¿EN LA ORILLA DE LA CIVILIZACIÓN? Los Altos de Jalisco al momento del contacto. Apuntes para su caracterización

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¿EN LA ORILLA DE LA CIVILIZACIÓN? Los Altos de Jalisco al momento del contacto. Apuntes para su caracterización.1

J. Erick González Rizo RESUMEN Al hablar de los Altos de Jalisco al momento de la conquista el panorama se vuelve difuso. Anteriores y recientes investigaciones en la región han puesto realce en la importancia y complejidad de diversos sitios arqueológicos (e.g. Teocaltitán y Tlacuitapan) para la denominada fase Grillo o Epiclásico regional (400/500900 d.C.). Sin embargo, el panorama regional para el momento de la conquista española de la región aún está mal caracterizado, en gran parte debido a la poca información etnohistórica de la región. Cabe señalar la importancia que tiene la caracterización de tal periodo para la comprensión del singular proceso de poblamiento y mestizaje regional del área alteña, hoy en día bien conocida por su cultura eminentemente secular, criolla y regionalista. Proponemos que la zona de Los Altos al momento de la conquista se caracterizaba por la presencia de un grupo étnico más extendido y numeroso (tecuexes), así como por la presencia de diversos encaves étnicos en la región (tarascos, caxcanes). De igual manera tendríamos un espacio de naturaleza inherentemente fronteriza, entre grupos sedentarios y nómadas, así como entre sociedades complejas (e.g. Estado tarasco) y otras más cercanas a los estrategias políticas igualitarias (guachichiles). Así pues, estaríamos ante un contexto post-colapso (remanente de los drásticos cambios demográficos derivados de la contracción del Norte Mesoamericano [900-1200 d.C.]), con una economía local “deprimida”, y baja densidad poblacional.

Entre llanos y lomeríos. El espacio físico alteño. El espacio físico alteño es en sí mismo muy distinto al resto del Estado de Jalisco. Generalmente se asume que se trata de una gran meseta; sin embargo se trata más bien de una serie de lomeríos, salpicado por algunas pocas elevaciones de importancia (e.g. el Cerro Gordo, la mayor elevación de la región mide 2500 msnm [Esparza y Mota 2013:799]). Al sur Los Altos de Jalisco colindan con la ciénega de la cuenca chapalica, al oriente por el bajío guanajuatense y al poniente por la cuenca del río Verde y la barranca de Huentitán. Al norte, geográficamente es un espacio abierto y en estrecha relación espacial con las mesas del norte y del centro de México. Se trata de un espacio regional con clima que va del templado al semiárido. Se trata de un espacio de transición climática y ecológica entre las regiones más húmedas –aunque estacionales– del Occidente y Centro del País. Lamentablemente no se cuentan aun con estudios paleoclimáticos sistemáticos para la región, los cuales nos permitan aseverar si el clima antes de la conquista española era similar, o diferente al actual. Finalmente, cabe señalar que en el presente trabajo se hace distinción entre las Tierras Altas y Los Altos de Jalisco. Ambas regiones están separadas entre sí por el curso del Río Santiago. La primera se trata de un corredor intermontano entre las Sierras Madre Occidental y del Sur, que se encuentra en el extremo occidental de eje neovolcánico transversal (Domínguez y Pérez 2009; Jardel 1994:25). Dentro de dicho corredor se toma 11

Ponencia para el Segundo Coloquio interdisciplinar del Museo Regional de Guadalajara, hacia su centenario, 1918-2018. Regiones Culturales Norte y Altos de Jalisco (9-11 de Noviembre de 2015, GDL, JAL.).

como referencia la zona ubicada entre los 1000 y 1600 msnm; buena parte de dicha región fue denominada como Distrito lacustre de Jalisco por Weigand (2004:309, 310). Las dichas Tierras Altas están dominadas por cuencas endorreicas, con la única excepción de la cuenca de Chapala; ésta última, es la más grande todas las de la región, y fue el eje que articulaba la región con otras áreas como el Bajío al formar parte de la cuenca Lerma-Santiago2 (véase Cárdenas 2004). Hacia el oriente de las denominadas Tierras Altas coinciden en buena medida con los del denominado Bloque Jalisco (Weigand 2012:299, 300). Por otra parte, los altos de Jalisco (como espacio administrativo actual, cubren alrededor del 16% del territorio del Estado), al oriente de la barranca del río Santiago y al poniente del bajío guanajuatense, se caracterizan por la ausencia de cuerpos de agua y elevaciones importantes. Su altura oscila entre los 1600-1700 y 2500 msnm (Esparza y Rodríguez 2013:799). Los Altos, al igual que las Tierras Altas, constituyen parte de la denominada Mesa Central Mexicana (Domínguez y Pérez 2009; Durán et al. 2005: 23-50). Un dato interesante, es que la mayoría de los suelos de la región alteña son de distinto tipo al de las Tierras Altas y a los de la cuenca Lerma-Chapala; estos últimos conformados por depósitos aluviales (que les dan un característico color negro y una extraordinaria fertilidad). Lo anterior tiene su origen en el periodo Plioceno, cuando se formaría un gran lago al interior de la Mesa Central Mexicana (Sánchez 2007:2, 5, 6). Dicho sea de paso que la región alteña no formo parte de dicho sistema lacustre, a diferencia de la cuenca del Lerma y las tierras Altas (González 2015). De ahí el hecho de que los suelos alteños sean más aptos para la ganadería que para la agricultura intensiva. Así pues, en principio ambos conceptos, tanto Altos de Jalisco, como Tierras Altas (véase figura 1), responden a definiciones y características geográficas particulares. En la actualidad, Los Altos de Jalisco son una región gravemente desforestada (Esparza y Rodríguez 2013:800). Dicha desforestación, y el tipo de suelo han incrementado la perdida de agua en la región, acrecentando la aridez (Esparza y Rodríguez 2013:800, 801). El origen de dichas particularidades climáticas aún no es del todo claro, es decir si se deben a factores humanos o factores naturales, y mucho menos se ha aclarado la profundidad temporal de dichas condiciones. Diversos investigadores suponen tales condiciones se originaron durante la época prehispánica y el creciente deterioro ambiental causó la migración de los grupos sedentarios que habitaron la región, hacia el sur del Rio Lerma (Esparza y Rodríguez 2013:802). Cabe señalar que la región estuvo continuamente habitada desde tiempos de antes de Cristo, es decir, desde el Formativo tardío-Clásico y Epiclásico, y que los grupos nómadas que los hispanos encontraron en la región llegarían sólo a partir del Posclásico (900-1500 d.C. [Esparza y Rodríguez 2013:800-803; López et al.1994; Montejano et al. 2012]). Así pues, ¿Cabe preguntarse qué condiciones climáticas encontraron los hispanos? ¿Eran las mismas que actualmente prevalecen? ¿Son distintas a las que prevalecieron durante la ocupación por grupos agrícolas? Lamentablemente dichos cuestionamientos son sumamente difíciles de contestar, ya que la región aún carece de estudios paleoclimáticos extensivos y sistemáticos. Sin embargo, del estudio de las fuentes coloniales se pueden 2

La zona al norte del volcán, en específico el valle de Amatitán-el Arenal puede considerarse como parte de la citada cuenca Lerma-Chapala-Santiago, ya que sus aguas son drenadas naturalmente a la barranca, y ahí se integran al cauce santiaguino.

deducir algunas particularidades del clima y vegetación alteñas de los siglos XVI y XVII. Del siglo XVI las descripciones que nos han llegado son escasas, y son de algunas localidades ubicadas dentro o cercanas a la cuenca del Río Verde, como Mexcala (Municipio de Tepatitlán) o Mexticacán. De la segunda localidad sabemos que en 1548 se describía su entorno físico como “tierra fértil, [y] tiene algunos Riegos” (Del Paso 1905:155). De Mexcala, la misma fuente señala que “tiene riegos y es templada y sana” (Del Paso 1905:156). Baste señalara que para tales fechas la colonización de la zona al oriente del Cerro Gordo aún era incipiente, por lo que no han perdura testimonios tan tempranos para esa región. En los albores del siglo XVII, ya pacificada la región tras la Guerra Chichimeca, el obispo De la Mota y Escobar recorrería la zona, dejándonos algunos testimonios interesantes. Saliendo desde Guadalajara, al pasar por el actual Zapotlanejo señala que “tiene en sus alrededores muchas montañas y arboledas siluestres en las cuales ay muchos benados” (De la Mota 1993:55). Conforme se interna más por Los Altos, el paisaje cambia; sobre Jalostotitlán dice: “careçe de montañas y leña y ansi queman vn genero de palmillas siluestres que se dan en lindas vegas” (De la Mota 1993:56). Así pues, podemos ver como en algunas zonas alteñas el paisaje lucía deforestado, en especial en la vertiente oriental de la región. Mientras que en la vertiente poniente, cercana a las riberas de los ríos Santiago y Verde el paisaje era mucho más arbolado. En el valle de Lagos de Moreno, el paisaje también deforestado como en Jalostotitlán, lucía un poco distinto, debido a la presencia de algunos cuerpos de agua permanente (a la cual debe su nombre la localidad actual): “[había] vna laguna que tendrá vna legua de largo perpetua donde se crian gran cantidad de peçes […] en sus riueras cantidad de yerba que aca llaman tule […] azia la parte del Sur ay vnos grandes humedales y cienegas” (De la Mota 1993:57). Es así que el valle laguense era una especie de oasis –por la abundancia de agua– dentro de una región sumamente deforestada, por lo cual resultó sumamente atractivo para los españoles desde los primeros momentos de la conquista y colonización de la región alteña (ca. 1543-1550), cuando la zona (en especial la vertiente oriental) era vagamente conocida como “los Llanos de los Chichimecas” (Acuña 1988:s./n.; Gómez 2006:32, 33). Entonces, las fuentes etnohistóricas nos dejan entrever la presencia de un profundo e intenso fenómeno de deforestación en la región alteña, por lo menos en la vertiente oriental, hacia el momento del contacto (ca.1540-1600 d.C. para la región [De la Mota 1993:55-57; Del Paso 1905:155, 156]). Curiosamente, también es la misma zona oriental la que según las mismas fuentes coloniales tempranas, estaba menos poblada, y además, mayormente habitada por grupos de cazadores-recolectores, conocidos genéricamente como “chichimecas”. Sin embargo, es complicado saber si dicho paisaje ecológicamente desgastado es extensivo a la ocupación sedentaria anterior a los siglos X-XI, pero la evidencia existente hasta el momento es muy sugestiva, pero sólo estudios paleoclimáticos podrán profundizar en el tema. Como nota al pie, debemos señalar que el fenómeno de la deforestación y otros asociados (e.g. erosión de suelos, etc.) no fue desconocido para las sociedades precolombinas americanas, y mucho menos para las mesoamericanas (vid. Diamond 2007:186-238). Los Altos de Jalisco en el epicentro de las transformaciones culturales del Epiclásico en el Norte y Occidente de Mesoamérica.

Tabla 1.- Fechamientos para sitios de Los Altos de Jalisco (Porcayo citado en Esparza y Mota 2013:802)

Desde las últimas décadas del siglo XX se han realizado distintas investigaciones arqueológicas en la región alteña. Inclusive hay planes de abrir algunos sitios arqueológicos a la visita pública, como el de Teocaltitán. El presente apartado sólo pretende dar un breve vistazo –que no una rigurosa revisión– a las sociedades complejas que habitaron los Altos de Jalisco antes del colapso de la frontera norteña. Sin embargo, no contamos con datos de campo sistemáticos, y sólo con algunas prospecciones y excavaciones aisladas (véase figura 4). Faltan aún trabajos de caracterización y alcance regional, por lo que se pude decir sobre este tema, aún es relativamente poco. Así pues, las investigaciones arqueológicas en la región alteña apenas están en pañales. Si bien ha habido excavaciones en la región, éstas han sido focalizadas a algunos sitios en particular, y falta un marco interpretativo regional. Se ha dicho reiteradamente que la zona alteña sirvió como una especie de frontera cultural entre los grupos cazadoresrecolectores o nómadas norteños y los sedentarios mesoamericanos (Esparza y Rodríguez 2013:800-801; López et al. 1994; Ramos y Crespo 2005). Sin embargo, dicha aseveración es parcialmente cierta, ya que en realidad la zona fue un punto de contacto entre grupos agrícolas y cazadores-recolectores sólo durante el posclásico, cuando a la llegada de los españoles, la mayoría de sus habitantes eran pequeños agricultores de medio tiempo o cazadores recolectores. Ejemplo de ellos es la descripción del modo de vida de los habitantes de Tepatitlán3 por parte del obispo de la Mota y Escobar hacia el año 1604: El pueblo de Tecpatitlan que un tiempo fue de gente muy valerosa y belicosa […] Esta a dos leguas deste pueblo vn çerro al que por grandeza llaman El Gordo que por su aspereça era manida, y refugio de los indios bravos chichimecos […] Viven estos 3

De la Mota dice que Tepatitlán es fundación de indios chichimecos (De la Mota 1993:55), dando a entender que la localidad actual fue fundada ya en la época colonial por indígenas nómadas, tales como guachichiles o guámares. Sin embargo, en La Suma de Visitas (vid. Del Paso 1905:94) se habla ya de su existencia, y se le denomina como “Tepecitlan”, probable corrupción de Tepetitlán; la misma fuente señala que “tiene quinze cassas y en ellas çiento y treze personas” (vid. Del Paso 1905:94).

indios de Tecpatitlan de vna grangeria [de] gran suma de corços y venados (De la Mota 1993:55).

Sin embargo, las investigaciones arqueológicas de las últimas décadas en Los Altos han revelado que para fechas anteriores al contacto con los europeos, esto no era así, ya que la zona tuvo una ocupación de larga duración por parte de los agricultores mesoamericanos desde por lo menos el Formativo tardío hasta los albores del Posclásico, es decir un lapso temporal que excede el milenio, desde ca. 200/100 a.C. al ca.1000 d.C. (Baus 1982; Esparza y Rodríguez 2013:801; López et al. 1994; Gómez 2006; Montejano et al. 2012). De hecho, también se habla de una ocupación Chupícuaro en Los Altos, así como la presencia de interacciones culturales con la región de los valles de Tequila, ésta última especialmente notoria en las figurillas cerámicas (Esparza y Rodríguez 2013:801). Sin embargo, aún no hay evidencia cara sobre si la presencia de agricultores y sociedades complejas en la región durante dicho periodo es resultado de una presunta colonización, o por el contrario, son grupos que ya estaban en la zona desde mucho antes. Sea como fuere, entre los años 500 y 900 d.C. las sociedades agrícolas alteñas tiene un importante auge y experimenta un importante expansión demográfica, económica y cultural que se refleja en la gran complejidad y extensión de los sitios de ésta fase, que abarca desde el Clásico tardío y se extiende al Epiclásico mesoamericano (Esparza y Rodríguez 2013:801; López et al. 1994; Montejano et al. 2012). Curiosamente, al iniciar el segundo milenio después de Cristo, las sociedades alteñas y de áreas adyacentes, como las de Zacatecas, Durango y el Bajío, experimentan un severo declive, y la gran mayoría de los sitios son abandonados (Baus 1982; Esparza y Rodríguez 2013; Hers 1995; Gómez 2006; Ibarra 2014; Pereira et al. 2013:59). Algunos de los sitios arqueológicos localizados y registrados en la zona de estudio durante la fase de auge regional son Santa Clara, La Mesita y El Cuarenta en Lagos de Moreno, Tlacuitlapa en Unión de San Antonio, Teocaltitán en Jalostotitlán, la Luz en Jesús María (singulares concentraciones de petrograbados en La Presa de La Luz), El Cajigal-El Cabrito en Arandas y Ayotlán en el municipio homónimo (Esparza y Mota 2013:798-820; Gómez 2006; López et al. 1994:288-291). Así pues el patrimonio arqueológico de Los Altos de Jalisco es aún relativamente desconocido; existen lugares con probables marcadores solares (similares en la zona norte de Jalisco [Hers y Flores 2013:1-3; también figura 4]), sitios con arquitectura monumental tipo Patio Hundido (e.g. Teocaltitán) y sitios con Salas Hipóstilas, tipo Chalchihuites (e.g. El Cuarenta, en el cual se excavó una plataforma de 60 x 30 m sobre la cual se desplantaba una sala con columnata o hipóstila) y hasta estructuras arquitectónicas con planta en T en (e.g. sitios como Ojocaliente-La Mesilla, Zacatecas, y Santa Clara, Lagos de Moreno, Jalisco [Esparza y Mota 2013:798-820; Brown en Gómez 2006:30; López et al. 1994:288291; Ibarra 2014:167]). Es así que podemos ver que por lo menos arquitectónicamente, Los Altos de Jalisco fueron una región sumamente diversa durante la época prehispánica, al contrario que otras regiones adyacentes, como los valles de Tequila y Atemajac. En cuestiones de cultura material (e.g. cerámica o lítica) aún es difícil aseverarlo, dado que hay menos información disponible hasta el momento.

La región alteña post-colapso (1100-1604 d.C.). Toponimia, grupos lingüísticos, economía, organización política y demografía. Si bien la información arqueológica regional es relativamente poca y reciente, la mayoría de ella versa sobre la ocupación agrícola previa al año 1000 d.C. Sobre la etapa posclásica de la región no se han hecho muchos avances. De ahí que sea necesario hacer una aproximación desde las fuentes coloniales tempranas. Así pues, al momento de la conquista, la zona de los Altos de Jalisco aparece en las fuentes como una región difusa y periférica (véase figura 12). Ya hemos comentado que en los albores del segundo milenio después de Cristo, las sociedades alteñas y de áreas adyacentes sufrirían un severo declive, siendo los sitios arqueológicos monumentales abandonados casi en su totalidad (Baus 1982; Esparza y Rodríguez 2013; Hers 1995; Gómez 2006; Ibarra 2014). Los mapas del siglo XVI de la región muestran el carácter fronterizo de la zona, dado que está “rodeada o “infestada” de “peñoles” (véase figuras 12-14), es decir, sitios donde los indígenas se fortalecieron en contra del dominio hispano: tenemos pues peñoles en Teúl, Juchipila, Nochistlán y Coyna (Cuinao-Tototlán). También de los testimonios cartográficos del XVI, se puede inferir una mayor concentración de población en la vertiente poniente de Los Altos, justo en la cuenca del río Verde y en los vecinos ríos Juchipila y TlaltenangoTeúl (ya en zona caxcana). La zona era vagamente conocida con dos topónimos desde mediados del siglo XVI: “La Tecuexa” y los “Llanos de los chichimecas” (Acuña 1988:s./n., 301-308; véase figura 12). Sin embargo, parece que tales nombres se traslapaban, y en ocasiones eran concebidos como dos zonas distintas. Por ejemplo, el primer nombre La Tecuexa (registrado en fuentes del año 1579), derivaría del grupo lingüístico conocido como “tecuexes”, que se predominaban desde el valle de Atemajac por el oriente, hasta la región alteña, hasta la zona de Jalostotitlán, Teocaltiche y la cuenca del río Verde (Acuña 1988: 304-306; Baus 1982; González 2012:47; Tello 1997). En ese sentido, es equivalente a otros topónimos mesoamericanos como La Mixteca o La Caxcana. En el caso del segundo, es más vago aún, pero parece referirse a dos aspectos: el espacio llano o poco abrupto de la región alteña, y por otro lado a la presencia de grupos hostiles a los españoles y de naturaleza nómada (registrado en fuentes de ca. 1542 [Acuña 1988:s./n.,]). Entonces parece que la zona conocida como los llanos de los Chichimecas iniciaría al oriente del Cerro Gordo de Tepatitlán y se extendería hacia el valle de Lagos de Moreno y probablemente también abarcarían la región de León, si bien, sus límites no son claros en las fuentes coloniales. Así pues, ambas denominaciones parecen ser contrapuestas, ya que generalmente se describe a los grupos tecuexes como “belicosos”, pero sedentarios y agrícolas, y tras la guerra del Mixtón pasarían relativamente rápido al orbe y dominio español (Acuña 1988: 304-306; Baus 1982; González 2012:47; Razo 1982; Tello 1997; Yáñez 2001). Mientras que por chichimecas (guámares, guachichiles y zacatecos) se solía asumir su condición nómada y economía agrícola pobre o inexistente. Además, los grupos tecuexes tendrían una mayor interacción con sus vecinos caxcanes y cocas, también agricultores, más que con los cazadores recolectores de la vertiente oriental de Los Altos (Baus 1982; Gerhard 1996; Yáñez 2001). De ahí pues, que las diferencias entre los tecuexes y sus vecinos del este, no solo fueran lingüísticas, sino también económicas, políticas y quizá hasta de cultura

material. Sería pues, propiamente la frontera entre los pueblos sedentarios mesoamericanos y las comunidades cazadoras-recolectoras del Centro-Norte de México (conocida la zona como Áridoamerica). De ahí que pueda decirse que el Posclásico no existe en la región oriental de Los Altos, en el entendido que estaríamos ante un periodo difícilmente clasificable como mesoamericano, dadas las características no mesoamericanas de sus habitantes. Así pues, para los siglos previos al contacto, no puede hablarse de la existencia de una “región cultural alteña” como tal, sino que dada su condición fronteriza, tendríamos distintos niveles y complejidades sociopolíticas y económicas en la misma zona, y no sólo grupos lingüísticos diferentes. Entonces, tendríamos tres grandes aéreas, que corresponderían a los topónimos del siglo XVI: La Caxcana, La Tecuexa y Chichimecas/Los Llanos (véase figura 13). Dichos toponímico regionales, nos dan una pista a la conformación lingüística/étnica y sociopolítica de la región a la llegada de los españoles. Grupos lingüísticos y enclaves étnicos – Ya se ha mencionado que al momento de la conquista española coexistían distintos grupos lingüísticos en la región alteña. Los principales serían caxcanes y tecuexes en la vertiente poniente y en la oriental, guámares, guachichiles y zacatecos4 (Gerhard 1996; Jiménez 1988:48,49; Yáñez 2001:45). Así pues, los grupos agrícolas (tecuexes y caxcanes) después del siglo XI, se habrían replegado hacia las zonas más cercanas a los ríos –en especial las cuencas de los ríos Verde y Santiago, así como sus afluentes–, abandonando las tierras más áridas de la porción oriental de la meseta alteña. Lo anterior, tendría como consecuencia inmediata grandes reacomodos poblaciones; ya desde el Posclásico temprano los caxcanes ejercerían una feroz presión sobre sus vecinos tecuexes, desalojándolos de localidades como Tlaltenango, Juchipila y Teocaltiche (Acuña 1988:301-306; Tello 1997:110-135). A su vez, los tecuexes a migrarían al sur, invadiendo los territorios de los cocas y coanos (González 2012:47; Tello 1997:110-135).

Por otro lado, si bien los tecuexes y los caxcanes serian los últimos agricultores antes de entrar en tierras nómadas, no hay que descartar a priori la posible existencia de enclaves étnicos en la vertiente oriental de Los Altos y el Bajío. La evidencia en este sentido es poca, pero muy sugerente. Por ejemplo, se ha especulado que la zona de Lagos de Moreno fue conocida al momento del contacto como valle de Pechititán o Pechititane, si bien, no existió al parecer ninguna localidad con ese nombre en la zona (Gómez 2006:26, 34). Se ha propuesto que quizá dicho topónimo sea de origen local, una posible corrupción de Tepactitlán/Tepechitlan, que según los cronistas locales significaría lugar pequeño en caxcán (Gómez 2006:37, 38). Sin embargo, hay algunos casos más interesantes que parecen indicar la presencia de grupos sedentarios en medio de tierras nómadas, o bien habitando sitios con arquitectura monumental del epiclásico, para la zona de Lagos de Moreno y León. En el caso del primero el testimonio colonial es sumamente revelador. En la Merced de tierra otorgada a Juan Becerra, español, el 11 de diciembre de 1590, en la zona que posteriormente sería conocida años después como la estancia de San Miguel del Cuarenta, se señala la presencia 4

En el Bajío la frontera entre agricultores y grupos cazadores-recolectores estaría en las localidades de Pénjamo, Yuririapundaro y Acámbaro (Jiménez 1988:26).

de un cúe o templo prehispánico abandonado (Gómez 2006:69, 70). El documento dice a la letra que se otrga a Becerra “un sitio de estancia de ganado maior y dos cavallerias de tierra el rrio arriba tres leguas poco mas o menos de donde esta un que [cué] de piedra y unos sapotes junto al dicho rrio” (Gómez 2006:70)”. Lo interesante es que lo anterior testifica que los hispanos conocían claramente la existencia de sitios arqueológicos abandonados por los indios, si bien, no aclara si había población indígena en el sitio al momento de la conquista. Por la descripción hecha, parece que se trata del mismo sito excavado en el siglo XX. Otro caso es muy similar es el del barrio de El Coecillo, en la antigua villa de León, Guanajuato. Dicho barrio sería fundado en el año de 1578 como barrio indígena y fuente de mano de obra para los hispanos de la recién fundada villa. Sin embargo, para el tema que nos compete lo interesante es su nombre “Coecillo”, el cual deriva del vocablo “cué”, palabra antillana (del desparecido idioma taíno) que era usado por los conquistadores para designar a los templos prehispánicos (Torres 2011). Así pues, si bien se trata de una fundación española, el nombre del citado barrio leonés nos remite calramente a la presencia de una edificación formal prehispánica, preexistente a la villa misma. Al comparar este dato con el del vecino valle laguense, donde las fuentes hablan de un cué en la zona del Cuarenta, entonces se pude deducir claramente que los españoles no ignoraron el hecho de que la región fue habitada por sociedades indígenas complejas; si bien es muy complicado decir, por la parquedad de las fuentes coloniales, si dichos “cués” seguían en uso por grupos sedentarios a la llegada de los castellanos. Un caso también de sumo interés es la posible presencia de grupos tarascoparlantes en la región previos a la conquista hispana. Sobre este tema hay varias líneas de evidencia: la toponimia (que analizaremos más adelante), la arqueológica y la etnohistórica. Sobre la segunda línea, tenemos que los arqueólogos franceses Pereira, Migeon proponen una doble migración tarasca en la zona; primero grupos tarascos migrarían desde el distrito lacustre michoacano (e.g. Zacapu, Pátzcuaro y Cuitzeo) hacia Los Altos de Jalisco y el sur de Zacatecas, en algún momento del Formativo, y posteriormente, tras el colapso de la frontera norteña, los mismos grupos retornarían a su patria michoacana (Pereira et al. 2013:58-60). En base al análisis de la cultura material del Posclásico temprano de centro-norte michoacano Pereira (et al. 2013:59, 60) determinan que presuntos grupos de purépechas provenientes de los Altos de Jalisco y el Bajío reintroducirían tecnologías como la cerámica policroma al negativo, así como nuevos rasgos culturales como las navajillas primaticas, la metalurgia y la cremación. Un dato etnohistórico que pareciera apoyar lo dicho por los arqueólogos franceses aparece en la Relación Geográfica de Teucaltiche ([1579] vid. Acuña 1988:302). En dicho documento que habla sobre el pasado prehispánico de los habitantes de Teocaltiche, la mayor población posclásica en la cuenca norte del río Verde, se hace mención a unos indígenas denominados “indios tarascones, q[ue e]staban poblados [a] legua y m[edi]a deste pu[ebl]o”, y con los cuales los de Teocaltiche (comunidad tecuexe-caxcana) mantenían guerra constantemente (Acuña 1988:304, 306). Por otro lado, es probable que los susodichos “tarascones” habitaran en una localidad conocida por los conquistadores hispanos como “Mechoacanejo” o “Michoacanejo”, la cual precisamente se ubica alrededor de 11 o 12 km (más o menos el equivalente a legua y media castellana) al norte de

Teocaltiche (su existencia está ya documentada en la misma Relación Geográfica de Teucaltiche [Acuña 1988:304, 306]). Resulta bastante sugestiva la clara relación entre los locativos “Michoacanejo” y “Michoacán”, al igual que la referencia sobre “indios tarascones” apunta a una posible presencia tarasca en esta zona de los Altos de Jalisco previa a la conquista española. Como veremos más adelante, la pervivencia de algunos topónimos purépechas en la vertiente oriental alteña parece coincidir con la evidencia etnohistórica y arqueológica. Además, resultaría lógico que tras la contracción de la frontera mesoamericana, que daría lugar al abandono de tantos sitios arqueológicos alteños y abajeños, detrás quedaran algunos enclaves étnicos importantes, en este caso la evidencia sugiere la presencia de enclaves étnicos tarascos en la porción nororiental de los Altos. Toponimia Tarasca – Como se ha mencionado anteriormente, la presencia tarasca en la región alteña se deduce de la evidencia arqueológica y etnohistórica. Sin embargo, cabe cuestionarse ¿Esto se corresponde con la toponimia local? ¿Existe topónimos tarascos en nuestra zona de estudio? La respuesta parece ser afirmativa. Así pues, en la zona de los Altos de Jalisco hay una importante concentración de toponimias tarascas. De ahí que en este pequeño apartado se analice la distribución espacial de dichos vocablos toponímicos. Entonces, se parte de un corpus de 15 topónimos purépechas en la zona alteña y zonas aledañas. Para facilitar su análisis, se ha dividido la región alteña en tres zonas: Zona 1(Cuenca del río Verde), Zona 2 (sur de los Altos) y Zona 3 (nororiente de Los Altos). Así pues, podemos apreciar que la mayor concentración de estos en la zona 2, es decir, al sur de Los Altos de Jalisco con un total de ocho. La menor concentración se dio en la Zona 1, con una suma de sólo dos. La media estaría justo en la porción oriental alteña (Zona 3), con cinco vocablos toponímicos michoacanos.

Toponimias Tarascas en Los Altos de Jalisco Zona 1 Zona 2 Zona 3

Gráfica 1.- Distribución espacial de las toponimias purépechas en Los Altos.

Ahora bien, es difícil saber a ciencia cierta si todos estos vocablos purépechas son de origen prehispánico, colonial o moderno. Pero dada su extensa distribución y cantidad, es de suponerse que algunos de ellos si se remontarían a tiempos precolombinos. Además, algunos de ellos, como “Guaxato (Huáscato)” y como “Apenxamo (Pénjamo)” ya aparecen registrados en documentos tan antiguos como los la cuarta o quinta década del siglo XVI (véase figura 12). Así pues, difícilmente estos emplazamientos serían fundaciones españolas. El caso particular de Cuinao (Tototlán), Taretan (en Atotonilco el Alto),

Huáscato y Pénjamo, podría tratarse de avanzadas tarascas para asegurar la zona de transición entre la ciénega chapalica y el sur de Los Altos (vid. González 2012). El caso de otros toponímicos tarascos es mucho más difícil aseverar a que se debe a la presencia militar de los uacúsecha de los siglos XV y XVI. Es el caso de vocablos como Cuquío (al poniente de la cuenca del Verde), Michoacanejo, Acumbaro, Jacona, Comanja o Michoacanejo, los cuales estarían demasiado al interior de la región alteña como para ser fruto de avanzadas militares tarascas tardías (mayormente despoblada para tales fechas), y mucho menos para ser parte del sistema de fundaciones asociadas indígenas con la guerra chichimeca; éstas últimas, por demás escasas en los Altos y más frecuentes en la zona abajeña. Cuadro 2.- Toponimias tarascas en Los Altos y zonas adyacentes Localidad

Significado

Otras grafías (antiguas)

Ubicación (municipio)

Equivalentes (náhuatl)

Acumbaro

“Lugar de magueyes” “Piedra” o “Lugar de Piedra”

Acámbaro

Jesús María

Mexcallan

Probablemente dervado de Çacapo Comanxa, Cumanchen

ca. Arandas/San Miguel el Alto

Tetlan/ Tecalco

Acapo/Zacapú

Comanja

“Lugar de Sombras”

Lagos de Moreno ¿Mictlampa?

*(derivado de Cucmiechúcaro, nombre tarasco de inframundo, quizá equivalente al Mictlampa – tierra de muertos– nahua) El Cóporo Curamaro

Cuquío

“Sobre el gran camino” “Lugar junto o al abrigo de los pantanos” “Lugar de milanos (sapos)”

Ocampo, Gto. Cuerámaro, Gto.

Cuixío

Cuquío

*(derivado de Cuiyus) Cuynacaro Cuinao

“Lugar de aves o pájaros”

Huáscato

¿Lugar de ranas?

Jacona

¿Nido de águilas? ¿Dónde los dioses juegan pelota? Pequeño Michoacán (lugar

Michoacanejo

Cuyna *(derivado de Kuini) Guaxato, Guascato Xacona Xhucuanan Mechoacanejo

Tlamatzollan/ Tamazula O Contla

Zapotlanejo Tototlán

Tototlán

Degollado

Cueyatlalco

Unión de San Antonio Teocaltiche

Michoacán

de mucho pescado) Pénjamo Taretan

“Lugar de sabinos (ahuehuetes)” “Milpa o sementera”

Apenxamo

Tamara Tarímoro

“Lugar de sauces”

¿Tarhirmurhu?

Pénjamo, Gto.

Ahuehuetitlan

Atotonilco el Alto

Milpan

Arandas y Jalostotitlán Arandas

Huexotlan

Acuña (1988); Gilberti (1997: 501), (González 2012:152-160), De Molina (1992), Relación de Michoacán (Instrumentos de Consulta [en línea], El Colegio de Michoacán), Torreblanca (s.f.).

Entonces la concentración tan alta de toponimias tarascas en la zona 2 (sur de Los Altos) parece responder a la actividad expansionista de los ejércitos del Cazonci antes de la Conquista española. Sin embargo, los topónimos de las zonas 1 y 3 bien podrían ser candidatos a ser testigos lingüísticos de probables enclaves tarascos en Los Altos, remanentes de asentamientos más antiguos, y restos de la contracción de la frontera norteña, entre cuyos expulsados estarían los mismo uacúsecha que retornarían al centro de Michoacán (Pereira et al. 2013:57-60). Inferencias sobre la distribución espacial de grupos lingüísticos en base a la Toponimia de la cuenca del Rio Verde – En diferentes investigaciones se ha hablado de la predominancia de hablantes de lengua caxcana y tecuexe en los Altos de Jalisco (Baus 1982:40-65; Gerhard 1996, 2000; González 2012; Jiménez 1988:22-49; Yáñez 2001:45; Tello 1997:110-135). La toponimia de la región es diversa, así como eminentemente mestiza, ya que los topónimos en castellano y en náhuatl se mezclan indiscriminadamente. Sin embargo, en la zona cercana al curso del río Verde hay una importante concentración de topónimos nahuas. Lo anterior no es sorprendente, si se toma en cuenta que grupos como los caxcanes y los tecuexes estaban directamente emparentados con los nahuas (Baus 1982:33-58; Sullivan 2003; Yáñez 2001:40-46). Así pues, al análisis la distribución de los topónimos podríamos hacer algunas inferencias sobre los grupos lingüísticos de la zona. Ya hemos hablado líneas arriba de posibles enclaves tarascos en la zona, pero aún es difusa la frontera entre grupos caxcanes y tecuexes, y en este sentidos, el estudio de los topónimos indígenas locales puede ayudar a esclarecer el tema. Los principales documentos que nos hablan de la toponimia alteña en el siglo XVI son La Pintura del Nuevo Reino de Galicia (ca. 1542), La Suma de Visitas (1548) y el Mapa de Ortelius (1579). Del estudio de ellas se alcanza a inferir que la conquista de la zona alteña fue posterior a la Guerra del Mixtón, y apunta a una escasa presencia española antes de 1542, ya que no aparece ni siquiera el río Verde, en el dicho documento, y los Altos son genéricamente llamados “llanos de los Chichimecas”. Lo anterior desmiente la afirmación de Tello (1997) en la cual que se habla de una ocupación temprana de la zona del río Verde. Así pues, la primera incursión española cerca de Los Altos sería precisamente la fundación de la Guadalajara en Nochistlán (Razo 1982; Tello 1997).

Toponimias Alteñas en registros etnohistóricos del siglo XVI. Suma de Visitas (ca.) 1548

Mapa de Ortelius 1579

Nombre actual

Probable nombre nahua

Atlatique/ Acatichime Agualica Ocotiche/ Ocotique

Acatique

Acatíc

Acatlán

Aqualica Acotíc

Yahualica Ocotíc

Yahuallican Ocotlán

Antachim (Temacapulín) Cuixtlan

Temacapulín

Huexotitlan

Huejotitlán

Matatla/ Amatatlan Maxcala

Amatlan

Matatlan

Mexcala

Mizquiticacan

Mistiquicatan

Mezcala de Los Romero Mexticacán

Cuistlan

*

Colimilla

Cuixtlán/ Huixtlán Huexotitlan

Matatlan Mexcallan Meztlicacan

Nechuaca’ Porta Comanic (Comanja)

Michoacanejo Comanja de Corona

Michoacán

Tepecitlan/ Tepeçintlan Teucaltitan

Tepetitlan

Tepatitlán

Tepetitlan

Teocaltitan

Teocaltiche

Teocaltitlán

Teponahuasco Tlacotlan Suchitlan

Teponahuiztla Tecotlán Suchitlán

Teponahuasco Tlacotán Juchitán

Tlacotlán Xuchitlán

Con información de Acuña (1988:s/p.) Del Paso (1905:93, 95, 96, 135, 171, 208-230, 267, 269).

El estudio de las toponimias de la región del Verde permite inferir la presencia de abundantes vocablos con terminación en íc/tíc, lo cual concuerda con un fenómeno similar en la región de los Valles de Tequila, donde sufijos locativos muy similares suelen estar relacionados con la presencia de grupos hablantes de lenguas de la rama corachol de la familia yutoazteca (vid. González y Heredia 2015). En la toponimia local también se detectaron casos donde el locativo se expresa en las terminaciones lí o chi, claramente derivados del íc/tíc (e.g Temacapulí y Teocaltichi). Es altamente probable que dichos sufijos sean de origen tecuexes, y equivalentes al nahua “tlan”. Debemos recordar que en la isla de Atitlán (lugar en medio del agua en náhuatl) era conocida también como Atlitíc, cuyo significado sería equivalente al vocablo nahua; además las fuentes señalan la

presencia de hablantes de tecuexe en la misma ínsula (Baus 1982:35-48; González y Heredia 2015).

Probables toponimias de origen tecuexe en Los Altos.

*

Localidad

Equivalente nahua

Probable significado

Acatíc Mezquitíc

Acatlán Mezquitlán

Mitíc (¿Amimitíc?)

Amimitlan

Ocotíc Temacapulí Tepetiltíc

Ocotlán Tenamaxcalli Tepetitlán

Teocaltiche/ Teucaltichi ¿Teucaltitíc? Tonatiopa

Teocaltitlán

Lugar de Cañas Lugar de Mezquites “lugar de dardos” Lugar de Ocotes Baños termales Lugar junto a los cerros Lugar junto al templo o teocalli

Tonallan

“Lugar por donde sale el sol”

Con información de Acuña (1988:s/p.) Del Paso (1905:93, 95, 96, 135, 171, 208-230, 267, 269), (BPEJ/Real Audiencia/Ramo Civil/Caja 39, Año 1724, Exp. 1, f.1).

Entonces, del estudio de la toponimia en la cuenca del río Verde, se puede corroborar la existencia de un predominio, o mayor una presencia, de los grupos hablantes de tecuexe (denominados tecaxquines en el mapa de Ortelius), así como la existencia de algunos enclaves étnicos de tarascos y caxcanes durante el Posclásico tardío. De esta presencia más números de hablantes de Tecuexe se desprendería el apelativo de La Tecuexa (dados por los hispanos a la región), y la pervivencia de diversos toponímicos presuntamente tecuexes con sufijos locativos como íc, tíc, lí y chi/che. También es interesante la presencia de rasgos lingüísticos particulares en el náhuatl hablado en las comunidades indígenas alteñas a principios del siglo XVII, es decir, que algunas soluciones gramaticales del mismo eran diferentes a las del náhuatl clásico o del centro del país (Sullivan 2003:9, 10). Este hecho quizá podría interpretarse como la huella de la lengua tecuexe –hoy desaparecida– en el náhuatl que era usado a modo de lengua franca en el posclásico, y que se extendió como válida en pleitos legales en la época colonial.

Economía – Sobre la economía prehispánica de la zona los datos son más escasos aún, ya que no disponemos de fuentes del momento exacto del contacto. Además, hasta el momento no se ha detectado la presencia de bienes de alto valor para las sociedades prehispánicas en la región alteña: no hay yacimientos de obsidiana, ni metales, ni fuentes de sal, ni plumas tropicales, y el temple de la zona no facilita el cultivo de algodón. Quizá con excepción de la cuenca del rio Verde, donde quizá se podría cultivar algodón en cantidades muy domesticas, si bien no hay datos que apoyen lo anterior (Acuña 1988:301-306; Del Paso 1905:156; Gerhard 1996, 2000; González 2012; Jiménez 1988:22-49; Yáñez 2001:45; Tello 1997:110-135). Lo poco que se puede inferir de las evidencia etnohistórica es que en al oriente del Cerro Gordo, justo en la vertiente oriental de los Altos, las actividades económicas preponderantes eran la caza y la recolección; mientras que en la zona más cercana al cuenca del Río Verde la agricultura era el principal sustento de las poblaciones nativas. Ejemplo de lo anterior, lo tenemos para las localidades de Mexcala –hoy en día Mezcala de Los Romero– y Mexticacán, de la cual las fuentes especifican que a los pocos años de la conquista aún se dedicaba a la siembra de frijol, maíz y chile (Del Paso 1905:155, 156). En Tepatitlán se habla de la producción de maíz, mantas, comales y ollas (Del Paso 1905:95). En Cuixtlán (Colimilla), para 1548, ya se producía un poco de trigo ejemplo de la transformación incipiente de la economía indígena alteña (Del Paso 1905:95) Así pues, parece que entre los grupos sedentarios de la región alteña, se antes de la conquista existía una economía básicamente de subsistencia (agrícola) y poco especializada, sin acceso directo a recursos de alto valor, a los cuales solo accederían vía comercio con los habitantes de las tierras Altas de Jalisco. Organización Política – Dado lo escueto de las fuentes, es muy complicado establecer límites aproximados de las entidades políticas indígenas, y más pareciera que cada poblado era independiente entre sus vecinos, o bien que las entidades políticas indígenas serían muy pequeñas. Sin embargo, establecer sus límites es sumamente complicado por la escasez de fuentes (Acuña 1988:301-306; Del Paso 1905:156; Gerhard 1996, 2000; González 2012; Jiménez 1988:22-49; Yáñez 2001:45; Tello 1997:110-135). Sólo parece ser que de entre los entes indígenas de la región el de mayor tamaño sería Teocaltiche, que seguiría siendo durante el siglo XVI y parte del XVII uno de los más importantes poblados de la región (Acuña 1988:301-306). Sin embargo, ninguna entidad política alteña alcanzaría durante el posclásico una escala comparable a sus vecinos a indígenas de la región de Tequila o el relativamente cercano valle de Atemajac. Más allá del Cerro Gordo, los grupos cazadores-recolectores serían grupos organizados con un esquema político menos complejo y más cercano a las sociedades igualitarias. Demografía – La Colonización de Los Altos realmente comenzó después de la Guerra del Mixtón, es decir es a partir de la segunda mitad del siglo XVI. No sólo es más tardía sino que es sustancialmente distinta a la del resto del estado, en especial por su condición fronteriza. Así pues, las primeras mercedes de tierra en el valle de Lagos se otorgaron hacia 1543, aún antes de ser efectivamente ocupada la región por los españoles (Gómez 2006:32, 33).

Por otra parte, los datos demográficos son por demás escasos, y los más tempranos derivan de La Suma de Visitas (vid. Del Paso 1905[1548]). También la vista del obispo De La Mota y Escobar (1604) arroja algunos datos demográficos. De la comparación de dichos datos se pueden apreciar algunas tendencias que nos podrían dar una idea del panorama inmediatamente anterior y posterior a la colonización española. Entonces, de las fuentes etnohistóricas se puede apreciar que hacia 1548 pocas poblaciones alteñas superaban los 400-500 habitantes (Del Paso 1905:44,45, 93, 95, 96,155, 156, 269, 270). Las únicas localidades que superaban dicho umbral demográfico serian Tlacotlán e Ixtlahuacán, Teponahuasco y Nochistlán-Teocaltiche (Del Paso 1905:155, 156, 269, 270). Más de cinco décadas después la mayor parte de las localidades alteñas habían sufridos bajas demográficas significativas, teniendo la mayoría de dichas comunidades menos de 100 indígenas tributarios. Sólo Teocaltiche superaba los 200 tributarios, probablemente entre los 1400 y 2240 habitantes. (De la Mota 1993:55-59). Esta característica sería decisiva para el futuro de Los Altos de Jalisco5, ya que dicha densidad demográfica era relativamente baja, poco comparable con la de otras zonas de Jalisco, como La Provincia de Ávalos y la cuenca de Magdalena. Dicha población indígena menor en la región alteña sería determinante en un futuro para crear el mito del origen francés o criptojudío de los alteños, ya que las poblaciones fueran rápidamente asimiladas al fenotipo y cultura hispánica. Una muestra de lo anterior, la tenemos en la rápida integración de los vocablos castellanos en el náhuatl hablado por las comunidades alteñas a menos de un siglo de iniciada la colonización de la zona (Sullivan 2003:12).

Población indígena de los Altos de Jalisco en el primer siglo de colonización. Poblado Acatíc y Tepatitlán

Población según la Suma de Visitas (1548) 574 habitantes (sólo Acatíc) 113 habitantes (sólo Tepatitlán)

Población según Dávalos y Toledo (1616)

36 tributarios (entre 252 y 403 habitantes)

Jalostotitlán

55

Población según Mota y Escobar (1604) 46 tributarios (entre 322 y 515 habitantes)

Matatlán

288 habitantes

40 tributarios (entre 280 y 448 habitantes)

Mexcala

287 habitantes

16 tributarios (entre 112 y 180 habitantes)

Mexticacán

491 habitantes

63 tributarios (entre 441 y 706 habitantes)

Calculando una reducción de entre 10 y 30 % entre 1548 y 1604, podemos deducir 6 800-11 000 y 8 060 12 900 como mínimos y máximos respectivamente .

102 tributarios (entre 714 y 1 142 habitantes)

Mitíc

Teocaltiche

2 284 (total de la provincia de Nochistlán, a la que estaba sujeto)

243 tributarios (entre 1 701 y 2 722 habitantes)

Teocaltitán

59 tributarios (entre 413 y 661 habitantes)

Temacapulín

37 tributarios (entre 259 y 414 habitantes)

Teponahuasco Tlacotlán e Ixtlahuacán

677 habitantes 1243 habitantes

66 tributarios (entre 462 y 739 habitantes)

Santa Fé

80 tributarios (entre 560 y 896 habitantes)

San Gaspar y vecinos

30 tributarios (entre 210 y 336 habitantes)

Yahualica

Zapotlanejo

299 habitantes

46 tributarios (entre 322 y 515 habitantes) 25 tributarios (entre 175 y 280 habitantes)

15 tributarios (entre 105 y 168 habitantes)

TOTAL 6 223 y 9 957 habitantes Fuentes: Del Paso (1905:44,45, 93, 95, 96,155, 156, 269, 270), De la Mota (1993:55-59) y Razo (2004:76-77).

Conclusiones Proponemos que la zona de Los Altos de Jalisco al momento de la conquista se caracterizaba por la presencia de un grupo étnico más extendido y numeroso (tecuexes), así como por la presencia de diversos encaves étnicos en la región (tarascos, caxcanes). Dicho predominio del tecuexe propiciaría que los hispanos conocieran la vertiente occidental alteña (básicamente la cuenca del río Verde) como “La Tecuexa”. Además, el hoy desaparecido tecuexe dejaría profundas huellas lingüísticas en la toponimia local (sufijos locativos como íc, tíc, lí y chi/che). En los topónimos no nahuas le seguirían en importancia los de origen tarasco o purépecha, al parecer remanentes de poblaciones del epiclásico. De igual manera, estaríamos ante un espacio de naturaleza inherentemente fronteriza, entre grupos sedentarios y nómadas, así como entre sociedades complejas (e.g. Estado tarasco) y otras más cercanas a los esquemas igualitarios (guachichiles). La zona del rio

Verde, sería la frontera entre los grupos sedentarios y los nómadas, un punto de transición entre unos y otros. Más allá del rio Verde, en los actuales lomeríos de la vertiente oriental de Los Altos, al pasar localidades como Tepetitlán (hoy Tepatitlán), Jalostotitlán y Teocaltiche, iniciarían los llamados “llanos de los chichimecas”, es decir la zona habitada por grupos cazadores-recolectores, donde entre los grupos de guachichiles y guámares podrían haber sobrevivido algunos enclaves étnicos o comunidades sedentarias. Así pues, estaríamos ante un contexto post-colapso (remanente de los drásticos cambios demográficos derivados de la contracción del Norte Mesoamericano [900-1200 d.C.]), con una economía local “deprimida” y con baja densidad poblacional.

Anexo Gráfico

Figura 1.- Las Tierras Altas y Los Altos de Jalisco, ubicación y poblaciones relevantes durante el posclásico (Elaborado por el autor con información del INEGI).

Figura 2.- Provincia Fisiográfica de La Mesa Central de México. Tomada de Domínguez y Pérez (2009).

Figura 3.- Las Juntas, zona donde se unen las aguas del río Verde y el Santiago dentro de la barranca, también denominada de Huentitán. La barranca en sí, es una falla geológica entre el Bloque Jalisco y el Bloque de la Sierra Madre Occidental, y también es punto de separación entre Los Altos y Las Tierras Altas.

Figura 4.- Sitios arqueológicos conocidos en los Altos de Jalisco. Podemos apreciar la frontera mesoamericana del Posclásico Tardío (línea roja). Elaborado por el autor con información de Cultura Jalisco, Esparza y Rodríguez (2013:802-808), Hers (1995:230), Hers y Flores (2013:6), Ibarra (2014), López et al. (1994:290), Pereira y Migeon (2008:53) Ramos y Crespo (2005:99) y Torreblanca (s/f).

Figura 5.- Estructuras arqueológicas que aun sobreviven del sitio de El Cuarenta.

Figura 6.- Reconstrucción interpretativa del sitio de Los Edificios, Gto. Renderización de Federico L. Martínez (basado en Ramos y Ramírez 1993:43-64).

Figura 7.-. Renderización de Federico L. Martínez (basado en Ramos y Ramírez 1993:43-64).

Figura 8.-. Renderización de Federico L. Martínez (basado en Ramos y Ramírez 1993:43-64).

Figura 9.- Detalle de una reconstrucción virtual de un patio hundido del sitio de Tanque Viejo, León. Dicho elemento arquitectónico se constituyó en el principal ordenador espacial de los sitios alteños y abajeños. Renderización de Federico L. Martínez (basado en Ramos y Ramírez 1993:43-64).

Figura 10.- Sala Hipóstila de El Cóporo, Gto. Tomada de Torreblanca (s./f.).

Figura 11.- Planchón principal de los Petrograbados de la Presa de La Luz, Jesús María, Jalisco. Esparza y Mota 2013:812, 813, 818).

Figura 12.- Pintura del Reino de la Nueva Galicia (ca.) 1542. Tomado de Acuña (1988:s./n.). La imagen, repleta de indios hostiles, materializa el hecho de que el poblamiento de la Nueva Galicia estuvo condicionado por su primigenia condición fronteriza en el nuevo orden colonial. Nótese que en la parte superior y al centro aparece la glosa “llano de los chichimecas2 para denominar a la aún inexplorada región alteña.

Figura 13.- Toponímicos Regionales registrados en las fuentes del Siglo XVI par Los Altos de Jalisco y zonas aledañas. Elaborado por el autor con información de Acuña (1988:s./n.), Baus (1982:25-48), Gerhard (1996:32), Jiménez (1988:48, 49) y Yáñez (2001:45).

Figura 14.- Distribución de la cerámica policroma al negativo en el Centro Occidente. Tomado de Pereira (et al. 2013:56).

Figura 15.- Distribución espacial zonificada de las toponimias tarascas en Los Altos de Jalisco.

Figura 16.- Toponimias Tarascas en los Altos.

Figura 17.- Poblaciones indígenas en la cuenca del Río Verde o La Tecuexa hacia mediados del siglo XVI.

Figura 18.-Mapa de Ortelius (1571). Cortesía de Armando Trujillo.

Figura 19.- Parroquia de la antigua villa de Santa María de los Lagos (Cortesía de IHGDL). Lagos fue una de las contadas fundaciones netamente españolas en la Nueva Galicia.

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