Escrituras en acción. Notas sobre \"Una escalera contra la pared\" de Cristián Huneeus.

July 15, 2017 | Autor: Francisca García | Categoría: Eroticism, Authoritarianism, Chilean Literature
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Descripción

Escrituras en acción

Por Francisca García B.

Una escalera contra la pared. Cristián Huneeus. Sangría Editora. Santiago,
2011.

En una entrevista de 1984 Cristián Huneeus declaraba que "la literatura se
vincula con dos impulsos psicológicos elementales, que son la seducción y
la agresión". Con la primera de estas categorías, Huneeus se refería
puntualmente al motivo del erotismo que trabaja en sus obras; con la
segunda, al acto de irrumpir con ello en el Chile de la década del 80 y su
sistema político represivo, donde para él la hipocresía y el disimulo eran
requisitos imprescindibles de la sobrevivencia[1]. Esa relación estrecha
entre el cuerpo social y la respuesta de su literatura me hacen pensar en
la dificultad de disociar en el individuo Huneeus sus prácticas de
escritor, académico y agricultor, y, a la vez, en la imposibilidad de
marginar su literatura como si se tratase de un proyecto aislado y falto de
intención.
Una escalera contra la pared es una novela anómala hasta el punto que
a veces no se sabe qué se lee ni a quién se lee. Publicada por primera vez
en 2010 por Sangría Editora –el texto ha sido rescatado de su versión
mecanografiada original de 1983–, este libro pone en juego diferentes
estrategias literarias que inauguran un espacio intersticial delirante
entre ficción y realidad, verdad y mentira, también ocultamiento y
exposición; un espacio queno sólo caracteriza a esta novela en particular
sino también a todo el proyecto autoral de Huneeus.
La integridad de Una escalera contra la pared es acumulación y
fragmentos, formas expuestas como repertorios de palabras y de textos
ajenos a la narrativa tradicional: cartas, guiones, cuestionarios,
bitácoras, documentos de viaje e imágenes. Gaspar Ruiz, el personaje
central de la novela, compone un diario mural doméstico durante "el infame
verano del 56" –todas las citas son de la novela, a menos que indique lo
contrario–, con el fin de superar "la infamia, la suplantación, la
destitución (y la falta de imaginación)" provocadas por su grupo de amigos
en todos los ámbitos, incluso en la escritura, a pesar de que él es "el
verdadero escritor del grupo". El diario mural como propuesta de escritura
impone una lectura accidentada. No hay allí linealidad, evolución, ni
tampoco conclusiones. Al contrario, su sentido resultaría sólo de las
relaciones y las convergencias que el lector pueda hacer surgir desde el
inconsciente personal. De esa forma, pienso este texto equiparándolo a una
mesa de trabajo en donde el autor ha arrojado los materiales caóticamente
para que sea el lector quien deba recomponer el mosaico, como quien
confecciona un collage. Justamente es a partir de estas operaciones
creativas del lector que cobra importancia el epígrafe inicial de Juan de
Dios Martínez (alter ego del poeta Juan Luis Martínez), transcrito ahí como
una clara advertencia: "no empiece a subir [la escalera] sin haberse
provisto de una cuerda, uno de cuyos extremos será sólidamente fijado al
piso y el otro enrollado alrededor de su puño izquierdo. Por no haber
tomado esta precaución, muchas personas nunca han vuelto". Una vez
abandonada toda ilusión de unidad, constatación que responde directamente a
la crisis de representación de una realidad fracturada de fines del siglo
XX, la evocada cuerda proporcionaría a quien lee el instrumento para
conseguir atar a su propia manera los núcleos de sentido que surgen desde
el texto múltiple.
Sumada al motivo del erotismo –por más que la crítica se haya
esmerado en sublimarlo a la hora de hablar del proyecto Huneeus o que el
mismo autor lo superponga como una de sus principales estrategias para
"abrir ventanas y establecer corrientes de aire" en una coyuntura
asfixiada–, la escritura en fragmentos también puede leerse como parte de
ese impulso de seducción que gobierna su literatura, pues el fragmento no
puede significar otra cosa que la intención de evidenciar sólo una
parcialidad y dejar al entrever del ojo un contenido latente soterrado. Ese
juego de seducción permanente por medio de las apariencias se potencia, a
su vez, con la propuesta de las voces múltiples y simultáneas que se
expresan en la novela como espejos. El narrador, que se identifica a sí
mismo como un "cronista anónimo", dedicado a componer la historia de Gaspar
Ruiz, usurpa por momentos la identidad del personaje, "en este momento soy
Gaspar", dice, al punto de trasladar su propio relato a la primera persona.
A ese juego se suma en esta novela el del padre de Gaspar encarnado en la
voz de su hijo y, también, la interrelación Huneeus-Ruiz: el primero es un
"inolvidable amigo de toda especie de aventuras" para el segundo (tal como
este relata en el prólogo de su obra El verano del ganadero), mientras Ruiz
es definido por Huneeus como "un pituco y un pícaro, con tendencia a la
melancolía y siempre disponible para lo placentero"[2]. La ficción de
Gaspar Ruiz no sólo existe en esta novela sino también en las anteriores,
El rincón de los niños (1980) y El verano del ganadero (1983), por lo que
se ha dicho que Una escalera contra la pared viene a completar la
trilogía[3].
La conformación de este universo mutante, en donde no hay nada seguro
y todo se transforma, presentaría una suerte de huida de la interpretación
que desprestigia la sempiterna supremacía del contenido frente a la verdad
de las formas. Desde estas consideraciones, la novela integra como relato
incrustado el ensayo "La verdad y yo", que se cifra como pauta de lectura:
¿qué es la Verdad? Gaspar Ruiz, que "no tiene una mente filosófica" y a
quien "siempre lo atrajo más la apariencia formal que el contenido último
de las cosas", entiende la verdad como una abstracción absoluta, inmutable
pero escurridiza, que sólo surge en la medida de la percepción sensible.
Hay allí una renuncia expresa a la pretensión de eternidad o verdad
constituida del discurso narrativo, para abrir el relato a partir de sus
tácticas de persuasión cuidadosa, engaño con arte o ataque sin aviso
previo, campos semánticos que en definitiva exploran la relación dialéctica
seducción-agresión.
"En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte",
señalaba Susan Sontag al cierre de su ensayo Contra la interpretación
(1968) para validar la lectura a partir de esos códigos. No sólo la
narrativa de Huneeus sino muchos otros proyectos literarios en
Latinoamérica sortearon sistemas políticos represivos generando nuevos
modos de hablar como hermetismos con sus propias claves de desciframiento.
De esta forma, una erótica del arte podría dotar a estos proyectos –en su
condición de agentes de transformación– de una perspectiva necesaria, si
pensamos en que la escritura por medio del fragmento implica por sobre todo
negar la noción de última palabra.

Berlín, mayo 2012
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[1] Díaz, Cecilia. "Cristian Huneeus … tiene muchas cosas que decir…".
Pluma y Pincel 14, 1984, p. 80.
[2] Díaz 80.
[3] Lange, Francisca. "Notas sobre un diario mural doméstico. Epílogo", Una
escalera contra la pared, ídem., p. 234.
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