“\'Era fea y negra hasta sudar tinta\'. La función disuasiva de los chistes sobre literatas en el siglo XIX\"

September 27, 2017 | Autor: L. Romero Chumacero | Categoría: Teoría de género y feminismo, Literatura Mexicana Siglo XIX, Escritoras mexicanas
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Leticia Romero Chumacero

424

“Era fea y negra hasta sudar tinta”. La función disuasiva de los chistes sobre literatas en el siglo XIX Leticia Romero Chumacero

Universidad Autónoma de la Ciudad de México-Cuautepec.

Hacia el final del siglo XIX, en un diario

Tal suspicacia fue compartida por bue-

de la ciudad de México se afirmó lo cita-

na parte de los críticos e historiadores

do a continuación: “¡Cuán grande sería

literarios que debatían en obras publi-

el Estado, si no olvidara que tiene obli-

cadas entre dos pastas y en artículos

gación de hacer de la mujer el ángel del

divulgados por cotidianos de diversas

hogar y no la literata, la masona o la

tendencias políticas; además, fue sus-

científica que degenera de su sexo y se

crita por una buena parte de la socie-

envuelve con el ropaje falso de conoci-

dad. Lo último se infiere a través de

mientos superiores a su inteligencia y a

la constante presencia de pequeñas

su modo de pensar común!” (“Las ense-

muestras narrativas de propósito bur-

ñanzas…”, 1894). Esto, declarado en las

lesco incluidas igualmente en las pági-

páginas de El Tiempo. Diario católico,

nas de los diarios, e identificables por

no era una manifestación caprichosa y

su nombre genérico: chistes.

solitaria del grupo encabezado por don Victoriano Agüeros, editor del rotativo;

Como otros “géneros cortos” (Guzmán,

por el contrario, sobran testimonios de

2004, p. 233-263), el chiste posee una

la suspicacia con que durante esa dé-

fuerte carga oral que apela a conoci-

cada fueron observadas las mexicanas

mientos, ideas y representaciones com-

cuya expresión escrita rebasó los límites

partidas por una comunidad. Quien lo

de la versificación (lírica y dramática),

escucha o lee, debe completar sus insi-

para arribar a los de la reflexión ensa-

nuaciones con referencias provenientes

yística o a los de la ficción narrativa.

de un marco informativo concreto, gra-

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425 cias al cual los desplazamientos de senti-

terrenos antaño ocupados casi en ex-

do (juegos de palabras, alusiones, gene-

clusiva por hombres. Tal resquemor es

ralizaciones, hipérboles, comparaciones,

inteligible tras la caricaturización de las

parodias, tópicos…), adquieren significa-

escritoras, tendiente a exagerar sus vi-

do y suscitan la risa. Si ésta tiene lu-

cios y mostrar profunda desconfianza

gar, en suma, es porque quien enuncia

ante sus virtudes intelectuales y creati-

y quien descifra lo enunciado reconocen

vas. Distinguir cómo fueron caracteriza-

y comparten las claves precisas.

das ahí, por ende, permitirá identificar algunos aspectos donde coincidieron

Por ello resulta de sumo interés exami-

quienes las descalificaron a partir de un

nar la forma como se representó a las

repertorio de ideas legitimadas por cier-

escritoras en tanto protagonistas de al-

ta comunidad, en un período dado.

gunos chistes impresos en periódicos hacia el último cuarto del siglo XIX, es

Las siguientes líneas procurarán dar

decir, justo durante la época en la que

cuenta de todo ello a través de una breve

el número de mujeres de pluma se in-

exposición sobre los debates periodísti-

crementó en el país al grado de haberse

cos alrededor de la escritura de mujeres,

reconocido como “la época de oro de las

seguida del análisis de una muestra re-

poetisas mexicanas” (Granillo, 2010, p.

presentativa de chistes, tomados princi-

193). Cabe preguntar: ¿qué claves re-

palmente de cotidianos que circularon en

lacionadas con esas escritoras compar-

la capital de la República Mexicana.

tían los anónimos autores de chistes y aquellos lectores que encontraban gra-

Poetisas y literatas

ciosas sus ocurrencias? Fue en los terrenos de la poesía de cuño Por ahora es dable prever algún rece-

romántico donde los círculos letrados

lo ante la trascendental (por abundante

del país mostraron mayor conformidad

y provocadora) presencia femenina en

con la escritura pública de las mexica-

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426 nas; ello se infiere de la propicia recep-

vinculó con –y pareció derivarse de– la

ción inicial observable en críticos como

formación académica hasta entonces

Ignacio Manuel Altamirano o José María

propia de los varones y poco a poco ad-

Vigil, ante el trabajo de Isabel Prieto de

quirida por las jóvenes en instituciones

Landázuri y Esther Tapia de Castellanos,

educativas fundadas sobre todo durante

entre otras. Sin embargo, poco a poco

la República Restaurada; tal es el caso

se sumaron a esa producción literaria

de la Normal de Profesoras y la Escuela

textos narrativos y ensayísticos, cuyas

de Artes y Oficios para Mujeres. Con-

autoras (Laureana Wright de Kleinhans,

juntamente, a través de una parcial,

Laura Méndez de Cuenca, Dolores Correa

tendenciosa y sin duda desafortunada

Zapata…) abordaban asuntos de orden

interpretación de la masonería, se iden-

educativo, social y político, desde una

tificó a esas escritoras con el ateísmo.

perspectiva en la que ya era difícil seguir afirmando que su única motivación

A las poetisas podía excusárseles cierta

para escribir era filial y su único tono el

ineptitud, sensiblería y hasta religiosi-

sentimental. Entonces tuvo lugar un des-

dad en un medio liberal, pues sus tex-

plazamiento de la imagen de quienes to-

tos eran asimilados como productos

maron la pluma: de “poetisas”, algunas

ornamentales y sólo esporádicamente

pasaron a ser llamadas “literatas”.

se reconocían como verdaderas aportaciones a la literatura nacional, como

En tal sentido, las palabras citadas pá-

deja ver la inclusión de un reducido

rrafos atrás y tomadas de El Tiempo,

número de nombres (Isabel Prieto, Es-

condensan en forma precisa tres rasgos

ther Tapia y Laura Méndez) en antolo-

atribuidos a esa que en México fue per-

gías poéticas mixtas. Pero las literatas,

cibida como una nueva clase de escrito-

al dar la vuelta de tuerca a la domes-

ra: la literata era mirada en ciertos con-

ticidad, la sumisión y la devoción que

textos como una suerte de depravación

les eran atribuidas en esa cultura, o al

del sexo femenino. Esa depravación se

proceder en sus ensayos mediante una

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427 argumentación donde las emociones

culada con la creación poética y la otra,

eran domeñadas, desafiaban con ma-

relacionada con el ejercicio periodístico

yor franqueza la construcción simbólica

y con el dramático, fundando revistas y

de la feminidad.

llevando a cabo “propaganda”, es decir, expresando ideas sociales:

Hubo quien logró atisbar esos cambios y los registró. En un artículo destinado al libro Las españolas pintadas por los españoles (1871), Eduardo Saco reconoció en forma impecable lo ocurrido en la península, y que bien podía observarse ya en las repúblicas hispanoamericanas: “hemos experimentado en breve espacio una transición social no tan rápida como brusca y de incalculables consecuencias”, anotó (68). En su opinión, las ideas modernas habían ampliado las oportunidades educativas de las mujeres y, gracias a ello, la literata había surgido “entre las vaporosas nubes de la nueva civilización como otra Venus nacida de las espumas del mar” (70). Cabe notar que Saco ofreció una interpretación digna de ser atendida, aun si a momentos posee un gusto algo

Por eso la ven ustedes abonada gratis en todos los teatros reclamando su derecho de autora, cuando no improvisando espectáculos para el socorro de las víctimas del Congo, o fundando ateneos y asociaciones para protestar contra el tributo de sangre y defender la abolición de la esclavitud. Por eso funda periódicos y compromete a cuantos emborronan papel para que figuren en la lista de colaboradores, y los dedica al príncipe H o la duquesa Z. // Por eso vive en continua conversación con libreros y editores, y hace que se anuncien sus obras, y envía el elogio hecho de su mano, o publica el sumario de su último número (72-73, cursivas del original).

burlón. Según sus observaciones, las

Para este autor, tal panorama daría lu-

literatas españolas habían pasado por

gar a la aparición de la “literata del por-

dos etapas creativas; una de ellas, vin-

venir”, una dama política: “la ciudadana

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428 del club y del folleto, de la proclama y

sin precaución, cada visita con ries-

del petróleo”. Las novedades eran per-

go, cada riesgo sin temor (“Sobre…”,

ceptibles hasta en la actitud de las mu-

1806, cursivas del original).

jeres de letras:

Se trataba de señoras que olvidaban la

a la timidez propia o fingida ha su-

timidez al grado de incurrir, según sus

cedido la desenvoltura estudiada;

censores, en el franco descaro. Desen-

su cabeza, envuelta antes en reca-

voltura y altivez son identificadas en

tados pliegues, aparece ahora dan-

ambos casos con la falta de modestia,

do al aire el cabello deshecho en

rasgo inadmisible en una dama. Un as-

flotantes rizos, y a la mirada pudo-

pecto notable en esos retratos es el re-

rosa y cobarde ha reemplazado la

lativo al cabello: “deshecho en flotantes

visual arrogante y altiva a través de

rizos” y “bien cortado”, es decir, antina-

las gafas insolentemente sentadas

tural, por cuanto sus poseedoras habían

en la piramidal de la nariz (70).

renunciado a los “recatados pliegues” y

Es provechoso comparar esa descripción elaborada por el articulista español, con otra, muy temprana, publicada en el Diario de México:

al cabello largo, respectivamente. Su cabello, ese epítome de la feminidad, se había tornado artificial, ergo, indicaba cuán alejadas de la naturaleza se hallaban sus portadoras.

Gran descaro en el modo de vestir, el pelo bien cortado, y con su flor, mu-

En los círculos letrados mexicanos esa

cha desenvoltura en el decir, ninguna

metamorfosis también fue reconocida y

continencia en el favor […] cata aquí

solió impugnarse con franqueza en ar-

a mi señora doña urraca, querien-

tículos periodísticos. A guisa de mues-

do presumir de currutaca, el bufete

tra

con novelas, la almohadilla sin la-

como la de Rudecindo, aparecida origi-

bor, el estrado con tertulia, la madre

nalmente en La Prensa, de Ecuador, y

pueden

glosarse

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colaboraciones

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429 más tarde en El Siglo XIX, de México;

tal cual […] lo asignó el cristianismo,

en aquel texto, el articulista refirió la

como [compañeras] del hombre” (San-

alarmante incapacidad de las mujeres

tín, 1883, p. 4); ese lugar, puntualizó

de pluma para cocinar (1872, p. 2-3).

el segundo gacetillero, había sido de-

En otro, incluido en el diario capitalino

terminado a un tiempo por “Dios, la

El Centinela Español, un tal Volucris las

naturaleza y la historia”. La última afir-

calificó de “plaga” y resumió su situa-

mación era gravísima porque apelaba

ción advirtiendo cuán desnaturalizadas

a tres ejes cardinales del pensamiento

–muy sugerente palabra– le parecían

finisecular del mundo hispánico: el re-

todas ellas (1880, pp. 2-3). Casi una

ligioso, el evolucionista y el positivista;

década después, en El Monitor Republi-

tal argumento de autoridad, en conse-

cano, Orfeo, es decir Lorenzo Elízaga,

cuencia, se antojaba incontestable.

juzgó como una “manía” (capricho, extravagancia, obsesión) el trabajo litera-

Las escritoras, como se verá, no entu-

rio de las señoras (1893, p. 4).

siasmaban a todos sus contemporáneos. La incomodidad en torno suyo, por lo

Ciertamente, en aquella discusión hubo

demás, era disimulada con retórica. Así,

matices. Por ejemplo, el licenciado Ge-

aunque Volucris sentenció en su colum-

naro Cavestany, colaborador de El Na-

na que la exclusión de las señoras de

cional, no admitía la literatura como

“todos los actos de nuestra vida social”

terreno donde debieran brillar las muje-

era la causa de la desaparición de la

res (1883, p. 1); Francisco Santín, des-

buena educación antaño reinante, alegó

de un artículo en La Patria, sí lo hacía,

la existencia de una clara superioridad

empero, coincidía con su colega al re-

mujeril en materia de honradez, decoro,

conocer en el hogar el incontrovertible

respeto a sí misma, moralidad y patrio-

eje vital femenino. Ambos exhortaron a

tismo. Pese a ello, se cuidó de ejemplifi-

sus contemporáneas a ocupar “el lugar

car con las escritoras eso que consideró

que legítimamente [les] corresponde,

prístina forma de la inteligencia:

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430 La mujer literata es una de las pla-

las mujeres intelectualmente son supe-

gas de nuestra época… Difícilmen-

riores á los hombres”, concluyó el mis-

te se encontrará en ella corazón y

mo columnista (pp. 2-3).

sentimientos delicados. Todo en ella es farsa y afectación. Lo que en to-

De hecho, ni la creatividad ni la correc-

das las mujeres es natural, en ella

ción en la expresión escrita eran consi-

está cubierto y desnaturalizado por

deradas atributos usuales en ellas. Eso

el oropel de las lecturas á que se ha

explica los juicios sumarios mediante

entregado. Todos sus actos, aún los

los cuales, por citar un caso, en El Na-

más íntimos del alma, son imitacio-

cional, de México, el sevillano Genaro

nes de los tipos fantásticos de las

Cavestany calificó el trabajo escrito por

novelas que han leído o que forjan

mujeres como insustancial y aburrido,

en su imaginación (1880, pp. 2-3,

sin sentir necesidad de respaldar tan

cursivas mías).

generalizadora aseveración con prue-

En el mismo tenor, Rudecindo recomendó a las damas cultas seguir estudiando, a condición de no demostrar sus conocimientos; también sugirió que evitaran la lectura de novelas porque éstas provocaban la reproducción de conductas inaceptables en la realidad. La afectación imputada a ellas contrastaba con la intuición como motor de la escritura, aunque también de la vida en general, sospechada y festejada en todas las demás: “siempre que sea preciso obrar por adivinación ó por instinto,

bas o con nombres de autoras específicas (1883, p. 1). La falta de ortografía aún fue distinguida como propia de la escritura de mujeres en 1910 por el catalán José Escofet, eventual colaborador del rotativo mexicano El Correo Español; adicionalmente y con base en el ejemplo de una pastora francesa convertida en novelista exitosa, Escofet insinuó con sorna que cualquier costurera o campesina era capaz de enriquecerse con obritas sin calidad, apelando a la singularidad de su caso. Escofet, no hay que olvidarlo, leyó aquel año una

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431 de las conferencias del Ateneo de la Ju-

toda forma de humor verbal opone

ventud; disertó precisamente sobre la

dos esquemas (scripts) en un mis-

obra de una escritora, sor Juana Inés

mo texto, tales como la conducta de

de la Cruz, y la invitada de honor en

un hombre, un niño o una anciana,

esa ocasión fue, quién lo dijera, otra

y a la vez contiene un tópico retó-

mujer de letras: la poetisa, narradora y

rico (como parte de una estructura

periodista Laura Méndez de Cuenca, re-

binaria), y un disparador semántico

cién llegada a México tras un periplo de

(trigger), que puede apoyarse en la

seis años en Europa.

ambigüedad

(polisemia,

homoni-

mia, juegos de palabras, etc.) o en

“Le ha salido… ¡literata!”

el principio de contradicción (una oposición ordinariamente excluyen-

En las mismas páginas noticiosas donde aquellos intercambios de ideas fueron expuestos, las y los lectores tuvieron a su disposición otro tipo de producción textual. Se trata de humoradas en apariencia tan inofensivas como breves, pero capaces de revelar el propósito de reforzar ciertas normas sociales mediante la ridiculización de quienes no las respetaban.

te) (Zavala, 1993, p. 15). Si se examinan desde esa perspectiva los chistes protagonizados por literatas durante el siglo XIX, es fácil distinguir dos esquemas en oposición: hombre vs. mujer, por una parte, y mujer deseable vs. mujer indeseable, por otra. Y la estructura binaria estaría cifrada en la oposición de los conceptos “normal” y “anormal” aplicados a los esquemas an-

Al estudiar el humor en la literatura, el profesor Lauro Zavala ha sintetizado un modelo de análisis semántico propuesto por Victor Raskin, según el cual:

tedichos. A su vez, los tópicos retóricos expresados serían, básicamente, dos: bien/mal y viejo/nuevo. Finalmente, los disparadores semánticos estarían planteados con base en un mecanismo de

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432 contradicción. Observemos los siguien-

ricano, acaba de inventar un nuevo

tes ejemplos:

procedimiento para el alumbrado público por medio de la fonografía?

a) De La Patria Festiva, 1879: “En la redacción de El Mensajero” –Yo tengo muy buenas relaciones, Chucho. –Ya lo creo, Beto, tú estás muy bien relacionado. –Mira, aquella que va pasando es una de mis amigas. –¿Y quién es?

(cursiva del original) c) De Diario del Hogar, 1884: “Epigrama” Juan a su mujer maltrata, Pide el divorcio… ¡qué horror! Tiene razón, sí Señor! Le ha salido… ¡literata! d) De El Partido Liberal, 1885:

–Es una poetisa distinguida. –¿Poetisa? No la conozco. –Es que no ha hecho un solo verso todavía.

Remitió una poetisa conocida nuestra, una obra que había terminado, a Nacho Altamirano, para que la diese su opinión franca, diciéndole en-

b) De El Monitor Republicano, 1880: –Pero Edisson es el diablo; decía una señorita muy remilgada, que tiene pretensiones de literata. –¿Por qué? la preguntaron. –¡Hombre de Dios! ¡Déjeme usted, que me asombre! ¡Parece mentira que no está usted al tanto del mo-

tre otras cosas en una carta con que acompañó el manuscrito: - “Vea usted, sobre todo, si tengo hestilo, polque el Hestilo es el Ombre”. A lo cual respondió Nacho, también entre otras cosas y por escrito, imitando a la poetisa. - “Y la falta de Hortografiya la mhuger”.

vimiento científico! ¿Pues no sabe

e) De La Patria, 1888 (también apareci-

usted que ese prodigio anglo ame-

do en El Tiempo Ilustrado, 1909):

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433 “¡Qué buen consejo!”

h) De El Tiempo, 1886, y El Monitor Re-

Una conocida literata envió al Doc-

publicano, 1889:

tor N. un manuscrito, y con él un billete que decía: –Remito a la censura de usted el adjunto poema; me urge saber su opinión, porque estoy inspirada, y puede decirse, que para cambiar, si es necesario, la forma, tengo las tenazas en el fuego.

Se cuenta de un crítico muy notable, que no puede ver a las mujeres marisabidillas y pretensiosas. Una vez en una reunión le pregunta una que se las echaba de literata: –¿Qué opina usted de Homero? –Según –respondió– ¿es para casarle con su hija de usted?

El Doctor contestó: –Mi opinión, señora, es que ponga usted el poema en donde tiene las tenazas.

i) De El Monitor Republicano, 1887: Donde menos se piensa surge el genio, y á veces hay una chica que

f) De Diario del Hogar, 1889: El amor es la intercesión de la radica refractaria, investida del ridículo recipiente de los carálcos ígneos. De cualquier poetisa moderna. g) De Gil Blas Cómico, 1895:

no sabe apuntar la ropa de la lavandera y escribe en cambio una memoria sobre raíces latinas ó sobre la manera de aprender á tocar la guitarra sin maestro. Por eso decía una señora, ponderándome las excelencias de su hija: –No le mande usted que guise, no

“Pimienta” Ya me revienta Asunción como escritora erudita; a cada cuatro palabras ¡cataplum! Se va a la cita.

le mande usted que cosa; no le mande usted que friegue; pero pídala usted un juicio crítico de las obras del Señor de Kant, u otro, y ya verá usted lo que es canela.

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434 j) De Diario del Hogar, 1892: Don Felipe está muy afligido porque su esposa es literata. Para consolarlo, un amigo le dice: –Parece que la señora hace gemir á la prensa. Ya sé que escribe mucho. –Si no fuera más que eso, responde Don Felipe, no sería nada. Lo grave es que me hace gemir a mí.

En los chistes “a” y “b” se aprovechan opiniones

compartidas:

es

impropio

presentarse como poeta si se carece de obra escrita, y lo es ostentar pretensiones literarias siendo inculto. Pero en esos y otros casos sólo subsiste la representación de mujeres –y no de hombres– como personas incultas (“b”, “d”, “f”), fatuas (“a”, “b”, “f”, “g”, “h”), insoportables (“b”, “c”, “e”, “g”, “j”) y esca-

Es viable formular algunas observacio-

samente femeninas (“i”). Todo ello, in-

nes a partir de la revisión de los chis-

cluso si gozan de fama, dato sugerente

tes transcritos. Por ejemplo, es clara la

por cuanto constituye una generaliza-

identificación de una mujer considerada

ción aplicable a las no pocas integran-

normal en el terreno de las letras y la

tes de la República letrada, colabora-

presencia de faltas de ortografía en sus

doras, por cierto, de los diarios donde

trabajos (“d”); parece ordinario, asi-

todo aquello fue publicado.

mismo, encontrar nula calidad en sus obras, al grado de merecer la destruc-

La estructura binaria, como ha queda-

ción (“e”). De las bromas se despren-

do dicho, cimenta la oposición entre ser

de, también, la idea de que los trabajos

una mujer normal y no serlo, a través

poéticos de ellas son ampulosos y va-

de disparadores semánticos originados

cíos (“f”, “g”), por lo cual si las auto-

en una contradicción: las poetisas y las

ras presumen algún saber, provocan la

literatas (recuérdese la palpable dife-

justa indignación de quienes las rodean

rencia entre unas y otras), no dejan de

(“e”, “g”, “j”), al grado de que éstos

ser mujeres ignorantes, presuntuosas y

buscan una salida en algo tan radical

molestas, por eso no pueden ser verda-

como el divorcio (“c”).

deros poetas y literatos; ellas fingen es-

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435 cribir, lo hacen mal y en su infructuoso

reforzar las normas sociales apelando al

intento de parecer cultas ponen en pe-

ridículo para subrayar, por contraste, el

ligro su “natural” condición de esposas.

comportamiento esperado. Afirmar que

Desde esa perspectiva, una letrada no

las letradas resultaban poco atractivas

es una mujer realmente normal, ni es

para los hombres, equivalía a restarles

deseable porque contradice su esencia:

capacidad para cumplir con su objetivo

si ésta se cifra en la identidad de madre

vital: “Muy discretas, y muy feas, / mala

y esposa, es incompatible con el carác-

cara, y buen lenguaje, / pidan cátedra y

ter presuntamente masculino del que-

no coche, / tengan oyente, y no aman-

hacer literario. Así lo había insinuado El

te”, se anotó en una coplilla (Martínez y

tesoro de los chistes: “Consiento que

Latorres, 1847, p. 64). Tal consideración

mi querida haga libros, decía Diderot,

resultaba afín al popular refrán “mujer

pero lo que es mi mujer no quiero que

que sabe latín, no tiene marido ni buen

sepa hacer más que camisas y calcetas”

fin”. Y no distaba mucho de la imagen

(Martínez y Latorres, 1847, p. 208). Un

atribuida a las escritoras: “no era la Ra-

articulista de La Patria de México lo ex-

bina, aquella caricatura de literata que

puso de esta otra forma: “¡Cuánto más

yo me había figurado, fea y negra has-

que las eruditas me cautivan las muñe-

ta sudar tinta, como decía Luis XIV de

cas de ojos ingenuos, de frescos labios,

Mademoiselle Scudere, la escritora de su

de onduladas crenchas, que escriben

tiempo” (“¿Qué seria?...”, 1887).

amor con “h” e ignoran quién fue Aristóteles!” (“Feminismo”, 1905).

Incluidos entre los años 1878 y 1895 en las secciones cómicas “Olla podrida”,

¿Charadas?

“Charadas”, “Mosaico”, “Definiciones”, “Pimienta” y “Mesa revuelta”, aunque

Textos de corte humorístico, todos los

también en la de gacetillas, los chistes

anteriores admiten y acaso reclaman

aquí recogidos aparecieron en diarios

una lectura didáctica; ésta consiste en

socarrones como Gil Blas Cómico, pero

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436 también en los liberales El Monitor Re-

denominó “espacios de indetermina-

publicano y Diario del Hogar, así como

ción”, es decir, los aspectos no nom-

en los conservadores El Tiempo Ilustra-

brados explícitamente en el texto (Iser,

do y La Defensa Católica. Esto es rele-

1993, pp. 118-119, 415). Si los chis-

vante porque exhibe la concurrencia de

tes tienen efecto, en consecuencia, es

puntos de vista expresados por sectores

debido a que invocan un repertorio de

ideológicos en apariencia contrarios. Al-

apreciaciones usuales en la comunidad

rededor de esto es provechoso recordar

a la cual se dirigen. Y si se considera

que los chistes son “géneros cortos”,

la variedad ideológica y temporal de los

como el refrán, el albur, la consigna, la

espacios periodísticos donde se publi-

sentencia, el aforismo o el eslogan, en-

caron aquellos textos, se comprende-

tre otros; es decir, se trata de saberes

rá cuán extendida estaba la opinión de

del dominio popular transmitidos oral-

que las escritoras constituían una forma

mente de una generación a otra, en for-

imposible de ser mujer. Precisamente

ma de “silogismos incompletos donde

por eso, la burla buscaba estimularlas

la colectividad reconstruye una de sus

para desatender labores intelectuales y

premisas de manera automática” (Guz-

para colocar en primer plano meneste-

mán, 2004, pp. 260-261).

res juzgados más importantes.

Al reclamar un alto grado de interven-

Una vez más, El tesoro de los chistes

ción en quien lee, el “género corto” pro-

ofrece una muestra del cariz didáctico

cede con confianza, pues asume que

advertido: “La célebre escritora mada-

hay un conocimiento tan extendido y

ma de Staël, muy pagada de su talento

compartido, como cargado emocional-

y de su popularidad, preguntó un día a

mente –debido a que su transmisión

Napoleón, ¿cuál era a sus ojos la pri-

tiene lugar con frecuencia en el ámbi-

mera mujer del mundo? –La que haya

to familiar–, idóneo para descifrar eso

dado mas hijos a la patria, respondió

que la teoría de la recepción literaria

Napoleón” (Villergas y Latorres, 1847,

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437 p. 22). He aquí otra prueba, inserta

ferencian esencialmente; el segundo

dentro de la misma línea discursiva:

contrasta la conducta de mujeres consi-

– Me ha trastornado, señora, una marmota disfrazada de musa; una mujer ilustrada tal como en España solemos suponerla; una criatura símbolo de pretensiones estrambóticas y de la inmolación de tiernos y sagrados deberes a usurpadas y profanas aureolas. – ¿Cree usted acaso, caballero, que la mujer necesita ser estúpida para ser buena? – Creo, señora, que necesita ser sensata para no concebir aspiraciones superiores a su destino y a sus facultades. Creo, como Napoleón I, que la de mayor mérito es la mejor madre de familia (Sáez de Melgar, s.f, p. 190).

deradas aceptables, deseables incluso, a la de quienes no caben dentro de los parámetros de la normalidad definida a partir de la comparación y la ridiculización. Como quedó dicho, la estructura binaria invita a juzgar las relaciones entre los sexos con base en una lógica donde lo que está en juego es una muy delicada inserción en los terrenos de lo admisible. De ahí que en los tópicos retóricos habite un maniqueísmo moralista donde ciertas conductas, masculinas y femeninas, se interpretan y presentan como convenientes, mientras otras son escarnecidas.

Conjuntamente,

al

tópico

bien/mal,

identificable en los chistes donde se cotejan tales conductas, debe añadirse

A la luz de lo expresado hasta aquí,

el tópico viejo/nuevo, presente en los

puede

caracterización

chistes donde se confrontan las nacien-

teórica esbozada con anterioridad. Los

tes prácticas femeninas (sobre todo, el

pequeños textos revisados parten de

trabajo fuera del hogar) con las atribui-

dos esquemas: el primero opone los

das a mujeres del pasado. Éstas se pon-

personajes masculinos a los femeninos,

deran y aquéllas se estigmatizan por la

poniendo énfasis en rasgos que los di-

vía de la degradación. El refrán “todo

retomarse

la

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438 tiempo pasado fue mejor” se trueca

miento de la ignorancia, oprimida

por “toda mujer del pasado (presunta-

en una ocasión, le dijo:

mente dócil y hogareña) fue mejor que

–Calle, madre, que es una tonta.

quienes ocupan el espacio público, des-

Agravióse sumamente la priora y

atendiendo sus deberes auténticos”.

escribió un papel en forma de querella contra su súbdita, que remitió

Por otra parte, es justo y hasta necesa-

al arzobispo don Fray Payo de Ribe-

rio observar en la recopilación humorís-

ra, varón tan sabio, que puso como

tica otros sesgos. A manera de ejem-

decreto al margen del billete:

plos es dable revisar dos, tomados del

“Pruebe la madre superiora lo con-

madrileño Museo cómico, de 1864:

trario, y se le administrará justicia” (Palacio y Rivera, 1864, p. 131).

k) Una mujer sabidilla decía hace al-

El primero es una variación de la cen-

gunos días a su marido:

sura a las letradas. En esa anécdota

–La geografía habla de los trópicos:

se aprovecha la polisemia como dispa-

uno llamado de Cáncer, y otro cuyo

rador semántico cuando se alude al Tró-

nombre no recuerdo. ¿Te acuerdas

pico de Capricornio, nombre no evocado

tú, vida mía?

por la mujer, aunque presente en la

–No, chica, replicó el esposo: el

cabeza del marido en tanto recuerdo

caso es que lo tengo en la cabeza, y

y en tanto expresión del adulterio: él

no acierto a pronunciarlo (Palacio y

es un cornudo. No debe perderse de

Rivera, 1864, p. 150).

vista en este caso la abierta ridiculi-

l)

zación del personaje masculino, quien,

Aquella insigne poetisa, Sor Juana

a diferencia de lo ocurrido en los chis-

Inés de la Cruz, monja en Méjico,

tes “c”, “g”, “i” y “j”, no es apto para

tenía una priora de poco saber; y

identificar la deshonestidad de su es-

como se ofende tanto el entendi-

posa; por eso es objeto del ácido co-

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439 mentario. Por otra parte, la mujer del

Excepción a la norma según la cual se

chiste es llamada “sabidilla”, apócope

escarnece y reprueba a todas las escrito-

de “marisabidilla”; siendo una fingi-

ras, sin distinción, el ejemplo “l” muestra

dora de la cultura, podía ser vincula-

a sor Juana, poetisa celebérrima allende

da semánticamente con las fingidoras

las fronteras, insultada por una monja

de la moral, pues las infidelidades ma-

ignorante. Lo exhibido en esa ocasión

ritales de la anécdota parecen eco de

fue precisamente el oscurantismo de una

felonías intelectuales. En ese caso, am-

religiosa de alto rango, cuya necedad se

bas simulaciones se confirman entre

castigó con justicia. Esta anécdota prue-

sí, corroborando su autenticidad: una

ba la tensión constante entre reconocer

sabihonda posee artimañas para enga-

cuán excepcional era la genialidad de al-

ñar con afecto fingido y conocimientos

gunas letradas y la difundida creencia en

apócrifos a los ingenuos e ignorantes,

que la mayoría de las mexicanas –inclu-

por lo cual no merece respeto en la es-

so una investida de autoridad– tendían

fera intelectual ni en la social y, claro

hacia la más burda ignorancia.

está, tampoco en la moral.

Epílogo Y para apreciar cuán vigente era en México la apreciación de la realidad ex-

Como mecanismo de relajación, el chis-

presada en aquel texto publicado en Es-

te cumple su cometido porque comunica

paña, puede citarse un ejemplo más,

apreciaciones profundamente discrimi-

tomado del Diario del Hogar, donde se

natorias y conservadoras con engañosa

equiparan la inmoralidad y la falsa inte-

inocuidad e inocencia. Las palabras se-

lectualidad: “Un soltero preguntó á una

ducen y surten efecto, haciéndose eco

poetisa si podía darle alguna luz sobre

de presunciones comunes y, a la vez,

el besar. «Puedo», le dijo ella con gra-

reiterándolas para su mayor difusión.

cia, «pero me parece que es mejor en la

La inquietud ante la proliferación de da-

oscuridad»” (“Un solterón” 188, p. 3).

mas letradas, por ende, parece conju-

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440 rada. Una última demostración de esto

es abrirnos el camino

es el siguiente poema satírico, tomado

de la gloria que soñamos,

de las páginas del Gil Blas Cómico; en

cuando en su boca libamos

él se advierte tanto el desplazamiento

la miel del néctar divino.

de la poetisa por la literata, esbozado

Inocentes mariposas

en estas líneas, como las complejas

que abren sus alas hermosas

consecuencias de asumir esta nueva

sobre el cáliz de las flores…

identidad en un país que en ese y otros

¡Ay, me dan unos sudores

aspectos ya iniciaba una revolución:

cuando se habla de estas cosas! Con lo dicho me parece

“Una poetisa” (1896, p. 3) Voy a hablaros de este ser, y al daros mi parecer sobre ella, no encuentro modo si antes no le quito todo lo que tenga de mujer. Hablo de la literata, y cuando de ellas se trata, justo es que dé mis razones y haga estas observaciones para no meter la pata. Rindo al sexo admiración, porque las mujeres son dulces y benditos seres, que nos dan con sus placeres la suerte… o la perdición. Ángeles cuyo destino

que mi opinión embellece a la mujer literata, y aunque eso mi plan delata, yo continúo con mis trece. Es decir, que la mujer a mi juicio ha de saber ciertas cosas que hoy ignora, y es porque hay cada señora… que nunca lo supo ser. Es decir, que a mí me gusta que la mujer sea justa en lo que haya de ser justo. Yo al suyo mi gusto ajusto si al mío su gusto ajusta. No es que yo quiera decir que no pueden discurrir ni yo a negársela vaya. ¡Hay que tenerlas á raya

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441 por lo que pueda ocurrir!

cuyo nombre he de callar,

La lira pueden pulsar

pues no lo quiero elevar

U otra cosa regular

a los cuernos de la luna.

cuando les sople la musa;

Como en medir no es avara,

pero hay señora que abusa

en el metro no repara

cuando se pone a tocar.

y rima en metros extraños.

Versos a la luna, al sol,

Parece que venden paños,

al encendido arrebol

pues no es metro el suyo, es vara.

que rayas de luz fulgura

Ella ha dicho: —¿El pensamiento

y un poema a la verdura

pone diques al talento

del territorio mogol.

y al capricho alta barrera?

Aquí una oda, allí un drama

¡Quién hiere de esa manera

de terrorífica trama

las fibras del sentimiento!

y de indescifrable plan,

Las cadenas romperé

donde siempre hay un Don Juan

y amplia libertad daré

que se chifla por la dama.

a los versos octosílabos.

Luego para darse un noble

¡Yo los hago endecasílabos

cuya excelsidad asombre

y el metro reformaré!—

y confunda al universo,

Y así ha empezado a hilvanar

conviene atizar en verso

versos que va a publicar

dos o tres palos al hombre.

en un papel distinguido,

Y con llamarle embustero,

¡la que no sabe pegar

pillo, hipócrita y artero,

un botón a su marido!

que carece de alma y fe,

Juzgo así a la literata;

se le vapulea y se

mas mi pluma siempre acata

sale del atolladero.

las honrosas excepciones…

Tal es la misión de alguna

y hago estas observaciones

poetisa inoportuna

para no meter la pata.

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