EL TRATADO DE ALMIZRA Y EL REPARTO DEL VALLE DEL VINALOPÓ

June 20, 2017 | Autor: J. Simón García | Categoría: Historia medieval de España, Spanish Reconquista
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Descripción

LA CONQUISTA CRISTIANA DE SAX, SALINAS Y VILLENA EDICIÓN ESPECIAL CONMEMORATIVA DEL 775 ANIVERSARIO DE LA RECONQUISTA

7 Marçal de Sax, Batalla del Puig (1410)

Rector de la Universidad de Alicante MANUEL PALOMAR SANZ

Vicerrector de Cultura, Deportes y Política Lingüística CARLES CORTÉS ORTS

Alcaldes de Sax , Salinas y Villena JOSÉ MARÍA ESPÍ NAVARRO ISIDRO MONZÓ PÉREZ FRANCISCO J. ESQUEMBRE MENOR

Coordinador Aula Universitaria de Sax GABINO PONCE HERRERO

Secretariado de Sedes Universitarias EVA VALERO JUAN

CATÁLOGO Título La conquista cristiana de Sax y Salinas

Coordinadores

Juan José Herrero Rico Francisco José Gil Peláez Gabino Ponce Herrero Antonio Torreblanca Algarra Fernando Valera Chico

Textos

Rafel Azuar Ruiz José Cabezuelo Pliego Andreu Galera i Pedrosa Francisco José Gil Peláez Laura Hernández Alcaráz Aniceto López Serrano Gabino Ponce Herrero José Luis Simón García Vicente Vázquez Hernández

Fotografías

Autores y Espí Retoque fotográfico: Miriam Ponce Pérez

Diseño

Miriam Ponce Pérez

Colección Picayo

Dir. Gabino Ponce Herrero Nº7. Año 2015

Lugar

Aula Universitaria de Sax CEAHM Alberto Sols Auditorio Municipal de Salinas

ISBN 978-84-944573-2-6 ©Universidad de Alicante

EXPOSICIÓN Alberto Ochoa García Gabino Ponce Herrero

Coordinación

Emilio Joaquín Cremades Marco Francisco Mataix Mira

Montaje y paneles

Grupo Patrimonio Aula Universitaria Sax Juana Arranz Cerdá Emilio Joaquín Cremades Marco José María Espinosa Mira Esther González Cantora Francisco Mataix Mira Juan Pedro Muñoz Chico Alberto Ochoa García Gabino Ponce Herrero Vicente Vázquez Hernández

Elementos interactivos Alberto Ochoa García

Colaboran:

Asociación de Cultural Lugar Viejo Salinas Asociación Cultural Tractat d’Alzmirra Ayuntamiento de Alagón Ayuntamiento de Alcañiz Ayuntamiento de Cardona Ayuntamiento de Villena Comparsa Alagoneses Comparsa Caballeros de Cardona Comparsa Cristianos de Castalla Comparsa Marruecos Comparsa Turcos Mayordomía de San Blas Museo Arqueológico José María Soler, Villena Protección Civil Salinas Francisco Benavente Fuentes Óscar Bernabeu Rivera Vicente Herrero Santonja Pepi Sarabia Gisbert Vicente Vázquez Linares

EL TRATADO DE ALMIZRA Y EL REPARTO DEL VALLE DEL VINALOPÓ

José Luis Simón García

El 26 de marzo de 1244 se firmaba en algún lugar del Puig de Almisra el final de las hostilidades entre las tropas de Jaime I, rey de Aragón, y el Infante Alfonso, futuro Alfonso X El Sabio, representante de la corona de Castilla. Se acordaba respetar a grosso modo el Tratado de Cazola de 1179, firmado por Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón, en el que ambos reinos acordaron que la conquista del reino musulmán de Murcia correspondería a Castilla, mientras que la conquista de la antigua Taifa o reino musulmán de Valencia, con Játiva y Dénia, sería para Aragón. Los castellanos dejaban de mantener conversaciones con el qa’id de Játiva para su conquista por rendición, al haber penetrado por el Valle de Ayora y Enguera, tomando previamente Moixent, y los aragoneses retornaban las conquistas de los calatravos de Villena, Caudete, Bogarra y Sax. La división pactada años antes en Cazola establecía la frontera por los límites entre las taifas de Valencia y Murcia, que desde el Valle Cofrentes llegaba hasta la costa en Calpe, teniendo como hito el Peñón de Ifac. Ahora con el nuevo tratado se modificaba levemente la frontera en favor de los aragoneses, quedando el límite en el barranco del Carritjar, un punto entre la Villajoyosa y El Campello. Se había llegado a la firma de muy mala gana por ambos bandos. El rey Jaime I no tenía intención alguna de mantener lo pactado en Cazola, que suponía la imposibilidad de ampliar su reino hacia el sur a costa de los reinos musulmanes, muy ricos en personas, bienes y producción, lo que aseguraba un importante caudal de rentas, tanto para la corona como para la nobleza y la iglesia, hecho especialmente importante tras la conquista de Valencia en 1238, donde la empresa al ser una iniciativa real había dejado a los nobles con un botín menor del esperado. Ahora el rey con la conquista de Murcia pretendía resarcir esta situación (figura 1). Por el lado opuesto, el entonces infante Alfonso, no podía permitir la vulneración de los derechos de Castilla, tanto por los pactos firmados con el reino aragonés, como con los jefes militares del reino hudí de Murcia, plasmados en 1243

en el Tratado de Alcaraz, donde muchos qa’id de las principales ciudades y fortalezas, ante la paralización política de Muhammad ibn Hud, soberano del reino murciano en esos momentos, habían acordado que el tradicional pacto de vasallaje y pago de parias se transformara en una incorporación a la corona castellana manteniendo sus costumbres, leyes, propiedades, lengua, etc. El acuerdo suponía la entrega de “la ciudad de Murcia e todos los castillos que son desde Alicante fasta Lorca e fasta Chinchilla”, facilitaba a las reducidas tropas castellanas hacerse con el reino murciano sin el desarrollo de una campaña de conquista y sitio de un elevado coste en personas y recursos. La pleitesía de los jefes militares de Aledo, Alhama, Alicante, Cieza, Orihuela, Crevillente, Elche, Ricote y un vago “otros lugares”, permitía al infante Alfonso la obtención de un botín excepcional y una victoria militar a la altura de su padre Fernando III, que en 1236 había conquistado Córdoba. Con posterioridad a Almizra serían conquistadas por el rey santo Jaén, en 1246, y Sevilla, en 1248. Lo acontecido en aquellas jornadas queda plasmado en una de las crónicas más interesantes de la época, el Llibre dels Fets, un relato redactado en primera persona del plural por el rey Jaime I de Aragón, en el cual narra a modo de diario o recuerdos los principales hechos acontecidos desde su nacimiento hasta su muerte, de 1208 a 1276. Si bien no nos ha llegado el documento original, se conserva una copia en el Archivo Real de la Corona de Aragón, fechada en 1380. Los estudios indican que el rey dictaba a un escribano los hechos acaecidos, ya que era un illiteratus, es decir, no sabía escribir pero era un hombre culto, trasmitiendo en la obra su visión personal de los hechos, cargada de sentimientos y estados de ánimo, alejando el relato de cualquier género literario de la época. Hay que tener presente que en el momento de los hechos Jaime I tenía 36 años y estaba en uno de los momentos álgidos de su vida, con una amplia y dilatada experiencia política y militar. El infante Alfonso contaba con 23 años y había recibido de su padre, Fernando III de Castilla y León,

Figura 1.- Mapa de las operaciones militares previas al Tratado de Almizra. Fuente: Menéndez Fueyo, 2010, dibujo G. Ponce

Figura 2.- Ladera Este del Castillo de Almizra. Fotografía J.L. Simón.

una autonomía que le serviría para su posterior reinado. Ambos estaban acompañados por caballeros que le ofrecían consejo y ejecutaban sus voluntades, si bien en ambos bandos dominaba su personal visión de los hechos y por tanto eran responsables del resultado de sus decisiones. Es relevante, para entender la coyuntura de los personajes y los hechos, que se había acordado previamente entre ambas coronas el matrimonio del infante Alfonso de Castilla con doña Violante de Aragón, hija de la segunda esposa de Jaime I, doña Violante de Hungría, que en ese momento contaba con siete años de edad, efectuando el matrimonio en 1246, con apenas diez años de edad y dos años después de los hechos de Almizra. Alfonso estaba muy interesado en aumentar la dote de la infanta aragonesa y pedía que se le asignase Játiva y su territorio, algo a lo que se negaba el rey aragonés. El relato respecto a Almizra comienza en el capítulo 343, en el que nos relata que el infante Alfonso le envía un mensaje para verse en “Almisra”, a la cual Jaime I le responde afirmativamente pero recriminándole la conquista de Enguera y los tratos para la toma de Játiva. Al mismo tiempo acuerda con el fraile Calatravo que ha tomado por la fuerza Villena, Sax y por pacto Caudete y Bogarra, la entrega a Castilla de esas posesiones que según lo pactado en Cazola le pertenecían, lo que suponía compensarle con otras posesiones cuando la campaña militar finalizase (figura 2). El infante Alfonso está acampado en algún lugar de las tierras de Caudete, pues la población está bajo el control de los calatravos aragoneses, mientras que el rey Jaime I tiene su campamento en el castillo de Almisra. El primero se acompaña por los maestres del Temple y Santiago, el señor de Vizcaya y varios nobles de Castilla y Galicia, algo que nos muestra la participación de todos los territorios de la corona castellana en la empresa militar. Por el bando aragonés acompañan al rey el maestre de la orden del Hospital, Guillem de Montcada y el noble Pres d’Arenos i en Carròs. Jaime I ofrece a Alfonso que instale su tienda para las negociaciones en el castillo o en la puebla de Almisra, pero el infante declina el ofrecimiento y se instala al pie del cerro. Un personaje clave en el desenlace final es el de la esposa de Jaime I, doña Violante de Hungría. La unión de Jaime I con la reina tenía como todos los matrimonios reales unos objetivos políticos, que además contaban con la bendición del

papado, tutor de las princesas de la cristiandad, algo esencial en el tablero político de la Europa del momento. Pero pronto el rey termino enamorándose de su segunda esposa, hasta el punto de definirla como “carissima coniuns mea”. Eso permitió a la reina compartir las preocupaciones del gobierno y de ese modo participar en la política del reino, acompañarle en la guerra, tomar decisiones durante su ausencia y darle nueve hijos, pariendo alguno en la propia tienda real de campaña. Por tanto sería muy interesante reconsiderar el papel de la reina doña Violante en el gobierno de su marido y muy especialmente en el Tratado de Almizra. Ese papel posteriormente lo heredo su hija doña Violante de Aragón con su marido el ya rey Alfonso X de Castilla y León, “El Sabio”. En el capítulo 344 de la crónica citada, el rey relata como su mujer le solicita estar presente en las negociaciones, con un claro interés conciliador. El infante Alfonso visita a la reina a su llegada y en varias ocasiones a lo largo de las jornadas siguientes. La situación se fue tensando entre ambos bandos, por un lado por la insistencia del infante Alfonso de que el rey cediera Játiva a su hija, mientras que por otro Jaime I se negaba a dicha cesión, tanto por su valor estratégico como por las rentas que terminarían en poder de Castilla. La amenaza de Alfonso de conseguir Játiva por la rendición del qa’id setabense rompe las negociaciones y el rey aragonés sentencia su malestar y comunica su decisión de partir de Almisra, lo que de hecho suponía la guerra entre las dos coronas. Es aquí, en el capítulo 348, donde se ve con claridad el papel de

 Fig. 3.- Vista lateral de la decoración del arco sur de la torre del homenaje del Castillo de Alcañiz. Fotografía J.L. Simón

la reina, su visión política y el uso de sus armas de mujer para conseguir, casi obligar, a un acuerdo. El rey rememora en su crónica los llantos de su mujer, los lamentos y los negros vaticinios que se cernían sobre ambos reinos. Cuando ambos contrincantes ya había ensillado para marchar cada uno por su lado, el maestre de la Orden de Santiago y don Diego de Vizcaya por el bando castellano y la reina doña Violante por el aragonés, consiguen aplacar la ira de Jaime I y llegar a un acuerdo, donde se cumplía con lo acordado previamente, pero Jaime I se salía con la suya, ganando un poco de terreno respecto a la delimitación del Tratado de Cazola. Su amplia experiencia de negociación, como había quedado probada en la conquista del reino de Valencia, tanto con los musulmanes como con sus propios nobles y vasallos, le había ganado la partida al inexperto infante castellano. El primer acuerdo, reflejado en el capítulo 348, era sobre las posiciones militares de ambos bandos. Alfonso renunciaba a Játiva y se retiraba de Enguera y Moixent, a cambio de recuperaba Villena, Sax, Caudete y Bogarra. El Tratado de Almizra (Tractat d’Almisra), expuesto en el capítulo

349, establecía la frontera en una línea que comenzaba en Jarafuel y el río Cabriel, es decir, el Valle de Ayora-Cofrentes para Castilla, pasaba por Almansa y Burjaharón, la actual Torre Grande en el término de Almansa, y separaba por “.. Castalla, Biar, Relleu, Xixona, Alarc, Finestrat, Torres, Polop, la mola que estroba prop de Aigües, Altea i tot el que hi havia dins els seus termes.” Las posesiones de la corona de Aragón. Se firman los documentos con los testigos de cada bando y se daban dos meses para su cumplimiento. La paz permitió a Jaime I concentrarse primero en la conquista de Játiva y posteriormente en las de Biar y Castalla. Por desgracia solo contamos con una copia aragonesa del tratado, que actualmente se encuentra en el Archivo de la Corona de Aragón, la cual ha sido traducida del latín por varios autores a lo largo del siglo XX, recogiendo aquí la realizada por el insigne arqueólogo don Enrique Llobregat. «Acerca del reparto de la conquista de Hispania que fue hecho entre los ilustres Jaime, rey de Aragón, Mallorca y Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpeller, y el infante don Alfonso, primogénito del ilustre D. Fernando, rey de Casti-

 Fig. 4 y 5.- Vista general de la clave del arco. Detalle de las dos figuras centrales abrazándose delante de sus huestes. Foto J.L. Simón

lla y de Toledo, de León, Galicia, Córdoba y Murcia, realizado amigablemente entre ambos y compuesto del siguiente modo: Que el rey Jaime precitado, por sí y por sus sucesores, lauda, concede y determina al citado infante D. Alfonso y a sus sucesores a perpetuidad el castillo y la villa de Alacant, con todos sus confines, y Aguas, con todos sus confines, y Busot con todos sus confines, según va el terreno y sale hasta el puerto de Biar, y el castillo y la villa de Millena (Villena) con todos sus confines, y todo lo otro que está más allá del límite de Biar, que va hacia el puerto de Biar entre el límite de esta y el de Millena y hacia la parte de Murcia y de Castilla, excepción hecha de los términos completos de cada una de ambas, y todo lo otro que queda entre el confín de Almiçran y el de Bogarra, excepción hecha de los términos completos de cada una de ambas, y lo que va hacia el comienzo de la sierra de la Rúa que está sobre Ayora según la divisoria de aguas de esta sierra desde la parte de Castilla y cual esta sierra está donde confluye el Cabriel con el Júcar. Del mismo modo, el infante D. Alfonso, primogénito del ilustre  D.  Fernando, rey de Castilla, lauda, concede y determina por sí y por todos sus sucesores al ya citado Jaime, rey de Aragón y a sus sucesores, a perpetuidad, el castillo de Caztalla, con todos sus confines, y el castillo de Biar con todos sus confines, y el castillo de Almiztra con todos sus confines, y cuanto se ha dicho de los castillos de Alacant, Aguas y Busot a excepción de los términos enteros de estos castillos cual más arriba se ha expresado, y todo cuanto hay bajo el puerto de Biar hacia Xátiva, Denia y toda la otra tierra del reino de Valencia, y todo lo demás que queda aquende los confines señalados según la divisoria de las aguas hasta la parte de Valencia. Esta división sigue hasta el Júcar donde el Cabriel vierte en él, y del Júcar hasta Biar según más arriba queda dicho. Comoquiera que cada uno de los dos queda contento de la parte y porción a cada cual asignada más arriba, se prometen con total buena fe mutua y sin fraude ni engaño alguno, que ninguno de los dos, en la citada porción que le ha sido asignada, hará impedimento ni contrario, ni permitirá ni consentirá a nadie que lo haga, antes al contrario la citada división poseerá y tendrá firmeza perpetua, y para que se corrobore por siempre el dicho Rey y el Infante la corroboraron con sus sellos. En Almizra, durante la conferencia allí celebrada. Día séptimo de las kalendas de abril del año 1244, era de 1282. (Siguen las firmas de los testigos y la certificación del secretario Guillermo (Soler, 1976).

Si observamos un mapa de situación veremos que el límite establecido coincide con el de las taifas musulmanas de Valencia y Murcia, que oscilaron levemente en función de auge o decadencia de la ciudad de Denia, pero siempre tuvieron como referencia el Valle del Vinalopó, que separa el llano de la montaña alicantina, dos espacios claramente diferenciados desde la geomorfología, que configura unos procesos socioeconómicos e históricos que modelarán a sus comunidades humanas hasta nuestros días. No es de extrañar que fuese una de las fronteras más estables del reino de Aragón en la segunda mitad del siglo XIII, frente a la castellana y la navarra. Estos acontecimientos pudieron quedar plasmados en las pinturas murales de la torre del homenaje del castillo de Alcañiz, sede de la Orden de Calatrava en el reino de Aragón, cuya fortaleza fue donada a la orden por Alfonso II de Aragón, entre 1190 y 1210. A principios del siglo XIII el comendador calatravo decide ampliar el núcleo central, con funciones conventuales y palaciegas, con una torre del homenaje, que será decorada entre 1280 y 1375 con una serie de pinturas murales. Si bien el conjunto pictórico que ha llegado hasta la actualidad se extiende por el atrio, el claustro y la plata noble de la torre del homenaje, para los hechos objeto del presente trabajo nos debemos de centrar en la planta noble de la torre del homenaje, en la cara sur del arco diafragmático y apuntado existente entre la puerta de acceso y el ventanal (Figs. 3, 4, 5 y 6). En dicho espacio, en la parte alta, se desarrolla una escena simétrica cuyo punto central son dos figuras que sobre la clave del arco se abrazan. A la izquierda se aprecia una formación de caballeros a caballo con cervelleras que cubren sus indumentarias, donde se aprecian sus armas heráldicas, al igual que en las gualdrapas de las monturas. Los investigadores definen a la formación como en parada (Fig. 6), pero atenta y alerta, armados con mazas, mientras parecen señalar el centro de la acción. A la cabeza se sitúa un caballero con vestiduras y gualdrapas con las barras de Aragón, que no puede ser sino Jaime I. En el centro de la escena, que parece suceder temporalmente a la anterior, tres caballeros a pie arropan o acompañan al personaje principal, el que lleva nuevamente la ropa con las barras de Aragón, el rey Jaime I, que abraza a otro personaje que viste una túnica exte-

rior en la que algunos identifican un refuerzo de launas. A este segundo personaje le acompañan, al igual que al primero, varios caballeros a pie. Al otro lado estaría un séquito de caballeros a caballo simétrico al anterior, pero en este caso la escena se encuentra casi desaparecida (Figs. 5 y 6). La interpretación del conjunto (Figs. 4 y 5) varía según los investigadores, unos apuntan a un abrazo real entre Jaime I y el rey Alfonso X tras las tensiones por la muerte del rey Enrique I de Navarra. Otros piensan que es un rey musulmán al que abraza Jaime I, por la corona que ciñe, por lo que sería Zayyan ibn Mardanish, último rey musulmán de Valencia, pero otros investigadores, entre los que nos encontramos, plantean la posibilidad de que pudiera ser la escena del Tratado de Almizra, para lo cual hay que tener en cuenta el relato del Llibre dels Fets, donde los reyes se acompañan por sus tropas y los maestres del Temple y Santiago y el señor de Vizcaya en el caso del infante castellano y el maestre de la orden del Hospital, Guillem de Montcada y el noble Pres d’Arenos i en Carròs en el del rey aragonés. En el intradós del arco, bajo el abrazo de los dos personajes regios, aparece la cruz de la orden de Calatrava, símbolo del papel jugado por sus freires en una de sus hazañas más significativas de la época. Podríamos añadir a la interpretación anterior que bajo la escena de los caballeros del

lado izquierdo, se pinta una escena en la que ve un campamento calatravo a extramuros de una ciudad donde ondea el pendón de Castilla y León. Lo curioso es que tras el castillo y la villa amurallada, se pinta una montaña que en la parte alta hay una torre o castillo menor, que de identificarse con Villena sería el castillo de Salvatierra. Esta hipótesis, que nos parece muy plausible, la ha propuesto una de las máximas especialistas en el tema, la profesora Lacarra. Otros investigadores la relacionan con la estancia de Jaime I en Burgos para asistir a la boda de su nieto Fernando, hijo de Alfonso X, con Blanca de Francia, en 1269. Al otro lado del arco, en la cara norte, se pinta la conquista de Valencia por Jaime I, algo de lo cual parece no haber tantas dudas y que supuso otro de los hitos de la conquista del antiguo reino musulmán de Valencia. El conjunto pictórico es mucho más coherente con lo acontecido en los días previos y el resultado del Tratado de Almizra que con otros episodios en donde coincidan Jaime I, Alfonso X y la Orden de Calatrava. Sin lugar a dudas la importancia del acuerdo y su perduración a lo largo del tiempo fue ya percibida y valorada en su tiempo, por lo que no sería nada extraño que algunos de sus insignes participantes, los calatravos, quisieran dejar constancia de un hecho cuyas consecuencias aún perduran en la idiosincrasia de los pueblos del Vinalopó.

 Fig. 6.- Detalle de la caballería aragonesa con Jaime I a la cabeza. Fotografía J.L. Simón.

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