El trabajo más allá del empleo como una necesidad antropológica

May 23, 2017 | Autor: Jesús Martín Adrados | Categoría: Sociología Del Trabajo, Antropología filosófica, Renta Básica Universal
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Descripción

El trabajo más allá del empleo como una necesidad antropológica Jesús Martín Adrados Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Introducción: la renta y el reconocimiento como requisitos antropológicos

La necesidad de obtener un ingreso estable y de recibir cierto reconocimiento social por las cosas que uno hace constituyen en términos antropológicos dos cuestiones básicas para el ser humano. La indispensabilidad de una cierta renta se relaciona con la necesidad de seguridad (en todos sus ámbitos), extendiéndose también a la mayor parte de las necesidades fisiológicas al vivir la mayoría de nosotros en economías de mercado donde pocas esferas escapan de las garras de este. Por otro lado, que la utilidad de los individuos sea reconocida socialmente se torna imprescindible para su realización y desarrollo. De este modo, ambas necesidades se encuentran reconocidas y recogidas implícitamente por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow –fundador junto a Carl Rogers de la psicología humanista– en su teoría de las necesidades humanas, aunque desde un enfoque ciertamente individualista y psicologista. Para estos autores la realización del individuo es autorrealización, despojada de posibilitantes sociales y suponiendo desde una visión optimista y abierta el autodesarrollo, oponiéndose así al enfoque determinista freudiano y haciendo hincapié en «el concepto liberal de que el autodesarrollo era un derecho» (Illouz, 2007: 103). Sin embargo, y pese a su ya expuesto carácter imperioso, tales necesidades no se encuentran satisfechas dentro del modelo del trabajo como empleo ligado al capitalismo. Por ello y ante la manifiesta e inapelable pérdida de la centralidad del trabajo como empleo, es menester repensar el trabajo más allá del empleo en el siglo XXI (Moruno, 2015), más aún cuando numerosos economistas ortodoxos y heterodoxos han postulado la inviabilidad del modelo de pleno empleo hogaño, el cual se torna una reliquia del pasado, pues en la actualidad el desarrollo tecnológico conlleva por primera vez la destrucción neta de empleo.

La condición precaria de la seguridad y el reconocimiento en el capitalismo

Por la propia naturaleza del sistema capitalista, la seguridad devenida de la obtención de un ingreso estable y el reconocimiento social de utilidad necesario para el desarrollo y la realización del individuo señalados anteriormente no tienen cabida en el capitalismo y si se dan en él es de forma



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muy precaria. Y es que la desposesión de la mayoría de los medios de producción a consecuencia de la acumulación originaria (Marx, 1975) resulta en que el principal –y generalmente el único– ingreso de los trabajadores es su salario. Las implicaciones de lo que se describe son enormemente significativas, pues las rentas del trabajo en oposición a los beneficios del capital conllevan la dicotomía de intereses inherente al capitalismo. Así, el conflicto entre capital y trabajo implica la inexorable situación de sometimiento de la clase obrera, cuya característica necesidad de vender su fuerza de trabajo para poder subsistir derivada de las particulares relaciones de producción capitalistas la coloca en una situación de absoluta supeditación con respecto a los intereses del capital. La consecuencia directa de esto es que la desposesión que sufre la clase trabajadora la obliga a vender su fuerza de trabajo, como una mercancía más y en un despótico mercado, para poder sobrevivir, debido a la propia lógica del sistema capitalista, pues las relaciones de producción en él son fruto de la desigualdad entre los propietarios de los medios de producción y los asalariados. Todo ello se materializa en que los trabajadores no tienen garantizado ningún ingreso –ni consiguientemente su subsistencia, su reproducción material, su vida– si no es vendiendo su fuerza de trabajo, dependiendo en todo momento de que alguien esté dispuesto a comprársela. No tienen, por tanto, ese ingreso estable con el que se comenzaba la disertación, sino que reciben un ingreso ciertamente volátil y precario a cambio de su tiempo de trabajo. Además, cabe señalar que en el capitalismo histórica e interesadamente se han unido ambas dimensiones, la obtención de un ingreso y el reconocimiento social, de forma que, en términos generales, no es posible percibir un ingreso si no es por un trabajo remunerado y no se consideran útiles las actividades no remuneradas. De este modo, solo se remunera el trabajo que genera una utilidad individual, material y económica para el capitalista, siendo esta a consecuencia de la hegemonía cultural burguesa la única que existe a ojos de la sociedad. Así, en nuestra sociedad capitalista útil es solamente aquello por lo cual el capital extrae plusvalor, por lo cual es capaz de valorizarse y el empresario obtiene una ganancia. Por consiguiente, todas las demás utilidades, especialmente la social, quedan invisibilizadas. Se produce así un fenómeno de lo más irracional, ya que desde la perspectiva del capital una persona que cuida a sus hijos en casa es inútil, no es productiva, mientras que esa misma persona cuidando a niños en una guardería sí es productiva y útil. La lógica capitalista obvia de este modo la ya mencionada utilidad social, pues en términos sociales es fundamental que una persona cuide a niños para la reproducción de la vida, en cambio, al capital esto le da igual puesto que no le permite valorizarse. Qué mayor ejemplo de que «la sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad» (Marx, 2013: 64).



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Por todo ello, resulta necesario dinamitar esa lógica ideológica, consiguiendo obtener ingresos que no siempre tengan que venir dados por la realización de un determinado trabajo y valorando actividades sociales no necesariamente remuneradas. En relación con esta imperiosa subversión se plantea precisamente la idea de la renta básica universal (RBU).

Defensa de la renta básica universal desde una perspectiva antropológica: libertad y dignificación

La RBU implica garantizar la existencia material de todo ciudadano y residente, suponiendo así el derecho a la existencia. Otorgando una asignación monetaria incondicional a toda la población, reconoce a la ciudadanía el derecho a recibir un ingreso estable que posibilite su existencia, que le garantice una vida digna. Sin entrar en aspectos economicistas, pues la posibilidad de llevar a cabo una medida tal en nuestro país ya ha sido demostrada en el proyecto de financiación de la Red Renta Básica*, las implicaciones filosóficas de algo tan radical como garantizar la vida y no solamente la propiedad son notables. La principal consecuencia de la RBU sería el aumento de la libertad de la mayoría de la población al romper parcialmente con la lógica del capitalismo, pues todas las personas dispondrían de una renta mínima adecuada con la que poder vivir modestamente, de forma que nadie trabajaría por menos de lo que ya recibe por su mera condición de ciudadano (o residente), subvirtiendo así tímidamente la situación de dependencia y subordinación anteriormente expuesta. Este hecho se relaciona directamente con el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau, quien en su Contrato social exponía «en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea bastante opulento como para poder comprar a otro, y ninguno tan pobre como para verse obligado a venderse» (Rousseau, 1762), pues la renuncia a la libertad que supone venderse en el mercado implica «renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes» (ib.). Presentada junto con la vida como uno de los «dones esenciales de la naturaleza» (Rousseau, 1999), para el filósofo ginebrino la libertad constituye «la más noble de las facultades del hombre» (ib.), de forma que «renunciando a la libertad se degrada el ser» (ib.). En contraposición, el trabajo asalariado no es sino servidumbre, «que no valdrá nunca tanto como la augusta libertad» (ib.). Asimismo, cabe indicar que la contundencia de la RBU en términos del ya expuesto incremento de la libertad deviene a consecuencia de su focalización en el aspecto económico. Y es que, como demuestra la obra de Marx, la verdadera libertad es la independencia económica y necesariamente se encuentra fuera del mercado, suponiendo una condición sine qua non para el resto de libertades individuales. Sin embargo, esta libertad originaria no es contemplada en el sistema capitalista para la inmensa parte de la *

Cabe señalar que sería necesaria una reforma fiscal y la integración de la política fiscal con la social.



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población, pues «por libertad se entiende, dentro del régimen burgués de la producción, el librecambio, la libertad de comprar y vender» (Marx, 2013: 70). Además, el carácter incondicional consustancial a la RBU conlleva una gran dignificación, pues en última instancia se articula únicamente sobre nuestra condición de seres humanos. La RBU implica de este modo la conciencia de la libertad entendida como un elemento constitutivo del ser, he aquí el inmenso potencial ético y cívico de esta medida. Por todo ello y pese a que, como es evidente, la RBU no acaba con el capitalismo, del mismo modo que tampoco acaba con el capitalismo la sanidad pública, ni un convenio colectivo beneficioso para los trabajadores, es indudable que si la existencia material de todas las personas estuviese garantizada viviríamos en un capitalismo diferente de lo que conocemos ahora (Raventós, 2016).

El trabajo, mucho más que empleo

A lo largo de esta disertación se ha ido desplegando tácitamente una concepción del trabajo mucho más amplia que la limitación que supone el empleo, una noción del trabajo en el sentido de labour –como se diría en inglés– ligado al hacer y no de work ligado a un salario. Así, el concepto de trabajo es parangonable a la idea de poíēsis platónica, la cual implica «hacer» y suele traducirse como «creación» o «producción», no conllevando necesariamente una remuneración. En concreto, Platón expone en el Banquete (205b-c) que «la idea de “creación” (poíēsis) es algo múltiple, pues en realidad toda causa que haga pasar cualquier cosa del no ser al ser es creación, de suerte que también los trabajos realizados en todas las artes son creaciones y los artífices de éstas son todos creadores (poiētaí)». De esta forma, el trabajo abarca prácticamente todos los ámbitos de la existencia humana al suponer el paso del no ser al ser, por lo que comprende tanto el trabajo físico como el intelectual, es decir, desde la mundana producción material hasta el elevado estudio de la filosofía.

El empleo, un concepto moderno

Como se ha señalado anteriormente, el concepto de empleo tiene numerosas limitaciones a consecuencia de su vinculación intrínseca con el sistema de producción capitalista. Y es que, a diferencia de como se nos suele presentar, la idea de trabajo que supone el empleo solo existe, por sus propias características, a partir de la modernidad, sobre todo industrial. Así, el empleo implica trabajo entendido de manera meramente económica, constituido en sociedad y presentado en la esfera pública. Una de sus características principales es que se vende y se compra por medio de un contrato, reconociéndose –y simultáneamente remunerándose–, como ya se ha expuesto, la utilidad de la actividad en cuestión. Consiguientemente, la gran distinción entre el asalariado y el esclavo es que en el capitalismo el



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trabajador vende su fuerza de trabajo “libre y voluntariamente”†, mientras que el esclavo se vende de una vez y para todas. De este modo, el empleo traslada toda la producción que se hacía en el hogar, todo el trabajo privado, a la esfera pública. Se convierte así en una cuestión social, lo que supone la pérdida del carácter autónomo del trabajo en el sistema capitalista. Es precisamente tal pérdida de la autonomía original del trabajo una de las grandes críticas que hace Marx (2013: 58-59) al sistema capitalista, sentenciando que: La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo, equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.

Conclusión: la perentoriedad de abolir el trabajo asalariado

Tras todo lo argumentado anteriormente, queda expuesta la necesidad antropológica de subvertir la idiosincrasia capitalista del empleo y articular el trabajo más allá de él, especialmente en la actualidad ante el deterioro de este modelo particularmente en lo concerniente al trabajo. Para este fin, el potencial de la RBU es cuantioso, siendo muy probable que una plausible transición pase ineludiblemente por ella. En definitiva, y a consecuencia de todas las limitaciones del modelo del empleo identificadas en esta disertación, la abolición del trabajo asalariado se muestra inaplazable. Y es que ya lo apuntaba don Lope en la película Tristana (1970) de Luis Buñuel basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós: El trabajo es una maldición (…). ¡Abajo el trabajo que uno tiene que hacer para ganarse la vida! Ese trabajo no honra como dicen algunos, solo sirve para llenarles la andorga a los cochinos explotadores. En cambio, el que se hace por gusto, por afición, ennoblece al hombre. Ojalá todos pudieran trabajar de ese modo. †

Es preciso señalar que la supuesta libertad y voluntariedad que los liberales arguyen es ciertamente relativa y meramente formal, ya que los trabajadores están inexorablemente obligados a vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir.



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Bibliografía citada y/o consultada:

• Guerrero, D. (2005): La explotación: trabajo y capital en España (19542001). Disponible en: https://goo.gl/ueMfA1 • Illouz, E. (2007): Intimidades congeladas: las emociones en el capitalismo. Madrid, Katz. • Marx, K. [1975 (1867)]: El capital, Tomo I, Vol. 3. Traducido por Pedro Scaron. México, Siglo XXI. • Marx, K. (1849): Trabajo asalariado y capital. Disponible en: https://goo.gl/3d0j2P • Marx, K. y Engels, F. [2013 (1848)]: Manifiesto del Partido Comunista. Traducido por Wenceslao Roces. Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas. Disponible en: https://goo.gl/5k6NMc • Monedero, J. C. [2011 (2009)]: El gobierno de las palabras: política para tiempos de confusión (2ª edición). Madrid, Fondo de Cultura Económica. • Moruno, J. (2015): La fábrica del emprendedor: trabajo y política en la empresa-mundo. Madrid, Akal. • Navarro, V. (2013): ¿Qué renta básica? Disponible en: https://goo.gl/Nxm3lG • Platón: Banquete. Traducido por Martínez Hernández M. En Platón I (2011), Biblioteca Grandes Pensadores, Gredos. • Raventós, D. (2016): “El trabajo no dignifica, dignifica la existencia material garantizada” (entrevista). Disponible en: https://goo.gl/bn7tx9 • Rousseau, J.-J. [1999 (1754)]: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Traducido por Ángel Pumarega. Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Edición digital basada en la de Madrid, Calpe, 1923. Disponible en: https://goo.gl/FnU6ky • Rousseau, J.-J. (1762): El contrato social. Traducido por Fernando de los Ríos. Disponible en: https://goo.gl/reaBYF



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