Equidistancia: no ficción y fotografía en torno al narcotráfico

July 14, 2017 | Autor: Iván Ruiz | Categoría: Narcotráfico, Fotografia Documental, Mauricio Palos
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Descripción

Iván Ruiz

Equidistancia: no ficción y fotografía en torno al narcotráfico

Mauricio Palos es el autor de las fotografías reproducidas, con su autorización, en este ensayo. Forman parte del proyecto en curso La ley del monte, 2009.

Puebla, México, 1979. Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la

unam,

en el área de arte

contemporáneo. Con una beca del fonca está por concluir un libro de ensayos sobre el influjo del narcotráfico en la fotografía y otras artes visuales.

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La publicación del libro más reciente de Roberto Saviano, CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo, supone desde su subtítulo una hipótesis avasalladora: el narcotráfico de estupefacientes en este país ha dejado atrás su carácter bilateral (México-Estados Unidos, México-Colombia) para transformarse en el negocio global más rentable. Hoy en día la cocaína –dice el también autor de Gomorra– constituye el «petróleo blanco», la fuente de riqueza económica y además la sustancia que activa un poderío enajenante: «Sin cocaína no eres nadie. Con la cocaína puedes ser como quieras.» Para Saviano, la célebre narcocumbre convocada por Miguel Ángel Félix Gallardo a finales de los noventa en Acapulco, configuró un mito fundacional. No se trató de una simple distribución territorial para animar la creación de los cárteles de narcotráfico. En su gesto de «antiguo emperador romano» que reúne a su descendencia para asignar a cada uno de sus hijos una parte de sus posesiones, el Padrino realizó una doble operación. Por un lado, seccionó el mercado de la droga en México a través de pequeñas corporaciones que gobernarían regiones específicas; por el otro, lo abrió a la competencia mundial. No existe, continúa Saviano, un único modo de decidir el precio y la distribución de la coca: depende de las condiciones, del momento, de las personas implicadas, de las alianzas, de las traiciones, de las ambiciones de los cabecillas y de los flujos económicos. Que el escritor napolitano asocie ese mito fundacional con la configuración de una política económica neoliberal no es nada nuevo. Menos aún que la descomposición del capitalismo sea un síntoma claro del poderío desmedido del narcotráfico sobre la política y los políticos que gobiernan este país. Lo subyugante de su interpretación estriba en la incredulidad hacia su propia percepción, que lo hace sospechar de lo que ve, lee, siente y escucha. Prisionero de sí mismo –protegido día y noche por una escolta de carabineros a raíz de las amenazas de muerte que recibió por parte de la camorra debido al contenido revelado en Gomorra–, el napolitano encontró en el escepticismo la ruta para desarrollar una investigación cuyo escenario lo constituye un México donde la ley se encuentra fracturada de raíz. Un país donde «La ley del monte» –expresión re-

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volucionaria que arrastra los efectos de violencia suscitados durante los conflictos armados entre terratenientes y campesinos– constituye una metáfora tanto del desmoronamiento político como del desgarramiento interno de la sociedad. Sin embargo, así como en la Italia de Saviano, en este país que parecería ser gobernado por diferentes capos, las cosas no son como se (nos) presentan. Y en este punto el escritor es enfático. «El periodista, el narrador, el realizador querrían contar cómo es el mundo, cómo es realmente. Decirles a sus lectores, a sus espectadores: no es como pensabas, he aquí cómo es», aunque nadie lo logre del todo por una razón determinante. El riesgo es creer que la realidad, la verdadera, la palpitante, la determinante, está completamente oculta. Dice Saviano que ésta es la estupidez típica del que cuenta las cosas. «Es el prin-

cipio de la miopía de un ojo que se cree incontaminado: hacer cuadrar el círculo del mundo en tus interpretaciones.» Esa clase de estupidez también es extensiva a quienes perciben –miopes también– el imaginario desencadenado por el narcotráfico: una profusa estela visual en donde la fotografía se ha transformado progresivamente en un medio impuro, pues ahí conviven registros de periodismo, nota roja, documentalismo y automitologías buchonas que han encontrado en las selfies su vía narcisista de expresión. En este caso, el principio de miopía se observa, por lo menos, en dos bandos: quienes persisten en pensar que la fotografía revela un lado «oculto» (idea heredada de la fotografía documental en tanto mostración de una faceta social desconocida), y quienes exigen a la fotografía adherirse a una ideología basada en un compro-

miso social (también idea proveniente de la primera práctica documental, que en México tuvo una acogida excepcional en este medio a través del Consejo Mexicano de Fotografía, fundado en 1977). Pero la reactivación de este tipo de práctica documental se ha mermado desde el momento en que el narcotráfico dejó de operar bajo una lógica de mostración y ocultamiento para abrazar procesos híbridos de montaje, cercanos a la ficción. Ni lo que permanece oculto «revela» una verdad, ni lo que se muestra «explica» una situación interior. En esto Saviano es preciso: «El poder criminal es una mezcla de reglas, sospechas, poder público, comunicación, crueldad y diplomacia. Estudiarlo es como interpretar textos, como convertirse en entomólogo.» De los diferentes proyectos fotográficos que han abordado los estragos

Rodrigo Jijón es uno de los ganaderos extorsionados por el crimen organizado. Ayutla de los Libres, Guerrero. 1/27/2013.

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