ENTRE LA SIERRA MADRE Y EL MAR: UN PANORAMA HISTÓRICO-CULTURAL SINALOENSE (2014)

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Descripción

ENTRE LA SIERRA MADRE Y EL MAR: UN PANORAMA HISTÓRICOCULTURAL SINALOENSE

John Carpenter Slavens

DEDICATORÍA Para Lois Slavens Carpenter (1918-2013) y Gustavo Sánchez Torres (19302013) quienes pasaron por éstas bellas tierras sinaloenses.

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ÍNDICE ÍNDICE ……………………………………………………………………………….. LISTA DE FIGURAS ……………………………………………………………….. PRESENTACIÓN CAPÍTULO 1 EL PANORAMA GEOGRÁFICO Y AMBIENTAL ……………… CAPÍTULO 2 LOS PALEO-INDIOS Y ARCAICOS DE SINALOA …………… El Periodo Paleo-Indio (de 13,000 a 9000 a.C.): Los Primeros Pobladores ….…………………………………….……… El Periodo Arcaico (7,000 a 2500/2000 a.C.): Los Recolectores/Cazadores …………………………………….…….. CAPÍTULO 3 LA PLANICIE COSTERA SINALOENSE UNO DE LOS PROTAGONISTAS EN LA DIFUSIÓN DEL MAÍZ HACÍA EL NORTE Y LA CONFORMACIÓN DE LAS SOCIEDADES AGRÍCOLAS ……………………. CAPÍTULO 4 ORIGEN Y DESARROLLO DE LAS TRADICIONES ARQUEOLÓGICAS (300 al 700 d.C.) …………………………………………... La Tradición Aztatlán ……………………………………………………... La región de Chametla ……………………………………………. Las Marismas del Sur de Sinaloa ……………………………… La Tradición Huatabampo/Guasave …………………………………… Gordon Ekholm y el Proyecto Sonora-Sinaloa (1937-1940) …… El Sitio de Machomoncobe ………………………………………… Mochicahui …………………………………………………………… La Tradición Serrana (Rio Sonora) …………………………………….. Periodo Cerámico Temprano (200 a.C./200d.C. a 500 d.C.) ….. Tacuichamona ……………………………………………………………… La Tradición “Loza Raspada” …………………………………………… CAPÍTULO 5 LA EXPANSIÓN AZTATLÁN Y LA INTERACCIÓN REGIONAL E INTERREGIONAL EN SINALOA (700 al 1000 d.C.) …………. La Región de Culiacán …………………………………………………… Recapitulación de la tradición Aztatlán …………………………. El Sitio del Ombligo (Guasave) …………………………………………. Dimensiones Sociales …………………………………………… Dimensiones Ideológicas ………………………………………….. Dimensiones Políticas ……………………………………………… Dimensiones Económicas ………………………………………… El Montículo Funerario de Mochicahui ………………………………. Observaciones Sobre las Prácticas Mortuorias ……………………. Montículos Funerarios …………………………………………….. Urnas Funerarias ………………………………………………….. Ofrendas Funerarias e Identidad Social …………………………… Periodo Cerámico Medio (500 d.C. a 1100/1200 d.C.) ……………… CAPÍTULO 6 EL FIN DEL MUNDO PREHISPÁNICO, LAS FRONTERAS CULTURALES Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL ……………………………. Los Totorame ………………………………………………………………. Los Tahue y su Continuidad Cultural …………………………………. La Organización Socio-Política ……………………………………

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Los Mocoríto ………………………………………………………………. Los Cahita del Norte ………………………………………………………. La Organización Socio-Política …………………………………………. Periodo Cerámico Tardío en la Región Cahita (1100/1200 a 1532 d.C.) …. El Aztatlan de la región de Culiacan: los Cahita y la Sierra ………. El Sitio Rincón de Buyubampo …………………………………………. El Conjunto Artefactual …………………………………………….. La Cronología de la Ocupación …………………………………… La Integración Cultural Regional ……………………………………… Las Fronteras Culturales ………………………………………………… El Continuo Cultural Tahue y la Integración Cultural Regional …... CAPÍTULO 7 EPÍLOGO: LA CONQUISTA DE SINALOA ……………………. Impacto de las epidemias ………………………………………………... La Conquista Española de la Planicie Costera Norte del Pacífico .. REFERENCIAS CITADAS …………………………………………………………

LISTA DE FIGURAS Figura 1.1 Regiones Fisiográficas de Sinaloa. Figura 1.2 Planicie costera Sinaloense mostrando sierras que resaltan en las inmediaciones de Los Mochis. Figura 1.3 La Serrana Sinaloense cerca de Lo de Vega. Figura 1.4 Vista del valle del río Fuerte desde el sitio de petrograbados Cerro de la Máscara. Figura 2.1 Punta Clovis de silex encontrada en el sitio Fin del Mundo, Municipio de Pitiquito, Sonora. Nótese la acanaladura basal. Figura 2.2 Bifaciales lanceolados encontrados en la región de Guamuchil, Sinaloa. Tienen lasqueos sobrepasados, seguramente afiliados a la ocupación Paleo-India de Sinaloa. Figura 2.3 Puntas de proyectil del tipo Cortaro, recolectadas durante un extenso recorrido de superficie en el Municipio de El Fuerte en 2005. Figura 2.4. Punta de proyectil estilo Gypsum localizada en el Museo del Évora, Guamuchil, Sinaloa. Figura 3.1 La Evolución y Distribución del maíz (siguiendo a Benz 1994). Figura 3.2. Región identificada como la cuna de la rama Protoyutoazteca Sureña (siguiendo a Miller 1983a y 1983b). Figura 3.3 Puntas de Proyectil San Pedro en el Museo del Évora, Guamuchil, Sinaloa. Figura 4.1 Las tradiciones arqueológicas de Sinaloa. Figura 4.2 Botellin Guasave Rojo procedente de Mochicahui en la colección UAIM. Figura 4.3 Cantimplora Guasave rojo procedente de Mochicahui en la colección UAIM. Figura 4.4 Botellón Guasave café procedente de Mochicahui, en la colección UAIM. Figura 4.5 Figurilla Huatabampo en la colección del Evora en Guamúchil.

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Figura 4.6 Guasave Rojo sobre cafe procedente de Mochicahui, en la colección UAIM. Figura 4.7 Guasave Rojo sobre bayo procedente de Mochicahui, en la colección UAIM. Figura 4.8 Esquema cronológico de los desarrollos culturales de Sinaloa (tomado de Carpenter y Vicente 2009). Figura 5.1 Ofrenda de Conchas del Entierro 123 (AMNH 1937-40). Figura 5.2 Máscaras cerámicas de Guacamaya del Entierro 164 (AMNH 1937-40). Figura 5.3 Urna Funeraria en las dunas de El Jahuei, frontera Sinaloa/Sonora. Figura 5.4 Mapa de Mochicahui mostrando la localización de los sitios Figura 5.5 Botellones Huatabampo de Mochicahui en la colección de la UAIM. Figura 5.6 Guasave Rojo sobre Bayo de Mochicahui en La Coleccion UAIM. Figura 5.7 Cerámica Aztatlán Polícromo de Mochicahui en la Colección UAIM Figura 5.8 Cerámica Aztatlán Polícromo de Mochicahui en la Colección UAIM. Figura 5.9 Figurillas Cerámicas en el Museo del Evora. Figura 5.10 Brazaletes de Glycymeris en el Museo del Evora. Figura 5.11 Distribución de los Montículos Funerarios en la zona norte de Sinaloa Figura 6.1 Distribución de los grupos indígenas reconocidos por los españoles del siglo XVI. Figura 6.2 Provinicas indígenas en el siglo XVI. Figura 6.3 Mapa arqueológico del sitio Rincón de Buyubampo. Figura 6.4 Vista de la unidad habitacional 2 con sus cuartos contiguos en Rincón de Buyubampo. Figura 6.5 Polícromo del periodo Culiacan Temprano. Figura 6.6 Ornamentos de concha recuperados de la unidad habitacional 2. Figura 6.7 Cascabel de cobre en Rincón de Buyubampo. Figura 6.8 Sellos comerciales de plomo procedentes de la unidad habitacional 2 de Rincón de Buyubampo.

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PRESENTACIÓN Sinaloa es un espacio transicional en diferente aspectos; ambientalmente porque en el sur prevalece un clima semi-tropical y en el norte un clima semi-árido de desierto; culturalmente porque en el sur las poblaciones originales fueron reconocidas como de filiación mesoamericana, mientras que las tradiciones arqueológicas al norte de Culiacán presentan características más relacionadas con el noroeste de México y el suroeste de EE.UU. Asi mismo, los grupos Yoreme de hoy en día típicamente son afiliados con los grupos etnográficos/culturales del gran Noroeste/Suroeste, mientras que los Tahue son reconocidos como los mesoamericanos más norteños. Esta narrativa resalta ésta yuxtaposición cultural de la sociedades sinaloenses donde estan incorporados los límites de las dos superareas arqueológicamente más investigadas en las Américas—mesoamerica y el gran noroeste/suroeste— y que no se observa en ninguna otra región de México. Aquí se presenta una síntesis de las características culturales de la gente original del territorio sinaloense basada en datos primarios obtenidos por medio del conocimiento arqueológico junto con información etnográfica, es un documento inédito que tiene el propósito de contribuir al conocimiento cultural de esta región con características específicas que se desempeñó como un corredor biocultural donde se intercambiaron ideas, costumbres y bienes.

CAPÍTULO 1 EL PANORAMA GEOGRÁFICO Y AMBIENTAL Esta tierra de Sinaloa fuera del todo inhabitable para hombres y aún para brutos animales por su sequedad, si no la atravesaran y repararan los ríos que por ella corren al brazo de mar de California – Andrés Pérez de Ribas (1944:122 [1645])

El estado de Sinaloa abarca aproximadamente 58,092 kilómetros cuadrados (constituyendo 2.9 por ciento de la República Mexicana) y está integrado por la estrecha planicie costera del Pacifico y la abrupta escarpa de la Sierra Madre Occidental; lo comprenden tres regiones fisiográficas mayores (Figura 1.1): 1) la planicie costera; 2) la serrana; y 3) la Sierra Madre Occidental. La planicie costera forma parte de la Planicie Costera del Norte de México que se extiende desde Nayarit, donde el eje volcánico transversal llega al océano Pacifico, hasta la región del río Colorado en el extremo suroeste de Arizona (Rezedowski 1981:25). La serrana está integrada por el pie de monte de la sierra alta con elevaciones que varían entre 300 y 1000 metros aproximadamente. En su lado occidental, la Sierra Madre Occidental presenta una abrupta pendiente con elevaciones entre 1000 hasta 3000 metros o más, marcada por barrancas profundas, de las cuales la Barranca de Cobre es la mejor conocida. La costa occidental mexicana presenta una zona tectónica de subducción donde la placa del Pacífico está siendo forzada debajo de la placa continental Norteamericana y empujando lentamente la planicie costera hacía arriba a razón de aproximadamente 25 cm cada 1,000 años (Shephard 1964). Los movimientos laterales de las placas asociadas con la zona de fractura de la falla de San Andrés durante los últimos 15 millones de años resultaron en el desprendimiento de la península de Baja California, separándola de la masa continental y formando el Mar de Cortés (Schmidt 1976:24).

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Figura 1.1 Regiones Fisiográficas de Sinaloa.

La planicie costera representa un elemento fisiográfico relativamente joven en términos geológicos, fechado principalmente a los periodos Cuaternario y Cenozoico (Rzedowski 1981:30, Figure 6; Schmidt 1976:24). Su desarrollo se debe a la deposición continua de sedimentos aluviales procedentes de la Sierra Madre Occidental, a través de procesos fluviales masivos. Como resultado, la planicie costera se va volviendo más ancha y el grosor de los depósitos aluviales va en aumento. La falta de algún elemento geográfico que separe la planicie costera con la sierra madre provoca que la planicie costera se rellene por material coluvial muy uniforme creando un paisaje muy plano y monótono con solo algunos pequeñas serranías enterradas en estos depósitos. Los caudalosos ríos que caracterizan a Sinaloa también son resultado de este fenómeno ya que el agua de la Sierra Madre se encausa en estos ríos. Las evidencias geoarqueológicas indican que este proceso geomorfológico dinámico permanece activo, con 2

deposiciones de sedimentos aluviales de por lo menos tres metros que se han acumulado en los últimos mil años. La planicie costera tiene una elevación promedio de aproximadamente entre 50 y 80 metros arriba el nivel del mar (Perez Bedolla 1985:115; Schmidt 1976:24), con la presencia de cerros aislados y pequeñas sierras, normalmente de menos de 1000 metros en elevación, que se dispersan a lo largo de la región (la Sierra Navachiste es un ejemplo de esto). Estas formaciones son casi todas volcánicas en su origen, y predominan los escurrimientos de lava, las piedras basálticas, la riolíta, andesita, ignimbrita y diorita, y presentas reliquias de elementos orográficos fechados a la época Terciaria o más temprana, y que han sido cubiertos por los depósitos aluviales (Figura 1.2). De manera similar, la Sierra Madre Occidental también está compuesta por depósitos volcánicos extrusivos de edad Terciaria, particularmente riolíta, andesita y, con menos frecuencia, basalto (Schmidt 1976:26). Debajo de estos depósitos, se encuentran rocas metamórficas de las épocas Mesozoica, Paleozoica y Precámbrica (Schmidt 1976:29-Figura 14). La región serrana se encuentra entre la Sierra Madre y la Planicie Aluvial, a diferencia de Sonora, en Sinaloa la serrana solamente se encuentra entre 200-300 metros del nivel del mar teniendo unas de las temperaturas más altas de la región (Figura 1.3).

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Figura 1.2 Planicie costera Sinaloense mostrando sierras que resaltan en las inmediaciones de Los Mochis.

Figura 1.3 La Serrana Sinaloense cerca de Lo de Vega. 4

Los recursos minerales metálicas que se encuentra en Sinaloa, incluyen plata, oro, plomo, cobre, zinc y hierro; estos se localizan en la serrana y los altos de la Sierra Madre, especialmente en las zonas donde los ríos han excavados a grandes profundidades exponiendo los antiguos depósitos metamórficos (Heredia Trasviña 1990:186, Schmidt 1976:26). En la planicie costera, los depósitos de minerales no metálicos, como limo, puzolana, yeso, talco y sal son comunes (Heredia Trasviña 1990:186). Los suelos de la planicie costera varían de acuerdo con el tipo de material prima adyacente, la topografía, y el clima local (Pérez Bedolla 1985:125). El norte de Sinaloa es caracterizado por suelos xeresoles luvicos y yermosoles luvicos, los cuales son típicamente asociados con ambientes áridos (Pérez Bedolla 1985:125; Schmidt 1976:31-Figure 15). En el centro del estado, los suelos Kastanozems gleyicos predominan, mientras que en la región sureña, los suelos prevalecientes son luvisoles ferricos y gleysoles molicos (Schmidt 1976:31-Figura 15). La abundancia de tierras fértiles para agricultura representa un recurso importante. Los suelos aluviales profundos, junto con un clima relativamente húmedo, y los numerosos ríos, se combinan para ofrecer condiciones óptimas para el cultivo. Actualmente, la planicie costera de Sinaloa y Sonora constituye la región agrícola más importante de México (Schmidt 1976:56-58). Siendo las principales cosechas la caña, sorgo, algodón, arroz, fríjol, jitomate, ajonjolí, y papa (Heredia Trasviña 1990:149). Los abundantes ríos que se localizan a lo largo del estado de Sinaloa jugaron un papel primordial en la vida de los grupos humanos prehispánicos que ocuparon la zona (Figura 1.4). Todos los ríos principales que traspasan la planicie costera, desde el río Fuerte en el norte hasta el río Cañas en la frontera sureña con Nayarit, tienen sus orígenes en los altos de la Sierra Madre Occidental, en Sonora, Chihuahua, Durango o Sinaloa, y mantienen una orientación este-oeste. El territorio Sinaloa es seccionado por 11 rios cuadalosos entre las que sobresalen en el sur, los ríos Piaxtla, Baluarte y Cañas; en el centro, los ríos Humaya, Tamazula, Culiacán, San Lorenzo y Elota; y en el norte, los ríos Fuerte, Sinaloa y Evora o Mocorito. En conjunto, estos ríos transportan un promedio de 15,200 5

millones de metros cúbicos anuales, la gran cantidad de agua y la infraestructura creada son los dos factores fundamentales en el desarrollo agrícola de la región. Dentro de la Sierra Madre, los ríos excavan barrancas profundas, la más espectacular siendo la famosa Barranca del Cobre. Por otra parte, llas corrientes tributarias secundarias, muestran una orientación norte-sur, desaguando en las barrancas y valles perpendiculares a la serranía (Sauer y Brand 1932:10). Los cuadalosos ríos sinoalense ayudaron a conformar las fronteras culturales ya que en la temporada de lluvia son imposibles de cruzar y aunque existen cruces naturales parece ser que siempre fueron controlados por las comunidades asociadas a los ríos.

Figura 1.4 Vista del valle del río Fuerte desde el sitio de petrograbados Cerro de la Máscara.

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El clima en el norte de Sinaloa, siguiendo la clasificación de Koëppen, puede ser descrito como un clima transicional entre el estepario semi-arido (Bsw) y un verdadero desierto árido (BWw) (Rzedowski 1981:35). La parte sureña de la planicie costera, en el norte de Nayarit y el sur de Sinaloa, es clasificada como (Aw), o sabana tropical, caracterizada por veranos lluviosos seguidos por un tiempo de sequía extensiva, y verdaderamente pertenece a los bajíos tropicales (Rzedowski 1981:36; Vivó Escoto 1964:212). Los conquistadores describieron la planicie costera sinaloense como la “tierra caliente” y las descripciones tempranas están plagadas de quejas sobre el extenúate calor. El record de la temperatura más alta registrada en la republica mexicana se encuentra en Huites, a lo largo del Río Fuerte en el norte de Sinaloa, registrando una temperatura de 56 grados centígrados. Andrés Pérez de Ribas el jesuita misionario que pasó muchos años en el Norte de Sinaloa hace una magnifica descripción del calor en las tierras sinaloenses: El temple de esta tierra es calidísimo y más a la parte que se acerca al Mar del Sur, como lo es toda su costa; no obstante que los dos meses del año , que son diciembre y enero, suele hacer grandes fríos; pero el demás tiempo, por la mayor parte son excesivos los calores y tanto, que aun las bestias los sienten, de suerte que no pocas veces ha sucedido, caminando, fatigarse la cabalgadura de modo que con el calor se le derrite el unto en el cuerpo y se cae muerta o queda de tal manera encalmada, que por mucho tiempo no es de provecho, y para que lo sea es necesario allí luego sangrarla… (1944 I:122). La precipitación, en concordancia con las diferencias climaticas del estado, varía considerablemente desde el sur al norte a lo largo de la planicie costera. Sauer y Brand (1932:7) reportaron un promedio de 1200 mm de lluvia en la zona de Acaponeta (Aw), unos 700 mm en Mazatlán (transicional Aw/Bsw), 500 mm por Culiacán (Bsw), y 300 mm alrededor del Río Fuerte (transicional Bsw/BWw). La vegetación, igual que el clima, esta relacionada directamente con la elevación de territorio, La planicie costera sinaloense es muy baja (100 metros del nivel de mar) y en muchas regiones el terreno permanece bajo por cientos de kilómetros tierra a dentro hasta que comienza la Sierra Madre. Las comunidades de plantas asociadas con la planicie costera del Pacifico también están 7

influenciadas por el clima y el latitud. En la región costera del norte de Nayarit y en el sur de Sinaloa (el extremo sur de la planicie costera), la vegetación es dominada por especies acuáticas o subacuáticas (Mapa Esquemático de la Vegetación de México, en Rzedowski 1981). Desde aproximadamente Mazatlán hacía el sur, predominan los cumatófitos tropicales y subtropicales, como Chaetomorpha antennina, C. aerea, Dermonema frappieri, Grateloupia filicina y G. versicolor, Gymnogongrus johnstonii, Tayloriella dictyurus y Sargassum horridum, ocurriendo ocasionalmente junto con las especies Enteromorpha intestinalis, Caulerpa sertularioides, Colpomenia sinuosa y Padina durvillaei (Rzedowski 1981:338-339). Desde Mazatlán hacía el norte aproximadamente a la altura de Guaymas, Sonora, la planicie costera está dominada por el bosque espinoso sinaloense (cf. Brown 1994), conocido también como “desierto arborescente” (cf. Gentry 1942; Shreve 1951:78-90). Entre Culiacán y el río Mayo el bosque espinoso es típicamente mesófilo (Rzedowski 1981:209). La acacia (A. cymbispina) es la especie predominante de la planicie costera (Shreve 1937), que se encuentra tanto espaciada sobre todo el área como formando densos bosques espinosos. Otras plantas asociadas al bosque espinoso de acacia son la pitahaya (Stenocereus thurberi, senita (Lophocereus schotti), echo (Pachycereus pectenaborignum), agaves (Agave schotti y A. ocahui), palo fierro (Olneya tesota), torote (Bursera sp.), casias (Cassia atomaria y C. emarginata), ebano sonorense (Pithecellobium sonorae), palo colorado (Caesalpinia platyloba), Lonchocarpus megalanthus, copalillo (Jatropha cordata), palo verde (Cercidium torreyanum), mesquite (Prosopis sp.), mauto (Lysiloma divaricata) y palo blanco (Piscidia mollis) (Brown 1994:101-104; Rzedowski 1981:210). La vegetación ribereña asociada con el bosque espinoso Sinaloense incluye el álamo (Populus dimorpha), sicómoro (Platanus sp.), mesquite (Prosopis juliflora), camuchín (Ficus sp.), cumbro (Celtis pallida), ciprés (Taxodium mucronatum), aliso del desierto (Chilopsis linearis), y aliso (Salix goodingii) (Brown 1994:339).

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La serrana y los altos de la Sierra Madre Occidental sostienen bosques de varias comunidades vegetativas. Las zonas más bajas, entre aproximadamente 300 y 1000 metros, están asociadas con el bosque sinaloense caducifolio (Brown 1994:72). Aquí, varias especies de árboles perennes, incluyendo camuchín (Ficus spp.), burseras (Bursera confusa y B. inopinnata), pochote (Ceiba acuminata), tepeguage (Lysiloma watsoni), ciprés (Taxodium mucronatum), y sicomoros (Platanus racemosa) se mezclan con los cactus columnares. Numerosos arbustos, lianas, orquídeas, y epifitas son también comunes (Gentry 1942). Los encinales dominan en la serrana por encima de aproximadamente 1000 metros. Las elevaciones más altas en la Sierra Madre, entre 2000 y 3000 metros, sostienen diversos especies de pinos (típicamente Pinus arizonica, P. engelmannii, P. ponderosa, P. chihuahuana en el norte, y P. durangensis, P. cooperi, P. leiophylla, P. ayacahuite, P. lumholtzii en la porción sureña), con oyameles (Pseudotsuga menziesii) distribuidos a todo lo largo de la sierra alta (Rzedowski 1981:297). La planicie costera Sinaloense con sus 11 grandes ríos y una precipitación fluvial anual de 1000 mm en el sur a 300 en el norte, junto con lo cálido del clima constituyó un paraíso para las sociedades agricultoras prehispánicas, permitiendo un mínimo de dos cosechas anuales de agricultura de temporal más los cultivos obtenidos por medio de la tecnología de riego. Los grandes ríos eran fundamentales para las comunidades, ya que además de ser fuentes de agua para los cultivos, funcionaban como fronteras culturales y vías de comunicación pero a la misma vez las crecidas de los ríos son una amenaza inminente. No cabe duda que los grupos prehispánicos de Sinaloa supieron aprovechar todos los recursos y beneficios de esta fértil planicie aluvial, el mar y la sierra que conformaron su universo terrenal.

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CAPÍTULO 2 LOS PALEO-INDIOS Y ARCAICOS DE SINALOA Las ocupaciones humanas más antiguas de Sinaloa no han sido investigadas en una manera sistemática y científica. Sin embargo, existen algunas indicaciones, aunque escasas, que la planicie costera, la serrana y sierras adyacentes fueron habitadas desde alrededor de diez mil años antes del desarrollo de las primeras tradiciones cerámicas prehispánicas.

El Periodo Paleo-Indio (de 13,000 a 9000 a.C.): Los Primeros Pobladores Las evidencias de la ocupación humana más tempranas de esta región están asociadas con las tradiciones Paleo-Indias; pequeñas bandas móviles de cazadores recolectores quienes explotaron la megafauna pleistocenica (Rancholabreana), como los mamuts, mastodontes (Mammuthus columbianus, americanus), gomfoterios (Gomphoterium sp), caballos (Equus sp.), camellos (Camelops sp.), y bisonte (Bison antiquus), entre otros. En Sonora el periodo Paleoindio esta muy bien representado en la mitad norte del estado, representado principalmente por vestigios grupos humanos Clovis. Campamentos, yacimientos de materia prima, sitios de caza y de procuración de agua y comida han sido registrados (Sánchez 2010). El sitio recientemente descubierto Fin del Mundo, donde grupos Clovis cazaron gonfoterios, hicieron sus campamentos y procuraron materia prima, nos ha aportado hasta el momento una fecha segura de radiocarbono de 11,050 años (Sánchez et. al 2009a y 2009b). Basándonos en fechas procedentes de conjuntos similares de artefactos en el sur del estado de Arizona y Nuevo Mexico en EE.UU. (Haury et al. 1959; Cordell 1983), un rango temporal de entre aproximadamente 11,500 a 9,000 años antes del presente puede ser propuesto para los primeros pobladores de Sinaloa. Estos pequeños grupos de nómadas con sus campamentos efímeros no dejaron muchas huellas como testimonios de su presencia, pero la técnica de lasqueo que utilizaron para hacer sus herramientas de piedra bifaciales es muy distintiva por lo que podemos utilizar herramientas líticas como testimonio de estos grupos tempranos. Dos atributos observados en las herramientas, producto de la 10

sofisticada técnica de lasqueo bifacial son; la acanaladura longitudinal en las puntas de lanza para adelgazar la base y poder enmangarlas que caracteriza a las puntas Clovis (Figura 2.1) y el adelgazamiento de bifaciales por medio de las lascas sobrepasadas que son obtenidas de los bordes longitudinales del bifacial. Estos dos atributos son diagnósticos de los grupos Paleo-Indios y no se vuelven a utilizar por ningún otro grupo humano de esta zona, y sirven como marcadores diagnósticos de su presencia en esta región. Hace 25 años, Arturo Guevara (1987) documentó dos puntas de proyectil acanaladas (posiblemente Clovis) que fueron encontradas en la región de Sinaloa de Leyva y Bebelama; desafortunadamente no sabemos donde se encuentran estas puntas ahora. Durante la temporada 2004 del Proyecto Noreste de Sinaloa se encontró en las cercanías de Balácachi, entre San Blas y Mochicahui una punta triangular relacionada con los estilos meserve/dalton indicativa del periodo PaleoIndio tardío/Arcaico temprano (Holliday 1997). En varios de los museos de la región hemos visto varios bifaciales que por su forma y tecnología de manufactura seguramente están afiliados a los grupos Paleo-Indios. En el Museo Regional del Évora en Guamúchil, Sinaloa existen cuatro herramientas bifaciales recolectadas en la región de Guamuchil/Mocorito probablemente de filiación Paleo-India. Estos bifaciales son herramientas lanceoladas muy delgadas de más de 10 centímetros, elaborados en materiales finos de silex/calcedonia y que presentan lasqueos sobrepasados indicativos de tecnología Paleo-India; estos bifaciales parecen haber sido cuchillos y seguramente no iban a ser transformados en puntas Clovis (Figura 2.2). Existen tres bifaciales de posible filiación Paleo-India en la Casa de Cultura Conrado Espinosa, en Los Mochis, Sinaloa y uno es exhibido en el Hotel Posada Hidalgo en El Fuerte, Sinaloa, junto con las muelas de un mamut. Restos de mamut, gomfoterio y otra fauna Pleistocénica han sido encontrados en los municipios de Ahome, El Fuerte, y Guamúchil. La alta densidad de sitios Paleo-Indios Clovis reconocidos en Sonora, junto con la distribución de puntas de proyectil Clovis conocidas para el Occidente de México sugiere que la costa del Pacifico jugó un papel fundamental en el movimiento de las primeras poblaciones del Pleistoceno Terminal/Holoceno 11

Temprano Paleo-Indios hacía el sur. Aunque contamos con muy pocos datos, se puede considerar que la planicie costera fue un corredor natural de los primeros pobladores de América. Es muy probable que estos primeros grupos cazadores de megafauna rápidamente se adaptaran al paisaje Sinaloense y comenzaron a utilizar recursos naturales locales cambiando rápidamente su modo de vida a una adaptación del Holoceno basada en la recolección de plantas, pesca en ríos y esteros y caza de animales medianos y pequeños, modificando por completo su utillaje y herramientas de subsistencia.

Figura 2.1 Punta Clovis de silex encontrada en el sitio Fin del Mundo, Municipio de Pitiquito, Sonora. Nótese la acanaladura basal. 12

Figura 2.2 Bifaciales lanceolados encontrados en la región de Guamuchil, Sinaloa. Tienen lasqueos sobrepasados, seguramente afiliados a la ocupación Paleo-India de Sinaloa.

El Periodo Arcaico (7,000 a 2500/2000 a.C.): Los Recolectores/Cazadores El siguiente periodo Arcaico esta conformado por una etapa de intensificación en la recolección de plantas silvestres y la caza, que comienza al final del periodo Paleo-Indio y se termina al inicio de la agricultura. Debido a la falta de investigación arqueológica en Sinaloa, hay que depender de las inferencias realizadas en las regiones adyacentes. En el noroccidente de México, este periodo se correlaciona con los finales del Holoceno temprano y el Holoceno medio 13

(también conocido como el altitermal). Aparentemente, componentes del complejo Arcaico Cochise (Sayles y Antevs 1941; Sayles 1983) han sido reportados en el sur de Sonora y el norte de Sinaloa (Álvarez et al. 2001; Carpenter et. al 2006; Ekholm s.f.a.; Pailes 1972), en Chihuahua (Roney 1996; Art MacWilliams, com. personal, 1995) y en Durango (Lazalde 1995; Spence 1978). En el extremo norte de Nayarit y el sur de Sinaloa, Joseph Mountjoy (1972, 1974) describió la fase Matanchen (ca. 2000 a 700 a.C.) como una ocupación precerámica de pescadores-recolectores-cazadores, que el autor compara favorable con los grupos históricos de Seri (Komcaác) de la costa central de Sonora. Durante el proyecto Álamo Dorado del Norte de Sinaloa se recolectaron dos puntas Cortaro del Norte de Sinaloa una de riolita y otra de cristal de cuarzo (Figura 2.3). Las puntas Cortaro se caracterizan por presentar cuerpos triangulares en forma de hoja con bases cóncavas que varían en profundidad (Lorentzen 1998:147), no presentan pedúnculo. Fueron hechas principalmente por técnica de percusión con percutor suave y sólo en los bordes y base se aplicó la técnica de presión (Justice 2002:179). Las puntas Cortaro están fechadas 2,300 y 300 a.C. que lo colocan dentro del Arcaico Tardío (Justice 2002; Lorentzen 1998: Roth y Huckell 1992), La distribución de las puntas Cortaro se encuentra limitada a la zona sur de Arizona, sureste de Nuevo México y el norte de México (Roth y Huckell 1992: 360; Sliva 1997:50.

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Figura 2.3 Puntas de proyectil del tipo Cortaro, recolectadas durante un extenso recorrido de superficie en el Municipio de El Fuerte en 2005. En el Museo del Évora en Guamúchil, Sinaloa está presente una punta de proyectil del tipo Gypsum (Figura 2.4). Las puntas Gypsum presentan cuerpos triangulares largos en comparación del pedúnculo el cual es corto y contraído con base redondeada. No presenta muescas pero sus hombros están bien definidos. Fueron hechas por percusión y presentan poco retoque en los bordes. El pedúnculo contraído es característico de tecnologías de enmange en donde se hace una perforación en el mástil para adherir la punta con la ayuda de resinas y luego sujetarla con tendones (MacNeish 1967:65; Matson 1991:183; Justice 2002:191). El tipo de punta Gypsum fue identificado en Gypsum Cave en el sur de Nevada por Harrington (1933) en el Suroeste de Estados Unidos y Norte de México parecen estar fechadas a en el Arcaico Tardío, entre 2,000 a 800 a.C. (Justine 2002:191).

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Figura 2.4 Punta de proyectil estilo Gypsum localizada en el Museo del Évora, Guamúchil, Sinaloa.

En el extremo sur del territorio sinaloense, se han documumentado recientemente unas ocupaciones Arcaicas en las inmediaciones de Mazatlán, reflejadas por raspadores, percutores, y puntas de proyectil con posible afiliación Arcaica en asociación con fogones (Santos y Vicente 2012). Es muy probable que estas ocupaciones presenten similitudes con el Complejo Matanchen identificado por Joseph Mountjoy (1972) en los alrededores de San Blas, Nayarít. Con base en las puntas de dardo y bifaciales exhibidos en museos locales y recolectadas de la superficie, se puede concluir que grupos Paleoindios y Arcaicos 16

fueron los primeros en ocupar el territorio Sinaloense. Sin embargo, la falta de investigaciones arqueológicas en Sinaloa, nos impide conocer hasta los aspectos más elementales de las ocupaciones humanas de estos periodos y su adaptación a los paisajes Sinaloenses. Esperamos que en el futuro se puedan estudiar algunas de estas adaptaciones tempranas.

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CAPÍTULO 3 LA PLANICIE COSTERA SINALOENSE UNO DE LOS PROTAGONISTAS EN LA DIFUSIÓN DEL MAÍZ HACÍA EL NORTE Y LA CONFORMACIÓN DE LAS SOCIEDADES AGRÍCOLAS

Hoy en día se pueden considerar dos modelos existentes para explicar el origen del maíz. El modelo Tehuacan (o altiplano) considera que el maíz se originó en el altiplano por medio de la hibridización introgresiva entre Tripsacum, teosinte (Zea spp.), y una raza extinta de maíz (MacNeish y Eubanks 2000; Manglesdorf y Reeves 1939; Manglesdorf et al. 1981; Manglesdorf 1983, 1986). Como alternativa, el modelo del Balsas (o tierras bajas) propone que el maíz se derivó directamente de teosinte (Benz 1999; Doebley 1990; Doebley et al. 1984, 1987; Iltis 1983, 1987). El teosintle se distribuye de manera natural del lado del océano Pacifico desde Nicaragua hasta algunas cuencas aisladas en el estado de Chihuahua. Sin embargo, la mayor diversidad taxonómica del maíz se localiza en las cuencas del río Balsas y río Lerma. Basándose en una serie de información bioquímica los botánistas han identificado a la cuenca del río Balsas como el territorio original donde evolucionó el maíz (Benz 1999; Doebley et al. 1984, 1987). El hecho de que los biólogos han encontrado la existencia de un teosinte perenne, Zea diploperennis, en Jalisco favorece el modelo Balsas y un origen del maíz en la vertiente del Pacifico. Según esta Teoría de Transmisión Sexual Catastrófica (Catastrophic Sexual Transmission Theory) (Iltis 1983, 1987), el maíz es creado después de que una mutación sexual transformó la inflorescencia masculina de teosinte en un elote femenino. Aparentemente, después de su etapa inicial de evolución, el maíz se dispersó por varias regiones, diversificándose en dos ramas distintas, reflejando cada una un desarrollo in situ (Benz 1999:32; Sánchez Gonzalez 1994). Usando información genética (chromosome knob frequency) se ha postulado que la ramificación relevante para el noroeste de México y el Suroeste de EE. UU. debió originarse en la región de Colima y Jalisco, donde se desarrolló la raza de maíz Reventador; posteriormente, se trasladó a la planicie costera de Nayarit, donde

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apareció la raza Jala, y de allí a la costa de Sinaloa y Sonora, donde se desarrolló el maíz Chapalote (Figura 3.1) (Benz 1994:32-33).

Figura 3.1 La Evolución y Distribución del maíz (siguiendo a Benz 1994).

Hasta la fecha, la única manera como se puede elaborar una cronología coherente de la domesticación de maíz es basándose en la presencia de teosinte y maíz temprano en contextos arqueológicos. Se ha documentado teosinte en depósitos fechados alrededor de 5000 aC en Zohapilco/Tlapacoya (Niederberger 1976, 1979), en la cuenca de México, los restos de maíz más tempranos que han sido reportados recientemente por Piperno y Flannery (2001) y Benz (2001) tienen una fecha de 4200 aC procedente de la cueva de Guilá Naquitz, en Oaxaca. Mientras que en las diversas regiones de México, desde Tamaulipas hasta Chiapas, las muestras de maíz fechadas por radiocarbono oscilan entre aproximadamente 2500 y 1500 aC (McClung 1997:38). La falta de investigaciones arqueológicas nos impide saber cuando aparece el maíz en Sinaloa, sin embargo en la última década, para Sonora y Arizona los investigadores han reconocido que algunas poblaciones previamente percibidas 19

como “Arcaicas” si tuvieron maíz y reflejan la difusión de tecnología agrícola precerámica hacia el norte, y que ahora está reconocido como el periodo de Agricultura Temprana. Los restos de maíz más antiguos han producido fechas de carbono 14 de 2500 aC (Gregory 1999, Huckell 1999, Mabry 2002), y, también, están asociados con dos tipos de puntas de proyectil diagnósticas: Gypsum (Figura 3.2) y Cortaro. La punta Gypsum y sus variedades aparecen por primera vez en Tehuacan en la fase Coxcatlan, hoy fechada alrededor de 3600 aC (Long et al. 1989). Esta punta refleja una nueva tecnología lítica en la que se utiliza una resina como pegamento para adherir la punta al dardo; es muy posible que esta nueva tecnología lítica se difundió hasta el norte junto con el maíz. La punta Cortaro, por el contrario, parece ser originaria del noroccidente de México, con una distribución desde el extremo norte de Sinaloa hasta la cuenca de Tucson. Aunque todavía se siguen considerado a las puntas Cortaro y Gypsum como pertenecientes al periodo Arcaico de recolectores-cazadores, creemos que estos tipos de puntas deben ser considerados representativos del periodo de Agricultura Temprana Inicial entre aproximadamente 2500 y 1500 aC. Sugerimos que la introducción de maíz al extremo noroeste de México y el suroeste de los E.U.A. puede ser atribuida a la dispersión de grupos hablantes de yuto-azteca que ocurrió durante los primeros siglos inmediatamente después del fin del periodo Altitermal (Holoceno Medio) (Carpenter et al. 2002, 2003). Ernst Antevs (1948, 1955) definió el periodo Altitermal como el lapso de tiempo caracterizado por sus altas temperaturas y poca precipitación entre aproximadamente el año 5000 y 2500 aC, aunque algunos investigadores siguen debatiendo la severidad de las condiciones ambientales; parece ser que por lo menos en el desierto de Sonora existió un abandono, ya que hasta la fecha no existe ninguna fecha de radiocarbono cultural para este periodo. También sugerimos que el abandono del desierto dio como resultado la bifurcación inicial de la población proto-yuto-azteca entre las ramas yuto-aztecas norteña y sureña: algunos grupos buscaron refugio en la Gran Cuenca en el norte (hoy en día, el estado de Nevada y sus alrededores), mientras que otros se movieron hacía el sur, tal vez a la región serrana entre los ríos Mayo y Sinaloa 20

(Carpenter et al. 2002; 2003). Miller (1983ª y 1983b) ha identificado esta zona como la cuna de la rama sureña de los grupos yuto-aztecas (Figura 2). Proponemos que esos grupos proto-yuto-aztecas fueron los primeros “norteños” que adoptaron el maíz durante los últimos años del periodo Altitermal, y tal vez por las mismas razones propuestas por los modelos difusionistas: cambios ambientales y/o aumento de la población que resultó de la concentración de la población en áreas restringidas. Es muy posible que la raza Chapalote fuera desarrollada entre los proto-yuto-aztecas sureños.

Figura 3.2 Región identificada como la cuna de la rama Protoyutoazteca Sureña (siguiendo a Miller 1983a y 1983b).

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El inicio del Holoceno Tardío, alrededor del 2500 aC, marcó un periodo de condiciones ambientales más favorables, y posiblemente, el desierto de Sonora que permanecía como un nicho vacío, pudo ser re-ocupado por estos grupos de agricultores proto-yuto-aztecas que salieron de sus refugios. Esos movimientos poblacionales pudieron haber contribuido a la diversificación del yuto-aztecano; ya que por medio de la glotocronología, los lingüistas han propuesto que la variación comenzó por esta época. Cabe mencionar, que la distribución de conjuntos arqueológicos diagnósticos de los agricultores tempranos del desierto de Sonora concuerda con el área ocupada por grupos yuto-aztecas de la rama sureña al momento del contacto en el siglo XVI. En Sinaloa, hemos identificado la presencia de puntas del estilo Cortaro afiliadas del periodo inicial de difusión del maíz (Carpenter et al. 2002). El periodo de Agricultura Temprana está bien definido en Sonora y comprende de dos fases: la fase San Pedro entre 1500/1200 y 800 aC reconocido por la punta del mismo nombre y la fase Ciénega entre 800 aC y 150/200 dC; hemos observado puntas San Pedro (Figura 3.3) y Puntas Cienega tanto en las colecciones del Museo del Evora, Museo Conrado Espinosa y recolectamos por lo menos media docena de estas puntas durante los proyectos de superficie realizados en el Norte de Sinaloa implicando la existencia de este periodo.

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Figura 3.3 Puntas de Proyectil San Pedro en el Museo del Évora, Guamuchil, Sinaloa. En el extremo sur de la planicie costera, en la región de San Blas, Nayarit, supuestamente la fase San Blas (700-400 aC) marca el inicio de la producción cerámica en esta zona, y tradicionalmente también coincide con el cultivo del maíz. Sin embargo, dado la presencia del maíz alrededor de 2500 a.C. en regiones al norte de Sinaloa, es lógico de suponer que también estuviera presente al igual en Sinaloa en contextos precerámicos, y con fechas iguales, sino más temprano. No me sorprendería si con más investigaciones sistemáticas enfocándose en las cuevas y abrigos rocosos (contextos con mayor preservación de los restos orgánicos), se encontrará en Sinaloa restos de maíz asociados a la parte final del Holoceno Medio.

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CAPÍTULO 4 ORIGEN Y DESARROLLO DE LAS TRADICIONES ARQUEOLÓGICAS (300 al 700 d.C.)

Los datos disponibles para Sinaloa sugieren que no fue hasta alrededor del 200 o 250 dC que los diversos grupos prehispánicos a lo largo de Sinaloa empezaron a fabricar vasijas cerámicas. Con el surgimiento de la tecnología cerámica y basándose principalmente en la identificación de diferencias tecnológicas y estilísticas entre vajillas, junto con otros atributos culturales (e.g. prácticas mortuorias, patrones de asentamientos, arquitectura doméstica y arquitectura pública entre otros), podemos distinguir el desarrollo de distintas tradiciones arqueológicas a lo largo del estado de Sinaloa, como son Aztatlán, Huatabampo/Guasave, Serrana/Río Sonora, y Tacuichamona entre otras (Figura 4.1).

La Tradición Aztatlán Entre los años 1929-1930, Carl Sauer y Donald Brand, realizaron un reconocimiento extensivo de Sinaloa con el propósito de comprobar si existía o no un “corredor prehispánico entre el altiplano mexicano y la región Pueblo del suroeste de los EUA" (1932:1). Esos autonombrados “arqueo-geógrafos” introdujeron el término "Aztatlán" para definir el complejo arqueológico predominante que encontraron extendiendo a lo largo de la planicie costera entre Acaponeta, Nayarit y Culiacán, Sinaloa (1932). Es importante notar que este término pertenece a la provincia colonial y no a la tierra mítica de los Nahuatls de Aztlán (Sauer y Brand 1932:5).

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Figura 4.1 Las tradiciones arqueológicas de Sinaloa. Como fue definido por Sauer y Brand (1932:3), el rasgo principal del complejo Aztatlán es la cerámica polícroma muy bien hecha, y que no estuvo afiliada a las tradiciones de los pueblos del suroeste de los EUA, pero indudablemente relacionada con las tradiciones cerámicas “mexicanas” (para entonces todavía no se definía el término de mesoamerica, Paul Kirchhoff lo define como área cultural una década después). Los rasgos culturales del complejo Aztatlán incluyeron malacates decorados, pipas de barro, figurillas antropomórficas, sellos cilíndricos, 25

hachas de garganta de ¾, navajas prismáticas de obsidiana, entierros en posición de decúbito dorsal y en urnas. Además, Sauer y Brand observan montículos ceremoniales y basamentos de casas (1932:31-36). También describieron un montículo grande en las cercanías de San Felipe de Aztatlán, en la región de Acaponeta, que alcanzaba unos 10.6 m de altura, y con una base de más de 33 m de diámetro fue descrito por ellos como una pequeña pirámide de tierra (Sauer y Brand 1932:21-22). En un sitio localizado en el piedemonte de la sierra al este de Mazatlán en la región de Copala, observaron una posible cancha del juego de pelota, consistiendo de un espacio rectangular de aproximadamente 30 m de largo y 22 m de ancho, con muros de piedra localizados a cada lado (Sauer y Brand 1932:26). Los sitios que registraron fueron clasificados de acuerdo a su ubicación fisiográfica; 1) planicie aluvial; 2) piedemonte; 3) laguna/estero; y 4) barranca (Sauer y Brand 1932:15-20). Los sitios de la planicie aluvial, en los márgenes de los ríos principales entre el piedemonte y el mar, fueron los más numerosos y más grandes (Sauer y Brand 1932:15). Con base en el conjunto de vajillas cerámicas, dividieron el complejo Aztatlán en tres subregiones: 1) la subregión de Culiacán, definida por los diseños estilísticos más complejos, junto con un alto porcentaje de lozas grabadas, acanaladas, y formas trípodes; 2) la subregión de Chametla, en el sur de Sinaloa y el norte de Nayarit, la cual está caracterizada por un alto porcentaje de cerámica rojo-sobre-bayo, al igual que de sofisticados polícromos; y 3) la subregión de Tacuichamona ubicada en las bajadas y sierras al este de Culiacán, y generalmente asociada con sitios más pequeños y un policromo burdo (negro y rojo sobre bayo) junto con una prevalencia de lozas lisas texturizadas (Sauer y Brand 1932:40-41).

La región de Chametla Basándose en los datos recuperados de su recorrido, Carl Sauer mandó a la arqueóloga Isabel Kelly al sur de Sinaloa para que continuara con las investigaciones arqueológicas que había comenzado y realizara algunas excavaciones en la región. Sus excavaciones alrededor de Chametla se enfocaron 26

en sitios representados por pequeños montículos que parecían ser basureros, indicativos de sitios habitacionales, estos sitios se encontraban a lo largo de aproximadamente ocho kilómetros en ambos márgenes del río Baluarte. Con base en la seriación de los tipos cerámicos, Kelly organizó la ocupación de Chametla en cuatro secuencias cronológicas: Chametla Temprano, Chametla Medio, Aztatlán/Borde rojo (también conocido como Chametla Tardío I), y El Taste/Mazatlán (o Chametla Tardio II) (1938:39--Tabla 3). Kelly quedó impresionada por la excelente calidad de la cerámica que encontró, especialmente si consideramos que se encontraba en una región marginal en relación con Mesoamérica, y la aparentemente ausencia de las otras manifestaciones culturales mesoamericanas como la arquitectura monumental (1938:2). Isabel Kelly definió un total de 26 tipos cerámicos, de los cuales las lozas de color bayo con borde-rojo y borde-negro dominaban la secuencia. La mayoría de los tipos cerámicos identificados por Kelly reflejan variaciones menores de rojosobre-bayo, negro-sobre-bayo, losas negras, losas rojas, y polícromos. Los tipos polícromos eran evidentes en los niveles estratigráficos más tempranos, y frecuentemente, estaban grabados y decorados con diversos diseños de elementos geométricos (e.g. triángulos, líneas transversales, grecas) realizados en rojo, blanco y negro sobre un engobe de color que variaban entre bayo y anaranjado. Otros artefactos cerámicos documentados por Kelly incluyeron esferas, tambores, candelabros, banquillos con patas, orejeras, un sello cilíndrico, silbatos, cascabeles tipo efigie, numerosas pipas, una amplia variedad de malacates, y un total de siete estilos de figurillas (cara-roja con cresta; cabeza de bala (bulletheaded); cara-lisa (smooth-faced); alto relieve moldeado; blancafileteada/liso y pintado; Cocoyolitos hueco; y El Taste tabula). Los tipos de figurillas cabeza de bala, cara-lisa, y alto relieve/modelado estaban asociados con el complejo Chametla Temprano; y las esferas y las figurillas de cara roja, estaban asociados principalmente con el complejo Chametla Temprano. Aunque estuvieron presentes en cantidades reducidas en el complejo Chametla Medio. Los candelarios, bancos, sellos cilíndricos, las figurillas fileteadas blancas y figurillas 27

del estilo Cocoyolitos también estaban relacionadas al complejo Chametla Medio. Es posible que la producción de malacates inició hacia los finales de la fase Chametla Medio, aunque hay una fuerte asociación con el siguiente complejo del Aztatlán/ Borde-rojo. Las pipas, también, posiblemente aparecieron durante el final del Chametla Medio, pero fueron más comunes en contextos asociados a la fase Aztatlán y El Taste. El único artefacto adicional asociado con el periodo El Taste es la figurilla del estilo El Taste tabula. Kelly casi no encontró y no recolectó artefactos no-cerámicos y reporta una sola mano de extremo colgante, metates con patas, un solo “machacador” (que definió como para procesar/machacar la madera en la producción del papel), hachas de garganta de 3/4, y ocasionalmente, navajas prismáticas de obsidiana. Entre los 32 entierros humanos recuperados, 29 (90%) representaron inhumaciones secundarias en urnas (Kelly 1938:62-64). Estos consistieron de un solo individuo depositado dentro de una olla de grande dimensiones, junto con un cuenco de borde-rojo utilitario puesto encima el orificio. De manera general los individuos enterrados mostraban la ausencia de algunos elementos osteológicos, generalmente los huesos pequeños y las vértebras, este hecho junto con con los pequeños diámetros de los orificios de las ollas, indican la práctica de inhumaciones secundarias, sin presentar un patrón general asociado con el depósito de los huesos. Los otros tres entierros fueron inhumaciones extendidas de cubito dorsal. Entre estos, uno representaba un entierro múltiple, con un mínimo de tres, y posiblemente cuatro individuos. Presente en este grupo, hay un individuo con un cráneo abultado muy pronunciado, y considerando la buena condición general de los huesos indica la posibilidad de que representa un entierro de un europeo en un contexto protohistórico (Kelly 1938:62). Las dos inhumaciones extendidas de decúbito dorsal contenían una sola navaja prismática de obsidiana cada una. Doce entierros en urnas contenían ofrendas funerarias. Las vasijas miniatura fueron el tipo de ofrenda más común, y Kelly (1938:63) sugirió que éstas fueron fabricadas específicamente para utilizarlas como ofrendas funerarias. El entierro más rico en términos de cantidad 28

de ofrendas fue el de un niño enterrado con dos sonajas efigie, cuatro vasijas miniatura, y un tambor cerámico (cabe mencionar que el único otro entierro con un tambor cerámico también fue de un niño). Sonajas, figurillas, una orejera, una flauta de barro, un candelario, y un cuchillo de obsidiana fueron encontrados como ofrendas funerarias. Por los últimos diez años el Dr. Alfonso Grave ha realizado investigaciones arqueológicas de recorridos y excavaciones en ambos lados del Río Baluarte. Un total de 250 sitios han sido registrados que manifiestan una ocupación de la región de 1500 años; comenzando entre el siglo 1 y 300 d.C. y para el año 500 de nuestra era aumenta la población considerablemente y 150 sitios aparecen en el registro arqueológico, entre el año 750-1100 d.C. empieza la construcción de la arquitectura monumetal y aparecen otros 75 sitios y en esta época es palpable la tradición Aztatlán (Grave 2014). El Río Baluarte continúa con mucha población por otros 400 años hasta que la llegada de los españoles rompe las estructuras tradicionales; la mayoría de los sitios son pequeños con solo un montículo y plataformas pequeñas de 200x100 metros, el sitio más grande encontrado es Coyolitos en la cuenca baja del Río Baluarte, se extiende por 90 hectarias y contiene una gran plataforma de 400x150 metros y por lo menos 5 montículos de más de 3 metros de alto (Grave 2014).

Las Marismas del Sur de Sinaloa En 1968, Stuart Scott y sus colegas iniciaron investigaciones paleoecologicas en la región de las Marismas Nacionales, ubicada en la frontera entre los estados de Nayarit y Sinaloa (Feldman 1974; Gill 1973, 1974; Scott 1969, 1974, 1992; Shenkel 1971, 1974; Snedaker 1971). Ésta zona representa un sistema extensivo de esteros, lagunas, y manglares donde desembocan los ríos Baluarte, Acaponeta y San Pedro. Aquí se encuentran numerosos sitios, además de más de 500 concheros de Tivela byronesis (almeja) o de Ostrea corteziensis (ostión) (Scott 1969:25, 1974:52-53). El montículo más grande, conocido como El Calón, presenta dimensiones monumentales, con una base de aproximadamente 158 m por 90 m, y teniendo 29

una altura de 23 m. Este montículo fue construido principalmente con conchas de la especie Anadara grandis (pata de mula) (Shenkel 1974:64). Su tamaño monumental, con un espacio plano en la cima, junto con el hecho de que la mayoría de las conchas no estaban abiertas –por lo que se asume que no reflejan los deshechos del consumo alimenticio-- demuestran la construcción deliberado de una estructura ceremonial monumental (Scott 1992:14). Con base en el promedio de cinco fechas de radiocarbono en concha, Scott (1992:14) fechó el montículo de El Calón en aproximadamente 1750 años aC. Cabe señalar que recientemente Alfonso Grave Tirado (2008) realizó investigaciones arqueológicas en el montículo de El Calón y obtuvo una fecha contemporánea al periodo cerámico Aztatlan, sin embargo, esta fecha no se opone a las fechas de Scout ya que seguramente el montículo comenzó a construirse desde el 1700 antes de cristo como ocurre en concheros de grandes dimensiones en otras regiones. Las investigaciones de Grave Tirado registraron un juego de pelota en el sitio de El Calón que no es único ya que otros cuatro sitios de las Marismas se encontraron canchas de juegos de pelota (Grave 2014). El conjunto cerámico representado en los sitios de Las Marismas es consistente con el complejo Chametla, y también relacionado estilísticamente a los tipos documentados en los sitios de Peñitas y Amapa, Nayarit, ubicados a unos 125 kilómetros al sur (Sweetman 1974:80). Kelley y Winter (1960) correlacionaron la secuencia cerámica con las fechas calendáricas siguiendo la revisión de la cronología sinaloense. Con base en unas pocas fechas de radiocarbono procedentes de contextos asociados con tipos cerámicos sinaloenses recuperados en Durango, Kelley y Winter (1960) dividieron la secuencia original de cuatro periodos de Isabel Kelly en cinco fases: Tierra del Padre (de 250 o 300 hasta 500 d.C.) equivalente con Chametla Temprano; Baluarte (de 500 hasta 700 o 750 d.C.), equivalente a Chametla Medio; Lolandis (de 700 o 750 hasta 900 d.C.) marca el complejo Aztatlán; Acaponeta (de 900 hasta 1050 o 1100 d.C.) representa el componente pos-Aztatlán de Chametla Tardío I; y El Taste (de 1050 o 1100 hasta 1200 o 1250 d.C.), que corresponde a la fase Chametla Tardío II de Kelley. 30

Se recuperaron restos humanos de 141 individuos procedentes de enterramientos en 10 diferentes sitios representando un largo rango de ocupación de aproximadamente 1000 años (Gill 1971, 1973, 1974). Los entierros más tempranos fueron encontrados en los sitios de Juana Gómez, La Tarea y Rincón de Pañal, los cuales fueron ocupados durante las fases de Tierra del Padre y Baluarte (Sweetman 1974:72). La mayoría de los entierros proceden de dos sitios, Chalpa (n=69) y Tecualilla (n=49), y representaron ocupaciones iniciando al principio de la fase Lolandis, y en el sitio de Chalpa, continúan hasta los finales de la fase El Taste. En las Marismas, los entierros predominantemente ocurrían en montículos pequeños, muchas veces con una capa de basura encima. Este dato arqueológico recurrente fue interpretado por Gill como una evidencia del rehúso de los montículos funerarios, mientras que otros (e.g., Scott 1969; Shenkel 1971) sugirieron que los entierros fueron intrusivos a los montículos de basura resultando de la acumulación gradual de la deposición del desechos domésticos. Los entierros secundarios en bulto y entierros extendidos representan la práctica mortuoria predominante durante las fases tempranas, aunque Gill (1974:97) observó entierros semi-flexionado y flexionado en el sitio de La Tarea. En el sitio de Tecualilla, los entierros predominantes eran extendidos con la cabeza hacía el sur o poniente, aunque eran comunes los entierros semi-flexionados y sedentes (Gill 1974:97). La práctica de entierros en bulto sigue, pero en frecuencias disminuidas, y por lo menos dos entierros en urnas fueron documentados. En el sitio de Chalpa, que supuestamente refleja la ocupación más reciente entre los sitios de las Marismas, los entierros típicamente son flexionados o semiflexionados, ocasionalmente en posiciones sedentes, y solamente había tres entierros extendidos y ningún entierro en urna (Gill 1974:97). Las ofrendas funerarias incluyeron vajillas, malacates, pipas de barro, cuentas, pendientes y pectorales de concha, bolitas de barro, lascas y navajas de obsidiana, puntas de proyectil, y un sello cilíndrico. Un total de ocho entierros de perro y un entierro de un mapache fueron documentados también como ofrendas funerarias. Según Gill (1971:85-86, 1974:103), los malacates fueron asociados 31

específicamente a individuos femeninos, mientras que cuentas, pendientes, y pectorales de concha fueron asociados con los masculinos. De los cinco entierros con pipas de barro, cuatro eran adultos femeninos. La única pipa, supuestamente asociada con un hombre, estaba en un contexto perturbado y la asociación espacial puede ser errónea (Gill 1971:83, 1974:103). Los demás artefactos de las ofrendas funerarias no reflejaban distinciones basadas en género. Es posible que la asociación de las ofrendas funerarias por género también varíe temporalmente. En el sitio de Tecualilla, los hombres asociados con ofrendas, incluyendo cerámica polícroma, entierros de animales, ornamentos de concha, y herramientas o armas, demostraron una frecuencia mucho mayor que las mujeres, las cuales fueron restringidas a ofrendas de malacates o vajilla de una loza lisa. En contraste, en el sitio de Chalpa, las mujeres presentaron mayor frecuencia de ofrendas funerarias y más abundantes, además de tener las ofrendas más finas (Gill 1971:82-83). Con base en esas diferencias, Gill (1971:86) propuso que los entierros procedentes del sitio de Tecualilla reflejaban una sociedad patrilineal, mientras que los entierros del sitio de Chalpa representan una sociedad con organización matrilineal, y el estatus más alto estaba reservado para las mujeres más viejas. La práctica de la mutilación dental era predominante en individuos de 15 años en adelante en ambos sexos, sugiriendo una posible asociación con los ritos de pubertad (Gill 1971:236-237). Todos los ejemplos en las Marismas reflejan incisivos y caninos puntiagudos o con muescas solamente en el maxilar (19 71:226). Los dientes teñidos fueron observados entre los individuos de Tecualilla y Chalpa. Todos con la excepción de uno presentan una sustancia negra no identificada que se aplica a los dientes posiblemente postmortem (1971:232).Un individuo de Tecualilla presentaba una mancha de color amarillo oscuro que fue aplicada sobre todo el diente, con evidencia de uso en todas las superficies oclusiones, que indican definitivamente una aplicación premortem (1971:232). En los sitios de las Marismas algún grado de deformación craneana fue documentado en todos los individuos, con excepción de seis (Gill 1971:238). Todas las deformaciones son del tipo de deformación tabular erecto, o del tipo 32

plano-lamboideo o de la forma intermedia, con variedades bi-lobales, pseudo circulares o paralelepípedo y no se pudieron distinguir diferencias entre los géneros (Gill 1971:242-245, 248). Gill observó que las variedades bi-lobales resemblan las formas de cabeza de las figurillas de barro encontradas en la costa norte de Nayarit (1971:253-254, Plate 3). Resumiendo los datos osteológicos, Gill sugiere que las poblaciones tempranas de Marismas reflejan una afinidad con las poblaciones de Culiacán y las de Guasave, y a un nivel más general parecen estar relacionadas a las poblaciones Tarahumaras y de los Pueblos del Suroeste de Estados Unidos (1971:256, ver también Gill y Case 1983). Los rasgos biológicos representados en los entierros del posclásico tardío en Tecualilla, y especialmente en Chalpa, incluyen rasgos craneales mucho más delicados, orbitas alargadas, redondeadas, altas y forma de nariz leptorrina recta, estas diferencias poblacionales son interpretadas como una consecuencia de flujo genético resultado de migraciones; estos cambios poblacionales coinciden con los cambios en los tipos cerámicas y las prácticas funerarias ocurridas aproximadamente en el año 1200 d.C. (Gill 1971:267; Gill y Case 1983). En los últimos tres años Alfonso Grave ha realizado investigaciones arqueológicas en la zona de las Marismas del sur de Sinaloa registrando un total 85 concheros, tres salinas prehispánicas y dos sitios habitacionales. La ocupación de los sitios comienza en la fase Baluarte (500-750 d.C.) y continúan siendo ocupados hasta la llegada de los españoles. Uno de los sitios más importantes es la Isla de Maño donde se encontró una cancha de juego de pelota en forma de herradura, constituida por dos montículos alargados de 70 metros de largo y 2 metros de altura y un lado cerrado por un conjunto de estructuras, es posible que se contruyó al final de la fase Baluarte y principios de la fase Aztatlán (Grave 2012:36; Grave 2014).

La Tradición Huatabampo/Guasave El complejo Huatabampo se extiende por la planicie costera desde los límites septentrionales de la tradición Aztatlán, aproximadamente desde el río Mocorito 33

hasta un poco más al norte del río Mayo en Sonora. Con base en 12 fechas de radiocarbono procedentes de los sitios de El Ombligo (Guasave) (Carpenter 1996) y Machomoncobe, en las afueras de Huatabampo, Sonora (Álvarez 1990) esta tradición arqueológica está fechada alrededor de 200 aC a 1400/1500 d.C. Sitios huatabampeños han sido excavados alrededor del pueblo de Huatabampo (Ekholm 1939, 1940, 1942) y Machomoncobe (Álvarez 1990) en Sonora, y los sitios de Mochicahui (Talavera y Manzanilla 1991y Carpenter 2010) y El Ombligo (Ekholm 1939, 1940, 1942; Carpenter 1994, 1996, 1997, 1998) en el norte de Sinaloa.

Gordon Ekholm y el Proyecto Sonora-Sinaloa (1937-1940) El proyecto Sonora-Sinaloa fue concebido y dirigido por George Vaillant del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York explícitamente con el propósito de vincular la terra incógnita que permanecía entre el Suroeste de Estados Unidos y la frontera Mesoamericana. Gordon Ekholm, quien en esa época era un estudiante de postgrado de Harvard, fue nombrado como el representante de campo del AMNH encargado de conducir el trabajo de campo. En el curso de tres temporadas de campo de aproximadamente seis meses cada una entre 1937 y 1940, Ekholm registró un total de 175 sitios arqueológicos entre Nogales, Sonora y Culiacán, Sinaloa, aproximadamente 850 kilómetros lineares al sur de la frontera. Ekholm también realizó reconocimientos de sitios en los alrededores de Mazatlán, Sinaloa, Ixtlan, Nayarit y Guadalajara, Jalisco. En el extremo sur de Sonora, a lo largo de la planicie costera, Ekholm encontró numerosos sitios que atribuyó a un componente cultural no descrito anteriormente y que nombró complejo Huatabampo, nombre de la comunidad moderna más cercana del primer sitio que registró de norte a sur (s.f.a, s.f.b, 1939, 1940a, 1942). Los restos arqueológicos de este complejo se encontraban distribuidos a lo largo de los canales abandonados del río Mayo donde registró varios sitios prehispánicos representados por densas concentraciones de artefactos, pero carentes de arquitectura y cualquier elemento arqueológico observable en la superficie. En el mes de marzo de 1938 realizó excavaciones de 34

prueba en el sitio de mayores dimensiones conocido como sitio 87, un año después continuó con excavaciones un poco más extensivas por medio de calas. El sitio 87 se localizaba en una planicie aluvial constituida por un profundo aluvión limoso cubierto de cactáceas y arbustos desérticos, consistía de una concentración abundante pero discontinua de tepalcates (s.f.a:50). La cerámica se caracteriza por una vajilla roja bien hecha por enrollado y raspado en forma de pequeñas cantimploras de doble cuerpo, jarras y cuencos. Ekholm también reportó cerámica lisa; varias orejeras de cerámica y por lo menos un malacate (1942:25). Muchos fragmentos de concha también estaban presentes y en gran parte consistían de almejas y ostiones; pero también estaban incluidos numerosos brazaletes de concha de Glycymeris y las tapas que quedaban durante su producción (Ekholm s.f.a:51). Encontró en abundancia rocas quebradas por fuego, reflejando los restos desarticulados de fogones y hornos, las piedras de molienda y desechos de lítica lasqueada no eran muy comunes. Entre el conjunto de piedra pulida se encontraba un tipo de mano singular de extremos colgantes, que corresponde a metates angostos. Navajillas prismáticas de obsidiana también estaban asociadas con los materiales Huatabampo (1942:125). Las excavaciones descubrieron siete entierros, cuatro de los cuales eran inhumaciones extendidas, acostados en su espalda con los brazos a sus costados y la cabeza orientada al norte magnético (s.f.b: 55-56). Entre estos había un niño de aproximadamente seis años de edad con una deformación craneal frontal. Otro entierro extendido con una orientación al norte se encontró sobre su constado derecho. Un solo entierro fue colocado en una posición supina con la cabeza orientada al norte magnético, pero con las piernas severamente flexionadas (s.f.b:53). Un entierro secundario con elementos parcialmente articulados, con la cabeza orientada al sur también fue encontrado. Ninguna ofrenda se encontró asociada a estos entierros. En el curso de las excavaciones también se detectaron varios elementos enigmáticos nominados como “soportes de tepalcates para ollas”. Estos fueron depresiones en forma de cuenco, con diámetro promedio de 60 centímetros, formados por anillos concéntricos de tepalcates enterrados en su costado. 35

Fragmentos de adobe quemado se observaron a lo largo del sitio, pero no se encontró ninguna indicación de casa o elementos arquitectónicos (Elkhom s.f.b: 56-57). Basándose en la presunta antigüedad de los sitios, inferida por su asociación con los causes antiguos del río Mayo, junto con la evidencia de fragmentos de figurillas, charolas de piedra, hachas pulidas de tres-cuartos encontradas en la superficie, y la ausencia de cerámica pintada, Ekholm sugirió la posible asociación de estos sitios con los Hohokam o Mogollon (1940:325-326, 1942:136), aunque señaló que no debe considerarse como un complejo del Suroeste de Estados Unidos (1942:77).

El Sitio de Machomoncobe Unos 40 años después, se llevó a cabo el Proyecto Huatabampo en 1979-1980 por el llamado entonces INAH-Noroeste en Hermosillo, con la esperanza de definir más precisamente las poblaciones agricultoras de la planicie costera del norte de Sinaloa y el sur de Sonora (Álvarez y Villalpando 1979). Después de un reconocimiento extensivo en el que se examinó desde el norte del Río Mayo hasta el sur en el Río Sinaloa, los trabajos de excavación se concentraron en el sitio de Machomoncobe (SON T:1:5), aproximadamente 19 kilómetros al noroeste de Huatabampo, Sonora (Álvarez 1981, 1982, 1985,1990:13). Las excavaciones revelaron la existencia de grandes basureros, un entierro de perro, y un probable entierro secundario de un adulto y un infante, representado solamente por un cráneo mal preservado junto con algunos dedos de un infante (Álvarez 1990:41). No se encontraron otros elementos ni evidencias de restos arquitectónicos. Varios fragmentos de figurillas antropomórficas reflejan por lo menos cinco estilos diferentes. Estas son generalmente similares a los tipos Hohokam, aunque Álvarez (1990:51) sugiere que su Tipo B puede estar relacionado con el estilo de figurilla “smooth face” reportada por Kelly (1938:57) en Chametla y la figurilla S de Grosscup (1961:398) de Amapa, Nayarit.

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Las cinco fechas de radiocarbono reportadas para Machomoncobe se distribuye entre el 180±140 al 950±140 (Álvarez 1990:93, Figura 8b). Aunque reconociendo la dificultad de establecer una cronología basada en fechas de basureros dispersos, Álvarez propone un lapso de ocupación del sitio representado por el rango máximo de las fechas reportadas, o aproximadamente del 200 a.C. al d.C. 900. Aparentemente, no hay evidencia de hiatos en la ocupación, y se considera que el sitio fue continuamente ocupado sobre 1000 años (Álvarez 1990:75). Según Álvarez, los ocupantes prehispánicos fueron agricultores sedentarios que dependían del afluente perenne del Río Mayo para que inundara la planicie aluvial y regara sus cultivos, que incluían maíz (harinoso de ocho), frijoles, junto con amaranto y quenopodium (Álvarez 1990:67). La concha fue un importante artículo de intercambio, que Álvarez sugiere pudo haber sido utilizado para intercambiar recursos no locales como turquesa, obsidiana, olivino y basalto vesicular (1990:76). Los pocos fragmentos de navajillas prismáticas indican que por lo menos la obsidiana fue obtenida del sur. La falta de evidencia de asentamientos en la región posteriores a la fecha de abandono de 1000 d.C., no permite establecer una conexión directa entre los ocupantes prehispánicos de la región de Huatabampo y los hablantes de Mayo que habitaron el área al momento del contacto. Sin embargo, los patrones de subsistencia y asentamiento son consistentes con las descripciones de los Cáhita del momento del contacto, y Álvarez (1990:77), como Ekholm, sugiere que la población Huatabampo probablemente representa los ancestros bio-culturales de los Cáhita.

Mochicahui En 1988, el Departamento de Antropología Física del INAH, junto con el Departamento de Salvamento Arqueológico del INAH, realizaron un rescate y análisis de 14 entierros con un total de 15 individuos y materiales recuperado de un predio denominado como “Los Bajos”, en Mochicahui, Sinaloa. El sitio de Los

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Bajos está ubicado en una terraza aluvial aproximadamente 500 metros al oeste del río Fuerte. Los entierros estaban orientaciones noreste-suroeste, con la mayoría en posición decúbito dorsal (10), con dos casos de decúbito ventral. De los 14 adultos, 10 fueron de sexo femenino y tres masculinos, y uno indeterminado. La edad de los individuos varía entre 21-35, con dos individuos femeninos llegando a los 45-50 años de edad, y manifestaron bastante evidencia del desgaste dental. Los entierros no demostraban evidencias de deformación craneana, aunque se hace mención de un individuo con deformación tabular-erecta procedente del centro de Mochicahui (predio del Sr. Samuel Leyva) (Talavera 1998:18). Solo seis de los entierros (40%) fueron asociados con ofrendas mortuorias. Tres individuos contenían una placa de pizarra trabajada, otro individuo fue asociado con cuentas de concha, y uno con una vasija rota del tipo Guasave Rojo, y finalmente, un individuo fue enterrado con un punzón de hueso de venado (Talavera y Manzanilla 1991:25-26). Los otros materiales arqueológicos recuperados de la excavación incluyen: desechos y ornamentos de concha marina con Glycymeris sp., Ostrea sp. Laevicardium elatum, Anadara grandis, Anadara tuberculosa, Chama sp. entre otras especies representadas. Se recuperaron manos y metates, hachas de garganta de tres cuartos, una variedad de artefactos líticos para desarrollar una diversidad de actividades. También se encontraron huesos de fauna en los que se incluyen venado, liebre, codorniz, rana y pescado. Talavera y Manzanilla proponen que la ocupación de Los Bajos de Mochicahui debe correlacionarse con las fases Huatabampo y Guasave ya que toda la cerámica puede correlacionarse con los tipos encontrados por Ekholm (1942). Las investigaciones arqueológicas realizadas en 2008-2009 por el proyecto Norte de Sinaloa: las rutas de intercambio excavó un montículo funerario Borboa de Mochicahui y recuperó información sobre otro montículo que fue saqueado en los años 80 (Mochoachui-Leyva). En estos montículos se puede observar que las ofrendas funerarias están representadas por productos locales. Se observan botellones, cuencos y jarras de los tipos Guasave liso y cuencos de Guasave rojo 38

sobre bayo y Guasave polícromo, y ornamentos de concha. La presencia de ornamentos foráneos puede observarse en dos cuencos polícromos afiliados a Aztatlán que fueron puestos como ofrendas con un solo individuo. La existencia de materiales de uso doméstico como manos y metates en la superfice del sitio Borboa de Mochicahui parece indicar que existieron contextos domésticos en las inmediaciones del montículo funerario. Las evidencias arqueológicas acumuladas hasta ahora demuestran que la tradición Huatabampo/Guasave se extiende aproximadamente 250 kms de la planicie costera entre aproximadamente el río Mayo y el río Mocorito, donde las poblaciones vivieron en rancherías. Fabricaron una loza roja fina, con formas de botellines, ollas, y cuencos (Figuras 4.2, 4.3 y 4.4), al igual que figurillas de cerámica (Figura 4.5). La producción de la cerámica pintada Guasave Rojo-sobrebayo, y Guasave polícromo solo se encuentra en los sitios más sureños; probablemente reflejando las influencias culturales de sus vecinos aztatlantecos (Figura 4.6, 4.7 y 4.8). Posiblemente, como ha sido propuesto por Alvarez (1990), los huatabampeños abandonaron la región del sur de Sonora alrededor de los 1000 d.C. Una fecha de radiocarbono de 570 +/-60 (AA-1751) obtenida de una cuerda, calibrada a 1410 d.C. procedente del montículo funerario de El Ombligo indica que el sitio fue utilizado hasta los años inmediatamente antes de la llegada de los españoles a América.

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Figura 4.2. Botellin Guasave rojo procedente de Mochicahui en la colección UAIM

Figura 4.3 Cantimplora Guasave rojo procedente de Mochicahui en la colección UAIM.

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Figura 4.4 Botellón Guasave café procedente de Mochicahui, en la colección UAIM. Sus prácticas mortuorias eran típicamente en una posición extendida decúbito dorsal; solo en el sitio de El Ombligo se registraron entierros en urnas funerarias, que son un testimonio de las influencias ideológicas procedentes de la tradición Aztatlán. Mientras que es evidente la existencia de fuertes enlaces entre Huatabampo y Aztatlán, la naturaleza de esas relaciones no son claras en términos del nivel de integración cultural entre las dos. Sin lugar a dudas, los huatabampeños participaron en la red de intercambio de larga distancia, produciendo brazaletes y otros adornos de concha marina y obteniendo objetos exóticos como cascabeles de cobre, cerámica y obsidiana, procedentes del sur, y obteniendo turquesa del norte.

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Figura 4.5 Figurilla Huatabampo en la colección del Evora en Guamúchil.

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Figura 4.6 Guasave Rojo sobre cafe procedente de Mochicahui, en la colección UAIM.

Figura 4.7 Guasave Rojo sobre bayo procedente de Mochicahui, en la colección UAIM. 43

La Tradición Serrana (Rio Sonora) Aunque la tradición Serrana (Río Sonora) (fechada entre aproximadamente 200 a.C. a 1500 años d.C.) generalmente está asociada con la serrana del este de Sonora, las investigaciones de Richard Pailes (1972, 1976ª, 1976b) demostraron que la extensión sureña se encontraba en el norte de Sinaloa. La cerámica de Río Sonora es caracterizada por un horizonte temprano de losa lisa café, seguido por un horizonte de losa roja y una predilección para losas texturizadas con diseños punteados e incisos. Otros artefactos asociados con los sitios incluyen malacates moldeados, silbatos de barro, numerosos cruciformes de piedra, ornamentos de concha, manos de extremo colgante asociados con metates tabulares estrechos, y relativamente pocas puntas de proyectil y herramientas de líticas lasqueadas (Pailes 1972:367; 1978:139). Restos arquitectónicos estan indicados por alineaciones rectangulares de piedras y terrazas o trincheras. En lo general, los asentamientos parecen como pequeñas rancherías de entre una y cinco familias extendidas (Pailes 1972:364). La cronología fue establecida por Pailes con base en ocho fechas de radiocarbono, más dos fechas derivadas de la hidratación de obsidiana, junto con las cerámicas sinaloenses intrusivas que encontró. La fase Venadito, la fase inicial con cerámica losa lisa café, empezó en algún momento antes del 200 d.C. y persiste hasta aproximadamente 500 d.C. (Pailes 1976a:142). El tipo Venadito Café es considerado de ser idéntico al tipo Huatabampo Café, y es muy parecida en lo general a la serie Alma de la tradición Mogollón (Pailes 1972:355-356). La subsiguiente fase Batacosa, caracterizada por el tipo cerámico Batacosa Rojo, posiblemente inicia alrededor de 200 d.C. y continúa hasta 700 d.C. Pailes propone una división de la tradición Río Sonora alrededor de 700 a.C. entre la serrana superior y serrana inferior. La ocupación de la serrana inferior es representada por la fase Cuchujaqui, la cual extendió hasta el contacto español. En la serrana superior, las fases Los Camotes (circa 700-1250/1300 d.C.) y San Bernardo (circa 1250/1300 al contacto español) reflejan una variación regional de la tradición Río Sonora, o tal vez, la intrusión de gente hacía el norte o el este (Pailes 1972:362). La evidencia de la continuidad de ocupación en la región sur 44

sugiere una probable asociación con hablantes de cahita, y específicamente, los Tehuecos o sus vecinos inmediatos (Pailes 1972:370-371). Basándonos en los datos existentes junto con nuestras investigaciones de los últimos cinco años en la región Norte de Sinaloa, postulamos a la tradición arqueológica Huatabampo/Guasave como ancestral de los grupos hablantes de Cahíta (en la actualidad Yaqui y Mayo) y quienes los españoles del siglo XVII identificaron como los Mocorito, Guasave, Ocoroni, Ahome, Zuaque, y Tehueco. Esta tradición muestra una fuerte filiación con la tradición cerámica Serrana; las dos tradiciones parecen tener raíces culturales compartidas, y sus diferencias muestran las adaptaciones a la planicie costera y a la zona serrana. Con base en todo esto y con los datos arqueológicos con que disponemos actualmente, es factible proponer la secuencia cronológica preliminar de la cerámica de la región Cahíta. El esquema secuencial que proponemos (Figura 8) (Carpenter y Vicente 2009), se construyó tomando en cuenta aquellos tipos cerámicos que se encuentran distribuidos con mayor frecuencia y que de manera directa o indirecta fueron correlacionados con fechamientos absolutos. Sin embargo, es importante aclarar que todavía falta mucho camino por recorrer para poder ofrecer una cronología algo más precisa y un esquema menos especulativo, aunque, definitivamente, consideramos de suma importancia la práctica de este ejercicio, en busca de la homologación de criterios clasificatorios e interpretaciones más certeras de carácter regional.

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Figura 4.8 Esquema cronológico de los desarrollos culturales de Sinaloa (tomado de Carpenter y Vicente 2009).

Periodo Cerámico Temprano (200 aC. /200d.C. a 500 d.C.) Se caracteriza por la presencia de cerámicas de color café, tanto en el área serrana como en la costa. El tipo cerámico Venadito café constituye la cerámica inicial entre las tradiciones Huatabampo y Serrana, se trata de una loza fina y pulida con marcas de raspado de concha. Aunque no se sabe precisamente la fecha de su producción inicial, proponemos que comienza entre el año 200 antes de cristo y 200 después de cristo. (Pailes 1976a:142). A partir del año 200 de nuestra era la ceramica Venadito deja de ser la cerámica más frecuente en ambas regiones. En la serrana, el tipo Batacosa, una cerámica de color café, de pastas que van de finas a burdas y de acabado menos finos; las formas incluyen principalmente tecomates, ollas y en menor cantidad cuencos; el acabado raspado de concha aun prevalece, aunque generalmente al interior de las piezas. Hacia el 500 d.C. el tipo venadito comienza a diluirse, siendo menos frecuente en los sitios de la tradición Serrana, dando paso al periodo cerámico medio. En la costa la tradición Huatabampo, comienza a partir del 200 d.C., la cerámica venadito comienza a diluirse, conviviendo por un corto tiempo con la cerámica Huatabampo. Esta es una vajilla roja de pasta fina, hecha por enrollado y

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raspado, en forma de pequeñas cantimploras de doble cuerpo, jarras y cuencos (Ekholm 1942:25), sumamente pulida y de sonido metáli. A la larga, Huatabampo rojo, se convierte en el tipo cerámico representativo de la tradición durante ochocientos años; abarcando el periodo cerámico temprano y medio; e influyendo en la aparición de vajillas rojas en toda la región. Adicionalmente, en Sinaloa, se han identificado otras dos tradiciones arqueológicas/cerámicas menores: la de Tacuichamona en el interior de la región cenral de estado y Losa Raspada, en la costa central en la región de Altata.

Tacuichamona Tacuichamona prehispánica fue identificada por primera vez como un área cultural distinta a principios de los años treintas por los autonombrados “arqueo-geógrafos” norteamericanos Carl Sauer y Donald Brand (1932). En términos arqueológicos tres características únicas de esta región fueron reconocidos por Sauer y Brand (1932). Principalmente, observaron un distintivo patrón de asentamiento formando un círculo alrededor de una plazuela central a la manera de los huachimontones de la tradición arqueológica de Teuchitlán, en Jalisco. La tradición cerámica local también llamó la atención, con decoraciones texturizadas—punzonada, grabada, o corrugada—a veces pintada con policromía aunque de manera burda si se comparan con la tradición Aztatlán de la adyacente planicie costera. Basandose en la presencia de texturizados, esta tradición cerámica ha sido interpretada como el marcador de la extensión más sureña de las tradiciones típicas del noroeste de México/suroeste de los E.U.A, pero con diseños pintados similares al occidente de México; Tacuichamona parece ser la mezcla de las dos superáreas culturales. La tradición de Tacuichamona abarca la serrana al sureste de Culiacán, y fue originalmente definida por Sauer y Brand (1932:40-41) como una variante regional de Aztatlán, caracterizada por asentamientos pequeños asociados con un policromo burdo negro y rojo sobre bayo y la predominancia de una losa lisa texturizada con diseños puntuados. Pailes (1972, 1976a) propuso que la tradición de Tacuichamona puede ser considerada como una tradición independiente de la 47

de Aztatlán, y alternativamente, sugiere que la tradición Tacuichamona tiene mayores similitudes con la tradición del Río Sonora, y la única distinción entre tradiciones es la presencia de la cerámica Tacuichamona Polícroma, la cual interpreta como una burda imitación de los tipos Aztatlán de la planicie costera. La Tradición “Loza Raspada” Finalmente, Isabel Kelly (1945:161-162) registró seis sitios en la región de Altata, en la costa central, asociados con cerámica lisa café y lisa roja, lo cual había sido raspada a propósito, y la llamó la “tradición de loza raspada.” La obsidiana fue abundante en estos sitios, que también produjeron la única pieza de turquesa encontrada en la región de Culiacán. Dada la ausencia de este tipo cerámico en los sitios con cerámica tipo Aztatlán, Kelly atribuyó la tradición de losa raspada a los Achire, quienes ocupaban la región al principio del siglo XVI, y descritos por los españoles como recolectores-cazadores-pescadores.

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CAPÍTULO 5 LA EXPANSIÓN AZTATLÁN Y LA INTERACCIÓN REGIONAL E INTERREGIONAL (700 al 1000 d.C.) Tradicionalmente, el río Mocorito ha sido reconocido como marcador de la extensión septentrional máxima de la tradición arqueológica Aztatlán en el noroeste de México. El registro arqueológico sugiere que existe una continuidad de ocupación entre la tradición de Aztatlán y los Tahue, el grupo más sureño hablante de Cahita, quienes habitaban esta región al momento de que llegan los conquistadores españoles. Aquí se presentan los números datos arqueológicos y etnohistóricos para hacer inferencias sobre la organización socio-políticoeconómica regionales y como se puede interpretar el concepto de la tradición Aztatlán en las explicaciones de los desarrollos sinaloenses.

La Región de Culiacán En 1935, Isabel Kelly (1945) localizó un total de 63 sitios en Culiacán y la región adyacente, e identificó cuatro complejos cerámicos cronológicos, nombrados y definidos por ella como Culiacán Temprano II, Culiacán Temprano I, Culiacán Medio, y Culiacán Tardío (la terminología de Kelly puede ser algo confusa, con Culiacán II siendo más temprano que Culiacán I. Culiacán Temprano II es caracterizada por la presencia de la cerámica Aztatlán, y se considera contemporánea con el complejo Aztatlán/Borde-rojo en Chametla). De manera similar, Culiacán Temprano II es interpretada como el equivalente local del complejo El Taste/Mazatlán (1945:119-120). Los complejos de Culiacán Medio y Culiacán Tardío no tienen complejos equivalentes en Chametla, y los interpretó como parte de una secuencia de ocupación posterior de la de Chametla. Sin información cronológica precisa, con los que se podría haber relacionado la secuencia de Culiacán, Kelly tentativamente estableció Culiacán Temprano II inmediatamente en la época pos-Teotihuacana, y propuso que Culiacán Tardío probablemente estuvo asociado con la ocupación del momento de contacto español. Dos de los montículos intervenidos por Kelly, La Loma y La Colorada, fueron identificados como la Culiacán del contacto español inicial. 49

Al igual que en Chametla, la secuencia cerámica generalmente refleja el desarrollo continuo de una tradición uniforme, con los tipos cerámicos demostrando una “gradual y progresiva decadencia”. El conjunto de materiales asociados con el complejo Culiacán incluían numerosas figurillas del tipo cabeza aplanada (pancake head) y con ojos de grano de café, pintadas, y pipas de barro incisas, abundantes malacates de forma cónica y bicónica, punzones de hueso, cuentas de piedra, cruciformes de piedra pulida, hachas de garganta completa y de ¾, y manos de extremo colgante. Brazaletes de concha marina, fabricada de las especies Macrocallista aurantiaca, Chione gnida y Arca grandis, estuvieron presentes junto con numerosas cuentas y pendientes de concha. Un total de 19 artefactos de cobre, incluyendo 15 fragmentos de alambre, un cascabel grande, un cascabel en miniatura, un posible pendiente y botón, fueron recuperados entre los contextos del Culiacán Medio y Culiacán Tardío. Artefactos encontrados en Chametla y ausentes en los complejos de Culiacán, incluyen las bolitas de barro, los banquitos, tambores cerámicos, tazones de dos orejas, y orejeras. Numerosos montículos pequeños localizados en la región de Culiacán fueron identificados como basureros o posibles basamentos de habitaciones. Los patrones de los montículos en alineamientos paralelos, o más típico, alrededor de un espacio abierto, posiblemente reflejando plazuelas, sugieren un patrón de asentamientos organizado. Las únicas indicaciones de arquitectura domestica fueron encontradas en el sitio de Las Lomitas, donde se encontró un alineamiento de hoyos de postes, asociado con un apisonado de limo, indicando una estructura rectangular con dimensiones de aproximadamente 4 m x 1.75 m, tal vez con una ramada asociada. Un total de 252 esqueletos humanos fueron recuperados de las excavaciones realizadas en la región de Culiacán (Hulse 1945:187). La mayoría de estos (190) fueron inhumaciones secundarias en urnas, y constituyeron 75 por ciento de los entierros. El total de entierros proviene de cinco sitios diferentes, en donde el porcentaje de urnas varía entre 50 y 97% por sitio. De interés particular son dos entierros representando un componente pos-contacto. Entre los entierros en urnas documentados en el sitio de Aguaruto había un individuo quien fue 50

identificado como “incuestionable caucásico” (entierro 114) y un entierro femenino (entierro 69) con un “probable hoyo de bala en la frente".

Recapitulación de la tradición Aztatlán Desgraciadamente, se han realizadas muy poquitas investigaciones arqueológicas en el valle de Culiacán en los 74 años siguientes desde que Kelly llevó a cabo sus investigaciones pioneras. Las evidencias arqueológicas del complejo Aztatlán en Sinaloa en su mayor parte se limitan a descripciones de cerámica y datos funerarios. La agricultura comercial a gran escala que es la práctica común actual en la planicie aluvial de Sinaloa ha destruido por completo el registro arqueológico ya que esta agricultura industrial remueve cantidades impresionantes de sedimentos con una destrucción masiva de sitios arqueológicos. La cerámica más temprana de la región (fase Tierra de Padre, circa 250500 d.C.), encontrada en Chametla y en Marismas Nacionales, aparece como una tradición cerámica completamente desarrollada, con lozas lisas, rojo-sobre-bajo, y policromos sofisticados. La serie de la cerámica de Chametla esta indudablemente relacionada con los tipos correspondientes a la serie de Amapa, Nayarit. Grosscup (1976:267-272) argumentó qué se trataba de un largo desarrollo in situ de una tradición cerámica local, la cual a su vez, está relacionada con desarrollos más amplios del Occidente de México en general. La amplia distribución de estos rasgos, junto con la gran variabilidad de otros rasgos culturales como la arquitectura, patrón de asentamiento, y practicas mortuorias; sugieren que el complejo Aztatlán no representa un solo grupo cultural, sino que probablemente se trata de un horizonte estilístico y, tal vez, de una esfera de interacción. La variabilidad regional de Aztatlán observada por Sauer y Brand parece estar basada principalmente en las diferencias cronológicas entre las áreas de Chametla y Culiacán. La dependencia de perspectivas regionales dispersas para explicar el fenómeno ha resultado en diversos esquemas cronológicos, no totalmente compatibles, para fechar las secuencias. Con la excepción de algunas fechas de radiocarbono procedente de Marismas Nacionales, las secuencias cerámicas y el fechamiento a través de hidratación de obsidiana han sido los 51

métodos utilizados para el establecimiento de la cronología Aztatlanteca. Hasta hoy, las estimaciones cronológicas para los materiales Aztatlán varían entre 600 y 1400 d.C. Otro problema significante deriva del hecho de que no hay un concepto unánime de lo que representa “Aztatlán”; ha sido empleado para describir una región geográfica, un horizonte cerámico, un complejo cultural, un periodo cronológico y un sistema mercantil. De hecho, esta situación llevó a Grosscup a sugerir que el concepto de “complejo Aztatlán” debe ser redefinido o abandonado por completo. Como fue definido originalmente por Sauer y Brand, el complejo Aztatlán se refiere a una región geográfica correspondiente a las provincias de Aztatlán y Culiacán al momento del contacto español y el componente arqueológico encontrado en estas regiones. Kelly inicialmente aplicó el término "Aztatlán" a ciertos tipos cerámicos con una banda roja y una banda blanca con gravados de diseños geométricos específicos, posteriormente Kelly expandió el término para describir un “complejo cerámico”, en el cual incluyó la cerámica Aztatlán, la loza con Borde Rojo, Negro-sobre-bayo, y Cocoyolitos Policromo. Como notó Grosscup, lo que definió Kelly es esencialmente una fase cerámica.

El Montículo Funerario de El Ombligo (Guasave) Al llegar a la región del río Fuerte, Ekholm comenzó a encontrar algunas cerámicas pintadas entre los conjuntos cerámicos de superficie de los sitios, que por lo demás, parecen ser consistentes con los materiales Huatabampo. Al igual que en el río Mayo, los sitios tienden a estar localizados a lo largo de los causes de los afluentes principales y secundarios. En el lado oeste de un recodo abandonado del río Sinaloa bajo, aproximadamente seis kilómetros al suroeste de Guasave, Ekholm observó la primera evidencia de un montículo artificial. Se trataba de un montículo pequeño de aproximadamente un metro de alto y 40 metros de diámetro, y como el único abultamiento en este paisaje plano, era conocido por los lugareños como El Ombligo (Ekholm 1942:35). Según uno de los informantes locales de Ekholm, 52

originalmente existían dos montículos—el más pequeño había sido nivelado recientemente para mejorar los trabajos agricultores actuales— mismo destino que le esperaba al solitario montículo remanente. Este sitio se conoce como el sitio de Guasave. Aunque al principio Ekholm pensó que este montículo se trataba de un gran basurero, al comenzar las excavaciones se percató de que se trataba de un cementerio formal. Excavaciones intermitentes durante dos temporadas de campo produjeron 196 entierros que evidenciaban un programa mortuorio diverso, y un conjunto de materiales culturales bien elaborados (Ekholm 1939, 1940, 1942). Aproximadamente 196 entierros se descubrieron durante la excavación, las prácticas mortuorias incluían inhumaciones extendidas con cabezas orientadas al sur, norte y oeste, restos de entierros secundarios desarticulados, y entierros secundarios en ollas de gran tamaño. También, había evidencias de mutilación dentaria y deformación craneana fronto-lamboidea. Las ofrendas funerarias demostraron que se trataba de una cultura material bien elaborada, con varios tipos cerámicos, incluyendo tipos rojos lisos, rojos sobre bayo, grabados, y policromos con diseños e iconografía sofisticados. Además, jícaras de cloisoné pintadas, cascabeles y otros objetos de cobre, ornamentos de conchas(Figura 5.1) , minerales como pirita, molybdenita y turquesa, vasijas de alabastro, textiles de algodón, canastas, petates, máscaras de cerámica (Figura 5.2), malacates moldeados, un sello cilíndrico, navajillas prismáticas de obsidiana, restos de comida, dagas de hueso y cráneos que Ekholm consideró como cabezas trofeo (Ekholm 1942:120). Ekholm propuso que este conjunto representó la mezcla de tres tradiciones culturales distintas; (1) la de Huatabampo, considerada como la cultura indígena; (2) un componente Aztatlán (siguiendo la definición de Sauer y Brand 1932), con un supuesto origen en el sur de Sinaloa; y (3) un componente Mixteco-Poblano (Vaillant 1938, 1940), representado por los ejemplos más finos de la cerámica polícroma, con diseños asemejando a dioses mesoamericanos pictografiados en varios códices mixtecos. A todo este conjunto de atributos Ekholm lo designó como "la cultura Guasave," aunque consideró a estas tradiciones como 53

relativamente contemporáneas y faltas de un lapso suficientemente largo para completar la evolución de una cultura completamente nueva (1942:123). Basándose en la cronología de la Mixteca-Puebla, Ekholm propuso la ocupación de Guasave alrededor de 1350 d.C.

Figura 5.1 Ofrenda de Conchas del Entierro 123 (AMNH 1937-40).

Figura 5.2 Máscaras cerámicas de Guacamaya del Entierro 164 (AMNH 1937-40). 54

Como parte de mi tesis doctoral, realicé un segundo análisis de los materiales y los contextos arqueológicos del sitio de El Ombligo. Este estudio se basó en el reanálisis del montículo funerario y componente arqueológico excavado por Ekholm entre 1937-40. Utilizando las variables de los tipos de entierro, su profundidad, tipo de ofrendas funerarias, y además considerando en conjunto 11 fechas de radiocarbono, demuestra la existencia de dos componentes cronológicos (Carpenter 1996). El componente más temprano, señalado como el período Huatabampo (fechado aproximadamente entre 700 y 1000 años d.C.), el cual es precedido por el subsiguiente período Guasave (aproximadamente entre 1000 y 1450 años d.C.). El componente arqueológico de la fase Huatabampo consiste de 72 individuos, en ésta fase están representados cinco tipos de entierros, de acuerdo con su estilo y orientación. El estilo de entierro más común es el extendido de cubito dorsal con la cabeza orientada al sur. Ocho de los individuos asignadas a ésta fase tuvieron modificaciones dentarias. Veintiséis (36%) de los entierros de este período tuvieron ofrendas asociadas. Las ofrendas más típicas son jícaras de cloisonné pintadas, que fueron incluidas con 16 individuos de ambos sexos. Cabe mencionar que solo dos piezas de cerámica (Aguaruto inciso y Guasave Rojo sobre bayo) estaban asociadas con entierros de ésta fase. El entierro más rico (No. 68) es el de un adulto, probablemente una mujer, quien fue enterrada con un malacate, dos jícaras de cloisonné pintadas, y un total de 3,626 cuentas de concha, que aparentemente estaban zurcidas a sus tobilleras. El periodo Guasave, es aproximadamente equivalente a las fases de La Divisa (1100 a 1200 d.C.) y Yebalito (1200 a 1400d.C.) en la secuencia culiacanense. Los objetos de cobre y la mayoría de los tipos cerámicos asociados con el periodo Guasave indican un componente posterior al 1200 d.C. Es muy probable que con más investigaciones algún día se puedan distinguir dos fases en el norte de Sinaloa, una fase temprana (aprox. 1100 a 1200 años d.C.) y otra fase tardía (aprox. 1200 a 1400/1450 años d.C.), al igual que como ocurre en la cronología de la región de Culiacán. 55

El período Guasave está representada por 104 individuos, reflejando diez tipos de entierros, la mayoría extendidos con la cabeza al norte (55%) o entierros secundarios adentro de ollas (26%). Ocho tuvieron modificaciones dentarias (con dientes afilados o pintados). En este período aparecen por primera vez nuevos atributos, incluyendo la construcción del montículo, cambios en la orientación de los entierros, la construcción de tumbas más elaboradas, y una mayor variabilidad de tipos de ofrendas funerarias. Cuarenta y ocho (47%) de los entierros del período Guasave tenían ofrendas funerarias. En contraste con la fase anterior, varios entierros contenían vasijas cerámicas, incluyendo tipos polícromos, Guasave rojo sobre bayo, y Guasave rojo liso. El entierro más elaborado (No. 29) es de un adulto, envuelto en un petate y acostado encima de una cama dentro un hoyo profundo que aparentemente estaba cubierto por una ramada (Ekholm 1942:43). Las ofrendas que lo acompañaban incluían 87 cascabeles de cobre, 18 vasijas de cerámica, dos cabezas trofeo, dos jícaras de cloisoné pintadas, una daga de hueso, hematita, molybdenita, dos navajillas prismática de obsidiana, 19 brazaletes de Glycymeris, dos pendientes de concha y 2,101 cuentas de concha. La fecha de radiocarbono, tomada de un pedazo de tela de algodón preservada por su contacto con los cascabeles de cobre, sugiere que este era unos de los últimos entierros del cementerio, con una rango entre 1295 y 1445 d.C., con una edad media de 1410 d.C.

Dimensiones Sociales El resultado del análisis mortuorio soporta la interpretación de que Guasave estaba organizado socialmente por rango. La diferenciación social, indicada por el acceso desigual a productos parece estar distinguido primeramente por edad, ambos sexos se encuentran incluidos hasta en los rangos más altos. Solo unos cuantos entierros subadultos tenían ofrendas, y ninguna era valiosa, sugiriendo que el estatus probablemente estaba basado en logros y triunfos, aunque es posible que se pueda palpar una diferenciación basada en parentesco.

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La variabilidad en los tipos de entierros y en la clase de ofrendas funerarias, indica una clara intensificación de relaciones sociales durante el período Guasave. Varios entierros pertenecientes a ésta fase contienen objetos que pueden caracterizarse como indicadores de estatus (artefactos socio técnicos, cf. O'Shea 1984:62-63), tal es el caso de las cabezas trofeo, dagas de hueso, orejeras, y la calavera de un carnívoro, al igual que otros objetos exóticos que presentan una distribución restringida. La mayoría de estas ofrendas estaban asociadas a entierros concentrados en la zona central del montículo, y es posible que se trate de un grupo corporativo. Los 15 casos de mutilación dental están equitativamente divididos entre ambos sexos en los dos períodos. La ausencia de ofrendas asociadas con estos individuos sugiere que dientes afilados o pintados no son indicativos de estatus. Aunque mutilación dentaria ha sido interpretada como un rasgo mesoamericano en el noroeste de México, en las Marismas Nacionales solo es prevaleciente en las poblaciones tempranas. Por lo que contrariamente a lo que se creía, el descenso de mutilación dentaria en las Marismas parece está asociado a la llegada de una nueva población, que supuestamente representa una migración del occidente, la desaparición de mutilación dentaria se correlaciona con transformaciones en la disposición de los cuerpos; los entierros extendidos de cubito dorsal son reemplazados por entierros flexionados o sedentes (Gill 1971, 1984). Los individuos con modificaciones dentarias de Guasave probablemente representan emigrantes de las Marismas, ya sea esposos o esclavos obtenidos mediante guerra o intercambio, práctica que era común durante el siglo XVI (Obregón 1988; Pérez de Ribas 1944). Además, no hay una correlación entre deformación craneal con hombres o mujeres, tipo o cantidad de ofrendas. Aunque por falta de la preservación no se puede determinar una frecuencia exacta de deformación craneal, en la mayoría de los ejemplos observados de ambos períodos, no-refleja un estatus social o una población ajena. La identificación de los cráneos trofeos es problemática. Cráneos aislados ocurren por separado o están incluidos en entierros completos. Sin embargo, no 57

hay evidencias de trauma o modificaciones postmortem. Si se considera el gran número de entierros secundarios, es posible pensar que estos cráneos pueden representar calaveras de parientes muertos de los linajes ancestrales y jerarquía de parentesco dentro la comunidad.

Dimensiones Ideológicas Alrededor de 1000 d.C., vasijas cerámicas sofisticadamente decoradas, máscaras de barro y pipas asociadas al complejo Aztatlán eran producidas localmente o importadas de las cercanías de Aztatlán. Los tipos cerámicos polícromos asociados a los entierros de El Ombligo, se han encontrado en solo un otro sitio del área periférica (Mochicahui, véase Talavera y Manzanilla 1991), en los pocos trabajos de campo realizados en ésta zona costera se nota la ausencia de estos tipos cerámicos. Aparentemente la cerámica Aztatlán esta restringida a contextos funerarios, y es probable que junto con otros rasgos de la tradición Aztatlán, como pipas y máscaras, eran usados para validar el sistema ideológico/ritual. La iconografía Mixteca-Puebla, representada en algunas de las vasijas del tipo Aztatlán, parece ser un fenómeno que se extendió rápidamente y es evidente en muchas partes de mesoamérica (y algunas partes del gran noroeste), y no puede atribuirse a un solo sistema económico-político (Smith y Heath-Smith 1981). Junto con los objetos de origen Aztatlanteco se introducen entierros secundarios en ollas, que representan 26% de los entierros de la fase Guasave. Entierros en ollas han sido reportados en la planicie costera entre Peñitas, Nayarit y Guasave, aunque el tipo normativo solamente esta representado entre Chametla y Culiacán, en el año de 2008 en el proyecto Norte de Sinaloa se encontró un entierro en olla en la isla de Jahuey en Jitzamuri en la frontera con Sonora (Figura 5.3). La mayoría de los entierros en olla de Guasave no contenían ofrendas, y no parecen estar asociados a personajes de alto rango.

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Figura 5.3 Urna Funeraria en las dunas de El Jahuei, frontera Sinaloa/Sonora. Las máscaras de guacamayas (Figura 5.2) sugieren una filiación con danzantes, típicamente asociadas con cofradías en muchas partes del norte de México y el suroeste de los Estados Unidos. Hoy en día, los Yaquis y los Mayos entierran máscaras y otra parafernalia representativa de las cofradías de los difuntos. Máscaras de guacamayas continúan siendo ampliamente representadas en las danzas rituales de los Yoremes/Mayos.

Dimensiones Políticas Los datos mortuorios son insuficientes para reconstruir la organización política. El patrón de asentamiento parece indicar que se trataba de rancherías. No hay evidencia de una inversión de trabajado conjunto para obras monumentales para la construcción de pirámides, montículos, tastes de ulama u otras huellas de mecanismos de integración intracultural o intercultural. Los documentos del siglo XVI indican que las comunidades de Sinaloa varían desde una ranchería hasta sistemas que incorporaban numerosos asentamientos. La capacidad organizacional de los Yaqui para movilizar grandes fuerzas militares ha sido usada como evidencia de un sistema de organización que incorporó unas 80 rancherías (Sheridan 1981). Siguiendo Pérez de Ribas (1944 I:133), la organización política estaba basada más en estatus logrado que en herencia, y notó que los caciques 59

controlaban más recursos que el resto de la población y que pudieron movilizar miembros de las comunidades para el trabajo de sus labores.

Dimensiones Económicas Dentro el conjunto mortuorio hay pocas evidencias de la organización económica y de la subsistencia. Sin duda, la subsistencia estaba basada en la agricultura, aunque tabaco fue el único cultígeno encontrado dentro de contextos mortuorios. Concha no modificada y huesos de pescado demuestran la explotación de recursos acuáticos. Numerosos malacates también señalan el cultivo de algodón. La división de labor parece haber estado basada en sexo y edad. Las correlaciones más fuertes entre un genero y un tipo de artefacto se observó entre mujeres y malacates, y mujeres y canastas, sugiriendo que las la actividad textil estaba asociada con el sexo femenino. Las evidencias del intercambio a larga-distancia incluye 113 cascabeles, 8 cuentas, una orejera (sin contexto) y una plaquita de cobre martillado, 5 navajas prismáticas de obsidiana y un sello cilíndrico, 15 pendientes y 22 cuentas de turquesa. La turquesa procedió del yacimiento Cerrillos I en el Río Grande, en el norte del estado de Nuevo México en los E.U.A. (Weigand y Harbottle 1993). La obsidiana provino del yacimiento de la Joya, en los altos de Jalisco (Weigand y Harbottle 1993). Navajas prismáticas han sido encontradas hasta la región de Guaymas, Sonora (Elisa Villalpando, comunicación personal, 1994), aunque los núcleos prismáticos solo han sido observados hasta la zona central de Nayarit, sugiriendo que el intercambio sé hacia en navajas terminadas. Con la excepción del pedazo de cobre martillado, los objetos de cobre son ornamentales; la ausencia de otros implementos comunes en el occidente, como alfileres, hachas, pinzas y anzuelos, etc. sugiere que los objetos de cobre fueron importados. Aunque se conocen yacimientos de cobre en Sinaloa, no hay evidencia de explotación prehispánica. Hasta el presente, el sitio de Amapa, Nayarit parece ser el lugar más cercano a Sinaloa donde se fundían metales.

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El Montículo Funerario Leyva de Mochicahui El pueblo de Mochicahui fue el asentamiento más importante de los Zuaques cuando llegan los primeros europeos (Perez de Ribas 1944; Nakayama 2010) y hasta la fecha continua siendo un centro ceremonial importante de los Mayo. Por lo menos sabemos que existieron cinco montículos funerarios, dos sitios de petrograbados y algunas zonas habitacionales que conformaron el pueblo de Mochicahui prehispánico (Figura 5.4) y que seguramente fue más grande que el poblado actual. El saqueo, la urbanización y la agricultura mecanizada a destruido casi por completo los sitios arqueológicos de esta zona por lo que fuimos muy afortunados en encontrar algunos vestigios durante el año de 2009 (Carpenter et al. 2010).

Figura 5.4 Mapa de Mochicahui mostrando la localización de los sitios (Carpenter et al. 2010).

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Durante la temporada de campo 2008 del Proyecto Norte de Sinaloa: Rutas de Intercambio, cuando nos encontrábamos haciendo reconociemientos en la localidad de Mochicahui, tuvimos conocimiento de que existía un montículo funerario en el centro del pueblo de Mochicahui en la orilla sur del río Fuerte que fue saqueado a principios de la década de 1980. Entrevistando a los involucrados en el saqueo pudimos indagar que se recuperaron aproximadamente 50 entierros, la mayoría estaban en posición extendida y tenían de 2 a 3 ollas cada uno. Parte de la ofrendas funerarias del montículo se encuentran en la Universidad Autónoma Indígena de México, la colección presenta cerámicas de la tradición Huatabampo (Figura 5.5), Guasave rojo sobre bayo (Figura 5.6) y cerámica policroma y esgrafiada afiliada a la tradición Aztatlan policroma con serpientes emplumadas (Figura 5.7) y dioses de los representados en códices (Figura 5.8) tan o más finas que las de Guasave. Otros artefactos como figurillas (Figura 5.9), malacates, brazaletes de la concha mariana glycymeris también están presentes en la colección (Figura 5.10). Este ajuar mortuorio es comparable con lo encontrado por Gordon Ekholm en el sitio de Guasave, y parece que la región de Mochicahui fue una localidad igual o más importante como Guasave y parece que estaba localizado estratégicamente junto al río Fuerte que sirvió como una ruta de comunicación e intercambio.

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Figura 5.5 Botellones Huatabampo de Mochicahui en la colección de la UAIM.

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Figura 5.6 Guasave Rojo sobre Bayo de Mochicahui en La Coleccion UAIM.

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Figura 5.7 Cerámica Aztatlán Polícromo de Mochicahui en la Colección UAIM

Figura 5.8 Cerámica Aztatlán Polícromo de Mochicahui en la Colección UAIM.

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Figura 5.9 Figurillas Cerámicas en el Museo del Evora.

Figura 5.10 Brazaletes de Glycymeris en el Museo del Evora.

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Observaciones Sobre las Prácticas Mortuorias Las únicas dos prácticas mortuorias que parecen ser únicas y representativas de las tradiciones arqueológicas y grupos sociales específicos son los entierros en urna representantes de la Tradición Aztatlán y los montículos funerarios para la Tradición Huatabampo.

Montículos Funerarios A la fecha, se han documentado cuatro montículos funerarios; El Ombligo, es el mayor y mejor conocido, cerca de Guasave, Sinaloa; con tres montículos más localizados en Mochicahui; y un probable montículo funerario fue reportado en El Opochi (Santos 2004). Finalmente, un posible montículo funerario, que todavía tiene que ser confirmado, ha sido reportado en los alrededores de Guamúchil, Sinaloa (Figura 5.11). Adicionalmente, cuatro montículos de plataforma— presuntamente no mortuorio--fueron documentados en La Playa de Ocoroni en 2008 (Carpenter et al. 2009). La distribución de los montículos indica que la construcción y uso de montículos funerarios puede ser reconocido como un rasgo de la tradición cultural de Huatabampo, y no refleja influencias de sus vecinos Aztatlantecos. La práctica de hacer montículos de tierra para poner entierros es fundamental en zonas donde las inundaciones son un problema recurrente y en el caso de los sitios de la tradición Huatabampo de la planicie costera es una actividad esencial. El Ombligo es el único montículo que contiene entierros en urnas; un tratamiento mortuorio fuertemente asociado con la tradición Aztatlán de Culiacán y que parece que son entierros tardíos que se colocaron en el cementerio en la parte final de su uso.

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Figura 5.11 Distribución de los Montículos Funerarios en la zona norte de Sinaloa.

Urnas Funerarias Esta práctica es particularmente característica de la tradición arqueológica Aztatlán en Sinaloa. Los entierros en urnas aparecen en los niveles más tempranos en Chametla (fase Tierra del Padre 250/300 a 500 d.C.), donde constituyen 29 de 32 (90%) de los entierros recuperados por Isabel Kelly (1938:6264). Curiosamente, esta práctica no fue documentada en el sitio contemporáneo de Amapa, unos pocos kilómetros hacía el sur en Nayarit, y tampoco fue documentado entre los 141 entierros recuperados entre los 10 sitios intervenidos en las Marismas Nacionales (Gill 1974). Un total de 252 esqueletos humanos fue recuperado entre las excavaciones realizadas en la región de Culiacán (Hulse 1945:187). La mayoría de estos (190) fueron representativos de inhumaciones secundarias en urnas, y constituyeron 75 por ciento de los entierros (1945:188). Sin embargo, este total refleja excavaciones entre cinco sitios, donde las porcentajes actuales, varían entre 50 por ciento (Alamitos) hasta 97 por ciento (La 68

Loma). En comparación con las prácticas mortuorias en urnas documentados en la región de Chametla al igual que en Guasave, los restos humanos procedentes de la región de Culiacán aparentemente fueron depositados adentro de las urnas funerarias siguiendo un patrón regular (Hulse 1945:187). De interés particular son dos entierros probablemente representando un componente pos-contacto; entre los entierros en urnas documentados en el sitio de Aguaruto había un individuo quien fue identificado como “incuestionable caucasoide” (entierro 114) y un entierro femenino (entierro 69) con un “probable hoyo de bala en su frente" (Hulse 1945:198), y demuestra que los Tahue seguían practicando los entierros en urnas hasta después del contacto español en el siglo XVI. En el sitio de El Ombligo, aparentemente los entierros en urnas están restringidos a la fase Guasave (aproximadamente 1000/1100 a 1400/1450 d.C.) (Carpenter 1996, 1998, 2002). De los 104 entierros asignados a esta fase, 27 (26%) son entierros en urnas (Carpenter 1996:235). C omo fue mencionado anteriormente, Un entierro en urna aislado fue documentado erosionándose de una duna en el Jahuey, en la Bahia de Agiobampo (Figura 5.3), y representa la extensión máxima de este tratamiento en la planicie costera del Pacífico (Carpenter et al. 2009). En resumen, se puede proponer que los entierros en urnas inician en la región de Chametla alrededor de 250 d.C., difunden hacía la región de Culiacán con el complejo Aztatlán (fase Acaponeta) alrededor de 900 d.C., y llegaron hasta la zona de Guasave por los años 1000 o 1100 d.C.Cabe mencionar que los entierros (cremaciones) en ollas también son predominantes en las tradiciones de Trincheras en Sonora y Hohokam en Arizona entre aproximadamente 200 d.C. y 1200 d.C.

Ofrendas Funerarias e Identidad Social Las relaciones entre poblaciones de las diferentes tradiciones pueden observarse con las características físicas de los entierros recuperados y los patrones mortuorios observados en los sitios. Es claro que existen similitudes entre los 69

pobladores de la planicie costera pero cada grupo social tiene diferentes identidades que pueden observarse en los patrones mortuorios, las características físicas y los bienes con los que las personas son enterradas. Aparentemente el uso de cementerios o lugares destinados para enterrar a los muertos es una práctica común en Sinaloa tanto en la tradición Aztatlan como la Huatabampo. La práctica reportada en la zona más sur del estado en el sitio de San Miguel la Atarjea (Grave 2010) de enterrar a los ancestros debajo de las casas habitación parece ser una excepción y está más relacionada a las prácticas funerarias de la región nayarita y el Oeste de México. Las inhumaciones primarias parecen ser una práctica esparcida y recurrente en toda la planicie costera. En cuanto a la posición y forma de las inhumaciones primarias la mayor variabilidad fue notada en El Ombligo, donde las inhumaciones primarias fueron predominantemente extendidas en la espalda con por lo menos un caso de entierro flexionado, sentado flexionado, o piernas flexionadas en una posición de rana (Ekholm 1942; Carpenter 1996). Mientras que en las Marismas Nacionales todos los entierros son extendidos con excepción de los entierros encontrados en el Banco de material donde había dos sedentes, un flexionado y tres extendidos (Talavera 2005:102). La deformación craneal es una práctica ampliamente practicada por todos los habitantes de la planicie costera, aunque cabe la posibilidad de que este definiendo a un grupo social en específico. Desafortunadamente cuando se realizaron las excavaciones en Culiacán y Guasave la antropología física estaba en una etapa muy preliminar y no se observó con detalle el tipo de deformación aunque la mayoría parece ser tabular erecta con algunas variedades. En Las Marismas, Gill observa que las variedades bi-lobales resemblan las formas de cabeza de las figurillas de barro encontradas en la costa norte de Nayarit (1971:253-254, Plate 3). Los casos documentados indican que la deformación craneal estaba distribuida entre todas las clases de entierros, y probablemente era un rasgo prevalente que traslapaba todos las clases de entierros y grupos dentro de un cementerio.

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En Guasave la modificación dental se observó en 17 individuos asociados al periodo Huatabampo y siete con el periodo Guasave. De estos, 15 porciento representa modificación dental y solo dos casos con manchas en los dientes. La modificación dental no esta relacionada con el género ni con la variabilidad de artefactos o cantidad. Los 10 individuos del periodo Huatabampo con modificación dental incluye cuatro hombres, tres mujeres y tres individuos que no se pudieron identificar el sexo. Los dos casos observados de machas negras en los dientes fueron notados para un hombre (55) y un entierro de sexo no identificado (59). En Las Marismas la mutilación fue una practica muy común y generalmente aparecen en los incisivos y caninos de la maxila. La mutilación dental fue una práctica predominante en ambos sexos en individuos de más de 15 años, sugiriendo una posible asociación con los ritos de pubertad (Gill 1971:236-237). Guasave tiene el mayor número de casos con modificación dental fuera de Marismas Nacionales. Por lo tanto, parece razonable sugerir que estos casos indican la presencia de individuos no-locales procedentes de la región de Marismas, quizás representando relaciones matrimoniales y sugerentes de exogamia bilateral de las rancherías y, quizás, esclavos obtenidos por intercambios o guerra, estas practicas fueron bien documentadas en las crónicas del siglo XVI.

Periodo Cerámico Medio (500 d.C. a 1100/1200 d.C.) En este periodo se da una mayor diversificación entre las tradiciones Huatabampo y Serrana, dónde, después de compartir la cerámica venadito, dan paso a desarrollos más locales. En la sierra, la cerámica Batacosa comienza a fortalecer su presencia y distribución en los sitios arqueológicos, tanto en el somontano bajo como en el alto, las características de este tipo permanecen en el periodo cerámico medio hasta 500d.C. La inclusión en la tradición serrana de vajillas rojas (tal vez demostrando influencias de la tradición Huatabampo), ramifica y particulariza la distribución de ciertos tipos a regiones específicas. En la serrana baja, la cerámica Cuchujaqui rojo se distribuye en sitios ubicados a lo largo de arroyos y ríos, continuando a lo 71

largo del periodo cerámico tardío. Por su parte en la serrana alta, aparece el tipo San Bernardo, caracterizado por decoraciones geométricas por medio de la incisión, además de algunos tipos corrugados, que permanecieron hasta 1200 d.C. En la planicie costera la cerámica Huatabampo continúa fortaleciéndose y distribuyéndose a lo largo del territorio Cahíta, coexistiendo primeramente con Batacosa y posteriormente con Cuchujaqui rojo y San Bernardo. A partir de 1100 d.C., su presencia comienza a diluirse, dando paso al tipo Guasave rojo, heredero directo de Huatabampo y que conserva en esencia las características del primero, aunque con la excepción de que la pasta deja de ser sumamente fina, coincidiendo además con la entrada de la tradición Aztatlán hacia 700 d.C., con lo cual la tradición cerámica Huatabampo diversifica su tipología. A partir de este momento, aparecen los tipos Aztatlán rojo sobre bayo (Lolandis), Aztatlán inciso, Aguaruto inciso y Navolato policromo, estos dos últimos proceden de la tradición arqueológica Tahue del centro de Sinaloa. En esa época, la conformación de la secuencia cerámica Cahita comienza a adoptar la policromía de motivos geométricos en su cerámica, además de otros componentes Aztatlánteños como urnas funerarias, sellos cilíndricos, máscaras de barro, silbatos, malacates inciso y cónicos, pipas de barro con plataforma de codo, figurillas antropomórficas entre otros; fusionándose además, con las tradiciones cerámicas locales. El tipo Guasave polícromo ejemplifica de excelente forma este cambio tecnológico, pues adopta la decoración policroma, principalmente el rojo sobre bayo de la tradición Aztatlán con diseños locales, en piezas con pastas tradicionalmente Huatabampo. En este sentido, resulta interesante señalar que los diseños geométricos de Guasave rojo sobre bayo son muy semejantes, a los diseños de los tipos Tanque Verde rojo sobre café y Trincheras rojo sobre bayo de Sonora y Arizona. Entre los varios policromos registrados en el montículo funerario de El Ombligo (Ekholm 1942), el tipo Bamoa policromo, también podría ser identificado como una loza regional Huatabampo; sin embargo, sin suficientes datos al respecto, nos parece problemático ubicar la procedencia de los de más tipos policromos definidos en el sitio. A pesar de que los tipos Aztatlán continúan hasta 72

aproximadamente 1200 d.C., al menos en Guasave, el desarrollo de la cerámica local junto con la policromía Aztatlán permanece asociada por varios años más.

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CAPÍTULO 6 EL FIN DEL MUNDO PREHISPÁNICO, LAS FRONTERAS CULTURALES Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL

La escasez de los documentos históricos relacionados con los primeros años del contacto español en la planicie costera es particularmente frustrante si reconocemos que la planicie costera debió reflejar una densa ocupación por grupos con diversas filiaciones culturales y lingüísticas las cuales fueron oscurecidas y obliteradas por la conquista. La vertiente occidental de la Sierra Madre, la región entre el centro de Nayarít y el río Yaqui fue ocupado por lo menos de treinta grupos que distinguieron los españoles (Figura 6.1). Estas poblaciones costeras fueron calsificadas por los españoles en seis provincias indígenas: Sentispac, Aztatlán, Quezalá, Piaxtla, Culiacán, y Petatlán/Sinaloa (Figura 6.2).

Los Totorame Los límites sureños de la planicie costera, desde el centro de Nayarit hasta un punto entre el río Baluarte y el río Piaxtla, fueron habitados por los Totorame, también conocidos como Pinome o Pinonuquia. El lenguaje Totorame probablemente representaba un dialecto costero del Cora (Miller 1983a:121, 1983b:331; Sauer 1934:14). El idioma Cora, junta con el Huichol, componen la sub-rama Corachol del Yuto-Aztecano, la cual se considera como la sub-rama más sureña de los grupos de la rama Sonorense de los yuto-aztecanos (Miller 1983a:121). Las similitudes entre Corachol y Nahuatl también indican el vínculo lingüístico más cercano conocido entre estas dos ramas de la familia yutoaztecana (Miller 1983a:121).

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Figura 6.1. Distribución de los grupos indígenas reconocidos por los españoles del siglo XVI.

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Figura 6.2.Provinicas indígenas en el siglo XVI.

La región habitada por los grupos Totorame corresponde con las provincias indígenas reconocidas durante la conquista de Guzmán como Sentispac, Aztatlán y Chametla. Esas provincias fueron descritas por los españoles como densamente pobladas, con asentamientos humanos en las riberas de los ríos principales, 76

extendiéndose entre la serrana y la costa (Cuarta Relación Anónima 1955:108; Tercera Relación Anónima 1955:137; Pantécatl, en Tello 1968:174; Sauer y Brand 1932:43). Sauer (1935:5) estimó la población Totorame a unos 100,000, reflejando una densidad poblacional de unas 10 personas por kilómetro cuadrado. En comparación, Reff (1991:194-195), sugiere que su población probablemente fue en exceso de 200,000. Ocelotl, el cacique de Omitlán, en la provincia de Sentispac, se decía que tuvo doscientos cargadores y cien sirvientas a su servicio personal, y dominó a unas 20,000 almas (Sauer y Brand 1932:43; Pantécatl, en Tello 1968:142). Otros 40 o más pueblos fueron reportados bajo su administración directa (Tercera Relación Anónima 1955:137), y recibía tributos de oro, plata, pescado, algodón, y miel de muchos grupos vecinos, incluyendo los Tepehuanes y Coras (Tello 1968:142). Muchos han comentado la habilidad que tuvieron los Totorame para poder alimentar a las cuantiosa fuerza militar de Guzmán por alrededor de unas seis semanas durante su estancia en Omitlán (Tercera Relación Anónima 1955:137; Primera Relación Anónima 1955:153; Sauer y Brand 1932:43). A los Totorame se les ha atribuido que cultivaban maíz, fríjol, calabaza, chile y algodón, además de realizar actividades de apicultura (Sauer y Brand 1932:51-53; Tello 1968:144). Aunque Nuño de Guzmán y su tropa permanecieron por unos cinco meses en la provincia de Aztatlán, registraron muy poca información sobre los habitantes. La provincia de Aztatlán no parece haber sido dominada políticamente por un solo pueblo, pero contenía numerosos pueblos pequeños concentrados a la ribera del río Acaponeta (Sauer y Brand 1932:45). De acuerdo con Tello (1968:161), los españoles fueron recibidos por más de 10,000 guerreros adornados con plumaje en un pueblo llamado Comitl. En el día 20 de septiembre de 1530, una tormenta tropical con lluvias torrenciales, provocó una crecida en el río Acaponeta, ahogando muchos de los indios aliados y la mayoría del ganado que había traído Nuño de Guzmán (Cuarta Relación Anónima 1955:108-109; Primera Relación Anónima 1955:153-154; Tercera Relación Anónima 1955:139; Relación de García Pilar 1955:185). 77

Inmediatamente después de esta inundación se hace mención de las primeras evidencias de una epidemia en la región costera. Según García Pilar (1955:185), más de 8,000 de los indios aliados murieron como resultado. Los síntomas de esta peste, incluyeron fiebre, escalofríos y heces sangrientas, que son indicativos de disentería, tifoidea, y/o malaria (Reff 1991:104). Dicen que la provincia de Chametla contenía unos 22 pueblos en su dominio (Tercera Relación Anónima 1955:139). El cacique de Chametla supuestamente recibió a Guzmán en la periferia del pueblo de Chametla con más de 5000 guerreros, todos con indumentaria de piel de caimán, y escudos cubiertos de plumas multicolores (Tello 1968:173). Al cacique lo acompañado un joven tigrillo (ocelotl), con un collar de concha con un pendiente de cascabel de cobre colgando del cuello (Tello 1968:173). Esta provincia estaba representada por un bello río (Baluarte), con numerosos estuarios de manglares con abundantes peces, aves, frutas y algodón (Tercera Relación Anónima 1955:140).

Los Tahue y su Continuidad Cultural Los Tahue ocuparon la planicie costera entre el río Piaxtla y el río Mocorito, en lo que los españoles reconocieron como las provincias indígenas de Quezala, Piaxtla y Culiacán. Los Tahue representan los hablantes más sureños de alguna lengua de la familia Cahita (Kroeber 1934; Miller 1983:122; Moctezuma Zamarrón 1991:132, 135; Sauer y Brand 1932:58; Spicer 1980:8), aunque Beals (1943:73) considera que ha esta determinación le falta comprobación. La frontera lingüística entre los Totorame y los Tahue estaba bien marcada, y el autor de la Tercera Relación Anónima comenta que tardaron ocho o nueve días en encontrar un traductor una vez que habían llegado en la provincia de Quezala (1955:140-141). La provincia de Quezala, la cual incorporó el territorio entre los ríos Baluarte y Piaxtla, aparentemente contenía una población menos densa, con pequeños asentamientos más dispersos: se hace mención de un solo pueblo en los documentos, llamado Los Frisoles, nombre que se le dio por gran cantidad de frijoles observados en el lugar (Tercera Relación Anónima 1955:141).

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Parece ser que la provincia de Piaxtla, en comparación con la de Quezala, estaba más densamente poblada y contenía numerosos pueblos. Al mínimo, se hace mención de cuatro pueblos indígenas: Piaxtla, Pochotla, Rinconada y Bayla, aunque es posible que este último pertenecía a la provincia de Culiacán (Tercera Relación Anónima 1955:142). Las casas de los caciques estaban fortificadas por altas palizadas, que encerraban las plazuelas y varias otras casas importantes, probablemente esta fortificación fue una medida tomada para los cotidianos conflictos que se suscitaban con los pueblos vecinos (Primera Relación Anónima 1955:155). Curiosamente, unos 35 años después, Ibarra consideró al pueblo de Piaxtla como perteneciente a la provincia de Chametla (Obregón 1988:102). El río principal de la provincia fue conocido como el río de Sal (hoy en día, el río Piaxtla) debido a un gran montón de sal observada por los españoles (Primera Relación Anónima 1955:155). Los documentos hacen mención de la abundancia de comida, incluyendo altas cantidades de pescado, ciruelas, pulque, y jaulas con gallinas (seguramente guajalotes), pericos y hasta halcones fueron observados (Tercera Relación Anónima 1955:142). El autor de la Primera Relación Anónima (1955:155) notó que la vestimenta de algodón era muy común e incluso abundante por toda la provincia. Inicialmente, los españoles consideraron que la provincia de Culiacán fue la de Ciguatán asociada con las leyendas de las Amazonas cuando llegaron a un asentamiento situado a las orillas del río San Lorenzo, y vieron que fue habitado principalmente por mujeres y niños; solamente después se dieron cuenta que los hombres habían huido al monte para reagruparse y organizar una campaña militar en contra de los invasores (Cuarta Relación Anónima 1955:116-117). Según el autor de la Primera Relación Anónima, el valle de Culiacán era ...la tierra más bien poblada que hay en Indias se ha visto; por este valle de Culiacán pasa un río muy bueno, mayor que ninguno de los pasados. Habrá desde la mar hasta el principio de las sierras nueve leguas de tierra llana. Todas estas nueve leguas iban cuajadas de pueblos de un cabo é del otro del río, á tres cuartos é á media legua, que cada uno tenía quinientas, seiscientas casas (1955:156).

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Los españoles hicieron mención de numerosas comunidades, incluyendo las de Quila, Aquinola, las Flechas, Leon, Humaya, Mejía, Colombo, Jarillas, la Pescadería, y Cinco Barrios (también conocida como Cuatro Barrios o Seis Barrios e.g., Carrera Stampa 1955:117, nota de pie 94; Cuarta Relación Anónima 1955:117) (Tercera Relación Anónima 1955:143-146). Los españoles prestaron atención particular al patrón de asentamiento de los Tahue y a su arquitectura doméstica, reflejada en las siguientes descripciones procedentes de la entrada de Guzmán: Tienen buenas casas grandes con unas ramadas grandes delante donde tejen las mujeres su ropa (Cuarta Relación Anónima 1955:125). Son los pueblos de Piaztla adelante las casas muy juntas y buenas; son de paja las techumbres (Tercera Relación Anónima 1955:142). ...tan juntas las casas como estas de México...Hay por allí mucha suma de pueblos pequeños, y todas las casas juntas. (Tercera Relación Anónima 1955:143). Eran las casas muy largas é muy bien hechas, é cubiertas de paja por muy gran arte (Primera Relación Anónima 1955:156). Setenta años después los comentarios de La Mota y Escobar (1940:105) fueron menos entusiastas en su descripciones de las casas de los Tahue, notó que fueron hechas de cañas separadas para permitir que la brisa circule por ellas, y según el parecían más como jaulas que a domicilios. La provincia de Culiacán tenía mucho más abundancia de alimentos en comparación con la región de los Totorame, con cultivos de maíz, fríjol, y calabaza, junto con el cultivo de algodón, chile, bejerano, guavas, zapotes negros, guamúchil, y ciruela (Sauer y Brand 1932:52; Tercera Relación Anónima 1955:140). Además, se hace mención de la caza de venado, conejo, y zorra (Cuarta Relación Anónima 1955:125). Los varones Tahue fueron descritos con muchísimos tatuajes, y las mujeres fueron consideradas las más bellas que encontraron en toda la zona costera 80

(Cuarta Relación Anónimo 1955:125). La esposa del cacique de Culiacán vestía en una blusa de muchos colores, y con muchas collares hechos de conchas y perlas, y las esposas de los nobles llevaban collares hechos con la plumas de pericos, urracas, faisán, codorniz, y varias otros especies de pájaros, las cuales obsequiaron a los españoles (Tello 1968:180). Sauer (1935:5) sugiere una cifra poblacional para los hablantes de Tahue de unos 70,000 habitantes al momento del contacto, lo que se traduce a una densidad poblacional de aproximadamente 5.2 personas por kilómetro cuadrado. Otra vez, en comparación, Reff (1991:194-195) ofrece una cifra más cerca de 200,000.

La Organización Socio-Política La terminología usada por los españoles del siglo XVI para describir la organización socio-política en Sinaloa es extremadamente variada e inconsistente. Términos como señorío, reino, provincias, naciones o cacicazgo son indiscriminadamente interpretados como villas autónomas, cacicazgos, supercacicazgos, provincias, ciudades estado, estados incipientes (statelets), estados, y reinos (Beals 1932:117; Brand 1971:646-647; Doolittle 1988; Meighan 1971:795; Publ 1985:181-182, 1990:235-236; Reff 1991; Riley 1982; Sauer 1935:9). Sauer (1935) y Publ (1985, 1990) comparan las provincias costeras identificadas por los españoles con organizaciones de nivel estatal. Sin embargo, es claro que la mayoría de las veces los españoles usaron este término indiscriminadamente para designar tanto regiones geográficas como regiones con características culturales o lingüísticas compartidas, sin que implique presuntos niveles de complejidad socio-política. Por ejemplo, el valle del Río Sinaloa referido como la Provincia de Petatlán, contenía por lo menos dos grupos autónomos, los Guasave y los Nio, y aparentemente contenía tanto grupos predominantemente cazadoresrecolectores como agricultores sedentarios. Pero el término provincia de Sinaloa, se usó para describir una vasta región entre los ríos Mocorito y Yaqui que circunscribió la distribución de varias poblaciones hablantes de la lengua Cahita

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hacia el norte del Tahue. Estos fueron grupos claramente autónomos y que no representaban un sistema amplio sociopolítico inter-tribal o super-regional. En contraste, la provincia de Culiacán correspondía a los límites territoriales de los Tahue. Mota y Escobar (1940:98) señala que al momento de la entrada de los españoles hasta las comunidades sureñas como lo era Chametla estaban sujetas al cacique de Culiacán. Sin embargo hay que tomar en cuenta, que esta narrativa fue escrita a principios del siglo XVII, unos 75 años después de la entrada española, y Mota y Escobar no cita la fuente de su información. Por otro lado, dada la inclinación de los españoles para identificar los caciques importantes por su nombre, sería de esperarse que existieran referencias al que hubiera sido el cacique más poderoso de una de las provincias de mayor extensión y de una gran población. Alternativamente la rápida adhesión de las provincias de Piaxtla y Quezala al poder de Culiacán, el señalamiento de Mota y Escobar puede atribuirse a que los españoles reconocieron su similitud étnica, y no su unidad política. Con lo que respecta a los Totorame de las provincias de Sentispac, Aztatlán y Chametla, las implicaciones son menos claras. El autor de la Tercera Relación Anónima (1955:137) claramente señala que el principal pueblo de la provincia de Sentispac también se llamaba Sentispac, y no Omitlán. Esto sugiere que Ocelotl fue uno entre otros caciques autónomos dentro de la provincia, o fue un cacique subordinado dentro del sistema superregional que integraba toda la provincia. López Portillo y Weber (1975:230), sin embargo, asevera que Omitlán y Sentispac fueron diferentes nombres para un mismo pueblo, y en el relato de Panatécatl Ocelotl fue el cacique de Septispac (Tello 1968:142). Este último escenario sostiene la interpretación de que Ocelotl fue el jefe supremo de Sentispac. No existe evidencia documental sugiriendo que los conquistadores reconocían Aztatlán o Chametla como regiones políticamente autónomas, en ambos casos, estas regiones parecen estar definidas por concentraciones altas de gente asociadas a las cuencas de los ríos Acaponeta y Baluarte, que probablemente estaban separados por el monte intermedio relativamente despoblado. La frecuente mención de caciques en los relatos históricos ha sido erróneamente interpretada como sinónimo de sociedades de rango estratificadas, 82

frecuentemente conocidas como cacicazgos. Aunque el término cacique/cacicazgo en la jerga antropológica contemporánea frecuentemente se utiliza como equivalente al término en ingles chief/chiefdom, en las crónicas del siglo XVI consistentemente se usó el término cacique para identificar cualquier individuo que ocupaba una posición de autoridad reconocida, independientemente de la complejidad socio-política. Por poner un ejemplo, los diferentes líderes de las poblaciones costeras así como los líderes políticos distinguibles, tal es el caso de Ocelotl, fueron igualmente descritos como “caciques”. Para recapitular la autoridad política entre los Cahita del norte de Sinaloa, se puede citar lo que Pérez de Ribas (1944 I:133) observó: Es verdad que reconocían algunos caciques principales, que eran como cabezas y capitanes de familias o rancherías, cuya autoridad sólo consistía en determinar alguna guerra, o acometiendo contra enemigos, o en asentar paces con otra nación: y por ningún caso se determinaban semejantes facciones sin la voluntad de los dichos caciques, que para tales efectos no dejaban de tener muy grande autoridad. En casa de éstos se celebran las borracheras célebres de guerra, y también a éstos les ayudaban sus súbditos a hacer sus sementeras, que eran lo ordinario mayores que las de los demás. Esta tal autoridad alcanzaban dichos caciques, no tanto por herencia, cuanto por valentía en la guerra, o amplitud de familia de hijos, nietos y otros parientes, y tal vez por ser muy habladores y predicadores suyos. Estas observaciones sugieren que la organización social Cahita estaba principalmente basada en vínculos de parentesco y control de recursos corporativos (cf. Sheridan 1981:85). Este pasaje también indica que los caciques controlaban una proporción mayor de productos de la agricultura, y que pudieron extraer mano de obra de la comunidad para el trabajo de sus tierras. Los caciques fueron generalmente hombres, aunque se conocen algunas mujeres cacicas, como la de los Zuaques y Ocoronis, que probablemente contribuyeron a la leyenda de Las Amazonas. Entre los Cahita, los caciques también funcionaron como jefes militares. La organización y movilización de grandes fuerzas militares, particularmente evidente ente los Sinaloa, Tehueco, Zuaque y Yaqui, sugiere una organización centralizada, supra-local que integró las rancherías que tuvieron una organización tribal (Beals 1943ª:57; Sheridan 1981). 83

En la reflexión de Sheridan (1981:84-85), la guerra organizada sirvió como un factor integrador de la sociedad Yaqui, y contribuyó al desarrollo de “una clase especial de líderes con más riqueza que sus seguidores y con habilidades para extraer mano de obra y obediencia durante las batallas.” Otros personajes con aparente importancia social mencionados frecuentemente por los españoles son los “principales”. Entre estos se incluyen capitanes de guerra y líderes de varias cofradías religiosas, así como miembros de linajes o grupos corporativos (Beals 1943:56-57). Hoy en día este tipo de sociedades, aunque profundamente influenciadas por las doctrinas misioneras, los cuales continúan siendo un aspecto importante de las culturas contemporáneas Yaqui y Mayo (Beals 1945; Crumrine 1977; Spicer 1962, 1980). La disposición de algunos miembros de la comunidad de Topia par ayudar a los españoles sugiere la existencia de un factorismo Inter-comunal, y parece indicar competencia entre linajes y/o cofradias. En las poblaciones sedentarias a lo largo de la planicie costera aparentemente la distinción de clases estaba marcada tanto por el vestido como por los ornamentos (Beals 1943:25). Mientras que la población en general casi siempre fue descrita de no usar ropa o estar vestida con simples taparrabos, el cacique, el capitán de guerra, los principales y sus consortes vestían ropa mucho más elaborada, incluyendo capas de algodón azul y pieles de animales, muchas veces laboriosamente bordadas con conchas y piedras. En la región de Culiacán se relata que los principales usaban muchas piedras preciosas de turquesa; lo hombres alrededor de las manos y las mujeres alrededor de las piernas y brazos (Primera Relación Anónima 1955:157). La poligamia muchas veces incluyó poligamia entre la misma familia (Pérez de Ribas 1944 II:15), aparentemente fue un privilegio reservado para los caciques y los principales (Beals 1943:52; Pérez de Ribas 1944 I:32). Múltiples conyugues lleva al nacimiento de más hijos, fortaleciendo el poder basal del linaje regidor o del grupo corporativo (Reff 1991). Las alianzas por medio de casamientos íntertribales probablemente fueron muy importantes para construir y mantener el poder

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social, Pérez de Ribas (1944 I:359) notó que el cacique Sinaloa, Don Bautista, se casó con una mujer de Huites. Algunas referencias muy vagas pueden indicar la existencia de arquitectura diferencial y especializada en la región Totorame y Tahue. En los alrededores del Río Sal, las casas de los caciques estaban rodeadas de palizadas como resultado de los persistentes conflictos belicosos (Primera Relación Anónima 1955:155). Sauer y Brand (1932:44) sugirieron que los términos montón de tiempo, acabuco, montón de tierra o promontorio pequeño utilizados por los españoles pueden significar montículos artificiales en la región Totoreme. Sin embargo, incuestionablemente estos términos fueron utilizados para describir elementos geomorfológicos naturales (Pérez de Ribas 1944 I:122; Obregón 1988:70) a lo largo de la región costera, por lo que es difícil de evaluar su posible identificación como construcciones arquitectónicas. Dejando de lado los caciques, principales y linajes, la diferenciación social se basó principalmente en edad y género. Entre los Ahome y otros grupos, el estatus marital tenía una insignia, las mujeres solteras usaban un collar de conchas que era removido y se le daba al esposo durante el matrimonio (Perez de Ribas 1944 I:132, 282). La herencia bilateral con “perjuicio patrilocal” y residencia patrilocal puede sugerirse tentativamente para las poblaciones del momento del contacto, con unidades habitacionales probablemente formadas por la familia extensa (Beals 1943:52). Existen algunas evidencias que indican que los Cahita practicaban exogamia entre rancherías (Beals 1943:52). Estos datos, aunque escasos, sugieren que todos los grupos de agricultores sedentarios de la planicie costera reflejaban algún nivel de organización jerárquica compuesta de caciques, principales o señores, y la población en general. Aunque el régimen generalmente no estaba basado en herencia, el parentesco y el grupo descendiente seguramente formaron las bases de la diferenciación social y de la integración. Posiblemente tanto los caciques, como los puestos especiales como capitanes de guerra, hechiceros y curanderos, y seguramente los líderes de las cofradías, eran elegidos del los linajes que en ese momento controlaban el mayor 85

porcentaje de recursos. Estos linajes privilegiados ostentaban su posición privilegiada por medio de su vestimenta, ornamentos y acceso a productos exóticos. Revisando la geografía política del Oeste de México, Brand (1971:647-648) concluye que, con excepción del estado Tarasco, el gobierno se encontraba al nivel de villa, con algunas rancherías subordinadas a las villas más grandes. Esta misma suposición puede traslaparse para el Norte de Nayarit y Sinaloa. Entre la gente de las tierras bajas, los Tahue y Totorames muestran el más alto nivel de integración socio-política, quizás reflejando sistemas políticos supralocales que seguramente incorporaron entre 20 y 200 asentamientos. Pero, solo en el caso de Sentispac parece posible sugerir la existencia de gobernantes supremos que pueden describirse con un modo de producción tributario basado, a lo menos en parte, en la subyugación de las tribus vecinas (cf. Wolf 1982). Sin embargo, en general las diferencias en las organizaciones sociopolíticas encontradas a lo largo de las poblaciones sedentarias de la planicie costera parecen haber estado en un grado de linaje (Beals 1932:117). El grado de diferenciación e integración sociopolítica entre los varios grupos es consistente con niveles de organización basados en linajes que tradicionalmente son caracterizados como “tribus” o “chiefdoms” (Service 1962) o “sociedades de rango” (Fried 1967), y que muchos otros (Feinman y Nitzel 1984; Upham 1987) las refieren como sociedades de “rango medio.” Las interpretaciones de que existieron organizaciones sociopolíticas a nivel de estado no puede ser substanciadas con base en los datos etnográficos. Los dos entierros históricos en urnas funerarias recuperados por Kelly en sus excavaciones en el sitio de Aguaruto (Hulse 1945:198), demuestran la continuidad de esta práctica mortuoria con los Tahue; se puede proponer los Tahue como los descendientes biologico-culturales de la tradición Aztatlán en su extensión máxima septentrional. Los Tahues fueron reconocidos como la sociedad mesoamericana más norteña por los españoles al momento de contacto en el siglo XVI, y cuyo territorio fue reconocido como la provincia de Culiacán abarcando la región entre el río Piaxtla en el sur y el río Mocorito en el norte. 86

Los Mocoríto Los Mocoríto, ocuparon la región del río Mocorito en la frontera septentrional de los Tahue, típicamente están incluidos dentro de la provincia de Culiacán (Sauer 1932:10). Culturalmente, los Mocorito parecen estar relacionados a los Tahue, aunque muestran algunas distinciones lingüísticas (Sauer 1935:24). El pueblo de Guamochiles (el Guamúchil de hoy), nombrado por su abundancia de estas leguminosas con suculentas frutas (Pithecolombiun dulce), probablemente se encontraba dentro del territorio de Mocorito (Tercera Relación Anónima 1955:148). En el año de 1563, los Mocorito proveyeron con unos 200 guerreros bien armados a la expedición de Francisco de Ibarra para guiarlos hacía el río Sinaloa (Obregón 1988:69). Sauer (1935:5) estima la que la población de los Mocorito al momento de contacto español fue alrededor de 5,000 habitantes.

Los Cahita del Norte Del río Mocorito en el sur hasta el río Yaqui, la planicie costera y la serrana occidental estuvo habitada por un gran número de grupos agricultores sedentarios que hablaron varios idiomas Cahita, que estaban, lingüísticamente relacionados con loa Tahue y Mocorito. Seguramente entre estos grupos estaban incluidos los Ahome, Basiroa, Guasave, Chínipa, Comanito, Conicari, Huites, Macoyahui, Mayo, Nio, Ocoroni, Sinaloa, Tehueco, Topichiz, Yaqui, Zoe y Zuaque. La región ocupada por estos grupos norteños hablantes de Cahita correspondió a la provincia de Sinaloa, según el autor de la Tercera Relación Anónima (1955:147): Maravilláronse de ver tan nueva manera de casas, y gente tan bestial, porque las casas son como carretas entoldadas de las de la Mancha de Aragón en España, y la gente vestida de cuero. En la estimación de Sauer, estos comentarios indican la ingerencia de los españoles a la “cultura Cahita” (Sauer 1932:11). Obviamente, Sauer distinguió entre “cultura Cahita” y los hablantes de cahita en donde incluyó a los Tahue. Por “cultura cahita”, Sauer tipificó los Cahita del norte, en parte definida por los grupos

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Mayo y Yaqui, que tienen muchos contrastes con sus vecinos más avanzados del sur (cf. Sauer 1935:15). Las casas de los Cahita del norte estaban elaboradas principalmente de petates de caña tejida. Pérez de Ribas proporciona una descripción detallada de su construcción: Estas hacían, unas de varas de monte hincadas en tierra, entretejidas y atadas con bejucos, que son unas ramas como de zarzaparrilla, muy fuertes y que duran mucho tiempo. Las paredes que hacían con esa varazón las afortaban con una torta de barro, para que no las penetrarse el sol, ni los vientos, cubriendo la casa con madera y encima tierra o barro, conque hacían azotea y con eso se contentaban. Otros hacían sus casas de petates, que es un género de esteras tejidas de caña rajada, y éstas cosidas unas con otras sirven de pared y cubierta, que es tumbada sobre arcos de varas hincadas en tierra, y sobre ella corre el agua sin peligro de goteras, y quedan al modo de los carros “cubiertos de España”. Delante de sus casas levantan unas ramadas que les sirven de portal, sobre que guardan los frutos de sus sementeras, y debajo de él es su vivienda entre día y les sirve de sombra. Allí duermen de noche en tiempo de calores, teniendo por colchón y cama una estera de caña de las dichas…(1944:126). El término nahua para cobija trenzada ó petate, llevó a los españoles a referirse a la región alrededor de la desembocadura del Río Sinaloa como Petatlán (Segunda Relación Anónima 1955:165). Desafortunadamente, la escueta narración de Guzmán (Heredia 1960) y los autores de la Segunda Relación Anónima (1955) hacen imposible de reconstruir la geografía de la región del momento del contacto con ningún grado de veracidad. Las reconstrucciones previas del itinerario de los españoles por Bancroff (1884: 55-58), Sauer (1932:11), Hedrick y Riley (1976:3437) y Reff (1991:31), ubican la Provincia de Petatlán en el Río Sinaloa, mientras que Di Peso (1974 IV:40) y Heredia (1960:139-140) consideran que todas las referencias a Petatán antes de la expedición de Ibarra de 1964, indican el valle de Mocorito. La naturaleza muy vaga de la información requiere de que se añadan numerosas suposiciones para ambas perspectivas, y no puede ser aceptado o menoscabado con la sola base del registro documental. Sin embargo, para el final de la segunda mitad del siglo XVI, Petatlán ya estaba asociado al valle del Río Sinaloa. 88

El autor de la Segunda Relación Anónima (1955:166), quien acompañó a Diego de Guzmán en el año 1533, narra que el río Tamachola (el río Sinaloa de hoy probablemente) estaba poblado por "buenos pueblos é mucha gente", con campos cultivados de maíz y fríjol por toda la región. Algunos de los indígenas de esta área tenían en su posesión artículos de origen español, incluyendo clavos que traían colgados en collares y pulseras, vieron dos espadas y un cuchillo y un fragmento de capa azul de Londres (Segunda Relación Anónima 1955:166-167; Heredia 1960:132). De acuerdo con varios informantes, estos productos fueron tomados de varios cristianos que llegaron en una casa flotante por el río (Heredia 1960:132-133). Los españoles de la casa flotante fueron matados, y el barco fue destruido por los pobladores de Crumeme, un pueblo de ocho casa cerca de la costa (Heredia 1960:132-133). Aparentemente, esta fue la suerte que sufrió la expedición del Capitán Hurtado y sus hombres que habían sido mandados por Cortés para buscar el pasaje noroeste a Asia en el año anterior. Estas narraciones parecen manifestar una secuencia continua en el valle de Culiacán, y considero probable que los ancestros de los Totorame conformaban el núcleo de desarrollo de la tradición de Aztatlán, la cual posteriormente llegó a incorporar la máxima extensión de la región de Culiacán en un momento entre 700 y 900 d.C. Este hecho sugiere que la incorporación de esta tradición fue influenciada al mínimo por dos grupos étnicos. Aunque escasos, los datos existentes no pueden sostener una organización socio-política indicativo de un nivel estatal, sino una corporación de cacicazgos autónomos. En esta perspectiva no se puede considerar a la tradición de Aztatlán de representar una unidad política solitaria. A la misma vez, los Tahue representan el grupo hablante de Cahita más sureño. Los numerosos grupos identificados como hablantes de la lengua Cahita ocuparon una extensa región de la planicie costera y la adyacente serranía de la Sierra Madre Occidental entre el río Piaxtla y extendiéndose al norte hasta el río Yaqui en Sonora. David Shaul ha sugerido que los Opata deben ser considerados como parte de la familia lingüista Cahita. Los Opata, demás, han sido asociado con Paquimé y varios “statelets” en el noreste de Sonora. 89

Con base en la discusión anterior, los grupos hablantes de Cahita pueden ser mejor concebidos como habitantes de largo plazo quienes ocuparon una larga extensión linear de casi 1000 km de la planicie costera y serranía adyacente, desde el sur de Sinaloa hasta la frontera con Arizona. Entre ellos, los Tahue, el grupo más sureño de los Cahita, son considerados como culturalmente “mesoamericanos” (cf., Beals 1932:145; Sauer 1932; Sauer y Brand 1932). Mientras que los Opata, que representan el grupo cultural más norteño Cahita, son considerados como pertenecientes a las culturas del noroeste/suroeste. Hoy en día, los grupos de Yaqui (Yoeme) y Mayo (Yoreme) son los únicos sobrevivientes entre los grupos Cahita que mantienen su identidad cultural y también son percibidos parte de las tradiciones del noroeste/suroeste (Ortiz 1983; Spicer 1962). En este perspectiva, comunidades aparentemente distintas como Aztatlán Culiacán y Paquimé podrían reflejar los límites opuestos de un solo, atenuado continuo lingüístico; una situación que facilitaría el intercambio de materiales e información entre el Occidente y el noroeste/suroeste. Recientemente, Christine VanPool (2003:696) propuso la idea de que la iconografía representada en el tipo cerámico Ramos policromo, representa una forma del chamanismo mejor relacionado con el Occidente, y podría estar relacionado con los gobernantes de Paquimé. Cabe mencionar que Los Tahue fueron reconocidos como la sociedad mesoamericana más norteña por los españoles al momento de contacto en el siglo XVI. Los Tahue ocuparon la planicie costera entre el río Piaxtla y el río Mocorito, en lo que los españoles reconocieron como las provincias indígenas de Piaxtla y Culiacán. Los Tahue representan los hablantes más sureños de alguna lengua de la familia Cahita. En comparación con la de Quezala, la provincia de Piaxtla estaba más densamente poblada y contenía numerosos pueblos. Al mínimo, se hace mención de cuatro pueblos indígenas: Piaxtla, Pochotla, Rinconada y Bayla, aunque es posible que este último pertenecía a la provincia de Culiacán. Las casas de los caciques estaban fortificadas por altas palizadas, que encerraban las plazuelas y algunas casas importantes, probablemente esta fortificación fue una medida 90

tomada para los cotidianos conflictos que se suscitaban con los pueblos vecinos. Curiosamente, unos 35 años después, Ibarra consideró al pueblo de Piaxtla como perteneciente a la provincia de Chametla. El río principal de la provincia fue conocido como el río de Sal (hoy en día, el río Piaxtla) debido a un gran montón de sal observada por los españoles (Primera Relación Anónima 1955:155). Los documentos hacen mención de la abundancia de comida, incluyendo altas cantidades de pescado, ciruelas, pulque, y jaulas con “gallinas” (guajalotes?), pericos y hasta halcones fueron observados. El autor de la Primera Relación Anónima notó que la vestimenta de algodón era muy común e incluso abundante por toda la provincia. Según el autor de la Primera Relación Anónima, el valle de Culiacán era ...la tierra más bien poblada que hay en Indias se ha visto; por este valle de Culiacán pasa un río muy bueno, mayor que ninguno de los pasados. Habrá desde la mar hasta el principio de las sierras nueve leguas de tierra llana. Todas estas nueve leguas iban cuajadas de pueblos del un cabo é del otro del río, á tres cuartos é á media legua, que cada uno tenía quinientas, seiscientas casas (1955:156). Los españoles hicieron mención de numerosas comunidades, incluyendo las de Quila, Aquinola, las Flechas, Leon, Humaya, Mejía, Colombo, Jarillas, la Pescadería, y Cinco Barrios (también conocida como Cuatro Barrios o Seis Barrios). Sauer (1935:5) sugiere una cifra poblacional para los hablantes de Tahue de unos 70,000 habitantes al momento del contacto, lo que se traduce a una densidad poblacional de aproximadamente 5.2 personas por kilómetro cuadrado. En comparación, Reff ofrece una cifra de 200,000 habitantes.

La Organización Socio-Política No existe evidencia documental sugiriendo que los conquistadores reconocían Aztatlán o Chametla como regiones políticamente autónomas, en ambos casos, estas regiones parecen estar definidas por concentraciones altas de gente asociadas a las cuencas de los ríos Acaponeta y Baluarte, que probablemente estaban separados por monte intermedio relativamente despoblado. Mota y 91

Escobar (1940:98) señala que hasta las comunidades sureñas como lo era Chametla estaban sujetas al cacique de Culiacán cuando llegan los españoles. Sin embargo hay que tomar en cuenta, que esta narrativa fue escrita a principios del siglo XVII, unos 75 años después de la entrada española, y Mota y Escobar no cita la fuente de su información. Por otro lado, dada la inclinación de los españoles de identificar a los caciques importantes por su nombre, sería de esperarse que existieran referencias al que hubiera sido el cacique más poderoso de una de las provincias más extensas y con gran población. Donald Brand (1971:647-648) sugirió que las sociedades del oeste de México, con excepción del estado Tarasco estaban a nivel de Villa, con rancherías subordinadas a las villas más grandes. Lo mismo parece pasar en el norte de Nayarit y Sinaloa. Entre la gente de las tierras bajas, los Tahue y Totorames muestran el más alto nivel de integración socio-política, quizás reflejando sistemas políticos supra-locales que seguramente incorporaron entre 20 y 200 asentamientos. Pero, solo en el caso de Sentispac parece posible sugerir la existencia de gobernantes supremos que pueden describirse con un modo de producción tributario basado, a lo menos en parte, en la subyugación de las tribus vecinas (cf. Wolf 1982). Las interpretaciones de que existieron organizaciones socio-políticas a nivel de estado no puede ser substanciadas con base en los datos etnográficos y ni arqueológicos. Como el Valle de Culiacan parece reflejar una secuencia continua, considero probable que los ancestros de los Totorame conformaban el núcleo del desarrollo de la tradición de Aztatlán, la cual tuvo su extensión máxima en la región de Culiacán entre 700 y 900 años d.C. Este hecho sugiere que la tradición estuvo integrada a lo menos por dos grupos étnicos. Los datos, aun escasos, no soportan una organización socio-política indicativa de un nivel estatal, sino una corporación de cacicazgos autónomos. En esta perspectiva no se puede considerar la tradición de Aztatlán como una unidad política solitaria.

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Periodo Cerámico Tardío en la Región Cahita (1100/1200 a 1532 d.C.) En la tradición serrana alta, con el abandono de la cerámica San Bernardo y la aparición de los tipos Los Camotes, se da el inicio del periodo cerámico tardío. Las características de ambos tipos son sumamente similares, únicamente diferenciados en cuanto a la decoración de diseños incisos. Otro de los rasgos distintivos de las vajillas Los Camotes es la inclusión de decorados punzonados, ambos con diseños geométricos. En la serrana baja, Cuchujaqui rojo continúa presente interrumpidamente, sin embargo, ambas vajillas prolongan su uso hasta algún momento posterior a la entrada de los españoles, con la innovación de cerámica San Miguel. La tradición Aztatlán representada por los tipos cerámicos antes mencionados, no continúan sin modificarse, sin embargo, algunos tiestos de la región Tahue, inminentemente influenciados por Aztatlán, aunque adoptando características locales, han sido identificados en la región Cahita, principalmente policromos del complejo Culiacán tardío (Carpenter et al 2006). Con respecto a la tradición Huatabampo, las lozas Guasave Rojo y rojo sobre bayo consolidan su presencia en la región Cahita, constituyendo los tipos cerámicos más comunes en este periodo y mayormente distribuidos, siendo posible que su distribución temporal continúe hasta la llegada de los españoles, aunque la fecha más tardía reportada en el sitio El Ombligo y asociada con el entierro 29, es de 1410 d.C., señalando la posibilidad que la ocupación del sitio probablemente persistió hasta las primeras décadas del siglo XV sino más (Carpenter 1996:230). Es interesante notar, además, que en el sitio de Rincón de Buyubampo existen contextos tardíos, asociados a Guasave rojo sobre bayo, sugiriendo la posibilidad de que su producción continuó hasta finales del siglo XVI. Todo esto parece confirmar una probable continuidad cultural entre la tradición arqueológica Cahita y los grupos indígenas identificado por los españoles a finales del siglo XVI.

La Tradición Aztatlan de la región de Culiacan: los Cahita y la Sierra A la misma vez, los Tahue representan el grupo hablante de Cahita más sureño. Los numerosos grupos identificados como hablantes de Cahita ocuparon una 93

extensa región de la planicie costera y adyacente serranía de la Sierra Madre Occidental entre el río Piaxtla y extendiéndose al norte del río Yaqui en Sonora. David Shaul ha sugerido la probabilidad de que los Opata deben de ser considerados como Cahitas. Los Ópata, además, han sido asociados con Paquimé y varios “statelets” en el noreste de Sonora. A finales del siglo XVI, los españoles observaron una gran cantidad de mercancías moviéndose por la planicie costera (véase Di Peso 1974, Vol. 8:192; Riley 1987; Sauer 1932:2), incluyendo turquesa, cobre, concha, textiles de algodón, plumas, maíz, cueros y esclavos, que aparentemente circularon sin beneficiar a una economía controlado por cualquier estado. Con base en la discusión anterior, los grupos hablantes de Cahita pueden ser mejor concebidos como habitantes de largo plazo quienes ocuparon una larga extensión linear de casi 1000 km de la planicie costera y serranía adyacente, desde el sur de Sinaloa hasta la frontera con Arizona. Los Tahue, son el grupo más sureño de los Cahita, considerados como “mesoamericanos” culturalmente (cf., Beals 1932:145; Sauer 1932; Sauer and Brand 1932). Mientras que los Opata, constituyendo el grupo más norteño de los grupos de Cahita, son considerados como pertenecientes a las culturas del noroeste/suroeste. Hoy en día, los grupos Yaqui (Yoeme) y Mayo (Yoreme), son los únicos sobrevivientes de los numerosos grupos Cahita históricos que mantienen su identidad cultural y también son percibidos como pertenecientes a las tradiciones del noroeste/suroeste (Ortiz 1983; Spicer 1962). Basandonos en los materiales del sitio de Guasave y los datos recolectados por el proyecto arqueológico Norte de Sinaloa podemos proponer una ruta de intercambio y el flujo de materiales e información que va de Guasave a Mochicahui en el Río Fuerte siguiendo el rio hasta los arroyos Cuchujaqui/Alamos y el Janalacahui (El sitio de Rincón de Buyubampo/La Viuda), aparentemente siguiendo el pie de la sierra madre occidental hacia Paquime. En este perspectiva, comunidades aparentemente distintas como Culiacán y Paquimé podrían reflejar los límites opuestos de un solo, atenuado continuo lingüístico; una situación que facilitaría el intercambio de materiales e información 94

entre el Occidente y el noroeste/suroeste. Recientemente, Christine VanPool (2003:696) propuso la idea de que la iconografía representada en el tipo cerámico Ramos policromo, constituye una forma de chamanismo mejor relacionada con el Occidente, y podría estar relacionada con los gobernantes de Paquimé. El continuo lingüístico que propongo sugiere que los Tahue estaban en una posición única para poder dominar el sistema de intercambio de larga distancia en la época prehispánica tardía. Cabe mencionar, también, que la gran cantidad de los materiales Aztatleños que han sido recuperados en los sitios de la rama Guadiana en Durango parecen reflejar un origen en la región Culiacanense/Tahue. Llama la atención de que la ruta más fácil para conectar la planicie costera con Durango parecen ser los valles de los ríos Humaya y Tamazula, los cuales conectan el valle de Culiacán con la región de Topia, Durango; precisamente la ruta seguida por la expedición de Francisco de Ibarra en su marcha a Culiacán desde el valle de Guadiana, Durango. También, es notable la asociación de los materiales Aztatlanteños con entierros en urnas funerarias, particularmente en el sitio del Cañon el Molino, interpretado por Kelley (1986) como un barrio de Aztatlanteños residiendo en el sitio.

El Sitio Rincón de Buyubampo Durante el salvamento arqueológico de Alamo Dorado se encontró y registro un sitio arqueológico el más espectacular registrado en este proyecto de salvamento conocido como el Rincón de Buyubampo (clave: SIN A:6:18), abarcando un área de 20,000 metros cuadrados en un cerrito y la planicie mirando hacia el valle de Buyubampo, en el municipio de Choix, a unos 5 kilómetros de la frontera con Sonora. Cabe mencionar que este sitio representa un componente del sitio designado como La Viuda. El sitio de La Viuda de grandes dimensiones, que en su totalidad abarca un área de más de 600,000 m cuadrados (60 hectáreas), y que se encuentra a unos 700 m al norte, siendo separados por campos de cultivo. Lamentablemente, el sitio de La Viuda está en un estado altamente erosionado. Las investigaciones en el sitio Rincón de Buyubampo representan unas de las primeras excavaciones arqueológicas de estructuras (casas) en la historia de 95

la investigación científica en el estado de Sinaloa, y demostró que existía un pueblo prehispánico importante en este cerrito entre aproximadamente 1200 y 1750 d.C., probablemente asociado con los Sinaloa, uno de los varios grupos ancestrales que conforman en la actualidad la comunidad Yoreme. En el idioma Yoreme, “Buyubampo” significa “lugar de abundante agua.” Las investigaciones preliminares sugieren que la ocupación prehispánica consistió de aproximadamente 15 unidades habitacionales o complejos residenciales con varios elementos arquitectónicos entre los que figuran terrazas, casas con cuartos contiguos y graneros (Figura 6.3). Intervenimos en total tres unidades habitacionales aunque ninguna se excavó por completo y esperamos que en futuro se puedan conseguir recursos para hacer una investigación más extensiva. La unidad habitacional 2 se localiza en la parte baja del cerro y esta conformada por una casa grande conformada por tres cuartos contiguos, dos de 10x8 metros y uno de 10x4 metros (Figura 6.4). Los muros de los cuartos en la casa grande tienen cimientos de piedra laja careada con un grosor de 50-60 cm, en los pisos de los cuartos se encontraron hornillas en forma de “U” o “doble U”, a veces con manos y metates usadas en actividades de molienda asociadas. Encontramos numerosos hoyos de postes con la madera todavía preservada; la mayoría de amapa (Tabebuia chrysantha). Parece ser que esos fueron utilizados para soportar un techo en estos cuartos de enormes dimensiones, los cuales se requirieron dos o tres hiladas de postes, de hasta 50 cm en diámetro. Los hoyos para los postes fueron excavados en la roca madre hasta 50 cm o más de profundidad. Los techos fueron construidos con vigas cubiertas por terrada.

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Figura 6.3. Mapa arqueológico del sitio Rincón de Buyubampo.

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Figura 6.4.Vista de la unidad habitacional 2 con sus cuartos contiguos en Rincón de Buyubampo. A unos 15 metros de esta casa grande se encontró una pequeña estructura (posiblemente un granero o bodega) de aproximadamente 1.5 m x 1.5 m. Este elemento contenía una alta cantidad deshechos de concha marina junto con las herramientas (pulidores, perforadores, etc.) utilizadas en la producción de ornamentos de concha, e indicando que a lo más probable representa una bodega. La unidad habitacional 5, se encuentra en la parte media del cerrito y esta conformada por un cuarto de 8x8 metros y un posible bodega ubicado a 10 metros de la casa que no fue excavado. Se observan también (aunque no se excavaron) muros de retención y la construcción de terrazas en la pendiente de la colina que parece estar delimitando la unidad habitacional.

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También se hizo una excavación de prueba en la unidad habitacional 3 donde la arquitectura de la casa era mucho menos substancial y se trataba de una casa de jacal o bajareque hecha totalmente de materiales perecederos, en el futuro será necesario investigar más este tipo de construcciones en el sitio.

El Conjunto Artefactual La mayoría de la cerámica recuperada pertenece a la tradición arqueológica regional conocida como “Río Sonora.” Aunque la tradición de Río Sonora (aproximadamente 200 a.C. a 1500 d.C.) generalmente está asociada con la serrana del este de Sonora, las investigaciones de Richard Pailes (1972, 1976) demostraron que se extiende también al norte de Sinaloa. La cerámica de Río Sonora es caracterizada por un horizonte temprano de losa lisa café, seguido por un horizonte de loza roja y una predilección por vasijas texturizadas con diseños punteados e incisos. La cerámica pintada más común en el sitio es del tipo Guasave Rojo-sobrebayo, procedente de la región costera entre Guasave y Mochicahui, a unos 80-120 kms al suroeste. Esta cerámica es afiliada a la tradición arqueológica de Huatabampo en el norte de Sinaloa y sur de Sonora, y fechada aproximadamente entre 1200-1450 d.C. Aparentemente, este tipo cerámico no fue producido en los sitios huatabampeños que se encuentra en el sur de Sonora; probablemente reflejando las influencias culturales procedentes de sus vecinos Aztatlantecos adyacentes hacía el sur. También, documentamos varias cerámicas de los tipos policromos y malacates de la tradición Aztatlán procedente del centro y sur del estado de Sinaloa (Figura 6.5) (y quizás, Tuxpan Rojo-sobre-naranja procedente de la región de Amapa, Nayarit), y unos pocos tepalcates del tipo Babícora Policromo provenientes de la región de Paquimé, en Chihuahua.

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Figura 6.5. Polícromo del periodo Culiacán Temprano. La lítica lasqueada es abundante, e incluye herramientas como cuchillos mezcaleros, raspadores y numerosas puntas de proyectil. La industria lítica utilizó materia prima local, principalmente de riolita, basalto, andesita, y silex. Metates de cuenco y metates tabulares, con manos rectangulares, manos de canto, y las manos de extremo colgante también son abundantes en el sitio. Se encontró una gran cantidad de ornamentos de concha marina del Golfo de California y del Pacifico, con evidencia de la producción in situ de brazaletes de Glycymeris sp., junto con ornamentos y adornos de varias otras especies (Figura 6.6). Dos pequeños fragmentos de navajas prismáticas de obsidiana y un cascabel de cobre (Figura 6.7) reflejan el intercambio con el Occidente de México al sur; la región de Amapa, Nayarit, ubicada aproximadamente 500 kms hacía el sur, representa la zona más cerca donde se puede demostrar la probable producción de implementos de cobre, al igual la presencia de núcleos prismáticos de obsidiana indicativos de la producción de navajas prismáticas. El río Mocorito, tradicionalmente considerada como la frontera septentrional de la tradición de Azatlán, situado a unos 100 kms al sur. 100

Además, se encontraron algunos fragmentos de mayólica (incluyendo Tonalá Bruñido, San Elizario Policromo, Aranama Policromo, Huejotzingo Azul sobre blanco, Puebla Azul sobre blanco) y unos pocos objetos de metal como botones, clavos y medallones, y que indican que el lugar fue ocupado hasta después del contacto español durante el Siglo XVI.

Figura 6.6. Ornamentos de concha recuperados de la unidad habitacional 2.

Figura 6.7. Cascabel de cobre en Rincón de Buyubampo.

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Un hallazgo inusual en la estructura 2 fueron 3 sellos de plomo modificados en medallones que indican la ocupación del sitio hasta la primera mitad del siglo XVIII. Los tres objetos son de interés especial por el lugar donde se encontraron, su morfología y por su procedencia. Esos objetos fueron encontrados en distintos lugares bajo del piso en el mismo cuarto 3, sugiriendo que los medallones probablemente fueron intencionalmente escondidos. Curiosamente, todos son de origen Británico y representan sellos de ropa o bolsas (comparable a etiquetas) utilizadas en el comerció Británico para distinguir la calidad de la mercancía que se estaba vendiendo. El primer sello (Figura 8A); fabricado de plomo principalmente y con residuos de oro que parece indicar que originalmente presentó una leve chapa de oro, y manifestando el escudo de armas de Inglaterra y la frase “DIEU ET MON DROIT” (Dios y mi derecho) de la monarquía británica actual, el dicho del orden real del garter “HONI SOIT QUI MAL Y PENSE" (vergüenza a él quien piensa mal de ello), una asociación aristocrática establecida en 1348, con membrecía otorgada solamente por el rey/reina. El león a la izquierda simboliza Inglaterra, mientras que el unicornio al lado derecho representa Escocia; en el cuadrante superior derecho del escudo interior se ve tres flores de lis, referente a Francia, y en el cuadrante inferior izquierdo el arpa, icono de Irlanda. Este escudo de armas aparece en Inglaterra desde la ascensión de Jorge I en 1714 hasta el Acto de Unión entre Gran Bretaña e Irlanda en 1801 (comunicación personal de Hugh Willmott, 2010; footguards.tripod.com). Este tipo de sellos de ropa fueron parte de un sistema de identificación y de control de calidad. Se utilizan en Inglaterra y el resto de Europa entre los siglos XV al XIX, pero también se encuentran fuera de Europa como etiquetas de telas (comunicación personal de Hugh Willmott, 2010). El segundo sello de plomo con la inscripción del número “4” incorporando una cruz, y abajo las letras “SB” y una pequeña estrella contenidas adentro de un corazón (Figura 8B). Este sello tiene un anillo para colgarse que seguramente fue una modificación a la pieza original. Este sello parece ser una etiqueta o una marca de un comerciante o un productor particular y por su parecido a sellos similares parece ser del siglo XVII-XVIII. 102

El último sello (Figura 8C) también es de plomo, con un motivo de escudo compuesto de tres leones acostados y un león parado. Además, en su parte inferior, presenta un mapa del continente americano, mostrando a México en el espacio central, completado con las líneas de latitud y longitud y las letras “MAR DEL ZUR” indicando el océano Pacifico, y “MAR DEL N” identificando el océano Atlántico y/o el mar Caribe, con una representación de una ballena arriba a la derecha del mapa. También, se observa las letras “SS & FC” en el contorno de la pieza, perteneciente al South Sea and Fisheries Co. (Hazel Forsyth comunicación personal 2010), esta compañía se encargada de las operaciones comerciales de la corona Inglesa en América y a finales del siglo XVII expandieron el negocio para comercializar aceite de ballena.

Figura 6.8. Sellos comerciales de plomo procedentes de la unidad habitacional 2 de Rincón de Buyubampo.

La Cronología de la Ocupación Considerando la temporalidad de la ocupación prehispánica, la cronología de la tradición arqueológica de Río Sonora se construyó con base en solamente ocho fechas de radiocarbono, junto con dos fechas de hidratación de obsidiana y la identificación de tipos cerámicos procedentes de Sinaloa asociados con los 103

conjuntos (Pailes 1972:329). Pailes propone que la fase Venadito, el horizonte cerámico liso café más temprano, empezó alrededor del d.C. 200 y persistió hasta aproximadamente d.C. 500 (Pailes 1976:142). El tipo Venadito Café fue considerado de ser un tipo idéntico al Huatabampo Café, y generalmente similar a la serie Alma de la vajilla Mogollon Café (Pailes 1972:355-356). La siguiente fase Batacosa, principalmente es caracterizada por la cerámica Batacosa Roja, y probablemente comenzó antes del 200 d.C. igual que la Venadito, y permaneció hasta el 700 d.C. A partir de ésta fecha, Pailes divide la tradición Río Sonora en las regiones serrana alta y serrana baja. Las elevaciones bajas se caracterizan por la fase Cuchujaqui, que se extiende hasta el periodo del contacto español. La región serrana alta está representada por la fase Los Camotes (700 d.C. hasta aproximadamente 1250 o 1300 d. C.) y la fase San Bernardo (circa 1250 o 1300 d.C. hasta el contacto español), ésta última fase refleja o una variante regional de la tradición Río Sonora o una posible intrusión de nuevas poblaciones que llegaron del norte o del este (Pailes 1972:408). La continuidad de ocupación de la región serrana sureña sugiere una probable asociación con hablantes de cahita, y específicamente con Tehueco o uno de sus vecinos cercanamente emparentados (Pailes 1972:370-371, 394). Al momento de contacto español, la región de Buyubampo fue ocupada por los Sinaloa. Los pueblos de los Sinaloa empezaban aproximadamente seis leguas arriba de la fortaleza de Montesclaros (hoy en día El Fuerte, Sinaloa) establecida por Hurdaide en 1608 (Pérez de Ribas 1944 I:342). En el año de 1533, había 20 o 25 pueblos con entre 100 y 300 casas de petates (Segunda Relación Anónima 1955:167). Los españoles estuvieron lo suficiente impresionados con la presencia de unos 20,000 guerreros armados con arco y flecha que no intentaron tomar esclavos sino inmediatamente trataron la paz con los caciques de los Sinaloa (Segunda Relación Anónima 1955:168). Treinta años después, Baltasar Obregón (1988:77), cronista de la expedición de Francisco Ibarra en 1564, describió el pueblo de Ciguini de los Cinaro (Sinaloa), con sus fortificaciones de madera a la manera de “torreones” 104

(aunque Reff [1991:37] identifica este pueblo con los Ocoroni, el termino Cinaro de Obregón casi seguramente una variación de la palabra "Sinaloa", y su ubicación en el río Fuerte aparentemente confirma esta asociación). En Tepulco, el pueblo más grande de los Sinaloa (y desgraciadamente, ya probablemente debajo de la presa Miguel Hidalgo), la expedición de Ibarra encontró a 1000 guerreros divididos en cuatro escuadrones, todos con escudos, lanzas, arcos, flechas, macanas, adornados con muchos plumajes de pericos y pájaros del mar, concha marina, ornamentos de piedra, y estaban vestidos en pequeños taparrabos de algodón (Obregón 1988:77-78). A lo largo del territorio de los Sinaloa, observó extensos campos del cultivo en todo el rededor del río Fuerte, con abundancia de maíz, fríjol, calabaza y algodón (Obregón 1988:79). La misión cabecera Jesuita de San José de Toro fue establecida a una distancia de 20 km hacía el noreste del sitio en el año 1620. Lamentablemente, este monumento histórico fue inundado hace aproximadamente 50 años con la construcción de la presa Miguel Hidalgo sin realizar ningún estudio o rescate arqueológico. Basándonos principalmente en los tipos cerámicos recuperados en el sitio, tentativamente, podemos proponer que la ocupación inicial fue alrededor de los 1200 d.C. (aun es probable que el sitio de La Viuda refleja una ocupación iniciando antes de los 700 d.C.). En su mayoría, la cerámica local es indicativa de la fase Cuchujaqui, fechada tentativamente entre 700 d.C. al contacto español. Los tipos cerámicos intrusivos presentes en el sitio, Guasave Rojo-sobre-bayo está fechado tentativamente entre 1150/1200 y 1450/1500+, y Navolato policromo, procedente de la región de Culiacán, nos proporciona un rango aproximado de entre 1200 al 1450 d.C. Finalmente, el tipo cerámico Ramos policromo es indicativo del periodo Medio de Paquimé de entre 1200/1225 y 1450. La presencia de los materiales históricos indica que el lugar fue ocupado hasta después del contacto español en los finales del siglo XVI o principios del siglo XVII. Sin embargo, su cantidad es mínima, sugiriendo que el abandono del sitio ocurrió en un momento relativamente inmediato después del contacto. La representación del escudo monárquico en el medallón británico fue adoptado en el 105

año 1603, pero parece presentar también, la adición de la emblema de los Hanover (actualmente la familia real de hoy en día), y que fue añadido al escudo real en el año 1714. Esta fecha tardía, señala que si el sitio siguió siendo ocupado, los habitantes casi no mantenían relaciones con los españoles por más de un siglo (el Fuerte de Montesclaros—hoy en día la ciudad de El Fuerte--fue establecido en el año 1610 a solamente 30 kilómetros de distancia. Es evidente también de que a lo menos una de las estructuras fue reutilizada como un corral en tiempos históricos más recientes; encontramos una artesa (bebedera) de madera en el interior de la estructura 15, que también manifestó la construcción adicional de un pequeño cuarto en su esquina noroeste, y resultó que el piso de la estructura había sido destruido por completo, sin duda atribuida a su uso posterior como un corral. Adicionalmente, un sin número de las piedras utilizadas en la construcción de los elementos arquitectónicos del sitio fueron recolectadas para construir un muro marcando los limites de los terrenos entre los propietarios particulares. Aunque el sitio está situado a la orilla de un poblado, el lugar era totalmente desconocido por los vecinos, y afortunadamente se encuentra en un excelente estado de preservación. No cabe duda que el sitio de Rincón de Buyubampo ocupó un lugar importante en la red de intercambio de productos e información entre las sociedades complejas del Occidente de México y las sociedades de agricultores sedentarios del noroeste de la república y el suroeste de los EUA, como las tradiciones de Paquimé, Trincheras, Hohokam, y Anasazi. Aunque se puede identificar algunos sitios arqueológicos como Amapa, Nayarit, El Ombligo (Guasave) (Carpenter 1996; Ekholm 1939, 1940, 1942), Sinaloa y Mochicahui (Talavera y Manzanilla 1991; Carpenter 2008), como nodos en esa red de intercambio del Pacifico, no se conoce absolutamente nada de la ruta hacia el norte desde el río Fuerte. Incuestionable, el sitio de Paquimé mantenía fuertes enlaces de interacción con el Occidente durante el periodo Medio entre aproximadamente los años de 1200 y 1450 d.C. Aunque hoy podemos descartar el modelo planteado por Di Peso (1974) de que Paquimé fue establecido por pochtecas toltecas después de la 106

caída de Tula, es obvio que los paquimeños del periodo Medio participaban en una red de intercambio con el Occidente, manifestado en la alta cantidad de cascabeles y otros objetos de cobre, unas cuantas malacates de origen Aztatlan o Chalchihuites, y quizás las guacamayas y unos especies de concha marina. La influencia cultural es evidente también en la difusión de ideología evidente en la iconografía de los dioses Mesoamericanos como Quetzalcoatl, Ehecatl, y Tlaloc en Paquimé y otras regiones en el suroeste de los EUA. Recientemente, Christine VanPool (2003:696) propuso la idea de que la iconografía representada en el tipo cerámico Ramos policromo, representa una forma del chamanismo mejor relacionado con el Occidente, y podría estar relacionado con los gobernantes de Paquimé. Hemos identificado dos rutas de intercambio prehispánico en esta región; una ruta utilizó el arroyo Álamos (también conocido como el Cuchujaqui), y la otra siguió el arroyo Janalicahui, la cual corre paralela al arroyo Álamos a una distancia de unos 20 km hacía el este (río arriba). Aparentemente, esas dos rutas juntaran en alrededor del pueblo de Cuchujaqui, Sonora. La ruta pasando por el arroyo Álamos probablemente fue controlado por los Tehueco, quienes ocupaban el largo del arroyo entre el río Fuerte hasta un punto todavía no conocido en las afueras del pueblo de Álamos de hoy. Mientras que, la ruta pasando por el arroyo Janalicahui fue controlado por los Sinaloa. Curiosamente, ambas rutas están reconocidas como caminos reales durante la época histórica/Colonial, aunque la ruta pasando por el arroyo Álamos volvió a ser el camino real principal entre los pueblos de El Fuerte, Sinaloa y Álamos, Sonora en el siglo XVIII. Tomando en cuenta que en 1536, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus acompañantes náufragos por fin encontraron sus compatriotas--los soldados del Diego de Guzmán quienes andaban en busca de esclavos--en las afueras de lo que hoy en día es Sinaloa de Leyva, sugiere que es muy probable que pasaran por uno u otro de esas rutas. Nos parece muy probable también que esa misma ruta fue la que fue utilizada en el año 1539 por el fraile Marcos de Niza (y quien fue acompañado como guía por el náufrago, el esclavo moro, Esteban), Francisco Vásquez de Coronado en 1540, y por Francisco Ibarra 107

es sus exploraciones hacia el norte en 1564, tal vez explicando su llegada eventual a Paquimé.

La Integración Cultural Regional La integración cultural se refiere a la manera como se articulan las sociedades con respecto a sus relaciones sociales (incluyendo ideología, económicas o políticas). Lo cual, por ejemplo, en el caso de los Mocorito, los escasos datos nos sugieran que fueron integrados en su totalidad a la sociedad Tahue. Mientras que es concebible de que las marcadas influencias de la tradición de Aztatlán y documentadas en el sitio El Ombligo podrían ser interpretadas como su posible integración de manera socio-ideológica (Carpenter 1996), ya que los datos no parecen indicar la presencia de una población foránea de importancia o de dominio político-económico por esta. Al presente, no existen evidencias que algunas de las comunidades regionales fueron integradas a un nivel políticoeconómico con los vecinos Aztatlanteños; la documentada distribución regional de los pocos rasgos materiales (y culturales) atribuidos al complejo Aztatlán pueden ser explicadas como resultados del intercambio y/o la difusión de influencias culturales.

Las Fronteras Culturales Como ha sido planteada, el estado de Sinaloa incorpora una zona culturalmente transicional entre los dos macro-tradiciones culturales primordiales en Norte América: mesoamerica/occidente y el noroeste de México/suroeste de los EUA., además de un entorno ambiental igualmente transicional, pues, la región entre el río Mocorito y río Sinaloa presenta características transitorias a pesar de marcadas influencias de los Tahue y el complejo Aztatlán. No existe una marcada distinción de las fronteras; las interacciones culturales producen fronteras algo borrosas y requiere tomar en cuenta todo el rango de los rasgos culturales en términos de las dimensiones sociales, económicas y políticas en evaluar los contextos culturales. La presencia de tipos cerámicos policromos, entierros en urnas funerarias, modificación dentaria, etc. han servido como rasgos a designar 108

el sitio de El Ombligo como la mojonera más septentrional de mesoamerica, representado por un estrecho dedo subiendo hacía la costa del Mar de Cortés hasta el río Sinaloa. Al igual, las tradiciones Huatabampo y Río Sonora generalmente son comparadas a las tradiciones del Noroeste/Suroeste, aunque Álvarez (1990) y Braniff (1992) han sugerido una afiliación a la “Antigua Mesoamérica” con base en la presencia algunos rasgos del Occidente de México. La región Cahita abarcando el norte de Sinaloa, sur de Sonora y la esquina suroeste de Chihuahua representa una extensa región donde agricultores sedentarios con afinidades compartidas más cercanas al Suroeste de los Estados Unidos pero que durante varios cientos de años vivieron “cara a cara” con tradiciones más cercanamente relacionadas a los desarrollos Mesoamericanos (Beals 1974:63). Estos diferentes grupos reflejan una diversidad cultural que no puede explicarse adecuadamente haciendo referencia a los desarrollos fundamentales del corazón del Suroeste de los Estados Unidos o de Mesoamérica. Por el contrario, y retomando mucho de lo que Ralph Beals proclamó hace 40 años (1943), esta región puede entenderse mejor como una compleja red de factores económicos y relaciones recíprocas entre grupos sociales que envolvían un vasto rango de interacción y varios grados de integración a escalas regionales e interregionales. En los casos de El Ombligo y Rincón de Buyubampo, por ejemplo, es más probable que la adquisición de mercancías no locales refleje una economía de prestigio (siguiendo McGuire 1987 y Frankenstein y Rowlands 1978), resultando de la intensificación de las relaciones sociales. Esto puede ser considerado como una consecuencia y no como la causa de esta diferenciación evidente en las relaciones sociales indígenas. De esta manera, proponemos que la distribución de rasgos arqueológicos de las tradiciones Huatabampo y Serrana se correlacionan espacialmente con la zona Cahita. Los datos del patrón de asentamiento y de subsistencia, aunque escasos, sugieren comunidades de tipo ranchería, semejantes a los que tenían los Cahitas históricos, y caracterizados por una distribución dispersa pero continua a lo largo de la ribera de los ríos entre la sierra y el mar (Álvarez y Villalpando 1979; Carpenter 1996, 1999; Ekholm 1942). 109

A pesar de que lo aquí presentado conforma un aspecto del corpus cognitivo sobre el pasado prehispánico de los Cahita, falta aún demasiada información para poder comprender de mejor forma su desarrollo cultural y papel desempeñado en la dinámica cultural regional. Esperamos que con las actuales investigaciones que llevamos a cabo en el marco de El proyecto Arqueológico Norte de Sinaloa: Rutas de Intercambio, auspiciado por CONACYT, podremos a corto plazo ampliar nuestro conocimiento sobre la arqueología del norte de Sinaloa y sur de Sonora, mediante amplios reconocimientos de superficie y excavaciones sistemáticas. En los últimos años un grupo de investigadores (Kelley 1986; Kelley y Foster 1992; Publ 1985, 1990) ha planteado el concepto del sistema mercantil de Aztatlán, en el que se considera al sitio de Guasave como un centro comercial de intercambio integrante de una larga cadena de sitios que interconectaban Cholula, como capital de la Mixteca-Puebla, con territorios remotos del norte de México y el suroeste de los Estados Unidos. La mayoría de estos modelos resaltan las relaciones político-económicas de mesoamérica sobre los grupos indígenas regionales que supuestamente fueron incorporados al extenso dominio Mesoamericano, minimizando así la identidad propia de los grupos indígenas locales. Los atributos que han sido considerados para incluir al sitio de Guasave dentro del alcance de Mesomérica son los atributos de los materiales cerámicos (de tipos Aztatlán y tipos parecidos a la Mixteca-Poblana), mutilación dentaria, deformación craneana, y la presencia de cascabeles de cobre como indicadores de pochtecas (Brooks y Brooks 1980; Kelley 1995; Lazalde 1987). Entre aproximadamente el 1000 y 1200 d.c., vasijas cerámicas sofisticadas, máscaras de barro y pipas con afiliación al complejo Aztatlán fueron producidas localmente o importadas de los alrededores de de la tradición Aztatlán al sitio de Guasave. Ciertamente, esta cerámica policroma ha servido para identificar al sitio de Guasave como un centro comercial mesoamericano. La iconografía MixtecaPuebla, como fue representada en algunas de las vasijas del tipo Aztatlán, ahora parece ser un fenómeno que se extendió rápidamente y es evidente en muchas

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partes de mesoamérica (y algunas regiones del noroeste/suroeste), y no puede atribuirse a un solo sistema económico-político (Smith y Heath-Smith 1981). El análisis de los datos funerarios (Carpenter 1995, 1996, 1998) sugiere que en realidad hay muy pocos indicios de una ocupación Mesoamericana, y por el contrario, el sitio de Guasave parece haber estado ocupado continuamente por grupos indígenas de Huatabampeños desde aproximadamente el 500 d.C. hasta el año de 1400 o 1450 (Álvarez 1982, 1990; Braniff 1990; Carpenter 1996; Ekholm 1940, 1942; Pailes 1972, 1976). Aunque hay marcadas diferencias que se pueden observar entre el período Huatabampo y el período Guasave, también se puede documentar una continuidad de ocupación, que es evidente en el programa de entierros y en los materiales culturales. En vez de representar un centro comercial mesoamericano, el sitio de Guasave puede ser interpretado primeramente como parte de un desarrollo indígena local. Las evidencias de intercambio a larga-distancia incluyen 113 cascabeles, 8 cuentas, una orejera (sin contexto) y un pedacito de cobre martillado, 5 navajas prismáticas de obsidiana y un sello cilíndrico, 15 pendientes y 22 cuentas de turquesa. Cabe señalar que, la turquesa es proveniente del yacimiento Cerrillos I en el Río Grande, en el norte del estado de Nuevo México en los E.U.A. (Weigand y Harbottle 1993). La obsidiana procede del yacimiento de la Joya, en los altos de Jalisco (Weigand y Harbottle 1993). Navajas prismáticas han sido encontrado hasta la región de Guaymas, Sonora (Elisa Villalpando, comunicación personal, 1994), aunque los núcleos prismáticos solo han sido observados hasta la zona central de Nayarit, lo que sugiere que el intercambio se hacía en navajas terminadas. Con la excepción del pedazo de cobre martillado, los objetos de cobre son ornamentales; la ausencia de otros implementos comunes en el occidente, como alfileres, hachas, pinzas y anzuelos, etc. sugiere que los objetos de cobre fueron importados. Aunque se conocen yacimientos de cobre en Sinaloa, no hay evidencia de explotación prehispánica. Hasta hoy, el sitio de Amapa parece ser el lugar más cercano a Sinaloa donde se fundieron los metales. Es cierto que los objetos de origen foráneo indican la existencia de intercambio, pero no permiten sostener la idea de un mercantilismo y explotación 111

mesoamericana como explicación del desarrollo de la cultura Huatabampo/Guasave. A finales del siglo XVI, los españoles observaron una gran cantidad de mercancías moviéndose por la planicie costera (véase Di Peso 1974, Vol. 8:192; Riley 1987; Sauer 1932:2), incluyendo turquesa, cobre, concha, textiles de algodón, plumas, maíz, cueros y esclavos, que aparentemente circularon sin beneficiar a una economía controlada por ningún estado. En el caso de Guasave, es más probable que la adquisición de mercancías no locales refleje una economía de prestigio (siguiendo McGuire 1987 y Frankenstein y Rowlands 1978), resultando de la intensificación de las relaciones sociales. Esto puede ser considerado como una consecuencia y no como la causa de esta diferenciación evidente en las relaciones sociales indígenas. La gran mayoría de estos modelos han propuesto inferencias basadas en la diversidad de grados de interacción cultural, variando desde intercambios a larga distancia entre elites, hasta dominaciones hegemónicas de los lejanos confines por los estados nucleares. Mientras que abundan las discusiones sobre interacción; poco esfuerzo se ha gastado en separar la interacción en sus partes constituyentes; la interacción política, económica, social, o simbólica pueden expresarse en diferentes grados dentro de una región. Esto, en combinación con una perspectiva que concibe al norte de México como un espacio vacío, ha llevado a poner más énfasis en los modelos que se basan en instituciones de nivel estatal como la maquinaria necesaria de interacción y cambio social. Este presupuesto continuo lingüístico sugiere que los Tahue fueron en una posición única para poder dominar el sistema de intercambio de larga distancia en la época prehispánica tardía. Cabe mencionar, también, que la gran cantidad de los materiales Aztatleños que han sido recuperados en los sitios de la rama Guadiana en Durango parecen reflejar un origen en la región Culiacanense/Tahue. Llama la atención de que la ruta más fácil conectando la planicie costera con Durango parece ser los valles de los ríos Humaya y Tamazula, los cuales conectan el valle de Culiacán con la región de Topia, Durango; precisamente la ruta seguida por la expedición de Francisco de Ibarra en su marcha a Culiacán desde el valle de Guadiana, Durango. También, noto la asociación de los 112

materiales Aztatlanteños con entierros en urnas funerarias, particularmente en el sitio del Cañoñ el Molino, lo cual fue interpretado por Kelley (1986) como un barrio de Aztatlanteños residiendo en el sitio.

El Continuo Cultural Tahue y la Integración Cultural Regional En resumen, la tradición de Aztatlán parece representar un complejo de materiales compartidos que surgió en el extremo sur de Sinaloa/norte de Nayarit, región ocupada por los Totoreme ancestrales y llegó a incorporar la planicie costera entre la Bahía de la Bandera y el valle de Culiacán. Grosscup (1964) está en lo correcto y se pueden encontrar las raíces de esta tradición cerámica en las tradiciones locales, y en los desarrollos cerámicos occidentales en lo general. Entre el 700 d.C. y el 900 d.C. la tradición Aztatlán se expandió hacía el norte, llegando a incorporar la región de Culiacán hasta el río Mocorito. Esta zona septentrional de la tradición Aztatlán fue habitaba por los Tahue ancestrales. Los españoles describieron a los Tahue como la sociedad “mesoamericana” más norteña. Los Tahue, representan el grupo Cahita más sureños. Es importante notar que los diversos grupos Cahitas conformaban un largo continuo lingüístico extendiéndose por toda la planicie costera y la adyacente serranía de la Sierra Madre Occidental desde el río Piaxtla en el sur de Sinaloa hasta el norte de Sonora (si se consideran a los Opata entre sus miembros). Los Opata han sido identificados como posibles descendientes de los Paquimeños y los presuntos “estaditos” de Carroll Rilley (1987). Se puede señalar que el complejo Aztatlán fue compuesto al mínimo por dos grupos étnicos distintos (Totorames y Tahues) y no se le puede atribuir a un solo desarrollo cultural de la misma forma no existen evidencias de que la expansión al norte involucró un proceso político, ni evidencias para sostener la idea que el complejo Aztatlán comprendía una organización al nivel estatal. Es un hecho que objetos procedentes de la tradición Aztatlán, incluyendo cerámica Aztatlán Rojo-sobre-Bayo y Aztatlán policromo, pipas de tallo, sellos cilíndricos y malacates están representados en las ofrendas funerarias en el sitio de El Ombligo (Guasave) y Mochicahui (en el valle del río Fuerte), estos productos 113

parecen proceder de la región adyacente de Culiacan. Con base en mi análisis de los datos mortuorios de El Ombligo, creo que esos materiales junto con la difusión de la práctica de urnas funerarias pueden estar más bien asociados con un horizonte ideológico y no refleja una hegemonía política. Hemos encontrado urnas funerarias hasta la bahía de Agiabampo en la frontera con Sonora. Los datos arqueológicos procedentes de los montículos funerarios de El Ombligo y Mochicahui sugieren que la incorporación de materiales y prácticas funerarias en las prácticas rituales podrían ser considerados como un proceso de integración socio-ideológico. Se puede proponer con un alto grado de confianza que una ruta de intercambio de larga distancia pasaba por al pie de la vertiente occidental de la Sierra Madre Occidental por tierras ocupadas por los grupos de hablantes de Cahita, muestra de esto son los sitios Rincón de Buyubampo y La Viuda localizados recientemente al pie de la Sierra Madre y a un lado del arroyo Janalacahui tributario del Río Fuerte y a unos cuantos kilómetros de la frontera con Sonora donde se han recuperado un cascabel de cobre, dos navajillas de obsidiana, un sello cilíndrico, malacates y polícromos Aztatlan. La gran cantidad de desechos de concha marina, ornamentos y herramientas para trabajar concha parecen indicar que la manufactura de ornamentos de concha era una actividad importante en los sitios (Carpenter et al. 2006; Carpenter y Sanchez 2007, 2008). La región de Amapa, Nayarit parece representar los límites de la metalurgia y la producción de objetos de cobre al igual de la producción de las navajas prismáticas; hasta la fecha no se ha documentado ningún núcleo cónico en todo Sinaloa, indicando que el intercambio fue restringido solamente a las navajas prismáticas terminadas. En el norte, la influencia regional de Aztatlán parece ser principalmente en la dimensión socio-ideológica, tal vez asociada con un conjunto material (pipas, máscaras, vajilla, urnas funerarias etc.) religioso-ritual que extendió hasta Mochicahui en el río Fuerte. Tal vez, relacionado con el horizonte religiosoideológico que últimamente llego a Paquimé y las comunidades en el suroeste de los EE.UU. 114

Para terminar proponemos que los Tahue, como la sociedad más norteña de la tradición de Aztatlán (mesoamericanas) y el grupo más sureño de los Cahitas, creó una situación que facilitó su dominio de la red de intercambio de larga distancia Aztatlán hacía las comunidades lejanas en el Suroeste/Noroeste al igual a sus vecinos Chalchihuiteños de la rama Guadiana al otro lado de la Sierra Madre Occidental.

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CAPÍTULO 7 EPÍLOGO: LA CONQUISTA DE SINALOA La historia del contacto español y la conquista de la costa noroccidental de México fueron particularmente sangrientas y trágicas si se consideran el nivel de violencia perpetrado por los conquistadores. Ninguna otra región de México fue tan rápidamente y completamente diezmada como la planicie costera de Nayarit y Sinaloa. Como consecuencia, estos ásperos eventos, nos dejaron con menos información de los grupos indígenas de ésta región de la que suelen tener las fuentes documentales. Como lamentaban los geógrafos Carl Sauer y Donald Brand (1932:41), si la entrada española al noroeste de México hubiera sido pospuesta por solo una generación, el precipitoso impulso de destrucción total se hubiera reemplazado por el incentivo de explotación y probablemente tendríamos muchos más relatos históricos valiosos de la vida indígena de la región.

Impacto de las epidemias Los pocos pobladores que sobrevivieron la violenta conquista española fueron diezmados y casi exterminados por las enfermedades contagiosas que traían los europeos y para las cuales los grupos indígenas no tenían defensas inmunológicas, sufriendo así un segundo exterminio (Crosby 1972; Dobyns 1966, 1976, 1983; Reff 1991). Aunque en la actualidad se sigue debatiendo la severidad del impacto epidemiológico (Hinton 1959:12; Hu-deHart 1981:51; Pennington 1963:24), no cabe duda que las enfermedades infecciosas contribuyeron a la devastación de las poblaciones indígenas de las Américas y provocaron rápidos y profundos cambios culturales. Reff (1991) documenta numerosas epidemias que sufrieron las poblaciones indígenas del noroeste de México; incluyendo viruela, escarlatina, tifoidea, sarampión, malaria e influenza. Estas enfermedades ocasionaron la aniquilación de algunos grupos indígenas, y jugaron un papel importante en el proceso de reducción poblacional en virtualmente todos los grupos. Las cifras de mortandad para el México noroccidental podrían haber alcanzado el 50%o dentro de la primera década de contacto, y 90% en los siguientes 60 años (Reff 1991:194 et 116

passim) esto como consecuencia de la acumulación de eventos epidémicos de las diversas enfermedades infecciosas; modificando profundamente todos los aspectos de la estable vida indígena: ...menguando las estrategias de producción y las relaciones y modos de trabajo bien establecidos, el intercambio y las alianzas de matrimonio. La reducción del excedente, de la producción artesanal y el intercambio se tradujeron en un descenso de poder de las elites indígenas nativas, quienes habían adquirido poder por el acceso diferencial de los productos y el control del excedente y las relaciones de intercambio. Además, el poder y la influencia de los sacerdotes nativos y los chamanes se vieron disminuido por su inhabilidad de una explicación adecuada y la incapacidad de solucionar el sufrimiento nunca antes visto causado por las nuevas enfermedades (Reff 1991:277). Es muy posible que en algunos casos, los grupos indígenas sufrieran las consecuencias de las enfermedades virulentas antes de que tuvieran contacto directo con los europeos. Algunos investigadores han sugerido que el episodio pandémico de viruela que diezmó el centro de México entre 1518 y 1525 pudo haberse propagado por si solo, hasta el suroeste de los Estados Unidos, la viruela es un patógeno que pudo transportarse vía aérea (Upham 1986:40) o por vía humana siguiendo las rutas de las redes de intercambio (Dobyns 1983:12-13). Aunque Reff (1991:102) considera que este escenario fue poco probable, existen evidencias de que las epidemias acompañaron a los españoles cuando llegaron a la planicie costera del Pacifico en1530. Si este escenario tiene algo de veracidad, las descripciones españolas de primera mano de los grupos indígenas de la planicie costera y de la Sierra Madre Occidental probablemente no muestran sociedades prístinas y pueden representar grupos sociales que ya habían sufrido los efectos epidemiológicos.

La Conquista Española de la Planicie Costera Norte del Pacífico La exploración española de la costa del Pacifico en un principio fue suscitada para buscar la ruta noroccidental hacia Asía (Sauer 1932:3). Inmediatamente después de la caída de Tenochtitlán, Cortés se embarcó en la conquista de la costa de Oaxaca, siguiendo rumbo al norte, para el año de 1523 ya había establecido la 117

villa de Colima (Sauer 1932:3). Posteriormente, la búsqueda de la ruta asiática se incrementó debido a los rumores Tarascos de la existencia de mujeres amazonas, con riquezas de oro y perlas. En el año 1524, Cortés escribió al rey de España, Carlos V, reportando que: …la provincia de Ceguatan, donde, se afirmaba que existía una isla habitada solo por mujeres sin ningún hombre… y mucha gente ha ido y lo ha visto. Me dice también que hay mucha riqueza en perlas y oro (Cartas de Cortés 1866:288-289, citado en Sauer y Brand 1932:42). Según los rumores, Ciguatán ("tierra de mujeres" en vocal Nahuatl) estaba ubicada a solo unos 10 días al norte de Colima (Sauer 1932:3-4). Preocupado por las constantes traiciones de las que estaba siendo objeto por parte de su compatriota Cristóbal de Olid, junto con otros problemas que tenía, Hernan Cortés decide quedarse en el centro de México y no participar en las apasionantes exploraciones al norte y a la búsqueda de la isla de Ciguatán manda a su pariente Francisco Cortés de Buenaventura. El joven Cortés comandó la búsqueda hacía el norte hasta la orilla de los altos en Tepic, Nayarit. Se conoce el relato de este suceso gracias a que Don Francisco Pantécatl, hijo de un cacique Nayarita de la región de Tepic al momento de la entrada Española, le comentó a Tello (1968:38, 53) que Cortés envió a sus “embajadores” de Tepic hacía tierra caliente llegando hasta Acaponeta, donde fueron recibidos por el cacique, Xonacatl, antes de regresarse. Tiempo después, la planicie costera del Pacifico sucumbió a Beltran Nuño de Guzmán y su ejercito. Mientras Cortés estaba en España defendiéndose de las calumnias y acusaciones delictivas promovidas por sus enemigos, Nuño de Guzmán, el gobernador de Panuco y principal enemigo de Hernán Cortés, fue comisionado al puesto de presidente de la primera audiencia de México. Un poco después de su nueva asignación, Nuño de Guzmán se da cuenta de que la permanencia es su nuevo puesto era muy frágil, ya que implantó una serie de reformas bastante mal concebidas alienando a casi a todos los conquistadores, con excepción de sus más fervientes seguidores (Bancroft 1884:320-328; LópezPortillo y Weber 1975:86-102). Al recibir Nuño de Guzmán la noticia de la 118

vindicación de Cortés, y de su pronto regreso a las Américas, Nuño de Guzmán decidió ganar control de las tierras del norte para seguir buscando la ruta noroccidental hacía la Asia, la isla perdida de las amazonas, y las siete ciudades de Cíbola, todo con el propósito de revindicarse frente al Rey Carlos V (Bancroft 1884:40-55; Carrera Stampa 1955:12-31; López-Portillo y Weber 1975:87-102; Primera Relación Anónima 1955:157). La conquista del noroeste de Nuño de Guzmán comenzó en 1529, en la capital Tarasca (Purépecha) de Tzintzuntzan, donde sin miramientos tomó como prisionero a Caltzontzín Tangaxoan, por no permitir las extorsiones del conquistador a cambio de oro y otras riquezas, Nuño de Guzmán ordeno que amarraran a Tangaxoan a un caballo y lo arrastraran por las calles y después lo quemó vivo (Bancroft 1884:343-346; Cuarta Relación Anónima 1955:93-100; García del Pilar 1955:177-181; Nuño de Guzmán 1955:63-65; Tello 1968:95-98). Esté cruel evento sirvió para enfurecer a muchos españoles, que consideraban a Tangaxoan (quien había sido bautizado como Don Francisco) como un amigo pacífico de los cristianos. Con esta acción quedo a la vista la reputación de Nuño de Guzmán como un conquistador despiadado y comenzó a advertirse la violencia que seguiría. Con una fuerza militar compuesta de entre trescientos y cuatrocientos soldados españoles bien armados, junto con el auxilio de unos 7,000 Tlaxcaltecas y Mexicas, más unos 8,000 Tarascos forzados a acompañarles, y arriando unos 10,000 puercos y ovejas (Carrera Stampa 1955:64; Nuño de Guzmán 1955:64; López-Portillo y Weber 1975:140-141), Nuño de Guzmán emprendió su campaña desde Michoacán por los altos de Jalisco hasta Tepic, Nayarit, y por la planicie costera hasta el río Tamazula, en el centro de Sinaloa. Nuño de Guzmán se apoderó de ésta vasta región, incluyendo extensos territorios que previamente habían sido reclamados por Francisco Cortés, como la provincia de Castilla de la Mayor España, y se auto-nombró gobernador. Sin embargo, El Rey de España, renombró la provincia como Nueva Galicia (Bancroft 1884:357,365; Tello 1968:93). En su extensión máxima, la provincia de la Nueva Galicia incorporó todo el estado

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de Colima, Jalisco, Nayarit, Aguascalientes y Sinaloa, así como partes de Zacatecas, Durango, Querétaro y San Luis Potosí (Carrera Stampa 1955:39). Las poblaciones indígenas de la planicie costera no fueron un rival a la altura del gran poder que traía Nuño de Guzmán y las fuerzas nativas sucumbieron después de feroces batallas como la del pueblo de Atecomatlán en el río del Espíritu Santo (Río Santiago), en la provincia de Sentispac; en las cercanías del río Acaponeta, en la provincia de Aztatlán; en el valle del río Baluarte en el pueblo de Chametla, en la provincia de Chametla; y en las cercanías de Culiacán, en la provincia de Culiacán (López-Portillo y Weber 1975:220-310. García del Pilar (1955). Un Mexica quien acompañó a Nuño de Guzmán en la conquista de tierra caliente, dio testimonio de las inumerables crueldades y la matanza indiscriminada de miles de indígenas perpetrada por Nuño de Guzmán. En la opinión de Sauer (1932:7): “En una sola entrada, de 1530-1531, Nuño de Guzmán arruinó por completo el escenario de los grupos nativos. La conquista se gano fácilmente. Casi nunca encontró resistencia, muchas veces fue recibido con brazos abiertos. En la retaguardia dejó un camino de ruinas humeantes y destrucción. Los sobrevivientes eran removidos en cuadrillas y vendidos como esclavos, en pocos años las tierras bajas de Sinaloa y Nayarit se convirtieron en selvas casi despobladas.” Desde la villa de San Miguel de Culiacán, Diego de Guzmán (sobrino de Nuño de Guzmán, según Bolton [1949:11]) avanzó las redadas al norte para obtener esclavos que llegaron hasta terrenos del río Yaqui en Sonora (Heredia 1960). En 1533 en el valle del río Yaqui los españoles encontraron por primera vez, una resistencia lo suficiente fuerte que detuvo sus despiadadas avanzadas. Según la leyenda (Pérez de Ribas 1944 II:64-65), los Yaqui dibujaron una línea en la arena, advirtiendo a los españoles que no debían de cruzar esta frontera simbólica. De inmediato, Nuño de Guzmán respondió con orden de ataque, y aunque la fuerza Yaqui se dispersaron al monte, dañaron severamente a los españoles y sus aliados indígenas. En 1536, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus tres compañeros, Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza, y el esclavo moro, Estebanico, 120

resultaron ser los únicos sobrevivientes de la expedición de Pánfilo Narváez para colonizar la Florida de 1528; naufragaron en la región de Galveston, Texas, donde empezaron su fascinante jornada hacía el oeste, eventualmente cruzaron la Sierra Madre Occidental y descendieron en Sonora, donde se dirigieron hacía el sur. Después de ocho años, la peregrinación llegó a su fin cuando encontraron un grupo de buscadores de esclavos, dirigido por Diego de Alcaraz entre el río Sinaloa y el río Mocorito (Di Peso 1974 IV:68-69; Sauer 1932:20). De hecho, éste encuentro con españoles ya había sido anticipado por los náufragos desde que arribaron a la región del río Mayo, donde observaron herramientas de hierro, y escucharon rumores de los habitantes locales sobre las visitas de los españoles. Mientras continuaban su viaje hacía el sur, los náufragos observaron más señales tangibles de la presencia española. Siendo testigos oculares de la devastación provocada por la campaña de Nuño de Guzmán en el norte de Sinaloa, Cabeza de Vaca comentó que: Anduvimos mucha tierra, y toda la hallamos despoblada, porque los moradores de ella andaban huyendo por las sierras, sin osar tener casas ni labrar, por miedo de los cristianos. Fué cosa de que tuvimos muy gran lástima, viendo la tierra muy fértil, y muy hermosa y muy llena de aguas y de ríos, y ver los lugares despoblados y quemados, y la gente tan flaca y enferma, huída y escondida toda; y como no sembraban, con tanta hambre, se mantenían con cortezas de árboles y raíces. De esta hambre a nosotros alcanzaba parte en todo este camino, porque mal nos podían ellos proveer estando tan desventurados, que parecía que se querían morir. Trujéronos mantas de las que habían escondido por los cristianos, y diéronoslas, y aun contáronos cómo otras veces habían entrado los cristianos por la tierra, y habían destruido y quemado los pueblos, y llevado la mitad de los hombres y todas las mujeres y muchachos, y que los que de sus manos se habían podido escapar andaban huyendo. Como los víamos tan atemorizados, sin osar parar en ninguna parte, y que ni querían ni podían sembrar ni labrar la tierra, antes estaban determinados de dejarse morir, y que esto tenían por mejor, que esperar ser tratados con tanta crueldad....(Cabeza de Vaca 1944:64). Esta penosa observación, juntos con la brutal ejecución de Tangaxoan, contribuyó para que Nuño de Guzmán fuera señalado, procesado y acusado por su 121

despiadada crueldad; finalmente fue deportado a España para vivir sus últimos años en arresto domiciliario. Las atrocidades de Nuño de Guzmán culminaron en reformas políticas importantísimas sobre las relaciones entre españoles e indígenas, protagonizadas por el padre Bartolomé de las Casas. La narrativa de Cabeza de Vaca también sirvió para estimular entradas en la frontera norte, junto con los sueños áureos de la existencia de las siete ciudades de Cibola y de la existencia de lugares iguales a las del centro de México. La villa de San Miguel de Culiacán funcionó como el campamento base de las expediciones de Marcos de Niza (en 1539) y de Francisco Vásquez de Coronado (en 1540). Si recapitulamos la información lingüística y etnohistórica con las altas estimaciones poblacionales, la extensa distribución regional y las bien desarrolladas estrategias económicas de la región sinaloense, son sugerentes que las poblaciones encontradas por los españoles a principios del siglo XVI reflejan desarrollos indígenas con profundas raíces prehispánicas, y las interpretaciones que ilustran a los Cahitas como recientes emigrantes que desplazaron ya sea a grupos hablantes de Tepima ó hablantes de Nahuatl no pueden ser soportadas con las evidencias que tenemos. Las relaciones documentales ofrecen una gran riqueza de información con respecto al patrón de asentamiento, arquitectura, cultura material, estrategias de subsistencia, y la interacción intra e intergrupal, incluyendo esclavitud, guerra, selección de cónyuge e intercambio, además de proveer algunos datos de la organización social/ideológica y política. Dado el poco trabajo arqueológico hasta la fecha conducido en la región, esta información provee una invaluable base cultural para compararla con el registro arqueológico que con los nuevo trabajos arqueológicos se van recuperando. Sin embargo, estos registros históricos deben ser leídos como textos que requieren una evaluación crítica. Cuestionamos las interpretaciones previas de complejidad social a nivel de estado conferidas a un gran rango de organizaciones socio-políticas así como a las entidades lingüísticas, culturales y entidades geográficas. 122

Para concluir pienso que el paisaje sinaloense está conformado por la sierra y la estrecha planicie costera seccionada por 11 caudalosos ríos que bajan de la sierra y que sirvieron como corredores culturales y fronteras. Los primeros grupos humanos llegaron a Sinaloa seguramente hace 13,000 años durante el Pleistoceno terminal. Durante los siguientes 7,000 años los grupos humanos llevaron un modo de vida arcaico basada en la recolección de plantas, caza de animales y pesca, éste tipo de vida con un alto grado de igualdad social fue muy exitoso y perduró por varios milenios. Aproximadamente hace 4000 años el maíz llego a Sinaloa y con ello la gente comenzó a sembrar la milpa y vivir en aldeas que dependieron del cultivo de maíz. Los datos disponibles para Sinaloa sugieren que no fue hasta alrededor del 200 después de cristo que los diversos grupos humanos a lo largo de Sinaloa empezaron a fabricar vasijas cerámicas. Con el surgimiento de la tecnología cerámica y basándose principalmente en la identificación de diferencias tecnológicas y estilísticas entre vajillas, junto con otros atributos culturales como son las prácticas mortuorias, patrones de asentamientos, arquitectura doméstica y arquitectura pública, podemos distinguir el desarrollo de distintas tradiciones arqueológicas que ocuparon las regiones geográficas del estado de Sinaloa, como son Aztatlán, Huatabampo/Guasave, Serrana, y Tacuichamona entre otras que permanecieron hasta que los españoles irrumpieron la dinámica cultural. del panorama sinaloense. Dentro de estas tradiciones, la Aztatlán se caracterizó por la elaboración de sofisticas y bien logradas vasijas polícromas donde se ilustran una serie de dioses del panteón mesoamericano y que en al sur del estado el Dr.

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Grave Tirado ha registrado sitios con arquitectura publica que reflejan una diferenciación social más profunda. Mientras que virtualmente todas las sociedades agrícolas sedentarias encontradas por los españoles reflejaban algún grado de jerarquía social, ninguna comunidad puede considerarse afuera del nivel de organización social de rango medio o cacicazgos, ni siquiera las villas autónomas o aquellas que tenían pueblos subordinados y extraían tributos de grupos vecinos. Aunque es innegable que existieron relaciones sociales entre las culturas de Sinaloa con aquella del Occidente de México, estas relaciones fueron entre los caciques y sirvieron como mecanismos para legitimar el poder local. Considerar a esta región como Mesoamérica marginal, o marginalmente parte del “gran Noroeste/Suroeste” invoca los espectros del concepto de área cultural y finalmente obscurecen su carácter indígena.

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