El verbo \'ser\' como herramienta de interrogación filosófica: cópula, existencia e historia del ser

September 3, 2017 | Autor: Iñigo Galzacorta | Categoría: Ontology, Heidegger, Ontología, Filosofía, Hermenéutica
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Descripción

ISSN:1576-2270

www.ontologia.net/studies

Ontology Studies 11, 2011

281-295

El verbo ‘ser’ como herramienta de interrogación filosófica: cópula, existencia e historia del ser Iñigo Galzacorta Muñoz Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea Departamento de Filosofía Abstract

Reception date: 12-11-2010 Acceptation date: 23-02-2011

Palabras clave: ontología, ser, existencia, copula, Heidegger, filosofía griega. Abstract. The Verb ‘To Be’ as Philosophical Tool: Copula, Existence and History of Being.

and its role in

Key words: ontology, being, existence, copula, Heidegger, Greek philosophy.

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1. El problema del ser en la filosofía griega y contemporánea Es bien sabido que en el proceso de constitución de esa peculiar forma de cuestionar las cosas que terminará denominándose a sí misma «filosofía», el verbo griego , ‘ser’, junto a algunos de sus derivados, como o , juega un papel fundamental. En efecto, son las peculiaridades gramaticales de este verbo singular las que posibilitarán que éste se adopte como una herramienta filosófica decisiva para la tematización de lo que terminará por convertirse en el objeto fundamental de este saber. Los lugares decisivos de este proceso son también bien conocidos: por lo que sabemos, el recurso al verbo ‘ser’ irrumpe en esta historia de la mano de Parménides, quien en su poema señala a «lo que es» como objeto supremo de conocimiento y como dirección en que necesariamente se adentra la vía de la verdad. A lo largo del posterior proceso de constitución de la filosofía, ésta explorara algunas de las posibilidades que este verbo ofrece, de suerte que, cuando dos siglos después la filosofía griega alcance con Aristóteles su madurez, ‘ser’ y sus derivados quedan ya establecidos como parte del vocabulario técnico de la filosofía y el «ser», «lo que es en tanto que es», es señalado como objeto fundamental de lo que a partir de entonces se denominará filosofía primera. Pues es la cuestión del ser, anotará Aristóteles en un célebre pasaje recogido en la Metafísica, la cuestión más importante de la filosofía, «la cuestión que se está indagando desde antiguo y ahora y siempre»1. Sin embargo, a pesar de la resolución con que Aristóteles señalaba al problema del «ser» como tema por excelencia de la filosofía, hoy en día la situación al respecto resulta un tanto singular. Como es sabido, una de las figuras más influyentes de la filosofía del siglo XX, Martin Heidegger, ha señalado insistentemente la importancia del problema del ser y ha defendido la necesidad, e incluso la urgencia, de que la filosofía retome de forma renovada esta cuestión2. Sin embargo, más allá del área de influencia del pensamiento heideggeriano, a lo largo del último siglo se han multiplicado las voces que advierten de lo problemático del concepto de «ser» y señalan que, lejos de haber constituido – como los griegos pudieron creer – una herramienta adecuada para la investigación filosófica, las peculiaridades sintácticas y semánticas del verbo ‘ser’ hacen más bien de este concepto un pseudoproblema y están en el origen de algunas confusiones con consecuencias desafortunadas para el desarrollo de la filosofía occidental. En efecto, ya a mediados del siglo XIX John Stuart Mill alertaba de la esencial ambigüedad inherente a nuestro verbo ‘ser’ (o, más bien, al inglés ‘to be’) y, consecuentemente, de la fatídica confusión, subyacente según él a toda la historia de la ontología, entre dos

Sein und Zeit

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ser Heidegger, Sein und Zeit

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significados radicalmente diferentes de este verbo: su significado como verbo cópula y su significado como verbo existencial. En este sentido, afirma Mill: Se podrían llenar muchos libros con frívolas especulaciones referentes a la naturaleza del ser (…) [especulaciones] que tienen su origen en la no consideración de este doble significado de la palabra ser; [esto es] en la suposición de que cuando significa existir y cuando significa ser alguna cosa específica, como ser un hombre, (…) se debe todavía, en el fondo, responder a la misma idea3.

En este misma dirección, Bertrand Russell ha llegado incluso a afirmar que constituye una verdadera «desgracia para la raza humana» el hecho de que se emplee una misma palabra para significar cosas tan diversas como la existencia, la predicación, la identidad o la pertenencia a una clase4. Así pues, desde el análisis lógico de los diferentes usos del verbo ‘ser’ se ha concluido que en la base de la reflexión filosófica en torno al «ser» encontramos una confusión entre diferentes nociones que no alcanzan a ser distinguidas con la claridad que sería deseable. Se trata, por tanto, de un concepto esencialmente ambiguo que debería ser rechazado como herramienta de reflexión filosófica. También algunos análisis provenientes de la lingüística comparada han querido mostrar el carácter inadecuado de este verbo como herramienta de interrogación filosófica. Así, en su célebre artículo «Categorías de la lengua y categorías de pensamiento»5 el lingüista francés Émile Benveniste ha defendido que la ontología griega parte de una confusión relativa justamente a la naturaleza del verbo ‘ser’. En efecto, Benveniste recuerda que la existencia de un verbo como nuestro ‘ser’ no es sino una característica particular de una familia concreta de lenguas, las lenguas indoeuropeas. En este sentido, Benveniste muestra no sólo que multitud de lenguas carecen de un verbo cópula que ejerza la misma función que nuestro ‘ser’, sino que en otras, por ejemplo en la lengua ewe, hablada en Tongo, nuestro verbo ‘ser’ se disipa en cinco verbos diferentes cuyo único lazo de unión vendría dado por nuestra propia proyección, esto es, por nuestra propia búsqueda de el o los equivalentes a nuestro verbo ‘ser’6. A partir de aquí, Benveniste defiende que en la filosofía griega, y más en concreto en la metafísica aristotélica, encontramos una confusión entre lo que meramente es una «categoría de la lengua», y por tanto algo contingente y particular, característico sólo de una situación lingüística determinada, y lo que es una «categoría de pensamiento» o incluso una «categoría ontológica», con exigencia, por tanto, de universalidad7. Así, del hecho de que, como advierte Benveniste, sólo «en una situación 3 4

A System of Logic Introduction to Mathematical Philosophy -

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op.cit. op.cit.,

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lingüística así caracterizada (…) pudo nacer y desplegarse toda la metafísica griega del “ser”»8, éste concluye que la ontología griega consiste en una «proyección conceptual de un estado lingüístico dado» que, creyendo «definir los objetos, no plantea más que seres lingüísticos»9. Pero, ¿podemos concluir de aquí que toda la reflexión filosófica en torno al concepto de «ser» no constituye en el fondo más que una confusión acerca de las peculiaridades lingüísticas de un verbo singular? ¿Cuál sería entonces el sentido de la reivindicación por parte de Heidegger – y a partir de él de una parte de la filosofía contemporánea – de la necesidad de retomar esta cuestión? Uno de los propósitos de lo que sigue será examinar la pertinencia de estas críticas al papel del verbo ‘ser’ como herramienta de interrogación filosófica. Desde luego, parece innegable que la filosofía griega hace uso de las particularidades de un verbo singular y característico de una familia concreta de lenguas. En este sentido, no parece difícil aceptar que sin la presencia, históricamente contingente, de este verbo singular, la ontología no hubiera podido surgir o, en cualquier caso, la filosofía hubiera tenido una forma muy diferente a la que de hecho adoptó a lo largo de la tradición occidental. Sin embargo, ¿excluye esto necesariamente la posibilidad de que los diferentes significados que de forma contingente el griego reúne en un único y singular verbo sirvan para nombrar algo que no sólo es peculiar de la lengua griega, sino estructuralmente constitutivo de todo pensamiento o incluso de la realidad? Por otro lado, incluso si aceptamos, siguiendo a J.S. Mill, que los significados de ‘existir’ o de ‘ser alguna cosa específica’ recogidos en el verbo castellano ‘ser’, o en el inglés ‘to be’, nada tienen en común entre sí, ¿se concluye necesariamente de aquí que éste era el caso en lo que se refiere al verbo griego ? En lo que sigue examinaré, con el fin de abordar estas cuestiones, algunos recientes estudios que han analizado las peculiaridades lingüísticas del verbo ser en griego antiguo que pudieron ser relevantes en la utilización de este verbo como herramienta en el proceso de constitución de la filosofía griega. Siguiendo algunos de los resultados más relevantes de estas investigaciones, defenderé que la articulación de estos significados en torno al verbo griego , lejos de constituir «una desgracia para el género humano», proporcionó al pensamiento una potente herramienta para convertir en objeto de estudio algunas de las características más notables de la existencia humana. Sin embargo, el objetivo último de la exposición no radicará en comprender los detalles del uso filosófico de este verbo en la filosofía griega, sino más bien en tratar de esbozar algunas hipótesis acerca de la actual situación respecto a dicha cuestión: es decir, en qué sentido actualmente la cuestión del ser es simultáneamente rechazada y reivindicada como cuestión filosóficamente relevante.

8 Benveniste, op.cit., p. 71. 9 Benveniste, op.cit., p. 69.

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2. Usos y significados del verbo

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: más allá la dicotomía entre cópula y existencia

A lo largo de las últimas décadas, diversos estudiosos, entre los que destaca Charles H. Kahn – autor de un exhaustivo análisis de los usos prefilosóficos del verbo ser en griego arcaico y clásico cuyos principales resultados tomaremos en lo que sigue como punto de partida para nuestra reflexión10–, han coincidido en señalar lo inadecuado de aplicar la dicotomía, tal y como es planteada por Mill, entre un significado «copulativo» y un significado «existencial» del verbo ‘ser’ al análisis del verbo en griego arcaico y clásico. Como afirman estos autores, esta dicotomía quizás puede resultar apropiada para estudiar el funcionamiento del verbo ‘ser’ en nuestras lenguas modernas. Pero de aquí no se deduce necesariamente que sea legítimo proyectarla, tal y como se ha hecho, a las gramáticas descriptivas del griego antiguo que, de este modo, han venido a aceptar que los diversos usos de este verbo deben ser o bien «meramente copulativo» o bien «meramente existencial»11. La explicación habitual del origen de esta divergencia entre el significado meramente existencial y el meramente copulativo del verbo ‘ser’ suele suponer un estadio originario del indoeuropeo en el cual no había verbo cópula – y que por lo tanto recurría, como hacen aún otras muchas lenguas, a oraciones nominales sin verbo –, y en el que el verbo indoeuropeo *es-, del que deriva el verbo ‘ser’, funcionaba como un verbo normal con un significado cercano a «existir». En un estadio posterior de la lengua se comenzó a introducir en la frase nominal un verbo con la única función de aportar información sobre el tiempo o el modo de la oración, función para la que se tomó un verbo con la menor carga semántica posible, esto es, justamente el derivado del lexema *es- cuyo significado sería justamente el de la «mera existencia». Y así, con el paso del tiempo, en el uso copulativo del verbo, este débil significado existencial terminaría perdiéndose y convirtiéndose en «mera cópula», esto es, en un mero enlace entre un sujeto y un predicado que sólo añade a la oración persona, tiempo y modo, pero no contenido semántico alguno12. The Verb ‘Be’ in Ancient Greek

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Plato I, Hypomenata, Foundations

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of Language

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Traité de grammaire comparée des langues classiques

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Sin embargo, Kahn plantea en sus trabajos sobre el verbo griego algunas problemas que afectan tanto a la propia dicotomía entre un valor copulativo y otro existencial de este verbo como a la hipótesis del carácter originario del sentido existencial del verbo ser o, cuando menos, a la pertinencia de esta hipótesis para comprender el significado del verbo en su utilización como herramienta filosófica en los inicios de la filosofía. En lo que se refiere a la dicotomía, Kahn señala que ésta tiende a confundir una distinción sintáctica entre construcciones absolutas y predicativas del verbo ser con una distinción semántica entre un supuesto significado de «existencia» del verbo ser y algún otro significado – que en el caso de la «mera cópula» sería más bien ausencia de significado. Sin embargo, advierte, esta fusión de ambas distinciones sólo tendría sentido en el caso de que en todos los usos absolutos el verbo ser tuviera un sentido existencial y en todo uso predicativo careciera de significado. Sin entrar a considerar si esto es así en lenguas modernas, Kahn advierte de que éste no es el caso en griego antiguo, es decir: encontramos usos absolutos del verbo ‘ser’ que no tienen un valor existencial y usos predicativos en los que ‘ser’ no está semánticamente vacío13. Por lo tanto, parece que esta concepción no es adecuada para dar cuenta de los diversos usos del verbo en griego antiguo. Por otro lado, en lo que se refiere al supuesto carácter primario del valor existencial del verbo ser, para nuestro propósito – comprender los significados del verbo que pudieron jugar algún papel en su constitución como herramienta filosófica – sólo nos interesa su constatación de que, más allá de cuál pudiera haber sido el origen histórico del verbo, es un hecho probado que en todos los estadios conocidos – tanto por nosotros como por los primeros filósofos14 – de la lengua griega el uso copulativo o predicativo del verbo no sólo está bien establecido, sino que es, con creces, el principal15. Así, Kahn considera – y nosotros le vamos a seguir aquí – que este valor predicativo es el principal en el sistema griego del verbo , esto es,

The Verb ‘be’ in Ancient Greek, op. cit.

ibídem Foundations of Language 2

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en la

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Ilíada The Verb ‘Be’ in Ancient Greek, op.cit.

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no sólo aquel en torno al cual los demás significados se articulan16 sino – y esto es lo que nos interesa – aquel que, ciertamente en unión con el resto de significados del verbo, posee una significación filosófica fundamental. No podemos entrar aquí a exponer con cierto detalle los exhaustivos análisis que hace Kahn de los diferentes usos del verbo , ni su explicación del carácter fundamental – en este caso no desde un punto de vista diacrónico, sino desde el punto de vista de la gramática transformacional – del uso predicativo. Con lo que nos queremos quedar de estos análisis es con la consideración de que todos los diferentes usos o aspectos del verbo einai forman un sistema articulado entre sí. Un sistema en el que los aspectos más relevantes del verbo desde el punto de vista filosófico son cuatro: el uso predicativo como verbo cópula, lo que Kahn denomina el uso «veritativo» del verbo , lo que denomina el uso «locativo» o «existencial-locativo» y, por último, el valor «estático-durativo» del verbo ser. Así pues, será la singular articulación, característica del verbo ‘ser’ en griego antiguo, entre estos cuatro significados en un único y peculiar verbo lo que hacen de éste un recurso lingüístico interesante que terminaría por jugar un papel crucial en la constitución de la filosofía. Con el objetivo de comprender mejor cuál puede ser la relevancia filosófica de la articulación de estos diferentes usos o aspectos del verbo , haremos una breve exposición de su significado. En tanto que cópula, el valor sintáctico del verbo ‘ser’ es bien conocido: sirve como unión entre un sujeto y un predicado, esto es, como signo que indica la efectiva atribución del predicado al sujeto. Además, la existencia de la cópula indica – frente a la posible indefinición de la oración nominal sin verbo – que hay un enunciado, que efectivamente hay «decir» o, más exactamente, por seguir la definición aristotélica, que hay , decir que puede ser verdadero o falso. En efecto, si digo «la mesa – blanca», puede quedar indefinido si verdaderamente enuncio algo o se trata de un mero sintagma nominal que espera algún predicado para constituir una enunciación. Sin embargo, si digo «la mesa es blanca» queda claro que efectivamente hay un decir completo. Como es sabido, este uso predicativo ha sido ampliamente analizado tanto por Platón como por Aristóteles. Para éstos, todo decir (que pueda ser verdadero o falso) ha de ser necesariamente un , un decir «algo de algo», un decir «algo como algo». Así las cosas, «ser» en tanto que cópula sería el signo mismo de esta estructura subyacente a todo decir que pueda ser verdadero o falso, el signo mismo de la unión entre sujeto y predicado, el signo mismo de la predicación17. 16

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es (está)

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Ahora bien, resulta interesante constatar que Kahn defiende que en griego antiguo este uso predicativo del verbo ser no debe considerarse como «mera cópula», esto es, como mero signo de la atribución de un predicado a un sujeto. En la medida en que la construcción nominal sin verbo sigue siendo plenamente vigente en la lengua, el hecho de que haya cópula, de que se emplee el verbo ser, no es algo obvio y trivial, algo totalmente vacío de contenido semántico. Por el contrario, el uso predicativo del verbo ‘ser’ posee cierto contenido semántico directamente relacionado con el significado del verbo en sus usos no directamente predicativos18. En este sentido, el significado del verbo en su uso absoluto y predicativo que no estaría, tal y como señala Mill que es el caso en nuestras lenguas modernas, en una clara dicotomía entre significados verbales radicalmente diferenciados. Como ya hemos indicado, los dos significados principales del verbo en sus usos no copulativos, o cuando menos los filosóficamente más relevantes, son los que Kahn denomina el uso «veritativo» y el «existencial-locativo». En relación al uso veritativo de ‘ser’, no podemos olvidar que el propio Aristóteles, cuando observa que «ser se dice de muchas maneras» advierte que una de ellas equivale justamente a «ser verdad»19. Y en efecto, muchos usos absolutos de ser en griego clásico o arcaico deben ser traducidos justamente como «es verdad» o «es el caso»20. En relación a este uso «verídico» de nos interesan para nuestra argumentación dos cuestiones subrayadas por Kahn. En primer lugar, que hay una relación estrecha entre el uso veritativo y el predicativo. Y esto, a su vez, en el doble sentido de que, por un lado, toda predicación lleva implícita una afirmación, reclamación o exigencia de verdad y de que, por otro lado, como bien vio Aristóteles, la propia posibilidad de que haya verdad (y por tanto también falsedad) está ligada a la estructura «algo de algo» ( ) implícita en toda predicación. En segundo lugar, resulta interesante la constatación de Kahn de que estos usos veritativos del verbo ser parecen referirse tanto a proposiciones o pensamientos verdaderos como a «lo que es el caso», a las cosas que se muestran tal y como realmente son. En este sentido, la referencia a la «verdad» implícita en algunos usos griegos del verbo ser no remite sólo a una verdad lingüística sino a las cosas mismas21. En cuanto a los usos existenciales de ser, Kahn incide en que en la casi totalidad de sus apariciones – excepto algunas tardías en contextos sofísticos o filosóficos –, éstos tienen o

Foundations of Language 2

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Metafísica,

The Verb ‘Be’ in Ancient Greek, op.cit Foundations of Language 2

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un sentido «locativo» o un sentido que fácilmente se puede comprender como derivado de este significado «locativo»22. Así las cosas, en estos uso del verbo griego ser que podríamos denominar «existenciales», ser tiene el sentido de «estar presente», de la presencia localizada en algún lugar, sea éste explícitamente nombrado o no23. En este sentido, Kahn recuerda que nuestra noción moderna de «existencia» está estrechamente ligada a las especulaciones medievales sobre la «existencia» de Dios y, sobre todo, al problema, inaugurado por Descartes y típicamente moderno, de la existencia de un mundo exterior más allá o fuera de mis representaciones mentales. De hecho, resulta significativo constatar que ‘existir’ es un verbo que se caracteriza justamente por no admitir en ningún caso un uso predicativo, mientras que tanto Kahn como otros estudiosos de la cuestión24 insisten en que «ser» en griego, sea usado en una construcción predicativa o absoluta, siempre y en cada caso es concebido como «ser esto o lo otro», como ser algo concreto. La última característica del verbo griego ser que, como veremos, tendrá cierta relevancia en su suerte como herramienta de interrogación filosófica es lo que se puede denominar su valor «durativo» o «estático-durativo»25. En efecto, es importante tener en cuenta que el significado griego del ser se caracteriza por su continuidad y contraste con otros verbos (como por ejemplo o ú ) que también funcionan como cópula pero que, en contraste con , tienen un valor «dinámico» significando algo así como «devenir...», «llegar a ser...». En contraste con estos verbos, tiene un valor marcado de permanencia, de estabilidad temporal, de presencia, por tanto, no sólo en un sentido locativo, sino también temporal. En este mismo sentido, resulta significativo recordar que una de las características del verbo griego es que carece de aoristo y de perfecto, conjugando sólo el presente-imperfecto que representa la acción como durativa26. 3. Predicación, verdad y presencia como horizonte de la experiencia griega del ser Así pues, la característica principal del verbo griego es su articulación en un único verbo de cuestiones como «verdad», «predicación» y, más que «existencia» en sentido moderno, «presencia» (en un sentido tanto espacial como temporal). Veamos por tanto qué interés pudo tener para la filosofía griega nombrar esta conjunción. op.cit.

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Timeo

Física, Plato I,

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op.cit. fui, gewesen

was, were, en alemán war,

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Como se ha señalado, el uso principal del verbo ‘ser’ es el predicativo, esto es, su función principal en el sistema de la lengua griega es la de verbo cópula, la de efectiva atribución de un predicado a un sujeto. En este sentido, el verbo ser aparece como posible signo de cierta estructura característica de todo decir (o, más exactamente, de todo decir «apofántico», de todo decir que pueda ser verdadero o falso). En efecto, como bien mostraron tanto Platón como Aristóteles, todo decir que pueda ser verdadero o falso es siempre un decir «algo de algo», un decir «algo como algo» ( ): así si digo, pongamos por caso, que ‘Sócrates es un hombre’ estoy diciendo de «algo», en este caso de Sócrates, «algo», en este caso que es un hombre; estoy diciendo o mostrando o señalando «algo», a Sócrates, «como algo», como hombre. Pero incluso si digo que «Sócrates habla», y así en la oración no aparece como tal la cópula, el verbo ser, está misma estructura significada por el verbo ser está allí implícita como constitutiva de que allí efectivamente hay decir: también aquí digo de algo, de Sócrates, que es – o está-siendo – algo, en este caso un hablante. De este modo, en tanto que verbo cópula, ‘ser’ parece constituir un significante adecuado para significar esta estructura dual que parece constituyente de la relación entre decir y verdad. Es en el análisis del modo en que se articulan, se unen y separan, estos diferentes «algos» donde se juega eso que se denomina «verdad». O dicho de otro modo, el lugar de la verdad parece ser esta estructura dual de la que el verbo cópula es marca. Pues, ciertamente, es un hecho que hay multitud de lenguas que operan sin necesidad de introducir una palabra cuyo significado sea justamente el de significar que efectivamente se da esa unión (y separación) entre aquello de lo que se predica y aquello que se predica. Lo que no está tan claro es que una lengua pueda operar sin constantemente articular esta estructura dual, sin constantemente decir «de algo, algo» o «algo como algo». El verbo ‘ser’, en este sentido, ofreció a la filosofía griega una herramienta para tematizar y posteriormente analizar esta articulación constitutiva o constituyente de todo decir y de toda verdad (o falsedad). Al menos en este sentido, parece que la pertinencia filosófica de la articulación del uso copulativo y veritativo del verbo griego está fuera de lugar. Debemos recordar, sin embargo, que, tal y como hemos señalado, el verbo griego no sólo articula la noción de cópula o predicación con la de verdad, sino, también, estas dos nociones con la de «presencia», esto es, con el uso que, siguiendo a Kahn, hemos denominado «existencial-locativo». En este contexto, resulta significativo recordar que los propios usos veritativos del verbo se movían según Kahn en una ambigüedad entre una verdad lingüística y una verdad referida a «lo que es el caso», a la situación del mundo, a la presencia de las cosas mismas27. En cualquier caso, si atendemos a esta inclusión de 27

Metafísica

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la noción de «presencia» en el sistema de significaciones articuladas por el verbo griego , debemos concluir que en la noción griega de ser o, más bien, en aquello que la filosofía griega tematiza gracias al uso del verbo ‘ser’, esta articulación a la que hemos hecho referencia entre la «estructura dual» significada por la cópula y la «verdad» no es algo que atañe tan sólo al enunciado, sino más bien a las cosas mismas, a todo aquello que es. Así las cosas, eso tematizado por la filosofía griega mediante el recurso al verbo ‘ser’, no sería sólo la relación entre la verdad y el enunciado, la estructura del enunciado en tanto que lugar donde reside la verdad, sino el hecho mismo de que todo lo que nos rodea y nos hace frente, todo aquello con lo que siempre ya y en cada caso nos las habemos, se halla atravesado por esa estructura dual por la que en cada caso algo se muestra, aparece, se descubre como algo. En este sentido, la cópula en todas sus modalidades (en todas las formas en que de algo se dice «que es», esto es, en las diferentes «categorías») vendría a expresar cierta articulación que no sólo pertenece al enunciar, al decir, sino que más bien pertenece a todo lo que es, a todo lo presente o, si queremos, – a condición de que entendamos este «existir» como aquello que nos hace frente, aquello con lo que en cada caso nos las habemos – a todo lo que «existe». Pues, en efecto, eso con lo que en cada caso nos las habemos es siempre un mostrarse, un aparecer de cada cosa como aquello que es: esto como mesa, aquello como bolígrafo, eso otro como perro. Toda cosa está así siempre referida a algo que propiamente no es una cosa sino su ser... esto o lo otro. Así, en la medida en que nuestra atención no se dirige hacia la cosa en cuestión, sino hacia aquello que para cada cosa en cada caso consiste su ser-esto o lo otro (esto es su , su ), o incluso si, yendo más allá, nos preguntamos ya no por el tal o cual sino cuál es el estatuto mismo de éste frente a la cosa concreta en cuestión, un verbo que articula en sí la noción misma de predicación (en el sentido de la mencionada estructura dual), de presencia y de verdad (como manifestación o desocultamiento) constituye una herramienta filosófica sin igual. 4. La (im)pertinecia del problema del ser en la filosofía contemporánea. Los detalles en los que se articula, al hilo de la estructura de la predicación, este análisis de las diferentes formas en que de algo decimos «que es» son bien conocidos. En cualquier caso, y más allá de los detalles (y de la posible dependencia de éstos respecto de la estructura de la lengua griega), recordemos que el punto de partida de esta comunicación era el examen la objeción de Mill, según la cual en éstos opera una desafortunada confusión entre el sentido existencial y copulativo del verbo ‘ser’: la suposición de que la palabra ser «cuando significa existir y cuando significa ser alguna cosa específica (…) debe todavía, en

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el fondo, responder a la misma idea»28 , así como la relación de esta constatación con la exigencia heideggeriana de retomar la cuestión del ser. Conforme a lo visto hasta aquí, podemos afirmar que, en efecto, es una hipótesis central en la reflexión filosófica griega en torno al ser la defensa de que todo lo que es («existe») es siempre y en cada caso alguna cosa específica. De hecho, es justamente esa vinculación entre todo lo que me rodea y la estructura dual característica de la predicación, esa estructura conforme a la cual todo lo que es es algo concreto y determinado – llámese a este algo concreto y determinado , , –, lo que constituye el hilo conductor de la reflexión griega sobre el problema del ser. En este sentido, incluso se llegará a decir que es este ser-algo-determinado lo que por encima de todo verdaderamente es, esto es, es lo que más es, lo que . Y, efectivamente, desde nuestro horizonte de comprensión de lo que quiere decir que algo es, resulta casi obligado considerar que ese ser alguna cosa específica, eso que se predica de la cosa en cuestión, propiamente no tiene ser, esto es, no existe, no es algo que exista – que sea – más allá de mi propia representación. Y en este sentido, desde nuestra comprensión de lo que quiere decir ser, ciertamente, en la reflexión ontológica griega encontramos una falta de distinción entre el «ser» expresado en la noción de «existencia» y el «ser-esto-o-lo-otro», el «ser-algo-determinado», expresado en la predicación. Sin embargo, esto es así porque el problema que la filosofía griega trató de tematizar con el uso filosófico de este verbo no radica en ningún caso en justificación de la verdadera existencia de un mundo más allá de mis representaciones, sino en la adecuada captación de aquello en que para cada cosa consiste ser-algo determinado. En este sentido, atribuir a los usos generalmente clasificados como «existenciales» del ser en la filosofía griega algo similar a nuestra noción de «existencia» supone una deformación del tipo de problemas que realmente se están planteando allí, una interpretación de lo que allí se está problematizando desde conceptos que, por más que derivan del curso de la problemática que allí se esboza, son ajenos a la cuestión originariamente planteada. Recordemos, en cualquier caso, que al comienzo de esta exposición se advertía de que el objetivo de ésta no radicaba tan sólo en comprender cuál pudo ser el significado del verbo ser como herramienta filosófica en el proceso griego de constitución de la filosofía, sino más bien tratar de comprender la singular situación contemporánea respecto a este problema. Pues si, como hemos señalado, es un rasgo constitutivo de nuestro horizonte de experiencia de las cosas la consideración de que el problema de la existencia de éstas es algo diferente de su «ser-algo-determinado», del «como-qué» estás en cada caso se me aparecen, de que una cosa es el como-qué yo percibo, represento, digo o interpreto la cosa que es, y otra bien diferente la existencia de esta cosa más allá de mi percepción, representación, enunciación o interpretación, ¿cuál es el sentido de la reivindicación por parte de Heidegger de la necesidad de retomar la cuestión del ser? ¿Acaso quiere borrar Heidegger de un plumazo 28

A System of Logic, op.cit

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esta esencial distinción? ¿Quiere retornar a una concepción substancialista del ser en la que formas e ideas vuelvan a tomarse como partes constitutivas de la realidad? En unas lecciones de 1935 Heidegger constataba ante sus oyentes el carácter esencialmente ambiguo y vacío de lo que hoy entendemos por «ser». El «ser», decía citando a Nietzsche, no es sino «el último humo de una realidad que se evapora»29. Sin embargo, al tiempo añadía que es en ese «ser» convertido en mero humo, en mero vapor, o mejor dicho, es en este propio proceso por el que se convierte el «ser» en un mero vapor o en un pseudoproblema, donde se juega el destino histórico de occidente30. Es bien sabido que una de las tesis más repetidas por Heidegger es la que afirma que en el proceso griego de constitución de la filosofía el ser de lo que es se ha interpretado desde una hegemonía, no siempre explícitamente pensada, de lo presente, de lo permanente, por tanto, de una determinada comprensión de la temporalidad31. La metafísica occidental, nos dice Heidegger una y otra vez a lo largo de sus textos, ha sido y es la metafísica de la presencia, de la actualidad, de lo que está-ahí-delante (das Vorhandene). Y, en efecto, no podemos olvidar que en nuestro examen de los valores del verbo griego que jugaron un papel relevante en el proceso de constitución del pensamiento filosófico occidental vimos que una de las características de este verbo era su valor «estático-durativo», su implícita asociación con lo que permanece en la actualidad de la presencia. En este sentido, Heidegger subraya que en conceptos como o , decisivos en el intento griego de captar y llevar a concepto en qué consiste para todo «lo que es...» su «ser...», resuena de forma implícita una primacía de lo presente, de lo actual, de lo constante y permanente32. Así, el aspecto durativo implícito en los diferentes usos del verbo griego ser terminará por orientar la dirección de la interrogación ontológica griega a la conversión del irreductible aparecer o mostrarse como algo de cada cosa (su ser esto o lo otro) en algo que pueda ser fijado, en algo que permanece constante y unifica en torno a sí la pluralidad y singularidad de los casos particulares. Y es en este proceso de fijación e incluso ontificación del irreductible ser... de las cosas, observa Heidegger, donde surge la necesidad de distinguir entre el qué-es y el quees de la cosa, entre su esencia y su existencia. Y donde, en la medida en que ese irreductible 29 Nietzsche, Götzendämmerung VIII, 78. Citado por Heidegger, Einführung in die Metaphysik, Tübingen: Niemayer, 1998, p. 27. 30

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Heidegger, Einführung in die Metaphysik Sein und Zeit, op.cit Einführung in die Metaphysik, op.cit Nietzsche II

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Ontology Studies 11, 2011

Iñigo Galzacorta Muñoz

ser esto o lo otro de cada cosa se conceptualiza desde el horizonte temporal de lo presente, de la permanencia, de la actualidad, la cuestión del ser terminará por aparecer, al cabo de una larga historia, como «el último humo de una realidad que se evapora»33. No podemos entrar a analizar aquí los detalles del análisis heideggeriano de la historia de esta comprensión metafísica del ser desde la primacía de la presencia. En cualquier caso, es esencial a su análisis la constatación de que la actual situación por la que la noción de ser aparece como ambigua y vacía, el problema del ser como algo confuso y sin sentido, tiene su origen en este planteamiento inicial por el que ser se interpreta desde la hegemonía de la presencia. En este sentido, no debemos olvidar que su reivindicación de la necesidad de retomar la cuestión del ser no tiene en ningún caso ser la voluntad de volver a elaborar una nueva ontología que supere los posibles errores de las anteriores34. Por el contrario, se trata de entender qué es lo que ocurre hoy con nuestra comprensión de lo que quiere decir «ser», por qué lo que en su día fue el objeto siempre buscado por la filosofía aparece hoy diluido en diferentes significados que ya nada tienen que ver entre sí. Pues quizás – y éste creemos que es uno de los puntos claves para comprender el posible significado de la reivindicación heideggeriana de la necesidad de retomar el problema del ser para la praxis filosófica contemporánea – en la comprensión del horizonte desde el que hoy entendemos lo que quiere decir «que es», y por tanto, en otras cosas, de la divergencia entre lo que quiere decir «existir» y «ser algo determinado», esté la clave para comprender la singularidad histórica de nuestro tiempo y con ello algunas de las dinámicas que rigen los acontecimientos más característicos de nuestra época. Pues, advierte Heidegger, las transformaciones que a lo largo de la reflexión ontológica occidental han tenido lugar en el horizonte desde el que en cada caso comprendemos lo que quiere decir «ser» «ejercen su dominio no sólo dentro de la filosofía occidental … [sino que] ellas atraviesan todo saber, hacer y decir también ahí donde donde no son propiamente expresadas o no en esos términos»35. Y en este sentido, comprender que y por qué «ser» ya no es una herramienta adecuada para nombrar «lo que es» se convierte en una tarea filosófica necesaria para comprender adecuadamente lo que hoy ocurre y acontece, esto es, lo que hoy es.

33

Götzendämmerung

34 Einführung in die Metaphysik, op,cit. 35 Heidegger, Einführung in die Metaphysik, op,cit.

Einführung in die Metaphysik,

El verbo ‘ser’ como herramienta de interrogación filosófica: cópula...

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