EL TERCER GRAN LEGADO DE FRANCO

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Descripción

EL TERCER GRAN LEGADO DE FRANCO



Echando un vistazo a la literatura neo o para-franquista no es difícil
discernir que en ella ocupan un lugar preeminente tres "grandes" legados.
El primero es haber derrotado a los "rojos" y a su cobertura, la Segunda
República. El segundo haber preservado la neutralidad en la guerra mundial.
El tercero presidir la época de mayor crecimiento de la economía española.
Es el equivalente funcional del que, hasta 1939, se atribuía a Hitler:
haberse encontrado con un país hundido económicamente y, en menos de seis
años, eliminar el desempleo.

En el caso alemán, claro, luego vino la guerra mundial, su larga serie de
victorias y su final con el crepúsculo de los dioses nazis. La recuperación
económica alemana de 1933 a 1939 se ha pasado por la lupa. Sus mecanismos
se han explicado hasta la saciedad.

En el caso español también hemos hecho lo mismo historiadores y
economistas. España disfrutó de una bonanza económica entre 1960 y 1970
pero ¿por qué?, ¿cómo?

Historiadores como Stanley G. Payne y Jesús Palacios no tienen ninguna duda
en cuanto a las respuestas: la gran habilidad de Franco como "último
regeneracionista", su deseo de hacer de España una potencia moderna y
fuerte.

Esto no es sino una burda tergiversación de una historia que, formalente,
se inició hoy hace 56 años, el 21 de julio de 1959. Aquel día Franco firmó
el Decreto-ley de Ordenación Económica, base de la única operación
estratégica de gran calado que la dictadura fue capaz de emprender en el
plano económico y con consecuencias profundas.

Los lectores que tecleen en wikipedia "plan de estabilización de 1959"
encontrarán una sucinta descripción ni particularmente mala ni
particularmente buena (lamento que omita, además, el papel del profesor
Manuel Varela, qepd, entonces secretario general técnico de Comercio).

Un apunte. Cuando el Banco Exterior de España (BEE) me encargó en 1976 que,
con un equipo, preparase un estudio sobre la política comercial exterior
desde 1931 a 1975 para conmemorar el L aniversario de su fundación, lo
primero que hice fue pedir autorización para acceder a los archivos
gubernamentales del franquismo.

Entre los puntos que pretendía aclarar era la génesis del plan de
estabilización. El Decreto-ley de 1959 me pilló en Alemania y todavía
recuerdo haber leído en el periódico de Hamburgo Die Welt la noticia. Poco
después, lei también la referencia a una advertencia hecha por el Cardenal
Primado y Arzobispo de Toledo a los peligros del baile agarrado. La España
de la época era realmente diferente.

Gracias al entonces director general del BEE, profesor Rafael Martínez
Cortiña (qepd) pude trabajar en los archivos de los Ministerios de Asuntos
Exteriores, Comercio, Hacienda, Industria y Presidencia del Gobierno amén
del Banco de España y del IEME (Instituto Español de Moneda Extranjera).

Los tres volúmenes que componen la obra, aparecida en 1979, abordaron
documentalmente las etapas de la Segunda República, la guerra civil, la
autarquía y la estabilización. La del crecimiento se hizo en plan
analítico. Rastreamos, hasta donde fue posible, el proceso de formación de
las políticas concernidas. Era algo que, hasta donde se me alcanza a
recordar, no se había hecho todavía hasta entonces en España. No por falta
de medios personales sino de facilidades institucionales.

Todos, salvo uno, de los compañeros que participamos en aquella aventura
recordarán lo que sufrimos: el embajador Senén Florensa (jefe de fila para
la Segunda República), el hoy secretario de Estado para la UE Fernando
Eguidazu (transversalmente para la política contingentaria y de control de
cambios), Carlos Fernández Pulgar (qepd) para el ambiente ideológico de la
autarquía y Julio Viñuela (para el crecimiento tras la estabilización).

Hubo que sortear dificultades. Por ejemplo, la interpuesta por aquel genio
de la política patria Leopoldo Calvo-Sotelo (qepd), a la sazón ministro
para las relaciones con las Comunidades Europeas, que se enfureció porque
el libro podría dar munición a los comunitarios en sus negociaciones con
España. Revelaba, ciertamente, algunos de los mecanismos por los que la
dictadura había introducido un alto nivel de protección encubierta contra
las mercancías extranjeras. Muy a tono con los postulados en los que Franco
siempre creyó.

Al Caudillo hubo que sacarle el plan con fórceps. Fue un parto duro, largo
y difícil cuyos antecedentes se remontan, en ciertos círculos económicos
ilustrados de la Administración, hasta por lo menos 1954. ¿Quiénes se
opusieron a él con tenacidad? Franco y su escudero el almirante Luis
Carrero Blanco, ministro subsecretario de la Presidencia del Gobierno.

De él encontré una "Introducción al estudio de un plan coordinado de
aumento de la producción nacional" que redactó, o le ayudaron a redactar,
en la primavera de 1957 y que constituye una sublime profesión de fé en las
virtudes de lo que los economistas suelen denominar "crecimiento hacia
adentro", una expresión edulcorada para lo que las potencias fascistas
llamaban, pura y simplemente, autarquía. En sus virtudes creyó Franco, tras
según él haber leído la tira sobre temas económicos, desde la guerra civil
hasta que se vio obligado a tirar la toalla.

Carrero Blanco, que tanto ayudó al excelso Caudillo en sus maniobras
políticas, también le había apoyado en sus curiosas estrategias económicas.
Entre los dos se preocuparon cuidadosamente de que la economía española y
la internacional se mantuviesen disociadas. Solo la amenaza de insolvencia
en los pagos internacionales con unos débitos en divisas a corto, medio y
largo plazos imposibles de satisfacer con las entradas en moneda extranjera
indujo a ambos prohombres a dejar hacer a quienes sabían. El resultado fue
el Decreto-ley de hace 56 años. Con ayuda del FMI y de otros técnicos
extranjeros. Un francés, Gabriel Ferras, redactó incluso el borrador de
justificación.

Años después de la publicación del libro tuve necesidad de bucear de nuevo
en los archivos de la Presidencia del Gobierno. Encontré entonces en el
acta de la primera o segunda reunión de la Comisión Delegada del Gobierno
para Asuntos Económicos, probablemente en abril de 1957, un discurso anejo
de Franco. Lo fotocopié y guardé como oro en paño hasta perderlo en alguno
de mis mudanzas internacionales.

Gracias a una buena amiga, la profesora Paloma Villota, traté de
localizarlo hacia 1998. Le dijeron que naranjas de la China. Volví a la
carga hacia 2006. Era ya entonces secretario general de la Presidencia el
embajador Nicolás Martínez-Fresno quien ordenó la búsqueda del famoso
discurso. ¡Había desaparecido! Se encontraron, eso sí, varios saludas en
los que López Rodó lo distribuyó a los ministros encareciéndoles su
lectura. Se subrayaba la importancia de las manifestaciones de Su
Excelencia el Jefe del Estado con respecto al guayule.

Consulten los lectores el diccionario: planta cauchífera que crecía (hoy ya
no lo sé) en los arenales de Huelva. Fue la explotación industrial del
guayule una de las brillantes ideas que SEJE introdujo en su discurso para
remediar el problema de la falta de caucho. Y sin él, claro, los camiones y
camionetas no podrían cumplir su esencial labor de "unir a todos los
hombres y tierras de España".

No crea el lector que Payne/Palacios han perdido el tiempo leyendo la obra.
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