EN BUSCA DE LA IDENTIDAD.

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Descripción

En busca de la identidad. La identidad colectiva de cada pueblo se conserva en su pasado, en todo el bagaje que compone su desarrollo histórico a lo largo de los tiempos. Pero se alimenta también del presente, del día a día. Es un elemento de gran fragilidad, capaz de perderse o desvirtuarse con un mal cambio de costumbres, por una mala influencia o por el desprecio o dejadez hacia los ritos y vestigios que en su momento fueron conformando la estructura de lo que hoy somos. Desde el 2013 hasta hoy hemos asistido a una curiosa experiencia, cuyo desarrollo principalmente ha consistido en la visita durante el mes de julio de un grupo de jóvenes que, procedentes de muy diversas universidades, han convivido con los ciudadanos de Castelflorite. Motivados por un desinteresado interés hacia el conocimiento, no acuden hasta este rincón monegrino en busca de piedras o por el incomprensible deseo de hacer agujeros en la tierra, como algunos suponen erróneamente. Su verdadero objetivo es otro muy diferente. Los entusiastas que acuden puntualmente cada verano a su cita con el áspero sol, las picaduras de insectos, los madrugones, el rigor del pico, la pala, la carretilla y las incomodidades de una vida de campaña, que por supuesto no cambiarían por unos relajados y confortables ratos tumbados a la orilla del mar, por poner un ejemplo, vienen en busca de un gran tesoro: la identidad. Sin saber aún muy bien cuál es la razón, un sentimiento de curiosidad inmensa atrae gravitatoriamente a estos chicos y chicas a este epicentro en busca del pasado de esta localidad, de los vestigios que un día fueron formando su identidad. Conscientes de tener algo tan valioso entre sus manos, es corriente verles manejar el paletín con el mayor de los cuidados para definir los escuetos restos de unos pocos mampuestos de caliza maltratados por la erosión, resultantes de lo que en su día fue un altivo y potente muro capaz de soportar imponentes asedios, mientras algún profano sorprendido comenta lo absurdo de ir por la vida malgastando el tiempo limpiando pedruscos inertes en lugar de estar haciendo cualquier otra cosa mucho más práctica, como por ejemplo trabajar y ahorrar para comprarse un coche de muchos caballos o una carísima chaqueta de marca. Sabedores de que cada fragmento de cerámica que pasa por sus manos alberga un pedacito de la historia del municipio, o mejor dicho, de sus gentes, se empeñan con el mayor de los cuidados en descifrar y escudriñar cada palmo de tierra de ese peñasco que tan majestuosamente preside el pueblo. En Castelflorite ya saben muy bien de que va el asunto y por eso la simbiosis entre visitantes y locales es completa. Cada foráneo trae a su vez una porción de su propia identidad, que es la colectiva de su lugar de origen, y particular con el conjunto de sus experiencias vividas que comparte con el resto de sus compañeros y con los nuevos amigos de Castelflorite. De esta manera los buscadores de identidad van, paradójicamente, colaborando en la creación de una nueva, la suya propia, y la colectiva de esta paciente y sabía población monegrina. En estos años de trabajo estamos orgullosos de haber recuperado unos episodios, no perdidos, pero si ocultos por el peso de los siglos y fundamentales para el conocimiento histórico de Castelflorite. El proceso ha sido lento, palada a palada desenterrando centímetro a centímetro, en un desarrollo minucioso y casi milimétrico que finalmente nos ha permitido redescubrir el

famoso castillo de Castelflorite, aquel cuya existencia ya conocíamos por el topónimo de la localidad o por su escudo y del que ahora también podemos contemplar sus restos. Leo esta mañana en un periódico nacional que en una ciudad mediterránea no demasiado lejana se promueve algo llamado “turismo de borrachera”, que según algunos vecinos de la localidad que lo sufre desprestigia a la ciudad y causa enormes molestias a los vecinos, aunque según empresarios locales genera un impacto económico de cinco millones de euros. Cuestión de opiniones, pero me resulta un precio muy barato por vender la identidad. Unos pocos cientos de euros es lo máximo que nuestra presencia puede suponer, siendo optimistas, sin embargo cada gota de esfuerzo invertido quedará para siempre grabada en el libro de historia de Castelflorite. Cada recuerdo permanecerá imborrable también en el corazón de los “exploradores”, como cariñosamente éramos conocidos al inicio de los trabajos. Es un privilegio y nos convierte en seres eternos por tener la capacidad de apreciar y disfrutar de estos valores y produce una infinita tristeza observar a quien los desprecia a cambio de algo tan frugal como unas simples monedas. Tres años han pasado desde el inicio de este proyecto y mantenemos la misma ilusión que al principio, aunque han aumentado las ganas de seguir estrechando lazos, recuperar esos fragmentos de identidad que el tiempo y la tierra fueron sepultando desde hace más de mil años y compartir nuestra experiencia con los herederos de ese patrimonio intangible, pero imprescindible para todo pueblo que se valore y respete.

14/08/2015 PREGÓN DE FIESTAS DE CASTELFLORITE (HUESCA) Hugo Chautón Pérez Arqueólogo.

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