Espectro de la analogía. Literatura y ciencia

Share Embed


Descripción

AMELIA GAMONEDA (ED.)

Espectro de la analogía

Serie

LECTURAS Teoría Literaria

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

AMELIA GAMONEDA (ED.)

Espectro de la analogía literatura & ciencia

Este libro se ha realizado con el concurso de la financiación del Proyecto de Investigación ILICIA de la Universidad de Salamanca (Junta de Castilla y León SA021A11-1).

© Amelia Gamoneda (ed.), 2015 © De los textos, sus autores, 2015 © Abada Editores, s.l., 2015 Calle del Gobernador, 18 28014 Madrid www.abadaeditores.com

diseño Sabática

isbn 978-84-16160-13-6 ibic xxx depósito legal

preimpresión Dalubert Allé impresión Punto verde, S.A.

2015

producción Guadalupe Gisbert

COMÚN LUGAR amelia Gamoneda

Si la mente pudiera contemplarse a sí misma vacía de sus propios contenidos –como quería el poeta apasionado de matemática Paul Valéry–, tal vez solo percibiera un movimiento, una ebullición de trayectorias recursivas, una persecución de sí siempre relanzada y siempre desviada a otro nivel: un bucle enfrascado en su repetición diferida. Pensándose, la mente estaría construyendo una escena especular en la que aparecería tensada hacia el reconocimiento de su vacía imagen y decepcionada siempre en el intento de aprehensión de esa coincidencia. Reconocible e irreconocible, semejante y diferente, la mente se proyectaría y se vería como un espectro. O como una analogía de sí misma. No le es posible a la mente (re)conocerse si no es por sus obras de pensamiento, por su modo de conocer el mundo. Y dicen las ciencias autorizadas de nuestros días que toda cognición es en esencia analógica. La analogía es el nombre de la estructura relacional básica que filtra nuestra comprensión, es la fórmula de amplio espectro en la que cohabitan la tautología –un pájaro es un pájaro–, la matemática –desde la expre-

6

AMELIA GAMONEDA

sión algebraica a la generalización de conceptos abstractos– y la metáfora –esa analogía manipulada–. De su clásico enunciado aristotélico la analogía fuerza hoy la lógica restricta y explora las coyunturas más dinámicas. Comprensiva, vuelve lábiles las semejanzas, admite la excrecencia categorial en su seno, se concibe proliferante, relativa y creativa. Su orden no sanciona: propone y abre posibilidades. El reconocimiento de una relación no la incita a decretar identidad sino a subrayar la diferencia que subyace en el parecido. Y en ello se deja adivinar que a la analogía le interesa hoy más su propio proceso que la facilidad de sus frutos, el refinamiento de sus modales operativos antes que las evidencias inapelables por consabidas. El pensamiento analógico ama el riesgo, sí, pero no olvida que su racionalidad está también fundada por la semejanza, que nuestro acelerado y prospectivo cerebro juega en su oscura trastienda una eterna partida con innúmeras barajas cuyas cartas han de casar entre sí y con los datos del mundo circundante. Y que en esta partida se juega su supervivencia y su ser de animal racional. La partida tiene reglas que la experiencia va enseñando, pero el cerebro, ese jugador solitario y avezado, no deja de amar el riesgo y subvierte las reglas. Pues el hombre es un animal excitado por su propia potencia analógica, potencia que cuando es llevada a su extremo de depuración proporciona un ahormamiento científico del mundo, y en su versión más arrebatada y libre segrega metáfora. Encontrar lo común en la diversidad es voluntad filosófica, científica y poética. La analogía oficia para ello a veces de metro patrón, a veces de elástica unidad de medida. El espectro de la analogía –la amplitud y la naturaleza variable de sus correspondencias– está determinado por todos los modos en que el hombre manifiesta su actividad mental. También aquella que exhibe otro modo de conocimiento –el arte– o aquella

COMÚN LUGAR

7

en que el cerebro adquiere otro modo de funcionamiento –el sueño o la psicosis–. Y así, el logos y sus logros se presentan en la faz ortodoxamente ajustada de la analogía, mientras que su otro rostro salvajemente condensa, desplaza, homologa, homosemiotiza –hasta el hipotético punto en que el mundo entero pudiera verse abismado en una analogía a la que cumpliría llamar aleph– o, inversamente pero con igual desmesura, singulariza, aísla, idio-semiotiza. De manera que de estos dos últimos excesos se derivan sendas consecuencias para el logos: en la laxa semejanza que todo acoge y resuelve en un continuum, la razón y su lenguaje se adormecen, una eterna recurrencia los vacía de responsabilidad significante, palingenésicamente giran los signos y la analogía los atraviesa como espíritu espectral y errabundo. Mas si, por el contrario, la analogía tensa su brida hasta ahogar cualquier movimiento, el lenguaje y el pensamiento se resquebrajan en un arenal de signos donde nada toma forma: el logos deviene ana-logos, y aquí ana- ya no significa «repetición» o «comparación» sino «contra» y «separación». En suma, allí donde la analogía se abandona a sus contradictorias y liminares pasiones, el sentido se desvanece. El sueño de la analogía produce espectros. Pues la analogía tiene en su propio nudo conceptual la semilla de lo imposible: reúne al mismo y al otro en comunal trance, vincula la identidad y la alteridad, el yo y su doble, lo real y (una vez más) su espectro. Es ámbito de injerto de certeza y conjetura, de aseveración e hipótesis, de saber científico y sabiduría artística. Y cuando verdadera y raramente aborda lo desconocido en términos de lo conocido, no ha de esperarse de ella que reduzca o domestique su objeto: todo lo que la analogía puede reclamar es la efímera y acotada victoria de un logos que de antemano reconoce su insuficiencia. Mas lo que no alcanza el logos quizá lo consiga el ana-, se dice la analogía. Y engrasa entonces su maquinaria de encadenamientos y

8

AMELIA GAMONEDA

deslizamientos. Insistente, recursiva y ubicua –como un espectro, sí– la analogía –ya metáfora– abre brecha en la maleza de lo ininteligible y allí se interna. * * * El subtítulo del presente libro –Literatura & Ciencia– sugiere dos ámbitos de saber y de cultura que fueran a ser cruzados por una diversidad de puentes analógicos evaluables en su arquitectura. Esta es, efectivamente, la primera de las posibilidades de lectura que se ofrece. Pero, además, la analogía es un instrumento en evolución que tanto la ciencia como la literatura y el arte utilizan quizá sin acuerdo de definición, y ello merecerá también la atención de estas páginas. Cinco miembros del equipo ILICIA1 se reúnen en ellas para componer en común un relato –un lugar de palabra cohesionada– cuyos episodios se articulan del modo que sigue. «El diccionario romántico de Poincaré», de Francisco González, explora las posibilidades que la literatura y la cultura humanística tienen de influir en la ciencia, y lo hace a través de la eminente figura del matemático Poincaré, para quien poesía y traducción no fueron nunca ajenas al pensamiento científico. Escandido por diversas definiciones del mundo –el mundo como libro escrito en lengua matemática, como pañuelo, como ficción, como diccionario, como superficie, como traducción, como cuento–, el estudio va registrando con lupa de investigador las huellas cruzadas de la matemática y la literatura que han dejado los pasos de Poincaré. Precisamente

1

Al amparo del proyecto Inscripciones literarias de la ciencia: ámbitos interdiscursivos, transferencias conceptuales y procesos semióticos, vinculado a la Universidad de Salamanca y con referencia SA021A11-1 de la Junta de Castilla y León.

COMÚN LUGAR

9

el paso dado por este desde las geometrías euclidianas a las no euclidianas es el que funda la necesidad de comprender la captación del mundo por parte del lenguaje científico como traducción, esto es: como «recreación y transformación topológica del original». La cinta de Möbius, la botella de Klein o la bolsa de Fortunatus son figuras que sostienen la analogía entre topología y traducción demostrando su pertinencia a través de la ficción carrolliana y de las especulaciones imaginativas sobre la existencia de mundos paralelos del propio Poincaré. Tal analogía –basada en la presencia de un invariante tanto en la traducción como en la topología– refrenda la influencia del paradigma lingüístico sobre la filosofía de la ciencia. Poincaré extrae esta convicción de su propia experiencia vital, cultural y científica, que le persuade, además, de la común finalidad estética de la poesía y las matemáticas. El carácter creativo que otorga a estas últimas sitúa también a la analogía y a la intuición en el origen mismo del descubrimiento científico: así se captan las relaciones entre los hechos –única vía de acceso a la realidad–, así la matemática se revela como el «arte de dar el mismo nombre a cosas diferentes». A partir de estas consideraciones, Francisco González defiende la vinculación del romanticismo y de algunas corrientes matemáticas, y subraya la raigambre analógica de las correspondencias baudelairianas. Matemática y poesía «escrutan el diccionario de la naturaleza» y, ciertamente, hay analogía en sus abordajes; pero además, si la ciencia nos presenta el universo como lenguaje en movimiento continuo que se autotraduce, el poeta (sea matemático o literario) es el traductor último de este lenguaje al lenguaje humano. La analogía contiene así esta interior recursión. La influencia del modelo lingüístico sobre la ciencia es también cuestión central en el estudio de Amelia Gamoneda con título «Resistencia y flexibilidad de la analogía. Modelos científicos, cognición y metáfora». En él se exponen los dife-

10

AMELIA GAMONEDA

rentes tipos de modelos científicos –llamados sintácticos, semánticos y pragmáticos en clara referencia al paradigma lingüístico– y la progresiva entrada en ellos de lo contextual, que culmina en la fase historicista y relativista de los mismos. Una primera analogía se localiza entre las evoluciones de los modelos científicos, de la metáfora y de la modelización informática de la analogía, pues estas dos últimas –metáfora y analogía– presentan una similar configuración gradualmente basada en elementos sintácticos, semánticos y pragmáticos. Por el hecho de ser «lingüisticistas», los modelos científicos tienen como base la analogía, y la centralidad de esta no ha sido puesta en cuestión por la filosofía de la ciencia hasta tiempos bien recientes; pero el caso es que un nuevo tipo de modelo –el de la simulación informática– viene a hacerlo, o al menos tal es la tesis defendida por el epistemólogo Franck Varenne. Pensar este nuevo modelo –que no aspira a representar lo real sino a sustituirlo y por ello ya casi no es modelo– exige volver a poner sobre la mesa algunas nociones descartadas por la propia ciencia: la de la intuición –colectiva y construida–, por ejemplo. La reflexión propone entonces la comparación entre simulación y arte, entre sus modos de construcción simbólica y comunicativa. Pero ha de acercarse después a la cuestión esencial que cifra el disenso: la exclusión de la analogía en la simulación, vinculada al gran escollo de la incompatibilidad axiomática de los formalismos matemáticos que colaboran en ella. La resolución de dicha incompatibilidad en ámbito computacional se lleva a cabo mediante la apertura de fases diversas en el tratamiento de los símbolos: su provisional desmatematización, su consideración de manera sub-simbólica y la aceptación en el modelo de intervenciones cognitivas abren de nuevo la puerta –y esta es la tesis del estudio– al replanteamiento de la analogía. Pero una analogía que ya no tendrá la severa estructura aristotélica, sino una configuración flexible

COMÚN LUGAR

11

gracias al deslizamiento categorial que para ella proponen hoy las ciencias cognitivas. Se aborda entonces el ámbito sub-simbólico de la cognición humana y su importancia en la creación de lenguaje en el ámbito de la inteligencia artificial. La diversidad de niveles de tratamiento categorial que procura la actual caracterización de la analogía cognitiva creativa permite sugerir la existencia de un similar tratamiento heterárquico de los símbolos para la simulación artificial y para la analogía cognitiva. De ahí que pueda postularse la pervivencia del paradigma lingüístico –intervenido por la cognición– en ese modelo científico llamado simulación. Al cabo, intuición y metáfora –formas cada vez más indistinguibles de la analogía en su actual evolución– vienen a reclamar también su poder de experiencia sustitutiva de realidad y de creación de una virtualidad que la simulación pretende arrogarse en exclusiva. Bajo el título «La razón vital de la semiótica», Manuel González de Ávila explora con pluralidad de matices el doble sentido contenido en su enunciado: la imprescindible apoyatura racional de la semiótica y la esencial base vivencial de su razón. Se presenta así en este estudio un modo de implicación de lo vital en el logos que hace eco a la implicación del lenguaje en la ciencia de los dos textos precedentes. Con su recentramiento sobre bases fenomenológicas, la teoría del sentido aviva hoy su dimensión estésica y se renueva con la exploración de la sensorialidad. Se instala pues en la semiótica una tensión dialéctica entre su ya clásica vocación científica objetiva y una reciente necesidad de lo subjetivo cuyo equilibrio se ha de analizar. La conciliación del logos estésico y de la inteligencia puramente racional demanda la traducción del primero en la segunda –lo sensible en inteligible, la percepción en categorización–, asunto en el que intervienen disciplinas diversas, comenzando por la física y la química y desembocando en las ciencias del lenguaje y de la cognición y en la neurobiología.

12

AMELIA GAMONEDA

Así pues, es precisa y paradójicamente el reasentamiento de la semiótica en la fenomenología el que reclama la colaboración estrecha del ámbito científico, aunque lo haga para remontar de nuevo «hacia algunas de las temáticas clásicas del pensamiento, como el conocimiento, las pasiones o la acción». En similar movimiento, la semiótica es hoy un campo medio que limita tanto con las ciencias formales y naturales como con la sociología, la antropología y la economía, en las que se atreve a intervenir. Y respecto de las ciencias sociales, la semiótica exhibe incluso su carácter de metalenguaje (no en vano la función simbólica es su objeto). Con semejante bagaje de compromisos contributivos, la semiótica ha de andarse con cuidados para defender su predio, y por ello escoge con pulcritud las nociones que toma en préstamo, las reconfigura según su objeto propio, las articula metódicamente; selección y redefinición hacen de ella un metasaber que otorga a los préstamos una nueva legitimidad científica. Acompaña a este gesto de singularización de la disciplina una estrategia de conformación científica que González de Ávila basa con precisión en cuatro principios: «la cohesión del objeto, la coherencia de la teoría, el holismo de la epistemología y la adecuación de la práctica científica». No siendo, sin embargo, ni disciplina formalizada ni positivista, la semiótica ha de inscribirse dentro del constructivismo epistemológico, sin caer en el relativismo y sin abandonar el sentido de la realidad ni su propósito científico: una vez más, en difícil equilibrio entre vitalismo y racionalismo –equilibrio alcanzado por su condición «sociológica»–. Pues de hecho la semiótica no olvida que su epistemología propia es lingüística, y al acudir a las diversas ciencias lo hace mediante operación analógica, traduciendo sus importaciones a intencionalidad y sentido, que son los instrumentos de su campo simbólico. La ciencia, también en el presente estudio, se ve ahormada por el lenguaje. Y por su

COMÚN LUGAR

13

condición de práctica científica social o sociohumana, la semiótica muestra además una capacidad de interrelacionar la cultura humanística y la científica que la postula como la disciplina analógica por excelencia. En «Neurobalística. “Fisiología de la composición” del poeta Paulo Henriques Britto», Pedro Serra aborda el texto poético como lugar de convergencia de lo estético y lo epistemológico e identifica en lo literario el anudamiento de sensación y cognición. A caballo de dos monturas, el poema es también, como la semiótica, una razón vital: una «forma de vida» que se vincula a un logos, o, como reza el título del poeta Britto, una «fisiología», un modo de tensión entre physis y logos. Y es precisamente en esta coyuntura donde se produce el trabajo de la analogía, una suerte de movimiento que va formando y deformando la tensión entre sensación y cognición. Partiendo pues del objeto artístico como acontecimiento sensorial, el estudio señala y entrelaza con sutileza analítica diversas fórmulas analógicas de esta tensión: la «ilusión» –error e imagen alucinatoria– de Paul de Man; el papel de la fonología –en la reflexión jakobsoniana– como vector que une sonido y sentido y que genera una intensificación «palpable» en la poesía; la noción de ostrannenie manejada por Viktor Chklovski que, junto con la idea de «epifanía» de Ulrich Gumbrecht, amplía la complejidad del «trabajo de la analogía». La reflexión de Pedro Serra recoge estas fibras teóricas para componer un singular acercamiento al poemario Macao de Paulo Henriques Britto: su poética está presidida por una fuerzamovimiento que impone una física antes que una lógica, de modo que su «fisiología de la composición» deviene «neurobalística» –ciencia de las máquinas que, en artillería, funcionan mediante tensiones mecánicas–. Vale decir: una suerte de ciencia versada en tensiones poéticas asiste –cual neurobalística– a ese trabajo poético de la analogía que convierte la

14

AMELIA GAMONEDA

fuerza intensificada (Chklovski) o el momento de intensidad (Gumbrecht) de lo sensorial en logos. Y los poemas son balas analógicamente disparadas por ese nervio –por ese neuro– que se tensa entre sensación y concepto. El estudio no dejará así de sugerir a su lector que una ciencia –quizá ya con el nombre de «neurología»– está llamada a contribuir al esclarecimiento de ese trabajo poético de la analogía. El libro se cierra con una pregunta de Patricia Cifre Wibrow: «Los estudios interdisciplinares sobre Schnitzler y Freud. ¿Atrapados en la trampa de la analogía?». Su propósito es dilucidar si la analogía es en todos los casos un buen instrumento de mediación entre saberes y discursos o si protege modos de pensamiento sesgados, acomodaticios e incluso francamente tergiversadores. Desde esta perspectiva, la reflexión tiende con tino un inquisitivo espejo no solo frente al impulso que concita humanidades y ciencias sino también frente al propio libro que está cerrando. Lo hace acudiendo al análisis de las relaciones entre literatura y psicoanálisis, ejemplarizadas en su complejidad y ambivalencia por los autores mencionados. Sus obras y la correspondencia que cruzan revelan la conflictiva y recelosa proximidad en la que se encuentran, proximidad y recelo cifrados en la percepción del otro como doble de la que Freud hace mención explícita para, a renglón seguido, tratar de conjurarla. Por su parte, la crítica al uso suele subrayar sin reservas la literariedad de la obra freudiana y el perfil científico de la narración y la dramaturgia de Schnitzler (la patologización de sus personajes, por ejemplo), y da con ello por sentada una estrecha analogía entre ambos. Sin embargo, en imprevisible contradicción, la misma crítica tiene costumbre de enfatizar las diferencias que hacen ganar a Schnitzler en modernidad «a costa de la de Freud». Una de las zonas en las que ello se constata es la relativa a la sutileza del escritor al establecer «grados de concien-

COMÚN LUGAR

15

cia» allí donde el psicoanalista «únicamente diferencia entre consciente, preconsciente e inconsciente». El estudio de Patricia Cifre incide en un punto neurálgico al considerar la magnitud de las diferencias de los dos autores respecto de lo que para Sloterdijk «constituye el gran “experimento cognitivo” de la modernidad: el conflicto entre orden y desorden», dos fuerzas contrarias que oscilan entre la construcción del sentido en el discurso del sujeto-paciente –caso del racionalismo analítico de Freud– y la transmisión de una fragmentariedad de sentido acorde con principios estéticos modernos –caso de Schnitzler–. Es este un punto crucial en el que la concepción de la mente y del conocimiento transmitida por la textualidad literaria se resiste a la organización que el dictado diagnóstico y científico pretenden ejercer sobre el lenguaje, y esta brecha abierta entre literatura y ciencia subyace bajo su aparente conciliación. En última instancia, lo que se recusa no es la posibilidad de analogía sino el apriorismo de su dominio fuente: la falta de equidistancia en la investigación interdisciplinar, los condicionamientos impuestos por la propia filiación científica, a menudo tan transparente como limitadora. Y lo que se reivindica, en suma, es una plasticidad intelectual imprescindible para que la analogía pueda ser reconocida en dos direcciones, a partir de las dos orillas de nuestra escindida cultura. Los cinco autores de este libro recorren así pues un espectro de la analogía que abarca tanto su reafirmación como los recelos que suscita, su generación de certeza como su margen de incertidumbre, su valor de vínculo como su irremediable constatación de distancia. Aquí, literatura y ciencia se tientan, se superponen, se distancian, se reclaman. El conocimiento analógico padece de hybris y de melancolía, a imagen y semejanza de la condición humana. Última e irrenunciable analogía.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.