“Entre el optimismo y la decepción: la evangelización de los moriscos de la diócesis de Orihuela” , en Modernitas. Estudios en Homenaje al Profesor Baudilio Barreiro Mallón (Manuel-Reyes García Hurtado, ed.), A Coruña, Universidade da Coruña. Servizo de Publicacións, 2008, pp. 75-109.

June 9, 2017 | Autor: Rafael Benitez | Categoría: Moriscos, Evangelización
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Descripción

Modernitas Estudios en Homenaje al Profesor Baudilio Barreiro Mallón

Manuel-Reyes García Hurtado (ed.)

A Coruña 2008 Universidade da Coruña Servizo de Publicacións

Modernitas. Estudios en Homenaje al Profesor Baudilio Barreiro Mallón Manuel-Reyes García Hurtado (ed.) A Coruña, 2008 Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Homenaxes, nº 08 Nº de páxinas: 576 17x24cm. Índice: páxinas 5-6 ISBN: 978-84-9749-299-7 Depósito legal: C 1843 - 2008 Materia: 93: Historia. 94: Historia da ldade Media e Moderna en xeral. 946.0: Historia de España.

Edición:

Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións http://www.udc.es/publicaciones ©Os autores

© Universldade da Coruña

Distribución:

Galicia: CONSORCIO EDITORIAL GALEGO. Estrada da Estación 70-A, 36818, A Portela. Redondela (Pontevedra). Tel. 986 405 051. Fax: 986 404 935. Correo electrónico: [email protected] España: BREOGÁN. C/ Lanuza, 11. 28022, Madrid. Tel. 91 725 90 72. Fax: 91 713 06 31. Correo electrónico: [email protected]. Web: http://www.breogan.org

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Baudilio Barreiro Mallón

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Entre el optimismo y la decepción: la evangelización de los moriscos de la diócesis de Orihuela

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La diócesis de Orihuela se crea en 1564, en el marco de la reestructuración de la geografía eclesiástica de España respaldada por Felipe II. Su separación de Cartagena y la adscripción de ésta a la provincia de la metrópoli toledana, ponía fin a un enfrentamiento de siglos y normalizaba las fronteras en el sur del Reino de Valencia 1• Afíos después, en 1577, la separación de Segorbe de Albarracín, y su vinculación a la metrópoli valenciana, completaba la reforma y aproximaba las fronteras eclesiásticas a las políticas del Reino, aunque gran parte del norte pertenecía -y en cierta medida todavía hoy lo hace- a la diócesis de Tortosa y dependía de Tarragona'. En ambas ocasiones se utilizó como argumento la necesidad de atender mejor a la abundante población morisca de Orihuela o de Segorbe, dejada de la mano de sus pastores lejanos. Lo utilizaron los embajadores oriolanos ante Felipe II en 1563, al destacar que de los diez mil fuegos de los territorios valencianos de la diócesis de Cartagena, 3. 760 eran de moriscos, más de la tercera parte. El afio siguiente, al agradecer al Monarca su apoyo en la consecución del obispado, exponían entre otras razones las siguientes: "

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«Siendo este districto y diócesi de Orihuela tan ageno de costumbres, leyes, fueros, habla y natión tan apartada de Castilla, es imposible ser bien regido ni governado por el obispo solo de Carthagena por muchas causas y razones, senyaladamente por la differencia que tengo dicha de la lengua, fueros, leyes y costumbres del Reyno de Castilla, ma-

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yonnente haviendo en esta diócesi de Orihue]a n1ás de tres mil casas de moriscos que, al día de oy, son tan inoros como los dexó Mahoma, y esto por el descuydo que an tenido los obispos de Carthagena, y por la muchedumbre de los feligreses que ay en el Reyno de Murcia y en esta Governación de Orihuela, que solo ella basta para ser un buen obispado, y también por las differencias y ene1nistades antiguas que la ciudad y Reyno de Murcia a tenido con esta Governación de Orihuela» 3.

Felipe TI se hizo eco de estos argwnentos en su recomendación al papa Pío IV de la necesidad de crear la nueva diócesis, y en carta al embajador Vargas escribió: «por estas y otras causas que se me han repetido y señaladamente por lo que toca al servicio de Dios e instrucción de los moriscos de aquellas partes y también por parecerme que siendo un reino de diversas leyes y lenguas estaría mejor aquello, que cae en el districto de Valencia, debaxo de w1 prelado propio»4. Y, como a través de un juego de espejos, la bula fundacional nos devuelve las mismas razones, y entre ellas: «quorum plerique a christianis novis ex mauris ad fidem Catholicam conversis originem ducunt» 5. Aunque, sin duda, las moti~ vaciones de índole política -ajustar la geografia eclesiástica a las fronteras de las coronas castellana y aragonesa- pesaban más, el argumento de la evangelización de los moriscos era importante en un momento en que Felipe II estaba impulsando con decisión el proceso'.

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Hay que reconocer que el primer obispo de Orihuela, Gregorio Gallo de Andrade, se tomó en serio el cuidado de su grey. Participó en las juntas de prelados que tuvieron lugar en Valencia desde 1565 a 1573; visitó los lugares de moriscos de su diócesis; celebró, en 1569, un sínodo diocesano en que, aunque muy por encima, se trató de la instrucción de los moriscos 7 • A través de la correspondencia de Felipe II podemos captar algunos rasgos de la visión que tenía sobre los moriscos de su diócesis. El 8 de febrero de 1568 el rey respondía a una carta del obispo de 20 de enero, que no conozco'. No obstante, la respuesta real permite reconstruir lo fundamental de su contenido. Por una parte, solicitaba el obispo que se aplicaran a sus moriscos las mismas gracias, tanto espirituales como temporales, que se concedieran a los del resto del Reino de Valencia. Pensaba, en especial, en la promulgación de edictos de gracia por la Inquisición, a pesar de que la diócesis de Orihuela continuaba, a efectos del Santo Oficio, dependiendo del tribunal de Murcia. No se había producido aquí la normalización de fronteras, a pesar de que temporalmente la Gobernación de Orihuela había pasado al distrito de Valencia'. Pero, al mismo tiempo, Gallo de Andrade

consideraba que no debía aplicarse a los moriscos de su diócesis un tratamiento especial; hay que entender: que no debía usarse de tanta condescendencia ante su comportamiento como se planteaba hacer con los demás, ya que están «más instruydos y que tienen menos disculpa de ignorancia que los de las otras partes». Así pues, para el primer obispo de Oribuela, la situación en la nueva diócesis era mejor que en otras partes del Reino; a1mque la respuesta real es un tanto críptica, parece poder deducirse de ella que el obispo consideraba que la observancia pública del cristianismo era mayor, y que esto era debido a una mejor cobertura parroquial'º· Otro de los rasgos positivos que señalaba era lo relativo al «ábito y lengua de las moriscas», es decir, su disposición para adoptar la vestimenta propia de las cristianas viejas y el romance, valenciano o castellano. Por último, era esperanzador ver «quán bien se aplican los niños hasta edad de diez años, porque esperamos en Dios que con esto entrará en ellos más fácilmente la instrucción». En definitiva, la primera impresión del obispo Gallo no podía ser más favorable y esperanzada. Uno de los objetivos de la creación del obispado parecía estar en vías de alcanzarse. El prelado estaba, además, impaciente por completar la visita a su diócesis, para lo que pedía que se enviara un inquisidor de Murcia que le acompañase para la reconciliación de los moriscos. A finales de mayo de 1568, una vez superado el grave incidente de Vall de Uxó, en que los moriscos se enfrentaron con el obispo de Tortosa alegando que no eran cristianos por haber sido bautizados por la fuerza, la Corte retoma la campaña de reconciliación mediante el edicto de gracia y de instrucción en las diócesis de Tortosa y Segorbe, y la inicia en la de Orihuela, dejando para más tarde su realización en la archidiócesis de Valencia, a la espera de la llegada del nuevo arzobispo D. Juan de Ribera''· La Suprema ordena, en consecuencia, al tribunal de Murcia que uno de los inquisidores acompañe al obispo Gregario Gallo en la visita"; fue designado el licenciado Oviedo. El domingo 11 de julio comenzó la campaña de reconciliación e instrucción por el Arrabal de Elche, que junto con los lugares de Aspe y Crevillente integraban el marquesado de Elche y eran considerados por el Obispo como la cabeza de todos los moriscos de la diócesis. Pertenecía el marquesado al duque de Maqueda, cuyo gobernador, el Dr. Heredia, colaboraba positivamente con la visita. El 3 de agosto, el obispo remitía sus impresiones al Inquisidor General Diego de Espinosa". Aunque de forma matizada, predomina en ellas el optimismo. Si bien reconoce que falta un pleno reconocimiento de la culpa en las confesiones que hacen, ya que niegan, falsamente, haber hecho las ceremonias con intención de guardar el Islam, el obispo les disculpa y justifica. Muchos son tan «bestiales» que imitaban lo que veían hacer a sus padres, sin pensar que con ello podían salvarse o condenarse. Ignoran, incluso, el Corán. Llega a valorar positivamente estas confesiones ante el inquisidor, aunque fueran «diminutas», al compararlas

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con lo que era el comportamiento habitual ante los confesores, a los que negaban tener pecados. «En una cosa se inuestra la inaldad pasada destos y se cobra esperanza de que irá de veras, en que conocen y dicen que ahora an de decir al inquisidor al revés de lo que an dicho al confesor; que así como da pena el sacrilegio pasado, parece que da a entenderse mejor ánimo en lo presente y por venir».

Su opinión sobre lo que debe considerarse un alfaquí, y debía por ello ser duramente reprimido y excluido del edicto de gracia, se inscribe en la línea moderada, frente a la intransigencia inquisitorial. Únicamente quienes tienen por oficio enseñar el Islam y resolver dudas, y lo hacen fuera de la familia, o hubieran circuncidado a alguien deben ser tenidos por alfaquíes. Mientras que con quienes han dogmatizado «en solo lo doméstico me inclinaría más a la misericordia», defiende como forma de facilitar las confesiones y la reconciliación de muchos. El Islam que practicaban los moriscos de Elche se centraba en la oración o zalá, el ayuno del Ramadán y la matanza ritual de los animales que habían de consumir -degollar al alquibla-. Según el obispo, ni en el ritual funerario ni en los matrimonios «hay tantos abusos», aunque reconoce que se entierran en tierra virgen y que vienen a solicitar dispensas de grados prohibidos. Se declara reticente a otorgar estas licencias mientras no quede claro que aceptan ser fieles cristianos; emplea las dispensas como un estímulo para forzar las confesiones y la reconciliación, al parecer con éxito: «Se ha visto que las partes interesadas y los parientes cercanos confiesan de mejor gana con esta esperanza». Vuelve a insistir en que los niños hasta los diez años conocen la doctrina «como en Madrid se puede aprender», aunque también reconoce que los mayores la olvidan o se limitan a recitarla «como papagayos». Gregario Gallo había acompañado al inquisidor Oviedo, predicado y anunciado el edicto de gracia. Y siguiendo sus consejos los moriscos acudían a confesarse, comenzando por las elites: «Si no hay engaño parece que me tienen amor y respeto», concluye. Su presencia animaba también la de los señores de moriscos, algo muy importante para el éxito de la campaña, ya que su oposición constituía un obstáculo grave. Recomienda que para estimular la buena disposición de los moriscos se les «alivie» de algunas de las imposiciones o azofras -prestaciones personales- a que estaban sometidos, «ya que el interés temporal es la mayor persuasión para esta miserable gente». Después del Arrabal de Elche pasaron a Crevillente y Aspe, donde permanecieron 50 días, confesando a más de 600 personas. El inquisidor se había tomado muy escrupulosamente el trabajo de confesar y reconciliar a los moriscos, en contraposición con la forma de actuar de algunos inquisidores de Valencia, como

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Juan de Rojas, que en Segorbe aceptaba que se limitaran a confesar que habían sido moros y hecho las ceremonias. La intención de Oviedo, además de cumplir los requisitos legales que exigía la reconciliación con la Iglesia, era poder fichar a Jos alfaquíes para más tarde actuar sobre ellos,._ Se comportaba, por tanto, como cabía esperar de un inquisidor en pleno ejercicio del oficio: «Trata los negocios como buen inquisidor y con la blandura que en estos principios el negocio a menestern, en opinión del prelado". Más adelante, a mediados de noviembre, el obispo informaba a Espinosa que el licenciado Oviedo procedía «con mucho tiento». Para entonces la visita podía darse por concluida, a falta de «unos lugaricos cercanos a Orihuela, que se harán presto» 16 • El efecto de la campaña de reconciliación en el obispado de Orihuela parece, visto a través de las opiniones de su primer prelado, harto positivo. Un término destaca en ellas, y es el de «esperanza». Se cree que los moriscos están predispuestos a abandonar los restos de un Islam que se juzga, tal vez de forma intencionada, como empobrecido. Aunque el mantenimiento de la zalá, del ayuno de Ramadán, de las formas de matar los animales, de las sepulturas en tierra virgen ... pueden muy bien indicar lo contrario, y las justificaciones del buen prelado de que no hacen las ceremonias islámicas porque quieran salvarse en su fe sino por imitación de lo que han visto realizar a sus padres, sean poco creíbles. Se acomoda mejor al sentimiento religioso de la época, y al comportamiento habitual de los moriscos, pensar que, ante el despliegue del poder cristiano, encabezado por el obispo, respaldado por los señores o sus delegados y puesto en práctica por un concienzudo inquisidor, no tuvieron más remedio que acogerse al edicto de gracia y dar muestras de querer ser cristianos. Tal vez esta presión del inquisidor Oviedo sea la causante de la decidida actitud de las comunidades moriscas en favor de lograr un acuerdo con el Santo Oficio.

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En efecto, entre fin de 1568 y 1571, coincidiendo con los dificiles años de la Guerra de Granada, el Santo Oficio negocia un acuerdo que le permitiera salvar el escollo jurídico que la confiscación de los bienes de los moriscos condenados implicaba. En el caso de los sometidos a censo, porque los fueros reconocían el derecho de los señores a recuperar el dominio útil en caso de condena por herejía. Tratándose de bienes libres, porque un privilegio de Carlos V de 1534 permitía, bajo ciertas condiciones, que pasaran a los familiares. La negociación a dos bandas, por una con los señores respaldados por los estamentos valencianos y por otra con los síndicos de los moriscos, fue larga y compleja 17 • Finalmente el Santo Oficio optó por la oferta de los moriscos y firmó una concordia con ellos en 1571, por la cual, a cambio de una subvención anual de 2.500 libras, renunciaba a confiscar los bienes y a imponer multas superiores a las 1O libras.

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Uno de los asuntos que resultaron más conflictivos fue la demanda de las comunidades del obispado de Orihuela que, como hemos dicho, pertenecían al distrito inquisitorial de Murcia, de participar en el acuerdo y pasar a formar parte del de Valencia. Estaba presente ya en las primeras de sus peticiones a comienzos de 1569. «Los nuevos convertidos que están poblados dentro del Obispado y diócesi de Orihuela son deste Reyno de Valencia y an

de contribuhir en todo lo que se ofreciere por los nuevos convertidos

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