Epistemología: consciencia del hacer ciencia

July 3, 2017 | Autor: A. Valenzuela Muñoz | Categoría: Epistemology, Metacognitive Learning Strategies
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Descripción

Ensayo de Epistemología I

EPISTEMOLOGÍA: CONCIENCIA DEL HACER CIENCIA Ángel Valenzuela Muñoz [email protected]

RESUMEN El presente ensayo aborda la relación entre la conciencia o acción metacognitiva con la epistemología, dando cuenta de la necesidad de reflexionar sobre nuestros procesos cognitivos al indagar en las ciencias. En ese sentido, se afronta el carácter consciente de la epistemología, y como este subyace la idea de hacer ciencia. Además, se da cuenta de los orígenes de la ciencia, y como esta se desapega de las respuestas míticas. Por último, se indaga en el porqué de la consciencia del hacer ciencia, aludiendo a la necesidad de dar respuestas cercanas a los contextos reales. Palabras clave: consciencia – epistemología – ciencia – metacognición

Presentación Cuando Tales en el siglo VI antes de Cristo plantea su arjé o principio, recurrió al conocimiento empírico, identificando al agua como un elemento esencial en la vida de cualquier ser. De esta manera, él da cuenta de la necesidad de respuesta, que no podía ser satisfecha por el conocimiento social establecido (en ese contexto asociado a la explicación por medio de mitos). Así, se constata en sus planteamientos y acciones el carácter metacognitivo de su hacer, tal cual lo continuaron realizando Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Heráclito y los otros filósofos que vinieron. No obstante, cabe cuestionarse sobre la consciencia reflexiva de estos iniciadores de la ciencia. La historia de filosofía da cuenta de la sistematización de las prácticas filosóficas, forjando lo que en la actualidad conocemos como saberes y los lugares asociados a estos saberes (escuelas, liceos y universidades). Esto permitió tener claridad y asegurar que estos filósofos no solo actuaron en sentido de su contexto, sino también en sentido de su reflexión sobre su mismo contexto. Asimismo, por ejemplo, hasta en el actuar de los sofistas denota una preocupación consciente de los saberes y los no saberes.

Volviendo a Tales, y la idea de cuestionar nuestro andar en búsqueda del conocimiento o lo que llamamos verdad, nos planteamos la siguiente interrogante referida al aprendizaje: ¿qué tan conscientes (y conscientizables) son nuestros procesos de aprendizaje?. La interrogante no es baladí, sin embargo tampoco es difícil de responder. Karmiloff-Smith (1992) citado en Peronard (2009) compatibiliza la posición evolutiva con la posición innanista, entendiendo la conciencia como un continuum dinámico que sufre variaciones, de esta forma el aprendizaje se adquiere a medida que se desarrollan otros aprendizajes. Ausubel en los 60’ también entrega algunas pistas a través de sus planteamientos sobre el aprendizaje significativo, y la manera en que aprendemos (tanto de manera cognoscitiva y práctica). A continuación se abordan las ideas que permiten dar sentido a lo expuesto en el título, comenzando con establecer el porqué de la epistemología en relación con su acción consciente, para concluir con un esbozo sobre la consciencia de hacer ciencia.

El carácter consciente de la epistemología En la mayoría de los textos la palabra epistemología se encuentra relacionada como aquella ciencia, o parte de la ciencia encargada de la teoría del conocimiento. En un sentido amplio, esta disciplina es la “doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico” (RAE, 2014). En un sentido más próximo a la filosofía de las ciencias, la epistemología se ocupa de indagar sobre la naturaleza del conocimiento humano, aclarando las nociones básicas del "conocimiento sobre el conocimiento", buscando criterios generales que permitan diferenciar entre conocimiento legítimo e ilegítimo (López Cerezo, 2008). Tamayo y Tamayo (1997), citando a Aristóteles, la reconoce como la ciencia que tiene por objeto conocer las cosas en su esencia y en sus causas. De esta manera, es posible notar que la epistemología se encuentra emparentada con el conocer, con el saber, con el saber hacer, y también con el ser. Así, podemos reconocer en las definiciones anteriores características propias de la cognición sobre la cognición, a lo que Flavell (1979) llamó metacognición. Por lo anterior, se intuye la idea de metacognición como estrategia de aprendizaje, tanto en el sentido de comprensión sobre el medio, como de producción sobre lo que se entiende del medio. De esta forma, se demuestra un vínculo próximo entre la conciencia y la metacognición, con el sentido de hacer ciencia. Martí (1995) plantea que la consciencia es una condición necesaria para la metacognición.

No obstante, cuando se aborda el tema de la consciencia asociada a cualquier área, nos cabe la duda: ¿consciencia sobre qué?. Según Monereo (1999) distintas son las líneas que se siguen en torno a la consciencia. Por un lado tenemos a los filósofos de la mente, que hablan de introspección reflexiva; los pedagogos, sobre la reflexión en y sobre la acción; los conductuales-cognitivistas, de autobservación; los defensores del procesamiento de información, de control y monitorización cognitiva, entre otros. Pero, no queda claro cuál puede ser el objeto real de nuestra consciencia en relación al aprendizaje y al hacer ciencia, ya que si bien es cierto, hay atisbos sobre la idea de reflexión sobre la acción, las dudas persisten. Tres han sido las líneas que históricamente se han seguido en relación a lo consciente de nuestros aprendizajes: a) los que niegan la posibilidad de ser consciente de lo cognitivo, b) los que únicamente aceptan la posibilidad de ser consciente del contenido de nuestros pensamientos, y c) los que creen que podemos ser conscientes tanto de los procesos como de los productos cognitivos. En ese sentido, creemos que hay matices entre la segunda y tercera posición. La relación entre la conciencia de nuestras ideas y sensaciones y la objetividad de esas ideas y sensaciones no es tan directa ni fiable. Lo vivió Tales al proponer su arjé, tal cual lo tuvieron quienes lo siguieron. Sin embargo, es posible constatar cómo cada uno de los iniciadores de la ciencia, cimentaron los pilares del conocimiento moderno utilizando estrategias metacognitivas, siendo conscientes en menor y mayor medida de lo que existe en la realidad. Así, también es posible dar cuenta de una de las acciones propias de la metacognición como estrategia de aprendizaje, la cual tiene que ver con el conocimiento sobre la realidad y la investigación sobre esa realidad. Por ejemplo, cuando Empédocles de Agrigento postuló la teoría de las cuatro raíces, a las que Aristóteles más tarde llamó elementos, juntando el agua de Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes, las cuales se mezclan en los distintos entes sobre la Tierra, necesitó el darse cuenta de lo que otros habían postulado con la finalidad de presentar sus propias conclusiones. Tamayo y Tamayo (1994) plantea esto como la imposibilidad de concebir la ciencia sin base en la realidad. De esta forma, es posible establecer líneas de acción en torno al hacer ciencia, siendo en una primera instancia el conocer o indagar sobre la realidad sobre la cual se quiere investigar. Asimismo es necesario tener consciencia de los procesos que confluyen al indagar sobre un conocimiento. Por ejemplo, el saber sobre las limitaciones con las cuales me enfrentaré, o el porqué de la tarea, y porqué esa estrategia y otra no. De igual manera, es perentorio, tener consciencia sobre el control sobre la propia actividad cognitiva (Brown, 1985, citado por Mateos, 2001), ya que ello

permitirá realizar una planificación, además de la supervisión y la posterior evaluación de lo realizado.

¿Por qué conciencia del hacer ciencia? En qué sentido la reflexión de mi actuar posibilita el hacer ciencia. Aristóteles, disintiendo con Platón y su teoría de las Ideas, consideraba que la observación pormenorizada de las formas permitiría llegar a lo universal desde lo particular, lo que conocemos como método inductivo. Estos universales serían conceptos formados mediante procesos de abstracción sobre la base de repetidas sensaciones que llegan a la memoria, permitiéndonos, de este modo, experimentar lo mismo en lo individual y lo diverso (Giannini, 2005). En ese sentido, el hecho de que Aristóteles haya sido el iniciador de la Lógica (el Órganon) y la Psicología (Des Anima), permite deducir que él pensaba que los procesos mentales son tan observables como los hechos exteriores. De esta forma, se establece que el hombre es capaz de realizar un pensamiento reflexivo o como también es llamado, introspección. Sin embargo, la consciencia sobre mi actuar o pensamiento reflexivo, el cual ha estado ligado a situaciones tan dispares como las confesiones religiosas, el diálogo filosófico o la terapia psicoanalítica, no persigue solamente el dar cuenta de mi acción, sino también el darse cuenta a uno mismo de esa misma acción. Vale decir, pasar de "decir lo que se piensa" a "pensar lo que se dice" y, sobre todo, "pensar cómo se piensa" (Monereo, 1994). Al momento de comenzar cualquier tipo de investigación, la noción sobre qué tan legítimo o ilegítimo es nuestro conocimiento y la verbalización que hacemos sobre ese conocimiento, es esencial y básico en el proceso investigativo. Tan esencial y a veces tan automatizado que parece frívolo cuestionarse su valía. Ya Nietzche en 1882 en “La gaya ciencia”, hace alusión al descuido y menosprecio con respecto al acto de pensar y reflexionar. Sin embargo, el darme cuenta y el dar cuenta sobre los actos realizados, permite no solo optimizar tiempo en el proceso investigativo, sino también (y fundamentalmente) enriquecer la investigación misma. Sin embargo, la automatización de nuestras acciones, el devenir plausible de un tipo de conocimiento, la acelerada máquina de estímulo – respuesta que se ha convertido la ciencia, la precariedad de la investigación y en la que viven los investigadores, el menosprecio por la investigación que no sea afín a lo que está de moda, y a veces, la distancia entre el investigador y la sociedad, son cuestiones que impiden

y entorpecen el proceso de hacer ciencia. Por lo anterior, qué tan consciente se vuelve nuestro proceso investigativo. Cuando Descartes en el siglo XVII plantea su principio indubitable de Cogito, ergo sum, comienza su frase célebre con una idea esencial para el hacer ciencia: pensar. Pero, pensar en qué. ¿Pensar en la pertinencia de lo investigado con la realidad? ¿pensar en los procesos? ¿pensar en sus consecuencias?. Muchas son las preguntas. No obstante, no hay claridad sobre el objeto el cual pensar. Sin embargo, se establece la necesidad de hacerlo con el fin de controlar o monitorear la propia actividad. Tamayo y Tamayo (1997) plantea que la ciencia se nos presenta como un cuerpo de conocimientos respecto a la realidad y de los hechos y fenómenos que en ella acontecen. Pero volviendo a cuestionarnos: ¿Por qué la necesidad de tener consciencia del hacer ciencia?.

Conclusión La adquisición de conocimiento se fundamenta en vivencias otorgadas por el mundo de la vida, en la cotidianidad del sujeto; pero son las constantes que se verifican en esas vivencias, en la adecuación y relación sujeto – objeto – sujeto, en la validez de los conceptos que surjan de dicha adecuación, y en la posibilidad de predecir o interpretar acciones estableciendo causas o comprensiones sobre lo que se investiga (Jaramillo, 2003). Se puede esbozar entonces que la epistemología tiene por objeto ese conocimiento que se soporta en sí mismo o que soporta alguna disciplina en su especificidad; lo que la sustenta como tal, su esencia, sus alcances y límites en su acepción interna (propia de la disciplina) y externa (su influencia en el contexto social). Por ello, es necesario tener consciencia, en primera instancia de la realidad en la que circundo, tal cual la tuvieron Anaxágoras de Clazómenas o Demócrito de Abdera. Luego, tener consciencia del conocer, indagar, por medio de la búsqueda constante; de esta manera, se posibilitará reflexionar sobre los procesos internos de uno como investigador, para luego pasar a la reflexión sobre la tarea, para concluir sobre la reflexión sobre las estrategias a realizar. La consciencia sobre el proceso del conocer, permitirá tener consciencia sobre el propio control con respecto a la acción investigativa.

Por último, cabe señalar la importancia de la consciencia al hacer ciencia, sin caer en un sentido ecologizante, pero si postulando la necesidad de rigurosidad del investigador y de la investigación. Morín (2005) habla de darse cuenta de, y actuar en correspondencia, pues el científico - investigador debe ser consciente que todo cuanto ocurre a su alrededor.

Bibliografía Flavell, J. (1979) Metacognition and Cognitive Monitoring. A New Area of cognitive Developmental Inquiry, en American Psychologist: 705-712. Recuperado de http://psycnet.apa.org/index.cfm?fa=fulltext.journal&jcode=amp&vol=34&issue=10&page=906&format=PDF Giannini, H. (2005) Breve Historia de la Filosofía. Editorial Catalonia, Santiago de Chile Jaramillo, L. (2003) ¿Qué es la epistemología? Mi mirar epistemológico y el progreso de la ciencia, en Cinta moebio 18: 174-178. Recuperado de www.moebio.uchile.cl/18/jaramillo.htm Martí, E. (1995) Metacognición: entre la fascinación y el desencanto, en Infancia y aprendizaje, n°72: 9-32. Recuperado de http://cv.uoc.edu/web/~cvaulas/022/Materiales_asignatura/72.085/72_085_artmodulo4_20012.pdf Mateos, M. (2001) Metacognición y educación. Buenos aires, Argentina: Aique. Monereo, C. (1999) Estrategias de enseñanza y aprendizaje. Formación del profesorado y aplicación en la escuela, 6° ed. Editorial Graó: Barcelona. Morín, E. (2005). Repensar la Reforma. Reformar el Pensamiento (entrevista), en Cuadernos de pedagogía, n°342. Recuperado de: http://www.humanizarleyendo.cl/recursos/entrevistas/morin.pdf López Cerezo, J. (2008) Epistemología popular: condicionantes subjetivos de la credibilidad, en Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad, n°10, vol.4: 159-170. Recuperado de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S185000132008000100010

Peronard, M. (2009) Metacognición: mente y cerebro, en Boletín de Filología, Tomo XLIV, n°2: 263-275. Recuperado de http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S071893032009000100010&script=sci_arttext RAE (2014) Diccionario de la lengua española 23° edición. Espasa libros, Madrid, España. Tamayo y Tamayo, M. (1997) El Proceso de la Investigación Científica. México. Limusa Noriega Editores. Recuperado de http://www.biblioises.com.ar/Contenido/000/001/MARIO_TAMAYO_PROCESO_INVEST_CIENTIFICA.pdf

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