El sistema de la realidad

June 15, 2017 | Autor: Manuel Herranz | Categoría: Confucianism, Don Quijote, Humanismo, Realismo, Filosofia China
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Descripción






LOS EUROPEOS CHINOS
Cervantes dice en las Novelas Ejemplares que "los cuentos unos encierran y tienen gracia en ellos mismos y otros en el modo de contarlos", a lo que Dámaso Alonso añade que ese modo de contar consiste en "la vivificación que a la palabra levanta el argumento mismo", de modo que las circunstancias o el contexto en el que se desenvuelve el personaje explica lo que este dice, así que las palabras no son sino un síntoma de la realidad que propiamente es percibida por la inteligencia o discreción según se expresa siempre Cervantes. Para Dámaso Alonso este es el verdadero realismo literario y lo encuentra en la producción española hasta el siglo XVII y no en la europea del XIX a la que califica de "literatura de lo particular". (Dámaso Alonso "Estudios varios", Obras Completas, Tomo VIII, Madrid, Editorial Gredos, 1985, pp. 484-632)
Ya Menéndez Pidal había expuesto el carácter realista del Mío Cid (algún autor lo ha llegado a calificar de épica psicológica) en contraste con los cantares de gesta del resto de Europa, un Realismo que se mantiene en las producciones literarias españolas de los siglos siguientes y alcanza su mayor intensidad en el siglo XVI con la aparición de La Celestina, pues del mismo modo que esa discreción tiene a su base la convivencia de las culturas musulmana, cristiana y judía en la península, solo en el siglo XVI evoluciona hacia la crítica al Idealismo que toma forma en la ideología gótico-cristiana impuesta por el poder político encarnado principalmente en el emperador Carlos.
Los estudiosos que tratan la historia y la literatura del siglo XVI atribuyen a ciertos autores de la época actitudes conformadas por su casta u origen judío o musulmán (véase, por ejemplo, los términos de la famosa polémica entre Castro y Sánchez Albornoz), pero se trata más bien de la eclosión de un momento generalizado de descreimiento y desconfianza, único en la historia occidental, cuya expresión es el significado mismo de la palabra pícaro, adjetivo habitualmente conferido a los estudiantes según se aprecia abundantemente en la literatura de la época (lógicamente hasta que alcanzan puestos en la administración que les requiere militancia –algo que sugiere Cervantes en su Discurso de las Armas y las Letras, caso que no le avino a el mismo). Pero, sobre todo, el hecho de que el pensamiento actual sea unidimensionalmente idealista dificulta la comprensión de los temas de la picaresca a los que se suele calificar de literatura del pobre o crítica social, siendo el caso de confusión más flagrante, aparte ya de los graves y abundantes casos de tergiversación intencionada, la recepción del realismo ejemplar del Quijote.
La reiterada comparación en Cervantes entre escribir y pintar me parece significativa para la mejor comprensión del sentido de las palabras según el entendimiento realista, siendo un spin off (desarrollo o vástago) de esa similitud la también repetida mención en el Quijote del pintor Orbaneja, un pintor de Úbeda que ponía el nombre de lo que pintaba debajo, caso que no es el de Cervantes según podemos apreciar claramente por ejemplo en el episodio de los molinos de viento bajo el que no encontramos nombre alguno.
A la filosofía, a las ideologías, a las religiones o "Letras divinas", como las llama Cervantes, les va el ensayo, el tratado, las historias fantásticas, pues desarrollan sus exposiciones de modo figurativo, especulativo e irreal, quiero decir que no tienen que rendir cuentas ante la realidad, mientras que al Realismo le va la novela, pues esta incluye ineludiblemente la vida, a la que imita.
El otro caso de realismo al que podemos referirnos se da en la cultura clásica china y, quizás, este se debe en alguna medida al distanciamiento que implica una escritura compuesta de imágenes, a las que se adjudican sonidos con los que se nombran, en contraste con las culturas idealistas en las que las palabras surgen del ánima misma y son sus sonidos los que se representan con la escritura. Los chinos ciertamente tienen alguna conciencia de la diferencia de su mentalidad con la de los occidentales, de la que he sido testigo, a los que califican de "langman", cuya traducción es románticos y propiamente refieren a lo que aquí estamos refiriendo como idealistas, en el sentido de que asumen que las palabras tienen categoría de realidad adjudicándoles transcendencia o efecto sobre esta, ya como moral, ya como política.
La sabiduría china
No muy distante en el tiempo de Sunzi, autor del Arte de la Guerra, producía Homero posiblemente la piedra angular de la tradición ideológica occidental, la Ilíada, dedicado a la guerra, la de Troya, en la que los dioses interactúan con hombres y los aqueos o diversos pueblos griegos se unen contra Troya bajo la dirección de los Átridas, Agamenón, rey de Micenas y líder de la coalición y su hermano, Menelao, rey de Esparta, al objeto de reparar un asunto de honor y causus belli: el rapto de la bella Helena, donde Aquiles, el héroe, da su vida por la gloria. En contraste, el Arte de la Guerra trata con minucioso detalle los aspectos más relevantes de la tarea principal del estado comenzando de esta guisa:
- La guerra es de vital importancia para el estado, el asunto de su vida o muerte. (Cap. I, Haciendo planes, 1)
- La ley causa que el pueblo esté en completo acuerdo con su líder, de modo que le siga sin importarle su vida. (Cap. I, Haciendo planes, 3)
-Toda guerra está basada en la decepción (Cap. I, Haciendo planes, 6)
La guerra es la vida del estado y el arte de la guerra es el arte del engaño (decepción), según dice Sunzi y muchos piensan, naturalmente, que se refiere a engañar al enemigo, pero están en un error; al enemigo hay que engañarlo también, pero nuestra relación con él es escasa y la eficacia en la guerra deviene de que el pueblo entregue su voluntad y su vida al líder, por lo que el engaño crucial acontece sobre este al objeto de obtener de él el máximo rendimiento ¡la guerra no es para menos! Por eso, en el capítulo 11, dedicado a los recursos humanos, Sunzi, entre otros ejemplos semejantes, argumenta así:
-Mantén tu ejército moviéndose continuamente y diseña planes enigmáticos. Lleva a tus soldados a posiciones en las que no hay escape y preferirán la muerte a huir. Si encaran la muerte no habrá nada que no puedan conseguir. Los oficiales y los hombres usarán su máxima fuerza. Los soldados en una situación desesperada pierden el sentido del miedo. Si no tienen lugar donde refugiarse, se mantendrán firmes. Si están en un país hostil, mantendrán un frente sólido. Si no esperan ayuda alguna, lucharán duro. (Cap. XI, Nueve Situaciones, 3)
- Así que el general habilidoso conduce a su ejército como si se tratara de un solo hombre, queriendo o sin querer, de la mano. El negocio del general es estar callado y asegurar el secreto; correcto y justo, y así mantener el orden. Tiene que ser capaz de mistificar a sus oficiales y pueblo con informes y apariciones falsos y así mantenerlos en total ignorancia (Cap. XI, Nueve Situaciones, 5)
Sí, el mundo es un infierno en el que todos participamos en engañarnos unos a otros a causa o requerimiento de la guerra, pero, en contraste con China, en las civilizaciones más públicas, las del libro o la democracia, posiblemente se ha optado por el auto-engaño al objeto de satisfacer el ineludible menosprecio de la vida en pro del ejercicio de la guerra y, si bien es cierto que una de las formas cómo el líder manipula al pueblo es aprovechándose de sus creencias en el sentido en el que describe Maquiavelo, lo más habitual seguramente es que él líder mismo sea un creyente.
La filosofía china, cuya única y magnifica expresión es una época previa a la unificación conocida como de los Reinos Combatientes, en el que la disputa dialéctica era abierta, nos ofrece varias respuestas al problema fundamental de la guerra. Los Letrados o confucianos proponen retornar al orden unificado de las dinastías antiguas que preservaban el orden en el mundo mediante la aplicación estricta de los ritos, a los que las palabras están subordinados, los Legistas no se proponían la paz sino la victoria sobre los otros estados aconsejando al líder una determinación inhumana e implacable para conseguir sus fines, una suerte de prolongación del Arte de la Guerra al ámbito civil. Y enfrente de ellos el Mohismo, la escuela más popular de su tiempo, cuya doctrina es actualmente nombrada como política del amor universal. El Taoísmo y la Escuela de los Nombres comparten el entendimiento mohista de que la pacificación del mundo es la unidad humana, pero ambos son escépticos en cuanto a la posibilidad de realizarlo, concretamente a que la palabra o la doctrina pueda ser el fundamento de la ejecución de esa política. Frente a estos, los neo-mohistas se ocupaban precisamente de intentar forjar un sistema lógico que fuera capaz de expresar su propuesta objetivamente.
Estas escuelas chinas, diferían en sus objetivos, pero, seguramente bien ilustrados por El Arte de la Guerra, jamás disputaron acerca de lo que la realidad fuese. Ahora, si analizamos las características de sus discursos en comparación con los occidentales podemos concluir en lo siguiente: el modo de argumentar de los chinos refiere siempre a la experiencia humana y el argumento recurrente es enjuiciar las decisiones de personajes o personas del pasado o del presente. En Occidente se ha venido considerando este tipo de argumentación como una condición del carácter ético o moral de su filosofía, sin embargo, es la simple manifestación de su carácter realista.
Si nos limitamos al aspecto formal de la retórica china clásica, encontramos que, en general, el tipo de juicio que emplean los chinos y propiamente el juicio que usamos en la vida cotidiana es el juicio analógico, basado en la capacidad virtual humana de ponerse en el lugar del otro, aspecto con el que no cuentan ni el Idealismo ni menos el Positivismo, por algunos considerado este último muy erróneamente como una suerte de Realismo exacerbado. En efecto, el Idealismo está basado en la matemática, así el silogismo aristotélico, al que le es necesario la inclusión de elementos contables como todos, alguno, etc. o la misma dialéctica platónica, en la que los conceptos están basados en las categorías -de unidad, totalidad, etc. tal como las exponen diversos filósofos y así es semejante en algún modo al silogismo, por no hablar de la lógica moderna. Esas formas del idealismo puede que hayan sido adecuadas para el desarrollo de la ciencia y, en consecuencia, de la técnica, pero al obviar la virtualidad, insisto, son juicios ajenos a la manera de pensar humana, ¿acaso no piensa Sancho aunque no sabe leer? de lo que nos resulta que los sistemas filosóficos, religiosos, políticos son figuraciones sostenidas por el estado –que, por cierto, son innecesarias para las empresas- al objeto de, tras una iniciación o entrenamiento en ellas, pues quedan fuera del sentido práctico y común, sean confesadas por sus sujetos ejerciendo la misma función que el rito para Confucio.
Confucio, el primer filósofo chino -aunque él mismo se consideraba un simple compilador del saber antiguo- expone al menos cinco veces en los Analectos la doctrina conocida como Regla de Oro o la de Plata "haz al otro lo que quisieras que te hicieran a ti y no hagas al otro lo que no quisieras que te hicieran a ti", pero al tiempo diferencia entre las personas según sus status en la jerarquía familiar y estatal como expresión de su relación de sumisión, piramidal en el conjunto del estado, de modo que esa relación de la Regla de Oro, si bien reconocida como racional y que busca estar a la base de otros principios, en realidad no se aplica en el mundo y será Mozi, originalmente un discípulo de Confucio y creador del Mohismo, el que se ceñirá estrictamente a ella, advirtiendo que no solo es posible sino conveniente su aplicación en un ámbito, contexto o circunstancia de universalidad, es decir, mundial o global. De ahí que, lo mismo que su doctrina es calificada de "la política del amor universal", Mozi atribuye la causa del mal a la parcialidad, pero no en algún sentido ideológico o de contenido específico sino como simple carencia de convivencia. Rousseau expresará una inteligencia semejante cuando indica que la causa de la guerra es la soberanía.
Al hilo de este pensamiento observamos que no es extraño que tras los bombardeos de Francia en Siria y los posteriores atentados de París, los medios occidentales parecieron sorprenderse de que a los sirios o iraquíes que configuran el Estado Islámico les haya disgustado que les bombardeen y hayan tomado las represalias que les caben. Ese sería, sin embargo, el juicio de cualquier persona dispuesta a ponerse en el lugar del otro, pero el estado, al que esos medios sirven, ha de recurrir a juicios relativos a la superioridad de la Democracia, de los DDHH, a los valores, en fin, de tolerancia, respeto a las minorías, etc., propios de la más avanzada civilización occidental.
Sin embargo, si convivimos en lugar de estar separados en estados, utilizaremos el juicio humano y distinguiremos lo bueno (el servicio a la comunidad) de lo malo (el daño de la parcialidad) como lo dulce de lo salado y no tendremos confusión alguna a la hora de tratar los asuntos que nos conciernan, más aún, a todos nos interesará fomentar, promover y recompensar los comportamientos más sociales, los que conducen a una siempre más integrada comunidad humana, mientras que, separados, cada uno en su insula, estado o unidad armada solo nos queda la guerra permanente. Veamos un ejemplo de los muchos semejantes de Mozi:
- "El asesino de una persona es calificado de injusto e incurre en pena, puede ser de muerte. Siguiendo ese argumento, el asesino de diez personas será diez veces injusto y debería incurrir en diez penas. Todos saben que deben condenar esas cosas y calificarlas de injustas. Pero cuando se trata de la gran incorrección de atacar otros estados, no saben que hay que condenarlo, por el contrario lo aplauden y lo califican de justo. Y son realmente ignorantes de que es incorrecto, pues, en efecto, registran sus juicios para dejárselos a la posteridad. Si ellos hubieran sabido que eran injustos ¿Por qué registrarían sus falsos juicios para la posteridad?
Ahora, si hubiera una persona que viendo algo pequeño negro dijera que es negro, pero viendo algo negro muy grande dijera que es blanco, tendríamos que decir que no sabe la diferencia entre negro y blanco. Y, si uno prueba algo amargo dice que es amargo, pero si prueba algo muy amargo dice que es dulce, tendríamos que decir que no sabe la diferencia entre amargo y dulce. Ahora, cuando se comete algo injusto la gente sabe que debe condenarlo, pero cuando se comete una terrible injusticia como atacar a otros estados, la gente no sabe que debe condenarlo. Al contrario, lo aplaude y lo considera justo. ¿Puede ser esto saber la diferencia entre lo justo y lo injusto? Por lo tanto sabemos que están confundidos respecto a la diferencia entre lo justo y lo injusto. (Mozi - Condena de la guerra ofensiva I -2 Web: ctext.org/Mozi)
Cervantes
De la misma manera que el proyecto de Mozi fue bien entendido por sus realistas contemporáneos, aunque muchos le negaban que se pudiera comunicar o que se pudiera llevar a cabo en un tiempo ignorante de los confines del mundo, Cervantes, precisamente en el momento en que estos se certificaban y con ellos la obviedad de la igualdad humana, aportó el otro dato necesario para cerrar el sistema de la realidad.
La Celestina, como el Lazarillo, habían criticado con buen criterio el Idealismo, pero arrastraban consigo, particularmente La Celestina, una reminiscencia platónica que no fueron capaces de discernir o superar; la maldad de la naturaleza humana, la corrupción del mundo sublunar, según expresa literalmente Platón, en contraste con las Ideas, supra-lunares perfectas y eternas. Los motivos de los personajes de La Celestina son la codicia, la lujuria…un planteamiento que nos aboca de cabeza al Guzmán de Alfarache, en el que Mateo Alemán determina la ineludible tendencia al mal de su personaje, incluso en ocasiones que obtiene lo necesario y más para satisfacerse, y tras atribuir una inmanente miseria y maldad al mundo concluye sus moralejas abogando por Dios y la esperanza en otra vida… Y, precisamente, es la maldad de la naturaleza humana el punto de partida del último confucionista clásico, Xunzi, cabe pensar que ante la ineficacia del mohismo, pero esta concepción fue causa de que muchos de sus discípulos pasaran a engrosar la escuela Legista, hasta el punto de hacerse oficial en el estado Qin (Chin) y esta sí que se demostró eficaz al conquistar con su implacable crueldad, inhumanidad y determinación el resto de los siete estados chinos en tan solo unos 10 años creando la China que conocemos hasta nuestros días. Si bien, esta China, ya unida, implantará poco después el Confucionismo como doctrina oficial del estado para mantenerse como tal durante dos milenios.
El modelo literario de Cervantes se nos deja entrever en uno de los dos únicos poemas que no remiten a libros de caballerías de los que prologan El Quijote y quedan además ambos bajo el mismo título "Del donoso, poeta entreverado a Sancho Panza y Rocinante", siendo el poeta lógicamente Cervantes mismo, donde el poema dirigido a Rocinante refiere al Lazarillo y el de Sancho a La Celestina y este lo concluye calificando la Tragicomedia de Fernando de Rojas de "libro, en mi opinión, divino si encubriera más lo humano", esto es decir, si no mostrase tan crudamente las bajezas humanas, pues, en efecto, el propósito literario propio de Cervantes es mantener el discurso realista, pero ser, al tiempo, ejemplar y dar así respuesta no solo a Platón y al Guzmán sino a la forma misma en la que se justifica ideológicamente el estado. Cervantes, digámoslo de inmediato, encuentra el origen del mal en la naturaleza, en la que se da el arma, («que es lo mesmo las armas que la guerra»), pero el mal no es propio de la humanidad o naturaleza humana misma, por tanto esta es básicamente libre o tiene la facultad o capacidad de serlo, simplemente ocurre que nos vemos llevados al mal reactivamente, involuntaria e incluso inconscientemente coaccionados por una realidad cuyo elemento determinante es el arma.
La simple existencia de las armas en la naturaleza ha condicionado al ser humano sin que este se haya podido resistir o liberar de su efecto, ocultándoselas como causa en gran medida mediante el uso del lenguaje que justifica o fundamenta la parcialidad mediante el desplazamiento de la virtualidad, pues, en efecto, la principal actividad de las armas es virtual; nos condicionan desde su potencia, ya que su simple existencia nos lleva a la confrontación independientemente de la voluntad de las partes en tanto que implican la necesidad de sumisión, de modo que la producción de armas es el fin supremo del ser humano en todo tiempo y lugar y todo lo demás les queda subordinado. Dice Rousseau que una sociedad de desiguales (jerárquica) fuerza a la desigualdad de todos, pues hay que organizarse así para intentar resistirla o ser absorbida por ella –por supuesto en las capas más inferiores de la pirámide.
Cervantes señala también que, "el cielo (la idea) padece fuerza", refiriendo a que la clave última de las disparatadas figuraciones ideológicas o religiosas es su expresión de confesión o alineamiento con un grupo armado que se define según una ideología, propiamente entonces consigna. Luchar eternamente contra molinos de viento, hacer confesar a otros una figuración para someterles a nuestra arma… es perpetuar la guerra, incluso si toma la forma de revolución –como fue el caso más habitual de guerra en China tras la unificación. La alternativa al engaño es la verdad (realista) que nos abre la alternativa a la guerra, que es el desarme, pues no existe maldad humana, sucede que las armas son unas por otras.
En efecto, si nos uniéramos no habría ejércitos, ni siquiera uno, pues ¿cómo podría existir en ausencia de un oponente? Ni siquiera habría un arma, pues ¿cómo podríamos admitir la producción y posesión de objetos para destruir y matar? Algo que ahora asumimos sin conciencia ni reparo. Y, como dice Mozi, distinguiremos lo malo (el daño) de lo bueno (el servicio) como distinguimos lo salado de lo dulce. Unirnos, tener voluntad de hacerlo, es la disposición de eliminar fronteras y desarmarnos de mutuo acuerdo y conjuntamente. Por lo que respecta a las ideologías o sistemas figurativos, desaparecerán como el humo cuando se apaga el fuego. Hemos encontrado, pues, el contenido que le faltaba a la propuesta de Mozi exponiendo el sentido real del mal o parcialidad.
Es clave, pues, entender que el punto de partida no es la política (doméstica), que tiene un carácter ineludible militar o militante, pues unas armas son por otras y el acuerdo y la coordinación global es pre-condición del desarme y del desmantelamiento de las fronteras y solo entonces se produce el deseado cambio en el ámbito hoy doméstico o estatal en la forma de des-jerarquización y desprivatización, pues la condición tanto necesaria como suficiente de la jerarquía como de la privacidad o privación es el arma o la unidad armada.


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