Entre lo rural y lo urbano: Duarte

July 22, 2017 | Autor: Daniel Páramo | Categoría: Violence, Public Health, Urban Sociology
Share Embed


Descripción

ENTRE LO RURAL Y LO URBANO, DUARTE Daniel Páramo Castillo 2° Foro Internacional sobre Multiculturalidad Universidad de Guanajuato, septiembre 2011, Celaya, Gto.

RESUMEN Ubicada a 16 kilómetros de distancia de la cabecera municipal Duarte es la mayor y probablemente más antigua comunidad rural del municipio de León. Su carácter rural está en transición pero no conforme a criterios administrativos ni estructurales, sino como consecuencia de un profundo cambio iniciado por emigrantes internacionales e intensificado por los estudiantes foráneos, los trabajadores que migran pendularmente, los productores ya no primarios sino de autoconsumo y con ellos una vivencia de la pobreza tan peculiar como extendida, y particularmente los jóvenes pandilleros y consumidores de drogas. En esta nueva geografía cultural las mujeres tienen un destacado papel preservando la cultura originaria, y los hombres como actores y víctimas. Todas estas identidades, ninguna de ellas exenta del conflicto, así como los procesos sociales en los que se inscriben, modifican la configuración cultural de la comunidad en sintonía con lo que se ha llamado urbanización global. Este análisis fue realizado con base en una extensa inclusión en la comunidad compuesta por un diagnóstico de salud, dos encuestas, entrevistas, observación participante y revisión bibliográfica.

PALABRAS CLAVE: ruralidad, urbanización, construcción de la identidad

Adscripción: Departamento de Ciencias Aplicadas al Trabajo, U.G. Cuerpo Académico Salud Ocupacional

Mesa de trabajo: Diversidad cultural: identidades y territorio

ENTRE LO RURAL Y LO URBANO, DUARTE

En el presente trabajo se presentará un panorama de los diferentes criterios que se han propuesto para definir lo rural y lo urbano, sin omitir señalar las problemáticas teóricas y conceptuales que pueden traer algunas de ellas. Posteriormente se realizará una revisión de las características que podrían categorizar a Duarte, la comunidad de 5,785 habitantes situada a 16 kilómetros al sur de León, Guanajuato, ya como localidad urbana o ya como rural. La tesis que subyace a este trabajo es que al margen del criterio administrativo del tamaño poblacional que define a Duarte como un espacio urbano, sus características internas lo mantienen en una definición de rural, y el efecto de esto es una subordinación al modo urbano-industrial con desmedro para Duarte, tal y como ha ocurrido y sigue pasando entre campo y ciudad. Es decir, que está en una urbanización nunca completa pero sí muy siniestra que genera marginación, mano de obra barata, violencia, malas condiciones de salud y educativas, entre otras.

CRITERIOS PARA DEFINIR LO RURAL Y LO URBANO

La perfecta dicotomía que conformaban los conceptos de rural y urbano se encuentra en crisis. La delimitación entre uno y otro ámbito nunca ha sido del todo categórica y definitiva, y a esto se le suma el agravante de que hoy en día el espacio rural está cada vez más penetrado cultural y territorialmente, por el urbano. Incluso la polaridad entre las denotaciones alternativas de la Real Academia para ambos términos puede ser hoy objeto de duda. Así, lo urbano ya no es necesariamente lo cortés, atento y de buen modo si se tiene en mente la noción de la ciudad como la jungla de concreto, ni lo rural es lo inculto y tosco dentro de la nueva ruralidad promovida en los noventa, por ejemplo.

Fue quizá en el siglo cuarto a. de C. cuando el espacio urbano se diferenció del rural al concentrar a grupos humanos que no estaban dedicados exclusivamente a la agricultura. En esos lugares se practicaron actividades ligadas a la administración, intercambio y redistribución de bienes, y actividades artesanales (Johnson, 1980), todo lo cual imprimía su marca en el territorio y modificaba indeleblemente el paisaje haciéndolo distinto del

rural (Unikel, 1975). Pero aunque la distinción fuera sensible, los criterios de demarcación nunca han sido definitivos pues dependen de la realidad socioeconómica de la región, y pueden ser de tipo administrativo o del modo de vida. En cualquier caso “la división entre la población rural y la urbana es necesariamente arbitraria” (ONU, 1952 apud Puyol, 1988).

Los criterios administrativos son los más contundentes por ser de naturaleza cuantitativa, y son también los más arbitrarios y los que tienen mayor influencia en la vida de las personas dado que son los que proceden y actualizan la función de gobierno. El más usado de ellos es el de la población total; para algunos países un territorio se convierte en urbano cuando sobrepasa los 200 habitantes como en Suecia o Dinamarca, los 10,000 en España o las 30,000 en Japón (ONU,1977 apud Unikel, 1975). También se utiliza la densidad poblacional, aunque menos y probablemente con más potencial de controversia si se tiene en cuenta que algunas zonas rurales de China o del Mediterráneo, por ejemplo, tienen hasta a 1,000 personas por km2.

Un género especial de criterios administrativos son los llamados funcionales. Para ellos la presencia una cualidad hace que una localidad pase a ser urbana. El más aceptado es la existencia de alguna función administrativa o de gobierno de nivel federal o regional, como ocurre en la república Mexicana en las cabeceras municipales, en Egipto, Hungría y Reino Unido (Puyol, 1988). También lo hace la existencia de nodos y cruces de caminos comerciales, o la vocación industrial (cfr. Ratzel, Richtofen apud Capel, 1975), robusteciendo la relación de mutua dependencia entre campo y ciudad. Weber agregaría que la función militar es propia y característica del espacio urbano, y casi inexistente en el rural (Capel, 1975). En contraparte, el que la mitad o las tres cuartas partes de la población económicamente activa –según el país de que se trate— se dedique a labores agrícolas haría automáticamente que su localidad sea considerada rural (Villalvazo, 2002).

Los criterios culturalistas tienen estrecha relación con los administrativos. Dado que desde esta perspectiva el espacio es un producto social, se centran más en la población que en el territorio, en general, y en modos de vida en particular. Así, para algunos lo que importa de la densidad de población no son los números absolutos sino el efecto que esto

tiene en los modos de vida. Ya Durkheim había previsto que el elevado número de habitantes en un mismo núcleo producía diferencias radicales en los estilos de vida respecto a la población rural, principalmente por la heterogeneidad y la división del trabajo inherentes (Villalvazo, 2002). Otras diferencias se concretan gracias a la mayor interrelación social posible en la ciudad, pero que además de densa suele ser más superficial, utilitaria y transitoria y esto a su vez genera individualismo; por el espíritu de competencia, alta movilidad y debilitación de las relaciones familiares (Wirth apud Capel, 1975). Dos principios más del modo de vida distinguen con simpleza y elegancia ambas esferas: para Deffontaines y Brunhes la población urbana pasará gran parte de su tiempo en aglomeraciones, en el otro extremo, en la rural casi todos los desplazamientos funcionales se hacen a pie (P. George, apud Capel, 1975).

Más allá de las relaciones y procesos sociales, en la misma estructura socioeconómica y en los modos de producción se pueden fijar los criterios que distingan en este caso a la cultura preindustrial o incluso precapitalista, de la urbanización en donde imperan el intercambio de mercancías, la economía monetaria y el individualismo. Entonces se tendría que hablar de grados de urbanización, o sea, de penetración de esta cultura o modos de vida industriales; “lo rural serían apenas unos intersticios, fuera de la marcha de la civilización” (Baigorri, 1995).

Un último paradigma, el estético, tan poco categórico como afortunado, fue formulado por H. Dörries para quien el espacio urbano se caracteriza por "su forma más o menos ordenada, cerrada, agrupada alrededor del núcleo fácil de distinguir y con un aspecto muy variado, acompañada de los elementos más diversos" (Capel, 1975).

Los diferentes

criterios y sus características se sintetizan en la tabla número 1.

(Insertar aquí la tabla 1)

Para México el INEGI delimita lo urbano de lo rural con el único criterio de 2,500 habitantes en una misma localidad. Es así desde el censo de 1930, una década antes era de 2,000 y en 1910 por única ocasión fue de 4,000. CONAPO por su parte agrega que esta

cantidad de personas viven distribuidas en asentamientos dispersos y por tanto hay una baja relación entre cantidad de habitantes y la superficie que ocupan, además de que predominan actividades primarias y niveles bajos de bienestar y de nivel de vida (CONAPO, 1994).

PROBLEMATIZACIÓN Como se puede ver, el criterio de demarcación que propone CONAPO combina elementos cualitativos con cuantitativos. En este espíritu Luis Unikel en 1975 propuso un conjunto de ocho variables: población total, la presencia de porcentaje de población económicamente activa dedicada a actividades ni agrícolas, analfabetismo, educación, población asalariada, población que habla español, que usa zapatos y que no usa indumentaria indígena. Su punto de corte en cuanto a población total era de 15,000 habitantes (Villalvazo, 2002). Sin embargo, algunas de esas variables ya no son medidas en los censos económicos y otras serían objeto de discusión en la actualidad. Aunque el conjunto de criterios podría ser concluyente para tamizar las localidades rurales de las urbanas, es probablemente muy burdo. Su propuesta se complementa entonces con una categorización de cuatro grados de urbanización. Este mismo proceder se encuentra actualmente en INEGI, quien distingue cuatro tamaños poblacionales. Fuera de las necesidades administrativas, quizá no sea tan caótico operacionalizar los conceptos de ruralidad-urbanización con diferentes criterios según cada disciplina y uso, y por el contrario esto permita avanzar en el conocimiento específico de cada quehacer intelectual. Esto significaría dejar que los propios usuarios de la información elaboren las categorías que usarán.

Puede resultar heurístico buscar los modos de vida rurales dentro de una gran urbe, y en sentido inverso, indicios de la vida urbana en el campo, tal como lo consiguió Oscar Lewis con su antropología de la pobreza. Pero en sentido estricto no se estarán haciendo estudios rurales ni urbanos sino etnográficos en todo caso. Tomar criterios diferentes o aplicarlos fuera de su contexto epistemológico puede acarrear problemas de coherencia y descontextualización. Si se opta por aplicar instrumentos teóricos en un marco definido mediante conceptos de otro modelo epistémico se deben cuidar algunas operaciones como: definir perfectamente bien los sistemas a los que pertenecen unos y otros, construir redes de hipótesis de la relación entre ellos, corroborar los datos con los instrumentos

correspondientes. En suma, respetar las categorías teóricas involucradas en la tarea interdisciplinaria (Matrajt, 2000).

La llamada nueva ruralidad promovida en los noventa del siglo XX consideraba un inédito medio rural en el que disminuía considerablemente la proporción de personas dedicadas al trabajo agrícola a favor de la incorporación de la agricultura intensiva, con alta penetración de la tecnología y sobre todo, con el cambio en las tendencias de ocupación de muchos agricultores a favor de la prestación de servicios o su desaparición por migración. Los renovados usos del territorio incluían el turismo rural, los deportes y recreación al aire libre, residencia campestre y la producción de alimentos y artesanías, en otras palabras, la conservación y reproducción de modos de vida tradicionales y la cercanía a la naturaleza, ambas ya imposibles en muchas ciudades. La esencia de la nueva ruralidad era promover el desarrollo sustentable potenciando una amplia gama de recursos —naturales y culturales— propios de las comunidades. (Pérez, 2004; Juárez, 2007; Kay, 2009)

En varios países europeos se consiguió promover el desarrollo comunitario por la existencia de un adecuado financiamiento gubernamental, la demanda de de mano de obra generada y el aumento del mercado de servicios rurales. En Latinoamérica esta idea se encontró con muchos obstáculos para sostenerse. Era atar con nuevos lazos los vínculos de dependencia del espacio rural al urbano, es pensar el desarrollo comunitario como dependiente del mercado. Nueva y “antigua” ruralidad son dos formas de inscribirse —con desventaja ante el gran capital— en la economía de mercado, la primera como proveedor en una sociedad industrial, la segunda como su jardín en una post-industrial en la que se paga por la autenticidad y se mercantiliza el paisaje (Ferrao, 2000).

DUARTE Su fundación prácticamente fue simultánea a la de la entonces Villa de León en el año 1576. Lo que inició como la asignación de un sitio pequeño y dos tierras de labranza a un vecino se le sumaron 3.5 caballerizas (unas 150 hectáreas) como donación del cabildo para fortalecer su territorio, y poco a poco fue adquiriendo propiedades adyacentes hasta

convertirse en hacienda, que a su vez fue adquirida junto con otros terrenos en el estado hasta llegar a formar parte de un complejo latifundio de 214 km2, casi tanto como lo que actualmente ocupan los tres municipios más pequeños de estado. Uno de sus dueños fue el Marqués de San Clemente, quien posteriormente recibió el título de Vizconde de Duarte. Para 1758 la hacienda de Duarte sola representaba un capital de 35,856 pesos de plata. Empleaba a más trabajadores que ninguna otra hacienda de León: 39 en nómina permanente con un sueldo de alrededor de $3 mensuales. Su economía se basaba en la producción de maíz ya que contaba con muy pocas tierras de riego para cultivar trigo, en la cría de animales y en menor medida en la producción de chiles y de pulque.

Se salvó de la ruina durante la guerra de independencia gracias a que tenía una gran cantidad de animales para uso propio, venta y servicios de transporte, así como graneros en León. Por esas épocas pertenecía a Cristóbal Marmolejo, de donde pasó a manos de su viuda, y de ella, a su nieta Isabel Urruchúa quien habitaba en la ciudad de México y la conservó hasta su muerte en 1832. La recibió en herencia Julián de Obregón y él la subastó en 1844 para sufragar deudas. Fue la primera hacienda de León que se desintegró con la reforma agraria de la postrevolución, y fue también el ejido con mayor cantidad de ejidatarios dado que en 1929 un total de 239 ejidatarios recibieron como propiedad comunal la quinta parte de la extensión total de Duarte, incluyendo unas tierras de riego. Otras secciones de la hacienda pasaron a formar parte de los ejidos Labrada, Pastos, Loza y Cuesta Blanca. El resto de la propiedad fue vendido en diez partes (Brading, 1988).

Si se sigue estrictamente el criterio poblacional de INEGI entonces Duarte, con sus 5,785 pobladores, es una localidad urbana desde la década de los setenta. Sin embargo, al considerar la actividad productiva principal, algunos de sus modos de vida o incluso la percepción de sus propios pobladores, podría considerársele aún rural, o quizá en urbanización para ser más exactos. “La mayor comunidad rural de León” le llaman hoy en día los medios de comunicación cuando alguna vez al año le dedican un reportaje al fenómeno de la migración o a los accidentes de tránsito en su seno.

Economía Actualmente la actividad productiva predominante es el trabajo agrícola en la modalidad de microproductores o de jornaleros por igual: ocupa al 30% de los varones mayores de 15 años de edad y a 2.8% de las mujeres. El territorio es un campo atomizado y deteriorado: el paisaje muestra pequeñas extensiones de cultivo, árido, con pocos sistemas de riego y casi nula mecanización, en una producción sobre todo de maíz y de hortalizas para el autoconsumo o venta a pequeña escala; las pocas tierras con producción de gran escala suelen ser de frutas y le pertenecen a empresarios del campo ajenos a la comunidad. El siguiente ámbito económico en importancia es el del albañil porque 20% de los varones ejerce el oficio. Esto confirma el carácter campesino de Duarte por ser ocupante de los intersticios del proceso económico de las ciudades, vendiendo sus pobladores su fuerza de trabajo en una actividad que sobre todo es inconstante y mal pagada, es decir, proletarizándose (Palerm, 1997). Sólo 8% de los varones mayores de 15 años labora como obrero y lo hace en la ciudad de León, y 1.5% se dedican exclusivamente a estudiar. Para terminar de dibujar la imagen de la vocación económica de Duarte es menester decir que igual porcentaje de las mujeres se dedican al trabajo agrícola que como empleadas domésticas, y una cantidad ligeramente inferior (2%) son obreras. Las personas que se dedican al comercio resultaron poco significativas en términos de representatividad (menos del 10% combinando hombres y mujeres, y de todos ellos la mitad lo practican en una localidad ajena a Duarte, o como vendedores itinerantes), pero ineludibles en la dinámica social de la comunidad. Como punto de comparación, el porcentaje de la población que se dedica a trabajos agrícolas en la metrópoli León-San Francisco es de 1.3% (CONAPO, 2004).

Educación El último censo de población de INEGI registró un analfabetismo en Duarte de 15.81% en mayores de 15 años de edad (INEGI, 2011), y en un estudio propio el porcentaje alcanzó el 17% (Páramo, 2011). En cualquier caso es casi el doble del promedio estatal situado en 9.7% en 2008 (IPLANEG, 2011). La mitad de la población adulta no completó la primaria: el promedio de años de estudio en los mayores de 15 años es de 3.83 años (INEGI, 2011).

Desde hace varios años la comunidad cuenta con dos centros educativos de nivel preescolar, dos primarias y una telesecundaria. La escolarización es muy alta en menores de hasta 14 años de edad: 9.7 de cada diez acuden a la escuela. Sin embargo, pasada esa edad sólo 8 de cada diez continúan estudiando. Los 15 años son entonces la edad del abandono escolar: la primera edad con suficiente aptitud para trabajar, la de mayor riesgo de desarrollar conductas delictivas y la de los embarazos no planeados (13.5% de las mujeres, Páramo, 2011).

Migración De acuerdo con el censo del 2010 sólo siete personas oriundas de Duarte tienen su residencia fuera de ella (INEGI, 2011), y apenas el 3.6% de toda la población ha pasado más de dos años fuera de la comunidad (Páramo, 2011). Y es que la migración suele ser de largos periodos, de más de tres años en promedio, o definitiva con regresos temporales sólo en vacaciones. Es en estos periodos cuando Duarte adquiere un nuevo rostro y se llena de camionetas extranjeras, florecen los comercios porque el dinero circula por todas partes, las calles se llenan de jóvenes y las peleas –y el alcohol— están a la orden del día (entrevistas, Paramo, 2011). Sin embargo, la importante influencia de este tipo de migración se puede observar todo el año y es de naturaleza económica (en la construcción y equipamiento de algunas de las casas, la presencia de automóviles extranjeros y para no ir más lejos, haciendo posible la supervivencia familiar), y social (reconfigurando la estructura social y favoreciendo el arraigo a Duarte de los que se quedan, tal y como se ha documentado en otra comunidad de Guanajuato (Ruiz-Rueda, 2010).

Además de la migración internacional, atávico pilar socioeconómico de Duarte, actualmente juega un papel importante la migración pendular de quienes estudian o tienen un trabajo en León. Los primeros son agentes que traen consigo actividades, ideales, necesidades, cultura en fin, como no lo hacen del todo los medios masivos de comunicación; en cuanto a los obreros que trabajan en León, ellos representan un modo de vida inédito por cuanto tienen un ingreso estable aunque igual de reducido que sus vecinos y tienen derechohabiencia. Ambos grupos, estudiantes y asalariados, tienen impacto en la

ida de Duarte no por la influencia directa sobre el devenir cotidiano, en la economía y el consumo, sino porque son sujetos nuevos en la geografía cultural Duarte. En Duarte se encontró sólo aisladamente el fenómeno que en otras regiones es cada vez más frecuente (Kay, 2009) de la migración de la ciudad al medio rural. Tres trabajadores de la salud, un técnico y dos profesionistas, hicieron de Duarte su ámbito laboral y ahora viajan a diario para trabajar ya sea empleados o ofreciendo servicios particulares. Esta situación no se presenta en mayor grado porque la fuerza laboral es suficiente en Duarte incluso en las temporadas de más trabajo como en la cosecha, y porque la familia campesina con su economía de autoconsumo no suele contratar (Palerm, 1997); también porque no hay fábricas en las inmediaciones.

Violencia En la migración y la violencia tienen un lugar preponderante los varones. Violencia interpersonal de los grupos de jóvenes en conflicto al interior de Duarte, de ellos contra “los de la Loza”, o la detonada por el consumo de drogas. Violencia delincuencial de bajo grado como el acoso en las noches y en las calles en las que se vende drogas, de mediano por los asaltos y robos a autos cada vez más frecuentes, e incluso de alto impacto como los dos homicidios registrados en 2010, uno en una riña entre jóvenes consumado con una piedra, y otra una ejecución de una menor de 13 años. Muertes violentas como las ya referidas o las causadas por accidentes de tránsito, haciendo de esta causa de muerte la segunda más importante en la localidad, sólo debajo de la diabetes, con una tasa de 84 por cada 100,000 cuando en el resto de Guanajuato es de 21 y en República Mexicana de 14.8. De los accidentes de tránsito se sabe que son la décima causa de morbilidad y la segunda de mortalidad (Páramo, 2011). En una revisión de las noticias en los diarios locales se encontraron los siguientes incidentes en el último año: que un ciclista fue arrollado y muerto en la carretera León Duarte (el día 27/03/11), un joven falleció al caer de una camioneta en movimiento (3/09/11) un peatón fue también arrollado y lesionado de una pierna (25/10/10), el choque de un camión urbano con otro de transporte de ladrillos dejó cinco lesionados (01/06/11), una tolva de transporte de grava volcó (05/04/11) y otro auto más se salió de la vía sin causar heridos (29/03/11). Todos estos accidentes ocurrieron en la zona de influencia de la comunidad estudiada y de ningún modo conforman un registro

exhaustivo ya que la población misma reporta que dentro de la misma zona urbanizada ocurren hechos de este tipo. En total 2.4% de la población ha estado involucrada en algún accidente de tránsito y 10.8% más los ha presenciado (Páramo, 2011). Entre los factores de riesgo de los accidentes de tránsito están la conjunción de elementos urbanos como lo son el exceso de vehículos y el alto flujo de peatones, con la tendencia a la alta velocidad o la presencia de vehículos de tracción animal propios de la ruralidad. Otras muertes violentas están representadas por los suicidios. En una encuesta de salud se identificó que 19% de las familias reconocieron haber tenido algún vínculo de cercanía con Duartenses que cometieron suicidio en los últimos tres años, y 16% con muertos por homicidio. Esto significa que una de cada 5 familias ha sufrido por muertes violentas más o menos cercanas. No cabe duda de que muchas de estas violencias encuentran sus raíces en otra más ubicua: la estructural, la de la desigualdad y la injusticia normalizadas. Esta violencia estructural se refleja en el consumo de drogas y las otras violencias cotidianas (Bordeau, 1998 apud Bourgois). Justo en la pared de una tienda se puede ver, en una pinta hecha con bolígrafo, una reivindicación del consumo de crack con un dibujo muy ilustrativo y una leyenda en la que se asegura que es mejor que la cocaína.

Tradiciones La contracara de la violencia podrían ser las tradiciones. En ellas el papel protagónico lo llevan las mujeres. Un estudio aún inédito identificó la compleja red por la que se transmiten creencias de autocuidado en el puerperio (Páramo & Flores, inédito). Aunque en todo Duarte no existe oferta alguna de medicina tradicional –entendida como aquella práctica profesionalizada, prestada bajo contrato y con retribución—, existe en gran medida la casera, de autocuidados y basada en visiones naturalistas propias de culturas indígenas, que es justo lo que la distingue de la medicina casera urbana, sustentada más en productos farmacéuticos automedicados sobre la base de una visión científica-moderna de la enfermedad. Sea como fuera, la medicina casera parece ser una necesidad en aquella localidad en la que más de la mitad de la población no cuenta con acceso a servicios de salud, ni siquiera por medio del Seguro Popular. La sanidad no es mejor con un 20% de hogares que no tienen

baño con drenaje, la mitad de los cuales tampoco cuentan con fosa séptica ni letrina, por lo que sus habitantes defecan a ras de suelo; la mayoría de las calles fuera de la principal son aún de tierra; 18% de hogares sin acceso al agua entubada en el interior y un porcentaje igual que cocinan con leña; de cada diez personas 4 se quejan de la abundancia de perros callejeros, 3 por basureros al aire libre y la misma cantidad por establos (Páramo, 2011).

CONCLUSIÓN Economía de subsistencia + violencias= ruralidad siniestra Ruralidad porque cumple con varios de los criterios cualitativos del modo de vida, falta de industrialización y de ordenación territorial. O para ser justos, comunidad en urbanización incompleta. Siniestra porque justo la avanzada urbanizadora trae consigo más que progreso y desarrollo sino que implica sufrimiento y consume vidas: por la pobreza, la violencia y la poca educación. Tristemente una localidad con la ventaja de su potencial humano y su cultura agrícola, su fuerte sostén a base de remesas, con la ventaja de la cercanía a León y su suficiente infraestructura urbana, esté clasificada en el mayor grado de marginación posible con un puntaje de -0.603447 (CONAPO, 2008). En él niños, mujeres y ancianos trabajan para la supervivencia familiar, en ocupaciones de subsistencia y no de lucro, con pocas posibilidades de educación después de los 15 años, con alta migración y violencia, subyugados al modo de producción tecnológico-industrial. Está cercado entre dos violencias: la interpersonal que es mayor los espacios en los que hay menos personas y las relaciones sociales son más fuertes y personalizadas (Lipovetsky, 2008), y peor dadas las condiciones de consumo de drogas y marginalidad, y por el otro lado la violencia estructural en el que la población rural está subyugada, marginada de y aprovechada por el modo de vida urbano-tecnológico-capitalista.

No es cierto que los modos de vida y producción rurales simplemente desaparezcan absorbidos cuando la corriente urbanizadora, vale decir civilizatoria, entra en escena. Tampoco la cultura local se convierte en el ámbito de resistencia ante la penetración dominante, como lo quisiera Amílcar Cabral, porque actualmente es precisamente la punta de lanza de la nueva colonización.

La ruralidad persiste, se adapta, pero queda siempre al margen del desarrollo. La homogeneización con que la sociedad postindustrial arrolla otros modos de vida se actualiza en la esfera de la cultura, no en las relaciones de producción. En otras palabras, la nueva ruralidad es una formación socioeconómica específica del capitalismo y de las formas avanzadas de éste (Palerm, 1997), trasciende la dicotomía urbano-rural a favor de un modo de vida homogéneo en apariencia, pero desigual en el fondo. Y sobre todo, está atravesado por una violencia económica externa, estructural, e inoculado por otra interna, delincuencial e interpersonal, que afecta las relaciones sociales. Podría decirse que de todos estos nuevos procesos sociales se imponen los disociativos por sobre los asociativos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Baigorri, A. (1995). De lo rural a lo urbano. V Congreso Español de Sociología Granada, 1995. GRUPO 5. SOCIOLOGÍA RURAL. Sesión 1ª. La Sociología Rural en un contexto de incertidumbre. Recuperado en julio 2009 de http://www1.unex.es/eweb/sociolog/BAIGORRI/papers/rurbano.pdf en marzo 2010. 2. Bourgois, P. (2005). Más allá de una pornografía de la violencia. Lecciones desde El Salvador. En: Ferrándiz, F., Feixa, C. (2005). Jóvenes sin tregua: cultura y políticas de la violencia. (1ª ed). Barcelona, España: Anthropos. 3. Brading, D.A.(1988). Haciendas y ranchos del Bajío. León 1700-1860). (1ª ed). México: Grijalbo. 4. Capel, H. (1975). La definición de lo humano. Scripta Vetera, 138-9: 265-301. 5. CONAPO. (1994). Evolución de las ciudades de México, 1900-1990. México: CONAPO-FNUAP. 6. Ferrao, J. (2000). Relacoes entre mundo rural e mundo urbano: evalucao histórica, situacao actual e pistas para o futuro. Eure, 26(78). 7. INEGI. (2011). Censo nacional de población y vivienda. Recuperado en agosto 2011 de www.censo2010.org.mx/ 8. IPLANEG. (2011). Analfabetismo. Recuperado de en agosto 2011 de: http://seip.guanajuato.gob.mx/indicadores/index.php?option=com_content&view=a

rticle&id=77%3Aanalfabetismo&catid=56%3Asociedad-incluyente-preparadasana-&Itemid=56 9. Johnson, J. H. (1980). Urban Geography: An Introductory Analysis. (2ª ed). Barcelona, España: Oikos-Tau. 10. Juárez, J., Ramírez, B. (2007). El turismo rural como complemento al desarrollo territorial rural en zonas indígenas de México. Scripta Nova, 11(236). 11. Kay, C. (2009). Estudios rurales en América latina en el periodo de globalización neoliberal: ¿Una nueva ruralidad?. Revista Mexicana de Sociología, 71(4):607-645. 12. Lipovestky, G. (2008). La era del vacío. (6ª ed). Barcelona España: Anagrama. 13. Matrajt, M. (2000). Socioepidemiología y subjetividad en salud mental y trabajo. Subjetividad y cultura, 15:7-26. 14. Palerm, J.V. (1997). Los nuevos campesinos. (1ª ed). México: Universidad Iberoamericana. 15. Páramo, D. (2011). Diagnóstico de salud de Duarte, Guanajuato. Inédito. 16. Páramo, D. Flores-Hernandez, C. (s.f.). Creencias y prácticas de autocuidado en el puerperio. Texto en revisión para su publicación. 17. Pérez, E. (2004). El mundo rural latinoamericano y la nueva ruralidad. Nómadas, 20:180-193. 18. Puyol, R. (1988). Geografía humana.(1ª ed). Madrid, España: Cátedra. 19. Ruiz-Rueda, H., Rosas-Vargas, R., García-Melchor, N. (2010). Migración internacional y estructuración social de los grupos domésticos y las familias campesinas en el bajío guanajuatense. Ra Ximhai, 6(2):243-56. 20. Unikel, L. (1975). El desarrollo urbano de México. (1ª ed). Distrito Federal, México: El Colegio de México. 21. Villalvazo, P., Corona, J., García, S. (2002). Urbano-rural, constante búsqueda de fronteras conceptuales. Revista de Información y análisis, 20: 17-24.

TABLA 1. CARACTERÍSTICAS DE LOS CRITERIOS DE DEFINICIÓN DEL ESPACIO RURAL Y URBANO TIPOLOGÍA DE CRITERIOS LOS CRITERIOS (para definir lo urbano)

POLARIDAD PRODUCIDA

MODELO EPISTËMICO

ADMINISTRATIVO Territorial

Urbano - Rural

Positivismo

Población total, densidad de población Cuantitativos ADMINISTRATIVO Presencia de entidades Funcionalista administrativas, industrialización Cualitativos SOCIOCULTURAL Heterogeneidad social, tipo Relaciones y procesos de interrelación social sociales Cualitativos SOCIOCULTURAL Dominio de la economía Estructuración monetaria, de intercambio y socioeconómica relación capitalista (Baigorri, 1995) Cualitativos ESTÉTICO Ordenación territorial y centralidad identificable Cualitativos Fuente: Elaboración propia.

Urbano – Funcionalismo Campo/campestre

Urbano Primitivo

- Constructivismo

Civilización Cultura preindustrial

- Sociológismo

Ciudad Rusticidad

- Estético

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.