Entrevista Buenos Aires Económico, 2010: \"La Argentina ha vuelto a tener un perfil exportador\"

July 25, 2017 | Autor: Roy Hora | Categoría: Argentina History
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Descripción

19-07-2010 Buenos Aires Económico

"El país ha vuelto a tener un perfil exportador" 18/07/2010 El doctor en Historia por la Universidad de Oxford y autor de "Historia económica del siglo XIX", afirma que la creciente demanda de los países asiáticos cambiará el paradigma exportador del país y permitirá la dinamización y diversificación de los bienes producidos en la región pampeana JONATHAN RIPPEL En diálogo con Buenos Aires Económico, el historiador Roy Hora opina sobre la Argentina exportadora del siglo XIX, resalta sus diferencias con el análisis historográfico tradicional y explica por qué a partir de la Revolución de Mayo, las clases populares tuvieron un mejor acceso a los bienes básicos. Usted afirma sostiene en libro "Historia económica de la Argentina en el siglo XIX", que en la etapa que va entre la Revolución de 1810 y la Primera Guerra Mundial, la Argentina se transformó en uno de los principales exportadores mundiales de productos primarios, y en uno de los países de mayor crecimiento a escala global. ¿Cómo logró tamaño salto? El primer dato que tiene que ser tenido en cuenta cuando uno mira la Argentina del siglo XIX es que entonces tuvo lugar un proceso de expansión económica muy considerable, que colocó a nuestro país entre los de mayor crecimiento a escala global. La Argentina creció más rápido, por ejemplo, que Inglaterra o que Estados Unidos, dos países a los que entonces no les fue nada mal, pues en ese siglo alcanzaron una posición central en la economía internacional. Esta veloz expansión se debió en primer lugar a la excepcional dotación de recursos naturales que tenía nuestro país, y que entonces pudo comenzar a aprovechar plenamente gracias a la apertura a la economía atlántica. La inmigración y la inversión extranjera también contribuyeron, aunque con más fuerza en la segunda mitad del siglo. En 1810, ese pedazo del imperio español que todavía no era la Argentina, y que hasta entonces giraba en tomo a la demanda de la producción minera del Alto Perú (pues en el período colonial nuestro territorio fue, en más de un sentido, una suerte de provincia económica de la minería altoperuana), se vio sacudido por la revolución de independencia y por la fragmentación del Virreinato del Río de la Plata. Todo ello trajo grandes desgracias y elevados costos materiales y humanos. Pero mientras el mundo de la plata se derrumbaba, la apertura atlántica le daba a la región pampeana un nuevo centro en torno al cual orbitar, pues le otorgó la oportunidad de vincularse estrechamente con una economía atlántica que entonces se estaba convirtiendo en núcleo de la economía mundial, que se expandía a pasos acelerados. ¿La apertura comercial posterior a la Revolución de Mayo fue buena para el país? Si, Gracias a la apertura comercial consagrada hacia 1810, la Argentina tuvo la oportunidad de colocar sus productos primero, pecuarios y, después, agropecuarios- en un mercado en expansión. Allí comenzó una larga etapa de crecimiento que, pese a algunas interrupciones intensas pero puntuales, se prolongó por más de un siglo, hasta que la Gran Depresión de la década de 1930 vino a ponerle fin. Los efectos de la apertura comercial en el siglo XIX han sido objeto de intenso debate entre los historiadores. Según el revisionismo histórico, el librecambio afectó las posibilidades de desarrollo económico de Argentina. ¿Cuál es su postura? Hay una larga discusión entre los historiadores sobre cuáles fueron las consecuencias económicas y sociales de la apertura comercial. Y este es un tema de relevancia contemporánea. La cuestión podría formularse así: cuando una región se abre a la economía global, ¿el impacto es positivo o negativo? En nuestro país, y en tiempos recientes, muchos tienden a responder esta pregunta con un humor pesimista. Y de hecho, la historia argentina de las últimas tres décadas da lugar para este tipo de conclusiones, puesto que si bien si en tiempos recientes algunos sectores se beneficiaron de la apertura, muchos otros perdieron. Y, además de no crecer, la Argentina se volvió más desigual. Sin embargo, esta pregunta no siempre tiene la misma respuesta, y de hecho no puede responderse en abstracto, como si hubiese un único modelo de desarrollo. ¿Pero las condiciones de vida de los argentinos mejoraron realmente después de 1810? Viendo lo que sucedió en la primera mitad del siglo XIX, y tomando como patrón de medida el bienestar de las mayorías, es indudable que la apertura atlántica tuvo consecuencias positivas, al menos para quienes vivían en la región litoral (en el interior hubo poco cambio). Significó, en primer lugar, la posibilidad de incrementar de manera sostenida el volumen de las exportaciones, consecuencia de la puesta en producción una vasta y fértil pradera. Esta expansión productiva se basó en la incorporación de tierra barata y abundante, y dio lugar a la formación de algunas grandes empresas rurales, las famosas estancias. Pero también incrementó de manera sostenida la demanda de trabajo, sobre todo porque con la primitiva tecnología de entonces el crecimiento dependía de la incorporación de trabajo. Yeso favoreció a los asalariados y dio lugar también a la formación o a la expansión de un gran número de empresas de reducidas dimensiones, fundadas sobre el trabajo familiar. Asi que ello trajo una distribución del ingreso bastante amplia. A grandes rasgos, el cambio en el patrón de importaciones también fue positivo para las clases populares. A diferencia de las importaciones de la época colonial, que eran casi todas ellas de bienes sofisticados, dirigidos al consumo de los sectores de más altos ingresos, después de 1810 las importaciones comenzaron a estar dominadas por los textiles de algodón. El ingreso del textil de algodón puso a disposición de los consumidores de menores ingresos ropa en mayor abundancia y a precios más bajos. Desde la década de 1820 también comenzó a llegar harina, lo que bajó el costo del pan, sobre todo cuando la cosecha local era mala. Y ello se acompañó, claro, de mayores ingresos, producto de la expansión económica en un contexto de escasez de fuerza de trabajo que empujaba los salarios hacia arriba. Entonces, la baja del precio de los bienes de consumo importado y el incremento del poder adquisitivo de las clases populares significó pan más barato, mayor abundancia de carne, y más y mejor vestido y abrigo. Y todo ello trae como consecuencia una mejor calidad de vida para las clases populares. No fue un cambio radical pero tampoco fue trivial. En rigor, en la era independiente, las clases populares vivieron mejor que en los

tiempos coloniales. Y pese a lo que digan los revisionistas, parte de la explicación de esta mejora está asociada a la apertura comercial. Ese crecimiento, ¿no fue a costa de la explotación laboral de los trabajadores? Cuando uno mira lo que pasó en términos de las diferencias de ingreso entre los más pobres y los más ricos en la primera mitad del siglo XIX comprueba que esa brecha se acortó, al menos en la región litoral, esto es, la región donde el crecimiento exportador fue más intenso. La revolución destruyó la gran riqueza de origen colonial, las grandes fortunas basadas sobre el comercio monopólico y el comercio a distancia. Este achatamiento en la cúspide se dio al mismo tiempo que las clases populares mejoraban su condición. Hubo pues una disminución de la desigualdad durante ese período. Se pueden decir muchas cosas con respecto a los costos que significó la guerra de la Independencia y luego las guerras civiles, sobre todo para las clases populares. Muchos sufrieron mutilaciones, y algunos nunca regresaron del frente de batalla. Pero para los que retornaron a sus hogares, ese fue un período mejor que el colonial. Y, claro, el hecho de que desde 1810 las clases populares formaran parte de la comunidad política también ayudó, porque incrementó su capacidad de presión ante un estado más sensible a las demandas desde abajo. En la segunda mitad del siglo XIX, en cambio, el crecimiento se hizo más veloz, pero también aumentó la gran riqueza y por tanto la desigualdad. Para terminan ¿cuál es su visión sobre la situación económica argentina actual? Durante el siglo XX, y sobre todo desde la década de 1930, el desarrollo de la economía argentina se dio bajo el signo de la sustitución de importaciones. El sector rural perdió peso, y cedió posiciones frente a la industria. Más que una decisión deliberada, este nuevo rumbo fue resultado de una imposición del entorno, de un mundo que se volvió más hostil para el tipo de productos que Argentina podía exportar aprovechando sus ventajas comparativas. Desde entonces, el crecimiento se volvió más lento y dificultoso, cualquiera sea el indicador que se elija para comparar. En el último cuarto del siglo XX vino la gran caída, y el ingreso por habitante se estancó. De todos modos, desde hace un tiempo se detectan nuevas motores de crecimiento, sobre todo vinculados al sector exportador. Han surgido mercados externos muy dinámicos, sobre todo en el sudeste asiático, que comienzan a demandar el tipo de bienes que la región pampeana puede producir con gran eficiencia Cuando uno mira la evolución de las exportaciones argentinas, se advierte que nuestro país tiene una canasta de exportaciones muy dinámica y también más diversificada que en la etapa del boom exportador del siglo XIX. El país ha vuelto a tener un perfil exportador que le otorga muy promisorias perspectivas de crecimiento. No obstante, una de las muchas características que hace a este momento muy distinto al siglo XK es que esa era una economía muy pequeña que no tenía, por ejemplo, problemas de empleo o de pobreza. De hecho, a lo largo de todo el siglo XIX la Argentina importaba trabajadores. En la actualidad tenemos a un tercio o un cuarto de la población en condiciones de pobreza o extrema pobreza, viviendo en una situación indigna de una sociedad civilizada. Este es el problema fundamental de nuestro tiempo, y su existencia impide cualquier comparación simplista con la etapa que analiza mi libro. En este sentido, la relevancia de la deuda social contemporánea nos obliga a pensar con cuidado de qué manera combinar el crecimiento del sector exportador con la atención de otros sectores volcados al mercado interno, que son de crucial importancia para proveer más y mejores fuentes de empleo calificado. «»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«» PERFIL Hora es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Es autor de Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del ruraiismo político en la Argentina, y de Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política, 1860-1945. Ha sido profesor en las universidades de Buenos Aires, Di Telia y Oxford. Es investigador independiente del CONICET y actualmente enseña en la Universidad Nacional de Quilmes y en la Universidad de San Andrés. En 2004 obtuvo el Premio Bernardo Houssay en Ciencias Sociales y Humanidades en la categoría "Investigador Joven".

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