El yacimiento de es Rafal (Eivissa) y dos pebeteros en forma de cabeza femenina.

SPAL MONOGRAFÍAS XVIII IMAGeN y cuLtO eN LA IbeRIA PReRROMANA II: Nuevas lecturas sobre los pebeteros eN forma de cabeza femeNiNa

M. cRuz MARÍN cebALLOS ANA M. JIMéNez FLOReS (cOORdINAdORAS)

• SECRETARIADO DE PUBLICACIONES

IMAGEN Y CULTO EN LA IBERIA PRERROMANA II: NUEVAS LECTURAS SOBRE LOS PEBETEROS EN FORMA DE CABEZA FEMENINA

m. cruz marín ceballos ana m. JIménez flores (coordInadoras)

Imagen y culto en la IberIa prerromana II: nuevas lecturas sobre los pebeteros en forma de cabeza femenIna

SPAL MONOGRAFÍAS Nº XVIII

Sevilla 2014

Colección: Spal Monografías Núm.: XVIII

comIté edItorIal: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones) Eduardo Ferrer Albelda (Subdirector) Manuel Espejo y Lerdo de Tejada Juan José Iglesias Rodríguez Juan Jiménez-Castellanos Ballesteros Isabel López Calderón Juan Montero Delgado Lourdes Munduate Jaca Jaime Navarro Casas Mª. del Pópulo Pablo-Romero Gil-Delgado Adoración Rueda Rueda Rosario Villegas Sánchez

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Cofinanciado por el Proyecto HAR2011-27257 del Ministerio de Economía y Competitividad. Motivo de cubierta: Pebetero en forma de cabeza femenina procedente de Guadalhorce-San Julián (Churriana, Málaga) © SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2014 Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web: © DE LOS TEXTOS, LOS AUTORES 2014 © M. CRUZ MARÍN CEBALLOS, ANA M. JIMÉNEZ FLORES (COORDS.) 2014 Impreso en España-Printed in Spain Impreso en papel ecológico ISBN: 978-84-472-1546-1 Depósito Legal: SE 1072-2014 Impresión: Kadmos

A María José Pena

ÍNDICE

Introducción M. Cruz Marín Ceballos .....................................................................................

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Pebeteros en forma de cabeza femenina en la Contestania. Estado de la cuestión y perspectivas de estudio Feliciana Sala Sellés y Enrique Verdú Parra ......................................................

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Pebeteros en forma de cabeza femenina procedentes de los territorios malacitanos Bartolomé Mora Serrano y Ana Arancibia Román ............................................

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El yacimiento de es Rafal (puig d’en Valls, Eivissa) y dos pebeteros en forma de cabeza femenina Josep M. López Garí, Ricard Marlasca Martín y M. José Escandell Torres ......

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Los pebeteros en forma de cabeza femenina de la cueva-santuario de es Culleram (Ibiza) M. Cruz Marín Ceballos, María Belén Deamos, Ana M. Jiménez Flores, Jorge H. Fernández Gómez, Ana M. Mezquida Ortí y Frédérique Horn .....................

85

Les brûle-parfums carthaginois et leur originalité Zohra Chérif .......................................................................................................

115

La question de l’influence sarde sur les brûle-parfums à figure féminine découverts en péninsule Ibérique Frédérique Horn .................................................................................................

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Puntualizaciones sobre los “pebeteros en forma de cabeza femenina” tardopúnicos. A propósito de un hallazgo reciente Ana M. Niveau de Villedary y Mariñas y Marcos A. Martelo Fernández ........

155

Acerca de un pebetero indígena del cortijo de La Negra (El Puerto de Santa María, Cádiz) Ester López Rosendo y Ana M. Niveau de Villedary y Mariñas .......................

173

Apéndice: El posible epígrafe neopúnico del pebetero del cortijo de La Negra José Ángel Zamora López ............................................................................

195

Un pebetero en forma de cabeza femenina inédito del Museo Arqueológico de Sevilla Ana M. Jiménez Flores y Manuel Camacho Moreno .........................................

197

Estudio arqueométrico de algunos pebeteros con forma de cabeza femenina del Mediterráneo occidental Carlos P. Odriozola.............................................................................................

215

Bibliografía ..............................................................................................................

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El yacimiento de es Rafal (puig d’en Valls, Eivissa) y dos pebeteros en forma de cabeza femenina

Josep M. López Garí, Ricard Marlasca Martín y M. José Escandell Torres Posidònia S.L.

1. El YacimiEnto dE Es rafal, antEcEdEntEs El puig d’en Valls es una suave y pequeña elevación a algo menos de 2 km al norte de la ciudad de Eivissa, que con sus 40 m de altura permite dominar visualmente un territorio muy amplio en el que destaca la ciudad y su bahía. Situado en la zona central de la misma, es su relieve más destacado después del escogido para la ciudad, por cuya situación y valor estratégico se ocuparía desde época muy antigua. A los pies del Puig se encuentran las ricas tierras de cultivo del conocido actualmente como plà de Vila. Por el sureste limitaba con la zona de marisma más importante de la isla, que ocupaba la parte interior de la gran bahía que forma el puerto natural de Eivissa, hoy dividida en dos por la colmatación y la unión a tierra firme de illa Plana. Esta marisma se convertiría en época islámica en una rica tierra de huerta y pasto gracias a un original sistema de drenaje y riego (González y Kirchner 1997; López Garí y Marlasca 2008) (Fig. 1). Las primeras excavaciones realizadas en la zona datan de 1906, cuando la “Sociedad Arqueológica Ebusitana” actuó en la zona alta del puig d’en Valls (Román y Calvet 1906; Pérez Cabrero 1911). En estas excavaciones se encontraron una gran cantidad de estructuras arqueológicas entre las que destacan lo que se identificó como “una fortificación atrincherada y un gran número de cisternas; una de ellas de seis metros de profundidad por uno de amplio, de paredes lisas y revestidas de cemento. En su interior encontramos diez esqueletos en regular estado de conservación. Las otras tienen formas irregulares, que se comunican mediante un orificio a cada una de sus cabeceras.” Más adelante se indica cómo se encontraron “diferentes agujeros en aquel lugar y en ellos y en las cisternas objetos de carácter arcaico, tales como cabezas de carnero, de terracota, que formaban parte de vasos múltiples, con los que iban intercalados huesos humanos en mal estado de conservación, anforitas y lacrimatorios de vidrio, cabecitas de figuritas de

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Fig. 1. Situación del yacimiento de es Rafal en la bahía de Eivissa.

tierra cuyo arte tiene un marcado regusto egipcio…”. En definitiva se trata de un complejo y rico yacimiento del que se excavaron sobre todo estructuras en la parte alta del Puig y que fue interpretado como una fortificación atrincherada con restos de templos, cisternas y silos. Hasta la fecha, no se han realizado nuevas excavaciones en esta cima que ayuden a definir realmente las características y la función de este asentamiento que, a juzgar por los materiales, se extendería en un marco cronológico situado entre los siglos VI-V y el siglo I a.C. por lo que se refiere a época púnica. Más recientemente, en la zona meridional situada a los pies del puig d’en Valls, donde ya se extienden las tierras aptas para el cultivo, y precisamente en el sector en que se encuentra el yacimiento que tratamos, se excavó en el año 1991 un pozo de planta rectangular con un destacable conjunto material de finales del siglo V a.C. que podría indicar la existencia de una explotación agrícola en la zona desde ese momento (Ramón 2012). 2. la “Excavación” Y El contExto dE los hallazgos La construcción del segundo cinturón de ronda de Eivissa, una obra con un efecto territorial considerable, se realizó en gran parte sin seguimiento arqueológico, un hecho realmente increíble teniendo en cuenta la riqueza arqueológica de la isla y los antecedentes que, solo para esta zona, se han referido previamente y que no sirvieron para que se actuara ni antes ni cuando ya empezaron las obras, precisamente a pies del puig d’en

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Valls. El seguimiento solo se inició a raíz de las denuncias que realizamos a partir de la destrucción de estructuras arqueológicas que se apreciaban en otro punto de la carretera y cuando las obras ya habían rebajado gran parte del recorrido sin que se actuara desde la administración. Finalmente, la excavación en la finca denominada es Rafal, se pudo realizar en una pequeña área de 35 m2, a una distancia de tan solo 500 m aproximadamente de la cima del puig d’en Valls, y a pocos metros de donde se encontró el pozo, anteriormente mencionado, del siglo V a.C. La zona ya había sido rebajada casi en su totalidad antes de iniciar el seguimiento, y el panorama que encontramos no podía ser más desolador. Junto al área desmontada se levantaban unas grandes acumulaciones de tierra que los detectoristas llevaban días visitando, llevándose todo tipo de materiales, y se veían grandes cantidades de materiales cerámicos de época púnica, de los que recogimos una muestra, que abarca un marco cronológico que se sitúa entre el siglo V a.C. y el siglo II a.C. (Figs. 2 y 3). En el sector rebajado se podía apreciar, en su mayor parte, el sedimento natural, compuesto de arcillas rojas y costra calcárea del Cuaternario, habiendo desaparecido ya gran parte de los estratos con potencial arqueológico. De hecho, las únicas estructuras arqueológicas que se pudieron excavar estaban recortadas en el terreno natural, en su totalidad relacionadas con el cultivo, a las que nunca se les ha dado la menor importancia en la isla, ya que se destruían en cualquier obra en las que estas aparecían. Tampoco se pudo acabar la excavación de esta zona debido a la nula colaboración de la administración y de la empresa, y a su falta absoluta de compromiso con nuestro trabajo. Recientemente hemos tenido que denunciar la destrucción de nuevas zanjas de cultivo muy cerca de este lugar, al realizar otro importante rebaje de construcción sin seguimiento arqueológico, con la consabida desidia y parálisis de los responsables técnicos. Los restos arqueológicos excavados conforman una pequeña muestra de lo que en realidad debía conservarse antes del rebaje, y cabe esperar que en un futuro se puedan excavar, con más medios y a la sombra de una sensibilidad diferente, las zonas colindantes aún no rebajadas. Básicamente se documentaron estructuras de cultivo de dos tipos, zanjas alargadas, con una longitud total que no pudimos contrastar debido a la desaparición de los extremos, pero la mínima es de 9,50 m, y otros recortes cuadrangulares superpuestos a las anteriores. En el perfil del desmonte pudimos documentar también, la existencia de un edificio, del que se apreciaban perfectamente dos muros y el nivel de uso o pavimento entre ellos. Aunque este no es el lugar, por espacio y temática, para entrar en un estudio en profundidad de los materiales cerámicos sí queremos presentarlos para dar el contexto cronológico del yacimiento. Pasaremos ahora a la descripción detallada de los restos. El edificio Como se ha dicho, sólo se pudo documentar en el perfil, ya que no se nos permitió la excavación fuera de los límites del sector rebajado, a pesar de que se había destruido la estructura y que era la única manera de obtener una mínima documentación. Por ello los datos que podemos ofrecer son bastante superficiales. La denominamos E-1.

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Fig. 2. Materiales procedentes de las terreras: T-1 a T-8 ánforas ebusitanas, PE-12, T-9.1.1.2., T-9.1.1.1. y PE-23; T-21, ánfora ibérica; T-22, ánfora grecoitálica; T-27 a T-46, cerámica común ebusitana.

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Fig. 3. Materiales procedentes de las terreras: T-48 a T-67, cerámica común ebusitana; T-68, barniz negro del taller de Roses; T-69, campaniense A; T-71, campaniense B; T-76, kalathos ibérico; T-77 a T 86, cerámica de cocina ebusitana y T-90 cerámica de cocina africana.

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Los muros, que conservaban dos hileras de altura, 40 cm en el mejor de los casos, estaban construidos en piedra bien trabajada y ligados con tierra, y presentaban una orientación sureste-noroeste. Tienen unos 50 cm de ancho y están separados por una distancia de 5 m. El primero, situado al este (M-1) está construido, casualmente, sobre una zanja de cultivo alargada (E-18), de las más antiguas del yacimiento, y el muro oeste (M-2) también se asienta, en parte, sobre una zanja de cultivo algo posterior (E-4). El nivel de uso o pavimento de este ámbito se apreciaba perfectamente, con un desnivel o escalón en la zona media, lo que crearía dos ambientes en la habitación. También se pudo identificar un nivel de abandono que no aparecía con homogeneidad en todo el perfil. Asimismo en los exteriores de la estancia se podían distinguir niveles arqueológicos (Fig. 4). Del perfil sobresalía material cerámico que se asentaba sobre el pavimento, del que se recogió una parte, resultando ser un ánfora grecoitálica del grupo E de Lyding-Will, que probablemente antes de la destrucción estaba completa. A este material hay que añadir un borde y un pivote de ánforas PE-17, el borde de una Eb-69 evolucionada, el fondo de una Eb-72 y otras piezas ebusitanas que sitúan el momento del abandono de esta habitación en torno a mediados o en el tercer cuarto del siglo II a.C. (Fig. 4). Como veremos a continuación, la cronología de las zanjas de cultivo sobre las que se asienta el edificio, nos induce a plantear la posibilidad de que su construcción se pudo realizar en el siglo IV a.C. las estructuras de cultivo El primer tipo de estos elementos que se identificó y se pudo documentar eran recortes rectangulares excavados en el terreno natural, de los que se localizaron un total de seis (E-3; E-5; E-6; E-9; E- 10 y E-11), aunque por su disposición planteamos la existencia de un número mínimo de diez. Estas estructuras tienen unas dimensiones de 1,50 x 1 m, y una profundidad conservada de entre 0,40 y 0,50 m. Por sus características las hemos relacionado con el cultivo arbóreo, posiblemente de olivos o árboles frutales. Su orientación es noreste-sudoeste (Fig. 5). También se documentaron 8 zanjas de cultivo de tipo alargado y paralelas, con la misma orientación que las anteriores (E-4; E-7; E-12; E-13; E-14; E-15; E-16 y E-17). Algunas de ellas estaban muy rebajadas y prácticamente desaparecidas (E-16 y E-17). Se trata de rasas excavadas en el terreno natural que, por lo que pudimos constatar, tienen una longitud mínima de 9,50 m, pero podrían alcanzar dimensiones mayores, y con un ancho que varía entre los 0,45-0,55 m. En este caso las zanjas estaban dedicadas al cultivo de viña, y eran conocidas por los autores romanos como sulcus. Por último, se localizaron otras tres (E-18; E-20 y E-21), con una dirección transversal a las anteriores, en sentido sureste-noroeste, la misma que los muros del edificio. Solo pudimos documentar en un caso una longitud mínima de 2 m por 0,35-0,50 m de ancho. La presencia de estas últimas era muy residual en el yacimiento debido a que se trata de las estructuras más antiguas y fueron seccionadas una y otra vez por las que se les iban superponiendo. Todas estas zanjas excavadas en el subsuelo de realizaban con el fin de favorecer el crecimiento de las plantas con un relleno de sedimento mezclado, en parte con el producto de la excavación y en parte con el superficial. También pueden aparecer otro tipo

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Fig. 4. Sección del edificio (E1) documentado en es Rafal y materiales relacionados: E1-1 y 2 ánforas ebusitanas, PE-16 y PE-17; E1-4 ánfora grecoitálica; E1-5 a E1-12, cerámica común ebusitana y E1-14, cerámica de cocina africana.

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Fig. 5 A. Planta de las estructuras de cultivo excavadas en es Rafal; B. Imagen de las estructuras en proceso de excavación; C. Sección de las estructuras de cultivo.

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de sedimentos, más orgánicos, o piedra, como sucede en algunas de las que presentamos. Las piedras podían colocarse en el fondo de las mismas o en todo su relleno. Sin lugar a dudas, en toda esta zona afectada por la obra, debían ser abundantes este tipo de estructuras arqueológicas para el cultivo, ya que suelen ocupar grandes extensiones de terreno y son muy comunes en el campo ibicenco como se ha puesto en evidencia en múltiples ocasiones y en excavaciones recientes (por ejemplo Marlasca y López Garí 2006; López Garí et al. 2009; Eiriz y Roig 2009 o Graziani y Marí Casanova 2009). Su valor arqueológico y omnipresencia obliga a que se produzcan cambios importantes en la gestión del patrimonio arqueológico desde la administración si no queremos que se sigan destruyendo sistemáticamente como sucede aún hoy en día y sin que nadie haga nada por evitarlo (López Garí y Marlasca 2012). En este yacimiento de es Rafal, por lo menos tres tipos de estructuras de cultivo ocupan el mismo espacio, ya que los recortes rectangulares se superponían a las zanjas alargadas (Fig. 5) y ponen en evidencia una intensa explotación agraria en esta zona de la isla durante la antigüedad. Por lo que respecta a la superposición y cronología de las estructuras, su estudio en profundidad nos lleva a corregir la relación entre dos de los tipos que se documentaron. Si bien habíamos dicho que las zanjas alargadas y paralelas eran las más antiguas (López Garí et al. 2009: 13; Marlasca y Garí 2006: 93), ahora sabemos que no es así. De las zanjas alargadas y paralelas más completas solo se pudieron excavar algunas parcialmente, y el sedimento, de arcillas limpias, era estéril en material arqueológico por lo que su cronología no es segura. Solo de una pequeña sección que quedó de una de ellas (E- 13), se pudo recuperar el cuello de una jarra ebusitana, una variante del tipo Eb 30b de finales del siglo V o principios del IV a.C. (Fig. 8), que nos permite obtener este terminus post quem. No obstante, sabemos por los sedimentos que estas zanjas alargadas recortaban a otras que aparecen en sentido longitudinal, por lo que estas últimas son anteriores y por ello las más antiguas. Pensamos que su datación podría situarse hacia el siglo V a.C., si tenemos en cuenta que son las primeras excavadas en la zona, y que podríamos relacionarlas con el establecimiento rural cuya existencia sugiere el pozo y otros materiales recuperados en las terreras. De hecho, hay que tener en cuenta que la explotación agrícola de época púnica en la isla comenzaría por las mejores tierras situadas en áreas próximas a la ciudad, y las del puig d’en Valls reúnen todas las condiciones necesarias para haber sido de entre las primeras en albergar establecimientos rurales, así como para la probatura de sistemas de cultivo previamente a su expansión por el resto de la isla. Al contrario de lo que ocurre en las zanjas alargadas, las estructuras rectangulares sí contenían algunos materiales arqueológicos, aunque tampoco muy abundantes. Estos permiten datar su construcción hacia el tercer cuarto del siglo II a.C., como así nos apuntan las PE-17, un pequeño grupo de barniz negro de campaniense A y B, así como otros elementos vasculares ebusitanos (Figs. 6, 7 y 8). Junto a estos se encontraron algunos elementos constructivos entre los que destaca una esquina en piedra de marés rojo revestida de un mortero de arcilla y cal (Fig. 7), así como materiales cerámicos más antiguos, mayoritariamente del siglo III a.C. Destaca por su antigüedad un borde de ánfora ovoide del Mediterráneo central (E10-1, Fig. 8) del siglo VI a.C. La cronología de estas estructuras pondría en evidencia una clara reorientación de las estrategias de cultivo en esta zona, en la que posiblemente se estarían substituyendo viñedos por otros cultivos como el olivo.

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Fig. 6. Materiales procedentes de las estructuras E3 y E5: E3-1, ánfora ebusitana T-9.1.1.1; E3-2 a E3-13, cerámica común ebusitana; E3-15, campaniense B; E3-16, campaniense A; E3-18, plato-tapadera itálico; E3-24, fragmento de revoque; E3-26, anillo de plata con representación de personaje barbado. E5-2, fragmento de marés trabajado; E5-3 y E5-4, cerámica común ebusitana; E5-7, campaniense A; E5-8, campaniense B.

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Además, la presencia de los elementos de construcción, la piedra y la cerámica indican la cercanía de algún edificio que está siendo transformado o desmantelado, siendo aprovechadas las nuevas estructuras de cultivo para deshacerse de estos materiales. La relación de los recortes dedicados al cultivo y el edificio documentado en la sección de las obras parece difícil de dilucidar sin una excavación en la zona que aún se conserva no afectada por las obras. De todas maneras, por los materiales exhumados en los diferentes sectores, parece probable que el ámbito documentado en perfil (E-1) se abandonara en el momento o poco antes de que se excavaran las estructuras rectangulares, por lo que quizás los materiales arquitectónicos encontrados en estas procediesen del desmonte o de una reestructuración de este edificio o de algún ámbito del mismo. También presentamos los materiales procedentes de una estructura indeterminada, E-8 (Fig. 7), con una cronología de finales del siglo III a.C., de la que solo se pudo excavar su parte inferior, quizás el fondo de un silo o de un basurero, que fue destruida al construir una enorme tubería de hormigón. De dos de los recortes de cultivo rectangulares, la E-3 y la E-5, que podemos datar en el tercer cuarto del siglo II a.C., proceden dos pebeteros ebusitanos. Lamentablemente, se trata de dos estructuras que fueron parcialmente rebajadas y seccionadas por las máquinas antes del seguimiento y, por lo tanto, el depósito no está completo. De hecho, los pebeteros muestran roturas recientes y faltan fragmentos, que demuestran que éstos se conservaban en mejores condiciones. Hay que mencionar el hallazgo, también en estos recortes, de fragmentos de otras cuatro terracotas de diferentes características, todas ellas ebusitanas. En un caso se trata de una figura de medio bulto hecha con molde de perfil semicircular en la que se ha conservado la parte inferior de una representación femenina vestida con chitón plisado (Fig. 8). Otro fragmento pertenece a la zona del torso de una terracota, donde se aprecia un bulto, posiblemente la mano portando algún objeto o animal, y los pliegues de una túnica o un vestido (Fig. 7). Los otros dos fragmentos no presentan rasgos identificables. La aparición de las terracotas en estas estructuras, en las que también se encontraron los materiales de construcción mencionados, nos hace pensar que pudiesen estar relacionados, procediendo quizás todo el conjunto de un edificio de tipo cultual, un santuario o una pequeña capilla rural, o de un ámbito doméstico donde se llevaran a cabo actividades de culto, aunque estos extremos son puramente especulativos. Lo mismo sucede con la relación entre estos materiales y el edificio documentado en el perfil, ya que si bien podría tratarse del lugar de donde provenían los materiales que acabaron amortizados en estas estructuras de cultivo, también podrían proceder de algún otro edificio o estructura desaparecida con las obras, o de un lugar muy cercano y no localizado. los pebeteros Los pebeteros que presentamos aquí pertenecen al mismo tipo. El primer fragmento procede de la estructura 5, conserva 13,7 cm de altura, y tiene una anchura máxima en la cabeza de 6,6 cm. El kalathos tendría unos 11,5 cm de diámetro. Como se puede apreciar en la Fig. 9, conserva prácticamente toda la mitad izquierda de la pieza, lo que permite una descripción general del rostro y los motivos que le acompañan. Aunque no se

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Fig. 7. Materiales procedentes de las estructuras E6 y E8: E6-1 y 2, ánforas PE-17; E6-3 a E6-6, cerámica común ebusitana; E6-10, cerámica ibérica; E6-11, fragmento de terracota ebusitana; E6-12, aguja de bronce; E6-14, revoque; E6-15, fragmento de elemento arquitectónico de marés rojo con revoque; E8-1, ánfora PE-16; E8-8 a E8-11, cerámica común ebusitana; E8-13, cerámica de cocina ebusitana; E8-15, fragmento de adobe.

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Fig. 8. Materiales procedentes de las estructuras E10 y E13: E10-1, ánfora púnica del Mediterráneo central; E10-2 a E10-5, cerámica común ebusitana; E10-6, cerámica de barniz negro; E10-7, cerámica de cocina africana; E10-10, fragmento de terracota ebusitana; E10-12, fragmento de revoque y E13-1, jarro ebusitano, variante Eb 30b.

conserva la zona con los elementos de ornamento situados encima de la cara, se puede interpretar cuáles eran estos en función de las características del resto del pebetero, ya que definen un tipo muy característico cuyos motivos son siempre los mismos. El otro fragmento, del que se conserva la parte inferior, procede de la estructura 3, conserva una altura de 8,3 cm, y tiene un diámetro máximo de base de 8,6 cm (Fig. 10). El análisis de las piezas permite asegurar que se trata de dos ejemplares realizados con el mismo molde. Tienen la misma pasta y tipo de cocción, lo que hace suponer que provengan de un mismo lote. Se trataría de un molde algo usado, a juzgar por el detalle y lo difuminado de algunos rasgos. Presenta un rostro elegante y clásico. Los laterales estarían decorados con las características cintas dobladas en la parte superior, que vuelven a aparecer en la zona del cuello, bajo las orejas. Porta pendientes que representan un racimo de uvas con 5 motivos circulares. Junto a la cinta, en la parte superior se aprecia el grupo de tres frutos habitual en este tipo. Sobre estos elementos circulares se conserva parte de una hoja de hiedra, y sobre ella, un pequeño relieve debe pertenecer al extremo de una de las espigas que formaría el motivo central. El resto de la espiga así como los tres

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Fig. 9. Dibujo y fotografías del pebetero procedente de la estructura E-5 (dibujo de Josep M. López Garí).

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Fig. 10. Dibujo y fotografías del pebetero procedente de la estructura E-3 (dibujo de Josep M. López Garí).

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Fig. 11. Relación de los yacimientos ibicencos en los que se han encontrado pebeteros: 1. Es Rafal; 2. Sa Capelleta; 3. Avd. España 3; 4. C/ Aragón 33; 5. Puig des Molins; 6. Es Culleram; 7. Can Jai; 8. Can Pis.

frutos o elementos circulares de este motivo iconográfico no se han conservado, pero por sus características se podría asegurar que se trata del conocido tipo A de Muñoz (Muñoz 1963) que incluye estos componentes como decoración en la parte central del pebetero. El kalathos no conserva la cazoleta, aunque se aprecia perfectamente la zona, en el extremo superior, donde esta iría adherida. Por otra parte, sus paredes presentan una inclinación ligeramente más acusada de lo habitual, que atribuimos a la presión ejercida al colocar la placa de la cazoleta, inclinación que no se corrigió cuando la pasta aún estaba fresca. De hecho, en la zona exterior se aprecian las marcas de los dedos donde estos se apoyaron. Por lo que respecta a la base, conservada en el segundo fragmento, esta presenta el clásico manto formando tres pliegues bien marcados, recogido en el centro por una fíbula anular con la parte interior abultada y sobresaliendo del aro. El fragmento de base no está cerrado por la parte inferior ni conserva ningún rastro que permita pensar que lo estuvo. Aunque se trata de dos piezas fragmentadas y que ninguna de ellas conserva el perfil completo, el hecho de que pertenezcan a partes diferentes, ha permitido recomponer una imagen completa y definir los rasgos y la tipología a la que corresponden (Fig. 12). Un

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Fig. 12. Reconstrucción de los pebeteros de es Rafal a partir de los dos fragmentos encontrados (dibujo de Josep M. López Garí).

ejemplar conserva la parte superior, desde el kalathos hasta el cuello, y el otro justamente la parte inferior, la base y parte del cuello (Figs. 9 y 10). A partir de la unión de los dos fragmentos, podemos extraer las medidas restantes del pebetero. La altura total sería de 16,5 cm. La cara tendría 6,1 cm entre la barbilla y el peinado. Y el total desde la barbilla hasta la parte superior de las espigas es de 8,5 cm de longitud. 3. Eivissa Y los pEbEtEros La repercusión que tuvo a nivel económico, social y cultural en las Baleares y en la costa mediterránea de la península ibérica la comunidad fenicio púnica instalada en la isla de Eivissa está fuera de toda duda, hasta el punto de poder afirmarse que se trata de un elemento clave para entender procesos fundamentales producidos en esta época y en esta amplia zona del Mediterráneo occidental, como la iberización o el desarrollo de la cultura talaiótica (Sala 2004 o Santacana y Belarte 2004). No debemos perder de vista tampoco la presencia de comerciantes ibicencos instalados en los asentamientos ibéricos en estas zonas, como se propone para el área alicantina (Sala 2001-2002: 297), u otro tipo de personajes, ya sean sacerdotes o integrantes de matrimonios mixtos. Por todo ello es imposible desligar los elementos mediterráneos presentes en estos ámbitos de los agentes comerciales y la influencia cultural púnico ebusitana. En este marco de fuerte influjo y contacto continuo, estas piezas se presentan como un elemento más que, en este

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caso, muestran la incidencia que también se dio en ámbito religioso y cultual (Sala 2004: 86-87; Asensio et al. 2005: 1294). Los pebeteros irían acompañados de muchos otros objetos, ya sean terracotas de diversos tipos, elementos vasculares púnicos o griegos, y con seguridad la transmisión de rituales y una ideología que sería asimilada o adaptada de forma desigual por las diversas comunidades indígenas. Sin embargo y como es evidente, los thymiateria se convirtieron, en este rico y variado proceso comercial e ideológico, en un elemento muy exitoso, de gran aceptación y omnipresencia. Los motivos de este éxito son difíciles de dilucidar, más aún cuando se podrían relacionar con alguna divinidad femenina muy popular en ámbito púnico, asociada a la intensificación del cultivo de cereales, como fue Tanit. Los pebeteros, las pinturas de estilo Elche-Archena y tantas otras evidencias han hecho, que desde hace tiempo, muchos autores las relacionen al culto a una divinidad ibérica desconocida con sincretismos de diversas divinidades, especialmente de Tanit (Marín 1987; Poveda y Vázquez 2000), aunque en general se propone la asimilación de su culto en el mundo íbero, o en alguna de las áreas más fuertemente influenciadas por la presencia púnico ebusitana, como pudo ser la actual zona alicantina, valenciana o murciana y se las relaciona directamente con la diosa púnica (Blázquez 1983; González 1997; Sala 2004; Marlasca 2004). Si nos atenemos al aspecto más práctico de los objetos en sí, podríamos pensar que la simplicidad, resistencia y el potencial simbólico de estas piezas podrían haber sido determinantes a la hora de su elección. Por todo ello hay que resaltar y señalar como fundamental el papel de Eivissa como centro productor y distribuidor de los pebeteros, especialmente en ámbito ibérico, como se propuso hace tiempo (Llobregat 1974) y se ha seguido considerando así en estudios recientes (Moratalla y Verdú 2007; Francès et al. 2007). Al contrario de lo que se ha manifestado en alguna ocasión, no podemos pensar que el estudio tipológico nos lleve a los centros productores, sino que debe ser en primer lugar la correcta identificación de las pastas y su lugar de origen, o en su defecto de su ámbito regional (centro mediterráneo, ibérico, etc.), unido a buenos anclajes cronológicos, lo que después permitirá hacer apreciaciones sobre los tipos y su procedencia y difusión, como ya se destacó en algún trabajo (Asensio et al. 2005). En una zona donde estos análisis se han realizado, el ámbito layetano de Cerdanyola del Vallès, el estudio de los ejemplares aparecidos deja fuera de toda duda cuál fue el centro de producción de la gran mayoría de ellos, Eivissa. Así, 12 de 14 ejemplares son de esta procedencia, otro ejemplar es de origen centro mediterráneo y probablemente también fue distribuido por los comerciantes isleños y solo en un caso se trata de una pieza de factura íbera (Francès et al. 2007: 402-403). En el futuro, contrastar el origen de los pebeteros en función de las pastas seguramente indicará a la isla como el centro de fabricación de muchos de los encontrados en otros yacimientos peninsulares. Además hay que apuntar que algunos de los elaborados en asentamientos ibéricos se pudieron realizar con moldes ebusitanos o fabricados utilizando piezas ebusitanas, si no comercializados por ellos o incluso realizados por artesanos isleños instalados o de paso por estas zonas. Evidentemente la facilidad de extraer matrices de estas piezas permitiría a cualquier ceramista íbero la realización de estos thymiateria, pero como se ha dicho, tanto por lo que hace a los materiales originales como a la divinidad y otros aspectos religiosos que se puedan derivar de su uso, debe considerarse a Eivissa como la principal fuente de inspiración.

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Si bien el origen de los principales prototipos de estos objetos parece hallarse en la Sicilia púnica (Bisi 1966; Marín 1987 y 2007a), otras destacadas ciudades podrían haber creado tipos o modelos propios que se convertirían en subtipos, como sucede con los cartagineses de espigas verticales. Lo mismo ocurriría también con muchos talleres del ámbito peninsular, como en el caso, por ejemplo, de los originales ejemplares ibéricos de Guardamar del Segura (Abad 1992), o algunos de la favissa de Villaricos (tipo A de Horn). Sin embargo, cuando se trata de definir los centros donde se crearían algunos de estos tipos, no se considera, salvo alguna excepción (Moratalla y Verdú 2007), a Eivissa como un posible origen para alguno de ellos. Se ha usado como argumento el bajo número de pebeteros encontrados en la isla y su gran diversidad tipológica (Horn 2011: 63), siguiendo quizás a Marín Ceballos (1987: 51). A nuestro parecer, el número de thymiateria localizados en Eivissa no debería ser un argumento en ningún caso, ya que es una cuestión de tiempo que este aumente, pero especialmente porque se deja de lado la gran cantidad de pebeteros aparecidos en la península ibérica fabricados en la isla y el citado protagonismo del comercio ebusitano en el occidente mediterráneo. Por otra parte, la diversidad de tipos y de yacimientos ibicencos en los que estos aparecen son un indicativo de la efervescente actividad ceramista y el poco apego a algún modelo determinado, lo que juega a favor de la creatividad y la recreación de modelos, externos o propios, patente también en el resto de la producción vascular y de terracotas de la isla. En Eivissa se han encontrado hasta el momento un total de 64 pebeteros en, al menos, 8 yacimientos isleños diferentes, de los que cuatro están en la ciudad (Fig. 11). Aunque es muy difícil hoy por hoy hacer valoraciones sobre algunos modelos, dada la multitud de talleres que parece haber habido tanto en ámbito púnico como ibérico o sardo, y la facilidad con que se podrían recrear algunos tipos, por nuestra parte creemos que la isla podría considerarse, por ahora, el lugar de origen de 2 tipos de pebeteros. Aubet, en su estudio de los materiales de es Culleram, identificó al tipo B de Muñoz como una creación ibicenca, debido a que “esta clase de pebeteros no haya sido hallada fuera de Ibiza” (Aubet 1982: 32). El tipo B de A. M. Muñoz, II de Pena y P.2 de Horn, es el modelo más sencillo, de factura no muy cuidada y sin duda más fácil de fabricar debido a su pobreza iconográfica, lo que se conjugaría bien con el tipo de producción de gran magnitud que se vivió en los talleres isleños. Este modelo está desprovisto del simbolismo iconográfico del tipo A, por lo que también permitiría una flexibilidad mayor a la hora de su identificación con una u otra divinidad. De hecho, este tipo está presente en 4 de los yacimientos ibicencos donde se han encontrado pebeteros, can Pis, es Culleram, puig des Molins y sa Capelleta. Además, diversos ejemplares guardan entre ellos una gran similitud que nos hace pensar en el uso de una misma matriz, como son los ejemplares de sa Capelleta, can Pis y algunos de es Culleram. El hallazgo en la favissa de Villaricos de 12 ejemplares de este tipo, englobados en el tipo E del yacimiento en la catalogación que realizó Horn (2007: 265), lleva a la autora a pensar que se trata de una producción de los talleres de Baria que posteriormente los habría exportado a Eivissa (Horn 2007: 275). Dejando de lado que este tipo puede presentar variaciones importantes que se tratarán en otro trabajo, creemos que los ejemplares encontrados en la favissa de Villaricos, exactos a los ibicencos, podrían incluso haberse fabricado con el mismo molde o uno hermano al de alguno de los ibicencos. Hay que decir que no hay duda, por las pastas, de que los ejemplares ibicencos son producciones

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isleñas. Además, un elemento a tener en cuenta en este sentido es la presencia de un signo en la zona trasera de uno de los encontrados en Villaricos, que también aparece en diversas figuras acampanadas del santuario ibicenco de es Culleram, lo que incide en la relación de esta figura con la isla. Las conclusiones extraídas a partir del estudio iconográfico no son suficientes y esperamos que en el futuro el análisis de las pastas de estos ejemplares almerienses permita dilucidar si se trata, en algunos casos, de terracotas fabricadas en Eivissa. No sería extraño pensar en comerciantes que viajan a la península y llevan consigo estos objetos. Otro ejemplar de la Albufereta es similar, si no igual, a uno de los encontrados en el puig des Molins. Hay que resaltar que como sucede en otras necrópolis ibéricas, en la Albufereta se registra una cantidad importante de materiales de producción ebusitana (terracotas, vasos cerámicos y elementos de adorno), o vehiculados por ellos (elementos de adorno, cerámicas áticas, cartaginesas, etc.) que no sólo indica el protagonismo del comercio ebusitano, si no que en algún caso podría suponer la existencia de enterramientos de personajes de raigambre oriental, lo que podría estar sucediendo en muchos otros enclaves. Un pebetero de Paulilatino (Cerdeña), se ha considerado anterior a los de Villaricos y Eivissa (Horn 2007: 265), solo por sus dimensiones, apenas unos centímetros más alto que los ejemplares citados. A nuestro parecer no es un argumento válido, y por el momento parece más lógico pensar que los ejemplares ibicencos y de Villaricos de este tipo, así como de otros contextos peninsulares, tienen su origen y su centro de difusión en Eivissa. Otro caso similar es el conjunto tardío y sin contexto presentado recientemente (Fernández et al. 2007), que pensamos que por las características formales, iconográficas y de factura podría adscribirse al siglo I a.C., un momento en el que estos objetos ya pertenecen prácticamente al pasado. Por ahora hay que considerar este tipo como una creación ebusitana, ya que solo conocemos otro ejemplar, exactamente igual y seguramente del mismo taller, procedente de Eivissa y conservado en el Museo de Prehistoria de Valencia (Almagro Gorbea 1980: 253), lo que nos aseguraría la presencia de este tipo al menos en dos yacimientos de la isla. Otro ejemplar mencionado como paralelo, del santuario de Coimbra del Barranco Ancho de Jumilla (Murcia) (Fernández et al. 2007: 105-106), no parece pertenecer a este grupo, y únicamente comparte con este el hecho de presentar un motivo en el cuello realizado mediante incisión así como su burda ejecución. Lo que cabe destacar es que la creación de un tipo diferente puede surgir, como sucede en el último caso, de un humus ideológico e iconográfico muy determinado y que provenga de un encargo o una voluntad muy precisa de representar ciertos rasgos y características, en este caso felinas (en algunos aparecen también cabezas de leones en los laterales), acordes con una divinidad y un mensaje preciso. Estas serían entonces el fruto de un periodo concreto, cuando en ámbito púnico se repite en diferentes lugares la representación de divinidades leontocéfalas o relacionadas con el león, y que resaltaría la relación del personaje representado, probablemente Tanit, con el león (esta relación se ha tratado en otro trabajo: Marlasca 2004). En definitiva, la creación de tipos o subtipos se pudo dar en muchos lugares diferentes, a partir del o de los modelos originales. Cada centro de producción, o cada artesano, pudo interpretarlos o realizarlos de una manera particular, destacando los rasgos que le interesaran por razones relacionadas con el culto, o simplificando su producción por motivos puramente prácticos, sin olvidar la idiosincrasia técnica, artística o estética de cada

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lugar. Es con esta premisa que debe considerarse a Eivissa como un centro artesanal donde se crearían y recrearían algunos tipos de pebeteros. 4. los pEbEtEros dE Es rafal Y su tipología En la isla Pasando ya a los dos ejemplares que nos ocupan, se trata como hemos visto de dos pebeteros del tipo A de A. M. Muñoz, kalathos decorado con espigas, frutos y cabello con hojas de hiedra (Muñoz 1963), I de M. J. Pena, kalathos decorado (Pena 1991), y P.1 de Horn, sin alerones y con kalathos decorado (Horn 2011: 35). Es el más común en ámbito ibérico aunque no así, de momento, en Eivissa. Para agruparlo con otros ejemplares ebusitanos lo haremos con aquellos que, a pesar de alguna pequeña diferencia, responden en general a esta iconografía y modelo. En la isla se han encontrado en cinco yacimientos, si incluimos uno hallado en la avenida España 3, torreado pero con las espigas y los granos debajo (Marín 2007b), aunque en un futuro cabría considerarlo un subtipo aparte, no solo por el específico rasgo formal que lo caracteriza sino también por el simbolismo que representa. A este hay que sumar un ejemplar en can Pis, otro de can Jai, cinco procedentes de es Culleram y otros seis fragmentos de sa Capelleta, lo que suma un total de 16 figuras de este tipo en la isla. Los pebeteros de es Rafal equivaldrían al tipo más “clásico”, si se puede usar el término, y que podemos suponer el prototipo más antiguo, sin perder de vista que podría haberse fabricado hasta que estos objetos dejan de producirse. De hecho, si se observan bien las terracotas de este tipo en la isla, podría decirse que los que aquí se presentan son los más “canónicos” de entre ellos, junto a otro ejemplar de es Culleram desaparecido (Almagro 1980: Lám. CLXXXIII- 1), y que se podría casi asegurar que fue fabricado con el mismo molde o uno muy próximo. Tienen una gran fíbula circular con el motivo central sobresaliendo del aro circular. Los pliegues del manto están bien marcados, tres a cada lado. A modo de pendientes se representan dos racimos de cinco motivos circulares. En la parte superior del peinado encontramos tres grupos de motivos compuestos de tres granos circulares que aparecen ubicados en los laterales y en el centro, que no se ha conservado. A los laterales del motivo central se situarían las espigas, de las que se conserva un pequeño indicio. El rostro, de clara inspiración griega, tiene las facciones muy cuidadas (Fig. 12). Los otros ejemplares isleños de este tipo encontrados tienen características diferentes, y a nuestro parecer significativas. En el caso de can Jai, el pebetero no parece haber tenido el manto en la base con la fíbula circular, como sucede con otro ejemplar procedente, probablemente, de es Culleram conservado en el Museu del Cau Ferrat (Almagro 1980: Lám. CLXXXI- 2). No obstante, el rasgo más singular, se encuentra en el peinado. Las dos piezas mejor conservadas, las de can Jai y can Pis, pertenecerían al tipo A porque presentan el kalathos decorado con las espigas y granos, pero en cambio el peinado guarda muchas semejanzas con el que presenta el tipo B (que ya hemos dicho podría tener su origen, o al menos el de un subtipo, en la isla). Este rasgo no parece casual, y por lo que respecta a estos pebeteros parece que las hojas de hiedra se están fundiendo con el peinado, ya no se reconocen. De hecho, el tocado del tipo B de los ejemplares isleños podría tener su origen en esta fusión, debida quizás a un proceso de simplificación o pérdida de los motivos iconográficos originales que en este ya no aparecen. Por ello, podemos

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considerar que estos dos pebeteros procedentes de posibles capillas rurales, tienen rasgos del tipo B, el cabello y la doble cinta que lo separa, pero en esencia siguen manteniendo los principales rasgos del tipo A. Por lo que hace a los moldes, los 16 ejemplares del tipo A de la isla provendrían de 11 matrices diferentes: una para los que presentamos de es Rafal y el desaparecido de es Culleram, otra para el ejemplar de can Jai, otra para el de can Pis, otra para el de AE-3, otras tres para sendos pebeteros de es Culleram y un mínimo de 4 para los ejemplares de sa Capelleta. Evidentemente, habría que añadir a este estudio todos aquellos encontrados en la Península de producción ebusitana, lo que aumentará en el futuro la cantidad de moldes generados en estos talleres. La cuestión de la cronología sigue siendo un campo abierto, en el que cabe definir todavía con claridad el momento de origen y primera difusión. Si bien parece que se suele aceptar el siglo IV a.C. como la fecha de creación de este tipo, a menudo se han adscrito a esta cronología ejemplares procedentes de contextos poco claros o no del todo fiables. Por nuestra parte, sabemos que los ejemplares en estudio se amortizaron en el tercer cuarto del siglo II a.C., lo cual no significa que no pueda tratarse de piezas más antiguas. Como vimos, se acompañan de materiales constructivos que debían pertenecer al desmonte de una estructura con los que se podrían relacionar. No obstante, es fuera de la isla donde encontramos algún ejemplar que nos indique cuál es, de momento, el terminus post quem para los pebeteros de este tipo producidos en la isla. Así, hay que mencionar en primer lugar unos fragmentos procedentes de un silo amortizado entre finales del siglo IV y principios del III a.C. del yacimiento layetano de Ca n’Oliver (O-10741; en Francès et al. 2007: 396), que es el más antiguo de producción isleña que con toda seguridad tiene esta cronología. Otros materiales que podrían ser de factura ebusitana, pero para los que falta una observación detallada de la pasta, y cuyos contextos se enmarcarían en estos momentos finales del siglo IV a.C. son algún ejemplar de la necrópolis murciana del Cabecico del Tesoro, como el de la tumba 468 o la de la tumba 453 (García Cano y Page del Pozo 2004: 68-69 y 72-73), o alguno de la necrópolis de la Albufereta como el NA-6009 de la tumba L-11 (Rubio 1986: 176 y fig. 73). Un caso aparte es el de la conocida tumba L-127-A, donde aparece relacionada una terracota ebusitana, un busto de brazos articulados, con tres pebeteros de este tipo, no sabemos si ibicencos, y con una cronología del siglo IV a.C. (Rubio 1986: 199-210). Recientemente Pena ha manifestado, en relación a los pebeteros de esta necrópolis, que “los ejemplares de la Albufereta parecen ser más antiguos y de mejor factura que los de Ibiza” (Pena 2007: 25), dando a entender, dada la alta cronología que les atribuye dentro del siglo IV a.C., que su procedencia podría ser directamente el mundo siciliano. En nuestra opinión, hay que contextualizar la necrópolis y sus materiales, y parece que lo más probable sea pensar en la llegada de estos objetos a través de agentes comerciales ebusitanos, como remarca en esta tumba por ejemplo la gran terracota de busto mencionada. Por otra parte, no hay que olvidar que desde el primer momento en que estos pebeteros llegan a ámbito ibérico, sean del taller que sean, lo harían vehiculados en su gran mayoría, casi con total seguridad, por comerciantes ebusitanos. Estos materiales, como tantos otros, llegarían a manos de los alfareros isleños que los reproducirían desde su inicio.

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5. conclusionEs En la zona periférica del puig d’en Valls existe un importante yacimiento arqueológico, es Rafal, que fue parcialmente destruido por las obras del segundo cinturón de ronda de Eivissa. En este lugar se conservan estructuras de época púnica que abarcan un amplio margen cronológico, desde finales del siglo V al II a.C. Destaca parte de un edificio, del que solo pudo documentarse la sección, y un gran número de zanjas y otras estructuras de cultivo. Fue en estas últimas donde se pudieron recuperar, entre otros materiales, los dos pebeteros aquí presentados, después de que las máquinas ya hubieran afectado los depósitos arqueológicos. La naturaleza y función del yacimiento son hoy por hoy imposibles de definir, y solo podemos esperar que en el futuro se puedan realizar excavaciones y seguimientos arqueológicos, como tendría que haber ocurrido en esta ocasión, que permitan identificar sus principales características. En cuanto a los pebeteros, estos aparecen amortizados junto a otros materiales constructivos y cerámicos que nos podrían estar indicando el desmonte de alguna estructura edilicia en la zona en el tercer cuarto del siglo II a.C. Por el momento es imposible saber si estas piezas, relacionadas con otros fragmentos de terracotas, podrían provenir de una capilla rural, algún tipo de depósito votivo o un ámbito doméstico de culto. Tampoco es fácil intentar aproximarnos al momento de fabricación de estas piezas, dado que su deposición en esta estructura es claramente secundaria y solo nos revela su amortización final. Sabemos por algún ejemplar extrainsular que en la isla se está produciendo este tipo por lo menos desde finales del siglo IV o inicios del III a.C., y nada nos impide pensar que su fabricación pueda situarse en este marco cronológico. Estos materiales sirvieron, en última instancia, de relleno en estructuras rectangulares de cultivo, probablemente para plantar olivos o algún árbol frutal. La tipología de los pebeteros responde al grupo más “clásico” de la serie, el tipo A de Muñoz, hasta ahora poco documentado en la isla, ya que son más comunes ejemplares que presentan rasgos poco convencionales o ligeras variaciones sobre el prototipo. Estos thymiateria nos sirven para reivindicar el papel de la isla en su producción y difusión por todo el ámbito ibérico y balear, contextos donde su protagonismo comercial es fundamental. A estos comerciantes debemos sin duda la gran mayoría de pebeteros exportados a estos ámbitos. Otro aspecto fundamental, pero menos conocido, es hasta qué punto incidió la influencia cultural y la transmisión de gestos o elementos rituales púnicos entre los íberos. Por lo que respecta a los pebeteros, en el futuro se deberá rastrear en detalle el papel que juegan en cada contexto con tal de identificar y definir el origen y función de los ritos que se les relacionan. Por último, hay que resaltar que, en un ambiente artesanal de enorme capacidad productiva y de cambio constante, los alfareros ebusitanos no actuarían como meros receptores de los modelos externos, sino que a menudo los recrearían e interpretarían, llegando a fabricar en este caso pebeteros con rasgos y características originales. No obstante, la reproducción a lo largo de los siglos de un prototipo, en principio, elaborado fuera de la isla, como son los ejemplares aquí presentados, refleja también la aceptación y el peso que éste tuvo entre los ceramistas y los usuarios.

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