“Ensayo De Una Historia Humorística De La Filosofía.”

July 25, 2017 | Autor: Jose L. Tasset | Categoría: Humor Studies, History of Philosophy
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Descripción



CAPÍTULO

VI

Ensayo de una historia humorística de la filosofía JOSÉ

L.

TASSET ,

Para Francisco Vázquez y Angel M Lorenzo, viejos compañeros de humor y diversión. Es preciso reír y, al mismo tiempo, filosofar, cuidar de los asuntos domésticos y mantener las demás relaciones habituales, sin dejar de proclamar jamás las máximas de la recta filosofía. EPICURO (341-270 a.e.)

INTRODUCCI6N!

La idea de este trabajo nace de la percepción de que el humor puede aparecer dónde menos lo esperamos, porque no se halla en la realidad como una cualidad objetiva ni es una propiedad objetivamente descriptible de un modo completo del lenguaje ni del

Agradezco a Enrique Ujaldón y Manuel Ballester, la invitación para impartir una conferencia en la Biblioteca de la Región de Murcia que está en el origen de este trabajo. Diversas versiones previas han sido leídas, comentadas, mejoradas, y muchas veces criticadas, por Esperanza Guisán y Raquel Díaz Seijas en el marco del proyecto de investigación FFI2008-06414-C03-0 1 del MICINN, así como por los miembros del grupo de investigación sobre La Herencia de la ILustración de la Universidad de La Coruña. 1

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pensamiento, ni de la acción, sino que reside en un cierto punto de vista de quienes perciben esa realidad. Mi tesis filosófica principal será hoy aquí que el humor es una emoción (con bases racionales) com-

pletamente subjetiva. Eso nos debería permitir buscar rastros de humor en lugares no habituales, por ejemplo, la Filosofía. Quizás pudiera contemplarse con humor algo tan fúnebre, a veces, como la historia de la filosofía. Desde ese punto de vista, intentaré modestamente contribuir a mostrar que la historia de la Filosofía es algo serio, muy serio, pero con ideas, situaciones y personajes que mueven primero a la sonrisa, después a la risa y en algunos casos a la carcajada pura y dura. Obviamente muchos de ellos no lo pretendían, aunque algunos sí (pocos, es cierto), por lo que he llamado a esta intervención ensayo de una historia humorística (o contada con humor) de la filosofía y no una historia del humor en la filosofía, porque creo que una de las cosas que distinguen al humor es que tiene que ser premeditado como forma de Cultura y en mi opinión se ha dado como tal en muy contadas ocasiones en la historia de la Filosofía. No se me ocurren más que cuatro o cinco filósofos realmente catalogables de humoristas, Voltaíre, Diderot, Hume, Russell, o entre nosotros, el maestro Savater y poco más. Otra cosa son los humoristas que por medio del humor plantean problemas profundamente filosóficos y que por ello son muy populares, al estilo de Oscar Wilde, Groucho Marx o Woody Allen, pero creo que en esos casos no hay realmente un tratamiento filosófico sistemático de los problemas y, por tanto, el humor es un fin y no un medio. Arbitrariamente me vaya parar tan sólo en aquellos filósofos que aparecen en las historias de la Filosofía (o en algún caso, en las de la Literatura, pues los géneros de escritura no siempre tienen fronteras fijas) y para .los que el humor todo lo más es un medio para un fin filosófico; en algunos casos ni siquiera ocurre eso, hablan completamente en serio y viven seriamente sus vidas, pero lo que dicen y lo que hacen es tan divertido que no me resisto, como pura travesura sin maldad alguna o quizás sí ,a contarlas. Esto puede parecer puro cotilleo filosófico, y a lo mejor lo es, pero al fin y al cabo de lo que se trata es de que un público amplio se acerque a la Filosofía, aunque sea por medio de la risa.

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Como dijo Voltaire: «He tomado el partido de la risa y quiero morir riendo»2.

1. LA UTILIDAD

DEL EMPEÑO. EL HUMOR COMO VIRTUD

Como soy de formación utilitarista, diría que la principal virtud de un enfoque como éste de la Filosofía es contribuir a la felicidad general de todos los interesados por la Cultura, mostrándonos que la Filosofía está hecha por seres humanos y nada más que humanos. A veces los libros de historia de la Filosofía nos presentan a los [Jósofos como santos o semidioses y olvidan que eso aleja la actividad [Josófica de la vida del hombre corriente. El humor en el relato de las actividades de los [Jósofos los devuelve a la realidad; como dijo el maestro Hume, lilO de los pocos [Jósofos consciente de la importancia de divertirse mientras pensamos, e incluso pensando, «Sé un [Jósofo, pero en medio de toda tu Filosofía, no te olvides de ser hombre.» Mi currículum señala que, por formación, soy un [Jósofo académico, lo que los ingleses denominan un scholar. Esto es nuestro país conlleva un rol con unas funciones positivas no muy claras ni precisas (nadie tiene muy claro qué debe hacer un [Jósofo), pero con una serie de prohibiciones muy claras. Un joven [Jósofo británico lo resumía, con un humor muy insular, cuando señalaba que

un filósofo profesionalfundamentalmente se viste de colores oscuros, habla de una forma ininteligible y jamás, j amás, dice una palabra en su idioma si la puede decir en otro. Así que en principio no parecemos los [Jósofos gente con mucho sentido del humor. Este trabajo pretende romper con esa idea y mostrar que puede contarse una historia de la actividad [Josófica, de las vidas e ideas de los fIlósofos en una clave humorística, concibiendo el humor, historiográficamente, en este caso, según el modelo de lo que Michel Foucault consideraba definitorio de la propia Filosofía: «mirar la realidad de un modo diferente al habitual». Evidentemente, algunos compañeros filósofos considerarán irreverente y traicionero este acercamiento a la Filosofía y a los filósofos, pensarán que es poco serio. Sin embargo, en mi descargo se-

2

Carta a D'Alambert, 21 de mayo de 1760.

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ñalaré que quizás el tiempo de los grandes y trascendentes relatos filosóficos ha pasado y ha llegado el tiempo de los micro-relatos, divertidos, ligeros, intrascendentes. Bajo una apariencia de frugalidad, sin embargo, estaremos haciendo verdadera filosofía porque contribuiremos a comprender mejor esa realidad fragmentada y caótica en la que vivimos. En todo caso, si no lo logramos, nadie nos quitará el tiempo pasado en buena compañía y de forma divertida. Que no es poco.

2.

PEQUEÑO EXCURSO BIBLIOGRÁFICO

Como filósofo académico que soy, cuando me invitaron a publicar este trabajo, comencé a fatigar mis obras de consulta, así como a revisar los materiales que sobre el humor en la filosofía llevo años compilando. Mi sorpresa es que las obras más habituales de consulta apenas hacen referencia al humor o simplemente lo pasan por alto. José Ferrater Mora en su imponente diccionario en 4 vols. simplemente no dice una palabra sobre el asunto, lo cual es sorprendente puesto que sé a ciencia cierta que era persona con un gran sentido del humor; de hecho, ante la presentación del proyecto de construcción de una calculadora moral por parte de un compañero mío de promoción en un congreso internacional en Valencia, Ferrater le contestó lo que el torero El Gallo le espetó a Ortega y Gasset cuando le dijo lo que era un filósofo: «hay gente pa tó», después de lo cual añadió que jamás había visto un proyecto filosófico más imbécil en su vida. Mi compañero abandonó hace tiempo la filosofía, aunque no por el comentario de Ferrater, y ahora se dedica a traficar con productos macrobióticos, esto es, a usar la calculadora, aunque no la moral sino la otra. Hay que irse a tierras británicas, siempre atentos a la unión entre pensamiento y humor, para encontrar dos buenos diccionarios de filosofía muy recieqtes que sí se ocupan del humor desde el punto de vista de la filosofía, aunque brevemente, no así de la presencia de éste en la historia del pensamiento occidental, que es el asunto que a mí me va interesar más 3 . Ted Honderich (ed.), Enciclopedia Oxford De filosofla, Madrid, Tecnos, 2001, Roucledge (Firm), Concise Routledge Encyclopedia 01 Philosophy, Londres/Nueva York, Roudedge, 2000. 3

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De un modo muy breve, diré que ambos señalan como esencial, filosóficamente hablando, al humor, lo siguiente: a pesar de que la risa, ya desde Aristóteles, se ha considerado un rasgo distintivo del ser humano, sin embargo, la filosofía le ha dedicado poca atención ni a la risa ni a la diversión con la que va unida; hay dos concepciones filosóficas dominantes a lo largo de la historia: la primera incide sobre la superioridad del creador del humor sobre la realidad o el objeto a que se refiere. Esta es la más venerable y encontramos un buen ejemplo en la declaración de Malesherbes, el censor real responsable de que el proyecto de la Enciclopedia de Diderot y D'Alambert llegara a publicarse, cuando iba a ser guillotinado: «Buena forma de empezar un bello día», dijo en ese último momento. La otra conceptualización filosófica del humor, más moderna, apela a la risa y al humor como respuesta a una incongruencia, como una percepción subjetiva de una ruptura del orden lógicé. Como se puede apreciar, la teoría clásica, procedente del mundo griego, incide en la visión del humor como una emoción o disposición emocional' la más actual, incide más en los aspectos lógicos. Una teoría sintética es posible. Desde ese punto de vista, el humor procedería básicamente de un origen emocional y actuaría por medio de mecanismos racionales y racionalizables que volverían posible lograr una explicación, Freud lo ensayó, de los mecanismos que lo provocan. Dejaremos aquí la cuestión de una posible Filosofta del humor, en relación con la cual, más allá de estos dos breves análisis apenas hay nada de interés, recientemente al menoss' para centrarnos en el problema específico de nuestro trabajo: ¿Pueden verse la historia de

John Morreall, The Phi/osophy 01Laughter and Humor, Suny Series in Phi/osophy, Albany, State University of New York Press, 1987. Cit. En art. «Hwnon" en Honderich (ed.), Enciclopedia Gxford De filosofta, pág. 513. Jerrold Levinson, en su arto «Humow-", en la Roudedge (Firm), Concise Routledge Encyclopedia 01 Philosophy, pág. 368, cica también los trabajos de D. H. Monro, Argument 01 Laughte/; Melbourne University Press, Carlton, 1951, M. ]. Mulkay, Gn Humour: ¡ts Nature and ¡ts Place in Modern Society (Cambridge, UK/Oxford, UK/Nueva York, NY, USA, Polity Press/B. Blackwell, 1988). 5 Acaba de reeditarse La Risa de Henri Bergson en español. Cfr. La Risa, ensayo sobre la significación de lo cómico, Madrid, Alianza, 2008, pero no es una aportación que podamos considerar reciente. 4

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la Filosofía y la propia Filosofía que se hace hoy en día por medio del humor? Intentaré demostrar que sí6 .

3.

BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL HUMOR

Buscando precisamente ese punto de vista diferente que proporciona el humor en la apreciación de la realidad he aplicado un criterio de lectura de la Historia de la Filosofía y de análisis de la propia actividad fIlosófIca, según el cual un autor, escuela o teoría puede aparecer en esta historia por diversas razones, principalmente 1) por tener una biografía imposible y divertida, 2) por haber sostenido alguna tontería inclasifIcable o 3) por haber mostrado una agudeza o ingenio notables. Hay pocos casos, quizás sólo el de David Hume, o Bertrand Russell, de unión de las tres cosas: ideas raras y/o extravagantes, ingenio y, filialmente, capacidad de meterse en situaciones imposibles y jocosas. Con este triple criterio recorreremos brevemente la historia del pensamiento @osófIco de un modo desordenado y caótico, porque el humor en la @osofía sólo parcialmente puede ser categorizado. Hay que tener en cuenta, no obstante, que no debe confundirse el humor, que es premeditado, con la estupidez, que nunca es perseguida, aunque sí muchas veces alcanzada y hasta completamente conseguida, en la historia de la fIlosofía. No me van a interesar aquí las idioteces de @ósofos, que están bien recogidas ya en la literatura7 . Me van a interesar los rasgos humorísticos de los fIlóPara ello tengo dos antecedentes, ambos procedentes de la filosofía anglosajona. En primer lugar, el magistral e inencontrable pequeño libro de Jim Hankinson, A Bluffers Guide to Philosophy, para encontrar un recorrido maravilloso por la historia de la Filosofía y por las distintas ramas de ésta. (Trad. Esp.: Jim Hankinson, Cómo dárselas de e>.perto en filosofla, Mondadori, Barcelona, 1984.) Otra referencia crucial será el Philosophical Lexikon de Daniel Dennett, (ed. Online en: http://www.blackwellpublishing.com/lexiconl) una obra maestra actual del humor filosófico, de la que no hay traducción, e incluso diría que es casi imposible que la haya, por la enorme cantidad de juegos de lenguaje que incluye basándose en homofonías de la lengua inglesa. Considero ambos trabajos un ejemplo de la buena salud actual del humor o humorismo filosófico y por ello me voy a basar parcialmente en ambos yen la visión del ejercicio filosófico que defienden en este trabajo. 7 Jean-Jacques Barrere y Christian Rache, El estupidiario de los filósofos, Madrid, Cátedra, 1999. 6

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sofos en un doble sentido, tal y como aparecen en su biografia, y tal y

como aparecen de un modo premeditado en su obra. De una manera arbitraria, ciertamente, y como no podría dar en este momento un curso completo sobre el asunto que nos ocupa y recorrer toda la historia de la filosofía, que abarca ya como poco más de 25 siglos, aplicaré un criterio basado en algunas consideraciones ya hechas al principio y me concentraré en el período que considero central en una historia humorística de la filosofia, esto es, después del nacimiento de la filosofía moderna, el gran período de la subjetividad filosófica y por tanto la auténtica época del humor en la filosofía serán los siglos XV1II y XIX ... excepto en Alemania. Pero, comencemos, como siempre, por el principio: éranse una vez los griegos ... ¿Eran un pueblo divertido? Analizar su forma de vida sería un medio sencillo de probarlo; como a mí no me gustan las cosas sencillas, analizaremos en su lugar, lo que como verán es mucho más divertido, las extrañas formas de morirse que tuvieron algunos filósofos griegos ... casi ninguno moría sin más en su cama tranquilamente.

4.

SOBRE MUERTE Y FILOSOFÍA CON HUMOR

De los griegos diré que no sólo sabían vivir sino que supieron morir como nadie. En la antología de las muertes filosóficas no tienen parangón. Así que más que referirme a sus ideas y a sus vidas, me referiré brevemente a ese aspecto, por muy paradójico que pueda parecer. En la antología del humor filosófico, las muertes del que podríamos denominar período clásico no tienen ni han tenido igual8 . Sobre la muerte de Empédocles hay dos tradiciones: según la primera murió por la rotura de una pierna; según la otra, la que más nos interesa, se murió al tirarse dentro del cráter del volcán Etna con el fin de demostrar que era un Dios. Sus discípulos, al parecer, lo consideraron una buena demostración, pero el caso es que se quedaron sin maestro.

Me baso casi literalmente en lo dicho de un modo inigualablemente divertido por Hankinson, Cómo dárselas de experto en filosofla, pág. 25 Y sigs. 8

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Heráclito, también llamado el oscuro, y por otros el filósofo llorón, contrajo una enfermedad llamada hidropesía, esto es, un exceso de agua en el organismo, por su propia culpa, ya que, en medio de un ataque de misantropía, al estilo de Rousseau, no se limitó como éste a recoger hierbas y catalogarlas, sino que se prescribió una dieta completamente compuesta de ellas. Cuando los médicos le dijeron que precisamente su dieta lo había hecho enfermar, de nuevo se prescribió a sí mismo un tratamiento que consistía en cubrirse de estiércol de la cabeza a los pies y ponerse a secar, así cubierto, al aire libre (no sabemos qué hubiera sido del pobre que le hubiera dado cobijo). Según Diógenes Laercio, autor de unas vidas inigualables de los famosos filósofos griegos, al no poder quitarse ya en un cierto momento tanta porquería de encima, se lo comieron unos perros, que probablemente se hubieran moderado de saber que se comían a alguien de quien luego Hegel hablaría maravillas. ¿O a lo mejor se lo comieron por eso? Por su parte, también Pitágoras murió a causa del vegetarianismo extremo. Cómo su secta llegó a ser muy poderosa, sus enemigos un día lo persiguieron para matarlo. Al llegar a un campo de habas, como creía en la teoría de la transmigración de las almas, se paró en seco para no pisarlas y evitar así matar por casualidad a alguien conocido. Sus enemigos fueron quienes lo alcanzaron y le dieron paso a la otra vida. Por su parte, «erino el Estoico (perteneciente, pues, a una escuela que se hizo famosa por su imperturbabilidad e indiferencia ante los temores humanos) murió de terror al oír el chillido de un ratón. La filosofía estoica nunca se repuso de tal golpe». Crisipo, también estoico, pero menos asustadizo, se murió de risa, así que constituye uno de los primeros ejemplos de un filósofo muerto no por quienes tienen que soportar sus ideas, sino estrictamente a causa de ellas. Se cuenta que después de contar un chiste increíblemente malo, y antes de que nadie lo ejecutara allí mismo (costumbre que se estpaba mucho por aquella época), se cayó al suelo y se murió de un ataque de risa. Añade Jim Hankinson que «Con semejante sentido del humor, uno tiende a pensar que no se perdió gran cosa si no han sobrevivido ninguno de [los 700 libros que escribió] ». Según Laercio, nuestra fuente en este breve apartado filosóficonecrológico, Diógenes el Cínico, el famoso Diógenes que vivía desnudo en un tonel y que le dijo a Alejandro Magno que se qLútara

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de en medio porque le impedía tomar tranquilamente el sol, pudo morir, según la tradición, por tres causas, entre las que no se menciona la cólera del poderoso Alejandro. Pudo morir «por olvidarse de respirar», ya que al parecer era muy despistado; «de una indigestión debida a que se comió un pulpo vivo»; o bien, finalmente, «de la mordedura sufrida en un pie mientras repartía un pulpo entre sus perros». Tras el período antiguo hay que señalir que «la calidad de las muertes de los filósofos sufrió un considerable bajón». Sólo es digna de mencionar en la modernidad ya la muerte de Francis Bacon. En pleno siglo XVII, y haciendo un experimento sobre los efectos de la congelación sobre los alimentos, ... murió de una neumonía, contraída mientras trataba de congelar un pollo en la nieve en Hampstead Heath. Probablemente es el primer hombre que muere investigando acerca de la comida en lugar de morir por consumirla. ... finalmente, la desgracia de Descartes fue morir, justamente, por haber madrugado en exceso. Contratado por la corre de la reina Cristina de Suecia [como profesor de filosofía y matemáticas de la reina], descubrió para su horror que ella no sólo deseaba recibir clases diarias sino que la única hora [que tenía libre] ... eran las cinco de la mañana. No aguantó ni una semana esta jornada laboral, a la sueca. Con Descartes, ya muerto, podemos cambiar de registro, ya que si nuestra tesis es cierta, el surgimiento de la individualidad moderna permite considerar que ya podemos encontrar en la historia de la filosofía no sólo a filósofos que pueden ser objeto de una consideración humorística, sino a filósofos que usan del humor en su filosofía, esto es, que contemplan ya el humor desde un nuevo punto de vista subjetivo, diríamos, que casi como género filosófico. Como se podrá advertir, nos hemos saltado en este breve y casi alocado recorrido por la historia de la filosofía un largo período, fundamentalmente dominado por las teologías monoteístas cristiana, judía y musulmana. En general, y del período previo a la filosofía moderna, no habría mucho que rescatar en una historia divertida o humorística de la Filosofía. Quizás las ideas de Orígenes de Alejandría, Padre de la Iglesia, alguien tan convencido de la verdad y de la necesidad de interpretar literalmente los preceptos bíblicos

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que no dudó en mutilarse y castrarse después de leer el versículo que dice (Mateo 19, 12): «Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, los hay que fueron hechos eunucos por los hombres y los hay que a sí mismos se hicieron tales por el reino de Dios. ¡El que se sea capaz de hacer esto que lo haga!»9. Evidentemente los origenistas o seguidores de Orígenes fueron un movimiento con pocos seguidores entre los primeros cristianos, pero las teorías de Orígenes nos sirven para justificar por qué hubo una serie bastante amplia de siglos no muy buenos para el humor en la Filosofía. Con gente como Orígenes, las cosas tendían a tomarse demasiado en serio y hasta que las ideas de los griegos sobre la risa y la comedia empezaron a llegar a Europa a través de los árabes, no empezó a verse otra vez en el horizonte filosófico algo de humor. Otra cosa es el siglo XVIII, el siglo más divertido que ha existido en mi opinión en lo que a la historia de la Filosofía se refiere. Centrémonos con él.

5.

ILUSTRACIÓN: LA EDAD DE ORO DEL HUMOR FILOSÓFICO. DE VOLTAIRE, HUME, DIDEROT y OTROS «EATERATIS»

Sin lugar a dudas el siglo XVIII es el período estelar de cualquier historia humorística de la Filosofía y yo diría que incluso, a la inversa, el período más divertido de la historia de la Filosofla occidental. Hay que reconocer que sin lugar a dudas gente como David Hume, el filósofo escocés, y los ilustrados franceses, principalmente Voltaire y Denis Diderot, fueron gente divenida y con un agudo sentido del humor. Si comenzamos con Voltaire y lejos de citar algunos de sus aforismos más conocidos en los que se observa un humor algo malvado, será sin embargo más apropiado citar una de sus cartas, en la que agradece a Rousseau, alguien que carecía por completo de cualquier clase de humor, ni bueno ni malo, el envío de un libro . •

También despertaban la admiración de Orígenes los siguientes fragmentos del texto bíblico: «Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córralos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego» (Mateo 18,9). 9

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El éxito literario le llegó a Rousseau algo tarde. La Academia de Dijon convocó en 1750 un premio sobre la siguiente cuestión: «¿Han traído las artes y las ciencias beneficios a la humanidad?» Rousseau, sorprendentemente para la época en la que vivía y tratándose de un premio convocado por una academia de ciencias y artes, sostuvo en el ensayo que presentó al premio la posición negativa, y , gano. Después de ganar el premio, Rousseau se decidió a vivir de acuerdo con las premisas defendidas, hasta el extremo de vender su reloj; según él, nunca más volvería a necesitarlo, por cuanto, supongo, el tiempo es un concepto derivado de la vida social y ésta es esencialmente corrupta... Rousseau demuestra con esto, y lo volverá a repetir en numerosas ocasiones, una enorme capacidad para sacar conclusiones falsas, e incluso absurdas, a partir de premisas ciertas y bien fundadas. El juicio de Voltaire sobre las tesis principales del trabajo de Rousseau, un ejemplo de reseña breve y cáustica de las que se encuentran pocas en la historia de la Filosofía fue el siguiente: He recibido su nuevo libro contra la especie humana y le doy las gracias por él. Nunca se ha empleado tanta inteligencia en el designio de hacernos a todos estúpidos. Leyendo su libro se ve que deberíamos andar a cuatro patas. Pero como he perdido el hábito hace más de sesenta años, me veo desgraciadamente en la imposibilidad de reanudarlo. Tampoco puedo embarcarme en busca de los salvajes del Canadá, porque las enfermedades a que estoy condenado, me hacen necesario un médico europeo ... Dentro de los enciclopedistas, y más allá del ingenio puntual de Voltaire, el filósofo que más uso del humor hizo de un modo premeditado y ciertamente brillante, lo que despertó la admiración mucho después, entre otros, de Karl Marx, fue Denis Diderot, el principal responsable del proyecto de la Enciclopedia. En una obra magnífica no publicada hasta después de muerto tiuilada El Sobrino de Rameau se pueden encontrar los siguientes ejemplos, que son una autosátira de un filósofo brillante sobre el propio ejercicio de la filosofía 10: Primero, comienza describiendo al filósofo: «allí me encontraba yo una tarde, mirando mucho, hablando poco, y escuchando lo

10

Volveremos al tema de la autosátira al final de este trabajo.

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menos posible, cuando fui asaltado por uno de los personajes más extravagantes de este país ... Su primera ocupación, cuando se levanta por la mañana, es averiguar dónde comerá; después de comer, medita dónde irá a cenar». Luego, siendo un convencido ilustrado como es, hace un canto paradójico de la ignorancia, que parece claramente una burla de Rousseau: La sabiduría del monje de Rabelais es la auténtica sabiduría, para su tranquilidad y la de los demás: cumplir con su deber de cualquier manera; hablar siempre bien del padre prior, y que el mundo vaya por donde le plazca. Bien debe de ir, si la muchedumbre está tan contenta. Si supiera algo de historia, os demostraría que los males siempre nos han venido gracias a algún hombre genial. Pero no sé historia, porque no sé nada de nada. El diablo me lleve si alguna vez he aprendido algo; y si por no haber aprendido nada, me encuentro peor.

Para demostrar que sabe argumentar, formula el siguiente absurdo pero irrefutable argumento sobre la existencia: «Lo importante es que vos y yo seamos, y que seamos vos y yo. Que el resto se las arregle como pueda. A mi entender, el mejor orden de cosas es aquél en el que me encuentro; y al mejor de los mundos posibles, que lo aspen, si yo no estoy en él. Prefiero ser e incluso ser imperfectamente razonable, que no ser.» Para finalizar con un canto cínico y grosero sobre las limitaciones de la naturaleza humana: Cada instante que pasa nos enriquece. Un día menos que vivir, es lo mismo que un escudo de más. Lo importante es poder ir todos los días tranquilamente, libremente, agradablemente, al retrete. ;0 Stercus Pretiosum! Ese es el grandioso resumen de la vida en cualquiera de sus estamentos. En el último momento, todos somos igualmente ricos ... Pudrirse bajo mármol, o pudrirse bajo tierra, todo es pudrirse.

Por último, destaca la inutilidad de la ética y de la filosofía: ¿son accesibles a todo el mWldo, la virtud y la filosofía? Las tiene quien puede. Las conservas quien puede. Imagina que el universo entero se tornara sabio y filósofo; no me negaréis que sería

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espantosamente triste. Está bien, viva la filosofía; viva la sabiduría, pero la de Salomón: beber buenos vinos, atracarse de exquisitos manjares; revolcarse sobre bellas mujeres; descansar en lechos mullidos. Fuera de eso, todo es vanidad.

A lo que añade: no olvidéis que en una disciplina tan variable como la moral, no hay absolutamente, esencialmente nada verdadero ni falso; como no sea el deber de ser aquello que conviene a nuestro interés: buenos o malos, sabios o locos, indecentes o ridículos, honestos o viciosos. Si por azar la virtud condujera a la riqueza, me volvería virtuoso, o lo simularía como nadie. Pero quieren que sea un bufón, y me esfuerzo por serlo; en lo tocante a los vicios, la naturaleza se encargó de equiparme convenientemente.

Por su parte, el caso de David Hume es extraño en la historia de la fIlosofía por ser uno de los pocos ejemplos de unión de las tres variables descritas al principio de mi intervención: ideas extrañas, una vida de risa y un agudo sentido del humor, todo unido en la • mIsma persona. La idea de Hume que más juego ha dado en una hipotética historia humorística de la fIlosofía ha sido la relativa a la falta de certeza que tenemos respecto de la existencia de los objetos externos, de la causalidad y del propio yo. La idea de que no podemos probar la existencia de objetos externos suele ser motivo de bromas y hasta de ejercicios humorísticos en cualquier clase de fIlosofía que se precie. La respuesta más ingeniosa que he encontrado al problema planteado por Hume es la siguiente: Un profesor de filosofía entra en clase para hacer el examen final a sus alumnos. Poniendo la silla encima de la mesa dice a la clase: «usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este curso, demuéstrenme que esta silla no existe». Todos los alumnos se ponen a la tarea, ... aventurándose en argumentos para probar que la silla no existe. Pero un alumno, después de escribir rápidamente su respuesta entrega su examen ante el asombro de sus compañeros. El profesor lee la respuesta y la califica con un 10. Simplemente había puesto: «¿Qué silla?»]].

Me tuve que enfrentar en una ocasión a una variante, pero totalmente en serio, de esta paradoja en la asignatura de Filosofía de la Ciencia durante mis es11

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Pero, Hwne 12 no sólo sostuvo cosas muy raras que pueden dar lugar a clases muy divertidas, sino que vivió una vida azarosa con situaciones verdaderamente cómicas. Su vida, más que divertida, en todo caso podía haber sido muy complicada y peligrosa, ya que Hume se arriesgó mucho sosteniendo ideas y teorías que no siempre eran apreciadas por los sectores más intolerantes de la Inglaterra del XVIII; a pesar de eso, llevó una existencia bastante apacible no exenta de circunstanciales aventuras. Desde luego a Hume le gustaba provocar: no contento con haber demostrado que existe un derecho a morirse cuando a uno le dé la gana y se den motivos para ello (esto es, casi siempre), añadió que sin embargo en el caso de algunas personas, morirse no es un derecho sino un deber (debía estar pensando en alguno de sus enemigos), a lo que añadió en una de sus obras un comentario relativo a que la vida humana vale lo mismo que la de una almeja o expresó sus dudas sobre la integridad moral de los apóstoles. Vamos, que se divertía dando guerra. David Hume nació en un pueblecito escocés llamado Ninewells; un divertido cronista actual de la figura de David Hume nos reconstruye el entorno familiar del joven filósofo del modo si• gUlente: No existe ya la casa original donde se crió el filósofo, pero al crédulo turista filosófico se le muestra la «cueva del fllósofo», bajando la colina, al sureste de la casa actual; se dice que en esta inhóspita y húmeda oquedad había meditado Hume cuando era un muchacho, y también años más tarde, cuando las dimensiones se habrían quedado estrechas para sus amplias hechuras. Si es verdad que el entorno afecta nuestros pensamientos, esperaríamos que las meditaciones de Hume en aquel lugar producirían algo así como una filosofia neolítica con tendencias claustrofobicas, y así es como los grandes filósofos alemanes de los cien años siguientes llegaron a considerar la obra de Hume 13 .

rudios de la Licenciatura'en Filosofía en la Universidad de Sevilla; la pregunta del examen final decía «¿Cómo calificaría usted la hipótesis de que un objeto no existe entre dos observaciones del objeto observado?». 12 La exposición de diversos acontecimientos Biográficos relativos a David Hume procede de mi estudio introductorio a David Hume: Obras filosóficas (Madrid, Gredas, en prensa). 13 Paul Strathern, Hume en 90 minutos: (1 711-177 6), Madrid, Siglo XXI, 1998, págs. 16-17.

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Después de huir de su pueblo e irse a trabajar a Bristol en una empresa de venta de granos, de la que lo despidieron por corregir las faltas de ortografía de su jefe, consigue un puesto de tutor del Marqués de Annandale. Este alumno será el único que tenga en su vida y estaba totalmente loco. Además, Hume es despedido por haber descubierto que un tío paterno del pobre loco quería asesinarlo. Mientras que todo esto ocurría Hume tenía que ganarse la vida, por lo que escribía y escribía, pero nadie lo leía ni entendia nada en absoluto de sus obras. Como consecuencia de ello, y por medio de un enchufe, consigue un puesto de secretario personal del General Sr. Clair, quien iba a dirigir una expedición para atacar a los franceses en Canada. Ahí empieza la carrera militar de Hume, que como verán es absolutamente hilarante. El secretario de Estado, el Duque de Newcastle, una especie de ministro de defensa, jefe del General y por tanto quien coordinaba a todo el ejército británico, estaba directamente «chalado». De hecho es descrito por sus contemporáneos como «... el hombre de quien se decía que perdía media hora cada mañana y pasaba el resto de la jornada buscándola»!4. Obviamente una expedición militar concebida en un despacho por tal elemento no podia acabar bien; y así fue. Cuando el Duque de Newcastle decide que en vez de atacar Canadá ataquen Francia, que está más cerca, el General y su secretario, Mr. Hume, le escriben haciéndole una simple pregunta que no será contestada y que sólo se entiende si recordamos que iban a atacar Canadá: Hume pregunta por escrito al ministro: ¿Qué hacemos con los exploradores indios que tenemos en el barco?! 5 Una vez que bajaron a los «indios» del barco, y ya decididos a atacar Francia, planifican la operación con gran eficiencia y destreza: El general inquirió entonces en qué lugar de Francia lanzaría su ataque y se le contestó que cualquier sitio vend1'ía bien. El general Sto Clair (junto con su nuevo secretario) montó en la diligencia hacia Porstmourh y subió a bordo del buque insignia, para encontrarse con el primer problema: nadie, en ninguno de

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Paul Strathern, Hume en 90 minutos, pág. 35. Paul Strarhern, Hume en 90 minutos, pág. 36.

La sonrisa del sabio los barcos, tenia un mapa de Francia. Hume sugirió que él la conocía y que podia incluso hacer un dibujo, si el general quería;

un oficial bajó por fin a tierra y regreso con un libro de segunda mano sobre Francia, con un pequeño mapa al dorso [una especie de guía turística). Hume confirmó que tenia la forma correcta y el general desplegó velas hacia Francia ...

Acabaron desembarcando frente al puerto de [Orient, uno de los principales enclaves comerciales de la Bretaña francesa. Cuenta Voltaire, y no puede aguantarse la risa cruel cuando lo cuenta, que el ejército inglés era tan numeroso y había tanta niebla, que en un camino que daba vueltas y vueltas, la vanguardia acabó atacando y bombardeando a su propia retaguardia al tomarlos por enemigos. Así empezó el asedio a [Orient, uno de los episodios más ridículos, pero no el Íínico, de la historia militar británica. Después de un breve asedio durante el cual las tropas inglesas no llegaron seriamente a poner en peligro a una ciudad que estaba básicamente defendida por comerciantes, el general decidió que ya estaba bien de perder el tiempo y decidieron volver a Inglaterra con algunas bajas y daños provocados casi todos ellos por el propio ejército británico. Así acabó el sitio a [Orient y aunque cueste creerlo, el Rey de Inglaterra, que hay que decir, y no es casualidad, que posteriormente tendría graves problemas mentales, concedió una generosa pensión a Hume y al general en premio a sus serVICIOS. Ante el éxito cosechado, el mismo general le propuso en 1748 asistirle como ayuda de campo en una embajada militar ante la Corte de Viena y Turín 16 . Inglaterra se hallaba en guerra con Francia por la sucesión de Austria. Después de recorrer toda centroeuropa en un VIaje que mas pareCIa una excurSIon tunstlCa que una embajada militar, cuando finalmente llegaron a su último objetivo, la corte de Turín, habían tardado tanto que ya se había firmado la paz en Aquisgrán. Una vez más, el general Sto Clair y su secretario habían llegado tarde. Así que lo único que sacó el filósofo de estas •



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Félix Duque da unos datos muy precisos acerca de esta segunda y aún más desdichada experiencia político-nlilitar de Hume y del general Sr. Clair. Cfr. Ti-atado de la Naturaleza Humana! Ti-eatise 01 Human Nature, ed. de Félix Duque, Madrid, Editora Nacional, 1977; 4.a ed., Madrid, Tecnos, 2005; pág. 11, n. 19. 16

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dos expediciones fue una sustanciosa pensión real que le garantizaría la independencia económica de por vida. Bueno, junto a esto, también tuvo el privilegio de poder vestir uniforme militar, lo que a juzgar por el testimonio de un joven y poco respetuoso testigo no le favorecía demasiado, ya que en opinión de este observador neutral jamás se había visto tamaña disparidad entre aspecto físico y personal y talento intelectual puesto que, en palabras literales de quien lo describe, más parecía Hume «un concejal glotón que un refinado

filósofo>P. Strathern concluye sobre la unión entre filosofía y arte militar y seguro que no se equivoca que: «Se considera frecuentemente este período, en reñida competición, como el de mayor incompetencia en la historia militar británica»18. En fin, Hume llegó a ser, en palabras de su amigo el historiador Edward Gibbon, «el más gordo entre los cerdos de Epicuro»19, a lo cual contribuían seguramente las tertulias de Hume con sus amigos, a quienes a pesar de ser intelectualmente muy brillantes y posteriormente muy famosos Edward Gibbon, Adam Smith, Laurence Sterne, James Boswell, Benjamín Franklin, etc. ,no les llamaban Literati sino los Eaterati (de «to eat») , esto es, los que se reunían a comer y no a escribi?o. Sin duda alguna, y aunque la contribución de Hume a la estrategia militar es cuestionable, es indudable el papel estelar que ha de tener en una historia humorística de la filosofía, y no sólo por lo que vivió, sino por lo que escribió y por cómo lo escribió. Ese Hume más irreverente, juvenil, divertido y provocador no está en sus obras más conocidas, sino en lo que uno de mis maestros, Carlos Mellizo, ha denominado muy acertadamente Escritos Epistolares, pues los ilustrados consideraban las cartas como un género literario más 21 . En dichas cartas, verdaderos ensayos en sí mismas, Hume por ejemplo ironiza sobre su propia gordura diciendo lo siguiente:

Ernest Campbell Mossner, The lije 01 David Hume, Clarendon, Oxford, 2. a ed., 2001, págs. 213-214. 18 Paul Strathern, Hume en 90 minutos, pág. 35. 19 Paul Strathern, Hume en 90 minutos, pág. 53. 20 Paul Strathern, Hume en 90 minutos, pág. 54. 21 Carlos Mellizo, David Hume: Escritos epistolares, Madrid, Noesis, 1998. Todos los textos de cartas de Hume que siguen están sacados de esta edición. 17

166

La sonrisa de! sabio en un período de seis semanas pase de un extremo a otro; y siendo antes alto, delgado y huesudo, me convertí de pronto en e! tipo más sólido, robusto y de aspecto más saludable que jamás se ha visto, con buen color y expresión alegre. Como excusa para irme a montar a caballo y cuidar de mi salud, yo decía siempre que tenía miedo de caer enfermo de tisis, lo cual había sido de creer, a juzgar por mi aspecto anterior; pero ahora todo el mundo

me ftlicitaba por mi recuperación absoluta22 • En otra famosísima carta, describe satíricamente lo que denomina Metamorfosis delfilósofo en una carta dirigida a un amigo: Dígale a su hermana (después de saludarla de mi parte) que soy tan serio como ella imagina que un filósofo debería ser: sólo me río una vez cada quince días; suspiro tiernamente una vez por semana, pero tengo aspecto malhumorado en todo momento. En breve: ninguna de las metamorfosis de Ovidio mostró jamás un cambio tan absoluto: pasar de ser una criatura humana a ser una bestia; quiero decir, pasar de ser un galanteador a ser un filósof0 23 . Más tarde, formula una sátira antiplatónica y contra el exceso de ejercicio: «Platón dice, a modo de reproche dirigido contra los bárbaros y los griegos asiáticos, que ignoraban la pederastia y los ejercicios gimnásticos. Habla de ambas cosas como si estuvieran relacionadas»24. Finalmente, formula la siguiente apología epicúrea en vísperas de una buena cena: Querido Doctor: [... ] Que los placeres espirituales se multipliquen en usted sin menoscabo de los carnales; que crezcan sus riquezas sin que aumenten sus deseos; que su carro de batalla siga rodando sin que fallen sus extremidades; que su lengua adquiera con e! tiempo la dulce locuacidad de la edad provecta, sin que sus dient~s pierdan e! filo y la agudeza de la juventud... 25 Junto a esto, mencionaré brevemente por fin que, entre otras, encontraremos también por parte de Hume críticas a un teólogo

22 23

24

Cursivas mías, marzo o abril de 1734, 23 años. 10 de septiembre de 1743,32 años. 18 de febrero de 1751 , 40 años.

Ensayo de una historia humorística de la filosofía

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por ser ate0 26 , así como críticas a Rousseau porque, habiéndose ocupado de la fidelidad conyugal de su heroína Heloísa estando soltera y luego casada, «lo único que le falta es escribir un libro para instrucción de las viudas»27. En todo caso, el texto que más me impresiona de las cartas de Hume, y uno de los que mejor muestran el talante filosófico y vital del filósofo de Edimburgo es el contenido en la última carta de Hume a la que fue la única mujer que casi le hizo abandonar la soltería, la Condesa de Bouffleurs; Hume, enfermo de lo que pudo ser un cáncer de hígado, se entera de la muerte del amante de la condesa y antaño su propio rival, el Príncipe de Conti, y le escribe una cariñosa carta, desde su propio lecho de muerte, expresándole sus condolencias. La despedida vale, es mi opinión, más que muchos tratados sobre el carácter y la virtud y muestran como el humor, a lo largo de la vida, puede ser una adecuada preparación, filosófica y vital sin más, para el final de ésta: «Sin ansiedad ni pesar, veo cómo la muerte se acerca gradualmente. Por última vez, os saludo con gran afecto y consideración.» Hume murió cinco días después manteniendo intacta la misma serenidad, el mismo sentido del humor y la misma jovialidad que siempre, con la consiguiente indignación de quienes no lograron reconciliarlo con la única fe verdadera. Después del brillante siglo XVIII francés e inglés, la historia humorística de la filosoRa sufre un grave decaimiento como consecuencia de la entrada en escena de la filosoRa alemana, permanentemente abocada al drama existencial. Si figura algún filósofo alemán en esta breve historia es fundamentalmente por su extravagancia más que

Carlos Mellizo, David Hume: Escritos epistolares, pág. 65 . 27 Carlos Mellizo, David Hume: Escritos epistolares, pág. 85 . La relación emre Hume y Rousseau merecería sin duda un análisis más extenso, sobre todo para intemar aclarar con ecuanimidad la parte de responsabilidad que cada uno de ellos tuvo en tan desgraciado incidente. Carlos Mellizo se ha ocupado varias veces de esta relación en sus análisis (ya mencionados) de los escritos biográficos y autobiográficos de Hume, identificándose simpatéticamente, aunque creo que sin demasiadas pruebas, con el «pobre» Rousseau. La misma tendencia pro-rousseaniana muestra el muy entretenido trabajo de David J. Edmonds y John Eidinow, El 26

perro de Rousseau: el relato de la guerra entre dos grandes pemadores de la época de la Ilustración, Barcelona, Península, 2007. Desde el bando pro-humeano merece destacarse el capítulo que dedica a las relaciones con Rousseau Mossner en The

lije 01David Hume.

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La sonrisa del sabio

por su sentido del humor, es decir, nos provocan una reacción humorística a pesar de que en absoluto lo pretenden, son para sufrimiento de su orgullo, objeto del humor más que sujeto de éste.

6. LA ILUSTRACIÓN TARDÍA. DE LAS MEDIAS DE INMANUEL KANT A LA MOMIA DE BENTHAM

Al decir de los entendidos la mejor filosofía del siglo XIX es la alemana; no lo niego, aunque tengo mis dudas, pues como Oscar Wilde siempre he pensado que «La verdadera explicación de este mundo, sea cual fuere la del otro, es el amor, no la filosofía alemana». En todo caso, en el panteón de humor filosófico, los filósofos alemanes de los siglos XVIII y XIX apenas tienen reservado un sitio pequeño y no para un filósofo académico, sino para un escritor epigramático y genial, Georg Christoph Lichtenberg, al decir de Nietzsche una de las cimas de la lengua alemana por su precisión y, hay que decirlo, por su a veces divertida maldad. Lichtenberg, que era por decirlo de algún modo, poco agraciado físicamente, como Kierkegaard, y como la mayoría de los filósofos, salvo creo la excepción de Platón (que era un gimnasta cuadrado, al menos de joven) y Helvetius, una especie de modelo de pasarela, nos ha dejado muestras imborrables de lo que podríamos llamar «píldoras filosóficas», asistemáticas y parciales, llenas de humor y citadas aquí porque se refieren a muchos de sus coetáneos profesores de Filosofía en la Alemania del siglo XIX: Véase si no, la proposición: «246. Traficaba con opiniones ajenas. Era profesor de filosofía.» O la: «320. Cuando se pone a filosofar, suele arrojar sobre los objetos una agradable luz lunar que, en general, agrada, mas no permite ver con claridad ni un solo objeto.» Lichtenberg elogia a los ingleses y franceses por superar en ingenio a los alemanes 28 . Lo cual confirma nuestra tesis de el gran período de la filosofía' humorística está en la Ilustración británica. Esto lo confirma la posición preeminente sobre todo de algunos pensadores ingleses en una hipotética historia humorística de la Filosofía. Analizaremos un poco más adelante la figura estelar de JeGeorg Christoph Lichtenberg, Breviario de aforismos, Barcelona, Círculo de Lectores, 2001, pág. 193. 28

Ensayo de una historia humorística de la filosofía

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remy Bentham, probablemente el ftlósofo profesional más extravagante y raro de la historia, pero por el momento nos pararemos, aunque sea brevemente en un filósofo que, muy pocas veces, es citado, ni siquiera concebido, como alguien divertido: Immanuel Kant. Parece inconcebible que el autor de la Crítica de la razón pura (KRV) o de la Crítica de la razón práctica (KPV) pudiera aportar algo a la historia humorística de la Filosofía que estamos construyendo, pero lo hizo, no en este caso, con su obra, sino con su vida. Immanuel Kant era, por decirlo, llanamente, un poco raro y maniático. De hecho, según Russell, es el responsable de lo que hoy se entiende social y académicamente por ftlósofo: un varón, soltero, extravagante y senil. Para la historia de las relaciones entre el humor y la Filosofía la figura de Kant fue rescatada, como siempre ocurre en estos temas, por un magnífico escritor decadentista inglés, Thomas de Quincey, en una divertidisima obra titulada Los últimos días de Kant. De Quincey también escribió, entre otras obras, una defensa del asesinato como una de las bellas artes, en la que se incluyen las actas de un club de asesinos que se reúnen para escoger el mejor asesinato de la semana y el relato jocoso de la resistencia de un panadero francés, que conocía bien las reglas del boxeo, a ser asesinado por amor al arte. Hay que decir que De Quincey también escribió una amplia narración de sus relaciones con el consumo de Opio, sustancia que no sabemos si también estaba en el origen de su peculiar forma de ver la historia de la Filosofía. En todo caso, su libro sobre Kant es

una joya del humor decimonónico y responsable de la creación de la llamada leyenda negra sobre Kant. Esta leyenda negra está compuesta, en todo caso, de un conjunto de historias realmente divertidas, de las cuales resumiré tan sólo las más jocosas. Dejando a un lado las ya muy conocidas historias relativas a que en Konisberg todo el mundo ponía en hora los relojes cuando Kant pasaba por ciertos sitios debido a su obsesivo control del tiempo, De Quincey reconstruye de un modo divertido y genial dos episodios que merecen pasar sin duda a la historia de la Filosofía vista desde el humor: el procedimiento para acostarse de Kant y su invención de una máquina de sujetarse los calcetines. Comencemos por la cama, que no es mal adagio tratándose de gente tan aburrida como los ftlósofos. Contemplemos cómo se mete en la cama un genio de la Filosofía:

La sonrisa del sabio La larga práctica le había enseñado una diestra manera de anidarse y envolverse en la ropa de cama. Antes de nada se sentaba al borde de la cama; entonces, con un ágil movimiento saltaba oblicuamente sobre su lecho; a continuación tiraba de una esquina de las mantas por debajo de su hombro izquierdo y, pasándola por la espalda, la llevaba a su alrededor para colocarla bajo el hombro derecho; en cuarto lugar, mediante un particular tour d'adresse, procedía del mismo modo con la otra esquina y, finalmente, se las ingeniaba para envolver a toda su persona. Así, envuelto como una momia o (como yo solía decirle) como un gusano de seda en su capullo, esperaba la venida del ~ sueno, ... 29

o aún más hilarante, veamos cómo se vestía: ... por miedo a obstruir la circulación de la sangre se negaba a utilizar ligas [para sujetar las medias y calzas que se llevaban entonces]; sin embargo, como encontraba difícil mantener las medias en su sitio sin ellas, había ideado para su uso un sustituto más elaborado ... : en un pequeño bolsillo, algo más pequeño que un reloj de bolsillo, pero que ocupaba muy aproximadamente la misma posición en cada uno de sus muslos, se encontraba Wla pequeña caja, algo parecido a una caja de reloj, pero más pequeña; en esta cajita había introducido un muelle de reloj con una rueda, alrededor de la cual había enrollado un cordón elástico cuya tensión se regulaba mediante un artefacto adjunto. En los extremos de estos cordones había unos ganchos que pasaban a través de una abertura en los bolsillos, y así, bajando por los lados interno y externo del muslo, se suspendían por dos presillas en los lados ... Como se puede esperar, un aparato tan complejo estaba expuesto, como el sistema ptolomeico de las esferas, a desarreglos ocasionales ... 3D

Vamos, que se le caían las medias, los pantalones y lo que fuera a pesar de tanta mecánica, física y hasta pneumática. Como pueden ver, la presencia de la filosofía alemana en esta historia humorística de la filosofía sólo se justifica porque la vida de Kant es narrada por un irreverente inglés. Thomas de Quincey, Los Últimos días de Kant y otros relatos, Madrid, La Fontana literaria, Felmar, 1975, pág. 39. 30 Thomas de Quincey, Los Últimos días de Kant y otros relatos, págs. 42-43. 29

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I7 I

En relación con Bentham, la cima de la locura filosófica más absoluta, diré poco pero creo que será suficiente. Bentham es sin duda, por méritos propios, el personaje estrella de esta historia. Jeremías Bentham fue un filósofo inglés de los siglos XYlII y XIX muy influyente en la España del siglo XIX, en especial por su amistad con los constitucionalistas de 1812. Bentham era multimillonario por par~e de su padre y heredó gran parte del centro de Londres. En vez de gastárselo en tonterías, donó toda su fortuna para crear la primera Universidad no vinculada a una orden religiosa de Inglaterra, el actual University College de Londres. Como había donado una inmensa cantidad de dinero y propiedades, podía permitirse ciertos lujos. Una de sus obsesiones era pasar a la posteridad y ha sido el único filósofo que realmente lo ha conseguido en sentido literal. Escribió un testamento por el que obligaba a la Facultad de Medicina de la Universidad que había fundado, si querían cobrar y heredar (Bentham era soltero), a, una vez que se muriese Bentham, diseccionar su cuerpo en el Aula Magna de la Facultad con todos los profesores y alumnos presentes, que tendrían que aplaudir a medida que le fueran sacando los órganos. Su cuerpo, finalmente, debía ser momificado, guardado en una vitrina y colocado en un lugar bien visible del University College. Durante bastante tiempo fue una de las gamberradas preferidas de alumnos avanzados de la Universidad de Londres mandar a los novatos a buscar un libro en una vitrina de la Biblioteca que, al abrirse, mostraba dentro el cadáver de Bentham. Normalmente llegaban corriendo a la calle presos del pánico al ver a un Bentham sonriente mirándolos desde dentro del armario. Otra tradición filosófica del Colegio rival del University College, el King's College o Colegio Real, consistía en obligar a los estudiantes de primero a secuestrar la cabeza de la momia de Bentham, con la que llegaron a jugar al futbol y que finalmente escondieron un año en una taquilla de la estación de Aberdeen. A la señora que fue a usar la taquilla supongo que la tuvieron que atender de ur• genClas. Ante tanto desmadre con el cuerpo y la cabeza del fundador de la Universidad de Londres, su graciosa majestad decidió convertir en patrimonio del Estado y de la Corona la momia de Bentham y desde ese momento cualquier agresión contra su persona, entre comillas, es constitutiva de delito. De hecho, en un determinado mo-

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La sonrisa del sabio

mento y al devolver la policía la cabeza robada de Bentham, como le habían hecho una cabeza de cera, la momia tuvo dos cabezas, una de ellas entre las piernas. Actualmente la momia de Bentham lleva una existencia tranquila custodiada por las autoridades del UCL y sólo se mueve en su vitrina con ruedas para asistir a las sesiones de la Sociedad Internacional de Estudios Utilitaristas, de la que es, como no podía ser de otro modo, presidente perpetuo. El señor secretario de la ISUS pasa lista y al llegar a Bentham, Jeremy, canta: «Presente, pero sin voto.» Siempre que asisto a esas reuniones espero, encantado, que ocurra alguna clase de sortilegio o encantamiento, que finalmente permita que Bentham desempate una votación. Como ven, Jeremías Bentham tiene un lugar destacado en esta historia humorística de la Filosofía por su radical extravagancia. También debería tenerlo por el uso del humor en sus obras filosóficas y, en la tercera vía, por su manifiesta tendencia a sostener teorías extrañas y divertidas. Uno de los pasajes más divertidos de la obra de Bentham tuve ocasión de conocerlo y traducirlo cuando en el año 2002 edité para la editorial Biblioteca Nueva, junto con el catedrático de Cádiz Francisco V ázquez, una obra de Bentham titulada De los delitos contra uno mismo, en la que se ocupa fundamentalmente de argumentar desde un punto de vista liberal, yen 1789, a favor de una despenalización (el castigo entonces era la muerte) de los comportamientos homosexuales tanto masculinos como femeninos. En un determinado momento, y para apoyar, su idea de que entre adultos que consienten no debe haber interferencia externa que gobierne sus comportamientos sexuales, señala lo siguiente: Si hay alguna idea ridícula, es la de un legislador que, cuando una mujer y un hombre están de acuerdo acerca de un asunto de esta clase [se refiere al sexo], se entromete entre ellos, examina las situaciones, regula los momentos y prescribe los modos y posturas. El médico estricto que, tan pronto como Sancho, Gobernador [de la ínsula Barataria]31, fantaseaba con un plato de comida, mandaba retirarlo, es el modelo, aW1que imperfecto, de tallegislador32 . Añadido del T. 32 Jeremy Bentham, De los delitos contra uno mismo, ed. de Francisco Vázquez García y José Luis Tasset Carmona, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002. 31

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Hoy que los liberales sólo hablan de Economía, deberían volver los ojos hacia Jeremías Bentham, quien es evidente que aplicaba el liberalismo a cosas mucho más divertidas.

7.

ROMÁNTICOS y TRISTES: ¿EL FIN DE LA HISTORIA DEL HUMOR EN LA FILOSOFÍA? EN TORNO A MILL y SUS DEPRESIONES: • BREVE DISQUISICIÓN SOBRE EL PRECIO DE LA MANTEQUILLA

El sano humor de los últimos ilustrados británicos sufrió un bajón considerable con la entrada en escena del romanticismo, en términos filosóficos, siempre abocado a la trascendencia. Un buen ejemplo de cómo un maestro jovial y divertido como Bentham, a su vez discípulo de Hume, puede dar lugar a uno de los filósofos mds fonebres de la historia, lo tenemos en el caso de John Stuart MilI. Educado de una manera muy extraña completamente separado de otros niños, el fundador del liberalismo contemporáneo, y también uno de los fundadores del socialismo, confiesa que en torno a los 20 años se planteó seriamente el suicidio. Logro evitarlo leyendo a los poetas románticos británicos, influidos a su vez por los poetas románticos alemanes. Todo ello lo completó con una amplia formación en filosofía alemana del XIX. De todo esto, es obvio, no podía salir nada bueno. Defensor de la autonomía radical del individuo, Stuart Mill sin embargo no era en los aspectos cotidianos un modelo de lo mismo que defendía; en sus diarios secretos confiesa haber mandado una carta urgente a su mujer, que estaba en Francia, por lo que la carta podía tardar varios días, para recibir instrucciones precisas sobre si debía comprar 1/2 libra o libra completa de mantequilla, ya que tenía serias dudas acerca de qué decisión tomar; a esta consulta inicial tan «autónoma», la siguieron otras varias sobre la cantidad de pan, de leche, etc. Junto a eso, y con un carácter decididamente morboso se intercambiaban, su amada y él, cartas y cartas poniéndose al día de la evolución detallada de sus respectivas enfermedades; todo ello, como se puede observar, muy diver-

tido y alegre, casi jovial John Stuart Mill todo se lo tomaba en serio y de forma radical, de hecho fue uno de los fundadores del ala radical del partido liberal. Como malthusiano que era acabó detenido por repartir panfletos sobre el control de la natalidad en la puerta de las fábricas y

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como partidario de la igualdad entre los sexos y de la crítica radical de la institución del matrimonio, estableció un acuerdo con un matrimonio amigo para convertirse en trío; él disfrutaría de la compañía de Harriet Taylor los veranos y su marido legal los inviernos. El conveniente acuerdo, que según Mili fue platónico hasta que el señor Taylor se murió, y él se casó con la viuda, despertó las carcajadas de Oscar Wilde, contemporáneo de Mill y aunque ideológicamente afín al socialismo de éste, un feroz crítico de la mojigatería progresista de MilI y de otros muchos intelectuales victorianos. En su pequeño ensayo titulado «Qué leer y no leer», un manual de instrucciones para un caballero interesado por le estética y la elegancia, recomienda no leer nunca a los MilI, así como aquellos libros que pretenden demostrar algo y los que no pretenden demostrar nada. Al parecer, para Wilde, los trabajos de Mill entrarían de lleno en ambas categorías. En suma, Mili es un gran filósofo, pero podría pertenecer a la misma categoría de Kant, la de aquellos pensadores que jamás introdujeron ni una sola brizana de satira o ironía, por supuesto tampoco de humor, en su obra. Tan serio era Mili que cuando se murió Bentham, fue incapaz de advertir que se había muerto un tipo que había pedido que lo momificaran y lo pusieran en el Hall de la Universidad de Londres, lo que daba ciertamente para decir muchas cosas divertidas; pues bien, Mill escribió un «Obituary on Bentham» o escrito funerario en honor de Bentham, en el que no dejaba viva ni una sola de las ideas de éste. Tenga uno discípulos para esto. Desde entonces entre los utilitaristas afines a Bentham ha quedado una cierta desconfianza con respecto a los millianos, siempre dispuestos a criticar cualquier cosa antes que a reírse. Cosas de familia. Por su parte, los benthamitas, entre los que me incluyo en este aspecto, tendemos constantemente a sacar a los serios miliianos de sus casillas con bromas y acertijos relativos al cálculo de la utilidad, a corto plazo, a medio plazo, a largo plazo en el presente, en el pasado, en el futuro, etc. Por ejemplo, .una página de Internet benthamita se pregunta «¿cuántos miliianos hacen falta para estropear los cálculos preparatorios de una buena juerga?». Desde luego, el humor en la filosofía hubiera desaparecido bajo las botas del pensamiento alemán y su influencia en Inglaterra si no hubiese sido porque, junto a la casa de los Mili, jugaba ya un pequeño aprendiz de matemático y filósofo, hijo del primer ministro, llamado Bertrand Russell, otro de los pocos ejemplos de unión de

Ensayo de una historia humorística de la fJosofía

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una vida divertida, de ideas extravagantes y de un ingenio estilísti. , co SIn parangon.

8. DECIMONÓNICOS DE TRANSICIÓN. SOBRE RUSSELL, WITTGENSTEIN y LOS ATIZADORES Y SU UTILIDAD EN LA DISCUSIÓN FILOSÓFICA •

Russell también fue hegeliano y trascendente al principio, pero le duró poco. También fue comunista y prosoviético, pero dejó de serlo al instante tras conocer a Lenin. Fue muchas cosas, ya que vivió casi un siglo e incluso ganó el Nobel de Literatura. Russell fue un escritor galante y un amante impenitente a pesar de su aspecto poco agraciado. Escandalizó a la Inglaterra victoriana siempre que pudo, fundó una escuela nudista que por supuesto dirigió desnudo, fue expulsado por predicar el amor libre en la Universidad nocturna de Nueva York y llegó a cortejar (y consumar el cortejo) por turnos a las dos hijas de Arnold Whitehead mientras que entre los dos escribían uno de los libros más importantes de Matemática del siglo xx, los Principia Mathematíca. Quizás el episodio menos divertido de su vida, que vivió siempre con gran sentido del humor, fue el descubrimiento en sus clases de un auténtico genio, Ludwig Wittgenstein, un individuo insoportable, faltón, pero millonario, con lo que se podía casi permitir ser lo que le daba la gana. Un buen ejemplo de su modo contundente de comportarse y de argumentar lo tenemos en un famoso incidente con Karl Popper, que dio lugar a la expresión «el atizador de Wittgenstein». Estando acostumbrado Wittgenstein a que nadie le llevara la contraria, en medio de una conferencia de Karl Popper sobre el método científico y con el fin de apoyar sus argumentos, cogió entre sus manos un atizador de chimenea y comenzó a argumentar moviéndolo de un lado a otro como si fuera un sable o un estoque, apuntando a Popper, quien corría el riesgo de ser ensartado por el «afilado argumento» de Wittgenstein. Cuando Popper, lejos de amilanarse, le señaló que necesitaría algún argumento más, aparte del atizador, para hacerle cambiar de opinión, Wittgenstein tiró el atizador y se marchó de la sala enfurecido. En mi opinión, si prueba algo este incidente es que la filosofía alemana, o en este caso austríaca, no mejora su humor ni trasla-

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dándola a Cambridge. También explica el progresivo alejamiento entre Russell y Wittgesntein. Normalmente se dice que los alejaron sus ideas. Parece plausible pensar que también influyó su diferente sentido del humor. Precisamente en Inglaterra y en Cambridge acabaremos nuestro viaje.

9.

EL HUMOR EN LA ACTUAL FILOSOFÍA: MANUAL PRÁCTICO DEL PERFECTO FILÓSOFO. TÉCNICAS AVANZADAS Y RECURSOS DE ALTO NIVEL

¿Qué pasa, para finalizar, en la actualidad en Filosofía: podemos aplicarnos el humor y la sátira a nosotros mismos y usar toda nuestra filosofía para mostrar una visión de nosotros mismos como filósofos que sea a la vez justa y divertida? Vamos a hacer la prueba. Una de las mejores exposiciones humorísticas de las típicas características y manías de los filósofos profesionales es la incluida en esa pequeña joya del divertimento filosófico denominada A Bluffers Cuide to Philosophy; extractaré los puntos fundamentales, aunque con alguna ampliación y desarrollo personales: Jim Hankinson, al intentar extraer las características que definen al filósofo hoy señala algunas técnicas útiles para al menos parecer un filósofo serio, que demuestran que los filósofos actuales y no sólo los del XVIII sabemos reírnos de nosotros mismos 33 . La primera de ellas es el uso continuado de preguntas al hablar. Jamás afirme nada, lo que es de mal gusto, si puede hacer una pregunta. «Vea la diferencia que va de preguntar, inocentemente: "¿A usted no le parece que con ello da por supuestas algunas cuestiones bastante inverosímiles?" A decir, tajantemente: «Eso da por supuestas bastantes cuestiones inverosímiles.» Así que ante la duda haga una pregunta aunque no tenga la más remota idea de qué decir. La segunda técnica filosófica básica es salirse por la tangente: •

Nunca se comprometa... Déjese siempre vías de escape. Una ventaja del sistema es que confiere ... un cierto aire de caución intelectual [de prudencia]. Fórmulas como: «Al menos a mi me parece que» (aunque no se lo parezca), o «Me inclino a pensar que» (aun en el supuesto de que no piense nada en absoluto),

33

Hankinson, Cómo dárselas de experto en filosofla, págs. 50-55.

Ensayo de una historia humorística de la mosofía

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o también «Quizás habría algo más que decir al respecto» (por más que, evidentemente, a usted no se le ocurra nada más), deben ser tenidas en cuenta.

La tercera se basa en la adopción del tono adecuado a la imagen del filósofo: «... debe ser bajo, comedido y considerado. Trate de dar la impresión de que todo cuanto dice ha sido cuidadosamente meditado: descubrirá, no sin asombro, que la observación más pedestre puede sonar inteligente y profunda, sobre todo si por medio hay un par de copas»34. La cuarta se refiere al aspecto flsico del filósofo, o de la filósofa. Aquí la experiencia dice que sólo hay dos posibilidades: «1) El supermán nietzscheano, impecablemente vestido y dotado de una dicción limpia y precisa. 2) La ruina increíblemente desaliñada y olvidadiza, del tipo sabio despistado»35. El modelo dominante entre nosotros los ftlósofos es sin lugar a duda, y salvo honrosas excepciones, que no dejan de ser eso, excepciones, el modelo desastrado y hasta un poco «cutre», despistado, olvidadizo, en general, un poco desastre. No hay que olvidar la anécdota de la muchacha tracia que se reía corno una descosida de Tales de Mileto, quien, mirando el cielo, se cayó en una zanja que no había visto. No es el único ftlósofo que ha tenido problemas con una zanja. Mossner relata la caída de David Hume, el filósofo escocés, en una zanja, cuando iba camino de las obras de su nueva casa; una vieja que pasaba por allí le preguntó si se encontraba bien y al contestarle éste que sí pero que necesitaba ayuda para salir de la zanja, se dio cuenta de quién era, un famoso filósofo con fama de ateo, después de lo cual la vieja le propuso un trato: «te sacaré de la zanja si rezas un padrenuestro». Hume, herido en su orgullo, pero consciente de que podría acabar sus días en aquella situación, procedió a rezar sus oraciones tal y corno le exigían y fue ayudado a salir de su miserable situación, después de lo cual la vieja fue contando por todo Edimburgo que había logrado lo que ningún teólogo, convertir al ateo oficial del Reino Unido. Hay que decir que James Boswellle ofreció un trato semejante cuando se estaba muriendo, pero prometiéndole la vida eterna, que Hume rechazó al considerar poco fiables las garantías que se le ofrecían de cumplimiento del 34 35

Hanlcinson, Cómo ddrselas de experto en filosofia, págs. 50-51. Hanlcinson, Cómo ddrselas de experto en filosofia, pág. 51.

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trato. Con su característico utilitarismo, debió pensar, por una parte, que Boswell era un miserable que poco podía prometerle a un moribundo, y, por otra, que de una zanja se puede salir y seguir la propia vida, no así de la situación en la que estaba. Una indignidad puntual se puede remediar, una al final de todo ya no tiene arreglo. Pero, estábamos hablando del aspecto físico de los filósofos. Habíamos concluido que pocos de ellos hubieran podido participar en un concurso de modelos. Sentado esto, que somos gente bastante normalita, todo filósofo debería adoptar sin duda como modelo o ideal el del supermán nietzscheano; aunque no lo logres, siempre tendrás un aspecto algo más respetable que si te conviertes en una ruina andante. Otra técnica filosófica de resultados absolutamente contundentes es el uso de la enumeración. En caso de duda, enumere; lo que sea, pero proceda a enumerar. Ante cualquier obstáculo en el combate filosófico, ya sabe, diga por ejemplo: «Se me ocurre que habría que distinguir aquí al menos varios aspectos distintos: uno ... dos ... tres ... veintiocho ... » Si consigue llegar al final de la enumeración, el enemigo seguramente habrá huido. «En mi opinión, eso que usted dice plantea al menos tres cuestiones», es un buen comienzo, especialmente si plantear, usted no plantea nada. Cuantas más cuestiones sea capaz de plantear, mejor. [... ] En general es aconsejable ser muy específico: sugerir tres cuestiones es el mínimo, cuatro aconsejable y seis o siete puede provocar efectos devastadores. Trate de presentar además una apariencia ingenua mientras las enumera. Piense que si amenaza con exponerlas todas, lo más probable es que su adversario pierda la cuenta, o se retire36 .

Junto al aspecto físico y las técnicas lingüísticas más o menos sofisticadas, todo filósofo debe tener un repertorio de trucos bajo la manga. Es muy conocido y útil el uso de objetos o aditamentos físicos para concentrarse, y distraer a los demás. Lo que más usan los filósofos como mecanismo de control son, sin lugar a dudas, las pipas de fumar y las gafas. Dándoles vueltas y vueltas, y realizando todas las operaciones de encendido, prueba y disfrute de una pipa, en el curso de un debate, con algo de suerte, ni siquiera dará tiempo a

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Hankinson, Cómo dárselas de experto en filosofla, pág. 52.

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que usted abra la boca y disipe todas las dudas sobre su absoluta carencia de ninguna clase de opinión fundada sobre el asunto en cuestión. En la Universidad de Sevilla tuve un profesor que sustituía la pipa por liarse los cigarrillos en clase manualmente, lo que introduCÍa un encantador tono flower power en esta técnica clásica de despiste del contrario, o en este caso, del alumno. Al final, todos admirábamos su destreza manual y nos olvidábamos de lo raras que eran sus ideas; que lo eran. ' La técnica filosófica siguiente universalmente empleada por casi todos los filósofos, especialmente desde la irrupción de la filosofía clásica alemana que va de Kant a Hegel, es el uso de un lenguaje deliberadamente oscuro. Aquí hay una regla de oro: «nunca diga nada en castellano si puede hacerlo en otra lengua (preferiblemente en alemán)>>. No es lo mismo citar Sobre la voluntad en la naturaleza de Schopenhauer que su Über den Willen in der Natur. Eine

Erorterung, welche die Philosophie des Verfassers, seit ihrem Auftreten, durch die emprischen Wissenschaften erhalten hato Los efectos de esta técnica son demoledores y normalmente dejan rendidos a nuestros pies a cualquiera que desee sostener algo, por sensato que sea. No haya nada que pueda con una buena palabreja en alemán. Intenté no pasar, en todo caso, de una palabra a frases completas, porque entonces se corre el riesgo de que se note mucho que hay muy pocos filósofos que sepan de verdad alemán. Dentro de estas mismas técnicas lingüísticas, otro procedimiento clásico del debate entre filósofos es el uso de complicadas formas de ganar tiempo, introduciendo fundamentalmente la consideración de que, sea cuál sea el problema del que hablamos, «merecería una consideración más cuidadosa». Esta técnica tiene una doble utilidad: de momento, acusa a la otra parte de «falta de cuidado» y lo coloca en una posición de inferioridad intelectual y, en segundo lugar, logrado esto, evita que uno tenga que aportar nada a la consideración cuidadosa del problema. Mostrar los fallos ajenos es una buena manera de no tener que demostrar las propias virtudes. En todo caso, esta técnica responde a la segunda regla de oro de cualquier filósofo que se precie y ha sido universalmente aplicada en la historia de la filosofía: siempre, en toda cir-

cunstancia, hay que complicar lo que es esencialmente simple y oscurecer lo que es claro. De hecho una de las frases recurrentes en la discusión filosófica y en la historia de la filosofía es una aplicación directa de esta téc-

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nica que podríamos denominar estrategia de profundidad aparente: «En realidad, querido amigo, eso que usted dice o plantea es mucho más complicado de lo que a primera vista parece.» La técnica inversa tiene también resultados demoledores. Ante un problema o una realidad verdadera y auténticamente complicada, la historia de filosofía es un relato continuo de ejemplos de una estrategia de simplicidad o de lo que Newton llamaba parsimonia: «Parezca lo que parezca la realidad, de hecho todo obedece al funcionamiento recóndito de un único y simple principio de explicación.» Si no se le ocutre ninguno, haga lo que Anaximandro, un filósofo presocrático griego, no se pille los dedos y diga que dicho primer principio es «lo indeterminado» y listo. El uso de esta técnica, como no ofrece ningún tipo de pruebas, deja sin habla a la audiencia y al oponente. Muy relacionadas con estas dos técnicas están las dos últimas argucias filosóficas comunes entre los filósofos profesionales: la pura invención y el uso de un cierto misticismo, que no pasa de ser más que puramente verbal. Para ser un filósofo parece claro a partir de la historia de la filosofía que hace falta más imaginación que otra cosa. Por eso, una de las técnicas básicas, especialmente en la filosofía contemporánea, es la invención pura y dura. En palabras del maestro del humor filosófico Jim Hankinson Alguien dijo en cierta ocasión que no hay posición o doctrina, por absurda que sea, que en un momento u otro no haya sido sostenida por uno u otro filósofo. Partiendo de esa base, siéntase seguro a la hora de inventarse un filósofo. Para estas ocasiones son ideales los metafísicos alemanes poco conocidos del siglo diecinueve. Usted puede echar mano, por ejemplo, del bueno de Heinrich Niemand (Enrique don nadie en castellano), profesor de filosofía en la Universidad de Bad Homburg (estado que sí existe, no todo puede ser irreal), un tipo maravilloso que, aparte de poseer la rara virtud de no haber existido, le saca a uno de toda clase de dificultades. «y bien», dirá usted muy seguro, «por extraño que parezca, esto es lo que Niemand sostenía», y descubrirá que, en la mayoría de los casos, funciona como un reloj.

Esta técnica tiene dos derivaciones muy usadas, que yo mismo empleo en mis clases para tortura de mis alumnos que nunca

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saben si les digo la verdad o no (lo que sorprendentemente para mí hace que se tomen mis clases muy en serio), y que empleé junto con otros compañeros igual de poco formales que yo cuando éramos estudiantes en la Universidad de Sevilla, la denominada cita a la francesa, en sus dos variantes, la cita incompleta o inexacta por desconocimiento, pero que al estar acompañada de una cierta gracia e ingenio por quien la usa pasa desapercibida, y la cima del ingenio filosófico contemporáneo, la ' cita inventada, ejemplo ya de un humor maligno pero muy atractivo. Bernard HenriLevy, un destacado filósofo francés actual, confesó tras acabar un debate en la RTF que se había inventado todas las citas que había usado en el debate; y habían sido más de 40 eruditas glosas y referencias textuales y bibliográficas. A un nivel más modesto, debo decir que en mi tesis doctoral sobre David Hume yo mismo procedí a comentar un texto, en versión bilingüe y con amplitud de detalles, que simplemente Hume nunca escribió pero que a mi me apetecía que hubiera escrito. Me dieron la nota máxima y en el tribunal había destacados especialistas en el pensamiento de Hume, así que «coló». La otra técnica derivada es la denominada bibliografla fantástica, en la que sin duda el gran maestro en España es mi compañero y amigo, catedrático de Filosofía de la Universidad de Cádiz, Francisco Vázquez. Sus trabajos durante la carrera incluían cosas tan absolutamente hilarantes e in detectadas como la atribución de una obra de Fenomenología de la Religión a la erudita francesa Ann Marie Brizard (el nombre de un anís) o de una obra sociológica al experto catalán CarIes Rexach, el ayudante de Johan Cruyff en el Barcelona de la época. El modelo cundió y llegamos a inventar un trabajo a partir de un manuscrito de dietética cartesiana encontrado en la biblioteca de la Facultad de Medicina de Cádiz, que por supuesto jamás existió. Dios mío, qué jóvenes éramos ... y qué salvajes. Al final, de todo, y sin con estas técnicas tan variadas, usted no ha conseguido su efecto: parecer un filósofo o filósofa en toda regla, queda todavía un recurso final, recomendado como una posibilidad sólo para desesperados: el misticismo. Primero, comience por inventar «... algunas paradojas sin sentido (como por ejemplo: «La única luz verdadera es la que brilla en la oscuridad», o bien: «Cada paso adelante es un paso atrás»). 2) Tenga en reserva algunos proverbios inútiles (como «Aquel que habla con los peces tiene la suerte de hallar una res-

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puesta», o bien «Cuanto más alto es el árbol, más pequeño es el fruto»). 3) Profese creer al menos en algo palpablemente absurdo pero metafísico, como por ejemplo Todas las Cosas son Una Sola Cosa, o que la Realidad Cotidiana es una Mera Ilusión comparada con la Verdadera Luz que emana de Dios. Es Vital hablar siempre en Mayúsculas [o con tono de voz grave y cavernoso]. 4) Arrégleselas para insinuar que el Camino hacia el Conocimiento, si bien Largo y Arduo, es Finalmente Alcanzable; y aña, da que una de las vías posibles es Entrar en una Intima Relación con uno mismo. [Sea lo que sea lo que esto signifique.] 5) Bajo ningún concepto deje de lucir todo el raro una Sonrisa Bondadosa, que como usted sabe es prácticamente indistinguible de [la simple cara de estúpido]». Si después de aplicar todas estas técnicas no consiguen ustedes triunfar en cualquier debate o por lo menos que sus interlocutores huyan cada vez que les vean, es que no han nacido ustedes para la Filosofía. Qué le vamos a hacer.

10.

CONCLUSI6N.

LA DIVERSI6N

COMO MÉTODO FILOS6FICO:

EN TORNO A MONTAlGNE

En fin, y después de todo, que ha de quedar después de este recorrido espero que divertido por la historia de la filosofía y por el propio ejercicio de la actividad filosófica. Creo que habremos cumplido simplemente con el deber que señalaba Epicuro al principio de este viaje: es necesario reconciliar la filosofia con la vida cotidiana y reírse, reírse de todo, principalmente de uno mismo, lo cual es fácil si uno se dedica a algo tan risible como la Filosofía. Al final, con ello, y como recomendó Miguel de Montaigne en su ensayo Sobre la diversión, nos habremos distraído del dolor, del sufrimiento, de la muerte y habremos pasado el tiempo en buena compañía y, quizás, s~lo quizás, iremos más allá del humor y nos adentraremos en las profundidades más recónditas de la Filosofía. Seremos filósofos, pero habremos aprendido, por medio de la risa también a ser más humanos. No me alargo más. Como dice el duendecillo amoroso, Oberón, al final de El sueño de una noche de San Juan, podría resumir mi trabajo señalando que he querido enseñar algo a mis lectores y divertirles todo lo posible.

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Si lo he logrado les pido su reconocimiento, si no lo he conseguido les pido que tengan un poco de humana compasión por el autor, un nostálgico exilado sevillano quien sólo ha intentado ofrecer con este trabajo cierto ingenio y mucho afecto por quienes en él aparecen satirizados. Vale et Salve. •

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