Escrito en barro: algunos aspectos de la escritura en la alfarería tradicional

June 13, 2017 | Autor: P. Cruz Sánchez | Categoría: Escritura, Alfarería
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Escrito en barro: algunos aspectos de la escritura en la alfarería tradicional

Nos hemos tomado la licencia de copiar parte del título del libro de Rosselló Bordoy (2000) para presentar esta primera aproximación al tema de la escritura en la cerámica, el cual apenas si cuenta con algunos pocos trabajos, los cuales muestran de una forma un tanto folklórico ciertas particularidades de las vasijas de los diferentes centros alfareros peninsulares. Pretende esta modesta aportación dar cuenta de algunos aspectos relativos a la presencia casi generalizada de escritura, casi telegráfica en la PEDRO JAVIER CRUZ SÁNCHEZ (D. y E. El Rebollar) Prácticamente desde la aparición de la cerámica encontramos trazos y símbolos que nos indican en ocasiones marcas de propiedad, una suerte de numerales otras o incluso decoraciones simbólicas en otros casos. Y es que el barro ha sido uno de los principales soportes para reflejar ideas desde los orígenes de la civilización. Sin necesidad de remontarnos mucho en el tiempo, podemos comprobar como los pueblos prerromanos, en especial el pueblo ibero en la Península Ibérica, contaban con un alfabeto propio que habitualmente representaban bajo la forma de frases o nombres en sus ornados cacharros. Los romanos, tomando tradiciones pasadas, nos han dejado abundantes muestras de su escritura en infinidad de recipientes, desde aquellos en los que se recogen los sellos correspondientes a tal o cual alfar (La Graufesenque en la Galia o Tricio y Andujar en la Península Ibérica, entre otros muchos), a tituli picti o graffiti con los nombres de sus poseedores en las paredes de sus vasos.

mayor parte de los casos, en buena parte de los recipientes que utilizaron nuestros antepasados, la cual nos ofrece noticias tales como los nombres de sus poseedores, la pertenencia de tal o cual cofradía o familia nobiliaria, pero también las devociones, ciertas marcas o simplemente frases hechas o chascarrillos que circularon de boca en boca de los paisanos de antaño; escritura premeditada las más de las veces u ocasional otras, de todos estos temas trataremos en las líneas que siguen a continuación.

La tradición árabe, tan arraigada en la Península, nos deja la presencia por su parte de numerosos recipientes principalmente de época califal con frases de carácter religioso entre los que destacan algunos versículos del Corán, entre los más conocidos, en los cuales se ha querido entrever en alguna ocasión un sentido apotropaico; no obstante son más comunes en las piezas de esta época textos antroponímicos o nombres de propiedad (Rosselló, 2000: 27) Los Siglos de Oro de nuestra Edad Moderna, como continuación de la etapa anterior, representan en la tradición alfarera un episodio muy a tener en cuenta por cuanto en estos momentos encontramos una serie de rasgos que luego podremos observar en las alfarerías tradicionales y que se advierten tanto en la propia distinción de los tipos cerámicos –piezas de mesa frente a otras de almacenamiento o cocina, separación que en los documentos de la época se marca claramente en alcalleres, olleros, tinajeros y tejeros–, como en el mundo de las decoraciones, en el cual entra de lleno el tema del presente trabajo. Esta distinción entre piezas de cierta presencia como pueden ser los platos

talaveranos destinados a las mesas mejor vestidas y aquellas otras de uso común, de uso más cotidiano, marca indefectiblemente el interés de aquellos cacharros objeto de nuestra atención –los del segundo grupo– frente a los primeros, elaborados para ciertos sectores de la población tales como el estamento eclesiástico, la incipiente burguesía urbana o algunos elementos de la aristocracia. Nos alejamos por tanto de unas piezas frente a otras que adoptaron un recurso técnico propio de la cerámica de lujo y lo popularizándolo en mayor o menor medida; es a partir de los siglo XVII y XVIII cuando comenzamos a advertir una corriente eminentemente popular en la alfarería, asociada en buena medida a la multiplicación de los obradores por buena parte de la Península, la cual ha pervivido hasta prácticamente nuestros días. Se generaliza el uso de la escritura, como bien señala Martínez Glera, a partir del siglo XVII en adelante (1991:392). Muestras en la alfarería Frente a aquellas otras escrituras en barro asociadas a determinados

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estamentos de los estamentos mejor posicionados, en las cuales se advierten una recurrencia casi obsesiva por mostrar los títulos, los cargos o los honores (apoyada en la representa-

ción del escudo de armas o el anagrama de la orden religiosa en cuestión), la escritura que se engloba dentro de género de lo popular atiende a parámetros más cotidianos, si

queremos decirlo así, aunque no siempre. No es este el lugar para efectuar un completo repaso de las escrituras que encontramos en las alfarerías de época moderna y contemporánea por cuanto sería un trabajo casi inabarcable; damos cuenta, más bien, de unos cuantos ejemplos tomados de aquí y de allí sin más afán que poner el acento en un aspecto que tal vez puede resultar algo accesorio respecto al tema de la alfarería, centrada ésta más en cuestiones relativas a obradores, influencias o vías de distribución y dispersión. En fin, tratamos de un modo tal vez algo atropellado escrituras en unos soportes específicos en un intento de deslindar para el futuro una vía de investigación que apenas se encuentra en el comienzo de su camino. Como ocurre en otras esferas de la escritura popular, a estos textos el investigador se puede acercar desde diversas ópticas: 1) la del contexto del propio objeto; 2) la del propio análisis morfológico de la escritura (tipografía, caligrafía); 3) el lenguaje y significado de la escritura y 4) como colofón de los anteriores, la tradición cultural presente tanto en el emisor del objeto como del receptor en el que surge una particular comunicación entrambos comprendida en un contexto y tiempo determinado. Partimos de la información que arroja la denominada cerámica de basto (Seseña, 1997) o utilitaria (González, 1989), habitualmente dotadas de cubierta o baño estannífero (lozas ordinarias según aparece en la documentación), la cual permitió por simple efecto cromático escribir cuando con la pasta tierna, en un proceso anterior a la cubierta estannífera. Un primer acercamiento al tema nos permite distinguir por tanto entre aquellas piezas vidriadas de las que no poseen esta cubierta, que en este caso aparece copado casi con carácter de exclusividad por las tejas. Mostramos, así las cosas, un ramillete de ejemplos tomados de aquí y de allá que, en ningún caso, pretende ser exhaustivo debido a la generalización de este tipo de práctica que ha pervivido hasta la actualidad.

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Tejas escritas Entramos de lleno en un tema poco tratado en los estudios etnográficos. Cabe recordar al respecto el ya clásico trabajo de J. Coll Conesa sobre las tejas decoradas del Valle de Sóller, algunas de las cuales muestran fechas de los siglos XVI y XVII, si bien el grueso de las conocidas son de los siglos XVIII y XIX (Coll Conesa, 1977: 614-615). Frente a aquellas tejas en las que se representan una variada simbología, las que muestran trazos escritos recogen frases y emblemas religiosos o, más frecuentemente, inscripciones profanas como aquella de Fornalutx que dice “Qui com es Jove no traballa, com es vell jeu a la palla” (Quien cuando es joven no trabaja, cuando es viejo duerme sobre la paja) (ibidem, 614). Conocemos en las tierras centrales algunos ejemplos de tejas escritas, la mayor parte de ellas datadas hacia la primera mitad del siglo pasado; al respecto baste recordar la teja conservada en el Museo Etnográfico de Castilla y León procedente de un alfar burgalés en el que se puede leer la frase: Ramón Simón/ tejero de Santibáñez/ Asturiano/ de / Llanes/ Vibaño/ Año 1951/ El Conbral (Dacosta, Gómez y Porro, 2004: 236). La localidad rayana de La Bouza (Salamanca) contó a principios desde siglo con un alfar que coció tejas para buena parte de los pueblos de la comarca; era frecuente que los tejeros de este obrador escribiesen sobre las tersas superficies de las tejas antes de entrar al horno algunas frases, una veces de carácter religiosas, otras profanas. Conservadas en el pequeño museo de Puerto Seguro proceden varias tejas escritas que tuvimos oportunidad de estudiar. Dice una de ellas: Esta teja tiene poder sobre-natural / que Dios y la Virgen de Fátima le a / dado rezando diez rosarios sino lo / castigará a las desgracias más grandes / de su casa. El carácter protector de la misma, dispuesta sobre el tejado es claro. Otra teja expresa, como lo hiciera la burgalesa, lo siguiente: Esta teja es la última que se hizo de la / temporada del año 1946. El día 3

de octubre / miércoles a las 4 de la tarde hace el nº / 15.000 en piezas en el tejar de Bouza / ANC. Más precisión, imposible. Otras tejas muestran textos de lo más variopinto: “María Almeida es bizca” o “Albañil yo soy la mejor teja que es puesta soy de Bouza”. Muchas de ellas, por fin, presentan con burdos trazos caricaturas, representación de animales o símbolos diversos. La cacharrería popular Las alfarerías de los siglos XIX y ofrecen infinidad de muestras de escritura popular; hasta tal punto es frecuente la escritura sobre el barro vidriado que prácticamente ningún alfar peninsular carece de piezas con algún tipo de muestra caligráfica en sus producciones, realizadas en la mayor parte de las ocasiones a petición de la clientela, si bien otras veces es el propio alfarero que inserta algún nombre o alguna frase en la vidriada panza del cacharro. Antes de entrar a exponer algunos ejemplos de los tipos de escrituras que nos podemos encontrar en esta alfarería, convendría recalcar un par de hechos; por un lado y desde el punto de vista del continente, buena parte de los textos que encontramos en los XX

barros hacen referencia al líquido que transportan y así es como se suele indicar el tipo de líquido –vino fundamentalmente–, quien lo disfruta y sus excelencias. Se trata pues de un recurso que se repite en la mayor parte de los casos que conocemos, sea tanto para uso individual como para uso de colectivos, tales como las cofradías. Por otro lado es necesario reseñar la importancia de la propia escritura como informadora del sujeto que encarga el texto, quien lo escribe y quien lo lee. Este tipo de escritura, de caligrafías, cuenta con un lenguaje particular de clara extracción popular en el que se entreveran elementos cultos, en un contexto propio de ámbitos rurales y que es preciso desvelar para comprender en su totalidad un fenómeno casi tan antiguo como el nacimiento de la cerámica. A la hora de enfrentarnos a la escritura popular sobre la cerámica se hace preciso establecer una aproximación tipológica para este tipo de manifestación que permita ordenar a priori todo el amplio abanico de textos que recogen los cacharros de uso cotidiano. En este sentido, hemos establecido una serie de grandes bloques que recogen de manera global

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la tipología de textos que podemos encontrar impresos en el barro. Son las siguientes: · Letreros de propiedad · Escritos de tipo piadoso · Sentencias y frases jocosas · Cerámica funeraria · Otros Letreros de propiedad Se trata, sin ningún género de dudas, de la escritura más generalizada en la cerámica. Los ejemplos son innumerables y los encontramos en todo tipo de recipientes, desde piezas de almacenamiento o cocina hasta aquellas otras destinadas a la mesa; la frase más habitual es Soy de fulano o para uso de mengano, si bien encontramos otras fórmulas en las que se realizan detalladas descripciones de sus propietarios, de los alfareros, el año de fabricación y el lugar de ubicación del obrador. En la localidad pinariega de Tardelcuende (Soria) dimos con una jarra vidriada en amarillo que recogía la siguiente frase: Soy para el servicio de/ Cipriano Barranco y/ su consorte Eulalia Antón/ vecinos de Madriguera/ fabrica Leandro López/ año 1882. En una jarra de la localidad riojana de Haro encontramos por su parte el letrero que sigue a continuación: Soi de la / Billa/ de Aro/ año de 1786 (Martínez Glera, 1991: 391); vemos cómo en este caso es la propia villa quien realiza el encargo de un jarra cuyo uso tal vez tenga que ponerse en relación con los sistemas de control de las medidas de líquidos de la localidad. En otra jarra procedente de Peñafiel (García Benito, 2004: 188), se escribe Soy de/ Julián de Grado Zarza/ y de/ Micaela Martínez/ 1818. Hay ocasiones en las que se realizaron por encargo piezas, ciertamente excepcionales eso sí, en las que se detallan datos precisos de su propietario, acompañando al texto toda una serie de dibujos alusivos a la vida de su posesor. Recoge Lezcano Tejado a este respecto una ponchera fechada en 1912 procedente de los alfares de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real) en la que narra con dibujos el oficio de Gregorio Hernández/ operario de el Servicio de aguas/ de la Cñia de M. Z. A.

Alcazar de San Juan/ (Ciudad Real) (Lezcano Tejado, 2000: 169). Junto con las piezas de encargo, ciertos talleres como los de Alba de Tormes (Salamanca) realizaron multitud de recipientes con los nombres más habituales en el santoral, por mor de una mejor venta. A este respecto el alfarero Tadeo Pérez Hernández comentaba que cuando acudía a las ferias “…las mujeres te revolvían toda la loza para encontrar su nombre y era una molestia, y se empezaron a evitar por aquella causa los nombres” (citado en Bofill et alii, 1991: 157).

Escritos de tipo piadoso Relacionados con los textos anteriores, los escritos de tipo piadoso suelen ser a la vez encargos bien de Cofradías que es lo más habitual, bien de devociones particulares; en estos se mezcla por tanto, el propio encargo con la devoción particular. Se trata de un tipo de escritura que se documenta al menos desde el siglo XVI tal y como se pone de manifiesto en una jarra del alfar riojano de Navarrete en la que se lee Cofradía de la Soledad de Viana/ año de 1588

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(Martínez Glera, 1991: 343). A lo largo de los siglos siguientes y sobre todo a partir del siglo XIX encontramos multitud de ejemplos; así procedentes de los alfares de Peñafiel encontramos dos magníficos ejemplares de jarras de cofradías. La primera, fechada hacia 1871 reza lo siguiente: Esta jarra es de la Compañía de Jesús/ viba la alegriya viba la unión viba el bino tinto/ que a todos nos gusto Dios guarde muchos años/ los clabeles y las rrosas las azucenas y lirio no me/ padecen también como tume as padecido/ Liro Miro (citado en García Benito, 2004: 187). La segunda, del siglo XX, ofrece la siguiente inscripción: Recuerdo de Bonifacio Zarza/ para la Cofradía de San Roque/ llevaba 45 años de cofrade/ Peñafiel 3 de septiembre de 1950/ Feliciano Curiel/ alfarero (ibidem, 188-190). Encontramos, no obstante, frases más sencillas del tipo Viva el dulce nombre de Jesús (ibídem, 190) o, más frecuentemente, los anagramas de María o Jesús o distintos motivos de carácter religiosos tales como cruces, azucenas, representaciones de la Virgen o los instrumenta martiria, tal y como podemos encontrar en las representaciones del arte pastoril (cf. Cortés Vázquez, 1992). Dentro de este conjunto podemos incluir todos aquellos recipientes, realizados por lo común de encargo y en grandes cantidades, destinados a su venta en las principales romerías comarcanas. Así a los diferentes alfareros de Peñafiel se les encargó en numerosas ocasiones la factura de unas pequeñas jarritas, platos y barrilitos para la romería del santuario segoviano de El Henar; si bien era habitual la representación de la imagen de la Virgen del Henar, no lo es menos la presencia de barrilas con el letrero Rdo. del Henar, las cuales se vendían en los puestos que se instalaban en las inmediaciones del santuario el día de la fiesta. En este caso la escritura que habitualmente cuenta con un carácter de cierta exclusividad, pasa a formar parte de un producto estandarizado que pierde parte de su significado cuando se hace en serie.

Sentencias y frases jocosas No menos abundantes son aquellos recipientes – nuevamente jarras y cántaros- en los que se escriben frases jocosas muchas de ellas relacionadas con el líquido que contenían. Si bien las encontramos en numerosos alfares peninsulares, no es menos cierto que menudean en aquellos obradores cercanos a las comarcas vitivinícolas tradicionales, tal y como ocurre en la Ribera del Duero (alfares de Peñafiel) o en La Rioja (alfares de Navarrete). Muestras todos ellos frases hechas, con chascarrillos procedentes del acervo popular unas veces y otras vulgarizaciones de frases de origen culto. Los ejemplos son también abundantes. Entre las fórmulas más sencillas encontramos en una jarra peñafielense la frase que dice Gil Gimeno/ Mecogerás conbalor/ Megarás cononor (García Benito, 2004: 189); las dos siguientes procedentes de Navarrete rezan así: Si bebes mi vino/ te pones pepino o Si sabes beber beberás/ sino me dejas en paz/ Rº Navarrete (Martínez Glera, 1991: 392 y 399).

Encontramos así mismo complejas retahílas cuyo origen hay que buscarlo en la fraseología popular; una jarra de la localidad vallisoletana de Peñafiel (García Benito, 2004: 189) expresa: Viva el vino y las mujeres / Javier Rodríguez / Castrillo de Duero / Si quieres vivir sano y contento bebe / de este elemento. Otra pieza de La Rioja (Martínez Glera, 1991: 397) dice lo siguiente: Soy para Deogracias el del Vicho / y por el sigo cazando / el vino que bebo aquí lo bebo de Contrabando / Yo que soy cazador a mi me pilló un ribazo / y ya me encomiendo a Dios / Lo yzo Canuto Fajardo. Si bien la mayor parte de las coplas y chascarrillos encuentran su génesis en el acervo popular, encontramos algunos dichos en los que es posible rastrear un origen culto. En una jarra salida de los alfares riojanos de Navarrete Martínez Glera (1991:394) recogió esta frase en latín castellanizado: Al agua la llaman Egüis al vino Consolitatis solo quiero vinitatis porque mata gusarapis

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Cerámica funeraria Aunque con un soporte que difiere a veces sustancialmente de las piezas que estamos tratando, no podemos dejar de mencionar un tipo muy especial de cerámica que mezcla tanto los propios elementos de la cerámica popular con aquellos otros de la escritura y los particulares del mundo funerario, enormemente complejo por otro lado para tratarlo en estas breves notas. Parece que en diferentes ámbitos de la Península se elaboraron por encargo lápidas sobre revestimientos cerámicos –áreas aragonesa y toledana preferentemente–, muy comunes en aquellas áreas a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que perduraron hasta prácticamente el primer tercio del siglo siguiente. Muestran en este caso una elaboración tipográfica más cuidada que la escritura sobre cerámica de basto, si bien encontramos en las lápidas el mismo sabor popular que en aquellas. Traemos a modo de ejemplo una lauda conservada en el Museo Etnológico de Muel fechada en 1858 que reza lo siguiente (Álvaro Zamora, 2000: 25): Aquí yacen los res tos mortales de Do mingo Ansón que mu rió el veinte de nobiem bre de 1858 a los 64 años de su edad rogad a Dios por su alma. En otros casos se incluyen junto con el nombre, edad y fecha del difunto unos versos, elaborado todo ello con una caligrafía que nos recuerda en la distancia aquellos viejos manuales que servían de modelos caligráficos que tanta difusión tuvieron a lo largo de los siglos XIX y XX. Traemos otro ejemplo, también procedente del cementerio de Muel (González-Hontoria, 1991: 104) en el que se puede leer: Aquí yace Bárbara Mainar Falleció el 18 de Octubre del año 1885 A los 22 años 10 meses 14 días de su edad Bárbara bien de mi vida A Dios te encomendamos

Porque tus virtudes son El perdón de tus pecados. Nos dejaste en un clamor A tu niña y tu esposo Pídele a Dios con fervor Que es muy misericordioso. Existe una costumbre que aún hoy perdura y que consiste en la colocación de recipientes cerámicos sobre las tumbas de los familiares desaparecidos el día de difuntos y que encuentra su génesis en viejas prácticas rituales que caben ser llevadas a los primeros tiempos de la Humanidad. Pues bien, se documentan en algunos puntos de la geografía peninsular la existencia de un especial tipo de recipientes de loza, de claro sabor popular en los que se representa bien una cruz de color oscuro pintada que destaca sobre el color claro del barro o las iniciales del finado o incluso la inscripción R.I.P. bajo una cruz pintada (González-Hontoria, 1991). Otros En este apartado, por fin, englobamos toda una amplia variedad de escrituras y dibujos dispuestos sobre las panzas de las piezas cerámicas; nos encontramos, en todo caso, ante textos y símbolos que forman parte de una tradición que no es exclusiva de este tipo de materiales sino que encontramos sobre otros soportes bien sean de tipo mueble –madera, textiles, asta, o incluso la propia piel humana.–, o incluso inmueble, tal y como se nos muestra muchas veces en dinteles y tozas, bien esgrafiados bien grabados. Si bien son las representaciones de letras y números los más habituales –abreviaturas o iniciales de sus propietarios y fechas de fabricación–, no dejamos de observar la presencia de otros tipos de textos de origen antiguo pero que se adapta a los nuevos tiempos. Regalos conmemorativos o acontecimientos familiares (ya se sabe, bodas, bautizos y comuniones), han ido tomando el relevo a aquellas otras frases de tipo religioso, laudatorio o jocoso que encontrábamos en muchos de los recipientes que encar-

garon nuestros antepasados y que pasaron de generación en generación hasta quedar apartados en algún rincón de nuestros sobrados. La escritura sobre barro –por tanto– no ha desaparecido pero se ha transformado paulatinamente en objeto de souvenir. Bibliografía citada ÁLVARO ZAMORA, Mª I. (2000): Muel. Ruta de la Cerámica de Aplicación Arquitectónica. Diputación de Zaragoza. BOFILL CATALÁ, Mª V., HERNÁNDEZ RAMOS, L Y LATRE GONZÁLEZ, G. (1991): La alfarería de Alba de Tormes. Diputación de Salamanca. COLL CONESA, J. (1977): “Tejas decoradas en el Valle de Sóller”, en Etnología y Tradiciones Populares. II Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares: 611-633. Zaragoza. CORTÉS VÁZQUEZ, L. (1992): Arte popular salmantino. Salamanca. DACOSTA, A., GÓMEZ LACORT, E. Y PORRO, C. A. (2004): “El barro: símbolo y función”, en Museo Etnográfico de Castilla y León: 219237. Zamora. GARCÍA BENITO, A. (2004): Cerámica tradicional de Peñafiel. Diputación de Valladolid. GONZÁLEZ, P. (1989): Cerámica preindustrial en la provincia de Valladolid. Valladolid. GONZÁLEZ-HONTORIA Y ALLENDESALAZAR, G. (1991): El arte popular en el ciclo de la vida humana. Nacimiento, Matrimonio y Muerte. Testimonio Compañía Editorial. Madrid. LEZCANO TEJADO, J. M.ª (2000): Los Barreros. Alfarería en la Provincia de Ciudad Real. Diputación de Ciudad Real. MARTÍNEZ GLERA, E. (1991): La alfarería en La Rioja. Siglos XVI al XX. Gobierno de La Rioja. ROSSELLÓ BORDOY, G. (2000): Escrito en barro. Notas sobre epigrafía en cerámicas de época islámica. Trabajos del Museo de Mallorca, 58. Palma de Mallorca. SESEÑA, N. (1997): Cacharrería popular. La alfarería de basto en España. Alianza Editorial. Madrid.

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