El teatro que les gusta a los niños: Juan Rana

Share Embed


Descripción

EL TEATRO QUE LES GUSTA A LOS NIÑOS: JUAN RANA

No me voy a detener en ninguna aproximación histórica sobre las
experiencias en teatro para niños en el ámbito cultural español. Me voy a
limitar a mi experiencia personal como director de teatro universitario.
Entre los años 1997 y 2002 el grupo ESTRAGÓN llevó a cabo bastantes
representaciones en España y Francia a partir de un repertorio de piezas
breves, tanto de autores y autoras del siglo XX y actuales (Ionesco, Mario
Fratti, Matilde Ras, Maribel Lázaro) como de autores del siglo XVII español
(Francisco de Ávila, Calderón, Benavente y Moreto) o alguna farsa normanda
traducida y compuesta especialmente para teatro de calle. Tanto la farsa
normanda como los entremeses, en su mayor parte, sobre la figura o máscara
de Juan Rana, acabaron siendo el centro de un trabajo teatral que el grupo
llevó a centros culturales de distintos pueblos gallegos. La piedra de
toque fue, sin duda, la representación en el pueblo de Ponteceso, a 60
kilómetro de La Coruña, de un repertorio exclusivo de entremeses del siglo
de oro, uno de ellos original de Calderón, "Las carnestolendas" y traducido
al gallego por quiene sto firma, como "O Entroido". La representación no
era en contexto escolar, sino en centro cultural popular y la mayor parte
de la asistencia eran chavales de entre doce y quince años, en algunos
casos acompañados por algún familiar. Dada la experiencia previa que el
grupo Estragón tenía en teatro de calle, dentro de la Semana Medieval, y en
actuaciones en pueblos gallegos, no teníamos mayores dudas sobre que la
recepción iba a ser buena, aunque el hecho de encontrarnos con un público
mayoritariamente infantil dejaba algo de margen al riesgo. El resultado en
este público superó con creces cualquier expectativa que hubiéramos
imaginado: jolgorio, alborozo, risas, aplausos y carcajadas, ante la mirada
atónita de los espectadores mayores de edad que se divertían, pero sin
llegar al paroxismo.
Es muy fácil detectar cuál fue el punto de básico de diversión: la máscara
de Juan Rana, interpretada por cierto, por una muchacha licenciada en
Derecho y con larga tradición en teatro universitario, Isabel Martínez
Risco, que luego ha intervenido en algunas películas gallegas y en
programas de televisión como monologuista.
Hay que explicar qué tipo de personaje teatral es Juan Rana, máscara creada
y fijada por el actor vallisoletano Cosme Pérez, que en su papel de Juan
Rana desempeñaba varios estereotipos derivados: marido cornudo, alcalde
zafio e incompetente, doctor ignorante y otros por el estilo. Se trata,
como se ve, de un personaje grotesco, que tuvo tal popularidad en el siglo
XVII que prácticamente todos los dramaturgos a partir de 1630 escribieron
obras para él. Y más allá del siglo XVII, dado que los libretistas Carlos
Fernández Shaw y Tomás Luceño le facilitaron al músico alicantino Amadeo
Vives, el libreto para una pieza de zarzuela, como ya había hecho
anteriormente Mariano Pina para el músico Barbieri. La última resurrección
de Juan Rana ha sido en una obra de José Sanchis Sinisterra, estrenada en
Ciudad de México en 1998, interpretando el actor mexicano Óscar Yoldi el
papel de Juan Rana. Según el propio Sanchis Sinisterra, la obra, "El canto
de la rana" fue compuesta en el verano de 1987. Recientemente el actor
Manuel Fernández Nieves ha retomado la obra y el papel de Juan Rana y ha
representado esto en los años 2009 y 2010, incluyendo las representaciones
en el Festival de Teatro Iberoamericano y en Jornadas de Teatro Infantil.
En este sentido la experiencia del grupo Estragón respecto al personaje es
anterior a esto y concuerda en lo que atañe al aplauso dentro del público
infantil. Por lo tanto hay materia suficiente para sostener que el teatro
breve, y más concretamente los entremeses relacionados con Juan Rana
resultan más que aptos para ofrecer al niño de Infantil y Primaria
espectáculos teatrales de alta calidad. Estamos hablando de Calderón de la
Barca y de Agustín Moreto, agazapados en los libros de texto con
informaciones bastante ajenas a la realidad de los alumnos.
La creación del personaje de Juan Rana en su papel de marido cornudo tiene
un cenit creativo en una obra de Agustín Moreto llama 'El retrato vivo',
que es la que provocó en Ponteceso la absoluta hilaridad del público, ante
la estupefacción de los mayores, a quien nadie les había advertido de la
libertad que se tomaban nuestros clásicos del Siglo de Oro para aludir a
cuestiones como la homosexualidad, los alegres y sufridos cuernos
conyugales y la crítica a los inútiles y presuntuosos aristócratas de
mírame y no me toques.
Hay que hablar, en primer lugar, de cómo se construye físicamente el
personaje de Juan Rana, del que existe un conocido retrato de época, que ha
servido para ilustrar algunas ediciones de obras de Luis de Benavente o la
última tesis doctoral consagrada al actor Cosme Pérez y su personaje de
Juan Rana. En este sentido resulta notable la coincidencia a distancia
física y temporal entre la propuesta del grupo Estragón en los años 1998-
2002 y el tratamiento de grupos profesionales a finales de este último
decenio. En ambos casos se ha diseñado el mismo atuendo para resolver la
presencia física del personaje. Con la notable salvedad de que Estragón
usaba máscara de comedia del Arte para ocultar el rostro, mientras que en
la obra de Sanchis Sinisterra, el actor Fernández Nieves actúa a cara
descubierta. Mi punto de vista como director escénico y responsable de
escoger y seleccionar el personaje y los textos dramáticos es que el uso de
la máscara fue uno de los factores que contribuyeron al éxito de escándalo
de las breves y maliciosas obras de Calderón, Benavente y Moreto. En
realidad, más actuales y divertidas que la de Sanchis Sinisterra.
Tal vez, como sugiere Alberto Castilla, la figura de Juan Rana proceda de
algún tipo de indagación teatral hecha por el actor vallisoletano Cosme
Pérez a partir del entremés en verso de Cervantes "La elección de los
alcaldes de Daganzo", en la que el cuarto pretendiente a alcalde es Pedro
de la Rana. Como ha apuntado el propio Castilla, algunos personajes de
entremeses de Cervantes, como los memorables Chanfalla y Chirinos de El
retablo de las Maravillas, entroncan con las máscaras de la Comedia del
Arte. En todo caso Juan Rana, como hemos dicho, es una máscara, como puede
ser la de Pulcinella o la de Spavento.
Con Juan Rana en el papel de marido cornudo, el grupo ESTRAGÓN representó,
aquí mismo, en este escenario, un entremés de Calderón llamado "El desafío
de Juan Rana", en el que tenemos los tres personajes habituales: Juan Rana,
la Bernarda y el vecino Gil Parrado. La anécdota se sustenta en el enfado
con que viene Juan Rana a su casa y el trato, ciertamente muy poco afable,
de su desvergonzada mujer. Juan Rana anuncia pomposamente que le preparen
un manto porque va 'a reñir'. "¿Con quién vais a reñir?", pregunta,
asombradísima la Bernarda. Y se enzarzan ambos en el diálogo siguiente:

COSME Con un amigo.
BERNARDA ¡¿Con un amigo?! Estoy de enojo ciega.
COSME ¿No veis que el más amigo es quien la pega?

Vemos entonces a Bernarda protestando de su inocencia como esposa:

BERNARDA: Sé que podéis decir, con mil placeres,
Que en mí tenéis un molde de mujeres.
COSME: Esos son los hechizos,
Que diz que me ponéis algunos rizos.
BERNARDA: ¿Rizos a vos, esposo?
No lo habéis menester, que sois hermoso.
¡Qué cintura tenéis! (Tomá una higa!)
COSME: Ya sé que soy galán, Dios me bendiga.
Pero dan en decir, que es lo que siento,
Que os parezco mejor…cuando me ausento.

Los quince minutos de representación se sustenten en este tipo de diálogos
maliciosos que culminan en el enfrentamiento o desafío entre Juan Rana, que
no tiene ninguna intención de batirse en duelo y su contrincante, Gil
Parrado, que sólo desea huir de semejante situación. El primer diálogo
entre la Bernarda y Rana tiene como objetivo cómico lo que podríamos situar
en una tarea típica de la asignatura de Lenguaje en educación Primaria:
redactar una carta de desafío. La broma empieza, claro está, con el
encabezamiento. Como Juan Rana no sabe escribir, le tiene que dictar el
texto a su santa esposa, la Bernarda: "Poned de buena letra: 'Amigo mío…'.
La Bernarda se sorprende un poco con tanta cortesía, pero continúa
escribiendo al dictado. La segunda frase del desafiante Juan Rana se
mantiene en los límites de la cortesía: "Por aquesta sabréis, de buena
mano/ que soy vuestro enemigo más que hermano". Se supone que
inmediatamente debería venir el desafío, pero no. Rana se interesa primero
por su familia y le explica que en cuanto a él, la Bernarda "se ha sentido
estos días achacosa" y que él, en todo caso "de cualquier modo estoy para
serviros". Finalmente ante la indignación conyugal, Rana acepta desafiar a
su ofensor, pero, claro está, con el mayor tacto posible. La frase es
rotunda: "En el campo os espero, como un Marte". Interesada, la Bernarda
pide más precisiones: "¿A dónde he de poner?", porque, claro, esto del
campo es muy amplio. Juan Rana precisa algo más para que no haya pérdida:
"En cualquier parte", y ante la indignación y el sarcasmo de su señora
concluye así:
Decid que yo le aguardo, por más señas,
En el campo, esta tarde,
Y acabad el papel con:"Dios os guarde".

Finalmente nuestro héroe se dirige al campo, empujado por su alegre señora,
tratando de no tropezarse con nadie y menos aún con el desafiado. Entre
tanto reflexiona entonando una canción lúgubre, sobre su dura y cruel vida,
encomendando a la Bernarda, que cuide de su hijo Juanito

Que, en fin, só su padre, puesto
Que a tres meses de casado
Me nació en casa, de tiempo.
Y adiós, que no puedo más.

Esta última frase se acompaña con un intento de fuga, inmediatamente
abortado por la Bernarda que lo agarra del cogote y le amenaza:

Cobarde, villano, necio.
A enviar voy el papel,
Y mirad que os aconsejo
Que vengáis a verme honrado
O volváis a casa, muerto.

Ante esta disyuntiva, Juan Rana, haciendo de tripas corazón se lanza al
encuentro de su contrincante, Gil Parrado, que tiene todavía menos ganas
que él de verse mezclado en una reyerta. Finalmente, ante el riesgo de
herirse, hacerse daño o algo peor, Juan Rana se abalanza sobre Gil armado
de unas pantuflas y lo fríe a pantuflazos, a lo que Gil Parrado,
despavorido llama a la Justicia para que lo protejan: "¡Aquí de Dios, que
me matan!". Llegan, en efecto, los alguaciles y le preguntan a Juan Rana
qué sucede. Heroicamente Rana les cuenta sus hazañas: "He reñido con cien
hombres,/ los noventa y nueve huyeron/ y a éste, lo he dejado muerto". La
justicia pregunta: "¿Cómo, si está vivo?", pero Rana encuentra la
explicación: "Habrá resucitado de miedo". Al final los alguaciles se llevan
preso a Juan Rana, pero la Bernarda lo rescata haciéndoles ver que "es sólo
su marido" y no es cosa de andar perdiendo el tiempo con tales zotes. La
música de zarabanda pone fin a la broma.
¿Por qué les gusta tanto este entremés a los niños? Obviamente porque se
representa en escena una situación típica relacionada con el acoso escolar:
el desafío clásico, te espero en el patio, ya verás tú, etc. Y se resuelva
haciendo ver que los dos que se desafían son tal para cual de cobardes. Al
mismo tiempo se deja claro el papel de la Bernarda que se impone, como la
clásica Mamma italiana, a niños, alguaciles, maridos cornudos y todo lo que
se mueve en el horizonte. La risa de la situación, el estilo de mojiganga y
broma hacen de contrapeso a la situación real de fondo, común en los patios
de colegio. La anécdota y su resolución corresponden a experiencias reales,
pero el tono del entremés bufonesco las descarga de su aspecto agresivo.
El segundo entremés, "El retablo de las maravillas" es una adaptación en
tono de farsa del entremés de Cervantes: los dos estafadores cervantinos,
Chanfalla y la Chirinos, se ven aquí sustituidos por una descarada y fresca
Pilonga, como las castañas pilongas, que aparece en escena disfrazada de
bruja Pirulí y hace que el Alcalde, acosado por la larguísima nariz de la
Bruja Pilonga empiece a darse de bofetadas frenéticamente a sí mismo,
creyendo que hay una mosca que le incordia. Una vez que Pilonga se
desprende de sus narices de carnaval, se muestra como directora de un
retablo cuyas figuras sólo podrán ser vistas por aquellos que tienen una
esposa fiel que no les pone los cuernos, o, como suavemente se dice, los
rizos. Esto hace que nos enteremos de que la señora esposa del alcalde Juan
Rana tiene un sentido de la hospitalidad muy generoso y democrático.
La sesión del retablo, homóloga a la del entremés de Cervantes, juega sobre
un elemento de diversión que tiene que ver con el susto y alboroto, y al
mismo tiempo con la situación de fingimiento y autoengaño. Todo el mundo
está dispuesto a ver que del retablo ha salido un toro bravo dispuesto a
embestir a los asistentes, que corren despavoridos por el escenario y
tratan de evitar los supuestos cuernos amenazadores del toro. Una vez que
Pilonga les avisa de que el tal toro del Jarama ya se ha ido, los
supervivientes presumen de lo valientes que han sido en semejante trance.
Lo segundo es la supuesta gran inundación del río Nilo que se desborda por
la plaza, de modo que ahora, los asistentes al espectáculo, se despojan de
sus ropas y capas para poder nadar con soltura y, en efecto, nadan en seco
sobre el tablado de la sala, mientras Pilonga se lleva consigo todo el
botín de ropas y capas ajenas. La burla a la estupidez de las personas
mayores y a sus convenciones sociales, más el regocijo de verlos haciendo
el tonto son, sin duda, otro de los alicientes para la risa y el jolgorio
infantil. En ambos casos los motivos anecdóticos del desafío de los
cobardes y de la sugestión popular permiten abrir un debate oral que vaya
más allá de la mera exposición de lo divertidas que eran las obras. En el
primer caso, de Calderón; en este segundo, de Luis de Benavente y Quiñones,
sin que esto sea óbice para abordar la representación del mismo contenido
teatral en el texto de Cervantes, algo más largo y en prosa, pero también
con música final. Estamos hablando de Calderón, Benavente y Cervantes en
teatro para niños, pero que no se han escogido por ser autores esenciales
de nuestro patrimonio teatral, sino porque se trata de obras que responden
perfectamente a las expectativas de diversión del niño de Primaria y a sus
objetivos de educación literaria, mucho mejor que la mayor parte de las
obras actuales de teatro para niños que se presentan con menor riqueza de
lenguaje, con un trazado de personajes más plano, menos eficaz y divertido
y con temas generales menos ñoños y pilongos.
Y vamos ahora a pasar a la obra maestra de Agustín Moreto, "El retrato de
Juan Rana", entremés muy elaborado, en tanto que pone en escena a nueve
personajes que van añadiéndose progresivamente a los dos personajes
iniciales, la Bernarda y una amiga que le sirve de confidente. El objetivo
es la burla a la estupidez de Juan Rana, en este caso marido cornudo y
nuevo rico capaz de hacer el idiota sin pestañear, metido dentro del marco
de un cuadro, mientras ante él pasan alternativamente un feroz espadachín
barriobajero, un presumido aristócrata amante de su mujer, un pintor algo
más que amanerado y un funcionario de correos que trae un par de perdices
procedentes de la Zarzuela. Entre Bernarda, la amiga y las dos criadas que
se dedican a arrearle estopa a las nalgas de Juan Rana, se organiza, como
pasa siempre al final de los entremeses un baile de broma, burla y
castañeta mientras Juan Rana, haciendo de Caballero de la Mano en el pecho
trata de zafarse de los azotes, pullas y zascandileos de todo este personal
corriente y moliente. Corriente y moliente, en el sentido en que corren a
su alrededor y lo muelen a palos.
La diversión, de nuevo, no está solo en el carácter surrealista de la
pieza, en que Juan Rana viene siendo tan rematadamente idiota que está
convencido de que no es ya él mismo, sino su propio retrato y que tiene que
quedarse quietecito y sin moverse dentro del marco del cuadro para que los
colores con que lo ha pintado el pintor no se estropeen. La broma no está
sólo en Juan Rana, sino en la caricatura que se hace de los cuatro
caballeros que aparecen haciendo gansadas delante del cuadro: el amante
hidalgo sobando y achuchando a la Bernarda delante de las narices de Juan
Rana que, al ser una pintura de sí mismo y no su propio yo, no puede
protestar de la situación. Un espadachín mostrenco y perdonavidas, el
clásico matón de barrio presuntuoso y necio que se contempla a sí mismo en
importantes posturas de esgrima, a cual más espectacular, ante un público
que se desternilla; el pintor descaradamente afeminado y lindo, vestido con
atuendo violeta y lila y una desmesurada pluma en el sombrero, que soba,
resoba y repasa toda la anatomía masculina de Juan Rana, y finalmente el
funcionario de correos que le lee la carta que el propio y asombrado Juan
Rana ha escrito desde la Zarzuela. La escena está llena de personajes, la
música final es aparatosa y de zascandileo y los atuendos de los personajes
son llamativos, en lila, verde, naranja, rojo y con sombreros, gorras y
plumas. Es una galería de caricaturas, con el añadido de música, baile y
zapatiesta. ¿Qué niño de Primaria va a renunciar a esto?
Hasta aquí he hablado de mi experiencia como director de teatro; voy a
hablar ahora de mi actual experiencia como profesor de Lengua y Literatura
Castellana en el Grado de Primaria.
Hemos estado trabajando, este mismo año, y se trata de trabajos en curso,
en la adaptación de un entremés para representar con niños de 3º o 4º de
primaria, es decir, en torno a los 10 años. La idea ha sido combinar el
contenido íntegro del texto, aceptando ligeras variaciones en la forma en
cuanto a adaptación. El entremés escogido por el grupo de 2º B es uno de
Quiñones de Benavente, recogido en la selección de Entremeses editada por
Christian Andrès, número 333 de la colección Letras Hispánicas de la
editorial Cátedra. Se trata de 'La hechicera', en donde no aparece el
personaje de Juan Rana, aunque se podría identificar con el de Chicolio.
Para mantener la significación cómica de los personajes se han adaptado
Doña Mohatra a Doña Camela, y Doña Perinola a Doña Tocinilla. Se mantienen
idénticos y sin adaptar, los personajes masculinos: Don Badulaque, palabra
identificable hoy en día sin problemas gracias a Los Simpsons, y Chicolio,
que mantiene una referencia fonética al tercero de los Hermanos Marx. La
pieza musical con la que termina la obra se ha mantenido íntegra; conviene
señalar aquí que Luis de Benavente y Quiñones era en origen un músico
conocidísimo en Madrid y en todo el Reino, y que su paso a compositor de
entremeses se debe a la popularidad de las músicas con que cerraba los
entremeses de otros autores. El fuerte ritmo hexasilábico de la composición
musical parece apuntar a lo que hoy sería sin problemas un rap. Del resto
de la obra, se mantienen todos lo versos posibles y se adaptan los pasajes
que resultarían demasiado poco actuales por las palabras arcaicas:

Salen DOÑA CAMELA y DOÑA TOCINILLA y dicen dentro:
VOCES: ¡Fuego, fuego!
CAMELA: ¡Jesús, ¿adónde hay fuego?
TOCINILLA: ¿Qué es esto?¿Qué se quema?
CAMELA: Tocinilla, no sé lo que es, mas no me dejes sola.
TOCINILLA: Esto es cosa de un hijo de taberna, harto de vino y lleno de
tabaco. ¡Malas mañanas te dé Dios, bellaco! Sale CHICOLIO
CHICOLIO: ¡Dónde, dónde está el fuego socarrado? Gallina, que te atreves a
las damas (como si no quemasen más sus llamas); con tu enemiga, borrachón,
te embisto. De un jarro de agua has de morir, ¡por Cristo! (Hace como que
arroja un jarro de agua al público)
Dentro: ¡Fuego, fuego! Sale DON BADULAQUE, desnudo, en camisa.
BADULAQUE: ¡Señores de mi vida, socorro! Que me aso, que me frío.
TOCINILLA: ¿Qué nuevo Adán es éste?
BADULQUE. ¡Oh, fuego de judíos! ¿A mí te atreves? ¡A Don Badulaque! De
linaje sin mancha y sin achaque, más rancio que el tocino trasañejo, y
sobre todo, muy cristiano viejo.
CAMELA: ¿Hay tal fantasma?
TOCINILLA: Y dígame, ¿es el fuego en su casa?
BADULAQUE: No, reina, que yo vivo de la Puerta del Sol, a dos pasitos, y el
fuego es más allá, por Leganitos. Mas el miedo me ha puesto tanta prisa que
de allá me he salido así, en camisa, y sin pensarlo más, aquí me he
entrado, tan fresco, que parece que he nadado. Y si tienen ustedes, con
respeto, un buen par de gayumbos que dejarme, no me vendrían mal para
marcharme.
CAMELA: ¿Gayumbos? ¡Qué descaro!
BADULAQUE: No, señora, descaro nada, que cualquiera pudo pasarse por aquí y
en estas plagas, dejarse los gayumbos o las bragas. ¿Es posible que nadie
me remedia?
CHICOLIO: Este tipo salió de una comedia.
BADULAQUE: ¿De dónde vienes tú, policencerra, que pareces la reina de
Inglaterra?
CHICOLIO: ¿Dónde vas, ensalada de bigotes?
BADULAQUE: Agradece que temo unos azotes, que si no, ya verías…
Sale un CRIADO:
CRIADO: Pero, señor, ¿Qué es esto? Te traigo de vestir, vístete presto.

BADULAQUE: Con licencia, me vengo aquí a colgar mi pertenencia.
CHICOLIO: Mejor será colgarte de una higuera, y al menos servirías de
espantajo.
BADULAQUE. Mira tú lo que dice don Andrajo.
TOCINILLA: Déjalo ya, Chicolio.
CHICOLIO: Prenda amada, más que herencia de suegra deseada y con más
ensalada que un tomate, que una cebolla o dos y un aguacate.
CAMELA: ¿Dónde irá a parar esto, si ya empieza con hortalizas entre la
maleza?
CHICOLIO, intentando achuchar a Tocinilla: En decirle a mi amor que es un
abismo.
BADULAQUE. Eso no, que pretendo yo lo mismo. Muchacha, más graciosa y
esperada que un entremés al fin de la jornada, con más flores que Mayo y
más despierta.
CAMELA. Este, en vez de jardín, trae una huerta.
BADULAQUE: Pero si hay vino y la ocasión me brinda, lo dejo todo y vuélvome
una guinda.
CAMELA: Y dígame, ¿qué vino es el más bueno y le sabe mejor?
BADULAQUE. ¿Cuál? El ajeno.
CHICOLIO, en actitud de pulpo junto a Tocinilla: Yo no sé tantas cosas,
Tocinilla, pero puedo cantarte una coplilla.
BADULAQUE: Pues, relleno de huevos, ¿tengo mocos?
CHICOLIO: Pues, morcilla de sangre, ¿tú haces cocos?
BADULAQUE: Echa mano, ¡gallina!
CHICOLIO. Eso haré ¡ganso!
BADULAQUE: Lárgate ya de aquí, ¡panza pelada!
CHICOLIO: ¡Afuera, digo!
BADULAQUE: Me agarren o lo mato.
CHICOLIO: Que me agarren también. Pónganse en medio.
CAMELA: Fuera, que se nos matan sin remedio.
BADULAQUE: Pues ¿a qué espera ya? ¡Póngase en medio!
TOCINILLA: Yo, por no soportarlos, me despido.
BADULAQUE: Escucha, Tocinilla.
TOCINILLA: Cállense de una vez, que ésta se pira. Se va. Detrás de ella se
va CHICOLIO, que se la queda mirando, extasiado, en un rincón.
CAMELA: Escúchame, Badulaque.
BADULAQUE: ¿Qué quieres, doña Embelecos?
CAMELA: ¿Sabes que soy hechicera?
BADULAQUE: Pues no tienes cara de ello.
CAMELA: Entiendo algo más que un poco en habas y en sahumerios, en
diablillos, en encantos y en afición que le tengo. Quiero hacer que
Tocinilla se muera por ti.
BADULAQUE: ¿Qué dices, estás borracha?
CAMELA: Toma esta carta, borrico, y dásela. Que la lea y verás cómo al
momento bebe los vientos por ti. Pero ten cuidado en esto: que ningún otro
la lea, porque le hará le mismo efecto.
BADULAQUE: Y si fuese un hombre…
CAMELA: Hará contigo por tu amor grandes extremos.
BADULAQUE: A ella sola la daré.
CAMELA: Pero espérate un momento, que quiero ahora mismo echar de allí a
Chicolio. (A él.) Oye, amigo.
CHICOLIO: ¿Qué tenemos?
CAMELA: ¿No ves la carta que tiene Badulaque?
CHICOLIO: Bien la veo.
CAMELA: Procúrasela quitar, que está en ella tu remedio.
CHICOLIO: ¿Cómo?
CAMELA: Porque está hechizada, con tal poder que al momento que la lea
Tocinilla le querrá para su dueño.
CHICOLIO: Yo se la voy a quitar.
CAMELA: Con cuidado y con silencio.
BADULAQUE: ¡Cartita, cartita mágica, qué de milagros espero que has de
hacer!
CHICOLIO se acerca y le quita el papel por detrás.
BADULAQUE: ¡Hombre!, ¿Qué has hecho?
CHICOLIO: Quitarte la bendición.
BADULAQUE: ¡¡¡NO LA LEAS!!! NO LA LEAAASSSS
CHICOLIO: Ya la leo.
BADULAQUE: ¡Juro a Dios que está perdido!
CHICOLIO, mira lascivamente a BADULAQUE:
CHICOLIO: ¡Mi alma, mi pensamiento! Sigue leyendo el papel mientras se le
va acercando y lo acaricia, mirándolo arrobadoramente: ¡Ángel mío!
BADULAQUE: ¡Hijo de puta! Escapándose de él.
CHICOLIO: ¿A dónde huyes?
BADULAQUE: Al infierno
CHICOLIO, desenfrenado: Abrázame con pasión.
BADULAQUE: Tente fuera, Satanás.
CHICOLIO, insinuante: Ven a mí.
Entra un CRIADO.
CRIADO: ¿Qué es aquesto, mi señor? Eso está muy mal, muy mal pensado y mal
hecho. Pero ¿qué papel es éste que han arrojado en el suelo? Lo lee.
Dueño mío, hermoso y lindo…
BADULAQUE: Otro borracho tenemos.
CRIADO, alborotadísimo: Que me abraso, que me muero.
BADULAQUE: Pues di que toquen a fuego. Sale un ALGUACIL.
ALGUACIL. Aquí son las cuchilladas. La Justicia es, caballeros. Téngase.
BADULAQUE. Tenido estoy. Ojalá se tengan ellos.
ALGUACIL. Pero ¿qué papel es éste? Leyéndolo.
BADULAQUE: ¡Diablos! Perdido va esto. Ya hay un pretendiente más.
ALGUACIL, en éxtasis: ¡Ángel bello, a quien el cielo le dio rosas por
mejillas…
BADULAQUE: ¿No lo dije?
ALGUACIL, despendolado: ¡Rostro bello!
BADULAQUE: ¡La madre que me parió!
ALGUACIL, desaforado ya: ¿Adónde vas, mi requiebro?
BADULAQUE: A la puerta de Alcalá, si esto no tiene remedio. ¡Vive Dios que
he de sentarme para estar seguro de estos.
TODOS ¡Tocinilla, Tocinilla!
BADULAQUE. Pero ¿qué? ¿Somos arrieros? Sale DOÑA CAMELA
CAMELA: Cesen aquestos hechizos.
BADULAQUE: ¡Ah, traidora, aquí te tengo!
CAMELA: Sí, mas no a quien imaginas, aunque por ella te ofrezco la mano de
esposa.
BADULAQUE: Bien, pero ¿qué hemos de hacer de estos?
CAMELA: Que canten, y quedarán, alegres, sanos y buenos.
BADULAQUE: ¿Sí? Pues manos a la obra.
CAMELA: Lo que canten, bailaremos. Cantan los MÚSICOS.

MÚSICOS: Una hechicera
Que hay en este pueblo,
De cristal el rostro,
De azabache el pecho,
Cuyas manos blancas,
Cuyos ojos negros,
De amores han dado
Envidiosos celos
A Don Badulaque
Que amoroso y tierno
Busca a Tocinilla,
Una burla ha hecho.
Mírale, gozosa,
Que afligido y necio
En si mismo pena,
Sin hallar remedio,
Y compadecida
De que tanto tiempo
Hechizado viva,
A su ser le ha vuelto.
Hace que le canten
Letra y tono nuevo,
Y él, bailando, rinde
Agradecimiento.
MÚSICOS ¿Cuál hechizo es más fuerte,
Señor mancebo?
BADULAQUE En las hembras, la cara,
Y en mí, el dinero.
MÚSICOS Si nos dan bien, pagamos
Cualquiera deuda.
BADULAQUE Pues la que más bien paga,
Quemada muera.
MÚSICOS Y ¿por qué merecemos
Castigo tanto?
BADULAQUE Porque premio nos llevan
Pagando en cuartos.


De nuevo hay que plantearse los elementos que parecen de interés en lo que
atañe a la pieza para su representación escolar. En primer lugar, debo
precisar en qué consiste la adaptación. Se han suprimido algunos versos
innecesarios para el desarrollo de la anécdota, en lo que concierne a la
presentación de los personajes de Camela/Mohatra y Perinola/Tocinilla: unos
30 versos de Perinola y unos quince de Mohatra. Entendemos que el entremés
no se basa en la broma metafórica sobre el jardín de flores y la huerta de
frutos, metáfora alegórica de ambos personajes femeninos, sino en la
explotación cómica de la burlesca hechicería del calentamiento erótico de
los personajes masculinos respecto al divertido figurón de Don Badulaque.
Se ha afinado alguna palabra concreta para dejarla más natural en la
elocución del espectador de hoy y se han añadido las últimas acotaciones
escénicas para reforzar la comicidad de las situaciones de equívoco
erótico.
La previsión es que el público del ciclo medio de primaria debería estar
interesado por la pieza, ya que funciona sobre los mismos elementos del
entremés del 'Retrato vivo' de Moreto. ¿Cuál es la única diferencia real
entre los tres entremeses anteriormente citados y éste? Simplemente que
aquí no aparece en escena Juan Rana. Tampoco parece atinado tratar de darle
a Don Badulaque el perfil de composición teatral que tiene Juan Rana. Don
Badulaque está más cerca del episodio de la Venta de Maritornes en la
primera parte del Quijote y desde luego muy cerca del personaje teatral de
Don Lucas del Cigarral, ideado por Francisco de Rojas Zorrilla, uno de los
grandes del teatro del Siglo de Oro, en su memorable comedia o farsa, Entre
bobos anda el juego. Ese mismo Rojas Zorrilla al que los libros de texto
despachan con una línea diciendo que era 'un autor de la escuela de
Calderón'. Probablemente esta última reflexión didáctica y crítica es la
que nos lleva a postular que, frente a tanta insistencia y murga en que
adaptemos obras clásicas de Shakespeare, Molière y otros autores
extranjeros, parece una solución más segura volver la vista a esa
innumerable reserva de clásicos del Siglo de Oro, empezando por Cervantes,
tanto en cualquiera de los entremeses como en la comedia rufianesca de
Pedro de Urdemalas, siguiendo por Vélez de Guevara, Calderón, Hurtado de
Mendoza o Benavente y terminando, entre los grandes, por Agustín Moreto,
tanto en El lindo don Diego como en los divertidísimos entremeses
capitaneados por la estupenda máscara de Juan Rana. Ése es el teatro que
les gusta a los niños, aunque no sea el que le gusta al Ministerio de
Educación y a los incontables consejeros culturales que tanto abundan por
todas las autonomías. Es el maestro el que debe resolver la manera de
gestionar lo que sucede en su aula y para abordar la práctica teatral son
los conocimientos que adquiera a lo largo de su formación lo que le va a
permitir abordar la realidad del aula, que no siempre coincide con los
planteamientos del sacrosanto 'proyecto lingüístico de centro' o con las
previsiones del formidable endriago en que se ha convertido la política
cultural de estos ministerios, estas consejerías, estos arrabales.
Ministerios y consejerías que parecen tener como lema lo que el Vejete de
la obra de Calderón, 'Las Carnestolendas': "¿Yooo, gastar en Comedias mi
dinero?".
Pues sí. Porque gastar en comedias los dineros es gastarlos en la verdadera
educación, la que permite aprender al tiempo que se va creciendo.
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.