Españoles en el Vaticano II. Una panorámica de las fuentes conciliares

June 15, 2017 | Autor: F. Alvarez Alonso | Categoría: Second Vatican Council, Concilio Vaticano II
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Descripción

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Españoles en el Concilio Vaticano II. Una panorámica de las fuentes conciliares

FERMINA ÁLVAREZ ALONSO*

La idea general que se tiene sobre la aportación del episcopado español a la historia del Concilio Vaticano II es precaria a pesar de sus numerosas intervenciones y su significativa participación. El grupo ha sido encasillado en la “minoría conciliar” con una perspectiva limitada – tal vez no bien comprendida –, por su oposición a algunas cuestiones acerca de la libertad religiosa y la colegialidad. En la práctica, esta visión ha sido sustentada en algunas crónicas y recuerdos periodísticos (Martín Descalzo, Iribarren) o en la visión de algunos peritos conciliares laicos; pero son pocas las fuentes documentales que se conocen como la investigación archivística ha puesto de manifiesto, y todavía es menor la bibliografía y estudios serios sobre el tema1. Bien es cierto que la escasez historiográfica en España sobre temas de historia religiosa y el difícil acceso a los archivos ha contribuido, no poco, a esta situación. En los últimos años se han dado tímidos avances. El estudio de la actuación de los prelados españoles en el Concilio se ha reducido a la opinión de algún especialista, basada más en su testimonio personal y en las actas oficiales que en archivos privados, memorias o diarios2. Tampoco se conoce bien el alcance de los teólogos españoles en dicho * Centro Studi e Ricerche sul Concilio Vaticano II, Pontificia Università Lateranense. 1

Dos recientes artículos que confirman esta laguna y muestran una reseña bibliográfica actual son: S. CASAS RABASA,

La actuación del episcopado español en el Concilio Vaticano II en los recuerdos de Jacinto Argaya, Obispo de Mondoñedo-Ferrol en «Cristianesimo nella Storia» (2007) pp. 635-662, y S. CASAS RABASA – Y. MARTÍNEZ BERMEJO, La preparación del Concilio Vaticano II en la revista "Ecclesia" en «Diálogo ecuménico» 132 (2007), pp. 69-168. 2

Cfr. J. M. LABOA, Los obispos españoles ante el Vaticano II, en «Miscelánea Comillas» 44 (1986), pp. 45-68; Id., Los

obispos españoles en el Concilio Vaticano II (1°. Sesión) en «Miscelánea Comillas» 51 (1993), pp. 69-87; Id., Los obispos españoles en el Concilio Vaticano II (2°. Sesión) en «Miscelánea Comillas» 52 (1994), pp. 57-80; Id., Los obispos españoles en el Concilio Vaticano II (3°. Sesión) en «Miscelánea Comillas» 54 (1996), pp. 63-92; Id., Los obispos españoles en el Concilio Vaticano II (4. Sesión) en «Ciudad de Dios, ciudad de los hombres. Homenaje a Alfonso Álvarez Bolado sj» (1999), pp. 515-535; Id., Los obispos españoles en el Concilio, en «Anuario de Historia de 3

contexto3. En cuanto a la preparación y recepción del anuncio del concilio en España, la historia está todavía por escribir.

1. BALANCE DE UNA INVESTIGACIÓN

El peso numérico de la jerarquía española en el Vaticano II fue relativamente elevado si se tiene en cuenta el número de Padres conciliares que participaron; España ocupaba el quinto puesto, detrás de Italia, Estados Unidos, Brasil y Francia; sin incluir el no despreciable número de obispos y prelados misioneros españoles (en su mayoría religiosos) pertenecientes a la jerarquía de otros territorios y, salvo algunas excepciones, residentes en ellos. Durante la etapa preparatoria del Concilio, la Iglesia española estuvo presente en todas las comisiones con más de cincuenta representantes entre obispos y peritos, a excepción del Secretariado para la unión de los cristianos, el secretariado administrativo y la Comisión del ceremonial. Su distribución era del siguiente modo: Comisión para la Disciplina de los sacramentos (10 miembros), seguida por las de Estudios y Seminarios, Disciplina del Clero y del Pueblo cristiano (8 miembros cada una), Comisión para la Sagrada liturgia y Comisión de Religiosos (7 miembros cada una), y menor presencia en las Comisiones de Misiones (5), de los Obispos, Régimen de las Diócesis, Apostolado de los laicos, Comisión Teológica y Comisión para las Iglesias Orientales. Recientes investigaciones llevadas a cabo para localizar los archivos conciliares españoles, ya sea en las diócesis españolas, como en Roma, ofrecen a la luz un interesante campo de estudio. No obstante, es preciso promover estudios serios a partir de esta documentación para conocer bien la real incidencia de la presencia española en el Vaticano II. En este sentido, algunos esfuerzos realizados en los últimos años no han sido vanos4. Se ha conseguido obtener un mapa actualizado de fondos conciliares de participantes5 e incluso algunos inventarios importantes han sido ya publicados. Un sondeo llevado a cabo en archivos peninsulares y romanos muestra que en 21 diócesis españolas –aproximadamente un 30% de las instituciones consultadas – se hallan fuentes inéditas pertenecientes a Padres conciliares; en general, son documentos utilizados durante el Concilio, la Iglesia» 14 (2005), pp. 29-50. Otro autor que ha estudiado en conjunto la preparación del concilio por parte de los obispos españoles es E. VILANOVA, Los «vota» de los obispos españoles después del anuncio del Concilio Vaticano II (1959) en «Revista Catalana de Teología» XV/2 (1990), pp. 387-404. 3

Á. HUERGA, Los teólogos españoles en el Concilio en «Anuario de Historia de la Iglesia» 14 (2005), pp. 51-66.

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Un proyecto de investigación fue emprendido en 1998 por el Centro Studi sul Concilio Vaticano II de la Universidad

Pontificia Lateranense, y más recientemente, por el Pontificio Comitato per le Scienze Storiche, en colaboración con la Conferencia Episcopal Española, como preparación al Congreso Internacional conmemorativo del 50¨ de la apertura del Concilio Vaticano II (Roma, 3-5 octubre 2012). 5

Véase F. ÁLVAREZ ALONSO, Partecipazione spagnola al Concilio Vaticano II: un approccio alle fonti conciliari en

«Centro Vaticano II. Ricerche e Documenti» 2 (2003), pp. 153-185. 4

apuntes, material de trabajo, cartas pastorales o correspondencia relacionada con el Vaticano II6. En los archivos de las diócesis de Madrid, Orihuela-Alicante, Palencia y Valencia es posible encontrar además los Diarios inéditos o notas personales que los obispos tomaron durante las sesiones. En el resto de las diócesis españolas, el material conservado es de tipo general7. Los fondos conciliares de algunas Congregaciones religiosas en los archivos de Roma ofrecen un buen complemento a los archivos peninsulares. De obligada consulta es el Fondo «Concilio Vaticano II» depositado en el Archivo Secreto Vaticano, que constituye la fuente primordial para reconstruir el íter de las distintas comisiones y congregaciones conciliares. En el Colegio Español se conserva la documentación personal donada por Cipriano Calderón sobre sus trabajos en el Vaticano II, en particular, su actividad desde la Oficina de prensa del Concilio8. En los archivos de las curias generales de los religiosos claretianos, dominicos y pasionistas, existen papeles personales de algunos padres conciliares y peritos españoles. Otro material singular para medir la resonancia y la recepción del mensaje conciliar en las iglesias particulares lo constituyen las fuentes periódicas de revistas y los Boletines diocesanos publicados durante esos años. Tenemos así, una amplia gama de documentación conciliar, todavía inédita, a la espera de ser estudiada de forma sistemática, aunque algunas publicaciones sobre fondos conciliares han dado ya pistas de investigación9 y se conocen algunos Diarios personales publicados10. 6

Se trata de las siguientes diócesis: Barcelona (archivos de la Sociedad Misionera de Cristo Rey de Sentmenat y de la

abadía benedictina de Montserrat), archivos diocesanos o curiales de Cádiz-Ceuta, Calahorra-La Calzada-Logroño, Jaén, Lugo, Orense, Oviedo, San Sebastian (Seminario Diocesano), Segorbe-Castellón, Vic, Zaragoza y Huelva; en este último se conserva una interesante relación sobre la participación del obispo González Moralejo en la elaboración de la Gaudium et Spes, véase a propósito L. AYUSO MANSO, Per un approfondimento sullo schema XIII. La sessione di lavoro della Sottocommissione dottrinale ad Ariccia negli appunti di Monsignor González Moralejo en «Centro Vaticano II. Richerche e Documenti» 1 (2002), pp. 11-36. 7

Es el caso de los archivos de otras 23 diócesis españolas, que conservan publicaciones periódicas y los Boletines

diocesanos de aquellos años: Girona, Huelva, Huesca, Ibiza, Jaca, Lérida, Málaga, Mallorca, Mérida-Badajoz, Mondoñedo, Valladolid, Plasencia, Salamanca, Vitoria, Santander, Arzobispado Castrense, Burgos, Urgell, Ciudad Real, Ciudad Rodrigo, Coria-Cáceres; en las de Astorga, Cuenca, Tortosa y Toledo no ha sido posible encontrar nada de interés, y en otras cuatro (Sevilla, Avila, Canarias y el archivo de la Fundación Pablo VI en Madrid), el material localizado está prácticamente sin catalogar. 8

Al día de hoy, estos papeles se encuentran almacenados en sus cajas originales a la espera de ser ordenados y

catalogados. 9

Véase F. ÁLVAREZ ALONSO, Claretiani al Concilio: Arcadio M. Larraona, Arturo Tabera e Anastasio Gutiérrez.

Inventario dei Fondi Documentari, en «Centro Vaticano II. Ricerche e Documenti» 2 (2002), pp. 87-186; R. HERNÁNDEZ OP, El Concilio Vaticano II en el Archivo General de la Orden de Predicadores y sobre todo la participación española en «Revista Ciencia Tomista» 415 (2001), pp. 317-366. 10

R. GONZÁLEZ MORALEJO, El Vaticano II en taquigrafía. La historia de la “Gaudium et Spes”, Madrid 2000; V.

ENRIQUE y TARANCÓN, Mis confesiones (1907-1994), Madrid 1996; H. RAGUER, El Dr. Pont i Gol i el Concili Vaticá II en «Qüestions de vida cristiana» 181 (1996), pp. 87-94; M. RUBIO REPULLÉS, Mi memoria, Salamanca 1999; E. VILANOVA, El Dr Jubany en el Concili Vaticá II en «Revista de Girona» 187 (1998), pp. 70-75. 5

2. EL FONDO MORCILLO Y SU PARTICIPACIÓN EN EL CONCILIO

Dada la amplitud que requiere este trabajo y la precariedad de las fuentes conocidas, no es posible en esta sede trazar un cuadro, siquiera aproximado, sobre la incidencia española en el Concilio Vaticano II. No obstante, a modo de ejemplo, vale la pena mencionar de manera particular un fondo de especial importancia por el volumen de documentación que alberga y por su contenido. Se trata del Fondo Morcillo depositado en el Archivo Diocesano de Madrid11, que puede completarse con el del Secretariado del episcopado español, conservado en la sede de la Conferencia Episcopal Española12; ambos pueden ofrecer una visión de conjunto sobre la actuación de los obispos españoles desde la perspectiva de uno de los prelados que más trabajó por y durante el Vaticano II. Casimiro Morcillo González era arzobispo de Zaragoza y secretario general de la Junta de metropolitanos españoles cuando fue llamado a participar en los preparativos del Concilio13; en 1964 fue trasladado a la sede arzobispal de Madrid. Entre julio y agosto de 1960 se publicaron los miembros de las comisiones preparatorias; una docena de españoles fueron elegidos, y entre ellos 11

En este Archivo se conserva también una copia transcrita de su Diario personal del Concilio Vaticano II

correspondiente a la etapa preparatoria y primera sesión conciliar. El Fondo consta de varias secciones, algunas de ellas se corresponden con las comisiones en las que Casimiro Morcillo participó: la I Comisión preparatoria y la II Comisión Coordinadora, en cambio la Sección III integra todo el material propiamente conciliar: esquemas, enmiendas, vota, sesiones generales. Por lo que respecta a la IV Sección, recoge la Correspondencia personal del Prelado, tanto privada como la correspondencia de trabajo. La V Sección, denominada Estudios y colaboraciones, agrupa un material muy diverso y de muy distinta categoría que va desde simples comentarios a algún tema conciliar, hasta eruditos estudios de los peritos-teólogos del episcopado español que servirán para posibles Vota, también es posible encontrar Comentarios, observaciones, etc. sobre los esquemas en italiano y francés, y algunas publicaciones con estudios o comentarios de las Congregaciones Generales. La VI Sección, Ufficio Stampa, se corresponde con todo el material de prensa: publicaciones de artículos de periódicos, colecciones de revistas sobre el Concilio como es el «Boletín de la Oficina de Información Española para el Concilio», la revista «Concilio» y otros. Por ultimo, la VI Sección, denominada, Varios. Estas secciones están integradas por cajas, carpetas y material disperso. En total, el inventario agrupa más de 500 títulos. 12

Para los inventarios de estos fondos véase F. ÁLVAREZ ALONSO-M.L. AYUSO MANSO, Fuentes Conciliares

Españolas. Inventarios de Quiroga, Morcillo y Conferencia Episcopal Española, Madrid 2005. 13

La ficha personal de Casimiro Morcillo para la Comisión Central Preparatoria contiene las siguientes notas

biográficas: nacido en Soto del Real (Madrid), el 26 enero de 1904. Ordenado sacerdote el 16 diciembre de 1926 y elegido obispo el 25 enero de 1943, consagrado el 9 mayo de 1943. Nombrado miembro de la Comisión Preparatoria de Episcopis et de Dioecesion regimine, el 26 julio de 1960. Doctor en Sagrada Teología. Conoce el francés, italiano, portugués y lee el inglés. Secretario Nacional de las Obras Pontificias Misioneras y Consiliario de las mujeres de Acción Católica, primero a nivel diocesano en Madrid y después nacional. Vicario General de Madrid, Obispo de Bilbao y Arzobispo de Zaragoza. 6

Casimiro Morcillo, para la Comisión de Obispos y Gobierno de las diócesis. Su capacidad organizativa y de trabajo en el seno de esta comisión no pasaría desapercibido; «hombre delgado pero sólido en doctrina y virtud» escribirá más tarde de él Juan XXIII14. A petición del Presidente de la Comisión preparatoria, el cardenal Mimmi, Morcillo eligió intervenir inicialmente en dos temas, el de las «Relaciones entre obispos y religiosos», en particular, la cuestión de la exención de los religiosos, y el de las «principales cuestiones relativas a la cura de almas». A estas propuestas, seguirían después otras sobre la sacramentalidad del episcopado, la potestad del obispo, las conferencias episcopales y la colegialidad. Un estudio atento de su trabajo dentro de esta Comisión permite conocer mejor su pensamiento. En algunas cuestiones que serán después objeto de debate y de confrontación – incluso entre los mismos obispos españoles – Casimiro Morcillo mantiene una posición equilibrada y en algunos aspectos más abierta que otros, insistiendo en fundamentar todo en la tradición de la Iglesia y de la Sagrada Escritura. Así por ejemplo, en el esquema que prepara sobre las relaciones entre obispos y religiosos, afirma cuán importante es para los obispos, las diócesis, las parroquias y también los mismos religiosos, el problema de la exención. Morcillo sostiene que se deba mantener el régimen de exención para la vida interna de los religiosos, pero que venga abolida en lo referente a las sedes y obras de apostolado que deberán estar bajo la plena dependencia del obispo. Para ello, desea que sean establecidas las normas para facilitar un entendimiento entre el Obispo y los Superiores religiosos en lo referente a las necesidades de las parroquias15. No obstante el amplio debate que suscitará esta cuestión entre obispos y religiosos, la orientación señalada por Morcillo será la adoptada por la mayoría, y se verterá después en el Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos (Christus Dominus, n. 35). Respecto al tema del apostolado (principales cuestiones sobre la cura de almas), desde la primera reunión preparatoria del 15 noviembre 1960, Casimiro Morcillo propone una serie de puntos que se utilizarán después como índice vertebral de todo el documento. Sugiere: 1) que se elabore una introducción doctrinal en la que se tome como fundamento los principios de la Revelación sobre la potestad de los Obispos en orden al apostolado; 2) que se constituya una organización nacional de Obispos y de las diócesis adaptada a los tiempos; 3) que se organice la Curia episcopal según la triple acción administrativa, pastoral y económica. 4) Lo mismo se diga sobre la reforma de la Curia Romana; 5) que se organice bien la parroquia y, por último, 6) que se promueva el apostolado por categorías. Distingue en la figura del Obispo los aspectos doctrinal y pastoral; el doctrinal como 14

«Giovanni XXIII, ud. 14 febb. 1962: Mgr. Morcillo Gonzales, arciv. di Saragozza, uomo magro ma solido in doctrina

et in virtute» en M. VELATI, Pater amabilis. Agende del pontefice 1958-1963, Bologna 2007, p. 347. 15

Città del Vaticano, Archivio Segreto Vaticano (=ASV), Fondo Concilio Vaticano II (= Conc. Vat. II), b. 983, fasc. 1,

Sessio particularis Rationes Episcopos inter et Religiosos, Votum Exc.mi D.ni. Morcillo González (17 noviembre 1960); véase también ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares … cit., Fondo Morcillo, núms. 281, 303, 305-309. 7

base para la acción pastoral; nace así el esquema Praecipuae de animarum cura quaestiones junto con un estudio sobre lo que la Revelación enseña acerca de los obispos que desarrollará después en el voto «Principios sobre la potestad de los obispos». En este trabajo, presenta una doble fuente de principios a partir del Nuevo Testamento y de la tradición post-apostólica, sobre los que instituir y definir la potestad pastoral de los obispos16. Ve al Obispo como maestro y doctor de la fe, cuya facultad de enseñar ha sido dada por el mismo Cristo a los Apóstoles y a sus sucesores. Interpreta y ve toda la acción y apostolado en la diócesis de los diversos miembros de la Iglesia bajo la autoridad/potestad del obispo, el cual, a su vez, participa de la corresponsabilidad de la Iglesia universal; lo mismo se diga sobre las decisiones de los Consejos o Conferencias episcopales. En dicho voto se anticipan algunos de los puntos que serán después desarrollados en el capítulo sobre el episcopado de la Constitución Lumen gentium y del Decreto sobre el ministerio episcopal. En la sesión del 11 febrero 1961, se introduce en el esquema De animarum cura quaestiones17 las figuras jurídicas del obispo auxiliar y del coadjutor como colaboradores del Obispo. Los justifica a partir de la colegialidad; en efecto uno sólo es el Obispo residencial –refiere–, pero con sus coadjutores o auxiliares, debería constituir un colegio episcopal para el mejor gobierno de la diócesis, al igual que han existido en la historia el colegio de los apóstoles, el colegio de los presbíteros, etc18. En sus notas personales recoge bien este momento: «los últimos tres cuartos de hora se dedican a los obispos coadjutores y auxiliares. Intervienen los que lo son: Florit, Suenens, Rupp (auxiliar de París) muy nervioso y otros. Nadie propone soluciones. Alguno dice que sean nombrados vicarios generales; otros, que se les conceda “a iure” potestad ordinaria. Propongo que se resuelva la cuestión a base de la colegialidad. Algunos ven en ello un mundo nuevo; apelo a la historia y al rango tradicional que la colegialidad tiene en las etapas apostólica y subapostólica (sic).

16

En el Nuevo Testamento, Jesucristo comisiona a los apóstoles – y no a otros – la triple potestad de predicar, bautizar

y regir, según consta en: Mc. 16, 15-16; Mt 28, 18-20; At. 1, 8; Ju 17,18 e 17,20; Mt. 28,20. Sobre el periodo apostólico menciona el día de Pentecostés (At. 2,14 e ss.) At. 2, 41 e ss, At 8, 17 ss., la Didaché y citas de San Ignacio de Antioquía e Ireneo, Cfr. Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 989, Principia de Episcoporum Potestate. 17

Sobre la elaboración del esquema De cura animarum y sucesivas modificaciones pueden verse las siguientes

referencias archivísticas: ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares… cit., Fondo Morcillo, núms. 254, 260, 269-274, 280-28, 289; Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 983, fasc. 1, Praecipuae de animarum cura quaestiones. Voto di S.E.R. Mons. Morcilo Gonzalez, 15 noviembre 1960; fasc. 2, De animarum cura quaestiones (Schema Exc.mi D.ni Morcillo), 16 februarii 1961; b. 984 fasc. 1, De cura animarum di Casimiro Morcillo González, 15 septembris 1961, De animarum cura quaestiones di Casimiro Morcillo Gonzalez, 29 ianuarii 1962, De animarum cura quaestiones. Introductio doctrinalis di Casimiro Morcillo González, 28 octobris 1961, De cura animarum. Introductio doctrinalis di Casimiro Morcillo González, 29 ianuarii 1962. 18

Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 983, Actus verbalis sessionum: 14 novembre 1960 – 29 aprile 1961. 8

El resultado es que la presidencia me encarga que haga un dictamen o estudio y lo presente por escrito»19. Estas ideas serán integradas en su carta pastoral Los concilios en la Iglesia y el Concilio Vaticano II, del 25 enero 196120, en la que desarrolla, a partir de la Escritura y de la historia de la Iglesia, la naturaleza y finalidad de los concilios precedentes, la importancia de la colegialidad en la Iglesia, la ecumenicidad del concilio, dimensiones, relación con los «hermanos separados», convocatoria, preparación y eventuales temas a tratar en el próximo Concilio; por último, defiende la colegialidad e infalibilidad de esta institución; es partidario de la colegialidad como institución de todos los obispos, sucesores de los Apóstoles, pero sin excluir al Papa, con el que se mantiene un vínculo de comunión y se participa en su solicitud universal por las iglesias. En la reunión que la Comisión tuvo el 4 octubre 1961, Casimiro Morcillo, junto con el obispo auxiliar de Barcelona, Jubany Arnau, propone - y es aceptado - un nuevo artículo sobre la constitución del Consejo Pastoral Diocesano. Se entenderá por Consejo Pastoral el órgano que coordina las obras de la Diócesis; donde ya exista el Capítulo Catedralicio, Morcillo sugiere que éste asuma el papel del Consejo Pastoral Diocesano; donde existan los Consultores Diocesanos, que sea constituido dicho Consejo Pastoral por los mismos consultores; posteriormente confirmará también la oportunidad de que en el consejo parroquial haya laicos21. Su larga experiencia como Consiliario de Acción Católica, le permite tener una visión ampliamente favorable sobre la participación de los laicos en el apostolado de la Iglesia, y en la línea de Pío XII, estima el papel y responsabilidad del cristiano en el mundo. Será el relator de la redacción final del esquema que el cardenal Marella presentará a la Comisión Central Preparatoria. Sabemos que posteriormente durante el Concilio, el texto De cura animarum fue dividido e integrado en otros esquemas22.

3. ACTUACIÓN DEL EPISCOPADO ESPAÑOL DURANTE LA ETAPA CONCILIAR

Un análisis de las respuestas del episcopado español a la carta enviada por el cardenal Tardini, Presidente de la Comisión antepreparatoria del Concilio, en el mes de junio de 1959, permite

19

Madrid, Archivo Diocesano de Madrid (=ADM), Fondo Morcillo, Diario personal del Concilio Vaticano II, febrero

de 1961, p. 14. 20

21 22

«Boletín Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza» 2 (1961), pp. 33-53. Cfr. Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat., b. 984, De Cura animarum, Verbali del 9 al 12 febrero 1962. Además del proemio teológico en el que se apela a la tradición del Nuevo Testamento en lo referente a la identidad

de los obispos y a la cualidad universal de su misión, en el Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos es posible reconocer algunos de los puntos introducidos por Casimiro Morcillo durante las reuniones preparatorias (Cfr. Christus Dominus, n. 36 e ss). 9

entender algo las preocupaciones y deseos de los prelados españoles23 y al mismo tiempo, entrever cuales serán los temas de mayor interés durante los debates conciliares. Fueron recogidas 81 respuestas, incluidas las de algunos obispos españoles misioneros y la del Nuncio Antoniutti. Más de la mitad de los obispos plantean el tema de la exención de los religiosos. Constituye, sin duda, la preocupación más recurrente. Desde quien exige que se suprima, sin más, tal privilegio, hasta quien señala que es conveniente que en la labor pastoral ambos cleros trabajen conjuntamente bajo la dirección del obispo. La mayoría sugiere que la exención debería reducirse a la organización interna de las comunidades religiosas. El tema más reiterado en segundo lugar fue la petición de la definición dogmática de la mediación universal de la Virgen María. Insisten además en que se aclare el papel de los laicos, su lugar en la Iglesia, sus derechos y obligaciones. Sin duda es Jubany (auxiliar de Barcelona) quien trata el tema con más optimismo y apertura, al menos cuando propugna la mejora de la organización económica de la Iglesia y el papel específico de los laicos en este campo. Algunos sugieren también la internacionalización de la Curia Romana. Bastantes plantearon la necesidad de profundizar la teología del episcopado. En materia de disciplina eclesiástica muchos pidieron la reforma del breviario («de forma que alimente el Espíritu, no lo aburra» decía el obispo de Albacete), y muchos más plantearon el tema del idioma adecuado en la liturgia y la introducción de la lengua vulgar, al menos en la celebración de los sacramentos y en algunas partes de la misa. Otro tema que preocupa es el de los sacerdotes: la santidad y el testimonio de vida, formación de los seminaristas, incardinación y mejor distribución del clero, sacerdotes diocesanos que pertenecen a institutos seculares. Emerge notablemente una sensibilidad y preocupación por la llamada cuestión social. Se condena el comunismo y el capitalismo y se exigen condiciones dignas para los obreros. Herrera Oria, obispo de Málaga, sugiere la conveniencia de crear una Congregación romana dedicada al apostolado de los laicos y de la Acción Social. El tema del diaconado permanente es abordado por bastantes obispos y, generalmente en un sentido positivo24. Aprovechando una reunión plenaria de los obispos en julio de 1962 en La Granja (Segovia), se dedica una jornada para información sobre los trabajos preparatorios del Concilio, y se toman algunas resoluciones con miras a su participación en la primera sesión conciliar. Se recomienda que todos o la mayor parte de ellos se alojen en el Colegio Español para facilitar el intercambio de opiniones, y se decide nombrar un grupo de consultores comunes (teólogos, escrituristas, canonistas, patrólogos, historiadores, moralistas, latinistas...) para asesorar a todo el episcopado; se proveerá también una biblioteca específica para uso de los obispos durante el Concilio. Por último, se organizará una «Oficina española para la Información del Concilio», patrocinada por el Ministerio de Información y Turismo, pero al servicio de los obispos y dependientes de ellos, con el 23

Acta et documenta Concilio Oecumenico Vaticano II apparando. Series prima, vol. II. Pars. 2ª, Vaticano 1960, pp.

113-479 y pp. 339-384; Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 270, fasc. 7. 24

Cfr. J.M. LABOA, Los obispos españoles…, cit., p. 67. 10

fin de asegurar fluidez de noticias de España y facilitar los contactos y el intercambio de documentación con otros episcopados y oficinas de prensa nacionales25; al frente de ella estarán Jesús Iribarren y Antonio Montero, Director de la revista Ecclesia; Cipriano Calderón, corresponsal en Roma de dicha Revista, también colaborará y será nombrado después jefe de la Sección Española en la Oficina General de Prensa del Concilio. Ya en Roma, iniciadas las sesiones conciliares en octubre de 1962, unos cuarenta obispos se alojan en el Colegio Español donde van a procurar mantener una serie de reuniones conjuntas. En los primeros días del Concilio los episcopados preparan sus propias listas de candidatos para las diversas comisiones; los españoles se dividen para tomar contacto con los prelados de Filipinas, América Latina, Italia, Francia, Bélgica, Alemania y algunos episcopados africanos….); le piden a Morcillo que España tome la iniciativa en relación con los países hispanoamericanos. Las instrucciones que se dan a los obispos encargados de realizar dichas gestiones muestran claramente una disposición inicial de prudente apertura y de fraterna colaboración frente a este evento eclesial: «deben presentarse como enviados oficiales del episcopado español; hablar en cuanto sea posible, con el Presidente de la Conferencia o con quien él delegare; hacer constar que nos mueve el deseo de hacer una labor de conjunto, verdaderamente católica; si se tratan cuestiones sobre las que el episcopado español no ha formado criterio todavía, no comprometerse; decir que consultarán; si invitan para una tarea determinada - como estudiar en común un esquema – aceptar; si invitan para enviar observadores a sus reuniones, aceptar y hacer la invitación recíproca; sugerir contactos frecuentes para cambiar impresiones»26. Se constituye una Comisión de Orden con los obispos que son miembros de las comisiones conciliares con el fin de coordinar las intervenciones durante las sesiones, bien en nombre propio o de todo el episcopado español. Los motivos que Morcillo aducía eran los siguientes: «Por el buen nombre de España y de su gloriosa tradición conciliar y por la eficacia con que debemos colaborar todos en el Concilio, sería de desear que se estableciera algún orden para nuestras intervenciones en las sesiones conciliares. Podría ser éste: cada cual, según su especial preparación, manifestará a una Comisión de Orden el tema o los temas sobre los que desea hablar en las sesiones. Si de alguna manera ha de llevar la voz del episcopado español, convendrá que el episcopado conozca previamente el voto y exprese su opinión sobre él. Si no ha de llevar la voz del episcopado, también será conveniente que de la Comisión orientadora reciba las luces y sugerencias que puedan serle útiles.... Esta misma Comisión de Orden será la encargada de convocar las reuniones y cambios de

25

Cfr. J. IRIBARREN, Papeles y memorias. Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado en España. 1936-1986, Madrid

1992, pp. 236 e ss. 26

F. ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares… cit., Fondo Conferencia Episcopal Española, n. 19, Instrucciones para

los Señores Obispos, octubre 1962. 11

impresiones que en el decurso del Concilio sean necesarios, tanto entre obispos españoles solos, como con los de otras nacionalidades»27.

Dentro de esta Comisión será instituida más tarde una Comisión Permanente para cuidar las informaciones procedentes del Concilio durante los períodos de intersesión; estará presidida por el cardenal Quiroga Palacios, Arzobispo de Santiago de Compostela, y compuesta por Casimiro Morcillo, secretario general de los obispos Metropolitanos, y Vicente Enrique y Tarancón, obispo de Solsona. A los pocos meses de iniciarse el Concilio, Morcillo es nombrado el primero de los cinco subsecretarios del Concilio, dentro de la Secretaría General; ello le permitirá asistir a las congregaciones generales y a las reuniones de los órganos directivos (Consejo de Presidencia, Moderadores y Comisión de Coordinación)28. Conocemos por propio testimonio cuán delicado fue su trabajo, tenía la tarea «más importante, hombre muy moderado, su misión era escoger las enmiendas propuestas por los padres conciliares, unificar las que fueran iguales y eliminar aquellas que podrían ser menos "convenientes", tarea esta última más delicada y subjetiva»29. Esta situación le permitirá seguir de cerca las fluctuaciones de los debates y al mismo tiempo realizar un privilegiado papel de “puente” con el episcopado español. Además de coordinar el trabajo de los peritos españoles, Morcillo es el encargado de mantener el contacto con los responsables de la Oficina Española de Información. Con respecto a la comunicación, se suscitó un malestar inicial entre los periodistas venidos a Roma por la escasa información que se les proporcionaba; noticias publicadas en los periódicos dan cuenta de informaciones filtradas desde el aula conciliar. Sin duda, que alguno de los Padres ha facilitado el texto de sus propias intervenciones a los periodistas. Morcillo se percata de que si no se remedia la situación el Concilio se puede ver envuelto en el silencio de la prensa y radio de todo el mundo. Recoge las propuestas presentadas por algunos periodistas y las eleva al Consejo de Presidencia; recomienda que junto con el jefe de la Oficina de Prensa del Concilio, asistan cada día a la congregación general otros dos jefes de diversas lenguas para que hagan un comunicado oficial más amplio. El Consejo aceptará esta solución y nombrará a Morcillo responsable de supervisar toda la información oficial redactada por la Oficina de Prensa del Concilio30. Junto con el problema de la 27

F. ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares… cit., Fondo Conferencia Episcopal Española, núms. 331, 332, Acta de

las Conversaciones Episcopales sobre el Concilio. La Granja, 8 julio 1962. 28

Cfr. Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 488, fasc. 1, Commissione di Coordinamento. Archivio Segreteria

(settembre-ottobre 1963), 19 octubre 1963. 29

«Es decir, cuando un padre desea hablar en la Asamblea debe exponer, como sabéis, su pensamiento por escrito tres

días antes a la Secretaria. Yo estoy encargado de estudiar estas peticiones, clasificarlas y organizarlas», Declaraciones al enviado especial de ‘La Gaceta del Norte’ de Don Casimiro Morcillo, en «Boletín Ecclesiástico Oficial de la Archidiócesis de Zaragoza» (1962), p. 632. 30

Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 326, fasc. 3, Minuta de Pericle Felici al card. Alfredo Ottaviani, 18

noviembre 1962, 1-19 novembre 1962. 12

comunicación, a partir de la segunda sesión, Morcillo apoyará la presencia de auditores laicos en el Concilio y obtendrá que, entre ellos, sean nombradas algunas mujeres31. A medida que avanzan las sesiones, los días transcurren entre debates, conferencias en el Colegio Español a cargo de los peritos, reuniones conjuntas de los obispos para estudio de los esquemas y preparación de intervenciones. El cardenal primado Pla y Deniel, por motivos de salud, tendrá que ausentarse pronto de Roma y los obispos españoles quedarán sin un “motor” que coordine y dé unidad al resto del episcopado; - nos haría falta un hombre más ágil -, pensaba Morcillo. Lamentablemente, absorbido por su trabajo en la Secretaría General, no puede realizar esta función plenamente. Este vacío tendrá sus consecuencias con el tiempo. Las reuniones del episcopado español reflejan en muchos momentos el desacuerdo entre sus miembros, la falta de coordinación o simplemente la diversidad de pareceres, explicitado en la falta de conclusiones y de consenso. El obispo de Mondoñedo, Jacinto Argaya, escribe en sus notas personales: «entre nosotros hay excelentes obispos, pero me parece que falta un ”episcopado conjunto”: todo se irá haciendo»32; algunos prelados lamentan la poca preparación del episcopado español frente a la actividad de otros episcopados. Las causas se atribuyen a la falta de unidad que debilita la eficacia, a la lentitud y tardanza con que les llegan los esquemas y a la dedicación preferentemente pastoral en los períodos de intersesión que hace delegar la mayor parte del trabajo de estudio en los peritos. En la primera intersesión del Concilio, enero-julio 1963, los consultores – organizados en grupos de estudio – reciben abundante documentación de la Comisión Coordinadora de Roma para discutir y elaborar algunos esquemas. De Ecclesia, De Beata Virgine, De libertate religiosa, De Divina Revelatione y De Ecclesia in mundo huius temporis, serán los temas de mayor interés en sus intervenciones. Los encuentros se sucederán los años siguientes durante los meses de intersesión, al igual que las consultas en torno a los puntos álgidos de los debates, que serán tratadas en comisiones de estudio entre obispos y peritos. En noviembre de 1963 se crea una Comisión episcopal para el Concilio en España que trabajará con la ayuda de los peritos bajo las indicaciones de la Comisión de Coordinación en Roma. «En general, la intervención de los obispos españoles ha sido buena – escribía el obispo Argaya al final de la tercera sesión – aunque ni en Italia ni en la misma España, sus trabajos hayan tenido ‘buena prensa’». La razón de esta inhibición o juicio crítico la atribuía a que «los españoles habían procurado seguir en los asuntos la vía media, evitando estridencias y extremidades en asuntos delicados, como el de la colegialidad, la libertad religiosa, liturgia, ecumenismo, regulación de la natalidad, etc.». Había influenciado también un cierto aislamiento con respecto al episcopado mundial, provocado quizá por la falta de conocimiento de otros idiomas «fuera del patrio y del latín», por la distancia geográfica del Colegio Español de las residencias de otros episcopados, y la 31

Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 330, fasc. 5, Casimiro Morcillo González segnala alcuni nomi di probabili

Uditori, 14 agosto 1963. 32

Cfr. S. CASAS, La actuación del episcopado español… cit., p. 20. 13

dispersión de casi la mitad de los obispos españoles en diferentes residencias. «Además, hay que atribuir este relativo aislamiento al complejo de inferioridad de los españoles, incluidos los obispos, que llevamos en la masa de la sangre. Sin embargo, la presencia de los obispos españoles en reuniones episcopales internacionales, ha sido siempre recibida con señales de afecto y aún de distinción, siendo escuchadas sus opiniones con respeto. Algunas intervenciones de obispos españoles en el Aula, han sido veraderamente felices. En algún caso han merecido la felicitación del mismo Papa Pablo VI»33. Con respecto a las intervenciones, no siendo posible hacer un estudio exhaustivo; señalo algunas referencias que, situadas en su contexto, pueden ofrecer una nueva lectura y mejor comprensión de la posición asumida por el episcopado español. Como es sabido, la cuestión mariana de la mediación en el esquema De Beata Vergine fue uno de los temas que suscitó mayor interés en el aula, e incluso en algunas propuestas, el episcopado español hizo bloque con los obispos polacos y alemanes. En mayo de 1963, Morcillo presenta en nombre del episcopado español a los cardenales Ottaviani y Bea, el proyecto de esquema De Beata Virgine Maria, Ecclesiae Matre. Es el fruto de las reuniones de estudio de los consultores del episcopado español celebradas previamente. El título reclama la función materna de María en la Iglesia, vista también por algunos como un elemento favorable para acercar a los «hermanos separados» 34; como es sabido, posteriormente el mismo Pablo VI proclamaría oficialmente a María «Madre de la Iglesia» en la sesión de clausura del 21 noviembre de 196435, día en que venía aprobada la constitución conciliar Lumen gentium sobre la Iglesia. En la carta de transmisión del proyecto de esquema, se indican los criterios tenidos en cuenta durante la redacción: 1. Con prudencia, pero sin miedo, se han utilizado los documentos pontificios, sobre todo aquellos que revisten un carácter doctrinal más declarado, tales como las encíclicas Ad caeli Reginam, Mystici Corporis, Haurietis aquas, etc. De estas últimas son las frases que

33

J. ARGAYA, Memorias del Concilio Vaticano II. Episcopado español en el Concilio, diciembre 1964, p. 331.

34

Ya antes, en las primeras reuniones del Secretariado para la Unidad de los cristianos, durante la etapa preparatoria, el

histórico italiano, Michele Maccarrone, había presentado una propuesta de constitución conciliar con el título Mater Ecclesia elaborada con dicha intención. Cfr. Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, Busta 389, Segreteria Generale, fasc. 7. El mismo Maccarrone, en carta dirigida al cardenal Bea el 21 agosto 1961, señalaba la conveniencia de preparar una exposición doctrinal e histórica, y no en forma de constitución, que desarrollase los puntos de su voto para proponer a la Comisión Central, de manera que se pudiera insertar en la Bula de indición del Concilio «que podría constituir una especie de llamada de la Mater Ecclesia a los hijos separados y una invitación a la unidad», F. ÁLVAREZ ALONSO, Primato e collegialità alla luce del Fondo Maccarrone en «Centro Vaticano II. Ricerche e Documenti» 1 (2003), pp. 11-61. 35

PAOLO VI, Discorso ai Padri Conciliari alla conclusione della terza Sessione del Concilio Ecumenico II, 21

novembre 1964, en Acta Apostolicae Sedis (=AAS) 56 (1964), p. 1015. 14

pueden parecer más avanzadas. Pero admitir la enseñanza pontificia en otros esquemas y rechazarla en éste, es una evidente falta de lógica. 2. Para esas posiciones que podrían considerarse avanzadas, nótese que para afirmarlas nos basta con repetir las enseñanzas de los Papas. Cuantos las niegan han de rechazar las enseñanzas pontificias o vaciarlas de sentido. 3. La redacción se ha hecho de manera que pueda cautivar la benevolencia y adhesión de todos: es una exposición muy bíblica y muy pastoral. 4. Además, en cuestiones algo debatidas, hemos distinguido siempre el hecho y la naturaleza, que no tienen el mismo punto de seguridad. Pongamos algunos ejemplos: - Que María sea Medianera de las gracias (de todas las gracias) tiene tal peso de Magisterio de Papas, de Tradición y Liturgia, que no puede menos de expresarse el hecho. Pero ni siquiera aludimos a las explicaciones de los teólogos: ¿causalidad moral? ¿causalidad física intrumental? Eso que se quede para los teólogos. - Que la Virgen sea Nueva Eva y asociada a Jesucristo en su misión y obra salvadora, tampoco puede dudarse: las enseñanzas de León XIII a Pío XII son demasiado elocuentes. Pero no hay por qué determinar la clase de mérito y basta que lo sepamos subordinado al de Jesucristo e inferior a él. Y así en otros puntos. 5. Ha parecido necesario recoger y explicitar el sentir de la Iglesia acerca de temas que no sin temeridad ahora se ponen en duda: virginidad in partu, conocimiento de la Santísima Virgen al pronunciar su “fiat” (no dejaría de ser un sinsentido pedirle su consentimiento sin saber en qué consentía), culto de las imágenes, aprecio de la devoción a la Señora, etc. Para pensar la vida de María no puede darse de lado la teología..., aunque no conste el dato histórico en la revelación escrita: no puede negarse a ella la gracia y penetración que acerca de Cristo tuvieron bien pronto algunas grandes figuras del evangelio, ni se la puede reducir a la condición de una aldeanita ingenua... y hasta un poco menos. Hay corrientes que quisieran no se hablase en manera alguna de la realeza, de la mediación, de la virginidad, etc. No ha parecido prudente seguirlas. En términos expresos, dicen algunos que de la Virgen “no se diga nada nuevo”... y luego apuntan también que ¿para qué decir lo que ya sabemos? Con esa división, aplicada a cualquier tema conciliar, sobraba el Concilio. Tenemos la impresión de haber recogido lo más importante de las enseñanzas pontificias del último siglo y lo mejor del progreso doctrinal mariano, y de modo que no produzca estridencias.36

El texto se propone ratificar cuanto ya afirmado por el Magisterio precedente y la tradición de la Iglesia sobre la cuestión mariana. La redacción presenta un tono moderado que no busca la novedad ni ser causa de enfrentamiento o división dentro del Concilio; se fundamenta la tradición de la fe 36

Cfr. Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 730, fasc. 13, Commissio Theologica Documenta non officialia: nn.

10-16, 26 de abril de 1963. 15

sobre este punto y se deja para los teólogos la profundización sobre la modalidad con que la función de María ha de ser insertada en la obra de la Redención. A propósito del esquema De Fontibus, algunos prelados españoles acentuarán más el aspecto pastoral. En nombre de 49 obispos, Morcillo interviene en la congregación general del 14 noviembre 1962 para reforzar la relación entre Sagrada Escritura y Tradición, contra la propuesta que marcaba excesivamente el valor de la sola Escritura. Afirma la conveniencia de que haya una relación entre la verdad doctrinal que se propone en el esquema y la aplicación pastoral. Toda labor pastoral ha de tener como tarea prioritaria la propuesta de la verdad, de modo claro y definido, para que pueda ser seguida y defendida. Propone que se preceda todo el esquema de un proemio en este sentido37. Por último, otra de las cuestiones objeto de preocupación y de debate para los obispos españoles durante el Concilio fue el esquema sobre la libertad religiosa. El contexto histórico de la España franquista, en la que el catolicismo era reconocido como única religión oficial, marcó notablemente la posición del episcopado español38 y ello explica las prudentes reticencias de algunos obispos hacia el esquema. La confesionalidad del estado había sido una reacción política lógica a la persecución religiosa que España había vivido treinta años antes con la segunda Guerra Civil, y en un contexto más amplio, se igualaba a otros países europeos que por esos años también poseían elementos de confesionalidad en sus ordenamientos jurídicos – como por ejemplo Italia, Inglaterra y Gales, Irlanda, Portugal, países escandinavos–; eran sin duda reminiscencias de un pasado y de una tradición históricas, lo que no impedía que se reconocieran otras minorías religiosas o al menos fueran toleradas de manera privada. En este contexto, resulta significativo el alcance que podría haber tenido para la sociedad española la iniciativa de Morcillo de organizar una Semana de la Unión de los cristianos en 1962. De acuerdo con el cardenal Bea, Presidente del Secretariado para la Unidad de los cristianos, había invitado a participar en estos coloquios varios exponentes de las iglesias ortodoxa, protestante y católica. En el último momento, ante la imposibilidad material de que pudiera participar el cardenal Bea, absorbido como estaba, por los trabajos conciliares, la Semana tuvo que posponerse para después del Concilio. La noche del 5 de diciembre de 1962, algunos obispos españoles entregan una carta circular a la Secretaría General del Concilio para ser distribuida a los Padres; con la firma de «un grupo de 37

Cfr. Città del Vaticano, ASV Conc Vat II., b. 8, fasc. 19, sullo schema De Fontibus Revelationis in genere, 14

noviembre 1962. 38

Las disposiciones jurídicas que había en España a partir de 1947 con rango de Ley Fundamental, regulaban el

elemento religioso en clave de confesionalidad, lo que no impedía la privada tolerancia de otras minorías religiosas. El art. 6 del Fuero de los españoles de 1954 decía: «la profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la Religión Católica». 16

católicos españoles» se ataca al régimen político español y a la jerarquía eclesiástica. El episcopado español decide redactar una réplica defendiendo a la Jerarquía, que es distribuida desde la Oficina Española para el Concilio39. Seguramente esta iniciativa es una entre las muchas que se organizan en esos días contra la intolerancia religiosa en España y sobre el estatuto jurídico de cultos40; las fuentes de archivo nos ofrecen indicios de presiones diplomáticas y campañas de prensa llevadas a cabo en ese sentido; por entonces, se encuentra en fase de proyecto el reglamento para las confesiones acatólicas en España, elaborado por el Ministerio de Asuntos Exteriores a comienzos de 1964; la versión final será concluida en 1967 con la Ley Orgánica del Estado. Teniendo presente este contexto, el 29 de enero de 1964, Morcillo, en nombre de otros cuatro obispos españoles, envía al cardenal Ottaviani algunas observaciones al capítulo V del esquema De Oecumenismo sobre la libertad religiosa. La carta va acompañada por un estudio de síntesis de los principios doctrinales bajo los cuales han elaborado la crítica al mencionado capítulo, que se refieren a la libertad religiosa en el ordenamiento jurídico de un estado. Proponen una nueva redacción del texto con el título De libertate civili circa religionem (Sobre la libertad civil de religión); tras reconocer dentro de las leyes de un estado la libertad de conciencia, los derechos individuales y comunitarios de culto, reconocen que existe un bien común internacional; que el bien de la Iglesia en cada país está integrado en el bien común de la Iglesia Universal, y que, por lo tanto, el bien religioso de cada nación tiene que estar conjugado con el bien común, tanto político como religioso41. Al final, salvo alguna excepción, la mayoría de los obispos españoles aceptaron fielmente la declaración sobre la libertad religiosa y trabajaron – no sin grandes dificultades internas – por aplicarla durante el post-concilio mediante una progresiva separación Iglesia-Estado42; paralelamente, la situación política mejoraría orientándose hacia un aperturismo ideológico y religioso. La declaración del Concilio sobre la libertad religiosa llevó a una transformación en el Ordenamiento jurídico español que hizo posible compatibilizar la confesionalidad católica con el reconocimiento del derecho de libertad religiosa.

CONCLUSIÓN

39

Cfr. Madrid, ADM, trascripción Casimiro Morcillo, Diario personal del Concilio Vaticano II, 5 diciembre 1962.

40

Véase a propósito F. ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares…, cit., Fondo Quiroga, núms. 344, 347, 351, 363, 367.

41

Città del Vaticano, ASV, Conc. Vat. II, b. 773, fasc. 323, Labores subcommissionum De Ecclesia post II sessionem

concilii: nn. 322-329, Síntesis de los principios doctrinales que conviene tener presente en el problema de la libertad religiosa, 29 ianuarii 1964. 42

El 10 de enero de 1967 se reformó por Ley Orgánica del Estado el art. 6 del Fuero de los Españoles, introduciéndose

una mayor tolerancia religiosa, la versión final del art. 6 señala que la libertad religiosa será garantizada por una eficaz tutela jurídica, que a la vez proteja la moral y el orden público. 17

Como conclusión, se podría afirmar que el Concilio Vaticano II fue el punto de bisagra de un “antes” y un “después” para la Iglesia y la sociedad españolas. Los obispos durante su permanencia en Roma, maduraron una conciencia colegial que desembocaría más tarde, al finalizar el Concilio, en la constitución de la Conferencia episcopal cuyos estatutos fueron aprobados ad experimentum en la plenaria del 30 abril 196543. En esta tarea, debemos a Morcillo un papel notable. La experiencia de Roma hizo que fuera uno de los obispos que más se preocupó en la aplicación de los decretos conciliares durante los años del post-concilio desde su sede arzobispal en Madrid, y como primer secretario general de la naciente Conferencia, trabajó incansablemente para que las reticencias que algunos prelados mostraban hacia las novedades conciliares se convirtieran en una actitud de pleno respeto y fidelidad a las decisiones tomadas. Esperemos que en los próximos años, la historiografía conciliar sobre la participación española cobre un nuevo impulso para comprender mejor este evento eclesial y ofrecer una relectura más objetiva de su mensaje.

43

El primer borrador de estatuto fue presentado a la Comisión episcopal para el Concilio en el mes de mayo 1964.

Véase F. ÁLVAREZ ALONSO, Fuentes Conciliares…, cit., Fondo Conferencia Episcopal Española, n. 406, Anteproyecto de Estatutos de la Conferencia Episcopal Española elaborado por la Comisión Episcopal para el Concilio. 18

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