Entrevistando al autor de \" El Despertar del Colibrí \" : Novela Blanca

May 18, 2017 | Autor: F. Baena Vejarano | Categoría: Imaginario apocalíptico, Sierra Nevada de Santa Marta, Cosmovision Andina, Sabiduria Ancestral, Koguis
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Descripción

Entrevistando al autor de "El Despertar del Colibrí": Por Fernando Tambo

FERNANDO BAENA VEJARANO·MIÉRCOLES, 15 DE FEBRERO DE 2017


- ¿De qué trata tu novela?
" El Despertar del Colibrí" es una novela blanca y de ficción sobre las aventuras de un grupo de jóvenes idealistas y bastante salidos del molde, que se congregan alrededor de un mamo Kogui, Mamo Elías, un carismático personaje que desciende de la Sierra Nevada de Santa para compartir la sabiduría de sus ancestros con los "hermanos menores" mediante un profundo tejido de reconocimiento de todos los saberes ancestrales de este planeta en crisis.


-¿Cómo crees que se inscriba tu novela en la tradición literaria indigenista?

No he tenido la pretensión de competir con las reivindicaciones sociales del realismo indigenista, y ni por asomo me he pensado junto a los clásicos indigenistas suramericanos. No es la injusticia contra las comunidades ancestrales de parte del colono y del conquistador lo que exploro, sino que exalto, a sabiendas o no, pero por puro gusto, las posibilidades que nos brindarían a los suramericanos las sabidurías nativas.
- Antes de esta novela escribiste una novela sobre la historia oculta de la tierra y antes de esa otra, una novela ecologista. ¿Hay relación entre ellas y esta ?

Si y no. Me sigue preocupando mucho el cambio climático y la depredación humana de los ecosistemas planetarios, que fue lo que me incitó a escribir "Esta Isla de Ecos Azules". La cosmovisión occidental sigue siendo para mí el punto ciego que no nos deja ver cómo cambiar el rumbo "Trumpocalíptico" que estamos tomando, y por eso sigo soñando con la utopía: que los saberes ancestrales preoccidentales, a-occidentales y orientales sean capaces de indicarnos lo que ni queremos ni parece que podamos ver: que hay un órgano sin usar, el corazón humano. Bombea sangre, pero hemos olvidado cómo ponerlo a impulsar amor por el milagro de la vida. Tal vez si nos permitiéramos escuchar a los "hermanos mayores"….

-¿Son novelas, o son manifiestos?

-En "Lo más íntimo de la Tierra" me permití explorar una modalidad prohibida por la academia literaria: la novela pedagógica. Tiene un componente narrativo, pero el énfasis no es literario en el sentido purista de la palabra. Es un texto para aprender montones sobre toda suerte de pseudoteorías alternativas acerca del proceso de la evolución de la conciencia en este planeta. Me sirvió para resumir cientos de lecturas esotéricas con las que llegué a obsesionarme, incluyendo la fantasía Verniana de la Tierra hueca. Esta es mucho más novela que cualquier otra cosa, porque he ido aprendiendo a centrarme más en los personajes y en sus historias. Pero nunca renunciaré a que lo que escribo sea no solamente para el lector algo que pasa. No escribo para que me aprueben jurados y eruditos. Ni para no aspirar a tener un impacto en la conciencia colectiva. Deseo que el lector piense por su cuenta y en relación con el relato con el que lo entretuve. Sin eso, lo que escribo no sería mas que vanidad lingüística.

¿Te fuiste a la Sierra Nevada a convivir con los Koguis?


No. La pretensión tampoco era hacer una novela documental. No se si eso les vaya a molestar a los hermanos mayores, que me atreva a inventar un personaje que se parezca en muchas cosas a ellos, en otras no tanto, y hasta a veces se comporte exactamente al revés de cómo lo haría un típico mamo. Tuve que crear un personaje protagonista más flexible, que fuera mitad blanco mitad Kogui, un Jipi kogui. Le asigné una historia que me permitiera explorar el encuentro de su cultura con la del resto del mundo. Investigué en textos de antropología, descubrí todo un universo de simbolismos, por ejemplo en el área de la artesanía y el tejido. Estuve en mambeos y círculos de palabra dirigidos por líderes de la Sierra Nevada y de los territorios muiscas. De esos espacios obtuve mucho del léxico y modismos del español que le asigno al Mamo.

-¿Y de dónde te salieron los otros personajes?

Todo personaje es el producto de un mestizaje entre realidades observadas, deseos, miedos, exageraciones y sutilezas del acto creativo. Por alguna razón creo que me salen con facilidad personajes juveniles. Vale lo mismo para el personaje antagónico, un detestable conspirador que intenta hacer fracasar en su empeño a los héroes de la novela.

-¿Quizás escribes, sin saberlo, para jóvenes más que para adultos.

Los jóvenes lectores se merecen algo más, —en su búsqueda de identidad—, que tener que escoger entre formar parte de los darks, los emos, los góticos, los skin heads, los frikis y los heavies. Al público mundial le falta enterarse de que Colombia es algo más que la crónica roja, el realismo mágico y la violentología novelada. Falta una novela que entusiasme pero cualifique aún más las buenas intenciones y lo positivamente rebelde de los hippies, los Hipsters, los Indies y los Grunges. Falta la novela que muestre que en Colombia y en el mundo se puede hacer algo más que chocar contra una pared de indiferencia y desánimo.

-¿Y por qué dices que la tuya es una "novela blanca?

Pues para oponerme a la novela negra y a sus parientes. Yo no quiero ser un autor que se conforme con producir entretenimiento que deje intacto a un lector. Mucho menos si se trata de entretenimiento que te baje el ánimo en vez de elevarte. No escribo para que alguien mate el tiempo. Tampoco desearía –aunque eso no está en mis manos- ni deprimir ni sembrar falsas esperanzas en nadie. Veo la novela como el onirismo de lo real posible. No quiero retratar el infierno sin imaginar al mismo tiempo el paraíso. Prefiero pasar por iluso que por poeta maldito.

-¿Y eso no significa confundir la literatura con la política o la pedagogía? ¿Se escribe para proponer un mundo mejor?

Siempre existe ese deseo en el arte , porque el ser humano está hecho para aspirar a la felicidad. Que se camufle, es otra cosa. Que el producto tenga que ser una pesadilla puede ser cierto para Kafka, pero no es una regla general. No sigo a Saramago cuando dijo, desilusionado, con pose de inteligente realismo, que la literatura no cambia el mundo ni se hizo para ello. Lo que pasa es que su modo de transformar la vida humana tiene sutilezas que impiden demostrar y cuantificar que tan inocua o grave puede ser la palabra al enfrentar la realidad. A juzgar por los tiranos y su obsesión por las quemas de bibliotecas y proscripción de títulos, debe ser más bien que hay que tomarse en serio el terrorismo de las letras.

-Es que hay autores que quieren a toda costa, más que lectores, discípulos.

Espero no convertirme en uno de ellos. La representación literaria propone universos. Por supuesto, no a la manera del panfleto. Pero ni la intención pedagógica ni la intención de influenciar lectores debe o puede prohibirse del campo del arte. Eso sí, la relación del autor con el lector debe ser siempre muy sutil y cuidadosa, en una cultura moderna, cuando hay otras instancias mejor diseñadas para convencer, provocar respuestas y acciones concretas de un público. Que manipulen los publicistas de la religión y de la política si es que no pueden vivir sin hacerlo. El arte sugiere, pero no obliga.

-¿Llamaríamos a esto, "literatura propositiva"? ¿Pero cómo diferenciarla de textos facilistas y de baja calidad, como los de Paulo Coelho?

El texto puede y debe seducir, eso forma parte de su alma. Pero el lector inteligente no es un receptor pasivo, ni le gusta ser tratado así. Por eso están condenados al olvido el realismo marxista, el catecismo del crecimiento personal y el amarillismo de exportación. Pasada la coyuntura histórica, pasa la relevancia de esos textos. Tienen que existir en su momento. Van a existir siempre porque así como hay pintores profesionales, hay dibujantes de calle. Cada oficio tiene su propia dignidad. La propaganda, la religión, la política, cuando están bien orientadas, son instancias denotadamente formativas, y el desarrollo del arte en occidente diferenció la esfera de lo estético de la esfera de lo ético.

Pero que convenga mantener diferenciadas las esferas de lo bello y de lo bueno, no significa que haya que propiciar el divorcio entre la orientación hacia ideales humanizadores y la invención de argumentos, tramas y personajes en historias significativas para alguien (el autor), que desea provocar resignificación del mundo en alguien (el lector).

-¿ Y por eso eres escritor? ¿Para resignificarlo todo?

No todo. Pero un escritor debe sentirse vivo mientras escribe. No le es dado convertirse en un escribano de los críticos "de buen gusto". Yo pierdo toda motivación respecto a mi vocación como escritor, cuando una especie de dogma estético me dice que es de baja ralea insinuar que el ser humano y el siglo XXI tienen salidas, que no todo está perdido. Quizás lo mejor está por venir —¿por qué no?— luego del aprendizaje de un siglo XX lleno de errores. Dios murió y no se trata de resucitarlo, pero tal vez no por eso haya que resignarse a un mundo profanado por la desidia y el lucro. Otras esperanzas son posibles, que a la novela le falta imaginar y que yo me empecinaré en convencerme de que existen aunque tenga que nadar contra la corriente. A esto lo he llamado, en un manifiesto que redacté en el año 2013, "novela blanca", por oposición a la metafórica "literatura oscura".

-Hay muchos personajes femeninos en tu novela ¿Te has preguntado por qué?

Por milenios ha existido la literatura como canto a la vida. La mujer sabe de eso más que el hombre porque tiene útero. La carencia de esa energía hace ciego al hombre. Se necesitan mujeres que prueben que el futuro del superhombre será tener útero y amar la vida por encima de todas las cosas.

¿Es lo propio de la novela ser propositiva?

Sin duda novelar es un acto esencialmente pensante. Un argumento literario que valga la pena no puede darse el lujo de carecer de tema para convertirse en simple anécdota, porque el vector "temporalidad" siempre supone una pregunta por la propia identidad, indesligable a su vez de la expectativa por el propio destino individual o colectivo.

-Lo que nos lleva a la pregunta de rigor: ¿Para qué ser poeta en tiempos de nihilismo?

Para vencer el miedo. Porque toda dictadura se nutre del miedo y se financia del pesimismo. El que tiene miedo nunca será poeta: preferirá pasar desapercibido y armar su árbol de navidad en paz cada diciembre. El poderoso le dará palmaditas en el hombro por su buen comportamiento. Recibirá medallas, bonificaciones. El filósofo en cambio se arriesgará a la cicuta. Si sufre la decisión de que el misterio de la vida no contiene esperanza alguna, la tomará por sí mismo, como Mercedes Carranza. O buscará su autodestrucción alcohólica como Poe, o su exilio virulento como Rimbaud. Si en cambio logra la iluminación del instante, el fulgor pasajero pero revelador, —como Whitman—, se mantendrá a flote, a veces desesperado como Sísifo, pero será un faro en todo caso para los que sepan reconocer que se mantuvo prístino.

Pero el mercado editorial se mueve muy claramente hacia la novela negra. ¿No estás luchando contra la corriente?

Propongo una reorientación educativa en torno a la educación de artistas y públicos. Lo que necesita Colombia es una estética de la reconciliación y del postconflicto. Abundan demasiado, en los contextos de talleres literarios, las loas a excelentes obras del séptimo arte como "La naranja Mecánica" o "Trainspotting" que sin embargo no creo que siembren esperanza alguna. Yo las evitaría proyectar en instituciones educativas y entidades promotoras de la paz y los derechos humanos, para que se difundan en otros espacios sociales encargados de investigar sobre las más crudas realidades sociales.
Uno ve estudiantes de literatura que procuran con todas sus fuerzas adolescentes morir temprano como Rimbaud, ser alcohólicos como Bukowski, tener problemas mentales como Poe y contraer sífilis como Nietzsche, para obtener el diploma de artistas inteligentes.
Muchos jóvenes escritores, proclives a los desajustes emocionales de la adolescencia y de la adultez temprana, ven el suicidio como algo glorioso. Rara vez las tribus urbanas de adolescentes disfrutan en el arte de un guiño romántico, de algún ademán bucólico, de cierto coqueteo con la belleza del entorno natural.
En ambientes intelectuales, por otra parte, he visto que los editores se sienten inseguros de ofrecer otras opciones a los lectores para no bajar de "status". Si los personajes del texto no sufren interiormente de principio a fin, si encuentran una salida para sus problemas, suenan las alarmas: ¡la felicidad, la armonía, la esperanza, no pueden ni deben definir la percepción estética de la vida! Escándalo: la novela está enferma, el autor es un ingenuo, el final parece "feliz".

-¿No estás siendo un poco prohibitivo con las tendencias literarias del último siglo?

Para nada. Que se lean. Forman parte de lo que ha sido. No hay por qué despreciar al escritor maldito, al que tomó como fe personal que vivir es una tragedia y que el fracaso es una característica inherente de todo aquel que haya nacido.
Pero el problema de una tendencia es que se vuelva un monopolio. El premio nobel rara vez se ha dado a escritores que resalten de alguna manera las posibilidades trascendentes de la vida. El galardón ha sido dado rara vez a la literatura de tonalidad "blanca", como si solamente cuando se trata del género juvenil e infantil una cosmovisión trascendente tuviera cabida: Rabindranath Tagore en 1913, Rudyard Kipling en 1907, Gabriela Mistral en 1945, Hermann Hesse en 1946, Pablo Neruda en 1971. Ninguno de estos escritores dejó de expresar que sufre, que hay zonas oscuras. Pero fueron afirmativos en vez de quejumbrosos, positivos en vez de displicentes, creyeron en vez de desistir y no inculcaron la idea de que el tono depresivo era sinónimo de lucidez estética. Sin embargo, la academia sueca no parece haberse caracterizado por resaltar a los que optan por cantarle a la vida. ¿O es que eso es imposible por fuera de la poesía, por fuera de la alegría de la infancia y la confianza de la juventud temprana? ¿Es imposible la novela blanca para públicos adultos?

-¿Puede a veces la novela anunciar un camino?

Ojalá lo haga y venza a los medios de comunicación dominantes, centrados en el amarillismo, en la venta de una realidad que se compra porque el miedo, el horror y la crueldad consiguen más seguidores que los que quieren amar lo posible, agradecer lo existente, fundar una espiritualidad afirmativa que bendiga la vida sobre la tierra.

-¿No crees que la temática espiritual con la que colinda tu obra, la convierte en algo ajeno a la literatura?

Por miles de años la humanidad ha producido obras literarias en contextos espirituales, mágicos y metafísicos. El Ramayana y el Mahabharatha, -semejantes o superiores en calidad a la Iliada y la Odisea Griegas-, la poesía Sufi, la Divina Comedia de Dante… tantas otras, han sido consideradas joyas literarias poseyendo un elemento sacralizante fundamental. Sin embargo el paradigma dominante prohíbe tácitamente al artista que declare cualquier coqueteo con lo trascendente. Es una herencia de la guerra contra la religión que tuvo que librar el arte y la ciencia occidentales para poder dar a luz a la sociedad librepensadora moderna. Es hora de que superemos el prejuicio de que solamente ves artísticamente la realidad si solamente ves el experimento humano como un fracaso trágico, si únicamente te afilias a la novela negra, si nunca declaras que el ser humano también es una esperanza.

¿Cual crees que sea el mayor reto de la humanidad en el siglo XXI, a la luz de tu novela?

Saber entrar al corazón. Aprender a bajarnos de la cabeza. Volver a lo originario. Todavía no hemos despertado a lo único que nos salva de controlar mercados, distribuir injustamente los ingresos y las tierras, manipular conciencias, defender ideologías y hacer guerras.
¿Cuáles proyectos literarios tienes ahora?

Tengo pendiente de publicación un libro de cuentos sobre temática urbana y una novela corta. No descarto ir armando un libro de poemas y otro de ensayos.

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