EMPRESARIOS RICOS, TRABAJADORES POBRES

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Descripción

Empresarios ricos, trabajadores pobres Vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza (1850 - 1918)

Rodolfo Richard-Jorba

Rosario, 2010

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Richard-Jorba, Rodolfo A. Empresarios ricos, trabajadores pobres: vitivinicultura y desarrollo capitalista en Mendoza 1850 - 1918. – 1a ed. – Rosario: Prohistoria Ediciones, 2010. 280 p.; 23x16 cm. - (Historia argentina / Darío G. Barriera; 8) ISBN 978-987-1304-58-5 1. Economía Laboral. I. Título CDD 331.2 Fecha de catalogación: 28/04/2010

colección Historia Argentina – 8 Composición y diseño: www.somosantenas.com.ar Edición: Prohistoria Ediciones Ilustración de Tapa: Bodega Maessen, Mendoza - Juan Pi, Fotografías 1903-1933, Buenos Aires, Fundación Antorchas, 1994. Diseño de Tapa: Grazzini volvé Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales. TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723 © Rodolfo Richard-Jorba © de esta edición: Tucumán 2253, (S2002JVA) – Rosario, Argentina Email: [email protected] Website: www.prohistoria.com.ar Descarga de índices y capítulos sin cargo: www.scribd.com/PROHISTORIA Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor. Este libro se terminó de imprimir en ART - Talleres Gráficos, Rosario, en el mes de setiembre de 2010. Tirada: 500 ejemplares. Impreso en la Argentina ISBN 978-987-1304-58-5

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Índice Presentación ......................................................................................................

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CAPÍTULO I Modelos de crecimiento en la provincia de Mendoza, 1850-1918. Un panorama de la transformación territorial, económica, social y ambiental, y las fuentes para su estudio..............................................................

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CAPÍTULO II Al principio fue la política. Surgimiento y consolidación de la oligarquía modernizadora en Mendoza (1870-1880)............................................................

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CAPÍTULO III El capital, 1850-1914. Los empresarios y productores de la vid y el vino..........

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CAPÍTULO IV El trabajo, 1850-1914.......................................................................................... 129 CAPÍTULO V Los conflictos sociales, 1890-1916...................................................................... 187 CAPÍTULO VI Vivir y morir en Mendoza durante el desarrollo de la economía regional vitivinícola. Las condiciones de vida de los sectores populares, 1890-1918...... 243

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A Juan Ignacio, Matías Nicolás y Alfonso Santiago, para que cuando la edad del juego haya pasado sepan qué hacía su Tata

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SIGLAS Y ABREVIATURAS MÁS UTILIZADAS

AGN AGPM AMS ANH AV DFS FCBAP FCGOA FCTA FOA FORA ha hl m PEN ROPM UGT ZN

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Archivo General de la Nación Archivo General de la Provincia de Mendoza Archivo Museo Sarmiento Academia Nacional de la Historia Arístides Villanueva Domingo Faustino Sarmiento Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico Ferrocarril Gran Oeste Argentino Ferrocarril Trasandino Federación Obrera Argentina Federación Obrera Regional Argentina hectárea hectolitro metro Poder Ejecutivo Nacional Registro Oficial de la Provincia de Mendoza Unión General de Trabajadores Zona Núcleo de difusión de la vitivinicultura moderna

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Presentación

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scribir un libro es tarea placentera porque es fruto de un amor por lo que hacemos cotidianamente: estudiar, investigar, descubrir papeles olvidados, reconstruir realidades pasadas con mínimos elementos, e interpretar los comportamientos, prácticas e intenciones de quienes nos precedieron en el tiempo. Reconstruir parte del pasado mendocino en una etapa crucial de su historia, cual fue la del desarrollo capitalista sobre la base de la implantación de un sistema agroindustrial centrado en la vitivinicultura, supone otorgarle a esa reconstrucción, además de coherencia, una cierta integralidad para comprender un proceso que fue complejo, muy dinámico en términos de velocidad, cantidad y calidad de los cambios que produjo, y muy rico en orden a los resultados palpables: demográficos, políticos, económicos, sociales y culturales. Los cambios más significativos tuvieron que ver, inicialmente, con la década de 1870, momento de reordenamiento político y de gran crisis internacional que obligó a repensar las bases económicas de la provincia; y concluyeron con el final de la I Guerra Mundial y el paso hacia gobiernos basados en el voto popular. La experiencia acumulada en desentrañar diversos procesos geográfico-históricos que llevaron a la conformación de la economía regional vitivinícola nos ha permitido arribar a este intento de poner a consideración de colegas del país y público en general, una obra que intenta recrear parte fundamental de las transformaciones que modificaron el territorio, la economía y la sociedad mendocinos. Rescatamos, así, un periodo en el cual la provincia estaba dedicada al negocio de la invernada y la exportación de ganado a Chile, más las ventas de trigos y harinas en el oriente nacional, que rápidamente pasó a otra etapa en la que el espacio productivo se convertiría en un mar de viñas que, a la inversa de lo que ocurre en la naturaleza, volvía en forma de ríos de vino al interior de un continente materializado en múltiples bodegas. Este proceso no hizo sino acompañar, a veces tardíamente, los cambios que avanzaban desde el Este de un país en rápida organización política y económica para facilitar el desarrollo capitalista nacional y la vinculación de la Argentina con el mundo globalizado que hegemonizaba Gran Bretaña. La plena valorización de la región pampeana, como proveedora de materias primas para el mundo industrial, la convirtieron más temprano que tarde en el espacio central argentino, al que se fueron acoplando diversas regiones con economías complementarias, apuntando a la formación de un gran espacio-mercado nacional. Mendoza abandonó, entonces, la economía ganadera y cerealera y buscó ser la gran proveedora de vinos de la Argentina, objetivo logrado con creces. ¿Cómo lo hizo? Es lo que intentamos mostrar a lo largo de seis capítulos. En el primer capítulo trazamos un panorama de los dos modelos económico sociales que tuvieron presencia en Mendoza entre la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX. Nos pareció apropiado en esta parte, casi

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introductoria, extendernos sobre las fuentes utilizadas para la identificación de estos modelos, y sobre nuestras interpretaciones y los modos en que se puede construir información científica confiable a partir de ciertos datos sencillos o ingenuos. Así, la estructura social que, según interpretamos, surge en el modelo ganadero, es mostrada a partir de los datos esenciales que brindan los contratos protocolizados, entre varias fuentes; y lo mismo sucede con los actores identificados en la economía vitivinícola. Pero también se puede construir información sobre cambios ambientales, modificación de los usos del suelo, procesos de ocupación del territorio, etc. El Capítulo II avanza sobre las transformaciones económicas registradas en la década de 1870, etapa en la que se reorientaría la economía hacia la vitivinicultura, haciendo hincapié en lo político. En efecto, trabajando sobre fuentes primarias inéditas, estudiamos los cambios que se produjeron en el reducido grupo dominante local, en el marco del proceso de formación de una dirigencia nacional que acompañaba la organización institucional del país. La facción que finalmente se impondría en esos años 1870, de orientación liberal y modernizante, es la que logró integrarse, primero con Sarmiento y luego con Roca, a un proyecto nacional que finalmente sería el que se concretaría. Ese subgrupo, de origen mercantil urbano, conformó una oligarquía ilustrada conducida por Francisco Civit, que modernizó a Mendoza y la llevó por los caminos de la prosperidad económica de la mano de la vitivinicultura. Con el apoyo político-institucional previo, se crearon las condiciones para el surgimiento de un empresariado vitivinícola moderno, cuyos antecedentes y desarrollo analizamos en el Capítulo III. La actuación de agentes aislados fue avanzando hasta la constitución de una masa crítica que pudo poner en marcha el capital previamente acumulado en actividades mercantiles, transformándolo en productivo. Estudiamos también la confluencia de inmigrantes de ultramar de diverso origen en la introducción del cambio tecnológico que demandaba la viticultura para modernizarse, y su posterior evolución. Lo mismo cabe para la transformación de la fase industrial. Los tres capítulos restantes están dedicados al mundo de los trabajadores, la otra cara de la moneda de la prosperidad capitalista. Repasamos entonces el proceso de formación del mercado de trabajo libre y el cambio institucional que provocó la incorporación de inmigrantes en la caída de los instrumentos de coacción extraeconómica (Capítulo IV). Pero de la cuantificación, transformación y diversificación del mercado laboral pasamos a un aspecto inevitable de la organización capitalista: el conflicto social. En el Capítulo V desarrollamos la conflictividad laboral entre las crisis de 1890 y la de comienzos de la I Guerra Mundial, la formación de la identidad de los trabajadores y el surgimiento de diferentes organizaciones gremiales sobre las que tratamos de identificar las orientaciones ideológico-políticas que las movían. Asimismo, nos extendemos sobre las condiciones en que desarrollaban sus labores y los riesgos que corrían los trabajadores, en especial los vitivinícolas, las diversas peonadas, las mujeres y los menores.

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Por último, en el Capítulo VI hemos analizado las condiciones de vida de los sectores populares de Mendoza –la gran mayoría de la población– los consumos mínimos que tenían, sus magros ingresos, las viviendas que debían (o podían) habitar y los problemas de hacinamiento e higiene que conllevaban. Finalmente, relacionando lo anterior, analizamos la problemática de la salud en el largo plazo, las principales enfermedades que aquejaban a estos sectores y la absurdamente altísima mortalidad infantil. Notará el lector cierto desbalance en el volumen de los temas tratados; y eso es real, pero responde a una intencionalidad. Mucho se ha (y hemos) escrito sobre el desarrollo territorial del viñedo, el proceso de formación de la economía regional vitivinícola, el surgimiento y consolidación de empresas y empresarios, inversión en tecnología, promoción estatal para afianzar el crecimiento, etc. Sin embargo, ha habido poco espacio dedicado a las franjas mayoritarias de la población (nativos e inmigrantes), inmersas en el mundo de los trabajadores; a sus condiciones de trabajo y sus conflictos, y a los largos padecimientos para sobrevivir en un medio político, económico y social frecuentemente poco amigable. El libro reúne parte de nuestras investigaciones previas, diseminadas en artículos publicados en diversas revistas del país y del exterior y agrega producción inédita. La finalidad, repetimos, ha sido ofrecer un trabajo que presente en una visión amplia la riqueza de un proceso de desarrollo capitalista en Mendoza que tuvo dos caras de una misma moneda: enormes riquezas para pocos y difundida pobreza-miseria para muchos.

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CAPÍTULO I Modelos de crecimiento en la

provincia de Mendoza, 1850-1918

Un panorama de la transformación territorial, económica, social y ambiental, y las fuentes para su estudio



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a provincia de Mendoza está situada en el centro-oeste de la Argentina, dentro de la denominada diagonal árida sudamericana. La escasez e irregularidad de las precipitaciones pluviales en el llano (200 mm por año), obligan a concentrar las actividades humanas, urbanas y rurales, en oasis de regadío. El sistema de irrigación está basado en la utilización de las aguas de los principales ríos que nacen en el macizo andino: el Mendoza y el Tunuyán, que forman el Oasis Norte; el Diamante y el Atuel, que dan vida al Oasis Sur (Figura I 1). Actualmente, el 96% de la población se concentra en los oasis –apenas un 3% de la superficie total– mientras que el resto se distribuye en los valles cordilleranos, en la precordillera y en el semidesierto del centro y el oriente de la provincia. Desde la década de 1840, dominaba en Mendoza un modelo de acumulación basado en el engorde y exportación de ganado a Chile casi como actividad excluyente, complementada con ventas de productos agrícolas a las provincias orientales. La vitivinicultura, de origen colonial, casi había desaparecido hacia 1850 y su escala productiva sólo abastecía el mercado local. Este esquema comenzaría a cambiar en la década de 1870, por factores exógenos (económicos) y endógenos (políticos y económicos). La caída de la demanda chilena y la pérdida de rentabilidad del negocio ganadero se combinaron con cambios políticos en el interior del grupo dominante1 provincial, la gradual conformación de una dirigencia nacional y el fortalecimiento del moderno Estado nacional, todo lo cual terminaría por integrar a Mendoza en el mercado nacional con una economía complementaria del espacio central argentino, la región agropecuaria por excelencia, la pampa húmeda, como veremos en el próximo capítulo. La modernización que conduciría al desarrollo capitalista se haría sentir de manera creciente; y el resultado de los cambios, acelerados desde comienzos de la década de 1880, sería la implantación y consolidación de un nuevo modelo de acumulación, 1

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En este libro empleamos los términos elite, elite económica o grupo dominante para referirnos a los actores que, con su poder económico y prestigio social, controlaban todas las manifestaciones de la vida provincial. De tal grupo surgían los agentes que accedían al poder estatal. Los términos oligarquía, grupo oligárquico modernizante o hegemónico corresponden a un subgrupo o facción de la elite que alcanzó el poder para controlar el Estado y emplearlo como herramienta de transformación conducente al desarrollo capitalista.

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basado en un sistema agroindustrial centrado en la vitivinicultura, con una producción de vinos a gran escala destinados exclusivamente al mercado interno. Es decir, un cambio drástico operado en un periodo muy breve, que provocó transformaciones sociales profundas, tanto en las estructuras de poder, como en las clases propietarias y los sectores subalternos. Nos proponemos, entonces, transmitir nuestras experiencias en la investigación de estos temas, trazando un rápido panorama de los dos modelos de acumulación y los cambios más destacados que se registraron. El señalamiento de las fuentes principales que nos posibilitaron la tarea de reconstrucción de aspectos sustanciales de la historia económico social de Mendoza,2 permitirán aprehender el proceso de conformación de una de las primeras economías regionales de la Argentina.3

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La producción científica proveniente de autores extrarregionales, desde fines de la década de 1970 y, sobre todo desde la década de 1980, comenzó una renovación profunda de los estudios históricos y contribuyó al desarrollo de una corriente de Historia Regional. Entre los principales trabajos pioneros sobre las regiones extrapampeanas mencionamos a BALÁN, Jorge y LÓPEZ, Nancy “Burguesías y gobiernos provinciales en la Argentina: la política impositiva de Tucumán y Mendoza entre 1873 y 1914”, en Desarrollo Económico, Vol. 17, núm. 67, 1977, pp. 391-435; BALÁN, Jorge “Una cuestión regional en la Argentina: burguesías provinciales y el mercado nacional en el desarrollo agroexportador”, en Desarrollo Económico, Vol. 18, núm. 69, 1978, pp. 49-87; GIRBAL-BLACHA, Noemí “Ajustes de una economía regional. Inserción de la vitivinicultura cuyana en la Argentina agroexportadora (1885-1914)”, en Investigaciones y Ensayos, núm. 35, ANH, Buenos Aires, 1983-1987, pp. 409-443. Entendemos por economías regionales o economías extrapampeanas a los subsistemas económicos organizados en torno de diferentes producciones fuera del espacio central argentino, la gran región de la pampa húmeda. La economía regional vitivinícola abarca las provincias de Mendoza y San Juan, surgida contemporáneamente con la azucarera, centrada inicialmente en la norteña provincia de Tucumán.

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Figura I – 1 Oasis de riego hacia 1900 (delimitación aproximada)

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El modelo de ganadería comercial con agricultura subordinada, 1850-1880 A comienzos de la década de 1850 Mendoza articulaba un activo comercio ganadero con Chile, integrando una región binacional que comprendía las zonas productoras del Este argentino con el mercado consumidor trasandino. El desarrollo del espacio productivo local se basaba en una agricultura subordinada a tal comercio. El Oasis Norte estaba cubierto por extensos alfalfares para engorde, otros micro oasis aparecían en puntos estratégicos sobre los caminos de vinculación con el Litoral y Chile con la función de restaurar el desgaste del ganado en tránsito. El Oasis Norte era el único espacio en producción en la época,4 dedicado en un 80 o 90% al cultivo de la alfalfa (Medicago sativa), especialización que no deja dudas de la subordinación de la agricultura a la actividad ganadera; seguían los cereales y el viñedo.5 Los cereales, dentro de este sistema de explotación, se utilizaban para incorporar nuevas tierras o renovar los alfalfares. Las explotaciones estaban más divididas en la Zona Núcleo (en adelante ZN)6 y se hacían más extensas (120 a 250 hectáreas) hacia la periferia y hacia el Este (Junín, San Martín) y Sur (San Carlos y Tupungato). En estas últimas zonas era más notoria la especializa­ción en alfalfa y cereales, en función del mayor requerimiento de tierras para alcanzar viabilidad económica. Las propiedades menores eran más diversificadas. Para asegurar una rentabilidad aceptable se agregaban y hasta tenían cierto predominio, los viñedos, acompañados por pequeñas bodegas, los frutales y hortalizas. La concentración de la escasa población en la capital y alrededores explica en parte la existencia de grandes propiedades en zonas alejadas, a la espera de una futura demanda inmobiliaria que eclosionaría con el desarrollo capitalista, a partir de la instalación ferroviaria (1885), del arribo masivo de inmigrantes de ultramar, de migrantes internos y la difusión de la viticultura.7 A partir de la década de 1860 la actividad ganadera crecía tanto en cantidad de establecimientos como en la magnitud de los mismos, lo que se comprueba por el 4 5

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RICHARD-JORBA, Rodolfo Poder, Economía y Espacio en Mendoza, 1850-1900, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo, Mendoza, 1998, p. 11. Entre las décadas de 1860 y 1890, las superficies cultivadas en el Oasis Norte crecieron desde alrededor de 70.000 hectáreas a poco más de 90.000 (en 1895, fueron 90.734 hectáreas sobre un total provincial de 107.024) y la alfalfa ocupó desde un 90% en 1864 a un 77% en 1895, cuando la ganadería decaía y avanzaba la agroindustria del vino. La Zona Núcleo de difusión de la vitivinicultura moderna comprendía los departamentos que configuran actualmente el denominado Gran Mendoza (Capital, Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Luján de Cuyo y Maipú). RICHARD-JORBA, Rodolfo “Modelo vitivinícola en Mendoza. Las acciones de la elite y los cambios espaciales resultantes, 1875-1895”, en Boletín de Estudios Geográficos, núm. 89, UNCuyo, Mendoza, 1994, pp. 227-264. En 1869 se registraron 65.413 pobladores (56% en ZN) y, en 1895, con la inmigración masiva en pleno auge, se alcanzó la cifra de 116.061 habitantes (58% en ZN). Entre ambas fechas la población de la capital se incrementó en un 252% (cálculos propios con datos de Censos Nacionales).

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abandono de políticas promocionales que llevaban unos treinta años y la aplicación de impues­tos por parte del Estado provincial. Desde 1864 las estancias pagaron patentes fiscales, que se fueron extendiendo aunque con criterios socialmente regresivos.8 Con la ganadería de cría difundiéndose por todo el territo­rio, el secano dejó de ser sólo un área de extracción de madera y leña para convertirse en un espacio productivo, complementario del oasis y funcional al mismo, aunque, por las condiciones ambientales, los campos eran (y son) de baja capacidad de carga animal. En el interior del principal espacio irrigado y en los micro-oasis los establecimientos mayores eran las haciendas. Eran relativamente complejas y desarrollaban diversas actividades productivas (cereales, harinas, quesos, mantecas, dulces, frutas secas y vinos). La cría de ganado se hacía en muy pequeña escala, pues la actividad principal era la agricultura forrajera, destinada al engorde de los animales para su exportación a Chile. Estas haciendas estaban delimitadas, lo mismo que sus diferentes divisiones interiores, por tapias (anchas paredes de barro pisado), trincheras (de álamos) o cercos de monte, que se construían con estacas y ramas de plantas espinosas. La eliminación del monte nativo para construir cercos supuso importantes transformaciones ambientales. Algunas grandes estancias situadas en el secano, evolucionaron hacia la configuración de micro-oasis y diversificaron su producción hasta convertirse en haciendas que reunían todas las fases productivas agrícolo-ganaderas y, además, prestaban servicios de invernada a terceros.9 Las estancias eran campos de grandes extensiones con una pequeña porción valorizada y puestos dispersos para el control del ganado. Junto a las casas aparecía la pulpería, lugar de esparcimiento, punto de acopio de bienes comercializables y de apropiación de considerables excedentes en la transacción de esos bienes por parte del propietario.10 Se vinculaban con la hacienda, hacia donde eran enviados algunos animales para su terminación; con los poblados cercanos, de donde 8

La Ley de impuestos y patentes para 1864, fijó a los criadores un pago anual del 4% sobre capitales de giro superiores a $1.000, establecidos sobre los animales que herraren (el ganado vacuno era herrado antes del cruce cordillerano para preservar sus patas). El valor fiscal para los terneros era de $2 c/u (Registro Oficial de la Provincia de Mendoza –en adelante ROPM– 1860‑1864, p. 412). Para 1865, la imposición de patentes se extendió a los pequeños propietarios: $10 a los poseedores de 50 a 500 cabezas y $20 a los de más de 500 (ROPM, 1860‑1864, p. 523). En 1868, había estancias de más de 1.000 cabezas, que debían pagar $100; y un mínimo de $20 para las pequeñas (ROPM, 1865‑1869, p. 173). En fin, en los años 1870, las patentes se aplicaban a cinco categorías de estancias, desde las de menos de 500 cabezas a las poseedoras de más de 3.000 (ROPM, 1871‑1872, p. 167). 9 Un detalle de la evolución de estos establecimiento en RICHARD-JORBA, Rodolfo et al. La Región Vitivinícola Argentina. Transformaciones en el territorio, la economía y la sociedad, 1870-1914, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2006, pp. 77-132. 10 A los bienes derivados de la producción (cueros, lanas) se agregaban los de actividades extractivas, fuertes modificadoras del medio ambiente: leña del monte, plumas de ñandú, carnes y cueros (pumas, vizcachas, quirquinchos) obtenidos mediante la caza promovida por los propietarios o por cazadores furtivos.

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ingresaba el comerciante minorista para aprovisionar el establecimiento; y, con la ciudad, donde el propietario comercializaría cueros, lanas y subproductos de la fauna silvestre. En zonas de cordillera, además, prestaban servicio de pastaje para ganado en tránsito a Chile. En suma, las haciendas y la actividad de engorde constituían el elemento motor del espacio agrícola, mientras que la ciudad de Mendoza era el núcleo articulador con otros mercados. Comercio y actores El superávit en la balanza comercial mendocina provenía de las ventas ganaderas y algunas otras mercancías, de significación menor, en el mercado chileno. El comercio ganadero –en cifras oficiales– mantuvo su preeminencia entre las décadas de 1850 y 1880 y explicaba, en promedio, el 96% de las exportaciones locales al país trasandino.11 Los valores exportados y registrados oficialmente eran semejantes al ganado contrabandeado, al menos hasta comienzos del siglo XX. Correlativamente con la división territorial del trabajo y el papel de la ciudad como núcleo articulador interno y externo, la estructura social del modelo de ganadería comercial mostraba una jerarquía de actores. En la cima de la pirámide, aquellos a quienes hemos denominado comerciantes integrados, miembros del grupo dominante, controlaban la economía porque en sus manos estaban todas las fases del negocio ganadero y la oferta de la moneda fuerte; orientaban la producción local y subordinaban a los restantes actores.12 Los productores no integrados pertenecían también a la elite local pero sus actividades económicas –diversificadas– excluían la exportación de ganado. En cambio, los comerciantes no-productores, sólo vendían ganado. En la base de la pirámide –con independencia del tamaño de sus explotaciones– se situaban los productores de alfalfa, sujetos a las oscilaciones de la demanda; y los criadores de ganado. Estos últimos sólo eran propietarios de sus animales, trabajaban –como capataces, puesteros o mayordomos– para estancieros y hacendados y estaban fuertemente subordinados a quienes controlaban la exportación. Los grupos medios, una estrecha franja, estaban integrados por pequeños comerciantes, profesionales, docentes, etc. Por último, una masa de trabajadores, peones o jornaleros, tenía a su cargo los trabajos urbanos y rurales dentro del reducido espacio del oasis y, por supuesto, en los campos del secano. La precariedad laboral y la coacción extraeconómica daban marco a la subsistencia de la denominada clase proletaria.

11 MASINI CALDERÓN, José Luis Mendoza hace cien años. Historia de la provincia durante la Presidencia de Mitre, Theoría, Buenos Aires, 1967, pp. 77-83; y RICHARD-JORBA, Rodolfo “Un panorama del sector ganadero de Mendoza y San Juan y su comercio con el Valle Central y el Norte Chico chileno, 1870-1915. Desarrollo, crisis y recreación de un espacio regional”, en Actas Americanas, núm. 9, Universidad de La Serena, La Serena, 2001, pp. 45-83. 12 En el Capítulo II se amplía la información sobre esta estructura social.

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La transición Esta organización económica, social y espacial entró en crisis en la segunda mitad de la década de 1870, lo que daría lugar a una profunda transformación. Los potreros de engorde cederían paso desde los años 1880 al paisaje vitícola, a la bodega y el ferrocarril; y al alambrado, como el nuevo marcador de límites y conductor de los plantíos de vid. La modernización del viñedo comenzó tenuemente en esa década incentivada por decisiones políticas, fundamentalmente locales, como respuesta a la pérdida de competitividad de la producción de cereales y harinas; y por la gradual contracción de la rentabilidad de las exportaciones ganaderas.13 Esta situación dio paso a una crisis monetaria en la provincia que determinó, por una parte, la ruptura de los lazos de subordinación de los comerciantes urbanos respecto de los comerciantes integrados y, por la otra, la aceleración del proceso de interiorización de Mendoza, volcada cada vez más hacia Rosario y Buenos Aires como centros proveedores y mercados de consumo de la producción provincial. El viñedo se convertiría así en una alternativa para que la provincia superara la crisis, pero la tradición tecnológica colonial debía ser sustituida por la viticultura capitalista. Para tomar esa dirección se fueron dando condiciones favorables: la red ferroviaria daría accesibilidad a los mercados lejanos; el aumento de la capacidad de carga y los menores precios de los fletes, tornarían competitivos a los vinos locales frente a los europeos. La demanda, por lo demás, crecía casi ilimitadamente gracias al masivo flujo inmigratorio, mayoritariamente integrado por personas provenientes de la cuenca del Mediterráneo, donde el vino formaba parte de la dieta. Finalmente, la destrucción de viñedos europeos por la filoxera (Phylloxera vastratix) en los años 1860 y 1870, aumentó los precios internacionales del vino, lo que se constituyó en otro fuerte incentivo para modernizar la vitivinicultura local y conducirla a la producción en gran escala. Este avance, sin embargo, se demoraría hasta 1885, cuando se habilitó el servicio ferroviario. La política El grupo oligárquico modernizante, que controló el poder local desde 1870 –como veremos en el próximo capítulo– aplicaría, por primera vez, el poder del Estado para promover la producción agrícola y, específicamente, el desarrollo de la viticultura, contribuyendo a la formación de capital. Sin embargo, la promoción del crecimiento económico no ocultaba graves cuestiones como la coacción sobre los trabajadores, 13 Entre los factores externos, la inflación en Chile y la inconvertibilidad decretada para su moneda provocaron una pérdida de la rentabilidad y anularon el control de la oferta monetaria en metálico y del crédito por parte de los exportadores; el desarrollo de los cultivos cerealeros y la industria molinera en la región pampeana con menores costos y mayores rendimientos, impidieron la concurrencia de las harinas locales a los mercados de Buenos Aires y Rosario; el avance ferroviario hacia el Este, en fin, les quitó a los comerciantes integrados uno de sus negocios fundamentales: el transporte de ganado.

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con una legislación que restableció desde 1874 el trabajo casi servil y la papeleta de conchabo, tema que será tratado en el Capítulo IV. En las dos décadas finales del siglo, la dinámica inmigratoria y el arribo de migrantes internos hicieron caer todos los instrumentos coactivos extraeconómicos y se avanzó hacia la formación de un mercado de trabajo libre. Desarrollo capitalista y vitivinicultura Durante la década de 1890 se consolidó en Mendoza el modelo agroindustrial vitivinícola y el capital productivo adquirió preeminencia sobre el mercantil. La vitivinicultura capitalista avanzaba sostenidamente desde mediados de los años 1880 tras el objetivo de penetrar y dominar el mercado nacional de vinos. La producción en gran escala produjo transformaciones que fueron haciendo más compleja y heterogénea a la sociedad local. La incorporación masiva de inmigrantes, no sólo cambió radicalmente la composición de la población, sino que también generó un nuevo tipo de empresario, promovió la urbanización acelerada y la instalación de talleres de servicios, muchos de los cuales se convertirían en industrias. Asimismo, la aparición de nuevos oficios y nuevas demandas laborales ampliaron hasta límites desconocidos el mercado de trabajo, particularmente el urbano. La mayor liberalización de las relaciones laborales dio paso, además, a la aparición de los primeros conflictos colectivos, superadores de la resistencia individual. En esta etapa del desarrollo capitalista fue clave la introducción y difusión de nuevas técnicas, agrícolas e industriales, que permitieron un enorme avance cuantitativo en la producción de uva y vino y situaron desde entonces a Mendoza como la primera productora de vinos del país. Uno de los íconos de la omnipresente idea de progreso, el ferrocarril, revolucionó el sistema de transportes, articulando e integrando el territorio y el mercado nacional. Pero, además, produjo una circulación rápida de información, ideas y mercancías –entre ellas, equipo para bodegas; y la afluencia de fuerza de trabajo, parte de la cual era portadora de los conocimientos técnicos que demandaba la nueva vitivinicultura. La mercantilización de la tierra aceleró la subdivisión de la propiedad y coadyuvó a la ampliación de los estratos medios de la sociedad. Trabajo, tecnologías y tierras, serán tratados extensamente en los capítulos III y IV. Producción y actores La intervención estatal fue decisiva en el proceso modernizador. Además del tendido ferroviario (nacional), las exenciones de impuestos provinciales llevaron a la implantación de viñedos como cultivo exclusivo, con alta densidad (3.000 a 4.000 plantas por hectárea) y a la aplicación de modernas técnicas para lograr altos rendimientos. En poco más de veinte años la expansión de la vid fue extraordinaria, especialmente a partir de la habilitación del servicio ferroviario (1885): en el quinquenio 1886-1890 se implantaron 4.462 hectáreas, frente a las 174 registradas entre 1881-1885 (2.464% de incremento). Hacia 1902, se habían incorporado más de 20.000 hectáreas a la vi-

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ticultura con promoción fiscal;14 y en 1914 se relevaron más de 70.000 hectáreas. La provincia también modernizó la legislación de aguas (1884) y la red de riego (desde los años 1890), lo que permitió un uso más eficiente del siempre escaso recurso hídrico que redundó en una ampliación de las áreas irrigadas. Las bodegas se instalaron rápidamente: si en 1864 apenas superaban el medio centenar,15 para 1887 eran unos pocos centenares, todas muy pequeñas. Doce años más tarde se registraron 1.084; y, aunque el 87% de los establecimientos elaboraban menos de 1.000 hectolitros, las grandes bodegas –hasta 50.000 hectolitros– muy equipadas, ya estaban presentes. En 1914, eran casi 1.400 bodegas. El cambio tecnológico se había producido, aun en los establecimientos de menor escala productiva, pues era la única vía posible para atender la expansiva demanda de vinos. Los equipos modernos aumentaron sustancialmente la productividad: entre 1895 y 1910 el vino producido pasó de 657 a 2.879 hectolitros por establecimiento bodeguero y de 27 a 120 hectolitros por obrero empleado.16 La vitivinicultura moderna generó diversos actores sociales vinculados por relaciones de poder fuertemente asimétricas, con estructuras que recuerdan las descriptas para el modelo de ganadería comercial, aunque con el rol central desempeñado por inmigrantes que construyeron fortunas y grandes establecimientos vitivinícolas. Así, los bodegueros integrados, un grupo muy reducido de propietarios de grandes empresas, realizaban todas las etapas productivas y tenían capacidad para formar los precios del vino y hacer intervenir al Estado en defensa de sus intereses; en poco tiempo llegaron a controlar la industria. El viñatero era un propietario o arrendatario que explotaba, en general, fincas menores a 5 hectáreas y vendía la materia prima al elaborador de vinos. El productor agroindustrial integraba la etapa agrícola y elaboraba vino en establecimientos de tamaño variable, aunque con predominio de los pequeños. Vendían su producción en el mercado local, en ocasiones a otras provincias y también a grandes bodegas. El industrial bodeguero poseía o arrendaba bodegas y no producía la materia prima. Un actor clave fue el contratista de plantación. Proveniente del mundo del trabajo y mayoritariamente de la inmigración, asumía la obligación de implantar los nuevos viñedos, tarea por la cual percibiría una suma de dinero por cada planta en producción al término del contrato. Pero, además, se apropiaba de una o varias cosechas, o las compartía con el propietario.17 Por último, el contratista de viña, era 14 RICHARD-JORBA, Rodolfo Poder, economía…, cit., Capítulo I. La inflación provocada por la crisis de 1890 protegió los vinos locales frente a los importados, pagados en oro, lo que posibilitó la rápida expansión de la producción. Antes del ferrocarril Mendoza disponía, hacia 1883, de 2.788 ha con viña, en su mayoría asociadas con alfalfa y con baja densidad de cepas por unidad de superficie. 15 MASINI CALDERÓN, José Luis Mendoza hace…, cit., p. 59. 16 RICHARD-JORBA, Rodolfo y PÉREZ ROMAGNOLI, Eduardo “El proceso de modernización de la bodega mendocina, 1860-1915”, en CICLOS, núm. 7, IHES-UBA, Buenos Aires, 1994, p. 143. 17 Véase RICHARD-JORBA, Rodolfo “El mercado de trabajo vitivinícola en la provincia de Mendoza y los nuevos actores. El contratista de viña: aproximación a un complejo sistema de empresarios y trabajadores, 1880-1910”, en Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, núm. 18, PIEA-UBA, Buenos Aires, 2003, pp. 5-37.

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el encargado del mantenimiento de los cultivos, para lo cual percibía un pago anual por cada hectárea trabajada y tenía una participación en torno del 5% en el valor de la cosecha de uvas.18 Las transformaciones y las fuentes principales En la actualidad contamos con un buen corpus historiográfico de producción local que abarca diversos temas de la historia económica y social de Mendoza, prácticamente desconocidos dos décadas atrás, como ya expresáramos. Hacia 1989 existía una historiografía local muy escasa, de tipo descriptiva, aunque sin dejar de reconocer la existencia de obras que aportaban valiosa información documental y estadística.19 En ese año, un proyecto20 referido a la bodega y su desarrollo, nos llevó a revisar diversas fuentes un tanto anárquicamente. Memorias, folletos, álbumes y los diarios locales mostraban o transmitían percepciones e informaciones, siempre escasas, presentadas en blanco o negro, casi sin matices. En general, para los álbumes,21 editados para el Centenario, todo era brillo, el futuro sonreía y la felicidad se desparramaba por todos los rincones gracias a la vitivinicultura, los empresarios y los gobernantes de turno. Además, la riqueza de los bodegueros era fruto del esfuerzo individual porque todas las condiciones estaban dadas para alcanzar el éxito. En la prensa, en cambio, se observaban otras posiciones políticas, empresarias y hasta algunos conflictos sociales. Diarios oficialistas y opositores –nunca independientes–22 repartían culpas y recriminaciones de todo tipo y, a veces, publicaban información que servía para comenzar a llenar los numerosos espacios vacíos de nuestro casillero inicial. Algo teníamos claro: nuestro objeto de estudio inicial, las bodegas modernas, resultaba ininteligible si no cambiábamos el abordaje del problema hacia un enfoque más abarcador y sistémico, pues descubríamos procesos complejos, económico-sociales, que trascendían el marco provincial y evolucionaban en contextos amplios, nacionales y externos. Así, en la culminación de la primera gran crisis vitivinícola (1901-1903), un informe oficial que sintetizaba la investigación dirigida por el Dr. Pedro Arata,23 18 Véase, RICHARD-JORBA, Rodolfo “El mundo del trabajo vitivinícola en Mendoza (Argentina) durante la modernización capitalista, 1880-1914”, en Mundo Agrario núm. 18, 2009 [en línea] http:// www.mundoagrario.unlp.edu.ar. 19 Son destacables las obras de MASINI CALDERÓN, José Luis Mendoza hace…, cit. y ACEVEDO, Edberto O. Investigaciones sobre el comercio cuyano, 1800-1830, ANH, Buenos Aires, 1981. 20 PID núm. 3-07680/88, CONICET. 21 Álbum Argentino. Gloriandus, número extraordinario dedicado al Sr. Gobernador Dr. Emilio Civit, Mendoza, 1910; CENTRO VITI-VINÍCOLA NACIONAL La Viti-Vinicultura Argentina en 1910, Emilio Coll e hijos editores, Buenos Aires, 1910. 22 El Constitucional se editó desde la década de 1850 hasta 1884 y siempre se mantuvo al calor oficial; Los Andes, fundado en 1882, fue enemigo del grupo oligárquico organizado en torno de las figuras de Francisco Civit y su hijo Emilio. Otros periódicos fueron El Ferrocarril, en los años 1880; El Diario, en los años 1897-1898; El Debate, entre 1890 y 1914. Ya en el siglo XX, aparecieron El Comercio, La Industria, La Tarde, entre otros. 23 ARATA, Pedro N. et al. “Investigación Vinícola”. Informes presentados al Ministro de Agricultura

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mostraba un enorme descontrol en el crecimiento de la producción de vinos (crisis de superproducción combinada con subconsumo), la orientación hacia producciones masivas del nuevo modelo económico (y la responsabilidad que cabía a diversos sectores), deficiencias profundas en la calidad de los vinos y, también, la existencia de prácticas fraudulentas en la elaboración, que se combinaban con la problemática de los trabajadores. Sobre la cuestión social, Bialet Massé completaba con bastante objetividad el cuadro trazado por el informe Arata, tanto en el plano general como en el vitivinícola.24 De estos informes surgieron problemas que permitieron el desarrollo de investigaciones que se presentan en capítulos posteriores. Una vitivinicultura que durante un siglo había ocupado todos los lugares imaginables de la vida provincial (productivo, cultural, paisajístico) ocultaba otras cuestiones. ¿Por qué y cómo había surgido la vitivinicultura capitalista? ¿Qué actividades sustituyó? ¿Cómo fue la transición, si la hubo? ¿Quiénes protagonizaron las transformaciones? ¿Cómo funcionaban la economía y la sociedad antes del desarrollo agroindustrial? ¿Cómo y quiénes articulaban el espacio, la producción y la comercialización? Por ejemplo, hacia 1914, la presencia de los alfalfares, aunque superados en valor por la producción de uva, indicaba una actividad que retrocedía pero conservaba aún el dominio territorial, al menos en algunos departamentos de la provincia. Esto llevó a indagar cómo funcionaban la economía y la sociedad mendocinas antes del boom vitivinícola y, consecuentemente, cómo se construía y organizaba el territorio. Las fuentes, muy dispersas, obligaron a hacer una labor de reconstrucción minuciosa, aprovechando al máximo los pocos datos existentes para elaborar información científica confiable, tanto cuantitativa como cualitativa. El modelo ganadero Una Memoria de 1888 es insoslayable para aproximarse a lo que fueron el negocio ganadero y los primeros pasos de la vitivinicultura moderna.25 Se agregan otras publicaciones oficiales menores que aportan información significativa sobre la década de 1880.26 Asimismo, sobre los años 1870, algunos informes oficiales dan un buen panorama sobre agricultura, ganadería y vitivinicultura en esa década transicional.27 Uno

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por la Comisión Nacional compuesta por el Dr. Pedro N. Arata (Presidente), Ulises Isola (Secretario), Luciano Garola, José Lavenir y Domingo Simois (Vocales), en Anales del Ministerio de Agricultura, Tomo I, núm. 1, Buenos Aires, 1903, pp. 246-257. BIALET MASSÉ, Juan Informe sobre el estado de la clase obrera, Tomo II, Hyspamérica, Buenos Aires, 1985 [1904], pp. 859-906. LEMOS, Abraham Mendoza. Memoria descriptiva de la Provincia, Imprenta Los Andes, Mendoza, 1888. Estadística General de la Provincia de Mendoza Boletín 1 y 2, 1882; 3, 1883 y 4, Mendoza, 1884; Anuario Estadístico de la provincia de Mendoza correspondiente al año 1887, Mendoza, 1889. “Informe del Ministro de Gobierno y Hacienda de Mendoza al Departamento Nacional de Agricultura”, en FUNES, Lucio Gobernadores de Mendoza. La oligarquía, Primera Parte, Best Editores, Mendoza, 1942, pp. 184-194; “Informe de la Inspección Nacional de Agricultura”, 18 de enero de 1876, en El Constitucional, 8 de mayo y 12 de julio de 1877.

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de esos informes (1872), por ejemplo, permite saber que desde comienzos de los años 1860 se había iniciado la introducción de arados norteamericanos de una reja, segadoras de uso múltiple para alfalfa y trigo, trilladoras y algunas sembradoras. No obstante, esa introducción se producía muy lentamente (sólo 100 arados existían en 1872), aunque en 1876 se generalizaba el uso del arado de hierro norteamericano. En la década de 1880 se aceleró la difusión y, para 1895, existían 5.924 arados modernos.28 Las mismas fuentes aportan información sobre ganadería y permiten establecer que la cría era mínima, y que los animales se compraban en las provincias orientales para ser engordados en los potreros del oasis antes de su exportación. Esta división territorial del trabajo establece la funcionalidad señalada más arriba entre estancias, haciendas y ciudad. En suma, con estas fuentes ha sido posible reconstruir en la macro escala un buen panorama del desarrollo del modelo ganadero, la expansión del oasis con alfalfares,29 la difusión de implementos agrícolas modernos y las técnicas aplicadas a los cultivos forrajeros y cerealeros, entre otras cuestiones. Para conocer la magnitud del negocio hay varias fuentes, aunque las más completas son los informes aduaneros, que suministran datos para elaborar series largas.30 Pero existen otras fuentes primarias, los Protocolos Notariales, que contienen datos esenciales acerca del funcionamiento de este modelo de ganadería comercial en la micro escala, tanto de los establecimientos y su organización interna, como del accionar de los propietarios, sus estrategias, sus vinculaciones sociales y políticas y el conjunto de sus prácticas económicas. Principalmente son estas fuentes las que posibilitaron modelar la estructura social que hemos presentado y correlacionarla con los modos de organización del territorio y las articulaciones con otros espacios. También contienen información sobre tecnologías en uso, nuevas incorporaciones o cambios medioambientales. Son básicas, además, para cualquier intento de reconstruir los paisajes agrarios y las relaciones de poder que expresaban en determinado momento. Estas fuentes tienen una enorme importancia porque permiten confirmar descripciones que aparecen en la prensa u otras publicaciones, de modo que la aproximación a la realidad pasada adquiere una mayor riqueza; pero, además, como documentos privados y casi secretos en la época, muestran buena parte de las facetas de los agentes involucrados. En efecto, operaciones mercantiles, de crédito, de valorización de tierras, de apropiación de estancias y haciendas a través de ejecuciones hipotecarias, o la 28 Segundo Censo Nacional-1895, Tomo III, p. 180. 29 El Oasis Sur comenzó su lento desarrollo agrícola con posterioridad a la denominada Conquista del Desierto (1879), que desalojó por la fuerza de las armas a las comunidades indígenas. Las actividades iniciales fueron el engorde de ganado y el cultivo de cereales. Desde la década de 1890 avanzó la vitivinicultura, que se convertiría en dominante luego de establecida la comunicación ferroviaria con el Oasis Norte y con Buenos Aires (1903). 30 Memorias del Departamento de Hacienda, Buenos Aires, 1869 a 1888; Anuario del Departamento Nacional de Estadísticas, Buenos Aires, 1893; Anuario de la Dirección General de Estadísticas, Buenos Aires, 1899-1913.

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participación encubierta en sociedades, etc., muestran un amplio espectro de negocios y de capitales sociales31 en permanente movimiento y cambio; pero, además, descubren que los conflictos políticos en el interior de la elite que eran registrados públicamente por la prensa, no empañaban ni impedían lucrativos negocios compartidos. Las tecnologías agrícolas eran, generalizadamente, de tradición colonial, aunque desde mediados de los años 1850 se registran algunas incorporaciones de implementos modernos, introducidos desde Chile y desde Rosario (Figura I 2) por agentes económicos trasandinos con inversiones en Mendoza y por hacendados mendocinos. Nicolás Sotomayor, uno de estos grandes hacendados, estaba modernizando su enorme hacienda-estancia El Melocotón cuando, en 1856, la arrendó a inversores chilenos. En el contrato se comprometía a entregarles “…todas las máquinas de segar, trillar y molinos que le vengan de los que tiene encargados a Estados Unidos” y “una cría de vacas Inglesas que le vienen camino de Buenos Aires…”.32 En otro caso, el empresario chileno José V. Sánchez entregó en arriendo una hacienda en Rodeo del Medio, al Este de la capital. En el inventario de los implementos existentes, los de tradición colonial eran mayoritarios (palos cavadores, picos, barretas, aradones, hachas labradoras, cueros de rastra, azuelas, azadones, angarillas de cuero). Pero se incluyen además arados nuevos con reja y un arado inglés.33 Tres años más tarde, Lisandro Moyano, hacendado y miembro de la elite local, tenía en su fundo de Rodeo del Medio cuatro arados del país y dos arados Norte Americanos.34 Estos casos estarían señalando el comienzo de una tendencia modernizante en el plano técnico en el agro mendocino, lo cual permitiría considerar a estos hacendados como innovadores y adoptantes tempranos,35 probables iniciadores de la difusión que, según hemos visto, comenzó en los primeros años de la década de 1860.

31 BOURDIEU, Pierre Las estructuras sociales de la economía, Manantial, Buenos Aires, 2005, pp. 221-227. 32 Archivo General de la Provincia de Mendoza (en adelante AGPM), Protocolos Notariales –en adelante Protocolos– núm. 277, Mayorga, ff. 5-8, 1856. Las máquinas ingresarían al país desde Rosario y el encargado de hacer la compra era el señor Gordillo, del comercio de esa ciudad. Las vacas “inglesas” muestran la intención de refinar el ganado criollo local. Este campo tenía unas 44.000 ha. En 1879 tenía 2.941 ha cultivadas, otras 6.000 eran cultivables y más de 30.000 eran campos naturales para ganadería extensiva. Las cursivas son nuestras. 33 AGPM, Protocolo núm. 282, Álvarez, f. 105v, 1858. El resaltado es nuestro. 34 AGPM, Protocolo núm. 295, Mayorga, f. 199, 1861. El resaltado es nuestro. 35 METCALF, Daniel Economía de la agricultura, Alianza, Madrid, 1974, p. 71.

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Figura I – 2 Modelos económicos, 1850-1915

La difusión de tecnologías modernas vinculadas con el modelo ganadero proseguía aun cuando la gran crisis de 1873 lo golpeaba duramente y las decisiones políticas locales comenzaban a reorientar la economía local hacia la vitivinicultura y el mercado interno. Mercedes Corvalán, viuda de Eugenio Bustos –quien fuera un destacado comerciante integrado– alquiló el molino de su hacienda La Consulta a Francisco V. Moyano y éste tomaba, entre varios compromisos, “…cambiar la parada de piedra del país que tiene el Molino por otra francesa de las mismas dimensiones […] nueva, de

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buena clase”.36 Y, como suele suceder, quienes están inmersos en una crisis difícilmente comprendan la profundidad de la misma ni puedan prever su posible duración; por esa razón, ciertos comerciantes integrados comenzaban a invertir en el mejoramiento de la ganadería local pensando que con ello podría superarse la retracción del mercado chileno.37 Una muy destacada innovación, ya mencionada, consistía en la aplicación de herraduras al ganado exportado. La prensa local38 atribuía el invento al comerciante integrado Benigno Villanueva, datándolo en 1847, año desde el cual se había incrementado constantemente la exportación de ganado desde Mendoza. Esta innovación –rápidamente difundida a las provincias de San Juan, La Rioja y Catamarca– era importante porque evitaba las fuertes pérdidas de animales que, al dañarse las patas en el cruce cordillerano,39 eran abandonados en el camino o llegaban en muy mal estado. De modo que, desde el punto de vista económico, el exportador añadía valor al herrar y se aseguraba que la mayoría de los animales llegara a destino obteniendo mejores precios por unidad y mayor rentabilidad total. Pero, además, esta innovación para mejorar la rentabilidad del negocio sirvió a la fiscalidad, porque el Estado estableció un impuesto anual a los exportadores sobre los animales herrados,40 que sólo podía evadirse a través del contrabando. En el citado arriendo de El Melocotón, su propietario entregaba “gratis” a los inquilinos 2.000 juegos de herraduras,41 lo que sugiere que esos bienes no tendrían gran incidencia en el costo final de un animal, o bien, que la rentabilidad de la exportación –al menos en los años 1850– era tan significativa que el costo del insumo se minimizaba. Otros contratos dan un buen panorama sobre el funcionamiento del circuito mercantil ganadero y la integración funcional de la región binacional articulada desde Mendoza (también San Juan) que reunía la franja central argentina y el Valle Central y Norte Chico chilenos. Un comerciante integrado, Hilario Correas, firmó contrato con los propietarios de la estancia Punta del Médano, situada en el Atuel, en zona de frontera móvil con las comunidades aborígenes del sur mendocino. Este agente se haría cargo de “recoger” el ganado que pudiera estar en el campo y acordaban cómo se lo repartirían.42 En este caso, la estancia proveería a los contratantes de ganado criado naturalmente, cimarrón, que sería engordado en los potreros de las haciendas para su posterior comercialización. 36 AGPM, Protocolo núm. 360, Lemos, f. 464v, 1876. El resaltado es nuestro. 37 Se habían incorporado ejemplares de raza británica (posiblemente Durham). “Informe de la Inspección…”, cit. 38 El Constitucional, 16 de octubre de 1879. 39 El Constitucional, 16 de octubre de 1879. 40 Véase nota 8. 41 AGPM, Protocolo núm. 277, Mayorga, ff. 5-8, 1856. En otro contrato, un comprador chileno de ganado local “debía hacer el aparte del ganado que se ha de arrear y herrar en ésta…”. AGPM, Protocolo núm. 292, Ortiz, f. 67, 1860. 42 AGPM, Protocolo núm. 307, Mayorga, f. 50, 1864.

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Las ventas de ganado suelen mostrar el funcionamiento de otra parte del negocio: el movimiento financiero. Melchor Villanueva vendió al Dr. Edmundo Day 2.500 vacunos de diversas edades, 600 bueyes y 70 caballos, por un total de $bolivianos 42.770, una suma muy elevada, que Day debía cancelar en tres cuotas a los 6, 12 y 18 meses. Estos pagos se efectuarían por “el valor total de su importe por terceras partes en Santiago de Chile, dándome letras al vencimiento de cada plazo, para que sean allí cubiertas”.43 Ignoramos si Day compró ese ganado para exportarlo, pero sí sabemos que Villanueva era un destacado comerciante integrado y el contrato muestra el modo en que operaban estos agentes. El cobro de las ventas se hacía en Chile porque allí recibían el metálico, la moneda fuerte que daba a los comerciantes integrados el control de la oferta monetaria en Mendoza, con lo cual subordinaban al comercio local y orientaban la economía provincial.44 En otro contrato, el comerciante Deoclecio García encargaba a un socio que comprara ganado “en Santa Fe, Buenos Aires u otra parte” y lo trasladara a Mendoza. El ganado que no pudiera marchar debía quedar en campos arrendados hasta su recuperación. “La realización del ganado es con la plaza de Chile…”.45 Este exportador (fue gobernador de Mendoza), con residencia en la capital mendocina, articuló desde allí toda la operación de compra, transporte y la posterior venta a Chile, mostrando el esquema de funcionalidad espacial entre zonas de cría, espacios de recuperación del ganado, engorde en el oasis y, finalmente, el traslado a Chile, tal como describen múltiples fuentes éditas.46 El contrato, al prever que algunos animales tendrían dificultades en la larga marcha hasta Mendoza, indica que, efectivamente, las herraduras se aplicaban localmente. Estas fuentes notariales acercan a la organización y funcionamiento de los establecimientos de cría y los de engorde, espacios adaptados que conformaron un territorio organizado para servir a un modelo productivo. Los contratos informan sobre tipos de cercos, divisiones interiores de las unidades productivas (potreros de terneros, de bueyes, paños de cereales) o edificios que las componían (lechería-quesería, bodega, establos, molino, viviendas, pulpería). Concluiremos esta parte con menciones a algunos de los cambios ambientales provocados por la valorización y modernización de los establecimientos rurales y la ocupación de nuevos campos, incorporados a la agricultura con ampliaciones de la red de riego. En un contrato, ya citado, el arrendatario quedaba obligado a sacar de raíz el cardo de los potreros “…hasta su extinción […] labrar, alfalfar, acequiar y hacer los bordos en el terreno que está fuera de los potreros actuales…” (es decir, nuevas 43 AGPM, Protocolo núm. 288, Rodríguez, f. 106v, 1859. 44 Las monedas que circulaban en Mendoza eran bolivianas, peruanas y chilenas. Sólo a partir de 1883 comenzó a difundirse la moneda nacional creada dos años antes. 45 AGPM, Protocolo núm. 349, Lemos, f. 62v, 1873. 46 Entre otras, los citados “Informe del Ministro…”, cit.; “Informe de la Inspección…”, cit.; LEMOS, Abraham Mendoza. Memoria…, cit.

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tierras); “…matar la vizcacha47 donde haya y cegar las vizcacheras […] mantener los plantíos perfectamente cubiertos con monte espinoso…”,48 etc. “Acequiar” significaba ampliar las acequias de riego para incorporar más superficies; se mandaba eliminar la fauna local y se talaba el monte espinoso nativo para construir cercos que impidieran el ingreso del ganado a los paños de cultivos. Otro arrendamiento obliga también a la construcción de cercos espinosos con monte nativo, pero “…si se concluye el monte del fundo y no alcanza para hacer los cercos de la misma…”,49 el propietario entregará monte de otra propiedad. Queda claro, en este caso, que el monte de la propiedad arrendada había sido explotado de tal manera que se preveía su extinción y se disponía el avance sobre la misma formación vegetal en otro campo. Esto muestra un sostenido proceso de destrucción del monte xerófilo original frente a la difusión de la agricultura. También había arrendamientos en los que se autorizaba al inquilino a talar el monte nativo para venderlo como leña, una actividad que aceleró la destrucción de la vegetación natural con la mira puesta en la construcción económico-territorial, en este caso, nuevos potreros en 23,8 hectáreas (15 cuadras).50 El deterioro ambiental se aceleró con el servicio ferroviario, que demandaba leña para las locomotoras,51 y con una vitivinicultura necesitada de postes de maderas duras resistentes a la humedad, para lo cual los sauces (Salix sp.) y álamos (Populus sp.) cultivados en el oasis no eran aptos. Entonces, el algarrobo (Prosopis sp.), el chañar (Geoffroea decorticans), el retamo (Bulnesia retama) o el atamisque (Atamisquea emarginata), adquirían un inestimable valor, destacado en diversas fuentes52 y confirmado en múltiples contratos protocolizados.53 La vitivinicultura y sus fuentes principales El desarrollo capitalista fue acompañado de un incremento sustancial de la información disponible que facilita reconstruir un proceso complejo y muy dinámico. El avance ferroviario hacia el Oeste, la crisis de la ganadería por problemas en el mercado chileno, el cambio político local y las primeras medidas para reorientar la econo47 Roedor originario de América del Sur, similar a las liebres, de unos 50 cm de largo, pelaje gris y cola larga; muy apreciado por su carne. Como animal social construye un complejo sistema de túneles, las vizcacheras, que afectaban las zonas de cultivo o provocaban caídas del ganado o de los caballos. 48 AGPM, Protocolo núm. 359, Lemos, f. 180v, 1876. 49 AGPM, Protocolo núm. 388, Puebla, ff. 64v-69, 1881. 50 AGPM, Protocolo núm. 388, Puebla, f. 60, 1881. 51 ABRAHAM, Elena y PRIETO, María R. “Vitivinicultura y desertificación en Mendoza”, en GARCÍA MARTÍNEZ, Bernardo y GONZÁLEZ JÁCOME, Alba –compiladores– Estudios sobre historia y ambiente en América, El Colegio de México e IPGH, México, 1999, pp. 109-135. 52 El Constitucional, 29 de marzo de 1877; “Informe de la Inspección…”, cit.; LEMOS, Abraham Mendoza. Memoria…, cit. 53 AGPM, Protocolo núm. 516, Videla, f. 130v, 1893. En este contrato hay una paradoja pues se le prohíbe al arrendatario la explotación “de los montes y maderas que tiene el fundo”, pero se lo habilita para colocar rodrigones en la viña tomados de la misma finca, que sean de algarrobo o atamisque, es decir, que se imponía una modalidad de extracción selectiva en el monte nativo.

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mía hacia la vitivinicultura, pusieron en primer plano la cuestión. Así, desde mediados de los años 1870, la idea de progreso, el afán por introducir conocimientos técnicos a través de profesionales extranjeros contratados por el gobierno,54 los primeros arribos cuantitativamente importantes de inmigrantes europeos y las iniciales medidas de promoción fiscal, generaron debates, múltiples comentarios de prensa e informes oficiales, algunos ya mencionados. En la década siguiente aparecieron los primeros intentos de elaborar estadísticas que reflejaran la marcha de la provincia, entre los cuales la Memoria de Abraham Lemos, como dijéramos, es una referencia insoslayable, lo mismo que los aportes de los Mensajes de los Gobernadores ante la Legislatura, prolijamente publicados en el Registro Oficial provincial. En la década de 1890 hay fuertes carencias de material estadístico y, para una construcción relativamente confiable, debe apelarse a variadas y muy dispersas fuentes; mientras que en la primera década del siglo XX, la creación de la Dirección General de Estadística sistematizó, a partir de 1906, valiosa información económica y social, complementada con censos locales.55 Los tres primeros censos nacionales abarcan el periodo estudiado y, vinculados con el material estrictamente provincial disponible, constituyen una fuente esencial para la reconstrucción de la evolución demográfica, la distribución de la población, las migraciones y las transformaciones experimentadas en el mercado de trabajo. Las cédulas censales, conservadas parcialmente, de los censos de 1869 y 1895 nos ponen en contacto con las personas, sus condiciones de vida y de trabajo, niveles educativos, calificación laboral, etc. Las cédulas económico-sociales de 1895 nos introducen en el interior de las empresas, talleres o explotaciones agrícolas, grandes o pequeños, para conocer su escala productiva o los servicios que prestaban, el equipo y las tecnologías en uso, los mercados con los que operaban, etc.56 Nos referiremos específicamente a dos fuentes que son claves para investigar el proceso que condujo a la formación de la economía regional vitivinícola. Una, es el conjunto de resoluciones del Ministerio de Hacienda y Decretos del Poder Ejecutivo provincial57 mediante los cuales se concedieron –entre 1881 y 54 RODRÍGUEZ VÁZQUEZ, Florencia “Estado y modernización vitivinícola en Mendoza (Argentina): el aporte de los técnicos extranjeros. 1880- 1900”, en Territorios del Vino, núm. 2, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Montevideo, octubre 2008, pp. 7-31 [en línea ] http://www.fhuce.edu.uy/index1.htm [consulta 16 de agosto de 2009]. 55 Los Anuarios de la Dirección General de Estadística, entre los años 1906 y 1914 contienen abundante información demográfica, socioeducativa, así como referida a salud pública, mercado de trabajo, registros policiales y carcelarios. La información económica está discriminada por sectores productivos e incluye comercio y transportes. El Censo Provincial de 1909, aunque con falencias, es una muestra de la situación económica y social de Mendoza; y la Municipalidad de la ciudad de Mendoza, con su Primer Censo Municipal, levantado en 1903, reunió información exhaustiva sobre la capital provincial. 56 Estas cédulas están en el Archivo General de la Nación (en adelante AGN). 57 ROPM, Hacienda, 1881-1904.

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1902– exenciones de impuestos a las nuevas plantaciones de viñedos (Ver Anexo documental). La importancia de estas fuentes, en un macro análisis, radica en que estas normas fueron la expresión de políticas de Estado sostenidas en el largo plazo por la provincia, políticas que generaron la más grande transformación económica y territorial en Mendoza. En efecto, en poco más de dos décadas, como anticipáramos, se incorporaron más de 20.000 hectáreas de viñedos modernos en sus oasis. Esta política, sin embargo, tuvo un éxito rotundo por la habilitación del servicio ferroviario, cuya incidencia en la difusión del viñedo señaláramos más arriba. En un análisis a micro escala, estas normas legales (unas 3.400) permiten acceder a un amplio y rico universo informativo que incluye los nombres de los beneficiarios, la localización de las fincas (para estudios de difusión territorial), la extensión de las propiedades, la cantidad de cepas58 y las variedades que se implantaban. Para obtener la exención, era requisito ser propietario de la finca. Del procesamiento de estas fuentes se pudo establecer que entre los iniciales beneficiarios se encontraban los miembros del grupo oligárquico impulsor de esta política y el resto de la elite, pero rápidamente aparecieron los inmigrantes, hecho demostrativo, tanto de que algunos de estos agentes disponían de cierto capital a su arribo, como de que en los comienzos de la modernización vitícola fue posible acumular recursos para acceder a la condición de propietario. También se han medido las superficies implantadas, el ritmo de crecimiento, la difusión del viñedo en los distintos departamentos y se reconstruyó la posible estructura de las propiedades, caracterizada por una amplia concentración de la tierra vitícola en manos de 30 grupos familiares de la elite y un predominio abrumador (67,3%) de la pequeña propiedad (menos de 5 hectáreas).59 De la misma manera que para el modelo de ganadería comercial con agricultura subordinada, los Protocolos Notariales constituyen la otra fuente esencial, tanto para entender y reconstruir el proceso de desarrollo capitalista, como para conocer directamente los individuos involucrados, los actores sociales que surgieron con la vitivinicultura, las tecnologías que introdujeron y difundieron los inmigrantes europeos, la manera en que muchos de ellos alcanzaron la condición de propietarios, etc. Una característica central en el proceso de implantación del viñedo moderno es la aparición del ya mencionado contratista de plantación (Ver Anexo documental) y de propietarios, predominantemente rentistas, preocupados por valorizar sus tierras 58 El impuesto territorial o contribución directa, en el caso del viñedo, no se pagaba por la superficie de la finca sino por cada planta. La cepa (criolla o francesa) recibía una valuación fiscal ($0,50 o $0,70) sobre la que se aplicaba una tasa que variaba entre un 4 y un 6 por mil, según lo determinaban las leyes impositivas. 59 RICHARD-JORBA, Rodolfo “Conformación de la viticultura en la provincia de Mendoza y estructura de las explotaciones, 1881-1900”, en Revista de Estudios Regionales, núm. 10, CEIDER, Mendoza, 1992, pp. 131-172; “Inserción de la elite en el modelo socioeconómico vitivinícola de Mendoza, 1881-1900”, en Revista de Estudios Regionales, núm. 12, Mendoza, CEIDER, 1994, pp. 161-185.

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con el prometedor cultivo pero minimizando (o no asumiendo) inversiones y riesgos. Carlos Villanueva entregó en 1882 en arriendo a dos inmigrantes italianos, Eduardo Ferlini y José Lanati, una finca de 10 cuadras (15,8 hectáreas), por cinco años. No les cobraba canon alguno, pero quedaban obligados a limpiar las viñas existentes de vegetación natural y entregarlas alfalfadas,60 “…plantar con viña de uva francesa los dos potreros de frente a la casa, que comprenden cinco cuadras…” dentro del primer año de arrendamiento; conservar las viñas viejas y nuevas; “…hacer levantar las cepas nuevas a una altura de ocho cuartas cuando menos…”;61 plantar árboles frutales, etc. El propietario sólo aportaría los rodrigones para las cepas y el alambre para la conducción, lo que indicaba que se implantaría un viñedo moderno. En resumen, los italianos pondrían en valor la finca y la usufructuarían por cinco años. Sólo en caso de no cumplir, pagarían un canon por el arriendo. En numerosos contratos se especificaban las técnicas con que debían implantarse los viñedos: distancia entre plantas y entre hileras, sistema de conducción, profundidad a la que debían plantarse las cepas, variedades de uva, etc., que presentan un panorama muy variado, demostrativo del diverso origen geográfico de los contratistas, que confluían en el nuevo espacio vitícola en construcción, como veremos en el Capítulo III. Dos breves ejemplos muestran las diversas técnicas que portaban los contratistas: un francés, Emilio Carice, iba a implantar 6.700 cepas por hectárea, mientras que los italianos Benedicto y Eduardo Marossi sólo cultivarían 2.680 cepas por unidad de superficie.62 Estas grandes variaciones debían conducir, necesariamente, a un proceso de adaptación a la nueva geografía. El clima semiárido, los veranos muy cálidos, la fuerte insolación, la necesidad de riego artificial y los altos rendimientos por cada planta obligaron a cierta estandarización de las técnicas de plantación y las consecuentes labores culturales. La alta rentabilidad del negocio vitivinícola queda de manifiesto en diversos contratos de arriendo, en los cuales el inquilino debía pagar un canon anual y hacer, además, una serie de mejoras. Ignacio Almeida tomó bajo estas condiciones una finca de 92,5 hectáreas cultivadas por cinco años. Debía pagar $1.000 por año en cuotas semestrales y a su cargo estaban los impuestos, plantar viñas en un gran paño y arrodrigonar; y construir una “pieza para la bodega o despensa” de 8 x 6 m. Esto último sería a medias con la dueña.63 El riesgo que asumía el arrendatario lo compensaba 60 Sistema todavía empleado en esos años, de tradición colonial, que asociaba el cultivo de la vid con la forrajera. 61 AGPM, Protocolo núm. 390, Lemos, f. 750v, 1882. A lo largo de todo el periodo de estudio, se reiteran estos contratos o similares, en los que el rentismo del propietario pone en manos de los contratistas el desarrollo del viñedo. El afán por producir mucho y pronto fue un factor decisivo en la orientación masiva que tomó la vitivinicultura local. Contratos de este tipo, en AGPM, Protocolos núm. 446, Corvalán, Tomo 3, f. 1.071v, 1889; núm. 474, Corvalán, Tomo 2, f. 530v, 1891; núm. 663, Reta, Tomo 1, f. 258, 1901, etc. 62 AGPM, Protocolos núm. 435, Lemos, f. 398, año 1888 y núm. 483, Puebla, f. 38v, 1891. 63 AGPM, Protocolo núm. 483, Puebla, f. 91v, 1891. Casos similares en AGPM, Protocolo núm. 487, Corvalán, f. 269v, 1892; y núm. 517, Videla, Tomo 2, f. 914, 1893.

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con el usufructo de la finca con cuya ganancia obtendría recursos para convertirse en propietario. En otros casos, el acceso a la propiedad surgía de otras modalidades contractuales. Por ejemplo, Pascual Carlomagno entregó por cuatro años una finca, de casi 20 hectáreas, a los italianos Vicente Zacchi y Antonio Tielli para que la plantaran con viña. Debían reintegrar la finca con la viña en producción plena –alambrada y arrodrigonada– y construir el sistema de riego. Las cosechas serían para el propietario, quien aportaría la madera, el alambre, los animales de trabajo y mantendría por un año a los contratistas hasta que estos, con los cultivos no vitícolas que realizaran, pudieran mantenerse por su cuenta. En pago, los inmigrantes recibirían, al término del contrato, un terreno de 18 hectáreas.64 Este caso muestra dos trabajadores muy pobres, sin posibilidades de sustentarse el primer año, pero con la posibilidad de hacerlo con diversos cultivos (cereales, hortalizas) durante el resto del tiempo pactado. Con la finalización del contrato, y esto era lo principal, llegaban a propietarios. El contratista podía, también, compartir inversiones y riesgos con el propietario, aunque los ejemplos no son abundantes. Hay documentos contractuales que, por las obligaciones que imponían, recuerdan la sujeción de los trabajadores a la tierra. En uno de ellos el contratista debía permanecer en la finca hasta cumplir con lo pactado, lo que muestra un gran anacronismo pues ya existía un mercado de trabajo libre. El italiano Bautista Dúculi recibió un terreno de 3,1 hectáreas por cuatro años para plantarlo con viña, alambrarlo y arrodrigonarlo. El propietario, Abelardo Suárez, y Dúculi, compartían riesgos y el primero aportaba materiales e implementos, pero sólo cuando la viña estuviera lista “…Dúculi puede atender cualquier otro negocio o salir a hacer cualquier trabajo que no perjudique a los contratantes”.65 Un caso, tal vez extremo pero muy interesante, de fuerte explotación y sujeción de trabajadores inmigrantes, quedó asentado en un contrato de plantación de viñedos. Lo protagonizó un inmigrante francés, Rodolfo Iselin, con amplia disponibilidad de capital y extensas propiedades en el Sur de la provincia, en San Rafael. Allí subdividió parte de sus tierras y las vendió a un grupo de inmigrantes italianos, lo que dio origen a la Colonia Italiana. Eran trabajadores pobres, a los que Iselin les concedió un crédito por el 50% del valor de las parcelas que adquirían, a devolver en cinco años, en tres cuotas a partir del tercer año. También les donó lotes de 600 m2 alrededor de una plaza para que allí construyeran sus viviendas en el germen de un futuro centro urbano. 64 AGPM, Protocolo núm. 483, Puebla, f. 18, 1891. Un contrato semejante preveía el pago con 15,7 ha de tierra al inmigrante italiano encargado de la plantación (AGPM, Protocolo núm. 517, Videla, Tomo 2, f. 701, 1893). En otro caso, por problemas de falta de agua para riego, José Olcese no pudo completar la plantación y recibió en pago sólo 100 ha de las 176 acordadas inicialmente (AGPM, Protocolo núm. 935, Álvarez, Tomo 2, f. 446v, 1911). 65 AGPM, Protocolo núm. 544, Navarro, f. 268v, 1895. Un interesante contrato de mediería en AGPM, Protocolo núm. 663, Reta, Tomo 1, f. 244, 1901.

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Mientras los colonos no cancelaran sus deudas con Iselin, quedaban obligados a trabajar para él en sus tierras, cuatro días por semana, con un jornal que apenas alcanzaba al 53% de los valores mínimos que recibían los peones rurales en la provincia.66 El contrato imponía que: “Les es prohibido a los colonos trabajar a otra persona que el Sr. Iselin, durante el término del presente contrato, mientras este tuviere trabajo; en caso de no tenerlo, es obligado a concederles permiso para trabajar a otros”.67 Hemos dicho que la plantación de viñas era muy rentable,68 pero hasta ahora sólo disponíamos de contratos entre personas físicas. Sin embargo, en un contrato localizado en diciembre de 2007, detectamos la constitución, por nueve años, de una sociedad específica, es decir, una persona jurídica, “destinada a explotar el negocio de plantaciones de viña, entrando en consecuencia a formar” parte “de ella los contratos que ya tienen celebrados”69 los socios, Pablo y Enrique Casale y Juan Longo, todos italianos. Por último, los Protocolos permiten establecer las modalidades con que funcionaba el mercado de compra-venta de uvas,70 con frecuentes negocios intraétnicos;71 o detectar cómo algunos actores del nuevo modelo económico se van abriendo camino, por ejemplo, los industriales bodegueros,72 o seguir el itinerario de agentes que pasaron de trabajadores a empresarios. También es posible conocer parte sustancial de la historia de algunas empresas, su grandeza y su caída.73 Asimismo, algunos contratos de compra-venta o alquiler de bodegas suelen incorporar inventarios, que dan idea no sólo del equipamiento disponible en el momento, sino que muestran el proceso de incorporación y difusión de tecnologías. *** A lo largo de este capítulo inicial hemos repasado los dos modelos económicos que tuvieron vigencia en Mendoza entre 1870 –con sus antecedentes– y 1915, cuando se

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RICHARD-JORBA, Rodolfo “El mercado de trabajo vitivinícola…”, cit. Registro de la Propiedad de San Rafael, Protocolo núm. 100, Juzgado de Paz, f. 33, 1884. RICHARD-JORBA, Rodolfo “El mercado de trabajo vitivinícola…”, cit. AGPM, Protocolo núm. 870, San Martín, Tomo 4, f. 1.085, 1909. Pablo Casale era empresario metalúrgico y Enrique fabricaba hielo y anhídrido sulfuroso (SO2). Más información sobre los hermanos Casale en PÉREZ ROMAGNOLI, Eduardo Metalurgia artesano-industrial en Mendoza y San Juan, 1885-1930, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo, Mendoza, 2005. AGPM, Protocolo núm. 531, Reta, f. 416, 1894. AGPM, Protocolo núm. 532, Videla, f. 159v, 1894. AGPM, Protocolo núm. 517, Videla, f. 566, 1893; núm. 602, Lemos, f. 86v, 1898. BARRIO, Patricia Hacer vino. Empresarios vitivinícolas y Estado en Mendoza (1900-1912), Prohistoria, Rosario, 2010, en prensa.

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pasó de una economía mercantil a un sistema agroindustrial moderno, plenamente capitalista. En ese repaso transmitimos nuestra experiencia y señalamos algunos de los caminos seguidos para estudiar aquellos modelos, los problemas que se nos plantearon y cómo los resolvimos, al menos parcialmente, con una labor de largo plazo, aún no concluida. Nos pareció de gran importancia mostrar cuáles fueron las fuentes principales que hemos empleado y la información que hemos podido construir con ellas porque, además de la prensa, informes oficiales, álbumes, censos y un largo etcétera, hay una documentación privada de gran riqueza. En efecto, los Protocolos Notariales, abren caminos insospechados para elaborar información apropiada y reconstruir un pasado donde es posible reconocer itinerarios personales y comportamientos sociales y económicos, así como percibir cómo eran los paisajes y las transformaciones que sufrieron, la introducción y difusión de tecnología vitícola, entre otros muchos temas. Toda esta documentación, mayoritariamente conservada en repositorios locales, abre paso a la generación de conocimientos sobre el pasado regional, integrándolo a la historia nacional y complejizando visiones unidireccionales, simples y parciales, originadas desde la Capital Federal. Asimismo, las historias regionales habilitan estudios comparativos con otros espacios latinoamericanos de características similares sin que para ello debamos recorrer previamente cada historia nacional.74

74 CERUTTI, Mario “Contribuciones recientes y relevancia de la investigación regional sobre la segunda parte del siglo XIX en México”, en Boletín Americanista, núm. 37, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1985, pp. 29-48.

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