El Yacimiento El Quinto (Seseña, Toledo): Vertederos Romanos Altoimperiales y Arqueología del Paisaje/El Quinto site (Seseña, Toledo, Spain): Dumps Roman and landscape archaeology

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Descripción

1.

ACTUACIONES ARQUEOLOGICAS EN PROYECTOS NO URBANISTICOS

1.08.-

El Yacimiento El Quinto (Seseña, Toledo): Vertederos Romanos Altoimperiales y Arqueología Del Paisaje

Carmen Alonso Fernández y Javier Jiménez Echevarría

EL YACIMIENTO EL QUINTO (SESEÑA, TOLEDO): VERTEDEROS ROMANOS ALTOIMPERIALES Y ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE Carmen ALONSO FERNÁNDEZ Javier JIMÉNEZ ECHEVARRÍA1

Resumen Los hallazgos resultantes de la intervención arqueológica se circunscriben a una parte del ambiente de vertedero de la pars urbana de la ocupación romana, con suntuosos materiales del último tercio del siglo I y primeros años del siglo II d.C, asimilados a fosas y otras estructuras, con cierto arraigo a los gustos indígenas. La evidencia de un paleocauce sincrónico al vertedero y un depósito de industria lítica bajo el mismo del Paleolítco Medio/Superior, marca un paisaje diferente en época altoimperial. Palabras Clave Paleocauce, Paleolítico Medio-Superior, Vertedero, Romano Altoimperial

Abstract The resultant finds of the archaeological intervention confine themselves to a part of an environment of dump of the urban pars of the Roman occupation, with sumptuous materials of the last third of the 1st century and the first years of the 2nd century d. C, assimilated to pits and other structures, with certain rooting to native tastes. The evidence of a synchronous old river to the dump and a warehouse(deposit) of lithic industry under it, from Medial/Upper Paleolithic, marks a different landscape in High Roman Imperial age. Key words Old river, Medial/Upper Paleolithic, Dump, High Roman Imperial

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CRONOS, S.C

Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla – La Mancha (Toledo, 2007)

La presente comunicación sobre el yacimiento toledano de El Quinto se enmarca dentro de las actuaciones arqueológicas que se han venido desarrollando a lo largo de los últimos años durante la evolución de los trabajos inherentes a la explotación minera Gravera “El Puente” (Gravera “El Puente” S.L. – HOLCIM España S.A.), en el municipio de Seseña (Toledo), desde que en 2001 se iniciase el control y seguimiento arqueológico bajo la dirección técnica de Dª Cristina García Zamorano (M.S.M., C.B.).

1. El yacimiento arqueológico El Quinto

Desde el punto de vista geológico, el yacimiento arqueológico El Quinto, situado en el municipio de Seseña (Toledo), se localiza en una zona suavemente inclinada de la terraza baja de la margen derecha del río Jarama, en un área delimitada desde el plano morfológico por la Mesa de Ocaña y los Montes de Toledo, al sur, y la Sierra del Guadarrama y el Sistema Central, al norte.

Las terrazas mantienen en este punto la mayor amplitud de la subcuenca, al tratarse de su curso bajo, y aparecen flanqueadas en su margen derecha por cerros miocenos de yesos y margas afectados por la acción erosiva del cauce fluvial, con alturas máximas de 620 m.s.n.m. respecto a los 485 m del fondo de valle. Los suelos de este enclave, de unas 10 ha de extensión, se conforman a partir de sedimentos aluviales de arcillas, arenas y cuarcitas, y se encuentran dedicados al cultivo agrícola.

El yacimiento fue incluido en 1991 en la Carta Arqueológica de la Dirección General de Patrimonio y Museos, aunque con anterioridad ya aparecía catalogado en el Inventario Arqueológico Provincial de la Diputación de Toledo. Desde el punto de vista de su adscripción cultural, fue inscrito en diversos horizontes que abarcaban la Edad del Hierro (Hierro I y Hierro II) y el periodo romano altoimperial, considerándose desde el punto de vista tipológico como un lugar de habitación tipo poblado y tipo villae, respectivamente. Así mismo, en el inventario provincial consta una adscripción prehistórica enmarcada dentro del Calcolítico/Bronce Final, mencionándose, a demás, una ocupación medieval con presencia de elementos arquitectónicos.

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Antes de su inclusión en los inventarios y catálogos mencionados, el yacimiento aparece citado en diferentes fuentes bibliográficas con el nombre de El Quinto de la Hélice o El Quinto-La Hélice. Este enclave ha sido objeto de reiteradas investigaciones arqueológicas superficiales, significando las realizadas por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Castilla-La Mancha dentro de sus trabajos de Indigenismo y Romanización en la cuenca media del río Tajo.

Sobre las ocupaciones prehistóricas y protohistóricas, el yacimiento aparece también citado por K. Muñoz en su trabajo sobre Poblamiento desde el Calcolítico a la Primera Edad del Hierro en el valle medio del río Tajo (MUÑÓZ LÓPEZ-ASTILLEROS, 1993) con atribuciones culturales que abarcarían desde el Calcolítico, pasando por la Edad del Bronce y Hierro I.

Las prospecciones sistemáticas realizadas por M. Ribagorda y K. Muñoz en los términos municipales toledanos de Seseña y Borox con el objeto de determinar patrones relacionados con el asentamiento romano en esta zona, han aportado datos interesantes sobre el yacimiento (RIBAGORDA y MUÑÓZ, 1995-96). Así, citan la existencia de elementos constructivos y arquitectónicos en posición secundaria, y en concreto de una arcada de ladrillo semisepultada que posiblemente perteneciese a un caldarium, junto con otros elementos romanos

como

enterramientos. De este yacimiento también se conoce la procedencia de seis amuletos fálicos romanos (ZARZALEJOS et alii, 1988).

La ocupación romana es la mejor conocida, y así M. Ribargorda y K. Muñóz tras el estudio de T.S. recuperada en prospección aportan una cronología que abarcaría desde el siglo II hasta el siglo IV d.C., sin perder la referencia de la existencia de materiales bastante más tempranos, representados por terra sigillata gálica y cerámica de tradición indígena. Consideran este enclave como un asentamiento de cierta importancia, correspondiente a un lugar de habitación tipo villae, bien vinculado a la explotación agrícola del territorio, bien a un núcleo poblacional con estatuto de beneficio. En este sentido apuntan el mayor auge de este centro urbano desde la segunda mitad del siglo I y durante todo el siglo II d.C.

Estos autores consideran que El Quinto podría representar el punto central o núcleo neurálgico de un conjunto de asentamientos ribereños analizados dentro de los patrones de poblamiento (Camino de los Puchereros-Requena, Dehesa Nueva del Rey-Los Conejos y El Soto de los Arriados-Vereda de las Cárceles) y, según otros (FERNÁNDEZ MIRANDA et alii, 1990), tal vez en relación con una vía de comunicación de primer orden.

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2. Excavación arqueológica: organización del yacimiento y relaciones

Entre los meses de junio y agosto de 2004, una pequeña porción del yacimiento en el término La Isla fue objeto de excavación arqueológica, interviniendo sobre una superficie de 5.435 m2, situada en el extremo este del mismo, donde las actividades extractivas habían puesto de manifiesto restos arqueológicos de cultural material hasta la fecha inéditos (CRONOS, 2004).

Aunque el área objeto de intervención puede resultar a primera vista inconexa con la delimitación superficial del yacimiento, esta desarticulación espacial debe interpretarse por el efecto que ha supuesto la construcción de diferentes infraestructuras que dividen el área nuclear del enclave con esta parcela, siendo de Oeste a Este la vía férrea, la cacera de La Media y un camino de servicio.

La parcela intervenida mantenía la peculiaridad de presentar un escaso registro material en superficie, a pesar de haber sido objeto de constantes roturaciones como consecuencia de su uso agrario. Esta situación, sin lugar a dudas, produjo el enmascaramiento de esta parte del enclave respecto a la ubicación del área nuclear del yacimiento El Quinto-La Hélice.

Una primera fase de intervención consistente en la retirada de la cobertera vegetal, permitió identificar dos áreas con sedimentos claramente diferenciados: una más septentrional, que ocupa gran parte del cuadrante nororiental del área intervenida, con sedimento arcilloso de color marrón oscuro; y otra representativa del resto del espacio, de tonalidad pardo-amarillenta correspondiente a paquetes sedimentarios de matriz limosa. Curiosamente, el material arqueológico depositado bajo el nivel de arada se distribuye anárquicamente entre una y otra zona, siendo relativamente abundante en la mitad oriental y prácticamente inexistente en la mitad occidental. Cabe destacar en ambos casos la práctica ausencia de material arqueológico en superficie y dentro del propio nivel de arada.

Como resultado de esta fase preparatoria se identificaron un conjunto de espacios que a priori ofrecían interés arqueológico, sobre los se realizaron comprobaciones estratigráficas mediante sondeos, la excavación de cuatro estructuras negativas, la excavación de una extensa área de vertedero romano localizado en el extremo del ámbito de actuación, y la documentación de un paleocauce mediante la ejecución de una zanja arqueológica.

Dentro de la estratigrafía horizontal, la intervención permitió distinguir una clara división espacial del yacimiento en este sector. El primer nivel arqueológicamente fértil se situaba a una cota de –63-/74 respecto la cota 0, y se correspondía con un antiguo lecho fluvial donde se

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hallaron abundantes materiales de cronología romana (principalmente constructivos) junto con materiales prehistóricos, todos ellos mezclados con elementos geológicos del propio lecho. Bajo este nivel arqueológico apareció un nivel de orden geológico de limos verdiazulados correspondiente a la existencia pretérita de un área encharcada con aguas efímeras y bajo aporte de materia orgánica, embutido dentro de un paquete mayor de limos pardo-amarillentos de naturaleza aluvial; bajo este paquete se encontraban depositados los potentes estratos de gravas cuaternarias.

Con el objeto de proceder a la documentación del paleocauce se realizó la excavación de una zanja arqueológica de 25 m de longitud en sentido oeste-este, resultando significativo el hecho de que, durante y tras la retirada de la cobertera vegetal, en este espacio apenas aparecieron materiales arqueológicos hasta llegar al propio lecho fluvial, en una potencia máxima de 74 cm. Por otro lado, resultaba evidente que la concentración de materiales arqueológicos y el tamaño de los cantos era proporcionalmente mayor cuanto más al oeste, así como la potencia del propio paquete arqueológico, que mantenía valores de 25 cm máximos al oeste y de 0 cm en el límite Este.

Según Rafael González Gil-García, ingeniero de minas de HOLCIM España S.A., desde un punto de vista meramente geológico, el estrato de cuarcitas documentado en la intervención corresponde a un paleocauce dentro de la llanura de aluvión de lo que hoy son las terrazas del Jarama. La petrología de las gravas cuarcíticas allí encontradas y la dispersión granulométrica de los materiales, gruesos en el fondo y finos en el exterior, son un patrón típico de cauces en antiguas llanuras aluviales. Este cauce debió ser permanente y con un régimen de caudal más o menos constante, para pasar a tomar carácter estacional hasta la desaparición del agua en superficie hacia lo que ahora es el cauce del río Jarama.

La aparición de materiales romanos junto con industria lítica prehistórica apuntan la posición secundaria del conjunto de materiales arqueológicos en el propio lecho por efecto de la escorrentía, materiales coetáneos a los que han sido hallados en posición primaria en el resto de la zona intervenida, al Este de la delimitación oriental del paleocauce, donde se producía el aludido cambio sedimentario.

El segundo sector del yacimiento, donde se identificó una estratigrafía horizontal diferenciada, se correspondía con la mitad oriental del ámbito, donde el primer estrato arqueológico fértil se situaba bajo el nivel de arada (-30/-32 cm de la cota ‘0’), originalmente a menor cota al encontrarse afectado por el laboreo agrícola. Aquí el yacimiento se manifestaba por un conjunto de estructuras negativas tipo hoyos basurero y de un amplio vertedero en fosa, en ambos casos

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de atribución cultural romana altoimperial, rellenos de abundantes materiales arqueológicos de naturaleza doméstica y constructiva fruto del desecho. Dentro del mundo romano, la existencia de este tipo de estructuras negativas funcionalmente asociadas a lugares de habitación se ha constatado en varios yacimientos (CRONOS S.C.:2003).

Resulta notorio, dentro de este análisis horizontal, la diferencia de cota absoluta entre el primer estrato de naturaleza arqueológica del punto mas oriental (área de excavación del vertedero) respecto al más occidental (paleocauce), donde media una diferencia de al menos –40 cm, debido al desnivel topográfico existente en época romana motivado por la existencia del mencionado lecho fluvial. Abundando en este análisis, resulta evidente también la distribución del conjunto de estructuras negativas fuera del ámbito del paleocauce, siendo más potentes sus rellenos cuanto más al Este, lugar donde además se ha documentado la única estructura positiva coetánea a todo el conjunto romano interpretada como un hogar.

Respecto a la estratigrafía vertical, únicamente se obtuvieron estratos cronológicamente diferenciados en la excavación del vertedero, donde bajo el nivel romano se identificó un taller lítico prehistórico no estratificado y de secuencia horizontal, depositado sobre el nivel de limos verdiazulados a una cota absoluta de –86/-88 cm respecto la cota 0. Aquí sí se advertía la correlación estratigráfica existente entre esta unidad geológica y la documentada bajo el paleocauce, en cotas similares.

Las estructuras negativas de cronología romana altoimperial, bien fueron excavadas sobre el soporte geológico de limos, o bien aprovechando diferencias topográficas en el perfil de aquel entonces. Sus rellenos estaban constituidos íntegramente por un variado elenco de materiales de desecho donde no se advertía una secuencia estratigráfica definida de depósito, caracterizada por pequeños niveles intermitentes en una secuencia horizontal y otros de secuencia vertical reconocibles por la existencia de paquetes con materiales afines. No se puede hablar, por lo tanto, de una estratificación diacrónica de depósito lento, ya que los materiales arqueológicos muestran una gran homogeneidad cronológica dentro de cada estructura y para el conjunto de todas ellas.

Buena prueba de ello lo encontramos en el análisis de los materiales arqueológicos recuperados mediante la excavación de alzadas artificiales de 10 cm en la fosa-vertedero. Tras el proceso de limpieza preliminar, el conjunto fue estudiado procurando la integración del mayor número de fragmentos pertenecientes a la misma pieza, sin olvidar el carácter de desecho de los mismos.

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Dentro del análisis de la organización del yacimiento, y a modo de conclusión, podemos determinar un paisaje muy diferente en época romana altoimperial, caracterizado por la existencia de un cauce de escasa amplitud cuyo entorno fue utilizado como vertedero. Según la estratigrafía documentada, este cauce mantuvo un periodo formativo tras momentos indeterminados del Paleolítico Medio/Superior para desaparecer por efectos de colmatación tras la ocupación romana, produciendo durante su vida útil depósitos secundarios de materiales arqueológicos de una y otras ocupaciones como consecuencia de la escorrentía, enmascarados en la actualidad por nuevos fenómenos deposicionales que hicieron pasar inadvertida esta porción del yacimiento hasta la fase de explotación minera.

3. Valoración de la ocupación prehistórica

La valoración cronocultural de la ocupación prehistórica del yacimiento se ha basado en el análisis formal del conjunto lítico documentado, que ha contando con la dificultad de que el número de útiles recuperados ha sido muy escaso. El registro de cultura material, compuesto principalmente por lascas de descortece realizadas sobre cuarcita de origen local, avalan una primera caracterización tipológica del yacimiento como un lugar de transformación de materias primas al aire libre.

Por otro lado, se ha recuperado un escueto conjunto de útiles líticos,

elaborados

fundamentalmente sobre lasca, que confieren al yacimiento una segunda caracterización de taller de producción de elementos terminados, aunque posiblemente de carácter secundario.

La ubicación topográfica del yacimiento, dada su caracterización funcional, vendría determinada por la proximidad del

lugar de abastecimiento de la materia prima. Como

resultado de la ejecución de la zanja arqueológica que identificó el paleocauce, que ha constatado la existencia del lecho de un antiguo curso fluvial, que presenta la típica matriz geológica cuarcítica. Precisamente, en el transcurso de la excavación de la zanja fueron recuperados dos útiles líticos realizados sobre sílex, mezclados con materiales de origen romano. La ubicación de estos materiales estaría relacionada con las avenidas estacionales del curso fluvial. Por otro lado, el tipo de sílex documentado, al igual que la cuarcita, ha sido recogido en las proximidades de un curso de agua, ya que se caracteriza por presentar córtex muy regular y pulido, de escaso grosor, junto con una estructura interna muy coherente y sin desilificación, que nada tiene que ver con el típico sílex desgajado de los bancales de los páramos.

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Podemos realizar una aproximación cronológica del enclave a partir de los siguientes hechos: en primer lugar, se observa que la cultura material recuperada está íntegramente relacionada con la industria lítica extractiva, ya que no han sido documentados materiales pulimentados, lo que implica que el uso espacial del yacimiento posiblemente se circunscribe al periodo Paleolítico. Por otro lado, la industria predominantemente sobre lasca y en menor medida laminar aunque de tendencia microlítica, con la prevalencia de puntas y raederas, delimita un marco cronológico entre finales del Paleolítico Medio e inicios de Paleolítico Superior.

4. Valoración del asentamiento romano

La ocupación romana

del yacimiento pertenece íntegramente al periodo altoimperial. El

material cerámico proporciona dataciones relativas fundadas en el periodo cronológico en el que cada una de las formas descritas fueron producidas por los alfares y, por lo tanto, comercializadas. En este sentido tiene especial interés la producción de terra sigillata, que en el caso de El Quinto ha proporcionado un arco cronológicamente muy coherente y uniforme, lo que en principio es indicativo de que los restos arqueológicos documentados pertenecen a un periodo de tiempo no muy extenso. Todas los vasos cerámicos con adscripción tipológica definida inician el periodo de su fabricación con posterioridad al año 40 d.C., al tiempo que la mayoría de las piezas de perduración más tardía no superan los primeros años del siglo II d.C. Por otro lado, la mayor parte de estas producciones tienen un periodo de coincidencia cronológico centrado en el último cuarto del siglo I a.C.

La producción con mayor perduración cronológica lo constituye la terra sigillata lisa, por lo que consideramos de especial relevancia el análisis de la producción decorada para proporcionar un marco cronológico más ajustado y restringido.

Desde el punto de vista formal, los tipos mejor representados son las formas Mez. 29 y Mez. 29/37, apareciendo ambas en proporción similar. La producción de la primera de ellas se extiende entre los años 50 y 80 d.C., y la segunda entre el 75-80 d.C. Precisamente el arco cronológico de la Mez. 29/37 coincide con el del inicio de la producción Mez. 37, que se prolonga hasta inicios del siglo II d.C., y que supone la tercera forma numéricamente mejor representada en el yacimiento. También resulta interesante la recuperación de dos fragmentos de Mez. 40, a menudo poco frecuente en los yacimientos, que cronológicamente se sitúa entre el año 70 y el 90 a.C.

Por otro lado, desde el punto de vista decorativo, se observa el predominio del esquema metopado típicamente hispánico, que caracteriza el último cuarto del siglo I d.C., acompañado

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de los “estilos de tradición gálica” pero frecuentemente formando el llamado “estilo de transición”, lo que implica una fecha avanzada dentro del panorama estilístico del siglo I d.C. El esquema metopado aparece también combinado con los esquemas de círculos, que cronológicamente se enmarca en momentos medios del último cuarto del siglo. Por otro lado, debemos tener en cuenta que el desarrollo del esquema de círculos se inicia a finales de siglo, dominando el panorama decorativo durante buena parte del siglo II; sin embargo, el número de piezas en las que aparece únicamente este estilo es escaso, decorando, por otro lado, principalmente las producciones Mez. 29 y Mez. 29/37, lo que le situaría en los momentos iniciales de su formación sin superar el año 85. Por todo lo expuesto, consideramos que la producción de terra sigillata del yacimiento El Quinto se enmarca principalmente entre los años 70 y el 90 de nuestra era.

Sin embargo, no es la terra sigillata la producción cerámica mejor representada en el yacimiento, sino la cerámica pintada de tradición indígena. Si la existencia de este tipo de materiales en los yacimientos se explica como la pervivencia de una parte de la tradición de la población indígena tras la conquista romana, su abrumadora presencia en El Quinto informa, además, de la preferencia del gusto por lo tradicional frente a las formas y motivos importados típicamente romanos.

La mayor parte de la producción documentada pertenece a los denominados “talleres de la Meseta Sur”, acompañadas de una pequeña proporción de cerámicas tipo Clunia y de otra producción de origen indeterminado, que siguen siendo extraordinariamente coherentes con el marco cronológico aportado por la T.S.H. Las formas dominantes se corresponden con las tipologías Abascal 16, 17 y 7a.

Este tipo de cerámicas aporta al yacimiento interesantes aspectos cronológicos, especialmente las piezas correspondientes a la producción Tipo Clunia, ya que el final de su periodo de comercialización está situado entre el año 80 y 90 d.C.

Por otro lado, la cerámica de mesa y de cocina proporcionan marcos cronológicos más extensos, al tratarse de materiales de uso cotidiano que adoptan formas de tipo más tradicional y perdurable en el tiempo, aunque los tipos documentados se encuentran principalmente entre la época flavia y los inicios del siglo II d.C.

La colección de lucernas recuperada proporciona fechas centradas fundamentalmente en el último tercio del siglo I d.C. En todos los casos, excepto en una pieza, se trata de una producción artesanal, realizada a molde, en cerámica de uso común mayoritariamente

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pigmentada. Tipológicamente predominan los fragmentos de lucernas de volutas, datadas entre el año 40 d.C. y el primer tercio del siglo II, estando bien representada la forma Dres.11, que alcanzan gran difusión provincial a partir de la época flavia, en concreto durante el último tercio del siglo I d.C.

La presencia de calculi o fichas de juego, cerámicas y líticas, es especialmente elevada. En todos los casos, excepto en uno realizado sobre teja, la docena de fichas cerámicas recuperadas están realizadas a partir de recortes de fragmentos de vasos cerámicos de tipología variada: cerámica de mesa, de almacenamiento, de cocina y terra sigillata. Los diámetros de las piezas varían entre 103 y 31 mm, aunque la mayoría se sitúan entre 40 y 52 mm. Una de las piezas presenta esgrafiado en la superficie las letras RLS. El hallazgo es interesante porque en los conjuntos de este tipo de materiales no son frecuentes las piezas con grafitos.

Junto con el conjunto de fichas cerámicas se ha documentado un importante conjunto de fichas líticas integrado por 83 piezas. Normalmente este tipo de elementos no forman conjuntos tan homogéneos, por lo que pensamos que se trata de un hallazgo excepcional. En todos los casos están realizadas sobre cuarcita, presentando córtex natural o superficie totalmente pulimentada. Con respecto a sus dimensiones, en su mayoría mantienen diámetros que se sitúan entre los 14 y los 35 mm, y un grosor medio de entre 4 y 8 mm.

Entre el material recuperado en el proceso de excavación destaca un abundante conjunto vítreo, que principalmente está integrado por fragmentos de recipientes de uso cotidiano y ungüentarios realizados mediante la técnica del soplado. La procedencia de este tipo de objetos suele ser de talleres peninsulares; sin embargo, las características de una de las piezas recuperadas nos hacen relacionarla con una producción de lujo importada. Desde el punto de vista formal, se trata de un recipiente de borde recto moldurado de sección rectangular y fondo anular, realizado en vidrio de color blanco translúcido, cuyo cuerpo presenta una decoración barroca a partir de rombos facetados, hojas de acanto y piñas realizadas mediante técnica de talla.

Los objetos de industria ósea recuperados están realizados mayoritariamente sobre hueso, siendo los elementos más abundantes las agujas o acus y los punzones o acumen. Sin embargo, las piezas más características son sendos prendedores de pelo en forma de aguja con cabeza espatulada circular y decoración incisa geométrica.

De especial relevancia son los elementos de adorno personal realizados sobre gemas semipreciosas o vidrio. En el primer caso destaca un pendiente realizado en oro y coral, a partir de un fino junco de oro doblado y torsionado sobre sí mismo, que engarza un coral en forma de

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falo. Por otro lado, destacan varias cuentas de collar de vidrio, un entalle de anillo de amatista, y varios más de vidrio, resaltando uno con la figura cincelada de un niño.

En base a lo anteriormente expuesto, los materiales arqueológicos recuperados informan de que el periodo cronológico de este sector del yacimiento dentro de la ocupación romana, se sitúa en el último tercio del siglo I d.C., en concreto en un momento centrado entre los años 70 y 90, sin descartar un posible inicio de formación en la década de los 60,

así como una posible

perduración residual que podría llegar hasta los últimos años del siglo I o primeros del siglo II d.C. Precisamente, a los primeros años de formación del vertedero podría pertenecer el depósito de materiales de uno de los hoyos basureros excavados, con la presencia de cerámica gálica junto con hispánica de la forma Mez. 29, que de cualquier modo se solaparía en su momento final con los materiales procedentes de la fosa vertedero.

Desde el punto de vista histórico, la parte del yacimiento excavada se situaría en un momento centrado en la época flavia. Los restos arqueológicos documentados quedan asociados a uno de los basureros de un asentamiento rural tipo villae, perteneciente a la pars urbana a juzgar por el claro predominio de los suntuarios objetos de lujo recuperados.

A falta de estudios en el área nuclear del yacimiento, podríamos hablar, como ya apuntaron otros autores (RIBAGORDA y MUÑÓZ, 1995-96), de la existencia de un hábitat romano rural de cierta envergadura a nivel comarcal, que serviría de núcleo centralizador

de

otros

asentamientos situados en torno a la confluencia de los ríos Jarama y Tajo.

5. Novedades sobre la caracterización de El Quinto

Trabajos arqueológicos posteriores a la excavación y documentación arqueológica del sector La Isla, han permitido dimensionar correctamente el yacimiento, tratándose de un extenso enclave que, además, presenta una compleja organización.

La prospección intensiva llevada a tal efecto (CRONOS, 2005) permitió ampliar el área conocida a la otra margen de la carretera N-IV, situada al pie de los cerros, lugar donde se identifica la ocupación del Calcolítico y probablemente de la Edad del Bronce, la cual de forma tradicional se ha situado en la plataforma superior de los mismos. Esta ocupación prehistórica quedaría parcialmente solapada desde el punto de vista espacial con el asentamiento de la Edad del Hierro (I y II), que ocupa la mitad superior de la cuesta tendida hacia la vega, desde la parte basal del cerro; se sitúa, por lo tanto, en un espacio sin fácil defensa pero de amplio control visual sobre la ribera, evitando la inundación extraordinaria del río Jarama. Este patrón de

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asentamiento en llano se acomoda al modelo observado para algunos de los espacios circundantes de la Mesa de Ocaña (URBINA, 2001), sin estar definidos sistemas defensivos y en estrecha relación con el abastecimiento de agua.

El área de concentración romana se acerca, como se ha visto, al ambiente de ribera, ocupando la zona basal de la cuesta, siendo reconocible un núcleo tardorromano embutido dentro del área altoimperial, que es abrumadoramente mayor, de torno a unas 10 ha de superficie.

Se completa el registro arqueológico con una ocupación inédita del Paleolítico Medio/Superior, reconocible en el sector nororiental del yacimiento por la abundancia de industria lítica en superficie que, en el corte de un bancal agrícola, aparece en una secuencia estratigráfica horizontal similar a la documentada en el sector de La Isla. Esta ocupación mantiene estrecha relación con el sílex aluvial que de forma natural se documenta en todo el yacimiento en forma de nódulos, muy rodados por el arrastre fluvial, tratándose a priori de un taller de transformación de industria lítica al aire libre dentro el escaso elenco de estaciones reconocidas en el curso bajo del Jarama.

Las últimas intervenciones de peritación realizadas sobre una parte del yacimiento (CRONOS, 2006) han permitido evidenciar restos de estructuras de la Edad del Hierro relacionadas con una actividad habitacional (hoyos-silos-basureros), afectadas severamente por mejoras agrícolas pero que abundan en la organización espacial documentada en superficie. En lo que respecta al área nuclear romana, estos abancalamientos han supuesto el menoscabo y pérdida irreparable de una buena parte de lo que fue, a partir de las descripciones realizadas en las prospecciones la década de 1970. Los paquetes arqueológicos alcanzan en algunos puntos los tres metros de potencia, nuevamente indicando una configuración del relieve diferente al que hoy se reconoce.

Por desgracia, el grado de conservación del yacimiento El Quinto es inversamente proporcional al interés científico que muestra como lugar recursivo de asentamientos desde la Prehistoria, diezmado no precisamente por la actividad minera de su entorno, la cual ha permitido el desarrollo de los trabajos aquí expuestos.

Bibliografía ABASCAL PALAZÓN, J. M. (1986): La cerámica pintada romana de tradición indígena en la Península Ibérica. Centros de producción, comercio y tipología. Universidad de Alicante. ALCORTA IRASTORZA, E.J. (1995): Cerámica comuna romana d’època altoimperial a la peninsula Ibérica. Estat de la questio, Monografíes Emporitanes VII. Empuries.

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Fig. 1. Análisis del material extraído del vertedero por tipo de material

Fig. 2. Análisis del material cerámico extraído del vertedero

Fig. 3. Análisis del material extraído de la fosa principal

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Fig. 4. Vista general del ámbito de actuación en el sector La Isla

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Fig. 5. Aspecto de la fosa-vertedero durante la excavación por alzadas artificiales

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Fig. 6. Corte estratigráfico de la fosa-vertedero, y nivel basal de limos

Fig. 7. Estructura negativa tipo hoyo-basurero

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Fig. 8 . Zanja de documentación del paleocauce

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Fig. 9. Detalle del lecho del paleocauce con materiales romanos y prehistóricos

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Fig. 10. Objetos de adornos personal extraídos de la fosa vertedero (cuentas, entalles y pendiente)

Fig. 11. Calculi o fichas de juego líticos

Fig. 12. Cerámica de tradición indígena

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Fig. 13. TSH forma Drag. 37 esgrafiada

Fig. 14. Prendedor de pelo en forma de aguja

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