EL YO COMO CONCEPTO RACIMO DESDE UNA PERSPECTIVA MULTI-NIVEL. DESDE EL YO-BIOLÓGICO HASTA EL YO-MÁXIMO NOÉ AJO CAAMAÑO UNED Trabajo de evaluación para Filosofía de la mente (Máster

May 23, 2017 | Autor: Noé Ajo Caamaño | Categoría: Filosofia De La Mente, Filosofía de la Ciencia, Filosofía
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Descripción

28 DE ENERO DE 2017

EL YO COMO CONCEPTO RACIMO DESDE UNA PERSPECTIVA MULTI-NIVEL. DESDE EL YO-BIOLÓGICO HASTA EL YO-MÁXIMO

NOÉ AJO CAAMAÑO UNED Trabajo de evaluación para Filosofía de la mente (Máster)

El yo como concepto racimo desde una perspectiva multi-nivel

Índice

2.1 2.2

Criterio sincrónico: inmunología y concepto ecológico del yo ..................... 5 Criterio diacrónico: continuidad de un proceso ............................................. 8

3.1

¿Yo-límite? sentiencia-conciencia ............................................................... 10

4.1 4.2

Criterio sincrónico: propiedad y agencia ..................................................... 14 Diacronía: sin historia .................................................................................. 17

5.1 5.2

Criterio sincrónico: inclusión del recuerdo episódico en el yo.................... 17 Criterio diacrónico: la primera auto-identidad consciente y temporalmente extendida. Algunas precisiones ................................................................... 19

6.1 6.2 6.3

Emergencia del yo narrativo ........................................................................ 24 Criterio sincrónico: threads contextualmente relevantes ............................ 25 Criterio diacrónico: procesual y fenomenológico........................................ 27

7.1

El mí y el verdadero yo-límite ..................................................................... 29

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El yo como concepto racimo desde una perspectiva multi-nivel

Introducción Este trabajo tiene como objetivo principal la clarificación del concepto del “yo”. En concreto, lo que se intenta aclarar es en qué sentidos puede hablarse de un yo. En primer lugar, se parte del supuesto de que se trata de un concepto racimo, de modo que no existe una única definición, monolítica y bien delimitada. Por el contrario, se puede (y debe) comprender el yo en diversos sentidos y en distintos niveles sistémicos1, no tratando de imponer normativamente qué debemos y qué no debemos llamar yo, sino tratando de capturar la riqueza de significados que este concepto pudiera englobar. Esto no quiere decir que se trate de una labor meramente descriptiva, ya que una organización conceptual acorde a los datos empíricos es una labor también creativa. En definitiva, queremos capturar los sentidos relevantes en que puede hablarse del yo, de modo consiliente con las ciencias empíricas y que permita comprender mejor la realidad. En segundo lugar, partiremos de aquellas concepciones que entienden el yo, en todos sus niveles y acepciones como una abstracción o como un principio de organización, de modo que se puede hablar de un yo sin proponer ninguna entidad real y objetiva, ya sea mental, física o espiritual. Así, por ejemplo, Dennett (1993; 1992) comprende el yo como abstracción a la que llama centro de gravedad narrativa. Otros autores comprenden el yo como “un principio de organización (…) [que] conlleva una noción de protección frente a cualquier otro, que viene asociada a su carácter diferenciador” (Fuertes, 2001, p. 217). De lo que se trata es de comprender cómo el yo no es parte del mobiliario del mundo, sino un principio de organización además de la respuesta al problema de la identidad. Más aún, se propone que se puede hablar de un yo-mínimo, en cuanto mínimo principio de organización, a partir del cual emergen los diversos niveles que se suman en un yomáximo como respuesta general al problema de la identidad del sujeto consigo mismo y principio de organización de su agencia. En tercer lugar, hay que resaltar que nos referimos a una pluralidad de “yoes”. No se trata de una constelación desordenada de entidades, sino de un sistema jerárquico de sistemas, o una jerarquía de centros de gravedad organizativos. Aunque esto se tratará con detalle en su momento, baste ahora con la idea de un yo-mínimo a partir del cual

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En este trabajo se tratarán las nociones de Sistema, Nivel y Emergencia tal y como los concibe Bunge en su obra Emergencia y convergencia (Bunge 2004). Para su definición se remite a esta obra.

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pueden emerger otros yoes como principios de organización en niveles superiores. En última instancia, se propondrá el yo máximo, como principio de organización superior que integra y en el cual se coordinan los yoes más básicos. Así, en el caso del ser humano, su Yo (máximo) incluirá todos los niveles anteriores, desde el yo biológico-hasta el yonarrativo y el yo cultural, además de otros intermedios. En un primer momento se hablará del yo-biológico. Su importancia radica en ser un lugar privilegiado para comenzar a desarrollar la idea del yo como de gravedad organizativa, como respuesta al problema de la identidad, así como el carácter borroso de sus fronteras contextualmente cambiantes (perspectiva ecológica). A partir de este punto, se propone que el modelo empleado para el yo-biológico se puede trasladar a los niveles sistémicos superiores, que van emergiendo a medida que se van integrando y coordinando elementos. El carácter ecológico-contextual permitirá, además, apoyar el concepto de yo extendido sugerido en los trabajos de Chalmers y Clark (2011) acerca de la mente extendida. Gracias a esta idea de yo extendido también se comprenderá mejor, o así propongo, el modo en que se constituye y funciona el yo en sus diversos niveles. En un segundo apartado se tratará la noción del yo-límite. Este se comprende como límite del mundo y centro de organización y unificación del campo fenomenológico. No obstante, a lo largo de este trabajo se llegará a la contra intuitiva conclusión de que un yo-límite no será apropiado como primer nivel de organización del yo consciente. Por el contrario, se hablará de la sentiencia como proceso neurobiológico sin subjetividad, y de la conciencia como sentiencia fuertemente coordinada y unificada. El yo-límite se tratará también en el último apartado como algo que aparece posteriormente. En tercer lugar, se tratará del yo-mínimo como lugar en el que aparece el sujeto agente. Este será un nivel sistémico en el cual el organismo sentiente tiene conciencia de sí, de ser agente de sus acciones y propietario de sus elementos constitutivos. Aparece el control agente. En cuarto lugar, se hablará del yo-epistémico, principio de organización en el que el yo-mínimo incorpora como suya la memoria de eventos y se hace consciente del autoconcepto. En quinto lugar, se hablará del yo-narrativo que supone un nivel de organización que incluye lo aportado por niveles anteriores, con los cuales se integra y coordina la memoria biográfica; una yoidad que como se verá es esencialmente lingüística y eminentemente social y cultural.

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Por último, se hablará del yo-máximo como centro de gravedad sistémicamente superior de la organización del organismo. También se hablará, por fin, del yo-límite como dirección hacia la que apunta el Mí: a mí me pertenece todo lo que no soy yo, y el yo parece intuitivamente como aquello que está al final de todo aquello que me constituye.

El yo-biológico. Es importante en primer lugar entender la idea del organismo biológico como un sistema auto-organizado y por lo tanto sin agencia ni control central. Se trata de un “proceso en el que alguna forma global de orden o coordinación surge de las interacciones locales entre los componentes de un sistema” (Wikipedia, 2016). Para dar cuenta del cómo y porqué ha llegado a existir y funcionar un sistema tan asombroso, se apela a la selección natural, y es un problema totalmente fuera del tema de este trabajo. En segundo lugar, es preciso una aclaración terminológica preliminar con respecto del yo biológico: aquí el término ‘yo’, no hace referencia a ninguna forma de subjetividad, puesto que estamos hablando de un nivel organizativo más acá que aquel en el que emerge la subjetividad y que sin embargo es su condición de posibilidad2. Se propone, a partir de las sugerencias de Hoffman, que: “We must therefore move away from a simplistic, exclusively inward or mental conception of the self to one that is not only adequate psychologically speaking, but immunologically and culturally as well”. (Hoffman, 2012, p. 355)

Por el contrario, partiendo de la noción del yo como centro de gravedad narrativo diremos que el ‘yo’ del yo-biológico es el centro de gravedad organizativo de un organismo en el nivel sistémico biológico; no es por lo tanto nada que exista sin la organización misma. No obstante, como abstracción no es superflua, puesto que, como se verá, responde a la pregunta por la identidad biológica del organismo. Si el yo narrativo permite al sujeto, una vez constituido, identificarse como protagonista de una biografía, el yo-biológico es una abstracción que alude a la identidad (no esencial ni unívoca, como se verá), del sistema biológico que lo constituye en su auto-organización. Se trata, como puede notarse, de una noción imprecisa. No obstante, no se trata en absoluto de ninguna arbitrariedad puesto que el yo-biológico posee al menos, como aquí

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En efecto, la subjetividad pre-supone un sistema nervioso, el cual será considerado como subsistema del yo-biológico en el sentido que se usa aquí.

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defenderé, dos criterios de demarcación: uno sincrónico (inmunológico) y otro diacrónico (procesual). Por lo tanto, se puede decir del yo, como centro de gravedad que responde a la pregunta por la identidad del sistema, que se trata de una abstracción compuesta.

2.1 Criterio sincrónico: inmunología y concepto ecológico del yo Precisando más; el yo-biológico del organismo se comprende como el “qué es” biológicamente este organismo concreto; como respuesta al problema de su identidad en ese nivel. No obstante, se tomará como hecho ampliamente reconocido que “the criteria of boundaries hardly suffice for defining an organism (…) the fallibility of anatomic and even genetic criteria of selfness are well known” (Tauber, 2016). Dando estas dificultades por conocidas, no se tratarán específicamente por falta de espacio. Buscamos por el contrario proponer una respuesta viable y operativa a la pregunta sobre esta identidad del organismo en términos de un centro de gravedad organizativo y abstracto. Si se quiere que este centro de gravedad, a pesar de impreciso, no sea trivial, debemos ser capaces de ofrecer criterios para su determinación. Entonces, ¿A qué nos referimos cuando hablamos del yo-biológico? El primer criterio para responder será el inmunológico tal y como lo defiende Hoffman (2012) en su Immunologic self. Esto implica que el yo-biológico será identificado en función de la tolerancia activa del sistema inmunológico. Y es así porque el sistema inmune es el que establece el dentro y el afuera del proceso de autoorganización: es en términos de inmunidad como puede entenderse qué está integrado y coordinado y qué no lo está en el sistema auto-organizado que es el organismo vivo del que se trate en cada caso. La primera consecuencia del criterio inmunológico será la necesaria e inmediata renuncia a la idea del yo como una esencia inmutable y monolítica, puesto que la inmunidad: “…is a learning process, by which the immune system learns, or defines, what is the self. Protecting the host is subordinate to this primary role (…) in order for the immune system to protect, it must first identify what is going to be protected, or distinguish between self and other” (Hoffman, 2012, p. 353).

Con esto y a la luz del concepto de sistema auto-organizado, debe entenderse que no existe un sistema inmune dedicado a la protección de un yo-biológico. El sistema inmunológico carece de agencia al igual que el organismo en el que participa y no trata de preservar una entidad definida de antemano a la cual el conoce o reconoce. No hay tampoco y por lo mismo división entre un objeto y un sujeto, sino que el sistema 5

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simplemente es (Tauber, 2016). Brevemente: el sistema inmune se limita a ser, mientras que el yo-biológico queda definido por la tolerancia activa del primero. En cierto sentido el yo-biológico podría entenderse como sinónimo del yo inmunológico en Hoffman: “A dynamic and highly integrated system, in which the elements are interrelated by mutual adaptation and co-adaptation, creating a self-regulating and self-organizing system.” (Hoffman, 2012, p. 355)

No obstante, aquí se prefiere usar el término ‘yo-biológico’, puesto que preserva mejor la idea de que el sistema inmune es un sub-sistema del organismo que cuenta con varios sub-sistemas, de entre los cuales el sistema inmune está específicamente dedicado a la tarea de establecer un dentro y fuera del sistema global al que pertenece. Sin este sistema el organismo sencillamente se desintegra, no existe como tal; no habiendo sistema inmune, no hay dentro ni fuera, la auto-organización colapsa y por tanto no hay organismo. Además, el yo alude a la percepción de propiedad que el sujeto tendrá sobre su biología una vez se constituya como tal. Esta forma de entender el yo-biológico tiene algunas consecuencias. En primer lugar, dado que la reactividad y la tolerancia del sistema inmune es dependiente del contexto (Tauber, 2016), el yo por él definido deberá ser comprendido como inconstante y contextual, o mejor, ecológico. En esta dirección: “Given the highly contextualized nature of immunity dependent on a dynamic system, the borders of the self and the identity (…) are increasingly appreciated as inconstant, an often elusive. Indeed, the antigenicity of any given substance is determined by the context in which the immune system ‘sees’ any potential target”. (Tauber, 2016)

Las fronteras del yo se vuelven permeables, borrosas y móviles; pero el concepto del yo se vuelve más potente, eludiendo paradojas y permitiendo integrar los datos de las neurociencias con los de la intuición fenomenológica. Y si hemos dicho que responde a la pregunta por la identidad, la noción de identidad debe extenderse como consecuencia inmediata. No se puede sostener entonces que el yo sea un objeto o un ente del mundo, sino una abstracción de valor heurístico y pragmático, así como adaptativo. Se quiere enfatizar también que un yo ecológicamente entendido posee la virtud nada trivial de permitir dar cuenta del problema de la identidad allí donde los criterios corporal y genético fallan. Para ver esto con claridad primero debemos entender que, al adoptar una perspectiva ecológica, la integración y coordinación son las que han de servirnos como principios de organización (Tauber, 2016). Desde aquí se puede defender que tanto 6

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las mitocondrias, los órganos trasplantados con éxito o el bioma intestinal son parte de un yo-biológico y lo constituyen en tanto que son activamente toleradas por el sistema inmune, formando así parte del mismo sistema auto-organizado: todos estos elementos están integrados y coordinados alrededor del mismo centro de gravedad, el yo-biológico, constituido en esta integración y coordinación. Se puede comprender, si se quiere, que ciertas partes y/o sub-sistemas son más o menos esenciales: por ejemplo, si pierde una mano el sistema sigue funcionando y su centro de gravedad organizativo permanece; pero al desaparecer el tálamo, se pierde un sub-sistema esencial para la integración y coordinación de las partes, el centro de gravedad deja de existir y por lo mismo pierde ipso facto su identidad3. Aunque la pertenencia y la esencialidad con respecto al yobiológico pueda ser gradual y algunos casos límite se vuelvan borrosos, este no es un problema definitivo ni particular; se trata del problema general de categorización que ha de resolverse pragmáticamente en cada caso. Esta concepción ecológica es perfectamente coherente, según se propone aquí, con el externalismo activo que ha sido propuesto por Chalmers y Clarck (2011), señalando hacia un yo-biológico extendido. Estos autores afirman que: “…puede que el cerebro biológico haya de hecho evolucionado y madurado de maneras que tienen que ver con la presencia fiable de un entorno externo manipulable […] Si es así entonces los sistemas ensamblados con factores externos son parte del conjunto básico de recursos cognitivos que siempre llevamos con nosotros en el mundo” (Clarck & Chalmers, 2011, p. 20).

Se puede afirmar sin miedo a equivocarse que efectivamente el organismo en general y en particular el sistema inmune del homo sapiens han tenido en cuenta esencial y sistemáticamente en su filogénesis y su ontogénesis ese entorno externo manipulable que constituyen, entre otros, aquellos organismos genética y anatómicamente diferenciados como los que hemos nombrado ya. Tales sistemas ensamblados con factores externos son parte del conjunto básico de recursos biológicos que siempre llevamos con nosotros. Aunque es más aventurado, podría sostenerse que en el caso de órganos artificiales

3 Esto es así para cualquier sistema organizado. De la misma forma es absurdo decir que cualquier organización social (una secta, un club o lo que se quiera), deje de ser ella misma al desaparecer uno de sus miembros. Muy al contrario, será comprendida como ella misma mientras su centro de gravedad organizativo sea identificable, implicando esto un concepto potente, aunque contextual e históricamente cambiante. No hay aquí demarcaciones esenciales, sino una complejidad que ha de preservarse por ser irreducible. Tratar de reducir la complejidad esencial de la identidad de un objeto o un sistema supone un error, una pérdida de potencia heurística y un nido de problemas lógico-lingüísticos de difícil solución y poco interesantes.

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externos, integrados y coordinados en el sistema global auto-organizado, y tolerados por el sistema inmune, podrían ser comprendidos como parte del yo-biológico con independencia de su fabricación humana, su localización o su constitución material. Se trata de un externalismo activo porque estas partes anatómicamente diferenciadas no son meros accesorios, sino que son parte activa en el proceso que es la auto-organización del sistema. Una vez más, la discusión sobre fronteras en ciertos casos límite es esperable dado lo borroso de los contornos de la inmunidad, la integración y coordinación, pero se trata de una cuestión pragmática de categorización que ha de resolverse en cada caso y sin problemas insalvables para los casos normales.

2.2 Criterio diacrónico: continuidad de un proceso Además del criterio sincrónico, necesitamos un criterio diacrónico que nos permita dar cuenta de la identidad del organismo biológico a través de los cambios en el tiempo. Además, junto con el criterio inmunológico, debe permitirnos crear un modelo parsimonioso del yo que pueda transportarse a otros niveles de auto-organización emergentes. Para ello, y asumiendo que un organismo vivo es un sistema autoorganizado, se propone que el segundo criterio organizativo será el de la continuidad procesual. En efecto, como todo sistema auto-organizado, un organismo vivo puede ser comprendido como un proceso. Por lo mismo, el yo-biológico puede estar determinado, además de por la tolerancia-reactividad del sistema inmune, por la continuidad procesual. Así, cuando hablamos del yo-biológico nos referimos a un proceso que, en cuanto tal, se prolonga en el tiempo. Al igual que para el caso de la identidad sincrónica, esta noción del yo puede ser imprecisa o borrosa. Si lo que se objeta es que el criterio inmunológico y el procesual no permiten definir de una vez por todas y sin lugar a dudas qué es el yobiológico del organismo, se acepta sin reservas. No obstante, ya se ha dicho, y no volverá a hacerse por evitar la redundancia, que no se pretende nada semejante e incluso se huye de ello en el convencimiento de que una labor así solo conllevará infinidad de problemas sin solución. Por el contrario, lo que pretendemos es alcanzar una noción del yo que sea parsimonioso a todos los niveles organizativos, pragmáticamente útil para la localización e identificación del constructo y con fuerza heurística. Un homo-sapiens que pierde un dedo meñique de su pie es el mismo que ayer en el sentido de que puede ser identificado sin problemas como el mismo proceso que continua en el tiempo. En el otro extremo es 8

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complicado saber si el árbol centenario es el mismo que la bellota. ¿Existe aquí una continuidad de un proceso? En todo caso los cambios son tan grandes que puede decirse que se trata de un proceso cualitativamente diferente, que no puede reconocerse su continuidad en este o aquel sentido. Dado que la respuesta depende del contexto evaluativo, la categorización será resuelta en cada caso en el terreno pragmático.

El yo-Límite: límite del mundo A partir de aquí se comenzará a tratar el concepto del yo ascendiendo en los niveles de organización. Para empezar, es preciso dejar claro que se partirá de una perspectiva monista y materialista para el problema de lo mental. No obstante, parece pertinente seguir aplicando el lenguaje mentalista en muchos casos, en primer lugar, a falta de otro lenguaje disponible, y en segundo lugar guiados por la convicción de que incluso los eliminativistas más acérrimos deben reconocer que las llamadas “High level capacities clearly exist, and high level descriptions are therefore needed to specify them” (P. S. Churchland, 1994, p. 25). Desde esta posición la mente se comprende como un nivel emergente de organización a partir del funcionamiento del sistema nervioso. Esta mente abarca toda operación cognitiva del sistema nervioso con independencia de si hay o no conciencia4. Hasta aquí, esta forma de entender la mente no supone ningún problema nuevo, ya que se trata simple y llanamente de un sub-sistema del yo-biológico. Efectivamente, está defendido y demarcado literalmente por el mismo sistema inmunológico y es una parte integrada y coordinada del mismo proceso auto-organizado. Dicho brevemente: “Esta mente, a la que el dualismo ve como diferente, es un elemento más del cuerpo, un ingrediente que el mismo cuerpo ha integrado. Lo que somos es una organización de múltiples actividades competitivas entre los propios elementos que ha desarrollado nuestro cuerpo” (Fuertes, 2001, p. 217)

No obstante, en el caso de al menos algunos organismos con sistema nervioso, aparece algo que no puede despacharse sin más como parte del yo-biológico precisamente por sus propiedades emergentes. En efecto, de la operación del sistema nervioso aparece en algunos casos una diferencia cualitativa, a saber: la conciencia. Se trata de una conciencia

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Se asume aquí que las operaciones de la mente, son en muy gran medida no conscientes, lo cual es dado por sabido.

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encarnada, que depende de un cerebro material y es experienciada como un campo unificado5, punto central de nuestra consciencia (Feinberg & Mallatt, 2016). La dificultad de este punto no reside en tratar el problema fácil ni difícil de la conciencia, los cuales están más allá de los límites de este trabajo. Partimos de que la conciencia de hecho se da, simple y llanamente. Por el contrario, se trata de contestar a la cuestión de qué es el yo en los distintos niveles de organización del organismo, entre los cuales se encuentran niveles que incluyen y/o suponen esta conciencia.

3.1 ¿Yo-límite? sentiencia-conciencia En primer lugar, hay que diferenciar lo que aquí se intentará entender como yo-límite, de otros conceptos del yo en niveles superiores de organización de los cuales es lógicamente separable. Se trata de aquel que nombra Wittgenstein (2009) cuando afirma que “el sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo" Para tratar este problema partiré de la noción de auto-conciencia en Grossi y Longarzo (2016), entendiendo que el ‘auto’ de esta auto-conciencia refiere a un yo de alto nivel, cuyas condiciones de posibilidad o constituyentes esenciales serían: auto-monitorización (que incluye sensación de propiedad y agencia de la acción); auto-sensación (que incluye interocepción y exterocepción) e identidad (como integración de la información interoceptiva, exteroceptiva, autobiografía y experiencias). Pues bien, se propondrá el yo de esta auto-conciencia incluye mucho más que los elementos constitutivos mínimos para hablar del yo, y por tanto excede con mucho los elementos de un nivel mínimo para el yo consciente. Esto servirá para buscar, eliminando los elementos no necesarios, la mínima expresión del yo, intentando encontrar aquel límite del que venimos hablando. Esto es respaldado por amplias evidencias de la psicología clínica y neurobiología, que muestran que, tras el hundimiento de las bases epistémicas del yo (memorias epistémica y biográfica), “…the ontological self remains; it remains as a subjective center of conscious unity (…) this is the key point, at no time was his subjective self-awareness lost (…) the ‘I’ always was there” (Klein, 2013, p. 622). No obstante, en cierta contradicción con algunas de sus aserciones, Klein preserva aquí el pronombre personal, defendiendo también que “Objectivity is based on the assumption that an act or object

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Es importante dejar claro que la conciencia se experimenta como un campo unificado, aunque neurológicamente se trata de un fenómeno complejo. Sus circuitos neurales combinan tipos de información sensorial provenientes de diversos módulos del sistema nervioso en la unidad de la experiencia, tal como demuestran Nichols y Grantham y lo recogen Feinberg y Mallat (2016).

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exists independent of any individual’s awareness of it (…)” (Klein, 2013, p. 624). Y por lo mismo el yo ontológico, como él lo nombra, sería un límite organizador de la acción de un agente. Sostengo sin embargo que la objetividad surge en el nivel de organización que llamaremos yo-mínimo y el cual no es equivalente a un yo-límite sin contenido. En efecto, para que esta idea de objetividad aparezca es preciso saber al menos que mi acción me pertenece y que yo soy el agente, que a pesar de que no esté aquí mi pensamiento la objetividad del mundo permanece, porque no me pertenecen; es preciso un mínimo conocimiento de sí como lo sostiene Paul Churchland (Tal como se cita en HierroPescador, J, 2005).()Pero contra esto y en base a la evidencia clínica también existe evidencia de la posibilidad de hundimiento de la conciencia de agencia y pertenencia de acciones y pensamientos no reflejos del organismo. En este sentido, el yo-mínimo de Gallagher (2000) está dividido en dos nociones, un yo-objeto y un yo-agente que precisamente apuntan a la propiedad (ownership) y a la agencia, lógicamente separables. Sobre las réplicas a este modelo se hablará en el capítulo dedicado precisamente al yomínimo. En este yo-límite solo quedaría por lo tanto la auto-sensación; pero en este nivel aún no aparece el sujeto. El ‘auto’ de esta auto-sensación refiere al yo-biológico (que incluye la mente en el sentido biológico). Se trata, si se quiere de un punto de vista subjetivo primitivo: la mera sentiencia6 entendida como aquella capacidad en el organismo de experimentar un estado afectivo que evolutivamente aparece hace alrededor de hace 500 millones de años (Feinberg & Mallatt, 2016). Esta sentiencia, cuando se da de forma suficientemente integrada y coordinada dará lugar según los mismos autores a la conciencia, entendida entonces como sentiencia unificada en un campo fenomenológico único: aparece aquí la unidad del campo fenomenológico. Aunque la idea es difícil de captar, se espera que lo que sigue, en conjunción con los próximos apartados permitirá clarificarla. Este yo-límite se puede identificar con el modo en el cual la experiencia se articula a sí misma como perspectiva en primera persona, (Cermolacce, Naudin, & Parnas, 2007)7,

Emplearé el término sentiencia como lo emplea Feinberg al afirmar que: “…for animal to be “sentient” it must be capable of experiencing an affective state […] The most basal affective experiences are the capacity to have sensory experiences of negative (noxious) or positive (pleasurable) nature” (Feinberg & Mallatt, 2016, p. 129) 7 Aunque comprendo que Cermolacce entiende esta ipseidad como lógicamente unida a la agencia y la propiedad, esta descripción es útil para hablar del yo-límite que aquí se discute. 6

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al menos cuando está suficientemente integrada la acción de los sistemas neurales relevantes. Esto hay que repetirlo: no es un alguien; no sabe de sí; simple y llanamente es la misma unidad de la experiencia: “No hay un yo-polo puro idéntico compartido por todas las experiencias y que condicione su unidad. Las experiencias no son estados o propiedades de nadie, sino eventos mentales que simplemente ocurren […] el yo no es un principio distinto y formal de identidad. No es el dueño o portador de experiencias, sino simplemente las experiencias en su totalidad.” (Zahavi, 2005, citado en Cely, F. E. 2011, p. 63).

Pero entonces, ¿En qué sentido este yo-límite es interesante? Si el yo debe responder al problema de la identidad, ¿A la identidad de qué respondería este yo? Pues bien, si el yo-biológico era el centro de gravedad organizativo del organismo vivo, este yo-límite es el centro de gravedad organizativo de su experiencia, cualidad emergente de la actividad de la mente (subsistema que pertenece al yo-biológico) que integra parte de la información exteroceptiva e interoceptiva permitiendo una acción mejor adaptada a los cambios a corto plazo del entorno externo e interno (Feinberg & Mallatt, 2016). La autosensación de la que hemos hablado. Por lo tanto, sería la respuesta a la cuestión de la identidad de la subjetividad de la experiencia. Pero entonces hablar de ‘yo’ no sería adecuado, pues lleva a pensar en un sujeto agente y en la referencia del pronombre personal. Propongo, contra la intuición de sentido común que no hay aquí un auténtico yo-límite, sino que solo hay una sentiencia unificada o conciencia que carece de ningún interés particular frente al yo-biológico si se parte, como aquí, de un monismo materialista estricto: si hablar del yo es hablar de la respuesta al problema de la identidad, la mera unidad de la experiencia no guarda diferencias esenciales con la unidad de la digestión, o de la circulación sanguínea (al margen de su complejidad y sus propiedades particulares). Aunque evidentemente la emergencia de la experiencia supone un hecho notorio en la historia de nuestro universo y aún sin comprender 8 (problemas fácil y difícil de la conciencia). Los criterios de demarcación sincrónica son los de cualquier proceso mentalbiológico, simplemente la de un sistema biológico autoorganizado demarcado por el sistema inmune contextualmente, mientras la demarcación diacrónica sigue siendo la del proceso exactamente del mismo modo. De hecho, es interesante que se trata de un proceso

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Se trata de una emergencia como la de la materia a partir de la energía, o la de la vida a partir de lo inorgánico. Es algo misterioso, pero que a la postre será explicado en el nivel neurobiológico o comprendido en el fenomenológico, los cuales no son mutuamente excluyentes.

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diferente cada vez que se da, de modo que no hay un yo de ayer ni un yo de mañana; cada evento de experiencia es diferente del anterior y no guarda identidad con él. Se darían tantos yo-límite como eventos de experiencia unificada se den en el organismo. Por lo mismo, no es más interesante hablar de un yo-límite, tal como lo he intentado explicar aquí9, que hablar de yo-digestivo: habrá sentiencia como habrá digestión. No obstante, esta propiedad emergente del sistema nervioso, se propone, tiene una importancia crucial como condición de posibilidad para niveles superiores de organización de la información en los que sí podemos hablar de forma interesante de ‘yo’. Si nos fijamos en las palabras de Feinberg y Mallatt: “Such non-nested, topical convergence of the “many onto the one” [la integración y coordinación de la información entrante en el SNC en la experiencia unificada] helps to unify the brain’s functional properties, but the necessary streamlining means that a lot of specific information is lost along the way (…) To compensate, a nervous system with a unified awareness must have another aspect that uses and integrates all the sensory information at various hierarchical levels. This is achieved through the nesting of lower levels within higher levels.” (Feinberg & Mallatt, 2016, p. 29-30)

De este modo, la mente debe integrar y coordinar información a diversos niveles jerárquicos, anidando niveles más bajos en niveles superiores. Así podrían emerger nuevos modos de integración y coordinación de la información que permitirían mayores grados de libertad al organismo: el yo-mínimo, epistémico, narrativo, etc. La sentiencia no será sino el nivel más bajo de organización de la información en la experiencia, a partir de cuya integración y coordinación emergerá la conciencia aún sin sujeto. Aunque sea relevante para la organización de la acción del organismo en el que se integra y con el que se coordina, solo a partir del nivel organizativo del yo-mínimo su acción será propia de un sujeto auto-consciente. ¿Qué ocurre con la mente que queda en el lado de lo inconsciente? Dicho brevemente: forma parte del funcionamiento del sistema nervioso en cuanto biológico. No obstante, como se verá, la inclusión de ciertos procesos mentales en los distintos niveles emergentes de identidad no será sino una distinción de accesibilidad contextual.

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En el capítulo 7 se explorará otra forma de comprender el yo-límite como límite del mundo.

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El yo-mínimo: agencia y propiedad Emerge aquí un nuevo nivel de organización que integra la mera sentiencia unificada junto a la agencia y propiedad de la acción y el pensamiento. Esto implica la aparición de nuevos modos de integración y coordinación de la información que permitirían nuevos grados de libertad al organismo. Aunque estrictamente hablando se trata del funcionamiento del sistema nervioso, se empleará aquí otro lenguaje y otras categorías, puesto que asumo que: “…so far as neuroscience and psychology are concerned, my view is simply that it would be wisest to conduct research on many levels simultaneously…” (P. S. Churchland, 1994, p. 25).

Ahora bien, en estricta analogía con el yo-biológico, si queremos hablar de un yomínimo de forma relevante, debemos dar cuenta de sus criterios de demarcación como respuesta al problema de la identidad. ¿Qué identidad? La identidad del agente, la respuesta mínima al “¿Quién soy?” y cuya respuesta es: el agente de aquellas acciones que son mis acciones y el propietario de aquello que es constitutivamente mío. Se trata de un nivel organizativo en el que el organismo se sabe agente y poseedor de sus acciones y su cuerpo, sujeto de su experiencia ahora auto-consciente. De otra forma: si el yo biológico se usa en sentido metafórico para responder a la pregunta por la identidad del organismo, el yo-mínimo será el primer nivel sistémico en el que se hable de identidad subjetiva: el mínimo de auto-conciencia en el que el auto indica una conciencia de sí en cuanto agente y propietario. Para hablar de este yo-mínimo me basaré ampliamente en el yo-mínimo de Gallagher (2000.).

4.1 Criterio sincrónico: propiedad y agencia En cuanto a la identidad sincrónica, ésta deberá ser comprendida también en sentido ecológico. No habrá un yo que sea un polo puro, ni una esencia, nada que pueda ser definido de una vez por todas por medio de sus contenidos. Al igual que el sistema inmune define contextualmente las borrosas fronteras del yo-biológico, las fronteras del yomínimo estarán determinadas por procesos de aprendizaje aún poco conocidos del sistema nervioso ecológicamente determinados que deben aprender o definir qué es el yo, o qué soy yo, cuales son o no mis acciones, miembros o percepciones. Aunque pueda parecer que el sujeto tiene una idea cartesiana (clara y distinta) de qué es él, infalible en cuanto al

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reconocimiento de sus pensamientos y acciones en cuanto suyos, la evidencia clínica no sostiene tal intuición, como se ha visto más arriba. Para aclarar la noción que manejaremos de yo-mínimo comenzaré con algún rodeo, con un texto de Neisser (1999), The ecological self and its metaphors. Neisser habla del (1999)

yo ecológico como el yo tal y como lo percibimos en el entorno real e inmediato, esto es, percibido esencialmente en su contexto. Este yo está eco-localizado por medio de la propiocepción, la percepción, la percepción háptica, etc., Pero si bien el yo-mínimo que defiendo a partir de Gallagher puede considerarse como eco-localizado en este sentido, la percepción no servirá como criterio de demarcación de la identidad sincrónica. Neisser afirma que: Many common figures of speech exhibit this dualism: “I wasn’t myself yesterday,” “I disappointed myself,” “I have to be more self-possessed “In all these locutions there is both an inner and an outer person. The outer one seems much like the ecological self, but who is the subject inside? […] the self as known through subjective experience […] Is the inner subject just another ecological metaphor? Not exactly: “inner” is an ecological notion, but “subject” is not. We do not gain access to private experience via perception, so what we find there cannot be an ecological self. Many salient mental experiences are not based on direct perception at all -dreams and images, thoughts and feelings, pains and pleasures. It is those private experiences, contrasted with perception of the ecological self, that give rise to the duality that Lakoff describes with the terms “subject” and “self”. (Neisser, 1999, p. 209)

Este texto tiene el inconveniente de confundir niveles de organización e incluso la misma noción de percepción. Al hablar de una “outer person”, parece referirse al autoconcepto de la persona, a aquello que el sujeto se atribuye conceptualmente. No obstante, el yo-mínimo no exige que el sujeto tenga un concepto de sí mismo más allá del sentido de propiedad de sus partes constitutivas y sus acciones en tanto bajo su propia agencia. Así, puede decirse que este yo-mínimo puede ser referido por el pronombre personal en oraciones como “I have to be more self-possesed”, mientras que en “I wasn’t myself” supone un yo no mínimo con auto-concepto y memoria episódica. El yo-mínimo está por debajo del nivel de organización conceptual y no exige ninguna memoria de largo plazo. Por otro lado, aquello que llama “subject” señala en realidad hacia el espectador en el teatro cartesiano, la ilusión que se construye a posteriori sobre la unidad de la experiencia misma a la cual se supone un sujeto esencial y su mera unidad. Peor aún, refiere a una introspección diferente de la percepción en la que mezcla la interocepción, exterocepción, la experiencia del sueño, etc. Pero los sueños igual que las alucinaciones son literalmente percepciones generadas en los centros de percepción del cerebro, aunque sin participación 15

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de los órganos exteroceptivos (Sacks, 2013). En cuanto a dolores y placeres, no se trata más que de la mera sentiencia, que no exige como hemos visto ningún agente o sujeto de la acción. En fin, el yo ecológico de Neisser está bien orientado en cuanto comprende ecológicamente el problema de la identidad. No obstante mezcla niveles organizativos, equivoca la noción de percepción y supone un yo cartesiano con acceso privilegiado al contenido de su experiencia. Además, cae en una ilusión cuando atribuye un espectador a lo que hemos nombrado como sentiencia. Por ello la percepción, propiocepción, percepción haptica, etc, no pueden ser el criterio de demarcación del yo-mínimo, sino solo procesos coadyuvantes para el aprendizaje del sistema: el organismo puede errar en la atribución de propiedad de la percepción, la emoción, la acción y aún la agencia; dándose el caso, de poder preservarse la memoria de la propia vida sin la sensación de pertenencia de los recuerdos, esto es, puedo tener recuerdos de un momento pasado sin tener la sensación de que estos sean mis recuerdos (Crick & Koch, 2003; Gallagher, 2000; Klein, 2013). Por último, parece existir algún sub-sistema del sistema nervioso que en analogía con el sistema inmune para el yo-biológico está dedicado a la auto-monitorización del organismo y a la inclusión-exclusión de elementos en su auto-representación. Gallagher resume algunos hallazgos importantes: “There is good evidence to suggest that the sense of ownership form motor action can be explained in terms of ecological self-awareness built into movement and perception. By contrast, (…) the sense of agency for action is based on that which precedes action and translates intention into action (…) a comparator mechanism operates as part of a non-conscious premotor or “forward model” that compares efference copy of motor commands with motor intentions and allows for rapid, automatic error corrections (…) Firth’s model assumes not only that thinking, insofar as it is intended and self-generated, is a kind of action, but also that thinking has to match the subject’s intention for it to feel self-generated, as in the case of a motor action (…) if the mechanism that constitutes the forward aspect of this monitoring process fails, a thought occurs in the subject’s own stream of consciousness but does not seem to the subject to be self-generated or to be under the subject’s control Rather it appears to be an alien or inserted thought” (Gallagher, 2000, p. 16-17).

En conclusión, estos sistemas y procesos sugieren un yo-mínimo también ecológico y por lo mismo apoya también la noción extendida del yo, para lo que nos remitimos a lo ya dicho más arriba. Al igual que en el yo-biológico puede extenderse a otros miembros

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mecánicos o trasplantados e incluso ciertas herramientas, del mismo modo puede proceder y de hecho procede en ciertos supuestos el yo-mínimo.

4.2 Diacronía: sin historia En cuanto al criterio de demarcación del yo-mínimo en sentido diacrónico, y si como en los anteriores casos se trata de la identidad de un proceso con su continuidad, se puede hablar de un yo que no es sino “a momentary self without long-term continuity, and thus, without history” (Gallagher, 2000, p. 18). Solo un nivel superior de organización que incluya una memoria episódica será capaz de dar continuidad a un proceso tras su interrupción, gracias a la recuperación de la información acerca de eventos anteriores con la que puede enlazar el evento en curso. Pero, en este nivel del yo-mínimo, no existen tales condiciones. Todo lo más podemos hablar, probablemente de una memoria de trabajo o de corto plazo que permite el funcionamiento de este sistema de automonitorización.

El yo-episódico: emergencia del conocimiento de sí y la identidad con el pasado de la experiencia consciente Pero un yo-mínimo no es adaptativamente suficiente cuando ciertos organismos, entre ellos los seres humanos, necesitan organizar la agencia en torno a un pasado y un futuro. Esta nueva forma de organización “supone ser conscientes del tiempo subjetivo que podemos manipular (…) para realizar este viaje en el tiempo es necesario un sentido del yo como individuo diferente a los demás, con un pasado propio y diferenciado” 10 (Santamaría & Montoya, 2008, p. 335). Para ello, y siguiendo al mismo autor, será preciso que el yo-mínimo tenga acceso a una memoria episódica11 integrada y coordinada.

5.1 Criterio sincrónico: inclusión del recuerdo episódico en el yo Las pruebas, aunque no son concluyentes, permiten proponer que de la conjunción de aquello que hemos nombrado como yo-mínimo con la memoria episódica puede dar lugar a la emergencia del yo-epistémico; un nivel superior de organización en torno a la cual el

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Énfasis mío También será preciso alguna capacidad de pro-tensión, aunque esto no es necesario para la identidad y la conformación del yo-epistémico, por lo que se dejará atrás sin desestimar su gran relevancia ni su interés. 11

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organismo podrá desarrollar una actividad con nuevos grados de libertad. El centro de gravedad organizativo de esta nueva forma de acción es a lo que llamaremos yoepistémico. La memoria episódica, accesible para el sistema del yo-mínimo es integrada por éste como propia (como parte de sí) y el recuerdo de sus actos y acciones como bajo su agencia (como hechos o experimentados por sí). La integración y coordinación de la memoria episódica en y con el yo-mínimo no es automática ni trivial, existiendo evidencia bibliográfica acerca de lesiones cerebrales que han dado lugar a una memoria intacta (declarativa o no), que sin embargo el sujeto no siente como suya, como sucedida a sí, sino solo recordados como algo ajeno: “…a number of computational processes (…) are involved in the transformation of declarative knowledge into an autobiographical [aunque use la palabra ‘autobiografica’, se refiere a la episódica como se entenderá aquí] experience (…) on this view, episodic retrieval (…) cannot occur unless all of these capacities are intact. But, to be experienced as self-referential, the knowledge must be tagged as selfreferential” (Klein, 2013, p. 24)

Aquí el yo como respuesta al problema de la identidad es ya el de la identidad del agente y propietario con su pasado en tanto que organismo y se resuelve de forma análoga al problema del yo-mínimo. Las fronteras del yo-epistémico estarán determinadas por procesos análogos de aprendizaje a los que se dan para el yo-biológico y mínimo; serán contextualmente dependientes y su tarea será la de aprender y definir quién es sí mismo. Pero en este caso, según el modelo del yo-inmunológico las fronteras del yo-epistémico podrán ser reactivas al contexto, incorporando activamente o rechazando elementos. Existen pruebas de la capacidad del organismo humano para eliminar o reprimir elementos o incluso insertar recuerdos ajenos, o falsos 12 . Además, la estructura y contenido del contexto ofrecen claves que hacen accesibles diversos aspectos de la memoria epistémica. En cuanto a lo que no se recuerda en un momento determinado, lo inconsciente o el recuerdo reprimido, no forman parte del yo-epistémico actual. Aunque pueda argüirse que el recuerdo inconsciente influye en el comportamiento, se afirma que en cuanto noconsciente forma parte de la vida mental en sentido neuro-biológico, pero no del yo-

Por ejemplo, M. Gazzaniga (2006) hace hincapié, entre muchos de los que llama “pecados capitales de la memoria”, los fenómenos de falsa atribución y sugestionabilidad. El primero hace alusión a un fenómeno mediante el cual se tienen recuerdos falsos, que nunca se dieron y con un fuerte sentimiento de verdad. El segundo hace lugar a una tendencia a incorporar como recuerdos propios la información que proporcionan otros acerca de un suceso. 12

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epistémico. En el contexto de este trabajo, el recuerdo inconsciente es parte del yobiológico (el yo-mental como subsistema, si se quiere). En el momento en que una clave contextual hace emerger a la conciencia un fragmento de memoria epistémica, esta será entonces parte del yo-epistémico. Es posible argüir también que no puede concebirse como parte del yo-epistémico solo lo consciente en un determinado momento; podría hablarse, por ejemplo, de aquello sistemáticamente accesible cada vez que el organismo lo necesite. Podría incluso proponerse la idea de un yo-epistémico potencial que alude a todo lo que puede llegar a ser en un momento dado accesible. No creo que exista aquí tampoco un modo terminante de delimitar tal frontera, que será borrosa y podrá entenderse de modos diversos según el fin al que se atienda. En cualquier caso, cuando se habla de identidad sincrónica, sostengo que la única identidad pertinente es la actual, y por tanto solo forma parte del yo-epistémico aquello accesible en cada momento. Esta forma de entender el yo-epistémico así entendido, “blurring the boundaries between the causal and the constitutive implies, among other things, losing sight of the subject as traditionally conceived, that is a locus of experience, rationality, and agency” (Vicari, 2011, p. 114). Además, como en los anteriores niveles organizativos, refuerza los argumentos que defienden la posibilidad de un yo-epistémico ecológicamente extendido. Esto es importante puesto que en el sentido ya mencionado de Chalmers y Clark, la memoria episódica no es esencialmente parte del yo, sino que el yo-epistémico se forma al incorporar como suya la memoria episódica. Por esto y por lo mismo podría comprenderse como parte del yo-epistémico todo contenido (declarativo, no declarativo, emocional, etc.) de los recuerdos episódicos que el sistema nervioso etiquete como mío, sin importar el material de construcción, el soporte ni el origen. La cuestión sería funcional y pragmática. La defensa completa de esta propuesta se remite al mismo texto de la mente extendida y no es oportuno repetirlo.

5.2 Criterio diacrónico: la primera auto-identidad consciente y temporalmente extendida. Algunas precisiones Lo anterior, aun sin ser trivial supone la emergencia de un nuevo sistema organizativo por mera integración y coordinación de la memoria episódica con el ya preexistente yomínimo. El punto en que el yo-epistémico se hace verdaderamente novedoso, será aquel en el que se consideran sus criterios de demarcación diacrónica. No obstante, la diacronicidad en este caso se dirá especialmente en sentido fenomenológico, puesto que

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el proceso consciente se interrumpe cada vez del mismo modo que en el caso del yomínimo, y en el sentido procesual del aprendizaje. Es en este punto donde por primera vez el organismo conoce su propia existencia como tal en el pasado, o mejor, su propio pasado como ser vivo. Si el yo-mínimo no tenía continuidad más allá de cada evento de consciencia, sino que “es siempre actual (…) no tiene ningún sentido hablar de mi yo de ayer o de mi yo de mañana” (Hierro-Pescador, 2005, p. 224), en este nuevo nivel la identidad se extiende gracias a una ilusión: el ser vivo percibe su continuidad, identificando los recuerdos de eventos pasados como suyos: “…cada persona tiene una historia de experiencias pasadas que, por medio de esa propiedad mental que es la memoria, unifica con referencia a su cuerpo, y que vincula a sus actuales experiencias y proyectos, construyendo así la representación mental que manifestará por medio del término “yo”” (Hierro-Pescador, 2005, p. 224).

En efecto, los diversos eventos de conciencia no guardan continuidad entre sí; pero el agente, al considerar ciertos recuerdos como suyos, sentirá que él es el mismo organismo que tuvo los eventos de conciencia que dieron lugar a los recuerdos y sus emociones asociadas. Dicho de otro modo, este organismo que soy es el mismo que aquél que experimentó los eventos que re-experimento como mi recuerdo. Se trata de una ilusión robusta creada por el sistema nervioso para permitir nuevas formas de acción y aprendizaje. Si una enfermedad o una lesión destruyen esta memoria epistémica, o si hacen al yo-mínimo incapaz de integrarlos para formar el yo-epistémico, la identidad diacrónica desaparece, incluso aunque los recuerdos (ahora no-míos) permanezcan. En conclusión, la demarcación diacrónica del yo-epistémico es la de un proceso de aprendizaje en el cual aquel sistema aún no completamente conocido sigue añadiendo o excluyendo memorias episódicas al sistema, del mismo modo que la demarcación diacrónica del yo-biológico es la del proceso en el cual el sistema inmunológico sigue permitiendo la adición o exclusión de materiales al sistema. Aunque debemos hablar de un criterio diacrónico para la identificación del yoepistémico, es importante resaltar que no debemos entender necesariamente esta autoidentidad extendida en el tiempo como la auto-identidad diacrónica en cuanto sujeto. De acuerdo con Strawson, una auto-identidad diacrónica en tanto que sujeto puede comprenderse como el identificarse con una “inner mental entity or ‘self’ of some sort (…) one naturally figures oneself, as a self, as something that was there in the (further) past and will be there in the (further) future” (Strawson, 2004, p. 13). Por el contrario, el 20

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nivel más fundamental de temporalidad extendida del yo-episódico es aquel en el cual uno se experiencia a sí mismo como organismo tomado como un todo (no como sujeto) con continuidad en el tiempo y al cual le pertenecen sus recuerdos y experiencias como le pertenecen sus miembros u órganos. Por lo tanto, el criterio diacrónico para la demarcación del yo-episódico implica necesariamente la comprensión de sí mismo como organismo “como un todo” que tiene un pasado conocido (lo cual no se daba aún en el yo-mínimo, donde no hay todavía recuerdo de este pasado), pero no necesariamente como este sujeto viajero extendido en el tiempo idéntico a sí mismo sin discontinuidad. 

Algunas precisiones:

Aunque el yo-narrativo se tratará en el próximo apartado, en este punto se hace pertinente un intento de precisión conceptual, puesto que la bibliografía ha tendido a mezclar niveles sistémicos y a ignorar sus fronteras, en particular los límites entre el yonarrativo y el epistémico. Primeramente, la emergencia del yo-narrativo, como se verá, precisa de la aparición de una memoria biográfica específica de nivel más alto (sistémicamente) que la memoria episódica: es lógica y empíricamente separable la yoidad episódica como nivel de organización superior al yo-mínimo sin historia e inferior a la narratividad del yo-biográfico. Algunos autores como Dennett (1993) parecen pensar que una persona humana completa solo aparece con el desarrollo del yo narrativo pleno, nivel por debajo del cual no existiría una verdadera vida humana. Otros como Strawson (2004) parecen señalar que, aunque el ser humano pueda ser propenso a la construcción de un yo-narrativo, muchos pueden vivir una vida plena sin recurso a la narratividad, defendiendo que el yo-episódico es todo cuanto se precisa e incluso añadiendo que en la mayoría de los casos un yo-narrativo puede ser perjudicial. Desde un punto de vista intermedio, Lumsden (2013) describe la narratividad como compuesta por diversos hilos y tramas más o menos largas, compuestas o cohesionadas que van desde el paradigma mínimo de la acción secuencial (que Strawson considera trivial) hasta la completa biografía Comienzo-Nudo-Desenlace. Sirva esto como muestra de la diversidad de posturas en cuanto a la importancia de la memoria episódica enfrentada a la memoria biográfica. Lo crucial es entender la lógica separabilidad del yo-epistémico con respecto al yonarrativo, así como que la experiencia humana normal se dará en todas las formas de un continuo episódico narrativo. Volviendo a la cuestión del yo-episódico, sostendré de 21

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acuerdo con Strawson que una existencia humana fundamentalmente (pero no absolutamente) episódica y perfectamente plena y bella es posible más allá del yo-mínimo y más acá del yo-narrativo. Con Lumsden, aunque esto merecería una investigación más dedicada, sostendré que una episodicidad absoluta sin ningún hilo narrativo por más discontinuo que fuere solo será posible en casos patológicos, así como que la narratividad monolítica, límpida y completa es solo una idealización de un extremo de posibilidades. Eso sí, algunas evidencias recientes permiten sostener la idea de la existencia de un yoepistémico sin narratividad, aunque sobre esto hablaré algo más adelante.

El yo-narrativo: el sujeto viajero en el tiempo Al nombrar el yo-narrativo pensamos en primer lugar, como no, en el yo como centro de gravedad narrativa de Dennett ya citado, en cuyo trabajo nos basaremos en alguna medida y al que nos veremos obligados a citar. Según Dennett, el yo es: “…an abstraction defined by the myriads of attributions and interpretations (…) that have composed the biography of the living body whose Center of Narrative Gravity it is. As such, it plays a singularly important role in the ongoing cognitive economy of that living body, because, of all the things in the environment an active body must make mental models of, none is more crucial than the model the agent has of itself” (D. C. Dennett, 1993, p. 427).

A diferencia del episódico, este yo-narrativo integra más que la memoria episódica: una memoria biográfica. No requiere solo el identificarse con aquel ser vivo al que pertenece aquella historia como ser vivo en general, sino que exige comprenderse como sujeto protagonista de una narrativa más o menos coherente que se extiende hacia el pasado. El yo es un personaje ficticio con el cual nos identificamos como sujeto de nuestra historia personal: el protagonista de la auto-biografía que tejemos acerca de nosotros. El personaje aparece con la historia misma, y no es anterior a ella. El sujeto no es tampoco necesariamente consciente de tejer tal historia, sino que lo hace, del mismo modo que cumple cualquier otra función fisiológica. Se reconoce que puede ser activo en cuanto a la construcción de su narrativa, pero no es así necesariamente: “Out of its brain it spins a web of words and deeds, and, like other creatures, it doesn’t have to know what it’s doing; it just does it. This web protects it (…) and provides it a livelihood, (…) and advances its prospects for sex […] This web of discourses (…) is as much a biological product as any of the other constructions to be found in the animal world.” (D. C. Dennett, 1993, p. 416)

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Debe notarse una diferencia acerca del tratamiento que daremos al yo-narrativo con respecto al que hace Dennett, ya que, si éste entiende el Yo, en general, como centro de gravedad narrativo, aquí entenderé el yo como respuesta general al problema de identidad. Al ser múltiples los niveles organizativos en los que se puede plantear esta pregunta por la identidad, el yo-narrativo solo será relevante cuando se hable del problema de la identidad biográfica del sujeto socioculturalmente situado y extendido en el tiempo: como uno de los centros de gravedad posibles, nuclear en el nivel organizativo adecuado, pero que no tiene privilegios descriptivos ni normativos y que es posterior a los más fundamentales. En fin, el yo-narrativo es solo una de las respuestas al problema de la identidad. Además, si bien Dennett parece entender que de algún modo el yo-narrativo proporciona un modelo de sí mismo en tanto que agente, esto nos parece un error. El yoepistémico implica ya un modelo del organismo como poseedor de sus partes, pensamientos y recuerdos, y agente de sus acciones. Según se propondrá las especificidades del yo-narrativo, será su esencial lingüisticidad y su función de responder a una necesidad social de auto-presentación, tanto para los demás como para sí mismo dentro de un entorno social hipercomplejo. Al igual que el resto de niveles organizativos, responde a necesidades adaptativas concretas y permite la ampliación de las posibilidades de organización de la acción. Dennett afirma sobre el ser humano que: “Our fundamental tactic of self-protection, self control, and self definition is not spinning webs or building dams, but telling stories (…) our tales are spun, but for the most part we don`t spin them; they spin us”. (D. C. Dennett, 1993, p. 418)

En definitiva, el yo-narrativo responde a la pregunta por la identidad del organismo con el personaje protagonista de la biografía que construye para sí, referida a sí, y que lo distingue (o asemeja) de los demás. Además, este nuevo nivel de organización, tiene una utilidad de tipo social y cultural, puesto que aquel sujeto construido, o su biografía, servirá para presentarnos ante los demás: “to encourage them to posit a unified agent whose words they are, about whom they are: in short, to posit a center of narrative gravity” (D. C. Dennett, 1993, p. 418). Esta presentación tratará de situarnos ante los demás, tratará de hacer ver que somos el mismo que el personaje construido en la biografía y, por lo tanto, identificarnos con una historia, un rol, valores, etc. Nuestra historia tiene una posición y valor y se construye en un contexto sociocultural al que pertenece esencialmente. 23

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Además, esta narrativa permite compartir los recuerdos y la experiencia sociocultural, lecciones de vida, ideales y un largo etc. Más sorprendente aún, en este nivel simbólico las auto-biografías de diversos organismos pueden compartir símbolos y recuerdos, las historias pueden hacer algo que no es posible para el recuerdo episódico: entretejerse activamente en una historia colectiva. Por esto, permitirá la creación de pasados compartidos y, con ello, “allows each individual to enter a community, or culture, in which individuals share a perspective on the kinds of events that make a life and shape a self” (Nelson & Fivush, 2004, p. 506). Esto puede considerarse como un argumento más en favor del yo extendido.

6.1 Emergencia del yo narrativo No obstante, según nuestro propósito, debemos señalar como en los anteriores casos cuáles son sus criterios de demarcación. Para ello es conveniente primero señalar, aunque sea muy brevemente, los elementos y condiciones constitutivas para su emergencia de modo que podamos comprender cómo se forma y así además distinguirlo del yo-episódico con mayor precisión. Para empezar, este nuevo nivel organizativo requiere la integración y coordinación, junto con los elementos preexistentes del yo-epistémico, de una memoria biográfica que ontogenéticamente posterior a la episódica y dependiente del lenguaje. En esta línea afirman Santamaría y Montoya que la emergencia de la autobiografía supone en un primer momento, “el encuentro entre la memoria y un yo que articule los recuerdos personales, mientras que el posterior desarrollo y consolidación de las destrezas de recuerdo autobiográfico suponen el encuentro entre la memoria y el lenguaje” (Santamaría & Montoya, 2008, p. 337)13. Por lo tanto, el yo-epistémico será el sistema que comience a articular con los recuerdos episódicos una nueva memoria biográfica al entrar en contacto con el lenguaje y determinadas herramientas culturales. Pero de esta forma, la memoria autobiográfica y el yo están tan interrelacionados que no es relevante la distinción de cual aparece antes (Santamaría & Montoya, 2008). En efecto, el yo comienza a tejer a partir de los materiales de su memoria y su cultura, mediante el lenguaje, una biografía de la cual es protagonista

Posiblemente siguiendo a Nelson, quien afirmaba que la memoria biográfica “emerges gradually across the preschool years in the context of developments in language, memory, and self, supplementing the memory systems of early life” (Nelson & Fivush, 2004, p. 486). 13

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y mediante la cual se auto-constituye, presenta y diferencia de los demás. De hecho, es hoy comúnmente aceptado que nuestro auto-concepto es crucial en la configuración de nuestra memoria auto-biográfica, del mismo modo que esta permite configurar nuestro yo-narrativo. Mediante este proceso, los recuerdos son tejidos narrativamente de una forma más o menos coherente, situados espacio-temporalmente y marcados no solo con el significado emocional para el sujeto, sino dentro del universo simbólico y valorativo propio de su cultura. Esta narratividad no puede crearse desde el nivel cognitivo e individual, sino que de acuerdo con Nelson (2004) será preciso que el individuo esté inmerso en una cultura donde se experimenta con la rememoración de pasados y esquemas culturales para la diferenciación de pasados, presentes y futuros.

6.2 Criterio sincrónico: threads contextualmente relevantes Pero dicho esto, ¿qué es en un determinado momento el yo-narrativo? En algunos momentos Dennett parece pensar en una narratividad como un todo coherente de principio a fin tendida hacia el pasado y proyectada hacia el futuro. Según esto, sería aquello que el sujeto identifica como su biografía: yo soy el sujeto de mi biografía. Pero esto no soluciona la cuestión del criterio, a no ser que se suponga que el sujeto conoce su historia pasada de modo infalible, como si estuviera escrita, y la fuese completando automáticamente mientras añade datos sobre eventos. Además, es necesario atender la cuestión de cómo se selecciona qué está dentro y qué fuera de esta historia si, como parece, crear una auto-biografía supone selección, elaboración, revisión e incluso invención. La memoria es inexacta, contextual y cambiante; no encontraremos así el yonarrativo. Strawson en su negación de la normatividad de la yoidad narrativa propone que la revisión a la que suele llevar la elaboración de una narración puede llevar a un peor conocimiento de sí en tanto que los datos son reelaborados. Aunque él mismo reconoce que esto no se da necesariamente, es preciso reconocer el peligro. Dado que el yo-narrativo responde a necesidades de auto-presentación y ajuste psicosocial, de lo que se trata es de elaborar una narración conforme a las normas descriptivas tal y como las entendería específicamente Bichieri (2005, p. 29-34), con su consiguiente papel en la solución de problemas sociales de coordinación. Por lo tanto, es el contexto social y cultural el que determina en gran medida qué eventos se recuperan, si se reelaboran y cómo, así como el modo de integrarlos y coordinarlos para formar la autobiografía: “La cultura prescribe sus propios géneros para la construcción del yo, así como para cómo contar una historia sobre uno mismo, permitiendo desarrollar una versión 25

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canónica de cómo pensar sobre el yo en un determinado grupo cultural” (Santamaría & Montoya, 2008, p. 345). Por lo dicho y según el mismo modelo general que hemos usado en niveles inferiores, un complejo sistema mental emocional y motivacional (en gran medida no consciente y desconocido aún) determinará según las claves culturales del contexto, que se va a incluir y cómo en la narración; que se negará y expulsará para lograr así generar una biografía y un auto-concepto biográfico que tendrá una fuerte influencia en el ajuste psico-social (Fuentes, García, Gracia, & Lila, 2011). Dado que el criterio de este sistema se basa en el conocimiento compartido en la cultura, el yo-narrativo será un yo-extendido: sus elementos y esquemas son en gran medida producidos en la cultura, son incluidos o expulsados en función de los mecanismos de motivación social fundamentales, siendo el principal de ellos muy verosímilmente la necesidad de pertenencia. Aunque no cabe aquí una investigación sobre el particular, se propone que este sistema inmunológico-narrativo estará constituido por procesos mentales en los que intervienen de forma primaria los mecanismos fundamentales de motivación humana como puedan ser la pertenencia14, la auto-mejora, la coherencia15, etc. Esto, no obstante, requeriría una investigación a parte y debemos conformarnos en este punto con lo que es una propuesta razonable, con cierto fundamento. Pero además de esta constitución creativa y contextualmente determinada, es preciso resaltar la contextualidad de acceso: en cada momento determinado la historia no está dada en su totalidad. Es más, según muchos indicios, no existe una totalidad semejante. La biografía está en constante reelaboración cada vez que se accede a ella, o mejor, a sus hilos, o trazas de narratividad en función de las necesidades sociales-culturalessimbólicas. Con Lumsden, la narrativa no forma un todo coherente, sino que “within a person’s mental life are some narrative threads, which can be large and small; threads can be intertwined to form larger strands” (Lumsden, 2013, p. 6). Por lo tanto, en cada

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Si se acepta la visión de Baumeister y Leary (1995), acerca de la necesidad de pertenencia como motivación fundamental humana, y siendo la organización de la biografía motivada por necesidades sociales y culturales, este motivo será uno de los principales motivos que guíen su elaboración 15 Siendo la coherencia una cuestión de orden, la elaboración de una biografía responde en gran medida a un intento de crear orden en la cadena de eventos recordados, un orden cuyos estándares descriptivos, recordemos, son culturales. De esta forma la labor sería, igual que en el caso del sistema inmune, la de tratar las anomalías con respecto a las normas descriptivas (alostasis). Estas normas pueden tratarse de diversos modos: “Negativamente, podemos hacer caso omiso de ellas, no percibirlas sin más, o bien condenarlas cuando las percibimos. Positivamente podemos afrontar con resolución la anomalía y tratar de crear una nueva configuración de la realidad en la que tenga cabida” (Douglas, 1991, p. 37)

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contexto social lo relevante no es conocer toda la historia, sino el acceso a aquellas trazas de narratividad que sean relevantes para la acción; solo estas responden al problema de la identidad en cada momento y en función de las demandas concretas. La relevancia aquí es fundamental. No cabe en este lugar tratar sobre los mecanismos profundos según los que seleccionan los elementos relevantes, puesto que se trata de un problema relativo a la psicología social que escapa con creces el alcance y el ámbito de este trabajo. No obstante, me remito a las motivaciones humanas fundamentales invocadas en el párrafo anterior, puesto que parece plausible que los motivos para la elaboración son en gran medida los mismos que para la recuperación y, como se ha dicho, la biografía se accede y reelabora de forma dinámica. En definitiva: el yo-narrativo se localiza en las trazas o hilos narrativos que en cada caso selecciona un sistema mental no totalmente conocido aún pero fuertemente relacionado con las motivaciones sociales fundamentales como la necesidad de pertenencia. Estas trazas se seleccionan contextualmente, incluyen contenidos y esquemas sobre la identidad del organismo que se concibe como sujeto de las mismas y en las cuales se re-vive la acción y su relevancia como ocurrida a sí-mismo como sujeto.

6.3 Criterio diacrónico: procesual y fenomenológico En este caso debemos diferenciar dos perspectivas de diacronicidad. En primer lugar, la continuidad del proceso tal y como la hemos entendido para otros niveles, y en segundo lugar la continuidad fenomenológica. El yo-narrativo, se puede afirmar, no ofrece una continuidad relevante como proceso, puesto que el proceso de elaboración es en realidad una sucesión discontinua de eventos de recuperación-elaboración. Si se puede entender alguna continuidad objetiva y significativa para el sistema que es el yo-narrativo sería, de nuevo, la de un proceso de aprendizaje: de la misma forma que el sistema inmune suponía un sistema de aprendizaje que debía aprender a definir los límites y las claves ecológicas para los límites del yo-biológico, ciertos sistemas mentales (recordemos, aún mal conocidos) aprenden a definir los límites y las claves sociales y culturales para los límites del yo narrativo. En este sentido el criterio pragmático dictaría que el proceso de generación y acceso de la biografía dura mientras el organismo sigue dedicado a ello discontinuamente, según las demandas del entorno. La mayor novedad de este nivel organizativo será la emergencia de la diacronicidad fenomenológica del sujeto en cuanto sujeto. Sería en el yo-narrativo el primer nivel 27

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organizativo en que la identidad se extiende fenomenológicamente en su pasado y se tiende hacia su futuro en tanto que sujeto idéntico al protagonista de la biografía: “…one naturally figures oneself, considered as a self, as something that was there in the (further) past and will be here in the (further) future” (Strawson, 2004). Ahora bien, en la misma obra Strawson pretende que la diacronicidad puede entenderse como separada de la narratividad, de modo que uno puede muy bien tener experiencia de sí en sentido diacrónico sin concebir la propia vida como una unidad de desarrollo ética-históricacaracterológica, como una quest. Aceptaré que no es precisa esa unidad, esa quest, pero si será necesario un mínimo de narratividad: “An overarching narrative is not what is required to be a well-functioning person. What is more important is that she can access the appropriate narrative threads to deal with current circumstances (…) Although a DID patient will have severe problems in creating a consistent master narrative, we should not assume it is the absence of such a master narrative that is at the root of the disorder. More significant may be the inability to access the appropriate narrative for the situation” (Lumsden, 2013, p. 9)16

La diacronicidad implicará una memoria biográfica formada por hilos narrativos de mayor o menor extensión y densidad. Esta narratividad de hilos tendrá un protagonista, con el cual nos identificamos: somos nosotros el sujeto de ese hilo narrativo. En otro caso, sin narratividad de ningún tipo, el evento es recordado sin la significación narrativa y biográfica propia de la memoria biográfica que ya se ha tratado. No obstante, cabe plantear la posibilidad de una existencia esencialmente episódica (fenomenológicamente hablando) a la que acompaña una narrativa. En efecto, dado que la narratividad es una cuestión de organización de la información y la diacronicidad/episodicidad es una cuestión fenomenológica, son lógicamente separables. Así, se debe admitir por el momento la posibilidad de una individualidad episódica que sin embargo teje su narración con una motivación social. No obstante, la idea de una biografía cuyo autor no se siente su sujeto es algo que precisa de una investigación de la cual el autor de este trabajo no tiene noticia. En cuanto a una existencia episódica sin narratividad, es a lo que llamamos yo-episódico.

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Énfasis propio.

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A pesar de estas distinciones y posibilidades mencionadas, propongo por ahora que se nombre como yo-narrativo a una identidad diacrónicamente extendida en el tiempo gracias al tejido de una narración tal como la entiende Lumsden.

Yo-máximo como respuesta al problema de la identidad personal en general: Yo-máximo, Mí y límite El yo, como se ha empezado por decir, es una abstracción que señala a un centro de gravedad organizativo que trata de responder al problema de la identidad: es el nombre dado a aquello con lo que un ser vivo se identifica y se define mediante criterios de demarcación algunos de los cuales se han podido explorar (tentativamente) en los apartados anteriores. No otra cosa quiere deicr Grossi cuando afirma que la autoconciencia “is something that binds different aspects of a person together, something that includes all the experiences of the subject, giving a sense of unity” (Grossi & Longarzo, 2016, p. 75). En el caso de la experiencia humana, el yo responde a la pregunta ¿Qué soy? Y responde “Yo”. Puede aquí introducirse un término que alude al yo en el nivel más alto disponible de organización para la persona: el Yo-máximo. Éste sería simplemente el nivel máximo de organización que integra los anteriores y respondería, para una persona, a la pregunta por su identidad como totalidad que incluye transversalmente los elementos de todos los niveles anteriores.

7.1 El mí y el verdadero yo-límite No obstante, es interesante señalar que la relación entre el Yo-máximo (en adelante solo Yo) y el Mí, será el lugar donde podemos encontrar un yo-límite, ese yo-polo puro que es el límite del mundo. En efecto, Yo soy mi cuerpo, mi experiencia, mi historia, mi circunstancia, etc. Pero la intuición fundamental es que existo como yo anterior e independientemente de aquello que es mío: algo es mío cuando llega a pertenecerme y esto supone que este yo es anterior a la relación de pertenencia. Se introduce una ilusión fundamental del lenguaje, dado que X, Y o Z pertenecen a alguien, se supone el alguien como algo anterior a la relación de pertenencia. No obstante, si intentamos buscar al Yo eliminando todo lo que es mí X, Y o Z, el Yo nunca llega a revelarse. Pensemos en teorías del tipo cerebro-en-una-cubeta, en las cuales sigo siendo yo; pensemos también esto junto a la idea de un yo que persiste a pesar de la amnesia o la demencia avanzada; y pensemos así un Mi cada vez más reducido. Pero si por último elimino todo lo que es mío ¿Qué 29

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resta? Simple y llanamente, nada. El yo, así pensado, siempre está más acá del Mí, como una suerte de teología negativa: esto no… esto aún tampoco… Pues bien, este yo proverbialmente elusivo es aquel yo-límite que se negó más arriba como primer nivel de organización del yo auto-consciente. En efecto, se ha negado el yo-límite como un nivel organizativo mínimo para la acción y el pensamiento. Además, como ya se ha dicho basándose en el trabajo de Feinberg y Mallatt (2016), la conciencia se da en la unidad de la sentiencia mucho antes de que pueda postularse un yo; pero no es incompatible con un yo-límite que es comprendido como un supuesto introducido posteriormente, e incuestionado, al cual referir la pertenencia y la agencia. Si los diversos yoes responden a un problema de identidad, cabe la pregunta, ¿La identidad de quién? La identidad de ese yo-límite supuesto y no cuestionado que se coloca ante el teatro cartesiano. Para la experiencia humana normal no es preciso ir más lejos; la psicología folk no irá por tanto más allá de esto. El yo-límite emerge como una ilusión de anterioridad a partir de un yo-mínimo que emerge en la misma conciencia de propiedad y agencia, por parte del organismo, de sus elementos y acciones. Dicho de otro modo, el organismo al ver que algo es suyo piensa que él, o mejor, Yo, fue anterior a la relación de pertenencia, aunque en realidad es constituido en esta misma relación. En definitiva, puede hablarse del Yo, en general, como la respuesta a la identidad de la persona consigo, incluyendo los elementos y criterios de todos los niveles de organización que lo constituyen. Por otro lado, el yo-límite será solo la entidad puesta por la mente como intuición fundamental a la que referir la pertenencia y la agencia.

Conclusiones preliminares Cualquier conclusión que se extraiga de este trabajo debe ser tenida por preliminar, como aproximación a lo que merece una investigación más amplia y que depende además de conocimientos aún por llegar de disciplinas como la psicología o las neuro-ciencias. Hay que resignarse a que “la descripción completa y exhaustiva de la conciencia humana y del yo continúa siendo actualmente, desde todos los puntos de vista, una operación imposible” (Nogués, 2013, p. 59). Aun así, se cree haber mostrado la posibilidad de escapar del misterio y la elusividad del yo, alojar nociones barajadas por diversos autores como complementarias, lograr un modelo parsimonioso para aquel concepto racimo que es el yo. 30

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Muchas respuestas a la pregunta ¿Qué es el yo? Parecen haberse centrado en algún aspecto privilegiado olvidando los demás, otras se han empecinado en entidades misteriosas no objetivas e incluso no naturales. Algunos de los autores examinados parecen haber asumido que el yo es una y solo una entidad, por muy abstracta que se suponga. No obstante, si se entiende la idea del yo como un centro de gravedad organizativo y una respuesta al problema de la identidad, y si se concibe como una respuesta que debe ser respondida de modo significativamente diferente en cada nivel sistémico, muchos de los problemas se hacen tratables. En primer lugar, se propone que este modo de proceder ofrece la ventaja de ser parsimonioso. Cada nivel supone la integración y coordinación de nuevos elementos y da lugar a propiedades emergentes relevantes, siendo además el modelo inmunológico capaz de ofrecer un modelo básico de cómo se definen cada uno de estos niveles. También, cada nivel emergente supone constricciones sobre los niveles inferiores determinando su comportamiento, de modo que suponen o pueden suponer ventajas adaptativas para el organismo en tanto que ofrecen grados de libertad de acción sucesivamente amplificados: respuestas sucesivamente más flexibles a los retos del ecosistema. Más aún, de este modo se intenta evitar cualquier entidad misteriosa o no natural, lo cual se propone como una ventaja que permite ampliar el conocimiento en lugar de ensimismarse en misterios. Por último, el elusivo yo-límite es negado como entidad e incluso como relevante en cuanto a la verdadera organización del sistema. Si este yo-límite es misterioso, es solo por constituir un espejismo fundamental, quizás incluso un epifenómeno sin la relevancia operativa que el sentido común hubiera esperado, aunque de inestimable calado fenomenológico. Por lo tanto, si existe un yo-límite este es fenomenológico y la investigación sobre este debe ser dirimida en ese terreno.

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