Epigrafía funeraria, riqueza y auto-representación de la élite: el \"conuentus Caesaraugustanus\"

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Anas - 19-20 (2006/2007) pp. 29-40

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EPIGRAFÍA FUNERARIA, RIQUEZA Y AUTO-REPRESENTACIÓN DE LA ÉLITE: EL CONVENTVS CAESARAVGVSTANVS JAVIER ANDREU PINTADO UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA – UNED RESUMEN

El presente trabajo analiza algunos aspectos de la epigrafía funeraria del conuentus Caesaraugustanus en su relación con la riqueza y la auto-representación de la elite local de sus comunidades. Se estudian de forma global aquellos casos que –por las condiciones del soporte– debieron pertenecer a notables monumentos funerarios de carácter familiar así como otros en los que puede percibirse el esfuerzo de la elite por dejar constancia bien de su posición en el municipio al que pertenecían bien de su estrecha relación con familias pudientes de la zona conectando la información de dichas piezas con la que podemos obtener sobre sus propietarios y sus familias a partir de otras inscripciones del mismo territorio. Se ofrece, pues, con ello, un argumento más para la caracterización de la elite municipal de la parte nororiental de la Hispania Citerior. PALABRAS CLAVE

Epigrafía funeraria, elite local, auto-representación, riqueza, conuentus Caesaraugustanus. ABSTRACT

The following paper studies some aspects on the funerary epigraphy of the conuentus Caesaraugustanus linked with the wealth and the self-representation desires of the local elite of that area. We analyze the cases that –because of the material conditions of the inscription– should be part of bigger family monuments and also others in which we can see the elite´s tries of showing in public their social status in the municipality in which they live or also their relationship with the most powerful families of the surroundings territories. We offer, so, one more argument in the characterization of the municipal elite of the north-east part of Hispania Citerior as well and of that conuentus. KEYWORDS

Funerary inscriptions, local elite, self-representation, wealth, conuentus Caesaraugustanus.

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Con notable acierto, en los últimos años y en la línea de los estudios sobre la autorepresentación epigráfica de las elites locales1, ha empezado a tomar carta de naturaleza en la caracterización de la aristocracia romana provincial el atender también a los monumentos funerarios como un argumento más para dicho propósito, como un reflejo, además, de los propósitos de auto-representación que suelen atribuirse a la epigrafía honorífica2 y, en cualquier caso, como una prueba evidente de los deseos de existimatio y celebritas que, como sabemos por las fuentes clásicas3 impregnaron la vida de las clases dirigentes en las comunidades romanas. Más aun, en recientes estudios, la monumentalidad y notoriedad de los monumentos funerarios ha venido a tenerse en cuenta4 como un indicador más de la riqueza y del poderío económico de los grupos rectores de la vida política romana5 y como un resorte desde el que ahondar en la exploración de la omnipresente dimensión auto-representativa arriba referida. Tal como estaba reglamentado, habitualmente los monumentos funerarios se emplazaban a las afueras de las ciudades. Aunque, en principio, ello obedecía a razones de salubridad y de seguridad6, sin embargo, en una sociedad eminentemente visual7, dicha situación sería oportunamente explotada por la elite urbana convirtiendo los accesos a las urbes y las áreas próximas a las puertas de las ciudades en verdaderos escenarios parlantes sobre las familias cuyos miembros aun en vida se contaban entre los miembros de la clase dirigente de la comunidad en cuestión8. Las necrópolis constituían, pues, espacios parcelados para tal efecto, con medidas que contribuían a su orden9 e incluso con vigilantes que velaban por la integridad de los monumentos que las necrópolis albergaban10. Éstos podían ser desde sencillas tumbas formadas por apenas dos tejas superpuestas, hasta auténticos recintos funerarios de disfrute exclusivo de una familia como aquellos que anhelaba el liberto Trimalción, uno de los más

(1) Sobre él véase W. Eck, “Senatorial Self-Representation: Developments in the Augustan Period”, en F. Millar y E. Segal (eds.), Caesar Augustus. Seven Aspects. Oxford, 1984, p. 131; G. Alföldy, “Pietas inmobilis erga principem und ihr lohn: öffentliche Ehrenmonumente von Senatoren im Rom während der Frühen und Hohen Kaiserzeit”, en G. Alföldy y S. Panciera (eds.), Inschriftliche Denkmäler als Medien der Selbstdarstellung. Stuttgart, 2001, pp. 11-46 y “La cultura epigráfica de la Hispania romana: inscripciones, auto-representación y orden social”, en Hispania. El Legado de Roma. Zaragoza 1998, p. 289 donde, además, puede encontrarse una buena síntesis de los planteamientos base de este tipo de hábito aplicados a la documentación hispana. (2) F. Feraudi-Gruénais, Inschriften und ´Selbstdarstellung` in städtrömischen Grabbauten. Roma, 2003 constituye, a este respecto, un buen punto de partida para el análisis de esta dimensión auto-representativa también constatable en la epigrafía funeraria. (3) El tema es recurrente en ellas, por ejemplo, en Hor. Sat. I, 6, vv. 13-16 y, especialmente en Plin. Nat. 2, 154 donde el Naturalista afirma etiam monimenta ac titulos gerens nomenque prorogans nostrum et memoriam extendens contra breuitatem uitae. (4) Con dichos indicadores ha trabajado, por ejemplo, respecto de Augusta Emerita, J. L. Ramírez, “El nacimiento de las elites de Augusta Emerita”, en M. Navarro y S. Demougin (eds.), Élites Hispaniques. Burdeos, 2001, pp. 11-22 al tiempo que A. Tranoy, “Introduction”, en M. Navarro y S. Demougin (eds.), op. Cit., p. 10 ha subrayado la importancia de la documentación epigráfica funeraria para nuestro mejor conocimiento de los hábitos auto-representativos de la elite dando continuidad a una línea que como veremos más adelante, ha dado lugar a algunos trabajos ya de referencia y que han puesto en valor también la documentación arqueológica funeraria como vía para profundizar en los propósitos de notoriedad pública de la elite a los que venimos aludiendo (véase, especialmente, notas 22 y 23). (5) Al respecto de esta consideración puede verse, por ejemplo, P. Salmon, “Les insuffisances du matérial épigraphique sur la mortalité dans l´Antiquité Romaine”, en F. Hinard (dir.), La mort, les morts et l´au-delà dans le monde romain. Caen, 1987, p. 102-107 y que aporta algunos datos cuantitativos sobre la dimensión económica de los monumentos funerarios. (6) Cic., Leg. II, 23, 58; Isid., Orig. 5.11.1. Pueden verse, además, algunas disposiciones relativas al asunto en la Lex Vrsonensis, caps. 73-74, comentadas por López Melero, R.: “Enterrar en Vrso (Lex Vrsonensis, LXXIII-LXXIV)”, SH(HA)15/16, (1997), pp. 105-108, y bibliografía general sobre el asunto en F. de Visscher, Le droit des tombeaux romains. Milán, 1963, pp. 3-160. (7) G. Alföldy, op. Cit., p. 289. (8) H. Von Hesberg y P. Zanker, Römische Gräberstrassen. Selbstdarstellung. Status. Standard. Munich, 1987, pp. 270-280. (9) J. F. Rodríguez Neila, “Algunas observaciones sobre los acotados funerarios romanos”, en In memoriam J. Cabrera Moreno. Granada, 1992, pp. 437-448. (10) Puede verse, además de F. de Visscher, op. Cit., pp. 112-123, el trabajo de G. Giorgi, Le multe sepolcrali. Bolonia, 1910.

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ilustres –y ricos– personajes de la literatura romana11 y como algunos de los que, de hecho, analizaremos someramente en estas páginas al respecto del territorio escogido.

De este modo, los cementerios reflejaban la complejidad de la sociedad romana, constituyendo un privilegiado escaparate de las desigualdades sociales del momento. En ellos se evidenciaba la pobreza de aquellos individuos que apenas sí podían pagarse un sepulcro en urnas de barro con un sencillo titulus pintado o estucado –uno esculpido debía ascender a los 100 HS12– si es que no eran tan indigentes como para acabar en los puticuli o fosas comunes13. Más aun, a través de ellos se apreciaba la miseria de aquellos menesterosos que, todavía vivos, acudían a alimentarse con los restos de los banquetes y epula funerarios organizados durante la jornada por los familiares del último difunto de turno14. Este ambiente contrastaba con la más esplendorosa riqueza, la de aquellos que buscaban dejar constancia de su rango social con el tamaño de sus monumentos, con la generosidad y holgura del espacio que ocupaban –ostentado, de hecho, en las fórmulas epigráficas al uso15–, o con el mensaje que recogía la inscripción funeraria y que, sin duda, perpetuaba el efecto propagandístico que debió acompañar a los elogios fúnebres y a las procesiones funerarias practicadas en Roma desde tiempos de la República como vehículo de legitimación de la nobilitas16. Pobres o ricos, la sociedad romana buscó de forma común durante el Principado la exaltación de la individualidad del fallecido17 y, con ella, la de su familia18.

Así, el poder de auto-representación de las piezas funerarias se incrementaba si se tiene en cuenta que las necrópolis se hallaban en lugares bien concurridos y de tránsito frecuente, como eran las uiae, o en espacios bien accesibles desde éstas, a través de caminos privados (itinera ad sepulchrum19). Éstos últimos podían conducir a las propiedades fundiarias de los notables locales que jalonaban el territorium de cualquier comunidad cívica –y así sucede, de hecho, en algunos de los mejor conocidos testimonios del conuentus que aquí nos ocupa–. En último término, y por expresarlo de un modo gráfico, para un viajero extraño en la ciudad simplemente acercándose a ella y viendo los monumentos funerarios que jalonaban la entrada a la urbe, podía hacerse una idea de quién era quién y de qué puesto ocupaba cada cual en la escala social, política y económica de aquélla. Abundante es, a este respecto, el material con que nos ha obsequiado el conuentus Caesaraugustanus sobre cuyas elites ya hemos estudiado otros aspectos recientemen-

(11) Petron. 71. (12) P. Salmon, op. Cit., p. 102. (13) Varro, Ling. 5, 25. (14) Tib. 1, 5, v. 53 y Plaut, Pseud. 348, que los llama bustirapi en alusión a la rapiña que llevaban a cabo sobre las ofrendas funerarias. (15) J. F. Rodríguez Neila, “Espacios de uso funerario con indicaciones de medidas en las necrópolis romanas”, Conimbriga30, (1991), pp. 59-94. Sobre las fórmulas al uso y su dimensión ostentatoria puede verse J. M. Lassère, Manuel d´Epigraphie Romaine. I. L´individu, la cité. París, 2005, pp. 228-230. (16) Polib., 6, 52, por ejemplo, aunque el tema ha sido estudiado –en su evolución cronológica y en su dimensión sociológica e ideológica– por J. Arce, Memoria de los antepasados. Puesta en escena y desarrollo del elogio fúnebre entre los romanos. Madrid, 2000. (17) H. Lavagne, “Le tombeau, mémoire du mort”, en F. Hinard, op. Cit., p. 159. (18) Numerosos son los testimonios que las fuentes literarias nos han legado sobre este tipo de tareas propias del funus romano. Sin ánimo de exhaustividad, pueden verse, además de los ya citados con anterioridad: Sen, Dial. 6, 3, 2 (sobre los rituales domésticos de preparación del cadáver), o Verg., Aen., 4, vv. 684-695, y 6, vv. 218-219 (sobre la veneración al cuerpo del difunto y las ceremonias vinculadas a dicho ideal). Todos los pasos y componentes del referido ritual son pormenorizadamente estudiados por Ch. Daremberg y E. Saglio, Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines d´après les textes et les monuments. París, 1892, s. u. funus. (19) Lex Vrsonensis, Cap. 78 y, con más datos en F. de Visscher, op. Cit., pp. 83-92.

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te20. Además, a esta zona, tempranamente romanizada y con una inusitada concentración de comunidades privilegiadas desde época republicana21, llegaban desde Roma por el Mediterráneo las últimas corrientes arquitectónicas y decorativas en materia funeraria22 que, de hecho, tomaron forma en algunos de los monumentos fúnebres más singulares del repertorio hispano23.

A nuestro juicio –y siguiendo las ediciones que se han hecho de los distintos repertorios epigráficos locales concernientes al territorio del conuentus24 y la información que, respecto de las piezas en cuestión, se ofrece en ellos– a los bien conocidos casos de los monumentales conjuntos funerarios de Sádaba25, Sofuentes26, Fabara27, Dehesa de Baños28 y Chiprana29 (Zaragoza), habría que añadir, cuando menos otro posible en Sofuentes (Zaragoza)30, los seguros de Andión31 y Eslava32 y los probables de San Martín de Unx y Villatuerta33 (todos ellos en Navarra); posiblemente el de Sabiñánigo (Huesca34); los de Albarracín, Calomarde, Cella, Hinojosa del Jarque y La Iglesuela del Cid (Teruel35); el posible de Herramélluri (La Rioja36); el de Ilerda37, y el de El Paular (Guadalajara38), todos ellos con pruebas suficientes para ser tenidos en consideración no sólo como monumentos funerarios de notable envergadura sino como reflejo del poder de la elite de la zona, a cuyo cuerpo pertenecían sus propietarios y (20) J. Andreu, “Proyección política e imagen pública de las elites locales del conuentus Caesaraugustanus en época altoimperial a partir de la documentación epigráfica”, REA-110, (2008), en prensa, s. Pp. Para la delimitación y problemática interna del territorio sigue siendo válido el trabajo de L. Sancho, El convento jurídico cesaraugustano. Zaragoza 1981, actualizado por F. Beltrán Lloris, “El tiempo de Augusto”, en F. Beltrán Lloris, M. Martín-Bueno, y F. Pina, Roma en la Cuenca Media del Ebro. La Romanización en Aragón. Zaragoza, 2000, pp. 78-82 (con Mapa en p. 78). (21) El mejor retrato sobre el tema puede verse en F. Beltrán Lloris, “Caesar Augusta, ciudad de Augusto”, Caesaraugusta69, (1992), pp. 31-44. (22) Mª L. Cancela, “Los monumentos funerarios de las elites locales hispanas”, en M. Navarro, y S. Demougin (eds.), op. Cit., p. 104. (23) Mª L. Cancela, “Aspectos monumentales del mundo funerario hispano”, en Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano. Córdoba, 2002, pp. 163-180 y, aunque más antiguo, J. Sanmartí, “Els edificis sepulcrals romans del Paisos Catalans, Aragó i Murcia”, Fonaments-4, (1984), pp. 87-160. (24) A espera de la edición del fascículo correspondiente al conuentus Caesaraugustanus en la reedición del volumen segundo del Corpus Inscriptionum Latinarum la documentación epigráfica del conuentus sigue dispersa –además de la obligada referencia a CIL y a ILER– entre los consabidos corpora epigráficos locales y regionales: C. Castillo, J. Gómez-Pantoja, y Mª D. Mauleón, Inscripciones Romanas del Museo de Navarra. Pamplona 1981 (=IRMN); U. Espinosa, Epigrafía Romana de La Rioja. Logroño 1986 (=ERR); G. Fabre, M. Mayer e I. Rodà, Inscriptions Romaines de Catalogne. II. Lérida. París 1985 (=IRC, II); G. Fatás y M. Martín-Bueno, Epigrafía Romana de Zaragoza y su provincia. Zaragoza 1977 (=ERZ); M. Navarro, La Epigrafía Romana de Teruel. Teruel, 1994 (=ERTe); R. Knapp, Latin Inscriptions from Central Spain. BerkeleyLos Ángeles-Oxford, 1992 (=LICS); y M. Ruiz, Inscripciones Latinas de la Comunidad Autónoma de Madrid (siglos I-VIII). Madrid, 2001 (=ILCMA). (25) R. Menéndez Pidal, “El Mausoleo de los Atilios”, AEA-43, (1970), pp. 89-112. (26) G. Fatás y M. Martín Bueno, “Un mausoleo de época imperial en Sofuentes (Zaragoza)”, MM-18, (1977), pp. 232-271. (27) E. J. Vallespí, “Anotaciones al Mausoleo romano en Fabara”, en V. Cervera (ed.), Fabara. Memorias incompletas. Soria, 1986, pp. 199-256. (28) M. Martín Bueno, “La necrópolis medieval de Dehesa de Baños (Chiprana, Zaragoza)”, en Homenaje a Don José María Lacarra de Miguel en su Jubilación del Profesorado. Zaragoza, 1977, pp. 339-346. (29) A. Beltrán, “Chiprana y su mausoleo romano”, Caesaraugusta-9/10, (1957), pp. 109-112. (30) F. Beltrán Lloris, “La época de los Antoninos”, en F. Beltrán Lloris, M. Martín-Bueno, y F. Pina, op. Cit., p. 106, (con foto, fig. 89). (31) Mª L. Cancela, Los monumentos…, p. 111 y J. Andreu, “Algunas consideraciones en torno a las ciudades romanas del ámbito vascón y a su proceso de monumentalización”, ETF(2)-18, (2007), en prensa, s. Pp. (32) R. Armendáriz, Mª R. Mateo y Mª P. Sáez de Albéniz, “Santa Criz, una necrópolis romana de incineración en Eslava (Navarra)”, Isturitz-9, (1997), pp. 823-841. (33) C. Castillo, J. Gómez Pantoja y Mª D. Mauleón, op. Cit., p. 85 y pp. 88-89. (34) F. Beltrán Lloris y F. Marco, “Novedades de epigrafía oscense”, Caesaraugusta-53-54, (1981), pp. 236-242. (35) M. Navarro, op. Cit., pp. 88-89 (Albarracín); pp. 101-102 (Calomarde); p. 106 (Cella); pp. 111-112 (Hinojosa de Jarque); y pp. 116-122 (La Iglesuela del Cid), con una consideración global en p. 167. El de la Iglesuela del Cid, desde una óptica arqueológica, ha sido estudiado por F. Arasa I Gil, “El monumento romano de la Ermita de la Virgen del Cid (La Iglesuela del Cid, Teruel)”, BMZ-6, (1987), pp. 141-179. (36) U. Espinosa, op. Cit., p. 64. (37) G. Fabre, M. Mayer, e I. Rodà, op. Cit., p. 41, n. 69. (38) R. Knapp, op. Cit., p. 159.

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sus familias39. A estos ejemplos –deducidos de la monumentalidad del soporte epigráfico– tal vez habría que sumar el singular caso de la colonia Celsa (CIL, II, 3015) – sólo documentado, en cualquier caso, epigráficamente y sin evidencias arqueológicas del mismo– en el que el matrimonio de Lucius y de Cornelia colocaron su túmulo in locum sacre diue Dianae especificando, además, con la fórmula premium dicarunt la posibilidad de que aquél fuera de cierta monumentalidad. La liberta Cornelia de ésta inscripción nos pone en contacto con la presencia de Cornelii en la elite celcense no en vano constan varios de ellos como magistrados monetales en época augústea40 y, de hecho, el único magistrado –aedilis y IIuir Celsae– documentado epigráficamente en la colonia a partir de una inscripción hallada en Sagunto (HEp7, 1023) lleva también ese nomen.

Conforme a los patrones arriba descritos, algunos de estos monumentos se hallan en las proximidades de ciudades –casos del Mausoleo de los Atilios, cerca de la comunidad de discutida reducción de Los Bañales de Uncastillo41, y en el territorio de la posible uilla de esta familia42; del conjunto de la Ermita de Nuestra Señora de Andión, la antigua Andelo; de las popularmente conocidas como “Casas de los Patricios” de Santa Crís de Eslava, en el solar de otra comunidad de reducción todavía sin cerrar, o del conjunto de Herramélluri, en el territorium de Libia– cuando no directamente sobre la uia –caso del Mausoleo de los Atilios y del conjunto de Eslava, por ejemplo43– . En casi todos los casos la naturaleza de los soportes y la considerable metrología de las letras permiten suponer un poder ostentatorio notable. Así, el epígrafe en cuestión aparece sobre monumentos aun completos en Sádaba (CIL, II, 2973), Chiprana (CIL, II, 30944) y Fabara (CIL, II, 585145), aquél se ha conservado en notables bloques arquitectónicos en los casos de Dehesa de Baños (ERZ, 17), Sofuentes (CIL, II, 297446), Andelo (CIL, II, 2966-2967 y AE, 1989, 459), Sabiñánigo (AE, 1981, 558), Calomarde

(39) Nos detenemos aquí exclusivamente, como puede suponerse, en los monumentos funerarios epigráficos. Anepígrafos se conocen otros monumentales al menos en Velilla de Cinca (Huesca) (F. J. Montón, “El mausoleo romano de Velilla de Cinca (Huesca)”, Caesaraugusta-55/56, (1982), pp. 59-81); Tricio (La Rioja) (Mª L. Cancela, “Santa María de Arcos, Tricio (Rioja): Campañas de 1984-85”, BMZ-5, (1986), pp. 289-296); Farasdués (Zaragoza) (Mª C. Aguarod y A. Mostalac, “El bustum romano de Farasdués (Zaragoza)” Suessetania-5, (1984), pp. 6-7); Irún (Guipúzcoa) (J. Núñez, “La arquitectura pública de época romana en el País Vasco y sus áreas geográficas limítrofes. Una aproximación crítica”, Iberia-1, (1998), pp. 134-135); Miralpeix-Caspe (Zaragoza) (A. Beltrán, “La tumba de Miralpeix y su traslado a Caspe”, NAH-8, (1965), pp. 215-216); y en Gallipienzo/Eslava (Navarra), los conocidos “Casquilletes de San Juan” (J. Mª. Blázquez, “Relieves de ´Los Casquilletes de San Juan` de Gallipienzo”, PV-84-85, (1961), pp. 121-126 además de R. Armendáriz, Mª R. Mateo y Mª P. Sáez de Albéniz, op. Cit.). La mayor parte de ellos han sido estudiados en detalle por J. Sanmartí, op. Cit. p. 85-102 y por Mª L. Cancela, op. Cit. Sobre los –tristemente habituales– problemas para conectar la documentación epigráfica con la información arqueológica respecto del asunto funerario, pueden verse las consideraciones de M. Unzu y Mª J. Peréx, “La cultura funeraria en Navarra en época romana”, Isturitz-9, (1997), pp. 797-815, esp. p. 798. (40) G. Fatás y M. Martín-Bueno, Epigrafía…, p. 84 y F. Beltrán Lloris, “Los magistrados monetales en Hispania”, Numisma-150/155, (1978), p. 196. (41) Con todas las opciones de reducción propuestas y el debate historiográfico sobre ellas puede verse J. Andreu, “Ciudad y territorio en el solar de los Vascones en época romana”, en Navarra en la Antigüedad. Propuesta de Actualización. Pamplona, 2006, pp. 111-112. (42) Sobre la uilla, de la que dieran noticia A. García y Bellido, “La villa y el Mausoleo romanos de Sádaba”, AEA-35/36, (1962-63), pp. 170 y, después, J. Lostal, Arqueología del Aragón Romano. Zaragoza, 1982, p. 72, hemos vuelto recientemente en J. Andreu y Á. A. Jordán, “Epigrafía, ordenación del territorio y poblamiento en territorio de Vascones: Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza)”, ETF(1)-18, 2007, en prensa, s. Pp. (43) Sobre el paso de la uia Caesaraugusta-Pompaelo junto al Mausoleo de los Atilios puede verse C. Aguarod y J. Lostal, “La vía romana de las Cinco Villas”, Caesaraugusta-55/56, (1982), p. 172 y, sobre todo, p. 212. Sobre el ramal de la misma uia que debió circular no demasiado lejos del cerro de Santa Crís puede verse J. Armendáriz, y J. Velaza, “El miliario de Garínoain (Navarra), cruce de caminos en la vía entre Cara (Santacara) y Pompelo (Pamplona)”, TAN-19, (2006), pp. 127146. (44) Revisada recientemente por F. Beltrán Lloris, “Las inscripciones de Chiprana revisitadas”, en Didáskalos. Estudios en Homenaje al Prof. Serafín Agud. Zaragoza 1998, p. 193-216; (45) Revisada igualmente por F. Beltrán Lloris, “Las inscripciones del ´Mausoleo de Fabara` (Zaragoza)”, Caesaraugusta74, (1998), pp. 253-264. (46) Sobradamente estudiada, también en lo epigráfico, como vimos, por G. Fatás y M. Martín-Bueno, Un mausoleo…

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(ERTe, 8), Hinojosa de Jarque (ERTe, 14), y Herramélluri (AE, 1980, 589), y lo ha hecho en monumentales placas en el segundo ejemplo de Sofuentes (CIL, II, 2975), y en Eslava (IRMN, 6747), San Martín de Unx (IRMN, 60), Villatuerta (IRMN, 65), Cella (ERTe, 8), Iglesuela del Cid (ERTe, 15-18), El Paular (LICS, 178) y Lérida (IRC, II, 13). Por su parte, en gran parte de estos casos, el empleo de capitales cuadradas de buena factura y notable envergadura –siempre en torno a los cinco centímetros de altura, especialmente en las placas, generalmente con tabula ansata y elementos decorativos clásicos del repertorio funerario romano– aumenta, si cabe, el efecto auto-representativo de los monumentos en los que dichas inscripciones estarían situados al tiempo que subraya los efectos de notoriedad perseguidos por el texto epigráfico y a los que se aludió más arriba.

Más aun, a éste propósito de ostentación remiten asimismo algunas de las conclusiones que pueden extraerse del estudio pormenorizado de los individuos en ellos sepultados o, al menos de aquéllos para los que se cuenta con un repertorio prosopográfico solvente o con alguna indicación de las funciones que desempeñaron en el municipio. Este es el caso, por ejemplo, de Athenio, el dispensator publicus de Eslava al que su esposa dedica una monumental placa (Fig. 1) que hemos puesto en relación con algún notable monumento funerario48 –de los que no faltan, como se ha visto, paralelos arqueológicos en la zona– y que en su condición de dispensator debió, sin duda, formar parte, por otro lado, de la elite económica del todavía ignoto municipio romano que ocupó el entorno del cerro de Santa Crís, en la Navarra Media, como, por otra parte, era habitual en este tipo de esclavos públicos a juzgar, al menos, por la información que nos facilitan las fuentes literarias y por los casos que conocemos en Hispania49. En el resto de los testimonios arriba citados, las familias que encargaron los correspondientes monumentos no dejaron constancia –seguramente por pertenecer estas dedicatorias al ámbito privado aunque en absoluto desprovisto del componente ostentatorio, como se dijo– de haber desempeñado magistratura alguna en la comunidad.

Sin embargo esa pertenencia a la elite política municipal local puede intuirse en algunos casos de forma directa y en otros a través de las relaciones que podemos trazar con la limitada prosopografía que puede rastrearse a partir de la documentación epigráfica de la zona. A este segundo grupo, como veremos, pertenecerían los Aemilii, que aparecen como dedicantes –L. Aemilius Peculiaris– y como homenajeado – L. Aemilius Lupus, seguramente un infante de corta edad– en el Mausoleo de Fabara y que se han puesto en relación con la Aemilia Kara que aparece como uxor de un magistrado del no demasiado lejano municipio de Osicerda (RIT, 34150) y los Licinii que pudieron contar con un sepulcro familiar notable en el área de Ilerda y para los que nos está documentada no sólo su condición de magistrados locales sino (IRC, II, 2 e IRC, II, 11, en este caso con una Licinia esposa de un IIuir local) también su posesión de libertos (IRC, II, 13). (47) Analizada nuevamente en J. Andreu, “Un dispensator publicus en territorio vascón. A propósito de AE, 1971, 199 de Eslava (Navarra)”, en Classica Boliuiana. Actas del V Encuentro de la Sociedad Boliviana de Estudios Clásicos. La Paz (Bolivia), en prensa, s. Pp. (48) J. Andreu, op. Cit. (49) Con una generosa recopilación de las referencias que en las fuentes escritas pueden encontrarse sobre los dispensatores y su fortuna puede verse E. di Ruggiero, Dizzionario Epigráfico di Antichità Romana. Roma 1961, pp. 1920-1923 (s. u. dispensator). Para un repertorio de los testimonios hispanos, puede verse J. Andreu, op. Cit., con comentario. Sobre el caso concreto del dispensator de Eslava se ha detenido P. Ozcáriz, “El papel del territorio navarro en la administración de la prouincia Hispania Citerior”, en Navarra…, pp. 171-172. (50) F. Beltrán Lloris, La época…, p. 109.

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Al primer grupo, al de aquéllos individuos cuya pertenencia a la elite política puede deducirse de forma directa sin recurrir a relaciones externas o a testimonios prosopográficos pertenecerían los G. Domitii Proculii que aparecen en una de las piezas del monumental conjunto de La Iglesuela del Cid (ERTe, 15) pues están inscritos en la Galeria al igual que los Terentii de la también turolense Ermita de Calomarde (ERTe, 8). También adscrito a la Galeria estaría L. Val(erius) Maternus (CIL, II, 5846) de uno de los pedestales recuperados en Coscojuela de Fantova (Huesca) y seguramente vinculados a la comunidad de Boletum51. En ellos, además del citado individuo, aparecen homenajeados su esposa [-]emilia Placida, el padre de ésta, P. Aemilius Ductus, y su abuela, Maria Ducta (CIL, II, 5843; 5844; 5841 y 5842) lo que –si no se trata de un contexto honorífico, a nuestro juicio más plausible por la alusión a la fórmula ob merita52– podría llevarnos a pensar en otro monumental panteón familiar del que dichos bloques formasen parte y que podría añadirse a la relación anterior. Continuando con las menciones tribales, caso especialmente interesante es el de los C. Atilius Genialis y L. Atilius Festus del monumental Mausoleo de los Atilios de Sádaba (Zaragoza) pues aparecen adscritos a la Quirina tribus en un conjunto artístico, el de la zaragozana Sádaba, al que –por otra parte– parece convenir más la data53 ción flavia que la que se venía defendiendo de antiguo, de época antoniniana54. A la tantas veces invocada presencia de hasta dos Atilii más en la zona55 –uno en Sofuentes, en otro monumental y disperso conjunto epigráfico/arqueológico de corte fúnebre ya citado anteriormente, y un segundo en Malpica de Arba, en un fragmentado epitafio hoy empotrado en una pared lateral de la Ermita de Disasol (HEp6, 999)– se unen, como argumentos de su potencial no sólo económico sino también político, los testimonios que, para ya entrado el siglo II d. C., nos documentan a varios Atilii desempeñando magistraturas en Ilerda (IRC, II, 1), y disponiendo de propiedades agrarias (IRC, II, 18) y de libertos que, por su parte, ostentaron magistraturas asociadas al culto imperial en Tarraco (RIT, 407, por ejemplo, con alusión a un L. Atilius Pa[e]zon como IIIIIIuir Aug(ustalis)) en un momento para el que seguramente su poder político estaría ya sobradamente consolidado56. A buen seguro que, en cualquier caso, las condiciones de promoción política que ofrecía un naciente municipium Flauium como debió serlo el de Los Bañales de Uncastillo estuvieron detrás de la consolidación de su poder en la zona oriental del solar vascón, y central del conuentus, aunque, lógicamente, aquél seguramente sería de raíz algo anterior.

A propósito de la Quirina tribus –a la que también está adscrito el L. Acilius Maxsuminus de la monumental placa de El Paular (LICS, 178), seguramente en el territorio del municipio flavio de Complutum– y de la relación clientelar como vehículo de auto-representación social y de promoción política en las comunidades hispa(51) M. Navarro y Mª A. Magallón, “Las ciudades del Prepirineo Occidental y central en época alto-imperial: sus habitantes y su status”, en Ciudades privilegiadas en el Occidente Romano. Sevilla, 1999, pp. 63-64. Más aun, no hace mucho F. Beltrán, “Epigrafía Latina… en Aragón (II) (con un apéndice sobre la epigrafía paleohispánica)”, Caesaraugusta-75, (2002), p. 600, n. 20 ha planteado una posible vinculación del dedicante del pedestal tripartito al citado L. Val(erius) Maternus –un tal M. Cornelius Pompeianus, de origo Boletana– con la Cornelia Neila que, en Latibulosa, cumple la disposición testamentaria de los heredes de M. Clodius Flaccus (AE, 1995, 891) en un municipio por otra parte muy próximo. (52) J. Andreu, Proyección política…, s. Pp. (53) Mª L. Cancela, op. Cit., p. 109. (54) R. Menéndez Pidal, op. Cit., p. 110. (55) Al respecto puede verse F. Beltrán Lloris, “Epigrafía y Onomástica de las Cinco Villas”, en Actas de las I Jornadas de Estudio sobre las Cinco Villas (Ejea, 1985). Zaragoza, 1986, pp. 61-62, n. 13. (56) G. Fabre, M. Mayer e I. Rodà, op. Cit., p. 29.

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nas57, resulta especialmente interesante un monumental bloque actualmente embutido en el puente del camino que conduce desde Asín (Zaragoza) a la Ermita de la Virgen del Campo, no lejos de Ejea de los Caballeros pero, tal vez, mejor contextualizado en relación a Los Bañales de Uncastillo, como hemos propuesto en otro lugar58. La pieza –con caracteres de notable tamaño, hasta ocho centímetros (Fig. 2)– está dedicada por L(ucius) Sempronius Festus a [-] Postumius Flaccus, adscrito a la Quirina y con origo Segiensis (CIL, II, 2981). Es muy posible que el dedicante, por la onomástica, fuese ciuis Romanus aunque en dicho monumento omitiese tal condición sin citar tribus ni origo como, por otra parte, suele ser habitual59. Tal vez lo hiciera, incluso, porque la pieza ocupase algún lugar del territorium de la comunidad de Los Bañales y no de la de Segia, como se pensó de antiguo60 limitándose, entonces, a indicar la origo del individuo foráneo y omitiendo la suya, sobradamente conocida. Pero, además, la presencia de varios Sempronii en la zona (ERZ, 28 y CIL, II, 2778, los dos procedentes de Los Bañales y los dos presumiblemente de estatuto libertino) acentúa las posibilidades de que el citado L. Sempronius Festus fuese miembro de la elite local. Así, uno de esos liberti con dicho gentilicio procedentes de las proximidades –Sempronius []mthius, de ERZ, 28– es el dedicante de una monumental cupa a su esposa Chresima, empleando, por tanto, un tipo de soporte que debió ponerse de moda en la zona a mediados y finales del siglo II d. C. pues no faltan en ella ejemplos del mismo61. La pieza de Asín, por tanto, estaría subrayando, de nuevo, la habitual conexión entre la elite política y la elite económica de un territorio, de la que tantas pruebas nos da habitualmente la epigrafía latina al tiempo que documentando, una vez más, la habitual endogamia de los miembros de las mismas. El ejemplo de la cupa de Los Bañales y el monumental bloque adintelado de Ilerda que referimos con anterioridad, nos sitúan, además, tras el contrastado hábito de los liberti de las familias de notables locales de manifestar su posición social y económica a través de monumentos funerarios que subrayasen su vinculación con la elite y su holgada posición económica62 y de hacerlo, además, no tanto en las uillae del territorium cívico sino en las áreas necropolitanas próximas a las ciudades donde –como hemos visto– su esfuerzo auto-representativo resultaba, a todos los efectos, más rentable63.

(57) Un extraordinario estudio sobre esta cuestión puede verse en J. Edmonson, “Conmemoración funeraria y relaciones familiares en Augusta Emerita”, en Sociedad y Cultura en la Lusitania Romana. Madrid, 2000, pp. 299-327 y, también, a propósito de la zona aunque con más atención a la epigrafía honorífica, nuestro estudio J. Andreu, op. Cit., s. Pp. (58) J. Andreu y Á. A. Jordán, op. Cit., s. Pp. (59) El tema –aunque centrado en la epigrafía honorífica– lo ha estudiado E. Melchor, “Indicaciones y omisiones del rango personal de los dedicantes en los homenajes estatuarios realizados en los municipios y colonias hispano-romanos”, Salduie3, (2003), pp. 129-142. (60) E. Hübner, Corpus Inscriptionum Latinarum. II. Inscripciones Hispaniae Latinae. Berlín, 1869, pp. 403-404, asunto sobre el que hemos vuelto en J. Andreu y Á. A. Jordán, op. Cit., s. Pp. (61) Efectivamente, si antes consideramos la posesión de notables panteones familiares como indicio de la riqueza y la posición social de sus propietarios, mención especial habría que hacer a las cupae con que nos ha obsequiado el territorio del conuentus Caesarugustanus. Por su habitual gran formato, debió tratarse de un soporte costoso económicamente lo que permite sospechar –al menos– la holgada posición económica de los familiares del difunto cuya urna cineraria albergaban. En el territorio que nos ocupa están documentadas la referida pieza de Los Bañales y otras igualmente monumentales de Sofuentes (AE, 1977, 483 e IRMN, 62 y 63). Sobre las cupae puede verse –con bibliografía– el reciente trabajo de G. Baratta, “Alcune osservazioni sulla genesi e la diffusuone delle cupae”, L´Africa Romana/17. Sassari, 2006, pp. 1669-1681 y sobre su uso en esta parte de la Citerior el estudio de M. Beltrán Lloris, “La arqueología de las Cinco Villas (síntesis)”, en Actas de las I Jornadas…, pp. 19-52. (62) F. Feraudi-Gruénais, op. Cit., pp. 35-37. (63) Algunas consideraciones en este sentido respecto de la más habitual presencia de conjuntos funerarios de mayor monumentalidad –incluso obra de libertos– en las áreas cívicas que en las rurales, pueden encontrarse en G. Fabre, M. Mayer e I. Rodà, op. Cit., pp. 115-16 e, igualmente, en M. Navarro, op. Cit., p. 167.

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Si –se concretase ésta sobre el soporte que lo hiciera–, ya la adopción del hábito epigráfico funerario romano era una señal de romanización64, algo más de luz sobre la cuestión de la integración de la antigua elite indígena en el nuevo marco del municipio estaría mostrando –en el área objeto de estudio– el conjunto epigráfico de los Aemilii procedente de Andelo. La onomástica de la dedicante de una de las dos placas –una de ellas moldurada (Fig. 3)– que integran dicho conjunto, Calpurnia Vrchatetelli, contrasta con la de su hijo, L. Aemilius Seranus, ya netamente romana y casado con una [C]orn[e]l[ia][F]laua también de onomástica latina a la que, además, aquél homenajea en otro de los bloques del conjunto (AE, 1989, 459). Dicha evolución y dicho panorama sólo era posible en el contexto de los fenómenos de integración derivados de la municipalización flavia65. Del mismo modo, la presencia de un testimomio –aunque fragmentario– de Quir[ina tribus] en Albarracín (HEp6, 905b) podría estar explicando la monumentalidad de los sepulcros de la zona –arriba citados– en una clave parecida a la aplicada para el caso de los Atilii de Sádaba y más si se tiene en cuenta la unidad epigráfica que se ha descrito para parte de los materiales del entorno Albarracín-Cella-Calomarde66 y que podría hablarnos de la existencia en la zona de un municipio flavio si no es que el caso de Albarracín constituya el epitafio de un emigrado al lugar desde alguna comunidad que sí disfrutase de dicha condición67. Un caso peculiar respecto de estos propósitos de notoriedad pública lo constituye el de las disposiciones testamentarias, no siempre vinculadas al ámbito funerario pero, lógicamente, póstumas y, por tanto, partícipes de parte de las consideraciones de perennidad postrera con las que en estas líneas estamos trabajando. No demasiado abundante en la Citerior, concentrada, especialmente, en comunidades bien desarrolladas y notablemente dinámicas y vinculada normalmente a miembros de la elite68, la fórmula ex testamento está documentada para el territorio conventual en un total de siete casos (ILER, 3718 de Boletum y AE, 1995, 891, 893 y 895 de Labitulosa –epígrafes vinculados al espacio público–; e HEp3, 267 de Muez, en Navarra, AE, 1997, 912 de Vareia y AE, 1985, 600 de Calagurris –relacionados con el ámbito privado–). De ellos, el conjunto de Labitulosa, constituye, además, un ejemplo singular pues es por disposición testamentaria de Cornelia Neilla –ex test(amento) Corneliae Neillae es la fórmula que aparece en todas las inscripciones– que los heredes de aquélla home(64) J. Edmonson, Granite Funerary Stelae from Augusta Emerita. Mérida 2007, p. 35. En el conuentus Caesaraugustanus, un caso notable a este respecto lo constituye a nuestro juicio (J. Andreu, Ciudad y territorio…, p. 116, n. 6) una monumental estela de arenisca recuperada en Cara, y hoy en el Museo de Navarra (IRMN, 39). En ella, con una paleografía tosca pero en un soporte de una realización artística notable –y del que no faltan paralelos en la zona (especialmente IRMN, 50, de Lerga o IRMN, 66 de Villatuerta)– Porcius Felix adopta la costumbre romana de referir la origo –en este caso como K(a)re(n)sis– en lo que, a nuestro juicio, constituye, como apuntábamos, un extraordinario testimonio de la progresiva adopción por parte de la población indígena de los resortes de auto-representación que les brindaba el hábito epigráfico. De igual modo, parte del conjunto de Gastiáin (IRMN, 42, 43, 44 y 45), con predominio de individuos todavía con estructuras onomásticas bimembres ofrecería otro ejemplo al respecto de esta incorporación de los indígenas al gusto funerario y epigráfico romanos (J. Mª Loizaga y J. F. Relloso, “El conjunto epigráfico de la ermita de San Sebastián de Gastiáin (Navarra)”, TAN-15, (2001), pp. 143-155) siguiendo un tipo de soporte, de hecho, del que no faltan ejemplos en la parte occidental del conuentus (EE, IX, 307b, de Alberite o AE, 1976, 330, de Herramélluri, ambas en La Rioja). (65) El asunto ha sido estudiado por J. Velaza, “La evolución de la ciudad romana de Andelo a la luz de los testimonios epigráficos”, en Los orígenes de la ciudad en el Noroeste Hispánico. Lugo 1998, p. 630. (66) M. Navarro, op. Cit. p. 105. (67) Sobre la cuestión puede verse F. Beltrán Lloris, Epigrafía Latina…, p. 614, nº 18. (68) Efectivamente, apenas se cuenta con poco más de treinta testimonios, todos vinculados a comunidades del perfil arriba detallado (Asturica Augusta, Tarraco, Barcino, Edeta, Dertosa, Saguntum…) y a individuos bien de la elite local –IIuiri en AE, 1955, 245 de Tarraco y CIL, II2/14, 792 de Dertosa, flamen en AE, 1928, 197 de Tarraco, VIuir en AE, 1957, 31 de Barcino, por citar sólo algunos ejemplos– bien militares o veteranos.

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najean no sólo al prohombre local M. Clodius Flaccus sino a otros dos individuos de los que, desafortunadamente, no podemos constatar más datos: S. Iunius Siluinus y L. Aemilius Attaesonus, éste último, efectivamente, con una onomástica digna de considerarle un ciuis Romanus per honorem, de extracción, por tanto, indígena . Estuviese o no emparentada con otros Cornelli de la zona70, seguramente disfrutó de libertos y fue una de las féminas ilustres del municipium Labitulosanum71 empleando su disposición testamentaria –que, en este caso, afectó a la esfera pública, al estar los pedestales ubicados en el centro del área forense del municipio– como forma de seguir teniendo presencia en la vida pública del mismo, como remedio contra breuitatem uitae72, deseo que también debió motivar la disposición testamentaria de los milites Iulius Longinus Bessus, Aemilius Or[d]unetsi, y el cesaraugustano [-] [---] Tertius, u[et(eranus)] leg(ionis) IIII Mac[ed(onicae)], homenajeados por sus herederos en las lápidas arriba citadas de Calahorra, Vareia y Muez respectivamente73 y en un lugar alejado del de su patria de origo pero en el que hicieron valer su condición para hacerse un hueco en el escenario epigráfico de sus comunidades y mostrar a través de él una adecuada imagen de sí mismos74. 69

(69) P. Sillières, Mª Á. Magallón y M. Navarro, “El municipium Latibulosanum y sus notables: novedades arqueológicas y epigráficas”, AEA-68, (1995), p. 121. (70) F. Beltrán, op. Cit., p. 600. (71) P. Sillières, Mª A. Magallón y M. Navarro, op. Cit., pp. 121-122. (72) Plin. Nat. 2, 154. (73) Sobre la pieza de Muez puede verse el estudio en detalle de J. J. Sayas, “A propósito de Aemilio Ordunetsi, veterano de la Legio II Augusta”, ETF(2)-1, 1988, pp. 233-246. (74) Al respecto, véase C. Franzoni, Habitus atque habitudo militis. Monumento funerari di militari nella Cisalpina Romana. Roma, 1987, pp. 7-8.

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Fig. 1. - IRMN, 67: Placa del monumento funerario del dispensator Athenio, en Eslava (Navarra). (Foto Á. A. Jordán y J. Andreu).

Fig. 2. - CIL, II, 2981: Epitafio de [-] Postumius Flaccus Qu(irina tribu) Segiensis, en Asín (Zaragoza). (Foto D. Millán).

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Fig. 3. - CIL, II, 2967: Placa del monumento funerario de Andelo, en Andión (Navarra). (Foto J. Andreu).

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