Escenas de \"Londres\" de Virginia Woolf

September 4, 2017 | Autor: Diego Alegria | Categoría: Modernist Literature (Literary Modernism)
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Descripción



Escenas de Londres de Virginia Woolf:
La experiencia común y la experiencia individual

Desde 1882 hasta la década de 1920, transcurrió la vida de Virginia Woolf en Londres, específicamente en las casas de Hyde Park Gate (Kensington) y de Gordon Square (Bloomsbury). En Hyde Park Gate, la escritora pasó su niñez, recibiendo educación y disfrutando sus primeras lecturas. En 1904, después del fallecimiento de su padre, se mudó a Gordon Square, donde tuvo una activa vida intelectual y literaria junto al círculo de Bloomsbury, casándose con Leonard Woolf, uno de sus miembros, en 1912. Más tarde, se mudaría al condado de Sussex, al sur de Inglaterra.
Londres no significó tan sólo, para Virginia Woolf, la ciudad en que transcurrió parte de su vida, sino también el espacio en que se desenvolverían los personajes de La señora Dalloway. Sin embargo, no existían textos de Virginia Woolf cuyo único motivo y eje central fuesen hablar y pensar en Londres, hasta febrero de 1931, cuando la revista Good Housekeeping encargó a la escritora seis artículos sobre la capital inglesa.
En un principio, y así lo indica su diario, Virginia Woolf no tenía la certeza sobre qué escribir. Era un trabajo por encargo que le producía tedio, pero Good Housekeeping pagaba 50 libras por cada artículo, una suma de dinero importante para aquella época. A lo largo de todo el mes de marzo, Woolf realizó incursiones para recopilar material. Visitó las residencias de Thomas Carlyle y de John Keats, los muelles de Londres y la Cámara de los Comunes. Necesitaba detenerse en los espacios que ella misma había frecuentado como transeúnte, pero no como escritora, encargada, esta vez, de describir su propio deambular por la ciudad de Londres.
Desde el 2 al 11 de abril de 1931, Woolf se instaló en su casa de Sussex, para terminar su trabajo. En diciembre del mismo año y a lo largo de 1932, la revista Good Housekeeping publicó en entregas bimensuales la serie de artículos, titulados como "Retrato de una londinense", "Los muelles de Londres", "El oleaje de Oxford Street", "Casas de grandes hombres", "Abadías y Catedrales" y "Esta es la Cámara de los Comunes". Los artículos están construidos como verdaderos relatos, que retratan la experiencia individual y la experiencia común londinenses, a partir de la perspectiva del narrador-transeúnte.
Antes de comenzar el análisis de cada artículo, es necesario definir experiencia individual y experiencia común. Para ello se utilizará el libro La "reflexión" cotidiana: hacia una arqueología de la experiencia del filósofo y profesor Humberto Giannini.
El individuo posee ciertas características, cierta posición y ciertos vínculos, establecidos a través del tiempo, con los demás individuos y cosas. A esto denominamos experiencia individual. Sin embargo, como dice Giannini, "existen aspectos, estructuras, modos de ser y devenir", que, establecidos a través del tiempo, "parecen los mismos en una multiplicidad de cosas", que enriquecen, a su vez, las diferencias e individualidades. A esto, en cambio, denominamos experiencia común.
Estos conceptos se relacionan con espacios característicos de toda ciudad: la experiencia individual con el domicilio, y la experiencia común con el trabajo y la calle. El domicilio significa el lugar donde el hombre está disponible para sí, usando y disfrutando los objetos que tiene alrededor. El trabajo, en cambio, es el lugar donde el hombre está disponible para otros "a fin de ser para sí, en un tiempo externo y mediatizado". La calle representa el medio de comunicación y de circulación ciudadanas, que une al domicilio con el trabajo.
Si se hace referencia a la experiencia individual y la experiencia común en Londres, es necesario definir el concepto de cotidianeidad, el cual significa, para Humberto Giannini, "lo que pasa cuando no pasa nada" y se relaciona, a su vez, con el término rutina, entendido como lo que se vuelve a hacer día a día.
Teniendo en cuenta estos conceptos, se clasificarán los seis artículos en dos tipos: aquellos que hablan sobre el domicilio, y aquellos que hablan sobre el trabajo y la calle. Posteriormente, cada uno de los textos se analizará por sí solo, para luego establecer entre ellos semejanzas que logren demostrar la configuración de la experiencia individual y la experiencia común en los textos de Woolf.
Dentro de los artículos sobre el domicilio, se encuentran "Retrato de una londinense", el cual corresponde a una caracterización de la vida privada y la personalidad de la señora Crowe (personaje ficticio), y "Casas de grandes hombres", donde se describe las casas de Carlyle (historiador y ensayista británico) y de Keats (poeta inglés del romanticismo), a partir de los objetos que las conforman.
En el párrafo primero y último de "Retrato de una londinense", Virginia Woolf establece que conocer Londres en su real dimensión significa recorrer sus calles, visitar sus casas, entendiendo la ciudad no como una reunión económica e industrial, sino como el centro de la vida cotidiana.
Cuando el transeúnte pasea por las calles residenciales de Londres, tiene la impresión de que las casas son prácticamente iguales, al ver sus fachadas. Sin embargo, lo que identifica y distingue de manera especial a dichas casas, son sus habitaciones. A partir de esta idea, se comienza a describir la casa de la señora Crowe, específicamente sus rincones más usados, como el sillón, la chimenea (en invierno) y la ventana (en verano). Es allí donde transcurre su vida.
Por sesenta años, la señora Crowe ha llevado un vestido negro y un broche de diamantes. Nunca ha estado sola: siempre ha habido invitados, quienes no son precisamente amigos, sino especies de informantes de la vida en sociedad londinense. Mediante la conversación con sus invitados, la señora Crowe busca información sobre los demás habitantes de la ciudad, para, de esa forma, imaginar y construir las vidas de otros. Por eso, cuando sale de su privacidad y visita las casas de personas ilustres, se mantiene al margen, porque esa realidad, que conoce y recrea a partir de la descripción de sus invitados, no le pertenece. La señora Crowe es, en definitiva, una "coleccionista de relaciones".
En el segundo artículo sobre el domicilio, Virginia Woolf nuevamente establece que, a través de las casas, conocemos a los hombres que las habitan. Pero agrega que son los artistas, específicamente los escritores, quienes verdaderamente "imprimen su personalidad en sus posesiones con más fuerza que otros hombres", por cuanto representan en sus obras, consciente o inconscientemente, dichas posesiones. A partir de esta idea, se describen, en primer lugar, la residencia de Thomas Carlyle y, en segundo lugar, la de John Keats.
La casa de Carlyle, ubicada en Cheyne Row, número 5, Chelsea, es alta y vieja, y estaba habitada por el escritor, su esposa, llamada Jane Welsh Carlyle, y su sirviente. No tenía agua, ni luz eléctrica, ni calefacción de gas. Estaba repleta de libros, con el aire denso de humo de carbón, con grandes camas y con aparadores de caoba.
La residencia era un escenario de esfuerzos, de discusiones y de lucha perpetua. El matrimonio se amaba, pero tenía problemas domésticos: buscaba la comodidad como fundamento verdadero de su propia felicidad. Sin embargo, cuando se poseen nuevos objetos que permiten comodidad, se produce un cambio y un desequilibrio en la vida cotidiana, puesto que se debe generar una nueva relación entre uno mismo y los objetos que construyen el hogar. Por esa razón, la cotidianeidad, en palabras de Woolf, confiere la "voz de la casa".
La residencia de John Keats, ubicada en Hampstead, al final de una calle, es blanca y está rodeada por una empalizada. Pertenecía a un tipo de vivienda habitada por gente modesta, con tiempo libre, buscando descanso y recreo. Está distribuida en cuartos pequeños, de hermosas proporciones. La pieza de Keats tenía 2 sillas, algunos muebles y alrededor de 150 libros. Era una estancia "amueblada con luz y sombra".
La casa demostraba orden y dominio del propietario sobre sí mismo. Su espacio más utilizado era la silla, donde el poeta leía o contemplaba su jardín en temporada de primavera. La ventana del cuarto representaba el límite y, al mismo tiempo, la conexión entre el domicilio de Keats y el espacio comprendido por la alta colina, donde era posible ver a Londres desde la distancia. "Todos los rumores de la vida", como dice Woolf, quedaban silenciados en la casa de Keats, quien, a partir de ese silencio, sólo se dedicaba a observar.
Dentro de los artículos sobre el trabajo y la calle, se encuentran "Los muelles de Londres", el cual corresponde a una descripción del puerto de la ciudad y su rol en el comercio, "El oleaje de Oxford Street", donde se caracterizan los negocios, las casas y los transeúntes de esta calle londinense, "Abadías y Catedrales", el cual contrasta la tranquilidad de los muertos y los espacios religiosos con la vida rutinaria de los transeúntes, y "Esta es la Cámara de los Comunes", donde se caracteriza a los parlamentarios de ese entonces, comparándolos, posteriormente, con las autoridades que gobernaron en tiempos pasados.
En "Los muelles de Londres", el narrador observa los buques que viajan por el río Támesis. Son barcos grandes y naves pequeñas, provenientes de distintos lugares del mundo, que tripulan inmigrantes y cargan mercancía novedosa para los compradores ingleses. Cerca de los muelles, están construidos los almacenes y las casas de los obreros, y más atrás, los edificios, cúpulas, campanarios y fábricas.
A lo largo del artículo, se contrastan dos realidades. La primera tiene relación con los buques cuando navegan en soledad por los mares, y la otra cuando desembarcan en el muelle, entregando mercancía, volviendo al mundo civilizado. La segunda, en cambio, compara el placer de navegar por el río y caminar por los campos, con el desorden de la ciudad y el trabajo. Sin embargo, todo se ha vuelto industria y negocio. La ciudad de Londres vive para y por el comercio, ya que son sus ciudadanos quienes, al tener gustos, modas y necesidades, llaman a los buques hacia el mar.
En el segundo artículo sobre la calle y el trabajo, los productos refinados y traídos por embarcaciones desde tierras remotas, como prendas, muebles y cigarrillos, son comercializados en Oxford Street, donde se encuentran palacios, tiendas y negocios exclusivos. Las fachadas y los espacios interiores de dichos edificios demuestran un mayor interés por los aspectos decorativos que por la construcción misma, puesto que los habitantes privilegian un estilo arquitectónico "novedoso" por sobre una construcción duradera.
El transeúnte de Oxford Street no camina por placer, sino por la necesidad de adquirir productos nuevos y lujosos, sintiendo el constante roce de los demás transeúntes, movidos por la exhibición y la oferta. En definitiva, Oxford Street es, en palabras de Woolf, "un criadero, un dínamo de sensaciones".
En el tercer artículo sobre la calle y el trabajo, el narrador describe la catedral de Saint Paul y la abadía de Westminster. La primera es una estructura gigantesca y amenazadora; la segunda, una construcción estrecha e inquieta.
Cuando un transeúnte entra a esos espacios o visita la lápida de algún ser querido, tiene la sensación de pausa y de expansión, de liberación de las prisas y de los esfuerzos, en contraposición a la vida presurosa y ajetreada del trabajo y las calles, donde los transeúntes causan la impresión de ser "demasiado parecidos entre sí, para tener cada cual su nombre, su carácter, su propia vida separada".
A lo largo del artículo, se contrasta la multitud que camina por las calles, chocando y esquivándose, con el individuo que se detiene, vigilando sus costumbres cotidianas, pensando en la vida y en la muerte.
En "Esta es la Cámara de los Comunes", el narrador describe los muebles del edificio, los escudos nobiliarios, los bancos de cuero y los papeles en blanco sobre la alfombra. La Cámara tiene leyes y códigos de comportamiento propios. Está integrada por parlamentarios, quienes, a pesar de juzgar y utilizar a los hombres, y de comportarse irreverentemente, están encargados de gobernar el país.
Estos representantes, con sus intentos de derribar a todo hombre excepcional, se diferencian de las antiguas autoridades, quienes soportaban y resolvían, de la mejor manera posible, los problemas humanos. Por esa razón, la población les agradecía y conmemoraba, erigiendo estatuas. Sin embargo, "los días del poder personal de hombres individuales habían pasado": no se necesitaba la mano de una persona para la dirección de un asunto, sino la de todo un grupo.
En "Retrato de una londinense" y "Casas de grandes hombres", se intenta configurar la experiencia individual de la Señora Crowe, de Thomas Carlyle y de John Keats, a través de una descripción de sus respectivas residencias. Los personajes establecen un vínculo con las cosas que usan y les rodean: en la Señora Crowe, el sillón, la chimenea y la ventana, conectados con la llegada de sus invitados; en Thomas Carlyle, el pozo de agua, vinculado con la falta de comodidad; y en John Keats, la silla y la ventana, relacionados con la contemplación y el aislamiento.
En los tres personajes, la casa es el lugar donde el hombre está disponible para sí, pero no para los otros, por cuanto el hombre no tiene contacto con las demás personas, como en la calle y en el trabajo. En el caso de la Señora Crowe, ella, a pesar de conocer la vida cotidiana de los demás londinenses, no sale de su intimidad, de su ser para sí. Por esa razón, la experiencia individual se construye a través del tiempo, puesto que el contacto directo e indirecto con las cosas y los individuos, modifica la identidad del hombre y su posición en el mundo.
En "Los muelles de Londres" y "El oleaje de Oxford Street", el trabajo permite beneficio económico, a través del traslado, por parte de los buques, y la venta de las mercancías, por parte de las tiendas y los almacenes. La mayoría de los ciudadanos londinenses desarrolla su vida entorno al trabajo, es decir, a un estar disponible para el otro a fin de obtener ganancias.
El transeúnte de Oxford Street u otra calle comercial de Londres, camina con la intención de comprar algo que sea novedoso en relación a su cotidianeidad, y no con el objetivo de transgredir esa cotidianeidad, a través de un paseo o una conversación en la calle. Esta realidad se contrasta con las abadías, catedrales y cementerios, donde el hombre se escapa de su rutina, para pensar en su ritmo de vida. Finalmente, a partir de "Esta es la Cámara de los Comunes", es posible observar el cambio en la visión de cómo gobernar: primero, se pensaba en el poder personal de una autoridad, después, en el poder colectivo de un grupo.
Estas características y modos de ser del ciudadano londinense permiten configurar la experiencia común, la cual se construye gracias a las semejanzas existentes entre las experiencias individuales y la relación entre los habitantes de la ciudad.


Giannini, Humberto, La "reflexión cotidiana" Hacia una arqueología de la experiencia, Santiago: Editorial Universitaria, 1999. Pág. 146.
Ibíd., 27.
Ibíd., 21.
Woolf, Virginia. Londres. Buenos Aires: Lumen, 2010. Pág. 13.
Ibíd., 51.
Ibíd., 53.
Ibíd., 59.
Ibíd., 59.
Ibíd., 39.
Ibíd., 66.
Ibíd., 86.

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