ELEMENTOS ARQUEOLÓGICOS DE LA CULTURA IBÉRICA EN ALMANSA

August 25, 2017 | Autor: J. Simón García | Categoría: Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology), Arqueología Ibérica
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Descripción

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II CONGRESO DE HISTORIA DE ALBACETE Del 22 al 25 Noviembre de 2000

1 ARQUEOLOGÍA Y PREHISTORIA

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES "DON JUAN MANUEL" DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE Serie 111 - Congresos, Seminarios, Exposiciones y Homenajes - Núm. 3 ALBACETE 2002

Cubierta:

Esculturas del Cerro de los Santos. Litografía, Siglo XIX. (LE.A.)

CONGRESO DE HISTORIA DE ALBACETE (2°. 2000. Albacete) II Congreso de Historia de Albacete: [actas] del 22 al25 de noviembre de 2000.-- Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel" , 2002. 4 v.: iI.; 31 cm.. -- (Serie III - Congresos, seminarios, exposiciones y homenajes; 3-6) Contiene: v. 1. Arqueología y Prehistoria. v. 2. Edad Media. v. 3. Edad Moderna. v. 4. Edad Contemporánea. ISBN 84-95394-39-1 1.Albacete-Historia-Congresos y asambleas. 1. Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel". 11. Título. 111. Serie. 94 (460.288) (063)

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES "DON JUAN MANUEL" DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE, ADSCRITO A LA CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CENTROS DE ESTUDIOS LOCALES, CSIC

Las opiniones, hechos o datos consignados en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores.

D. L. AB-612/2002 (1)

LS.B.N. 84-95394-39-1 (Obra cOlnpleta) LS.B.N. 84-95394-40-5 (Tomo 1)

Maquetación, fotomecánica e impresión: Gráficas Ruiz, S. L. Juan de Toledo, 44

Teléfono: 967 217 261 02005 Albacete

ELEMENTOS ARQUEOLÓGICOS DE LA CULTURA IBÉRICA EN ALMANSA José Luis SIMÓN GARCÍA Universidad de Alicante INTRODUCCIÓN El objetivo primordial del presente trabajo es poner a disposición de los investigadores los datos recabados sobre la Cultura Ibérica en el término de Almansa, donde desde hace más de veinte años venimos desarrollando tareas de investigación, especialmente en el campo de la prospección. Sin embargo, queremos señalar que las orientaciones científicas y metodológicas aplicadas en las prospecciones tenían como objetivos otros períodos culturales, por lo que las áreas investigadas, especialmente en función de la orografía y las condiciones medioambientales, han lnarcado dichas elecciones y no se han ajustado a modelos que pudieran haber dado unos resultados más concretos sobre el poblamiento ibérico. En los actuales límites administrativos del término de Almansa no se habían publicado hasta la fecha datos referentes al período aquí tratado, pese a que en su inmediato entorno se constatan ciudades como El Castellar de Meca (Broncano, 1986) en Alpera, poblados como El Amarejo (Broncano y Blánquez, 1985) en Bonete, necrópolis como el Llano de la Consolación (Sánchez Jiménez, 1951-52) y santuarios como el Cerro

de los Santos (Chapa, 1984), ambos en Montealegre del Castillo, o vías de comunicación como el Camino de Aníbal (Silliers, 1977 y 1982). Pese a constatarse una intensa ocupación de la zona y un despliegue de todos los elementos que configuran la Cultura Ibérica, en el término de Almansa, uno de los pasos naturales entre la Meseta y el SE peninsular y lugar de tránsito desde el litoral mediterráneo alicantino hasta las tierras albaceteñas, no se habían constatado evidencias de dicho período, pese a ser un espacio central entre lnuchos de los yacimientos de la comarca. La principal característica de la zona, su situación entre dos ámbitos geográficos, le ha conferido unos rasgos propios de tierras de transición en todos los aspectos ya sean geológicos como climáticos y biológicos, circunstancias éstas que han determinado, en todo momento, a los grupos humanos allí asentados. Especial relevancia tiene el ser un cruce de caminos, tanto en dirección Este-Oeste, como Norte-Sur, característica que ha sido aprovechada durante milenios (Ponce, 1989).

INVENTARIO Siguiendo un orden relacionado con el tamaño de los asentamientos, su temporalidad ocupacional y los hallazgos aislados, nos encontramos con un reducido número de poblados, un mayor registro de refugios temporales relacionados con actividades económicas muy concretas y unos hallazgos o actividades de características singulares.

A) Los

POBLADOS

y

GRANJAS

Con la presencia de El Castellar de Meca en el extremo nororiental del término, al cual perteneció hasta el siglo XIV, no cabe esperar asentamientos de cierta envergadura. En el territorio circundante del citado oppidunl sólo tenían cabida pequeños núcleos que de forma puntual explotasen y aprovechasen espacios agropecuariamente muy rentables y cumpliesen, si fuera necesario, funciones relacionadas con el control del territorio. En esta tesitura creemos que podría encuadrarse el poblado que se desarrolló sobre el Cerro del Aguila (Fig. 1), denominación con la que se conoce el cerro sobre el cual se asienta en la actual la fortificación de Almansa. Se trata de un cerro cónico de tendencia alargada en dirección SE-NW, compuesto por afloramientos verticales de calizas y yesos que sufren una erosión diferencial, tanto por los agentes climáticos, como por el nivel freático, el cual provoca disoluciones en su interior. El cerro se ubica en el centro del pasillo que crea el Corredor de Almansa desde las tierras de Villena y Fuente la Higuera hacia Bonete y Chinchilla, y en punto de origen que conduce hacia el Valle de Ayora y Cofrentes. En dicha unión se crea una depresión a la cual vierten las ramblas de ambas partes del pasillo, al tiempo que el nivel freático se encuentra a escasos metros de la superficie, llegando en ocasiones a aflorar, dej ando el cerro en el borde de una laguna estacional.

Las favorables condiciones permiten desarrollar la agricultura de secano y regadío por un lado, y la ganadería menor y mayor por otro, lo cual ha supuesto su ocupación desde la Prehistoria, circunstancia que se ha constatado desde la Edad del Bronce (Simón, 1986), hasta la actualidad, pasando por momentos ibéricos y retomando el lugar como asentamiento estable al menos desde el siglo XII. Las explanaciones y construcciones medievales supusieron el arrasamiento del poblado, del cual desconocemos absolutamente todos sus detalles, como extensión, ubicación por las distintas partes del cerro, estructuras comunes, públicas o domésticas, tipología de las viviendas, etc. Dada la carencia de excavaciones hasta la fecha en el cerro no se conocen si en algunos sectores pudo conservarse el poblado, bien por situarse en una parte baja del mismo o por haber quedado bajo los niveles de arranque y ocupación medievales. Por el contrario las obras de restauración del castillo en los años sesenta y principios de los setenta afectaron a paquetes estatigráficos en los cuales abundaba la cerámica ibérica, tal y como puede apreciarse en las terrazas creadas en las faldas del cerro para depositar los rellenos y "escombros" del interior de la fortaleza. La fragmentación de dichas cerámicas es muy alta, como no podría ser de otras manera, y difícilmente se pueden apreciar formas concretas, salvo algún borde, posiblemente de un kalathos, con una decoración en el labio superior de "diente de lobo" (Fig. 3.3). La mayoría de las piezas muestran fragmentos decorativos en su cara exterior, especialmente motivos lineales de diferente grosor a modo de bandas o cenefas de las cuales en ocasiones penden motivos circulares, semicirculares o de cuarto de círculo (Fig. 3.5-8), que se pueden fechar entre el siglo III al II a.C. Un poco más al suroeste, en la ladera oriental de Los Cabezos, junto a la margen izquierda de la Rambla de las Hoyuelas

146 y sobre una pequeña elevación que hoy se sitúa tras la Casa de los Cabezos (Fig. 1), también conocida como la Quinta de San Rafael, se aparecía una estructura de planta rectangular, de la cual dos de sus lados se encuentran en buen estado lo cual permite observar su tipología constructiva, un zócalo de doble paramento de piedra trabada con mortero sobre el cual se debería alzar el muro en adobe. En su interior se constata un relleno arqueológico fuertemente erosionado en el cual se registran restos cerámicos, especialmente vasos contenedores, que por sus características se adscriben a una tradición alfarera del siglo III al I a.C., con posibles perduraciones en momentos posteriores, si bien el actual registro no parece indicar que el lugar continúe habitado durante época romana, tal y como ocurre en otros lugares. Se trata de una instalación modesta, de escaso tamaño y que puede relacionarse con la explotación de las tierras y pastos circundantes, las cuales aprovechan el hilo de agua de la rambla. El hecho más significativo es su situación sobre una modestísima elevación, la cual apenas si proporciona al lugar una cierta perspectiva sobre el terreno, pero le pennite estar a resguardo de una crecida rápida y puntual de la rambla al tiempo que no ocupar tierras de mayor fertilidad. En el sector oriental del término, en concreto en el valle que forma la Rambla de los Sumidores, se localiza sobre un cerro de escasa altura, en la margen izquierda de la citada rambla y junto al caserío conocido como Casa Martínez (Fig. 1), un asentamiento que ocupa la cumbre y la ladera septentrional del cerro. Recientemente parte de la ladera ha sido cultivada, creando un bancal estrecho y alargado que aprovecha la escasa pendiente del cerro, lo cual ha supuesto la alteración de los niveles arqueológicos y el esparcimiento por el lugar de numerosos fragmentos cerámicos. No se aprecian restos de construcciones, quizás por las actividades agrícolas o por la vegetación de pinar y matorral que se desarrolla en el resto del poblado, pero sí es cierto que las acumulaciones de piedras se disponen de forma paralela a la pendiente al tiempo que ninguno de los accesos, por otra parte muy accesibles, cuenta con elementos delimitadores o defensivos. Los materiales son esencialmente ánforas de borde almendrado, vasijas de gran tamaño, algunas con asas en disposición horizontal cerca del borde, el cual en ocasiones cuenta con bandas de pintura rojiza. Se constatan platos de borde recto o ligeramente entrante, los cuales presentan como decoración líneas y bandas compuestas por otras de diverso grosor. Sus paralelos más próximos los encontramos en El Amarejo (Broncano, 1989) si bien por su sencillez tipológica y decorativa pueden relacionarse con todos poblados del entorno inmediato. Tanto el asentamiento de la Casa del Cerro o Quinta de San Rafael como el de la Casa Martínez parecen ser pequeños núcleos de habitación que en ningún momento llegaron a alcanzar un tamaño suficiente COlno para ser considerados poblados, más bien parecen unidades familiares de explotación que aprovechan las condiciones agropecuarias favorables de estos pequeños valles transversales al corredor, dentro del interland territorial de El Castellar de Meca y en momentos muy avanzados de la cultura ibérica, aproximadamente entre finales del siglo III y el siglo II a.C.. Un hecho relativamente frecuente es el que se constata en la Casa Martínez, la continuidad del lugar como espacio habitado en época romana, que para el caso que nos ocupa supone el desarrollo de unas instalaciones en los bancales sitos al pie del cerro, en pleno llano, a escasas decenas de Inetros de donde se desarrolló el asentamiento ibérico. Ejemplos similares, si bien hasta la fecha no hemos podido

constatar el asentamiento ibérico anterior al desarrollo de la villae romana, son los yacimientos de El Pedregosillo y Los Villaricos de Casas Viejas (Ponce y Simón, 1988) (Fig. 1), donde pese a registrarse una organización del espacio, unas tipologías constructivas y unas cerámicas indudablemente romanas, la presencia de cerámicas de tradición ibérica, no sólo en los tipos sino en las decoraciones, es innegable y hasta cierto punto en un porcentaje que cuestiona la penetración de la rOlnanización de la zona durante los primeros siglos de contacto. Ese componente indígena será quizás el responsable de restos asilados que por ahora no se pueden adscribir a yacimientos concretos. Otro de los yacimientos que se encuentran en una dinámica similar 10 encontramos junto a la villa de Botas, donde se localiza un cerro amesetado conocido como el Cerro de El Tortero (Fig. 1), en el cual se desarrolló un poblado de la Edad el Bronce (Simón, 1987) y en donde de forma esporádica se registran cerámicas de tipología y decoración ibéricas, en concreto platos y fragmentos de grandes vasos que presentan en su cara exterior motivos circulares concéntricos y lineales (Fig. 3.9-10), etc. Sin embargo, los restos han sido tan escasos que no podemos discernir con la docuInentación actual si se trata de un asentamiento previo a la instalación romana, si es una ocupación esporádica del lugar o una dependencia relacionada con la villa.

B) REFUGIOS y ABRIGOS Las condiciones climáticas del Corredor de Almansa y los tipos de suelo han favorecido la explotación esencialmente ganadera, de ovejas y cabras, sobre la agricultura, por lo que las amplias extensiones del Corredor, no sólo en el llano, sino en las suaves lOInas que se extienden y las zonas elevadas y Inontañosas que 10 circundan, han facilitado desde la Prehistoria (Hernández, Simón y López, 1994) hasta el siglo XIX el desarrollo de una cabaña ganadera, la cual será el origen de las actividades industriales de la zona hasta nuestros días. Las necesidades de alimentación y aguada de dichos rebaños obligan a la trashumancia por el término y la comarca y en cada zona de pernoctada no es extraño encontrar los refugios de pastores. Esta circunstancia que ha pervivido hasta hace unas décadas se puede rastrear en algunos de los abrigos de la zona, donde se han podido recoger cerámicas claramente adscritas a Inomentos de la cultura ibérica. En el Mugrón, concretamente en su vertiente meridional, conocida como El Puntal, opuesta al Castellar de Meca, se localizan una serie de grandes abrigos en la zona de contacto entre la pared vertical del macizo y los conos de derrubio o laderas que conectan con el llano. En ellos, denominados como "Abrigos del Mugrón", se han podido recoger cerámicas de la Edad del Bronce, ibéricas y medievales. De las adscritas a la cultura ibérica destacan cuencos y orzas con decoraciones lineales y en algún caso motivos circulares. No se aprecian estructuras, salva corrales y refugios de pastores en piedra seca que han estado utilizados hasta hace poco. Otro refugio similar es el del Estrecho del Guisopillo, un conjunto de abrigos ubicados en la margen izquierda de la Rambla de Las Minas la cual recibe dicha denominación por ser la salida natural de los minados de Botas y que van hacia 10 que hoyes el Pantano de Almansa. Pasado el Cerro el Púlpito y antes de desembocar en el Pantano, el relieve crea un estrecho rocoso por el que se abre paso la rambla y en donde se ubican los abrigos, los cuales se sitúan muy por encima del cauce, evitando las crecidas esporádicas, pero aprovechando el hilo de agua constante. La zona ha sido un lugar habitual de descanso de los rebaños, tanto de ovicaprinos como de vacuno, hasta hace unos años, al situarse junto a la Vereda Real de Madrid a Valencia,

147 al tiempo que zona de pastos hasta la actualidad. En uno de estos abrigos se han registrado varios fragmentos de cerámicas, en concreto una solera de un plato que por el tipo de pastas y la decoración pintada, motivos lineales concéntricos, podrían adscribirse a momentos ibéricos o a las primeras fases de organización territorial romana.

C) REFUGIOS y SANTUARIOS En el caso de La Fuensanta, se reúnen las circunstancias señaladas con anterioridad, al ser una zona esencialmente de pastos y tratarse de' una sima con condiciones óptimas para el refugio, la cual al alcanzar el nivel freático garantiza el abastecimiento de agua para los animales y los seres humanos. Esta circunstancia ha sido aprovechada desde la Edad del Bronce (Simón, 1987) hasta la Edad Media. Sin embargo, para el tema que nos ocupa cabe señalar la posible utilización de la cueva como santuario, tal y como ocurre en similares circunstancias en las tierras valencianas (Gil-Mascarell, 1975) y murcianas. El Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ), posee un ingreso fechado el 29 de julio de 1972 por D. Jaime Carbonell el cual deposita varios fragmentos de cerámica a mano adscritas a la Edad del Bronce, una fragmento de lucerna de volutas y pico redondo Loeschcke IV, varios fragmentos de cerámica ibérica y un fragmento de cerámica de barniz negro. Todo el material procede de La Fuensanta (Almansa) y por el tipo del conjunto, posteriormente comprobado sobre el yacimiento, no parecen existir dudas en su atribución. Entre la cerámica ibérica destaca un gran fragmento perteneciente posiblemente a un lebes o un tipo similar, en el cual se puede apreciar parte de una cenefa con una típica decoración Elche-Archena, compuesta por unos motivos lineales que delimitan un cuadro a modo de una metopa en el cual parece apreciarse parte de las alas desplegadas de un pájaro, mientras que por la parte inferior delimita la escena una banda de grandes SS, dispuestas horizontalmente y por un lado otra columna de SS de menor tamaño y dispuestas verticalmente (Fig. 4.3). La pieza cuenta con paralelos en la zona de Hellín, concretamente en el Tolmo de Minateda, donde Abad y Sanz (1995) han propuesto la existencia de un taller local, vinculado al estilo Elche-Archena, pero fuera de los límites geográficos tradicionales y cuya principal característica temática son precisamente las aves con alas desplegadas. Junto a dicho vaso aparecen otros, como la solera de un pequeño plato de pié anular, encontrándose decorado con motivos lineales en color rojizo tanto por el exterior como por el interior de la pieza (Fig. 4.2). Finalmente con dichos fragmentos de cerámica ibérica se documentó el borde de una patera o un plato de barniz negro, posiblemente adscrito al Taller de Pequeñas Estampillas (Fig. 4.1) El conjunto por su singularidad podría tratarse de elementos de ofrendas efectuadas en el interior de la sima, lo cual podría apuntar hacia el uso señalado con anterioridad, es decir, que se tratase durante un tiempo como un santuario similar a los ampliamente estudiados en zonas próximas y que en muchas

ocasiones no sólo recogen y mantienen un rito anterior sino que el mismo perdura con posterioridad, tal y como lo apuntan la presencia de cerámicas romanas (Gil-Mascarell, 1975). El resto de las piezas encontradas, cuencos y vasos cerrados con motivos lineales, apuntan en la misma dirección y en una serie de visitas reiteradas, relacionadas con el agua, con la sacralización del lugar o con la simbiosis de ambos hechos, circunstancia que encuentra sus paralelos más próximos en el cercano pozo ritual de El Amarejo (Broncano, 1989) en un lugar de hábitat. Finalmente señalar que el conjunto se sitúa entre el siglo 11 y 1 a.C., tanto por las características de vaso con motivo figurativo como por la presencia de las cerámicas de barniz negro D) HALLAZGO CASUAL En 1991 Gabriel Parra, vecino de Almansa, encontró desprendida de la escalera de acceso a la Finca de los Ochoa (Fig.l), sita junto al apeadero de El Angel y el Santuario de Belén, un fragmento de escultura, el cual había sido utilizado como material de construcción en la realización de dicha escalera, aproximadalnente a principios del siglo XX (Fig. 5). Se trata de la parte inferior de una dama ibérica similar a las muchas encontradas en el Cerro de los Santos, realizada en piedra caliza y con una fractura oblicua desde la cara anterior a la posterior. En concreto se conserva parte del basamento, los pies y los pliegues de la túnica que cubría el cuerpo. Sus dimensiones actuales son 47 cm. de ancho, 45 cm. de largo y 28 cm. de alto. En un primer momento pensamos que se trataba de un fragmento de escultura que había llegado hasta las manos de F. Ochoa por su profesión de abogado, el cual podía haber recibido la pieza de alguno de los propietarios de las tierras del Cerro de los Santos y el Llano de la Consolación, en Montealegre del Castillo. Sin embargo, el hecho de que estuviera utilizada como material de construcción y que la escalera en la cual estaba incorporada fuese coetánea al resto de la edificación, aproximadamente de las primeras décadas del siglo XX, parece indicar que su origen está en uno de los campos agrícolas próximos, donde se han localizado yacimientos romanos como la Casa del Cerro, El Pedregosillo y Los Villares de Casas Viej as, con una fuerte presencia indígena tal y como se desprende del volumen porcentual, los tipos y las decoraciones de las cerámicas recogidas, pese a lo cual desconocemos por el momento el origen y los asentamientos de estas poblaciones. Si en verdad procede de la zona del Santuario de Belén, hecho que consideramos muy posible, vendría a sumarse a otros casos de características similares, siendo el más próximo el de la Dama de Caudete (Soler,1987), una escultura de una figura femenina relacionada posiblemente con un pequeño santuario o con una necrópolis. En ambos casos las piezas deben ser incluidas dentro de la dinámica religiosa y escultórica de la zona, de la cual el Cerro de los Santos es el mayor exponente, adscritas a núcleos de población reducidos, ubicados cerca de la Vía Heraclea (Fig.2) y dentro de la órbita geopolítica de El Castellar de Meca.

CONCLUSIONES Sin entrar en un análisis pormenorizado de los datos, el cual deberá efectuarse desde una visión cronológica y geográfica amplia, cabe señalar algunas cuestiones que consideramos básicas. En primer lugar los restos materiales de la Cultura Ibérica

en el actual término administrativo de Almansa están condicionados por la presencia en su entorno de yacimientos como El Castellar de Meca, El Amarejo, el Cerro de Los Santos y el Llano de la Consolación, desde los cuales se organizó el territorio, tanto política, como social y económicamente, por lo que

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dentro del término actual no cabe esperar la presencia de yacimientos de importancia desde el punto de vista de su tamaño, extensión o singularidad, ya que las tierras de Almansa se constituyeron en el interland de las ciudades de gran tamaño que la rodean. El hecho de que la Vía Heráclea, Hercúlea y posteriormente Augustea transite en dirección Fuente la Higuera, Caudete y Montealegre del Castillo (Ponce y Simón, 1988b; Silliers, 1982), supone que la mayoría del término queda en un espacio secundario y apartado respecto al eje viario, por lo que tan sólo la vía que unía la ruta principal con el Castellar de Meca será atractiva desde la perspectiva comercial y social del momento. El hecho de que la mayoría de los restos ibéricos del término de Almansa se encuentren en su sector occidental puede ser un dato a tener en cuenta en relación al camino usado por las gentes de El Castellar de Meca para alcanzar la Vía Hercúlea y los yacimientos del Cerro de los Santos y el Llano de la Consolación. Los poblados y pequeñas unidades de hábitat registradas, como el Cerro del Aguila, la Casa del Cerro y la Casa Martínez, deben interpretarse como unidades de explotación del territorio, las cuales tienen una base económica agropecuaria y se enmarcan dentro de los ámbitos geopolíticos del oppidum de El Castellar de Meca. Su ubicación en el territorio responde a las características medioambientales de la zona, especialmente las posibilidades que ofrecen los suelos y la irrigación de los mismos gracias a las pequeñas corrientes de agua, el afloramiento de los niveles freáticos o su captación mediante pozos y canales subterráneos. Creemos que pese a los escasos datos que se poseen de La Fuensanta todo apunta a que se trata de una cueva, en este caso

una sima, que tuvo una función ritual, posiblemente de santuario, cuyos paralelos en el Levante mediterráneo están ampliamente documentados. Los ritos relacionados con las aguas subterráneas y las cavidades pueden explicar la presencia del único fragmento de la zona de un vaso cerámico con una decoración figurada, la cual podría relacionarse con el taller del Tolmo de Minateda, especialmente por el motivo del ave de alas desplegadas. A dicho vaso se le suma las piezas en barniz negro y otras de decoración ibérica geométrica. La escultura de una dama en piedra de la Casa Ochoa no es un hecho asilado en la comarca y encaja perfectamente dentro de la iconografía del Cerro de los Santos, por lo que no cabe descartar que en el futuro se registren casos similares, los cuales mostraran una dinámica cultural mucho más compleja que la que se desprende del actual panorama documental. Su aislamiento de otras piezas cabe planteárselo desde la disyuntiva de su adscripción a pequeños santuarios entorno a los cuales se desarrolla una necrópolis de las poblaciones circundantes. Finalmente señalar que el fuerte componente indígena que se registra en tTIuchas de las villas romanas de la zona, especialmente en aquellas que se encuentran cronológicamente a caballo en el cambio de era, y cuyo mayor exponente son los tipos y las decoraciones cerámicas, deban relacionarse con el abandono y desmembración de las unidades geopolíticas de la zona, especialmente de El Castellar de Meca, del cual debieron de partir las poblaciones instaladas en las nuevas unidades de explotación agropecuarias, salvo aquellas donde con anterioridad ya contaban con un asentamiento ibérico previo, como es el caso de los yacimientos tratados en el presente texto.

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3.- 1-2, La Fuensanta. 3-8 Cerro del Aguila (Castillo de Ahnansa). 9-10 Cerro Tortero.

153

2

3

O

3

4.- La Fuensanta.

5.- Fragmento escultórico de la Casa Ochoa.

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