Entre vecinos: Haití y República Dominicana; migración, solidaridad un dialogo en su contexto insular

Share Embed


Descripción





Entre vecinos:

Haití y República Dominicana; migración, solidaridad un dialogo en su contexto insular

Por Griselda Liberato

Resumen: La sociedad civil de Haití y de República Dominica deben unir esfuerzos para construir puntos agenda que trascienda el migratorio para un dialogo acerca del futuro insular rebasando los odios y las dificultades tradicionales que obstaculizan un encuentro franco y abierto para generar calidad de vida humana, animal y ecologica para la isla en su conjunto.


Haití sigue siendo un tema obligado en la agenda política del país, y en especial, lo relacionado con la migración de centenares de trabajadores que ven en este lado de la isla una posibilidad de mejor vida. Esa migración ha tenido orígenes históricos muy particulares pero en especial, los flujos se producen por la marcada diferencia del crecimiento económico y los indicies de desarrollo humano de ambos países, y fruto de las crisis permanentes de gobernabilidad de Haití que no genera confianza en sus conciudadanos para una estabilidad económica y desarrollo democrático.

La migración hoy en día se ha constituido en un fenómeno universal y la Republica Dominicana no escapa a eso. Sobre todo, por compartir un territorio insular con la hermana República de Haití, cuyos conflictos sociales y proceso de desarrollo lo han convertido en una sociedad exportadora de manos de obras. Muchas de las cuales para en este lado de la isla, y ya conocemos las realidades socioeconómicas y políticas que genera el flujo migratorio procedente de Haití aquí en el país.

Los flujos migratorios hoy definen el perfil demográfico y cultural de las mayorías de las sociedades modernas. Son múltiples las razones por las cuales las personas se ven en la obligación de abandonar sus países de orígenes hacia otras sociedades que le plantean mejores horizontes para su bienestar del presente y futuro. En este particular, la Republica Dominicana se ha convertido en una economía receptora de flujos migratorios y en especial procedentes de Haití.

Tanto las sociedades receptoras como las de orígenes se benefician de los flujos migratorios y estos a su vez inciden en las economías de los países de origen. Haití ha llevado la tendencia de ser un país importador de manos de obra hacia destino diferentes del continente.

En ese contexto mundial el país ha experimentado avance en materia de política migratoria. Es una cuestión innegable, sin embargo ha sido fruto de la incidencia y presión de la sociedad civil en su conjunto y eso le confiere un valor agregado.

Hoy el país dispone de una normativa migratoria. No tal vez la ideal, pero una muestra de avance frente a lo que disponíamos anteriormente. Teníamos una ley de migración que databa desde 1939 y que estuvo en vigencia hasta el 2004: hay un pasado superado y que camina acumulando experiencias en su implementación.

Esa ley con visión moderna en cuanto a derechos humanos ha sido producto de las voces de amplios sectores de la población que la demandaron. La sociedad civil dominicana asumió las reivindicaciones por las que abogaban los inmigrantes haitianos por décadas.

Pero hoy hay también mucho más necesidad de aunar nuevas agendas para el dialogo insular y binacional. Empero, la sociedad dominicana se ha quedado entrampada en la solidaridad con los inmigrantes haitianos y la lucha contra el racismo; y ha dejado de lado los espacios de dialogo y compartir en torno a los asuntos insulares y binacionales; y los análisis y reflexiones de la realidad política haitiana que influye en la presente coyuntura el convulsionado y controversial proceso electoral.


Luego, otro aspectos que puede mostrar la sociedad dominicana en materia legal después de la aprobación de la ley de migración, es la crisis generada por la draconiana ley 168-13 del Tribunal Constitucional y los resultados de la ley 169-14, que intento en su esencia remediar los efectos y consecuencias de la ley 168-13. En ambas se escuda el objetivo de la búsqueda una solución a la irregularidad del inmigrante haitiano, y a restitución de los derechos de ciudadanos dominicanos de ascendencia haitiana afectada por la disposición del Tribunal Constitucional

En torno a la a ley de Migración, no se puede argüir de forma absoluta que su aprobación fue porque encontró voluntad política de los gobernantes, en tanto los sectores políticos que se habían puesto de acuerdo para su aprobación, no han sido capaces de dar respuestas satisfactorias a las irregularidades denunciadas de la implementación del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros-PNRE. Una de las causas denuncias de las irregularidades cometidas, es la falta de voluntad de las autoridades para poner en ejecución el espíritu de la ley, de manera que la adopción de la ley fue por la presión social más que por voluntad política.

Se puede asegurar en cierta forma, que los derechos de los migrantes y sus descendientes es un hecho normativo de derecho fruto de la presión de la sociedad civil dominicana.

No se puede asegurar de forma absoluta la autenticidad de la voluntad política, con los cuestionamientos a la aplicación del espíritu de la ley en torno al reconocimiento de los derechos de los inmigrantes haitianos, a niveles significativos que se han manifestado.

A pesar de los logros alcanzados, la sociedad civil dominicana ha mermado el seguimiento que daba al acontecer político haitiano. El dialogo entre ambos pueblos se ha circunscrito a la inmigración, sus efectos, y la denuncia.

El dilatado proceso de democratización de la hermana nación, ya no es tema que provoque abrir escenarios de discusiones al respecto. Con ello, estamos reduciendo la capacidad de analizar la realidad dominicana, en su ámbito insular perdiendo con ello capacidad de aunar esfuerzos, cooperación y colaboración en la búsqueda de un destino más próspero para ambas naciones.

La comprensión de la importancia de nuestra condición insular en relación al desarrollo de nuestro proyecto país generalmente nos ha convocado a generar escenarios de discusión en torno a cualquier proceso político del que dependa la agudización o no de la crisis haitiana, o la misma relación bilateral o comercial.

El análisis de los cambios que se producen en la hermana nación, generalmente es motivo de análisis y reflexiones. Sin embargo, en la presente coyuntura, es evidente el desinterés o despreocupación por el devenir de la Republica de Haití que se manifiesta en todos los sectores de la sociedad dominicana; aplica a la clase política y a la sociedad civil dominicana.

Es cierto que no se puede negar también la lucha frente a la posición ultranacionalistas que tiene hoy día la sociedad civil dominicana, pero eso no niega que la sociedad civil dominicana se ha quedado entrampada en idear alguna estrategia que frene el odio que está tamizando cada vez más el imaginario social..

Con ello, se ha restado importancia a la búsqueda de la ruta crítica que recree dos países prósperos, independientes; pero con pleno control en las planificaciones nacionales en los temas que nos son comunes. El dialogo entre la sociedad civil, o mejor, con los movimientos sociales, de Dominicana y Haití se ha detenido prácticamente, questión que debe mover hacia la búsqueda de otros rumbos.

Y, aunque la sociedad civil da muestra de tener conciencia del desafío de dar otra mirada geopolítica al país frente Haití más allá de lo migratorio, las acciones solo han venido dando respuestas a situaciones coyunturales propias de los procesos migratorios antes señalados, o como puras reacciones ante controversias comerciales .
Eso evidencia que así como el Estado dominicano no ha tenido interlocutor en el Estado Haitiano en la mayoría de las iniciativas antes mencionadas, como por ejemplo el poco diálogo e insuficiente apoyo en la ejecución del PNRE; tampoco ha habido dialogo y apoyo desde la sociedad civil dominicana al presente proceso que está viviendo el pueblo haitiano y que hoy tiene convulsionado el país.
Y, aunque el espíritu de la END da a entender que el diseño de las políticas nacionales debe tomar en cuenta nuestra condición geográfica insular, el concepto queda ahogado en el ámbito binacional con un enfoque eminentemente migratorio en los planes plurianuales que implementa el país. De igual manera pasa con los sectores sociales de ambos países.
La falta de dialogo entre ambos pueblos puede encontrar explicación en los conatos aislados de violencia que se han suscitado en dominicana contra poblaciones haitianas además de otras controversias no menos importante.
Tal vez por esa razón la sociedad civil dominicana no ha puesto suficiente atención al llamado a gritos de la sociedad civil haitiana en torno a niveles de injerencia extranjera que según entienden atenta contra su soberanía.
Y esa es una posibilidad real. Tanto Haití como dominicana son en la actualidad un territorio apetecible para el gran capital norteamericano y sus aliados. Y el gobierno de Estados Unidos está presto y dispuesto a mantenerlo a como dé lugar para lograrlo.
El pueblo dominicano todavía pareciera no percatarse de este peligro, y de la alerta de la sociedad civil haitiana al respecto. De haber sido en otras circunstancias, ya se hubiera formado por lo menos un foro de discusión al respecto y algún mensaje o acción de solidaridad y apoyo a la lucha al pueblo haitiano hubiera sino la respuesta del movimientos social dominicana.
Los ultranacionalistas han criminalizado el acercamiento entre las naciones. La propuesta del dialogo insular debe ser permanente. Lo que quiere decir es que aun cuando poníamos atención a los hitos que nuestra realidad nos enfrenta en el día día, no eran suficientes las reflexiones y los niveles de profundidad con la que se trabaja.
La solidaridad no puede ni debe de ser puntual. Esta es una tarea constante si en verdad entendemos que nuestros destinos están cruzados. No podemos seguir dando un trato político diplomático a Haití. De igual modo, hay que producir y provocar niveles de sensibilidad de diálogo y búsqueda de entendimiento con el movimiento social haitiano, que muchas veces abraza las banderas del antidoninicanismo puro y simple como estandarte y tiende a coincidir con los sectores retrogradas de allá. Quienes son los causantes de la expulsión de grandes contingentes de trabajadores hacia el país.
Tenemos que prestar atención a los asuntos económicos que nos unen, y a la forma que lo hemos ido gestionando. La relación con Haití trasciende lo binacional, y no puede dejarse en manos solo de la oligarquía su dirección.
Nuestra relación es una relación insular pues compartimos un pedazo de tierra rodeado de mar y aislado, y algún espacio hemos de encontrar para gestionar este territorio poblado por dos naciones que están en la obligación de compartir estrategia de vida común para la sostenibilidad de la isla en su conjunto.
La isla hay que repensarla, y nuestros planificadores del desarrollo humano y ambiental saben que deben tomar en consideración este aspecto de planificación del territorio desde una perspectiva de estabilidad económica, humana y ambiental.
Los planes económicos con Haití no se pueden dejar a las circunstancias, y mucho menos a manos extranjeras, porque sería atentar contra nuestra condición insular por la fisura que ello pudiera abrir a nuestra propia soberanía; para la toma de decisiones de políticas en el ámbito insular.
Abrazar la insularidad es imperioso, porque hoy más que nunca arreciara la estrategia de desencuentro que se puso en marcha en época de Trujillo y que sigue encontrando eco en el aprovechamiento de nuestros recursos naturales. Tenemos que seguir de cerca las rutas de consecución de los recursos que han de sacar de la miseria a ambas naciones. Y eso se logra en el dialogo y conocimiento mutuo.
El desencuentro siempre ha transcendido los intereses del capital nacional de ambas naciones, y los procesos de globalización lo han agudizado y lo seguirán haciendo. El dialogo insular es urgente si no queremos vernos arrodillados económicamente a capitales extranjeros. No permitamos que destelenguen nuestro abrazo telúrico dibujando escenarios de enemistad entre nosotros
El destino de Haití no solo es cuestión del pueblo haitiano, también lo es nuestro. Los dominicanos somos los más llamados a observar si el proceso democrático haitiano está en peligro pues eso tiene impacto en la sociedad dominicana.
El dialogo nacional sobre soberanía no debe rehuirse. La soberanía es económica y no en el sentido emotivo con que nos la han querido vender, con la estrategia de respaldo de criminalizar y vender como enemigos de la Patria a quienes defienden los verdaderos intereses de la nación.
La sociedad civil ya esta compelida ahora a plantear en la agenda nacional de ambas naciones, y más aun en esta coyuntura electoral una discusión amplia sobre soberanía pero bajo el enfoque de una lectura a nuestra condición soberana de decir en el campo de nuestro ámbito insular.

Muchas gracias



Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.