El uso de la crueldad, el terror y la violencia en la conquista de América

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Descripción

Arnau Fernández Pasalodos. Universidad Autónoma de Barcelona.

El uso de la crueldad, el terror y la violencia en la conquista de América.

El uso del terror, la crueldad y la violencia extrema sistemática con fines político-bélicos de conquista y sometimiento es conocido desde el mundo griego. Probablemente, el miedo es la mejor herramienta de coerción ante un enemigo, y ya el padre José de Acosta decía que la crueldad hispana en las indias fue superior a la griega y romana. El militar prusiano Carl von Clausewitz señalaba en el siglo XIX que “la guerra es un acto de violencia destinado a obligar al adversario a hacer nuestra voluntad”, una cita absolutamente aplicable al proceso de conquista de las Indias que devino a partir de la llegada de Colón a América el 12 de octubre de 1492. Se buscó mediante la guerra, la violencia y el terror el sometimiento de los indígenas a merced de la voluntad de los conquistadores cristianos. En el Nuevo Mundo el asesinato en masa no fue espontáneo ni casual, fue organizado y sistemático, solamente cabe analizar como una de las mejores fórmulas sino la mejor para minar la voluntad de resistencia indígena consistió en llevar a cabo matanzas programadas. Por ejemplo, Pánfilo de Narváez en Camagüey en 1513 protagonizó una autentica masacre que según el padre Las Casas el motivo de esta no fue otro que el gusto por el derramamiento de sangre. Los indios absolutamente atormentados huyeron dirección a las Bahamas. Las masacres fueron especialmente utilizadas en la conquista del Imperio mexica (1519-1521). La matanza de Cholula es claro ejemplo de la voluntad de imponerse mediante el terror, ante las sospechas de Cortés sobre ser traicionado por los cholultecas, ordenó la matanza de la mayor parte de la elite político-religiosa, y dio orden de arrasar a sangre y fuego la ciudad, ese era el precio a pagar ante una posible traición. La violencia era parte estructural de la conquista, es innegable ante la gran cantidad de narraciones, denuncias y crónicas escritas por coetáneos a los hechos. Se fue creando un aprendizaje sobre como someter a los aborígenes mediante tradiciones bélicas heredadas de la Edad Media. La actuación hispana en las islas del Caribe fue una “escuela de los horrores” para muchos conquistadores que practicarían a lo largo y ancho del continente lo que allí habían aprendido. Aunque ha habido corrientes de opinión como la conocía “Leyenda Negra” que niega el uso sistemático del terror y la violencia en el proceso de conquista de las Indias, es todo un despropósito que falta a la verdad dado que contamos con testimonios de la época que indican que la violencia, el terror y el asesinato estuvieron presentes en todo el continente, como el padre Las Casas o los mismos indígenas. Pero incluso los historiadores

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contamos con el testimonio de la propia monarquía, como por ejemplo las acusaciones que vertió contra Hernán Cortés en su juicio de residencia (1526-1529) en donde se hacía referencia a “crímenes, crueldades y arbitrariedades durante la guerra”. Son tan evidentes las malas acciones y los abusos cometidos que los hispanos de América recibieron bulas de perdón (Ramos, 1998, pg.165), un indicador clarísimo de los abusos cometidos en las Indias, puesto que uno no puede tener remordimientos si ha actuado honrada y correctamente. La aplicación de la crueldad, el terror y la violencia extrema fue directamente proporcional a la ingente cantidad de población que debían dominar en el territorio debido a las expectativas de obtener allí oro, plata y esclavos. Se desarrolló una cultura de la agresión que provenía de una tradición de comportamiento bélico en las Indias que tenía precedentes en las conquistas de Granada y Canarias, en la guerra contra el no cristiano y como base en la violencia propia de las sociedades medievales. En palabras de Luciano Pereña1 “con la llegada de los españoles a América empieza la invasión de un continente en un proceso de genocidios, represiones y expoliaciones. La conquista es la que mejor simboliza la historia del continente americano en estos quinientos años. Y en 1492 nace el colonialismo europeo, empieza la destrucción de culturas y se imponen una serie de estructuras que hasta nuestros días condicionan el desarrollo y la soberanía de los pueblos indios” (1992, pg. 11). Se inicia la destrucción, el expolio y la represión contra la identidad milenaria del continente americano. Se produjo una violencia sistemática desde La Española hacia todos los territorios conquistados: San Juan, Jamaica, Cuba, Nicaragua, Nueva España, Guatemala, Yucatán, Jalisco, Cartagena, Venezuela, Florida, Perú, Nuevo Reino de Granada, etc. Las matanzas de los indios que comenzaron con Colón nunca cesaron, y la Europa del XVII acusó a la Corona española de masacre y represión a los indios a causa de la avaricia de los conquistadores y de la ambición de sus reyes, y que España llevó a cabo el lento genocidio de los indios americanos. Condenaron a los conquistadores por criminales de guerra y a la Corona por crímenes contra la humanidad. Eduardo Galeano2 concluyó con que el genocidio de América fue resultado final de las guerras de conquista, de la política colonial de explotación en beneficio del capitalismo europeo en expansión. Dominar a los indios nómadas fue más difícil que a los indios incas o mexica. La invasión militar hispana en todos los territorios americanos, como señala Carlos Lázaro Ávila, debemos considerarla como un elemento generador de una nueva dinámica sociocultural, que en su 1

Luciano Pereña es el autor de Genocidio en América, obra publicada en 1992 en la que defiende que conquista de las Indias puede tacharse de genocidio por su organización. 2 Eduardo Galeano, reconocido escritor uruguayo conocido por la defensa del indigenismo, movimiento político y cultural que pretende proteger la identidad política y social y el valor de la cultura amerindia.

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conjunto originó una identidad indígena diferente, en tanto en cuanto existen una serie de elementos novedosos asociados a la guerra que no aparecieron en la anterior experiencia bélica prehispánica de estas sociedades. Bartolomé de las Casas y otros testigos de la violencia. Desde la llegada de los hispanos al Nuevo Mundo surgieron voces críticas ante el sometimiento y las atrocidades que los conquistadores estaban aplicando a los aborígenes americanos. Probablemente el personaje más conocido por la historiografía que denunció el uso del terror, la violencia y señaló las consecuencias negativas del uso de las encomiendas fue el padre Bartolomé de las Casas (1474 o 1484 – 1566). Reconocidísima es su Brevísima relación de la destruición de las Indias publicada por primera vez en 1555, en la que narra las matanzas y castigos de gente inocente y la despoblación de pueblos, provincias y reinos. Denunciándolo ante el emperador y su Corte habla de la destrucción de las Indias, de la sistematización de la crueldad y del uso de la violencia para la ocupación militar. Según este en primer lugar se mataba al cacique y una vez muerto era mucho más fácil dominar al resto de indios, creándose un vacío de poder. En segundo lugar se era extremadamente cruel en la guerra contra el indio. Y en tercer lugar denuncia la utilización de las masacres para doblegar las resistencias de grandes poblaciones ante el bajo número de hispanos, creando el terror y el más absoluto pánico entre los supervivientes. Otros hombres de fe como el franciscano Toribio de Benavente también denunciaban el uso indiscriminado de la violencia y el asesinato en masa de indígenas. Los religiosos fueron los más críticos ante esta situación. El padre Las Casas caracteriza a los indios como “gentes pacíficas y humildes y masas que a nadie ofenden”. Y califica a los conquistadores cristianos de “lobos, tigres y leones”, la actuación de los cuales ha provocado la despoblación de las islas del Caribe en primera instancia y del posterior territorio continental americano conquistado. Los indios eran “comidos” (asesinados) por la desmedida “hambre” de oro de los hispanos. En sus palabras el trato dado al indio es peor que el dado a los animales. Tan fuerte es el abuso sobre el indio que cuando narra los hechos acontecidos en la isla de Cuba escribe: “dijo el cacique sin más pensar, que no quería él ir allá sino al infierno, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente” (2005, pg. 88). Comprobamos que tal era el rechazo y el pánico a los hispanos, que en palabras de un cacique indio estos preferían ir al infierno antes que ir al cielo tras morir y volver a encontrárselos. El padre Las Casas no tiene reparos a la hora de narrar las atrocidades cometidas por los hispanos: “entraban en los pueblos (en La Española), ni dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre por medio, o le 3

cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas” (2005, pg.77). Cita también el uso del fuego para el asesinato y la tortura a un nivel extremo: “hacían unas horcas largas que juntasen casi los pies con la tierra, y de trece en trece, en honor y reverencia de Nuestro Redemptor y de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos”. (2005, pg.77). Es tal la violencia ejercida en Nueva España que el padre Las Casa llega a poner en peor lugar al conquistador cristiano en América que al infiel musulmán: “lo que ellos llaman conquistas, siendo invasiones violentas de crueles tiranos, condenados no solo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas, como lo son y muy peores que las que hace el turco para destruir la Iglesia cristiana” (2005, pg. 101). Un factor que también influyó en el despoblamiento y que de igual modo se pude considerar como violencia ejercida por los hispanos fue la separación de las familias tal como lo hace constar el padre Las Casas: “por estar los maridos apartados, que nunca veían a las mujeres, cesó entre ellos la generación” (2005, pg. 85). Gonzalo Fernández de Oviedo3 denunció las torturas y tormentos a las que sometían a los indios para lograr oro; a unos los asaban, a otros los lanzaban a los perros para que se los comieran vivos, y fueron esclavizados o expulsados de sus territorios tantos otros. Culpa de los crímenes a gobernadores y a los codiciosos conquistadores, capitanes y soldados. Aunque exculpó siempre a la Monarquía, que cree que esta era engañada y sus leyes incumplidas, una tónica de exculpación general encontramos en la mayoría de cronistas de la época en relación a la Corona. Pedro Cieza de León, cronista de la conquista y las guerras civil del Perú, confesaba en sus escritos haber omitido deliberadamente relatos donde aparecía la crueldad hispana. Según él nunca acabaría de contar atrocidades si alguien le hubiese ordenado hacerlo. En palabras de José Acosta, jesuita misionero en América, la violencia contra los incas fue inaudita: “estando yo en la isla de San Juan, llamada en otro tiempo Boriquén, oí a una persona principal, digna de todo crédito, que en cierta ocasión hacia él un viaje por la isla, cuando sorprendido por un aguacero y una fortísima tormenta, se refugió en una cueva o caverna. Cuando se le fue haciendo la vista la oscuridad, echó la mirada a un ingente montón de cosas revueltas y esparcidas por aquí y por allá. Al darse cuenta de que eran huesos humanos y quedar sorprendido ante el número, preguntó la causa. Un compañero de viaje, criado en aquellas tierras, le dijo que aquellos eran los restos de los indios muertos en años anteriores. Parte por la experiencia que tenían de la ferocidad de los españoles, parte por un excesivo temor a la debilidad de sus fuerzan, solían ocultarse por grupos de cien y de más en

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(Madrid, 1478 – Valladolid, 1557). Fue militar, escritor, cronista y colonizador español. Capitán de los ejércitos del emperador Carlos V, gobernador general de la Fortaleza de Santo Domingo y La Española.

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las escondidas tinieblas, y allí consumidor por el hambre y el miedo, esperar voluntariamente la muerte”. (Pereña, 1992, pg. 84). Los cronistas de la época como Cieza de León o fray Pedro de Aguado fueron ya muy críticos en el uso de la violencia y el terror durante los procesos de conquista y asentamiento. Los cronistas de Indias se vieron ante la situación de tener que justificar la crueldad utilizada por los cristianos, y argumentaron causas como supuestos espionajes, motivaciones bélicas, ataques contra los caballos, uso de armamento hispano tomado en las batallas, castigo por la muerte de españoles, rebeldía aborigen, el canibalismo de algunas etnias, etc. Violadas, abrasados, ahorcados, mutilados, desangrados… El motor de la conquista era el oro y el combustible la codicia. Pedro de Cieza veía en esta última, la codicia, una de las causas fundamentales de la destrucción de las sociedades aborígenes. La principal arma de los hispanos en las Indias fue la voluntad por conquistar, reducir y controlar, y para ello se ayudaron tanto de los propios aborígenes como de las prácticas aterrorizantes. Sabían que debían buscar aliados haciéndose con el control de personas de gran importancia dentro de las comunidades aborígenes, y debían masacrar haciendo un uso planificado de la violencia. Se utiliza el abuso sexual de las indias para hundir psicológicamente al enemigo formando estas parte del botín de guerra. La tecnología armamentística europea, los caballos, el uso del escudo, etc. Todo tuvo trascendencia, pero lo más importante y decisivo fueron los propios indios que aliados con los hispanos contra enemigos autóctonos ayudaron a la consecución del proceso de conquista. Aunque fuesen en las crónicas los grandes olvidados, Cortés utilizó en los tres años de conquista 1822 soldados europeos, con ello dice haber conquistado 250.000 km2 y once millones de personas, manipulando así la historia puesto que hay que sumar a los aliados indios. En 1521 a la toma de Tenochtitlan le acompañan unos ciento cincuenta mil aborígenes, sin ellos no hubiera sido posible. Se exageraba el número de adversarios y se desconsideraba la ayuda indígena aliada. La principal arma aborigen era su número, pero no supieron utilizarlo. De haber sido así la conquista hubiese terminado antes de empezar. Los indios lucharon aferrados a sus costumbres y la descoordinación imperó. En América reaparecieron los excesos ya producidos en la conquista de las Canarias, como colgar y empalar a las víctimas, descuartizarlas, cortarles las manos y pies, ahogarlas, quemarlas vivas, etc. Las amputaciones de manos y la tortura en general, la esclavización del indio y las matanzas fueron las principales medidas de represalia de los conquistadores en el Nuevo Mundo desde la llegada de Colón a la Española. Se utilizó la mutilación, y no solo contra 5

aborígenes, también contra enemigos políticos presentes en América. Las amputaciones no se limitaban a las manos, se amputaban pies, piernas, narices, pechos, dedos, etc. Servían para crear miedo entre el aborigen. Cortés mutiló a diecisiete indios en Tlaxcala, mandándolos de vuelta a su campo y causando pavor entre los indios puesto que era algo terrorífico a la par que novedoso para ellos. En Nueva España el castigo habitual a los jefes i espías chichimecas era el ahorcamiento. Los gobernadores y conquistadores mandaban juntar a los indios prisioneros y les cortaban a unos las narices, a otros las orejas, las manos o los pies, y luego les curaban con aceite hirviendo. Eran castigos ejemplarizantes. El virrey Mendoza era partidario de utilizar el ahorcamiento, pero viendo él que dicho castigo no asustaba lo suficiente a los indios, decidió utilizar el aperreamiento o destrozar sus cuerpos a bocajarro con artillería. Pedro de Ahumada, por ejemplo, mandó quemar y cortar pies y manos a más de trescientos indios chichimecas en 1561. El número de indios torturados, asesinados y mutilados podía llegar a ser altísimo en cortos espacios de tiempo. Las ejecuciones de caciques y personajes notables conseguían aterrorizar a los indios y desarticular su resistencia. Las matanzas eran muy solventes para dominar a los indios. Según el padre Las Casas en la isla de Saona para vengar la muerte de españoles se pasó a chuchillo a unos setecientos indios y como resultado los indios comenzaron a enviar mensajeros diciendo que no quieran guerra, que ellos los servirían y que por favor no los persiguiesen. La hoguera también se utilizaba con ánimo ejemplarizante. Se quemaba a caciques y notables delante de hijos y herederos para hacerles escarmentar. Nadie clamaba por la crueldad contra el indio, porque funcionaba. Durante el sitio de Cuzco (abril de 1536 a febrero de 1537), ante la dificultad de tomar la ciudad, en un último intento se tomó a unos trescientos indios presos y se les cortó la mano derecha y fueron enviados al Inga. Fue tanto el temor que los demás cobraron ante tales mutilaciones, que todas las guarniciones que estaban en la comarca se deshicieron. Eran medidas eficaces, el terror funcionaba y era frecuentemente utilizado contra posibles espías, que no se les ejecutaba, si no que una vez mutilados se les mandaba de vuelta a su pueblo para servir de aviso ante quien quisiera espiar a los hispanos. En numerosas ocasiones las atrocidades se cometían por imperativo militar, buscando la derrota psicológica del enemigo. Un caso de extrema violencia se dio en Nueva Granada en 1544, Lázaro Fonte fue juzgado por asesinar a cuarenta caciques quemándolos vivos y amputando los pechos a sus mujeres, se justificó diciendo que si no se producían matanzas de caciques con cierta periodicidad los indios se alzaban y rebelaban. La matanza en el templo de Axayáctl protagonizada por Pedro de Alvarado será una de las más reconocidas en la historiografía de la conquista. Ante la presencia de entre seiscientos o setecientos miembros de la elite mexica en una celebración en honor a dos de sus dioses, los castellanos aprovecharon para pasar a chuchillo a la elite de 6

Tenochtitlan. En la conquista del Imperio inca no faltaron las matanzas y masacres que estuvieron presentes en todos los territorios conquistados. En 1532 Pizarro y su hueste entraban en Cajamarca esperando entrevistarse con Atahualpa. Los hispanos aguardaron la llegada de este y su sequito en la plaza central de la ciudad y se dio la orden de disparar una vez hubiesen entrado los indios. La caballería e infantería irrumpieron en la plaza a la llegada de Atahualpa siendo tal el pánico en los indios que iniciaron una huida descontrolada. La infantería pasó a espada a los que quedaban en la plaza y la matanza se prolongó hasta la noche. Según el hijo de Manco Cápac los españoles mataron todos los aborígenes como quien mataba ovejas. Tal fue la confusión creada por la artillería, los caballos y por la violencia a la figura del emperador que nadie levantó un arma contra los españoles, huyeron en vez de guerrear. Murieron entre dos mil y ocho mil indios, y solo un esclavo africano de Pizarro por parte hispana. Las matanzas continuaron para asegurarse el territorio, al igual que la práctica de mutilaciones, aperreamientos, ahorcamientos, etc. En la conquista del actual Paraguay el capitán Martínez de Irala a modo ejemplarizante por la muerte de castellanos a manos de payaguaes mandó atar a cinco de estos a un árbol, y se hizo una gran hoguera a cierta distancia, así se fueron quemando vivos poco a poco. Los perros también provocaron pavor entre indios. El aperreamiento se utilizó en la conquista, se solían lanzar contra el cacique de turno a la vista del resto de indios y los perros se comían vivo al indio. Las armas de fuego resultaron útiles, los indios contaban con armas de piedra y madera, además estos aprendieron demasiado tarde las tácticas de combate hispano. El arma más mortal del indio era la flecha envenenada pero su uso no era generalizado en todo el continente. La espada de acero europea fue probablemente el arma hispana más importante, en combate cuerpo a cuerpo no tenían rival. Los efectos de las armas europeos que mataban a distancia debió suponer un gran choque los indios, difícil de superar, pues estos estaban adaptados a una manera de guerrear que hacía del cuerpo a cuerpo su razón de ser. El empalamiento no generalizó tanto su uso como otros métodos de tortura y asesinato en la conquista de las Indias. Se utilizó especialmente en las conquistas de Nueva Granada, Venezuela y Chile. … y finalmente vencidos. En toda guerra o proceso de conquista hay vencedores y vencidos, y en el caso americano solamente necesitamos ver las cifras de la despoblación aborigen desde la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Guanahani para saber quiénes fueron los vencidos. Los demógrafos Cook y Borah sostienen que en México la población disminuyó de 25,2 millones en 1518 a setecientas 7

mil personas en 16234. Según H. F. Dobyns el 95% de la población total de América murió en el primer siglo y medio después de la llegada de los conquistadores5. Aunque Dobyns defiende que la principal causa de muerte entro los indios fueron las enfermedades y epidemias, no podemos utilizar la aparición de estas para menospreciar la enorme incidencia que tuvieron en la altísima mortalidad entre los indios las guerras genocidas de los hispanos, el uso del terror y la violencia sistemática, el sistema de la encomienda, los desplazamientos forzosos de población, etc. El efecto aniquilador de las guerras y la represión en territorio americano no se limitó a las pérdidas por violencia directa, sino que generó consecuencias indirectas como el abandono de tierras y ganado generando hambre y malnutrición, favoreciendo así el mayor contagio de enfermedades como la viruela o el sarampión. Se destruyeron al mismo tiempo recursos e infraestructuras que aumentaron aún más si cabe los factores necesario para que se produjese una autentica aniquilación del indio aborigen. Afirmar que lo que se produjo en América no fue un genocidio, un exterminio sistemático y deliberado a la vista de los datos aportados con anterioridad, es cuanto menos una ofensa a la historia y al pasado de una población milenaria que se vio arrasada a sangre y fuego por hombres a los que no les tembló el pulso para llevar a cabo ejecuciones masivas, ni para mandar mutilar a centenares de personas, ni para violar y asesinar impunemente a hombres, mujeres y niños. Un genocidio en aras de conseguir oro, plata, esclavos y más oro.

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COOK, S. F. & BORAH, W. W. (1963). The Indian population of Central Mexico. Berkeley: University of California Press 5 DOBYNS, H. F. (1983). Their number become thinned: Native American population dynamics in Eastern North America. Knoxville: University of Tennessee Press.

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Bibliografía. -

COOK, S. F. & BORAH, W. W. (1963). The Indian population of Central Mexico. Berkeley: University of California Press.

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