ESPACIOS Y PAISAJES DEL VINO EN CASTILLA-LA MANCHA

June 8, 2017 | Autor: Diego Peris Sánchez | Categoría: Architecture, Landscape Archaeology, Viticulture & Enology
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ESPACIOS Y PAISAJES DEL VINO EN CASTILLA-LA MANCHA

ESPACIOS Y PAISAJES DEL VINO EN CASTILLA-LA MANCHA Diego Peris Sánchez Doctor arquitecto RESUMEN El vino y la viticultura han sido elementos esenciales en el territorio y la cultura de Castilla-La Mancha. A lo largo de los siglos se han documentado testimonios de su presencia en la sociedad que han dejado restos arqueológicos, documentos literarios, pinturas y esculturas que documentan la presencia del vino a lo largo de los siglos en estas tierras. Para su producción y almacenamiento se han construido edificios e instalaciones que han ido cambiando con las diferentes tecnologías. Cuevas de muy diversas tipologías, estructuras de madera, hormigón o hierro. Organizaciones de cooperativas, estructuras industriales o bodegas del tipo châteaux tienen una amplia representación en un territorio que cultiva más de 500.000 hectáreas y produce la mitad del vino que se elabora en España. Por ello el territorio tiene un paisaje del vino que ocupa casi el 7% de la superficie total del mismo y que ha conformado ciudades singulares, asociadas a su producción. Palabras clave: Castilla-La Mancha, viticultura, cultura, arquitectura, paisaje. ABSTRACT Wine and viticulture have been essential elements in the territory and the culture of Castilla-La Mancha. In the course of the centuries, there have been documented proofs of its presence in the society that have left archaeological remains, literary documents, paintings and sculptures, documenting the presence of the wine in the course of the centuries in these lands. For its making and storage buildings and facilities that have changed with the different technologies have been built. There are caves of very different typologies, framework of wood, concrete or iron. Organizations of cooperatives, industrial structures or châteaux wineries have a wide representation in a territory that cultivates more than 500.000 hectares and produces half of the wine that is made in Spain. Thus the territory has a wine landscape that occupies almost 7% of the whole area of the territory and that has made up singular cities associated to its production. Keys words: Castilla-La Mancha, viticulture, culture, architecture, landscape.

El cultivo de la vid y la producción del vino han estado presentes en la cultura y el territorio de Castilla-La Mancha durante siglos. Geologías de terrenos adecuados para el cultivo de la vid, climas y condiciones térmicas han propiciado, en diferentes épocas, la existencia de grandes extensiones de cultivo. En esta realidad topográfica, geológica y climática se ha desarrollado una cultura que ha dejado testimonios en restos arqueológicos como las ánforas del Cerro de las Cabezas, los bajo relieves de época visigoda del yacimiento de la Vega Baja de Toledo y espacios romanos como la casa de Materno en Carranque con su espacio para almacenamiento del vino. Los calendarios agrícolas de Beleña de Sorbe y Campisábalos plasman en piedra los meses en los que la recogida, el tratamiento de la vid y la producción del vino son referentes del tiempo para los hombres de esa época. Pinturas, esculturas y arquitecturas hablan de una realidad cultural que ha tenido una importancia en la economía y el comportamiento de la sociedad. La cultura unida a la geografía del territorio ha definido así un paisaje del vino. Paisajes que son esenciales en la configuración de Castilla-La Mancha por sus grandes extensiones (en torno al 7% de la superficie regional está plantada con viñedos) y sobre todo por su vinculación a la vida de nuestra sociedad. Con ello se ha consolidado en Castilla-La Mancha un paisaje del que forma parte una arquitectura singular. Paisajes que han surgido del esfuerzo colectivo de siglos, y que han tenido un impulso especial en las últimas décadas. 1. LA VIÑA, EL TERRITORIO Y EL TIEMPO. Castilla-La Mancha, comunidad autónoma con 79.643 Kilómetros cuadrados es un territorio de geografía plural y diversa. Hay datos para situar la cuna del vino en Valdepeñas, la ciudad romana de Acinippo (acinus, grano de uva). En las excavaciones del cerro de Las Cabezas han aparecido restos de ánforas, cuencos y toneles de barro que corresponden a época prerromana (Pérez Avilés y Vélez Rivas 1994). Los testimonios de las villas romanas –Cástulo y Lupuaria- de la lápida funeraria con el nombre de Lucio Acinippo, con escudo orlado y racimos florecidos con pámpanos son referencias de la presencia del vino en esa época. En la zona de Jumilla hay restos de épocas griega y romana que atestiguan la presencia de la uva en esos momentos. “Se calcula que en el siglo II d.C. 20 millones de ánforas de vino español habían sido embarcadas hacia Roma. El cultivo de la vid se ha considerado,

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desde siempre, como símbolo de la fertilidad de la tierra” (Bonifay. Bernal 2010). Luparia es citada por el poeta Tito Livio y en la villa que Materno construye en Carranque (Toledo), con todo lujo de instalaciones (agua corriente, hipocausto), hay una zona para el almacenamiento del vino y del aceite. En las excavaciones de la Vega Baja (Peris Sánchez 2008), yacimiento de época visigoda, aparece material con representaciones de los racimos de la uva. Referencias que dan idea de la importancia de su producción ya desde los primeros siglos. 1.1. LA EDAD MEDIA: MONJES, REYES Y CALENDARIOS AGRÍCOLAS. “En 1243 Doña Berenguela denomina el ondulado valle de cascajos calizos con el nombre de Valdepeñas. El valle de las peñas, como era llamado hasta entonces, debía contar con exquisitos vinos, a juzgar por la bula especial del califato que, según Antonio Brotons permitía beberlos durante su elaboración en contra de los mandatos del Corán. La permisividad en la bebida del vino hace posible los bellos poemas de los poetas sefardíes. Alfonso VI en el año 1101 concede a los mozárabes un fuero, entre cuyas concesiones figuraba la libertad de poder plantar viñas. El Rey Alfonso VII, en el año 1150, concede grandes extensiones de tierras manchegas a los caballeros templarios, constatando en el documento de entrega las viñas y todas sus heredades juntamente con “el portazgo al quinto de los hornos de pan y vino” (Peñín 1987). El vino surge relacionado con los ambientes religiosos y especialmente monacales. Durante los siglos XIII y XIV se propició un cierto proteccionismo al cultivo de la vid para poder mantener las necesidades de abastecimiento y los vecinos que querían verse exentos de alguna carga tributaria tenían que plantar una superficie determinada de viñedo. La crisis del siglo XIV también afectó a los viñedos, recogiéndose numerosos testimonios de viñas perdidas o abandonadas, que posteriormente fueron recuperadas ante la rentabilidad del cultivo. Las diferentes familias otorgaban cartas pueblas a sus vecinos. En ellas se delimitaban las tierras que debían dedicarse al viñedo, que en muchos casos iba unido al olivar. En la provincia de Guadalajara existen testimonios excepcionales: dos calendarios románicos que se encuentran en Campisábalos, uno de ellos y otro, en Albendiego. Son calendarios en piedra que recorren los diferentes meses del año que se identifican con actividades específicas de cada período de tiempo. En Campisábalos, en la iglesia de San Bartolomé en la capilla de San Galindo existe un friso con un calendario agrícola que recoge las labores agrícolas de la vendimia (Ruiz Montejo 1992: 192). En Beleña de Sorbe existe otro calendario agrícola. En el siglo XIV hay arrendamientos regulados con controles que establecen las labores de cada año y la cantidad y calidad que debían tener las cepas. En 1468 el barrio de la odrería en Toledo ocupa una posición próxima a la plaza de Zocodover y los vecinos toledanos están exentos del pago de la alcabala del vino, mosto y vinagre. Las protecciones que algunos lugares pedían para sus vinos les llevan a no permitir la entrada de los que proceden de otros lugares.

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1.2. DEL SIGLO DE ORO, LA LITERATURA DEL VINO AL SIGLO XVIII. A partir de la Reconquista, hacia finales del siglo XV, aparecen numerosas referencias del vino de Valdepeñas. Su prestigio va en auge como se recoge en un protocolo de la Orden Trinitaria de 1594. Cuando la capital del reino se traslada a Madrid, los vinos de Valdepeñas se convirtieron en los favoritos de la Corte de Felipe II con una gran exportación. Y por ello, Carlos III fija unas alcabalas especiales sobre su consumo para recaudar fondos destinados a levantar las puertas de Madrid, tanto la de Alcalá como la de Toledo. En el reinado de Felipe III diversos municipios de Castilla-La Mancha alcanzaron una gran producción. En los textos literarios del Siglo de Oro hay numerosas referencias a los vinos de diversos lugares de Castilla-La Mancha, con valoraciones muy diferentes. En las Relaciones Topográficas se habla ya de Mondéjar como lugar donde se da mucho vino, bueno y delicado y se hacen aloques muy escogidos. En esta zona, será el impulso de la casa de Mendoza la que logre el desarrollo de la actividad. A finales del siglo XVI se produce un incremento notable en los precios del vino. En la segunda mitad del XVI, “los grandes labradores manchegos venían caracterizados por explotar directamente sus tierras, siempre en conexión con la cría de ganado, en definitiva, la gran propiedad manchega del Antiguo Régimen estuvo vinculada a los denominados señores de ganado, siempre conectados con el poder político local. El mayor viñedo conocido del siglo XVII perteneció al mayor labrador manchego de la época, Gonzalo Muñoz Treviño de Loaisa, con más de ciento treinta mil cepas” (Carretero Zamora 1996: 250). La construcción del Camino Real que une Madrid y Andalucía supuso un impulso básico para Valdepeñas y sus vinos ya que numerosos arrieros encontraron así la posibilidad de transportar de una manera cómoda y segura sus productos a la capital del reino. Los planos que se elaboran con el Catastro reflejan, en muchas poblaciones, la existencia de los viñedos como elemento esencial de su territorio y su economía. Las Descripciones del cardenal Lorenzana señalan la producción de numerosos municipios de la región. (Fig. 1). A finales del siglo XVIII, los datos de producción han crecido de una manera notable. En la provincia de Toledo la cosecha ascendía a 1.700.000 arrobas que se vendían a siete reales cada una (Larruga y Bonet 1791). Se consumían 1.5000.000 arrobas y el resto se vendía a Madrid, Segovia, Guadalajara, Mancha y Castilla. En 1790 Valdepeñas tenía una producción de 200.000 arrobas. Ponz comenta el “exquisito vino que se produce” en esa localidad. En la comarca de Jumilla y Hellín, el Catastro del marqués de la Ensenada censaba 400 hectáreas dedicadas al cultivo del vino. Las Descripciones del cardenal Lorenzana presentan una imagen del viñedo en la región que indica un aumento significativo de la producción (Cayuela, Gallego Palomares 2003). Los viajeros extranjeros que narran su viaje por España dejan numerosos testimonios sobre su visión del vino de la tierra que visitan. Se trata de visiones a veces muy rápidas, y personales, pero

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que ofrecen una imagen de lo que se percibe desde el exterior en nuestro país. En 1634 James Howell, en carta a Lord Clifford, describe los mejores vinos que se beben en España citando los de San Martín de Valdeiglesias. El barón de Davillers, Saint Simon, el barón Jean Francois Bourgoing en su Viaje a España, publicado en 1789 y Richard Ford cuando recorre la península durante la primera mitad del siglo XIX en su libro Cosas de España habla de los vinos de Castilla-La Mancha. El vino que bebían los viajeros como Dumas, Davillier y Fleuriot, según manifiestan en sus escritos, era espeso y alcohólico, algo así como los vinos de uva cencibel. Davillier llegó a decir que el vino tenía cierta semejanza con los de Châteauneur-du-Pape por su sabor y color. Théophile Gautier, durante su viaje por España en 1840 hace varias referencias al ambiente madrileño. Descripciones que dan una imagen del valor del vino para los visitantes de nuestras tierras. 1.3. FIN DE LA ÉPOCA ARTESANAL Y LLEGADA DE LA INDUSTRIALIZACIÓN. Una de las claves de la evolución agrícola del XIX está en las desamortizaciones que se producen en este momento. La segunda mitad del XIX marca la llegada de la industrialización al sector vinícola. 1873 marca el fin de la era artesanal para comenzar la influencia de la revolución industrial que alcanza al vino español. En esta época, Luis Palacios crea su bodega en Valdepeñas que llega a enviar a Madrid diariamente 25 vagones cargados con 100 pellejos de vino cada uno de ellos. Esto es posible porque desde 1861 Valdepeñas dispone de ferrocarril. El convoy cargado de cubas fue bautizado como tren del Vino. En 1862 se inaugura el tramo del ferrocarril que unía Manzanares con Santa Cruz de Mudela en la línea Madrid-Andalucía (Cayuela Fernández y Abada González 2003: 17-18). Durante la primera etapa de la restauración, la vid llega a suponer en Valdepeñas el 56,6 % de la superficie cultivada. Las bodegas del paseo de la Estación como las Bilbaínas, López Tello, Luis Palacios, Sebastián Rodero o Bodegas Valvanera fueron rótulos vinícolas que se leían en Filipinas, Cuba y, por supuesto, en Madrid. (Fig. 2). La expansión del viñedo manchego se produce después de la guerra civil. Es un viñedo contemporáneo, y debe ajustarse a los cánones del esquema industrial que ha estado protagonizado por las cooperativas, fundadas en su mayor parte durante los años cuarenta y cincuenta. En los años sesenta, cuando el consumo por habitante y año en España descendía a 48 litros, en Francia e Italia se cifraba en 100 y 132 litros respectivamente. Se plantea la instalación de plantas embotelladoras en los lugares de mayor demanda para incentivar el consumo. En 1857 la extensión de viñedo de Ciudad Real ascendía a 67.302 hectáreas, con un rendimiento de 11 litros por cada una de ellas, la mitad que Barcelona e incluso inferior a la extensión de los viñedos valenciano y zaragozano. Albacete disponía tan sólo de 15.711 y Murcia de 20.000 (Peñín 1987: 27). Madoz habla de numerosas localidades que producían vino en Castilla-La Mancha. En los mercados de Guadalajara el vino se pagaba en 1845 a 18 reales de vellón y en Albacete se consumían 50.000 arrobas de vino y 5.000 de aguardiente.

Según Madoz, la producción de vino de la provincia de Albacete es de 650.257 arrobas, la de Ciudad Real es de 606.110 arrobas con un valor de 4.200.700 reales de vellón (a 7 reales la arroba), la de Cuenca 957.660 con un valor de 15.322.560 reales de vellón (a 16 reales la arroba), la de Guadalajara 568.970 arrobas con un valor de 8.534.550 de reales (a 15 reales la arroba) y la de Toledo 1.077.251 con un valor de 10.772.510 de reales (a 10 reales de vellón la arroba). La representación de los intereses de los alcoholeros-como los de la viticultura- fue algo sumamente difícil desde finales del siglo pasado y el sector siguió caracterizado por la pequeñez y por la dispersión, por lo que el Estado, apareció ante muchos como el único agente fuerte (Nadal y Catalán 1994: 117). La vinculación de La Mancha al mercado será doble, por un lado a la venta de vinos, sobre todo hacia Francia, en sus inicios, junto al lazo con el mercado de capitales, sobre todo madrileños, vascos y levantinos (Gallego Palomares 2001), necesario este último para llevar a cabo la comercialización del vino adecuándose a la estructura empresarial del sector de transformación. 1.4. EL SIGLO XX. En 1930 el consumo de vinos manchegos comunes estaba muy generalizado en España. La llegada del siglo XX está acompañada de la llegada de la plaga de la filoxera que afecta a la raíz de la vid destruyendo grandes superficies de terreno La repoblación de los lugares dañados se hizo con cepas americanas, inmunes al insecto, pero grandes extensiones de viñedo desaparecieron abandonadas por sus dueños. A lo largo del siglo XX la superficie de viñedo se mantiene casi constante, en el conjunto de España, en tono al millón y medio de hectáreas. Las superficies, en millones de hectáreas, de acuerdo con los datos de Gabriel Tortella (Tortella 1995: 231) son: 189195

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1922

193135

193941

1949

1960

1971

1985

1,5

1,4

1,3

1,6

1,5

1,6

1,6

1,5

1,6

PORCENTAJES DEL TOTAL DE SUPERFICIE CULTIVADA

9,2

8

6,6

7,6

8,1

8,0

7,8

7,0

7,6

En 1913 la extensión del viñedo de Ciudad Real aumentó al doble que en 1857, alcanzando 132.381 hectáreas. Guadalajara contaba con 20.995, Toledo con 56.000 y Cuenca 49.525. Aún entonces, Cataluña producía el doble que La Mancha y Levante casi lo mismo que Cataluña. Durante la II República y la Guerra Civil el sector agrícola se vio afectado por las reformas agrarias y los procesos de colectivización de la tierra. Las esperanzas de resolución de todos estos conflictos dispares confluyeron en la ley de Reforma Agraria que el gobierno Azaña decidió tramitar como Ley de Cortes. Las colectividades empiezan su actividad pocos meses antes de la guerra en la provincia de Toledo y Ciudad Real si bien se consolidaron avanzada la Guerra en las tierras incautadas y con aportación de propiedades individuales. Se crean numerosas cooperativas que elaboraban vino para vender a granel o producir alcohol. Los desajustes entre la oferta y la demanda hacen que, en los años 50, se

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cree la Comisión de Compras de Excedentes y la Comisión Interministerial del Alcohol que adquiría las excedencias de vino que se cotizaban a precios inferiores a los de coste. Como consecuencia de esta actuación aumentó considerablemente la superficie cultivada que pasó de 415.320 hectáreas en 1955 a 769.794 en 1983. En el conjunto del Estado se pasa de un porcentaje sobre el total producido del 26% en 1955 al 45,37 % en 1983. La producción de 4.697.737 hectolitros en 1955 alcanzó los 13.903.000 en 1985 lo cual representa el 44,03% de la producción nacional (Triguero Cano 2002b: 90). (Fig 3)

el proceso de modernización de las bodegas. El 1 de agosto de 2000 entra en vigor la Organización Común del Mercado del Vino (Triguero Cano 2002) que trata de orientar la producción del mercado, controlando la oferta para mantener los precios. En junio de 2001 se publica la orden de Fomento de la Calidad de la Industria Agroalimentaria de Castilla-La Mancha (FOCAL 2000). En 1999, se aprobó la Ley por la que se creó la Indicación Geográfica “Vino de la Tierra de Castilla”, una indicación llamada a competir con otras regiones del mundo en los mercados internacionales. En Marzo de 2003 se publicó la Ley de la Vid y el Vino de Castilla-La Mancha que trata de actualizar toda la normativa en un sector en plena actividad. Un desarrollo social, económico, cultural y legal que sitúa el sector de la viticultura en Castilla-La Mancha como básico para esta comunidad autónoma. 2. LOS ESPACIOS PARA LA PRODUCCIÓN DEL VINO.

Desde los años sesenta a los ochenta el sector sufre una crisis, debida a la excesiva superficie cultivada, prácticas de cultivo que olvidan la calidad en detrimento de la cantidad, descenso de los índices de consumo de vino en España y la inexistencia de políticas de comercialización. Fue, sin embargo, a partir de la década de los setenta cuando en CLM los cambios necesarios por el tránsito desde una agricultura tradicional a otra moderna adquirieron mayor vigor. A mediados de los años setenta, la agricultura representaba más de la mitad de la población activa y una cuarta parte del PIB en CLM. A finales del siglo XX se produce la incorporación a la comunidad europea con la regulación de los mercados a través del FEOGA incentivando la mejora del viñedo y penalizando los excedentes. Los cambios de estas últimas décadas del siglo XX han tenido su repercusión en la empresa enológica que ha mejorado Sociedades Agrarias de Transformación, Cooperativas y Bodegas. Se reduce el número de bodegas pasando de 539 en 1986 a 397 en 1996 con 175 de ellas produciendo productos embotellados. Los viticultores han apostado por los proyectos de reconversión varietal y reestructuración de sus viñas, propuestos en la reforma de 1999. En Castilla–La Mancha, el conjunto del sector agroalimentario representa más del veinte por ciento del valor añadido bruto de la industria y da empleo a 18.200 personas distribuidas en casi 3.000 empresas. Entre ellas destaca el peso de 565 bodegas privadas y cooperativas dedicadas a la producción de vinos, derivados y mostos. El 15,8 por ciento del total de establecimientos dedicados a vinos a nivel nacional están situados en Castilla-La Mancha (Triguero Cano 2003: 5). Junto a estos datos económicos hay que señalar

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La producción del vino cuenta con muchos siglos de historia en los que se ha desarrollado una evolución tecnológica que ha ido demandando nuevas instalaciones adecuadas que, aunque con elementos básicos comunes, han variado de forma sustancial. El proceso de elaboración sigue un proceso secuencial en su elaboración que se inicia con la descarga de la uva en la bodega, su limpieza y retirada de productos como hojas y sarmiento. Posteriormente hay que estrujar los racimos separando las partes leñosas y rompiendo los hollejos de los granos. Una vez que se ha obtenido el mosto, se controla su temperatura y se eliminan las partes herbáceas que contiene. Posteriormente comienza el proceso de fermentación regulando la temperatura y el azúcar que va quedando. Finalizada esta operación se inicia el clareo de los vinos por sucesivos trasiegos, con determinadas sustancias y filtrado. Operación que tiene diferencias significativas para la producción de los vinos tintos. Este proceso de elaboración del vino requiere una organización que configura la arquitectura de la bodega (Peris Sánchez 2006). De acuerdo con el funcionamiento tradicional, la bodega constaba de muelle de descarga, jaraíz, cocedero y almacén bodega o cueva de crianza. En bodegas de mayores dimensiones hay depósitos intermedios, laboratorios y talleres de tonelería, carpintería y salas de embotellado. En muchos casos la “destilería de orujos” o “alcoholeras” están junto a la bodega, pero en las grandes zonas productoras se presentan como “fábrica” o firma distinta a la bodega tal y como sucede también con las fábricas de vinagres. Los espacios de la bodega deben tener una capacidad equivalente a la producción en la maquinaria, envases y espacios para servicios. Junto a estas cualidades de espacio, los requisitos funcionales son los de ventilación, limpieza y superficie para realizar el tránsito. En un esquema teórico ideal, la bodega tendría tres pisos, en el superior se colocarían los depósitos para recibir la uva y prensarla, en el del medio se recogería el mosto y se destinaría a la fermentación, mientras que el piso bajo serviría de cueva de conservación y embotellado. El control de las condiciones térmicas es un factor fundamental en la definición de la construcción de las bodegas lo que hace que se recurra a las cuevas o bodegas subterráneas para con-

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Fig. 1. Plano de Valdepeñas del Catastro de la Ensenada.

Fig. 4. Bodega particular en el Paseo de la Estación de Valdepeñas.

Fig. 2. Valdepeñas. Salida del Tren del vino.

Fig. 5. Cueva de Bodegas Arúspide. Valdepeñas.

Fig. 6. Cueva de Bodegas Hermanos García Rosa de Noblejas.

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servar la temperatura en una media de 15 a 25 grados, necesaria para la fermentación. El lugar se ha de escoger bien por la temperatura idónea del mismo, exposición al sol o vientos dominantes, o por estar bien comunicado. Esta ubicación que debe prever la llegada de la uva y la distribución posterior del producto hace que, en una primera época de desarrollo, las bodegas se ubiquen en el interior de poblaciones generando no sólo una arquitectura singular sino una definición urbana peculiar de esos municipios, dadas las características de los edificios y sus grandes dimensiones. 2.1. LAS PRIMERAS BODEGAS: LAS CUEVAS. Las primeras construcciones para la producción del vino aprovechan los condicionantes naturales que ofrece el propio terreno. En las zonas excavadas en la roca se pueden conseguir unas adecuadas condiciones de temperatura evitando sobre todo los problemas del calor del verano. Las primeras bodegas son de carácter familiar o de pequeña capacidad de producción en cuevas construidas en el interior de las poblaciones o en su entorno próximo. En terrenos calizos como los de Valdepeñas, o en zonas de calizas y areniscas arcillosas, se han construido numerosas instalaciones de pequeñas dimensiones en las que las tinajas de barro o de hormigón se integraban en un espacio definido por la estructura rocosa de sus paredes y techo. En esta ciudad se habla de más de quinientas bodegas familiares en cuevas excavadas en las propias viviendas. Las cuevas se excavan buscando los estratos más blandos, aunque necesitan espacios con roca suficientemente dura para garantizar su estabilidad. Pueden tener varios niveles debido a la localización de los estratos más adecuados para su construcción. Así se construyen numerosas bodegas en la comunidad de Castilla-La Mancha en la zona de La Mancha, en Valdepeñas, Tomelloso, Noblejas, Guadalajara y al norte de la provincia de Cuenca. Las construcciones enterradas o semienterradas son las primeras bodegas conocidas en nuestra región. Hay tratados clásicos como el de Clemente Simón de Rojas que describen la forma y condiciones de estas construcciones subterráneas. Las cuevas que se conservan, en la actualidad en diversas poblaciones de Castilla-La Mancha están excavadas en la roca a diversa profundidad bajo el nivel del suelo con accesos diferentes según la capacidad y profundidad a la que se localiza la bodega. Cuando la cota inferior es grande se requieren escaleras anchas, en rampa, que permiten la bajada de la carga y de las tinajas en el momento de su instalación. Grandes líneas centrales con troncos permiten el descenso de este pesado y voluminoso material. Las cuevas están cortadas a pico en la roca y, en la mayor parte de los casos, el propio material pétreo define los paramentos verticales y horizontales. La superficie superior es recta en ocasiones y en otras tiene una ligera forma abovedada si bien predominan las formas horizontales. Con la altura del espacio interior se conserva sobre el techo una capa de espesor suficiente de roca que garantiza la estabilidad del espacio. En el recorrido por Castilla-La Mancha podemos diferenciar, de forma esquemática, los siguientes tipos de bodegas-cueva:

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1. Bodega- cueva de ladera. Es la bodega excavada en la roca, en la ladera de la montaña, de manera que el acceso se produce por el frente de la misma, normalmente en su parte inferior y se entra a nivel de suelo en el espacio excavado. Son de pequeñas dimensiones y surgen como construcciones que apenas son perceptibles en el territorio, visibles exclusivamente por la puerta de acceso. En la provincia de Cuenca existen en diversas poblaciones. La cueva bodega de Sotoca tiene una pequeña construcción con cubierta de teja árabe que sirve de entrada y cocedero y a partir de la cual se organiza la bajada a la cueva con forma lineal y pequeñas tinajas en nichos laterales. Algo similar ocurre en Villaconejo de Trabaque donde la parte delantera construida tiene mayor importancia con la zona del jaraiz y la bajada a la cueva. De mayores dimensiones es la bodega de Albalate de las Nogueras con una estructura lineal que se bifurca en brazos donde se sitúan en nichos las tinajas a ambos lados. Se presentan en pequeños grupos alrededor de las pequeñas elevaciones próximas a la zona de viviendas aprovechando estratos rocosos más blandos fáciles de excavar. En algunos casos crean agrupaciones significativas como ocurre en Sotoca con varias entradas y en ocasiones llegan a crear zonas conocidas como barrios como ocurre en Villaconejos de Trabaque con el Barrio del Ventorro o en Albalate de las Nogueras al otro lado del puente medieval. La bajada a la zona de cueva es de pendiente muy reducida y se desarrollan con forma lineal salvo en las de mayores dimensiones en las que surgen brazos que desarrollan el recorrido de manera lateral. En la zona de la entrada se sitúa el jaraiz y se deja en la parte superior un agujero o piquera por donde se deja caer la uva. Las tinajas se colocan en oquedades que se realizan a ambos lados de la galería y se apoyan sobre maderos que permiten el trasiego del vino con el “cazuelo”. El jaraiz se suele completar con una prensa de madera o “embeleca” para prensar lo que queda de mosto una vez pisada la uva. Son las bodegas más antiguas y se realizan con una sencillez máxima en sus detalles y forma de ejecución. 2. Bodegas domésticas urbanas. Son las pequeñas cuevas que se realizan en las viviendas en plantas sótanos con acceso directo desde la propia vivienda y que tienen una capacidad reducida, pensada exclusivamente para el consumo de la propia familia. Las tinajas de barro son de formas redondeadas y de poca altura para reducir los trabajos de excavación necesarios y suelen ocupar dos laterales de la zona excavada ya sea de planta rectangular o con forma lineal en la que, en ocasiones, se realizan nichos de formas semicirculares para albergar la forma de las tinajas. Hay numerosos ejemplos en diversos lugares de Castilla-La Mancha y como características generales podemos señalar que se localizan en las plantas sótano de las zonas residenciales. En ocasiones ocupan el mismo lugar de la vivienda con una planta que deja una gruesa capa de roca en la parte superior para mantenerse como suelo de la planta baja de la misma. En casas que ocupan solares de mayores dimensiones se localizan en zonas separadas de la zona residencial y se accede a ellas de forma independiente. (Fig.4)

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3. Bodegas con lumbreras de Tomelloso. Son un caso particular de la anterior que se dan en la ciudad de Tomelloso y que tienen la singularidad de que se ventilan directamente por la calle a través de las “lumbreras”, orificios que se realizan saliendo a la acera de la calle. Se documentan unas 2.500 en la ciudad de manera que acaban conformando toda una estructura singular y una peculiaridad de la ciudad en cuyos pavimentos de aceras se hacen visibles. Son bodegas, en su mayor, parte domésticas, pero que, en ocasiones tienen unas mayores dimensiones. 4. Cuevas de Valdepeñas. Se trata de un conjunto de bodegas localizadas en la ciudad de Valdepeñas que presentan una doble tipología. Son bodegas excavadas a unos ocho metros de profundidad de manera que se logra unas condiciones adecuadas de humedad y temperatura y que dejan una capa de unos 5 metros de roca superiormente que garantiza la estabilidad de terreno sobre ellas. El tipo primero es el excavado con una rampa que servirá para la bajada de las tinajas con elementos trasversales, de madera introducidos a intervalos regulares. La cueva está excavada a pico, a veces con explosivos, en la roca caliza con una altura reducida y en ella se sitúan tinajas de poca altura dejando una zona superior de altura reducida que permite recorrer la parte superior para revisarlas y mantenerlas. Es el caso, bien conservado, de las bodegas Cabovasa, las de Vicente López en Valdepeñas o las antiguas bodegas de Señorío de los Llanos, del siglo XVIII, hoy de propiedad municipal. Son bodegas de producción a mayor escala y con la voluntad de comercializar el producto. Otra tipología diferente se produce cuando la excavación se realiza abriendo el hueco desde la parte superior con paramentos laterales verticales de la piedra del propio terreno, que se cierran con bóvedas de ladrillo que quedan por debajo del nivel del terreno. Así son las recuperadas cuevas de las bodegas Arúspide o las de las bodegas Bilbaínas. En ambos casos estos espacios se han reutilizado para salas de barricas. La cueva de Bodegas Bilbaínas tiene una longitud de 80 metros por 6 de ancho y una altura interior en el centro de la bóveda de 4,70 metros. Bodegas Arúspide tiene una cueva de 62,5 metros de longitud con seis metros de anchura y una altura central de 5,10 metros En Valdepeñas hay bodegas documentadas con una profundidad mayor (hasta los 15 metros) si bien muy excepcionalmente. (Fig 5) 5. Cuevas de Noblejas. Se trata de cuevas excavadas en suelos calizo margosos con peculiaridades definidas, por un lado por su profundidad (en torno a los 13,50 metros) y por otro por las dimensiones y ubicación de las tinajas. La gran altura de los pasillos y los generosos espacios para empotrar las tinajas confieren una singularidad a estas cuevas que se presentan en diferentes bodegas de la localidad. La bodega Hermanos García de la Rosa tiene un espacio construido en superficie con una gran nave de 14 filas de tinajas con siete líneas de cubierta y una cueva con acceso independiente que tiene espacios a diferentes niveles, pero de los cuales el más significativo se desarrolla

a gran profundidad con una longitud muy importante y tinajas de pequeñas dimensiones a ambos lados del pasillo. Orificios de ventilación con el exterior permiten la entrada de aire y una zona de luz muy concentrada. Las generosas dimensiones de pasillos en altura (3,40) y anchura (2,20) y las dimensiones de la misma son elementos singulares de estas cuevas de Noblejas. (Fig 6) La cueva ha sido la solución constructiva de las bodegas durante largos siglos como espacio en el que lograr las adecuadas condiciones de temperatura y humedad necesarias para la conservación y envejecimiento del vino. Espacios que deben ser valorados en su significación histórica como elementos, que pueden mantenerse y rehabilitarse incorporándose, con diferentes funciones, a las nuevas bodegas. 2.2. FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. A finales del siglo XIX y primeros años del XX se produce un salto espectacular en el proceso de producción que aborda la comercialización y distribución del vino, con lo que la escala de las instalaciones debe cambiar. Con un esquema tradicional de producción, las bodegas deben producir cantidades mucho mayores de vino y acometer luego su posible distribución. En las poblaciones manchegas como Argamasilla de Alba, Casas Ibañez, Daimiel, Manzanares, Tomelloso, Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Valdepeñas, Villarrobledo, Villarrubia de los Ojos o ciudades históricas como Almagro y Villanueva de los Infantes se sitúan estas nuevas bodegas. La construcción de las líneas de ferrocarril y la introducción de las nuevas técnicas industriales en la elaboración del vino, a partir de 1873, explican la construcción de grandes edificios bodegueros, situados generalmente en barrios próximos a la estación ferroviaria y, en ocasiones, con acceso directo mediante vías propias a las generales. La proliferación de bodegas de tamaño y producción que excedía a las tradicionales producciones artesanales y de consumo familiar o local, es imparable desde entonces. En Ciudad Real, por ejemplo, existían en 1930 más de 500 bodegas, junto con 270 fábricas de alcohol. En Tomelloso se produce un desarrollo importante del número y condiciones de sus bodegas. La casa bodega “Peinado”, en la calle Don Víctor constituye el complejo más antiguo de la localidad –250 años aproximadamente. En lo que hoy es el Paseo de la Estación de Valdepeñas nació un núcleo urbano de arquitectura ecléctica, que la burguesía local copió de otros modelos. A sus espaldas se levantan las bodegas que exportaron sus vinos. Las Bodegas Bilbaínas, ahora en rehabilitación (Hosgesa 2000) y en plena actividad productiva, construyeron sus bodegas con ramal férreo propio. Otras bodegas importantes eran las de Luis Palacios o las de Tomás López Tello. Sebastián Rodero o Bodegas Valbaneras fueron también firmas de renombre mundial. Dentro del conjunto de Almagro encontramos ejemplos notables de bodegas como “Piñuela” (ya desaparecida) que conservaba cubas de barro, jaraíz, prensa, bomba de mano... en un recinto con estructura de madera, soportes, zapatas, vigas, cubierta de teja, paredes encaladas de acuerdo con la construcción tradicional de la zona. Las bodegas de Calzada de Calatrava tienen una curio-

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sa fachada con huecos simétricos y rica decoración realizada con ladrillos a base de motivos geométricos y disposición a modo de tapiz. La estructura de la bodega con doble altura en los jaraíces de crianza y elaboración son también muy singulares. En Campo de Criptana quedan bodegas de mediados del siglo XIX remodeladas hoy en día como las bodegas Castilblanque o conservadas e incorporadas al conjunto de nuevas infraestructuras como la bodega Nuestra Señora de Criptana. Los edificios de grandes dimensiones para poder albergar las tinajas de barro o de cemento ocupan grandes manzanas en el interior de las poblaciones. Y surge así una construcción con muros cerrados en su perímetro y pequeños huecos en la parte superior con una estructura de cubierta realizada con cerchas de madera. Estas formas de madera cubren, a dos aguas, las luces del espacio de bodega que, en su solución más sencilla, tiene tinajas a ambos lados junto a la pared con un pasillo central. Se definen así naves alargadas con luces que van desde los siete a los doce metros de ancho. Las naves longitudinales del XIX y principios del XX se cubren con cerchas de madera. Los tratados de construcción de la época, como el de Ger y Lóbez (Ger y Lóbez 1869), hablan de estas cubiertas. Esta arquitectura de grandes espacios cerrados ha generado una tipología singular que se repite en numerosas poblaciones: un gran patio de acceso a donde llega la uva deja en su perímetro el lugar para las diferentes áreas de trabajo: zona de jaraiz y prensado de la uva, salas de fermentación y salas de cuidado posterior o envejecimiento del vino. En numerosas poblaciones manchegas hay zonas urbanas con grandes muros encalados que ocupan manzanas completas de la ciudad. La sencillez de los volúmenes parece enriquecerse con la complejidad de la piel edificada, los materiales tradicionales: tapiales y mamposterías, encalados y pintados dan una imagen especial de estos grandes muros. Junto a la textura de sus muros, la presencia de colores que crean zócalos de protección en colores añil o almagre, capas de colores superpuestos que generan matices que se insinúan unos sobre otros. En estos grandes paramentos los portones de madera también tratados y coloreados, marcan puntos de referencia singular. A las bodegas familiares, de tipo artesanal, se añadieron las fuertes inversiones procedentes de mercados vinícolas más desarrollados ( Jerez, Rioja) y de la burguesía local que sitúan bodegas junto a las estaciones de ferrocarril. Muy unido al sector bodeguero se encuentran las alcoholeras, que destacan por las altas chimeneas. Estas instalaciones presentan una arquitectura distinta y aparecen identificadas por la presencia de una o varias chimeneas altas, algunas de las cuales se conservan aún, estando fuera de uso, configurando un perfil singular en las ciudades. Junto a ellas se levanta, también de grandes proporciones, una torre de planta cuadrangular que permite la condensación de los vapores alcohólicos. Tienen naves de menores dimensiones que las bodegas aunque poseen grandes porches para almacenar el orujo del cual se extrae el alcohol. Muchas de estas alcoholeras se sitúan junto a grandes bodegas o conjuntos bodegueros. Tomelloso, en Ciudad Real, posee buen número de destilerías. En Tomelloso se conservan 31 chimeneas, 17 grandes y 14 más pequeñas con elementos singulares como el

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de la calle Pedro Domecq, la chimenea del parque Urbano Martínez, la del barrio de la Chimenea (Patón Ponce 2008). Estructuras de 41 metros de altura en las que con leña o carbón se calentaba el serpentín para la destilación. En Cuenca existen construcciones singulares en Minglanilla y en Toledo Consuegra y Villa de Don Fadrique conservan media docena de chimeneas recuerdo de una intensa actividad en el sector. Con nuevas tecnologías, Tomelloso continúa una actividad intensa en la destilación del vino, que suministra a las grandes bodegas jerezanas. En Castilla-La Mancha funcionan 16 destilerías de las 43 existentes en España. Otro sector muy unido al anterior es el productor de mistelas, vermut, licores y anises, también con interesantes modelos de altas chimeneas. Quintanar de la Orden, en la provincia de Toledo, es una población que se especializó, desde antiguo, en este ramo. Numerosas firmas ha conocido la localidad: Millas, La Toledana o la Asturiana, única en funcionamiento pero completamente modernizada. La de “Hijos de P. Vela” (fundada en 1868) que producía la marca de vermut Milla, aunque en estado de abandono, conserva elementos interesantes. Junto a estas actividades también se producía, en ocasiones, el vinagre. Aún encontramos fábricas, en ruinas, en Torrijos (Toledo) o bien van asociadas, como las alcoholeras, a las grandes unidades bodegueras, como en Tomelloso, Villarrobledo o Valdepeñas (Bodegas Bilbainas). En el proceso que va desde el siglo XIX a la actualidad podemos diferenciar una tipología de edificios establecida fundamentalmente por los materiales utilizados: 1. Estructuras de madera: que van desde las naves a dos aguas con cubierta de par y picadero, que cubren un ancho reducido, y que permite la ubicación de tinajas a ambos lados, a las grandes naves donde la luz se hace mayor llegando en algunos casos a estructuras con dobles tinajas en el centro y luces de casi 20 metros. Así se presenta una amplia tipología de modelos y formas diferentes según las necesidades de cada bodega. Las formas de la cubierta realizadas en madera pueden adquirir las luces máximas en el caso de refuerzos puntuales metálicos como ocurre en las Bodegas de Vicente López de Valdepeñas que llegan a cubrir luces de más de 18 metros en naves de gran longitud. Casos singulares como el de las Bodegas Bilbaínas presentan una planta en cruz en cuyas naves se localizan los grandes jaraíces de altura especial y un encuentro en el centro de la cruz resuelto con una estructura de tensores metálicos de una especial calidad en su diseño y concepción estructural. (Fig 7) 2. Estructuras de hormigón pretensado: son las estructuras que surgen a mediados del siglo XX ligadas en muchos casos al movimiento cooperativo y que generan espacios de gran belleza surgidos de la repetición de las piezas prefabricadas que se conservan en muchos de los espacios de las bodegas actuales, en ocasiones con otros usos. (Fig 8) 3. Estructuras metálicas: permiten cubrir mayores luces y surgen a mediados del siglo XX con soluciones formales diversas que, en ocasiones, salvan luces de grandes dimensiones en diseños de gran sencillez y concepción pero que cumplen perfectamente sus funciones. (Fig 9)

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Fig. 7. Estructuras de madera. Cooperativa La Invencible, Valdepeñas

Fig. 8. Estructuras de hormigón de Cooperativa Entremontes (Quintanar).

Fig. 9. Estructura metálica. Bodegas Lozano. Villarrobledo.

Fig. 10. Bodegas Félix Solís, Valdepeñas

Fig. 11. Bodegas Uribes Madero. Pago Calzadilla, Huete (Cuenca).

Fig12. Bodegas Dehesa del Carrizal (Retuerta del Bullaque, Ciudad Real).

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2.3. LAS NUEVAS BODEGAS. Los avances tecnológicos y las posibilidades de distribución han cambiado radicalmente las instalaciones bodegueras. La tecnología de fermentación en frío con grande depósitos encamisados de acero inoxidable, que controlan la temperatura del proceso, ha modificado sustancialmente las instalaciones. Funcionalmente el edificio de la bodega de vinificación y crianza se divide principalmente en tres unidades donde el vino “reposa” durante un período de tiempo variable. Son espacios de características higrotérmicas y funcionales distintas: edificio, nave o bodega que alberga los depósitos cilíndricos de acero inoxidable donde se realiza la fermentación, edificio o bodega de crianza que alberga las barricas o botellas (según el tipo de vino), espacio que alberga los depósitos de estabilización (solo para determinados casos de vinos tintos), el almacén o edificio de expedición (Yravedra 2003). Podemos distinguir, de forma simplificada, los siguientes tipos de nuevas bodegas surgidas en el último siglo: cooperativas, bodegas empresariales, bodegas industriales y châteaux. Es una clasificación en la que se mezclan los procesos de promoción empresarial y los tipos de edificación, pero que suelen corresponder con modelos de organización y construcción con soluciones mixtas en numerosos casos. Las grandes cooperativas han sido los instrumentos de comercialización y aprovechamiento de los beneficios del cultivo de la vid en muchos pueblos de la región. Sus instalaciones tienen estructuras diversas que van desde las más sencillas que han incorporado los grandes depósitos de acero inoxidable para la fermentación con las zonas tradicionales de llegada de la uva, de tratamiento en depósitos al aire libre o en naves protegidas y la distribución que en algunos casos se limita a la distribución a granel en cisternas o grandes depósitos. Muchas cooperativas están comenzando a embotellar y criar los vinos garantizando así la rentabilidad completa de la actividad. En la actualidad (datos de 2007) existen unas 225 cooperativas y SAT en Castilla-La Mancha en este sector. Muchas cooperativas se han instalado en antiguos edificios produciéndose así interesantes integraciones de construcciones antiguas con la moderna tecnología. Las cooperativas nacidas, en su mayor parte, en la mitad del siglo pasado han generado una arquitectura singular. Las grandes naves para contener las tinajas ya sean de barro, de hormigón, cilíndricas o de hormigón rectangular requieren soluciones constructivas muy uniformes. Los espacios de gran altura tienen acceso en una doble planta: desde la inferior de las tinajas y desde una vista superior para acceder a la boca de las mismas. Por ello los espacios, de gran altura, tienen comunicaciones y escaleras entre las mismas y espacios de comunicación visual que pueden llegar a ser casi totalmente transparentes reduciendo la planta superior a simples pasarelas o limitarse a las perforaciones de las escaleras de comunicación. La cubierta se resuelve en numerosos casos con una estructura de hormigón prefabricado con tensores metálicos que, en su repetición a ritmos regulares, genera una imagen singular en su interior. En un desarrollo posterior, las luces de las naves se hacen mayores utilizando estructuras de cerchas metálicas. Los edificios

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son de planta rectangular con uno o más accesos de acuerdo con sus dimensiones y cubierta a dos aguas. Sólo ligeras variaciones permitirán identificar algunas zonas singulares con la presencia de estructuras abovedadas como ocurre en la provincia de Toledo. El crecimiento posterior ha llevado a la construcción de naves industriales y la presencia de los depósitos de almacenamiento o de producción en el exterior. Las bodegas de las cooperativas presentan por otra parte espacios de grandes dimensiones que se sitúan en los bordes de la ciudad y que han permitido su crecimiento y modificación. Su arquitectura ha generado una imagen urbana que, debido al tamaño tan espectacular de los depósitos de almacenamiento crea una nueva visión de la ciudad, en sus límites, que se integra y asume por los núcleos rurales como parte de su economía y cultura. Junto al proceso cooperativo se ha producido una actividad empresarial muy significativa que ha llevado a la creación de bodegas de muy distinta escala en la que las instalaciones con moderna tecnología han dado lugar a construcciones muy diversas que van desde pequeñas naves, sin cualificación formal apenas, a las grandes construcciones bodegueras con un cuidado del diseño y de su imagen externa. Las grandes instalaciones industriales mantienen la imagen de centros de producción con una escala amplia y grandes instalaciones en las que los grupos de depósitos de acero inoxidable conviven con los grandes almacenes informatizados y robotizados. Su ubicación en entornos libres, en zonas situadas el borde de las poblaciones y junto a las vías de comunicación generan una nueva imagen de grandes recintos fabriles en los que, junto a los grandes grupos de depósitos de acero inoxidable, aparecen las naves de almacenamiento, embotellado y comercialización del producto junto a espacios administrativos exigidos por los nuevos contactos comerciales, de exportación y de funcionamiento económico. La imagen de Felix Solís, Señorío de los Llanos, en Valdepeñas, la de Osborne en Malpica del Tajo es la de grandes instalaciones fabriles con las enormes playas de depósitos de acero inoxidable junto a los almacenes robotizados para la distribución y las amplias salas mecanizadas de embotellado y etiquetado. (Fig. 10) Junto a estos procesos casi industriales han surgido las producciones próximas al châteaux francés con fincas en las que se inserta la bodega que habitualmente ocupa antiguas construcciones agrícolas de épocas precedentes que se acondicionan y habilitan para los nuevos usos. En ocasiones es la construcción tradicional aprovechada y en otras es la arquitectura contemporánea que se integra en el conjunto existente con actuaciones de menor escala pero de interés arquitectónico por sus capacidades de integración y de adecuación a este nuevo uso entre lo industrial y lo artesanal. (Fig 11. 12) Las bodegas modernas son conscientes de la necesidad de su “imagen” de cara al exterior. Cada vez es más frecuente la incorporación de tiendas en los conjuntos de las bodegas, de grandes espacios exteriores ajardinados y tratados con cuidado del paisaje y la presencia de áreas para la actividad divulgativa, de acogida del público visitante, salas de cata amplias, tiendas de productos com-

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plementarios, salas de exposiciones… La tecnología convive con la imagen de cara al exterior y a una cierta “liturgia” del vino y de su entorno. Las salas de barricas suelen asumir ese carácter casi sagrado y junto a las necesidades técnicas de temperatura y humedad asumen el carácter representativo del espacio misterioso que, en su ubicación enterrada, habitualmente, tiene su significación por las formas del espacio, proporciones y materiales. En ese medio, las barricas se sitúan en un espacio en el que el tiempo se convierte en protagonista, elemento esencial en la arquitectura de las bodegas dados los plazos requeridos para un buen envejecimiento del vino. En esta arquitectura, el espacio y el tiempo se unen y diferencian en los diferentes ritmos cada uno de sus ámbitos. 2.4. ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA. La valoración de la arquitectura de la bodega ha llevado en los últimos años a la creación de edificios con valores arquitectónicos singulares en los que la imagen tiene una importancia grande. Cinco ejemplos pueden ser referentes de este proceso en CastillaLa Mancha. La sala de barricas de Bodegas Naranjo, de Carrión de Calatrava de los arquitectos Bernalte y León que se integra en un conjunto con una nave con estructura de madera del XIX y aparece de forma discreta como un pequeño volumen que se entierra con sus paramentos de hormigón visto, buscando las condiciones higrotérmicas adecuadas de una sala de barricas es una pieza de cualidad singular. La bodega de Finca la Antigua en Los Hinojosos (Cuenca) ha sido promovida por el grupo Martínez Bujanda. Cuando se inicia la obra se estaba ya construyendo una balsa de agua para riego por goteo. Esta balsa se sitúa en un extremo de la finca, el más alto, y a ella debería estar vinculada la bodega. Esta balsa de 110x110 metros, de planta cuadrada, es una enorme masa de agua que domina el conjunto. Además de las encinas y la orografía, el proceso de elaboración del vino determinaron la implantación adoptada: una plataforma perimetral a la balsa que acogiera los edificios y regulara los desniveles existentes, formando un zócalo sobre una atalaya. El proyecto es del estudio de arquitectura LKS Studio. El conjunto con 12.000 metros cuadrados construidos, se organiza en tres grandes contenedores longitudinales, de anchos similares, que abrazan la balsa y donde su envolvente e interior pretendían una cierta poética respecto al proceso. La arquitectura crea un nuevo paisaje, asumiendo su carácter industrial y respetando su valor artesanal. La nave de barricas y botellero asume parte del talud de la balsa en su interior y su geometría esbelta, permite distintas fórmulas de almacenamiento de barricas (tradicional o paletizadas) y acoge también el envejecimiento en botellas. En la parte superior de estos espacios una pieza ortogonal de hormigón incluye las instalaciones y la zona social de la bodega: oficinas, sala de catas y salas de reunión, con un interior en madera de arce y vidrios, muy cuidados. Desde esta marquesina se conecta mediante una escalera con la nave de embotellado y expedición, en el lado Este, de hormigón y chapa, apoyada sobre un gran muro de hormigón que oculta la actividad de ésta y sus muelles de carga y descarga más desordenado. Una bodega con una estructura interna industrial,

con acabados contemporáneos que se integra en el paisaje de los viñedos próximos aprovechando la ligera elevación del terreno. (Fig 13) La Universidad de Castilla-La Mancha ha construido una bodega de carácter experimental, de pequeñas dimensiones en la finca Galiana de Ciudad Real con una fachada ventilada realizada con traviesas de ferrocarril. El interior en tres niveles tiene todos los elementos de una bodega con escala reducida para poder realizar experimentaciones en diferentes áreas de trabajo. El proyecto fue redactado por el arquitecto Javier Navarro Gallego. El volumen de pequeñas dimensiones y los materiales utilizados ha creado una pieza integrada en un territorio rural que sirve de laboratorio de experimentación a diferentes departamentos de la Universidad. Otro ejemplo de estas modernas arquitecturas es la Bodega Casa Lobos en Ciudad Real proyectada por los arquitectos Sol Madridejos y Juan Carlos Sancho Osinaga. Una bodega que define el paisaje del entorno en el que se sitúa. La ladera de la montaña con suave pendiente y el arbolado de las encinas circundantes presentaban un paisaje natural típico de la zona y de gran belleza. La ubicación a media ladera permite que el fondo de la montaña siga siendo el elemento básico de la visión en la que la gran pieza rectangular, se integra como arquitectura industrial. Una arquitectura que no intenta mimetizar el entorno sino crear claramente su propia imagen que, en esa suma de elementos naturales y artificiales, define el nuevo paisaje. El paisaje es siempre un elemento creado por el hombre y percibido por él y en la suma de elementos, en la armonía entre ellos está su belleza. El viñedo y el agua han conformado de nuevo el entorno de la bodega que ocupa una extensión de 35 hectáreas. La gran pieza rectangular con sus ochenta metros de frente tiene así, en esa ubicación topográfica, unas posibilidades de recursos que le vienen dados por la posibilidad de imbricarse con el terreno o sobresalir del mismo. Espacios de arquitectura donde se funden el espacio y el tiempo. En pocos espacios arquitectónicos es posible encontrar ese ámbito de necesaria tranquilidad, de reposo necesario para la calidad del producto como en una sala de barricas. La luz y la apertura del espacio interior a las visiones del paisaje circundante relacionan interior y exterior en un juego de visiones y perspectivas. (Fig 14) Una aportación singular es la obra realizada en las bodegas Real del Campo de Montiel por el estudio Paredes-Pedrosa. Conservando la arquitectura tradicional ya existente se realizan una serie de umbráculos que definen una nueva imagen exterior del conjunto y un conjunto de espacios destinados a comedor, cafetería y salas de reuniones. La Finca Marisánchez, en Montiel (Ciudad Real), cultiva vid olivo y cereal. El inicio de la bodega se plantea con el concepto de château, bodega inmediatamente próxima al cultivo de la vid para garantizar así unas excelente condiciones de recolección y atención al viñedo. Las nuevas estructuras de los umbráculos de acceso y los espacios de comedor, sala de reuniones y equipamientos complementarios de la bodega presentan una imagen de calidad arquitectónica singular que se integra perfectamente con los edificios tradicionales y el entorno de los viñedos.

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La nueva arquitectura se ha fundido con la arquitectura tradicional conservando los valores de lo existente y haciendo presente nuevas formas en el lugar. Se proyectan una serie de umbráculos (grandes cubiertas que crean zonas de sombra) en forma de estrella irregular de cuatro brazos que enlaza las nuevas intervenciones y recorridos sin tocar los viejos muros encalados. El origen de la intervención es el umbráculo que se sitúa en el patio del cortijo como lugar de estancia y conexión entre los distintos usos y la bodega, enlazando el conjunto en piezas construidas y espacios libres, extendiendo sus brazos desiguales hacia la entrada, restaurante, hotel y hacia la ampliación de la bodega que envuelve la nave existente. El espacio queda articulado en cuatro partes de altura variable que se articulan en el centro a través de un patio pequeño en el que hay una fuente pentagonal. Se ha construido una estructura singular que ha servido de base para el conjunto de elementos destinados a comedor y salas del conjunto de la bodega. (Fig 15) La nueva arquitectura de las bodegas de Castilla-La Mancha, realizada para atender las necesidades funcionales, de integrarse dentro de un paisaje particular de viñedos configura un nuevo modelo de arquitectura del vino. Una arquitectura que ofrece la imagen de renovación que va llegando al sector y de la calidad que se va implantando en numerosas bodegas de nuestra comunidad autónoma. El desarrollo espectacular de nuevas construcciones y la calidad de sus proyectos nos habla de un sector en desarrollo que amplía sus instalaciones y que apuesta por los procesos de calidad. 2.5. LAS BODEGAS, LA CIUDAD Y EL PAISAJE. Las bodegas han surgido en Castilla-La Mancha, a lo largo de siglos, insertadas en el interior de las poblaciones. Tanto las bodegas domésticas como las bodegas de las cooperativas surgen en el interior de los núcleos rurales. Su imagen forma parte del urbanismo de estas ciudades inicialmente con las pequeñas construcciones, con las edificaciones de grandes muros ciegos y recientemente con la presencia de los grandes depósitos circulares que establecen nuevos “paisajes circulares”. Probablemente un caso excepcional en la relación de la arquitectura del vino y la ciudad lo presenta Valdepeñas, ciudad en la que los edificios de bodegas han conformado y configurado durante siglos la ciudad, en donde las bodegas de grandes dimensiones han ocupado gran parte de las manzanas urbanas. Espacios que definen una ciudad cerrada y opaca con los elevados muros de las naves de las bodegas encaladas y con grandes espacios libres en su interior. La ciudad de Valdepeñas, unida desde sus orígenes a la producción del vino, tiene una singularidad en la arquitectura de sus bodegas que, junto a una tipología tradicional, ha generado una estructura urbana peculiar. Las bodegas han convivido con la trama residencial de la ciudad generando zonas donde su presencia definía las calles y la realidad urbana, configurando un rico patrimonio industrial. Algunas de estas bodegas han ido perdiendo su utilidad original y quedando abandonadas. La pérdida de funcionalidad de las antiguas instalaciones bodegueras ha llenado estos espacios de una nueva significación. Dice Adorno que las cosas se cargan de todo tipo de significados secretos cuando pierden su utilidad.

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La visión subjetiva las llena de emociones, ensueños y adquieren una irradiación de lo imaginario y eterno. Los espacios sin función quedan fuera del tiempo y de lo práctico adquiriendo un nuevo sentido formal, una nueva estética por su nuevo tiempo y espacio. Pero siguen quedando zonas de la ciudad en las que se hace evidente la trama generada por la presencia de las grandes instalaciones bodegueras muchas de las cuales aún siguen en plena actividad remodelando y modernizando sus instalaciones y avanzando en la cualificación de sus productos. Tomelloso tiene un paisaje urbano definido por la presencia de las chimeneas de sus alcoholeras que se han conservado aunque hayan perdido su uso inicial, estableciendo hitos en la ciudad y definiendo su perfil, como parte de su historia productiva. Unido a esta valoración constructiva la gran superficie de viñedo cultivada en Castilla-La Mancha, en el espacio agrícola, produce un paisaje en el que la viña es un elemento esencial de su definición. Paisaje de llanuras calizas con inmensas superficies de viñedos en los que cada día abunda más el cultivo en espaldera. El cuidado de las viñas y su integración en el territorio generan un paisaje peculiar con la vid como elemento vegetal capaz de resistir las duras condiciones climáticas del mismo. (Fig 16) Paisajes de una geografía horizontal con cultivos de baja altura que son sostenibles en una climatología dura, de grandes contrastes entre invierno y verano, que establecen una imagen vegetal en esta geografía. La geología de terrenos calizos, de tierras rojizas en otros lugares en los que crece la vid con sus troncos retorcidos y sus hojas que arropan al fruto durante meses define casi el 7% de la superficie de la comunidad autónoma. Una superficie geográfica que, con la cultura atesorada de siglos, establece un paisaje construido por el hombre y mirado, ahora desde la cultura de nuestro tiempo, con la visión de un medio ambiente que queremos conservar y cuidar. Paisajes de territorios diversos, de zonas con denominaciones de origen varias (en la actualidad existen en Castilla-La Mancha las denominaciones de Almansa, Jumilla, Mancha, Manchuela, Méntrida, Mondéjar, Ribera del Júcar, Uclés, Valdepeñas, ocho denominaciones de pagos y la denominación Vinos de la Tierra) que se corresponden con territorios diferentes en los que la presencia de la vid y sus variedades establece una unidad que se reconoce diferente en cada una de las regiones de nuestra comunidad autónoma. (Fig 17) La realidad social del vino ha conformado una cultura en CastillaLa Mancha, una realidad económica de importancia singular, una arquitectura de gran interés con elementos históricos y actuales llenos de vitalidad en la actualidad y un paisaje en el que la viña y las construcciones asociadas a la misma son elementos esenciales de la realidad de un territorio. El paisaje cultural es el registro del ser humano sobre el territorio, el texto que se ha escrito y que se puede interpretar. “Paisaje cultural es un ámbito geográfico asociado a un evento, a una actividad o a un personaje histórico, que contiene valores estéticos y culturales… paisaje cultural es la huella del trabajo sobre el territorio, algo así como un memorial al trabajador desconocido” (Sabaté 2008: 253).

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Fig. 13. Finca la antigua. Los Hinojosos.

Fig. 14. Bodega Casalobos. Ciudad Real

Fig. 16. Paisajes de Casa de la Viña. Alhambra

Fig. 15. Bodegas Real. Montiel.

Fig. 17. Paisaje de Bodegas Uribes Madero. Huete (Cuenca).

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Un patrimonio con valores históricos singulares, que en la actualidad cultiva cerca de 530.000 hectáreas con 225 cooperativas y 369 bodegas, y una producción de 20 millones de hectolitros que ha experimentado cambios radicales en las últimas décadas en el camino de la calidad y de la comercialización. En Castilla-la Man-

cha las edificaciones de bodegas en su territorio que se adaptan a la situación del entorno natural y que, ya sea en sus construcciones tradicionales o en las modernas arquitecturas, definen un paisaje del vino que entronca con una larga tradición y define expectativas valiosas de futuro.

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