Ensayo Introductorio a \"Memorias de Ciudadanía. Los Avatares de una Polis Golpeada\" de Amparo Menéndez-Carrión (2015), Montevideo: Editorial Fin de Siglo

June 30, 2017 | Autor: Dr. Paulo Ravecca | Categoría: Latin American Studies, Globalization, Political Theory, Jurgen Habermas, Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Hannah Arendt, Uruguay, Public Space, Citizenship, Análisis del Discurso, Teoría Política, Estudios Culturales, Educación, Ciencia Politica, Epistemología, Metodología y Teoría de la Investigación Social, Etnografía, Marxismo, Teatro, Pensamiento Crítico, Ciencias Sociales, Urbanismo, Globalización, Teoría Crítica, Espacio Publico, Teoria Politica Y Filosofia, Estudios Latinoamericanos, Ciudadanía, Liberalismo, Ideologia, Cooperativas, Metodología Cualitativa, Filosofía latinoamericana y pensamiento crítico en América Latina, Sociologia Política, Discurso, Ensayo, Espacios públicos: prácticas y apropiación, Estudios Culturales Latinoamericanos, Escritura, Democracia Participativa y Nueva Izquierda en Latinoamerica, Reflexión, Ciencias Sociales Y Humanidades, Pierre Bourdieu, Hannah Arendt, Uruguay, Public Space, Citizenship, Análisis del Discurso, Teoría Política, Estudios Culturales, Educación, Ciencia Politica, Epistemología, Metodología y Teoría de la Investigación Social, Etnografía, Marxismo, Teatro, Pensamiento Crítico, Ciencias Sociales, Urbanismo, Globalización, Teoría Crítica, Espacio Publico, Teoria Politica Y Filosofia, Estudios Latinoamericanos, Ciudadanía, Liberalismo, Ideologia, Cooperativas, Metodología Cualitativa, Filosofía latinoamericana y pensamiento crítico en América Latina, Sociologia Política, Discurso, Ensayo, Espacios públicos: prácticas y apropiación, Estudios Culturales Latinoamericanos, Escritura, Democracia Participativa y Nueva Izquierda en Latinoamerica, Reflexión, Ciencias Sociales Y Humanidades
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Descripción

ESTUDIO INTRODUCTORIO Ocho apuntes de la polis. Una invitación a la lectura (y a la acción) Paulo Ravecca 1 Buscando las palabras ¿Cómo introducir este libro? Las tazas de café son incontables. Las jornadas de trabajo puro y duro, y hasta la madrugada, también. Con Memorias de ciudadanía me interné hondo en el lenguaje de la polis. Me inspiré, aprendí, discrepé, y me seguí inspirando. Me sigo inspirando. Junto a Amparo Menéndez-Carrión caminé el Uruguay entero, y lo pensé desde Bolivia, Tokio y Toronto. Son más de diez años de intenso involucramiento en esta aventura cuyo producto final ronda las 2.000 páginas llenas de sustancia y método que, peor para mí, se explican perfectamente solas. Desde un punto de vista fundamental, sin embargo, esta es una obra radicalmente incompleta. Solo empezará plenamente a ser una vez que usted la lea y decida qué hacer con ella. No en vano Hannah Arendt asoma en sus páginas como un referente primordial… la polis no es propiedad de nadie. Tampoco de quien la escribió. La polis es suya, lector, lectora, porque el capital que la mueve es público de principio a fin. La autoría de la polis y, más importante aún, la responsabilidad por su futuro incierto es, entonces, colectiva… de principio a fin. Amparo ha escrito un libro excepcional que combina delicada orfebrería teórica y trabajo de campo esforzado, mientras que —tras el tono mesurado de sus formulaciones— la audacia política también dice presente.

2 Encontrando la teoría La polis y su saga es un modo de interpretar la trayectoria del Uruguay. Es además un recurso teórico y metodológico para asir analíticamente, por contraste o similitud, cualquier entorno societal concreto. La historia del enfrentamiento entre la polis y su némesis, el neoliberalismo en ascenso, puede leerse como la culminación de reflexiones previas sobre lo político en tanto lugar de dominación (clientelismo) y en tanto proyectos posibles de empoderamiento (ciudadanía). Memorias de ciudadanía contiene y trasciende esos momentos anteriores del pensamiento de Amparo. Aquí el lector encontrará un vocabulario teórico completo para entender políticamente al Uruguay y para pensar la realidad contemporánea a secas —la polis es una forma de reflexionar sobre lo político hoy. 13

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La forja conceptual del libro requirió profusas e intensas «conversaciones» con pensadores críticos de primer orden. Dicha tarea es ejecutada de manera didáctica. De hecho el libro se lee, en momentos oportunos, como un sólido «manual» de conceptos clave de las ciencias sociales contemporáneas. La autora reconstruye los componentes centrales de esas perspectivas teóricas y, por medio de impecables procedimientos metodológicos (en el sentido de método del pensamiento), explicita qué y cómo se apropia, y qué deja a un lado, de cada uno de ellos. Amparo pone a operar juntas miradas teóricas que el sentido común académico separa, y eso le permite innovar conceptual y analíticamente. Así, se apropia críticamente e hilvana nociones de Hannah Arendt (espacio público y acción), Michel Foucault (discurso, poder), Pierre Bourdieu (capital cultural), Engin Isin (los extraños), Antonio Gramsci y sus continuadores (hegemonía, antagonismo, economía política internacional), y Habermas (con el que hay menos cercanía). Claro que este es un eclecticismo cuidadoso, que descarta perspectivas inútiles para el análisis crítico del poder (como el capital social de Robert Putnam). La operación es arriesgada. La creatividad suele ser herética en tanto supone suspender, aunque sea momentáneamente, la reproducción de algún canon para pensar autónomamente e introducir algo nuevo (que es lo que, paradojalmente, hicieron los grandes que están en la base de cualquier canon). Por eso es crucial acompañar la «herejía» con el rigor intelectual y metodológico propio de la autora. Uruguay queda alojado, de este modo, en un edificio de cuidada arquitectura pacientemente armado con bloques de la teoría política crítica que hoy se discute «en el mundo», como gustan decir tecnócratas e intelectuales liberales con aire de superioridad. Claro que «en el mundo» significa en este contexto algo muy distinto a la celebración de la «economía de mercado», la «globalización» o cualquier otro artificio reductor de complejidad. «En el mundo» significa aquí ponerse a pensar en serio pues, además, el cemento entre los bloques es de elaboración propia.

3 Delineando la polis La polis es una lógica discursiva y opera, por tanto, en el terreno cultural (el terreno del poder). La polis es igualitaria y plural, lo que para la autora supone el encuentro entre liberalismo e izquierda —sobre el rol del primero diré algunas palabras al final de estas páginas—. Su rasgo característico es un espacio público fuerte, donde se pone en acto una alteridad no perversa, es decir, donde «los extraños» pueden simplemente «estar ahí» y sentirse a salvo. Dicha contigüidad es 14

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convocada por esa dinámica centrífuga que la autora llama «nodo medio», y que trasciende con creces el espacio de la «clase media». Para mí este es el punto central: la polis horizontaliza —sin homogeneizar— las dinámicas sociales y «domestica» —sin cancelar completamente— la estructura de clases tanto material como simbólicamente. Anótese que «discurso» está conjugado aquí en clave posestructuralista, o sea como práctica de regulación de verdad con correspondencias extra-discursivas muy concretas. Eso significa que las consecuencias de este modo de regulación discursiva se manifiestan también en la política y las políticas. O sea, la polis «es» también economía política. En esa multidimensionalidad organizada de la polis uno puede imaginarse los nombres de los teóricos arriba listados, cómodamente ubicados en una dinámica que los pone a pensar juntos (discurso, espacio público, capital cultural, estructura de clases, hegemonía, etc.). La polis tiene una trayectoria (teórica) propia y puede encontrarse o no en un lugar con nombre de país. En Uruguay fue hegemónica, acumuló el capital que le es propio e instaló lo que la autora llama su modelo ejemplar. Hoy la situación es muy otra. La polis ha sido severamente golpeada. El Uruguay igualitario y plural, por lo tanto, también. Por la dictadura primero y luego por la devastadora capacidad pedagógica del proyecto neoliberal para re-encuadrar el sentido común y promover la reclusión en lo privado y lo que Amparo llama «diferenciación perversa» (la imagen invertida de las operaciones del nodo medio). La noción de guerra de dos mundos refiere a este enfrentamiento donde (por ahora) ninguna de las lógicas logra prevalecer, produciendo disonancia y bruma discursivas (categorías que, estoy seguro, el lector encontrará inspiradoras). La polis uruguaya y su espacio público, donde los distintos pero iguales se encuentran, hoy caminan por un pretil elevado, delgado y resbaladizo y por eso este libro es urgente. Y de modo sutil pero claro llama a una acción (política) de rescate.

4 Las labores de la polis1 ¿Dónde ha de leerse lo político? ¿Dónde podemos ir a buscarlo? Sabemos, y quien no lo sepa debe empezar a saberlo, que esta es una pregunta abierta y que clausu Adjudicarle «labor(es)» a una entidad que es enteramente pública sería, para Hannah Arendt, un sacrilegio. La labor (la mera reproducción de la existencia) es para ella la imagen invertida de la acción pública, donde ocurre la excelencia. En el contexto uruguayo era además una forma de referirse a las «amas de casa»: esposas y madres que hacían «labores». Por ello mismo el gesto conceptual de imaginarse una polis haciendo sus «labores» (públicas) me parece simpático e interesante a la vez. 1

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rarla con la violencia del sentido común (académico o no) ha de descartarse como opción. Yo me prometí para esta introducción, y en la medida de lo posible, no abundar en referencias eruditas. Baste señalar que Memorias de ciudadanía está instalado en una concepción de lo político que incluye pero trasciende la política institucional tal cual es definida por el mainstream de la ciencia política. De ahí la multidimensionalidad de la polis mencionada arriba y la importancia del terreno cultural a la hora de interrogar las operaciones del poder. Estas decisiones conceptuales alimentan la originalidad del libro en el contexto de la literatura académica sobre el Uruguay. Son escasas las investigaciones y reflexiones políticas sobre este país que movilicen la perspectiva posestructuralista con la intensidad que se hace aquí. Los otros lenguajes a los que la autora apela (marxismo y neomarxismo, nociones arendtianas) son también marginales. La presencia de autores críticos en la ciencia política uruguaya es mínima, algo que incluso me he dedicado a cuantificar (Ravecca, 2014). El modo —crítico— de teorizar lo político y el poder es un aporte muy importante de Memorias de ciudadanía. Porque cuando las teorías cambian, cambian las preguntas, los modos de aprehender y los objetos construidos. Se expande la percepción del mundo. En otras palabras, mayor disponibilidad de lenguajes teóricos significa más posibilidades para pensar y ser libre. Más pedestremente: el modo de abordar lo político se traduce en el llamado «trabajo de campo», en lo que se privilegia en el análisis. En lo que podemos ver. Que lo político sea «topográficamente» ubicuo no implica que incluya cualquier cosa. En Memorias de ciudadanía refiere a lo público y al poder. Las operaciones de la polis se manifiestan entonces en diferentes espacios, algunos de ellos declarados demasiado rápidamente como «no políticos» por el mainstream disciplinar. Entre muchos otros: el teatro independiente y su modo «uruguayo» de hacer las cosas; una federación de cooperativas de vivienda que pone en movimiento una teoría completa de la ciudadanía; las calles y las plazas que conjugan igualdad, pluralidad y anonimato dando lugar a una «seguridad» muy diferente de la que menciona el Ministerio del Interior hoy;2 la elegancia digna y amable y «volcada hacia la calle» del frente de incontables casas montevideanas de la década de los 40; la escuela pública y sus microoperaciones de igualación y democracia. Tengo la impresión de que los expertos en critical security studies encontrarán sugerente el modo en que la seguridad es tematizada en este libro. La experiencia de estar a salvo entre extraños «iguales» y «diversos» es un rasgo fundamental de la polis. Su modo de producir seguridad está muy lejos de las ansiedades punitivas que parecen prevalecer en derecha e izquierda hoy día. 2

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Este es un punto central: en esos y otros lugares (públicos) se juega la calidad y textura de nuestra existencia pública. Y no solo pública: el libro da cuenta de cómo en tiempos de la polis hegemónica lo público a veces compensó las carencias de la esfera «privada» (operación inversa a la propia del discurso neoliberal, que construye lo público —túnica y moña incluidas— como de lo que hay que escapar). El criterio identificatorio de lo político aquí no es espacial, entonces, sino profundamente conceptual. Esto va contra Sartori (1984) y su definición clásica de política, pero también contra cualquier simplificación antiinstitucional. De hecho, el Estado, los partidos políticos y las instituciones no son ignorados en absoluto, sino releídos desde el prisma de la polis. Es más: la ideología (de izquierda) asoma en las últimas páginas con inusitada fuerza. La polis la precisa. El objetivo (que estimo logrado) fue captar la lógica de la polis (y de su némesis) en estos distintos espacios que el sentido común académico desvincula. Para ello fue preciso «cometer» interdisciplina. Quiero subrayar, empero, que se trata de una versión virtuosa de lo interdisciplinario. Y lo que quiero concretamente decir con eso es que hay un profundo respeto, que deriva en cautela metodológica, por los contextos de significado de donde provienen las distintas categorías, conceptos y herramientas movilizadas (bien lejos la banalidad y el sentido de entitlement de innovar sin cuidado, engendro del privilegio y la pereza). Un ejemplo de esto es la manera tan respetuosa y cauta en que la autora tematiza el teatro y la ciudad. Se declara no experta en esos objetos y define con precisión los modos en que estos sitios son interrogados en el contexto de esta investigación. Para mí hay incluso un placer estético en esta prolijidad del pensamiento que da cuenta de su propio desarrollo y condiciones de posibilidad, una estética-polis en el modo de construir pensamiento a la que me referiré más abajo. Cierro este apartado abriendo un debate. La tematización del caso uruguayo propuesto por la autora desafía la hipótesis partidocrática (Caetano, Pérez Antón, Rilla, 1987) e, incluso, la narrativa estado-céntrica. Amparo no niega la importancia del rol de los partidos políticos ni del Estado, bien al contrario, pero no son ellos «en sí mismos» los que «explican» al Uruguay. Hay algo que los uruguayos naturalizaron en cierto momento, cuyas dinámicas atraviesan pero trascienden la política à la Sartori. Hace falta el lenguaje para nombrarlo. Para nombrarla: ese algo es la polis. Nombrarla y conjugarla en teoría y praxis urge más que nunca, ahora que está en peligro de extinción. Memorias de ciudadanía provee las palabras.

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5 Ni «global» ni «parroquial» (mucho menos en el «justo medio») El sentido común reproduce, a nivel epistémico, las estructuras que el análisis crítico está llamado a desmontar. La fetichización de la «globalización» y el discurso post-ideológico que cunden en la prensa local y que a veces estropean la academia misma son ejemplo de ello. Además de ser en extremo parroquiales. Quien esté en contacto con la academia «global» bien sabe que el pensamiento crítico, el marxismo incluido, tiene poco de «perimido» o demodé. Que el «desarrollo» viene siendo radicalmente problematizado. Que los vínculos carnales del liberalismo con diversas formas de opresión (como la esclavitud) ameritan reflexiones de primer nivel.3 Que la globalización «desde arriba» (neoliberal a secas) es, según rigurosos análisis, adversa para las mayorías. Y se puede seguir… pero quizá, lo que bien sabe quien esté en contacto con el pensamiento crítico internacional es que las preguntas exceden a las respuestas. Que la academia es un espacio tan divido como la sociedad misma. Que no hay fórmulas sencillas, ni en el norte ni en el sur. Que, en suma, si existe un destino inevitable es el de la irreductible pluralidad de posiciones. La autora de este libro se formó académicamente en los Estados Unidos y posee una trayectoria trasnacional. Ese tipo de experiencia e itinerario abre oportunidades pero también genera peligros. Por ejemplo, el riesgo de no respetar «el lugar» estudiado, que es siempre-un-lugar-que-piensa. Los lugares son objeto de análisis también (y sobre todo) de quienes viven allí. El autogenerado «derecho» de quienes son educados en el llamado «norte global» a decir cualquier cosa sobre el llamado «sur global» adquiere a veces formas insultantes y, como mostró Edward Said, no solo refiere a calidades intelectuales precarias sino también a los modos en que la academia participa de proyectos de dominación. La representación académica de pueblos, países, ciudades, culturas, sectores sociales, partidos políticos y un elástico etcétera tiene una dimensión política indudable, y genera efectos. Cuando aprehendemos el vínculo entre discurso y poder, la academia (y su distribución —injusta— del prestigio) deja de ser inocente. Este libro es consciente de la economía política de la academia y sus bemoles. En el «Capítulo 7» del libro la autora propone una tipología de ciudadanía(s) o tipos de ciudadanos. La ciudadanía de la polis corresponde a los hacedores y custodios de lo público. Estos son los que labran la polis en los sitios de politicidad mencionados arriba (entre otros espacios analizados en la obra). Las otras formas 3

La lectura de Losurdo (2011) es altamente esclarecedora al respecto.

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de ciudadanía (prescindente, fusión, golpeada y transnacional) tienen un vínculo distinto con la polis. El lector tendrá que leer el libro para saber de qué viene esta propuesta novedosa. Al ciudadano trasnacional, por ejemplo, el lugar no le concierne. Puede estar en cualquier sitio. El libreto es siempre el mismo (formalismo violento si lo hay). Aquí quiero tomar esta noción para trazar un paralelismo con la actividad académica. Amparo en tanto investigadora no ejerce la lógica de la ciudadanía trasnacional. A ella el lugar le importa y por eso respeta la academia uruguaya. El libro se toma en serio la producción «local», y eso es también una decisión política. En otras palabras: el libro ejerce la lógica de la polis, la cual privilegia voces y prácticas situadas en el lugar. Este libro practica el modo de hacer las cosas que está analizando. Al fin y al cabo la polis es, en clave de oxímoron, una utopía-realizable donde el otro importa, y no hay manera de que el otro cuente sin respetar su lugar, y eso corre para la academia también, una industria dudosa en muchos aspectos. Cuando empecé a trabajar con Amparo en 2004 me llamó la atención encontrarla siempre leyendo a Real de Azúa, algún artículo reciente de la Revista Uruguaya de Ciencia Política, algún libro de historia del Uruguay o los Cuadernos del Claeh. Rodeada, por supuesto, de diarios locales de ayer y de hoy (Marcha y Brecha especialmente), y abundantes obras de la literatura uruguaya, todo subrayado y comentado al detalle. Estos materiales se encontraban en armoniosa contigüidad con obras «internacionales» de reciente y no tan reciente publicación. Esta obra y sus referencias intelectuales son, al igual que la polis, uruguayas y cosmopolitas y esa doble condición fluye sin escollos en sus páginas. Un ejemplo claro en este sentido es el «Capítulo 4». Allí la autora desarrolla una lectura de la historia del Uruguay, de la colonia a la actualidad, que parte del reconocimiento de la abundante producción uruguaya de calidad. La advertencia no es formal: forma parte de la prolijidad metodológica que sitúa con cuidado el ejercicio y sustancia el análisis. (Dicho sea de paso, sugiero reparar en el modo en que la autora analiza la «historia reciente».) No puedo esperar a ver este libro publicado en inglés. Se sumará a las voces que desmontan imaginarios imperialistas —bien intencionados o no, eso es irrelevante— que desde norte y sur idealizan al primero y simplifican al segundo. La polis uruguaya, que a través de este libro nos habla, puede aportar cosas «al mundo» (y a sí misma: a los moradores de su atribulado presente) en clave no-nacionalista4 y en un registro mucho más fundamental que lo que significa un «presidente pobre» o las narrativas Dicho sea de paso: el lugar de los extraños en la polis permite avizorar un proyecto emancipador no chovinista. 4

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dudosamente progresistas del «país de primera». Con Memorias de ciudadanía Uruguay entra por la puerta grande de la reflexión teórica. Así, este libro se inscribe en la trayectoria del pensamiento crítico uruguayo, enriqueciéndola sustantivamente.

6 De lamentos disonantes «El Uruguay clásico ya no existe», sentencia por Skype un amigo y colega de la Universidad de la República cuando le pregunto cómo ve a Montevideo en estos días. «No hay rastros de él». No está solo en esa percepción. Entre guirnaldas de celebración progresista y un relato oficial (exagerado) de reciente prosperidad asoma la incómoda y persistente idea de que algo fundamental se está perdiendo (o de que se perdió). Ese algo pasa por el registro de lo cultural. Es un saber que no tiene nombre aún. «La educación», «la solidaridad», «la tolerancia», «la seguridad», «el respeto»… algo que refiere al mutuo reconocimiento. En el discurso hay confusión y señales contradictorias. Muchos denostan la «cultura» del «Uruguay clásico» cuya desaparición lamentan: los uruguayos carecen de emprendedurismo (vaya adefesio terminológico), no se han globalizado, son sobreideologizados, hay que modernizarse, se ha invertido mucho en educación, pero la decadencia persiste, ¿qué nos está pasando?, etcétera. Este libro viene a conceptualizar ese malestar sin nombre del Uruguay de hoy. Y a organizar ese atiborramiento de elementos inconexos y a veces contradictorios. Viene, en suma, a contribuir a poner orden a cierta vivencia de confusión. Para ello ofrece dos insumos: teoría y análisis. En todos estos años de trabajar con Amparo, y mientras hacía mi propio itinerario, marcado también por la trasnacionalidad, a veces me he preguntado sobre mi propia posicionalidad respecto de la polis. Yo no viví el Uruguay de la polis hegemónica y también cargo con mis «brumas». Quizá por ello me encontré a mí mismo desconfiando de la bien documentada descripción de la escuela pública de la década del 50 ofrecida en el «Capítulo 7». Cuando leí el pormenorizado relato de qué pasaba en una de esas escuelas un domingo, me dije con tono de resistencia psicoanalítica: «Esto no pudo existir nunca… esta escuela parece ser una polis en sí misma». Sospeché romantización aunque sabía que no era el caso. Lo sabía, primero, porque acompañé la rigurosa investigación que este libro ofrece en todos sus estadios; y segundo, porque en mi propia actividad académica temprana leí y escuché mucho sobre la escuela pública de este país. Y sin embargo, mi propia «bruma discursiva» me empujó a preguntar. Terminé procediendo de la forma más casera posible. En una conversación con mi propia madre le pregunté cómo recordaba su 20

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escuela. La respuesta me impactó por su consistencia con los relatos de Memorias de ciudadanía. Mi madre proviene de una familia privilegiada de Rocha. Ella fue a la escuela pública, «como todos». Una vez se negó a tomar la sopa «deliciosa» porque «ella tenía comida en su casa». La maestra la puso en su lugar y le dijo que la sopa era para todos. Mi madre recuerda su escuela con un cariño conmovedor y como un lugar donde experimentó (y aprendió a naturalizar) la igualdad. Luego de la escuela solía ir a jugar a la casa de sus amiguitos (de la escuela). Algunos vivían en «ranchos con piso de tierra». Pero «eran todos iguales»: porque la carencia económica era solo eso. Una experta en educación me recordaba días atrás que «antes» los estudiantes de escuelas y liceos privados tenían que rendir examen para transferirse a la educación pública, y que muchos de ellos «lo perdían»… No es preciso acento romántico alguno para percatarse de que esta experiencia (en cierto sentido) radical de igualdad, túnica y moña mediante, nada tiene que ver con la imagen, tan pero tan triste, de una «mamá» de escuela de «contexto crítico» que será atendida por un ejército de trabajadores sociales para que no «agarre a las trompadas» a las maestras. ¿Qué pasó en el medio? ¿Cómo fue posible la exacta inversión del significado de la túnica y la moña, y de las calles y plazas, y de muchos otros espacios (públicos) analizados en este libro? Comparto este delgado fragmento de mi propio vínculo con el libro como una invitación a multiplicar sus lecturas y sus usos. Memorias de ciudadanía conjuga políticamente nuestras biografías: bucea en el significado colectivo de nuestras experiencias personales. Mi colega no me convenció. Yo todavía veo y siento «eso» que él llama «Uruguay clásico» en muchas partes de la capital y del Interior. En Cinemateca5, en el teatro independiente, en la Universidad de la República, en la educación pública de la que soy producto de principio a fin, incluso en las calles de Montevideo. ¿Pero entonces qué está pasando? ¿Cómo leer al Uruguay actual? El punto se repite. Memorias de ciudadanía es una bitácora para navegar el Uruguay de hoy. Ofrece una serie de instrumentos para repensar (a fondo) la trayectoria uruguaya. Ayuda a replantear preguntas, a ensayar respuestas y también a empezar a pensar qué podemos hacer juntos para recuperar la polis que, según la autora, en un momento logramos ser. Recuperar o reactivar aspectos del pasado es una acción orientada al futuro. Las memorias de ciudadanía poco tienen de nostálgicas. De hecho, desafían la dicotomía entre permanencia y cambio y reciben La crisis tremenda que atraviesa hoy esta institución confirma no solo que la polis está «golpeada» sino también que algunas de las embestidas provienen de la «izquierda oficial», como se plantea más adelante. 5

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hospitalariamente las «nuevas» causas y luchas que enriquecen la vida juntos.6 Se oponen, eso sí, a la amnesia activa que borra la historia y fetichiza al futuro. Esto me remite al mensaje que los defensores de los derechos humanos han lanzado una y otra vez a las élites políticas de este país (incluidos los gobiernos del Frente Amplio) en torno a la importancia de la memoria. Sugiero al lector prestar especial atención a la forma en que el tiempo y la temporalidad son tematizados por la autora.

7 Economía de la belleza: estética, política, análisis Amparo ha reflexionado mucho sobre política y estética. Recuerdo, por ejemplo, sus largas conversaciones con artistas plásticos sobre los conceptos de «textura» y «calidad». Esas y otras nociones son teorizadas y están presentes a lo largo y ancho de la obra y en cada uno de los distintos espacios estudiados: en la escuela pública, en el teatro independiente, en los neumáticos de Funsa, en las casas de Fucvam, en la(s) ciudad(es) caminada(s). La vida pública de la polis hegemónica, su némesis, sus choques y las disonancias y brumas resultantes tienen una dimensión estética recogida cuidadosamente en el libro —otro de sus aportes relevantes—. La polis y su economía de la belleza dan pistas para otra y potente lectura del Uruguay. Metodología y estética son cosas que el sentido común coloca a prudente mutua distancia. Sin embargo, hay un orden y prolijidad amables en el modo en que este libro está construido que deriva en una experiencia estética marcada por la ausencia de estridencias, muy propia de la polis que se está describiendo. El libro pone en acto a la polis, nuevamente, y para ello no precisa (en realidad no puede) gritar. Memorias de ciudadanía es profundamente analítico pero no es neutral ni en forma ni en contenido. Es un acto de la polis. También de su estética.

8 Implicaciones políticas y el clásico «qué hacer». ¿De naturalización a proyecto político consciente? Las preguntas de cómo la polis fue posible y de cuándo y por qué empezó a dejar de serlo entrañan otra interrogante, aún más imperiosa: ¿es posible apuntalarla desde la acción política? Dicho esto, Amparo propone una mirada sobre la situación de la mujer en la polis uruguaya que de seguro va a resultar controversial. Y el mismo apunte vale para los trabajadores rurales y la cuestión indígena. 6

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Las condiciones de emergencia y erosionamiento de la polis remiten a procesos inter y trasnacionales. La colonia «débil y tardía» y la relativa marginalidad geoestratégica del Uruguay durante buena parte de su historia le dieron «margen de maniobra». En esas condiciones la polis «fue posible». El posterior impacto de la guerra fría y la hegemonía global del neoliberalismo condujeron primero a su insilio (dictadura) y luego al pretil en que se encuentra hoy. ¿Fue entonces la polis un accidente histórico? ¿Fue el Uruguay de las «perfecciones conseguidas» algo que simplemente «ocurrió»? Es evidente que la polis en tanto tal no constituyó un proyecto político consciente. Sin embargo, que las condiciones internacionales habilitaran «espacio» no explica el «uso» que se hizo de él. En otras palabras, hubo gente que la forjó y la practicó. La hicieron mientras hacían otras cosas (teatro, cooperativismo, política, urbanismo, etcétera). La polis se puede pensar en este sentido como un modo de estar con otros que se manifiesta en diferentes arenas, espacios o proyectos que son a su vez modulados e hilvanados por la lógica discursiva resultante. ¿Y entonces? ¿Podemos hacer polis? El lector debe internarse en las páginas que siguen a esta introducción para encontrar la respuesta. No quiero reducir esta compleja obra, densamente teórica, a «instrumento político». Sin embargo, sí siento la necesidad de decir que este es un libro que compele a la praxis, y problematiza la distinción entre teoría y práctica. Memorias de ciudadanía evade la simplificación pero no el compromiso (como lo enseñara Marcuse, la pantomima de neutralidad axiológica en ciencias sociales constituye, además de una dudosa opción ética, la simplificación epistemológica por excelencia). Ya cerrando esta introducción me voy a permitir explorar algunas implicaciones del planteo que, quizá por justificada mesura antimesiánica, la autora sugiere con cautela sobre el final del libro. Amparo golpea las puertas de la izquierda con una propuesta bajo el brazo. De hecho hace un aporte relevante para navegar la pregunta de qué significa ser de izquierda hoy. Pero vayamos por partes. Junto a un modo alternativo de entender al Uruguay, la polis ofrece una plataforma para reelaborar sus posibilidades políticas. Recoloca completamente el problema del «desarrollo» en sintonía con proyectos críticos intelectuales y prácticos. Al igual que el teatro de calidad, un entorno hospitalario —en un sentido profundo y denso— puede fraguarse en contextos de relativa escasez (lo cual no significa celebrar la pobreza ni dejar de aspirar a más y mejores recursos). Memorias de ciudadanía trasciende la obsesión con la generación de riqueza (sin desconocer su importancia), enfrenta al pensamiento mágico en torno al supuesto poder refundacional de las «nuevas tecnologías» (sin ser ludista), cuestiona la hipnosis del «em-

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prendurismo» (Uruguay ha contado con emprendedores desde siempre) y desafía narrativas que niegan el poder y la dominación (porque es igualitaria), entre muchas otras operaciones políticas habilitantes... de izquierda. Amparo pone la mira en los fundamentos y las operaciones de la polis —o sea de un entorno societal plural e igualitario— que, perdón por la sencillez, sin ser la sociedad ideal es un lugar donde dan ganas de estar, de vivir. Las «condiciones de posibilidad» son, hasta cierto punto, acción política sedimentada y, por tanto, desplazamientos en las mismas no significa desenlace fatal alguno. Ahí es donde la conciencia y la acción de los sujetos, en este caso los ciudadanos uruguayos, entran en la conversación. El libro alerta a los hacedores y custodios de lo público, los únicos capaces de sostener el capital de la polis y su Modelo Ejemplar, sobre su rol histórico en «la guerra de dos mundos». También trae un mensaje para las élites y un cuestionamiento a lo que, en la voz de los entrevistados, aparece nombrado como «izquierda oficial». El Frente Amplio llegó al gobierno pero no parece estar regulando culturalmente el terreno (del poder). La izquierda se oficializa, por así decir, y renuncia a la cultura y a la ideología. Pensar la política desde el espacio público abre renovadas posibilidades de izquierda. Este libro es, en suma, una oportunidad para recolocar preguntas. La noción de disonancia discursiva en particular es un llamado de atención (ideológica, si se quiere). La disonancia (y la bruma) es un instrumento conceptual potente porque desafía la segmentación del panorama político en identidades discretas y fáciles. Es decir, complejiza el carácter binario de la «guerra de dos mundos» y muestra que los sujetos podemos estar (discursivamente) divididos, o sea, penetrados por las lógicas discursivas en disputa. En otras palabras, neoliberalismo y «memorias» del espacio público fuerte (propio de la polis) nos habitan y hablan a nuestro través. Esta complejidad de la mirada desarma los maniqueísmos de cualquier especie: tanto los «de izquierda» (la cual evita así la introspección y la autovigilancia) como los propios del liberalismo contemporáneo (que, por medio de una temporalidad [a]ideológica y lineal, se autopresenta como superación del marxismo y cualquier otro competidor, negando violentamente al otro en nombre de la libertad, gesto estalinista si los hay). Está claro: la naturalización, esto es, la aceptación implícita de parámetros y formas de hacer las cosas, hoy beneficia al neoliberalismo, no a la polis. El entorno internacional, las relaciones de fuerza contemporáneas y el sentido común están del lado de la ofensiva. La polis precisaba de un lenguaje explícito, y por ello la autora se abocó a crear el vocabulario para nombrarla, primerísima condición de posibilidad para su defensa. No es causal, además, que en el final del libro las ideologías (vocabularios explícitos y conscientes que articulan proyectos políticos) ingresen 24

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con fuerza decisiva. En tiempos de naturalización de su némesis solo una izquierda orientada a la polis (en oposición a una izquierda penetrada por el neoliberalismo) puede confrontar la delicada tarea de restauración y defensa. Leo, pues, este libro como una intervención en el registro de lo pensable (que hace lugar para la polis). En su lógica intelectual Memorias de ciudadanía es teoría crítica pura. La polis se expresa en diversos espacios que van desde la geografía de la ciudad, el teatro, las plazas, las cooperativas de todo tipo, hasta los microencuentros entre gente común en cualquier lugar (público). Desde todos esos lugares urge trabajar. La polis, entonces, no es reductible a un Estado de bienestar. Es mucho más que eso: se asienta en lo político y no en la política en el sentido estrechamente «politológico». Hecha esa aclaración, la polis —no tengo claro si la autora se sentirá cómoda con la siguiente formulación, un tanto simplificadora— se traduce a nivel de las políticas públicas en una socialdemocracia vigorosa y sin complejos, que se tensa y trasciende a sí misma.7 La polis no pretende ser un proyecto utópico de transformación radical del modo en que la sociedad capitalista está organizada. Y, sin embargo, es tremendamente ambiciosa. En este sentido, el complejo registro en el que el pensamiento crítico de Amparo Menéndez-Carrión se mueve desafía también a la izquierda radical. La hechura de la polis convocó a la izquierda y al liberalismo. Ese maridaje tiene implicaciones. ¿Es el enfoque lo suficientemente radical? Como alguien que piensa en buena medida desde «el marxismo» (formación discursiva compleja y contradictoria pero productiva), yo mismo lidio con esa pregunta. Pareciera que para la autora aspirar a la erradicación de la desigualdad violara el principio de la pluralidad. El liberalismo entonces limita la aspiración igualitaria. Para quienes consideran que el liberalismo es una filosofía de la opresión este libro puede resultar incómodo (bienvenida la incomodidad). Pero claro, otorgarle «esencia» al liberalismo no puede estar en el espíritu de un libro lo suficientemente posestructuralista como para reconocer sus dinámicas contexto-específicas. Y en ese sentido, la perspectiva es muy «materialista» y radical: lidia con las operaciones del liberalismo en un tiempo y lugar concretos, no con prenociones abstractas de lo que esta ideología «es». En todo caso lo que realmente importa hoy es esto: si la izquierda se des-ideologiza, el flanco igualitario de la polis se pierde y nos quedamos en una suerte de pluralidad desconectada, y con liberalismo «suelto», indisciplinado. El liberalismo muta cuando la polis no lo amarra y eso erosiona toda la estructura. La investigación muestra claramente que la polis y sus hacedores habitan predominantemente Las implicaciones de política pública de la polis no son abordadas en esta introducción. El tema es estimulante y políticamente importante. Otra razón para leer este libro y hacer cosas con él. 7

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Memorias de ciudadanía

el lado izquierdo de la política. La responsabilidad de la izquierda es entonces significativa. Esta obra es el resultado de un esfuerzo monumental y formidablemente sostenido durante años. Amparo nos trae un libro perfectamente armado y «acabado», y abierto y sugestivo al mismo tiempo. ¿Tendrá cabida la polis en el Uruguay de hoy? ¿Podremos restaurarla? La formulación misma de la pregunta es un aporte enorme de la autora. Una intervención política en sentido profundo. Claro que ella no la puede responder. Nos lo está preguntando a nosotros. Nos está invitando a actuar juntos para poder decir que sí.

Bibliografía (citada en el cuerpo del texto) Caetano, Gerardo; Romeo Pérez Antón y José Rilla (1987). «La Partidocracia Uruguaya». Cuadernos del Claeh. Volumen 12, número 44, pp. 37-61. Losurdo, Domenico (2011). Liberalism. Counter-history. London, New York: Verso Books. Ravecca, Paulo (2014). «La política de la ciencia política en Chile y Uruguay: Ciencia, poder, contexto. Primeros hallazgos de una agenda de investigación». Working paper, 01/14. Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales. Sartori, Giovanni (1984). «La política, lógica y método en las ciencias sociales». En A. Leftwich ¿Qué es política? Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

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