En la prisión las mujeres son una incómoda excepción

June 7, 2017 | Autor: E. De Miguel Calvo | Categoría: Investigación de Prisiones, Mujeres Encarceladas, Sociología del amor, Emociones
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Descripción

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Después de muchos años haciendo trabajo social en las cárceles Estibaliz de Miguel ha analizado las ‘Relaciones amorosas de las mujeres encarceladas’ BILBAO – Primero fue un intenso trabajo de campo –con entrevistas en profundidad a 49 mujeres encarceladas– y académico, después una tesis doctoral y ahora un libro que obtuvo el premio Micaela Portilla Vitoria de la UPV/EHU. En Relaciones amorosas de las mujeres encarceladas Estibaliz de Miguel (Barakaldo, 1974) aborda las especificidades de la vida en prisión de las mujeres y analiza más en profundidad un aspecto poco tratado: la importancia del amor de pareja y maternal para ellas. De Miguel sostiene que es necesario aplicar una perspectiva de género al estudio del ámbito penitenciario femenino, caracterizado hasta ahora por concepciones sexistas y estereotipos. Las mujeres suponen el 7,8% de la población reclusa del Estado español. En su libro se ponen en evidencia muchas situaciones de discriminación y desigualdad de las mujeres presas, ¿cree que tras esta denuncia alguien tomará nota y podrá cambiar algo? —Eso espero. El hecho de que se haya publicado el libro y la gente lo lea, que lo encuentre interesante, ya cambia las cosas. Hay gente que me dice que le está cambiando la mirada. Además está surgiendo cierto interés, tanto académico como

Deia – Domingo, 28 de febrero de 2016

Estibaliz de Miguel Calvo DOCTORA EN SOCIOLOGÍA, TRABAJADORA Y EDUCADORA SOCIAL

“En la prisión las mujeres son una incómoda excepción” Una entrevista de Beatriz Sotillo Fotografía Jose Mari Martínez

social, por estos temas y ahí es interesante poder ofrecer una perspectiva de género sobre una realidad que está atravesada por muchos estereotipos y por cierto morbo. Insiste mucho en que el ámbito penitenciario, como la sociedad en general, es androcéntrico y no tiene en cuenta a las mujeres. —Las mujeres encuentran muchas dificultades muy concretas en el día a día, tanto dentro de la prisión como fuera. Por ejemplo, en todo el sistema penitenciario español y también en Euskadi, las mujeres están en cárceles que se llaman mixtas pero que en realidad son cárceles de

hombres donde hay un anexo para mujeres. De hecho la parte de hombres se llama ‘la general’ y las mujeres no tienen acceso a muchas de las actividades a las que sí acceden los hombres. ¿A qué no pueden acceder? —La cocina, que es un destino de trabajo penitenciario, está en la parte de hombres, de forma que ellas no tienen acceso a ese trabajo. La biblioteca también está en la parte de hombres, así que las mujeres no tienen acceso directo, deben pedir los libros y tardan más en tenerlos. El gimnasio, ellas tienen un espacio, pero con menos equipamiento y los

“En lo inmediato busco introducir una perspectiva de género en el abordaje de la situación de las presas” “Yo suelo decir que la cárcel nos pone un espejo delante y refleja las miserias de nuestra sociedad” “Las mujeres presas reciben un mayor castigo moral que los hombres, son juzgadas y estigmatizadas”

monitores deben repartir su tiempo. ¿Qué objetivos se propuso al analizar las relaciones amorosas de las mujeres en prisión? —En lo inmediato busco introducir una perspectiva de género en el abordaje de la situación de las mujeres presas, promover que el tratamiento penitenciario atienda sus necesidades, que no son las mismas que las de los hombres. Pero mi verdadera apuesta consiste en que se abra un proceso de despenalización general, pero sobre todo de las personas más desfavorecidas y las que reciben un castigo más desproporcionado, que son las mujeres. Que se articulen medidas para que ellas no tenga que entrar en la cárcel, para un cumplimiento alternativo, para ir hacia una Justicia restaurativa. ¿Ha observado muchas diferencias en la situación de hombres y mujeres dentro de la cárcel? —En el interior de la prisión ellas son una incómoda excepción, a menudo la pregunta es ¿qué hacemos con ellas? Todavía existe el debate de en qué medida tienen que participar en actividades mixtas, porque cuando existe la posibilidad de que entren en contacto con los hombres está esa cosa de si se enrollan o no se enrollan, o de que ‘nos alborotan el gallinero’. El planteamiento actual del sistema penitenciario es cómo va a afectar la inclusión de las mujeres a la organización establecida, que es androcéntrica, y lo que exigimos es que se le dé un abordaje específico. ¿Se puede decir que hay machismo en el ámbito penitenciario? —Es algo polémico, pero el trata-

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Deia – Igandea, 2016ko otsailaren 28 28a miento penitenciario también está atravesado por sesgos de genero. Hay una visión estereotipada de las mujeres presas. Ellas reciben un mayor castigo moral... eso de que son malas mujeres, malas madres, unas viciosas, unas dependientes emocionales de sus parejas. Se las estigmatiza y esa es la principal crítica que yo hago en el libro. Debemos hacer una aproximación más comprensiva y con elementos de género para romper esa dicotomía entre mujeres buenas y malas, las decentes y las indecentes, las de dudosa moral y las que supuestamente tenemos la moral impoluta. A partir de ahí podemos entender muchas cosas que les ocurren a las mujeres presas que, por lo general tienen unas circunstancias de partida mucho más desfavorecidas. ¿La mayor parte de las reclusas procede de sectores en exclusión? —Eso es el resultado de una criminalización de los sectores sociales más desfavorecidos, que se utilizan como cabeza de turco para decirnos que estamos seguras y seguros y que el delito está controlado, pero en realidad todos sabemos que las personas poderosas no entran en prisión y a veces incluso evaden la responsabilidad o el castigo asociado. Es lo que se llama la sinrazón penitenciaria. Estamos castigando a los sectores más desfavorecidos y volviéndolos a castigar. Pero están en la cárcel por haber cometido delitos. —Un 42% de las mujeres encarceladas en el Estado español lo está por delitos contra la salud pública y muchos delitos corresponden a mujeres consumidoras de drogas con un patrón de exclusión social. Esto supone que más de la mitad de las mujeres encarceladas lo está de alguna manera por su relación con las drogas, tanto por el transporte como por el uso. Se evidencia que tenemos un problema de hipocresía social porque hay gente que consume de una manera que no está criminalizada y para satisfacer esa demanda los países del norte tienen que nutrirse de países en vías de desarrollo. Y ante esto ¿qué hacemos? pues no estamos encarcelando a los cárteles ni a quienes manejan las redes de tráfico, sino a los eslabones más desfavorecidos de la sociedad y esa es la razón por la que hay muchas mujeres extranjeras en las cárceles. Yo suelo decir que la cárcel nos pone un espejo delante y refleja las miserias de nuestra sociedad, nuestras propias contradicciones, y esta es una de ellas. ¿A la hora de revisar el modelo penitenciario hay que mirar hacia algún país en concreto? —El Estado español vive la paradoja de tener una de las menores tasas de criminalidad y donde, sin embargo, la ratio de personas presas por habitante es mayor. Eso quiere decir que el encarcelamiento no depende primordialmente de la delincuencia, sino de cómo se aborde y cómo se castigue el delito y aquí el castigo es muy elevado. Sería bueno fijarse en modelos penales al estilo nórdico, también en el modelo canadiense que tiene muy desarrollado el tema de la Justicia restaurativa. ●

Las puertas de los centros penitenciarios encierran vidas y anhelos. Foto: DEIA

También hay amor tras los barrotes ESTIBALIZ DE MIGUEL INVESTIGA SOBRE LA SITUACIÓN AFECTIVA Y LAS CIRCUNSTANCIAS DE LAS MUJERES ENCARCELADAS Un reportaje de Beatriz Sotillo LGUNAS mujeres establecen relaciones de pareja durante el tiempo de encarcelamiento con hombres que se encuentran también presos. Una de cada tres mujeres con pareja entre las mujeres que entrevisté había establecido una relación en prisión”, escribió Estibaliz de Miguel en una tesis que refleja las circunstancias, las vivencias y los anhelos de 49 presas de Nanclares de Oca, o de la Loca, como dicen las mujeres encarceladas. “Quien no conoce la cárcel no se imagina que pueden ocurrir esas cosas, que se puedan iniciar relaciones amorosas entre mujeres y hombres dentro de la prisión, porque tenemos la idea de que es un lugar con muros y rejas. Pero, al final, el deseo de relacionarse se abre paso entre las grietas que deja el sistema penitenciario y sí, en el caso de las mujeres la búsqueda de una relación amorosa es mayor, en parte quizás por la falta de apoyo material y emocional que sufren, porque sienten la necesidad de tener un proyecto de futuro que suponga algo de esperanza, de creatividad, una salida de la situación en la que están”, explica a DEIA la socióloga. Estibaliz de Miguel, que analiza en qué circunstancias se inician esas relaciones –“el salón de actos es el lugar por excelencia para conocer

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Vista exterior de la prisión de Nanclares de Oca. Foto: Jose M. Martínez a potenciales parejas”–, cómo crecen y se alimentan –“las cartas constituyen un género en sí mismas como práctica amorosa en prisión”– y qué suponen para las mujeres presas, encuentra una vinculación entre esa búsqueda de una relación afectiva y “el drama del alejamiento o la pérdida de los hijos”. “Hay historias –relata De Miguel– de mujeres que no tienen nada, lo han perdido todo, hasta la custodia de sus hijos y piensan que lo que las va a salvar es tener una pareja. Se vuelcan en eso por lo que supone de empezar de nuevo. Una incluso me decía que quería tener más hijos porque había fracasado con los

anteriores. Para las mujeres presas esto es un drama tremendo, ellas creen que han fracasado con los hijos porque no pueden estar con ellos y quieren empezar de nuevo con su pareja y tener hijos para hacerlo mejor”. A la pregunta de si esas relaciones afectivas a las que muchas mujeres encarceladas se aferran como “una

“El amor es una forma de transcender el tiempo de encierro y proyectarse hacia un futuro esperanzado”

forma de trascender el encierro” son positivas, Estibaliz de Miguel dice que son algo “ambiguo”. “Con las historias que me contaron las mujeres presas lo que hice fue rescatar algo bueno pero ciertamente no creo que sea la gran solución ni la gran salida para ellas. Esas relaciones son una salida precaria, momentánea y parcial. Creo que las vías de solución tienen que venir por otro lado: de un mayor apoyo social, de grupos de mujeres que puedan acompañar determinados procesos, de la constitución de redes. Mi propuesta es que la pareja no sea lo central y lo que dé sentido a la propia vida, que no sea la fuente de autoestima de estas mujeres. Sin embargo, no hay que engañarse, hay autoras que describen qué significa tener una pareja en nuestro mundo y en esta sociedad en general la pareja es una fuente de validación del yo, es una forma de decir ‘valgo porque tengo a alguien’. Si estás en una situación en la que no tienes nada eso todavía se vuelve más importante. Entonces se entiende que ellas piensen ‘yo, que soy una desgraciada, tengo a alguien que me quiere, alguien para quien soy especial’ y que eso sea un puntal en sus vidas”. El análisis que Estibaliz de Miguel realiza de las relaciones amorosas de las mujeres en prisión no elude ni la valoración que ellas hacen de las comunicaciones ‘vis a vis’, ni de las relaciones con otras presas, pero huye del morbo para centrarse en el significado del amor cuando se vive en el microcosmos de la cárcel. “El amor es un bien que se convierte en especialmente valioso en prisión. La promesa de felicidad que implica el amor brilla aún más en unas circunstancias en las que la compañía y el afecto son escasos, y la felicidad solo un sueño lejano. Si el amor puede proporcionar un alivio contra la soledad y una razón para vivir, es lógico pensar que tener un amor es un bien incalculable durante el tiempo de encarcelamiento”. ●

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