que éste no se active afecta al registro de nueva información (Bransford y Johnson, 1972, 1973). Esta es una condición que, a menudo, se ha comprobado en un buen número de estudios, incluso variando la calidad y naturaleza de los estímulos (Kintsch y Greene, 1978; Mandler, 1978; Royer y Perkins, 1977; Thorndyke, 1977; Wilker y Alred, 1978). La ausencia de un esquema relevante dificulta la adquisición de nuevos conocimientos (Brewer y Treyens, 1981; Crocker, Hanah y Weber, 1983; Hashtroudi, Mutter, Cole y Green, 1984) y afecta negativamente al rendimiento de la memoria (Bransford y Nitsch, 1978) tal como se constata en el desarrollo (Chi, 1978). Los sujetos recuerdan mejor un texto cuando conocen los temas que se discuten o cuando disponen de algún tipo de conocimiento que usan para su comprensión (Bransford y Johnson, 1972; Dooling y Lachman, 1971; Kieras, 1981b, 1982; Lorch, Lorch y Matthews, 1985) y cuando se les permite efectuar inferencias que proporcionan conexiones causales entre las descripciones en la narración (Black y Bern, 1981). Las intrusiones que se observan al recordar un texto o una serie de acontecimientos (Cf. Bransford, Barclay y Franks, 1972; Bransford y Johnson, 1973; Graesser, Gordon y Sawyer, 1979; Graesser, Woll, Kowalsky y Smith, 1980; Hock y Schmelzkopf, 1980; Picek, Sherman y Shiffrin, 1975; Smith y Graesser, 1981; Thorndyke, 1976) confirman que los sujetos forman o actualizan un esquema para comprender el texto que se les proporciona. Su familiaridad (Cf. Graesser, Hoffman y Clark, 1980) y conexión -la de los distintos datos que proporciona (Cf. Miller y Kintsch, 1981)- explican las diferencias que se observan cuando se solicita a los sujetos la lectura del texto. Los esquemas actúan durante la codificación, de tal manera que "siempre que los lectores se encuentran con un cambio de tema en un texto, recuperan las representaciones que se refieren a su estructura temática, e integran el nuevo tema en esta representacion". Los lectores procesan "una oración temóticamente estructurada más rópidamente si el nuevo tema puede relacionarse directamente con el inmediatamente precedente" (Lorch, Lorch y Matthews 1985, p. 355). Las oraciones incorporadas en un texto exigen un tiempo de procesamiento menor que las que se presentan entre dominios temáticos bien estructurados (Haberdland y als., 1980; Mandler y Goodman, 1982). Los esquemas se comportan, de este modo, como mecanismos selectivos que dirigen la adquisición de nueva información y las inferencias que deben extraerse del conocimiento de que se dispone (Markus, 1977: Taylor y Crocker, 1980) con objeto de construir un modelo plausible del mundo (Morrow, 1985). La estructura jerárquica y la distinta relevancia de la información que contiene (Graesser y al. 1983) dotan al esquema de una significación especial en el procesamiento de la información. Por una parte, un esquema permite la representación integrada del conocimiento, economizando recursos en función de las relaciones recursivas de sus componentes, lo que hace posible, a su vez, el análisis regular de los datos que se presentan fragmentariamente; por otra, un esquema regula el acceso a los datos ó su activación dependiendo de las relaciones que se dan, de hecho, entre los acontecimientos y su relevancia al esquema activado (Walker y Yekovich, 1984). "La importancia de un concepto

37 vendría determinada por el número de conexiones que el concepto en cuestión tiene con todos los demás conceptos y proposiciones del sistema" (Walker y Yekovich, 1984, p. 366). Depende de la congruencia y relevancia de la información que se procesa con el esquema que rendimiento es posible obtener en una tarea que exija recurrir a la memoria (Chiesi, Spilich y Voss, 1979; Johnson, 1970; Meyer y McConkie, 1973). El sistema decide qué información es relevante juzgando su consistencia (Owens, Bower y Black, 1979), su congruencia (Trzebinski y als. 1985) y significación (Graesser, Robertson, Lovelace y Swinehart, 1980; Miller y Kintsch, 1980) en relación con el esquema activado, prestando una mayor atención a la información que no puede deducirse de la información previamente codificada (Schmidt y Sherman, 1984; Spiro, 1980). La rapidez con que el sistema efectúa sus inferencias depende de cómo el contenido de sus representaciones se adecúe al contenido de las inferencias que puede obtener a partir del esquema (Trzebinski y als., 1985, p. 1388). Cuando se dispone de un esquema para interpretar una serie de acontecimientos puede suplirse la información que no ha sido proporcionada (Wyer y Gordon, 1984) y contrastar su congruencia con otras fuentes de información (Eagly, Chaiken y Wood, 1981). Esta disposición del sistema a organizar la información en función de la que tiene ya registrada ha llevado a afirmar a Hayes-Roth y Walker (1979) que la estructura a que se someten los datos procede, en última instancia, de la memoria. El subproceso de selección explica que la información se registra dependiendo de como se relaciona con la que ya se dispone. Este subproceso de selección ha sido, sin embargo, puesto en cuestión. La activación de un esquema beneficia, sin duda, el recuerdo de la información que ha sido registrada, pero no influencia, en cambio, su reconocimiento. Este y otros problemas parecen cuestionar la existencia de un subproceso de selección y, en última instancia, la validez de la teoría de esquemas. Que un esquema no influencia el reconocimiento puede confirmarse variando el tipo de estímulos presentados: utilizando textos (Alba, Alexander, Hasher y Caniglia, 1981; Walker y Meyer, 1980; Yekovich y Thorndyke, 1981), enunciados (Birnbaum, Johnson, Hartley y Taylor, 1980) ó dibujos (Bower, Karlin y Duech, 1975; Mandler y Ritchey, 1977). "Que el recuerdo varíe, no así el reconocimiento, en relación con el contenido de un esquema y con la relevancia de las ideas a dicho esquema cuestiona que durante la codificación actúe un proceso de selección. La información que no forma parte de la representación de la memoria sería equivalente a la que no se presenta nunca: ni se recuerda ni se reconoce. Que hay una influencia substancial del esquema sobre el volumen y el contenido de lo que se recuerda sugiere que el esquema afecta a la recuperación más que a la selección de lo que se registra en la memoria" (Alba y Hasher, 1983, p. 212). Anderson y Pichert (1978) y Fass y Schumacher (1981) deducen, interpretando los resultados que obtienen en una serie de experimentos que llevan a cabo, que la información registrada es mayor que la que parece que contiene de hecho un esquema. Anderson y Pichert (1978) demuestran que cuando la información proporcionada es compatible con dos esquemas diferentes y sólo se activa uno de ellos durante la codificación el rendimiento de la memoria es equivalente con cualquiera de los esquemas activados durante la adquisición. Si en una segunda parte de la prueba se trata de recordar la información que se refiere al esquema activado previamente, el recuerdo de la información que se creía irrecuperable aumenta

38 significativamente. Cuando se les indica que información deben recordar una vez han concluido su codificación los sujetos son perfectamente capaces de ejecutar la tarea con una notable facilidad (Fass y Schumacher, 1981). Hasher y Griffin (1978) solicitaron a sus sujetos que no utilizaran esquemas a la hora de recuperar la información proporcionada, desacreditando, al mismo tiempo, su valor para ejecutar correctamente la tarea. Esta instrucción obligó a los sujetos a reproducir los acontecimientos originales sin las distorsiones propias que introducen los esquemas. Los dóficits de recuperación se atenían cuando se proporcionan indicadores estructurales y semánticos (Britton, Myer, Hodge y Glynn, 1980). Las personas son capaces de discriminar entre la información proporcionada y la que eventualmente procede de la memoria a través de un esquema (Bower, Black y Turner, 1979) y sólo se confunden a la hora de efectuar esta discriminación cuando se trata de distinguir entre acontecimientos muy típicos (Graesser, Gordon y Sawyer, 1979). El proceso de selección, interpretado en estos términos, presentaría problemas insuperables. Sin embargo, el concepto de esquema no se opone al hecho de que el sujeto complique sus estrategias hasta el punto de que sea capaz de recordar más información de la que puede ser eventualmente necesaria. La tarea cualifica cómo debe tratarse la información y cómo recuperarse cuando se proporcionan indicios claros. En una tarea de reconocimiento se le proporciona al sujeto tanta información que puede reconstruir la que le ha sido presentada, sin verse influido por los esquemas de que dispone para interpretarla (Cf. Jacoby, 1983; Jacoby y Dallas, 1981). 3.1.1.2. Abstracción. La información una vez analizada se reduce durante la codificación mediante un proceso de abstracción. Este subproceso explica cómo se pierde la informaciónrelativa a la modalidad de presentación. En virtud de este proceso no se representa ni la información sintáctica ni léxica de las oraciones (Schank, 1972, 1976). Las expresiones que comparten un significado idéntico se representan como una única información, lo que justifica los errores de reconocimiento de los sujetos o un recuerdo deficiente (Anderson y Bower, 1973; Graesser, 1978b). En el caso en que así lo necesiten, los sujetos reconstruyen la información original al no disponer de la información que sería precisa para un reconocimiento o un recuerdo inequívoco de los ejemplares proporcionados durante la etapa en que se estudia el material. Estos procesos de reconstrucción de la información original proceden según ciertas tendencias de respuesta específicas que establecen la forma común en que se representa superficialmente la información (Anderson, 1974; Bock, 1977; Brewer, 1975; Brewer y Lichtenstein, 1974). Una amplia bilbiografía experimental pone en cuestión la interpretación que la teoría de esquemas ha proporcionado del concepto de abstracción. La mayor parte de las experiencias tratan de demostrar que la memoria es capaz de contener y registrar información notablemente detallada.

39 Los seres humanos, en efecto, parecen capaces de discriminar la forma en que se presentan los datos originales cuando se les solicita su reconocimiento (Bates, Kintsch, Fletcher y Giulani, 1980; Burnett y Stevenson, 1979; Morris, Bransford y Franks, 1977). Esta habilidad se observa tanto cuando se trata de discriminar la modalidad de presentación (Cf. Lehman, 1982) como cuando se trata de retener ciertos detalles sintácticos o léxicos de la información verbal presentada (Christiannsen, 1980; Yekovich y Thorndyke, 1981). Los sujetos reconocen mejor las palabras originales que sus sinónimos y en la verificación de una oración los términos originales producen una mayor interferencia que la que se obtiene cuando se sustituyen por diferentes sinónimos (HayesRoth y Hayes-Roth, 1977). Sin embargo, la codificación de detalles en la memoria puede tener un carácter distintivo más que exigirse de suyo (Friedman, 1979; Loftus y Kallman, 1979). El maniqueísmo habitual con que se trata de distinguir entre información estructural y semántica dificulta extraordinariamente el anólisis de esta cuestión. Como ha señalado Lockhart (1979, p. 82), los códigos o rasgos sensoriales "son aspectos del análisis del significado, su distintividad y coherencia interna (...) no existen independientemente del significado". Ya Dewey (1929, p. 112) subrayaba que "las cualidades sensoriales son importantes pero son intelectualmente significativas sólo como consecuencia de actos intencionalmente ejecutados". Esta propiedad de la información estructural no indica necesariamente que sea registrada sino que, por constituir un procedimiento para recuperar información, puede ser eventualmente activada por un proceso inverso de reconstrucción. Los resultados experimentales en que se apoya la hipótesis de que el sistema contiene información muy detallada no son irrefutables. El hecho de que se recurra habitualmente a una tarea de reconocimiento no nos permite apreciar tampoco en qué grado los indicadores proporcionados por el contexto determinan que información ha de ser recuperada lo que impide conocer que tipo de información registra el sistema (Cf. Jacoby, 1983). Los esquemas y categorías que se activan pueden converger para procesar la información previamente presentada sin que, en rigor, se requiera en la codificación, la identificación exhaustiva del material. Para justificar las diferencias que se observan en el nivel de ejecución entre la tarea de reconocimiento y la tarea de recuerdo (Ackerman, 1984; Anderson y Bower, 1972; Tversky, 1973; Underwood, 1969) se ha distinguido, en psicología, entre procesamiento específico y procesamiento relacional. Esta distinción permite caracterizar como procede el sistema cognitivo cuando trata de identificar su medio. Muchos de los trabajos que recurren a esta distinción (Einstein y Hunt, 1980; Ghatala y Levin, 1981; Humphreys, 1978; Hunt y Einstein, 1981; Hunt y Mitchell, 1982; Hunt y Seta, 1984; Mayer y Cook, 1981; Medin, Dewey y Murphy, 1983; Omohundro, 1981; Ritchey y Beal, 1980) han comprobado que el procesamiento del estímulo puede ajustarse a las demandas de la tarea, determinando ésta en qué medida el sistema debe registrar información específica. Einstein y Hunt (1980) proporcionaron a sus sujetos durante la codificación listas de términos que podían agruparse en ciertas categorías. Posteriormente los sujetos respondieron a una prueba de libre recuerdo o de reconocimiento, según las instrucciones que previamente se les había proporcionado. En la etapa de codificación los sujetos estudiaban la lista de items

40 mediante la ejecución de ciertas tareas de orientación semántica -la categorización o la puntuació nde los términos en una escala de agrado- o de orientación no semántica -la clasificación de los items por la primera letra o puntuación de su disposición para formar una rima-. Las diversas tareas tenían diferentes efectos sobre el procesamiento de la información. El procesamiento relacional -tareas de categorizacióny clasificación- mejoraba el nivel de recuerdo. El procesamiento específico -puntuaciones escalares de agrado y rima-, en cambio, mejoraba el reconocimiento. Einstein y Hunt (1980) concluyen que el procesamiento relacional facilita la formación de esquemas efectivos de recuperación, en tanto que el procesamiento específico facilita la discriminación de los ejemplares. Hunt y Einstein (1981) confirman que el procesamiento específico dá lugar a una mejora significativa del nivel de recuerdo cuando los ejemplares proporcionados estón estrechamente relacionados. El mismo resultado obtienen Medin, Dewey y Murphy (1983) que lo aprovechan para subrayar la naturaleza controlada del proceso de abstracción en la categorización. Medin, Dewey y Murphy (1983) no distinguen entre selección y abstracción identificando la disposición que tiene el sistema a ajustarse a las demandas de la tarea con el proceso que permite identificar y reconocer los hechos de nuestra experiencia. Esta disposición del sistema para ajustarse a las demandas de una tarea no implica que el reconocimiento específico de un acontecimiento u objeto de la realidad no pueda ser el producto de una serie de operaciones de clasificación convergentes que actúan sobre el estímulo según la información que tiene registrada. En otros términos, la definición estricta de un acontecimiento puede ser específica en las condiciones en que percibimos nuestro medio y se circunscribe, por tanto, a esta determinación, dependiendo de cómo se representa. El sistema debe reconciliar la necesidad de una distinción precisa entre los acontecimientos cuya variación es relevante y su necesidad de efectuar clasificaciones estables entre acontecimientos funcionalmente idénticos. El sistema restringe la variación de los fenómenos a ciertas invariantes que facilitan la discriminación de las categorías aumentando sus diferencias mutuas (Maki, 1981). Vega (1985) se ha referido a esta propiedad del sistema cognitivo con el término de hiperrealismo para afirmar la facilidad con la que el sistema regulariza su descripción del entorno. El tipo de datos de que dispone el sistema no es equivalente al tipo de descripciones que puede efectuar. El sistema puede ajustar el procesamiento a las demandas de la tarea y construir ciertas descripciones que no se encuentran directamente registradas. La información que un esquema contiene no puede identificarse con la que es capaz de reconocer cuando se activa en un contexto determinado. 3.1.1.3. Interpretación. Un esquema es un tipo de mecanismo por el que se articula en una representación unitaria la información fragmentaria que se procesa del medio. Un esquema determina, en primer lugar, cómo debe de procederse en el análisis de los datos; y, en segundo lugar, cómo deben interpretarse de acuerdo con la estructura y el contenido conceptual de las expresiones que le caracterizan (Spiro, 1977). La información que se recupera de un esquema, se recupera tal y como ha sido interpretada y no como fuera, de hecho, teóricamente, en la situación original

41 que determinó su codificación. El principio de especificidad de codificación propuesto por Tulving (Tulving y Thomson, 1973) puede justamente interpretarse en estos términos. Numerosas experiencias confirman que al comprender un texto o, incluso, una oración, los sujetos generan un cierto número de interpretaciones alternativas que constituyen el argumento, tal como se requiere para hacer posible su comprensión (Barclay, Bransford, Franks, McCarrell y Nitsch, 1974; Bransford, Barclay y Franks, 1972). La interpretación obedece a cierta estructura que la información que se procesa adquiere en el esquema. La estructura que adoptan estos datos se comprueba en el tipo de inferencias que el sistema puede efectuar a partir del esquema que se activa, y que afectan a cómo se manipula o usa el conocimiento que contiene. El sistema lleva a cabo una serie de inferencias si trata de: a) completar la información que se le proporciona; b) generalizar o especializar el esquema en relación con el contexto en que se activa; y c) generar un modelo comprensivo y explícito de la situación. El sistema completa o normaliza la información si para comprender o interpretar una situación se requiere un objeto, un instrumento o una serie de acciones que no han sido, sin embargo, especificadas o se han proporcionado en un orden no regular. Los sujetos reconstruyen la información que falta (Paris y Lindauer, 1976; Paris, Lindauer y Cox, 1977; Paris y Upton, 1976; Singer, 1980) y la recuperan como si, de hecho, se hubiera proporcionado, confundiéndola con la información original (Johnson, Bransford y Solomon, 1973; Keenan y Kintsch, 1977; McKoon y Keenan, 1974; Thorndyke, 1976). Si la estructura de un texto no se adecúa al orden convencional del esquema, los sujetos reordenan la información original (Lichtenstein y Brewer, 1980; Mandler, 1978; Stein y Glenn, 1979; Stein y Nezworski, 1978) o simplifican su estructura proposicional (Frederiksen, 1975a, 1975b). Esta reorganización de la informaciónse efetúa tanto a nivel de los elementos que configuran una escena, en relación con los objetivos, planes o acciones del sistema (Graesser, 1981; Kemper, 1982; Seifert, Robertson y Black, 1985), como de los constituyentes de un texto desde una perspectiva gramatical (Ga- rrod y Sanford, 1977; Haviland y Clark, 1974). Un esquema se generaliza o se especializa según el contexto proporcione o no suficiente información como para permitir una mayor concreción de sus variables (Anderson y als. 1976). El sistema construye, por último, un modelo comprensivo y específico de la situación cuando para lograr sus objetivos modifica la sintaxis de las expresiones adecuándolas a la estructura de los acontecimientos. Los términos implicación pragmótica (Cf. Harris y Monaco, 1978) ó inferencia pragmática (Reiser, Black y Lehnert, 1985; Seifert y Black, 1983; Seifert, McKoon, Abelson y Ratcliff, 1984) expresan esta habilidad del sistema para construir un modelo específico de la situación. "Estas inferencias pragmáticas implican formar una conexión entre ciertas proposiciones y el conocimiento de que se dispone en la memoria. Las conexiones se basan en estructuras o esquemas disponibles en la memoria que contienen información acerca de ciertas situaciones prototípicas. Los esquemas proporcionan información que puede inferirse, por defecto, cuando no se dispone de información explícita; son, por consiguiente, normativos y no necesariamente se verifican en una cierta situación" (Seifert, Robertson y Black, 1985, p. 406). Este carácter normativo de los esquemas se comprueba cuando un esquema normaliza la estructura causal de los acontecimientos que interpreta (Schank y Abel- son, 1977). Esta normalización causal "es esencial para asegurar la comprensión de un texto" (Singer y Ferreira, 1983, p. 437).

42

Este proceso de interpretación no carece de críticas. A menudo, se ha constatado que el sistema cognitivo puede distinguir entre la información que genera y la que, de hecho, le ha sido proporcionada (Cf. John- son y Raye, 1981). Frente a los teóricos que defienden su naturaleza automática (Cf. Schank, 1976), varias investigaciones han demostrado que las inferencias no son, necesariamente, resultado de un proceso obligatorio. En ciertas situaciones, los seres humanos no aciertan a efectuar ciertas inferencias (Corbett y Dosher, 1978; Hayes-Roth y Thorndyke, 1979), o sólo las extraen si satisfacen algún tipo de necesidades estratégicas o les permiten responder a ciertas demandas de esta misma naturaleza (Kieras, 1981a; Lorch, Lorch y Matthews, 1985; Reynolds y als. 1979). Muchos de los estudios experimentales que se han llevado a cabo discuten la naturaleza automática o estratégica de este subproceso de interpretación. Los estudios más clásicos afirman que las inferencias que en este proceso se extraen no son previas a la comprensión, sino que, por el contrario, proceden ó se explican por ésta (Thorndyke, 1976; Just y Carpenter, 1978). Los más recientes, por el contrario, defienden la existencia de un subproceso de interpretación durante la codificación(Seifert, Robertson y Black, 1985), pero de naturaleza estratégica y dependiente de las demandas específicas de la tarea (Lorch, Lorch y Matthews, 1985; Seifert, Robertson y Black, 1985). Singer y Ferreira (1983) señalan, sin embargo, que sólo las inferencias causales son necesarias en la comprensión pero que no se integran, como tales, en el proceso de codificación. La proximidad de las proposiciones (Hayes-Roth y Thorndyke, 1979) y las relaciones que entre sí mantienen (Singer y Ferreira, 1983; Walker y Meyer, 1980) determinan el tipo de inferencias que deben extraerse. "Que tipo de inferencias pueden extraerse depende" en fin "de la clase de conocimiento que se requiere para comprender un cierto tipo de texto" (Seifert, Robertson y Black, 1985, p. 407). El problema pasa por delimitar qué tipo de inferencias se efectúan durante la interpretación de un texto o de una serie de acontecimientos y si se requiere que éstas se extraigan necesariamente durante la codificación. 3.1.1.4. Integración. Durante el proceso de codificación, la nueva información se integra con la que ya estaba disponible en el esquema que se activa. Una representación contiene, de este modo, información genérica que procede del esquema e información específica que le ha sido proporcionada al sistema cognitivo por un sistema de entrada o transductor (Walker y Yekovich, 1984; Yekovich y Walker, 1981). La proporción de un tipo u otro de información varía dependiendo del esquema, el contexto que se representa y el intervalo temporal que media entre la activación de un esquema y una nueva actualización. Los esquemas le proporcionan al sistema un marco de referencia a partir del cual puede interpretar e integrar la nueva información que ingresa. Al igual que ocurre con el proceso de interpretación, se comprueba que existe un proceso de integración si, al recuperar la información que ha sido registrada, el sistema proporciona datos que no fueron, en sentido estricto, codificados, sino que son, por el contrario, resultado de un proceso de inferencia que no es relevante a la comprensión de la situación.

43 A partir del trabajo de Sulin y Dooling (1974), que demuestran que los sujetos infieren cierta información a partir de la que les ha sido proporcionada, un buen número de autores han corroborado la existencia de este proceso y su relevancia en la codificación (Bower, Black y Turner, 1979; Brewer y Treyens, 1981; Clark, 1977; Graesser, 1981; Graesser y als. 1979; Graesser y Nakamura, 1982; Graesser, Woll, Kowalski y Smith, 1980; Jenkins, Wald y Pittenger, 1978; Joshi, Weber y Sag,1981; Loftus, Miller y Burns, 1978). Segón constatan estos autores, cuando la información que se presenta y que luego deben recuperar se integra en un esquema, los sujetos cometen una serie de errores de reconocimiento ó recuerdan incluso datos que, de hecho, no se les ha proporcionado. El número de estas intrusiones que se observan aumenta a medida que aumenta el intervalo temporal entre el momento en que se presenta la información y el momento en que, de nuevo, se recupera (Brewer y Dupree, 1983; Graesser, Woll, Kowalski y Smith, 1980; Mandler y Parker,1976; Mandler y Ritchey, 1977; Schmidt y Sherman, 1984; Spiro, 1977; Van Dijk y Kintsch, 1978). Brewer y Dupree (1983) justifican este fenómeno suponiendo que la información se pierde según su relevancia en la estructura jerárquica del esquema, según la naturaleza abstracta o específica de su contenido semántico. De este carácter jerárquico del esquema dá cuenta el hecho de que los recursos del sistema se apliquen de forma diferente dependiendo de la naturaleza y relevancia de la información (Abbott y Black, 1980; Britton, Graesser, Glynn, Hamilton y Penland, 1983; Hashtroudi y als., 1984). "Los conceptos o proposiciones tienen en un guión un nivel base de activación que refleja la importancia de cada concepto o proposición en la estructura subyacente de la memoria" (Walker y Yekovich, 1984, p. 358). A pesar de la relativa consistencia de los resultados experimentales en que se apoya, la existencia de un proceso de integración no ha dejado de cuestionarse. Su influencia es tan imprecisa que la investigación en este área se ha lanzado a la tarea de aislar este proceso, definir en qué contextos se puede reconocer y bajo qué condiciones actúa. La primera de estas líneas de investigación se ha dedicado a estudiar el comportamiento de este proceso cuando aumenta el intervalo temporal en que ha de retenerse la información primitiva. La segunda de estas líneas se ha orientado al análisis de su naturaleza, de la forma en que se integra en una representación la información genérica del esquema y la información específica que proporciona el contexto. La última de estas líneas de investigación ha tratado de precisar cómo se registra y manipula la información, bajo qué condiciones se activa, y altera o forma un nuevo esquema. A todas estas orientaciones les subyace la misma n cesidad, la de dar cuenta de un proceso general que es básico para conocer de qué modo la información que ingresa interactúa con la base de datos de que ya se dispone. Algunas de las investigaciones que analizan el comportamiento del proceso de integración -en tareas que exigen reconocer o recordar cierta información- han descuidado el análisis de los efectos que el intervalo temporal, entre las etapas en que se estudia el material y en que se reconoce o recuerda, tiene sobre los resultados que obtenemos en estas tareas. La mayor parte de los estudios comparan estas tareas entre sí en un intervalo temporal extremadamente breve. Existen investigaciones en las que la información que se relaciona con el esquema se reconoce mejor que la que no se relaciona (Brewer y Dupree, 1983; Bower y als. 1979; Goodman, 1980) e investigaciones en las que ocurre exactamente lo contrario (Friedman, 1979; Graesser y als. 1979; Graesser, Woll, Kowalski y Smith, 1980), aunque

44 existen diferencias importantes en el tipo de medidas que se utilizan en estos estudios para llegar a esta conclusión. A medida que aumenta el intervalo temporal la información que se recupera se aproxima progresivamente a la que es específica y tópica del esquema (Graesser y Nakamura, 1982; Schmidt y Sherman, 1984). Estos resultados contradictorios sólo pueden explicarse si se analizan los efectos del intervalo temporal en estas tareas y la contribución relativa del contexto y del esquema cuando se forma una representación. Una atención menor se ha prestado al análisis del proceso de integragración en relación a cómo contribuye el contexto a la actualización de un esquema. Bower y als. (1979) y Graesser, Woll, Kowalski y Smith (1980) proponen utilizar como criterio el número de intrusiones que un sujeto produce cuando reconoce o recuerda una serie de datos previamente aprendidos. Dado que, sin embargo, el proceso de integración también actúa sobre las inferencias que se extraen durante el proceso en que se interpreta la información (Seifert, Robertson y Black 1985), este criterio no permite distinguir entre estos procesos. En la teoría de esquemas el contenido semántico de una expresión depende de las transiciones semánticas en que el esquema que la contiene participa. El proceso de integración actúa cuando se forma un nuevo esquema o cuando uno existente se actualiza, determine o no su modificación posterior. La relevancia de la información que se procesa (Johnson y Judd, 1983; Taylor y Crocker, 1981; Woll y Graesser, 1982), su consistencia (Crocker, Hanah y Weber, 1983; Hashtroudi, Mutter, Cole y Green, 1984; Sullivan y Durso, 1984; Zuckerman y Evans, 1984) y su distintividad y accesibilidad en relación con el esquema activado (McDaniel, 1984; Smith y Graesser, 1981) son las variables que afectan al comportamiento de este proceso de integración. Cuando se le proporciona a un sujeto información inconsistente, esta información se reconocerá y recordará mejor que si la que se le proporciona es, por el contrario, consistente con el esquema (Bower y als. 1979; Friedman, 1979; Hamilton y Gifford, 1976; Hastie y Kumar, 1979; Srull, 1981). Existen, sin embargo, experiencias dónde esta hipótesis no se confirma (Bellezza y Bower, 1981; Cohen, 1977; Judd y Kulik,1980; Rothbart, Evans y Fulero 1979; Smith y Graesser, 1981; Snyder y Uranowitz, 1978). Dos hipótesis complementarias justifican esta discrepancia. Ambas suponen que no existe una relación de dependencia lineal entre la congruencia o incongruencia del material que se proporciona y su reconocimiento o recuerdo. Si se presenta información inconsistente y muy relevante se recupera la información del esquema, reconsideróndola ó reelaborándola a la luz de la nueva información (Hastie, 1980). McDaniel (1984) señala que la variable crítica no es la inconsistencia de la información como tal, sino su distintividad que, en última instancia, es la variable que determina si se forma un nuevo esquema o se modifica alguno de los ya existentes. Los sujetos forman un nuevo esquema si se les solicita que formen una representación coherente de una serie de datos que, en un principio, eran incongruentes con el esquema activado (Johnson y Judd, 1983; Woll y Graesser, 1982). El comportamiento de este proceso de integración no se reduce a cómo se comportan estas variables y a cómo afectan a la formación ó actualización de un esquema. En un caso tan ejemplar como la comprensión de un texto, el lector sólo "procesa un limitado número de

45 proposiciones en cada ocasión" ya que intenta "construir una representación coherente de (su) estructura" (Lorch, Pugles Lorch y Matthews, 1985, p. 350). Pueden existir límites sumamente precisos de cuanta información puede, de hecho actualizarse y de cuanta es precisa para la formación de un nuevo esquema. La teoría de esquemas supone que, una vez que ha actuado este proceso de integración, el sistema cognitivo ni puede recordar la información original ni cuenta con una representación precisa y específica de la información que, en este caso, se adquirió. Hasher, Attig y Alba (1981) han demostrado que desacreditando el valor de un esquema puede el sujeto recuperar información que se creía integrada. Sin embargo, depende de la relevancia de la información en relación con el esquema qué cambios pueden producirse en la base de datos. Alba (1981) y Loftus (1979) sólo lograron modificar, en efecto, la información periférica de un esquema, permaneciendo intacta la información que consideraban central. Precisamente, cuando los acontecimientos se presentan en su orden natural no es evidente como actúa un proceso de integración (Alba y Hasher, 1983). La información no se actualiza cuando el sujeto desconfía del valor de la información que se le proporciona (Dodd y Bradshaw, 1980), considera que no es verdadera (Greene, Flynn y Loftus, 1982), o no sabe cómo tratarla en relación con el esquema que se activa (Alba y Hasher, 1983). 3.1.2. Componentes de recuperación. Los procesos de codificacióny de recuperación son procesos diferentes entre sí. Observan un desarrollo diferente (Cf. Ackerman y Rathburn, 1984; Brainerd, Howe, Kingma y Brainerd, 1984; Bray, Justice y Zahm, 1983; Chechille, Richman, Topinka y Ehrensbeck, 1981; Ford y Keating, 1981; Kraut y Smothergill, 1983; Schwantes, 1982) y se ajustan a un tipo distinto de procesamiento (Baddeley, 1986; Medin, Dewey y Murphy, 1983). Una vez que distinguimos entre estos procesos podemos analizar en qué forma afectan los esquemas al proceso de recuperación. Para identificar las variables que afectan a los procesos de recuperación la investigación clásica recurrió a las tareas de reconocimiento, de recuerdo libre y de recuerdo indicado, que siguen constituyendo, sin apenas modificaciones, los tareas experimentales por medio de las cuales se estudia la naturaleza de estos procesos. Aunque estas tareas parecían responder, en principio, a diferentes procesos de recuperación, un análisis más detallado de las mismas ha permitido identificar una base funcional comón. Las diferencias que se obtienen, habitualmente, en estas tareas se deben a las demandas que son características de cada tarea y a la distinta información que se proporciona en cada una de ellas. Las variables que se han identificado al estudiar estos procesos justifican precisamente, la naturaleza contextualmente dependiente de todo proceso de recuperación (Tulving, 1976). Este carácter explica que la teoría de esquemas sólo haya recurrido a estos procesos para justificar un número muy restringido de fenómenos. Se ha prestado una atención mayor a los procesos de codificación de cuya actuación pueden depender las variables que se identifican en la recuperación.

46 Jacoby (1983), de acuerdo con la hipótesis que justifica su dependencia del contexto, ha subrayado la naturaleza unitaria de estos procesos de recuperación al analizar las demandas específicas de cada tarea en el contexto en que las recibe el sujeto. "Al contrario que el recuerdo, el reconocimiento puede descansar en las características perceptivas de los estímulos de la prueba"."La actuación independiente en los dos tipos de tarea procede del hecho de que los sujetos utilicen el significado del estímulo como base de su reconocimiento, un tipo de información de la que no se dispone cuando las palabras se presentan sin un contexto en una tarea que requiere su identificación perceptiva" (Jacoby, 1983, p. 34). Cuando se presenta en un cierto contexto, la identificación de una palabra descansa, en cambio, sobre su significado (Franks, Plybon y Auble, 1982). En una revisión de su primitiva teoría sobre la naturaleza no unitaria del proceso de recuperación, Tulving (1981, 1982) ha distinguido entre dos clases de relaciones de semejanza que denomina respectivamente semejanza perceptiva y semejanza ecfórica. "La actuación en una prueba de elección múltiple en que se reconocen una serie de dibujos depende de la interacción de la semejanza perceptiva de los estímulos de la prueba y su semejanza ecfórica" (Tulving, 1981, p. 494). La semejanza perceptiva se refiere a la semejanza entre un distractor y un estímulo, en tanto la semejanza ecfórica se refiere a la semejanza entre el distractor de la prueba de reconocimiento y una huella o representación previamente registrada en la memoria. Tulving (1981, 1982) reconoce con esta formulación la diferencia que existe entre la información que se registra y la que ha sido, en rigor, proporcionada, lo que afecta evidentemente a su recuperación. Tulving (1982) subraya que la información que se recupera puede incluso no ser la que ha sido previamente codificada, ya que puede ser el resultado de un proceso de reconstrucción. Desde esta perspectiva, las tareas de recuerdo y de reconocimiento difieren no respecto de los procesos a que afectan sino del distinto contexto que proporcionan, del distinto tipo de comparaciones que el sujeto debe efectuar entre la información que se le proporciona y la que ha sido previamente registrada. Que los procesos de recuperación dependan de un proceso de generacióny reconstrucción justifica que en ciertos tipos de amnesia el sujeto muestre déficits cuando se le solicita que recuerde y debe reconstruir cierta información (Jacoby y Witherspoon, 1982). La recuperación de información depende de: a) la naturaleza de las relaciones que se establecen durante la codificación y la especificidad de éstas (Ackerman y Hess, 1982; Ackerman y Rust-Kahl, 1982; Baker y Santa, 1977; Begg, 1978; Berry y Grove, 1983; Franken y Rowland, 1978; Higgins y Lurie, 1983; Jacoby y Goolkasian, 1973; Kee y Bell, 1981; Masson y McDaniel, 1981; Monty, Perlmutter, Libon y Bennet, 1982; Rat- ner y Myers, 1980; Runquist, 1983; Waters, 1978); b) la relevancia de los indicadores proporcionados, de su naturaleza y número (Ackerman, 1982: Ackerman y Rathburn, 1984; Ciccone y Brelsford, 1975; Cornell, 1981; Epstein, Dupree y Gronikowski, 1979; Godden y Baddeley, 1980; Humphreys y Bain, 1983; Jacoby, 1983; Krane, 1979; Low y Reder, 1983; McClelland, Rawles y Sinclair, 1981; Murphy y Wallace, 1974; Nelson y Friedrich, 1980; Spyropoulos y Ceraso, 1977; Tulving y Thomson, 1973); c) el modo en que se organiza la información en la recuperación, que depende de cómo ha sido codificada (Elio y Anderson, 1984; Fozard, Myers y Waugh, 1971; Frost, 1972; Gaonach, 1979; Gruenewald y Lockhead, 1980; Spyropoulos y Ceraso, 1977; Wickens, Dalezman y Eggemeier, 1976; Wickens, Moody y Dow, 1981); y d) el número, distribución y

47 contexto de las repeticiones (Graefer y Watkins, 1980; Hall, Grossman y Elwood, 1976; Jacoby y Dallas, 1981; Parker y Warren, 1974; Toppino y DeMesquita, 1984; Young y Bellezza, 1982). Si bien muchas de estas experiencias no confirman, directamente, la acción de los esquemas sobre estas variables, numerosos autores han demostrado la existencia de esta relación directa, de modo que la mayor parte de estos trabajos pueden interpretarse desde esta perspectiva. Trabajos ya clásicos confirman, en efecto, la influencia directa de los esquemas en recuperación de información al afectar a: a) la naturaleza de las relaciones establecidas durante la codificación (Kieras, 1978; Lesgold, Roth y Curtis, 1979; Yekovich y Manelis, 1980; Yekovich, Walker y Blackman, 1979); b) el papel de los indicadores que se someten a su organización (Alba, Alexander, Hasher y Caniglia, 1981; Britton, Meyer, Simpson, Holdredge y Curry, 1979; Chiesi, Spilich y Voss, 1979); y c) el orden en que la información se recupera (Brown y Smiley, 1977; Cornell, 1981). A pesar, pues, de que los efectos de estas variables se han observado con independencia de la teoría de esquemas, los distintos hallazgos convergen con ella una vez que se demuestra la influencia directa de los esquemas en la recuperación. Un esquema puede utilizarse como un mecanismo de recuperación si la información se organiza cómo un guión ó un esquema prescribe (Anderson y Pichert, 1978; Brewer y Dupree, 1983; Kintsch y Van Dijk, 1978; Lichtenstein y Brewer, 1980; Lorch y Lorch, 1983; Meyer, Brandt y Bluth, 1980; Pichert y Anderson, 1977; Wyer, Srull, Gordon y Hartwick, 1982). 3.2. Rutinas de control. Una cuestión central, de las que resta resolver a una teoría general del tenor de la que se propone, es la que se refiere a los procesos de control que determinan como se manipula y actualiza la información de que dispone el sistema. Una vez que se reconoce su papel en la codificación y en la recuperación de información, un esquema permite justificar cómo se activa la información relevante y cómo se evalúa su ajuste. La teoría de esquemas debe incluir, por tanto, una teoría ó un modelo que especifique cómo se activa un esquema y se resuelve aplicarlo. Cuando procesa cierta información de entrada, el sistema cognitivo humano debe encontrar una configuración de esquemas que se adecúe a los datos. Los esquemas se tratan como hipótesis que se confirman o invalidan según progrese el análisis de los datos o su interpretación. Una interpretación puede ser inadecuada: a) si no existen esquemas apropiados a la información que ingresa; b) si disponiendo de estos esquemas, el contexto no proporciona cierta información específica o la que proporciona no es suficiente para su activación; y c) si el esquema que se activa es inconsistente o incompatible con otros esquemas que ya han sido comprobados (Rumelhart, 1984). El desarrollo ó la formación de un nuevo esquema depende de qué clase de conocimiento disponga el sistema y cómo le afecten los nuevos datos que ingresan. Los principios que determinan la formación de un nuevo esquema no se conocen, sin embargo, bien. Rumelhart (1984) señala los siguientes: a) Aprendizaje de hechos por inclusión: el sistema reconoce una serie de propiedades y las integra en un esquema de acuerdo con las demandas específicas de un medio que se estructura cognitivamente; b) Aprendizaje por elaboración: expresa el cambio a que se someten los esquemas para ajustarse a la experiencia; c) Aprendizaje por inducción:

48 justifica la formación de nuevos esquemas recurriendo a otros previos ó reconociendo ciertas relaciones entre una serie de datos. El primer tipo de aprendizaje es el que menos afecta a la base de datos y a las operaciones que sobre ella operan. Los rasgos o propiedades que se integran son copias parciales o fragmentarias de los esquemas origiginales, que se constituyen en la base de una nueva organización. El segundo tipo de aprendizaje implica la modificación o el desarrollo de esquemas que ya existen. Un esquema puede desarrollarse: a) alterando las constricciones que restringen los valores que toman las variables; b) reemplazando una constante por una variable, lo que se denomina cambio por generalización; y c) reemplazando una variable por una constante, lo que se denomina cambio por especialización. El tercer tipo de aprendizaje implica la formación de un nuevo esquema. Existen dos procedimientos que Rumelhart y Norman (1978) llaman generación reglada e inducción de esquemas. El primero implica la formación de un esquema partiendo de uno previo que se somete a una cierta modificación. Rumelhart y Norman (1981) interpretan de este modo el aprendizaje por analogía. El segundo recurre a la sensibilidad del sistema para detectar la recurrencia de los esquemas y la consistencia de una cierta configuración. Este es, por consiguiente, un tipo de aprendizaje por contigüidad (Cf. Rumelhart, 1984). Más recientemente, Fiske y Dyer (1985) han desarrollado un modelo que explica como se forma y desarrolla un esquema recurriendo a una serie de niveles de distinta complejidad. El primer nivel se caracteriza por la progresiva familiarización del sistema con los acontecimientos lo que le lleva a agruparlos en una especie de clase o conjunto inicial. Si ingresa en el sistema una nueva serie de datos se observará un proceso de transferencia positiva en virtud de las propiedades que presublimente comparten el primer esquema y el que eventualmente corresponde formar ante estos datos. El segundo nivel se caracteriza por la generalización de las relaciones que se han formado. Si ingresa una nueva serie de datos, las relaciones que ya existen pueden ser lo bastante fuertes como para interferir con el desarrollo o la formación de nuevos esquemas. Las propiedades que comparten el esquema original y el que se debe formar interfieren entre sí observándose un efecto de transferencia negativa. El tercer nivel se caracteriza por la unificación del esquema por sobreaprendizaje. No puede accederse a la información que un esquema contiene si no se activa. Una reorganización de la información equivale en este caso a la formación de un esquema radicalmente nuevo, por lo que no se observan efectos de transferencia. Fiske y Dyer (1985) unifican estos distintos efectos bajo el término cómun de función cúbica de transferencia. En la psicología social se ha comparado el conocimiento de sujetos expertos y el de noexpertos (Fiske, Kinder y Larter, 1983), el de sujetos que disponen o no de esquemas (Markus, 1977) o que contando con un esquema pueden o no acceder a su información (Bransford y Johnson, 1972). En todas estas situaciones se aplica una serie de esquemas suficientemente claros sobre los que existe un amplio acuerdo (Bower, Black y Turner, 1979; Cantor y Mischel, 1977; Rothbart, Evans y Fulero, 1979). Sin embargo, como observan Fiske y Dyer (1985), excepto si se trata de cómo los estímulos más significativos se estructuran dando lugar a un esquema (Cf. Bourne y als., 1971; Crowder, 1976; Montague, 1972; Prytulak, 1971), la atención que se ha prestado al proceso que permite formar un nuevo esquema ha sido

49 más bien escasa. Frente a este desinterés, Fiske y Dyer (1985) analizan este proceso y constatan que su desarrollo y formación sigue un patrón general y equivalente cualesquiera sean los estímulos que se tratan de aprender. Cuando se presenta una serie de estímulos sociales significativos, observamos la misma curva de transferencia positiva y negativa que la que observamos cuando se presentan como estímulos una serie de sílabas sin sentido (Cf. Hayes-Roth, 1977). Fiske y Dyer (1985) obtienen la misma función cúbica de transferencia que Hayes-Roth (1977). Dado que el efecto es siempre mayor en un tipo de entrenamiento distribuido que en un tipo de entrenamiento masivo (Cf. Wickelgren, 1981), Fiske y Dyer (1985) corrigen en este sentido su primera experiencia a fin de superar sus primitivas limitaciones. En su segunda experiencia, Fiske y Dyer (1985) obtienen la misma función cúbica de transferencia excepto en la etapa en que, por hipótesis, la información debía haberse unificado, en la que observan un efecto de transferencia positiva. Independientemente de la justificación que merezca este fenómeno, bien sea en términos de un esquema específico que interactúa con el contexto o bien sea porque se atiende a la relevancia de la configuración de estímulos específicamente presentada, Fiske y Dyer (1985) confirman que los esquemas se desarrollan una vez que se detectan ciertas propiedades y se unen de acuerdo con ciertas relaciones muy específicas. De acuerdo con estas relaciones, los esquemas no observan un desarrollo monotónico funcionalmente dependiente de los estímulos que se presentan. Una exposición sucesiva del material eventualmente significativo no tiene un efecto monotónico sobre los procesos y la estructura simbólica que se forma. La formación de un esquema depende, en primer lugar, de los rasgos específicos que se detectan, y, en segundo lugar, de las relaciones que definen las transiciones entre todos y cada uno de estos componentes. El parentesco de esta teoría del conocimiento con la hipótesis de conjunción celular de Hebb (1949) es evidente, remitiendo el concepto de esquema a cómo se enunciaba en la teoría clásica. Un esquema facilita el acceso a la información que contiene en virtud de la naturaleza recursiva de los procesos que le activan (Cf. Fiske y al. 1983; Fiske y Taylor, 1984; Markus, Smith y Moreland, 1983). Los sujetos "expertos registran más información en un cierto conjunto en tanto que los no-expertos registrarían la misma información en varias unidades discretas independientes. De este modo, los expertos tendrían más capacidad de procesamiento en tiempo real al menos en el dominio de conocimiento en que lo son; la misma información ocupa menos espacio en la memoria activa en el caso del experto. En consecuencia los expertos disponen de una capacidad mayor para utilizar más información de su entorno" (Fiske y Dyer, 1985, p. 851). La organización de la información en términos de esquemas le permite al experto atender a información inconsistente con la que ya tiene disponible, información que no es, por el contrario, atendida por los que carecen de este conocimiento (Fiske y al. 1983). "Cuanto más conocimiento sea aquel de que se dispone más puede facilitarse el procesamiento de información relevante. Si el conocimiento de que se dispone cuenta con muchos términos relacionados entre sí y no bien consolidados, entonces cuanta más información se tenga más

50 puede interferir con el procesamiento de información relevante. Si se halla unificada, el volumen de información registrada no puede afectar al procesamiento de información relevante" (Fiske y Dyer, 1985, p. 851). Sin embargo, el acceso a la información puede verse afectado por otras variables no asociadas a la información que ingresa. Parecen existir, en efecto, limitaciones específicas en ciertos ámbitos de conocimiento que restringen la generalidad de esta tesis. Si bien el conocimiento de sí mismo permite un acceso más inmediato a la información relacionada (Markus, 1977; Markus, Crane, Bernstein y Siladi, 1982), otros resultados lo desmienten (Cf. Kuiper, 1981; Markus, Hamill y Sentis, 1978). Si se supone que el sujeto es experto respecto del conocimiento que tiene de sí mismo (Fiske y Taylor, 1984; Markus, Smith y Moreland, 1983) no podemos justificar cómo en ciertas situaciones el acceso a la información que se relaciona con el propio sujeto es más lento. Hay problemas empíricos y teóricos para adoptar el concepto de esquema a la hora de tratar con la noción de sujeto (Bellezza, 1984). Tampoco es evidente, sin embargo, porque debemos tratar al sujeto como un experto, al menos, por lo que se refiere al conocimiento que tiene de só mismo. 3.2.1. Edición de esquemas. Para analizar los procesos de control que actúan en un sistema cognitivo dotado de una base de datos modular y distribuida debemos distinguir -distinción, por otra parte, ampliamente corroborada en la literatura experimental (Cf. Baddeley, 1986)- entre un sistema central que registra información -ó memoria semántica- y un sistema central de control -normalmente denominado memoria activa. Si bien un número considerable de investigaciones asegura el valor teórico y empírico de esta distinción, no contamos con una formulación precisa de las funciones que es preciso reconocer a la memoria activa. Un conocimiento más detallado de su estructura (Cf. Baddeley, 1986) no nos ha permitido, por otra parte, avanzar en esta dirección. Mandler (1975) se ha referido a las funciones adaptativas de la memoria activa en términos de sus propiedades básicas, a saber: a) la capacidad de retrasar o diferir la acción; y b) la capacidad de reflexión, que implica la evaluación de la verosimilitud y adecuación de una pauta de conducta para lograr un cierto objetivo. Estas propiedades justifican, según Mandler (1075), las que pueden considerarse sus funciones bósicas: a) la selección de información según los esquemas disponibles y de acuerdo con los objetivos y planes del sistema (Pellegrino y Glaser, 1982); b) la selección de esquemas de producción que permiten considerar y/o comparar las consecuencias de las acciones aún sin su ejecución explícita (Yates, 1985); c) el control de los programas de recuperación de la memoria semántica a pesar de la ejecución automática de estos procesos (Baddeley, Eldridge, Lewis y Thomson, 1984); y d) la modificación de los planes de que dispone según las consecuencias que las acciones que inducen deparan. Estas propiedades parecen ser irreductibles o emergentes respecto de las que caracterizan la memoria semántica (Cf. Marcel, 1983a, b; Tudela, 1985). La selección de la información que contiene un esquema en función de los objetivos se halla empíricamente bien documentada. El sujeto selecciona la información según como la juzgue de acuerdo con la situación. De este modo, reduce la información a la que cree que desconoce su

51 interlocutor (Graesser, Woll, Kowalski y Smith, 1980), tal y como propuso Grice (1975). Brewer y Treyens (1981) subrayan el carócter social de las situaciones experimentales en que se constata la presencia de un esquema. Los sujetos sólo proporcionan la información que consideran pertinente mostrando así el carácter selectivo de la memoria activa (Cf. Brewer y Treyens, 1981; Tversky y Hemenway, 1984). De acuerdo con la tradición de la gramática textual, los sujetos a menudo olvidan aquellas acciones que formando parte de la narración original son, sin embargo, redundantes en relación con los esquemas activados (Cf. Mandler, 1978; Mandler y Johnson, 1977; Stein y Glenn, 1979). Una de las manifestaciones más evidentes de esta función selectiva de la memoria activa es la que se refiere a la asignación de recursos. Numerosos autores discuten en torno a si es la información relacionada con un esquema la que recibe una mayor atención (Bower, 1976; Cirilo y Foss, 1980; Kintsch y van Dijk, 1978) ó es, por el contrario, la que no se encuentra directamente relacionada quien la recibe (Bobrow y Norman, 1975; Friedman, 1979). Esta discrepancia puede resolverse si se atiende a la relevancia de la información que se procesa (McDaniel, 1984; Walker y als. 1984). "Observemos que una teoría de la memoria que suponga que los esquemas sólo operan a travós de la atención, y que la información relacionada con el esquema recibe menos atención, no puede explicar los hallazgos más básicos, dado que tendría que predecir un nivel de recuerdo inferior en el caso de tratar con información relacionada con el esquema" (Brewer y Nakamura, 1984, p. 144). En tanto Cirilo y Foss (1980) defienden que la información relacionada con un esquema se atiende más que la no relacionada, al encontrar que la lectura es más lenta en este caso, Shebilske y Reid (1979) defienden la tesis opuesta. Existen razones para creer que esta discrepancia es más bien una demostración de que la atención no afecta al proceso de edición de un esquema. Depende de la naturaleza de los objetivos que se persiguen qué tipo de información puede recordarse mejor, más que de la atención que, de hecho, se preste (Hemsley y Marmurek, 1982; Srull y colbs. 1983; Zacks, Hasher, Sanft y Rose, 1983). De este modo, la "información incongruente puede producir un recuerdo superior de la información que contiene un esquema y no ser, sin embargo, recordada (Sullivan y Durso, 1984, p. 66). Aunque la atención no afecta, de hecho, al proceso por el que se edita un esquema (Britton, Meyer, Simpson, Holdredge, y Curry, 1979; Graesser, Gordon y Sawyer, 1979; Graesser, Nakamura, Zimmerman y Riha, 1980; Reynolds, 1979) los esquemas si afectan, por el contrario, a la atención. Dado que la atención no actúa a nivel del proceso perceptivo sino al nivel en el que se requiere seleccionar una alternativa de respuesta de entre un conjunto de posibles alternativas (Farell, 1984), un esquema sólo afecta a la atención cuando, o no existe, o si existe no permite decidir automáticamente una respuesta a partir del estímulo que se proporciona (Sóinz, 1985b, 1986c). La memoria activa trata de construir un modelo comprensivo del contexto a partir de la información que se presenta y de la que dispone en la memoria semántica. Incluso la "forma o estructura de un objeto puede representarse por los efectos (que se derivan) de las transformaciones que pueden efectuarse sobre él" (Yates, 1985, p. 266). Un objeto, en este

52 sentido, no es más que un aspecto de un modelo de la realidad (Johnson-Laird, 1980, 1983; Shepard y Cooper, 1982). La asignación de un referente en la comprensión de un texto procede, por ejemplo, de acuerdo con un modelo comprensivo que el sistema cognitivo reconstruye a partir de la información que se le proporciona. Un número considerable de autores confirman esta propiedad de los esquemas (Cf. Brewer y Nakamura, 1984). Dos perspectivas teóricas discuten entre sí, en este caso ejemplar, acerca de cómo se lleva a cabo esta asignación. Los modelos de procesamiento del texto (Cf. Kintsch y Van Dijk, 1978) suponen que es el propio texto el que define cómo han de asignarse los referentes a las expresiones que lo constituyen. Sólo una "parte muy pequeña de la representación que se forma del discurso durante la comprensión es relevante o se actualiza en la memoria activa" (Murrow, 1985, p. 304). Las expresiones determinan la relevancia de los antecedentes y su accesibilidad a la memoria activa (Marslen-Wilson, Levy y Tyler, 1982; Sanford y Garrod, 1981). La asignación depende de la estructura temática del texto y del modo en que se ordenan las expresiones determinando estas variables cómo se accede a sus referentes. Los modelos de conocimiento del mundo suponen respecto de la comprensión de textos que "los lectores comprenden un texto construyendo un modelo mental de lo que éste describe. El modelo es el producto del conocimiento lingüístico y de los objetos y acciones a los que el texto se refiere (Johnson-Laird, 1981)" (Murrow, 1985, p. 305). La parte del texto que es relevante para su interpretación se halla disponible en la memoria activa (Cf. Anderson, Garrod y Sanford, 1983). Murrow (1985), que ha tratado de poner a prueba las predicciones de estos modelos de comprensión de textos, confirma en todos sus extremos las hipótesis de los modelos que proponen que el sujeto construye una representacióncomprensiva del texto de acuerdo con su conocimiento del mundo. "Los lectores" -constata Murrow (1985, p. 318)"emplean las propiedades del mundo que se describe, siempre que es posible, para tratar de construir un modelo de dicho mundo, pero en donde estas propiedades son menos adecuadas o disponibles, utilizan la información que procede del modo en que se ordena el texto, de la que siempre se dispone". Los sujetos, en efecto, utilizan diferentes estrategias para asignar los referentes de un texto dependiendo de si la estructura temática es congruente con su estructura gramatical, o si ésta, por el contrario, resulta incongruente con lo descrito en aquella. Cuando el texto es congruente los lectores se atienen a las constricciones que impone el modelo que forman del mundo descrito. Los lectores de "versiones incongruentes se apoyan sobre el status y orden en que se mencionan los acontecimientos para escoger sus referentes" (Murrow, 1985, p. 312). En suma, depende de cómo se adecúe la información proporcionada a los esquemas de que se dispone que el sujeto construya un modelo comprensivo de un cierto dominio.

3.2.2. Actualizaciónde esquemas. El sistema cognitivo dispone de una serie de mecanismos de control que le permiten controlar su actividad y detectar una serie de regularidades en su interacción con el entorno. Cuando detecta una cierta regularidad el sistema complica su base de datos, registrándola como un

53 nuevo dato, lo que le permite, a su vez, detectar nuevas regularidades a partir de éste y de los que ya tenía registrados. Una pauta cualquiera de conducta se justifica, por tanto, recurriendo a las reglas que actúan sobre una estructura simbólica que representa los dominios específicos en que el sistema desarrolla su actividad. Ciertos principios caracterizan como el sistema modifica su base de datos y complica la estructura de sus operaciones simbólicas. En primer término, el sistema complica su procesamiento mediante la detección de ciertas consistencias -descubriendo qué secuencias específicas pueden aplicarse recurriendo a alguna regla de orden superior-; en segundo término, economiza sus recursos eliminando redundancia -eliminando secuencias de procesamiento cuando se detectan procedimientos o secuencias más directamente relacionadas con el fin que persiguen-; y, en última instancia, adapta sus representaciones al nivel que se requiere -efectuando sus descripciones en el nivel más global posible excepto si se requiere su tratamiento dimensional y una vez que se reiteran los fracasos (Klahr, 1980). El sistema cognitivo humano puede modificar, mediante los mecanismos de que dispone la memoria activa, la forma en que se representa superficialmente la información (Huba y Vellutino, 1980; Kroll y Corrigan, 1981; Kulhavy y Heinen, 1974). Estos cambios de formato se han documentado en el razonamiento (Riviere, 1986) y en la solución de problemas (Pellegrino y Glaser, 1982) y expresan un tipo de conducta que varía según la personalidad de cada sujeto (Huba y Vellutino, 1980). La eventual modificación de una serie de datos puede afectar a cómo, en última instancia, se encuentran registrados (Cf. Conrap y Rips, 1981; Hayes- Roth y Hayes-Roth, 1975; Hopf-Weichel, 1977), pero depende de cómo prediga lo que, de hecho, sucede en la experiencia (Hayes-Roth y Walker, 1979) que esta modificación se dote de un significado funcional que lleve a un cambio de la estructuras simbólicas del sistema (Fisk y Schneider, 1984; Schneider y Fisk, 1984). Un esquema se actualiza cuando se especifica la información que contiene de acuerdo con el contexto que se representa en la memoria activa. El sistema identifica en cada caso qué información se recupera o genera a partir de la memoria semántica (Johnson y Raye, 1981; Smith, 1979) y cuál procede del propio contexto. Esta discriminación entre un tipo u otro de información tiende a desaparecer según la relevancia de la que ingresa a medida que pasa el tiempo y se integra en una estructura simbólica más primitiva (Owens y als. 1979; RoveeCollier y Sullivan, 1980). El sistema cognitivo se guía por la estructura de un esquema cuando trata de recuperar una serie de datos de la memoria semántica (Spiro, 1977, 1980a, 1980b) de acuerdo con los objetivos que se propone obtener y las demandas de la situación (Pellegrino y Glaser, 1982). El primer problema que presenta el análisis de este proceso de actualización nace de distinguir entre la disponibilidad cognitiva de un esquema y su activación de acuerdo con un plan disponible en la memoria activa. La conducta del sistema depende, en una cierta situación, de cómo se adecúen sus esquemas al contexto que tratan de representar. Numerosos autores han intentado, a menudo con poco éxito, definir el concepto de contexto y cómo puede afectar al procesamiento de información. Las definiciones que se han proporcionado hasta el momento son, a menudo, excesivamente intuitivas y poco rigurosas lo

54 que no permite albergar demasiadas esperanzas. Carecemos, en efecto, de una definición operacional que restrinja el uso del término para referirse a un hecho del comportamiento suficientemente preciso. Definido unas veces como un tipo de relación que se establece entre un par de palabras, en otras dá nombre a la relación que existe entre una frase o una oración indeterminada y alguno de los términos que la completa. El contexto parece reducirse, en estos casos, a un efecto de anticipación que en ningón caso basta para alcanzar una definición precisa y rigurosa de este concepto. Incluso aceptando estas definiciones, el efecto de anticipación que se produce en un contexto definido por un sólo término tiene una duración muy breve (Meyer y als. 1972; Neely, 1977) y puede ser interrumpido por un término no relacionado (Gough y als. 1981; Foss, 1982). Dado que en un texto los términos relacionados no aparecen consecutivamente (Foss, 1982; Gough y al. 1981; Forster, 1979), definir el contexto de este modo no nos ayuda a comprender como procesamos la información que un texto contiene. Si se define el contexto en términos de una oración incompleta tampoco podemos precisar de que modo actúa, a menos que la oración en cuestión permita una anticipación del término que la completa casi inequívoca (Sharkey y Sharkey, 1983). El intervalo temporal que media entre la presentación de la oracióny la palabra que determina su sentido debe ser necesariamente breve por lo que dificilmente la frase que se utiliza como contexto servirá para facilitar el procesamiento del texto. Estas dificultades sólo pueden superarse si disponemos de una definición operativa del contexto a otro nivel (Cf. Haberlandt y Bingham, 1982; Galambos y Rips, 1982; Sanford y Garrod, 1981). El concepto de esquema o de guión cumple esta función al definir en qué sentido podemos hablar de cohesión conceptual y de coherencia textual (Mayor, 1985). Sanford y Garrod (1981) han estudiado el contexto desde esta perspectiva. Sanford y Garrod (1981) suponen que la memoria activa dispone de dos tipos de mecanismos que permiten representar los enfoques explícito e implícito en función de los que se aborda la información que contiene un texto. El enfoque explícito se presenta en un mecanismo de memoria a corto plazo de capacidad limitada que propone algún tipo de modelo que configura los términos de la cadena del habla. El enfoque implícito se supone definido por un mecanismo que actualiza la información semántica que se encuentra relacionada. Sin una limitación estricta de su capacidad este mecanismo facilita el acceso privilegiado a ciertos dominios de conocimiento de que el sistema dispone en la memoria semántica. Cuando se lee la información que contiene un guión, se actualiza un modelo -enfoque explícito- que señala dónde se encuentra este guión en la memoria semántica -enfoque implícito-. Un guión tiene así una función interpretativa (Cf. Arnau, 1985). Un guión restringe el proceso de búsqueda de las variables en función de las que se estructuran y representan los referentes de un texto (Sharkey y Mitchell, 1985). Sharkey y Mitchell (1985) han estudiado los efectos de anticipación del contexto que proporciona un guión sobre el reconocimiento de términos aislados que variaban según su frecuencia. La importancia de esta variable es que tiene distintos efectos según se trate de un contexto definido por un término o por una oración incompleta. En el primer caso, el contexto reduce los efectos de la frecuencia en tareas de decisión léxica (Becker, 1979). En

55 el segundo, los efectos del contexto se asocian con los de frecuencia (Schuberth y al. 1981). Estas diferencias pueden atribuirse al tamaño de los dominios semánticos actualizados por ambos tipos de contexto. Un modelo de redes declarativas podróa explicar estos distintos efectos del contexto suponiendo que actúa sobre el nivel de activación de los nudos relacionados. Se supone que la activación de éstos es inversamente proporcional al tamaño del conjunto semántico que se activa (Cf. Anderson, 1983). De este modo, si el conjunto semántico es amplio, la activación asociada se sumaría al nivel de activación que se toma como base, tal como sugieren los hallazgos de Schubert y Eimas (1977) y de Schubert y al. (1981). Sin embargo, si el conjunto es pequeño el nivel de activación sobre estos nudos asociados alcanzaría su asíntota (Cf. McClelland y Rumelhart, 1981). Un límite de este tipo elimina las diferencias que en otros casos se obtendrían en el nivel de activación. Los efectos de frecuencia interactuarían de este modo con el contexto. El primer experimento de Sharkey y Mitchell (1985) proceden de acuerdo con este razonamiento. Se trataba de definir si un guión se comporta, como contexto, como una palabra o como una oración incompleta. Los resultados que obtienen Sharkey y Mitchell (1985) confirman que en una tarea de decisión léxica el contexto afecta a los términos significativamente relacionados, en tanto que no afecta a los términos no relacionados o a las pseudopalabras de una condición neutral. Los guiones afectan, de este modo, al reconocimiento de palabras aisladas al proveer del conocimiento del mundo que se precisa para interpretarlas. Los guiones facilitan el procesamiento de la información en estos términos. Los mismos efectos se han constatado en los estudios que analizan el tiempo que lleva leer ciertas oraciones (Cf. Sanford y Garrod, 1979; Haberlandt y Bingham, 1982). Al no obtener diferencias significativas entre la condición de palabras relacionadas y la condición neutral, Sharkey y Mitchell (1985) cuestionan la hipótesis de Sanford y Garrod (1981) según la cual en la condición de términos no relacionados el sistema busca en la memoria semántica una representación apropiada a la información que se presenta. Parece razonable suponer que sólo en la condición neutral sería necesario este proceso de búsqueda. El segundo hallazgo importante del primer experimento de Sharkey y Mitchell (1985) se refiere al comportamiento de los guiones como unidades de información, específicas de la memoria semántica, que es similar al que se observa con una palabra aislada cuando se emplea como contexto de un término asociado. Sharkey y Mitchell (1985) constatan, sin embargo, que los guiones no se limitan a una anticipación puntual de los términos que siguen, como ocurre con un término aislado, sino que su activación es de carácter más amplio y especializado. En los guiones no se observa, en efecto, el decaimiento que es típico de una palabra cuando se presenta como contexto (Cf. Foss, 1982; Gough y als. 1981). Por el contrario, los guiones afectan al procesamiento, más aún que a los términos que se suceden en la cadena del habla, una vez se activan y se desactivan, como sugieren Schank y Abelson (1977), cuando se requiere otro guión a partir de las indicaciones que proporciona el propio texto. La estructura declarativa de un guión puede interpretarse en términos de una red declarativa que especifica un cierto dominio de conocimiento. La noción de enfoque implícito de Sanford y Garrod (1981) no es más que la región activa de una red asociativa de entre las que constituyen la unidad temática de un esquema.

56 4. A modo de conclusión. Buena parte de la investigación que en el futuro se desarrolle en torno a una teoría unificada de cómo se representa y manipula el conocimiento tendrá en el concepto de esquema su referente más inmediato sino el crisol más significativo de cuantos ilustran la historia de la psicología. Los problemas a los que, en este caso, habremos de enfrentarnos pueden tener en las póginas que preceden una de sus más ambiciosas expresiones. Lo logrado hasta el momento, sin embargo, permite asegurar, con toda la cautela que es precisa en ciencia, pero también con todo su rigor, la estructura modular y distribuida del conocimiento declarativo y, en consecuencia, la naturaleza heurística no monotónica del conocimiento procedimental. BIBLIOGRAFIA ABBOTT, V. y BLACK, J.B. (1980). The representation of scripts in memory. Yale University. ABBOTT, V.A., BLACK, J.B. y SMITH, E.E. (1985). The representation of scripts in memory. Journal of Memory and Language, 24, 179-199. ABELSON, R.P. (1981). Psychological status of the script concept. American Psychologist, 36(7), 715-729. ACKERMAN, B.P. (1981). Encoding specificity in the recall of pictures and words in children and adults. Journal of Experimental Child Psychology, 31(2), 193-211. ACKERMAN, B.P. (1984). Items-specific and relational encoding effect in children's recall and recognition memory for words. Journal of Experimental Child Psychology, 37, 426450. ACKERMAN, B.P. (1986). Retrieval search for category and thematic information in memory by children and adults. Journal of Experimental Child Psychology, 42, 355-377. ACKERMAN, B.P. y HESS, L. (1982). The effects of encoding distintiveness on retrieval variability in children and adults. Journal of Experimental Child Psychology, 33(3), 455-474. ACKERMAN, B.P. y RATHBURN, J. (1984). Developmental differences in the use of retrieval cues to describe episodic information in memory. Journal of Experimental Child Psychology, 38, 147-173. ACKERMAN, B.P. y RUST-KAHL, E. (1982). The effects of contrastive encoding of semantic information on children's memory for words. Journal of Experimental Child Psychology, 34(3), 414-434. ADAMS, L.T. y WORDEN, P.E. (1986). Script development and memory organization in preschool and elementary school children. Discourse Processes, 9, 149-166. ALBA, J.W. (1981). The representational nature of inferences. Temple University, Philadelphia. ALBA, J.W., ALEXANDER, S.G., HASHER, L. y CANIGLIA, K. (1981). The role of context in the encoding of information. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 7, 283-292. ALBA, J.W. y HASHER, L. (1983). Is memory schematic?. Psychological Bulletin, 93(2), 203231.

57 ANDERSON, A., GARROD, S.C. y SANFORD, A.J. (1983). The accessibility of pronominal antecedents as a function of episode shifts in narrative text. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 35A, 427-440. ANDERSON, J.R. (1976). Language, memory and thought. Hillsdale, NJ: Erlbaum. ANDERSON, J.R. (1981). Cognitive skills and their acquisition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. ANDERSON, J.R. (1983). The architecture of cognition. Cambridge, Mass: Harvard University Press. ANDERSON, J.R. y BOWER, G.H. (1972). Recognition and retrieval processes in free recall. Psychological Review, 79, 97-123. ANDERSON, J.R. y BOWER, G.H. (1973). Human associative memory. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. ANDERSON, J.R. y PIROLLI, P.L. (1984). Spread of activation. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 10(4), 791-798. ANDERSON, N.H. (1974). Cognitive algebra. Integration Theory applied to social attribution. En Berkowitz, L., Advances in experimental social psychology. Nueva York: Academic Press. ANDERSON, R.C. y PICHERT, J.W. (1978). Recall of previously unrecallable information following a shift in perspective. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 17, 112. ANDERSON, R.C., PICHERT, J.W., GOETZ, E., SHALLERT, D. y otros. (1976). Instantiation of general terms. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 15, 667-679. ANDERSON, R.C., SPIRO, R.J. y MONTAGUE, W.E. (1978). Schooling and the acquisition of knowledge. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. ARNAU, J. (1985). Procesamiento de prosa y estructuras cognitivas. MAYOR, J. (1985). Actividad humana y procesos cognitivos. Madrid: Alhambra. BADDELEY, A. (1978). The trouble with levels: A reexamination of Craik and Lockhart's framework for memory research. Psychological Review, 85, 139-152. BADDELEY, A. (1986). Working memory. Oxford: Clarendon Press. BADDELEY, A., ELDRIDGE, M., LEWIS, V. y THOMSON, N. (1984). Attention and retrieval from long-term memory. Journal of Experimental Psychology: General, 113, 518-40. BADDELEY, A.D. y HITCH, G. (1974). Working memory. The Psychology of Learning and Motivation, 8, 47-89. BAKER, L. y SANTA, J. (1977). Semantic integration and context. Memory and Cognition, 5(1), 151-154. BARCLAY, J., BRANSFORD, J., FRANKS, J., MCCARRELL, N., y NITSCH, K. (1974). Comprehension and semantic flexibility. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 13, 471-481. BARRON, F. (1969). Creative person and creative process. Nueva York: Holt, Rinehart and Winston. BARSALOU, L.W. y SEWELL, D.R. (1985). Contrasting the representation of scripts and categories. Journal of Memory and Language, 24, 646-665. BARTLETT, F. (1932). A study in experimental and social psychology. Nueva York: Cambridge University Press. BARTLETT, F. (1932). Remembering: a study in experimental and social psychology. Cambridge: Cambridge University Press. BARTLETT, F. (1958). Thinking. Londres: Allen and Undwin.

58 BASTIEN, C. (1987). Schemes et strategies dans l'activitó cognitive de l'enfant. Parós: Presses Universitaires de France. BATES, S., KINTSCH, W., FLETCHER, C. y GIULANI, V. (1980). The role of pronominalization and ellipsis in texts: some memory experiments. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6, 676-691. BECKER, C. (1979). Semantic context and word frequency effects in visual word recognition. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 5, 252-259. BEGG, I. (1978). Similarity and contrast in memory for relations. Memory and Cognition, 6(5), 509-517. BELLEZZA, F.S. (1983). Recalling script-based text: the role of selective processing and schematic cues. Bulletin of the Psychonomic Society, 21, 267-270. BELLEZZA, F.S. (1984). The self as mnemonic device: the role of internal cues. Journal of Personality and Social Psychology, 47(3), 506-516. BELLEZZA, F.S. y BOWER, G.H. (1981). Person stereotypes and memory for people. Journal of Personality and Social Psychology, 41, 856-865. BELLEZZA, F.S. Y BOWER, G.H. (1982). Remembering script-based text. Poetics, 11, 1-23. BENOIT, P. y FOLLERT, V. (1986). Appositions in plans and scripts: An aplication to initial interactions. En Ellis, D.G. y Donahue, W.A., Contemporary Issues in Language. Hillsdale, N.J.: L.E.A. BERKOWITZ, L. (1974). Advances in experimental social psychology. Nueva York: Academic Press. BERRY, C. y GROVE, C. (1983). Semantic distance in memory structure: the retrieval of conceptual relationships. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 35A, 553-570. BIRNBAUM, I., JOHNSON, M., HARTLEY, J. y TAYLOR, T. (1980). Alcohol and elaborative schemas for sentences. Journal of Experimental Psychology: Human, Learning, and Memory, 6, 293-300. BLACK, J.B. y BERN, H. (1981). Causal coherence and memory for events in narratives. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 265-275. BLACK, J.B. y BOWER, G.H. (1980). Story understanding as problem-solving. Poetics, 9, 223250. BOBROW, D.G. y COLLINS, A. (1975). Representation and understanding: studies in cognitive science. Nueva York: Academic Press. BOBROW, D.G. y NORMAN, D.A. (1975). Some principles of memory schemata. En BOBROW, D.G. y COLLINS, A. Representation and understanding: studies in cognitive science. Nueva York: Academic Press. BOCK, J.K. (1977). The effect of a pragmatic presupposition on syntactic structure in question answering. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 16, 723-734. BOND, CH.F. (1985). The next-in-line effect: encoding or retrieval deficit?. Journal of Personality and Social Psychology, 48(4), 853-862. BORING, E.G. (1950). A history of experimental psychology. Nueva York: Appleton Century Crofts. BOURNE, L., EKSTRAND, B. y DOMINOWSKI, R. (1971). The psychology of thinking. Englewoods Cliffs, N.J.: Prentice Hall. BOWER, G.H. (1976). Experiments on story understanding and recall. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 28, 511-534.

59 BOWER, G.H. (1983). The psychology of learning and motivation: advances in research and theory. Nueva York: Academic Press. BOWER, G.H., BLACK, J. y TURNER, T. (1979). Scripts in memory for text. Cognitive Psychology, 11, 177-220. BOWER, G.H., KARLIN, M.B. y DUECH, A. (1975). Comprehension and memory for pictures. Memory and Cognition, 3(2), 216-220. BRAINERD, C.J., HOWE, M.L., KINGMA, J. y BRAINERD, S.H. (1984). On the measurement of storage and retrieval contributions to memory development. Journal of Experimental Child Psychology, 37, 478-499. BRANSFORD, J.D., BARCLAY, J.R. y FRANKS, J.J. (1972). Sentence memory: A constructive vs. interpretative approach. Cognitive Psychology, 3, 193-209. BRANSFORD, J.D. y JOHNSON, M.K. (1972). Contextual prerequisites for understanding: Some investigations of comprehension and recall. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 11, 717-726. BRANSFORD, J.D. y JOHNSON, M.K. (1973). Considerations of some problems of comprehension. En Chase, W.G. (1973). Nueva York: Academic Press. BRANSFORD, J.D. y NITSCH, K.E. (1978). Coming understand things we would not previously understand. En Kavanagh, J.F. y Strange, W. Speech and language in the laboratory school and clinic. Cambridge, Mass: M.I.T. Press BRAY, N.W., JUSTICE, W.M. y ZAHM, D.N. (1983). Two developmental transitions in selective remembering strategies. Journal of Experimental Child Psychology, 36, 4355. BREWER, M.W. (1975). Memory for ideas: Synonym substitution. Memory and Cognition, 3(4), 458-464. BREWER, W.F. y DUPREE, D.A. (1983). Use of plan schemata in the recall and recognition of goal-directed actions. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 9(1), 117-129. BREWER, W.F. y LICHTENSTEIN, E.H. (1974). Memory for marked semantic features versus memory for meaning. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 13(2), 172-180. BREWER, W.F. y NAKAMURA, G.V. (1984). The nature and function of schemas. En R.S. Wyer y T.K. Srull (Eds.). Handbook of Social Cognition, pp. 119-160. Hillsdale: Erlbaum. BREWER, W.F. y PANI, J.R. (1983). The structure of human memory. En Bower, G.H. (1983). The psychology of learning and motivation: advances in research and theory. Nueva York: Academic Press. BREWER, W.F. y TREYENS, J.C. (1981). Role of schemata in memory for places. Cognitive Psychology, 13, 207-230. BRITTON, B., GRAESSER, A., GLYNN, S., HAMILTON, T. y PENLAND, M. (1983). Use of cognitive capacity in reading: effects of some content features of text. Discourse Processes, 6, 39-57. BRITTON, B., MEYER, B.J., HODGE, M.H. y GLYNN, S.M. (1980). Effects od the organization of text on memory: Texts of the retrieval and response criterion hypothesis. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6, 620-629. BRITTON, M., MEYER, B., SIMPSON, R., HOLDREDGE, T., y CURRY, C. (1979). Effects of the organization of text on memory: Tests of two implications of a selective attention

60 hypothesis. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 5, 496506. BROWN, J. (1976). Recall and recognition. Londres: Wiley. BROWN, A.L. y SMILEY, S.S. (1977). Rating the importance of structural units of prose passages: A problem of meta-cognitive development. Child Development, 48, 1-8. BURLESON, B. (1986). Attribution schemes and causal inference in natural conversations. En Ellis, D.G. y Donahue, W.A., Contemporary Issues in Language. Hillsdale, N.J: L.E.A. BURNETT, S.A. y STEVENSON, J.M. (1979). Instructional effects on frequency judgments for sentence meanings. American Journal of Psychology, 711-721. CAELLI, T. y MORAGLIA, G. (1986). On the detection of signals embedded in natural scenes. Perception and Psychophysics, 39 (2), 87-95. CANTOR, N. y MISCHEL, W. (1977). Traits as prototypes: effects on recognition memory. Journal of Personality and Social Psychology, 35, 38-48. CANTOR, N. y MISCHEL, W., SCHWARTZ, J. (1982). A prototype analysis of psychological situations. Cognitive Psychology, 14, 45-77. CAREY, S.T. (1973). Delayed recognition testing incidental learning and proactive inhibition release. Journal of Experimental Psychology, 100, 361-367. CARROLL, M. y FREEBODY, P. (1987). Script-based cues in identification. Acta Psychologica, 64, 105-121. CARROLL, M. y KIRSNER, K. (1982). Context and repetition effects in lexical decision and recognition memory. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21(1), 55-69. CECALA, A.J. y GARNER, W.R. (1986). Internal frame of reference as a determinant of the oblique effect. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 12, 3, 314-323. CERMAK, L.S. y CRAIK, F.I.M. (1979). Levels of processing in human memory. Hillsdale, N.J.: L.E.A. CHAFFIN, R. y HERRMANN, D.J. (1981). Comprenhension of semantic relationships and the generality of categorization models. Bulletin of The Psychonomic Society, 17(2), 69-72. CHAFFIN, R, y HERRMANN, D.J. (1984). The similarity and diversity of semantic relations. Memory and Cognition, 12(2), 134-141. CHAFFIN, R., WINSTON, M. y HERRMANN, D. (1984). The semantics of part-whole relations: An empirical taxonomy. Trenton State College. CHAIKEN, S. (1985). The heuristic model of persuasion. En M.P. Zanna, J. M. Olson, y C. P. Herman (Eds.). Social influence. The Ontario Symposium, Vol. 5. CHECHILLE, R., RICHMAN, C., TOPINKA, C. y EHRENSBECK, K. (1981). A developmental study of the storage and retrieval of information. Child Development, 52, 251-259. CHENG, P. y HOLYOAK, K. (1985). Pragmatic reasoning schemas. Cognitive Psychology, 17, 391-416. CHIESI, H.L., SPILICH, G.J. y VOSS, J.F. (1979). Acquisition of domain related information in relation to high and low domain knowledge. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 257-73. CHI, M.T.H. (1978). Knowledge structures and memory development. En Siegler, R.S. Children's thinking: what develops?. Hillsdale, N.J.: Erlbaum CHRISTIAANSEN, R.E. (1980). Prose memory: Forgetting rates for memory codes. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6, 611-619.

61 CICCONE, D. y BRELSFORD, J.W. (1975). Encoding specificity: the processing of stimulus attributes. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 104(1), 60-64. CIRILO, R. y FOSS, D. (1980). Text structure and reading time for sentences. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 96-109. CLARK, H. (1977). Inferences in comprehension. En LaBerge, D., Samuels, S. Basic processes in reading, perception and comprehension. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. CLIFTON, C. y SLOWIACZEK, M. (1981). Integrating new information with old knowledge. Memory and Cognition, 9(2), 142-148. COHEN, C.E. (1977). Cognitive bases of stereotyping. San Francisco, CA: A.P.A. COHEN, C.E. y EBBESEN, E.B. (1979). Observational goals and schema activation: A theoretical framework for behavior perception. Journal of Experimental Social Psychology, 15, 305-329. COLE, P. y MORGAN, J. (1975). Sintax and semantics. Vol. III. Speech Acts. Nueva York: Academic Press. COLLINS, A. y LOFTUS, E. (1975). A spreading-activation theory of semantic processing. Psychological Review, 82, 407-428. COLLINS, A. y QUILLIAN, M. (1969). Retrieval time from semantic memory. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 8, 240-246. COLLINS, A. y QUILLIAN, M. (1972). How to make a language user. En Tulving, E., Donaldson, E. Organization of memory. Nueva York: Academic Press. CONRAD, C. (1972). Cognitive economy in semantic memory. Journal of Experimental Psychology, 92(2). CONRAP, F.G. y RIPS, L.J. (1981). Perceptual focus, text focus and semantic composition. En Miller, M.F., Masek, C.S. y Hendrick, R.A. Language and behavior. Chicago: Chicago Linguistic Society. CONRAD, F.G. y RIPS, L.J. (1986). Conceptual combination and the given/new distinction. Journal of Memory and Language, 25, 255-278. COOPER, W. y WALKER, E. (1979). Sentence processing: Psycholinguistic studies presented to Merrill Garrett. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. CORBALLIS, M.C. y CULLEN, S. (1986). Decisions about the axes of disoriented shapes. Memory and Cognition, 14 (1), 27-38. CORBETT, A. y DOSHER, B. (1978). Instrument inferences in sentence encoding. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 17, 479-491. CORNELL, E.H. (1981). The effects of cue distinctiveness on infants' manual search. Journal of Experimental Child Psychology, 32, 330-342. COTTON, J. y KLATZKY, R. (1978). Semantic factors in cognition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. CROCKER, J., FISKE, S.T. y TAYLOR, S.E. (1984). Schematic bases of belief change. En Eiser, R. Attitudinal judgement. Nueva York: Springer. CROCKER, J., HANAH, D. y WEBER, R. (1983). Person memory and causal attributions. Journal of Personality and Social Psychology, 44, 55-66. CROWDER, R.G. (1976). Principles of learning and memory. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. CUDDY, L.J. y JACOBY, L.L., (1982). Then forgetting helps memory: An analysis of repetition effects. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 451-467. DE GROOT, A. (1965). Thought and choice in chess. The Hague: Mouton.

62 DEWEY, J. (1929). The guest for certainty. Nueva York: Putnam's. DILLON, R.F. (1973). Focus of proactive interference effects in short-term memory. Journal of Experimental Psychology, 99, 75-81. DODD, D. y BRADSHAW, J. (1980). Reading questions and memory: pragmatic constraints. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 695-704. DOOLING, D. y LACHMAN, R. (1971). Effects of comprehension on retention of prose. Journal of Experimental Psychology, 88, 216-222. EAGLY, A., CHAIKEN, S. y WOOD, W. (1981). An attributional analysis of persuasion. En Harvey, J., Ickes, W. y Kidd, R. (1981). New directions in attribution research. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. EHRLICH, K. y JOHNSON-LAIRD, P.N. (1982). Spatial descriptions and referential continuity. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 296-306. EINSTEIN, G.O. y HUNT, R.R. (1980). Levels of processing and organization: Additive effects of individual-item and relational processing. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6, 588-598. EINSTEIN, G., MCDANIEL, M., BOWERS, C. y STEVENS, D. (1984). Memory for prose: The influence of relational and proposition-specific processing. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 10, 133-143. EISER, R. (1984). Attitudinal judgement. Nueva York: Springer. ELIO, R. y ANDERSON, J.R. (1984). The effects of information order and learning mode on schema abstraction. Memory and Cognition, 12, 20-30. EPSTEIN, M.L., DUPREE, D.A. y GRONIKOWSKI, L.A. (1979). Encoding specificity and contextual similarity. Bulletin of Psychonomic Society, 14(3), 177-180. EVENS, M., LITOWITZ, D., MARKOWITZ, J., SMITH, R, y WERNER, D.(1983). Lexicalsemantic relations: A comparative survey. Current Inquiry into Language and Linguistics. Edmunton, Alberta, Canada: Linguistic Research. FARAH, M. (1985). Psychophysical evidence for a shared representational medium for mental images and percepts. Journal of Experimental Psychology: General, 114(1), 91-103. FARELL, B. (1984). Attention in the processing of complex visual displays: detecting features and their combinations. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 10(1), 40-64. FASS, W. y SCHUMACHER, G. (1981). Schema theory and prose retention: boundary conditions for encoding and retrieval effects. Discourse Processes, 4, 17-26. FEDERICO, P. y MONTAGUE, W. (1975). Recognition memory as function of encoding strategy and stimulus codability. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 104(1), 680-688. FILLMORE, C. (1975). An alternative to cheklist theories of meaning. Proceedings of The First Annual Meeting of The Berkeley Linguistics Society. Berkeley: University of California. FISKE, S.T. y DYER, L.M. (1985). Structure and development of social schemata: evidence from positive and negative transfer effects. Journal of Personality and Social Psychology, 48(4), 839-852. FISKE, S.T., KINDER, D.R. y LARTER, W.M. (1983). The novice and the expert: Knowledgebased strategies in political cognition. Journal of Experimental Social Psychology, 19, 381-400.

63 FISKE, S.T. y LINVILLE, P.W. (1980). What does the schema concept buy us?. Personality and Social Psychology Bulletin, 6, 543-557. FISKE, S.T. y TAYLOR, S.E. (1984). Social cognition. Nueva York: Random House. FISK, A. y SCHNEIDER, W. (1984). Memory as a function of attention level of processing and automatization. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 10(2), 181-197. FIVUSH, R. (1987). Scripts and categories: Interrelationships in development. En Neisser, U., Concepts and Conceptual Development. Cambridge, UK: Cambridge University Press. FLAVELL, J.J. y MARKMAN, E.M. (1983). Cognitive development. Nueva York: Wiley. FORD, M. y KEATING, D. (1981). Developmental and individual differences in long-term memory retrieval: Process and organization. Child Development, 52, 234-241. FORSTER, K. (1979). Levels of processing and the structure of the language processor. En Cooper, W. y Walker, E. (1979). Sentence processing: Psycholinguistic studies presented to Merrill Garrett. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. FORZARD, J., MYERS, J. y WAUGH, N. (1971). Recalling recent exemplars of a category. Journal of Experimental Psychology, 90(2), 262-267. FOSS, D. (1982). A discourse on semantic priming. Cognitive Psychology, 14, 590-607. FOSS, C.C. y BOWER, G.H. (1986). Understanding actions in relation to goals. En Sharkey, N.E., Advances in Cognitive Science, 1. Nueva York: Ellis Harwood Limited. FRANKEL, M.T. y ROLLINS, H.A. (1985). Associative and categorical hypotheses of organization in the free recall of children and adults. Journal of Experimental Child Psychology, 40, 304-318. FRANKEN, R. y ROWLAND, G. (1978). Organizational factors in picture recognition memory. Acta Psychologica, 42(6), 441-452. FRANKS, J., PLYBON, C. y AUBLE, P. (1982). Units of episodic memory in perceptual recognition. Memory and Cognition, 10(1), 62-68. FREDERIKSEN, C. (1975a). Acquisition of semantic information from discourse: effects of repeated exposures. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 14, 158-169. FREDERIKSEN, C. (1975b). Effects of context-induced processing operations on semantic information acquired from discourse. Cognitive Psychology, 7, 139-166. FREDERIKSEN, C. (1975c). Representing logical and semantic structure of knowledge acquired from discourse. Cognitive Psychology, 7(3), 371-383. FREEDLE, R. (1978). Multidisciplinary perspectives in discourse comprehension. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. FRIEDMAN, A. (1979). Framing pictures: the role of knowledge in automatized encoding and memory for gist. Journal of Experimental Psychology: General, 108(3), 316-355. FROST, N. (1972). Encoding and retrieval in visual memory tasks. Journal of Experimental Psychology, 92(2), 317-326. GALAMBOS, G. y RIPS, L. (1982). Memory for routines. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 260-281. GAONACH, D. (1979). Mental repetition and organization in a free recall learning task. Annóe Psychologique, 79(2), 465-480. GARROD, S. y SANFORD, A. (1977). Interpreting anaphoric relations: the integration of semantic information while reading. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 16, 77-90.

64 GENTNER, D. y COLLINS, A. (1981). Studies of inference from lack of knowledge. Memory and Cognition, 9(4), 434-443. GERNSBACHER, M. (1985). Surface information loss in comprehension. Cognitive Psychology, 17, 324-363. GERRIG, R.J. (1986). Process models and pragmatics. En Sharkey, N.E., Advances in Cognitive Science, 1. Nueva York: Ellis Harwood Limited. GHATALA, E. y LEVIN, J. (1981). Children's incidental memory for pictures: Item processing versus list organization. Journal of Experimental Child Psychology, 31(2), 231-244. GIBSON, E. y SPELKE, E. (1983). The development of perception. En Flavell, J.J., Markman, E.M. Cognitive Development. Nueva York: Wiley. GILLUND, G. y SHIFFRIN, R. (1981). Free recall of complex pictures and abstract words. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20(5), 575-592. GLASER, R. (1982). Advances in instructional psychology. Hillsdale, N.J.: L.E.A. GODDEN, D. y BADDELEY, A. (1980). When does context influence recognition memory?. British Journal of Psychology, 71(1), 99-104. GOODMAN, G. (1980). Picture memory: How the action schema affects retention. Cognitive Psychology, 12, 473-495. GOUGH, P., ALFORD, J. y HOLLEY-WILCOX, P. (1981). Words and contexts. En Tzeng, O., Singer, H. Perception of print: Reading research in experimental psychology. Hillsale, N.J.: Erlbaum GRAEFE, T. y WATKINS, M. (1980). Picture rehearsal: An effect of selectively attending to pictures no longer in wiew. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6(2), 156-162. GRAESSER, A. (1978a). How to catch a fish: The memory and representation of common procedures. Discourse Processes, 1, 72-89. GRAESSER, A. (1978b). Tests of a holistic chunking model of sentence memory through analyses of noun intrusions. Memory and Cognition, 6, 527-536. GRAESSER, A. (1981). Prose comprehension beyond the word. Nueva York: Springer-Verlag. GRAESSER, A., GORDON, S. y SAWYER, J. (1979). Recognition memory for typical and atypical actions in scripted activities: Tests of a script pointer + tag hypothesis. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 319-332. GRAESSER, A., HOFFMAN, N. y CLARK, L. (1980). Structural components of reading time. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 131-151. GRAESSER, A.C., MILLIS, K.K. y LONG, D.L. (1986). The construction of knowledge-based inferences during story comprehension. En Sharkey, N.E., Advances in Cognitive Science, 1. Nueva York: Ellis Harwood Ltd. GRAESSER, A. y NAKAMURA, G. (1983). The impact of a schema on comprehension and memory. En Bower, G. The psychology of learning and motivation: advances in research and theory. Nueva York: Academic Press. GRAESSER, A., NAKAMURA, G., ZIMMERMAN, J. y RIHA, J. (1980). Recognition memory for script-relevant versus irrelevant actions as a function of encoding conditions. California State University at Fullerton. GRAESSER, A., ROBERTSON, S., LOVELACE, E. y SWINEHART, D. (1980). Answers to whyquestions expose the organization of story plot and predict recall of actions. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19(1), 110-119.

65 GRAESSER, A.C., WOLL, S.B., KOWALSKI, D.J. y SMITH, D.A. (1980). Memory for typical and atypical actions in scripted activities. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6, 503-515. GRAF, P. y SCHACTER, D.L. (1987). Selective effects of interference on implicit and explicit memory for new associations. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 13, 1, 45-53. GREENE, E., FLYNN, M. y LOFTUS, E. (1982). Inducing resistance to misleading information. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 207-219. GRICE, H. (1975). Logic and conversation. En Cole, P., y Morgan, J. Speech Acts. Nueva York: Academic Press. GRONLUND, S.D. y SHIFFRIN, R.M. (1986). Retrieval strategies in recall of natural categories and categorized lists. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 12, 4, 550-561. GRUENEWALD, P. y LOCKHEAD, G. (1980). The free recall of category examples. Journal of Experimental Psychology: Human Learning and Memory, 6(3), 225-240. HABERLANDT, K., BERIAN, C. y SANDSON, J. (1980). The episode schema in story processing. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 635-650. HABERLANDT, K. y BINGHAM, G. (1984). The effect of input direction on the processing of script statements. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 23, 162-177. HALL, J., GROSSMAN, L. y ELWOOD, K. (1976). Differences in encoding for free recall versus recognition. Memory and Cognition, 4(5), 507-513. HAMILTON, D.L. (1981). Cognitive representations of persons. En Higgins, E.T., Herman, C.P. y Zanna, M.P. Social Cognition: The Ontario Symposium. Vol.1. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HAMILTON, D.L. y GIFFORD, R.K. (1976). Illusory correlation in interpersonal perception: A cognitive basis of stereotype judgments. Journal of Experimental Social Psychology, 12, 392-407. HARRIS, R. y MONACO, G. (1978). Psychology of pragmatic implication: information processing between the lines. Journal of Experimental Psychology: General, 107, 1-22. HARVEY, J., ICKES, W. y KIDD, R. (1981). New directions in attribution research. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HASHER, L., ATTIG, M. y ALBA, J. (1981). I knew it all along: Or did not?. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 86-96. HASHER, L. y GRIFFIN, M. (1978). Reconstructive and reproductive processes in memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 4, 318-330. HASHTROUDI, S., MUTTER, S., COLE, E. y GREEN, S. (1984). Schema-consistent abd schema-inconsistent information: Processing demands. Personality and Social Psychology Bulletin, 10(2), 269-278. HASTIE, R. (1980). Memory for information which confirms or contradicts a general impression. En Hastie, R., Ostrom, T.M., Ebbesen, y otros. Person memory: The cognitive basis of social perception. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HASTIE, R. (1981). Schematic principles in human memory. En Higgins, E.T., Herman, C.P., Zanna, M.P. Social Cognition: The Ontario Symposium. Vol. 1. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HASTIE, R. (1984). Causes and effects of causal attribution. Journal of Personality and Social Psychology, 46, 44-56.

66 HASTIE, R. y KUMAR, P. (1979). Person memory: Personality traits as organizing principles in memory for behaviors. Journal of Personality and Social Psychology, 37, 25-38. HASTIE, R., OSTROM, T., EBBESEN, E., WYER, R. y otros. (1980). Person memory: The cognitive basis of social perception. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HAUGELAND, J. (1981). Semantic engines: An introduction to mind design. Cambridge: M.I.T. Press. HAVILAND, S. y CLARK, H. (1974). What's new?. Acquiring new information as a process in comprehension. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 13, 512-521. HAYES-ROTH, B. (1977). Evolution of cognitive structure and processes. Psychological Review, 84, 260-278. HAYES-ROTH, B. y HAYES-ROTH, F. (1975). Plasticity in memorial networks. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 14, 506-522. HAYES-ROTH, B. y HAYES-ROTH, F. (1977). Concept learning and the recognition and classification of exemplars. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 16(3), 321-338. HAYES-ROTH, B. y THORNDYKE, P. (1979). Integration of knowledge from text. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 91-108. HAYES-ROTH, B. y WALKER, C. (1979). Configural effects in human memory: The superiority of memory over external information sources as a basis for inference verification. Cognitive Science, 3(2), 119-140. HEAD, H. (1918). Sensation and the cerebral cortex. Brain, 41, 57-253. HEAD, H. (1920). Studies in neurology. Londres: Hodder and Stoughton. HEAD, H. (1926). Aphasia and kindred disorders of speech. Cambridge. HEBB, D.O. (1949). The organization of behavior: A neuropsychological theory. Nueva York: Wiley. HEMSLEY, G. y MARMUREK, H. (1982). Person memory: the processing of consistent and inconsistent person information. Personality and Social Psychology Bulletin, 8, 433-438. HERRMANN, D.J. (1978). An old problem for the new psychosemantics: Synonymity. Psychological Bulletin, 85(3), 490-512. HERRMANN, D.J., CHAFFIN, R., y DANIEL, M. (1984). Three attibutes of antonymy: effects of relation attributes on antonym comprehension. Hamilton College. HERRMANN, D.J., PAPPERMAN, T., y ARMSTRONG, A. (1978). Synonym comprehension and the generality of categorization models. Memory and Cognition, 6(2), 150-155. HIGGINS, E.T., HERMAN, C.P., y ZANNA, M.P. (1981). Social cognition: The Ontario symposium. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. HIGGINS, E.T. y LURIE, L. (1983). Context, categorization, and recall: The "change-ofstandard" effect. Cognitive Psychology, 15, 525-547. HINTON, G.E., MCCLELLAND, J.L. y RUMELHART, D.E. (1986). Distributed representations. En D.E. Rumelhart, J.L. McClelland, and the PDP Research Group. Parallel Distributed Processing. Cambridge: Bradford Books. HINTZMAN, D.L. (1986). Frequency judgments and recognition memory in a multiple-trace memory model. Eugene: University of Oregon. Cognitive Science Program. HINTZMAN, D.L. (1986). "Schema abstraction" in a multiple-trace memory model. Psychological Review, 93, 4, 411-428.

67 HOCH, S.J. y HA, Y.W. (1986). Consumer learning: Advertising and the ambiguity of product experience. Journal of Consumer Research, 13, 221-233. HOCK, H.S. y SCHMELZKOPF, K.F. (1980). The abstraction of schematic representations from photographs of real-world scenes. Memory and Cognition, 8(6), 543-554. HOLYOAK, K.J. y GLASS, A.L. (1975). The role of contradictions and counterexamples in the rejection of false sentences. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 14, 215239. HOPF-WEICHEL, R. (1977). Reorganization in semantic memory: an interpretation of the facilitation effect. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 16(2), 261-275. HORTON, K.D. (1987). The incongruity effect in memory for generated targets: fact or artifact?. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 13, 1, 172-174. HOWE, H. y FLOWERS, J. (1981). Nebraska symposium on motivation. Lincoln: University of Nebraska Press. HUBA, M. y VELLUTINO, F. (1980). The development of visual encoding and retention skills. Journal of Experimental Child Psychology, 30(1), 88-97. HUMPHREYS, M. (1978). Item and relational information: A case for context independent retrieval. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 17(2), 175-187. HUMPHREYS, M. y BAIN, J. (1983). Recognition memory: a cue and information analysis. Memory and Cognition, 11(6), 583-600. HUNT, R. y EINSTEIN, G. (1981). Relational and item-specific information in memory. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 497-514. HUNT, R. y MITCHEL, D. (1982). Independent effects of semantic and non semantic distinctiveness. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 8, 81-87. HUNT, R. y SETA, C. (1984). Category size effects in recall: the roles of relational and individual item information. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 10(3), 454-464. JACOBY, L. (1983). Perceptual enhancement: persistent effects of an experience. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 9, 21-38. JACOBY, L. y DALLAS, M. (1981). On the relationship between autobiographical memory and perceptual learning. Journal of Experimental Psychology: General, 110, 306-340. JACOBY, L. y GOOLKASIAN, P. (1973). Semantic versus acoustic coding: retention and conditions of organization. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 12, 324333. JACOBY, L. y WITHERSPOON, D. (1982). Remembering without awareness. Canadian Journal of Psychology, 36, 300-324. JENKINS, J., WALD, J. y PITTENGER, J. (1978). Apprehending pictorial events: An instance of psychological cohesion. En Savage, C.W. Minnessota studies in the philosophy of science. Minneópolis: University of Minnesota Press. JOHNSON-LAIRD, P.N. (1981). Mental models of meaning. En Joshi, A., Sag, I., NashWebber, B. (1981). Computational aspects of linguistic structure and discourse setting. Cambridge: Cambridge University Press. JOHNSON-LAIRD, P.N. (1983). Mental models. Towards a cognitive science on language inference and conciousness. Cambridge: Cambridge University Press.

68 JOHNSON, J. y JUDD, C. (1983). Overlooking the incongruent: Categorization biases in the identification of political statements. Journal of Personality and Social Psychology, 45, 978-996. JOHNSON, M. (1983). A multiple-entry, modular memory system. En Bower, G.H. (1983). The psychology of learning and motivation: Advances in research and theory. Nueva York: Academic Press. JOHNSON, M., BRANSFORD, J. y SOLOMON, S. (1973). Memory for tacit implications of sentences. Journal of Experimental Psychology, 98, 203-205. JOHNSON, M., KAHAN, T. y RAYE, C. (1984). Dreams and reality monitoring. Journal of Experimental Psychology: General, 113(3), 329-344. JOHNSON, M. y RAYE, C. (1981). Reality monitoring. Psychological Review, 88, 67-85. JOHNSON, R. (1970). Recall of prose as a function of the structural importance of the linguistic unit. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 9, 12-20. JOHNSTON, W., DARK, V. y JACOBY, L. (1985). Perceptual fluency and recognition judgements. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 11(1), 3-11. JONES, G.V. (1984). Fragment and schema models for recall. Memory and Cognition, 12, 250263. JONES, G.V. (1987). Independence and exclusivity among psychological processes: Implications for the structure of recall. Psychological Review, 94, 2, 229-235. JOSHI, A., NASH-WEBBER, B. y SAG, I. (1981). Elements of discourse understanding. Cambridge: Cambridge University Press. JOSHI,A., SAG, I. y NASH-WEBBER, B. (1981). Computational aspects of linguistic structure and discourse setting. Cambridge: Cambridge University Press. JUDD, C. Y KULIK, J.(1980). Schematic effects of social attitudes on information processing and recall. Journal of Personality and Social Psychology, 38, 569-578. JUST, M. y CARPENTER, P. (1978). Inferences processes during reading: Reflections from eye fixations. En Senders, J. y Monty, R. Eyemovements and the higher psychological functions. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. KAIL, R. y NIPPOLD, M.A. (1984). Unconstrained retrieval from semantic memory. Child Development, 55, 944-951. KANT, I. (1787:1976). Crótica de la razón pura. Móxico: Porróa. KAVANAGH, J.F. y STRANGE, W. (1978). Speech and language in the laboratory school and clinic. Cambridge, Mass: M.I.T. Press. KEE, D. y BELL, T. (1981). The development of organizational strategies in the storage and retrieval of categorical items in free-recall learning. Child Development, 52(4), 11631171. KEMPER, S. (1982). Filling in the missing links. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 99-107. KIERAS, D. (1978). Beyond pictures and words: alternative information-processing models for imagery effect in verbal memory. Psychological Bulletin, 85(3), 532-554. KIERAS, D. (1981a). Component processes in the comprehension of simple prose. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 1-23. KIERAS, D. (1981b). Topicalization effects in cued recall of technical prose. Memory and Cognition, 9, 541-549.

69 KIERAS, D. (1982). A model for reader strategy for abstracting main ideas from simple technical prose. Text, 2, 47-81. KINTSCH, W. (1970). Learning, memory and conceptual processes. Nueva York: Wiley and sons. KINTSCH, W. (1974). The representation of meaning in memory. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. KINTSCH, W. y GREENE, E. (1978). The role of culture-specific schemata in the comprehension and recall of stories. Discourse Processes, 1, 1-13. KINTSCH, W. y VAN DIJK, T. (1978). Toward a model of text comprehension and production. Psychological Review, 85, 363-394. KLIX, F., HOFFMAN, J. y VAN DER MEER, E. (1982). Cognitive research in psychology. Amsterdam: North-Holland. KLUWE, R.H. y SPADA, H. (1980). Developmental models of thinking. Londres: Academic Press. KOLERS, P., WROLSTAD, M. y BOUMA, H. (1979). Processing of visual language. Nueva York: Plenum Press. KRANE, A. (1979). The role of sensory attributes as retrieval cues or as interference in retrieval of information from episodic memory. Journal of General Psychology, 101(2), 227-247. KRINSKY, R. y NELSON, T.O. (1985). The feeling of knowing for different types of retrieval failure. Acta Psychologica, 58, 141-158. KROLL, J. y CORRIGAN, A. (1981). Strategies in sentence-picture verification: the effect of a unexpected in picture. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20(5), 515531. KUIPER, N.A. (1981). Convergent evidence for the self as a prototype. Personality and Social Psychology Bulletin, 7, 438-443. KULHAVY, R. y HEINEN, J. (1974). Mnemonic transformations and verbal coding processes. Journal of Experimental Psychology, 102(1), 173-175. KUNEN, S., GREEN, D. y WATERMAN, D. (1979). Spread of encoding effects within the nonverbal visual domain. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 5(6), 574-584. LABERGE, D. y SAMUELS, J. (1977). Basic processes in reading, perception and comprehension. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. LAMB, M.E. y BROWN, A.L. (1981). Advances in developmental psychology. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. LAURENDEAU, M. y PINARD, A. (1962). La pensóe causale. Paris: P.U.F. LEHMAN, E. (1982). Memory for modality: evidence for an automatic process. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 10(6), 554-564. LESGOLD, A., ROTH, S. y CURTIS, M. (1979). Foregrounding effects in discourse comprehension. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 291-301. LEWICKI, P. (1984). Self-schema and social information processing. Journal of Personality and Social Psychology, 47, 1177-1190. LICHTENSTEIN, E. y BREWER, W. (1980). Memory for goal directed events. Cognitive Psychology, 12, 412-445. LINDSAY, P. y NORMAN, D. (1977). Human information processing: An introduction to psychology. Nueva York: Academic Press.

70 LOCKHART, R. (1979). Remembering events: Discussion of papers by Jacoby and Craik, Battig and Nelson. En Cermak, L. y Craik, F. Levels of processing in human memory. Hillsdale, N.J.: L.E.A. LOCKSLEY, A., STANGOR, C., HEPBURN, C., GROSOVSKY, E. y HOCHSTRASS, (1984). The ambiguity of recognition memory tests of schema theories. Cognitive Psychology, 16, 421-448. LOFTUS, E. (1979a). Eyewitness testimony. Cambridge, Mass.: Harvard University Press. LOFTUS, E. (1979b). Reactions to blatantly contradictory information. Memory and Cognition, 7, 368-374. LOFTUS, F. y KALLMAN, H. (1979). Encoding and use of detail information in picture recognition. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 5(3), 197-211. LOFTUS, E., MILLER, D. y BURNS, H. (1978). Semantic integration of verbal information into visual memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 4, 19-31. LORCH, R. (1982). Priming and search processes in semantic memory: a test of three models of spreading activation. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 15, 587-606. LORCH, R. y LORCH, E. (1983). Effects of topic organization on recall from text. Lexington: University of Kentucky. LORCH, R., LORCH, E. y MATTHEWS, P. (1985). On-line processing of the topic structure of a text. Journal of Memory and Language, 24, 350-362. LOW, L. y REDER, B. (1983). Semantic relations between encoding and retrieval in cued recall. Memory and Cognition, 11(6), 651-659. MAKI, R. (1981). Categorization and distance effects with apatial lineal orders. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 7(1), 15-32. MANDLER, G. (1975). Mind and emotion. Nueva York: Wiley. MANDLER, G. (1979). Organization and repetition: organizational principles with special reference to rote learning. En Nilsson, L.G. Perspectives on memory research. Hillsdale, N.J: Erlbaum. MANDLER, G. (1982). The integration and elaboration of memory structures. En Klix, F., Hoffman, J. y Van Der Meer, E. Cognitive research in psychology. Amsterdam: NorthHolland. MANDLER, G. y GOODMAN, G. (1982). On the psychological validity of story structure. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 507-523. MANDLER, G., GOODMAN, G. y WILKESS-GIBBS, D. (1982). The word frequency paradox in recognition. Memory and Cognition, 10, 33-42. MANDLER, J.M. (1978). A code in the node: the use of a story schema in retrieval. Discourse Processes, 1, 14-35. MANDLER, J.M. (1984). Stories, scripts, and scenes: Aspects of schema theory. Hillsdale: Lawrence Erlbaum. MANDLER, J.M. y JOHNSON, N. (1977). Remembrance of things parsed: story structure and recall. Cognitive Psychology, 9, 111-151. MANDLER, J.M. y MANDLER, G. (1964). Thinking: From association to gestalt. Nueva York: Wiley.

71 MANDLER, J.M. y PARKER, R. (1976). Memory for descriptive and spatial information in complex pictures. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 2, 38-48. MANDLER, J.M. y RITCHEY, G. (1977). Long-term memory for pictures. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 3(4), 386-396. MANDL, H., STEIN, N. y TRABASSO, T. (1984). Learning and comprehension of text. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. MANI, K. y JOHNSON-LAIRD, P.N. (1982). The mental representation of spatial descriptions. Memory and Cognition, 10, 181-187. MARCEL, A. (1983a). Conscious and unconscious perception: Experiments on visual masking and word recognition. Cognitive Psychology, 15, 197-237. MARCEL, A. (1983b). Conscious and unconscious perception: an approach to the relations between phenomenal experience and perceptual processes. Cognitive Psychology, 15, 238-300. MARKMAN, E. (1981). Two different principles of conceptual organization. En Lamb, M.E., y Brown, A.L. Advances in developmental psychology. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. MARKMAN, E. (1984). The acquisition and hierarchical organization of categories by children. En Sophian, C. Origins of cognitive skills, 371-406. Hillsdale: Erlbaum. MARKMAN, E. (1985). Why superordinate category terms can be mass nouns. Cognition, 19, 31-53. MARKUS, H. (1977). Self-schemata and processing information about the self. Journal of Personality and Social Psychology, 35, 63-78. MARKUS, H., CRANE, M., BERNSTEIN, S. y SILADI, M. (1982). Self-schemas and gender. Journal of Personality and Social Psychology, 42, 38-50. MARKUS, H., HAMILL, R. y SENTIS, K. (1978). Thinking fat: Self schemas for body weight and the processing of weight relevant information. Toronto, Canadó: A.P.A. MARKUS, H., SMITH, J. y MORELAND, R. (1983). The role of the self in social perception. Michigan: University of Michigan. MASSON, M. y MCDANIEL, M. (1981). The role of organization processes in long-term retention. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 7, 10011O. MAYER, R.E. y COOK, L. (1981). Effects of shadowing on prose comprehension and problem solving. Memory and Cognition, 9, 101-109. MAYOR, J. (1985). Actividad humana y procesos cognitivos. Madrid: Alhambra. MAYOR, J. (1985). Psicología del pensamiento y del lenguaje. Madrid: U.N.E.D. MAYOR, J. (1985). Texto y discurso. En Mayor, J. (1985). Psicología del Pensamiento y del Lenguaje. Madrid: U.N.E.D. MCCAULEY, R.N. (1987). The role of theories in a theory of concepts. En Neisser, U., Concepts and conceptual development. Cambridge, UK: Cambridge University Press. MCCLELLAND, A., RAWLES, R. y SINCLAIR, F. (1981). The effects of search criteria and retrieval cue availability on memory for words. Memory and Cognition, 9(2), 164-168. MCCLELLAND, J.L. y RUMELHART, D.E. (1981). An interactive activation model of context effects in letter perception: I. An Account of basis findings. Psychological Review, 88(5), 375-407.

72 MCCLELLAND, J.L. y RUMELHART, D.E. (1985). Distributed memory and the representation of general and specific information. Journal of Experimental Psychology: General, 114, 159-188. MCCLELLAND, J.L. y RUMELHART, D.E. (1986). Parallel distributed processing: Explorations in the microstructure of cognition, Vol 1. Cambridge: MIT Press/Bradford Books, 2. MCCLELLAND, J.L. y RUMELHART, D.E. (1986). Parallel distributed processing: Explorations in the microstructure of cognition, vol. 2. Applications. Cambridge/Bradford. MCCLELLAND, J.L., RUMELHART, D.E. y HINTON, G.E. (1986). The appeal of parallel distributed processing. En D.E. Rumelhart, y J.L. McClelland, Parallel Distributed Processing: Explorations in the microstructure of cognition. Cambridge: MIT Press/Bradford Books. MCCLOSKEY, M. y GLUCKSBERG, S. (1979). Decision processes in verifying class inclusion statements: implication for models of semantic memory. Cognitive Psychology, 11, 1-37. MCDANIEL, M.A. (1984). The role of elaborative and schema processes in story memory. Memory and Cognition, 12, 46-51. MCDANIEL, M.A., EINSTEIN, G.O., DUNAY, P.K. y COBB R.E. (1986). Encoding difficulty and memory: Toward a unifying theory. Journal of Memory and Language, 25, 645-656. MCDANIEL, M.A. y MASSON, M.E. (1985). Altering memory representations through retrieval. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 11(2), 371-385. MCGAUGH, J.L., LYNCH, G. y WEINBERGER, N. (1984). Neurobiology of learning and memory. Nueva York: Guifford Press. MCGLYNN, R.P., YANDELL, L., MARSHALL, P.H., y otros. (1982). Effects of processing set and rating delay on retention and impression accuracy. Journal of General Psychology, 106, 9-19. MCKOON, G. y KEENAN, J. (1974). Response latencies to explicit and implicit statements as a function of the delay between reading and test. En Kintsch, W. The representation of meaning in memory. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. MCKOON, G. y RATCLIFF, R. (1980). Priming in item recognition: the organization of propositions in memory for text. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 369-386. MEDIN, D.L., DEWEY, G.I. y MURPHY, T.D. (1983). Relationships between item and category learning: Evidence that abstraction is not automatic. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 9(4), 607-625. MEYER, B., BRANDT, D. y BLUTH, G. (1980). Use of top-level structure in text: key for reading comprehension on ninth-grade students. Reading Research Quarterly, 16, 72102. MEYER, B. y MCCONKIE, G . (1973). What is recalled after hearing a passage?. Journal of Education Psychology, 65, 109-117. MEYER, D. y SCHVANEVELDT, R. (1971). Facilitation in recognizing pairs of words: evidence of a dependence between retrieval operations. Journal of Experimental Psychology, 90, 227-234. MEYER, D., SCHVANEVELDT, R. y RUDDY, M. (1972). Activation of lexical memory. S. Louis, Mo.: Psychonomic Society.

73 MILLER, J. y KINTSCH, W. (1980). Readability and recall of short prose passages: a theoretical analysis. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 6, 335-354. MILLER, J. y KINTSCH, W. (1981). Knowledge-based aspects of prose comprehension and readability. Text, 3, 215-232. MILLER, M.F., MASEK, C.S. y HENDRICK, R.A. (1981). Language and behavior. Chicago: Chicago Linguistic Society. MINSKY, M . (1975). A framework for representing knowledge. En Winston, P.H. The psychology of computer vision. Nueva York: McGraw-Hill. MONTAGUE, W.E. (1972). Elaborative strategies in verbal learning and memory. The Psychology of Learning and Memory, 6, 225-302. MONTY, R., PERLMUTTER, L., LIBBON, D. y BENNET, T. (1982). More on contextual effects on learning and memory. Bulletin of the Psychonomic Society, 20, 6, 293-296. MORRIS, C., BRANSFORD, J. y FRANKS, J. (1977). Levels of processing versus transfer appropiate processing. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 16, 519-533. MORROW, D. (1985). Prominent characters and events organize narrative understanding. Journal of Memory and Language, 24, 304-319. MURPHY, G. y HUTCHINSON, W. (1982). Memory for forms: Common memory formats for verbal and visual stimulus presentations. Memory and Cognition, 10(1), 54-61. MURPHY, M. y WALLACE, W. (1974). Encoding specificity: semantic change between storage and retrieval cues. Journal of Experimental Psychology, 103(4), 768-774. NAKAMURA, G., GRAESSER, A., ZIMMERMAN, J. y RIHA, J. (1985). Scripts processing in a natural situation. Memory and Cognition, 13(2), 140-144. NEELY, J.H. (1977). Semantic priming and retrieval from lexical memory: roles of inhibitionless spreading activation and limited-capacity attention. Journal of Experimental Psychology: General, 106, 226-254. NELSON, D. y FRIEDRICH, M. (1980) Encoding and cuing sounds and senses. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 6(6), 717-731. NEWMAN, D. y BRUCE, B.C. (1986). Interpretation and manipulation in human plans. Discourse Processes, 9, 167-195. NICKERSON, R. (1980). Attention and performance. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. NILSSON, L.G. (1979). Perspectives on memory research. Hillsdale, N.J: Erlbaum. NORMAN, D.A. y BOBROW, D.G. (1975). On data-limited and resource-limited processes. Cognitive Psychology, 7, 44-64. NORMAN, D., RUMELHART, D., y THE LNR RESEARCH GROUP. (1975). Explorations in cognition. San Francisco: Freeman. O'CONNELL, B.G. y GERARD, A.B. (1985). Scripts and scraps: the development of sequential understanding. Child Development, 56, 671-681. OMOHUNDRO, J. (1981). Recognition versus classification of ill-defined category exemplars. Memory and Cognition, 9(3), 324-331. OWENS, J., BOWER, G. y BLACK, J. (1979). The soap opera effect in story recall. Memory and Cognition, 7, 185-191. PARKER, R. y WARREN, L. (1974). Partial category cuing: the accesibility of categories. Journal of Experimental Psychology, 102(6), 1123-1125.

74 PELLEGRINO, J. y GLASER, R. (1982). Analyzing apptitudes for learning: inductive reasoning. En Glaser, R. Advances in instructional psychology. Hillsdale, N.J.: L.E.A. PICEK, J., SHERMAN, S. y SHIFFRIN, R. (1975). Cognitive organization and coding of social structures. Journal of Personality and Social Psychology, 31, 758-768 PICHERT, J. y ANDERSON, R. (1977). Taking a different perspective on a story. Journal of Educational Psychology, 19, 305-315. PIKE, R. (1984). Comparison of convolution and matrix distributed memory systems for associative recall and recognition. Psychological Review, 91, 281-294. PLANALP, S. (1986). Scripts, story grammars and causal schemas. En Ellis, D.G. y Donahue, W.A., Contemporary Issues in Language and Discourse Processes. Hillsdale, N.J.: L.E.A. PRYTULAK, L.S. (1971). Natural language mediation. Cognitive Psychology, 2, 225-302. RASKIN, V. (1986). Script-based semantic theory. En Ellis, D.G. y Donahue, W.A., Contemporary Issues in Language and Discourse Processes. Hillsdale, N.J.: L.E.A. RATCLIFF, R. y MCKOON, G. (1981). Does activation really spread?. Psychological Review, 88, 454-462. RATNER, H. y MYERS, N. (1980). Related picture cues and memory for hidden-object locations at age two. Child Development, 51, 561-564. READ, S.J. (1987). Constructing causal scenarios: A knowledge structure approach to causal reasoning. Journal of Personality and Social Psychology, 52, 2, 288-302. REASON, J.T. y LUCAS, D. (1984). Using cognitive diaries to investigate naturally occurring memory blocks. En J. Harris y P.E. Morris (Eds). Everyday Memory. Londres: Academic Press. REED, A. (1973). Speed-accuracy trade-off in recognition memory. Science, 181, 574-576. REED, A. (1976). List lenght and the time course of recognition inmediate memory. Memory and Cognition, 4, 16-30. REISER, B., BLACK, J. y LEHNERT, W. (1985). Thematic knowledge structures in the understanding and generation of narratives. Discourse Processes, 8, REYNOLDS, R. (1979). The effect of attention on the learning and recall of important text elements. Urbana, IL: University of Illinois. REYNOLDS, R., STANDIFORD, S. y ANDERSON, R. (1979). Distribution of reading time when questions are asked about a restricted category of text information. Journal of Educational Psychology, 71, 183-190. RIEGER, C. (1975). Conceptual memory and inference. En Schank, R.C. Conceptual information processing. Nueve York: North-Holland. RIPS, L., SHOBEN, E. y SMITH, E.E. (1973). Semantic distance and the verification of semantic relations. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 12(1), 1-20. RITCHEY G. y BEAL, C. (1980). Image detail and recall: evidence for within item elaboration. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 6(1), 66-76. RIVIERE, A. (1986). Razonamiento y representación. Madrid: S. XXI. ROTHBART, M., EVANS, M. y FULERO, S. (1979). Recall for confirming events: memory processes and the maintenance of social stereotypes. Journal of Experimental Social Psychology, 15, 343-355. ROVEE-COLLIER, C. y SULLIVAN, M. (1980). Organization of infant memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 6(6), 798-807.

75 RUMELHART, D.E. y MCCLELLAND, J. (1982). An interactive activation model of the effect of context in perception. Part II. The contextual enhancement effect and some tests. Psychological Review, 89, 60-94. RUMELHART, D.E. y NORMAN, D.A. (1978). Accretion, tuning, and restructuring: three modes of learning. En Cotton, J.W. y Klatzky, R.L. (Eds.). Semantic factors in cognition. Hillsdale: L.E.A.. RUMELHART, D.E. y NORMAN, D. (1981). Analogical processes in learning. En Anderson, J.R. Cognitive skills and their acquisition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. RUMELHART, D.E. y ORTONY, A. (1978). The representation of knowledge in memory. En Anderson, R.C., Spiro, R.J. y Montague, W.E. Schooling and the acquisition of knowledge. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. RUMELHART, D.E. (1975). Notes on a schema for stories. En Bobrow, D., Collins, A. (1975). Representation and understanding: studies in cognitive science. Nueva York: Academic Press. RUMELHART, D.E. (1977). Understanding and summarizing brief stories. En LaBerge, D. y Samuels, J. Basic processes in reading, perception and comprehension. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. RUMELHART, D.E. (1984). Schemata and the cognitive system. En Wyer, R.S., Srull, T.K. (1984). Handbook on Social Cognition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. RUMELHART, D.E., LINDSAY, P. y NORMAN, D. (1972). A process model for long-term memory. En Tulving, E. y Donaldson, W. Organization of memory. Nueva York: Academic Press. RUMELHART, D.E., SMOLENSKY, P., MCCLELLAND, J. y HINTON, G. (1986) Schemata. En J.L. McClelland, y D.E. Rumelhart, (Eds.). Parallel Distributed processing: Explorations in the microstructure of cognition. Cambridge: MIT Press/Bradford Books. RUNQUIST, W. (1982). Accesibility of information to extralist cues following periods of disuse. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21, 563-577. RUNQUIST, W. (1983). Some effects of remembering on forgetting. Memory and Cognition, 11(6), 641-650. SACERDOTI, E . (1974). Planning in a hierarchy of abstraction spaces. Artificial Intelligence, 5, 115-135. SANFORD, A. y GARROD, S. (1980). Memory and attention in text comprehension: the problem of reference. En Nickerson, R. (1980). Hillsdale, N.J.: Erlbaum. SANFORD, A. y GARROD, S. (1981). Understanding written language: Explorations in comprehension beyond the sentence. Nueva York: Wiley. SAVAGE, C.W. (1978). Minnesota studies in the philosophy of science. Minneópolis: University of Minnesota Press. SCHACTER, D.L. (1985). Multiple forms of memory in humans and animals. En N. Weinberger, J. McGaugh, y G. Lynch (Eds). Memory systems of the brain, 351-379. Nueva York: Guilford Press. SCHACTER, D.L. y GRAF, P. (1986). Effects of elaborative processing on implicit and explicit memory for new associations. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 12, 432-444. SCHANK, R. (1975). Conceptual information processing. Nueve York: North-Holland.

76 SCHANK, R.C. y ABELSON, R.P. (1975). Scripts, plans and knowledge. Proceedings of the IV International Conference on Artificial Intelligence. SCHANK, R.C. y ABELSON, R.P. (1977). Scripts, plans, goals and understanding. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. SCHANK, R.C. (1972). Conceptual dependency: a theory of natural language understanding. Cognitive Psychology, 3, 552-631. SCHMIDT, S. (1975). A schema theory of discrete motor skill learning. Psychological Review, 82, 225-260. SCHMIDT, S. (1985). Encoding and retrieval processes in the memory for conceptually distinctive events. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 11, 1, 565-578. SCHNEIDER, W. y FISK, A. (1984). Automatic category search and its transfer. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 10(1), 1-15. SCHUBERTH, R. y EIMAS, P. (1977). Effects of context on the classification of words and nonwords. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 3(1), 27-36. SCHUSTACK, M. y ANDERSON, J.R. (1979). Effects of analogy to prior knowledge on memory for new information. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 565583. SCHWANTES, F . (1982). Developmental differences in cognitive scanning and encoding of visual information. Journal of Experimental Child Psychology, 34(2), 300-310. SEIFERT, C.M., ABELSON, R.P., MCKOON, G. y RATCLIFF, R. (1986). Memory connections between thematically similar episodes. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 12, 2, 220-231. SEIFERT, C. y BLACK, J. (1983). Thematic relations between episodes. Proceedings of the Fifth Annual Conference of the Cognitive Science Society. Rochester, N.Y. SEIFERT, C., MCKOON, G., ABELSON, R. y RATCLIFF, R. (1984). Memory connections between thematically similar episodes. Yale University. SEIFERT, C., ROBERTSON, S. y BLACK, J. (1985). Types of inferences generated during reading. Journal of Memory and Language, 24, 405-422. SENDERS, J. y MONTY, R. (1978). Eyemovements and the higher psychological functions. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. SHARKEY, N.E. y MITCHELL, D.C. (1985). Word recognition in a functional context: The use of scripts in reading. Journal of Memory and Language, 24, 253-270. SHARKEY, N.E. y SHARKEY, A. (1983). Levels of expectation in sentence understanding. Yale University. SHEBILSKE, W. y REID, L. (1979). Reading eye movements, macro-structure ant the comprehension processes. En Kolers, P., Wrolstad, M. y Bouma, H. Processing of visual language. Nueva York: Plenum Press. SHEPARD, R. y COOPER, L. (1982). Mental imagery and their transformations. Cambridge, Mass.: M.I.T. Press/Bradford Book. SHERMAN, S.J. y CORTY, E. (1984). Cognitive heuristics. En R.S. Wyer y T.K. Srull (Eds.). Handbook of Social Cognition, 189-286. Hillsdale: Erlbaum. 1, 189-286. SIEGLER, R.S. (1978). Children's thinking: what develops?. Hillsdale, N.J.: Erlbaum.

77 SINGER, M. (1980). The role of case-filling inferences in the coherence of brief passages. Discourse Processes, 3, 185-201. SINGER, M. y FERREIRA, F. (1983). Inferring consequences in story comprehension. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 22, 437-448. SMITH, D.A. y GRAESSER, A.C. (1981). Memory for actions in scripted activities as a function of typicality, retention interval and retrieval task. Memory and Cognition, 9, 550-559. SMITH, E.E. (1981). Organization of factual knowledge. En Howe, H., Flowers, J. Nebraska symposium on motivation. Lincoln: University of Nebraska Press. SMITH, E.E., ADAMS, N. Y SCHORR, D. (1978). Fact retrieval and the paradox of interference. Cognitive Psychology, 10, 438-464. SMITH, E.E., SHOBEN, E. y RIPS, L. (1974). Structure and process in semantic memory: A featural model for semantic decisions. Psychological Review, 81(3), 214-241. SMITH, J.K. (1984). Social inference. Psychological Review, 91, 301-328. SMITH, L. (1979). Perceptual development and category generalization. Child Development, 50(3), 705-715. SNYDER, M. y URANOWITZ, W. (1978). Reconstructing the past: some cognitive consequences of person perception. Journal of Personality and Social Psychology, 36, 941-950. SPIRO, R. (1978). Remembering information from text: the state of schema approach. En Anderson, R.C., Spiro, R.K., y Montague, W.E. Schooling and the acquisition of knowledge. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. SPIRO, R. (1980a). Constructive processes in prose comprehension and recall. En Spiro, R.J. y otros. Theoretical issues in reading comprehension. Hillsdale, N.J.: L.E.A. SPIRO, R. (1980b). Accommodative reconstruction in prose recall. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 89-95. SPIRO, R. y otros. (1980). Theoretical issues in reading comprehension. Hillsdale, N.J.: L.E.A. SPYROPOULOS, T. y CERASO, J. (1977). Categorized and uncategorized attributes as recall cues: The phenomenon of limited access. Cognitive Psychology, 9(3), 384-402. SRULL, T. (1981). Person memory: some tests of associative storage and retrieval models. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 7, 440-463. SRULL, T.K. (1983). Organizational and retrieval processes in person memory: an examination. Journal of Personality and Social Psychology, 44, 1157-1170. SRULL, T.K., LICHTENSTEIN, M. y ROTHBART, M. (1983). Associative storage and retrieval processes in person memory. University of Illinois, Urbana. SRULL, T.K. y WYER, R.S. (1985). The role of chronic and temporary goals in social information processing. En R.M. Sorrentino y E.T. Higgins (Eds.). Handbook of Motivation, 503-549. Nueva York: Guilford Press. STEIN, N. y GLENN, C. (1979). An analysis of story comprehension in elementary school children. En Freedle, R. Multidisciplinary perspectives in discourse comprehension. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. STERNBERG, S. (1969a). Memory scanning: mental processes revealed by reaction-time experiments. American Scientist, 57, 421-457. STERNBERG, S. (1969b). The discovery of processing stages: extensions of Donder's method. Acta Psychologica, 30, 276-315.

78 SULIN, R. y DOOLING, D. (1974). Intrusion of a thematic idea in retention of prose. Journal of Experimental Psychology, 103, 255-262. SULLIVAN, C. y DURSO, F. (1984). Effect of schema-incongruent information on memory for stereotypical attributes. Journal of Personality and Social Psychology, 47(1), 55-70. TAYLOR, S.E. y CROCKER, J. (1981). Schematic bases of social information processing. En Higgins, E.T., Herman, P. y Zanna, M. Social cognition: The Ontario symposium. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. THAGARD, P. (1984). Frames, knowledge, and inference. Synthese, 61, 233-259. THORNDYKE, P. (1976). The role of inferences in discourse comprehension. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 15, 437-446. THORNDYKE, P. (1977). Cognitive structures in comprehension and memory in narrative discourse. Cognitive Psychology, 9, 77-110. TOPPINO, T. y DE MESQUITA, M . (1984). Effects of spacing repetitions on children's memory. Journal of Experimental Child Psychology, 37, 637-648. TRABASSO, T. y SPERRY, L. (1985). Causal relatedness and importance of story events. Journal of Memory and Language, 24, 595-611. TRABASSO, T. Y VAN DEN BROEK, P. (1985). Causal thinking and the representation of narrative events. Journal of Memory and Language, 24, 612-630. TRZEBINSKI, J., MCGLYNN, P., GRAY, G. y TUBBS, D. (1985). The role of categories of an actor's goals in organizing inferences about a person. Journal of Personality Psychology, 48(6), 1387-1397. TUDELA, P. (1985). Procesos preatencionales y procesamiento no consciente. En Mayor, J. (1985). Actividad Humana y Procesos Cognitivos. Madrid: Alhambra. TULVING, E. (1976). Ecphoric processes in recall in recognition. En Brown, J. (1976). Londres: Wiley. TULVING, E. (1981). Synergistic ecphory in recall and recognition. Canadian Journal of Psychology, 36, 130-147. TULVING, E. y DONALDSON, W. (1972). Organization of memory. Nueva York: Academic Press. TULVING, E., SCHACTER, D.L. y STARK, H.A. (1982). Priming effects in word-fragment completion are independent of recognition memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 8, 336-342. TULVING, E. y THOMSON, D. (1973). Encoding specificity and retrieval processes in episodic memory. Psychological Review, 80, 352-373. TURVEY, M., MOSHER, D. y KATZ, L. (1971). Subsequent recognition of items subjected to proactive interference in short-term memory. Psychonomic Science, 25, 365-367. TVERSKY, B. (1973). Encoding processes in recognition and recall. Cognitive Psychology, 5, 275-287. TVERSKY, B. y HEMENWAY, K. (1984). Objects, parts and categories. Journal of Experimental Psychology: General, 113(3), 169-193. TZENG, O. y SINGER, H. (1981). Perception of print: Reading research in experimental psychology. Hillsale, N.J.: Erlbaum. UNDERWOOD, B. (1969). Attributes of memory. Psychological Review, 76, 559-573. VAN DIJK, T. (1979). Relevance assignment in discouse comprehension. Discourse Processes, 2, 113-126.

79 VAN DIJK, T. (1980). Macrostructures. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. VEGA, M. DE. (1985). Procesamiento de informacióny cultura. En Mayor, J. (1985). Actividad Humana y Procesos Cognitivos. Madrid: Alhambra. WALKER, C.H. y MEYER, B. (1980). Integrating different types of information in text. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 19, 263-275. WALKER, C.H. y YEKOVICH, F.R. (1984). Script-based inferences: Effects of text and knowledge variables on recognition memory. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 23, 357-370. WATERS, H. (1978). Superordinate-subordinate structure in semantic memory: the roles of comprehension and retrieval processes. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 17(5), 587-597. WATKINS, M.J. y KERKAR, S.P. (1985). Recall of a twice-presented item without recall of either presentation: Generic memory for events. Journal of Memory and Language, 24, 666-678. WATKINS, O. y WATKINS, M. (1975). Buildup of proactive inhibition as a overload effect. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 104, 442-452. WEINER, B. (1985). "Spontaneous" causal thinking. Psychological Bulletin, 97, 74-84. WHITLOW, J.W. (1986). Nature of priming effects in semantic matching. Journal of Experimental Psychology, 3, 353-360. WHITLOW, J.W., SMITH, E.E. y MEDIN, D. (1982). Retrieval of correlated predicates. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 21(4), 383-402. WHITNEY, P. (1986). Processing category terms in context: Instantiations as inferences. Memory and Cognition, 14 (1), 49-48. WHITNEY, P. y KELLAS, G. (1984). Processing category terms in context: instantiation and the structure of semantic categories. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 10, 95-103. WHITNEY, P. y KUNEN, S. (1983). Development of hierarchical conceptual relationships in children's semantic memories. Journal of Experimental Child Psychology, 35, 278-293. WHITNEY, P., MCKAY, T. y KELLAS, G. (1985). Semantic activation of noun concepts in context. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 11, 126135. WICKELGREN, W.A. (1981). Human learning and memory. Annual Review of Psychology, 32, 2152. WICKENS, D.D. (1970). Encoding categories of words: an empirical approach to meaning. Psychological Review, 77(1), 1-15. WICKENS, D.D., DALEZMAN, R. y EGGEMEIER, F. (1976). Multiple encoding of word attributes in memory. Memory and Cognition, 4(3), 307-310. WICKENS, D.D., MOODY, M. y DOW, R. (1981). The nature and timing of the retrieval process and of interference effects. Journal of Experimental Psychology: General, 110(1), 1-20. WICKENS, D.D., MOODY, M. y VIDULICH, M. (1985). Retrieval time as a function of memory set size, type of probes, and interference in recognition memory. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 11(1), 154-164. WINOGRAD, T. (1972). Understanding natural language. Nueva York: Academic Press.

80 WINOGRAD, T. (1975). Frame representations and the declarative-procedural controversy. En D.G. Bobrow y A. Collins (Eds.). Representation and understanding. Nueva York: Academic Press. WINSTON, P. (1975). The psychology of computer vision. Nueva York: McGraw-Hill. WINTER, L. y ULEMAN, J.S. (1984). When are social judgments made?. Evidence for the spontaneousness of trait inferences. Journal of Personality and Social Psychology, 47, 237-252. WOLL, S. y GRAESSER, A. (1982). Memory discrimination for information typical or atypical of person schemata. Social Cognition, 1, 287-310. WYER, R. y GORDON, S. (1984). The cognitive representation of social information. En Wyer, R.S. y Srull, T.V. (1984). Handbook of social cognition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. WYER, R.S. y SRULL, T.K. (1981). Category accessibility: Some theoretical and empirical issues. En Higgins, E.T., Herman, C.P., y Zanna, M.P. (1981). Social cognition: The Ontario symposium. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. WYER, R.S. y SRULL, T.K. (1984). Handbook of social cognition. Hillsdale, N.J.: L.E.A. WYER, R., SRULL, T., GORDON, S. y HARTWICK, J . (1982). Effects of processing objectives on the recall of prose material. Journal of Personality and Social Psychology, 43, 674-688. YEKOVICH, F. y MANELIS, L. (1980). Accesing integrated and nonintegrated propositional structures in memory. Memory and Cognition, 8(2), 133-140. YEKOVICH, F. y THORNDYKE, P. (1981). An evaluation of alternative functional models of narrative schemata. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 454-69. YEKOVICH, F. y WALKER, C.H. (1978). Identifying and using referents in sentence comprehension. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 17, 265-277. YEKOVICH, F.R. y WALKER, C.H. (1986). Retrieval of scripted concepts. Journal of Memory and Language, 25, 627-644. YEKOVICH, F., WALKER, C. y BLACKMAN, H. (1979). The role of presupposed and focal information in integratins sentences. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 18, 535-548. YOUNG, D. y BELLEZZA, F. (1982). Encoding variability, memory organization, and the repetition effect. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 8, 545-559. ZACKS, R., HASHER, L., SANFT, H. y ROSE, K. (1983). Encoding effort and recall: A cautionary note. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory and Cognition, 9, 747-756. ZUCKERMAN, M. y EVANS, S. (1984). Schematic approach to the attributional processing of actions and ocurrences. Journal of Personality and Social Psychology, 47(3), 469-478.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.