Entrevista a Esther Andradi: Vivir en otra lengua

May 25, 2017 | Autor: Marisa Pereyra | Categoría: Immigration, Language and Identity, Literatura argentina, Entrevista
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Descripción

Entrevista a Esther Andradi: Vivir en otra lengua Marisa Pereyra Immaculata University Esther Andradi nació en Ataliva, Argentina, estudió Ciencias de la Comunicación en Rosario y en 1975 se fue al Perú. En Lima ejerció el periodismo escrito y publicó su primer libro. En 1980 viajó a Europa y se radicó en Berlín donde escribió guiones y reportajes para la radio y la televisión alemanas. En 1995 regresó a Argentina y vivió en Buenos Aires siete años. Desde el año 2002 reside nuevamente en Berlín. Publicó libros de cuentos, novela y testimonio en Argentina y en Perú. Sus ensayos y relatos figuran en antologías en alemán e inglés. Su escritura deambula por terrenos con límites porosos y fronteras inestables. Los cambios y movimientos de las sociedades y sus lenguas interesan a Andradi. Y sus escritos dejan al lector con una serie de preguntas y cuestionamientos. ¿Qué nos llevamos en la maleta cuando inmigramos a otra cultura? ¿Desde dónde escribe el escritor exiliado o inmigrante? ¿Cómo mantener la lengua cuando la identidad se ha fracturado?

MP: ¿Cuándo comenzaste a escribir ficción? EA: Escribí desde muy chica, me encantaba contar, redactar, formular por escrito. En la escuela escribía textos sobre hechos históricos, inventaba el “relleno” entre el nacimiento del héroe y su primera batalla. Pero no era conciente de ello, estaba segura que escribía la verdad. Más tarde construí historias de pasiones imposibles, con sus respectivas cartas de amor y despedidas suicidas. Desde que me acuerdo llevé un diario, un cuaderno gordo con tapas negras, con una rosa estampada. No sé de dónde había salido ese cuaderno, guardaba fotos como todas las chicas, algunas postales, escribía impresiones. Siempre fui algo fantasiosa, pero se esperaba de mí que eligiera una profesión como la gente. Durante mucho tiempo el periodismo ocupó el espacio de la escritura. Necesité muchos años para legitimar la ficción. MP: ¿Qué motivó tu mudanza a Perú? EA: Salí del país en julio de 1975 con 143 dólares en el bolsillo, y un billete de avión ida y vuelta a Lima con validez de tres meses. Aún no había acontecido el golpe militar, pero los paramilitares de la Alianza Anticomunista Argentina, la tristemente célebre tres “A”, comenzaron a secuestrar y asesinar a todas las personas que ellos consideraban “zurdas”, “apátridas”, etc. Fue una época de incertidumbre feroz, de una violencia sólo superada por las atrocidades de la dictadura militar. Así que todavía hoy me resulta difícil comprender cómo es que no se fue toda la gente que estaba en condiciones de huir. Nadie me perseguía a mí en forma especial. Era una militante más entre tantos jóvenes, comprometida y deseosa de una transformación social y económica del país. Sin embargo, tal como dice un personaje en uno de mis textos “soy de las que tuvo que salir. No por nada, sino porque ahí ya no se podía vivir”. Expulsada por el miedo, elegí la incertidumbre y partí. Repetí entonces el camino que mi abuelo había hecho setenta años atrás huyendo de la muerte y de la guerra en su país de origen. Me fui por “tres meses” hasta que las cosas aclarasen. Volví siete años después. Mi abuelo en cambio, nunca regresó.

No conocía a nadie en Lima ni jamás había viajado antes fuera del país: era algo que nunca había estado en mis planes. Pero mientras muchos de mi generación emigraban a Europa –España en primer lugar- yo no quería irme “lejos”, así que elegí el Perú, con la idea de hacer una investigación sobre la “socialización de los medios de comunicación”, un proyecto que a la distancia se veía como profundamente atractivo. Y con más razón para mí, recién egresada de Ciencias de la Comunicación. MP: ¿Cómo fue tu inserción en el mercado laboral allí? EA: En el Perú me hice periodista y escritora. Los diarios de circulación nacional habían sido “socializados”, una propuesta del gobierno del General Velasco Alvarado que intentó democratizar la comunicación, expropiando los grandes medios y entregándolos a los “ sectores sociales”. Por ejemplo, el diario El Comercio fue entregado a las organizaciones campesinas, el diario Expreso a los sindicatos educativos, y así... Si bien el proyecto posteriormente fracasó, -porque los medios nunca llegaron a los sectores destinados, y finalmente se estatizaron-, cuando llegué a Lima, un sector muy importante de la intelectualidad peruana estaba en las redacciones de los periódicos.¡Y para mi sorpresa, los artículos publicados se pagaban! Fue una enseñanza decisiva: escribir también es un trabajo. Muy pronto comencé a publicar artículos y comentarios editoriales en diferentes medios escritos...Así conocí a Ana María Portugal, ensayista y poeta feminista, con quien más tarde publicamos el libro de testimonios Ser mujer en el Perú, libro fundante del feminismo peruano. Fue un tiempo intensísimo, como extranjera, como mujer, como persona. Recorrí ese país a lo largo de los años, viví el desmoronamiento de la sociedad peruana tradicional, feudal de fines de los setenta, estuve en el desierto y en la selva amazónica, conocí los monumentos arcanos de las civilizaciones antiguas. No soy la misma después de haber estado en Chavín de Huantar, o de haber visto como el sol se filtra en la tierra para iluminar los sobrerrelieves de la serpiente en Sechin...

MP: ¿Cuándo y por qué motivo te mudaste a Alemania? EA: La idea de vivir un tiempo en una ciudad europea era una alternativa, sobre todo por la asfixia que aún se vivía en Argentina, y el terrorismo que se extendía en el Perú. Ya en 1981 Sendero Luminoso era muy activo en la Sierra peruana, el Ejército se rearmaba, y comenzaba a institucionalizarse el terror que sepultó la sociedad peruana durante una década. En 1982 llegué a Berlín Occidental visitando a amigos alemanes que había conocido en el Perú. Y quise quedarme allí. Me parecía una ciudad ideal, donde todo era posible, una especie de laboratorio de jóvenes de todas partes de Alemania, con la presencia del Este, y extranjeros de todas partes del globo. Era la metrópoli amurallada. Decidí quedarme en Berlín por tres años, y hacer mi doctorado sobre Mujeres y literatura testimonial en América Latina: El caso Elena Poniatowska. Pero mi tutor, el Profesor Alejandro Losada, del Instituto Latinoamericano, muere en un accidente de avión en 1984, y yo me quedo en Berlín con un doctorado incipiente y mucha literatura. Me decidí por la literatura. De esos años de incertidumbre en una ciudad extraña es el volumen de cuentos publicados bajo el título de Chau Pinela. MP: ¿Cómo era ese primer Berlín y cuáles han sido los cambios desde 1989? EA: Berlín era muy diferente entonces. Yo vivía en la parte occidental de la ciudad, separada por el muro de la parte Oriental, que a su vez era la capital de la RDA. Para ir a Berlín Oriental, bastaba con subirse al metro, y en la Estación de Friedrischstrasse estaba la frontera. Después de soportar largas colas y un exhaustivo control, se cambiaban 25 marcos occidentales por 25 marcos orientales: así se pasaba al mundo del socialismo „real“. Con una condición: había que consumir el dinero totalmente antes de regresar, porque estaba prohibido ingresar marcos de la RDA a Berlín Occidental. Con ese dinero se comía, se bebía, se iba al teatro, y siempre quedaba un resto para

comprar libros. Eso sí: había que regresar antes de las doce de la noche de ese mismo día. Como la Cenicienta. Ni la imaginación más febril podría haber ideado una división semejante. Viajar a Alemania Federal por tren o en automóvil, significaba atravesar varias fronteras. La de los aliados que controlaban Berlín Occidental, la de los Vopos -“Policía Popular“- para ingresar a la RDA, y luego de atravesar la RDA, se arribaba a Alemania Federal, donde también había controles fronterizos. Ésto era decisivo para los extranjeros, porque quien no tenía una visa en orden, estaba imposibilitado de abandonar Berlín Occidental. Después de la caída del muro, se vivió una etapa de transición de absoluta libertad, también para los extranjeros, porque ya era posible viajar por toda Alemania sin necesidad de visa. A partir de 1989 se produjo un cambio total, en todos los órdenes. La ciudad que había estado partida, se volvio una y también múltiple. Porque lo más interesante es que Berlín no tiene un centro sino muchos: la cultura estalla en barrios muy diferentes. Los jóvenes, los estudiantes, los artistas y los extranjeros están dispersos en muy diferentes distritos, las actividades culturales tienen lugar en toda la ciudad. En lo social se han producido también cambios notables. Se calcula que un 18% de la población sobrevive gracias a los planes de la ayuda social. Por otra parte un 40 por ciento de los jóvenes menores de dieciocho años tiene un progenitor -o ambos- proveniente de otro país. Esto le da un color y una multiplicidad cultural única a Berlín, haciéndola diferente de cualquier otra ciudad alemana. MP: Una vez instalada en Alemania, ¿qué desafíos se te presentaron para seguir escribiendo y publicando en castellano? EA: Cuando llegué a esta ciudad, la comunidad latinmoamericana era una minoría exótica, y el idioma español era estudiado con interés por grupos con intereses muy distintos: unos por turismo y otros por política. La literatura que se leía en las universidades llegaba hasta el boom y lo real maravilloso, en cambio aún no se hablaba de la literatura producida por mujeres, ni siquiera en las universidades. No es casualidad que en ese tiempo decidiera comenzar a publicar ficción. Me asocié a la Sociedad de Literatura que tenía un grupo literario „internacional“ con autores de provenientes de diversos idiomas, y hacíamos lecturas bilingües. A mis cuentos de Chau Pinela le tocaron esos años, ese bautismo, pero no le fue nada mal, se sigue leyendo y buscando, aunque la edición –Lima, 1988- está prácticamente agotada.

MP: Creo que en tu novela la memoria y la escritura van mano a mano, ¿cómo se cuenta una historia desde otra cultura? EA: Hasta dónde incide el lugar en lo que una escribe, me pregunto. Por un lado sí, porque hay una presencia de lo cotidiano que no se puede obviar: hay que ir al mercado, leer el periódico y cruzarse con público en los medios de transporte, donde se habla y discurre en otro idioma, y son otros los problemas y las referencias y demás. Pero por otro lado, cuando una escribe siempre está en un lugar diferente. Quiero decir, ese microclima necesario, inventado para la escritura de ficción siempre es otra cultura, se viva donde se viva. Y en ese sentido, la literatura, a menudo, es producida desde un lugar de viaje interior. Comencé a escribir Berlín es un cuento durante mi residencia en Buenos Aires, es decir, en un viaje por la “memoria” de la ciudad que había conocido. MP: ¿Existe algún tipo de organización que reúna a escritores de habla hispana en Europa? ¿Es fácil/difícil mantenerse en contacto con colegas? EA: Desde 1999 los escritores iberoamericanos que residen en Alemania tienen un stand en la Feria

del Libro de Frankfurt. El escritor peruano César Rosales, residente en Hannover, lleva adelante este proyecto junto con algunos colaboradores, y también se ha organizado un sitio web para reunir autores y autoras de idioma español que residen en la Comunidad Europea http://www.spanischdienstleistungen.de/1.html Con el apoyo de las nuevas tecnologías, ya no es difícil mantener contacto con los colegas estén donde estén, organizar encuentros, mantener discusiones, coordinar acciones y generar proyectos comunes. Soy miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina -SEArelacionándome a través de internet, tanto como con la Sociedad de Escritores Alemanes- VS-

MP: En tus dos últimas publicaciones, en la novela Berlín es un cuento, y en la colección de cuentos de la cual eres editora, Vivir en otra lengua, los temas de inmigración y exilio son preponderantes. En tu novela en particular podemos ver un impulso utópico marcado. ¿Es que la inmigración y el exilio pueden ser utópicos? EA: ¿El viaje es la utopía? Puede ser. Recientemente tuve el privilegio que la escritora Francesca Gargallo, italiana, residente en México desde hace tres décadas, presentara mi novela Berlín es un cuento en el marco de un Coloquio internacional de Ciudades Berlín/México. Francesca habla de la nostalgia por las utopías que en algún momento vislumbramos en los mundos donde vivimos, pero no pudimos retener, en ocasiones ni siquiera narrar. Claro está, dice Francesca, que también fue utopía „ la forma de quedarse en el mundo con los propios anhelos, todos históricamente anclados.“ Ella lo sabe tanto como yo, porque cuando llegué a Berlín, ella comenzaba a vivir en el DF, y cada una a su manera escribió de esos mundos. Incluso diría que esos mundos también nos escribieron a su vez. MP: ¿Crees que la inmigración acarrea una marca genérica? ¿ser mujer inmigrante tiene (des)ventajas? ¿y a la hora de escribir? EA: Escribí de esto en mi libro Sobre Vivientes y tengo un ensayo dedicado al viaje de la lengua titulado Babel y sus jardines, que próximamente se publicará en el tomo Viajeras, coordinado por las historiadora y escritora Sara Beatriz Guardia, del Centro de Estudios históricos de la Mujer CEHMAL- del Perú. En síntesis, ubico a las viajeras entre dos paradigmas. Mientras en Europa el héroe por excelencia es Ulises, que vuelve a su tierra donde la amada lo espera, al parecer intacta, en América la metáfora es Eneas, el héroe que se hace a la mar para fundar una nueva patria. Entre ambos héroes, hay miles de mujeres pero no figuran en el reparto protagónico. Me interesa trabajar la metáfora de aquella que elige el camino, que elige la transversalización, que elige vivir fuera de banderas y territorios y leyes. Quiero creer que hay una forma menos violenta de fundar la vida que no involucre fronteras ni símbolos de colores varios con una jerarquía y exclusión. Creo, si algo se puede aprender en la diáspora, si es que queda tiempo entre los miles problemas a resolver, es ésto. La patria es por definición la tierra del padre, la lengua es el territorio de la madre ,y las leyes, se estructuran para legitimar la propiedad del territorio... así las cosas, por aquí hay mucho, realmente mucho por hacer. La presencia de los migrantes, los refugiados, los nuevos esclavos de este mundo en las fronteras de las naciones están forzando la creación de otras reglas de convivencia más humana. Y ya es hora de comenzar a ver más allá del color de cada bandera o pasaporte. Aquella frase de principios del siglo pasado, Ciudadanos del mundo, todavía espera ser realidad. MP: Durante los años 1995 y 2002 volviste a la Argentina, ¿pudo más la nostalgia que la conveniencia de vivir en un país con recursos?

EA: Ni una ni otra. En 1995 mi marido alemán aceptó una oferta de la Sociedad de Cooperación Técnica de su país para dirigir un proyecto en el área de medio ambiente en Buenos Aires. Después de veinte años de ausencia, regresé entonces a vivir en Argentina, y viví con perplejidad una sociedad que había consolidado otro registro. Una sociedad fascinada por las “reformas” del Estado y la iniciativa privada, conceptos que entusiasmaban a los sectores medios. Al mismo tiempo ese modelo expresaba su equivalente invisibilizando otros cuerpos. Exclusión social, hambre, desaparición. No sólo los amigos habían desaparecido, ahora desaparecían los oficios, los empleos, las industrias, los mercados en las plazas y los objetos “made in Argentina”... Así surgió mi libro Sobre Vivientes, como postales de un país de la memoria. Pero también me gustaría decirte que para mí fueron años de gracia. Pude reconstruir los vínculos de la historia personal con la colectiva, tejer ese espacio vacío entre el país y mi ausencia, y ese lugar se fue llenando de relatos, de historias de otras que también habian partido. Y también de las que se quedaron. Junto con otras cinco escritoras fundamos Sudestada, Asociación de Escritoras de Buenos Aires, y la energía de este grupo con el que compartimos sueños, realizaciones y fracasos constituye mi casa, mi mundo, mi articulación con ese espacio literario de mi lengua. En el 2002 cuando retornamos con la familia a Berlín, tuve la certeza por primera vez que salía entera, porque también me quedaba entera. No había desgarros, ni miedos, ni cortes. Es una sensación muy decisiva ésta reflexión de hoy, como si a partir de ahora pudiese escribir “decorrido”, como si lo anterior fueran apuntes de Ariadna, hilos de un encaje en movimiento, señales en el camino. MP: Expresaste que volver a la Argentina te permitió “escribir la historia de un tirón”, sentimiento que comparte la protagonista Bety. ¿Qué implica esto? EA: Escribí Berlín es un cuento como la memoria de la ciudad que fue, sus artistas y sus sueños y utopías. Y como se dice usualmente, desde lejos la memoria se afina, consigue los matices, el enfoque, y la fluidez. Pero „escribirla de un tirón“ es lo que siente la Novelista, pero de mí, no sé qué decirte, tal vez son dos tirones. De hecho son dos novelas, con un lenguaje fragmentado, como una respiración alterada. MP: ¿Cuál es la patria del(a) escritor/a inmigrante? ¿Se han movido las fronteras? EA: Mi antología Vivir en otra lengua, cuya 2da edición se publica próximamente en España, surgió buscando una respuesta a esa pregunta. El idioma y los temas siempre han transgredido fronteras, siempre ha habido cruces de lenguas. Basta con mirar la historia centroeuropea del siglo pasado, leer Errata de George Steiner... W.G. Sebald, uno de los grandes nombres de la literatura alemana, que residía en Nordwich (Inglaterra) donde murió en un accidente en 2001, escribió toda su obra en alemán, aunque hacía ya casi cuarenta años que no residía en Alemania. En este caso, me defino como la más “sebaldiana” de las argentinas. Sigo escribiendo en mi lengua aunque vivo en Alemania. ¿La patria es el lenguaje? Herta Müller se rebela contra eso, porque entonces cualquier exilio se convierte en legítimo, porque nadie te quitaría tu patria, dice la Nobel de Literatura. Y en ese sentido tiene razón. ¿Que queda? se pregunta Hanna Arendt. Queda la lengua materna, se responde. Más allá de donde te extrañaron, te expulsaron, te llevaste la lengua en la valija. Es lo único que queda.... Enero, 2010. Obras Citadas: Ser mujer en el Perú. (Testimonios, en coautoría) Lima: Editorial Mujer y Autonomía, 1978 Chau Pinela. Lima: Ediciones Tigre de papel, 1988.

Come, este es mi cuerpo: 30 textos eucarísticos 30. Buenos Aires: Ediciones Ultimo Reino, 1991/1997. Tanta Vida. Buenos Aires: Ediciones Simurg, 1998. Sobre vivientes. Buenos Aires: Simurg, 2001. Über Lebende/Sobre vivientes. Edición bilingüe español/alemán. Zurich: teamart Verlag, 2003. Berlín es un cuento. Córdoba: Alción, 2007. Escribir en otra lengua: Literatura latinoamericana escrita en Europa. Ed. Buenos Aires: Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Colección desde la gente, 2008.

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