Espacio religioso y/o espacio de poder: El yacimiento protohistorico de El Turó del Calvari (Vilalba dels Arcs, Terra Alta, Tarragona)

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Descripción

ESPACIO RELIGIOSO Y/O ESPACIO DE PODER: EL YACIMIENTO PROTOHISTORICO DE EL TURÓ DEL CALVAR!" (VILALBA DELS ARCS, TERRA ALTA, TARRAGONA). David Bea Castaño(1) JordiDiloliFonsd) Albert Vilaseca Cañáis(1)

RESUMEN

ABSTRACT

Presentamos los resultados de las intervenciones arqueológicas efectuadas en el Turó del Calvan de Vilalba deis Ares (Terra Alta, Tarragona), donde se ha documentado la existencia de un edificio de planta absidial, dividido en dos ámbitos separados por una pared de adobe, en el que se han recuperado diversos elementos cerámicos de importación así como diversas piezas que se han interpretado como objetos de tipo ritual que conjuntamente con la singularidad arquitectónica del edificio apuntan hacia una funcionalidad del mismo como centro de culto y/o de control sobre esta área geográfica, con una ocupación que se enmarcaría, a raíz, del estudio de los elementos materiales exhumados, entre el último cuarto del siglo VII y el primer cuarto del siglo VI a.n.e.

We present the results of the archaeological interventions in Turó del Calvan (Vilalba deis Arcs,Terra Alta, Tarragona), where we have documented the existence of a building of absidial plañí, divided in two separated monis by a wall ofmudbrícks, on which some imponed ceramic ítems have been discovered and interpretated as ritual objects. This, with the arquitectonic singularity of the building aim towards a fimctionality for tí linked to the territorial control and/or with cult relationship on this geographical área, with an occupation bounded, in arder to the study ofthe discovered elements, between the last quarter ofcentury VIIBC and the first quarter of the following century.

INTRODUCCIÓN Las intervenciones arqueológicas efectuadas en el Turó del Calvari de Vilalba deis Ares (Terra Alta, Tarragona) entre los años 1999 y 2002, han permitido documentar la existencia en este punto de un edificio de planta absidial, construido a partir de un muro perimetral de piedra que delimita un espacio interior con una superficie total aproximada de 102 m2 y un espacio útil de 50,5 m2 dividido en dos habitaciones (Al y A2), separadas por una pared de adobe. De los dos ámbitos, la habitación mayor (Al) respeta cierto ordenamiento del espacio que se establece a partir de la disposición de diversos restos de estructuras murales que delimitan a su vez dos áreas diferenciadas: una zona de acceso-vestíbulo (Hl) y una habitación principal (H2).

En el recinto, ciertamente singular en comparación con otros tipos de asentamientos del nordeste peninsular ocupados durante la Primera Edad del Hierro, se han recuperado diversos elementos cerámicos entre los que destacan las vasijas fabricadas a torno, procedentes mayoritariamente del área del Círculo del Estrecho, y las elaboradas a mano, agrupadas a su vez en producciones indígenas regionales, así como otros elementos de procedencia incierta que, conservando esta tendencia, imitan las producciones fenicias surpeninsulares. Estos elementos son los que nos aproximan con más precisión a la cronología del yacimiento, que podríamos enmarcar entre el 625 y el 575 a.n.e. Junto a estas piezas, destaca la presencia de otros elementos que se han interpretado como objetos de tipo ritual, que sobrepasan el ámbito doméstico, y que asociados a la singularidad arquitectónica del edificio apuntarían hacia una funcionalidad del mismo como centro de culto y/o de control sobre esta área geográfica, en el que residiría una élite, política o religiosa, que podría fiscalizar, a la luz de los hallazgos del

(1) Área d'Historia Antiga. Universitat Rovira i Virgili. Piafa Imperial Tarraco, 1. 43005, Tarragona. E-mail:[email protected]

52 / MUNDO CELTA Y PRERROMANO mismo yacimiento, el proceso de intercambio entre las comunidades indígenas y los comerciantes mediterráneos que en este periodo dirigirían sus miras hacia esta zona.

SITUACIÓN DEL YACIMIENTO Y DESCRIPCIÓN MORFOLÓGICA DE SU ENTORNO. El yacimiento de "El Turó del Calvari" se localiza sobre una colina orientada hacia el noroeste, a 440 metros de altitud sobre el nivel del mar. El tipo de formación que acoge al núcleo protohistórico es la típica de esta región, que se caracteriza por la presencia de un relieve ondulado a partir de una altitud generalizada de entre 300 y 350 metros, que enmarca pequeños valles constituidos a partir de arroyos intermitentes. Esta morfología del terreno define la capacidad estratégica del Turó del Calvari, pues si por una parte permite la visión de la estructura turriforme desde los altozanos cercanos, limita su visibilidad a su etorno inmediato, concretamente sobre los cauces de dos riachuelos que unen sus cuencas a los pies del cerro de la Mare de Déu deis Dolors o del Calvari, formando la cabecera del barranco de Voravall-Sant Pau, el cual, siguiendo dirección norte y atravesando la Sierra de Berrús, desagua cerca de la confluencia del Ebro con el río Matarranya, convirtiéndose en uno de los principales accesos entre la Terra Alta y el río Ebro. Esta disposición morfológica del cerro define en fuerte medida sus características físicas determinando su campo visual, que se despliega básicamente hacia el norte, condicionado como hemos señalado por la altitud del relieve que lo rodea. Del mismo modo los accesos al yacimiento se ven subordinados a los condicionantes físicos, siendo el lado sur el único que permite el paso, puesto que tanto la vertiente derecha como la izquierda descienden hacia las depresiones adyacentes con una fuerte pendiente que se acentúa por el norte, punto que se ha visto alterado antrópicamente durante los últimos años.

RESULTADOS DE LA INTERVENCIÓN Tal como ya hemos indicado, el desarrollo de la intervención arqueológica en el "El Turó del Calvari" permitió la exhumación de diversas estructuras arquitectónicas que definían la existencia en el área excavada de una construcción de tipo turriforme de planta rectangular con los extremos absidiales. Este edificio se estructuraría a partir de la edificación de un largo doble muro paralelo compuesto por diversas filas de piedras planas ligeramente desbastadas en su cara externa, dispuestas unas sobre las otras,

que se rellenaría con bloques de piedra de menor tamaño y arcilla, definiendo un zócalo perimetral de entre 80 y 90 cm de altura, siguiendo un tipo de construcción común en algunos yacimientos del Bronce Final y Primera Edad del Hierro de esta zona que podríamos definir como de tradición local. Sobre esta pared, que supera el metro de anchura, se alzaría un muro construido con adobe, encalado en sus caras interna y externa. Una vez realizado este muro perimetral se delimitarían en el interior de la estructura principal como mínimo dos espacios claramente definidos —Al y A2— que aprovecharían el trazado del muro circunvalador. Estos recintos estarían separados mediante una pared de adobe en la que se conserva, a la altura de la segunda hilada, un encaje y dos orificios destinados a sostener una estructura de madera, posiblemente una escalera que permitiría el acceso entre las dos habitaciones. El Recinto Al En el recinto mayor (A-l), que ocuparía una superficie de 33,5 m2, se pueden distinguir dos espacios delimitados por la presencia de unas agrupaciones de piedras calcáreas situadas al lado del supuesto acceso al edificio, que definirían la existencia de una primera sala (Hl) de reducidas dimensiones, que actuaría a modo de acceso y que daría paso a un espacio/recinto mayor (H2), conformándose el departamento principal del establecimiento, en el que se ha constatado en forma de derrumbe la presencia de diversos elementos arquitectónicos que podrían corresponder a la cubierta del edificio o a estructuras arquitectónicas interiores, construidas con madera y adobe. Las características del hallazgo parecen indicar que la destrucción de este edificio pudo deberse a un violento incendio, que se constata entre otros aspectos por la apariencia de las caras internas de los muros, completamente quemadas, con las piedras agrietadas por la acción del fuego, aspecto que no se aprecia en la parte externa de las mismas. En el suelo de esta habitación se observan también las huellas del fuego que destruyó el edificio en forma de un estrato de cenizas de anchura considerable que cubre el pavimento, formado por una capa de tierra y cal apisonada, que se situaría por encima del terreno natural. Sin embargo, debemos tener en cuenta la presencia de un nivel de cenizas por debajo de todo el sector construido diferente del que se asocia a la destrucción del edificio, y que podría indicarnos la eliminación intencionada de la maleza que cubría la colina en el momento previo a la edificación de la torre. El revestimiento de las paredes, en lo que se refiere a las estructuras de adobe, se habría efectuado mediante un revoque de barro cubierto con cal, habién-

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Figura 1.

Situación del yacimiento del Turó del Calvari (Vilalba deis Ares, Terra Alta).

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54 / MUNDO CELTA Y PRERROMANO dose localizado también fragmentos de pared decorados con un pigmento de color ocre anaranjado y, en menor medida, restos de revoque pintados con líneas de diversos tamaños de color rojo oscuro, ofreciendo en conjunto una decoración interna bastante compleja. Las adecuaciones pictóricas descritas, básicamente lineales, se efectúan sobre el revoque aún fresco de las paredes. Estas pinturas se efectúan usando gamas cromáticas que van desde el rojo vináceo —con una base de almagre u óxido de hierro— hasta amarillentas —a partir del ocre— llegando a ser en algún fragmento conservado realmente miniaturista (en concreto un fragmento de unos 5 mm. que presenta cuatro líneas de color: rojo oscuro, rojo claro, gris y amarillo). Es interesante señalar que se recuperó un vaso cerámico en el que quedaban restos de un polvo rojizo que se analizó, resultando ser un combinado de partículas de óxido de hierro. Otros elementos decorativos son unas molduras elaboradas con una mezcla de arcilla y yeso, prismáticas, que debían formar una pequeña cornisa interior a modo de separación entre la pared pintada y el arranque de la techumbre, e incluso podrían caracterizarse como revestimientos de columnas o de mamparos de ventanas. Estas molduras son iguales que las rebabas o bordes de un par de mesas de barro localizadas en esta habitación que se han interpretado como altares móviles (ver infra). Elementos parecidos se recuperaron en el cercano asentamiento de Sant Crstófol, en Massalió, donde se halló "al lado de una de las cámaras centrales, el revestimiento de una especie de pilar, hecho con una materia como la de los adobes, pero más parecida al yeso" (Bosch Gimpera 1915-1920: 645), y en el Tossal Redó, en forma de "fragmentos de barro tosco decorados con acanalados geométricos" y de "trozos de fango secado, unos gruesos con zig-zags, y otros de forma aplanada con acanaladuras, que son seguramente restos de revoque" (Bosch Gimpera 1913-14: 830), ambos con cronologías muy parecidas a la del Turó del Calvari. El uso de la cal y el yeso así como su derivado, la escayola, en forma de molduras y elementos decorativos en ámbitos relacionados con el culto o en recintos sagrados está documentada en contextos culturales semitas orientales a partir del segundo milenio a.n.e. (Díes Cusí 1995). Quedaría por solucionar la cuestión del cubrimiento de la estructura. Durante la excavación del sector de derrumbe se han localizado entre otros elementos el negativo de un encañizado en unos panes de cal que probablemente formarían parte del techo, así como diversas muestras de lo que habrían sido espacios ocupados por vigas. Por otro lado, en esta misma habitación apareció una estructura maciza de piedra local y de forma cónica colocada verticalmente en el centro de

la misma, formando lo que podría ser una base de columna. Estos elementos indican la existencia de una techumbre construida mediante una estructura de vigas que soportarían posiblemente un encañizado cubierto con cal, que se sostendría mediante una columna centrada en la habitación.

Figura 2.

Planta del yacimiento del Turó del Calvari.

Tanto los muros de adobe que definían este recinto como los restos del techo pudieron ser excavados prácticamente en el mismo estado en que quedaron una vez producido el devastador incendio, esto es, derrumbados en conexión constructiva unos sobre los otros. Esto pudo producirse al quedar los muros literalmente cocidos por el fuego. Sepultados entre estos escombros aparecieron en este mismo punto una serie de elementos cerámicos que podemos considerar como de uso ritual o cultual, entre los que cabe destacar al menos dos mesas rectangulares elaboradas mediante una mezcla de arcilla depurada con un desgrasante compuesto de nodulos de cal, que se habrían secado después de su construcción mediante la exposición en fresco de las piezas al sol. Estas mesas cuentan con cuatro pies troncocónicos de idéntico diseño a los de los trípodes fenicios, y su

ESPACIO RELIGIOSO Y/O ESPACIO DE PODER: EL YACIMIENTO PROTOHISTÓRICO DE "£L TURÓ DEL CALVARI" / 55 superficie superior, que quedaría vista, fue alisada, dotándola de un tacto suave, rodeando su perímetro mediante una rebaba prismática a juego con los apliques o molduras de pared descritos anteriormente, factor que parece indicar la existencia de un concepto decorativo predeterminado en el momento de edificar el recinto de Vilalba, hecho inaudito en la Primera Edad del Hierro en el nordeste peninsular. Las mesillas son posiblemente los elementos exhumados más interesantes del conjunto de ítems no estructurales, y a pesar del grave estado de fragmentación en que se han recuperado, pueden identificarse al menos dos individuos distintos, actualmente en proceso de restauración. Su funcionalidad se ha relacionado con aspectos de tipo cultual, concretamente han sido interpretadas como altares móviles. Es interesante destacar que junto con estas mesas se han recuperado también unas cazoletas, posiblemente un kernos o koüliskoi que podría formar parte de las mismas, y que tal como hemos podido apreciar por su estado, se habría destinado a quemar algún tipo de líquido o sólido. Elementos semejantes han aparecido en Montemolín y en Coria del Río, en Sevilla, donde con una cronología aproximada de entre los siglos VII y VI a.n.e., se localizaron mesas de ofrendas en un espacio a cielo abierto. También en la Muela, en Cástulo (Jaén), se recuperaron restos del revestimiento de una mesa o altar de libaciones que podría relacionarse con los altares portátiles recuperados en otros santuarios (Blázquez, Valiente, 1981: 207, lám. II, 2), así como soportes y peanas (Blázquez, Valiente, 1981: 231) parecidos a los del Turó del Calvari. Más próximo al curso inferior del Ebro, en el yacimiento protohistórico del Tossal Redó de Calaceit se recuperó durante la primera campaña que realizó 1'Instituí d'Estudis Catalans, dirigida por el Dr. Bosch Gimpera, el "pié de una mesa de barro, un poco de cerámica, trozos de fango con ornamentos y algunos fragmentos de madera carbonizada (Bosch Gimpera, 1913-14: 829, figs. 57, 829), concretamente "un pié de mesa de fango, con un saliente en forma de vaso adherido a la parte superior, cerca de la esquina, i con decoración en forma de zig-zag en el lateral" (Bosch Gimpera, 1913-14: 830). Es interesante resaltar el parecido de estos fragmentos del Tossal Redó, aparecidos en una habitación que se ha considerado por los objetos en ella depositados como "un espacio dedicado al culto o a guardar los objetos sagrados" (Lucas, 1989: 198), con los restos de las del Turó del Calvari: la misma fabricación, aspecto "hojaldrado", poca consistencia, parecida altura, que no supera los 20 cm, e incluso la misma forma, pues presumiblemente la pieza del Tossal Redó es también de tipo cuadrangular, apoyándose en cuatro pies troncocónicos situados en los vértices, pudiendo ostentar

cada uno de ellos en la esquina superior un pequeño apéndice hueco a modo de kotiliskoi (Lucas 1989: 192). Tal como hemos señalado, este tipo de mesas con quemaperfumes los encontramos en Cástulo, donde se exhumó un kernos descrito como un "revestimiento que llevaba al menos dos cazoletas muy finamente moldeadas" (Blázquez, Valiente, 1981: 232), o en otros puntos del Mediterráneo, caso de Agia Irini (Chipre), donde se recuperó, en la fase geométrica del santuario, una mesa de ofrendas redonda con pequeñas cazoletas excavadas en la superficie, o de Vounoi, necrópolis donde se exhumó un kernos parecido al de Cástulo. Sobre su funcionalidad, morfológicamente podemos asociar estos elementos con las mesas para ofrendas, generalizadas en Egipto, o lo que se han denominado "altares portátiles", frecuentes en Oriente, especialmente en Chipre, Creta (mundo minoico), o las mesas de piedra de Anatolia, Siria y Palestina (Lucas, 1989). En este caso, el tamaño relativamente modesto de los ejemplares permitiría su traslado. La rebaba parece funcionar como una barrera que impidiría el derrame de productos sólidos o líquidos, que serían posiblemente expuestos en la mesa. El concepto decorativo que haría que molduras y rebabas de mesillas fueran iguales podría indicar la presencia de elementos no destinados a un uso ciertamente cotidiano, sino más bien orientados a una utilización extraordinaria. Parece tratarse, como ya hemos apuntado, de elementos de tipo ritual, al estilo de pequeños altares. En este mismo espacio aparecieron también la mayoría de oinochoai recuperados en el yacimiento. Son piezas que presentan una gran singularidad, pues mientras su mitad superior e incluso su acabado imita a la perfección los oinochoai fenicios de engobe rojo, la inferior posee un pie acampanado de clara tradición indígena. Se trata de lo que algunos investigadores han bautizado como "capricho del ceramista": reinterpretaciones, más que imitaciones locales de vasos fenicios, asociadas a cuestiones de prestigio. Otros elementos destacables son diversos vasitos votivos, una tapadora con decoraciones incisas y acanaladas, de clara influencia surpeninsular, así como diversos cantos de río pintados de color ocre, que podrían ser interpretados como betilos. De hecho, la funcionalidad u origen de estos cantos rodados es compleja. Se trata, como ha bautizado algún investigador, de "piedras raras" (Belén, Escacena, 1998) utilizadas como representaciones anicónicas de la divinidades. En la religión semita el uso de betilos es profundamente conocido, así como la atracción hacia las piedras negras o los aerolitos (Ribichini, 1985). Diversos de estos objetos hallados en de Vilalba son negros. Ya hemos indicado como en algunos de estos elementos líticos han aparecido restos de pigmentos de

56 / MUNDO CELTA Y PRERROMANO óxido de hierro, es decir, de color rojo. Este hecho también ha sido observado en algunos betilos provenientes del santuario del Carambolo (Sevilla) (Belén, Escacena, 1998). Algunos massebot hallados en santuarios orientales aparecen también pintados de rojo. Existe además otro indicio que puede ayudar a interpretar estas piedras como elementos betílicos. Todas fueron recuperadas en asociación con las mesitas o altares móviles, reafirmándose así un posible uso cultual. De todas formas estos materiales se hallan en estos momentos en estudio, y por tanto su significado ha de ser todavía planteado con cautela. El Recinto A2 El segundo recinto excavado (A2), con una superficie ocupacional de 17 m2, cubriría el espacio que quedaría entre la pared de adobe apuntada anteriormente y el muro perimetral posterior del edificio. Se trata de una habitación de tamaño más reducido que Al, que presentaba en origen, gracias a una tarima de madera, una cota más elevada que Al. El desnivel permitía el cierre del muro de adobes, accediéndose desde Al a partir de una escalera de madera que conserva dos de los orificios de su sujeción en dicho muro. Este espacio, en el que se recuperaron una serie de materiales significativos, podría funcionar como un recinto cerrado a modo de celia en el que se depositarían algunos de los objetos considerados "bienes de prestigio". En este sentido destaca el volumen considerable de vasos de almacenaje recuperados, entre los que predominan las ánforas fenicias del Círculo del Estrecho de Gibraltar, así como las denominadas de tipo fenicio, englobables dentro de la forma T. 10.1.2.1. de Ramón. Se trata en lo que respecta al primero de los grupos, de ánforas de importación que indican el establecimiento de redes de intercambio comercial plenas entre indígenas y comerciantes mediterráneos de filiación semita. En cuanto a las ánforas de tipo fenicio, son una serie de elementos que si bien siguen parámetros taxonómicos fenicios, es decir, son "tecnológicamente fenicias" (Bea, 1996), podrían ser imitaciones indígenas producidas en algún taller que marcaría la adopción del torno por parte de las poblaciones autóctonas a partir de finales del siglo VI a.n.e. (Asensio et alii, 1996). Otros elementos a destacar son los grandes vasos de almacenamiento fenicios, los pithoi, así como diversos platos de borde exvasado, claras imitaciones de originales fenicios, en cerámica a mano bruñida, copiando en algunos casos los acabados de piezas de engobe rojo fenicio, por otra parte ausentes en el yacimiento. Mención aparte merece la localización de algunos platos, también de perfil exvasado, que presentan como

mínimo una asa tubular para su suspensión. Este tipo de platos parece ser también una reinterpretación local de originales fenicios, a los cuales se ha añadido una asa, siguiendo una tradición indígena característica. Una pieza semejante- ha sido recuperada en el cercano yacimiento del Barranc de Gáfols (Ginestar, Ribera d'Ebre) (Sanmartí et alii, 2000), con la particularidad de que ésta presenta un pie acampanado, o en el asentamiento de la Primera Edad del Hierro de Sant JaumeMas d'en Serra (Alcanar) (Gracia, Garcia, 1999). En el caso de Vilalba es posible que algunos de estos platos contaran con este pie, a pesar que ninguno de los individuos identificados lo presenta claramente. Sería un nuevo caso de mezcla de elementos semitas y indígenas en una pieza cerámica, ya identificados en vasos como los oinochoai referidos anteriormente. Finalmente cabe destacar la localización de una cerámica de pie calado, con decoraciones triangulares. Este tipo de vasos, que se han asociado en algún caso a contextos funerarios o rituales, como es el caso de los ejemplares de la necrópolis del Coll del Moro de Gandesa (Rafel, 1998), cuentan con prototipos orientales, concretamente es necesario dirigirse a la broncística de inspiración chipriota para hallar piezas clave, así como a los braseros orientalizantes o fenicios y a los productos etrusco-geométricos (Rafel, 1998). Su interpretación ritual es relacionable con la funcionalidad de los holmoi centromediterráneos (derivación de los soportes geométricos etruscos y de los calefattorií) (Rafel, 1998), piezas rituales y de symposium de uso en cierta manera similar al de los cálices. Incluso han sido relacionados, como los cálices de Setefilla, con los fruteros rodios (Aubet, 1976). Si se ha descrito en este apartado la cerámica recuperada es para destacar su posible funcionalidad. Es evidente que nos hallamos, por una parte, ante una zona del edificio destinada al almacenamiento de productos que en el área —curso inferior del Ebro— y con la cronología en que nos movemos —Primera Edad del Hierro— cabe interpretar como "excepcionales". La posible celia se halla en la parte más protegida del edificio, donde solo puede accederse por la puerta principal y a la que se llega a través de una escalera. Toda la habitación se encuentra a un nivel más elevado, y los objetos en ella depositados dispuestos sobre una tarima de madera, que ha sido localizada carbonizada. Toda esta información apunta la posibilidad de que nos hallemos ante una zona de almacenamiento de ofrendas, en la que junto a los grandes vasos de almacenaje aparecen platos de reinterpretación de originales fenicios, así como una pieza de uso ritual tan claro como es el vaso de pie calado. Si consideramos que el recinto de Vilalba presenta semejanzas con edificios de culto de origen orien-

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Figura 3.

Oinochoe, vasitos, mesita y punzón recuperados en la habitación H-2.

tal o centro-mediterráneo, parece lógico pensar que A2 pueda interpretarse como una celia, es decir, el lugar más sagrado de la estructura. En este sentido es coherente la situación de estos productos "prestigiosos" o de gran valor en este espacio protegido, prácticamente cerrado (no se trata de una enclosure pero sin duda alguna expresa funcionalidad de depósito o almacén votivo) y elevado. Cellae elevadas pueden ser localizadas en diversos centros de culto orientales. Observando la estructura podemos entrever un diseño del edificio en base a una planta compuesta por tres espacios diferenciados: un vestíbulo, muy reducido, una habitación principal, y un tercer recinto de tamaño inferior al de la habitación principal y de acceso elevado. Este tipo de planificación arquitectónica parece tener antecedentes en el mundo oriental,

desde Palestina hasta el norte de África, en la edificación de espacios sacros, destacando entre otros los templos chipriotas, con una celia principal techada, un recinto en un extremo, a veces a modo de nicho, y cámaras de almacenaje, como en el caso de Kition (Almagro-Gorbea, Moneo, 1999: 125-126), o de Agía Irini, santuario aislado que presenta una arquitectura parecida a la del Turó del Calvari: zócalo de piedra, alzado de adobe, piso construido a partir de la misma roca natural explanada y división en dos estancias, en una de las cuales se recuperó una mesa de piedra, con la superficie oscurecida, entre otros elementos como son unos altares revestidos de revoco (Blázquez, Valiente, 1981: 232). En Creta encontramos también durante el siglo VII a.n.e. estructuras parecidas, como es el caso de Dreros, donde se exhumaron unas mesas de ofrendas, quizá

58 / MUNDO CELTA Y PRERROMANO paralelizables a las del Turó del Calvari, una banqueta para depositar objetos de culto, etc. Más cercano al área que investigamos podemos apuntar la existencia del templo fenicio en el Mastio de Monte Sirai (Cerdeña), edificado durante el siglo VII a.n.e. y en funcionamiento hasta el VI a.n.e., un edificio de planta rectangular, con el lado oriental curvilíneo (aprovechamiento del zócalo de un antiguo nuraghi), con acceso elevado mediante escalera, sala central y una estancia sagrada —sánela sanctorum— al fondo, dividida en dos espacios por un pequeño muro, destinada a guardar la imagen del dios/diosa y las ofrendas. En este sentido, y a partir de los datos que tenemos actualmente, podemos indicar que el edificio del Turó del Calvari de Vilalba deis Ares representa una reinterpretación de unas formas ajenas a los planteamientos arquitectónicos indígenas presentes en esta área geográfica durante la Primera Edad del Hierro, y que su edificación obedece a un interés que supera claramente el ámbito doméstico, acercándose a los modelos de espacios sagrados generalizados en el Mediterráneo, sobre todo en cuanto a su ordenación interna. Asimismo, debemos considerar su construcción como un trabajo de conjunto, perfectamente jerarquizado y especializado, es decir, con obreros dedicados exclusivamente a la edificación de la estructura, exentos de otras tareas productivas, planteamiento que nos lleva a la posible existencia de una sociedad perfectamente organizada en esta zona en este momento cronológico, que primaría la edificación de este centro, quizás por su función comunitaria como lugar sacro. Puede intuirse, pues, que el recinto del Turó del Calvari podría actuar como un espacio cultual, asociado a un poder político y/o económico, que habría sido construido siguiendo un esquema —acceso-vestíbulo, habitación principal i celia— a partir de modelos interpretativos exógenos, posiblemente orientales, partiendo de una influencia que también se encuentra representada en la cultura material exhumada en el edificio, y que en el área del Ebro estaría motivada por los contactos entre las poblaciones indígenas con los navegantes semitas procedentes del sur peninsular, relación perfectamente documentada en esta región durante los siglos VII i VI a.n.e. EL TURO DEL CALVARI: ESPACIO RELIGIOSO Y/O ESPACIO DE PODER Tal como ya hemos indicado en los puntos anteriores, las campañas de excavación efectuadas hasta la fecha en el Turó del Calvari de Vilalba deis Ares han permitido determinar la existencia de un recinto de tipo turriforme de planta rectangular con los extremos absi-

diales, compartimentada en al menos dos habitaciones de diferentes tamaños, separadas por un tabique de adobe. Sus dimensiones, de aproximadamente 102 metros cuadrados, se han visto afectadas por remociones modernas, habiéndose perdido una parte de su planta. Sin embargo, el estado de conservación de los restos que se han mantenido es excepcional, habiéndose preservado en alzado prácticamente la totalidad del zócalo original. En cuanto a la funcionalidad de la estructura, por sus características arquitectónicas parece estar diseñada para hacer frente a funciones de protección de personas y bienes alojados en su interior, así como para ser vista desde el territorio circundante, hecho confirmado por la situación espacial del yacimiento que permite su visualización desde gran parte de su entorno. Sin embargo, si consideramos la ausencia en el interior del edificio de elementos claramente domésticos (como por ejemplo hogares) así como la localización en el mismo de unos materiales cerámicos excepcionales que parecen exceder los habituales parámetros de habitación, la interpretación de su funcionalidad estaría más relacionada con aspectos de tipo cultual o ritual. Nos hallamos pues ante unos elementos novedosos, desconocidos hasta este momento en esta área, que nos hacen replantear muchos aspectos sobre la transformación del mundo indígena del nordeste en su proceso evolutivo hacia lo que denominaremos cultura ibérica. Debemos tener en cuenta que hasta hace pocos años y a pesar del descubrimiento y excavación del yacimiento de Aldovesta (Mascort et alii, 1991) que aportó datos muy interesantes y plenamente innovadores sobre los contactos entre las poblaciones del bajo Ebro y los navegantes semitas procedentes del sur de la Península Ibérica, planteándose por primera vez la existencia de un intercambio regulado, es decir, de la presencia de una serie de redes de distribución susceptibles de ser aprovechadas por los elementos colonizadores (Mascort et alii, 1991), no se había planteado que estos contactos fueran tan profundos como parecen derivarse de la existencia de un recinto con las características del Turó del Calvari, donde se supera la relación de intercambio, penetrando en elementos más abstractos como pueden ser los de índole político (poder-prestigio) y/o religioso, a pesar de que la presencia de Aldovesta ya apuntaba la existencia durante la Primera Edad del Hierro de un complejo entramado organizativo del territorio, con una especialización de los asentamientos, destinándose algunos al almacenamiento y posterior intercambio de unas mercancías estimadas como "prestigiosas". Sin embargo, con la intervención en el recinto del Turó del Calvari y su posterior interpretación como espacio cultual, no queremos plantear la asimilación por parte de las comunidades indígenas de un concep-

ESPACIO RELIGIOSO Y/O ESPACIO DE PODER: EL YACIMIENTO PROTOHISTÓRICO DE "EL TURÓ DEL CALVARI" / 59 to religioso ajeno a sus creencias, pues la adopción o la aceptación de formas materiales nuevas podría relacionarse con el uso de un instrumental exógeno neófito que se adaptaría a la propia liturgia autóctona, al igual que se aceptan y se exaltan nuevos productos — aceite, vino, etc.—, aportados por los comerciantes fenicios surpeninsulares, y que son considerados "bienes de prestigio". Consideramos muy importante remarcar que este yacimiento no existía durante el Bronce Final, pues se construye y perdura mientras hay un contacto con el mundo colonial del sur de la Península Ibérica, es decir, está plenamente ligado a la expansión comercial fenicia por el nordeste peninsular y a los cambios que este desplegamiento produce en la población indígena que ocupa este territorio, cambios tan profundos que derivan en la construcción de un recinto de estas características. Queremos insistir pues en que el recinto del Turó del Calvari no es, desde ningún punto de vista, un establecimiento habitual en el nordeste peninsular durante la Primera Edad del Hierro, diferenciándose tanto estructuralmente como por los materiales recuperados de cualquier otro núcleo ocupado durante este periodo en esta zona. Ante este estado de la investigación, si consideramos los fenómenos de tipo cultual/religioso como manifestaciones del pensamiento de una sociedad o de su organización política y/o social, el recinto de Vilalba deis Ares nos apunta a la aparición de ciertos cambios a partir de la adopción de una serie de ítems exóticos, de los que el máximo exponente es el mismo recinto. Asimismo, los elementos cerámicos presentes señalan que el proceso no es traumático, pues a pesar de la ya conocida existencia de cerámicas procedentes del sur peninsular, hecho que también se documenta para esta misma época en yacimientos cercanos, se constata la pervivencia de elementos culturales indígenas representados en lo que en el Turó del Calvari hemos denominado un "capricho del ceramista", es decir, una tipología cerámica nueva, que, sin olvidar la antigua tradición de Campos de Urnas de la zona, aplica nuevos acabados, buscando semejanzas con un producto, posiblemente considerado lujoso o prestigioso, procedente del ámbito meridional peninsular, creándose objetos tan curiosos como el oinochoe con pié elevado troncocónico cuya parte superior imita producciones fenicias. A pesar de no poder confirmarlo actualmente, tanto por la naturaleza de los hallazgos como por la arquitectura del recinto excavado, podríamos encontrarnos ante un edificio en el que se realizarían ritos liturgiales o en el que se hallaría representada la divinidad, pues si bien en algunos casos el carácter "sacro" de estos recintos es difícil de definir, el material recuperado en su interior puede aportarnos los datos que indicarían su funcionalidad, tal como ocurre en otros contextos

donde "la calidad y naturaleza de los hallazgos" han sido decisivos a la hora de contextualizar un espacio como "lugar dedicado al culto o a guardar los objetos sagrados", como puede ser el caso de la habitación en la que se recuperó el vaso teromorfo y los fragmentos de mesitas-altares de barro del Tossal Redó (Lucas, 1989). En este caso, la única duda posible es si el recinto del Turó del Calvari se destinaba únicamente a funciones cultuales o si a la vez era un centro desde donde se dirigía política o económicamente esta región, pues sus características constructivas lo convierten en un tipo de edificio ajeno a este territorio que podría interpretarse como un centro económico-político-religioso, siendo los elementos exhumados en él totalmente diferentes, tanto en cantidad como en calidad, a los que se encuentran en la mayoría de asentamientos del territorio. El Turó del Calvari podría incluir funciones privadas, a pesar de que hasta la fecha no se ha documentado la presencia de elementos de tipo doméstico, como residencia de uno o varios representantes de una élite, formada por los "intermediadiarios" que controlarían los intercambios entre los grupos indígenas y los comerciantes mediterráneos procedentes del sur peninsular que en estos momentos dirigirían sus miras hacia las Tierras del Ebro, una actividad perfectamente documentada en los yacimientos de esta zona —destacando el caso ya señalado de Aldovesta (Mascort et allí, 1991)—, asegurando la llegada de los elementos de prestigio que les permitirían afianzarse y perdurar como grupo social privilegiado, a la vez que aprovecharían los elementos religiosos para permanecer en su posición se conformarían así los cimientos de un nuevo sistema que superaría las relaciones de intercambio de bienes del Bronce Final para avanzar hacia un proceso que, con el paso del tiempo variaría sustancialmente el esquema político, económico y social de las comunidades emplazadas en este territorio, que se verían de este modo inmersas en pocos años en una incipiente cultura ibérica. En este sentido, el recinto de Vilalba adquiriría en cierta forma además del carácter cultual, una simbología de centro de poder político, pues si bien desde el mismo podrían difundirse unas nuevas concepciones religiosas, se aprovecharía este hecho para controlar una actividad económica con connotaciones políticas, desde un punto de vista de control de un territorio. El recinto del Turó del Calvari se convertiría en el ejemplo más septentrional de lo que podría aproximarse a un recinto de tipo sacro-palacial, con presencia de unos elementos estructurales, materiales e ideológicos orientalizantes, desde el que una o varias personas que iniciarían un proceso de distinción intrasocial, podrían difundir unos cambios de tipo religioso, previos al establecimiento de nuevas formas de poder político.

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