Entre la utopía y la realidad. La retórica regeneracionista de Galdós

September 9, 2017 | Autor: Ángeles Varela Olea | Categoría: Literature and Politics, Retórica, Benito Pérez Galdós, Literatura y política, Regeneracionismo
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ENTRE LA UTOPÍA Y LA REALIDAD: LA RETÓRICA REGENERACIONISTA DE GALDÓS PROF. DRA. Mª ÁNGELES VARELA OLEA Universidad CEU San Pablo

Este trabajo se centra en el análisis de los textos políticos galdosianos, es decir, de las alocuciones, cartas o artículos escritos entre 1907 y 1914. En esas fechas, Galdós consideró su deber intervenir en la política, encauzando su actitud regeneracionista en filas del republicanismo primero y del partido reformista después. El análisis de estos textos demuestra cómo su retórica es esencialmente la propia del regeneracionismo gestado durante más de medio siglo: con sus denuncias contra la oligarquía y el caciquismo, con el lenguaje terapéutico que le es propio, con las alegorías sobre la energía nacional frecuentes, con las habituales imágenes sobre la falta de representación del pueblo en sus instituciones o con su misma visión del mito nacional y de sus personajes, que hermosean y extrañan en un mitin por su sentimental enraizamiento en la tradición histórica y literaria nacional. El discurso galdosiano busca argumentos en lo sentimental y cultural, recordando al pueblo su grandeza como motor, sus logros y sus actuales derechos.

1. Este trabajo forma parte de la investigación realizada para el Proyecto Institucional USPCEU, de Referencia USP-BS-PI-2/2010, financiado por la Universidad CEU San Pablo de Madrid.

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Como veremos, algunas de estas alocuciones constituyen un hermoso texto literario, en sorprendente contraste con ciertas diatribas radicales sin calidad de las intervenciones de sus correligionarios en el mismo acto. Las palabras de Galdós en ellos, siempre brevísimas y en muchas ocasiones no presenciales, funcionaban como exordio general del encuentro, inaugurando los actos como captatio benevolentia del reverenciado maestro que prestigiaba, serenaba, conciliaba fuerzas diversas y guiaba a sus heterogéneos correligionarios. La prensa recoge cómo una fuerte ovación precedía y cerraba la lectura de sus adhesiones a los actos, logrando el interés, atención y voluntad con que motivar al público reunido. Un político distinto La faceta política del más eximio novelista español contemporáneo ha ensombrecido parcialmente su legado, postergando obras de un tipo o del otro –literarias o políticas–, dentro de la inmensa variedad de estilos y géneros que desarrolló en su casi centenar de obras. Como político, se ha convertido en un tópico mencionar la timidez de Galdós, pues sirve como lenitivo de una expresión infrecuentemente moderada para los tiempos tumultuosos en que se desenvolvió la mayor parte de su actividad de esta índole, y además, resta importancia a su compromiso republicano –cuando no fue, de hecho, su última postura–. Suele entonces minimizarse su intervención, recordando la frecuencia con que Galdós enviaba los discursos para que otros los leyeran, procurando no asistir a mítines. Sin negar una timidez que ya únicamente podemos conocer por los testimonios de sus contemporáneos, lo cierto es que el escritor fue un hombre público, al menos durante medio siglo. Participó incesantemente en actos decisivos en la marcha política y cultural del país y mantuvo amistades y encuentros con los prohombres nacionales: de la reina Isabel II al rey Alfonso XIII, pasando por obispos, generales, presidentes, escritores nacionales o extranjeros… y tenderos, camareros, benefactoras, monjas, niños de la calle, mendigos o prostitutas. Si es cierto que Galdós era naturalmente tímido, también lo es que tuvo una vida social abundante, máxime teniendo en cuenta su soltería y que le encantaba la charla o, según se cuenta, escuchar las historias ajenas2.

2. Sobre los datos biográficos magníficamente tratados en su contexto social, político y literario remito a la biografía por excelencia de Ortiz Armengol, 1996.

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Habría que hablar más bien de una sencillez de carácter: la que con humildad le hacía aceptar homenajes e interpretar como una obligación las reiteradas invitaciones a participar en la vida política. Pero si siempre se interesó por ella, hay que añadir que fue político sobre todo a partir de 1907, –cuando cuenta 66 años y es ya un reputadísimo escritor– y que, acertada o erróneamente, lo fue por idealismo. Con anterioridad, en 1886, Galdós había sido diputado liberal, y como es costumbre recordar, lo había sido cunero, limitando por entonces su tarea únicamente a la obediencia de partido, sin participar realmente en ella. Años después, él mismo hizo referencia a la inmoralidad política que supuso esa complicidad con la irrepresentatividad de las instituciones nacionales. El escritor explicará en Cánovas cómo su autobiográfico protagonista llega a convertirse en diputado cunero de un Sagasta que ve ese «algo de verdad» en el reproche al sistema, pero que, no obstante, puede ser medio para «intentar la regeneración del país»3. Sin abandonar realmente el liberalismo, y ganado por el regeneracionismo, pero desalentado de la marcha del partido que lo representaba, interpretó como su deber participar activamente en el advenimiento de la república, juzgándola el medio de acabar con el absolutismo histórico que alejaba al pueblo de la representación de sus derechos. El sistema monárquico en que su liberalismo se había mantenido hasta entonces, lo empezará a ver como una inercia incapaz de terminar con esa ficción de representatividad popular. En un artículo en El Liberal del año 1904, a la muerte de Isabel II, señaló el reinado de esta mujer, a quien personalmente estimaba, como el origen del gran mal que se cernía sobre España: el caciquismo, «ahora más terrible y devastador que en sus orígenes, porque lo hemos cultivado con esmero, al aire libre y en estufa, y dándole más fuerza y extensión para que nos atormente a todos por igual y sin que ningún nacido se escape». Desde entonces vegetamos en medio de males heredados, de ahí que los ideales de antaño, –dice en referencia a la monarquía o el republica-

3. Cánovas, OO.CC., Episodios Nacionales, T. IV, p. 849. Como sucedió en la vida real con Ferreras, en la ficción literaria fue Vicente Halconero quien actuó como mediador de Sagasta para convencer a Tito Liviano de que se incorporara al partido. Otros rasgos y circunstancias como la penosa ceguera de Tito, sus ocupaciones literarias y periodísticas o, en general, sus opiniones, permiten la identificación del Galdós de aquellos años en que escribe con el personaje, joven e idealista, que protagoniza los últimos Episodios

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nismo–, no sirvan ya para movilizar voluntades y erradicar males. De entonces, sin duda –escribe–, procede esta facilidad para erigir en norma de la vida los propios gustos, así como este amaneramiento social de tomarlo todo a broma y el hablarlo todo en chistes, ocultando la desvergüenza con módulos del lenguaje a veces ingeniosos, signo y marca indudable de nuestra decadencia. La regeneración española vendrá del fondo de nuestro pueblo –escribe en 1904–, por eso, apela a la voluntad nacional para que se libre del malsano desdén con que aceptamos la pérdida de América, el estancamiento de la riqueza o el abandono de la política internacional: Faltas añejas, faltas recientes, nos han traído a esta situación. Debilitado el ideal patrio, debilitada la fe en la Monarquía, la fe en la República, queda tan sólo la esperanza en una nueva fe, que surja del fondo social acabando con la indiferencia y el caciquismo, con el autonomismo personal y con la depravada caterva de frescos y chistosos.

Tres años antes de su ingreso en el partido republicano, el ideal liberal de Galdós no confía en ninguno de estos sistemas de gobierno. Aún espera que la regeneración vendrá «del fondo popular», de una manifestación espontánea del alma nacional4. Ya en filas republicanas, repetirá las mismas ideas regeneracionistas en una manifestación conmemorando la Revolución del 685: la necesidad de lucha contra el pesimismo, la apelación a la voluntad y hasta el léxico terapéutico de los ensayos regeneracionistas. A su juicio, desde la época revolucionaria no ha habido mejoría, las cosas están incluso peor que entonces. Como se aprecia, Galdós escribe en la misma línea en que lo hicieron los intelectuales congregados en las sesiones del Ateneo, donde se debatió la cuestión del caciquismo. De hecho, la idea era tan común en el acervo regeneracionista que Joaquín Costa la repitió en el Informe final de Oligarquía y caciquismo como síntesis de las exposiciones de los numerosos intelectuales

4. «La Reina Isabel», El Liberal, 10 de abril de 1904. Texto recogido en las O.C. de Pérez Galdós sin citar su procedencia, en Novelas***/ Miscelánea, Madrid, Aguilar, p. 1192. 5. Galdós no participó en la manifestación de Santander, únicamente envió un texto a su amigo Estrañi para que lo leyera. La breve intervención galdosiana fue recogida por V. Fuentes en Galdós demócrata y republicano, pp. 69-70.

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participantes: creyéndonos modernos, los españoles nos hemos quedado anclados en el pasado absolutista, sólo el conocimiento de nuestro atraso y un esfuerzo general de regeneración podrán acabar con nuestra postración. Para mayor constancia de la influencia que debió de ejercer sobre Galdós, hemos de señalar que esta idea aparecía junto al capítulo de Oligarquía y caciquismo en el que la frustración política costista y su ideario liberal le hacían clamar por un Neo–Liberalismo. Dos años después de aquellas reuniones ateneístas, era Costa quien, anticipando a Galdós, ingresaba en las filas republicanas. La trayectoria política galdosiana sigue de cerca la de su admirado amigo y máximo representante del regeneracionismo. La heterogeneidad ideológica de la actitud regeneracionista provee argumentos retóricos y medios de expresión procedentes de ámbitos y sectores variados. No se crea equivocadamente que el regeneracionismo nació únicamente del liberalismo y se encauzó en el republicanismo. Por el contrario, esta actitud, sus modos y demandas caracterizó a carlistas, anticarlistas, católicos, republicanos… es decir, a reformistas de tendencia utópica que denunciaban unos mismos males nacionales con una retórica común. La definición del propósito regeneracionista, los cauces retóricos con que se les da expresión, así como muchos de los medios y muchos de los antagonistas señalados desde ámbitos ideológicos diversos coinciden; un regeneracionista puede depositar su fe reformista en la república y otro en un monarca. En 1871, por ejemplo, en el periódico católico La Regeneración, se habían hecho manifestaciones muy parecidas a las que acabamos de leer de Galdós y Costa, con palabras muy semejantes6. Tres años después de la Septembrina, bajo el título «La Regeneración. Y perdone el programa revolucionario» un artículo del ámbito católico se hacía eco de la frustración que había supuesto el incumplimiento de los ideales de «nuestros pretendidos regeneradores» revolucionarios. Unos días después, «La Regeneración: Cambio de Postura» insistía en que la situación en España era la misma que antes del 68, «sin más que un

6. Respecto a la heterogeneidad ideológica del regeneracionismo y a la contribución de este periódico, remito a mi El regeneracionismo galdosiano en la prensa, donde dedicó un capítulo a la prensa católica.

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pequeño cambio de postura». La visión de la Historia, las imágenes sobre el sueño, el engaño y la realidad pertenecen al acervo regeneracionista. Vemos en la coincidencia de demandas y en la semejanza retórica con que se expresa, la lógica repetición de quien, como periodista de aquellas fechas, leía de todo, de quien como novelista, acudía a toda fuente de información, y de quien, como regeneracionista, primaba esta actitud sobre el compromiso concreto con un partido. En 1908 ya en su nuevo posicionamiento republicano, Galdós escribirá para aquella manifestación santanderina que: Bien puede decirse que los ocho lustros recorridos desde aquel año inolvidable han sido en nuestra historia una somnolencia de ilusiones y desengaños, atormentada por violentos cambios de postura, al cabo de los cuales despertamos doloridos y absortos, y mirando en derredor clamamos: «Todo está igual, y en muchas cosas, peor que estábamos».

Ahora, Galdós interpreta que su fe en el sistema monárquico y en el partido liberal no sólo es inútil, sino que fomenta los males que dice combatir, empeorando la situación. En Cánovas, García Fajardo señala lo equivocados que están los historiadores superficiales que creen en dos etapas diferentes del borbonismo. En realidad, en la guerra o en la paz, el borbonismo «es siempre el mismo», un poder arbitrario en que Trono y Altar se alían para oprimir al pueblo, manteniéndolo en la pobreza y en la ignorancia7. Así pues, Galdós se incorpora a filas republicanas, pensando que la República suprimirá tal alianza, liberará al pueblo y será medio para alcanzar el enriquecimiento y la cultura. Y como decían sus contemporáneos, fue entonces político de un modo peculiar: sabio, honrado y humano, –como su obra y como él mismo–. Sus correligionarios como Álvaro de Albornoz lo reconocieron «político de otro modo»8.

7. España prosigue una tradición de males «de inercia, de ficciones y de fórmulas mentirosas extraídas de la cantera de la tradición», Cánovas, OC, p. 824. 8. «Galdós fue político, como todos estos ilustres españoles –y hasta llegó a redactar la contestación del Congreso a un mensaje de la corona–, por serlo, por contemplar la política de cerca y verla por dentro, por enriquecer su experiencia con las enseñanzas del mundo político, por los famosos caramelos que repartía la mesa de la Cámara, por disfrutar de la franquicia postal, por lo que fuese… Por fortuna, Galdós fue también político de otro modo” (Albornoz, 1943: 68-9). Con respecto al estilo retórico galdosiano, Albornoz apunta que, siendo franco admirador de Cánovas y de Castelar, el op-

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En definición de Pérez de Ayala, un político casi «místico» en quien convivían realidad e ilusión, pues, renegaba de leyes humanas y hacía política con «leyes morales». En su ejercicio de la política, Galdós actuó con una honradez que provocó hasta la sorna: temeroso de incurrir en abusos, contando hasta los sellos que gastaba en su tarea política9. Su intervención política es la entrada en la plaza pública de un interés que lo acompañó siempre, como queda reflejado en su obra literaria. Desde su llegada a Madrid, Galdós participa en cierto modo de la política de su tiempo, viviendo desde las Tertulias del Café Universal las luchas regionalistas de sus paisanos y amigos como León y Castillo10. Tópica retórica La reticencia galdosiana a la participación política activa estará siempre marcada por el desprecio de los usos retóricos de nuestra clase política; hecho este que había quedado tempranamente de manifiesto. Así lo expresó Galdós ya en su juventud, puesto que su primera ocupación profesional fue durante años la reseña periodística de los discursos parlamentarios para La Nación11. En estos artículos juveniles el entonces periodista manifiesta su fobia parlamentaria y su desprecio por los usos de nuestros oradores políticos. Nuestro Estado político es como un estanque de ranas, inicialmente manso, hasta que todas las ranas empiezan estrepitosamente a croar sin que se la entienda ni atienda a ninguna de ellas:

timismo del segundo tiene más semejanzas con el estilo político del propio Galdós. Según la visión del historiador –abiertamente simplista–, frente al pesimismo canovista, los liberales son esencialmente optimistas. 9. «Don Benito llega al Congreso, se aplica a escribir unas cuantas cartas particulares, y al llegar a la séptima, teme incurrir en abuso y despilfarro del peculio nacional; consulta a los convecinos; se abstiene de seguir escribiendo. […] Compárese con el caso de La Cierva, quien consume 20.000 pliegos de papel en un lapso de tiempo muy breve. De aquí la política», Pérez de Ayala, «De un literato joven a un literato viejo», La Mañana, 7- XII- 1909. 10. Como recoge en su biografía Ortiz Armengol o Pérez Vidal en «Canarias en Galdós», pp. 232-238. 11. Artículos recogidos por Shoemaker bajo el título de Los artículos de Galdós en La Nación. 1865-1866, 1868, recogidos, ordenados y dados nuevamente a la luz con un estudio preliminar, Madrid, Ínsula, 1972.

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(...) habréis notado que una rana, más atrevida que las demás, una que tal vez sea presidente de la república, presidente del Consejo de ministros, dictador, primer cónsul o favorito, da la voz de alerta, pronuncia un hurra de alegría a que contesta otra desde el extremo opuesto del estanque, pronunciado tal vez por el lugarteniente del imperio, por el ministro de la Gobernación, el gran chambelán o el guarda–sellos del reino. Después, una tercera voz parece contestar a las anteriores, y a la cuarta no se hace esperar mucho tiempo, sucediendo más que aprisa una multitud de vocecillas desentonadas que parecen interpelarse, contestar, darse los buenos días (para esta gente el día es la noche), desembuchar un secreto, lanzar una pulla, proferir una queja, soltar una carcajada, gruñir una represión, preguntar cómo está el tiempo, murmurar del vecino o hablar... por hablar12.

Nuestra clase política se caracteriza por la palabrería vana. Toscano estudió en su momento cómo la retórica política y filosófica se convirtieron en tema en la novela galdosiana, con una actitud crítica respecto a la retórica grandilocuente y la oratoria parlamentaria. Si bien, Galdós habría admirado la serenidad de la prosa de Sanz del Río, la expresividad y afición castelariana por los recursos poéticos o la amplificación de Cánovas13. Cuando el propio Galdós acabe por intervenir en la vida política, esa idea se mantendrá14. La imagen del político hablador y vacuo quedó sobradamente reflejada en sus novelas de toda época, pero será central cuando su regeneracionismo lo impulse al activismo político y literario, y produce obras como El caballero encantado (1909). Con la misma tendencia simbólica de los discursos políticos, el protagonista de esta novela hace una «cura de silencio» en la Facultad del Buen Callar a la que se envía a quienes «por hablar demasiado ahogaron en océanos de palabras la voluntad y el pensamiento de la vida hispánica». Por eso, casi todos los que allí se encuentran son oradores: «Hablaron mucho y no hicieron nada»15.

12. Pérez Galdós, «Folletín. Revista de la Semana», La Nación, 5- XI- 1865. 13. Toscano Liria estudia la retórica de estos tres intelectuales como exponentes de la Generación de 1868, si bien no toca los textos políticos galdosianos (Retórica e ideología de la Generación de 1868 en la obra de Galdós, Madrid, Pliegos, 1993). 14. Al respecto, puede consultarse mucho más extensamente, Varela Olea, Galdós regeneracionista, Madrid, FUE, 2000, pp. 52 y ss. 15. El caballero encantado, ed. J. Rodríguez Puértolas, Madrid, Cátedra, 1977, p. 335.

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Otro elemento retórico regeneracionista será frecuente en su actividad política: el habitual método expositivo de la denuncia de un «mal», una «raíz del mal», el análisis de su «causa» y la descripción de su «remedio», como la también habitual comparación con el resto de Europa y la mención de nuestro atraso. Galdós lo había empleado tempranamente: así lo leemos aplicado a la situación literaria y artística española de 1870. Este conocido artículo expone el retraso nacional respecto al resto de Europa siguiendo tal método, acompañado de la añoranza por antiguas grandezas y dolorido por su actual estancamiento, así como ciertas notas de la prototípicamente regeneracionista psicología nacional. El mal es la penosa situación nacional de la literatura: no tenemos novela, dice Galdós. No la tenemos, porque poco fieles a nuestra tradición, los escritores se empeñan en emplear «elementos extraños» por imposición de una moda que olvida los elementos que ofrece la sociedad española. Somos «soñadores» dados al extravío de las regiones sublimes, «y en literatura como en política, nos vamos por esas nubes montados en nuestros hipogrifos, como si no estuviéramos en el siglo XIX y en un rincón de esta vieja Europa». En literatura como en política, preferimos evadirnos de la realidad –escribe Galdós–, no vemos qué tenemos delante16. Durante los años de participación política activa, Galdós no abandonó totalmente su escepticismo respecto a la capacidad regeneracionista de los partidos. Como veíamos en su novela y discursos de 1909, desconfió siempre del parlamentarismo y señaló la vaciedad de los grandes discursos. Pero, además, dentro de las filas republicanas hubo de presenciar las rencillas y duros enfrentamientos que Costa había vivido poco antes, y sobre los que le había advertido. Durante años, Galdós rechazó varias ofertas de figurar en el Parlamento, pensando que su función como regeneracionista debía limitarse a la observación y denuncia literaria de la situación nacional. Pero sus apoyos

16. «Noticias literarias. Observaciones sobre la novela contemporánea en España.- Proverbios ejemplares y Proverbios cómicos, por D. Ventura Ruiz Aguilera», Revista de España, núm. 57, Tomo XV, pp. 162-193. También incluido en la edición del Banco de Crédito Industrial de Galdós, periodista (pp. 186-189, aunque sin indicar el número y páginas de publicación) y es el primer artículo galdosiano recogido en la recopilación de sus Ensayos de crítica literaria editados por Laureano Bonet, Barcelona, Península, 3ª ed, 1998 (que corresponden a Revista de España, núm. 57, Tomo XV, pp. 162-193).

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esporádicos a causas concretas defendidas desde el republicanismo –como la lucha contra la pena de muerte capitaneada por Morote, en documento olvidado que en su momento recuperé17– le fueron inclinando hacia este partido donde se encauzaban ahora los esfuerzos regeneracionistas mayoritarios. Así, pocos meses después de aquella iniciativa, el 6 de abril de 1907 y durante un lustro, Galdós hizo campaña y fue representante del Partido Republicano, primero, y del Partido Reformista después, considerando que dichas formaciones lograrían representar por fin al que debía ser el artífice de nuestra regeneración: el pueblo español. Como muestra de ese regeneracionismo que impulsó su intervención política y de los tópicos retóricos que serán frecuentes en sus textos políticos, adviértanse los términos en que el escritor hizo pública su entrada en ella. En su descripción utiliza las imágenes comunes del sueño engañoso, del aletargamiento de energías, del desconocimiento de la realidad nacional y del despertar necesario. En carta enviada a su amigo A. Vicenti para su publicación en El Liberal, confiesa que se han desvanecido los «ensueños» de regeneración que hasta entonces había depositado en el régimen monárquico. Quiere enfrentarse a la «indolencia fatalista» que nos mantiene inmóviles, para restablecer los ideales de «Fe nacional», de «Amor patrio» y la Conciencia pública: Diga usted también que he pasado del recogimiento del taller al libre ambiente de la plaza pública, no por gusto de ociosidad, sino por todo lo contrario. Abandono los caminos llanos y me lanzo a la cuesta penosa, movido de un sentimiento que en nuestra edad miserable y femenil es considerado como ridícula antigualla: el patriotismo. Hemos llegado a unos tiempos en que al hablar de patriotismo parece que sacamos de los museos o de los archivos históricos un arma vieja y enmohecida. No es así: ese sentimiento soberano lo encontramos a todas las horas en el corazón del pueblo, donde para bien nuestro existe y existirá siempre en

17. Cuatro meses antes de ingresar en el partido, el 28 de noviembre de 1906, Galdós se adhirió a la campaña iniciada por su amigo periodista, por estas fechas republicano, Luis Morote. Morote era el conocido autor de La moral de la derrota, uno de los ensayos regeneracionistas más populares, escrito a raíz del 98 (La moral de la derrota, introd. Juan Sisinio Pérez Garzón, Madrid, Bibl. Nueva, 1997). Dicha carta había permanecido en el olvido hasta que la reproduje en El regeneracionismo galdosiano en la prensa. A propósito de la campaña y su participación, ver pp. 338-355.

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toda su pujanza. Despreciemos las vanas modas que quieren mantenernos en una indolencia fatalista; restablezcamos los sublimes conceptos de Fe nacional, Amor patrio y Conciencia pública, y sean nuevamente bandera de los seres viriles frente a los anémicos y encanijados18.

Ese patriotismo de sus discursos es propio del acervo regeneracionista, del pensador nacional que observa los males y se duele de ellos precisamente por su profundo amor a España, a sus tradiciones, historias, mitos y cultura. Estos elementos serán citados con sentimental añoranza en sus textos políticos, añadiendo el escritor que los considera depositados en el pueblo. Fiel a la imagen de lucha, propia de todo texto político, habla también de los próximos tiempos de batalla en pos del levantamiento del país caído. Así, Galdós menciona conceptos del regeneracionismo repetidos desde hacía setenta y cinco años, como la idea de la regeneración patria, la cultura, la europeización, la oligarquía y caciquismo… y, el laicismo, aspecto de ciertos sectores regeneracionistas que aunó en el republicanismo muchas de sus fuerzas. El escritor interpreta su intervención en política como un acto de ciudadanía, una austera obligación sin «ningún provecho». Emprende lo que a su juicio es «vida de abnegación sin más recompensa que los serenos goces que nos produce el cumplimiento del deber». Su nueva estrategia política no ha cambiado propósitos, sino que ha variado en su identificación del mismo antagonista de siempre –el absolutismo y sus desmanes– que pasa a reconocerlo en todo el sistema monárquico. Ese nuevo adversario será definido en sus discursos apelando esencialmente a argumentos históricos. Así, en esta carta Galdós identifica la monarquía con el origen de la «petrificación teocrática». De modo que el partido republicano que se enfrenta a ella –y a la ley de Asociaciones– se ha convertido en el que mejor representa sus ideas, y sus anhelos de «europeización» –otra famosa consigna costista y regeneracionista–. Nótese, sin embargo, que fiel al posibilismo en cuanto a medios propio del regeneracionista insiste en que su apoyo al partido republicano no es

18. Esta carta fue recogida en libro por primera vez por Olmet y García Carraffa; también puede encontrarse en la Biografía santanderina de Madariaga o en Galdós, demócrata republicano, de Fuentes.

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tanto una oposición a la monarquía, como a la monarquía que lo es sólo a título honorífico. Nuevamente, esta idea es regeneracionista y popular. En Oligarquía y caciquismo Costa escribía que el Estado español estaba «desquiciado» hasta el grado de que en realidad, durante todo este tiempo, «el trono español ha estado vacante19. Es, de nuevo, la denuncia de unas instituciones aparentes, realmente inexistentes: los regeneracionistas nos desvelan que el sistema político que creemos tener sólo lo es de nombre, pero no representa a quienes dicen representar ni ejecuta las reformas que debería. De ahí que Galdós no entre abiertamente en el partido y se reserve cierta independencia. Y convencido de la necesidad de aunar energías variopintas en aras de la regeneración, él mismo por su prestigio intelectual y moderación, encabezará las distintas fuerzas coaligadas como Conjunción Republicano Socialista. Si bien, las notables diferencias provocan a los cuatro años su abandono del partido Republicano para ingresar en el recién escindido de éste, Partido Reformista, nuevo cauce del regeneracionismo cuando recupera su confianza en la monarquía. Este nuevo, del que Galdós será diputado por Las Palmas, estará formado por conocidos regeneracionistas como Melquiades Álvarez y Gumersindo de Azcárate que fueron expulsados del republicanismo en junio de 1913, al crear este Bloque (inicialmente inserto en la coalición). El estreno de una obra teatral galdosiana será el escenario público de esa nueva aproximación, dejándose notoriamente ver el escritor en el palco junto a Alfonso XIII, en amigable charla, y haciendo luego declaraciones laudatorias sobre él. Pero antes de aquello, la mayor parte de su dedicación y textos políticos pertenecen a 1908 y 1909, año este último en que –como decíamos– se convirtió en el máximo adalid de la denominada Conjunción Republicano–Socialista. Su producción literaria se verá mermada lógicamente por su activismo político, así como ambas actividades lo harán por los problemas de vista de un escritor casi septuagenario que, a veces, se une a mítines de pueblo en

19. Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla, tomo I: Memoria y Resumen de la Información, pról. de Alberto Gil Novales, Zaragoza: Guara, 1982; p. 77.

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pueblo, y otras muchas, envía sus discursos para que otros los lean en dichos actos20. Como ya escribí en su momento, lo significativo es que su visión crítica del sistema monárquico lo llevó a un activismo, llamémoslo, anti–sistema –el republicanismo–, frecuente entre los intelectuales de esta tradición. De ahí que sus textos políticos reflejen toda la gama de demandas e imágenes del regeneracionismo. Pero como buena parte de estos intelectuales, su alto contenido idealista se declara incapaz de la convivencia con las rencillas e intereses personales o de partido, por lo que pronto, –primero Costa, luego Galdós–, llegará la disidencia.

20. El tratamiento crítico de la participación política del escritor varía enormemente de un extremo al otro. Unos críticos han minimizado su participación; algo que, a juzgar por la prensa de la época, es un error. Teniendo en cuenta el testimonio de la prensa del momento, es un error minimizar su participación o considerarla consecuencia de la senilidad u oportunismo en la búsqueda de lectores a través del apoyo de los republicanos. Estébanez Calderón hace una oportuna síntesis de las tendencias de la crítica a este respecto: aquellos que restan importancia a su participación (Berkowitz, Hinterhäuser y Sáinz de Robles); quienes, sin negarle sinceridad, le atribuyen endeblez y propensión al cambio ideológico (Regalado García); y una tercera interpretación que la considera un imperativo de su conciencia, incluso sabiendo que sacrificaba su bienestar (Casalduero). Como escribí anteriormente, también hay otra interpretación maximizadora, que cree reconocer atisbos de republicanismo y hasta de socialismo anteriores a estos años y aumenta la impronta que tuvo en su literatura, en tanto que minimiza sus frecuentes excusas para no asistir a mítines y su posterior acercamiento monárquico (RodríguezPuértolas o Mainer). Berkowitz, Hinterhäuser, (Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Madrid, Gredos, 1863) y Sáinz de Robles (Pérez Galdós. Vida, obra y época, Madrid, Vasallo de Mumbert, 1970); Regalado García, (Benito Pérez Galdós y la novela histórica española) y Casalduero (en el prólogo a la obra de Madariaga, Pérez Galdós. Biografía Santanderina, Santander, Institución Cultural de Cantabria, 1979); obras a las que hacemos frecuente referencia y que son citadas por Estébanez Calderón en su artículo «Evolución política de Galdós y su repercusión en la obra literaria», Anales Galdosianos, 1982; pp. 7-23. Vemos esa otra tendencia maximizadora de Rodríguez Puértolas en su pról. a la edición de Cátedra de El caballero encantado, «Galdós y El caballero encantado», A.G., VII, 1973; pp.119-132; además de su libro Galdós: Burguesía y revolución, Madrid: Turner, 1975. En este último caso, el error fundamental es una interpretación equivocada y frecuente del regeneracionismo como una ideología pesimista; cuando, en realidad, el regeneracionista ve muy negativamente la realidad presente y aun así, sorprende su enorme fe en la capacidad nacional para remontarla, idea ampliamente desarrollada en mis dos monografías sobre el tema. Además, Rodríguez Puértolas considera las demandas y actitudes propias del regeneracionismo como una novedad del socialismo. Por su parte, Víctor Fuentes hace una recopilación fundamental de los textos políticos galdosianos -con ligeras ausencias- en su Galdós demócrata y republicano. Escritos y discursos 1907-1913. Lo que sucede es que tras aquella fecha, el escritor aún será diputado, pero abandona la postura anterior para ser Reformista, por lo que la selección anterior crea la impresión de que fue republicano hasta sus últimos días (véanse en su pról. las pp. 41 y ss.). En su prólogo, y en línea semejante, Mainer pretende un Galdós socialista que nunca quiso ser (pp. 15-16).

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Ejes retóricos regeneracionistas y galdosianos: Amor, fe y denuncia nacional Galdós participará en proyectos de leyes, o en la obstrucción de algunas como la de Asociaciones o la del Terrorismo, en mítines y manifestaciones, presencialmente o enviando su adhesión para que un compañero la leyese. Varias notas hacen que su estilo difiera del de sus compañeros: Frente al radicalismo rupturista de algunos, el escritor ama las tradiciones española, gusta de las imágenes metafóricas, de la alegoría y de los símbolos nacionales. Con elementos literarios, expone una actitud de denuncia combativa, pero mantiene una fe optimista en nuestra futura regeneración semejante, por ejemplo, a la de R. Altamira en su Psicología del pueblo español. Galdós escarba en los orígenes históricos de nuestros males, herencia de lo expuesto por Macías Picavea en su conocidísimo ensayo El problema nacional, luego profusamente repetido por otros. Señala la misma extensión de los males que Lucas Mallada había analizado en Los males de la patria, muy especialmente los del campo y sus trabajadores, también analizados por Costa en su Colectivismo agrario. Su fe en la práctica parlamentaria española ha quedado rota por los males ya inveterados que hacía tiempo denunciaban un Costa (Crisis política de España) o un Azcárate (El régimen parlamentario en la práctica). Al igual que Ganivet (Idearium español), Silió (Problemas del día), Unamuno (En torno al casticismo) o Azcárate (El problema social), insiste en la necesidad también espiritual de una reforma que no olvide este aspecto sino que lo convierta en motor que salvaguarde las medidas adoptadas. Como Costa, en prácticamente todo, añade ideas como la de la europeización (Reconstrucción y europeización de España), el mitologema del Cid para representar nuestra desmañada política interior e internacional («La jura en Santa Gadea») o su clarividente visión sobre nuestro sistema, en Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España21. En estos volúmenes, sin apenas disidencias, todos los conferenciantes mostraban su amor por la España caída y su fe en que la erradicación

21. Durante el curso 1900-1901 se celebraron los debates del ciclo de conferencias del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid sobre la oligarquía y el caciquismo, cuyos informes fueron leídos en sesiones públicas celebradas en marzo-abril de 1902 y que fueron después recogidos en el libro Oligarquía y caciquismo.

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de los males denunciados nos devolvería un puesto en el concierto europeo. La pregunta se dirige a representantes de toda ideología y a diversos ámbitos del conocimiento, científicos como Ramón y Cajal, músicos como Tomás Bretón, novelistas como Pardo Bazán o catedráticos, periodistas y políticos de toda rama o partido. Además de los citados, Unamuno, Altamira, Azcárate, Buylla, Posada, Sela, Dorado, Ovejero, Octavio Picón, Ovejero, Pi y Margall, Maura, Sánchez de Toca22… Al comienzo de la memoria costista, éste resume la idea general aunando enseñanzas de regeneracionistas políticamente comprometidos con partidos diversos, de Gamazo a Macías Picavea o Silvela afirma que el pueblo español no está representado, no hay soberanía popular: ¿Qué es, pues, lo que la ha sustituido aquí, si es que la ha sustituido algo? Monarquía, partidos, Constitución, Administración, Cortes, son puro papel pintado con paisajes de sistema parlamentario, dice Macías Picavea; a un Estado de derecho regular y perfecto, agrega Silvela, se opone en España un Estado de hecho que lo hace de todo en todo ilusorio, resultando que tenemos todas las apariencias y ninguna de las realidades de un pueblo constituido según ley y orden Jurídico: ¿cuál es, pues, la Constitución real de nuestro país? No nos gobierna el rey, no se gobierna a sí propia la nación: o de otro modo, la forma de gobierno no es la monarquía pura […]23

Costa o Galdós se oponen a una monarquía inexistente, pues se oponen al sistema completo dado que, como regeneracionistas de diversos ámbitos, lo consideran una ficción sustitutoria de la soberanía popular. Y si el denominado

22. Textos que fueron recogidos en el volumen y que Costa resumió admirablemente. Sobre las ausencias y presencias de aquellas sesiones puede consultarse el trabajo de Martín Retortillo-Baquer, «Europa, Joaquín Costa y la encuesta sobre “Oligarquía y caciquismo”», Revista de Estudios Políticos, pp. 19-40, http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/3/REPNE_062_020.pdf (accedido el 5 de marzo de 2011). 23. Véase cómo el mismo mal y retórica regeneracionista encuentra su remedio en el «sobrenaturalismo católico, libremente administrado por la Iglesia para restaurador efecto de lejano plazo, y por de pronto como operación quirúrgica inmediata e inaplazable, la extirpación radical del ya tan extendido e interno cáncer parlamentario» de Enrique Gil y Robles, en su Informe de Oligarquía y caciquismo, Salamanca, Impr. y Enc. Salmanticenses, 1901, también accesible en http://docs.google.com/viewer?a=v &q=cache:AHBQ5Y0Coq4J:www.ateneodemadrid.com/biblioteca_digital/folletos/Folletos-0018.pdf+ses iones+Ateneo+Oligarqu%C3%ADa+y+caciquismo&hl=es&gl= (accedida el 5 de marzo de 2011).

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«Gobierno regeneracionista» del conservador Francisco Silvela esgrimió como lema la idea de una «España sin pulso», sin apenas vida que reactivar –título de su popular artículo de 1898–, Galdós recogerá en su etapa política la misma idea con otra imagen. Por eso, leemos en los textos galdosianos que en tanto que hay un «rebaño monárquico» y una tristeza y escepticismo sobre las fuerzas de la oligarquía imperante, el «pueblo español vive». Los tópicos de la enfermedad, muerte o sueño nacional construyen su discurso, junto al argumento histórico en que vemos su amor por la nación y la denuncia de la oligarquía; síntesis perfecta de lo más regeneracionista. Así manifiesta en un mitin electoral de 1907: Los que allá, en el páramo de la oligarquía, miden la extensión del aplanamiento de España por el escepticismo y la tristeza del rebaño monárquico, podrán decir ahora con sorpresa y alegría: El pueblo español vive, o despierta, o resucita; el pueblo español se nos presenta de nuevo en pie, con la noble arrogancia cívica, con todo el espíritu de libertad y reivindicación que palpita en nuestra historia, desde Viriato hasta Prim24.

Fiel a la idea de «urgencia y modo de cambiarla» del subtítulo costista –a Oligarquía y caciquismo–, y con el optimismo de la política activa de un mitin, Galdós ve en el movimiento de los últimos tiempos un renacer previo al golpe que hubiera sido definitivo. No ha hecho falta recibirlo; cuando estaba cerca, han saltado las chispas. La voluntad nacional logrará la regeneración: «Percutid enérgicamente con las aceradas voluntades, y sacaréis todo el fuego preciso para el generoso incendio de nuestra regeneración.» Un año después –en otro mitin, ahora antimaurista–, volverá al frecuente en su discurso lenguaje clínico para decir que ve en España «síntomas de muerte»25. Como Altamira, Macías o Costa, Galdós menciona momentos históricos en los que considera que se inició la decadencia nacional y conforme al republicanismo actual, aún añade que la situación presente es «desgraciada herencia» del absolutismo de monar-

24. «Discurso de Galdós», España Nueva, 19-IV-1907 y bajo el título «Palabras de Galdós. A los republicanos», El País, 19-IV-1907; de éste último lo toma Fuentes que lo reproduce en su edición citada; pp. 53-55. 25. Mitin del 1 de julio de 1908, recogido por Fuentes, pp. 77-8.

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cas como Carlos IV, Fernando VII y de Carlos M. Isidro, quienes inauguraron el «artificio constitucional». Es decir, el argumento histórico expresa nuevamente la regeneracionista denuncia de la falsedad de nuestras instituciones. Así, señala la necesidad de fomentar la cultura y la instrucción, demandas del acervo institucionista y krausista heredadas por muchos regeneracionistas de ese origen (como Costa o Azcárate, por ejemplo). Dos días después de aquel discurso, Galdós se convirtió en diputado republicano con un elevado número de votos. Si resulta algo peculiar en un mitin electoral remontarse un siglo entero en esa mención a los monarcas que decretaron la privación actual de derechos del pueblo, piénsese lo diferente que también resultaba la oratoria galdosiana por su platónica conducción «de las pasiones», apuntando al corazón, siempre dispuesto a enternecer al auditorio con su constante apelación al amor a España. Gumersindo de Azcárate comentará precisamente a Galdós la enorme distancia entre los radicales republicanos o los socialistas y las actitudes y pensamientos de ellos. A propósito de un mitin en el que Galdós intervino y al que no pudo asistir, Azcárate le escribió que confiaba en que no hubiera habido «algún colega socialista» que, como en anterior ocasión, tuviera la ocurrencia de «declararse antipatriota, antimilitarista y revolucionario»26. Ese amor a España es nota característica de toda intervención política galdosiana. Así, por ejemplo en su escrito político «Al pueblo de Madrid», alaba el patriotismo de los madrileños y la epopeya nacional que protagonizaron el 2 de mayo27. Ocasión propicia para demandar más centros educativos en los que recordar «hechos gloriosos» y crear «generaciones cultas» que apresuren el paso hacia nuestra civilización. Del mismo modo, su carta leída en uno de los mítines antimauristas de 1908 repite la idea del amor patrio y de la crisis actual como una de las más graves, por lo que vuelve a apelar a la voluntad: «obra es de voluntad y también de inteligencia; no es obra simplemente destructora, es obra de negación». Poco después, esta vez a propósito de la Ley de Terrorismo,

26. En el mismo epistolario, lamentan el radicalismo de Lerroux y de otros, dentro de la moderación que les es propia. Así lo recoge Armas Ayala, Galdós, lectura de una vida, p. 285. 27. Alocución reproducida por El País –de donde la toma Fuentes (op. cit., p. 57-59), pero también por periódicos de signo muy distinto, como el conservador La Época, el 15-III-1908.

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volverá sobre la misma idea en uno de los discursos más literarios de su actuación política, en el que reinterpreta los mitos nacionales conforme a su ideario regeneracionista28. Frente al «limbo de la tristeza» y de la pasividad, y en lugar de un discurso defendiendo un programa político, vemos su interpretación del maurismo como un eslabón de la tradición absolutista y despótica. La Madre Española es nuestra guía: En compañía de la excelsa matrona vamos todos: junto a ella, los que poseen el divino verbo; detrás, en la caravana de los creyentes silenciosos, los que formamos la gran muchedumbre democrática. Los oradores esclarecen y guían; los demás acaloramos la acción con nuestra fe y el constante ardimiento de nuestros corazones.

Ese amor por la nación se personifica en la Madre Española, acompañada de su escudero, el león histórico que aparece en nuestro escudo desde la época de los Reyes Católicos. En esta imagen de nuestra tradición se funde lo mítico con lo legendario, siendo motivo sentimental de su alegoría política (reflejada también en su novela El caballero encantado, de 1909). Y si este león fue el caballero de armas de nuestro pasado histórico, en la actualidad representa los derechos del pueblo. Su fuerza y voluntad, son ahora, en los tiempos actuales, nuestra energía para el trabajo. La retórica galdosiana apunta al corazón de los asistentes, recreando con las palabras imágenes nostálgicas y épicas. Galdós recaba en nuestro común fondo remoto para elevar esa imagen y ese sentimiento: En todas las imágenes de la Madre Española los siglos la representaron siempre acompañada de un soberbio león, símbolo heráldico de nobleza, símbolo del heroísmo, del orgullo fiero, de la virtud, del honor, de la dignidad, del derecho; símbolo también de las majestades real y popular que constituyen la Soberanía. Mi patriotismo ardiente, quizás por demasiado ardiente algo candoroso, me encariña con el amaneramiento artístico del león furibundo, arrimado a las faldas de la gloriosa Divinidad patria. Me encantan estas

28. Apareció en El País y en El Liberal, 29-V-1908. La reproducen en sus libros, Madariaga ( pp. 318-320) y Fuentes (pp. 63-64).

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cosas viejas representativas de sentimientos que laten en nosotros desde la infancia. La presencia del arrogante escudero de nuestra Madre nos embelesa de admiración y fortifica el amor inmenso que le profesamos.

Una nostalgia cultural de nuestra imagen tradicional, urga en el corazón del auditorio tratando de ganarlo para el amor a esa España cuyo estancado avance se quiere reemprender. El amor y el candor con que se profesa según la íntima confesión galdosiana, lo incitan a dirigirse directamente al animal mítico, haciendo recuento de nuestras grandezas nacionales y, por tanto, estableciendo la veracidad y argumentos históricos para la tarea presente: Conserva en todo momento, león mío, tu dignidad y tu fiereza. Cuídate de inspirar respeto siempre y el santo miedo cuando sea menester. Tú que fuiste siempre el emblema del valor, de la realeza, de la gloria militar y de la gloria artística; tú que fuiste el Cid, el Fuero Juzgo, la Reconquista, Cervantes, la espada y las letras, no olvides que en el giro de los tiempos has venido a ser la ciudadanía, los derechos del pueblo, el equilibrio de los poderes que constituyen la Nación. No te resignes en ningún caso a ser león de circo, ni te dejes someter por el hambre y los golpes, dentro de una jaula, a ejercicios de mentirosa fiereza que sólo conducen al aplauso y provecho de tus audaces domadores. Considera, león mío, que no sólo eres hoy emblema de la ciudadanía, sino del trabajo. Eres la fuerza creadora de riqueza, colaborador en la grande faena del bienestar universal, eres la cultura de todos, la vida fácil de los humildes, la serenidad de las conciencias, y, bien penetrado de tu misión presente, destroza sin piedad a los que quieren apartarte del cumplimiento de tus altos fines.

Alegoría llamativa en el contexto de un mitin contra la ley de Terrorismo, si bien, propia de la reinterpretación a la que regeneracionistas como Costa sometían mitos como el del Cid: el héroe que hizo al rey jurar en Santa Gadea garantizando derechos populares, el que cabalgó extendiendo la riqueza nacional, el que ahora, en tiempos actuales, en que los asuntos interiores reclaman imperiosamente la atención, debería estar bajo doble llave para que no volviese a cabalgar («Doble llave al sepulcro del Cid»). Los mitos culturales de nuestra nación se revuelven y reviven en la crisis nacional actual. Es ese «¡Muera don Quijote!» con que Unamuno deseaba que España abandonase empresas fuera de sus tierras, para que renaciera Alonso Quijano el bueno, el santo, el trabajador de su hacienda.

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Como regeneracionista, posibilista, Galdós se dirige a los españoles en diversas ocasiones desencorsetándose de la política de partido. Como repetíamos, el idealismo regeneracionista es heterogéneo en su visión de los modos en que se podrá llevar a cabo. Por eso, Galdós vuelve a expresar su necesidad de prescindir «de motes, denominaciones o marcas políticas para apreciar los hechos en su estado presente y en su actualidad viva»29. Es decir, sigue lo debatido por estos intelectuales moderados, algunos de los cuales han ido como él al republicanismo y para quienes lo de menos era el partido político concreto. Hacía menos de una década, Costa y Altamira, entre otros, planearon un «partido regeneracionista». Llevado del utopismo que se acaba de desengañar de la posibilidad regeneracionista de las organizaciones no políticas, cree que podrían fundar un partido regeneracionista que fuera «oportunista», es decir, nacido de la oportunidad, «ni radical ni conservador, ni monárquico ni republicano, ni católico ni anti–católico, ni individualista ni socialista: oportunista». En esa línea se mantendrá Galdós. Así, en un mitin republicano define el «programa» que representa como el «arrancado de la Nación dolorida», un programa –escribe– elemental, «nacido del secular sufrimiento y alimentado por la infinita ansiedad de existencia más gloriosa y fecunda»: Vuestro programa sencillísimo es la voz clamante del alma nacional que os dice: «No quiero morir. Renovad mi vida con generaciones robustas, ricas de sangre, de pensamiento y voluntad.»30

29. Texto recogido por Madariaga (pp. 320 -322) y por Fuentes (pp. 65-67) y leído en un mitin de Barcelona a mediados de junio de 1908. 30. Durante años, los regeneracionistas debatieron si la regeneración debería llegar a través de los partidos políticos o de formaciones al margen de ellas. Entre otros, Costa o el grupo de krausistas de Oviedo lo discutían con frecuencia, por lo que fue motivo de debate en las sesiones del Ateneo de 1900-1901. En 1898, Costa escribía a Altamira sobre la necesidad de un partido político regeneracionista que describía como: «un partido ni radical ni conservador, ni monárquico ni republicano, ni católico ni anti-católico, ni individualista ni socialista: oportunista, y aunque diga empírico, a la inglesa, definido por su programa; programa según una manera nueva, desarrollado en doce o quince proyectos de ley, decretos, etc., sobre lo fundamental, urgente y hasta ahora desatendido; partido de maneras conservadoras (y contenido radical más bien), que no arremetiese con los políticos viejos, presentándose ante ellos petulantemente a pedirles cuenta del pasado, maldecirles e invitarles a retirarse; que no rompiese con ellos en tanto no rompan con ellos los hechos y los orillen o los arrastren y transformen; que no pidiese ni rechazase el poder; o más claro, cuyo fin no fuese, según uso, la conquista de la Gaceta, sino la realización, por sí o por quien quiera que ocupe el poder, de su programa nacional y humanitario

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Años después, como presidente de la coalición de republicanos y socialistas y ante las habituales disensiones entre ellos, volverá a definir la labor de su partido por su unión frente al objetivo común de la patria en ruinas, para lo cual –dice– no sólo han de representar a quienes desde antiguo profesan el republicanismo, sino a quienes huyen aterrados de la oligarquía. Hay «espacio más que suficiente» para toda fuerza capaz de enfrentarse a y en dicha ella31. Como sucedió en esta ocasión, ha de tenerse en cuenta que los discursos de Galdós son leídos y casi nunca por él mismo: textos, por ello, breves, escritos y literarios más que pensados para la permeabilidad de la presentación oral. Galdós era por su prestigio cultural la gran baza del republicanismo que representaba los intereses populares, carente del pasado histórico de los grandes partidos del sistema. Frente al sistema que definen como mentiroso y al que su partido se enfrentaba, era necesaria la honestidad, la hermosura sentimental, directa, sincera y, por todo ello, eficaz de la asertividad galdosiana. Por eso, sus textos sirven para preparar el ambiente en que poder expresar la legitimidad de sus demandas, aunando en su coalición política fuerzas de partidos diversos. De ahí que, frente al lenguaje asertivo de los discursos galdosianos –aunque no sólo los suyos–, contrasta la agresividad de la expresión de algunos de sus correligionarios políticos. Poco después, en otro mitin, ahora en San Sebastián será leído otro discurso de Galdós en el que vuelve al lenguaje clínico y a la denuncia del momento presente como eslabón de un despotismo tradicional, que ahora llama «intoxicación absolutista»: Cómo se ha operado esta metamorfosis del absolutismo, antes fiera pujante, ahora bacillus que invade el interior del organismo, es cosa difícil de explicar sin largo examen de hechos y personas32.

(más humanitario que nacional); que no se dijera órgano de la opinión (todos dicen lo mismo), ni de la masa neutra (incapaz de formar partido), etc., sino de las necesidades esenciales, fundamentales de España y de los españoles», recogido por George J. G. Cheyne, El renacimiento ideal, epistolario de Joaquín Costa y Rafael Altamira (1888-1911), introd.. y ed. de George J.G. Cheyne, Alicante, Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert», 1992, p. 105. 31. «Labor Conjuncionista. Cuartillas de Galdós», mayo de 1912, reproducidas por Madariaga (pp. 332-3) y por Fuentes (pp. 106-7). 32. Madariaga (pp. 323-4) y Fuentes (pp. 67-8). T. Toscano Liria considera que la imagen del «organismo» de la retórica galdosiana tiene su origen en Sanz del Río, Retórica e ideología de la generación de 1868 en la obra de Galdós, Madrid, Pliegos, 1993.

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La denuncia de la falta de representatividad del rebrote del absolutismo del caciquismo gubernamental ve en Antonio Maura a su nuevo antagonista. El antimaurismo se convierte en 1908 en el objetivo aglutinador de quienes, siendo liberales, consideraban al ahora político conservador un presidente de gobierno absolutista, responsable de la usurpación de la voluntad popular y de una supuesta política clericalista. De ahí, por ejemplo, que un mitin celebrado con ese objetivo –el del 28 de mayo de 1908–, fuese encabezado por el «Todos contra Maura o el resurgimiento del liberalismo español». El lema asume en su sinonimia formal la idea de un liberalismo muerto y otro vivo que representan y definen por oposición a un enemigo definido. Como vemos, realmente el activismo político de Galdós no se basa en la defensa de un programa de partido, sino en la lucha contra quienes considera que usurpan sus derechos al pueblo. Ese año, su grupo político había lanzado también el grito de «Maura no», lema con el que celebró en marzo por el Paseo del Prado la mayor concentración celebrada hasta entonces. Por ello, a pesar de la antigua amistad con el hombre –probablemente datada en 1886 cuando ambos eran diputados liberales33–, Galdós fue partícipe de la campaña antimaurista contra el político34: él representa la vuelta del absolutismo, y en lenguaje clínico, dirá, es causa de que España tenga «síntomas de muerte». En mitin del 1 de julio de 1909, clama que a pesar de que el poder lo ostenten ellos, la verdad y la razón son nuestras –escribe contraponiendo imágenes–, y son, además, las armas que hemos recibido de «nuestra Madre España, harta de sufrimientos, ávida de cultura y justicia»35. La retórica galdosiana se aparta de la revolucionaria para mostrar ese posibilismo en un marco mitológico utópico, con un talante conciliatorio que procura suavizar diferencias en aras del objetivo común de regeneración. Orden y pacificación para una reforma radical cuyo medio no será la revolución, pues

33. M. Guimerá Peraza, Maura y Galdós, Las Palmas, Ediciones del Cabildo, 1967, p. 9. Accesible en http://mdc.ulpgc.es/cdm4/item_viewer.php?CISOROOT=/MDC&CISOPTR=1244&CISOBOX=1& REC=14 34. Además de la monografía de M. Guimerá Peraza, el epistolario entre ambos fue publicado por Sebastián de la Nuez, en el Anuario de estudios atlánticos, nº 20, 1974, pp. 613-668. 35. Fuentes, pp. 77-8.

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estas son peligrosas y de efectos efímeros –dice en una entrevista de 1910–, sino la revolución en las conciencias36. La coincidencia histórica de otra guerra, traerá a colación el lenguaje y motivos que los regeneracionistas emplearon durante el 98. Se trata ahora de la contienda marroquí, mantenida en contra de los deseos populares. Algunos manifestarán la puerilidad de ir a Marruecos llevados de nuestra falaz leyenda, actitud semejante a la denunciada, entre otros, por Pardo Bazán cuando criticaba que nuestra leyenda dorada era insuficiente para ganar los enfrentamientos del 98. Ahora, también Galdós denuncia que fuimos a Marruecos viendo únicamente «la cara bonita y fascinadora de la leyenda», en lugar de fiarnos de la Historia37. Con ocasión del artículo de 1901 «La España de hoy», Galdós escribió a Costa contándole que había utilizado varias de las ideas expuestas en Oligarquía y caciquismo para la elaboración de aquel artículo. En esta ocasión, Galdós escribirá en situación semejante: dos días después de que Costa publicase su crítica contra la participación española en la guerra, contrariando la voluntad popular y acusando al gobierno de criminalidad por ello. Su conmocionador artículo «Sobre la cuestión del Rif y de la Prensa», apareció en cuatro periódicos de tirada nacional (España Nueva y El correo, y al día siguiente en El País y en El Liberal). En medio de las represalias contra las publicaciones en que ha aparecido el texto costista, Galdós también escribe sobre la cuestión, deseoso de combatir la somnolencia y pasividad de quienes permanecen impávidos ante los desatinos políticos que nos han arrojado al precipicio de la guerra. Los «males presentes» de la guerra, conducen a la falta de «salud», una «epilepsia larvada» de una España que necesita «despertarse». Galdós acude a la ya suficientemente expuesta retórica regeneracionista apelando al «sentimiento innegable» de la patria para que luche contra la «resignación fatalista», el «nirvana gris» y la carencia de representación de la voluntad popular en nuestras «esfinges políticas». El texto reelabora otros elementos retóricos ya conocidos

36. Entrevista concedida por Galdós al Bachiller Corchuelo, «Benito Pérez Galdós. Confesiones de su vida y de su obra», Por esos mundos, en junio de 1910, pp. 790-807 y julio de 1910, pp. 27-56. 37. Declaraciones realizadas por el escritor en septiembre de 1909, Fuentes (pp. 79-81).

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como el imprescindible en nuestro autor amor patrio, mitos o menciones a nuestra historia y monarcas absolutistas como Fernando VII38. Aunque los elementos retóricos nos sean sobradamente conocidos, el texto conmocionó por su sinceridad y hermosura: Hablo sin que nadie me lo mande, y respondo sin que nadie me lo pregunte, por irresistible impulso de mi conciencia y exaltación de mi fe en el porvenir de la patria, sin invocar otro título ni otro fuero que el fuero y título de español, porque esto basta y sobra para opinar públicamente en días de peligro. Ni aun tomaré el nombre y razones del partido político a que pertenezco. Quiero subirme a donde pueda encontrar la máxima extensión de auditorio. (...) Un sentimiento innegable, la grave aflicción ante los males presentes y ante los que dejan entrever los sombríos horizontes, me habilitan para decir a mis conciudadanos lo que estimo verdadero y saludable, y lo digo sin temor y sin reservas. Mi patriotismo es de puro manantial de roca, intenso, desinteresado, y con él no se mezcla ningún móvil de ambición39.

En un mitin de 1911 contra la guerra, mandará unas cuartillas sobre la cuestión para que sean leídas: España está cansada de aventuras peligrosas a las que le han llevado los ideales románticos que dilapidan una economía ya mermada. Es decir, personificación y referencia al estado de salud de la nación aventurera, como sus caballeros (como el encantado de su novela de 1909, o el Quijote) idealistas irracionalistas que con denuncia semejante a lo que mucho antes escribía Mallada, dejan la nación en el atraso comercial, industrial, agrícola o educativo. Son muchos más los textos políticos galdosianos para su presentación oral o escrita que repiten la retórica regeneracionista, y que podríamos poner como ejemplo de su fe y amor al pueblo español y su denuncia regeneracionista. Volverá sobre estas ideas incluso cuando ya diputado del Partido Reformista señale nuevos males, como el de la emigración. En 1914 aún se ve en la nece-

38. Se trata del popular artículo «Al pueblo español» del 6 de octubre de 1909 39. Fue publicado el día 6 de octubre por El Mundo, España Nueva y El País y al día siguiente, por El Liberal, está incluido en la recopilación política de Fuentes (pp. 82-4).

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sidad de hablar de la «vida sonñolienta (sic) y tediosa» de los españoles. Galdós define este mal de la emigración con el lenguaje médico que le conocemos, llamándolo «hemorragia de la patria» que provoca el «estado anémico de nuestra Patria sin ventura»40. El regeneracionismo ha de someter su utopismo a la realidad contemporánea, lo que les hace partidarios de un «posibilismo radical», según Unamuno le decía en carta privada. La fe de Galdós como político activo terminó por encauzarse en el nuevo partido fundado por Melquíades Álvarez y en donde también militaba el regeneracionista krausista Gumersindo de Azcárate. Galdós finalmente vuelve a sus fueros monárquicos y liberales, como quedó de manifiesto en su entrevista en el Palacio de la Magdalena con Alfonso XIII. En aquella ocasión, reafirmó los rasgos regeneracionistas que permitían confiar en que el sistema monárquico llevara a cabo las reformas que proponían. Por ello, el escritor declaró considerarlo un rey «francamente liberal» y de modo imprescindible para él, afirmó que tenía «los más altos ideales patrióticos», y reconocía en él juicio «extraordinariamente claro y justo» en todas las cuestiones que afectan a España41.

40. «España y América», enero de 1914, La Esfera, artícs. recogidos por Dendle, Galdós y la esfera, Murcia, Univ. de Murcia, 1990. 41. Noticias recogidas de El Imparcial y de El Heraldo por Soldevilla, en Dendle, «Galdós in El año político», Anales Galdosianos, XIX, 1985; pp. 106-107.

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RETÓRICA REGENERACIONISTA DE



GALDÓS

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