Espacios fronterizos. Del no lugar al lugar. Una aproximación a la significación cultural de la estación de ferrocarriles de Camagüey como espacio público

June 7, 2017 | Autor: S. Vázquez Vidal | Categoría: Cuban Studies, Antropología Social, Marc Augé, Ferrocarriles, Trenes, Viajes
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Descripción



Por oficial entiendo a los vendedores estatales del ferrocarril y por no oficial a los particulares
Se refiere al sitio donde está ubicada la estación de policías.

Espacios fronterizos. Del no lugar al lugar
Una aproximación a la significación cultural de la estación de ferrocarriles de Camagüey como espacio público.

Autora: Susana del Carmen Vázquez Vidal

Desde la primera curiosidad de no sentirnos solos en el mundo y lanzarnos a la búsqueda de otras tierras, el hombre percibió la necesidad de transportes para cruzar mares, aires, llanuras y montañas. Con el paso del tiempo y la expansión de la ciudad, la intercomunicación de pueblos y países buscó acortar las distancias. Barcos, aviones, automóviles, trenes y metros aún andan en una enconada lucha por cubrir cientos de kilómetros en pocas horas.
El desarrollo de los medios de transporte va aparejado con el nivel de desarrollo de cada país, en una época que anda cada vez más aprisa. En el siglo XIX el tren marcó un hito en la comunicación y en el afán de cubrir más distancias en menos tiempo. Cuba estuvo entre los países más avanzados en el desarrollo del ferrocarril, pero luego quedó atrapada entre viejos caminos y vagones de hierro que hoy marcan la propia lentitud de la sociedad cubana.
Las estaciones de trenes, como zonas transitorias entre el llegar y el partir, quedaron detenidas en el tiempo junto con la maquinaria ferroviaria del país. La salida de cada vez menos trenes por el mal estado de locomotoras y vagones llevó a la incertidumbre de no saber a qué hora exacta llegarán los coches de hierro a la terminal. De ser un espacio de tránsito las estaciones de ferrocarriles se convirtieron en un sitio donde el viajero puede hacer una larga estancia.
Hacia una interpretación de lo que sucede en espacios como estos, marcados por la inmediatez, pero a la vez por la libertad del espacio público, va mi investigación; específicamente hacia un análisis de la interacción social en la estación de ferrocarriles de Camagüey. La visión del no lugar de Marc Augé cambia en Cuba, porque ese sitio de tránsito que debe ser la terminal de trenes, se convierte para muchos en un lugar donde se establece una vida social. Debido a la pésima situación del Ferrocarril, la espera de un tren y la travesía pueden extenderse por largas horas y, si el viajero no tiene pasaje, puede durar días. En ese tránsito las personas crean grupos, se relacionan y se adaptan a la situación de espera.
Para llegar a un análisis de la interacción social en la estación de ferrocarriles partí de una observación no participante encubierta en los meses de mayo y diciembre del 2014 y abril del 2015 que me llevó a comprender aspectos como: destinos hacia donde viajan las personas, forma en que ocupan los viajeros el tiempo de espera, espacio que ocupan en la estación los vendedores y deambulantes, así como los temas de conversación entre las personas que ocupan la estación.
La entrevista informal semiestructurada fue otra de las técnicas empleadas en mi análisis como forma de corroborar lo observado. Los informantes fueron los propios viajeros que estaban en la estación.
El no Lugar
En tiempos de metros y trenes balas aún aquí, en una pequeña isla, andamos en viejas locomotoras que pueden tardar más de 24 horas para recorrer un aproximado de 1000 km entre Santiago y La Habana. Andamos lentos porque el país anda de la misma forma. A principios del siglo XX un tren tardaba siete horas en completar el recorrido Camagüey-Santiago, casi cien años después la demora es la misma, o a veces mayor cuando ocurre una rotura.
En la acumulación de horas de espera para conseguir un pasaje se nos van meses de nuestras vidas. Las estaciones de trenes pasan entonces de ser un no lugar signado por la inmediatez a un lugar habitual donde algunos acuden con bastante frecuencia.
Los no lugares encuentran su natural expresión en la sobremodernidad, concepto que Marc Augé (2000) emplea para definir una época signada por la "superabundancia de acontecimientos, la superabundancia espacial y la individualización de las referencias." (p. 112) En Cuba vivimos en un tiempo diferente, mientras la publicidad y la posibilidad de acceder constantemente a Internet a través de un teléfono celular, inundan las horas de viajes de las personas en cualquier parte del mundo, aquí la espera y el trayecto (fundamentalmente en caso del tren) suele ser llenado con el sueño, conversaciones con el de al lado o un soliloquio interno. La visión del espacio aún es reducida para gran parte de los cubanos, la mayoría no conoce su país y cuenta con menos posibilidades de viajar a otro.
El mundo de consumo de la sobremodernidad en la estación de ferrocarriles está dado por el constante ir y venir de los vendedores ambulantes con una diversidad de ventas que puede ir desde botellas de viña hasta los cortaúñas. Ellos ocupan el sitio destinado en gran parte del mundo para los carteles publicitarios y los anuncios comerciales en la televisión.
En los no lugares suele desaparecer la identidad, se "…interactúa con los textos, sin otros enunciadores que las personas `morales´ o las instituciones…" (Augé, 2000, p. 100) El usuario del espacio se convierte en un boleto o pasaporte que no le interesa a nadie más que a él mismo.
En la estación de ferrocarriles de Camagüey suelen confluir personas de distintas partes del archipiélago, muchas veces como parte de un tránsito hacia su destino final. En ese momento pueden disfrutar de la libertad de pasar como desconocidos ante los ojos de los demás, pero no creo que llegue al punto de la "invisibilidad." La constante falta de información sobre la salida, llegada o demora de los trenes lleva a que sea frecuente la interacción entre las personas, más que con los textos.
El viajero que está en la estación de trenes suele encontrar su identidad en el otro que está en la misma situación de espera. Los rostros de cansancio y desesperación suelen recordarle su condición. Para algunos, incluso, ese no lugar suele convertirse en lugar porque deja de ser un simple espacio para un fin transitorio. Allí llegan a reconocer un dormitorio o a crear una clientela que les permite insertarse dentro de las ventas ilegales en los alrededores de la estación. Existen personas que viajan diariamente en el tren de Nuevitas para vender maní o cantar, ya no ven la estación como un sitio de uso casual sino como el lugar que marca parte de su sustento económico.
El no lugar sí les da la posibilidad de pasar como seres anónimos. Allí no tienen la necesidad de mostrar una historia de vida, pueden incluso inventarse una máscara para mostrar exclusivamente a las demás personas que comparten la estación, o simplemente pasar la espera en silencio sin la urgencia de hablar sobre quién es, de dónde viene o hacia donde va. La interacción con los demás puede rondar solo sobre información puntual acerca del pasaje o la lista de espera, pero los que ya tienen experiencia en el ir y venir en tren, incluso pueden permanecer encerrados en sus pensamientos.
Del no Lugar y el Lugar
Los Ferrocarriles en la ciudad de Camagüey están compuestos por dos estaciones: Ferro-Ómnibus y la Terminal de trenes, ubicadas una en frente de la otra, en el centro histórico de la ciudad.
Ferro-Ómnibus posee dos salones de espera, dos servicios sanitarios (uno para hombres y otro para mujeres), una taquilla para la venta de boletines del transporte intermunicipal, una oficina de Viajeros que vende pasajes para los ómnibus nacionales, los trenes interprovinciales y el barco La Habana- Isla de la Juventud, y una cafetería. Esta estación también está compuesta por un andén pavimentado desde donde ya no salen trenes. El propio andén posee diez puertas, de las cuales solo siete están abiertas al público, que posibilitan el acceso hacia el patio donde se estacionan los camiones hacia distintos municipios y también hacia las provincias más cercanas: Ciego de Ávila y Las Tunas. El andén durante el día se convierte en el sitio propicio para una gran variedad de vendedores ambulantes ilegales que ofertan alimentos y bebidas alcohólicas, fundamentalmente.
En una parte del salón están ubicados bancos de madera con separaciones de brazos de hierro para marcar el espacio de cada persona. De la parte delantera de los bancos cuelga un cartel de papel con letras impresas que indica el destino de viaje: Haití, Esmeralda, Sibanicú, etc., para que las personas sepan dónde deben hacer la cola.
Por su parte, la Terminal de trenes cuenta actualmente con solo un salón para los pasajeros porque el resto de los locales está en reparación. Este espacio, a pesar de presentar ventanales para su ventilación, no tiene la circulación de aire adecuada para la gran cantidad de personas que confluyen allí, debido a la mala ubicación de los vanos que, al no estar perpendicularmente a los vientos, no favorece la disipación del calor interno.
En ese sitio existe una taquilla de información, una de venta de boletines y otra para los pasajeros que desean anotarse en la lista de espera, que también cumple la función de vender los tickets de último minuto. El sitio posee un servicio sanitario para cada sexo y tres teléfonos públicos. A diferencia de Ferro-Ómnibus, cuenta con dos andenes pavimentados, a los que solo tienen acceso los trabajadores del Ferrocarril y los pasajeros con boletines de viajes. Aquellos vendedores ambulantes que logran arribar a los andenes, e incluso subir a los trenes para vender sus mercancías, lo hacen de manera ilícita.
La información disponible a los viajeros sobre llegada y la salida de los trenes es muy escasa. Tan solo aparece una hoja impresa con los horarios y precios del tren urbano, Camagüey-Morón, Camagüey-Bayamo, Camagüey-Nuevitas y Camagüey-Santa Cruz. En una pizarra escrita con tiza está la tarifa de precios de destinos como Siboney, Hatuey, Imar, Palo Seco, Galvis, Bartle y Las Tunas.
Existen carteles impresos en un pequeño formato que anuncia la prohibición de fumar (medio borroso) y de no poner los equipajes encima de los asientos. Pero ninguno de estos requerimientos se cumple a no ser que un trabajador de SEPROTCAM llame la atención al respecto.
Por las mañanas la terminal suele estar casi vacía, con solo los pocos viajeros de otras provincias o municipios, quienes deben dormir allí para alcanzar capacidad en algún tren por lista de espera; los vendedores ambulantes y los propios trabajadores de la estación. La hora de mayor concurrencia en la terminal es a partir de las tres de la tarde porque comienzan a llegar las personas que viajan en el tren de Nuevitas cuya salida habitual es a las 5:15pm. Aunque en temporada de vacaciones las noches suelen ser concurridísimas porque casi todos los trenes que van hacia La Habana y Santiago de Cuba (los destinos interprovinciales más recurrentes por los viajeros) pasan por Camagüey en el horario nocturno.
En las opciones de viajes intermunicipales que ofrece el ferrocarril en Camagüey, Nuevitas y Santa Cruz del Sur suelen los rumbos de mayor demanda. Hay personas que vienen y regresan casi diariamente por la vía ferroviaria por no tener dinero para costearse el recorrido en ómnibus o camión.
Una de las entrevistadas de manera informal fue una señora de unos 50 años que vive en el poblado de Lugareño. Ella toma el tren varias veces a las semanas para venir a cantar por dinero en la estación y zonas aledañas como la céntrica calle República. Me comentó que hace unos días le robaron allí todo el dinero que traía en una bolsa. Un borracho que está a su lado corrobora la información sin yo preguntarle, dice que él estaba allí cuando sucedió el hurto. Aunque la historia puede ser una artimaña más para obtener dinero, no puede ser puesta en la completa duda porque la terminal es famosa por el pulular de ladrones.
Un señor de unos 70 años, vendedor de maní, es otro de los usuarios diario del tren nuevitero. Llega en él por la mañana para vender su mercancía y luego regresa por la tarde por el mismo camino de hierro. Suele ser muy conocido entre los trabajadores de la terminal, quienes ya saben que se acerca porque suena un silbato.
Tiempo de espera y temas de conversación
La espera del tren suele ser ocupada en conversaciones entre conocidos o desconocidos, la visualización de programas en el televisor del salón, durmiendo o bebiendo alcohol, solo en algunos casos. A veces la cercanía de una persona y las pocas formas de ocupar el tiempo de espera en la estación lleva a que dos extraños comiencen a conversar. En una ocasión pude observar cómo dos muchachas entre 17 y 20 años iniciaron un diálogo e incluso llegaron al punto de comentar detalles de sus vidas privadas. Algo que me llamó la atención fue la forma en que una le comentaba a la otra sobre el tren de Nuevitas: "Quien no sabe bailar aprende ahí en ese tren (risas)… yo se lo digo a mi mamá."
Estar sentado en un asiento plástico durante horas suele ser agotador. Muchos de los viajeros deben llegar a la estación unas cuantas horas antes de la posible salida del tren porque vienen de lugares distantes. También está el caso de quienes deben dormir allí porque son de otra provincia o municipio y carecen de alojamiento en la ciudad por no tener dinero para pagar un alquiler. Algunas de estas personas son transeúntes solitarios que imploran por la llegada de la hora de partida. Aguardan en sus asientos en silencio o caminan dentro y por los alrededores del salón (cuando deciden dejar su equipaje al servicio de alguien). De vez en cuando pasa algún vendedor ambulante oficial o no oficial con ofertas que van desde comida hasta cortaúñas.
Existen horarios en que el local permanece prácticamente vacío al no estar programada la salida de algún transporte ferroviario. Momentos así son propicios para dormir o caminar entre los límites de la estación. Pero también suele ser el instante oportuno para el robo. Uno de los primeros días que llegué a la estación un señor le robó una mochila a otro. El afectado fue un señor de unos 60 o 70 años que llevaba tres días en la terminal en la espera del tren guantanamero. Los vendedores ambulantes que estaban en la puerta del salón comentaron que el ladrón fue un alcohólico que acostumbra a realizar estas fechorías allí. Durante un buen rato las pocas personas dentro del salón y los vendedores afuera comenzaron a comentar la situación. Un hombre que está sentado fuera del salón y vende maquinitas de afeitar comentó molesto: "Cuando la policía debía estar aquí no está y entonces se ponen a pedir carnet de identidad por el andén. Por eso yo no creo en ningún policía. Una mujer le dijo al afectado que ella conocía a quien le robó la mochila y que "cuando algo cae en las manos de ese borracho se desaparece."
El día de este suceso fue el 17 de diciembre del 2014, jornada que estuvo marcada por el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el regreso de los tres prisioneros. Por el televisor se mostraron imágenes sobre lo que opinaba el pueblo de su llegada, pero casi nadie le prestó atención a estos comentarios. Este suceso se convirtió en tema central dentro de la estación.
Un señor alto de tez negra, como de unos 70 años, harapiento, de barba blanca y que al parecer tiene una parálisis en la parte izquierda del cuerpo entabló un soliloquio sobre el robo que acababa de ocurrir y la miseria del comunismo. En voz alta entrelazó las ideas sin un orden coherente. Uno de los puntos que recalcó es su intención de coger al ladrón y meterle tantos golpes como para mandarlo hacia el hospital.
Sobre el comunismo refirió: "El comunismo es miseria y hambre. ¿Han hablado con el pueblo? Los comunistas no creen en nadie. Mira como estoy yo que no me han dado ni una ayuda. Valga la Iglesia…"
De vez en cuando le prestaba atención a las imágenes del televisor sobre la llegada de los prisioneros, lo que también lo inspiró a comunicar sus pensamientos: "Las prisiones están llenas en este país-señala el televisor-… Ahora Obama es buena gente…"
Al principio una o dos personas lo mandaban a callar, pero al ver que pasaba el tiempo y no terminaba de hablar, un hombre de unos 30 o 40 años, con un pepino de ron en la mano, se acercó al discursante y le dijo que hay una pila de gente afuera avergonzada de lo que él dice y que irá a Avellaneda a informar lo que está diciendo. Este llamado de atención provocó irritación en este señor quien apenado comentó en voz alta: "Esta es la Cuba que ha hecho Fidel… la chivatería… ¡Ay Cuba carajo!"
En un espacio público a un señor le negaron su derecho a decir lo que piensa. Pero, ¿acaso este es el lugar adecuado, o todos los lugares son adecuados para expresarse libremente?
El viernes 19 de diciembre del 2014 llegué a la estación a las 11:00 am. Acababan de anunciar la venta de boletines para el tren de origen Camagüey y con destino Las Tunas.
En el techo de la estación había bocinas por las que pude escuchar música de Richard Clayderman. En la taquilla de información un trabajador de la estación interrumpió la música para informar que no se puede fumar dentro del salón, que para viajar en tren se venden pasajes con cinco días de antelación y para el ómnibus con noventa.
Cada varios minutos una persona repetía el mismo mensaje: "Estimado viajero, ayúdenos a prestarle un mejor servicio. No coloque sus equipajes encima de los asientos. No se permite fumar en el salón. No se permite viajar con animales vivos a bordo de los trenes. Cuidemos entre todos la limpieza y la higiene del salón. Gracias."
He podido notar que en otros horarios no se hacen estos anuncios, solo en las mañanas.
Al llegar ese día a la estación estaba allí la señora que viene en el tren desde Lugareño a cantar en la estación y la calle República. Un borracho-que por el olor me parece que toma vino seco- se unió al canto de la señora. Dice que le gustan las canciones de la década. Cuando termina de cantar le da un beso. Parece que él ha coincidido con ella otras veces porque me dijo: "A ella le gustan las canciones mexicana."
La estación de ferrocarriles es un espacio fronterizo, el no lugar entre el hogar y la ciudad desconocida. El sitio propicio para que la mujer no sienta vergüenza de cantar o un hombre no tenga temor de decir lo que piensa. Allí son desconocidos, parte de una masa que mañana se olvidará de ellos.
La utopía del no Lugar
La estación de ferrocarriles de Camagüey es un espacio público donde las personas suelen hacer una breve estancia, sin embargo, debido a la pésima situación del Ferrocarril en Cuba, la espera de un tren y la travesía pueden extenderse por largas horas, y si el viajero no tiene pasaje puede durar días.
El tren en Cuba es el transporte más accesible para la población por el bajo costo de su pasaje, sin embargo las personas viajan en él por necesidad y no por comodidad, porque los vagones tienen muy mal estado y las precarias condiciones de las locomotoras provocan roturas en medio del camino lo que hace que el pasajero se sienta inseguro. De ser un lujo el tren pasó a ser uno de los medios de transportes menos deseados. Este espacio público permite conocer cómo piensa y se relaciona el viajero de ese no lugar, quien representan una parte importante de la sociedad cubana.
La terminal de Camagüey es el umbral de las calderas del infierno, el espacio donde se mezclan tantos vapores y olores desagradables que impulsan al viajero a una rápida retirada. Pero lo más probable es que no pueda regresar porque si ya llegó hasta allí es debido a que no tiene dinero para viajar en ómnibus o camión. El calor llega a imposibilitar la estancia en el interior, la calle se convierte entonces en una extensión de la estación de trenes.
En la estación solemos perdernos y encontrarnos constantemente. La espera del tren nos lleva una inacabada red de imágenes visuales que ayudan a ocupar el tiempo de espera. Pero el reloj parece no andar, se queda detenido a la espera de un milagro que lo saque de su letargo.
Bibliografía
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