Es un amor tan grande que no se puede explicar

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Descripción

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Mara Martínez Morant Doctora y profesora en Antropología Social y Cultural Coordinadora del Área de Cultura en Bau, Centre Universitari de Disseny Coordinadora del grupo de investigación “Transformabilitat i disseny” en Bau, Centre Universitari de Disseny Coordinadora de Antropología de la vida animal. Grupo de estudios de etnozoología (ICA)

“Es un amor tan grande que no se puede explicar” El titular de este escrito responde a la afirmación que realizó una informante1, Aitana, cuando inicié un trabajo de investigación etnográfica2 hace un tiempo. La contundencia de esa frase, vinculada con la tenencia de 36 gatas y gatos repartidos en dos pisos de unos 20 metros cuadrados cada uno, fue la chispa que me llevó a interesarme por desarrollar una indagación fundamentada en lo que se conoce como “Animal Hoarding” o acumulación de animales. Durante 2013 y 2014 tuve ocasión de conocer algunas investigaciones publicadas sobre esa cuestión, realizadas en el contexto europeo y estadounidense pero, en lugar de calificar de enfermas a las personas que acumulan animales, como apuntaban los documentos que consulté, quise entender aspectos del fenómeno y para ello me centré en etnografiar diferentes casos, siguiendo el sistema de “bola de nieve”. Esto es, una informante me facilitó conocer a otra y así sucesivamente hasta que alcancé un total de 9 casos repartidos entre la ciudad de Barcelona y su área metropolitana. La idea de exponer aquí algunos datos de mi investigación es para aportar información sobre un modo de amar a los animales que conduce a recogerlos de la calle, o del espacio público en general, que es cuando esos animales presentan una situación harto deplorable (enfermos, heridos, maltratados, desnutridos, etc.) y encerrarlos en el ámbito doméstico, esgrimiendo argumentos que se centran en la protección, cuidado, cura, esterilización, adopción, empatía o cualesquier otro término que signifique ayudar al Otro3. En ningún caso pretendo enjuiciar a

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Un o una informante es la persona que facilita información sobre un tema que es objeto de estudio, mediante la narración de aconteceres a través de entrevistas pautadas. 2

La etnografía es una forma de investigación social que se realiza, fundamentalmente, a través de observar a las personas y lo que hacen, de forma próxima y personal, con objeto de descubrir la perspectiva o punto de vista del/de la informante. La etnógrafa participa de la vida cotidiana de la gente durante un período de tiempo, observando, escuchando, preguntando, estudiando documentos vinculados con el objetivo de su investigación, elaborando hipótesis y actuando de acuerdo con ellas. En definitiva, recopilando datos que aporten conocimiento sobre el tema que atañe a la investigación. 3

La Alteridad es alternar o modificar la perspectiva propia por la del Otro, respetando y considerando su punto de vista. Lo que en Antropología se denomina “Otro diverso”. Es desde esta posición a la que hago referencia, cuando explico que las informantes desean ayudar a los otros animales.

“Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

2 mis generosas informantes, aunque sí pueda plantear una serie de interrogantes que no han sido plenamente respondidos por la investigación todavía inconclusa. Empiezo, pues, hablando del amor porque es la palabra que utilizan todas las informantes para referirse a su vinculación con los otros animales y se convierte, así, en el eje del discurso que presentaré. El amor es un sentimiento que muestra un ser hacia otro y que se expresa al sentirse complacida con aquello que es bueno para ese ser y con la pena y el disgusto cuando lo que acontece es malo. También, se experimenta y manifiesta amor hacia otro ser al desear su compañía, conocerle, comprenderle y, sobre todo, respetarle. El término amor se transforma en otros que podrían ser sinónimos como querer o cariño, que se aplican en escenarios cotidianos y familiares como el sentir cariño por ese animal conviviente o de familia que nos acompaña o querer a un familiar. Aquí querer o cariño son palabras intercambiables, pudiendo aplicarse indistintamente a un animal humano o a los otros animales. Lola, que tiene 23 gatos en su piso de 55 metros cuadrados, lo explica diciendo que: “…yo les quiero tanto pero, tanto, tanto, a mis gatitos que con ellos me siento que ya no estoy en este mundo…estoy en otro mundo mejor, que hay paz, amor, felicidad y ¿sabe lo que me gustaría? ¡No tener que salir a la calle nunca más! Y quedarme con mis gatos en un espacio que tuviera yo ancho y a gusto y ¡se acabó la historia!... no quiero más nada del mundo, todo es mentira…no hay más verdad que ellos, ellos son auténticos, les amo, son verdaderos y me dan su cariño, lo demás todo es una mentira… está comprobao…”.

El amor es un afecto que siempre se encuentra en formación, dado que se acostumbra a amar a alguien en diferentes momentos de la vida. Amor es también cultura porque es capaz de reconocer y apreciar al Otro como igual y diferente a la vez. Sin amor, la vida de los animales, humanos o no, no se desarrollaría como vida plena sino como la que corresponde a seres marginales que quieren mal. La diferencia especista entre ser humano-animales, que es excusa para el desamor, se convierte por eso mismo en paradigma de los sentimientos humanos en general. Desde este modelo especista se podría afirmar que no permite el amor en plenitud porque establece un posicionamiento asimétrico, de desigualdad entre el ser humano y los otros animales y sitúa el amor, si lo hay, como vergonzoso, sin prestigio, tímido y débil. Sobre ese desprecio hacia el amor que manifiestan algunas personas, Lurdes comenta: “…me escondo, no digo que tengo a mis gatos [28 gatos en su piso de 40 metros cuadrados] porque ya me han insultado bastante. Hace unos años lo hablaba con mis vecinas para que me ayudaran a mantenerlos, y no lo hacían, pero sí lanzaban a los cuatro vientos que los tenía… bueno, entonces tenía 33 que alguno se me murió de viejo, y me querían denunciar y me decían que los maltrataba, que los drogaba y cosas muy muy duras pero eso yo nunca lo hice porque mis gatos son mi vida…los animales son mis iguales sin diferencias y eso la gente no lo entiende…”.

Existen personas que pueden no amar a sus congéneres, sino simplemente soportarles, porque están condenadas a vivir en la misma sociedad, sea esta cual sea, y, sin embargo, pueden tener profundas relaciones con los otros animales cuyo afecto valoran en extremo. Un amor que les nutre y alienta en cada instante que comparten con esos otros animales, sea personalmente (en su domicilio, conviviendo con un número significativo de gatos, por ejemplo) o virtualmente (con la enorme cantidad de fotos y vídeos que tienen en su teléfonos móviles y “Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

3 en sus ordenadores). Idea que se expresa clara y contundentemente en la narración de varias informantes que insisten en que aman a los otros animales, por encima incluso del amor que les inspiran sus propios descendientes. De este modo lo expresa Rubi4, que tiene 31 gatos en su vivienda de 45 metros cuadrados: “…Es como si su alma [de los gatos] y la mía se fundieran y ya pa la eternidad. Es algo más grande… fíjate yo he tenido 3 hijos, tengo nietos, tengo biznietos y yo no he sentio nunca esa unión tan grande… es algo… hombre yo quiero mucho a mis hijos y a mis nietos y a tos… pero es que como ellos [los gatos] son tan inocentes, tan puros, tan especiales…”.

Hay también personas que se ganan el amor de los otros animales a través de un esfuerzo continuado por acogerles, cuidarles, observarles, defenderles, en definitiva, por conocer e interesarse por esos otros que son socialmente convertidos en inferiores. Su preocupación es conocer en tiempo casi real qué le ocurre a los animales, a través de las redes sociales, e intentar paliar las desgracias a través de acogerles, atenderles y proporcionarles un hogar. El cuestionamiento surge cuando se trata de animales que viven en condiciones de hacinamiento porque el espacio y las posibilidades de quien los acoge no responde a las necesidades de esos animales. En este caso, explican las informantes, el concepto es salvar a los animales de males mayores que les acechan en el ámbito público. Eso manifiesta Montse: “…no paro de mirar en el Facebook para saber qué pasa con perros de las protectoras y de donde sea, porque esto es un sinvivir ¡es que ves cada caso que no puedes soportarlo! Yo a los míos [tiene 15 perros casi todos mestizos, todos adoptados, en una planta baja de 60 metros cuadrados donde vive] los querría tener en un sitio grande de 100 y pico metros con terraza, o en la montaña, en una casa con habitaciones grandes donde los pueda tener en condiciones bien… pero sin dinero no puedo hacer nada. Me dejo la pensión con ellos y ya no llego a más pero los salvo de que los maten… y claro como cada día aparecen tantos en el “face” pues también tengo 3 [perros] en acogida…”.

A partir de mi investigación, el amor al que me refiero toma básicamente una dirección que transcurre entre las mujeres5 y los otros animales, de modo que dos tipos de seres considerados inferiores6 se encuentran en un sentimiento que les vincula extraordinariamente. De forma consciente o no, lo perciban las mujeres o no, las enseñaron a amar de un determinado modo. Fueron enculturadas para que desarrollaran con éxito su labor: socializar a su prole. Y ese tipo de amor, socialmente repetido como amor maternal, es el que otorgan a los otros animales las informantes conocidas. Antropomorfizan a gatos y perros7, como si 4

Todos los nombres y datos identificatorios han sido modificados con objeto de preservar el anonimato de las informantes. 5 De los 9 casos conocidos, 8 corresponden a mujeres y uno a un hombre. Todas eran de edades y condiciones socioeconómicas diferentes que transcurrían desde la pobreza quasi absoluta (pedir limosna en la calle) a tener un nivel de vida de persona jubilada “acomodada”. 6 Podemos convenir que, a pesar de los cambios socioeconómicos registrados, las mujeres continúan teniendo una categoría social de inferioridad que se visibiliza en cuestiones de diverso calado como: desigual salario por igual trabajo; despidos o problemas laborales por maternidad; violencia de género; discriminación positiva, etc. 7 En la investigación que explico, los casos conocidos consisten en la acumulación de gatos y/o perros, posiblemente debido a que estos son los animales más frecuentes en el ámbito urbano. La mayoría de las informantes hacinan gatos en espacios muy reducidos junto a algún perro y, en un caso, se trata de una informante que solo tiene perros. “Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

4 fueran sus hijas e hijos, y lo hacen porque les resulta necesario para poder describir lo que le ocurre a los animales, de modo que sea comprensible tanto para ellas mismas como para que, los animales humanos, entiendan por qué acumulan animales en sus domicilios. Respecto a antropomorfizar, Pepi, que tiene 22 gatos en su piso de 40 metros cuadrados, lo vincula a su experiencia de maternidad: “…cuando parí a mi hijo era un milagro ¿no? Estás esperando 9 meses y cuando sale una criaturita y ves que tienes unas manicas, unos dedicos, unos pies que no le falte un deo, a ver, ¡ay dios mío que esté sano de la mente! entonces te lo dan pequeñito asín y es parecido a cuando te dan un gatito ¿sabes? Que le miras y ¡ay dios mío a ver si está bien, a ver si no le han hecho daño! pues es igual ¿sabes?..cuando me dieron al Nino [un gato] diciéndome tómatelo, llévatelo, me recordó de cuando me habían dao a mis hijos…eso es lo más divino que hay… sobre todo que sepa el mundo entero que adoro a los gatos porque son como hijos míos, los trato mejor que a mis hijos porque como no me pueden decir lo que les pasa y como yo tampoco entiendo cuando maúllan pues los miro como miraba a mis hijos…pero sí les entiendo sí porque les miro y veo sus caritas, sus colitas, cómo me piden ¡cómo me quieren!...”.

En el trabajar con y por amor que desarrollan las informantes, aparece la idea de qué es la salud animal. Las narraciones recopiladas refieren que salud es cuando el animal está bien: sano, alimentado, a salvo de los humanos y de los perros –en el caso de gatos– y cuando su comportamiento es normal. Derivado de los relatos de las informantes resulta que el trabajo que realizan, ese trabajar con y por amor, equivale al placer con el que se ejecuta una obra que se considera indispensable para evitar el sufrimiento y la muerte violenta de seres cuya voz social es solo perceptible a través de la representación ejercida por personas, en esta investigación básicamente mujeres, que cual madres corrigen con amor una parte de la barbarie que tiene lugar en la sociedad contra los otros animales. Roser asegura que sus gatas y gatos, 47 en total, están bien sanos y contentos: “…ya les ves, así de chulos y sanos están y mira qué pelo tienen… la Moni [una gata] no está muy fina porque tiene 15 años y es viejita pero se conserva muy bien, todavía juega con sus hijas que son casi tan mayores como ella y ahí están todas al sol ¡les gusta tanto el sol!... muchas veces lo he hablado y lo he pensado ¿qué hubiera sido de mis gatas y gatos si no los hubiera traído a casa? Muertos, estarían todos muertos seguro… sí, sé que son muchos en este piso que tiene 75 metros cuadrados, me eslomo cada día limpiando, con el veterinario que me los lleva y los gastos que me ocasionan pero, cuando pienso en su suerte de no estar conmigo, pues pienso que lo que hago es de lo más normal porque ya te he dicho que amo a los animales…”.

Respecto a la salud de los animales, Pep asegura que si tiene 30 gatos, en su vivienda de 50 metros cuadrados, es porque se los ha ido encontrando en diferentes situaciones y no ha podido evitar llevárselos a su casa antes que dejarlos en la calle en condiciones infrahumanas: “…es tremendo cuidar a tantos gatos, un esfuerzo duro de soportar cada día, cada día, pero por otro lado me da alegría ver cómo están ¿que podrían estar mucho mejor? pero es que yo no tengo más casa que esta y hago lo que puedo. Cuando alguno se enferma voy a la veterinaria que me hace un precio y me cobra 90 euros por esterilizar a las gatas y saco el dinero de donde sea, pero tú les has visto ¡todos sanos, todos vivos! ¿No crees que están mejor aquí tal y como “Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

5 están que en la calle? Aquí les cuido, les quiero, les tengo. Para mí esto es lo mejor a pesar del esfuerzo…”.

Contrastando el discurso de las informantes con la convención social, respecto a qué es la salud animal, sabemos que la comunidad científica ha tratado la cuestión durante tiempo, sobre todo porque no existe una definición universal y ajustada de lo que dicha salud es. Se acuerda, según la World Organization of Animal Health, 2010, que un animal está en buen estado de salud si, como demuestra la evidencia científica está sano, cómodo, bien alimentado, a salvo, puede expresar su comportamiento innato y no padece situaciones desagradables como miedo, dolor, angustia, etc. Desde esta perspectiva, empezamos a observar aspectos relevantes que aparentemente chocan con la idea de amor que hemos estado retratando. Si las informantes se refieren a ese “amor tan grande que no se puede explicar”, porque manifiestan que nace, precisamente, a partir de la existencia del propio animal, creo que es imprescindible plantear algunas cuestiones de gran calado, por ejemplo: En el espacio de viviendas que oscilan entre los 20 y los 75 metros cuadrados ¿es posible atender las necesidades de los animales que he ido especificando en cada caso? A pesar de los testimonios que se basan en el amor por los otros animales ¿no es ese sentimiento en sí mismo contradictorio, dado que los animales han de verse sometidos a unas condiciones de enclaustramiento y hacinamiento difíciles de soportar? ¿Es suficiente amar a los animales, tal como lo explican las informantes, para justificar la acumulación de estos? ¿O basarse en el concepto de salvarlos de males mayores, de morir, de ser torturados, etc., para mantenerlos concentrados en viviendas, en algo similares a cárceles, donde los animales han de transitar sus vidas? Maru, que comparte su vida con 36 gatos en un piso de 55 metros cuadrados, afirma que siempre es mejor compartir poco espacio8 pero seguro, que estar en la calle a merced de lo peor, que son, según ella, los animales humanos: “…para mi entendimiento lo mejor es tenerles aquí, aunque vivan como viven, que a mí me gustaría tener un piso grande y que pudieran correr pero esto es pequeño y es todo lo que tengo… ellos [sus gatos] están muy bien porque comen, tienen su agua y su tierra. Si se ponen enfermos viene una chica que es veterinaria y me cobra poco. Si ensucian lo limpio y ¡apa!... si lo que yo he visto en la calle con los pobres gatos, bueno con los animales porque todos reciben, pero los gatos más, es que como aquí no estarán en la calle, no, porque yo les quiero mucho, son mis gatos y si pudiera tener más, más que tendría, pero es que no caben ya…”.

En el caso de los gatos, los domicilios que visité presentaban diferentes niveles de limpieza: desde pisos en condiciones de salubridad lamentables debido a la edad de la persona que acumula animales y a sus dificultades para mantener el lugar en condiciones higiénicas saludables (olor característico de los gatos y acumulo de pelo que “inundaban” la escalera del edificio; en la vivienda: habitaciones, cocinas, aseos, etc., presentaban un desorden y un grado

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Todas las informantes mencionan la escasez de espacio de sus viviendas como obstáculo para ofrecer mayor confort a los animales que acumulan. “Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

6 de suciedad evidentes; etc.) hasta viviendas donde el aseo y el miramiento eran la norma, a pesar de los muchos gatos o perros que las habitaban. A través de la etnografía observo que, por lo que respecta a los gatos, la convivencia forzosa de esos animales en espacios reducidos, provoca situaciones de enfrentamiento (arañazos; mordiscos; persecuciones y choques con y contra los otros gatos y contra los objetos que están dispuestos en ese mismo espacio); situaciones de estrés evidente (“pelado” de barrigas y vientres por la constante y compulsiva limpieza de la zona que acaba eliminando el pelo y provocando eczemas y heridas; lamido repetido de heridas con lo cual estas no acaban de cicatrizar y se infectan de nuevo); situaciones de miedo (conseguir el espacio más alto y más alejado de los otros gatos que amenazan con atacar por cuestión de territorialidad exigua; transcurso de horas en la misma posición por temor a los otros gatos), situaciones de mal comportamiento innato (imposibilidad de correr en espacios tan reducidos con lo cual los gatos no pueden más que circular o dar vueltas en espacios muy reducidos y “obligatoriamente” dormitar todo el tiempo), situaciones de indefensión (no pueden escapar al gato que les amenaza y reciben los zarpazos sin poder zafarse porque el espacio no permite la retirada o huida). Otro tanto, en condiciones similares de compartir espacio territorial en el ámbito de una vivienda reducida, acontece en el caso de los perros, con una convivencia bastante disciplinada dado el número de animales pero con un deambular nervioso y repetitivo en ese espacio reducido en el que habitan y con una demanda constante de atención. Petición que consigue alterar el ritmo de las entrevistas porque varios perros emiten ladridos, en tono amortiguado pero constante, o se abalanzan repetidamente sobre mí queriendo jugar o ser acariciados Perros que, además, presentan la particularidad de que hay que llevarlos al espacio público cotidianamente y Montse, la informante, al tener 15 perros en su domicilio y un número variable en acogida, explica: “…no puedo sacarlos a todos cada día así que salen un día sí y otro no… pero han aprendido que cuando no salen hacen sus cosas en el balcón…. a veces le pido al hijo de una vecina que me los saque y le doy unos euros por el trabajo pero, claro, eso es pagar más y, si es a final de mes, pues imagínate que estoy a dos velas…”. Como he dicho al inicio, publicando datos de mi investigación no pretendo cuestionar la labor de las personas que acumulan animales sino, en todo caso, poner de manifiesto la dificultad para decidir lo que es mejor para los otros animales frente a este tipo de situaciones y, por otro lado, me gustaría provocar un debate que sirva para desentrañar la cuestión y encontrar un modo de que quienes hacinan animales y quienes nos sorprendemos, y disgustamos por el hecho, podamos llegar a comprendernos y a estudiar la mejor manera de defender a los otros animales que son el cordón umbilical que nos une en esta arena.

“Es un amor tan grande que no se puede explicar” – Mara Martínez Morant, antropóloga.

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