ERNESTO y la (des)ilusión: una mirada desde la teoría del juego

July 7, 2017 | Autor: Coca Duarte | Categoría: Playwriting, Dramaturgia, Drama and theatre studies, Teatro Chileno, Chilean theater
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Descripción

GESTOS Teoría y Práctica del Teatro Hispánico

Para la historia de las teorías teatrales Juan Villegas Editor

Año 28, No 55, Abril 2013

Ernesto y la (des)ilusión: una mirada desde la teoría del juego Coca Duarte Pontificia Universidad Católica de Chile El montaje Ernesto de la Compañía de Teatro de Chile1 —estrenado en enero 2010— surge a partir de una invitación del Festival Santiago a Mil que, en el marco de la celebración del bicentenario, le propone a la compañía revisitar una obra chilena del siglo XIX. Teatro de Chile elige el texto dramático Ernesto (1842),2 de Rafael Minvielle, pero su propuesta cuestiona de entrada la idea tradicional de la representación al optar por no poner en escena el texto aludido sino presentar en el escenario a un grupo de actores que explican a los asistentes que no harán la obra anunciada. Esto se debe, explican, a que el lugar donde iba a realizarse, el Teatro Municipal, ha sido ocupado por una compañía alemana "Pina Baus [sic]" (Infante et al. 2) y la escenografía que habían preparado no cabría en el escenario donde se encuentran ahora. La intención de sus creadores, que "pretende la sensación de forcejeo o de fracaso que se levanta cuando se ponen  en  dialogo…  lo  real  y  lo  imaginario..." ("Ernesto dossier" 2) queda puesta en evidencia con esta alusión al espacio real de la representación en contraposición al espacio de ficción de la obra, mientras que se refuerza al aparecer los actores esgrimiendo sus propios nombres —reales— en vez de los de personajes que representan —los imaginarios. Sin embargo, más allá de un análisis de los procedimientos escénicos que operan en este montaje, me propongo explorar esta realización escénica a la luz de la teoría del juego, para ver de qué forma —desde el punto de vista de la ilusión escénica, el juego del actor, y el concepto de iteración— exhibe algunas de sus características y a la vez, desafía y transgrede algunas de sus premisas clásicas. Por medio de ello, pretendo establecer que, si bien Ernesto cuestiona la representación, lo hace sin sabotear el juego ya que —a pesar de cuestionar las convenciones teatrales— sigue estando enmarcado en el juego, al sostener un pacto simbólico entre el actor y el espectador. Asimismo —y apoyándome en 1

Formada en el año 2001 y liderada por Manuela Infante, la compañía de teatro chilena Teatro de Chile, ha recibido diversos reconocimientos a lo largo de su trayectoria. Sus últimas obras Cristo (2008), Ernesto (2010) y Multicancha (2010) son ejemplo del perfil investigativo y experimental de su trabajo escénico. Para más información, consultar: www.teatrodechile.cl 2

A partir de ahora, cuando me refiera a la obra de Minvielle, incluiré siempre el año, para distinguirla del montaje Ernesto de la Compañía Teatro de Chile.

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los conceptos de ilusión y desilusión acuñados por Baudrillard— intentaré explorar cómo Teatro de Chile, a pesar de estar desilusionada de un hacer del teatro convencional, logra generar, en Ernesto, estrategias teatrales para proyectar un discurso y un imaginario en el espectador. I. De 1842 a hoy Considerada una de las "obras emblemáticas e históricamente precursoras de la línea romántica en la dramaturgia nacional" (Pradenas 159), Ernesto (1842) de Rafael Minvielle, es un melodrama que recoge varias de las características del llamado "romanticismo a la chilena:" la influencia romántica no se limita a la evocación suspirante de la lejana Europa, ella opera como caja de resonancia de una temática americana, en la que se intenta conjugar la evocación histórica, la exaltación de la pasión amorosa y la sublimación del sentimiento de pertenencia a la nación. (Pradenas 159) Así, podemos ver cómo estas temáticas se imbrican en Ernesto (1842): su protagonista, Ernesto, soldado español, retorna a su patria luego de dejarse llevar por las ideas independentistas chilenas y de sumarse a la lucha de los chilenos. Ello, sin embargo, tiene consecuencias en el plano personal, es calificado como traidor y por ello, pierde la posibilidad de casarse con su amada, Camila. La compañía Teatro de Chile declara haber elegido la obra por encontrar "en ella elementos que aún definen nuestra sociedad" (Santi "Teatro de Chile experimenta…" 23). Particularmente, reconocen en ella "una paradoja duplicada al nivel del estilo y del contenido" (Infante 36): por una parte, Ernesto (1842) es "una obra romántica que defiende ideales ilustrados" (Infante 36); por otra, se refiere a "la Independencia de Chile [que] se basó  en…  ideales  franceses…  una   especie de Independencia dependiente" (Infante Cit. en Miranda 40). El trabajo sobre estas ambivalencias decantó en la contraposición entre cuerpo y discurso: …cuánto  sentido  hizo,  a  la  luz  de  nuestra  humilde  investigación histórica, la idea de que se batían el discurso y el cuerpo, tal como se batía una idea de nación foránea, recogida e implementada vía el discurso, la escritura, los decretos, las constituciones, los signos patrios todavía vacíos y un cuerpo que le antecedía; un cuerpo actuante, aconteciente, sintiente, un cuerpo iletrado, mestizo, híbrido. (Infante 36) Palabra y cuerpo se trabajaron, por tanto, enfrentados, disociados. Tal como revela Infante, se exploraron al extremo sus posibilidades de relación (37). El

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montaje propuso, entonces, una nueva teatralidad. Un juego constante entre ilusión y (des)ilusión. II. Ilusión escénica Tal como señala Caillois, "es claro que la representación teatral y la interpretación  dramática  entran  con  todo  derecho  en  [el]…  grupo [mimicry]" (55). Sin embargo, si analizamos más de cerca las características de este grupo, podemos ver cómo las opciones de escenificación de Ernesto pretenden distanciarse de varias de estas características. La primera escena de la obra, descrita anteriormente, nos da la primera pista de recepción: aquello que desde un inicio se cuestiona es el concepto de ilusión, entendido por Caillois en contexto de mimicry de la siguiente forma: "Todo juego supone la aceptación temporal, si no de una ilusión (aunque esta última palabra no signifique otra cosa que entrada en juego: in-lusio), cuando menos de un universo cerrado, convencional y, en ciertos aspectos, ficticio" (52). Sumado a ello, desde el punto de vista de los estudios teatrales ilusión se refiere a "tomar como real y verdadero aquello que no es más que una ficción" (Pavis 243). El recurso del relato de una escenografía que no pudo ser traída al espacio compartido entre el actor y el espectador opera así en dos planos. Por una parte, no nos permite como espectadores entrar en el universo ficticio de Ernesto (1842), ni trasladarnos a la "España de principios del siglo XIX" (Pradenas 160), más bien nos catapulta a nuestra situación espaciotemporal actual —la sala y el día en que presenciamos la obra— y pone en evidencia el contraste entre la ficción propuesta por el texto de 1842 y la concretización escénica despojada por la que ha optado la compañía. Por otra parte, más que plantearnos un universo cerrado, pre-elaborado por el grupo de creadores siguiendo una serie de convenciones, nos enfrenta al problema de llevar hoy a escena el espacio-tiempo particular de la obra de Minvielle, situándonos en las preguntas de la compañía al enfrentar el proceso de creación. Esta tendencia, la "celebración del teatro como proceso" (Lehmann Le Théâtre 32) está presente en el teatro … desde comienzos de los años 70, [cuando] la práctica escénica hizo uso de…  [ciertos]  datos  fundamentales  del  teatro,  los  integró  a  su  reflexión  y,  directamente, los utilizó como tema y contenido de la representación, puesto que el teatro comparte con las otras disciplinas artísticas de la (pos)modernidad, una tendencia a la autorreflexión y a la autotematización. (Lehmann, "El  Teatro…" 2-3) Ello implica la concepción de lo teatral más que como un universo convencional, como un evento en curso, en el cual el espectador es tan partícipe como el actor.

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Más avanzada la obra, podemos percibir que nuevamente se ponen en crisis las características de la ilusión en la llamada, en el texto, "anécdota del BOTÓN" (Infante Teatro de Chile... 4) en la que, en medio de una escena de celos y desencuentro entre Ernesto y Camila —narrada a su vez por los actores que los interpretan Juan y Coté— Ernesto/Juan pierde un botón del vestuario: Juan: Entonces yo inflo el pecho y digo "Olvidada nunca, celos ¿y de quién?" Coté: Yo digo "¿De quién, y me lo preguntas? Pregúntalo a esas americanas, cuyos  atractivos  borraron  de  tu  memoria  a  tu  prima  amante…" Juan: Entonces yo escucho el ruido de algo que se cae al suelo. … Coté: "…a  esas  hijas  dichosas  de  un  mundo  nuevo,  juvenil  y  seductor,  que   arrancaron de tu corazón la imagen de una española que te ha amado con delirio y debía ser tuya." Juan: Entonces me veo reflejado en el espejo y me doy cuenta que se me cayó un botón.(8) Esta anécdota inevitablemente nos recuerda lo que Huizinga llama la inestabilidad del estado de ánimo propio del juego, donde, mediante un accidente, se suspende momentáneamente el abandono del jugador al juego: En todo momento la "vida ordinaria" puede reclamar sus derechos, ya sea por un golpe venido de fuera, que perturba el juego, o por una infracción a las reglas o, más de dentro, por una extinción de la conciencia lúdica debido a desilusión y desencanto. (Huizinga s/p) Justamente, en la escena citada anteriormente, vemos al actor/jugador, Juan, perturbado por el hecho de que se la ha caído un botón, incluso intentando no distraerse: "Juan: Y yo escucho "eres libre" y pienso: Ernesto concéntrate" (9). Más adelante, otras eventualidades ponen en peligro la integridad de la ilusión cuando un actor olvida un texto y se queda en silencio, prolongando en exceso un momento y amenazando con agotar la pista de sonido que estaba diseñada para una extensión menor: Nicole: Pienso que a Juan se le ha olvidado el  texto  porque  no  dice  nada…   … Nicole: Imagino que tomo mi texto y que le susurro a Juan: "Yo en su lugar de usted fuera padre." … Juan: Me pregunto si la gente se estará dando cuenta que mis lágrimas son de  ahogamiento  y  no  de  llanto… Claudia: Pienso que ha durado demasiado tiempo este silencio.

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… Claudia: Veo que le quedan treinta segundos a la pista lluvia, pienso ¿qué voy a hacer cuando se termine? (16-17. El énfasis es mío.) Tal como teme Juan, este tipo de eventualidad también puede llevar al espectador a la suspensión momentánea de la ilusión, rompiendo involuntariamente la regla del juego que le corresponde en mimicry: "prestarse a la ilusión sin recusar desde un principio la escenografía, la máscara, el artificio al que se invita a dar crédito, durante un tiempo determinado, como a una realidad más real que la realidad" (Caillois 57-58). Finalmente, la alusión a la tensión entre el espacio-tiempo ficticio y el espacio-tiempo real de la representación se ve reforzada cuando Juan revela "me imagino que nunca volví a Valencia, me imagino que esto no es Valencia, me imagino que esto es Chile, me imagino que estamos en la Sala Sergio Aguirre de la Universidad de Chile" (17) —sala donde efectivamente se está presentando la obra— transgrediendo la aseveración de Fink: "El espacio del mundo lúdico utiliza un sitio real y la acción mundanal lúdica utiliza un tiempo real — (sic) y, a pesar de ello, no se deja ubicar ni datar en un sistema de coordenadas de la realidad" (238). III. Juego del actor Desde el punto de vista del juego del actor, ya hemos visto —en la escisión entre actor y personaje que por ejemplo opera en la anécdota del botón— la doble condición del cuerpo del actor en tanto portador de un personaje y cuerpo real. Esto se corresponde con el pensamiento de "Hegel [que asevera que] forma parte de la esencia misma del teatro que los personajes sean encarnados por hombres reales con su propia voz, su corporalidad y gestualidad" (Lehmann 63). Sin embargo, en Ernesto más que "apoyarse en el hecho de que el sujeto juega a creer, a hacerse creer o a hacer a los demás que es distinto de sí mismo" (Caillois 52); se enfatiza la disociación corporal entre el intérprete y lo interpretado en las constantes referencias al texto citado, precedido —en muchas ocasiones— por la enunciación del nombre del personaje: "Juan:  …  entonces yo, que soy Ernesto digo ‘No   importa…mi   permanencia   será   sólo   el   tiempo   necesario para arreglar los asuntos de mi herencia paterna. Después de esto cumpliré con la promesa hecha a Camila porque  es  el  único  medio  de  ser  feliz’" (15. El énfasis es mío). Si tomamos la aseveración de Fink: "La actividad del jugador es un peculiar tipo de producción, la producción de una "apariencia," una creación imaginaria y que, al mismo tiempo, es nada, que es más bien la producción de una irrealidad" (235). Y equiparamos la actividad del actor a la del jugador, son el cuerpo, voz, movimientos y textos del actor los que producen esta irrealidad. En el caso

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de Ernesto —y mediante la cita explícita al texto de Minvielle— esta producción es desplazada desde la representación hacia la presentación, de las acciones al relato, de lo dramático a lo narrativo. En la misma línea de lo narrativo —que desplaza al relato aquello que en una representación convencional debiera suceder ante los ojos del espectador— se encuentra la narración del espacio del inicio de la obra: Claudia: Y esta pared no sería negra, este, en realidad, ES un muro de piedra. Coté: O sea no de piedra, de plumavit. Claudia: Pero ellos lo verían de piedra, así es que ES de piedra. Descripción del MURO: dimensiones, cuerdas que lo afirman, altura, ancho. Luego descripción de la ventana. (sic) Coté: Y aquí hay un muro exactamente igual a ese, con una ventana idéntica a esa. Claudia: No, no es igual. Coté: ¡Ah! No, no es igual, porque acá atrás hay unos árboles que sacamos del campo del Juan. Descripción de los árboles: altura, raíces, dimensiones, el efecto de las hojas; el VENTILADOR; la sombra de las hojas que da al PIANO, descripción del piano: las patas del piano como garras de león; SILLIN del piano, forrado en terciopelo verde, patas del sillín como garritas de león, que se conectan con las patas de león del CANDELABRO, descripción del candelabro: cirios, haz de luz de los cirios que se agranda y llega hasta el SILLÓN de 5 cuerpos, descripción del sillón o sofá: que también termina en una patas de león, comparación de la distancia que hay entre el sillón y la PUERTA DE PINO OREGÓN, descripción de la puerta: cómo se abre la puerta; el ESPEJO, descripción del espejo; el espejo está pegado al MURO DEL FONDO, descripción del muro del fondo: forrado en tela verde, lleno de CUADROS con cosas, personas, paisajes, naturaleza muerta; CUADRO FAVORITO DE LA COTÉ, descripción del MARCO del cuadro, del interior del cuadro, un joven leyendo un libro que en realidad está tocando un violín, el sauce, la roca y el sapo, es, en realidad una mancha COLOR VERDE. (sic) (3-4) Paradójicamente, el relato parece activar nuestra imaginación y nos permite proyectar en el espacio vacío todo aquello que es descrito. Como "producción de irrealidad" el lenguaje parece evocar de forma más eficiente el espacio de la representación/ ficción, de lo que habría sido capaz una reproducción naturalis-

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ta.3 Tal como asevera Deleuze "Crisipo enseña: "si dices algo, esto pasa por la boca; dices un carro, luego un carro pasa por tu boca."…  lo  inmediato  está  en  el   lenguaje" (12). Este mismo procedimiento —que entrega al espectador la responsabilidad de proyectar interiormente las imágenes propuestas— es utilizado en el afiche de la obra4 donde se lee: Ve usted aquí un blanco rectángulo en el que reposa una figura semi redondeada, apenas más grande que un puño cerrado. Predominante en rojo y cubierto de un líquido de igual color, una serie de conductos ostenta y a través de ellos bombea, usualmente, un fluido vital. Sin embargo, ahora, usted quieto lo percibe. De izquierda a derecha las letras E, R, N, E, S, T, O lo atraviesan. Aquí, el corazón es evocado sin necesidad de reproducir una imagen. Al contrario de lo planteado por Fink, "la  producción  de  una  irrealidad,  …   tiene una fuerza fascinante, encantadora y arrobadora que no está enfrente del jugador, que precisamente lo arrastra hacia sí" (235). Es como si los actores/jugadores de Ernesto renunciaran a dejarse arrastrar por el juego y tomaran cierta distancia para explicarnos (o presentarnos) el juego, en oposición a vivenciarlo. Esta separación consciente del jugador con el juego pone en evidencia una falta de identificación del cuerpo del actor con su personaje. Este procedimiento, denominado distanciación por el creador teatral Bertolt Brecht se puede explicar de la siguiente manera: Si el mecanismo principal mediante el cual se generaría una ficción escénica está determinado por "la especificidad del teatro" y es que "esta ficción es construida por cuerpos reales," es decir se presenta "no mediatizad[a] (al menos directamente) por un narrador" (Pavis, Diccionario 207); Brecht propondrá que el escenario comience a narrar (45), es decir que en vez de encarnar un suceso, el escenario lo cuente (46). El contar ya supone un ejercicio de reflexión: no solo se experimenta el mundo sino también se interpreta su sentido (Bralic s/p). El acto de narrar, eliminaría, por ejemplo, la suspensión voluntaria de la incredulidad (Coleridge); "Ya no se le permiti[ría] al espectador  entregarse  sin  crítica  (…)  a  unas  vivencias  por  la  simple  identificación con los personajes dramáticos. La manera de presentarlos somet[ería]

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Digo representación/ficción, porque el espacio evocado por el relato da cuenta tanto de la materialidad con que es concretizada la escenografía (pared de plumavit), como del espacio de la ficción que viene a representar (muro de piedra). 4

Disponible en "Ernesto dossier."

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a los temas y a los sucesos a un proceso de distanciación" (Brecht 45). (Duarte 66) Por otra parte, al no ser propiamente encarnados en el cuerpo de los actores, los personajes de Ernesto (1842) tienden a aparecer en el plano del discurso. Como ya enuncié, esta preocupación —la oposición entre cuerpo y discurso— está en el centro de este trabajo de Manuela Infante: "Entonces,  …  sometimos  el   cuerpo al discurso, los echamos a batallar sobre el escenario como gallos hasta que uno botara al otro" (Infante 37). Curiosamente, para llevar a cabo esta propuesta artística, Infante lo planteó como un juego: El juego tenía dos leyes: una, que toda frase debía iniciarse con "pienso" "siento" o "digo"; otra, que mientras más imaginarias las escenas, más quieto debía estar el cuerpo, porque la única forma de levantar una escena imaginaria es aquietar todo lo que en la realidad se le resiste, partiendo por el espacio y el propio cuerpo. (37) Ya vimos cómo —en la cita que describe la escenografía— le fue entregada al espectador la facultad de levantar aquella "escena imaginaria." Sin embargo, Infante va más lejos en sus estrategias para generarla, y oscurece la sala durante la función por aproximadamente veinticinco minutos, suspendiendo la tensión entre cuerpo y discurso y dejando al espectador solamente escuchando el discurso de los actores en la oscuridad: Así petrificamos los cuerpos y oscurecimos la sala para intentar sobreponerle a todo lo que efectivamente era, había, estaba, un espacio nuevo, imaginario, inaugurado en el decir, de modo que cada palabra gestaba lo que decía nombrar, dibujando en el discurso un plano de realidad compartido por actores y espectadores solo en la imaginación de cada uno. Por cierto, compartido, ni en lo más mínimo. (Infante 37) Finalmente, esta oposición entre cuerpo y discurso nos vuelve a remitir a la temática de la obra de Minvielle que refiere a la disociación del español que comulga con la ideología independentista de los chilenos. IV. Juego dentro del juego (iteración) Resulta interesante advertir las diversas capas o niveles de juego presentes en una obra como Ernesto, tarea que por lo demás, me he tomado la libertad de expandir más allá de los límites de la ficción. Como primer nivel, opino que la invitación del Festival Santiago a Mil a la compañía Teatro de Chile abre una posibilidad de juego, si consideramos que Ernesto es la reinterpretación contemporánea de una obra del pasado, una rein-

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terpretación por encargo, es decir un juego de interpretación. En una invitación como esta, la compañía se encuentra ante una actividad reglamentada en algún grado, una de las características de la actividad del juego "sometida a convenciones que suspenden las leyes ordinarias e instauran momentáneamente una nueva legislación, que es la única que cuenta" (Caillois 37-38). La creación del grupo artístico de Teatro de Chile está momentáneamente sometida, ya no a trabajar en un proyecto creativo espontáneo, sino uno regido por el desafío del Festival Santiago a Mil. El encargo, además, está supeditado a la celebración del Bicentenario de la Independencia de Chile, por lo tanto supone instaurar la creación en ese marco. Ya hemos visto que la representación se enmarca en el grupo de juegos mimicry que, según Caillois, "presenta todas las características del juego: libertad, convención, suspensión de la realidad, espacio y tiempo delimitados" (57). Esta sería, entonces, el segundo nivel de juego. En ella opera claramente la segunda característica de la actividad lúdica "Separada: circunscrita en límites de espacio y de tiempo precisos y determinados por anticipado" (Caillois 37). Se podría decir que estos límites están ligados a la asistencia al teatro en un tiempo y espacio determinado y se extiende —en el caso particular de Ernesto— hasta que el espectador espera en silencio a que se enciendan las luces del escenario, luego de que ha ingresado a la sala de teatro, buscado su asiento y se han, por pocos minutos, apagado las luces de la sala antes de la representación. Sin embargo, apenas se encienden las luces de escena, la convención teatral tradicional es rápidamente desplazada por un nuevo juego. Si "En su forma tradicional, el teatro se asemeja a la escenografía cerrada de un cuadro" (Fink 238), en Ernesto se rompe el marco de dicho cuadro cuando se le comunica al espectador que la obra que ha venido a presenciar no podrá ser realizada. No obstante, se le propone al espectador un nuevo juego que sería en este caso un tercer nivel, cumpliéndose lo enunciado por Fink: El juego de representación no abarca de ninguna manera sólo a los cojugadores que se han enlarvado en sus roles, se relaciona también por lo general con la comunidad lúdica, con los espectadores para los cuales se abre la escena. Esto lo muestra de manera clara el teatro. Los espectadores no son aquí los testigos casuales de un jugar ajeno, no están fuera, son de antemano aquellos a los que el juego se dirige, apelando a su comprensión, a aquellos que arrastra en su hechizo. (238) Sin embargo, el juego propuesto es claramente diferente del ponerse en el lugar de otro, o contrario a lo que plantea Fink "los espectadores" de un juego representacional se "identifican" de un modo imaginativo con los jugadores" (253) y como ya vimos, se puede definir como un juego de distanciación. Desde la perspectiva de la iteración, aparece la idea de un cuadro dentro de un cuadro,

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constituyéndose Ernesto en el juego de reinterpretación de un juego de representación que deviene en un juego de distanciación. Sin embargo, hemos visto que, en este tercer nivel, tanto el proceso de presentación como el de narración y distanciación desafían los límites de los juegos precedentes que lo contienen, poniendo en cuestión directamente sus convenciones, como si —no contento con proponer un nuevo juego dentro del juego, un nuevo cuadro dentro del cuadro— este tercer nivel reflexionara sobre el marco que lo contiene. A este respecto, este tercer nivel contravendría lo propuesto por Fink: La modificación-como-si de la "apariencia" figurativa es repetible — podemos representarnos fácilmente cuadros en cuadros de un mundo de cuadros. Pero las relaciones iterativas no son, de ningún modo, fáciles de ver. Sólo en el medio imaginario de la apariencia figurativa aparece posible la repetición, cuya frecuencia es arbitraria, de la relación de la realidad con el mundo pictórico; en sentido estricto una figuratividad de nivel más elevado no agrega nada más al carácter imaginario del cuadro. (238-239. El énfasis es mío). Así, este nivel más elevado tendría la propiedad de agregar la reflexión sobre el marco mencionada anteriormente. Por otra parte, el motivo del marco aparece mencionado explícitamente en el texto de Ernesto: Coté: Señalo mi cuadro favorito y digo: este es mi favorito. Jose: Escucho que la Coté dice "este es mi favorito" y me giro, veo que la Nico hace el marco del cuadro con sus manos. Juan: Pienso que lo único que se ve de este cuadro es el marco. … Juan: Pienso que ese cuadro tenía un marco exagerado. Un marco más grande que lo que enmarca. Como si tuviera miedo el marco, de no ser considerado. Jose:…me  imagino  un cuerpo adentro de otro cuerpo. Y entonces, me imagino el cuerpo que está fuera del cuerpo. Claudia: Pienso que lo más bonito de este paisaje es el marco. (22) La mención del marco se relaciona con el motivo del cuerpo que, como ya vimos, alude a la doble condición del cuerpo del actor como cuerpo real y cuerpo ficticio. El tercer nivel, además, en su carácter reflexivo y al "denuncia[r] lo absurdo de   las  reglas  [del  juego]…  [al  negarse]  brutalmente  a  acceder  a  la  ilusión  propuesta" (Caillois 36), está al límite de sabotear el juego. No obstante, a pesar de cuestionar la representación, lo hace desde la acción, desde un hacer en la realidad —los cuerpos de los actores en el espacio— y un hacer en el mundo lúdico —la presunción de que dichos actores no han podido hacer la obra por no

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poder utilizar el Teatro Municipal. La distinción entre la reflexión como acto de conciencia y el jugar como praxis queda establecida por Fink en el siguiente pasaje: Jugar es un modo destacado del ser-para-sí. No es el ser-para-sí que surge de la reflexión del entendimiento, ni un acto de conciencia de la retroflexión representacional de la vida representacional sobre sí misma. Jugar es un actuar, una praxis del trato con lo imaginario. En cierto modo, nuestra existencia se refleja activamente a sí misma en el juego humano, ponemos frente a nosotros qué somos y cómo somos. El ser-para-sí lúdico de la humanidad es pragmático. Esta es una diferencia importante con respecto al ser-para-sí meramente intelectual, que proviene de la reflexión. El juego pertenece a la existencia pre-reflexiva elemental. Y al mismo tiempo no es "inmediato." Tiene la estructura de la "mediación," es simple en tanto es jugar, es doble en tanto es un hacer en la realidad y al mismo tiempo un hacer en el mundo lúdico. El operativo carácter-de-acción del juego, que lo contrapone a la reflexión de la conciencia, no es dado de modo manifiesto en la comunidad lúdica. (253. El énfasis es mío). Se produce un fenómeno interesante con la iteración en Ernesto. Si bien en un principio el tercer nivel transgrede las leyes del juego de representación — segundo nivel— provocando una sorpresa en el espectador, a medida que esta transgresión se reitera en el montaje, se vuelve una nueva regla del juego. El espectador —aún sometido a turbaciones en la red de convenciones teatrales que maneja— paradójicamente descifra los códigos de lo que se presenta ante sus ojos y se adecúa rápidamente a ellos, introduciéndolos a su comprensión global del juego. Esta última constatación remite a la aseveración de Baudrillard sobre la imposibilidad de negar el juego desde su interior: ¿El éxtasis del juego proviene de una situación de sueño de tal modo que uno se mueve en él desprendido de lo real y libre de abandonar el juego en todo momento? Es falso: el juego está sometido a reglas, lo que no es un sueño, y no se abandona el juego. La obligación que crea es del mismo orden que la del desafío. Abandonar el juego no es jugar, y la imposibilidad de negar el juego desde el interior, que provoca su encanto y lo diferencia del orden real, crea al mismo tiempo un pacto simbólico, una coacción de observancia sin restricción y la obligación de llegar hasta el final del juego como hasta el final del desafío. (De la seducción 126. El énfasis es mío). Para negar el juego, sería necesario, por lo tanto, suspenderlo definitivamente, mediante el abandono de la sala de teatro por parte de los actores o los espectadores, lo que evidentemente no sucede en Ernesto.

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V. Ernesto: ¿juego de ilusión o (des)ilusión? Hasta aquí he revisado de qué forma Ernesto, desde el punto de vista del juego, establece sus propias reglas en torno a la ilusión escénica, el juego del actor y la iteración. Como conclusión, me interesa examinar los conceptos de ilusión y desilusión acuñados por Baudrillard en su texto La ilusión y la desilusión estéticas, con el fin de dilucidar si Ernesto se encuentra en alguno de estos extremos. Por una parte, Ernesto reúne varias características de un juego de la desilusión: hay una cita de una obra del pasado y esta tiene un componente irónico. Baudrillard lo formula de la siguiente forma: Pareciera que estamos dedicados a una retrospectiva infinita de lo que nos precedió…  Todo  el  movimiento  de  la  pintura,  por  ejemplo,  se  ha  retirado  del   futuro y desplazado hacia el pasado: con la cita, la simulación, la apropiación, al arte actual le ha dado por retomar, de una manera más o menos lúdica, más o menos kitsch, todas las formas, todas las obras del pasado, próximo  o  lejano…  Por  supuesto,  este  remake,  este  reciclaje, pretende ser irónico, pero esa ironía es como la urdimbre gastada de una tela: no es más que el resultado de la desilusión de las cosas, una desilusión de cierta manera. (La ilusión y la desilusión 1. El énfasis es mío). La mirada crítica de Baudrillard es, sin embargo, iluminadora. Ernesto está desilusionada de la manera de hacer teatro convencional. No cree en sus reglas y más aun, no cree que dentro de los márgenes de estas reglas, sea ya posible decir algo. Para Baudrillard, el arte que ya no cree en su ilusión cae en la simulación de sí mismo y que este simulacro consecutivo lo lleva a su propia desaparición, creando "un discurso donde no hay nada que decir" (2). Sin embargo, no todo simulacro es estéril: "Hay (hubo) quizá un aura del simulacro, es decir, hubo en un momento dado una simulación auténtica, valga la expresión, y hay una simulación inauténtica. Esto parece un poco paradójico, pero es cierto: hay una simulación verdadera y una simulación falsa, en arte y en todo lo demás." (La ilusión y la desilusión 3) Para ser considerado auténtico, el simulacro debe estar vivo de alguna manera, como lo estuvo en la "gran aventura del arte moderno en su fase inaugural" (3). Mi hipótesis es que en Ernesto el simulacro está vivo por tres razones. Primero, su simulacro no solo hace desaparecer la representación, sino que logra levantar una reflexión sobre la ilusión y el cuerpo del actor —construyendo por lo tanto un discurso— tal como lo desarrollé anteriormente. Segundo, el encuentro entre los actores y el público es un acontecimiento vital, aurático, tal como lo propone Dubatti:

Duarte. Ernesto y la (des)ilusión

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A diferencia del cine o la fotografía, el teatro exige la concurrencia de los artistas y los técnicos al acontecimiento convivial y, en tanto no admite reproductibilidad técnica, es el imperio por excelencia de lo aurático (Benjamin), de la presencia energética de los cuerpos de artistas, técnicos y público. En el convivio teatral no sólo resplandece el aura de los actores: también la del público y los técnicos. Reunión de auras, el convivio teatral extiende el concepto benjaminiano. (2-3) Finalmente, si examinamos más a fondo el concepto de ilusión de Baudrillard, su pervivencia está en la ausencia, en su falta de mimetismo, en su capacidad de "arrancarse de lo real," oponiéndose a su "visibilidad total, o virtualidad" (5): La virtualidad tiende a la ilusión perfecta, pero ya no se trata en absoluto de la misma ilusión creadora y artística de la imagen; se trata de una ilusión realista, mimética, hologramática que acaba con el juego de la ilusión mediante el juego de la reproducción, de la reedición de lo real; no apunta más que a la exterminación de lo real por su doble. (2) Pudimos apreciar de qué forma la narración del espacio en Ernesto, en el contexto de un escenario vacío, es capaz de generar una mayor ilusión en oposición a la creación de una escenografía realista. Ello porque se sustenta en la ausencia, en su capacidad de sustraerse de la reproducción. Lo mismo sucede con el lapso de oscuridad que se extiende por veinticinco minutos, su capacidad de producir ilusión se halla justamente en la invisibilidad de las imágenes que produce. La propuesta teatral de Teatro de Chile sin duda abre una reflexión pertinente al momento de la celebración del Bicentenario de la Independencia chilena al articular una investigación escénica sobre las tensiones entre cuerpo y discurso a un texto emblemático chileno que retrata a un personaje, Ernesto, que, al no lograr conciliar sus pasiones y pensamientos, elige la muerte. A la vez, propone una mirada crítica a la teatralidad al elegir llevar el proceso de acercamiento a la obra a escena. La experimentación con el cuerpo y discurso conducen a una disociación entre actor y personaje; espacio-tiempo real y ficticio; representación y evento en curso. El evento teatral, al ser un encuentro vital entre el actor y el espectador, se presta a ser comprendido desde la teoría del juego, que, en su particular connotación del concepto de ilusión es capaz de iluminar las diferentes aristas de esta "lúcida y arriesgada" (Santi "Teatro  de  Chile  presenta…" s/p) práctica teatral contemporánea.

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Gestos 55 (Abril, 2013)

Obras citadas Baudrillard, Jean. De la seducción. Traducción de Elena Benarroch. Recurso electrónico, disponible en: www.libroos.es. La ilusión y la desilusión estéticas. Recurso electrónico, disponible en: www.libroos.es. Caillois, Roger. Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo. México. D.F: Fondo de Cultura Económica, 1986. Deleuze, Gilles. Lógica del sentido. Traducción de Miguel Morey. Recurso electrónico, disponible en: Biblioteca electrónica Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. www.philosophia.cl Duarte, Coca. "Estrategias de escenificación y memoria de obra: una propuesta para el análisis del proceso de creación teatral." Cátedra 9 (2011): 58-76. Dubatti, Jorge. "Teatralidad y cultura actual: la política del convivio teatral." Recurso electrónico, disponible en: Dramateatro Revista Digital www.dramateatro.arts.ve/dramateatro.arts.ve_respaldo/ensayos/n12/dubatti_ web.htm "Ernesto Dossier." Teatro de Chile. Recurso electrónico, disponible en: www.teatrodechile.cl/wp2/wp-content/uploads/2010/05/ernesto-dossier.pdf Fink, Eugen. "Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto." Traducción de Cristóbal Holzapfel. Recurso electrónico, disponible en: www.cristobalholzapfel.cl/traducciones/FINKfenomenosfundamentales.pdf Huizinga, Johan. Homo ludens (capítulo 1). Recurso electrónico, disponible en: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2009/06/hohan-huizinga-homo-ludenscap-i.html Infante, Manuela y Teatro de Chile. Ernesto. Manuscrito facilitado por los autores. s/e. Infante, Manuela. "¿Qué puede ser más enrojecedor que sobreactuar la propia vida?." Apuntes de Teatro 132 (2010): 35-38. Lehmann, Hans- Thies. "El teatro posdramático: una introducción." Traducción: Paula Riva. Recurso electrónico, disponible en: www.telondefondo.org/numeros-anteriores/numero12/articulo/318/el-teatroposdramatico-una-introduccion-.html ___. Le Théâtre Postdramatique.  París:  L’Arche  Éditeur,  2002. Miranda, Rodrigo. "Manuela Infante estrena adaptación de obra chilena de 1842." La Tercera. 5 de enero de 2010, p. 40. Recurso electrónico, disponible en: http://www.teatrodechile.cl/es/obras/ernesto/prensa/ Pavis, Patrice. Diccionario del teatro. Barcelona: Paidós, 1998. Pradenas, Luis. Teatro en Chile : huellas y trayectorias siglos XVI-XX. Santiago, Chile: LOM Eds., 2006. Santi, Marieta. "Teatro de Chile experimenta con obra del siglo XIX." La Hora. 5 de enero de 2010, p. 23. Recurso electrónico, disponible en: http://www.teatrodechile.cl/es/obras/ernesto/prensa/ ___. "Teatro de Chile presenta obra lúcida y arriesgada." 6 de Enero de 2010. Recurso electrónico, disponible en: http://santi.cl/dev/criticas-de-teatro/35criticas-de-teatro/178-ernesto

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