Entre los modelos y los estereotipos, la diferencia de mentalidad y la posibilidad de convivencia

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Descripción

CRISTIANISMO,

ISLAM Y MODERNIDAD II Congreso de TeologÍa de la Facultad de TeologÍa de Granada

Iosé Luis Sánchez Nogales Iosé SerafÍn Béjar Bacas Pablo Ruiz Lozano sj (eds.)

Cristianismo, Islam y Modernidad (tr CoNcnnso DE Tborocín DE LA F¡,curraD DE TEorocÍl »n Gn^LN.lon)

J.

L.

Sánchez Nogales, J. S. Béjar Bacas, P. Ruiz Lozano sj, eds.

Título: Cristianismo Islam y Modernidad. Actas del II Congreso de Teología de la Facultad de Teología de Granada (10-12 de febrero de 2010). Editores literarios: José Luis Sánchez Nogales. José Serafín Béjar Bacas. Pablo Ruiz Lozano sj.

Primera edición: maruo, ZOlt

O 2011, Facultad de Teología de Granada @ 2011, Fundación Santa María

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Printed in Spain

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Impreso en Españ

ISBN: 97 8-84-921632-9 -8 Depósito Legal: GR 349-2011

Facultad de Teología de Granada Prof. Vicente Callao, 15 - E18011 GRANADA Apartado de correos, 2002 - E18080 GRANADA

de

Entre los modelos y los estereotipos, la diferencia de mentalidad y posibilidad de convivencia Nicolás Roser NeboL Universidad de Málaga.

1. OccroBNTE Y LA

PLT,JRALTDAD

Uno de los problemas estructurales de occidente es su intansigente negación de la pluralidad. Desde sus inicios, en la Edad Media y en su enfrentamiento con el islam, ha impedido a los ciudadanos de sus sociedades el hecho de poder gozar de una pluralidad de ideales y de proyectos de vida. Es esa misma oposición la que se alza hoy mismo como obsáculo infranqueable ante la solución de los problemas sociales derivados de la inmigración desde oüos ámbitos de civihzación como el islam. Parece que, en principio, para occidente no se puede ser musulmán y occidental, shintoísta y occidental, judío y occidental. Se debe ser occidental con algún tinte oriental o exótico, pero irresolublemente occidental en obra y pensamiento. Todas las demás civilizaciones contemplan la existencia de minoías plurales en su seno, con excepción de occidente, cuya historia podría ser denominada como la historia de la exclusión. De hecho, una de las tesis del orientalista francés Régis Blachére (1890L973), expresada en su biografía de Mahomar, explica la condición de ex-

¡ Bucninr, RÉc¡s (1952): k

probléme de Mahomet, hesses Universitaires, Paris.

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cluidos de la salvación y de la civilización que sufren los musulmanes, es decir, los no judíos y los no cristianos, en un primer momento, hasta el advenimiento del islam entre los árabes. Blachére retoma un argumento bíblico caro a los judíos y a los cristianos con respecto a los musulmanes, que no es otro que la expulsión, más bien eI abandono, que realiza Abrahán de su mujer Agar y de su hijo Ismael, ancestro de los iírabes, por indicación de Dios en la Biblia, ya que la ahanza divina debía ser, según la Biblia, con su hijo Isaac, el ancesfto de los hebreos2. Según la teoría de Blachére, los musulmanes están excluidos del plan divino, religioso y de civilización, por voluntad directa de Dios. Así el islam aparece y se presenta, con decidida voluntad y plena convicción de Mahoma -según Blachére-, como una repulsa a esta exclusión y una vindicación del derecho de los no judíos y no cristianos a formar parte del plan de salvación. Pero esa vindicación tiene unos resultados negativos porque, ya lo ha decidido Dios, y los no cristianos y no judíos no tienen ni derecho ni posibilidades de ser admitidos como elementos agentes en la historia de la salvación y de la civilización, incluso a pesar de que los acontecimientos históricos demuestran todo lo contrario, al menos en el plano de la civilización. Y esta postura desdice de la grandeza de occidente y de sus indiscutibles logros en el avance de la humanidad hacia un estadio de vida mejor y de desarrollo en todos los planos. Occidente debe aprender la lección de la pluralidad en el sentido de permitir la existencia de otras mentalidades en su seno. Eso no le perjudicará. Por el contrario le reforzará y le aportará a sus presupuestos de civilización una legitimidad de la que hasta hoy carece ante los pueblos y las personas no occidentales. Entre los pensadores occidentales, o con los supuestos pensadores occidentales, parece existir la premisa de no fiarse de la argumentación, de las situaciones o de las apoías que les plantean los textos y los pensadores musulmanes. A primera vista, es algo que sorprende mucho. Pero si se tiene en cuenta que en muchos de los planteamientos occidentales acerca del islam se produce una cierta manipulación, con silencios y rodeos hasta cierto punto premeditados, se puede comprender cómo, al encararse en un debate con los musulmanes están convencidos de que la argumentación de éstos adolece de la misma estrategia y no la aceptan, no por ser errónea o no convincente, sino porque presumen la existencia de silencios y rodeos que no pueden captar y en los que se halla el punto débil de dicha argumentación, al igual que ocure con la suya. Es esa presunción de que el islam o sus planteamien-

2

Génesis,2L,9-21.

3M

tos no pueden ser tan perfectos, o con esa nítida intención de pureza y autenticidad, una de las dificultades que se yerguen como obstáculo principal a la aceptación, no ya del islam como sistema de pensamiento, sino del propio debate intelectual entre occidentales y musulmanes. Los musulmanes, por su parte, no tienen, o no debeían tener, ninguna reserva en aceptar para el debate ninguna aseveración, incluidas aquellas desprovistas de argumentación lógica o de demostración empírica. Lo único que deben exigir es poder tener presencia en el debate y que su postura y atgumentación puedan ser conocidos con el fin de que sean valorados por los lectores o los oyentes, y éstos puedan decidir la validez o no de las opiniones, musulmanas o no, con respecto aI islam. Por 1o tanto, habría que condenar cualquier censura en cuanto a poder expresar los contenidos islámicos en cualquiera de los campos de conocimiento o de üda en los que ésos se sitúan. En este sentido, el principal problema que tienen los musulmanes a la hora de poder exponer sus presupuestos doctrinales y de actuación está en su ausencia de los foros de debate y de análisis sobre el islam. Esta ausencia viene impuesta por varias causas, las principales se hallan en la desidia o el interés negativo que tienen en ellos los supuestos líderes sociales e intelectuales de los musulmanes, la relativa falta de formación de éstos en las propias cuestiones islámicas {esde un punto de vista académico, pero también de manejo de los esquemas de conocimiento propios de la tradición y civilización islámicas- y, sobre todo, por su quasi-exclusión de dichos foros de debate y análisis, incluidos los medios de comunicación, por parte de sus moderadores. Ello convierte a los musulmanes en el convidado de piedra de las discusiones sobre el islam y a los medios de comunicación y sus actores en los forjadores de las nociones que, sobre el islam, circulan en la sociedad, incluidos los propios musulmanes: "Lo que parece importante señalar, dentro del Eatamiento público de estos dos "affaires" (Fallaci y Houellebecq), no es tanto la islamofobia de los autores (que ya se había señalado), sino la quasi-invisibilidad de argumentadores musulmanes. El debate polémico nunca se ha constituido sobre los prejuicios que sufren las víctimas (los musulmanes), sino sobre "la" norma definida unilateralmente por los intelectuales medidticos: aquello que se puede o no decir sobre el islam"3.

Aunque también es sintomático que, al menos en España, los musulmanes no hayan sido capaces de establecer y potenciar foros de debate y de análisis que puedan convertirse en lugares de referencia y consulta en lo referente al islam y los musulmanes.

3

Grtssrn, VrNcrNr (2003):

It

nouvelle islamophobie, La Découverte, Paris, 47.

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2. Moneros DE coMpRENSróN v ESTER"EorIpos DE coNFRoNrAcróN El profesor Zthayr al-Wasini dice en una obra suya acerca del conocimiento y Ia relación con los otros que no pertenecen a nuestro grupo: "Hay algo fundamental que debemos tomar como punto de partida: El ser humano acostumbra a construir sus ideas sobre una lógica normativa (de modelos o módulos). En la mayoría de las ocasiones emitimos un juicio sobre las cosas no después de haberlas visto sino con anterioridad a ello, porque partimos de juicios que se forman en nuestras mentes a través de la cultura a la que pertenecemos" a

Tal es el punto de partida de nuestra percepción de quienes no comparten ni nuestra cultura ni nuestra formación. El error sólo está en no validar estos modelos hipotéticos con la realidad y modificarlos -{ conseryarlos intactossegún los datos que ésta nos aporta. Y la actitud más habitual es la no validación de los modelos hipotéticos acerca de los demás, lo que induce a apreciaciones erróneas y, en consecuencia, a comportamientos que pueden derivar a situaciones conflictivas. En todas las sociedades y culturas existen esos modelos hipotéticos del otro. Forman parte de la propia cultura y, hasta cierto punto, suponen una reafirmación de la personalidad diferencial de una cultura y sociedad con respecto a otra y también garantizan un punto de partida para las relaciones con personas a la misma cultura y sociedad, al proporcionar unas referencias de base sobre las que construir una relación con ciertas probabilidades de éxito. El problema surge cuando esos modelos hipotéticos del otro se forman a partir de tergiversaciones de la realidad. Cuanto mayor sea el grado de tergiversación de la realidad del otro, mayores serán las dificultades de relación y habrá un riesgo más elevado de fracaso en las relaciones establecidas entre personas y grupos de diferente condición cultural y social. Por ello se hace preciso que los datos que tenemos de la realidad de los demás sean, si no exactos, sí, al menos, 1o i'nás objetivos posible, pues cualquier relación, sea del tipo y del signo que sea, sólo tendrá provecho, para quien la establezca, si parte de realidades y no de ficciones, por muy realistas que aparenten. Dentro de este marco de reflexión y dentro de las relaciones de España con el islam, hay un punto capital que viene desde antiguo y sería muy conveniente dilucidar de una vez por todas. Este punto es la forma en que se debe aceptar la herencia isl¡ámica en la historia y la sociedad españolas.

{

WÁsrNI, ,l'r-, Zunnvn (1998): Qatl al- 'arabi (surat al- 'arabi fi wasa'il al-i'lam al-garbiyya) "Mata¡ al árabe (la imagen del árabe en los medios de comunicación occidental)", al-Chara'a,

Tánger, n'38, p. 74.

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En relación al islam, los españoles o quienes vivan en España de entre los cristianos, en particular los intelectuales y los responsables de la educación y de los contenidos culturales de los medios de comunicación, deben reconocer la herencia isliámica y árabe (puesto que con la judaica ya 1o han hecho a través de su propia tradición religiosa reahzada por la Iglesia católica) y asimilarla de la misma manera que han reconocido y asimilado, a su manera, la herencia latina, griega y de otros pueblos como los vascos, los íberos y los celtas, pero también franceses y alemanes. Y la herencia latina y griega resulta un buen ejemplo para ello, pues los cristianos en España no tienen ningún reparo en reconocer su deuda con esas culturas y su pertenencia, en ciertos aspectos (incluido su adhesión al cristianismo que es una herencia romana y griega y no judía, ya que su versión del cristianismo es la versión griega y romana del mismo, pero no la versión semita cuyos trazos vemos en el evangelio de Mateo y en el conflicto generado en el primer concilio de Jerusalén) y el valor de la mismas, incluso si no comparte, grosso modo,las creencias religiosas de esos pueblos predecesores suyos en lo cultural, pero no en 1o étnico. De la misma manera deben reconocer y aprender a valorar el islam en sus realizaciones culturales y de civilización sin por ello sentirse compelidos a tener que abrazar las creencias islámicas. Ser equitativo en la valoración de los logros culturales, sociales y en el mundo de las ideas que ha llevado a cabo el islam no precisa del corolario de la conversión a sus presupuestos ideológicos, si se considera que existen otros más adecuados a la mentalidad y circunstancias de quien juzga el islam en su realidad histórica. Precisamente ha sido y es esa suspensión del juicio en la valoración del islam de forma equitativa lo que produce ese malestar y esa islamofobia, al menos relativa, que parece rodear los comentarios y los análisis de quienes tratan cualquier tema relativo a[ islam en este país. Y, por supuesto, ese juicio ponderado sobre el islam no tiene por qué, ni debe, estar exento de críticas a los sucesos de la trayectoria del islam y de sus sociedades e individuos. Pero esas críticas deben ser lógicas y racionales y, por tanto, moverse en unos parámetros que hagan de esas críticas elementos para una más justa valoración del islam, en el caso de lo nos musulmanes, y un motivo de reflexión para los musulmanes que les empuje a la autocútica, la rectificación y la enmienda. Lo que no conviene en absoluto, como hasta ahora ha sucedido, es que esas supuestas críticas se conviertan en cauce de todas las manías y de todos los rencores hacia el islam y los musulmanes, por no ser de la manera en que los que no son musulmanes quisieran que fuesen tanto el islam como los musulmanes. 307

El desencuentro entre Occidente y el islam proviene, desde la vertiente occidental y como causa principal, de la imposibilidad de Occidente de acceder a los conceptos ideológicos que dan forma al islam, porque una parte importante de los supuestos especialistas en el islam
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