Entrevista con David Aguilar sobre DE LA HUACA AL BOOM

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Descripción

Un entrevista a PATRICIA CIRIANI Curadora de la muestra colectiva “De la huaca al boom: un rostro para Lima” Va en el C.C. Británico de Miraflores Del 11 de noviembre al 31 diciembre de 2015 Fotografía: arquitecta MICHELLE LLONA RIDOUTT Una entrevista de DAVID AGUILAR

Patricia Ciriani, además de historiadora del arte, es una activista cultural que ya no necesita de mayores presentaciones. Desde que llegó a Lima se ha encargado que su agenda de trabajo sea cada vez más productiva. Muestra de ello es esta colectiva que recomendamos visitar. Es gratuita, presenta conferencias, ciclo de cine, un programa de visitas guiadas y cuenta con la participación de una numerosa delegación de artistas visuales, entre ellos: Ánima Lisa, José Bauer, Juan Manuel Bermúdez, La Brigada Muralista, CITIO, Verónica Crousse, Eleazar Cuadros, Paulo Dam, Ana De Orbegoso, Jorge Heredia, Alejandro Hernández (Paranga), José Ignacio Iturburu, Alejandro Jaime, Raúl Jardín, Sharif Kahatt, Carlos León-Xjiménez, Gilda Mantilla, Elio Martuccelli, Federico Pastor, Ishmael Randall Weeks, Emilio Rodríguez Larraín, Augusto Román, Iván Salinero, Sandra Salles, Antonio Sorrentino, Hans Stoll, Gianine Tabja, Esther Vainstein y José Victoria. 6

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D.A: Hace poco más de quinientos años, Lima exhibía un rostro arquitectónico formidablemente unitario. Testimonio de ello son las 365 huacas registradas, algunas con más de 4,000 años de antigüedad. ¿Podrías hablarnos de las conexiones pluriculturales de Lima y la multiculturalidad actual de sus habitantes? P.C: La arquitectura limeña era bien diversa entre el uso del adobe, de la paja, de tapiales y otros muros de quincha. Imaginémonos muchos colores por toda la ciudad pues las huacas eran coloridas, especialmente de amarillo durante la cultura Lima, por ejemplo en la huaca Pucllana. No sé qué colores arbolaban las construcciones más efímeras del pueblo, pues el color tenía entonces significancia simbólica y religiosa. Hemos heredado el color vivo que hoy queda como el único lujo del pobre, mientras los materiales de la autoconstrucción se volvieron desechos industriales en vez de tierra y plantas. El resultado es una multitud de pequeñas unidades sonando a todos vientos y dejando pasar la humedad y el frío, pero dando color a todo su entorno. La arquitectura precaria unifica visualmente a los barrios poblados de personas habiendo migrado de las zonas más diversas del Perú. Unos ciento cincuenta mil nuevos nómadas forzados cada año por coyunturas políticas o económicas se vienen al Limenian Way of Life. Poco se habla del desfase que seguramente un serrano percibe al llegar a la capital. Menos aún se analiza la ruptura social que significa mudarse a un edificio vertical para una familia acostumbrada a vivir con una fuerte red de solidaridades en barrios donde todos se conocen y se comparten el piso horizontalmente. Nadie se pregunta en las municipalidades lo que siente un ex inmigrante al perder la noción de vecindad cuando solo se cruzan humanos en el ascensor o un lobby exiguo. Tampoco se valoriza la cultura milenaria de Lima, no se vinculan las huacas con la cultura cotidiana. Las culturas Lima, Wari, Ichma, quedan atrapadas con sus respectivos vestigios en un aura de misterio y de distancia que no fomenta más que el desprecio y desinterés. Pero estas culturas podrían dialogar con las cosmogonías originarias de los migrantes, sus hijos y sus nietos. ¿Por qué se valoriza tan poco las lenguas habladas por los inmigrantes de primera generación? ¿Por qué no hay radio en quechua, aymara, asháninca sino en ciertos distritos donde precisamente los inmigrantes lograron organizarse para tomar la palabra? ¿Qué cambios socioculturales se generan cuando una ciudad crece de un millón de habitantes en menos de diez años? Son esas preguntas que son el origen de mi exposición. 8

Lima es un palimpsesto de modos de vivir radicalmente opuestos; puedes al borde de una ruidosa carretera polvorienta y soleada de Santa Anita esperando tu combi desayunar con dos soles, un pan con huevo y jugo de papaya; luego, almorzar en un restaurante escondido bajo la neblina miraflorina con una comida que ocupa la mitad del plato por dos cientos soles en un ambiente pulcro, sin sabor, sin color y casi sin sonido; luego merendar tu emoliente y pan con palta rodeado de ambulantes con altavoces cumbieros, salseros y rockeros en San Juan de Lurigancho; para acabar cenando en una gigante pollería del centro de Lima. Del jirón al mall, de la choza chillona al edificio beige soso, del bus a la camioneta, del jardín delantero al garaje con guachimán de cortesía, los modos de vida más dispares coexistan pacíficamente –a veces, a cinco cuadras de distancia–. Pero una guerra sorda se está tramando pues un desborde de edificios abanderados del beige, el gris y el marrón está invadiendo un mar de terrenos antes ocupados por casonas y espacios naturales. Los tiburones inmobiliarios, formales e informales, invaden cerros y huacas indistintamente. Hace tiempo que perdimos la lectura continua, unitaria como dices, de las huacas. Felizmente la calle, más que el parque, sigue siendo el lugar privilegiado de intercambio, de encuentro y de fricción entre desconocidos. El flâneur tiene ahí todo por experimentar y maravillarse. El surrealismo es parte de la vida cotidiana de Lima, como lo decía ya André Breton de Ciudad de México en 1938. Cada vez menos valorada respecto a los ámbitos homogéneos y exclusivos del American Way of Life, como los centros comerciales y los condominios, la calle pervive como el espacio público en donde se fomentan imaginarios propios y no importados. La atmófera ahí no es controlada por el circuito climatizado, la luz blanca eléctrica y la música predigerida. Esa atmósfera de ciudad marítima y andina a la vez es la que embriaga Lima de olores y pájaros y da su identidad a los barrios. En la exposición, los artistas Esther Vainstein, Alejandro Jaime y Ana De Orbegoso lo expresan muy bien. D.A: ¿Si se pusiera en valor estas 365 huacas, contribuirían significativamente en el actual rostro de Lima? P.C: ¡Claro! si se pusiera en valor no solo las huacas sino las viviendas de todos los habitantes. Hay que preocuparse de cómo vive la gente al presente a la vez que preocuparse del patrimonio antiguo, sino estas huacas se convertirán en el equivalente del club náutico de Barranco, el Club Nacional o el Golf: sitios excluyentes sin relevancia para la mayoría de la 9

población, que podrían bien ser invadidos. Poner en valor las huacas significa recalcar sus continuidades urbanas –como lo explica Arq. José Victoria en el proyecto de circuito de Land Art para San Isidro–, revelar vestigios desaparecidos –como lo hacen Sorrentino+Salinero–, resucitar ciertos usos rituales que impliquen a todos los habitantes. Como se hizo en Francia asociando en un solo ministerio el patrimonio y el arte o la arquitectura contemporánea: se debe asegurar ambos frentes, velar a sus muertos y su herencia cultural y a la vez fomentar una vivienda digna que facilita la apropiación del patrimonio por la ciudadanía. Valorar las huacas significa considerar las aires de todo su alrededor como parte de su zona de influencia. La línea horizontal de la huaca debe ser el punto de máximo altura para dos cuadras a la ronda. Así tendríamos mucha más variedad de alturas de edificios que la indiferenciación actual. Valorar las huacas significa, pensar colores alrededor que tengan relación con las huacas originales, por ejemplo. D.A: Se dice que la Ciudad de los Reyes era un vergel. Se la llamó "Lima la ciudad jardín" por sus huertas y patios donde florecían madreselvas y árboles frutales. Luego, Sebastián Salazar Bondy publicó su polémico ensayo "Lima la horrible". ¿Por qué crees que ahora es una urbe fabulosa para los sentidos? Entonces Lima no es para verla sino para vivenciarla, tierra fértil para la reflexión artística. P.C: En realidad, según expertos como el Arq. Juan Gunther, Joaquín Narvaez o Luís Jaime Castillo que nos resumirá Javier Lizarzaburu en su charla del 23 de noviembre, los canales de irrigación prehispánicos regaron las haciendas hasta ahora, siglos después de que se dejara de usar las huacas. Mientras sobrevivían las chacras, hasta la Reforma Agraria, Lima perduraba verde, a pesar del título apocalíptico de Salazar Bondy en 1964. Es más bien la urbanización masiva que erradica progresivamente los espacios verdes desde los 1960. Si quisiéramos colocar Lima hoy día en el mapa de las ciudades de postal, le faltaría un ícono al cual corresponderse. Los turistas no la consideran bella pues más que ciudad eterna es una ciudad del presente absoluto, donde la realidad supera la ficción. Sin embargo, al nivel táctil, olfativo –y qué decir del gustativo–, Lima le gana a la mayoría de las capitales del mundo. La experiencia sonora de la ciudad es rica de mil anécdotas, si logramos abstraernos del tráfico automovilístico. He ahí la importancia de la creación sonora de Raúl Jardín. En consecuencia, considero Lima como una fabulosa urbe de los sentidos. Lima y sus micro10

climas es una cuna para estos “ojos de la piel” que invocaba el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa. La actitud situacionista y el happening zen ayudan a apreciar Lima, abrazando y saboreando los conflictos inherentes a la ciudad sin intentar sintetizarlos ni anularlos. Como sugería Guy Debord, si quieres apropiarte y reinventar tu ciudad, intenta coger unas combis que no te llevarán a buen puerto. Una vez llegando a donde no querías, experimentarás un barrio desconocido, sintiendo el asombro ajeno que señala tu intrusión. Toma taxis en hora punta para añadir a la congestión, y tantas otras tácticas asociadas a la deriva para exacerbar los problemas. Pero también aprovecha la neblina para contemplar sin mirar, absorber sin distinguir. Abandónate a tus sentidos menos preparados por el control. La visión es un sentido sobrevalorado. D.A: ¿Desde tu perspectiva esta muestra también plantea alternativas para rediseñar un rostro para Lima o es un espejo para autoreconocernos en nuestra galopante desigualdad, insatisfacción y precariedad? P.C: La muestra ofrece una suerte de diagnóstico poético y parcial de diversas identidades de Lima. Lejos de sistematizar científicamente el estudio de cada artista y arquitecto, se deja mucho lugar al goce visual, sonoro y conceptual. La museografía ha sido pensada para dar la sensación de un espacio cercado por una población histriónica, desenfadada y entusiasta que ocupa todas las paredes periféricas de la sala y el patio con los colores chillones de la Brigada Muralista. Acompañando nuestro recorrido, las esculturas-muebles emergiendo del suelo en forma fractal, nos conducen sutilmente de una obra a la otra según distintos meandros subrayados por las frases poético-teóricas de Arq. Paulo Dam. Colgadas al techo entre los murales coloridos y encima de los montículos de maderas recicladas, las obras presentan sus ideas, sus controversias y su estética en yuxtaposición para que se contaminen. La muestra busca así un diálogo pluralista más que una síntesis normativa, para evolucionar de la frustración al goce, de la pregunta al éxtasis y de vuelta a más preguntas, porque la curiosidad es el único vicio que te lleva a cambiar el mundo. Y para cambiar el mundo hay que cambiar pequeños espacios, como ese gran cerco que es el penal Castro-Castro. Ahí los colectivos Ánima Lisa y CITIO pidieron a unos reos encerrados desde veinte años recordar Lima y elegir unos hitos en donde proyectarían las poesías escritas. Los artistas confrontaron así la distancia entre realización y la idea, tan cercana de la fantasía. Invitamos a cada visitante recrear su Lima imaginaria y luego recorrerla mentalmente mientras vuelve a su rutina cotidiana. 11

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