Entre policía y política. Derivas de un concepto filosófico.

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Biopolíticas, gobierno y salud pública Miradas para un diagnóstico diferencial

BIOPOLÍTICAS, GOBIERNO Y SALUD PÚBLICA. MIRADAS PARA UN DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL © Yuing, Tuillang © Karmy, Rodrigo © Escuela de Salud Pública, Universidad de Chile © Ocho Libros Editores RPI: 246.304 ISBN: 978-956-335-213-9 Diseño y Producción Ocho Libros Editores: Director editorial Gonzalo Badal; Editora Florencia Velasco; Director de arte Carlos Altamirano; Postproducción de imágenes Gustavo Navarrete; Corrección de textos Edison Pérez Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada o transmitida a través de cualquier medio, sin la expresa autorización de los dueños del copyright. Primera edición de 500 ejemplares impresos en los talleres de imprenta Salesianos Impresores S.A., octubre de 2014. Impreso en Chile / Printed in Chile

entre policía y política. derivas de un concepto filosófico mariela ávila. idea, usach.

Introducción En una entrevista del año 2000, publicada en el primer número de la revista Multitudes 1 que Éric Alliez hace a Jacques Rancière, se inicia una reflexión en torno a la noción de biopolítica y sus repercusiones en el ámbito filosófico. La principal línea de diálogo de esta entrevista se dirige a vislumbrar el lugar que la noción de biopolítica tendría al interior del propio trabajo de Rancière. Así, la idea del entrevistador, Alliez, es mostrar un posible nexo entre la reflexión de Rancière sobre la política, la policía, los sujetos y la biopolítica, tanto en sus inicios foucaultianos, como en sus posteriores desarrollos teóricos. En este marco, y como respuesta a las inquisiciones de Alliez, Rancière hace un rápido recorrido por algunos de los puntos fundamentales de su propuesta filosófica, como por ejemplo, el lugar de la policía y la política en relación a la desigualdad. Es precisamente en este momento del diálogo donde cobra relevancia el análisis de Rancière sobre la asignación de las sensibilidades, que es desarrollado en trabajos como El reparto de lo sensible. Estética y política 2 y El desacuerdo. Política y Filosofía.3 Al explayarse en estas ideas, Rancière delimita conceptualmente el lugar que ciertas categorías tienen en su obra. Así, y a partir de este 1 Esta es una publicación trimestral de carácter artístico, político y filosófico, que se realiza en Francia, y cuyo primer número es precisamente el del año 2000, donde se encuentra esta entrevista a Rancière. Uno de sus antecedentes es la revista Futur Antérieur, fundada por Antonio Negri y Jean-Marie Vincent en el año 1990. 2 Rancière Jacques, El reparto de lo sensible. Estética y política, Santiago: LOM ediciones, 2009. 3 Rancière Jacques, El desacuerdo. Política y Filosofía, Buenos Aires: Nueva Visión, 2007. 72

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diálogo, muestra que su reflexión en torno a las nociones de policía y política busca poner en evidencia dos estructuraciones del mundo común que, sin embargo, presentan diferentes estatutos, reglamentaciones y repartos. Ahora bien, en este punto, es necesario señalar que para Rancière policía y política no se constituyen como dos modos de vida que se puedan considerar opuestos, sino que cada una de estas categorías representa una forma diversa de situarse en el tiempo y en el espacio ante el reparto de las sensibilidades: No habrá que olvidarse tampoco que si la política pone en acción una lógica completamente heterogénea a la de la policía, siempre está anudada a ésta.4 Entonces, a grandes rasgos podemos decir que mientras, por una parte, la policía tiende a perpetuar y, por lo tanto, a mantener estática una forma particular de reparto, por otra, la política se afinca en el desacuerdo frente a una determinada forma de repartición, y desde allí, propicia la posibilidad de subvertir ese orden dado de división de las sensibilidades. A continuación trataremos de clarificar estas nociones rancierianas, a fin de entender con mayor plenitud la relación que establece el autor entre su trabajo y la noción de biopolítica foucaultiana. Nuestro interés se centra, entonces, en evidenciar los alcances que hace Rancière en esta entrevista, pues creemos, dan luces para seguir reflexionando desde diversas perspectivas sobre el trabajo de Foucault en torno a la biopolítica. En efecto, las distancias conceptuales que asume Rancière respecto del trabajo foucaultiano iluminan un plexo de relaciones entre conceptos filosóficos que nos parece interesante mostrar, pues abren nuevos ámbitos analíticos que ponen en cuestión la noción misma de biopolítica, ejercicio que creemos necesario dadas las derivas por las que atraviesa este concepto.

Policía y política, dos modos de ver el mundo Como hemos indicado, hay ciertas nociones clave en la reflexión de Rancière que se convierten en un punto de partida para comprender su trabajo, pero también, para vislumbrar las posibles uniones –o desuniones– respecto a las indagaciones de Foucault, particularmente en el caso de aquellas referidas a la biopolítica. En este contexto y para entrar en tema, caracterizaremos rápidamente las nociones de 4 Ibídem, p. 47. 73

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policía y política a partir de su relación con la igualdad, categoría cara en el trabajo de Rancière. De este modo, es posible decir que la tarea de la policía es la de mantener y estructurar ciertas formas de asignación de lugares, aptitudes y funciones a una parte o a la totalidad de la comunidad. En palabras de Rancière: “De este modo, la policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones de los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por sus nombres a tal lugar y a tal tarea (…)”. 5 Este reparto policial, en el que se adopta una forma particular de desigualdad –incluso en el ámbito de la inteligencia– impediría la irrupción de nuevas formas de ordenamiento, es decir, nuevas formas de reparto de lo sensible. Así, la tarea de la policía es la de vigilar y perpetuar una forma de asignación injusta que se ha generalizado sobre la población, y que la determina y condiciona en todos sus ámbitos: “(…) es un orden de lo visible y lo decible, que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido”.6 Según Rancière, la policía no aportaría ninguna forma de suplemento a la vida, al bíos, ya que asume como verdadera cierta asignación de espacios, tiempos, tareas, en la que algunos sujetos quedan fuera de la repartición, pues parecen no tener ninguna parte en lo común, es decir, en la comunidad. Ahora bien, siguiendo la reflexión de Rancière, podríamos decir que por otro lado, el lugar de la política es el del litigio, y desde allí, precisamente, es desde donde se puede llevar a cabo una sospecha sobre la asignación y cristalización de las reparticiones de lo sensible. La política se centraría, entonces, en una suerte de desacuerdo sobre las irregularidades y desigualdades en el reparto que se ha hecho de las sensibilidades al interior de la comunidad. En palabras de Rancière: La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde solo el ruido tenía lugar (…).7

5 Ibídem, p. 44. 6 Ibídem, pp. 44-45. 7 Ibídem, p. 45. 74

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En este sentido, la política sería el lugar en donde se podría reconocer la materialidad y performatividad de aquellos discursos que tienden a reproducir modos de adecuación de cuerpos, lugares, tiempos y prácticas a una estructura de mundo común. La política tiene, entonces, como punto de partida la igualdad, y es el momento del desacuerdo el que evidencia una cuadrícula de lo sensible que desagrega ciertos cuerpos, dejándolos fuera de la comunidad. Ahora bien, y respecto a la noción de igualdad, es necesario indicar que, (…) no es un dato que la política aplica, una esencia que encarna la ley ni una meta que se propone alcanzar. No es más que una presuposición que debe discernirse en las prácticas que la ponen en acción.8 Siendo entonces la igualdad de las inteligencias el punto de partida de la política, es, a su vez, el lugar de la sospecha de las asignaciones, pues es “(…) condición absoluta de toda comunicación y de todo orden social (…)”.9 De esta forma, es la subjetivación política la que tiene la posibilidad de tomar la palabra que le había sido negada, y extenderla a un nuevo orden de tiempos, espacios, cuerpos y tareas. A modo de ejemplo, podemos recordar a los obreros del siglo XIX que presenta Rancière en La noche de los proletarios.10 En efecto, estos sujetos roban tiempo a su descanso para presentar un reparto de lo sensible diferente, en el que hacen uso de la palabra que les es negada a partir de su autoinstrucción, construyendo una forma completamente distinta de asignaciones temporales –pero también espaciales– al ocupar de una manera diversa los lugares destinados para el trabajo. Así, la noche se extiende, las fábricas se convierten en imprentas, en lugares de discusión, donde se plantea otro modo de concebir las asignaciones y el punto de partida es la total igualdad de las inteligencias. A su vez, este problema de la igualdad de las inteligencias es analizado por Rancière en la práctica educativa de Joseph Jacotot,11 quien a partir de la singularidad de la experiencia, da cuenta de la posibilidad de una emancipación intelectual. De este modo, Rancière muestra que la política puede ser considerada como “el conjunto de actos que efectúan una ‘propiedad’ suplementaria, 8 Ibídem, p. 49. 9 Ibídem, p. 51. 10 Rancière, Jacques. La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero. Buenos Aires: Tinta Limón, 2010. 11 Rancière, Jacques. El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Buenos Aires: Tierra del Sur, 2006. 75

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una propiedad biológica y antropológica inencontrable: la igualdad de los seres hablantes”.12 Para comprender esta afirmación con mayor plenitud, nos retrotraeremos –desde la reflexión de Rancière– a una suerte de arquetipo del reparto de lo sensible. Dicho arquetipo guarda una relación directa con lo que podríamos considerar la fundación antropológica de la política. Este origen antropológico de la política, que es posible vislumbrar, precisamente, en la Política de Aristóteles, establece una tajante división entre la voz y la palabra –entre phoné y logos–, trazando una infranqueable distancia entre animalidad y humanidad. En efecto, a partir de esta separación, la voz –en tanto grito que solo puede expresar dolor o placer– queda relegada al ámbito animal, y extendiendo la categoría, a la esfera privada del hogar. Por su parte, el logos dice relación con la palabra, el concepto y la razón, elementos prerrogativa absoluta de la humanidad. Así, a partir del logos los hombres pueden distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, y esa capacidad netamente humana, se expresa en el ámbito público, donde las personas adquieren su pleno estatuto de humanos. Es posible ver, entonces, que desde la Política de Aristóteles –considerada una de las obras fundacionales de la política en Occidente– se asienta una tajante división teórica, pero también práctica, en la que se coloca al hombre del lado de la palabra y de la razón, y al animal del lado del grito, sin ninguna posibilidad de un bíos politikós. Ahora bien, en la reflexión de Rancière este origen antropocéntrico y antropológico de la política es ya una forma de asignación de lugares, es decir, una forma de reparto de lo sensible. En efecto, los espacios, los tiempos y las tareas se asignan de diferentes maneras al interior de la comunidad, generando diversos modos de vida, entre los cuales, algunos son considerados más humanos que otros. En este sentido, el análisis de Rancière se dirige a mostrar cómo, desde el momento fundacional de la política en Occidente, se hace presente el litigio entre policía y política. Pareciera que este momento primero y fundador, que cimienta con argumentos tranquilizadores el reinado del hombre como dueño del logos sobre el resto del mundo, es solo un modo de dividir y de repartir lo sensible. Podríamos pensar entonces, que este momento fundacional no se constituye en un fundamento, sino en “el punto fundamental y permanente del litigio que separa la política de la policía”.112 Así, ante la primigenia separación entre

12 Rancière, Jacques. “¿Biopolítica o política? ”. En: El tiempo de la igualdad. Diálogos sobre política y estética. Barcelona: Herder, 2011, p. 123. 76

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logos y phoné, estaríamos, simplemente, ante una forma de reparto de lo sensible, que genera una estructura de mundo común que parece haberse perpetuado por varios siglos, y que ha cimentado las bases de múltiples desarrollos filosóficos, sobre todo en el orden de la biopolítica. La división entre phoné y logos al interior de la comunidad, ha propiciado también una división al interior del sujeto, escindiendo su parte “natural” de su parte “política”. La reconocida separación entre zoé y bíos de los griegos va en esta línea, pues en este particular y fundador reparto de lo sensible, hay, por un lado, una vida animal y privada que está desde siempre designada en los límites del hogar, mientras que por otro lado, existe una vida política que se asienta en el ámbito de lo público donde debe permanecer aséptica de la phoné y sus consecuencias. Remarquemos también otra de las consecuencias de este reparto de lo sensible, que genera, a su vez, un reparto entre los hombres, ya que solo algunos son los destinados al logos, pues solo algunos de ellos parecen ser los dueños de la palabra y del bíos politikós. En esta línea de análisis, la repartición original de lo político entre phoné y logos se constituye como el lugar del agravio, pues pone en evidencia una repartición muy poco igualitaria de lo sensible. Dicho modo de asignación ha tenido diversas consecuencias, y allí la policía ha jugado un papel primordial, pues ha dirigido sus fuerzas a mantenerla y perpetuarla. Al mismo tiempo, y de manera no necesariamente opuesta, la tarea de la política ha sido la de quebrar un reparto marcadamente desigual, que niega a un sector de la población la posibilidad de tener parte en la comunidad, pero también, en sus puntos más álgidos, la prerrogativa de integrar la “humanidad”. Dado lo anterior, creemos que la reflexión de Rancière se dirige a poner en entredicho, o al menos a sospechar, de ese momento fundacional de la política en Occidente, y mostrar que allí ya habita el litigio entre dos formas diferentes de repartición de las sensibilidades, que en última instancia, configuran sujetos, saberes y discursos. Pues, en efecto, el reparto de lo sensible se asienta en discursos que son, a su vez, performativos. No es posible olvidar la performatividad del lenguaje, a partir de la que se construyen prácticas, saberes, pero también, subjetividades. Y es esta performatividad, precisamente, la que puede generar discursos opresivos, o policiales, pero también discursos emancipadores que den lugar a nuevas prácticas políticas. Así, el lugar de la política en tanto práctica posible, sería el del desacuerdo, un desacuerdo que dice relación con las formas de reparto y las consecuencias que de estos modos de división se desprenden. En 77

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este contexto, son los sujetos quienes puede generar discursos emancipatorios que sitúen bajo sospecha la repartición de las sensibilidades; precisamente, a partir de la subjetivación política, se pone en entredicho el presente y se busca configurar otros modos de dividir lo común. Es por esto que Rancière considera la política como un suplemento del bíos, ya que tiene la capacidad de mostrar la desigualdad que ha producido su particular configuración y de pensar nuevas formas de reparto. En efecto, si la política es el lugar del litigio y del desacuerdo, el sujeto político es quien puede pensar otros modos de asignación, pero esta vez, asumiendo la igualdad como punto de partida. Es este sujeto político el que es capaz de reconocer como artificioso y artificial cierto modo de imposición de un reparto de lo sensible que la policía trata de conservar, haciéndolo pasar, en muchos casos, por un orden natural y validado de visibilización o invisibilización de los cuerpos. La tarea del sujeto que toma la palabra política a partir de su subjetivación, es la de sospechar de las invisibilizaciones, de quebrar su tendencia a la eternidad, y dar parte en el nuevo reparto a los que no tienen ninguna parte en la comunidad. Esta tarea implica hacer visible lo invisibilizado, hacer audible lo enmudecido, hacer presente lo ausente que ha dejado tras de sí un reparto desigual de lo común, pues, en efecto, la desigualdad policial sume los cuerpos, las palabras y las prácticas de aquellos que en la asignación de las sensibilidades parecen haber quedado fuera del espacio y del tiempo, es decir, en la oscuridad de la negación.

¿Y qué sucede con la biopolítica? Para introducir el problema diremos que: “(...) habría que hablar de ‘biopolítica’ para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al saber-poder en un agente de transformación de la vida humana (...)”.13 En esta aproximación al término, Foucault da cuenta del modo en que la vida entra en relación al ámbito político, en tanto elemento de cálculos y regulaciones del dispositivo saber-poder. La vida se constituye así como fundamento de lo político, ya que se despliegan regulaciones y tecnologías sobre la población a fin de administrarla. Se percibe a su vez en este pequeño extracto la aparición de la categoría de transformación, que da cuenta de un movimiento que, si bien no está explicitado, guardaría relación con la posibilidad de 13 Foucault, Michel. La voluntad de saber. Historia de la sexualidad. Buenos Aires: Siglo XXI, 2003, p. 173. 78

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subjetivación. En esta línea de reflexión, y al ser interrogado por el lugar que ocupa la biopolítica al interior de sus indagaciones sobre la filosofía política en general –y sobre el reparto de lo sensible en particular–, Rancière parece no situar su trabajo en el mismo dominio de análisis que Foucault, no de manera plena al menos. Esta distancia estaría dada, en principio, por el estatuto de los objetos de reflexión foucaultianos de los que se deriva su producción intelectual en torno a la biopolítica, ya que, según Rancière, el análisis de Foucault se enmarcaría dentro del esquema policiaco. Si nos atenemos a los cuerpos, las poblaciones y los discursos en relación al poder como materia de indagación foucaultiana, vemos que para Rancière, estos análisis se circunscriben ya dentro de un reparto determinado de lo sensible, que sería policial. De este modo, según Rancière, las indagaciones biopolíticas desarrolladas por Foucault no estarían situadas dentro de una estructuración política, sino dentro de un esquema policial, que ante la ausencia del suplemento político, asigna roles y funciones a los cuerpos y a las poblaciones a partir de sus relaciones con el poder. Es decir, el trabajo de Foucault desde la perspectiva rancieriana sería meramente descriptivo de las relaciones de poder. Y avanzando aún más en esta hipótesis, Rancière afirma que Foucault no parece haberse interesado por los modos de asignar un suplemento al bíos, es decir, por una subjetividad política como el modo de pensar otras posibles formas de reparto de lo sensible. Aún vislumbrando la posible distinción entre biopoder y biopolítica –que por lo demás le resulta confusa–, Rancière sitúa el pensamiento de Foucault del lado de la policía, y le arroga la imposibilidad de hacerse cargo de lo que él considera la subjetivación política en tanto litigante, al menos desde una perspectiva teórica. Si para Rancière el lugar de la política es el del desacuerdo, esto no puede ser tan claramente observado en el trabajo de Foucault, donde más que vislumbrarse litigios políticos, desde la perspectiva rancieriana, solo se abren dominios de análisis en los que el autor pone en evidencia modos de ser, formas de objetivación y de subjetivación, en los que la sensibilidad ya ha sido repartida. La intención de Foucault no sería entonces, para Rancière, la de mostrar modos de prácticas políticas, sino solo analizar las formas en que se estructura el presente desde su pasado, y cómo prácticas y discursos, a partir de su relación con el poder, inciden en las subjetividades. En esta línea, Rancière ve en el análisis de Foucault una suerte de clarificación de prácticas policiacas que evidencian modos de reparto de lo 79

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sensible divergentes del auténtico litigio y desacuerdo, es decir, de la política. Así, para Rancière, la tarea de Foucault sería la de mostrar los modos en que se constituye la realidad histórica –incluso de un modo genealógico a partir de sus rupturas– pero de ninguna manera la de situarse en el lugar del desacuerdo y la posibilidad de llevar a cabo una subjetivación política que reconfigure el mundo dado. Siguiendo con la reflexión, Rancière separa el análisis foucaultiano del poder en relación a la vida, de la disposición originaria del hombre como animal naturalmente político. En este sentido, dice: ]L]a idea de sujeto político, de la política como modo de vida que desarrolla una disposición natural característica de una especie viviente singular, no puede asimilarse a lo que analiza Foucault: los cuerpos y las poblaciones como objeto de poder”.14 El trabajo de Foucault, para Rancière, se aleja de la reflexión que ve en un momento fundacional una división al interior de la vida. Por el contrario, para él, el análisis de Foucault parece alejarse de toda asignación naturalista, ya que da cuenta de las relaciones de poder presentes tanto en los cuerpos individuales, como en las regulaciones que se producen sobre las poblaciones. No obstante, esto no basta para situar al pensamiento biopolítico foucaultiano del lado de la política, pues aunque esté separado del naturalismo, no despliega una verdadera subjetivación emancipatoria. Creemos que la ubicación del análisis foucaultiano que hace Rancière en un dominio policial implica, en principio, una delimitación de ámbitos de análisis. Pues como hemos visto, según Rancière, el trabajo de Foucault busca vislumbrar las prácticas y discursos que cimentan y emanan de la relación del poder con los sujetos, lo que implicaría ya una reflexión situada en una cuadrícula particular, que sería una asignación del reparto de las sensibilidades. Este reparto en tanto tal, para Rancière sería policial, y en esa asignación se desplegaría el trabajo foucaultiano, cuya tendencia sería mostrar un determinado orden de tiempos y espacios, analizarlo, evidenciarlo, exponer sus ramificaciones, develar sus efectos, pero en ningún caso hacerse cargo de una subjetividad política o erigir un momento litigante y emancipatorio sobre tal.

14 Rancière, Jacques. ¿Biopolítica o política?, op. cit., p. 123. 80

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El problema de la subjetivación política Tal como hemos indicado, Rancière sitúa la reflexión foucaultiana sobre la biopolítica en un ámbito policial, pues esta sería un análisis sobre lo ya dado, y en este sentido, se alejaría del desacuerdo subjetivo que supone la política –que implicaría hacer evidente que la división de lo sensible es desigual y que su proyección invisibiliza y deja sin parte a ciertos sujetos al interior de la comunidad. La política para Rancière es, entonces, una tarea que no se agota en el diagnóstico, pues la subjetivación política tiene que ver precisamente con el desacuerdo, y con la reasignación de las sensibilidades desigualmente otorgadas a los cuerpos. En efecto, “La política es asunto de sujetos, o más bien de modos de subjetivación”15 y en este sentido, el punto de confluencia de la reflexión rancieriana sobre la política desemboca necesariamente en una práctica, pero no en cualquier práctica, sino en una subjetiva e individual, de carácter subversivo y emancipador. Ahora bien, para clarificar esta afirmación, es necesario vislumbrar que: Por subjetivación se entenderá la producción mediante una serie de actos de una instancia y una capacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuya identificación, por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de la experiencia.16 Es decir, que la subjetivación implica una reordenación de la asignación dada, una nueva forma de estructurar lo sensible a partir de los discursos que emergen de esta experiencia. En este punto nos parece interesante notar que el análisis de Rancière sobre la policía y la política no puede ser pensado por fuera de los márgenes del poder. En efecto, en el reparto de lo sensible policial, en el que se invisibilizan ciertos cuerpos, es posible ver prácticas y tecnologías de poder. Incluso, esto puede ampliarse al momento del desacuerdo, en el que operaría una suerte de visibilización de lo invisibilizado, que implica una inadecuación a un determinado reparto, con un carácter de resistencia disidente. No obstante, esto no implica que la reflexión rancieriana inscriba la práctica policial dentro de la institucionalidad, ya que para el autor, la policía no tiene que ver con un aparato represivo institucional, sino con el modo en que se distribuyen lugares y propiedades desiguales. Sobre esto dice Rancière:

15 Rancière, Jacques. El desacuerdo. Política y Filosofía, op. cit., p. 52. 16 Ibídem. 81

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Sin embargo, no identifico a la policía con lo que se designa con el nombre de ‘aparato de Estado’. La noción de aparato de Estado, en efecto, está atrapada en el supuesto de una oposición entre Estado y sociedad donde el primero es representado como la máquina, el ‘monstruo frío’ que impone la rigidez de su orden a la vida de la segunda.17 La policía no tiene que ver entonces con la represión estatal, sino con el modo en que los cuerpos son agregados o desagregados en el ámbito de lo común. En todo caso, al hablar de un cuerpo inscrito en un esquema policial o político, Rancière no alude al cuerpo en sentido foucaultiano, ya que, según él,”el cuerpo al que se refiere la ‘biopolítica’ de Foucault es un cuerpo objeto de poder, un cuerpo localizado en el reparto policial de los cuerpos y de las agregaciones de cuerpos. Ahora bien, esta cuestión no es la cuestión de la política. La cuestión de la política empieza en el momento en que se trata del estatuto del sujeto que es apto para ocuparse de la comunidad”.18 Entonces, a la vez que se distancia de la relación vida-poder que trabaja Foucault en la biopolítica, deslinda la posibilidad de un verdadero ejercicio de subjetivación político dentro del esquema foucaultiano, pues, “La subjetivación política produce una multiplicidad que no estaba dada en la constitución policial de la comunidad, una multiplicidad cuya cuenta se postula como contradictoria con la lógica policial”.19 Y esta multiplicidad contradictoria es, precisamente, lo que Rancière no encuentra en el trabajo de Foucault. A primera vista, podríamos indicar que este diagnóstico podría ser puesto en duda, pues la noción misma de biopolítica pareciera albergar en sí una posibilidad de resistencia, y en tanto tal, de emancipación. Y esto más aún, cuando tenemos en cuenta que para Rancière la emancipación producto de la subjetivación política es “siempre local y ocasional”, 20 tal como la resistencia foucaultiana. Sin embargo, para Rancière esto no parece estar tan claro, pues para él son las categorías de biopolítica y de biopoder las que cimentan en principio la confusión. Al respecto, podemos decir que si bien la referencia al biopoder y a la biopolítica, en principio, parece ser indistinta en el trabajo de Foucault, con el tiempo se cimenta una distinción que separa la primera de la segunda. En efecto, mientras que el biopoder tendría más que ver con el 17 Ibídem, p. 44. 18 Rancière, Jacques. ¿Biopolítica o política?, op. cit., p. 123. 19 Ibídem. 20 Rancière, Jacques. El desacuerdo. Política y Filosofía, op. cit., p. 173. 82

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poder que administra y regula la vida, la biopolítica se centraría en la posibilidad de creación y resistencia que brinda ese mismo arte de gobernar. Ahora bien, la diferencia entre biopoder y biopolítica no es tan evidente para Rancière, lo que lo lleva a deslegitimar los numerosos trabajos que tienen como punto de partida este deslinde. En efecto, Rancière afirma que la noción de biopoder es clara en la reflexión de Foucault, mientras que la de biopolítica, al contrario, presenta ciertas confusiones que han derivado en un uso extendido de esta categoría, que sería ajeno al pensamiento del propio Foucault.21 De este modo, para Rancière, las nociones de biopoder y biopolítica irían en una misma línea dentro de la reflexión de Foucault, que no sería para nada la de la subjetivación política: Si Foucault pudo hablar indiferentemente de biopoder y biopolítica, es porque su pensamiento de la política se construye en torno a la cuestión del poder, porque nunca se ha interesado teóricamente por la cuestión de la subjetivación política.22 En este momento nos permitimos sostener que esta concepción rancieriana tendría como punto de partida una comprensión estrecha de la noción de poder en Foucault. Si pensamos el poder como meramente represivo, el esquema policial se hace patente en cada análisis de Foucault relativo a la biopolítica. Sin embargo, si recordamos que el poder no solo dice no, sino que produce, y que en tanto tal está anudado a la resistencia, a la libertad y a la subjetividad, sería posible pensar la etapa biopolítica de Foucault como una estética de la existencia. La resistencia no es solo un contrapoder, sino la posibilidad de pensar y

21 Con esta apreciación Rancière se refiere principalmente a Agamben, a quien acusa de ontologizar la biopolítica a partir de la influencia de Heidegger. En este sentido, creemos que la crítica de Rancière tiene un fundamento sólido al mostrar que Agamben introduce una dimensión ontológica al extender la forma biopolítica a la totalidad de la política en Occidente, haciendo desaparecer la inmanencia histórica que presenta el análisis de Foucault. Otro de los puntos de crítica es la unión de la biopolítica a la noción de soberanía, lo que contradeciría la reflexión del propio Foucault. Estas referencias pueden extenderse, en mayor o menor medida, a aquellos otros pensadores, aparte de Agamben, que han continuado trabajando en biopolítica, como por ejemplo Antonio Negri y Roberto Esposito. Véase Negri, Antonio y Hardt, Michel. Commonwealth. El proyecto de una revolución del común. Madrid: Akal, 2009, p. 74 y ss. 22 Rancière, Jacques. ¿Biopolítica o política?, op. cit., p. 124. 83

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crear algo nuevo, de salirse de la dicotomía poder-contrapoder para generar otra opción que sería un modo de subjetivación de carácter ético. En una entrevista del año 1984, podemos leer lo siguiente: Es solamente en términos de negación que hemos conceptualizado la resistencia. Tal como usted la comprende, sin embargo, la resistencia no es solo una negación: es proceso de creación; crear y recrear, transformar la situación, participar activamente en los procesos, esto es, resistir. Foucault responde: Sí, es así como yo definiría las cosas. Decir “no” constituye la forma mínima de resistencia. Pero, naturalmente, en ciertos momentos eso es muy importante. Hay que decir no y hacer de ese no una forma decisiva de resistencia.23 Rancière pareciera no atender entonces a la productividad del poder en tanto resistencia, pues para él la totalidad del despliegue filosófico de Foucault en torno a la biopolítica se encuentra dentro de una asignación policial. Y esto porque, según él, la noción de biopoder vendría a dar cuenta de la relación entre vida y poder como un modo de hacer patente un reparto policial de lo sensible, tanto a nivel individual como poblacional, todo esto sin un suplemento, es decir, en un marco policial. La posibilidad de subjetivación política queda completamente erradicada de este esquema, pues según Rancière, abordar esto teóricamente no habría sido materia de interés para Foucault. Ahora bien, creemos que este primer momento de distancia que emprende Rancière respecto al trabajo de Foucault, y que dice relación con el problema de la subjetivación política, puede presentar algunos problemas. En efecto, el hecho de indicar tajantemente que Foucault no se interesó por la subjetivación política a nivel teórico, trae aparejados algunos inconvenientes conceptuales. El primero de ellos tiene que ver con el modo en que el propio Foucault percibe su trabajo en sus últimos años. Esta referencia se encuentra en un texto publicado en el año 1983,24 donde dice:

23 Foucault, Michel. Dits et écrits IV, p. 741. Citado por Lazzarato, Maurizio. Du biopouvoir à la biopolitique. En: Multitudes. Biopolitique et biopouvoir, num. 1, Paris, 2000, p. 56 (la traducción es nuestra). 24 Este trabajo fue publicado como epílogo a la segunda edición en inglés del texto Michel Foucault: beyond structuralism and hermeneutics, de Dreyfus y Rabinow, editado por Chicago University Press. En español: Dreyfus, Hubert y Rabinow, Paul. Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Buenos Aires: Nueva Visión, 2004. 84

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Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos (…) Por lo tanto, no es el poder, sino el sujeto, el tema general de mi investigación.25 Es posible ver de este modo que es el propio Foucault quien acerca su trabajo al sujeto, y sobre todo a partir de sus reflexiones sobre la sexualidad, se preocupa expresamente por la subjetivación, es decir, por “los modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos”.26 Rancière reconoce que en esta etapa de Foucault hay un claro despliegue de la subjetividad, pero lo atribuye solo al ámbito de la sexualidad en relación al poder, lo que lo lleva, una vez más, a pensar el trabajo de Foucault inmerso en un reparto policial de lo sensible. No obstante, hay que tener en cuenta que la reflexión sobre el poder en Foucault es esencial para comprender la subjetivación, pues da cuenta del modo en que los sujetos se relacionan y resisten al poder, y no solo en el ámbito de la sexualidad, sino en todos los demás. Según Etienne Tassin,27 el trabajo de Foucault sobre la subjetivación atraviesa dos momentos que es posible diferenciar. El primero de ellos vinculado a las relaciones de poder y los modos de sujeción que se instauran al interior de los sujetos. En este primer momento, la subjetividad estaría unida a los modos de dominación y vigilancia que constituyen al sujeto como tal. Ahora bien, es la hipótesis del poder como creador de resistencias la que daría paso a un segundo momento. Este segundo momento tiene que ver con la posibilidad con que cuentan los sujetos de autotransformarse a partir de su actuar. Esta reflexión está inserta en el marco de la sexualidad, que dice relación con los usos de sí que puede hacer el sujeto, que reconfiguran su relación consigo y con los demás. A partir de lo anterior, sería posible pensar que la reflexión de Rancière sobre la ausencia de la subjetividad política entre los intereses de Foucault estaría equivocada. En efecto, es Foucault quien desprende su análisis del poder del interés que tiene por pensar la 25 Foucault, Michel. El sujeto y el poder. En: http://www.philosophia.cl/biblioteca/Foucault/El%20sujeto%20y%20el%20poder.pdf p. 3. [Recuperado 17.10.2013] 26 Ibídem. 27 Tassin, Etienne. De la subjetivación política. Althusser/Rancière/Foucault/ Arendt/Deleuze. En: Revista de Estudios Sociales. Universidad de los Andes. Agosto 2012. [Recuperado 15.10.2013] 85

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subjetividad. A su vez, creemos que precisamente son los procesos de subjetivación –a partir de los que el individuo se apropia y hace uso de sí mismo– los que permitirían un verdadero pensamiento del afuera. Solo a partir de una reapropiación de carácter ético, el sujeto puede pensar y pensar-se de otro modo, rompiendo las estructuras que lo sujetan y lo objetivan. Ciertamente –y en esto concordamos con Tassin– Foucault nunca se interesó por una subjetivación política que partiera de la igualdad, y que tuviera que ver con un reparto de lo sensible. En efecto, el tema de la comunidad política no fue particularmente abordado en torno a los procesos de subjetivación. Tal vez la clave esté en analizar qué es lo político en estos autores, y ahí podría verse que, efectivamente, no es solo la subjetivación política lo que atrajo la atención de Foucault, sino la subjetividad en general, unida siempre a una perspectiva ética. Esta relación de la subjetividad con el poder es lo que le permite a Rancière pensar que el trabajo de Foucault se aleja de un verdadero ejercicio político, pues exilia el momento del desacuerdo al mostrar el modo en que actúa el poder. No obstante, y esperamos haber podido mostrar esto, creemos que esta afirmación debe ser al menos matizada y repensada, pues hay numerosos elementos que permitirían afirmar lo contrario.28

A modo de conclusión: ¿Política o biopolítica? Para finalizar, retomamos el nombre de la entrevista: “¿Política o biopolítica?” es el nombre de este diálogo que emprenden Alliez y Rancière, y que desde el principio, da cuenta de una disyuntiva que, creemos, es posible pensar con detenimiento al punto de ponerla en duda. Esperamos con este trabajo, al menos haber iniciado el camino en este proceso. En este sentido, y respecto a la disyunción que se hace presente desde el principio del diálogo, podemos decir que si bien Rancière muestra aquellos elementos que le permiten pensar la obra de Foucault como parte de un reparto de lo sensible policial, creemos que esta afirmación merece al menos ser reconsiderada. En efecto, el hecho de alejar a la obra de Foucault de la subjetividad política nos parece un tanto apresurado, e incluso, poco generoso con su trabajo. Sobre el despliegue analítico rancieriano respecto a las desigualdades que se hacen presentes en la repartición de las

28 Véase Lazzarato, Mauricio. Une lecture parallèle de la démocratie: Foucault et Rancière. En: http://uninomade.org/lebensformen/lazzarato-enonciation-etpolitique/ (Citado por Etienne, Tassin). 86

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sensibilidades al interior de la comunidad, podemos decir que es una reflexión que presenta interesantes aristas, y que el requerimiento de una subjetivación política anclada en la emancipación se transforma en un elemento clave para pensar la política actual. En este marco analítico es posible vislumbrar la biopolítica desde una perspectiva policial, esto es, desde una particular relación con el poder, que para Rancière implica ya una asignación de lo sensible. Y en este sentido, no nos parece del todo errada la posibilidad de pensar –desde el esquema rancieriano– la biopolítica como una relación particular del poder con la vida, lo que produce una serie de dispositivos, tecnologías y regulaciones. No obstante, y en este contexto, lo que sí nos parece un tanto estrecho, es desconocer el lugar que tiene la subjetivación en este proceso, pues aunque Foucault no hable de policía o política en el mismo sentido que Rancière, y no apellide a la subjetividad con el calificativo de “política”, creemos que esto no es suficiente para desconocer el lugar que el sujeto, la subjetividad y sus procesos, tienen al interior del trabajo foucaultiano. En este sentido, nos atrevemos a decir que la expulsión de la subjetividad política de la reflexión foucaultiana tiene como fuente principal la equiparación total entre biopoder y biopolítica a la que alude Rancière. Si bien en un primer momento, tal como lo indicamos, Foucault usa de manera indistinta estos dos términos –biopoder y biopolítica– al final de su trabajo habría una distinción que evidenciaría la importancia de la subjetividad y de los usos que el sujeto puede hacer de sí a partir de la resistencia y la creación como parte de un despliegue biopolítico. De esta manera, creemos que sería fundamental un reconocimiento de los momentos por los que atraviesa la noción de biopoder –pero sobre todo la de biopolítica– al interior del trabajo de Foucault, lo que le permitiría a Rancière reconsiderar sus afirmaciones en torno al desinterés teórico de Foucault por la subjetivación política. A su vez, sería interesante recordar el uso que hace Foucault de la noción de ‘desigualdad’ en las relaciones de fuerza, que se encuentra presente como inductora de estados de poder. Si bien la desigualdad en este punto no tiene que ver directamente con un reparto de lo sensible, sí participa en la estructuración de una racionalidad que da por resultado un estado de poder con una particular visibilización de los cuerpos. Es precisamente en la parte denominada “Método” de La voluntad de saber –el primer volumen de la Historia de la sexualidad– donde Foucault hace la siguiente afirmación: “donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor por lo mismo), ésta nunca está en 87

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posición de exterioridad respecto del poder”.29 Es decir, que donde hay poder hay resistencia, porque en última instancia, lo que resiste es la vida, y en este sentido, en términos rancierianos podemos decir que ante un reparto policial de lo sensible, estaría presente siempre la posibilidad de una práctica política. En efecto, si Rancière ve la biopolítica como un reparto policial, siempre está la posibilidad de libertad y de creación que trae consigo el poder, pues donde hay poder hay resistencia, lo que permitiría una práctica política emancipatoria. Con esto queremos decir que no creemos que sea tan claro el lugar de la biopolítica en un ámbito policial, y que en este sentido, preferimos situar esta noción a medio camino entre policía y política, pero más cercana a esta última. De todas maneras, sostenemos que la riqueza de la entrevista de Alliez a Rancière permite poner en cuestión la noción de biopolítica, ejercicio, a nuestro juicio, necesario, para ensayar un balance de la categoría hoy. En esta dirección va la crítica que Rancière hace al trabajo de Agamben, al que caracteriza como una biopolítica “ontologizada”. Si bien no desarrollamos esto con profundidad, nos parece importante abordar desde la perspectiva foucaultiana las posteriores reflexiones sobre biopolítica, no con un ánimo purista, pero sí con la intención de delimitar conceptualmente esta noción, lo que quizá dé por resultado nuevas categorizaciones. Para finalizar, insistimos en la idea de que, al interior del trabajo de Foucault no habría una contraposición excluyente entre política y biopolítica, ya que finalmente, el poder que se ejerce sobre la vida lleva en sí mismo la posibilidad de resistencia. En efecto, el elemento que resiste es la vida, y en este sentido, es la que nos permite pensar y actuar de otra manera, y en última instancia, ser otros que nosotros mismos. Porque como indica Foucault: “mostrar las determinaciones históricas de lo que somos es mostrar lo que hay que hacer. Porque somos más libres de lo que creemos, y no porque estemos menos determinados, sino porque hay muchas cosas con las que aún podemos romper “para hacer de la libertad un problema estratégico, para crear libertad. Para liberarnos de nosotros mismos”.30 Quizá la propuesta biopolítica para Foucault tenga que ver con una apuesta ética, con la posibilidad de autoesculpirnos, pero esto de todos modos, es una forma de emancipación.

29 Foucault, Michel. La voluntad de saber, op. cit., p. 116. 30 Citado por Miguel Morey en la Introducción de: Foucault, Michel. Tecnologías del yo. Y otros textos afines. España: Ediciones Paidós Ibérica, 1990, p. 44. 88

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