¿Es la consciencia un proceso cerebral? (Ullin Place)

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Descripción

Traducción: Carlos Muñoz-Suárez (2009)

¿Es la consciencia un proceso cerebral? Ullin T. Place British Journal of Psychology, 1956.

Introducción La idea acerca de que existe una clase separada de sucesos, sucesos mentales, que no puede ser descrita en términos de los conceptos empleados por las ciencias físicas, no lidera más la aceptación universal e incuestionable que alguna vez tubo entre filósofos y psicólogos. El fisicismo moderno es conductista, a diferencia del materialismo de los siglos diecisiete y dieciocho. Desde esta perspectiva la consciencia o bien es un tipo de comportamiento, un comportamiento de ‘muestreo’ o un ‘correr-de-un-lado-para-otro’ como Tolman (1932: 206) lo ha calificado, o una disposición a actuar de cierta forma, por ejemplo: un picor, siendo una propensión temporal a rascarse. Considero que en el caso de conceptos cognitivos como ‘conocer’, ‘creer’, ‘comprender’ y conceptos volitivos como ‘desear’ y ‘pretender’, puede haber poca vacilación en que un análisis en términos de disposiciones para actuar (Wittgenstein 1953, Ryle 1949) sea fundamentalmente correcto. Por otro lado, parece haber un residuo intratable de conceptos agrupados en torno a las nociones de consciencia, experiencia, sensación e imagen mental, donde la historia de un proceso interno es inevitable (Place 1954). Por supuesto, es posible que una explicación conductista satisfactoria de ese residuo conceptual este en última instancia fundamentada. Sin embargo, asumiré para los propósitos presentes, que esto no puede hacerse y que los enunciados acerca de dolores y punzadas, acerca de cómo las cosas lucen, suenan y se sienten, acerca de cosas soñadas o figuradas en el ojo de la mente, son enunciados referentes a sucesos y procesos que, en cierto sentido, son privados o internos al individuo del cual se predican. La pregunta que deseo plantear es si al hacer esta afirmación estamos inevitablemente comprometidos con una posición dualista, en la que las sensaciones y las imágenes mentales conforman una categoría separada de procesos más allá de los procesos físicos y fisiológicos con los que se sabe que están correlacionadas. Argumentaré que la aceptación de un proceso interno no implica el dualismo y que la tesis de que la consciencia es una proceso cerebral no puede ser rechazada desde ámbitos lógicos. 1

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‘Es’ de definición y ‘es’ de composición. Deseo enfatizar desde el principio que al defender la tesis de que la consciencia es un proceso cerebral no intento argumentar que cuando describimos nuestros sueños, fantasías y sensaciones hablemos acerca de procesos en nuestros cerebros, es decir, no afirmo que los enunciados acerca de sensaciones e imágenes mentales sean reducibles a o analizables mediante enunciados acerca de procesos cerebrales, a la manera en que los ‘enunciados cognitivos’ son analizables mediante enunciados acerca del comportamiento. Afirmar que los enunciados acerca de la consciencia son enunciados acerca de procesos cerebrales es notoriamente falso. Esto se muestra (a) por el hecho de que uno puede describir sus sensaciones e imágenes mentales sin conocer algo acerca de sus procesos cerebrales, aún sin saber si tales cosas existen, (b) por el hecho de que los enunciados acerca de la propia consciencia y los enunciados acerca de los propios procesos cerebrales son verificados de maneras completamente distintas y (c) por el hecho de que no hay nada auto-contradictorio acerca del enunciado ‘X tiene un dolor pero no hay algo sucediendo en su cerebro’. No obstante, deseo asegurar que el enunciado ‘la consciencia es un proceso en el cerebro’, si bien no es necesariamente verdadero, no es necesariamente falso. ‘La consciencia es un proceso cerebral’ no es ni auto-contradictorio ni auto-evidente; es una hipótesis científica razonable, de la forma en que el enunciado ‘la luz es un movimiento de cargas eléctricas’ es una hipótesis científica razonable. Sospecho que la tesis universalmente aceptada de que una afirmación de identidad entre la consciencia y los procesos cerebrales puede ser evaluada únicamente en un ámbito lógico deriva de un fallo en distinguir entre aquello que podríamos llamar ‘es’ de definición y ‘es’ de composición. La distinción que tengo en mente es la diferencia entre la función de la palabra ‘es’ en enunciados como ‘un cuadrado es un rectángulo equilátero’, ‘el rojo es un color’, ‘su sombrero es un fardo de paja amarrado con cuerdas’, ‘una nube es una masa de pequeñas gotas de agua o de otras partículas en suspensión’. Estos dos tipos de enunciados tienen una cosa en común. En ambos casos tiene sentido agregar la caracterización ‘y nada más’. En esto se diferencian de los enunciados en los que el ‘es’ es de predicación; los enunciados ‘Tobías tiene 80 años de edad y nada más’, ‘su sombrero es rojo y nada más’ o ‘las jirafas son altas y nada más’, por ejemplo, son sinsentidos. Esta característica lógica podría ser descrita afirmando que en ambos casos tanto el sujeto gramatical como el predicado gramatical son expresiones en las que se provee una caracterización adecuada de los estados de cosas al que ambos refieren. Por otro lado, sin embargo, los dos grupos de enunciados son sorprendentemente diferentes. Enunciados como ‘un cuadrado es un rectángulo equilátero’ son necesarios y verdaderos por definición. Enunciados como ‘su mesa es una caja de embalaje’, por el contrario, son contingentes, y tienen que ser verificados por observación. En el caso de enunciados como ‘un cuadrado es un rectángulo 2

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equilátero’ o ‘rojo es un color’, hay una relación entre el significado de la expresión que conforma el predicado gramatical y el significado de la expresión que conforma el sujeto gramatical, tal que cualquier caso en el que la expresión sujeto sea aplicable el predicado también tiene que ser aplicable. Si uno puede describir alguna cosa como roja, uno debe ser capaz de describirla como coloreada. Por el contrario, en el caso de enunciados como ‘su mesa es una caja de embalaje’ no hay tal relación entre el significado de las expresiones ‘su mesa’ y ‘caja de embalaje’; esto ocurre únicamente en el caso en que ambas expresiones sean aplicables y suministren al mismo tiempo una caracterización adecuada del mismo objeto. Sospecho que quienes afirman que el enunciado ‘la consciencia es un proceso cerebral’ es lógicamente insostenible soportan sus afirmaciones en la aseveración errónea de que si el significado de dos expresiones o enunciados están completamente desconectados, entonces no pueden proporcionar una caracterización adecuada del mismo objeto o estado de cosas: si algo es un estado de la consciencia, este no puede ser un estado del cerebro, ya que no hay nada auto-contradictorio en suponer que alguien siente un dolor cuando no hay algo que este sucediendo dentro de su cráneo. A partir del mismo caso podríamos concluir que una mesa no puede ser una caja de embalaje, ya que no hay nada auto-contradictorio en suponer que alguien tiene una mesa, pero que no esta en posesión de una caja de embalaje. La independencia lógica de las expresiones y la independencia ontológica de las entidades. Por supuesto, hay una diferencia importante entre el caso de la mesa/caja de embalaje y el caso de la consciencia/proceso cerebral que radica en el enunciado ‘su mesa es una caja de embalaje’ es una proposición particular que refiere a un caso particular; de cualquier forma el enunciado ‘la consciencia es un proceso cerebral’ es una proposición general o universal que aplica para todos los estados de consciencia. Pienso que es bastante claro que si viviésemos en un mundo en el que, sin excepción, las mesas fuesen cajas viejas, los conceptos de ‘mesa’ y de ‘caja de embalaje’ no tendrían su presente estatus de independencia lógica en nuestro lenguaje. En ese mundo una mesa sería una especie de caja de embalaje muy a la manera en que el rojo es una especie de color. Parece una regla del lenguaje que cualquier variedad de objeto o estado de cosas tenga dos características o conjunto de características, una de las cuales es propia de la variedad de objetos o estados de cosas en cuestión: la expresión empleada para referir a la característica o grupo de características que define la variedad de objeto o estado de cosas en cuestión siempre conllevara la expresión empleada para referir a la otra característica o conjunto de características. Si esta regla no admite excepción, se sigue que cualquier expresión que sea lógicamente independiente de otra que caracterice únicamente una variedad dada de objeto o estado de cosas, tiene que referir a una característica o conjunto de características que no están normal o necesariamente 3

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asociadas con el objeto o estado de cosas en cuestión. Sugiero que es debido a que esta regla aplica casi universalmente estamos normalmente justificados para argumentar desde la independencia lógica de dos expresiones a la independencia ontológica de los estados de cosas a los que refieren. Esto explicaría tanto la indubitable fuerza del argumento de que la consciencia y los procesos cerebrales tiene que ser entidades independientes debido a que las expresiones empleadas para referirlas son lógicamente independientes, como, en general, el curioso fenómeno mediante el cual se cuestiona que el mobiliario del universo es frecuentemente contendido y decidido únicamente como un asunto lógico. Creo que el argumento desde la independencia de dos expresiones a la independencia ontológica de las entidades a las que esas expresiones refieren se viene abajo en el caso de los procesos cerebrales y la concienci, debido a que este caso es uno dentro de un número pequeño de casos donde la regla planteada anteriormente no aplica. Sugiero que estas excepciones se encuentran en casos en los que las operaciones que tienen que ser desempeñadas para verificar la presencia de dos conjuntos de características inherentes al objeto o estado de cosas en cuestión casi nunca (si es que nunca) son desempeñadas simultáneamente. Un buen ejemplo es el caso de la nube y la masa de gotas u otras partículas en suspensión. Una nube es una amplia masa semi transparente con una textura lanosa suspendida en la atmósfera y cuya forma está sujeta a un cambio continuo y caleidoscópico; sin embargo, cuando es observada de cerca se encuentra que esta constituida por una masa de partículas diminutas, usualmente de gotas de agua en movimiento constante. A partir de esta segunda observación concluimos que la nube es una masa de partículas diminutas y nada más. No obstante, no hay una conexión lógica en nuestro lenguaje entre una nube y una masa de partículas diminutas; no hay nada auto-contradictorio en hablar acerca de una nube que no está compuesta de diminutas partículas en suspensión. No hay contradicción al suponer que las nubes están compuestas de una masa densa de tejido fibroso; ciertamente, tal composición parece estar implicada en muchas funciones desempeñadas por las nubes en los cuentos de hadas y en la mitología. A partir de esto, esta claro que el término ‘nube’ y ‘masa de diminutas partículas en suspensión’ significan cosas completamente distintas. A partir de esto aún no podemos concluir que tienen que haber dos cosas, la masa de partículas en suspensión y la nube. Propongo que la razón para que esto sea así es que, a pesar de que las características de ser una nube y de ser una masa de partículas en suspensión están invariablemente asociadas, nunca realizamos al mismo tiempo las observaciones requeridas para verificar el enunciado ‘esa es una nube’ y las observaciones requeridas para verificar el enunciado ‘esto es una masa de diminutas partículas en suspensión’. Podemos observar la micro-estructura de una nube únicamente al estar rodeados por esta; esta es una condición que efectivamente no nos permite observar las características que desde cierta distancia nos permitan describirla como una nube. En efecto, estas experiencias son tan 4

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dispares que usamos palabras distintas para describirlas. Cuando observamos desde cierta distancia aquello que es una nube esta resulta ser niebla o neblina. ¿Cuándo hay dos conjuntos de observaciones del mismo suceso? El ejemplo de la nube y de la masa de diminutas partículas en suspensión fue elegido debido a que es uno de los pocos casos en que una proposición general implica lo que he denominado ‘es’ de composición y que no nos involucra con cuestiones técnicas científicas. Este ejemplo es útil en la medida en que permite evidenciar la conexión entre los casos cotidianos de ‘es’ de composición, como en el ejemplo del caso de la mesa/caja de embalaje y los casos más técnicos como el de ‘la luz es un movimiento de cargas eléctricas’, donde la analogía con el caso consciencia/proceso cerebral es más notable. Las limitaciones del caso nube/diminutas partículas en suspensión es que este no permite evidenciar con suficiente claridad el problema crucial de cómo se establece la identidad de estados de dos cosas referidos por dos expresiones. En el caso de la nube el hecho de que algo sea una nube y el hecho de algo sea una masa de diminutas partículas en suspensión son hechos verificados mediante procesos normales de observación visual. Además, se puede argumentar, que la identidad de las entidades referidas por dos expresiones es establecida por la continuidad entre los dos conjuntos de observaciones en tanto que el observador se acerque o se aleje de la nube. Dicha continuidad entre dos tipos de observaciones no existe en el caso de los procesos cerebrales y la consciencia. Un escrutinio detallado nunca revelara el paso de impulsos nerviosos a partir de miles de sinapsis, de la misma forma en que el escrutinio detallado de una nube revelara una masa de diminutas partículas en suspensión. Las operaciones requerida para verificar los enunciados sobre la consciencia y los enunciados sobre procesos cerebrales son fundamentalmente diferentes. Para encontrar un paralelo con esta característica tenemos que examinar otros casos donde se afirme la identidad entre algo cuya ocurrencia sea verificada por procesos ordinarios de observación y algo cuya ocurrencia sea establecida por procedimientos científicos especiales. Para este propósito he elegido el caso en el que decimos que la luz es un movimiento de cargas eléctricas. Como en el caso de la consciencia, a pesar de que examinemos detalladamente la luz, nunca seremos capaces de observar las cargas eléctricas, de la misma forma en que las operaciones para determinar la naturaleza de los propios estados de consciencia son radicalmente diferentes de aquellas operaciones requeridas para determinar la naturaleza de los propios procesos cerebrales, las operaciones para determinar la ocurrencia de la luz son radicalmente diferentes de aquellas requeridas para determinar la ocurrencia de un movimiento de cargas eléctricas. Por tanto, ¿qué nos conduce a decir que dos conjuntos de observaciones son observaciones del mismo suceso? No puede ser meramente el hecho de que los dos conjuntos de 5

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observaciones estén sistemáticamente correlacionadas de manera tal que dondequiera que haya luz siempre habrá un movimiento de cargas eléctricas. Hay innumerables casos de tales correlaciones en los que no tenemos la tentación de decir que dos conjuntos de observaciones son observaciones del mismo suceso. Por ejemplo, hay una correlación sistemática entre el movimiento de las mareas y las etapas lunares, pero esto no nos conduce a decir que los registros de los niveles de las mareas son registros de las etapas lunares y viceversa. Hablamos preferiblemente de una conexión causal entre dos sucesos o procesos independientes. La respuesta acá parece ser que tratamos los dos conjuntos de observaciones como observaciones del mismo suceso en casos en los que las técnicas de observación científica, que se ubican en el contexto del cuerpo apropiado de una teoría científica, proporcionan una explicación inmediata de las observaciones realizadas por el hombre de la calle. En consecuencia, podemos afirmar que la luz no es más que movimiento de cargas eléctricas, ya que sabemos que el movimiento de cargas eléctricas a través de la atmósfera, tal como ocurre cuando la luz es reportada, da lugar al tipo de estimulo visual que llevaría a un observador a reportar un destello de luz. Por el contrario, en el caso marea/luna no hay tal conexión causal entre las etapas lunares y las observaciones realizadas por un hombre que mida la altura de la marea. La conexión causal se da entre la luna y las mareas, no entre la luna y la medida de las mareas. La explicación fisiológica de la introspección y la falacia fenomenológica Si la explicación ofrecida es correcta, se sigue que para establecer la identidad entre la consciencia y ciertos procesos cerebrales es necesario mostrar que las observaciones introspectivas reportadas por el sujeto pueden ser explicadas en términos de procesos que se sabe que ocurren en su cerebro. A la luz de esta sugerencia es extremadamente interesante encontrar que cuando un fisiólogo, distinto de un filosofo, encuentra difícil ver cómo la consciencia podría ser un procesos cerebral, lo que le preocupa no es una supuesta auto-contradicción que este implicada en esa aseveración, sino una aparente imposibilidad de explicar, en términos de las propiedades que se conocen del sistema nervioso central, los reportes proporcionados por el sujeto acerca de sus procesos concientes. Sir Charles Sherrington ha planteado el problema de la siguiente forma: “La cadena de sucesos que se extiende desde la radicación solar entrando por el ojo a, por otra parte, la contracción de los músculos de la pupila y, por otra parte, los disturbios eléctricos en la corteza cerebral simplemente son pasos en la secuencia de “causalidad” física, de modo que, gracias a la ciencia, son inteligibles. Sin embargo, en la segunda cadena serial de la etapa de reacción de la corteza cerebral se sigue un suceso o conjunto de sucesos inexplicable 6

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para nosotros, la ciencia no nos puede ayudar para esclarecer qué son en sí mismos y el empate causal entre ellos y lo que los precede; un grupo de sucesos aparentemente inconmensurable con cualquiera de los sucesos que le dan lugar. El yo “ve” el Sol; percibe un disco brillante bidimensional localizado en el “cielo”, perdura un campo de brillo disminuido elevado y con forma de cúpula aplanada sobre el yo y un centenar de cosas. No hay una pista de que esto esté en la cabeza. La visión esta saturada con aquella extraña propiedad llamada “proyección”, la inferencia no argumentada de que lo que se ve está a cierta “distancia” de la visión del “yo”. Se ha dicho suficiente para enfatizar que dentro de la secuencia de sucesos se requiere un paso donde una situación física en el cerebro conduzca a una situación psíquica que no contenga pistas de cerebro o cualquier otra parte del cuerpo […] La suposición tiene que ser, al parecer, que hay dos series continuas de sucesos, una físicoquímica y otra psíquica y que a veces interactúan” (Sherrington 1947: xx- xxi).

Del mismo modo en que, probablemente, el fisiólogo no está impresionado por el argumento del filosofo a favor de que hay una auto-contradicción implicada en la suposición de que la consciencia es un procesos cerebral, probablemente, el filosofo no está impresionado por la consideración que lleva a Sherrington a concluir que hay dos conjuntos de sucesos, uno físico químico y otro psíquico. El argumento de Sherrington a favor de esta apelación emocional depende de un error lógico bastante simple que, desafortunadamente, es frecuente entre psicólogos y fisiólogos y pocas veces, en el pasado, entre filósofos. Este error lógico, que denominaré ‘falacia fenomenológica’, radica en suponer que cuando el sujeto describe su experiencia, cuando describe como se ven, suenan, huelen, saben o se sienten para él las cosas, se encuentra describiendo las propiedades literales de los objetos y sucesos sobre una clase particular de cinema interno o pantalla de televisión interna, usualmente denominado en la literatura psicológica moderna ‘campo fenoménico’. Por ejemplo, si asumimos que cuando un sujeto reporta una post-imagen verde está afirmando la ocurrencia dentro de sí mismo de un objeto literalmente verde, es claro que tendremos en nuestras manos una entidad para la que no existe un lugar en el mundo de la física. En el caso de la post-imagen verde, no hay un objeto verde en el ambiente que corresponda con la descripción ofrecida; tampoco hay alguna cosa verde en su cerebro. Ciertamente no hay algo que hubiese emergido en el momento en que el sujeto reportó la apariencia de la post-imagen verde. Los procesos cerebrales no son la clase de cosas para las cuales los conceptos de colores pueden ser apropiadamente aplicados. La falacia fenomenológica sobre la que este argumento se soporta depende de la errónea aseveración de que ya que nuestra habilidad para describir las cosas en nuestros ambientes depende de nuestras consciencia de esa cosas, entonces, nuestras descripciones de las cosas son, en un primer momento, descripciones de nuestra experiencia consciente y son, indirectamente e inferencialmente en un segundo 7

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momento, descripciones de objetos y sucesos en nuestros ambientes. Se asume que debido a que reconocemos las cosas en nuestro ambiente en virtud de cómo se ven, suenan, saben, gustan y se sienten, comenzamos por describir sus propiedades fenoménicas, i.e., las propiedades de cómo se ven, suenan, saben, gustan y de cómo se sienten, e inferir a partir de estas las propiedades reales. De hecho, lo que ocurre es lo contrario. Comenzamos por aprender a reconocer las propiedades reales de las cosas en nuestro ambiente. Por supuesto, aprendemos a reconocer las cosas por cómo se ven, suenan, saben, gustan y se sienten antes de que podamos describirlas en sí mismas. En efecto, sólo después de que hemos aprendido a describir las cosas en nuestro ambiente es que podemos aprender a describir nuestra consciencia de ellas. No describimos nuestra experiencia en términos de ‘propiedades fenoménicas’ mitológicas que se suponen inherentes a ‘objetos’ mitológicos en el mitológico ‘campo fenoménico’, sino por referencia a las propiedades físicas reales de los objetos, sucesos y procesos físicos concretos que normalmente, tal vez no en el presente ejemplo, dan lugar a la clase de experiencia consciente que intentamos describir. En otras palabras, cuando describimos la post-imagen verde no decimos que existe algo, la post-imagen, que es verde; más bien estamos diciendo que tenemos la clase de experiencia que normalmente tenemos cuando miramos (y que hemos aprendido a describir como) una mancha de luz. Una vez que nos deshacemos de la falacia fenomenológica comprendemos que el problema de explicar las observaciones introspectivas en términos de procesos cerebrales está lejos de ser insuperable. Comprendemos que no hay nada que el sujeto con introspección afirme acerca de su experiencia consciente que sea inconsistente con lo que el fisiólogo podría querer decir acerca de los procesos cerebrales causantes de que un sujeto describa el ambiente y su consciencia del ambiente de la manera en que lo hace. Cuando el sujeto describe su experiencia diciendo que una luz que, de hecho, es estacionaria parece moverse, todo lo que tiene que hacer el fisiólogo o el psicólogo fisiológico para explicar las observaciones introspectivas del sujeto es mostrar que el proceso cerebral, que causa que el sujeto describa su experiencia de la forma en que lo hace, es la clase de proceso que normalmente ocurre cuando ese sujeto está observando un objeto real moviéndose y que, por consiguiente, normalmente causa en él que reporte el movimiento de un objeto en su ambiente. Una vez que ha sido hallado el mecanismo mediante el cual el individuo describe lo que sucede en su ambiente, todo lo que se necesita para explicar la capacidad del individuo de realizar observaciones introspectivas es una explicación de su habilidad para discriminar entre aquellos casos donde sus hábitos normales de descripción verbal son apropiados a la situación del estímulo, y aquellos casos donde no lo son, y una explicación de cómo y por qué el sujeto aprende a emitir sus protocolos descriptivos ordinarios precedidos por frases calificativas como ‘aparece’, ‘parece’, ‘se ve’, ‘se siente’ etc. en casos donde esté en duda qué tan apropiados son sus hábitos 8

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descriptivos. Agradecimientos Estoy muy agradecido con los colegas que participaron en una serie de discusiones informales que tuvieron lugar en el Departamento de Filosofía, Universidad de Adelaida. Particularmente al Sr. C. B. Martin por su persistente y difícil crítica a mis intentos tempranos de defender la tesis de que la consciencia es un proceso cerebral, al Prof. D. A. T. Gasking, de la Universidad de Melbourne, por clarificar muchos asuntos lógicos implicados y al Prof. J. J. C. Smart por el soporte moral y ánimo en lo que frecuentemente pareció una causa perdida. ________________________ Referencias. Place, U. (1954), ‘Concept of heed’, Brif.]. Psvchol., 45, pp. 243- 255. Ryle, G. (1949), The Concept of Mind, Londres, Hutchinson. Sherrington, Sir. C. (1947), ‘Foreword to the 1947 edition of The Integrative Action of the Nervous System’, Cambridge University Press, Tolman, E. (1932), Purposive Behavior in Animal and Men, Berkeley y Los Angeles, University of California Press. Wittgenstein, L. (1953), Philosophical Investigations, Oxford, Blackwell.

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