Espacios legibles en La vida del Lazarillo de Tormes: valoración del mapa mental en la psicología cognitiva del pícaro.

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JULIA DOMÍNGUEZ

Espacios legibles en La vida del Lazarillo de Tormes: valoración del mapa mental en la psicología cognitiva del pícaro Lázaro de Tormes dispone los episodios más importantes de su vida y, al hacerlo, muestra cómo siente e interpreta el espacio. El hecho de que Lázaro recuerde el espacio con mayor o menor detalle se debe a la valoración y significado añadidos en el proceso de formación de la imagen mental o mapa cognitivo y a la situación actual desde la que el pícaro narra su pseudoautobiografía. El artículo analiza las razones por las que existe una abundancia de referencias espaciales concretas en los tres primeros tratados y por qué en los últimos tratados sólo se ofrecen imágenes fragmentadas, sin descripción pormenorizada, del espacio que habita Lázaro.

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Doménikos Th eotokópoulos “El Greco” Vista y plano de la ciudad de Toledo (1608–1614) Museo del Greco Revista de Estudios Hispánicos 45 (2011)

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Las abundantes alusiones cartográficas, las perspectivas a vista de pájaro y los grabados arquitectónicos encontrados en la pintura europea renacentista, a través de la obra de artistas del calibre de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael o Durero, demuestran cómo la importancia concedida a la percepción y representación espaciales comenzaba a desempeñar un significativo papel en la mentalidad del individuo del momento1. En España, la Vista y plano de la ciudad de Toledo (1608–1614) de El Greco ejemplifica la cada vez más incipiente necesidad en el Renacimiento de comprender y ejercer el control sobre el mundo por medio de lo que David Buisseret ha denominado “imágenes situacionales” destinadas a visualizar relaciones espaciales (16)2. El conocimiento directo del entorno por medio de la experiencia enlaza con la importancia de la perspectiva y el reconocimiento de la existencia de otras formas de ver la realidad que comenzaban a ser práctica habitual en los inicios de la Edad Moderna como consecuencia de la expansión geográfica y los avances científicos. En la literatura, al igual que en la pintura, también comienza a darse un fenómeno similar, al convertirse en testigo por excelencia de esta nueva concepción espacial renacentista mediante la inclusión de las mencionadas imágenes situacionales y vistas áreas totalizadoras que, siguiendo las ideas de Michel de Certeau, transforman el espacio renacentista en un entorno legible (92). Asimismo Frank Lestringant señaló en su día cómo la literatura nace de la geografía, siempre y cuando el escritor reflexione sobre el mundo en el que se mueve diariamente (21). A este respecto, la picaresca no podía ser una excepción. Al igual que las relaciones, memorias, libros de viajes y crónicas de la época, La vida del Lazarillo de Tormes ejemplifica la relación del narrador en primera persona con el espacio que lo rodea, coincidiendo con la aparición de nuevas formas de representación y percepción del espacio que se extienden prolíficamente a todas las artes3. Mediante un simple acto de obediencia y bajo la apariencia de una carta a un misterioso Vuestra Merced, Lázaro de Tormes, a través de imágenes situacionales, dispone los episodios más importantes de su vida y, al hacerlo, muestra cómo siente e interpreta el espacio. Su relato atraviesa y organiza lugares, los selecciona y los reúne al mismo tiempo en un recorrido espacial que convierte en suyo, privatizándolo. De esta manera, las calles, las plazas, los pueblos y las ciudades de Salamanca y Toledo que se dan cita en El Lazarillo de Tormes se transforman, por

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intervención del Lázaro errante, en lo que de Certeau denomina “lugares practicados” a raíz de la experiencia del pícaro, reflejo en suma de su relación con el mundo4. El espacio creado por Lázaro es el producto de los desplazamientos que en dicho espacio se despliegan5. Como si de un mapa se tratara, su narración se convierte en una suerte de escritura cartográfica donde el pícaro sitúa su vida en una trayectoria espacial cuidadosamente dibujada mediante la inclusión en su narración de aquellos lugares claves para la explicación del caso. La selección y omisión de determinados enclaves en dicha trayectoria son el resultado de lo que el narrador ha elegido percibir y es también producto del sometimiento a los intereses y fines por los que escribe su misiva. El que Lázaro recuerde los lugares con mayor o menor detalle se debe a la valoración y significado añadidos en el proceso de formación del mapa cognitivo y a la situación actual de desengaño y alienación desde la cual el pícaro narra su pseudoautobiografía. Tras sus acciones se esconde el proceso de elaboración y manipulación del mapa cognitivo de los lugares en los que transcurre su vida y que influyen en la disposición espacial de la narración e intervienen en el tono y el estilo que el narrador quiere dar a su historia. En esa mirada retrospectiva en la que evoca su vida con un simple propósito, Lázaro, un hombre hecho y desengañado, recurre a las imágenes percibidas en el pasado, filtradas ahora a través de su situación actual. En su respuesta a Vuestra Merced, Lázaro no se subordina a la descripción fiel y detallada de todos los lugares en los que vivió, sino que sólo recuerda aquellos que cree relevantes para la explicación del caso, descartando no sólo los que no son de interés para dicha finalidad sino también aquéllos que puedan comprometerlo o poner en peligro su situación actual. Su memoria selectiva acentúa el control que el pícaro ejerce sobre su espacio textual como parte de su estrategia narrativa: “Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona” (énfasis mío, 10–11)6. Ahora bien, el hecho de que la narración de Lázaro sea resultado de un acto de obediencia convierte su relato en un arma de doble filo para el pícaro. A pesar de su dudosa y cínica llegada “a buen puerto” (11), Lázaro escribe su historia al margen de una sociedad que lo rechaza constantemente. El relato de Lázaro se basa en una contradicción que representa la relación entre un espacio legítimo (su texto) y la exterioridad, lo

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que se refleja en una subjetividad escindida. El espacio del pícaro es el resultado de un conflicto permanente entre el poder que Vuestra Merced ejerce sobre su texto y la resistencia del pícaro a ese poder por medio de su defensa. Mediante las prácticas espaciales como parte de esa resistencia, Lázaro asigna polisemias a los diversos lugares por los que transcurre su trayectoria para elaborar su defensa. Esta actualización secreta explicaría el porqué de la omisión de determinados lugares o la ausencia de descripción espacial que Lázaro lleva a cabo concienzudamente para que se tenga una parcial “entera noticia de su persona” (11). Dicho con otras palabras, su carta es un acto de obediencia y como tal, el pícaro narrador, ahora adulto, supedita y manipula sus recuerdos al momento en que escribe. La disposición espacial del Lazarillo planteada en estas páginas representa por tanto la organización espacial del entorno y de las actitudes, emociones y sentimientos que genera cada uno de los lugares por los que transcurre la vida del pícaro supeditados a la explicación del famoso caso. La habilidad del pícaro para orientarse, recorrer itinerarios y planificar desplazamientos a través del espacio está estrechamente relacionada con el mapa cognitivo o mental. Al llegar a este punto se hace necesario distinguir entre percepción espacial y cognición espacial. En la percepción espacial es necesaria la experiencia directa a través de los sentidos, mientras que, por el contrario, la cognición espacial no requiere experiencia directa porque tras haber sido esta última percibida en el pasado para ser usada en un futuro, ya está almacenada en el cerebro, en forma de lo que en psicología ambiental se denomina imagen o mapa mental. Dicho mapa mental o cognitivo es el resultado de un proceso mental por medio del cual un individuo adquiere y codifica la información procedente del espacio que lo rodea7. Por esta razón, el mapa cognitivo, al formar parte de la cognición espacial, no puede ser fiable debido, por un lado, a la fuerte influencia que ejercen otros factores presentes en la formación de la imagen mental y por otro, al papel decisivo que desempeña la memoria al respecto. Según Stanley Milgram, un mapa mental es la imagen que una persona posee en su mente de un lugar determinado, ya sean calles, barrios, plazas o cualquier otro enclave de importancia para esa persona, y en su formación es importante la relación que el individuo mantiene con dicho lugar, así como la carga emocional asociada con el mismo (7)8. La elaboración de imágenes mentales o mapas cognitivos explicaría por qué todo lugar es

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una construcción espacial cuya percepción varía de un individuo a otro debido a los recuerdos y significados que, en el proceso de percepción sensorial, se añaden a la formación de la imagen mental del espacio. De este modo, Lázaro organiza la información espacial por medio de imágenes mentales a las que recurre en el acto de escritura. Dichas imágenes mentales son la representación interna del espacio y sus características y, por tanto, no siempre se corresponden con la realidad objetiva percibida por Lázaro. En otras palabras, el mapa o imagen mental representa la percepción subjetiva del pícaro y asimismo depende esencialmente del proceso de selección, codificación y posterior evaluación de la información espacial. Debido a la carga significativa añadida al proceso de elaboración de la imagen mental, tanto los lugares específicos que Lázaro describe u omite en su narración, ya sean plazas, calles, casas, pueblos o ciudades, así como las emociones y actitudes generadas en cada uno de ellos, pueden revelar información sobre las características asociadas a cada lugar. El análisis de cómo Lázaro incorpora y usa dicha información espacial puede aportar pistas acerca de cómo interactúa con el espacio, cuáles son los sentimientos asociados a los distintos lugares por los que transcurre su trayectoria y cómo retiene y procesa la información ambiental. El hecho de que Lázaro recuerde el espacio con mayor o menor detalle se debe a la valoración y significado añadidos en el proceso de formación de la imagen mental (durante la percepción espacial) y a su situación actual (la cognición espacial). El proceso por el que Lázaro interpreta y organiza el espacio está sometido a una serie de factores descritos en The Image of the City, de Kevin Lynch, libro fundamental para conocer el funcionamiento del mapa cognitivo9. Pionero en el estudio del mapa cognitivo, Lynch estaba interesado principalmente en cómo el individuo percibía y codificaba la información ambiental para luego aplicar sus conclusiones al entorno urbanístico. No es de extrañar, por tanto, que el estudio de la formación del mapa mental fuese esencial para Lynch, quien observó cómo la percepción del espacio variaba de un individuo a otro debido a los recuerdos y significaciones que, en el proceso de percepción sensorial, se iban añadiendo a la formación del mapa mental. Según Lynch, toda ciudad, y por extensión todo espacio, posee un grado de legibilidad proporcional a la facilidad con la que una persona reconoce y guarda las partes de esa ciudad a través de mapas mentales. Cuanto más legible es un espacio para sus habitantes, más fácil será para éstos identificar

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y recordar sus partes más destacables y sus lugares más emblemáticos. A raíz de la abundancia de imágenes situacionales concretas en los primeros tratados del Lazarillo se deduce que los lugares citados en los tres primeros tratados como Tejares, Salamanca, Almorox, Maqueda, Escalona, Torrijos y Toledo son altamente legibles, en contraste con los tratados posteriores donde ni siquiera aparece el nombre de los muchos lugares por los que pasa el pícaro. A pesar de que la mera mención de dichos lugares no siempre viene acompañada de una descripción detallada, sí hay que tener en cuenta el significado simbólico que se esconde tras los mismos. La legibilidad, por lo tanto, es importante en el proceso de orientación y en la creación de imágenes mentales del Lázaro narrador. Existen, por el contrario, espacios en los que el grado de legibilidad es insuficiente y, por consiguiente, la creación de imágenes mentales eficaces y altamente imaginables disminuye. El individuo se siente en ellas perdido, desorientado y alienado por la ausencia de elementos necesarios para crear un ambiente favorable. Esta falta de legibilidad del espacio explicaría por qué en los últimos tratados del Lazarillo se ofrecen imágenes fragmentadas, sin descripción pormenorizada, en donde no puede obtenerse una visión de conjunto de la ciudad de Toledo debido a la vaguedad y escasez (o ausencia en la mayoría de los casos) de referencias espaciales. En ellos se observa cómo el grado de legibilidad es insuficiente y consecuentemente la creación de imágenes nítidas y altamente imaginables ha disminuido, lo que se traduce en una falta de descripción pormenorizada de dichos enclaves. Por esta razón, Lázaro parece sentirse perdido, desorientado y alienado ante este tipo de espacios que carecen de los elementos necesarios para crear un ambiente más o menos agradable. En los primeros tratados, las referencias espaciales se suceden una tras otra, a un ritmo rápido, son referencias concretas aunque sin mucho detalle, salvo en aquellos lugares a los que Lázaro concede especial relevancia dentro de su experiencia personal: el origen de sus padres, Tejares, aldea de Salamanca, vinculado al suyo propio y la importancia de la aceña en la que sus padres ejercían el oficio de molineros en el río Tormes. Es en el primer tratado, también, donde Lázaro describe la obligada salida de su madre a la ciudad de Salamanca, el alquiler de la casa, el palacio del Comendador de la Magdalena y el mesón de la Solana, importante en la vida del pícaro porque allí será donde conozca

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a su primer amo, el ciego. Dichos lugares implícitamente poseen una gran importancia por la alta carga significativa que los asocia con la dudosa ocupación de la madre de Lázaro al asumir el papel popularmente desavenido de moza de mesón. Así, por ejemplo, las frecuentes visitas a las caballerizas esconden una evidente alusión erótica tal y como se desprende de las connotaciones asociadas con el verbo “cabalgar” (Ruffinatto 112n30). Son estos primeros tratados los que relatan su infancia, una edad más inocente en la que el desengaño o la decepción, como consecuencia de la alienación social de sus años posteriores, aún no tenían cabida. Las posibilidades de medro eran infinitas para el pícaro, quien se encontraba altamente receptivo a las oportunidades que dichos lugares le ofrecían. Lynch crea el concepto de imaginabilidad, estrechamente vinculado con la legibilidad; es decir, la capacidad que el entorno posee de suscitar imágenes eficaces en la mente del que observa. Los lugares en los que transcurre la infancia de Lázaro poseen un alto grado de imaginabilidad porque proporcionan imágenes poco confusas, transparentes como las del toro de piedra y el puente. En su relato de la salida de Salamanca hacia tierras de Toledo, Lázaro se detiene a recordar su experiencia en el puente sobre el río Tormes con imágenes vívidas: “a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro” (22). El golpe que el ciego le propicia contra el toro se convierte en rito de iniciación con una gran fuerza simbólica en la vida de Lázaro por la nitidez y los detalle con que recuerda el momento, resultado de la legibilidad de la imagen. La importancia del lugar en este episodio de la vida del pícaro es igualmente simbólica por la conexión entre la universidad de Salamanca y el inicio de la educación del pícaro. De la misma forma y en conexión con el valor educativo de la ciudad, el puente sobre el río Tormes posee una serie de connotaciones que marcan una diferencia en la manera en la que Lázaro empieza a percibir el mundo que le rodea. Atravesar el puente sobre el río que le vio nacer es símbolo de la pérdida de la inocencia del niño y de la separación de su madre, lo que marcará el trayecto motivado por la ansiada llegada “a buen puerto” (11). Ese puente, altamente legible por la imagen mental que ha suscitado en el pícaro, delimita la distancia entre el lugar que lo vio nacer y los lugares que le quedan por recorrer en su trayectoria, entre el mundo rural y el urbano. La imagen mental que Lázaro posee del puente no sólo proporciona un

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marco de referencia ambiental, ya que Lázaro relaciona el lugar con un hecho importante en su vida, sino que también organiza la experiencia social y cognitiva del pícaro. Lázaro comienza a ser consciente del mensaje que el ciego parece querer transmitirle: la necesidad urgente de abandonar la inocencia con la que percibe el mundo y “despert[ar] de la simpleza” (23). El mapa cognitivo, que funciona como dispositivo para generar decisiones en torno a futuras acciones, actúa aquí para hacerle recordar a Lázaro el consejo de su madre de valerse por sí mismo, consejo que se repetirá a lo largo de la novela y que aquí sirve como llamada de atención para modificar su conducta en el futuro tras el golpe propiciado por el ciego. A través de esta experiencia Lázaro se da cuenta de su soledad en el mundo, idea que recuerda el consejo de su madre de valerse por sí mismo. Ese “válete por ti” es en realidad una llamada de atención a Lázaro que aparece una y otra vez como constante a lo largo de la narración del pícaro vinculada a lugares específicos (22). Los lugares por los que se mueven el ciego y su lazarillo tras su salida de Salamanca son seleccionados por su estrecha relación con algunos de los temas dominantes en la obra. Lázaro organiza la descripción de estos lugares mediante un mismo hilo conductor, como la ganancia económica, el hambre o el vino, hacia lo que todo parece apuntar: “Sometimes the environment is organized, not by a general directional system, but by one or more intensive foci, toward which other things seem to ‘point’” (Lynch 127). El ciego decide encaminarse hacia Toledo “porque decía ser la gente más rica, aunque no muy limosnera” (35), palabras tras las que se esconde quizás una probable insinuación a la arraigada ascendencia judaica de la zona de Toledo como advierte Blecua (103n90). De camino a Toledo, Lázaro recuerda sus experiencias en Almorox, pueblo de la provincia de Toledo conocido especialmente por sus vinos al que Lázaro y el ciego llegan en época de vendimia, donde tiene lugar el episodio de las uvas: “Acaesció que, llegando a un lugar que llaman Almorox al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna” (36). La imagen del pueblo, así como la descripción del episodio de las uvas, es recordado por Lázaro con especial detalle, principalmente por la importancia concedida al vino a lo largo de toda la obra, anunciada ya por el ciego en su célebre profecía y la posterior profesión de Lázaro como pregonero de vinos. Tras la salida de Almorox, los dos personajes se encaminan hacia Escalona donde tendrá lugar el episodio de la longaniza. Será en los

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soportales de la plaza de este pueblo donde tendrá lugar la venganza de Lázaro al colocar al ciego frente al famoso poste. La detallada descripción de la plaza y la ubicación del poste recuerda la del puente a la salida de Salamanca donde se encontraba el toro de piedra, lo que refuerza el paralelismo entre los dos episodios y el significado que ambos elementos (toro/poste) tienen para el pícaro al quedarse la venganza saldada contra la astucia del ciego. Es importante señalar el significado simbólico de Escalona por lo que no se menciona, o evoca indirectamente, y que sin duda trasciende el valor meramente anecdótico del episodio de la longaniza por el que viene siendo recordado. Este pueblo, situado a unos diez kilómetros de Almorox, era “villa del duque della” (38). Mediante esta referencia, que tan oportunamente han advertido Marcel Bataillon y Manuel J. Asensio, Lázaro alude indirectamente a don Diego López Pacheco, duque de Escalona y Marqués de Villena “quien, retirado en la villa toledana, en tierras—Almorox, Torrijos, Maqueda—familiares al autor del Lazarillo, reunía a su alrededor, desde 1523 por lo menos, una pequeña comunidad de ‘alumbrados’” (Rico 38*)10. El hecho de que ciego y lazarillo se detuvieran en Escalona, como ya lo hiciera también Juan de Valdés entre 1523 y 1524, podría por tanto sustentar otras razones de carácter “iluminista” (Ruffinatto 130n115). Huyendo de su primer amo, Lázaro se traslada a Torrijos desde donde partirá a Maqueda, lugar en el que entrará al servicio del clérigo, con el cual se da inicio el segundo tratado. Maqueda, al igual que Escalona, fue conocida en la época por estar poblada por judíos (Blecua 113n121), origen que podría ser el del mismo clérigo. Asimismo la etimología del topónimo dada por Covarrubias en su Tesoro corrobora dicho origen: Entre otros nombres que dizen aver trasladado los judíos a nuestra España, y particularmente al reyno de Toledo, como son Escalona, Yepes, Azeca, etc., dieron nombre a Maqueda, pueblo cerca de Toledo y villa principal, título del ducado de Maqueda. Dizen responder al nombre de Maceda o Maqueda, o Magda o Magdon, pueblo del qual se haze mención en la Biblia. (788)

Después de la movilidad espacial experimentada en el primer tratado, el espacio se ve reducido en el segundo tratado a la casa del clérigo de

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Maqueda, un espacio doméstico, en donde el pícaro permanece encerrado y en lucha con el arca. Sin embargo, la descripción espacial no es en absoluto pormenorizada. Lázaro Carreter ha señalado la poca importancia concedida al tratado por parte de la crítica cuando en realidad es uno de los más originales por el esfuerzo de invención realizado por el autor en su estructura: Lázaro, de criado itinerante, de viajero por caminos y aldeas, se ha convertido en servidor doméstico: cuatro paredes por ambiente, y un arca como real antagonista. Tan drástica limitación de posibilidades constituye un “tour de force”, que obliga a un cambio radical en la creación y en la disposición de los materiales. (124)

Las cuatro paredes constituyen un espacio cerrado que se asemeja metafóricamente a la mezquindad en la que vive Lázaro y las reducidas posibilidades de medro y sustento. Este hecho es acentuado por el poco movimiento limitado a los sucesivos y numerosos vaivenes del niño del arca a la cama. A pesar de la estrechez espacial, las imágenes mentales de Lázaro son bastante eficaces. Las imágenes creadas durante su experiencia con el clérigo recuerdan constantemente el espacio claustrofóbico, confinado, que se revela en la selección léxica caracterizada por una fuerte carga espacial para describir el pícaro sus aventuras con el arca. Destaca el uso repetido del verbo cerrar, o de palabras similares con esa misma acepción, en oposición al verbo abrir que sólo y exclusivamente se utiliza para referirse al “paraíso panal” por oposición al infierno en el que vivía recluido en la casa del clérigo y la puerta que le abre al “angélico calderero” (56, 55). Se advierte además el uso de frases como “toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste” (énfasis mío, 47), “[é]l tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave” (énfasis mío, 47), la obsesión del clérigo por cerrar todos los agujeros del arca “cerrándose los agujeros del arca, cierrase la puerta a mi consuelo” (énfasis mío, 61), o el hecho de que los pocos alimentos se encontraran en lugares cerrados “tras la llave” o lejos del alcance de pícaro (48). Lázaro recuerda con detalle cada uno de los rincones de la morada del clérigo usada aquí para agrandar, por contraste, la astucia del pícaro a la hora de encontrar su sustento. En este sentido, es importante señalar el papel que desempeña el mapa mental o cognitivo que el pícaro tiene de este espacio concreto. Gracias a este marco de referencia ambiental, Lázaro estructurará su estancia con

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el clérigo, organizará la experiencia y generará todas las decisiones con respecto a sus acciones para lograr el sustento. Tras la salida apresurada de la casa del clérigo de Maqueda, el fugitivo Lázaro dará comienzo al tercer tratado en la insigne ciudad de Toledo, en el que domina la descripción pormenorizada de calles y plazas desde el momento en que entra al servicio del escudero, oriundo de la Costanilla de Valladolid. Después del encuentro con este tercer amo, Lázaro se deja engañar por sus apariencias y por esta razón cree haber encontrado finalmente el amo que lo sacará de la situación de hambre y necesidad en la que se encuentra: “que me parescía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester” (73). Animado por este pensamiento, comienza su paseo por las calles de Toledo con su nuevo amo y por todo el recorrido Lázaro parece recordar todo con detalle por medio de imágenes muy nítidas, altamente legibles. Lázaro alude a las plazas, calles, el mercado y la iglesia mayor por los que acompaña al escudero: Era de mañana cuando este mi tercer amo topé, y llevóme tras sí gran parte de la ciudad. Passamos por las plazas do se vendía pan y otras provisiones. . . . Entonces se entró en la iglesia mayor, y yo tras él . . . Entonces salimos de la iglesia. A buen paso tendido comenzamos a ir por una calle abajo. Yo iba el más alegre del mundo en ver que no nos habíamos ocupado en buscar de comer. (73)

El pícaro ineludiblemente comienza a sentir esperanzas por llevarse algo a la boca y la alegría producida por haber encontrado lo que tan sólo parecía un amo más solvente que los anteriores, causa que él recuerde con detalle el recorrido. Sucede con Lázaro como sucedió con algunos de los individuos utilizados por Lynch en sus investigaciones, para quienes existían imágenes más eficaces que otras por el valor asociado con esa imagen. La descripción detallada del espacio urbano toledano en este tercer tratado se debe en gran medida a la carga emocional con la que se crean imágenes mentales eficaces: A highly imageable (apparent, legible, or visible) city in this peculiar sense would seem well formed, distinct, remarkable; it would invite the eye and the ear to greater attention and participation. The sensuous grasp upon such surroundings would not merely be simplified, but also extended and deepened. . . . He [the observer] would be well oriented,

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and he could move easily. He would be highly aware of his environment. (Lynch 10)

Cuando Lázaro se encuentra con el escudero, Toledo le ofrece un alto grado de legibilidad por los sentimientos asociados con la percepción de la ciudad en aquel instante. El espacio es organizado en torno a un mismo objetivo y la descripción de cada uno de los lugares se dirige a un mismo propósito: saciar su hambre. Toledo le ofrece un marco para la comunicación, para la expansión personal y para la satisfacción de sus necesidades ante los nuevos horizontes, aunque más tarde descubra que no va a ser así, la imagen quedará grabada y tendrá una gran importancia emotiva para Lázaro. Es importante el papel que desempeña el mapa mental o cognitivo que se tiene de la ciudad de Toledo en ese momento; gracias a él, Lázaro obtiene un marco de referencia ambiental, organiza la experiencia social y el espacio que le rodea y elabora decisiones en torno a las acciones que va a tomar. Más importante aún, el mapa contribuye a darle seguridad emocional: A good environmental image gives its possessor an important sense of emotional security. He can establish an harmonious relationship between himself and the outside world. This is the obverse of the fear that comes with disorientation. . . . Indeed, a distinctive and legible environment not only offers security but also heightens the potential depth and intensity of human experience. (Lynch 5)

Lázaro recuerda su paseo al río, la huerta donde su amo habla con dos mujeres, la ribera donde come berzas, la calle de la Tripería y las Cuatro Calles, además del recorrido en que se encuentra con el séquito funerario. Entre las detalladas descripciones espaciales destaca la de la casa del escudero descrita por vez primera como una que tenía la “entrada obscura y lóbrega” (74). Tales adjetivos poseen una serie de connotaciones, no sólo por el recuerdo de la vivienda que alberga Lázaro en su espacio mental, sino también por la cadena de asociaciones establecida entre la misma casa y la situación del escudero. Los adjetivos “obscura y lóbrega” utilizados por el narrador para describir la casa connotan la situación de carencia en la que Lázaro se encuentra, a la que él mismo califica de cercana a la muerte y que se refuerza más adelante con la anécdota del entierro presenciado por Lázaro. La descripción del espacio de la casa reside en imágenes que sólo recuerdan el vacío de la misma,

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la falta de muebles, ropas e incluso la oscuridad que invade la vivienda y que ineludiblemente se enlaza con la ausencia de alimento. El vacío que caracteriza la casa, en la que sólo hay un “hambriento colchón” (79), es símbolo de la situación del escudero venido a menos y a quien le obsesiona únicamente la apariencia exterior. En el trayecto a la plaza para comprar con el real que su amo milagrosamente había encontrado aquel día, Lázaro se topa con un cortejo fúnebre en donde la viuda del difunto, llevada por el dolor causado por la pérdida del marido, grita palabras que encuentran una fúnebre analogía en el espacio mental del pícaro: “‘Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben!’ Yo que aquello oí, juntóseme el cielo con la tierra y dije: ‘¡O desdichado de mí! Para mi casa llevan este muerto’” (96). Las palabras “casa triste y desdichada” y “casa lóbrega y obscura” pronunciadas por la viuda para describir la muerte son las mismas que tanto el escudero como Lázaro han empleado en su descripción de la casa que habitan. A través de la anécdota, y por las asociaciones del pícaro ante la contemplación del cortejo fúnebre, se descubre el significado que la casa posee en el espacio mental de Lázaro al equipararla con la misma muerte. Dicho fenómeno es reiterativo en el ámbito de la psicología ambiental donde se ha observado la tendencia a distorsionar elementos espaciales con los que el individuo se siente cercano y emocionalmente involucrado. Por tanto, la imagen mental que Lázaro posee de la casa del escudero se presenta distorsionada, matizada y llena de discontinuidades. La creación de una imagen mental es un proceso de doble dirección entre el observador y lo que observa. Sin embargo, y dependiendo de cómo se interprete y organice dicho espacio y del grado de atención hacia lo que se percibe, la imagen variará considerablemente (Lynch 131). Hay ambientes que llaman o repelen la atención provocando en el que los contempla una cierta predisposición o resistencia a la organización o la diferenciación. Este ejercicio es análogo a la facilidad o dificultad con que el cerebro humano puede memorizar o no todo el material asociado con un determinado lugar (Lynch 136). Simbólicamente el espacio de la casa marca un antes y después en la percepción espacial de Lázaro. Quedan atrás los sentimientos de esperanza y alegría convertidos ahora en desilusión. A partir de su experiencia con el escudero, la vaguedad espacial se apodera del relato y Toledo deja de generar imágenes eficaces como las que vemos en los tratados anteriores.

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Es como si Toledo hubiese dejado de ser legible ante los ojos de Lázaro que ahora parece incapaz de recordar las partes de la ciudad imperial en que habita. La escasez o ausencia de referencias espaciales concretas en los tratados siguientes refleja, según las teorías de Lynch, la situación de alienación en que Lázaro se encuentra en Toledo. Ahora bien, el que Lázaro recuerde o no esos lugares no sólo alude a la falta de legibilidad del entorno urbano como consecuencia de esa alienación, sino que también alude a la manipulación de Lázaro en la presentación de esos lugares como parte de su estrategia retórica y como consecuencia del sometimiento a los fines por los que escribe su carta. Recuérdese que Lázaro es producto de la relación que mantiene con el espacio urbano desde donde narra y tiene lugar el famoso caso, y cuya explicación se convierte en motivo principal por el que escribe. En páginas anteriores se aludió ya al hecho de que Lázaro dispone los episodios de su vida en una trayectoria espacial minuciosamente planeada por medio de la inclusión o no de los lugares claves para la explicación del caso. Lázaro se siente cada vez más alienado, marginalizado y, como parte de la estrategia retórica aludida ya en el prólogo, se posiciona a una distancia prudente de lo que narra. La alienación social del pícaro se convierte cada vez más en una marginalización textual en la que Lázaro se ve obligado a actuar con cautela y reserva, interviniendo en el texto como resultado de una subjetividad escindida. A este respecto Anne Cruz ha señalado la trascendencia simbólica que los lugares poseen en la pseudoautobiografía de Lázaro indicando a su vez cómo el pícaro se posiciona en su texto: The geographical sites he must traverse in his trajectory through the Spanish countryside—the Salamanca bridge, the Maqueda priest’s threshold, the Toledo city gates—are also the sites where he experiences his liminal rites of passage, each of which propel him to sustain increasingly dangerous subject positions. (10)

El hecho de que Lázaro adopte posiciones cada vez más peligrosas dentro de su discurso le obliga a manipular de manera consciente las referencias espaciales, lo que explicaría por qué en los últimos tratados aparecen expresadas de manera indirecta. La gradual escasez o ausencia de imágenes nítidas en el continuo espacial a partir del tercer tratado corrobora la creciente alienación de Lázaro en la ciudad toledana.

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Lázaro quiere dejar claro a su lector que es su tercer amo quien lo abandona, “mas que mi amo me dejase y huyese de mí” (110), lo que implica que el distanciamiento espacial entre ambos ha sido decisión del escudero y no de Lázaro (en contraste con los tratados anteriores), quien parece verse arrastrado hacia el fraile de la Merced “que las mujercillas que digo me encaminaron” (énfasis mío, 110). Al tercer tratado, tan abundante en referencias espaciales, le sigue este corto episodio de tan sólo noventa y ocho palabras que resume el servicio de Lázaro al fraile y en el que apenas existe descripción espacial alguna, salvo la mención de la orden a la que pertenece el fraile y la alusión indirecta al espacio conventual del mismo. El hecho de que el fraile sea “[g]ran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar” (110–11), explicaría el rechazo del monje a la reclusión del espacio cerrado del convento, el cual obliga una vez más a Lázaro a transitar por las calles hasta literalmente romper los zapatos. Dicha expresión enfatiza las frecuentes idas y venidas del pícaro por las calles y plazas toledanas de manos del fraile sin mencionar ni un solo lugar concreto. La ausencia de referencias espaciales explícitas se ve claramente reforzada por la forma repentina con la que cierra el tratado mediante el uso de la frase “[y] por esto y por otras cosillas que no digo, salí dél” (111). Francisco Rico ha observado cómo esta fórmula era un tipo de abbreviatio usada como elipsis típica en el final de las cartas y que “parece especialmente propia del momento en que Lázaro empieza a imprimir un ritmo más rápido al relato” (112n9). Por tanto, esta omisión de imágenes mentales espaciales aporta información sobre la situación actual de Lázaro donde se dan cita otros elementos importantes en la función y proceso de la cognición espacial como son las implicaciones sociales que conlleva su relación con el fraile en lugares que Lázaro prefiere mantener en secreto: “A union of spatial knowledge, social knowledge, and understanding of the physical and social nature of environments—all in relation to the cognitive functioning of the participants” (Cohen 9). El mapa cognitivo organiza la experiencia social y cognitiva, y por ello, Lázaro se posiciona a una distancia prudente de lo que narra sin abundar en los detalles espaciales en los que se desarrolló su relación con el fraile, por temor quizás a lo que piense el Vuestra Merced inquisitorial y por las consecuencias de su relación con el Arcipreste. Paradójicamente, el hecho de que no haya ninguna

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alusión directa a los lugares por donde transcurre su trayectoria con el fraile también sirve para aportar información (de la misma manera que lo hacen los muchos silencios, las elipsis textuales de de Certeau, que imperan a lo largo de la obra); es decir, tras ellos se esconde la intervención de Lázaro. Después de finalizar su servicio con el fraile de la Merced, Lázaro continúa haciendo alarde de la ambigüedad espacial que domina en estos últimos tratados. El quinto tratado da comienzo sin saber cómo ni dónde llega Lázaro a conocer al buldero, lo que sencillamente se soluciona con un “por mi ventura di” que acentúa de nuevo ese dejarse llevar como parte de su estrategia narrativa (112). A pesar de pasar mucho tiempo con el buldero, al hablar de este y de los muchos pueblos de la geografía por los que transcurre este tratado agrupados bajo un genérico “lugares” (112), el narrador tampoco incluye especificación espacial alguna que se precie. Es como si en este tratado Lázaro dejase de ser momentáneamente el protagonista, desplazándose textualmente. En él no se erige como centro de la acción sino que se limita a permanecer al margen en su labor de narrador de lo ocurrido: su labor se limita simple y llanamente a narrar como testigo tan sólo una de las muchas farsas que contempla y de la que él mismo es víctima. Para empezar, el engañoso espectáculo del buldero venía a ser el mismo prácticamente en todos los lugares en los que se presentaba la bula, siguiendo siempre un protocolo de acción que Lázaro describe paso a paso: “primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas” para que así estos “favoreciesen su negocio y llamasen sus feligreses a tomar la bula” y si el plan fallaba entonces el buldero “hacía molestias al pueblo, y otras veces con mañosos artificios” (115). Sin embargo, Lázaro no narra todos ni cada uno de los engaños perpetrados en los diferentes pueblos a los que el pícaro y su amo acuden para vender las bulas sino que, para probar la picardía del buldero (y a diferencia de los muchos ejemplos que da Lázaro en el tratado del ciego para ilustrar su astucia) conscientemente elige “uno muy sotil y donoso” (115). En la descripción detallada del espectáculo seleccionado, tampoco se da el nombre del pueblo en donde sus píos habitantes serán convertidos en víctimas de las tretas del buldero. Tan sólo logra saberse de la localidad que está emplazada “en la Sagra de Toledo” (115), región situada al noroeste de la ciudad y que no se vuelve a mencionar. Esta imprecisión topográfica se extiende igualmente al referirse a otros pueblos cercanos de la zona,

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donde la noticia de lo ocurrido en este lugar elegido por el pícaro se divulgó, y a los que Lázaro, el buldero y el alguacil acudieron sin necesidad ya de dar sermón previo ni de ir a la iglesia: “De manera que en diez o doce lugares de aquellos alderrededores, donde fuimos, echó el señor mi amo otras tantas mil bulas sin predicar sermón” (énfasis mío, 123). La referencia sólo a La Sagra de Toledo como región sin hacer mención a nombres de otros lugares no es inoportuna. Según Ruffinatto las Cortes de Burgos de 1512 “advertían que las ‘opresiones y agravios’ perpetrados por los ‘comisarios, e thesoreros, y predicadores de la Cruzada en las çibdades, e villas, e lugares destos reynos’ tenían lugar preferentemente ‘en las aldeas’” (219–20n462). El buldero, por consiguiente, efectuaba sus engaños en aquellos lugares, o sea, aldeas pequeñas, donde sabía que podía lograr impunemente mayor éxito. Refuerza esta escasez de referencias espaciales el ritmo rápido marcado por la brevedad con la que este quinto tratado se cierra y que se asemeja al anterior: “Finalmente, estuve con este mi quinto amo cerca de cuatro meses, en los cuales pasé también hartas fatigas” (125). Habría que preguntarse entonces ¿por qué no se hace ninguna referencia al lugar donde se lleva a cabo la venta de bulas? ¿Acaso le importa más a Lázaro destacar su actitud ante el engaño como un mal extendido en la sociedad que concretizar los lugares en los que se produce la teatralización de la venta de bulas? A excepción de las alusiones indirectas a la plaza, la posada y la iglesia del pueblo, la imprecisión topográfica de este tratado es resultado de los valores y significados añadidos a la formación del mapa cognitivo de Lázaro en la región de la Sagra de Toledo y sus contornos, donde el pícaro observó un mismo esquema repetitivo en la venta de bulas: the awareness, impressions, information, images, and beliefs that people have about environments . . . [it] implies not only that individual and groups have information and images about the existence of these environments and of their constituent elements, but also that they have impressions about their character, function, dynamics, and structural interrelatedness, and that they imbue them with meaning, significance, and mythical-symbolic properties. (Moore y Golledge xii)

El mapa cognitivo representa no sólo el conocimiento que se tiene de lugares concretos sino también del conocimiento de las relaciones espaciales que se producen en dichos lugares mediante la integración de

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“images, information and attitudes about the environment” en la formación del mapa durante la percepción espacial y que son transferidas a la cognición espacial (énfasis mío, Spencer y Blades 240). En el tratado sexto, Lázaro entra al servicio de un buhonero que se gana la vida vendiendo los panderos o panderetas que él mismo pintaba. Una vez más, un oficio que dependía esencialmente de la venta ambulante, del desplazamiento de un lugar a otro, apenas genera referencias de los lugares por los que se mueve Lázaro durante su servicio. Más adelante, entrando un día en la catedral, Lázaro acepta servir a uno de los capellanes asumiendo el cargo de aguador de la ciudad. En contraste con los recorridos descritos minuciosamente en el tercer tratado, Lázaro no hace mención alguna a sus probables y numerosos recorridos durante los cuatro años que pasa ejerciendo el oficio de aguador por las calles de Toledo ni tampoco a lo demás que le aconteció durante tan largo tiempo. Lázaro ve la oportunidad como “el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida” (126), lo que posteriormente le ayuda a adquirir su hábito de hombre de bien y abandonar el oficio de aguador al servicio del capellán. De su breve servicio al alguacil, ya en el último tratado, no dice Lázaro tampoco mucho y en el brevísimo resumen (un corto párrafo de escasas líneas) no hay descripción espacial que se aprecie. Será entonces cuando Lázaro comience a reflexionar sobre “qué modo de vivir haría mi asiento” (128). Según el Diccionario de Autoridades, el “asiento” debe ser entendido como “estancia, permanencia y detención larga y continua en alguna parte” (citado en Rico 128n7) y, en el caso de Lázaro, anticipa la paz que le proporcionará la casa alquilada en la que vive con su mujer. A continuación el pícaro explica cómo mediante los favores de amigos y señores logra el oficio real de pregonero “[e]n el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de Vuestra Merced” (129). Comienza así su labor como pregonero en la ciudad de Toledo por cuyas plazas y calles, o cualquier otra parte donde se le diera licencia (129n12), Lázaro pregona no sólo los vinos que se venden en Toledo sino también los objetos perdidos y las ejecuciones. Sin embargo, no hay mención alguna de estos lugares, salvo por alusión indirecta, al señalar Lázaro su importancia en toda la ciudad, de lo que se deducen los continuos desplazamientos del pícaro por calles y plazas: “casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano; tanto, que en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho” (énfasis mío, 130).

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Es así cómo su señor, el arcipreste de San Salvador, tiene noticia de él y logra casarlo con su criada, instalándolos en una casa alquilada cercana a la suya situada en la misma parroquia de San Salvador: “Sant Salvador es parroquia pequeña . . . tiene dentro en sí huerto y cimeterio y casa para el cura” (énfasis mío, Blecua 173n332). La proximidad espacial entre ambas casas simboliza metafóricamente la posición de sumisión en la que se encuentra con el Arcipreste; su lograda paz no es gratuita y él lo sabe. A diferencia de sus amos anteriores, este último le da sustento y techo, o sea, el “asiento” que durante tanto tiempo ha buscado y que Lázaro debe garantizar en el futuro por todos los medios a través de su carta a Vuestra Merced (128). La morada de Lázaro no va a ser descrita con la misma extensión ni tono usados al hablar de la casa del clérigo de Maqueda o la del escudero. Entonces era muy diferente la finalidad de Lázaro, o sea, presentarse como víctima de las crueldades de sus amos y denunciar la situación de precariedad en la que ambos vivían. Sin embargo, al hablar de su casa, y por lo tanto de su relación indirecta con el Arcipreste, Lázaro va a ser mucho más lacónico en tanto que sólo hará referencia a las entradas y salidas de su mujer por orden del arcipreste y a la paz que existe en ella. Finalmente, no puede dejar pasarse la referencia final al tipo de mujer que es la esposa de Lázaro mediante una clara referencia espacial a la zona extramuros de Toledo en cuyos arrabales se ejercía la prostitución. Al defender la honestidad de su mujer, Lázaro jura que “es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo” (134–35), es decir, la imagen situacional posee una fuerte carga simbólica que no puede pasar inadvertida. Como se ha visto, las descripciones minuciosas de las casas del clérigo de Maqueda y del escudero contrastan con la parquedad con que se describe la casa alquilada junto a la morada del arcipreste. Las calles y plazas del Toledo de los tratados seis y siete nada tienen que ver con las delineaciones hechas por el pícaro durante su servicio al escudero en el tercer tratado. Los detallados recorridos por varios pueblos castellanos de la mano del ciego en el primer tratado contrastan con la vaguedad espacial de los últimos al referirse a los muchos pueblos en los que el buldero efectúa sus engaños. Este contraste entre las imágenes situacionales de los tres primeros tratados y los cuatro últimos está estrechamente vinculado con la naturaleza mutable y dinámica del mapa cognitivo supeditado a la explicación del caso:

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Mental images suspend impressions, thoughts, feelings and ideas until, for some reason, consciously or unconsciously, the mind solicits, changes, and often distorts or manipulates its contents for some immediate purpose. In this way mental imagery allows us to bridge time, by using past experiences to understand present and future situations. (Downing 442)

El pícaro incluye en los primeros tratados la descripción de los lugares (pueblos, calles, plazas y casas) de mayor importancia para él y para la explicación del caso, los que orientarán su conducta en los tratados posteriores, explicando así el contraste de las imágenes situacionales a lo largo de la descripción espacial en su narración. La ausencia de descripción espacial en los últimos tratados conecta con la falta de legibilidad que la ciudad de Toledo proporciona al Lázaro adulto y desengañado. A los ojos de Lázaro, Toledo se ha convertido en una ciudad poco legible: atrás quedaron los momentos en los que el mismo escenario urbano se presentaba altamente legible y lleno de oportunidades. El anhelo y la ilusión con que recorría las calles y las plazas a su llegada a Toledo vaticinando mejores y prósperos tiempos contrastan ahora con el desvanecimiento de su esperanza y la cínica llegada “a buen puerto” (11). A partir del desencuentro con el escudero, Lázaro comenzará a vivir desilusionado, ahogado por el desengaño que impera en la sociedad y del que Toledo es claro ejemplo. La vaguedad espacial se apodera de los últimos tratados, pues Lázaro no percibe la ciudad de la misma manera que lo hizo cuando joven, dada la alienación en la que se encuentra. La que fuera en su día ciudad de oportunidades para el medro y fuente de enriquecimiento, en la actualidad se presenta como ciudad carente de caridad, donde todos sus habitantes desconfían de cada uno y en donde Lázaro se siente alienado en medio de una naturaleza, en palabras de Maravall, desdivinizada (137)11. La novela es un bildungsroman, o en términos de Stephen Greenblatt un “self-fashioning”, en el que Lázaro se hace a través del tiempo, sí, pero también a través de una trayectoria en el espacio que moldea para crear la cartografía de sus aventuras y desventuras supeditada al poder de Vuestra Merced y al temor de perder lo que tanto le ha costado conseguir. Iowa State University

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Notas 1

Véase el capítulo dos de David Buisseret (49–68).

La representación del paisaje urbano toledano en este cuadro es claro ejemplo de la manipulación del mapa cognitivo sobre la que versará este artículo. En él el pintor no sólo lleva a cabo alteraciones de espacio y escala sino que concede especial importancia al Hospital de Tavera, sustancialmente agrandado y colocado sobre una nube, lo que revela un “tratamiento arbitrario de la topografía y la arquitectura de Toledo, que sugiere que el artista manejaba la realidad para ajustarla a sus propios fines” (Brown & Kagan 39). La distorsión topográfica fue utilizada por el artista para satisfacer a Pedro de Salazar de Mendoza, gran amigo de El Greco y administrador del hospital. Se observa además una evidente intención cartográfica en la composición del cuadro donde aparece el hijo del pintor, Jorge Manuel, arquitecto de profesión, sosteniendo el plano de la ciudad toledana.

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Para más información sobre la relación entre prácticas espaciales en el arte, véase Woodward. 3

Las prácticas espaciales de Lázaro están estrechamente relacionadas con las circunstancias sociales que lo rodean: “spatial practices in fact secretly structure the determining conditions of social life” (énfasis mío, de Certeau 96). Es relevante la distinción entre lugar y espacio propuesta por Michel de Certeau. El primero se refiere al espacio geométrico, aquel que puede definirse y que se presenta limitado y cerrado. El espacio, por el contrario, carece de univocidad y estabilidad y es, por tanto, el lugar practicado (de Certeau 117). 4

La idea del desplazamiento constante refuerza la alienación en la que el pícaro se encuentra: “To walk is to lack a place. It is the indefinite process of being absent and in search of a proper. The moving about that the city multiplies and concentrates makes the city itself an immense social experience of lacking a place—an experience that is, to be sure, broken up into countless tiny deportations (displacements and walks)” (de Certeau 103).

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Se citará de la edición de Francisco Rico.

El término “mapa cognitivo” fue acuñado por Tolman, aunque la primera referencia a “mapas mentales o imaginarios” se debe a Trowbridge (193, 891). 7

Bell, Fisher, Baum y Green añaden, además, la idea del desplazamiento de un lugar a otro como principal elemento de análisis del mapa cognitivo.

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A pesar de que el estudio de Lynch se enfoca en el uso de la formación del mapa mental dentro del entorno urbano, sus ideas son consideradas fundamentales en las investigaciones sobre mapas cognitivos en la psicología ambiental, la geografía, la antropología y el urbanismo.

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Bataillon asegura que “El caso de Alcaraz es particularmente notable, pues llega a gozar de un considerable ascendiente sobre el anciano Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, que en 1523 lo admite como criado en su palacio ducal en Escalona. Pero los servicios que Don Diego reconoce son de orden espiritual, y por ellos asigna a Alcaraz un salario anual de 35,000 maravedís” (1: 213). Asensio señala la conexión entre la obra y las teorías iluministas para concluir que el autor pudo estar vinculado con el círculo intelectual en torno al duque de Escalona aludido en el texto. 10

Dicho sentimiento de alienación ha sido igualmente señalado por críticos como Coll-Tellechea y Zahareas (111) y Maiorino (31). 11

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Palabras claves: Picaresca, mapa cognitivo, psicología ambiental, espacio.

Fecha de recepción: 3 marzo 2010 Fecha de aceptación: 28 julio 2010

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