Epigrafía en la Hispania de época visigoda: nuevas perspectivas, revisiones críticas y estudios

July 25, 2017 | Autor: I. VelÁzquez Soriano | Categoría: Latin Epigraphy, Palaeography, Late Antiquity, Visigothic Spain
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Descripción

Isabel Velázquez EPIGRAFÍA EN LA HISPANIA DE ÉPOCA VISIGODA: NUEVAS PERSPECTIVAS, REVISIONES CRÍTICAS Y ESTUDIOS1 A la memoria del prof. Díaz y Díaz, con el imborrable recuerdo de una larga y fructífera conversación sobre lo aquí tratado2.

Con motivo de la exposición celebrada en Toledo en 2007 sobre «San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo», publiqué en el volumen conmemorativo de la misma un trabajo titulado «El acto epigráfico en la Hispania visigoda (Del rey abajo, todos)»3, en el que partía de la premisa de que toda inscripción encierra tras de sí un acto epigráfico, entendido en el sentido de la voluntad y acción de trasladar un mensaje que se debe o se quiere comunicar a un soporte duro o, si se prefiere, a un soporte estricta y funcionalmente utilizado con fines epigráficos (no necesariamente diseñado inicialmente para tal fin). Ese «acto epigráfico» practicado en la civilización grecolatina desde tiempo inveterado se continúa y se adapta a los tiempos, evoluciona, se tiñe de cristianismo – cambiando con ello cualitativamente – en época bajoimperial, pero se mantiene sin rupturas, vuelve a transformarse y con1. Este trabajo está adscrito al proyecto de investigación FFI 2012-34719. 2. Sobre las reflexiones y problemas que se tratan en este trabajo mantuvimos en realidad más de una conversación, pero algunos aspectos muy concretos fueron abordados a propósito del trabajo que presenté en una reunión internacional celebrada en Tarragona sobre Carmina Latina Epigraphica en 2004 en el Institut Català d’Arqueologia Classica organizada por Joan Gómez Pallarès. La publicación resultante de esta reunión fue: C. Fernández y J. Gómez Pallarés (eds.), Temptanda viast. Nuevos estudios sobre la epigrafía latina, Bellaterra, Barcelona, 2006 (formato CD). Dentro de ella, el trabajo que presenté y al que me refiero es I. Velázquez, Carmina more epigraphico. El códice de Azagra (Madrid BN ms. 10029) y la práctica del ‘género literario’ epigráfico, in C. Fernández y J. Gómez Pallarés (eds.), Temptanda viast cit., [pp. 1-29, paginación interna del trabajo, no del volumen]. 3. I. Velázquez, El acto epigráfico en la Hispania visigoda (Del rey abajo, todos), in Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo, Toledo, Museo de Santa Cruz, 2007, pp. 87-106. Wisigothica. After M. C. Díaz y Díaz. Edited by C. Codoñer and P. F. Alberto, Firenze, SISMEL - Edizioni del Galluzzo, 2014

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tinúa en la época en que ya el Imperio romano ha desaparecido, pues «la Hispania visigoda es la continuadora de ese mismo hábito epigráfico tan cultivado por la cultura greco-latina»4, al igual que lo son las otras zonas de la Europa post-imperial, por no decir, aun a riesgo de ser una obviedad palmaria, que ese mismo hábito epigráfico ha seguido hasta hoy mismo, transformándose conforme a los tiempos han ido pasando, pero sin por ello dejar de darse ni de producirse asimismo ese «acto epigráfico» necesario y previo. Lo realmente llamativo e interesante de la epigrafía de la Hispania de época visigoda es la perspectiva de conjunto que ofrece. Es un reflejo, a mi modo de ver, de la propia evolución de la circunstancia no tanto histórica, sino política y cultural que se vivió. El subtítulo del trabajo al que me refería en las líneas iniciales «Del rey abajo todos» era, como allí decía, «un simple guiño al lector» de manera que éste mantuviera en el punto de mira y de reflexión5: … la perspectiva de que el acto epigráfico alcanza a todas las actividades y procura manifestaciones escritas de las mismas y alcanza a todos, desde el rey, con sus resortes de poder, hasta el último de los habitantes del regnum, que siempre puede encontrar una sencilla forma de manifestar por escrito lo que le interesa y de lo que desea dejar constancia, ya sea de forma directa, ya sea, incluso, de forma indirecta si él no ha tenido acceso personalmente al aprendizaje de la escritura. Porque la epigrafía es, en definitiva, la manifestación escrita y permanente de los movimientos de una sociedad y los individuos que la componen.

Una rápida visión de conjunto de las inscripciones de época visigoda que poseemos en la actualidad ofrece, en primer lugar, un panorama de rica variedad formal, que presenta desde inscripciones edilicias, fundacionales, de consagración de edificios, de reconstrucción o de dedicación, a sencillos instrumenta domésticos, pasando por inscripciones sepulcrales, y una variada tipología de formas, funciones y contenidos, y también, aunque en menor medida, de soportes. Pero unas y otros guardando asimismo una coherencia interna también llamativa y, en algunos casos, más que llamativa, decisiva y aclaratoria me atrevería a decir. Me refiero, por ejemplo, a las famosas coronas votivas de los tesoros de Guarrazar y Torredon4. Consideraciones similares a las que realizo en este trabajo, pero sin citarlo, aunque hablando también del hábito epigráfico y del carácter de la epigrafía de la Hispania visigoda, y centrado en algunas inscripciones vinculadas a la arquitectura del siglo VII, H. Gimeno Pascual, El hábito epigráfico en el contexto arquitectónico hispánico del siglo VII, «Anejos AEspA», 51 (2008), pp. 31-44. 5. I. Velázquez, El acto epigráfico cit., p. 91.

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jimeno6, coronas que son, desde mi punto de vista, ofrendas reales claramente diferenciadas del resto de las ofrendas votivas que forman parte del conjunto de esos mismos tesoros, es decir, otras coronas con otras cartelas inscritas o las cruces. Sin detenerme mucho en cuestión tan concreta, me parece haber demostrado que la famosa corona de letras colgantes del tesoro de Torredonjimeno de la que quedan algunas letras sueltas, estratégicamente fotografiadas siempre desde hace décadas pendiendo de la corona, colocadas para que se lea RVF y suponiendo que se podía leer RVFINAE y, por tanto, pensando que eran coronas dedicadas a las santas Justa y Rufina, nada tiene que ver con ellas, sino que en realidad esas letras formaban parte de leyendas del tipo Rex offer(e)t precedidas del nombre del rey al igual que las del tesoro de Guarrazar, porque en todos esos casos dichas coronas son manifestaciones simbólicas del poder real que ofrece a la Iglesia, por determinados motivos de índole política, religiosa o del tipo que interese, unos objetos de alto valor material – oro, piedras preciosas y semipreciosas7– y, sobre todo, simbólico, específico del poder real y, en mi opinión, no transferible ni equiparable a ningún otro munus de ningún otro donante. Al margen de estos casos concretos, el panorama de la epigrafía de la Hispania de época visigoda se ha visto enriquecida cuantitativamente en las últimas décadas por los hallazgos de nuevas piezas que poco a poco se han ido descubriendo o recuperando mediante la relectura y búsqueda de documentación manuscrita y se ha visto también notablemente mejorada e incluso transformada en cuanto a la edición de nuevas piezas y reedición y nuevos estudios sobre las ya conocidas hasta el punto de que el panorama ofrecido por los corpora tradicionales que nos sirvieron en su momento de referencia indispensable y puntos de partida, como las ediciones del CIL II, IHC e ICERV8, luego paulatinamente complementados por las 6. I. Velázquez, Las inscripciones del tesoro de Guarrazar, in A. Perea (dir.), El tesoro visigodo de Guarrazar, Madrid, C.S.I.C., 2001, pp. 321-46 e I. Velázquez, Las inscripciones, in A. Perea (dir.), El tesoro visigodo de Torredonjimeno, Madrid, C.S.I.C., 2009, pp. 251-78. 7. Remito a los estudios de Alicia Perea y los demás componentes del equipo que han realizado un excelente análisis de los tesoros en los sendos volúmenes citados en la nota anterior. 8. CIL II: Corpus Inscriptionum Latinarum, ed. E. Hübner, Berlin, 1900, así como las nuevas ediciones del CIL II2. IHC: Inscriptiones Hispanae Christianae, ed. E. Hübner, Berlin, 1871; 1900 (Supplementum) (reimpr. Hildesheim, 1975); ICERV: J. Vives, Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, 2ª edición, Barcelona, 1969 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Patrística, 2; Biblioteca Histórica de la Biblioteca Balmes. Serie II, 18).

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recopilaciones recogidas en series como l’Année Epigraphique o en las últimas décadas por Hispania Epigraphica u otras actualizaciones, está seguramente necesitado de una nueva puesta a punto actualizada, pero ahora acometida con nuevos puntos de vista críticos. En esa línea debo indicar que está trabajando un equipo de investigación vinculado al Archivo Epigráfico de Hispania de la Universidad Complutense, para lo cual se ha diseñado una base de datos que trata de recopilar además toda la información para poder ofrecerla en su momento de forma pública a través de internet9. No obstante, todas estas novedades tanto cuantitativas como cualitativas se han visto en muchas ocasiones ligadas y, de hecho, no pueden o no deben desvincularse en la medida en que pueden quedar afectadas, a una suerte de revisión o revisionismo casi sistemático que ya también desde hace años – empiezan a ser bastantes, tempus fugit –, alcanza sobre todo al estudio de la arquitectura, escultura e iconografía de la Hispania visigoda, en especial de la arquitectura religiosa que ha llevado a algunos autores a poner en duda la cronología de iglesias tan emblemáticas como San Juan de Baños o San Pedro de la Nave y a retrasar la cronología de las mismas a época plenamente mozárabe, incluso a modificar no ya los parámetros arquitectónicos considerados característicos de la arquitectura de época visigoda del siglo VII, sino los parámetros ideológicos y culturales. Una vez más, ni puedo ni quiero entrar en esta cuestión que los propios arqueólogos siguen sin considerar concluyente, o menos concluyente de lo que se pretende en algunos casos, pero es evidente que si se postula que una iglesia como San Pedro de la Nave puede fecharse en el siglo IX y no en el VII, sus inscripciones, si se suponen coetáneas con ella deben modificarse de fecha también. Por otra parte, una cuestión crítica en este sentido es si la epigrafía se utiliza como elemento de datación de la arquitectura (o escultura o iconografía) o viceversa. En ocasiones se ha admitido que la epigrafía no puede utilizarse como elemento de datación pues no ofrece información segura y no es válida y, en ese caso, si está fechada, inmediatamente la fecha es falsa, la datación o la pieza en su conjunto es una falsificación. Lógicamente, dependiendo del interés perseguido, en otras ocasiones la epigrafía es el elemento que sirve para corroborar la datación que se persigue. En fin, una 9. La base de datos «Archivo Epigráfico de Hispania Tardoantigua y Medieval» (AEHTAM) se ha diseñado en el marco del Proyecto PADCAM S2007 – HUM00543. Aún no es consultable en la red; no obstante toda la documentación es manejable en el Archivo Epigráfico de Hispania de la Universidad Complutense. Por otra parte se está procediendo a la digitalización completa de los fondos del mismo.

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enorme problemática que a veces va incluso más allá del sencillo debate científico lamentablemente. Son varios los ejemplos que podrían citarse en este sentido, pero ya que he mencionado San Pedro de la Nave, una de las iglesias más importantes sin duda y clave en el estudio de la época visigoda, esta iglesia fue objeto de estudio en un volumen monográfico en 2004 que trató de defender, según una teoría rupturista, así denominada por su propio defensor, Luis Caballero10, una cronología de la misma en torno al 900 y dependiente «de algún modo de un transmisor islámico», frente a la teoría continuista que la sitúa tradicionalmente en el siglo VII como iglesia construida en época visigoda. A pesar de la defensa cerrada del modelo de origen islámico y de la cronología del siglo IX-X, algunos análisis de una viga11, maderas y grapas del edificio, arrojan cronologías del siglo VII. Problema que el autor responsable de la investigación afronta honestamente, sin duda, y le obliga a indicar en las páginas finales del libro unas consideraciones que dejan en la encrucijada los planteamientos, encrucijada de la que, a mi modesto entender, aún no se ha podido salir12: La madera de las grapas se fecha en la segunda mitad del s. VII. Este dato es indudable e incontestable (y podemos estar seguros de que el paradigma visigotista se apropiará con naturalidad de él como uno de sus argumentos más firmes). El estudio efectuado por los expertos biólogos y físico-químicos es favorable a la datación tardorromana (visigoda) de las grapas y (dada la unidad grapas/construcción) de la iglesia de La Nave, entrando en contradicción con la explicación que defendemos de que la iglesia pertenezca a una fecha cercana al 900. Nosotros, sin embargo creemos que la iglesia no tuvo por qué ser obligadamente coetánea a estas maderas (no a estas grapas) y pudo serlo posterior, como quizás las grapas mismas. Pues si no podemos dudar de las fechas de estas maderas (no de las grapas), tampoco podemos dudar ni renunciamos a nuestra explicación postvisigotista. Parece evidente que el dato recién obtenido necesita una aclaración que hoy se nos escapa.

Sin entrar lógicamente aquí en los argumentos de tipo arqueológico, arquitectónico o iconográfico por los que los autores rebaten la cronología 10. L. Caballero (ed.), La Iglesia de San Pedro de la Nave, Zamora, 2004. 11. En realidad la datación de la viga perteneciente al edificio es aún más crítica, ya que no alcanza más allá de 488-594 d.C. según expone el propio autor, recogiendo los datos de los análisis publicados, Caballero, La iglesia de San Pedro cit., p. 428. 12. Esta cita corresponde a un capítulo concreto del libro citado del autor, que constituye una suerte de conclusiones del mismo: L. Caballero, La fecha de las grapas y el modelo explicativo post-visigodo de San Pedro de la Nave, in Id. (ed.), La Iglesia de San Pedro cit., pp. 427-37.

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de época visigoda y defienden la medieval y el influjo islámico de la iglesia, sí me voy a hacer eco de la importancia concedida a los argumentos epigráficos, llevados a cabo por Helena Gimeno13, aunque sin poder entrar a discutirlos puntualmente en un trabajo de estas características. Constituyen dichos argumentos epigráficos un pilar importante en el que se apoya Caballero en sus conclusiones, y en ellas indica: H. Gimeno (cap. 3.3), en un seguro paso, desmonta los argumentos epigráficos cronológicos visigotistas, que han permanecido prácticamente inmutables desde el primer estudio de La Nave efectuado por Gómez Moreno. Dado el conocimiento actual, los tipos epigráficos de La Nave tanto se pueden datar en el s. VII como en el s. IX (sic!).

Me parece que esta última frase contradice por sí sola la rotunda afirmación de poder «desmontar» ningún tipo de argumento. Pero, con independencia de ello, una atenta lectura del estudio epigráfico, muy detallado y minucioso e impecable desde el punto de vista de la edición material del texto, sin embargo no puede «desmontar», en mi opinión y sirviéndome del término utilizado por Caballero, la adscripción cronológica de la epigrafía de San Pedro de la Nave que, parece, es el objetivo final de tan minucioso trabajo colectivo. Y no lo digo yo, lo dicen los propios autores, como se ha visto en las palabras citadas de Caballero. Es más, la autora responsable del estudio epigráfico sorprende con un «epílogo» final al capítulo de su epigrafía que no sólo deja en tablas el asunto, sino que traspasa la responsabilidad a otras disciplinas científicas14: Tras el estudio anterior, la conclusión es que es erróneo utilizar la paleografía de las inscripciones como argumento definitivo para datar San Pedro de la Nave en el siglo VII o cualquier edificio relacionado con el periodo al que nos hemos referido. Por el contrario, las inscripciones no pueden ser fechadas fuera del contexto histórico y edilicio de la iglesia. Si paleografía y codicología no impiden una fecha en el siglo VII, ¿la impiden los argumentos arqueológicos, arquitectónicos, escultóricos, iconográficos y analíticos estudiados en otros capítulos de este volumen? En este punto el epigrafista abandona y deja a otros especialistas que se ocupen de este debate.

Además de estar radicalmente en contra de esta afirmación desde un punto de vista científico y metodológico, como no podía ser de otra for13. H. Gimeno Pascual, La epigrafía en San Pedro de la Nave, in Caballero (ed.), La Iglesia de San Pedro cit., pp. 239-73. 14. Gimeno, La epigrafía cit., p. 268. Debe señalarse que este «epílogo» constituye el final del apartado 2 de su trabajo, titulado: «Epígrafes edilicios en San Pedro de la Nave: problemas de paleografía y cronología en la epigrafía de los siglos VII a X». Después hay un tercer capítulo sobre «Grafitos medievales».

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ma, y de reivindicar desde este trabajo y desde siempre precisamente lo contrario, no el abandono del debate, sino el debate conjunto e interdisciplinario, uno de los graves problemas que hay es el análisis paleográfico o, por mejor decir, de la escritura y los criterios de constatación de la pervivencia en el tiempo. Argumento éste sobre el que volveré más adelante, en las últimas líneas de este trabajo. De una u otra forma, hay algunas inscripciones de entre las más conocidas que se están viendo sometidas a una especie de «cuarentena» subsidiariamente en la medida en que lo están los edificios a los que se hallan ligadas. En algunos casos, también han sido cuestionadas otras inscripciones por otros muy diferentes motivos, a veces oportunamente desde luego – quiero recordar aquí la certera modificación de la cronología de la pizarra de Carrio (Asturias), fechada tradicionalmente en el siglo VIII, hecha por Esparza y Valls15, situándola en el siglo X, a partir del texto de la pasión de San Bartolomé, contenido también en la pizarra de Fuente Encalada, que he aceptado en posteriores ediciones16 –, pero me temo que algunas modificaciones se han realizado dentro de esta tendencia revisionista que, en algún caso y sin querer generalizar, confunde la saludable acribía científica y rigor del análisis con una modificación sistemática de lo anterior que, por el mero hecho de serlo, ya se considera manifiestamente mejorable. También se han cuestionado en ocasiones la autenticidad de ciertos epígrafes, pues al dudar de su cronología y estar fechados o llevar implícita una atribución cronológica por la mención de un personaje u otro hecho enmarcable en algún tipo de época concreta, se ha considerado que eran falsificaciones. Así se cuestionó hace unos años la autenticidad de la inscripción relativa al obispo Honorato (conservado en la catedral de Sevilla), un carmen epigraphicum que constituye en sí mismo una lápida fundacional, en la que también se menciona la deposición de reliquias y dedicación, retrasándose su cronología y considerándola un falso epigráfico del siglo 15. E. Esparza Arroyo - R. Martín Valls, La pizarra altomedieval de Fuente Encalada (Zamora): Contribución al estudio de las inscripciones profilácticas, «Zephyrus», LI (1998), pp. 237-62. Además de argumentos de otros autores como los del uso de dominissimus en la documentación medieval, expuesto por R. Manchón Gómez, Léxico de las Instituciones Político-administrativas y Militares en la Documentación Medieval Latina del Reino de León (775-1230), León, Universidad de León, 2000, pp. 153-83. 16. I. Velázquez, Documentos de época visigoda escritos en pizarra (ss. VI-VIII), Turnhout, Brepols. col. Monumenta Palaeographica Medii Aeui. Series Hispanica, 2000; Ead., Las pizarras visigodas. Entre el Latín y su disgregación. La lengua hablada en Hispania, siglos VI-VIII, Madrid-Burgos, RAE- ILCyL, 2004.

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XVII, en plena época de la Contrarreforma17. Sin embargo, el estudio de Concepción Fernández y Rocío Carande ha restablecido la bondad del epígrafe de forma contundente, a mi modo de ver18. Y por citar un caso en el que en cierta medida he contribuido a sembrar parte de esa polémica confusa, debo traer a colación la conocida inscripción de San Juan de Baños, que se ha transmitido, además, copiada en el famoso códice de Azagra (BN Madrid, ms. 10029). Sobre ella, ya hace varios años Rosario Hernando y yo misma19 presentamos un trabajo en torno a una noticia inédita en un manuscrito de Alvar Gómez de Castro en el que este humanista afirmaba que había visto una inscripción con ese mismo texto – no podemos saber si la misma pieza – en San Román de Hornija. El manuscrito era unos años anterior (1565) al viaje y primera noticia de la inscripción dada en 1574 por Ambrosio de Morales sobre su ubicación en San Juan de Baños donde puede verse situada. La polémica surgida ya con anterioridad en torno a la cronología de la iglesia, desde los estudios de Luis Caballero y Santiago Feijoo20, se veía aumentada por este trabajo nuestro, que también era utilizado en beneficio del argumento de la posible falsedad del epígrafe o, en todo caso, de su ubicación no original. Por nuestra parte, nunca hemos entrado en tal extremo que cae fuera de nuestra competencia, es decir, si el epígrafe está in situ originalmente o no, si ha sido trasladado o no desde San Román de Hornija o, si como pensamos, pudo incluso ser una copia difundida coetánea en más de una iglesia, pero no un falso. Es decir, un texto epigráfico motivado por un suceso importante que pudo dar lugar a una conmemoración o más de una en más de un lugar. Sea como fuere, lo que sí pensamos es que la inscripción es auténtica y no consideramos que un argumento válido de los esgrimidos para dudar de su ubicación original y menos de su posible autenticidad sea que el epígrafe no es legible desde el suelo por la altura a la que está colocado. Ni 17. H. Gimeno Pascual - M. Miró Vinaixa, Carmina para Honorato, obispo de Hispalis: la polémica inscripción del sucesor de San Isidoro, «AEspA», 72 (1999), pp. 241-57. 18. C. Fernández Martínez - R. Carande Herrero, Dos poemas epigráficos dedicados a Honorato: nuevo estudio de IHC 65 y 363, «Laboratorio de Arte», 15 (2002), pp. 13-29. Las autoras tuvieron la gentileza de ofrecer un avance previo de las conclusiones de su citado estudio en la revista Hispania Epigraphica: HEp 9-1999 (2003), nº 523-b), que se publicó finalmente muy poco después del mismo, por cuestión de fechas de imprenta. 19. I. Velázquez - R. Hernando, Una noticia desconcertante sobre la inscripción de S. Juan de Baños, ofrecida por A. Gómez de Castro, «AEspA», 73 (2000) pp. 295-307. 20. L. Caballero Zoreda - S. Feijoo Martínez, La iglesia altomedieval de San Juan Bautista en Baños de Cerrato (Palencia), «AEspA», 71 (1998), pp. 181-242.

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es el primer caso ni el último en que la epigrafía expuesta no es bien legible y mucho menos comprensible, pero no por ello deja de cumplir su misión propagandística y simbólica. Sin embargo, el principal problema con respecto a esta inscripción ha venido de la reinterpretación de su excepcional texto, cuya fórmula de datación siempre había planteado dudas hasta el punto de entenderse de formas diferentes, proponiéndose en unos casos la fecha del 661, en otros de 651, hasta que Juan Gil propuso una interpretación diferente entendiendo el año 652 (= era 690), por medio de una explicación difícil pero cuidadosa y precisa de la compleja expresión vertida en la inscripción21. El texto es como sigue: + Precursor D(omi)ni Martir Babtista Iohannes posside constructam in eterno munere sede(m) quam deuotus ego rex Reccesuinthus amator nominis ipse tui propio de iure dicaui tertii post dec(e)m regni comes inclitus anno sexcentum decies era nonagesima nobem

Para el autor, recordémoslo, la fecha debe entenderse a partir de que tertii regni se refiere al tercer año del correinado de Recesvinto junto con su padre después del décimo de Chindasvinto (post decem), y que la palabra anno del final de la línea 5 está encabalgada con el último verso, entendiendo anno sexcentum decies – era nonagesima – nobem, es decir: año 600 + (10 × 9) (= 690), con la expresión aclaratoria era nonagesima intercalada. Siempre me ha parecido que la interpretación del prof. Juan Gil resolvía satisfactoriamente la cuestión, pero es verdad que la revisión llevada a cabo por Javier del Hoyo hace pocos años22, muy sugerente y presentada de forma pulcra y meticulosa, me hizo admitir que podría reconsiderarse la cuestión en cuanto a su interpretación, en especial porque sigo sin negar la posibilidad de que existiese una primera redacción grabada en piedra o no, al margen de cuándo fue copiada la inscripción en el códice de Azagra o, por decirlo de otra forma, si el texto transmitido en el códice de Azagra es copia directa de la inscripción de San Juan de Baños que conocemos o de otra copia distinta (en el sentido que antes he comentado). No obstante, siempre he pensado que la fecha correcta es la que propuso Juan Gil, es decir, la de 65223. 21. J. Gil, Epigraphica III, «Cuadernos de Filología Clásica», 14 (1978), pp. 83120. Véase también J. Gil, Epigraphica, «Cuadernos de Filología Clásica», 11 (1976), pp. 545-74. 22. J. del Hoyo, A propósito de la inscripción dedicatoria de San Juan de Baños, in C. Fernández - J. Gómez Pallarés (eds.), Temptanda viast cit., [s.p.]. 23. Tanto en mi comentario en Hispania Epigraphica: HEp 10-2000 (2004), nº 404

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Con todo, nunca he terminado de estar convencida de la posibilidad de que la inscripción fuese en sí misma una fabricación del siglo IX o X, es decir, una vez más una pieza de estas cuya cronología están sufriendo este cambio de centurias en su adscripción24 y ello porque razones de tipo paleográfico, literario y cultural aconsejan mantenerla en la cronología que ella misma ofrece. Evidentemente errare humanum est y, aunque no sé si rectificar es de sabios, lo que sí sé es que es necesario, lo es para mí al menos, por honestidad científica, tratar de enmendar lo que considero errores. Por ello debo evocar ahora la apostilla magnífica que el propio Juan Gil25 ha realizado al trabajo citado de Javier del Hoyo; su contraargumentación me lleva a volver a suscribir sus planteamientos en la línea en que siempre lo he hecho. Una lectura sosegada de unos y otros trabajos creo que dejan – al menos ahora a mí – ya escaso o nulo margen a la duda. Sintetiza Juan Gil los argumentos de Javier del Hoyo y los rebate. Este autor, en efecto, postula que no hay inscripciones medievales hispanas fechadas mediante anno, que el término decies no se emplea para multiplicar cardinales en los carmina latina epigraphica y que al tratarse de dos tipos de cómputo los visigodos no habrían hecho coincidir la misma cifra, sino que habrían puesto dos distintas, por un lado el año 652 y por otro la era 690, por lo que la fecha hay que entenderla como 699 (= 661), pero uno de los problemas cruciales es que el año 661 no coincide con el tercero del correinado de ambos reyes. Gil en su artículo26 que le sirve de réplica responde contundentemente: 1. La palabra que vincula la inscripción al sistema cronológico no es anno, sino era (y, en efecto, esto es así; anno se refiere exclusivamente al año del reinado del rey, por tanto al cómputo interno, no a la cronología de la inscripción). 2. Aunque no hace «enojosa comprobación» de la afirmación de si decies se utiliza o no para multiplicar cardinales, simplemente se «tropieza» con CLE 558, 3 bis octo per annos alternando con ter nouenos; uso que, por otra parte se emplea en la época «de la más alta poesía de la época augustea» y cita para ello Ovidio, Trist. 4, 10, 3-4:

– donde el autor tuvo la generosidad de presentar un avance de su trabajo luego publicado en el estudio indicado en la nota anterior, Del Hoyo, A propósito cit. –, como en Velázquez, El acto epigráfico cit., pp. 100-1. 24. Así lo acepta, por ejemplo, Gimeno, El hábito epigráfico cit., p. 34. 25. J. Gil, Fichas epigráficas, «Habis», 39 (2008), pp. 369-75. 26. Gil, Fichas cit., pp. 372-3.

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Sulmo mihi patria est, gelidis uberrimus undis Milis qui nouies distat ab urbe decem.

donde los multiplicativos ocupan en el pentámetro de Ovidio el mismo lugar que en el hexámetro de la inscripción. 3. La inscripción no está fechada de dos formas distintas, sino que se refiere al mismo sistema computístico. Para ello señala el autor que quizá un paralelo y pauta sea «la expresión die sexta feria en un tiempo en el que feria se empleaba ya como palabra independiente para designar, unida al ordinal, los días de la semana». 4. Por último, la hipótesis de Javier del Hoyo no corrige tertii en tertio como hacen otros autores antiguos que defendían la fecha de 661 (= era 699), pero si entiende este autor tertii referido a regni ¿con qué hace concertar anno en su interpretación del epígrafe? De acuerdo con estos planteamientos, hay además dos cuestiones que me gustaría resaltar. La primera se refiere al paralelo que aporta Juan Gil en relación con la fecha, es decir, la expresión die sexta feria, indicando que feria unida al ordinal ya se comenzaba a utilizar como palabra independiente para indicar el día de la semana. Ciertamente, hasta ahora, no había reparado en esta cuestión, pero de forma indirecta considero que otra de las inscripciones también tradicionalmente puestas en liza corrobora la mención aislada o independiente del día de la semana, según la interpretación que recientemente he propuesto sobre ella, aunque el sistema de datación es el tradicional de la era según el formulario más habitual. Me refiero a la famosa inscripción de consagración de la catedral de Toledo27. De esta inscripción se ha dudado también no sólo de la lectura, de su interpretación de la fecha y de cómo había que entender el texto, incluso de si era una falsificación renacentista. Desde Hübner, y a pesar de lo que digan algunos autores, muy pocos la habían visto, hasta el punto de que se había ido olvidando que, en realidad, hay dos inscripciones, la original, desgastada y apenas legible y la copia, en efecto de época renacentista, la cual reproduce el texto imitando la letra de la original en una placa rectangular y, tras un espacio vacío, en una correcta letra humanística de cuerpo más pequeño, advierte, porque no falsifica, de la copia del texto antiguo, con el siguiente anuncio:

27. I. Velázquez, La inscripción de consagración de la Catedral de Toledo, in M. Almagro-Gorbea, Excavaciones en el claustro de la Catedral de Toledo, Madrid, Real Academia de la Historia, Bibliotheca Archaeologica Hispana 33, Madrid, 2011, pp. 261-80.

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Haec leguntur in marmore antiquo reperto anno D(omi)ni MDXCI G(asparus) Q(uiroga) A(rchiepiscopus) T(oletanus)

El texto de la inscripción original, según he podido leerlo dice así:

5

+ In nomine D(omi)ni consecrata eclesia S(an)c(t)e Marie in catolico die pr[i]m[o] idus a[p]rilis anno fe[li]citer primo regni d(omi)ni nostri glorios[is]simi Fl(auii) Reccared[i r]egis era DCXXV

En mi opinión, la expresión in catolico se refiere al rito católico, mientras que die primo es el primer día de la semana, es decir, por utilizar la expresión de Juan Gil, la prima feria, el dies dominica (o dies dominicus)28, que, en efecto, correspondió en aquel año a las idus de abril de la era 625, es decir, al 13 de abril de 587, que fue domingo, día lógico para consagrar la iglesia. De esta manera, podemos entender el texto como sigue: + En el nombre del Señor 29 consagrada la iglesia de Santa María en católico, en el domingo (en el día primero), en (o de) las idus de abril en el primer año del feliz reinado de nuestro señor Flavio Recaredo, en la era 625.

La segunda cuestión hace referencia a los paralelos literarios con respecto al uso de decies para multiplicar ordinales o cardinales. Además de lo ya expuesto, aduce Gil en una nota varios ejemplos de uno y otro caso tanto coetáneos como posteriores30, entre ellos la expresión en ICERV 536 (684 d.C.): hic decies senos annos et bisque quaternos, indicando que esta construcción es frecuente en Eugenio de Toledo y cita Carm. 14, 85: quater denos simul et nouenos… annos y algún ejemplo más. Sobre lo que quiero llamar la atención aquí no es sobre si decies multiplica ordinales o cardinales o cuáles son las combinaciones en que entran 28. Como el propio Isidoro de Sevilla recoge en sus Etimologías, de quien me hago eco en el trabajo citado: Isid., Etym. 5, 30, 5 y 9: (5) Dies dicti a diis, quorum nomina Romani quibusdam sideribus sacrauerunt. Primum enim diem a Sole appellauerunt, qui princeps est omnium siderum, sicut et idem dies caput est cunctorum dierum… (9) Apud Hebraeos autem dies prima una sabbati dicitur, qui apud nos dies dominicus est, quem gentiles Soli dicauerunt. 29. Nótese que en el texto no se ha escrito el verbo est. 30. Gil, Fichas cit., p. 372, n. 12.

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en juego multiplicativos y distributivos, cuestiones que no dejarán de ser extremadamente importantes desde un punto de vista matemático y seguramente cualquier matemático de aquella época o de esta me reprendería por lo que digo, pero me temo que en estas expresiones, sobre todo en textos poéticos, quizá las variaciones estén más próximas a las necesidades métricas que a las precisiones terminológicas, siempre que queden a salvo, claro está, las exactitudes numéricas que indiquen sin margen de error cuál es la fecha que se quiere mentar. Lo que es, pues, significativo aquí, a mi modo de ver, es el mero juego literario de este tipo de expresiones. La cierta frecuencia con que se utilizan, la vis poética que debían verle en aquella época a esta formulación de la datación y que, a juzgar por su continuidad en algunos textos posteriores, debió de gozar de relativo éxito. Y, sobre todo, lo más significativo es el hecho de que esta expresión se inserta precisamente en un carmen epigraphicum, en uno más de los que son tan frecuentes en la Hispania visigoda y que, como ya he defendido en otras ocasiones31, deben inscribirse no sólo en el marco del hábito epigráfico y propagandístico general, sino en uno aún más específico y concreto que se dio entonces y que tuvo su punto culminante en torno tanto a la actividad edilicia como al protagonismo de viri illustres, muy especialmente de hombres de iglesia, aunque también de hombres de la vida política – recordemos a Oppila (ICERV 287) –, y que tuvo su momento culminante, desde mi punto de vista, casi como instrumento de poder áulico propagandístico en la época de Chindasvinto y Recesvinto y en el entorno cultural y literario de Eugenio de Toledo. Una epigrafía que caminaba de la mano de la literatura y que se desarrollaba en ámbitos elitistas y cultos, por eso no es de extrañar su alto nivel. Una epigrafía que, además, desde el punto de vista de la estructura métrica en unos casos muestra todavía evidencias de corrección de la métrica cuantitativa heredada, pero en otros manifiesta un sistema de lo que podríamos denominar «hexámetros bárbaros», pero que en absoluto podemos considerar como meros metros erróneos, sino que obedecen a un sistema que sigue unas pautas determinadas que ya han sido tratadas y que aunque no es éste el lugar de entrar ahora en ellas, sí puede decirse que ofrecen unas características que se observan en ciertas composiciones de otras poesías tardoantiguas de estos momentos hasta que son sustituidas por la poesía rítmica medieval32. 31. I. Velázquez, Carmina cit. 32. A. García Calvo, Tratado de rítmica y prosodia y de métrica y versificación, Zamora, Lucina, 2006, pp. 1288-96. Deudora de sus planteamientos teóricos, conocidos cuan-

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Y no debe sorprender si el panorama cultural en el que se inserta la epigrafía de la Hispania visigoda tiene o no excesivos paralelos – que sí los tiene en otros momentos, pensemos en la corte de Rávena, por ejemplo –, es que el renacimiento cultural de la Hispania visigoda fue fundamental y sin parangón en la historia cultural de aquellos siglos, como tantas veces demostró el prof. Manuel Díaz y Díaz. La historia de la epigrafía, las manifestaciones epigráficas, en suma, sobre todo estas más cultas, así como aquellas que a niveles más prosaicos reflejan también una actividad constructiva y fundacional, forman parte de un sistema coherente que se debe analizar en su conjunto y desde diversas perspectivas que abarcan desde la arqueología y el arte, por más que estemos escasos de restos todavía, siempre dependientes del estado de las excavaciones la primera, a las fuentes escritas, tal vez no siempre bien conocidas y utilizadas o no siempre tenidas en cuenta suficientemente, cuando aportan informaciones decisivas. En este sentido considero que hay que aplaudir un reciente trabajo, complejo y original, pero en mi opinión elaborado con una profunda comprensión del fenómeno epigráfico en relación con la arquitectura, del papel que jugó la primera en relación con la segunda en la Antigüedad Tardía, a partir de lo que se ha dado en llamar «programas epigráficos»33. Me refiero al trabajo de Daniel Rico34 en el que parte de un nuevo análisis de la inscripción de Natívola, en la diócesis de Acci (Granada) y su simbólico valor trinitario, comparable a los tituli que Paulino de Nola (Epist. 32) conmemora el triple santuario de Primuliacum, y de algunas inscripciones que exponen la «recién abrazada ortodoxia», mencionando entre ellas lógicamente la de consagración de Toledo, así como la placa de la mártir Eulalia, según la nueva versión de Walter Trillmich35. A partir de estos casos el autor se adentra en el análisis de dos programas epigráficos de la denominada Anthologia Hispana. El cuidadoso estudio de este autor comparando textos epigráficos y literarios insertos en el do aún estaba inédita esta obra y aplicados, gracias a la generosidad del autor, matizados y concretados: I. Velázquez, Primeras manifestaciones de rítmica en inscripciones hispanas, in E. D’Angelo - F. Stella (eds.), Poetry of the early medieval Europe. Manuscripts, language and Music of the Rhythmical Latin Texts, Firenze, SISMEL, 2003, pp. 5-30. 33. P. Maymó i Capdevilla, Actuación social e ideario episcopal en los carmina Latina epigraphica hispanos: una propuesta de análisis, «Cassiodorus», 6-7 (2000-001), pp. 215-29. 34. D. Rico, Arquitectura y epigrafía en la Antigüedad Tardía. Testimonios hispanos, «Pyrenae», 40.1 (2009), pp. 7-53. 35. W. Trillmich, La inscripción de una domus encomendada a la mártir Eulalia. Un documento del encuentro final entre católicos y arrianos en Emerita, «Anas», 17 (2004), pp. 145-60.

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conjunto de inscripciones monumentales «concebidas de un impulso o por un mismo patrono o autor para un mismo edificio o institución» y el estudio de las inscripciones literarias de transmisión manuscrita como los de la citada Anthologia Hispana y otros permite no sólo ofrecer un panorama coherente sobre la epigrafía hispana de época visigoda, sino que éste se muestra también coherente y esperable con otras zonas del Imperio en épocas coetáneas o inmediatamente anteriores. Además el autor se adentra en aspectos del contenido religioso, del simbolismo y de los temas y fuentes que se vierten en los textos, tanto de las inscripciones que estaban situadas en los espacios exteriores de los edificios como en los interiores, con sus ecos bíblicos y litúrgicos y sus evocaciones. El panorama presentado por Rico es sugerente y aboga por una forma de trabajar integradora y realista que exige un gran esfuerzo y conocimientos, pero es, desde mi punto de vista, la forma correcta de enfocar la necesaria revisión y nueva edición que habría que llevar a cabo sobre el conjunto de la epigrafía de época visigoda. Justamente a propósito de su trabajo en torno a los programas epigráficos de la Anthologia Hispana, debe señalarse que son los textos epigráficos de transmisión manuscrita, o exclusivamente transmitidos y conservados a través de manuscritos, los que en ocasiones han sido objeto de mayores elucubraciones sobre su autenticidad, posibilidad de existencia real y su valor. Naturalmente debe superarse la dicotomía falso-auténtico dependiente de si fueron o no realidad en piedra, desde el punto de vista que defendía al comienzo de este trabajo, es decir, desde la perspectiva del «acto epigráfico», aunque tal no llegue a materializarse físicamente. Pero en relación con el contenido mismo de los epígrafes, las discusiones e interpretaciones son variadas y de muy diversa consideración. Alude Rico en el trabajo a la problemática suscitada en torno a la realidad epigráfica de este tipo de inscripciones36, indicando, con razón, que «cada día son más los partidarios y las evidencias del uso efectivo de una parte, al menos, de las mismas y, sea como fuere, de la originaria composición de la mayoría ‘dans le cadre d’un projet épigraphique’37, fuese real o ideal». 36. Rico, Arquitectura y epigrafía cit., p. 13. 37. Son palabras textuales que toma Rico, loc. cit. de L. Pietri, Pagina in pariete reserata: épigraphie et architecture religieuse, in A. Donati (ed.), La terza età dell’epigrafia, Faenza, 1988, I pp. 136-57. Añade entre la bibliografía sobre esta consideración, Maymó i Capdevilla, Actuación social cit., R. Carande Herrero - J. M. Escolà Tuset J. Gómez Pallarès - C. Fernández Martínez, Poesía epigráfica de transmisión manuscrita: ¿ficción o realidad?, in W. Berschin - J. Gómez Pallarès - J. Martínez Gázquez (eds.),

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Así, entre los casos de puesta en duda de la autenticidad de este tipo de epígrafes, fue el trabajo de Mónica Miró, citado en la nota anterior38, sobre los epitafios poéticos de los obispos Juan y Sergio de Tarragona a los que se atribuía una redacción en un contexto cultural carolingio, incluso del siglo XI o XII – sin una discriminación clara en las variaciones seculares de fechas –; las razones se hacían extensibles a otros poemas de la citada Anthologia Hispana y explícitamente al epitafio de Justiniano de Valencia. Sobre esta cuestión, hoy creo que ya no admitida, contesté en un comentario en la revista Hispania Epigraphica en su momento39, por lo que no voy a repetir aquí los argumentos, pero ni las razones de corrección métrica cuantitativa de los literarios frente a la rítmica de los conservados en piedra – hecho que se comprueba que no se cumple en absoluto –, ni el que sea suficiente o significativo que la figura del obispo sea una figura de prestigio en el ambiente de la corte carolingia, ni otra serie de argumentos esgrimidos pueden permitir validar la hipótesis no ya de la falsedad de los epitafios, sino de su cambio cronológico, además hacia fechas indeterminadas que bien pueden abarcar un marco cronológico desde Carlomagno al siglo XII. Desde perspectivas muy diferentes, en la revista Pyrenae hemos llevado a cabo un debate, a través del formato de un denominado «foro de discusión» que contiene la propia revista, Javier Arce, Manuel Koch y quien esto escribe40, acerca de la inscripción sobre la refacción del puente de Mérida conservada exclusivamente en el ya citado códice de Azagra (BN Madrid, ms. 10029), a partir de una nueva interpretación de la forma de entender la datación por parte de Javier Arce publicada con anterioriMittellateinische Biographie und Epigraphik. Biografía latina medieval y epigrafía, Heidelberg, 2005, pp. 1-47. Velázquez, Carmina cit. Como opiniones en contra M. Miró Vinaixa, Epigrafía métrica de transmissió exclusivament manuscrita: a propòsit de les inscriptions cristianes de Tarragona conservades en l’Anthologia Hispana, «Annals de l’Institut d’Estudis Gironins», 37 (1996-7), pp. 953-71 y Gimeno Pascual - Miró Vinaixa, Carmina para Honorato cit. 38. Miró, Epigrafía métrica cit. 39. Hispania Epigraphica: HEp 7-1997 (2001), nº 961. 40. J. Arce, La inscripción del puente de Mérida de época del rey Eurico (483 d.C.), «Pyrenae», 39.2 (2008), pp. 119-26. I. Velázquez, El puente de Mérida: algo más que un problema de traducción, «Pyrenae», 39.2 (2008), pp. 127-35; M. Koch, Nunc tempore potentis Getarum Eurici regis. El impacto visigodo en Hispania a través de la inscripción del puente de Mérida (483 d.C.), «Pyrenae», 39.2 (2008), pp. 136-42; J. Arce, Aportaciones a la discusión sobre la traducción e interpretación de la inscripción del puente de Mérida de época del rey Eurico (483 d.C.), «Pyrenae», 39.2 (2008), pp. 143-6.

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dad41. Aunque disentimos sobre todo él y yo en algunos puntos de la interpretación de la pieza en su conjunto – traducimos de forma diferente alguna frase un tanto críptica –, en mi opinión se ha avanzado sustancialmente y, desde luego, mi querido colega ha visto con claridad meridiana que la mención del rey sirve simplemente para datar la inscripción, no para decir qué hizo el rey en Mérida. No voy a detenerme en ello y remito al lector a la bibliografía citada, sólo a título de recordatorio sobre las cuestiones de datación cronológica que aquí voy aludiendo en algunos momentos, sí quisiera citar de nuevo aquí que el nombre del rey que se menciona en la inscripción es Ervigio, cuando la fecha corresponde a Eurico. Siempre hemos convenido todos en que se trata de un mero error del escriba que ha confundido el nombre de un rey por otro. La cuestión que me pregunto siempre es si quien redactó esta inscripción – existiera o no en piedra – escribió Eurico y fue el escriba que la copió en el códice el que confundió el nombre o si quien redactó la inscripción original lo hizo ya en tiempos de Ervigio conmemorando hazañas de tiempos pasados pero cambió el nombre del rey en la datación – ahora según la interpretación de Arce éste sólo usado para la datación – porque el rey que estaba reinando en la época en que se estaba escribiendo el epígrafe era Ervigio y no Eurico. Esta hipótesis, posible pero incomprobable, no cuestiona, sin embargo, la autenticidad del epígrafe por el mero hecho de conservarse sólo en el manuscrito y el contenido del mismo sigue siendo válido como fuente de información de la época euriciana, a pesar de los problemas de interpretación que ofrece dicho contenido y que son precisamente los que enriquecen la discusión sobre el mismo. Pero si estas y otras muchas cuestiones hacen necesaria o conveniente una nueva edición de textos epigráficos, por el aumento de nuevas piezas y por el avance en los conocimientos e interpretación sobre otras y mejora de lecturas que no es posible ir desgranando aquí, o, al menos, un análisis de conjunto que permitiera ofrecer un panorama de las formas, funciones, contenidos y usos documentados en la Hispania de época visigoda, hay otro aspecto que resulta crucial y que en ocasiones queda poco atendido o de forma muy irregularmente tratado. Me refiero a la cuestión de la propia escritura de las inscripciones. Se hace necesario realizar un estudio comparativo y observar la evolución de los tipos de escritura en diversos soportes. Hay evidentemente ya estudios de este tipo que son los que están marcando pautas en esta línea y que deben mencionarse por su interés. En este aspecto me parece que el análi41. J. Arce, La inscripción del puente de Emerita (483 d.C.) y el dominio de la Península Ibérica en época del rey visigodo Eurico, «Anas», 19-20 (2006-7), pp. 43-48.

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sis realizado para las inscripciones de Mértola por Javier de Santiago42 resulta muy interesante porque analiza la escritura en relación con la finalidad del objeto escrito, además de hacer un estudio descriptivo de cada letra que sirve de modelo y paradigma para comparar con otras formas capitales de otras inscripciones y tipologías. Por otra parte, este estudio está precedido por otro del mismo autor en el que contempla los elementos materiales y decorativos de las inscripciones de Mértola que surgieron de lo que el autor considera que debió de ser uno de los talleres epigráficos más importantes de la Hispania visigoda43. Un interesante análisis de este tipo, sobre escritura visigótica de inscripciones y documentos, aunque centrado ya en textos medievales es el de Vicente García Lobo en un volumen colectivo sobre «La escritura en España hasta 1250»44, dentro del cual hay también un interesante trabajo concreto que, como éste, se escapa al ámbito cronológico que aquí se aborda pero que conviene mencionar por su metodología y conclusiones, sobre la inscripción fundacional de San Miguel de Escalada de Natalia Rodríguez Suárez45. Se trata, en definitiva, de un volumen colectivo de notables y más que notables aportaciones – siempre hay alguna excepción –46, entre las que debe destacarse también por la contribución que supone y labor de síntesis el estudio de Mª Luisa Pardo y Elena Rodríguez sobre «La escritura de la España romana»47. Anterior a la cronología que nos corresponde tratar aquí, sin embargo el análisis de conjunto de la evolución de la escritura en 42. J. de Santiago Fernández, La escritura de las inscripciones cristianas de Mértola, «Documenta & Instrumenta», 3 (2005), pp. 187-215. 43. J. de Santiago Fernández, Materia y elementos iconográficos en las inscripciones cristianas de Mértola, «Documenta & Instrumenta», 2 (2004), pp. 193-226. 44. V. García Lobo, La escritura visigótica publicitaria, in J. A. Fernández Flórez - S. Serna Serna (coords.), Paleografía I: La escritura en España hasta 1250, Burgos, Universidad de Burgos, Boletín de la Sociedad Española de Ciencias y Técnicas Historiográficas, 2008, pp. 63-91. 45. N. Rodríguez Suárez, La inscripción fundacional de San Miguel de Escalada. Un acercamiento atrevido, in Fernández Flórez - Serna Serna (coords.), Paleografía cit., pp. 175-87. 46. Intento fallido, aunque trate de ir en la línea de los trabajos citados de J. de Santiago sobre Mértola, sobre todo porque poco o nada aporta a lo ya dicho por la bibliografía anterior, de la que es dependiente, es el trabajo de M. Ramírez Sánchez, La escritura de las inscripciones cristianas de Mérida. Algunas notas a propósito de varias publicaciones recientes in Fernández Flórez - Serna Serna (coords.), Paleografía cit., pp. 161-72. Llama la atención, además, la ausencia de alguna bibliografía fundamental. 47. Mª L. Pardo Rodríguez - E. E. Rodríguez Díaz, La escritura de la España romana, in Fernández Flórez - Serna Serna (coords.), Paleografía cit., pp. 17-60.

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la Hispania romana, en sus distintos soportes y manifestaciones, en sus diferentes funcionalidades marca la pauta de este tipo de estudios y las posibilidades de la extrema importancia de cuánto y cómo el estudio interno de esa escritura puede decirnos no sólo de la cronología – justo en la línea contraria a lo afirmado antes sobre otros trabajos –, sino de los ambientes culturales en los que se produce, de las gentes que los escriben y de la propia historia. Recientemente he realizado una aproximación al estudio de la escritura cursiva visigoda en su periodo primitivo, en el seno de una Jornada de estudio sobre «La escritura visigótica en España» organizada por Jesús Alturo en la Universitat Autònoma de Barcelona en 201048. Este estudio se basaba tanto en las pizarras como en diversos conjuntos de inscripciones parietales o grafitos como los del Tolmo de Minateda, la basílica de Fornells, las cuevas de las Gobas del País Vasco y otras. Aunque no pasa de ser una mínima aproximación, sí menciono en él otro estudio que me parece decisivo en este mismo sentido de estudio comparativo de formas, de análisis no sólo paleográfico, o no stricto sensu, sino de alcance más amplio e integrador de formas y funciones escritas. Me refiero, y vuelvo a citarlo aquí, al de Fernández Flórez49, en el que compara precisamente la escritura de algunas pizarras con otros documentos e inscripciones con resultados muy llamativos e interesantes, centrándose especialmente en los signos de validación y crismones y comparando algunas inscripciones como la de Proiectus, el cipo de Buniel o la de la iglesia de Mijangos. De hecho, en la mencionada reunión, el autor presentó un extenso estudio en la misma línea sobre la cursiva y documentación en torno a la zona castellano-leonesa que esperemos vea la luz junto con los demás trabajos, en lo que fue una sesión, a mi modo de ver, realmente necesaria y fundamental sobre el estudio de la evolución de la cursiva en la Península Ibérica, donde prestigiosos paleógrafos además del mencionado Fernández Flórez o Jesús Alturo, como Carmen del Camino y Mª José de Azevedo sentaron las bases de una metodología y forma de trabajo fundamental. Si traigo a colación este tipo de trabajos, sin pretender acumular aquí una inmensa bibliografía sobre estudios paleográficos y de historia de la escritura es, simplemente, porque son recientes y porque abordan el estu48. I. Velázquez, La escritura visigótica cursiva en su periodo primitivo, in J. Alturo i Perucho (Ed.), La escritura visigotica en España, Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona, 2012, pp. 15-53. 49. J. A. Fernández Flórez, Las pizarras visigodas y otros textos coetáneos: algunas cuestiones paleográfico-diplomáticas, in B. Díez Calleja (ed.), El primitivo romance hispánico, Burgos, 2008, Instituto de la Lengua, colección Beltenebros, nº 11, pp. 93-107.

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dio de la escritura de la época visigoda o épocas inmediatamente anteriores o posteriores en la Península Ibérica y metodológicamente integradores de una visión formal y funcional. En todos ellos, además, se observa una comparación entre diferentes soportes de escritura que va desde las inscripciones a los códices y documentos, porque es evidente que, aunque existiesen ciertas especializaciones de tipos de escritura, incluso aunque pudiesen existir cierta especialización entre los escribas – sobre la que no termino de tener mucho convencimiento –, lo cierto es que se observan interferencias entre unas y otras formas y ámbitos y deben ser objeto de cuidadoso análisis y estudio. Pero en este punto hay que tener en cuenta dos premisas que no por obvias se tienen siempre consideración y, de hecho, a veces esos análisis confusos que permiten mover ciertas cronologías, en algunos casos con una facilidad sorprendente50, se debe sencillamente a que no se valoran o se olvidan. La primera es que todo sistema escriturario suele experimentar un proceso de evolución; surge y se estandariza, estabilizándose y siendo perfectamente reconocible, aun en sus variaciones, y después vuelve a ir evolucionando hasta ser transformado en otro o ser sustituido. En todo ese proceso, no obstante, es identificable y, como he dicho, reconocible, en su conjunto. Rasgos aislados pueden mostrar la evolución, pero un solo rasgo no implica un cambio de sistema absoluto. Será la presencia de un conjunto de rasgos cualitativamente significativo y diferenciador el que nos permita considerar que estamos ante un sistema de escritura ya distinto. Es, por poner un ejemplo concreto, el problema enorme que nos presenta la cursiva primitiva. ¿Cómo podemos asegurar y definir que una escritura es nueva cursiva común romana o ya una cursiva visigótica en su estadio más primitivo de formación? Porque lo que es seguro es que sí sabemos cuándo podemos definir la cursiva visigótica plena. 50. Hace unos meses me comentaba el prof. Agustín Azkárate, quien dio a conocer en su día los grafitos de las Gobas del País Vasco, cierta hipótesis surgida – ignoro por parte de quiénes – relativa a que estos grafitos deberían fecharse en el siglo IX. Como no he tenido oportunidad de ahondar en ello ni tener más noticias, no sé qué argumentos pueden manejarse – no parece que pase de ser una conjetura no publicada –, pero por mucho que las Gobas admitan cierto margen cronológico en la elaboración de los diferentes grafitos, tratar de situarlos en el siglo IX va más allá de cualquier planteamiento lógico. Bastaría hacer una mera comparación con grafitos de ese siglo para observar las enormes diferencias, mientras que los de las Gobas guardan una extraordinaria similitud con otros bien conocidos del siglo VII, salvo que tratemos de pasarlos todos al siglo IX claro. Sobre los grafitos de las Gobas sigue siendo imprescindible A. Azkárate Garai-Olaun, Arqueología cristiana de la antigüedad tardía en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, Vitoria-Gasteiz, 1988.

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En la aludida Jornada sobre la cursiva en España, ésta fue una de las cuestiones más debatidas. Aunque quizá mi postura no sea tan decidida como la de mi querido colega y amigo, el prof. Alturo i Perucho51, es verdad que las pizarras, cuya escritura defino todavía como nueva cursiva común romana, debo reconocer que ya tienen rasgos evidentes caracterizadores y definidores de la cursiva visigótica que nos encontramos plenamente formada en la centuria siguiente. Y como él dice, el hecho de que no conservemos apenas códices en visigótica (libraria o del tipo que sea) del siglo VII «no quiere decir que no existieran». Pero esta reflexión no le resultará extraña a cualquier lector de estas líneas no ya que sea epigrafista o paleógrafo, sino, mucho menos aún, a cualquier filólogo, máxime si es latinista ¿no es éste el mismo problema que encontramos a la hora de tratar de definir el proceso de evolución de las lenguas y la transformación de un sistema lingüístico en otro? ¿cuándo dejó de existir el latín vivo para que pasaran a existir las lenguas romances vivas? La segunda reflexión me parece aún más crítica desde el punto de vista de la argumentación utilizada en ocasiones y es a la que me he referido al hablar de las conclusiones a las que llegaban los autores del estudio sobre San Pedro de la Nave. Es decir la constatación de la pervivencia o perduración en el tiempo de un sistema escriturario o de formas de determinado sistema. Un sistema de escritura permanece en el tiempo, puede durar más o menos, pero puede prolongarse secularmente con más o menos evoluciones. Lo que no puede argumentarse es que si unos elementos formales aparecen en el siglo VII y son propios de ese sistema reconocible de esa época, por el hecho de que se prolonguen todavía en el siglo IX, incluso conviviendo con nuevas formas o con un sistema que ya se percibe como diferente, no sólo pueden, sino que casi con seguridad, son del siglo IX. Esto es casi invertir el sistema de argumentación. Es posible que sean, en efecto del IX, pero ¿por qué no lo van a ser del VII, es decir, de la época en la que no sólo ya se documentan dichas formas, sino en la que aparecen estabilizadas a pesar de que les quede una longeva vida por delante? Compararlas con códices del IX, a falta de conservación de manuscritos anteriores, que mantienen y prolongan formas similares de ese mismo sistema de escritura – habida cuenta de que hay similitudes con formas escritas del VII –, aunque es metodológicamente deseable, no legitima para 51. Me limito a citar aquí su fundamental trabajo, J. Alturo i Perucho, La escritura visigótica. Estado de la cuestión, «Archiv für Diplomatik. Schriftgeschichte Siegelund Wappenkunde», 50 (2004), pp. 347-86.

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trasladar al siglo IX de forma automática las formas más antiguas. Esto no es otra cosa que, lo que algunas veces he llamado de forma verbal y coloquial, hacer un u{steron provteron; no es, en mi modesta opinión, metodológicamente una planteamiento válido para empezar a trabajar; no es, desde luego, la forma de trabajar que maestros como el prof. Díaz y Díaz nos han enseñado.

ABSTRACT

This paper provides a general overview of the current research in Visigothic epigraphy, focused primarily on the most relevant issues of the field and some controversial aspects discussed in recent bibliography. Chronological revision both of some inscriptions and architectural ensembles, problems of authenticity and the latest discoveries of new pieces are examined by the author, together with some topics concerning inscriptions transmitted by manuscripts and Visigothic palaeography and its historical evolution. Isabel Velázquez Soriano Universidad Complutense de Madrid [email protected]

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