¿ES POSIBLE SER COHERENTE?

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Descripción

Revista Terapia Psicológica, Santiago de Chile, Año XVI, Volumen VII (1), Nº 29, 1998

¿ES POSIBLE SER COHERENTE?

Ana María Zlachevsky O.ϕ

En el presente artículo se describe cómo cada persona puede ir conformando, en la interacción diaria, una narración acerca de sí misma y de los otros que le facilita responder a la pregunta de “¿quién eres?”. Este enfoque relaciona algunos conceptos tanto del construccionismo social, de la ontología del lenguaje y de las narrativas como del constructivismo radical, ofreciendo una interpretación de cómo es que se llegarían a hilar los distintos relatos que cada persona se cuenta acerca de sí misma y de los demás en los distintos dominios de existencia en los que interactúa, de manera de lograr una historia coherente a lo largo del tiempo (“coherencia diacrónica”). Esta coherencia diacrónica es la que cada persona lleva al momento del encuentro con otro, el que se propone llamar “coherencia sincrónica” para dar la idea de ocurrencia simultánea en el tiempo. Ambas coherencias están posibilitadas pero también limitadas por el discurso social dominante de la cultura determinada en que estas interacciones tienen lugar. El artículo termina considerando el espacio terapéutico como una coherencia sincrónica más, en el que interactúan dos coherencias diacrónicas: la del terapeuta y la del sistema consultante. ϕ

Ana María Zlachevsky Ojeda. Psicóloga, Terapeuta Sistémica y Directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Chile; docente de pre y post grado en distintas universidades; Directora del programa de Acreditación de Psicólogos Clínicos especialistas en Psicoterapia Sistémica Centrada en Narrativas impartido por la Universidad Central. Dirección: Carlos Silva Vildósola Nº 9783, Santiago, Chile.

2 This article describes how people in daily interactions conform to a narrative about him/herself and others that helps to answer the question “who are you?”. This approach relates concepts from Social Constructionism, Onthology of Language, Narratives and Radical Constructivism to offer an interpretation of how the various “stories” people say about him/herself and others, in the several domains of existence in which they interact, are built in order to maintain a coherent story through time (“Diachronic Coherence”). This diachronic coherence, when it occurs in encounters with others, will be called “Synchronous Coherence” to explicit the idea of simultaneous occurrence in time. Both types of coherences are made possible, but also limited, by the Dominant Social Discourse in which this interactions take place. Finally, this article considers therapeutic space as just another synchronous coherence where two diachronic coherences interrelate: that of the therapist and that of the consulting system.

Uno de los tantos postulados psicológicos que pretende describir al ser humano en el ámbito terapéutico es el “enfoque sistémico centrado en narrativas” (13). Este es un enfoque más entre otros, que pretende describir lo que le pasa a las personas que vienen a consultar, aquejadas por algún sufrimiento que estén viviendo en alguno de los ámbitos de su existencia. Para quienes compartimos esta forma de entender y por lo tanto del operar terapéutico, “lo psicológico” no lo vemos ubicado al interior de la mente de las personas, sino que ubicamos lo mental en el espacio relacional, que aparece como producto de lo que ocurre entre las personas. Para este enfoque, lo central es la forma particular y única que tenemos las personas de significar el mundo, incluyendo en esta significación la percepción de sí mismas. No está

3 interesado en establecer leyes generales ni conceptualizaciones abstractas, sino en poder describir aspectos particulares de la forma única de entender y significar que cada uno de nosotros tiene. Los “actos de significado”, como lo denomina Bruner (1) se van construyendo paso a paso, en la interacción social que vamos teniendo con otros.

Interpretación del mundo Las personas estamos insertas en una forma de entender el mundo, una forma que nos fue enseñada y que aprendimos. Este aprendizaje se logra a través de la interacción con quienes “convivimos” directa e indirectamente. Es con otros significado a

nuestras

con quienes aprendimos a dar un

distinciones. Esta forma particular de significar el mundo está

relacionada, no sólo con quienes convivimos en interacción directa, sino que está determinada por la propuesta social en la que nos tocó desarrollarnos. Insertos en esa propuesta social, vivimos constreñidos a nuestra capacidad para generar significados, a nombrar lo que vemos de una cierta manera, a distinguir ciertos hechos y no otros, a significar de una forma y no de otra el comportamiento de los demás y el de uno mismo, a relacionarnos de cierta forma con algunas personas y no con otras, a construir una forma de entender la vida y de conferir significado a ello. De esta manera nos desenvolvemos e interpretamos el mundo del que formamos parte según la forma como cada uno de nosotros aprendió a hacerlo, en el seno de una cultura determinada. Eso se puede hacer en tanto y en cuanto operamos con el lenguaje y en todo lo que hacemos y no hacemos con él. Si bien existen posturas psicológicas que afirman que lo que una persona relata sobre sí misma es distinto de quien la persona “es”, quienes nos adscribimos al entendimiento de que “somos el relato que nosotros y los demás contamos de nosotros mismos” (2, pág. 54) no podemos separar al individuo de su relato. No importa si el relato verbal que la persona hace

4 frente a la pregunta ¿quién eres? es verídico o no, si se contradice o no, lo importante es cómo él se contesta a sí mismo, y cómo ese contestarse se traduce en acciones, muchas de las cuales son contradictorias entre sí, o en comportamientos explícitos o implícitos. En el decir de Gergen (3), “caminar lo que habla”.

Discurso social Las historias que cada uno de nosotros cuenta sobre sí mismo y sobre los demás, se construyen a partir del lenguaje e implican un trasfondo de relatos y de historias posibles, que son las que nuestra propuesta social acepta y las que no acepta. De tal suerte que no podemos construir una ilimitada cantidad de cuentos o relatos sobre quienes somos, sino sólo aquellos que la propuesta social en la que el sujeto se desarrolló posibilita. Echeverría (2), a estos metarrelatos que dan el trasfondo sobre cuya base un sujeto se construye, los llama “discursos históricos”. Agrega el mencionado autor que no son sólo estos discursos los que determinan las posibilidades de distinguir y actuar en el mundo social, sino que existirían además lo que él llama “prácticas sociales”, que dicen relación con el modo “correcto de hacer” aceptado por una comunidad determinada. Sin lugar a dudas, la forma “correcta” y por lo tanto también la “incorrecta” de comportarse en una comunidad específica difiere de otra. Para mí, los discursos históricos, así como las prácticas sociales, se incluyen en el concepto de “propuesta social” o “discurso social dominante”, incluyendo en ella, los discursos no dominantes y marginales, que también forman parte de la propuesta social. Es dentro de esta propuesta social que tiene sentido nuestra forma de significar el mundo, forma que se trasmite a través de lo que se hace, deja de hacer, dice o se deja de decir, usando para ello no sólo nuestros actos sino también el “lenguaje”. No sólo al lenguaje verbal sino también el gran acervo de

5 lenguaje no verbal que incluye los modos de acción que una comunidad acepta como deseables y no deseables.

Redes de significación. Los significados compartidos por una comunidad determinada dan origen a formas de entender lo que se hace dice o deja de decir en tanto son consensualmente decodificados de una cierta manera por esa comunidad, que los acepta como válidas para sí misma. En otras palabras son verdaderas redes de significación. En este contexto se entiende “comunidad” como un grupo de personas que comparten significados.

El grupo que comparte significados puede estar

formado, por dos personas, por tres, por quince o…………. millares. De tal suerte que puedo hablar de mi red de significados compartida conmigo misma, compartida con mi pareja o con la comunidad internacional. (Por ejemplo, el lenguaje gestual arcaico, como la cara de miedo, desagrado, ternura o rabia, es en gran medida comprensible para cualquier cultura). El único límite a lo que entiendo por “redes de significación”, es la obligatoriedad de compartir significados, es decir de decodificar de una forma similar ciertos hechos, decires, haceres, muecas, omisiones, etc. El significado compartido es más que la coordinación de comportamientos, implica la adscripción de significados a acciones coordinadas. Esta adscripción de significados es más inequívoca mientras más cercanas sean las personas que están interactuando. La pregunta ¿qué me habrá querido decir con eso?, es una pregunta que por lo general, en nuestra cotidianidad rutinaria, no nos hacemos frente a personas con quienes compartimos muchas experiencias o nuestra vida diaria o por el contrario, en ciertos momentos muy especiales en los que nos sentimos invadidos por ciertas emociones turbulentas, es la pregunta que sí nos hacemos en referencia a las personas que sentimos más cercanas.

6 La adscripción de significados compartidos por grupos de personas va configurando distintos

“sistemas” de relaciones sociales, donde ciertas palabras, hechos o acciones, son

entendidas de una cierta manera en el contexto de ese sistema, siendo en otro sistema de relaciones entendida de una manera distinta. En la rutina cotidiana este hecho se complejiza mucho más, dado que cada uno de nosotros vive simultáneamente en distintos sistemas sociales, por lo tanto, está inmerso en distintas redes de significación compartidas las que no siempre quedan explícitamente definidas. Estas redes de significación no permanecen estáticas, sino que se van transformando en la medida que se van incluyendo nuevas formas de entender o nuevas o diferentes distinciones. Estas nuevas distinciones son producto de entendimientos que surgen en los otros sistemas de relaciones de los que formamos parte. Así cada sistema de significado no sólo es producto de la relación cara a cara que se está estableciendo en un momento determinado, sino que se ve influido por la adscripciones de significados que utilizamos en otros dominios de existencia, en los que interactuamos con otras personas, quienes a su vez se contactan con otras y otras y otras……., hasta abarcar un numero significativo de personas interconectadas. Nos movemos en un mundo de significados, de proposiciones explicativas, de ideas que consideramos válidas, pero las que van cambiando en el tiempo. Algunas se consolidan, algunas permanecen y otras desaparecen. A estos acuerdos de significado, algunos autores le llaman narrativa.

Narrativa Uno de los enfoques psicológicos que se adscribe a los planteamientos anteriormente expuestos es el “Construccionismo social”, que sostiene que la realidad sólo es construida sobre la base de acuerdos de significado compartidos. Estos acuerdos de significado se van negociando y renegociando en los distintos sistemas sociales en los que nos movemos, dependiendo de lo que

7 Bruner (1) llama “disposición para el significado”. (Cuánto estoy dispuesto a coordinarme con otro para consensuar lo que estoy entendiendo por un hecho, una palabra, una acción u omisión). Estas disposiciones para el significado dan como resultado la significación particular que se le otorga a un hecho, acción, palabra u omisión en el contexto de la relación particular que estén protagonizando los actores sociales en el momento actual. Es decir es una co-construcción conjunta que es vigente en el momento actual. Gergen (3) define la narración como una unidad de significado que brinda un marco para interpretar la experiencia vivida. Estas narraciones sobre los acontecimientos generalmente surgen de la particular e idiosincrática forma de significar los acontecimientos que vamos viviendo. En el micro sistema social de la relación terapéutica, el concepto de narrativa es una herramienta muy utilizada por los terapeutas del movimiento construccionista. Entre ellos Epston, White, Goolishian, Anderson, Hoffman, Sluzki, etc.

Narrativa y discurso social Las personas vivimos en múltiples escenarios simultáneamente, de tal manera que cada narrativa, a su vez, forma parte de una macro-red de narrativas en las que están incluidas la suma de todas las historias, es decir de todas las narrativas posibles para cada uno de nosotros, en esta ecología de relatos entrelazados, los que se influencian mutuamente unos a otros. En lenguaje de Echeverría (2), esta macro red de narrativas podría asimilarse al concepto de discurso social o prácticas sociales y que yo he elegido llamar “discurso social dominante”. Esta red de narrativas, en la que cada uno de nosotros nos desenvolvemos, determina el que algunas historias o narrativas sean más dominantes que otras en ciertos espacios sociales y en ciertas épocas de la

8 vida. Pero sean dominantes o no, se conforma de esta manera un sistema de múltiples historias en torno al cual las personas (individuos, familias, colectivos mayores) organizan sus vidas (9). Así, las múltiples historias y relatos van configurando sistemas distintos que coexisten, éstos no son otra cosa que organizaciones humanas diferentes caracterizadas por una forma especial de relación y de significación de los acontecimientos, que tiene sentido sólo en el contexto de esas relaciones, que tienen vigencia en ese momento específico. Siguiendo los planteamientos de Ernst von Glasersfeld (11), es posible afirmar que la forma cómo se van organizado los sistemas, sean estos efímeros o duraderos en el tiempo, es para el sujeto siempre “adaptativa y le sirve para organizar su mundo experiencial …” (11, pág. 49) en el contexto específico de la interacción de ese sistema, en el momento particular en que se esta viviendo. En otras palabras lo que cada uno de nosotros distingue o vivencia en un momento determinado es producto de la forma única y particular que tenemos para significar lo vivenciado en ese contexto específico donde las redes de significado tienen cierta significación particular. Muchas veces se producen dificultades cuando una persona se comporta de una misma forma en distintos dominios de existencia, siendo el comportamiento adecuado para un contexto pero no así para otro. Por ejemplo, es absolutamente adecuado que una madre rete a su hijo en el dominio de existencia madre hijo, pero en el contexto laboral que lo haga con un colega, lo más probable es que sea considerado un comportamiento fuera de contexto. Puede ser que verse de una manera a sí mismo y a los demás, y comportarse de una cierta forma, sea adaptativo para un dominio social y no para otro. Aún cuando la persona en su experiencia cotidiana, la mayoría de las veces, no hace esa distinción de dominios de existencia, por lo general sí se da cuenta que se puede comportar de una u otra forma con algunas personas y no con otras y que ese comportamiento será significado de distinta forma en distintos contextos.

9 Coherencias sincrónicas y diacrónicas En otras palabras, el comportamiento de los actores en un cierto sistema social, está determinado por cierta obligatoriedad social. Esta obligatoriedad o “forma correcta de comportarse” en ciertas situaciones y que aparece como vedada en otras, está a la vez determinada por la coherencia dialógica de la trama narrativa. A pesar de lo expuesto, el que los personajes estén conectados entre sí a través de la trama narrativa, no permite entender cómo es que una persona se cuenta un cuento sobre quien esa persona es, cuento que permanece de cierta forma coherente a través del tiempo. Cada uno de nosotros muestra comportamientos distintos en los diferentes dominios de existencia en los que se desenvuelve, sin embargo tenemos una idea de “permanencia” en nuestras conductas y formas de reaccionar, que nos hace sentir que somos la misma persona a lo largo de nuestra larga o corta existencia. Por otra parte, esa forma de vernos a nosotros mismos nos permite contestar hiladamente y con cierta lógica a la pregunta ¿quién eres tú?. En otras palabras: ¿qué hace que vivamos la vida como si tuviéramos una permanencia en el tiempo? ¿Como que fuéramos una sola persona? ¿No es eso inconsistente con la idea de Goolishian que dice “No somos más que coautores de una narración en permanente cambio”? (4, pág. 297), y diferente en los distintos dominios de existencia en los que nos desenvolvemos, así como distintos en las diferentes relaciones que con personas también distintas vivimos. La vida es un devenir de acontecimientos y de momentos diferentes en los que también nos comportamos en forma distinta, las personas conectamos estos momentos como si estuvieran unidos entre sí. Si nos detenemos a pensar, podemos afirmar que nada concreto los une, sólo el hilo invisible de la trama que se va configurando desde las explicaciones que nos vamos dando de los distintos momentos que vivimos, en la interacción también diferente que vamos teniendo con los personajes con quienes compartimos significados (14). ¿Cómo es que conectamos esos

10 momentos? ¿Cómo es que logramos hilvanar nuestras historias, si éstas se dan en espacios diferentes, con personas distintas y en escenarios que también difieren? Como se planteó anteriormente, cada uno de nosotros pertenece simultáneamente a distintos “ámbitos sociales”. En cada uno de esos sistemas me comporto de una cierta manera y los otros se comportan conmigo también de una cierta forma. Forma que se ha ido estabilizando a través de los comportamientos y significaciones que hemos ido co-construyendo con otros en esta danza conjunta que implica el vivir. De tal manera que cuando interactúo con otro, lo hago desde una definición de mí misma, de cómo me veo frente al otro. El otro, a su vez, interactúa conmigo desde una definición de sí mismo que yo comparto en ese espacio relacional. Ambos, en ese espacio relacional, aceptamos la definición implícita o explícita de mí, del otro y de nuestra relación en el momento en el que estamos compartiendo significados. Esa definición incluye el que ciertas conductas sean posibles y otras no. Es decir, se nos impone una cierta coherencia conductual. Esta coherencia conductual se impone desde la red de significados en la que ambos aceptamos la definición del otro y de uno mismo, en ese espacio en el que compartimos significados. La coherencia conductual que ocurre en un presente, la denomino “coherencia sincrónica”. Podría llamarse también “dominio de existencia”. Maturana (7) define dominio de existencia como las definiciones a partir de las cuales distinguimos a otros y somos a la vez distinguidos por los otros. Sin embargo, hasta ahora no he logrado mostrar como pienso que se mantiene esa coherencia lógica que se da invisiblemente a través del tiempo. Cuando el niño es pequeño, actúa frente a la madre de cierta manera, en el espacio de una determinada coherencia sincrónica. Los comportamientos que él realice, probablemente harán que ella lo considere “inteligente”, “desordenado” “sensible”, “afectuoso” o lo ubique en cualquiera otra categoría en que ella catalogue o signifique el comportamiento de su hijo. El niño se relaciona con su madre,

11 entonces, como “inteligente” o “desordenado” o “afectuoso” y

la madre responderá a esa

definición que hace de su hijo, definición que el niño acepta y que probablemente en el futuro será la forma como se relacionan.

dominio colegio

dominio amigos

dominio filial

Gráfico 1: Dominios de existencia.

Pero el niño no sólo interactúa con su familia, también lo hará con sus amigos, profesores, y en muchos otros contextos, y en cada uno de estos escenarios se relacionará de distinta manera, generando formas diferentes de comportarse en los distintos dominios existenciales en los que se desenvuelve. Estas acciones y explicaciones se constituirán en aquellas consideradas como posibles o “legítimas” para ese determinado dominio social. Se habrá entonces construido una narrativa diferente, una forma de significar los hechos y acontecimientos distinta y particular, que tal vez tenga algunas similitudes con otras, pero que en última instancia es única e idiosincrática de cada dominio de existencia. De esta manera, vivimos simultáneamente diversas historias, todas coexistiendo al mismo tiempo, en ese imaginario que “soy yo”.

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En nuestra sociedad, incluidos en la propuesta social, cada uno de nosotros requiere darle “cierta coherencia” a estas distintas historias, a estos distintos personajes que somos en cada dominio de existencia en el cual participamos. Así surge ese imaginario que soy yo, el que sin darnos cuenta fuimos construyendo a medida que nos fuimos socializando, en la medida que fuimos hilvanando una trama que una a esos distintos personajes en uno solo que creo ser “yo”. Esta necesidad de tener una identidad, de saber quien soy, surge una vez más de la propuesta social que nos impone un saber contestar con cierta coherencia a la pregunta ¿quién eres? Y así, yo soy ese cuento que he armado de mí misma a través de mis diferentes personajes y que tiene sentido dentro de un contexto social determinado: aquél en el cual vivo. A este hilvanar mis personajes como si tuvieran una estabilidad en el tiempo lo he llamado “coherencia diacrónica”. De esta manera una interacción cualquiera, sea esta efímera o duradera en el tiempo, de una, dos o muchas personas, es un encuentro entre una, dos o muchas coherencias diacrónicas en el dominio de existencia de una coherencia sincrónica, aquella que corresponda al encuentro de esos personajes en el contexto que ese encuentro permite, en ese momento determinado.

13 Gráfico 2: Encuentro de dos coherencias diacrónicas, en el espacio de las coherencias sincrónicas

Nuestras coherencias diacrónicas las hemos ido co-construyendo con otros a través de las distintas interacciones que vamos y fuimos teniendo con los distintos personajes con quienes nos encontramos en nuestra existencia, personajes con los que hemos compartido ciertos espacios de encuentro. Estas coherencias surgen en el espacio de la significación conjunta, la que en gran medida se hace posible gracias al lenguaje: llegamos a ser quien creemos ser a través de lo que nos contamos de nosotros mismos y de lo que los demás se cuentan sobre mí, en una trama narrativa co-construida. Si recordamos al niño pequeño frente a su madre, a sus amigos o sus profesores, veremos que su coherencia diacrónica se fue construyendo paso a paso como producto de la suma de todas sus interacciones, las que se fueron dando en el espacio de la coherencia sincrónica que vivió en sus distintos dominios de existencia, aportando él a su vez a la construcción, deconstrucción y nueva construcción de la coherencia diacrónica del (de los) otro(s). Así, en cada dominio de existencia en los que nos desenvolvemos, los personajes actúan de acuerdo a una significación determinada, la que se ha ido formando de acuerdo a las redes de significación que en ese dominio de existencia están permitidas o prohibidas, e influido por la propuesta social dominante. Estas múltiples redes de significación se influyen unas a otras gracias a la coherencia diacrónica que el actor principal trae a la mano en cada encuentro con otro. Cada uno de nosotros, al unir las redes de significación con la magia de la coherencia diacrónica del personaje principal, puede contestar a la pregunta ¿quién eres?, sintiendo que es una sola persona, a pesar de saber (en su fuero interno) que es al mismo tiempo, todos los personajes que lo caracterizan en los múltiples espacios relacionales en los que se desenvuelve.

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Dominio de existencia, terapia La situación terapéutica es también un encuentro que se da en un espacio sincrónico en el que se encuentran dos o más personas en el dominio terapéutico, en el que convergen por lo menos dos coherencias conductuales diacrónicas: la del consultante y la del terapeuta. Ambos llegan al encuentro aportando sus propias narrativas personales, su propia visión de mundo y ambos esperan ciertos comportamientos del otro. El sistema consultante por lo general llega aquejado por algún dolor o alguna molestia existencial que quisiera hacer desaparecer. El terapeuta llega con una serie de teorías, de maneras de entender la vida y de lo que significa hacer terapia. Desde una visión constructivista, es fundamental que el terapeuta recuerde lo que está aportando en ese encuentro: no sólo sus conocimientos teóricos y prácticos, sino toda su trama de creencias acerca de la realidad, partiendo por el cuento que se cuenta de sí mismo, de quien él o ella es, o de quien está siendo en su dominio como terapeuta, el que está siendo constantemente construido en el proceso de vivir, y que es tan “real” como el mejor cuento de Borges.

15 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS : 1.

Bruner, J., Realidad mental y mundos posibles, Barcelona España: Editorial Gedisa, 1998.

2.

Echeverría, R., La ontología del lenguaje. Chile : Editorial Dolmen, 1994.

3.

Gergen, K. (1997), “La comunicación terapéutica como relación”, Buenos Aires, Sistemas Familiares, Año 13, Nº 3, 1997, págs. 11-24.

4.

Goolishian, H. y Anderson, H. “Narrativa y Self: Algunos dilemas postmodernos de la psicoterapia”. En Dora Fried Schnitman comp., Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad, Buenos Aires: Editorial Paidós, 1994, págs. 293-306.

5.

__________, “El cliente es el experto: Un enfoque de la terapia del ‘no saber’” Buenos Aires, Sistemas Familiares, Año 11 Nº 3, 1995, págs. 9-21.

6.

Hoffman, L., “Postmodernismo y Terapia Familiar”, Buenos Aires, Sistemas Familiares, Año 14 Nº1, 1998, págs. 35-47.

7.

Maturana, R., H., La Objetividad. Chile: Editorial Dolmen, 1997.

8.

Moreno, J.D., “¿Podríamos no hablar de Salud Mental?, Buenos Aires, Sistemas Familiares, Año 13, Nº2, 1997, págs. 93-8.

9.

Sluzki, C.E., “Transformations: a Blueprint for Narrative Changes in Therapy”, Family Process, Vol. 31, Sep. 1992, págs. 217-230.

10.

__________, La Red Social: frontera de la práctica sistémica. España: Editorial Gedisa, 1996.

11.

Von Glasersfeld, E., “El Constructivismo Radical”, Buenos Aires, Sistemas familiares, Año 8, Nº 3, 1992, págs. 49-54.

12.

Watzlawick, P.; Beavin, J.; Jackson, D, Teoría de la Comunicación Humana, España: Editorial Herder, 7ª edición, 1989.

16 13.

Zlachevsky O., A.M. (1996), “Una mirada constructivista en psicoterapia”, Rev. Terapia Psicológica, Santiago Año XIV, Vol. VI(2) Nº 26, págs. 105-11.

14.

__________, (1998) “Yo, mi trama narrativa”. Revista Psicología y Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Central, Santiago. Vol.2, págs. 43–48.

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