El turismo y la Arqueología, una mirada posmoderna

August 29, 2017 | Autor: P. Funari | Categoría: Arqueología, Historia, Patrimonio Cultural, Turismo, Turismo Cultural
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Descripción

FUNARI, P. P. A. ; Alfonso, L.P. ; Manzato, F. . El turismo y la Arqueología en el Brasil: una mirada posmoderna. In: Alexander Herrera. (Org.). Arqueología y desarrollo en América del Sur: de la práctica a la teoría. 1ed.Bogotá: Uniandes, 2013, v. 1, p. 3756. El turismo y la arqueología en el Brasil: una Mirada posmoderna en dos estudios de caso Pedro Paulo A Funari1 Fabiana Manzato2 Louise Prado Alfonso3

Introducción Desde una perspectiva teórica, la arqueología ha partido de una relación neutral y alejada de la sociedad, en dirección de una clara interrelación con todos los aspectos de la vida social. La arqueología ha quedado por la mayor parte de su historia inicial, desde el siglo XIX, como una actividad positivista, asociada a las camadas superiores, al imperialismo y a mirada aristocrática. Como ha dicho el arqueólogo social latinoamericano, Luís Lumbreras, en su libro clásico sobre la arqueología como ciencia social, publicada en la década de 1960, la disciplina era arma de la opresión del pueblo. Con todo, la arqueología ha perdido su inocencia, como subrayaba David Clarcke y los arqueólogos se quedaron, cada vez más, conscientes de los aspectos inevitablemente sociales de la disciplina. Del estudio del pasado para el estudio de las relaciones de poder, como han dicho de manera pionera Michael Shanks y Christopher Tilley en 1987, la arqueología ha colocado en el centro de las discusiones epistemológicas la relación de los arqueólogos con las comunidades, con nativos y con las personas comunes en general. Una epistemología posmoderna considera además que todo tipo de entendimiento del pasado debe considerar las maneras como la arqueología es parte del consumo cotidiano del pasado (Rowan y Baram 2004). La visita a sitios y el turismo arqueológico es parte de una industria turística más amplia, que incluye las vacaciones arqueológicas (Rowan y Baram 2004: 210). Como enfatizan Rowan y Baram (2004:7), el pasado, representado por artefactos, museos y lugares escavados, es más y más transformado en mercancías como parte de la industria turística. “Considerando que el mundo no caiga en guerra o recesión global, el turismo va a continuar creciendo de manera exponencial” (Kohl 2004: 299). Más de setecientos millones de personas viajan entre países a cada año, para no mencionar el substancial turismo interno (Pinter 2005: 9-11), una parte importante por atracciones arqueológicas. Barbara Little y Francis Macnamon (2005:14) resaltan que el turismo puede ser usado para efectivamente ampliar las conversaciones públicas para incluir la arqueología y su perspectiva única del pasado. El turismo e la arqueología se encuentran pues en un nivel epistemológico, cuando consideramos que el discurso arqueológico sobre el pasado es una preocupación del presente y que el turismo es la búsqueda de una experiencia con la diferencia, en el tiempo y en el espacio (Funari y Pinsky 2003; Prentice 2005; Richards 2007). El contexto posmoderno nos desafía a todos, en la medida en que la mercantilización turística de los sitios, artefactos y museos 1

Departmento de Historia, Universidad de Campinas, Brasil. Estudiante de doctorado, Universidad de San Pablo, Brasil. 3 Estudiante de doctorado, Universidad de San Pablo, Brasil. 2

arqueológicos es generalizada. En la industria turística, el patrimonio es algo en creciente posibilidad de compra y transformación en objeto (Ardren 2004; González 2003). Cuestiones relativas a propiedad, cura, gestión y representación se muestran contestadas entre los diversos agentes (Morse 1994; Castañeda 1996; Joyce 2005: 254; Brit y Chen 2005:26; Coriolano 2004:30; Pikirayi 2009: 125). Se consideramos las discusiones epistemológicas recientes sobre el rol de la interacción con el pueblo en una ciencia menos excluyente, como arqueólogos tenemos que llevar en cuenta la diversidad de voces y consultar con los agentes sociales (Shackel 2005:35; Rodriguez y Alfaro 2003: 296; Carrasco et al. 2003: 325; Guevara 2003).Una interpretación arqueológica informada es importante en la protección del patrimonio por el propio pueblo (Merriman 2005:36). Diversidad es la palabra clave aquí. El turismo puede ser visto como una estrategia para contextualizar la diferencia cultural y para interpretarla (Salazar 2006: 109). El turismo cultural está fundado en la existencia de la diferencia (McKercher y Du Cros 2002; Brodie 2005), mientras los modernos estados nacionales fueron forjados en la supresión de la diferencia cultural (Meskell 2005: 135). Esto significa que el turismo arqueológico puede ser usado de manera creativa, incentivando la interacción de arqueólogos con la gente, llevando a la producción y construcción de continuidades culturales entre pasado y presente (Silverman 2002; Schneider 2006; Zapata 2006; Poblete 2003; Musteata 2009; Mortensen 2007), resultando en una comprensión más profunda no solo del pasado, sino de los usos presentes del pasado. Turismo y arqueología en el Brasil El Brasil fue habitado desde al menos diez mil años y cuando los portugueses llegaron a partir de 1500 ellos interaccionaron con innombrables tribus indígenas. Desde el siglo XVI tardío, esclavos africanos fueron usados para explotar primero la caña de azúcar en la costa, en los dos primeros siglos de colonización, seguidos por un avance hacia el interior en el siglo XVIII, con la descubierta de minas de oro y otros minerales preciosos. La transferencia de la corte portuguesa a Rio de Janeiro en 1808, en el ápice de las conquistas napoleónicas en Europa, ha establecido toda una serie de instituciones, como la prensa, museos, biblioteca y más. La independencia en 1822 fue una transición pacífica, pues la misma familia real portuguesa ha continuado a gobernar el nuevo país, con Pedro I (1822-1831) y Pedro II (1831-1889). La esclavitud ha continuado hasta el 1888 y en el año siguiente una república oligárquica fue establecida (1889-1930). En la década de 1830, hubo algunos avances democráticos, como la introducción del voto femenino y otras conquistas, hasta la dictadura fascista (19371945). La democracia liberal (1945-1964) no ha resistido a un golpe militar y a la dictadura (1964-1985), pero a partir de allí la democracia y el estado de derecho han prevalecido de manera muy estable. El turismo y la arqueología han empezado temprano en el Brasil, como parte del aparato de civilización de la corte en Río. Ambos eran actividades aristocráticas, ligadas a la corte y a los nobles (Camargo 2007; Menezes 2011), en estrecha correlación con las modas europeas, aunque en un contexto esclavista. El uso arqueológico de Bath, en Inglaterra, ha servido como modelo para los brasileños muy temprano (Camargo 2007: 204-5; Zaparoli 2008). Ambas actividades fueron afectadas por el término de la monarquía, pero de maneras diferentes. La arqueología se ha retrasado y perdido contactos en Europa, con su desarrollo solo a partir de mediados del siglo XX, gracias a los esfuerzos pioneros, académicos y humanísticos de Paulo Duarte (Funari y Silva 2010). La arqueología sufrió particularmente durante el dominio militar (1964-1985), Duarte fue perseguido y expulsado de la Universidad de San Pablo en 1969. Solo tras la

restauración de los civiles al poder la arqueología ha podido tener un rol académico y social, con rápido desarrollo a partir, en especial, de la década de 1990 (Funari y Robrahn-González 2005). Esto es el resultado de diversos factores, como la devolución de los poderes a las comunidades, la legislación ambiental, y el desarrollo consiguiente de la arqueología de contrato. La arqueología es hoy día una disciplina académica y una actividad obligatoria resultante de las actividades económicas crecientes. El turismo como actividad social y económica ha crecido de manera estable desde la década de 1950, sin ser limitada por el poder dictatorial, aunque fue afectado por los principios y políticas autoritarios. La introducción del turismo de masa fue el resultado de la industrial de vehículos, con las industrias establecidas entre las décadas de 1960 y 1970, como parte de la estrategia militar para proveer el país de carreteras para las actividades económicas y militares, pero también como una manera de dar turismo a las clases medias. La construcción de la carretera entre Río de Janeiro y Santos, en la costa más rica del país, en los años 1970, ha servido a estos propósitos. Ha abierto la primera ruta terrestre a una inmensa región y fue usada para construir la usina nuclear en Angra dos Reis y para desarrollar en turismo costero, particularmente en el sitio histórico de Paraty (Carvalho 2011). El poder civil ha llevado al desarrollo del turismo como una disciplina académica, ahora ya bien establecida, y a nuevas prácticas democráticas y sociales, aunque las contradicciones sociales y económicas no hayan desaparecido, sino permanecido bajo nuevas formas. Las desigualdades del Brasil han disminuido continuamente, pero despacio, de manera que el país continúa como uno de los más inicuos en el mundo. El Brasil experimenta un desarrollo estable desde mediados del la década de 1990, acelerado en los últimos años. El turismo y la arqueología han crecido más rápido que la economía. Los turistas extranjeros eran solo 1.5 millones en los primeros años 1990, mientras hoy son ya 6.5 millones en el 2009, según Embratur. El boom reciente de la economía ha resultado en una expansión rápida de ambos. Brasil es hoy el quinto país en población, el octavo en términos económicos (67 per capita), de manera que el crecimiento de las clases medias es inmenso (The Economist de 14 de agosto de 2010: 69; Rother 2010). Los brasileños de clase media vuelan tres veces más que los mexicanos (The Economist 14 de agosto de 2010: 53), lo que revela la importancia del turismo y de la arqueología en el Brasil. El patrimonio, incluyendo la arqueología, en particular la parte histórica, es una atracción turística importante y tema de investigación académica. En las últimas dos décadas, diversos libros y estudios fueron producidos sobre el turismo cultural (Funari y Pinsky). No es posible estimar el porcentaje de turismo patrimonial en el Brasil, pero es significativo que el patrimonio es el tema más recurrente en las propagandas oficiales sobre el turismo brasileño, con más de un tercio (Sottrati 2010: 146). Considerando la importancia de la arqueología y del turismo, conviene tratar de las cuestiones éticas, antes de llegar a los estudios de caso. Ética, turismo y arqueología en el Brasil El turismo patrimonial en el Brasil está relacionado de manera precisa con el nacionalismo y con las cuestiones de identidad. El nacionalismo fue de especial importancia en relación al patrimonio y al turismo en dos más recientes periodos dictatoriales (1937-1945 y 1964-1985). El patrimonio fue esencial en ambos tiempos para propagar la identidad nacional como monolítica, con intención de producir un pasado homogéneo como un modelo para un presente también homogéneo, centrado en la ley y en orden, harmonía social y conformidad. Durante la dictadura de Vargas

(1937-1945) el régimen ha suprimido las elecciones, los partidos, consejos e impuesto el uso del portugués como único idioma, con la prohibición de otras usadas hasta allí sin restricción, como el italiano, el alemán y el japonés, en largas partes del sur del país. El propio idioma portugués sufrió una intervención, para evitar las palabras extranjeras, remplazadas por términos inventados (¡el fútbol fue llamado de ludopédio!). Como parte de este movimiento nacionalista, los monumentos y ciudades coloniales portugueses fueron considerados el patrimonio cultural nacional por excelencia, y el turismo en términos modernos fue establecido con la visitación a pueblos coloniales como Ouro Preto y Mariana, en el estado de Minas Gerais. Trás la caída de la dictadura, un más largo abanico de temas patrimoniales y turísticos fue posible, como la más importante iniciativa de incluir la arqueología prehistórica y las culturas indígenas, un movimiento liderado por académicos como Paulo Duarte y Darcy Ribeiro, ambos fundadores de universidades (Universidad de San Pablo y Universidad de Brasilia, respectivamente) e intelectuales líderes. Con todo, ambos y muchos más fueron perseguidos durante la dictadura militar (1964-1985) y el nacionalismo estrecho fue restablecido en nuevas bases. De nuevo, el patrimonio colonial fue usado para imponer la homogeneidad, y otros destinos turísticos fueron añadidos al circuito, tal como Paraty, como ya mencionado, pero también Diamantina, Olinda y otras más. El fin del régimen ha permitido la diversidad de nuevo, pero ahora, las tendencias incluían la interacción turística y académica con las personas del pueblo y con las comunidades locales. La interacción con el pueblo, con todo, no siempre es algo positivo para la comunidad, dependiendo de los usos del patrimonio, del turismo y de la arqueología. Las culturas locales fueron a veces convertidas en meras exposiciones, cuando las personas no están en cooperación con los administradores y académicos y son solo usados por los agentes. Esto continúa a pasar, aunque prácticas democráticas se difunden todo el tiempo, en el último cuartel de siglo. Otra práctica negativa es la MacDonaldisasión del patrimonio, con la expulsión de los locales y la creación de nuevos ambientes de imitación histórica, sin habitantes. Hubo una reacción a estas prácticas, pero son todavía comunes y la autenticidad es un tema debatido en reuniones, artículos y en la academia, en general, en relación al patrimonio, turismo y arqueología. Los arqueólogos, como resultado de actividades de impacto ambiental están en constante contacto con la explotación económica del turismo, en particular con la explosión de la Arqueología Histórica en los últimos veinte años, pero también en la arqueología prehistórica. Cuestiones éticas están involucradas todo el tiempo, pues los arqueólogos trabajan en proyectos multidisciplinares, en los términos limitados de un contracto con empresas públicas y privadas. En general, la única opción de los arqueólogos es usar la ley ambiental para proponer sus propios acercamientos y la inclusión de la cooperación con las comunidades locales, en la medida en que las leyes lo propugnan. De toda manera, la legislación es ambigua y pasible de interpretación divergente, lo que puede llevar a serios problemas éticos. Por un lado, la diversidad y la soberanía popular, preceptos constitucionales y todo un conjunto de normas y leyes favorecen las acciones con las comunidades y la interacción. Los proyectos arqueológicos con las comunidades indígenas no son raros y muchas experiencias van en esa dirección. Con todo, esta es una preocupación de una minoría, pues predominan todavía las acciones e informes que se presentan como neutrales, apolíticos, que encuentran el apoyo explícito o mudo de las empresas y del estado. Los arqueólogos está así en un situación contradictoria: deben escoger cual actitud ética tomar. Las cuestiones de gestión son un serio desafío a los arqueólogos dedicados al turismo. La legislación brasileña, aunque atenta a la diversidad y a los

derechos del pueblo, continúa a admitir el rol único de la Unión como mantenedora del patrimonio arqueológico. Esto significa que solo instituciones como museos o universidades pueden guardar artefactos arqueológicos, de manera que mantener material arqueológico en una comunidad es un desafío legal. Hay casos de guarda local, y algunos de nosotros luchamos para eso hace tiempo, pero hasta el momento la mayoría de los juristas consideran esta posición temeraria. La guarda y el uso económico del turismo arqueológico son temas relacionados a la administración patrimonial en el Brasil. Establecido durante la dictadura de Vargas y bajo das posiciones nacionalistas fascistas, el instituto del patrimonio, IPHAN, controla la protección del patrimonio. IPHAN significa Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Inspirado en la Italia fascista, fue creado como un departamento central, con entidades locales, usando el nombre italiano traducido como superintendencia, que implica control de los locales. Esto significa que hasta hoy la autoridad en materia arqueológica en cada uno de los 17 estados de la Unión no está con las autoridades locales, menos todavía con las comunidades, sino con el departamento central. Por muchas décadas, temas arqueológicos fueron tratados por arquitectos y solo recientemente arqueólogos están encargados, aunque la mayoría de ellos no sean arqueólogos formados, sino personas que han pasado por un examen general. La mercantilización de sitios y museos arqueológicos está en relación con el IPHAN y más todavía con Embratur, el departamento oficial de turismo, creado por los militares en el 1966. Embratur ha empezado como un departamento del gobierno encargado de dar una cara nacionalista y conservadora al turismo en el país. En el extranjero, Embratur buscar atraer visitantes para el Brasil, un “oasis de estabilidad” en una era de conflicto, como aparecía en la propaganda oficial. Aunque puede parecer raro vender un país bajo una dictadura como un oasis de paz, no era así para los militares, como nos recuerda la famosa frase del historiador romano Tácito, cuando decía que “donde hacen un desierto, dicen que es paz” (ubi solitudinem faciunt, pacem appellant, Vida de Agrícola, 30). Internamente, Embratur buscaba vender para las clases medias crecientes lugares pacatos, como las pacíficas ciudades coloniales. El gobierno civil a llevado Embratur al admirable mundo nuevo de la democracia y a la plétora de comunidades, de villas miserias a tribus y cimarrones. La diversidad y la participación pasaron cada vez más a estar como parte de las políticas oficiales y esto ha afectado de manera positiva tanto la arqueología como el turismo. Entretanto, el capitalismo y sus múltiples facetas han conducido a la mercantilización de sitios y museo arqueológicos, en un grado nunca antes visto, no por motivaciones oficiales, sino por las fuerzas económicas. Estas contradicciones son las más obvias en las atracciones arqueológicas más prestigiosas, como en la Serra da Capivara, en Piauí, donde los esfuerzos de la arqueóloga Niède Guidon a favor de la arqueología pública no fueron capaces de derrotar las fuerzas de mercado. Las actividades arqueológicas derivadas de la legislación ambiental llevan a que el trabajo arqueológico de campo se relacione con la construcción de carreteras, ferrocarriles, represas y otros grandes proyectos de desarrollo. Esto afecta directamente y de manera en grande medida negativa las comunidades locales en sus estilos de vida tradicionales. Los arqueólogos están muy activos en la defensa de los derechos de los indígenas y cimarrones, pero rara vez las comunidades afectadas controlan el acceso de los arqueólogos a sus tierras, pues los científicos tienen permisión oficial para trabajar donde quieran. La repatriación es un tema controvertido, considerando que la mayoría de los arqueólogos se consideran científicos neutrales, con derechos a decidir sin aceptar las objeciones de las personas laicas (pace Walter Alves Neves). Esto es pues una cuestión política y epistemológica: los arqueólogos que se consideran fuera de las

relaciones sociales y descubridores de hechos (fact finders) son todavía numerosos. Esto también es el resultado de la historia reciente (1964-1985) de la disciplina en el Brasil como actividad de élite y reaccionaria.

Nuevas tendencias arqueológicas El turismo patrimonial ha pues contribuido para recolocar la arqueología como disciplina, se no para todos los arqueólogos, al menos para muchos de ellos. El surgimiento de nuevas y creativas comprensiones fue impulsada por contextos y interacciones del turismo patrimonial, en los cuales los arqueólogos fueron desafiados por situaciones reales. No es inusual que una comunidad local, indígena o cimarrón considere un sitio arqueológico en su territorio en sus propios términos, de manera diferente de las percepciones de arqueólogos y turistas, distantes de las costumbres locales. El arte rupestre es así frecuentemente considerado como seres espirituales, ligados a los antepasados. Los turistas consideran el arte rupestre como parte de su propio repertorio artístico, como antiguos Leonardos, Mattisse o Picassos, a depender del estilo. Los arqueólogos deben pues superar sus propios prejuicios y la tentación de ridiculizar tanto las interpretaciones indígenas como turísticas. Esto ha llevado a cambios en las actitudes de los arqueólogos en relación a los entendimientos locales y turísticos. Es Estado, en los niveles nacional, regional y local, han tenido un rol central para cambiar las actitudes, aunque no siempre con éxito. La protección oficial de las comunidades nativas y la diversidad como un valor social clave contribuyen para otros cambios positivos, como el apoyo a diversos proyectos y actividades de inclusión social y acción afirmativa. Por primera vez, un arqueólogo de origen africano ha llegado a posiciones de poder (Rossano Lopes Bastos; Bastos y Funari 2008). Un arqueólogo indígena es todavía una expectativa, pero diversos arqueólogos tienen ascendencia indígena, aunque no sean clasificados como indios por los criterios oficiales (o sea, los que viven en aldeas en la selva). Los arqueólogos juzgan un rol especial en la creación de la memoria y así la interacción con el pueblo es un tema central. La memoria es desde los tiempos antiguos construida por la materialidad: mneme/memoria y mnema/monumento son dos términos que se refieren al recuerdo del pasado, por medio de algo material, visando a una acción en el presente y en el futuro. El turismo patrimonial está relacionado a la comprensión del pasado en la construcción de identidades en el presente y en futuro. Cuando los turistas interactúan con los indios en un sitio arqueológico, los tres agentes sociales – indios, turistas y arqueólogos – pueden salir más enriquecidos. El contexto internacional es particularmente relevante para la arqueología y el turismo en el Brasil. Primero y más importante, el país sufrió bastante durante la Guerra Fría (1947-1989), pues la dictadura fue el resultado directo de la contraposición entre occidente y oriente y el apoyo de los Estados Unidos de América a las dictaduras conservadoras en todo el mundo y en Latinoamérica en particular. Esto ha llevado a una arqueología reaccionaria, que sobrevive, pues la vieja guarda está todavía viva y, en algunos casos, en el poder. Por otro lado, el Congreso Mundial de Arqueología, desde el 1986, y todo el movimiento arqueológico progresista internacional – incluyendo tendencias como el feminismo, queer, poscolonial y otras arqueologías – han afectado profundamente la arqueología brasileña. En menos de treinta años, de arma de la opresión, para usar las palabras de Lumbreras, la arqueología cambió para una disciplina progresista, vibrante y crítica. De manera similar, el turismo como actividad

académica ha venido de una técnica conservadora, normativa, pendiente a la homogeneidad y elitista, para ser también una disciplina relevante para la sociedad. En ambos casos, por tanto, el contexto y los contactos internacionales fueron esenciales y, en general, progresistas. Contradicciones no están ausentes, con todo. El comercio de artefactos arqueológicos ha continuado, aunque no como durante el régimen militar cuando colecciones arqueológicas en museos eran compradas en el mercado ilegal sin punición para arqueólogos y dirigentes de museos envueltos, se fueran de clase alta y de derechas. En tiempos recientes, artefactos comercializados fuera de la ley han llevado a procesos legales. Otra característica contradictoria se refiere a los conflictos potenciales entre intereses nacionales, regionales y locales, para no mencionar arqueólogos, agentes turísticos y otros. En principio, la diversidad y las identidades e intereses locales estarían siempre por delante, pero ¿Quién juzga las disputa? Un sitio arqueológico bajo tierra en el sur del país puede ser considerado ¿indio, gaucho, o brasileño? Los turistas que visitan el sitio ¿van a aprender sobre indios, gauchos o brasileños? Hay una larga lista de casos similares. En todo caso, los arqueólogos tienen que actuar en tales situaciones complejas y deben admitir su propia subjetividad y interactuar con diferentes comunidades y autoridades, para defender la diversidad y la comprensión.

Ética, turismo y arqueología en dos estudios de caso Como Brasil es un país inmenso y las realidades y situaciones varían bastante, en este capítulo vamos a discutir dos situaciones diferentes, una en el estado más pobre de la federación y otra en el más rico, en los cuales estuvimos envueltos los autores y cuyas experiencias fueron desafiadoras. La primera es el resultado de un contrato en el interior pobre y la segunda es un trabajo académico de la más importante universidad de Brasil y de América Latina – la Universidad de San Pablo – de acuerdo con la lista del Concejo de Taiwan de las 500 primeras universidades del mundo. En ambos casos, el turismo ha tenido un rol central en las actividades arqueológicas y ha implicado serias cuestiones éticas. El estado de Alagoas es el más pobre de Brasil y, claro, el más desigual. Desde tiempos coloniales (1500-1822), plantaciones de caña de azúcar han producido una élite de dueños de latifundios y masas pobres. En los últimos treinta años, el turismo se ha desarrollado en la costa, con diversos hoteles de cinco estrellas e instalaciones en las playas en la capital Maceió y alrededores. Estos son actividades que buscan a atraer las clases medias latas del sur de Brasil, ante todo de San Pablo, el estado más rico. Alagoas es poblada por unos tres millones de personas, un cuarto de ellas analfabetas, en un área de 27.767,661 km2, con el peor índice de desarrollo humano del país (0.677), mientras el Estado de San Pablo contiene más de cuarenta millones de personas, 4.5% analfabetos, en un área de 248.209,426 km2, con un índice IDH alto (0.833). Maceió y otras ciudades costeras ofrecen una variedad de opciones de atracciones en la playa, con hoteles de lujo y otros de clase media, así como restaurantes y otras instalaciones turísticas, aunque las villas miserias no están lejos de estas partes nobles. Lejos de esta región costera, el interior es pobre y propietarios de latifundios controlan el estado, produciendo caña de azúcar. La mayoría de los trabajadores son descendientes de esclavos y viven en condiciones miserables. Esto ha llevado al desarrollo de movimientos de resistencia desde tiempos coloniales, como en el caso del cimarrón Palmares, en el siglo XVII. Este palenque fue el más exitoso en el Nuevo Mundo (1604-1695) y es considerado, desde la década de 1970, como un potente

símbolo de la lucha por la justicia social. Desde el fin del dominio militar en 1985, el movimiento de los trabajadores sin tierra (MST) está activo en la lucha por la reforma agraria y la justicia social. El movimiento está presente en diversas áreas del país, pero en Alagoas y otros estados controlados por las élites tradicionales, los conflictos sociales son comunes y recurrentes. La arqueología ha jugado un rol conservador durante el período militar, pero el dominio civil y la democracia han llevado a nuevas prácticas, énfasis y temas arqueológicos. El estudio arqueológico de Palmares, en los comienzos de los 1990, fue una importante posición ética: por primera vez, rebeldes eran estudiados. Personas de diferentes origines étnicas e identidades – africanos, indios, judíos, moros – habitan el asentamiento, así como personas acusadas de comportamiento desviante, como sodomitas, brujas y otros más. El trabajo arqueológico así fue importante para incentivar la discusión con los movimientos sociales, de negros a gays, así como el Movimiento sin Terra (MST). El turismo fue envuelto, pues era la primera vez que el movimiento negro brasileño establecía una visitación de masa a un sitio arqueológico e histórico. Desde allá, hay actividades sociales y turísticas anuales en la Serra da Barriga, la capital del cimarrón, el día 20 de noviembre, una fiesta en conmemoración de la lucha de Palmares. El turismo arqueológico fue diferente del convencional, pues la mayoría de los visitantes a Palmares, el 20 de noviembre y en otras fechas, está asociada a movimientos sociales. La arqueología ha tenido pues un rol especial en una actividad turística diferente temprano, a pocos años del fin de la dictadura. Otra iniciativa en la misma dirección fue en otra parte pobre del país, cuando Paulo Zanettini ha llevado adelante trabajos de campo en Canudos, otro movimiento de resistencia, en el estado de Bahia, al sur de Alagoas, en la misma década de 1990. Canudos era una asentamiento en el interior, establecido como un tipo de movimiento mesiánico al final del siglo XIX, luchando por autonomía. El ejército fue mandado para destruir el asentamiento en el 1897 y la mayoría de los veinte y cinco mil habitantes fue muerta o detenida. Canudos era considerada como una moderna Palmares. El área fue dejada destruida hasta la dictadura militar (1964-1985), cuando toda la región quedó bajo agua, por la construcción de una represa, impidiendo la vuelta al lugar. De la misma manera, con la restauración civil, Zanettini (1996) fue capaz de desarrollar un proyecto de excavación en áreas fuera del agua, gracias a una sequía más acentuada. En este caso, no fue posible proponer un programa turístico, pero Zanettini ha podido desarrollar una arqueología pública con la comunidad y esta experiencia fue bien aprovechada recientemente en Alagoas.

Zanettini trabaja con contrato por largos años y ha usado un proyecto de desarrollo para proponer una estrategia original de turismo arqueológico comunitario. Como parte del rescate arqueológico, fue añadida la acción innovadora de turismo arqueológico, basado en las comunidades locales. Estas comunidades están en las áreas más pobres del interior y los movimientos sociales fueron directamente involucrados en los planes y gestión del circuito arqueológico turístico. Los arqueólogos interactuaron con las comunidades, buscando apoyar la conciencia patrimonial y, en particular, la auto-identificación como seres humanos dignos. Como uno de nosotros ha atestiguado, como jefe especialista en el turismo arqueológico en el proyecto (Alfonso), los desafíos fueron múltiplos, pero los resultados no menos inspiradores. En estas condiciones tan duras, los locales no son encorajados a tomar en sus manos su destino, o a considerar a sí mismos como agentes sociales relevantes y, menos todavía, a estimar su cultura, tradiciones y orígenes como importantes. El analfabetismo está bien más alto que en la media del estado de Alagoas, probablemente más de 40%. La pobreza es generalizada, aunque el hambre está ausente. Más que estas condiciones objetivas, con todo, son las cuestiones culturales las más relevantes, pues los locales son personas de variada origen, indios, africanos, europeos, pero las dos primeras no están bien consideradas por las élites locales. La mayoría considera que sus propias costumbres y tradiciones son retrasadas e incultas, de manera que muchos consideran que los habitantes del interior son retrasados, como describía el escritor Euclides da Cunha (1866-1909) sobre la gente de Canudos: “el habitante del interior está tres siglos retrasado” (“o sertanejo está atrasado três séculos”). Hay que recordar que la etimología popular de la palabra sertão (interior) deriva de sera (del latin sera, con significado de tarde, retrasado): sería pues la región del retraso. Estas son construcciones y etimologías de la élite, pero que llegan al pueblo, también por los medios de comunicación. Otra percepción relacionada se refiere a los indios, que son considerados como matadores peligrosos, no relacionados a los civilizados. Con todo, la mayoría de los habitantes del área posee una ascendencia indígena y diversos ritos, tradiciones y costumbres de vida tiene raíces indígenas, mismo y cuando transformadas por percepciones africana y por creencias católicas portuguesas. La arqueología y el turismo están directamente ligados a tales percepciones. En el sensu común, el turismo es entendido, en Alagoas pobre, como una actividad exclusiva de la élite, considerada parte de una manifestación fabulosa y secular de los poderosos. Como siempre hubo propietarios de latifundios y sus estilos de vida opulentos, así sería el turismo en la costa. Los sitios arqueológicos indígenas, por otra parte, son considerados parte del no civilizado y peligroso, a ser evitado como protección y también para que la gente no sea colocada entre los bárbaros, que fueron ya aniquilados por los colonizadores, ancestrales de las élites locales. Las cuestiones éticas son pues obvias. La violencia simbólica contra esas comunidades, para usar la terminología cuñada por el sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002), está así no solo en sus prácticas, pero también en sus propias mentes, en lo que el mismo estudioso francés ha llamado de habitus. No es coincidencia que los clérigos de la teología de la liberación citan siempre San Pablo en Timoteo (1, 4, 12): “No deje nadie rebajarte porque eres joven. Al contrario, tu discurso, comportamiento, amor, fe y pureza sean de ejemplo para los creyentes”. Las personas, acostumbradas con el desprecio, tienen que saber que son humanos y que, también, indios, africanos y

personas de origen mesclado, son seres humanos (todos son hijos de Dios, que refleja otra carta de San Pablo, para los Gálatas, 3, 26: “pues sois todos hijos de Dios”). En el Brasil, todos estos conceptos son socialmente relevantes y más todavía para cuestionar los grandes propietarios. La mayoría de los campesinos son cristianos dedicados, más aún en el MST. Un católico pio, que era un carismático y curandero, había liderado Canudos. El turismo arqueológico en estas condiciones empieza por empoderar el pueblo en sus propios términos, incluyendo su religiosidad y representaciones de la vida social. Los arqueólogos han aprendido mucho en esta interacción con los locales. Los sitios nativos, temidos, por una parte, como símbolos de barbarie, fueron también entendidos como parte de una realidad mágica, permitiendo el contacto con los espíritus y otras fuerzas cósmicas, sin contradicción con la percepción cristiana de sí mismos. Una vez el diálogo entre arqueólogos y personas del lugar establecido, fue posible usar la arqueología como medio de concientización en ambas las partes. Los locales han valorizado sus propias tradiciones y percepciones de manera más positiva e reinterpretaron el turismo como una posible alternativa de conocimiento y de vender su cultura a los visitantes. Los arqueólogos han aprendido que los locales pueden leer el mundo en sus propios términos y pueden transformar el turismo de una práctica de élite para una actividad popular. Más todavía, los turistas no son necesariamente gente de San Pablo u otros lugares alejados, sino compañeros del interior. La arqueología ha contribuido para una comprensión mutua y dialógica. Una experiencia diferente en el estado de San Pablo puede ser contrastada. La Universidad de San Pablo se estableció como la más prestigiosa en América Latina en menos de ochenta años desde su fundación y está encargada de un sitio arqueológico turístico imponente: los restos de la usina de caña del siglo XVII, conocida de los Erasmos. Los portugueses se establecieron en el sur de Brasil, en lo que sería el estado de San Pablo, con la fundación de la primera ciudad portuguesa en América, San Vicente, en 1532, en la isla del mismo nombre. La usina de caña más antigua fue establecida en el 1534, propiedad de portugueses y holandeses, donde el nombre de Erasmus Schetz. El ápice de la producción de caña fue en las primeras décadas, con disminución temprana, pero en uso hasta el fin del siglo XVII. La producción de caña se iba a difundir en el nordeste de la colonia, de Bahia a Pernambuco, incluyendo Alagoas actual, siendo periférica y marginal en el sur. La capitanía de San Vicente, después San Pablo, se ha mantenido periférica por muchos siglos. Mientras el portugués era hablado en el nordeste y norte (Amazonia), en San Pablo el tupi, un idioma de comunicación indígena, ha prevalecido hasta el fin del siglo XVIII. La provincia de San Pablo y la capital permanecieron poco importantes hasta las plantaciones de café, a partir de mediados del siglo XIX. La capital San Pablo era pequeña y poco poblada, cuando Pedro I ha declarado la independencia del Brasil el 7 de septiembre del 1822 en esta ciudad y mismo después de la fiebre inicial del café la población en 1872 era de solo 31.385, llegando a 64.934 en 1890 para después expandir mucho, gracias a la inmigración europea, del oriente medio y del Japón, así como por la industrialización (239.820 en 1900, 1.326.261 in 1940, 20 millones en el área metropolitana en el 2010). Toda la provincia y después estado de San Pablo, más grande que Gran Bretaña, es más poblada que Argentina, con 42 millones de habitantes. Industria, servicios y agricultura comercial significan que 0.3% de la población viva en el campo. En este contexto, el turismo es profesional y capitalista. Toda la costa del estado es turístico, aunque el más grande puerto de América Latina, Santos, esté en la misma isla de San Vicente.

En estas condiciones aparentemente idílicas, con todo, hasta un cuarto de la población vive en viviendas precarias y las desigualdades sociales son inmensas. Tres de las mejores universidades de Latinoamérica están en el estado de San Pablo, pero solo una pequeña parte de los jóvenes continúan los estudios superiores, menos que en Argentina, un país con un PNB, renta per cápita e IDH similar al estado de San Pablo. Estas características contradictorias son más evidentes en como el patrimonio es tratado en el estado. La atención principal está todavía en los palacios, iglesias, monumentos y artefactos de la élite. El turismo está oficialmente ligado a estos símbolos, como el Museo Paulista, una institución conservadora que difunde la mitología de los pioneros de San Pablo (llamados hoy día “bandeirantes”) como conquistadores de territorio, indios y esclavos. Otras instituciones patrimoniales perpetúan estos valores. Las personas comunes de diferentes orígenes étnicos y culturales, las mujeres y las minorías religiosas – por lo tanto la mayoría de la gente – se sienten excluidos de estas imágenes. La Universidad de San Pablo ha tenido la oportunidad de manejar el sitio arqueológico de los Erasmos como una destinación turística y ha propuesto una iniciativa, visando a incluir las comunidades pobres locales y a incentivar una práctica turística crítica. El sitio arqueológico está en la periferia de un área metropolitana periférica que comprende Santos, San Vicente y otras ciudades, con un total de 1.600.000 habitantes. Alrededor del sitio, el pueblo vive en villas miserias y otras viviendas precarias y fueron envueltos en la proposición de actividades turísticas para el sitio. Además, educadores, expertos en museos, historiadores, estudiosos del turismo y otros académicos han trabajado junto con la comunidad y el desafío principal fue incluir el sitio arqueológico en el repertorio cultural de locales y turistas. Para los locales, las ruinas arqueológicas no eran consideradas como parte de su herencia o patrimonio, considerando que ellas se referían a la explotación de esclavos y sus señores. La conversación, con todo, ha llevado a nuevas apropiaciones de los materiales en ruina, pues los interpretaron como parte de una red de los famosos cimarrones de la costa, usados, en el siglo XIX, cuando el sitio estaba en el campo. Además, los aspectos espirituales fueron también producidos, pues el sitio les permitió establecer ligaciones con los ancestros que estaban en estas regiones huyendo de la opresión, como ellos hoy día viven en la periferia pobre de un área rica. Los turistas, por su parte, fueron llevados a descubrir un pasado más rico y profundo en la costa, pues están acostumbrados con las playas y las actividades de placer, con poca conexión con los nativos. De manera que el turismo arqueológico se ha mostrado importante para los tres principales agentes sociales: académicos, locales y turistas.

Consideraciones conclusivas . Los estudios de caso en las áreas más ricas y pobres del país muestran aspectos semejantes y diferentes. La principal característica común se refiere a desigualdades sociales en ambas partes, mismo se estas son mucho más agudas en las partes pobres, como es el caso siempre. Los niveles de pobreza y exclusión social en el campo pobre no pueden ser comparados a la rica San Pablo, donde las comunidades pobres que viven cerca del sitio arqueológico son urbanas e la educación ha llegado al

menos a ocho años de estudios. Una tercera e importante característica se refiere a las cuestiones éticas, pues en ambos casos exclusión y empoderamiento están en la raíz de las actividades turísticas. Las diferencias empiezan con el hecho que el interior fue una iniciativa de un proyecto de contrato a llevar a novedades. Esto significa que la más importante fuerza para la democratización en la sociedad brasileña fueron las leyes de protección ambiental y patrimonial y las prácticas progresistas de las firmas de contrato, responsables por las nuevas tenencias. Esta iniciativa externa es explicada por el comportamiento estrecho de las élites locales que todavía controlan el poder político y económico local, referidas por los científicos sociales como feudales. Las familias controlan enteras ciudades y mismo estados por muchas décadas e imponen su poder en todos los niveles. No sorprende pues que las iniciativas de empoderamiento, en cooperación con los movimientos sociales como los sin tierra, viene del contrato, un aparente paradojo, pus asociamos muchas veces arqueología de contrato con los aspectos destructivos del capitalismo. En las áreas ricas, con todo, ética y turismo arqueológico pueden venir de la academia, pero también como una acción consciente de disminución de distancias sociales, pero de manera menos conflictiva y más colaborativa. Los pobres de la costa no solo están bien integrados en las redes sociales, como prosperan como obreros en la industria y servicios, en particular ligados al turismo. Esto no excluye el conflicto y las tensiones, pues las desigualdades, aunque menores, son sentidas y llevan a oposiciones. Con todo, los proyectos que incluyen comunidades locales, como el Erasmos, normalmente reciben buenas notas y ayudan la conversación social. Los dos estudios de caso fueron presentados, primero y más importante porque estamos involucrados en ellos, pero también porque consideramos que ofrecen posibilidades de actuación relevantes para la sociedad. Esto no significa que el turismo arqueológico en el Brasil sea positivo, sino que está en la dirección de la inclusión social. Desde el periodo dictatorial reciente, las desigualdades sociales han disminuido, la arqueología y el turismo están crecientemente preocupados con las dimensiones sociales de ambas disciplinas. El país está caracterizado todavía por contradicciones sociales, pero la tendencia hacia la democratización es igualmente clara y el turismo arqueológico tiene un rol para juzgar. Agradecimientos Somos muy agradecidos a Margarita Barreto, Neil Brodie, Barbara Little, Nick Merriman, Lynn Meskell, Jaime Pinsky, Miriam Rejowski, Paul Shackel, Michael Shanks, Christopher Tilley y Paulo Eduardo Zanettini. Mencionamos el apoyo institucional de CNPq, FAPESP, CAPES, Zanettini Arqueologia, IPHAN, UFAL, UNICAMP y USP. La responsabilidad por las ideas es solo de los autores.

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